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txuso1

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23 Feb 2025
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Hola a todos, abro este hilo para toda la gente que le gusta escribir, y tiene relatos eróticos, pueda publicarlos y que se lean y disfruten.
Empiezo con este a ver qué os parece.
Ánimo para publicar y hacer un hilo digno.


QUIÉREME A MI MANERA



Bueno, en cierto modo sí, siento un poco de liberación, es como si me hubiera quitado un peso de encima y, cosas que antes ni pensaba, ahora me apetecen.

¿A qué te refieres? - Pregunté curioso.

¿Te acuerdas de aquella charla en la que me preguntaste si había hecho algún trío?

Jamás olvidaré tu cara, sí.

Pues ahora no me parece una locura como antes, no sé, he pensado que probar no implica nada, salvo experimentar, y joder, si apetece y no molestas a nadie...



Dejó el final de la frase en el aire mientras me miraba fijamente. Debió ver algo en mi mirada.



Pero no te preocupes, tú no serás uno de ellos.

Pues muchas gracias – Ironicé.

Sabes que si estuvieras se acabaría lo mejor que tengo. Yo te quiero así, solo a ti puedo contarte todas las barbaridades que teje mi mente, lo que hago, todo. Joder, te llamé la primera vez que me comí un culo solo para decírtelo, ni a mi mejor amiga se lo he contado. Y me da miedo perder eso contigo.

Pues es una lástima discrepar en eso.



Me acarició la cara con un gesto acogedor. Me quería a su manera y yo lo apreciaba siempre. La había acompañado en todo momento, a pesar de su ligereza para tomar decisiones que luego, no todas, se convertían en tormentas enormes. Y ahí estaba yo siempre, a su lado, entendiéndola, calmándola, hablándole claro si juzgarla.



Me apetece que seas mi cómplice.

A mí me apetece otra cosa – le dije con toda la confianza del mundo.



Ella sonrió, bajó la mano y apretó mi paquete.



Quiéreme a mi manera – me sugirió soltando mi paquete.

Sabes que nunca he hecho otra cosa, por eso estoy aquí otra vez.

Esta noche debe pasar algo, ¿me acompañas de bares?



Asentí. Salimos de la cafetería y me pregunto dónde ir, puesto que ella llevaba demasiado tiempo en pareja y ya no controlaba como antes. Así que decidí empezar por lugares tranquilos, en los que más de uno se le acercó, pero ninguno la sedujo. “Cuanto idiota”, me decía cuando volvía de hablar con alguno. Cambiando de bares el alcohol iba trabajando, hasta llegar a ese punto alegre que nos permitía cierta locuacidad.

Caminábamos por una calle agarrados, riéndonos de lo acontecido, incluidos los tipos que intentaron algo, “Me gustaría torturarlos, atarlos desnudos a una silla y leerles al Marqués de Sade. Creen que por ir al gimnasio debemos estarles agradecidas. Panda de cenutrios”. Al decir esto me percaté de lo cerca que estábamos de un bar distinto, donde solía ir gente liberal, no un local de intercambio, más bien donde suelen quedar antes de ir a algo más severo. Sin comentarle nada puse rumbo al local.



Este te va a gustar – le dije señalando la puerta.



Ella me cogió la cara, me besó, me dio un apretón en la polla y entró delante de mi. En el interior no había demasiada gente, era la hora en la que la mayoría de los habituales habían salido a locales más y mejor acondicionados para sus propósitos. Nos ubicamos en la barra. A mi espalda quedaba un tipo de mi altura. Ella me dijo que de espaldas prometía y me empujó hacia él. El tipo se volvió y me disculpé, alegando que mi amiga estaba un poco borracha. Él se rió y me estrechó la mano presentándose. Yo le presenté a Diana y él se quedó charlando amigablemente con nosotros. Percibió que no éramos habituales del local, cosa que solo pudimos confirmar. Preguntó si sabíamos qué tipo de local era. Le dije que yo sí, pero que ella no. Durante un buen rato estuvimos hablando y riendo, la conversación fluía, resultó un tipo agradable. Diana me rodeó el cuello con su brazo y pegó mi oreja a su boca.



Este sí, quiero comérsela – me susurró.



Yo sonreí, por alguna razón sabía que eso iba a pasar, lo había notado en ella. Él hizo un comentario divertido sobre los secretos y yo, lejos de dar más vueltas, lo miré y me sinceré.



Quiere comértela.



David, que así se llamaba, sonrió.



¿Sabéis que, al fondo del bar, hay unas cabinas donde se puede hacer desde ganchillo hasta felaciones?



Me reí de su ocurrencia y miré a Diana, que asintió con la mirada. Su cara ya era una expresión lujuriosa, el animal asomaba ansioso y expulsaba deseo con una mirada que pocas veces le había visto.

Entramos en una de las cabinas, afortunadamente había espacio para los tres. Cerré la puertas y me volví hacia ellos. Ambos me miraron.



Yo no soy el culpable de nada, así que no me miréis así – les solté.



Diana miró a David.



No quiero que digas nada, solo que me dejes hacer.



Él, como ser inteligente, o quizá acostumbrado a esos ambientes, obedeció. Diana se agachó, bajó la cremallera de su pantalón y sacó su polla, dejándola frente a sí. Primero la miró, como si la examinara, después la cogió en una de sus manos, acariciándola. La empezó a mover, subiendo y bajando su piel sin quitarle ojo. Yo la observaba atentamente, aunque me contaba todo al detalle nunca la había visto así, y me estaba excitando. Su cara estaba tensa, era su primera polla después de su matrimonio, conseguida de manera azarosa y en compañía de su mejor amigo. La conocía muy bien y sabía que la suma de ambas cosas la encendían hasta no poder ocultarlo. Y ahí estaba, agachada ante la lujuria explícita. Se la metió en la boca. Primero chupó suave, como tanteando o intensificando las sensaciones. Poco a poco subió el ritmo y en escasos minutos era toda una experta. Yo sabía que era lo que más le gustaba porque ella me lo había dicho en varias ocasiones, pero estaba experimentando la diferencia entre saberlo de su boca y verlo en directo, y, a pesar de interpretarlo a la perfección cuando me lo contaba con decoro, puedo asegurar que verlo era infinitamente más excitante.

Ahora lamía el tronco de abajo a arriba con deleite, introduciendo el glande en su boca al llegar al extremo, para volver a bajar lamiendo todo el largo de aquella polla. Entregada a su placer engulló todo lo que pudo y se quedó con ella dentro unos segundos. Al sacarla de su boca hilos de baba la unían a aquel miembro erecto. Pronto perdió el control y se afanó como pocas veces he visto. Entonces mi cabeza se iluminó y supe que era el momento. Me agaché a su lado.



Eres mejor de lo que había imaginado – le susurré bajando la mano por su espalda.



Al llegar a su culo lo apreté. Le gustó, pude notarlo en su gesto y en el estremecimiento de su cuerpo. Aproveché que llevaba una falda ancha para colar mi mano bajo la misma y seguir tocándola. Pude apartar sus bragas y notar su humedad, estaba empapada. Acaricié su coño mojando mi mano con su jugo e introduje un dedo. Se le escapó un gemido a la vez que se volvía a meter toda la polla hasta lo más profundo de su garganta. David gimió y se estremeció. Empecé a masturbarla con avidez y ella respondió al gesto intensificando la mamada. La cara de David era el reflejo del placer en estado puro. Ella agarró su polla y se la frotaba por las mejillas, incluso golpeándoselas.



Cabrón – me dijo -, ahora quiero que me la meta.

Ya has oído, David.



Se puso en pie, se inclinó, se echó la falda sobre la espalda y yo bajé sus bragas hasta quitárselas. David no perdió tiempo y la penetró con ganas, le noté furioso.



Ponte delante – me dijo ella -, necesito un punto de apoyo.



Lo hice. Entrelazamos nuestros brazos mientras David le daba lo que quería. En un momento dado agarré sus dos brazos por las muñecas con una sola mano, y con la mano libre aproveché para sacármela y dejarla delante de ella. Volví a agarrarla por sus antebrazos. Ella estampó su cabeza en mi vientre gimiendo.



Eres un cabrón – me dijo entre gemidos -. Como cambie algo te mato – y acto seguido se la metió en la boca.



Había conseguido dar un paso en la dirección que tanto había deseado, y empecé a gozar de ella físicamente, follándome su boca.



Cariño – dije al ver los gestos de David -, creo que David te va a dar algo bueno en breve.

Joder, sí, pero correos juntos, como estáis – me respondió.



La sujeté del pecho para dejar una mano libre y masturbarme rápido para conseguir su capricho.



Aguanta un poco, David – le pedí.

Date prisa tú, tío, estoy a mil.



Nos miramos y asentí. Aceleré más el ritmo durante un rato y volvimos a mirarnos él y yo, y asentí en señal de que estaba preparado. Él tensó la mandíbula y adiviné lo que el gesto me quiso decir.



Prepárate, Diana – avisé mientras se la volvía meter en la boca.



En unos segundos David empezó a correrse y yo lo acompañé poco después, cuando él no había terminado aún. Una mezcla de semen y babas cayeron sobre mis zapatos mientras ella se retorcía y contoneaba atrapada entre dos pollas. Lo hizo durante un buen rato, deleitándose. Dejándose apagar el fuego lentamente, regocijándose y sintiendo lo que hacía tan solo unas horas me había confesado.

Volvimos a la barra y tomamos otra copa. David quiso dejarnos su teléfono antes de despedirnos, pero Diana se negó.



Ha sido genial, David, no me malinterpretes, pero ha sido mi primera vez y debo tomarlo con calma. Ahora sabemos donde podemos encontrarte, además, he visto que el camarero te conoce, no será difícil.

Como queráis, era solo para...

No te preocupes – interrumpió Diana -, lo entiendo. Y quiero que sepas que te lo agradezco, ha sido genial.



Al decir esto nos despedimos y salimos del bar. Ella se colgó de mi brazo, la noté feliz, y eso me gustaba siempre en ella. Caminamos sin hablar hasta la puerta de su casa. Entonces se giró hacia mí y me abrazó, apoyando la cabeza en mi pecho. Estuvo así bastante tiempo. Yo no quise decir nada, la dejé porque la conocía, y sabía que sencillamente estaba mostrando su aprecio a alguien que la entendía sin juzgarla, a la vez que sintiendo precisamente todo eso.



¿Sabes que te quiero y valoro mucho? - Preguntó sin soltarse.

Qué solo me lo hayas dicho un millón de veces no significa que lo sepa, ¿no te parece?



Ella sonrió y me miró al fin. Me besó.



¿Quieres dormir conmigo? - Quiso saber mirándome a los ojos.

¿Me he negado alguna vez?

Pero solo dormir, no habrá nada diferente de las otras veces – aclaró.

Ya hay algo diferente – dije girándola, volviéndola hacia la puerta y dándole un azote -.. Anda, abre y sube, que tengo que bañarte.

¿Bañarme?

¿No querrás dormir así?

¿Así como?

Solo quiero bañarte, pasarte la esponja por todo el cuerpo, dejarte limpia y, desnuda, meterte en la cama y tumbarme a tu lado, abrazándote como me gusta.



Se detuvo en seco y me miró seria.



Como me enamores... te mato - exclamó.



Le quité las llaves de las manos, abrí la puerta del ascensor y entré, sintiendo un azote a hacerlo. Mi giré hacia ella sin decir nada. La vi sonreír, acercarse y volver a abrazarme. Pulsé el número tres.
 
Aquí os dejo otro. Espero que os guste.


TRAS LA BARBACOA

Estábamos bastante perjudicados al caer la tarde.

Isa dormía una buena cantidad de alcohol en el sofá mientras Elia, Salva y yo seguíamos compartiendo porros alrededor de la mesa de café, sentados en el suelo.

-No me queda energía, creo que me voy a echar. –Dije mareado después de apurar la cerveza.

Habíamos empezado a las diez de la mañana y sólo quedábamos los cuatro en casa de Elia.

Los cuatro éramos amigos desde el colegio, por lo que aquella casa no nos era nada desconocida.

Habíamos hecho una barbacoa para celebrar el vigésimo sexto cumpleaños de Isa, aprovechando que la casa de los padres de Elia estaba vacía ese fin de semana, y que era la mejor preparada para ese tipo de celebraciones.

Aún teníamos que limpiar y dejarlo todo en orden para el día siguiente, pero nos habíamos pasado con la bebida y acompañantes. Salva se levantó.

-Tengo que mear.

-Déjala allí. –Añadió Elia bromeando.

-La traeré por si acaso. -Respondió Salva bajándose la cremallera. Después se fue pasillo adentro hacia el baño.

Elisa apuraba el porro mientras ojeaba una revista de moda. Pasó una hoja y me tendió el porro. Negué con la cabeza.

-Vamos nene, no te va a matar.

-Llevo demasiado en el cuerpo, debería echarme.

-Ahora empieza lo bueno, apúralo anda.

Cogí el porro y le di una calada. Mi cabeza era una mezcla de distintas impresiones por el cocktail de estupefacientes, mi mente iba y venía sin detenerse en ninguna parte más de cinco segundos. La pesadez que sentía era desproporcionada.

Salva entró en el salón y se quedó en pie junto a Elia con la cremallera bajada.

-¿Os traigo alguna bebida de la cocina? -Preguntó.

-Si no me equivoco queda una botella de champán en el frigorífico.

Salva volvió a salir.

-Nos animaremos con el champán. -Repuso Elia.

-No creo que pueda. -Contesté mientras apoyaba mi cabeza en el asiento del sofá donde dormía Isa.

-Verás como sí.

Salva entró de nuevo y entregó la botella a Elia.

-Ábrela, no me la des así. -Inquirió.

Salva agitó un poco la botella y retiró el tapón, derramando gran parte del champán sobre su camiseta, pantalón, suelo, y salpicando un poco a Elia, que reaccionó dando un pequeño salto sin cambiar de postura.

-Joder tío, esto lo vas a limpiar tú. -Exclamó Elia sin ánimo.

Salva se agachó a su lado, le cogió la cara y le lamió la mejilla.

-Mmm…! ¡Qué rico! -Exclamó ante la sonrisa de Elia-¿Sigo?

-Me has puesto perdida. -Dijo Elia mirándose la camiseta de tirantes que llevaba puesta. Una mancha ocupaba todo su pecho y parte del abdomen.

-Eso tiene solución. -Añadió Salva y metió la cabeza entre sus tetas lamiendo lo que podía. Ella reía juguetona la ocurrencia.

Salva bajó el escote hasta trabarlo bajo las tetas de Elia, que tenían el tamaño suficiente para anclar y neutralizar el elástico de la camiseta. Siguió lamiendo y ella se echó un poco hacia atrás para facilitarle el acceso. Sus pezones se habían puesto duros al tacto con el champán y Salva los lamía sin prisa.

-¿Aún os quedan fuerzas? -Pregunté desde mi tirada ubicación.

-Para esto siempre. -Dijo Elia- Ven tú también.

-Espera. -Sugerí. No podía moverme, no me apetecía nada levantar la cabeza, pesaba demasiado- Quizá ejerza de voyeur hoy. -Añadí.

-Sólo quizá. -Añadió Elia. Miró a Salva- ¿Dónde te has manchado tú?

Salva se hizo hacia atrás y se puso en pie. La parte baja de su camiseta y la zona de la cremallera de su pantalón eran un charco. Hizo un gesto abriendo las manos y asintiendo. Elia se arrodilló, le levantó la camiseta y lamió su abdomen mientras desabrochaba el pantalón. Bajó el pantalón y lamió sus calzoncillos empapados.

Después bajó el bóxer y la polla de Salva quedó desafiante en el aire apuntando hacia Elia, que inmediatamente se la metió en la boca y empezó a lamerla como ella solía hacerlo. Siempre le habíamos dicho lo buena que era en ese menester, nunca conocí a nadie que opinara lo contrario de ella. Supongo que las cosas que gustan hacen aflorar nuestras virtudes. Siguió mamando un buen rato, empapándola y agitándola con énfasis.

Salva le cogió la cabeza y empezó a moverla, follándose su boca. Era increíble ver hasta donde era capaz de meterse una polla en la boca Elia. Cuando la sacó hilillos de saliva unían la polla de Salva con la boca de Elia, que había cambiado su expresión al modo encendido. Salva se agachó y la besó con fuerza, luego la tumbó en el suelo y le quitó el pantalón corto que llevaba. Comenzó a comerle el coño.

Yo estaba mirando el espectáculo, pero seguía sin poder moverme ni para eso. Oía los gemidos de Elia y veía sus rodillas salir sobre la mesa del café, que me tapaba el resto. Noté que la sangre empezaba a llenar mis conductos genitales, lentamente. Levanté un poco el culo y empujé ligeramente los pantalones hacia abajo para evitar que se me clavaran en los huevos.

Salva puso a Elia apoyada sobre la mesa de café y empezó a lamerle el culo agarrado a sus cachetes. Me encantaba la cara de Elia cuando sentía placer, la dotaba de una belleza salvaje y natural que pocas poseen. Bajé mi mano a mi bulto y comencé a acariciarme sobre el pantalón. Elia me miró y levantó un poco su cuerpo para mostrarme sus tetas.

Le sonreí y me respondió apretando la mandíbula y mostrándome los dientes. Era maravillosa.

-¡Sácala! Quiero verla. -Me dijo.

Desabroché mi pantalón y lo bajé junto con el bóxer hasta las rodillas. Mi erección aún no era plena, pero se apreciaba un buen miembro. Ella pasó su lengua por los labios mirándome, sabía cómo provocarme. Empecé a masturbarme lentamente para que me viera, sé que le gustaba, no era la primera vez que se lo hacía. Sin hablar movió los labios pidiéndome que fuera a su boca, pero le respondí negando con la cabeza. Pude leer como sus labios articulaban la palabra “cabrón”.

Salva se incorporó y azotó el culo de Elia con la polla tres o cuatro veces. Después la introdujo en su vagina y pude ver la cara de Elia al recibirla, su boca abierta y sus ojos clavados en mí. Empezaron a moverse adentro y afuera, ella gemía apoyando ya sus tetas en la mesa y agarrándose a ella, que se movía con las embestidas de Salva. Escuchaba los golpes de la pelvis de Salva rebotar en el culo de Elia, debía estar muy mojada, el sonido era claro, como chapotear en el agua. Él empujaba con fuerza y ella recibía encantada.

-¿Qué está pasando? -Oí detrás de mi cabeza. Isa se había despertado, aunque no se había movido un ápice.

-Nada, están follando. -Le respondí.

-Pfff… No sé cómo tienen fuerzas.

-Eso les he dicho yo, pero al final mírame, con la polla dura y pajeándome.

Isa levantó la cabeza y me vio cascándomela despacio. Volvió a colocar la cabeza tras la mía riéndose. Noté la mano de Isa en mi cabeza, empezando a hacerme un masaje craneal, me sentí bien al sentirla ahí.

-Ahora con los gemidos no puedo dormir, pero tampoco tengo ganas de moverme. -Dijo.

-No lo hagas si no te apetece. -Le respondí, y siguió acariciándome la cabeza.

Salva sentó a Elia en el borde de la mesa con las piernas abiertas y le embestía desde delante.

-¡Joder! ¡Cómo se oye! -Dijo Isa.

-Sí, está muy cachonda por lo visto.

Levantó la mirada y los vio. Se incorporó y quedó sentada en el sofá con la espalda apoyada. Su pierna derecha estaba a mi lado y la agarré acariciando su pantorrilla. Ella seguía con su mano en mi cabeza y yo me estaba calentando cada vez más.

Debí apretar muy fuerte su pantorrilla porque exclamó un “¡Ay!” y apretó su mano en mi cráneo. Después quitó la mano de mi cabeza y vi de soslayo como se subía la falda. Giré la cabeza para verla y me hizo una caricia en la barbilla, separó sus piernas, también las bragas y me mostró su bonito coño. Empezó a tocarlo.

Elia se acababa de correr y Salva seguía empujando. Isa me miró.

-Únete a ellos, quiero veros a los tres.

Yo ya había despertado de mi estado anterior y estaba capacitado para incorporarme. Me saqué los pantalones y me acerqué al dúo por la derecha de Elia para que Isa pudiera ver. Me quedé en pie al lado, mi polla quedaba a la altura de la cara de Elia que no tardó en metérsela en la boca y propinarme unos lametones gloriosos. Miré a Isa que me sonrió con cara de satisfacción, se quitó la falda y las bragas y, abriendo las piernas más, se acomodó en el borde del sofá y siguió masturbándose.

Salva anunció que se iba a correr y se colocó delante de Elia meneándosela para correrse sobre ella. Me aparté para que culminara a gusto y su semen salió disparado hacia las tetas de Elia, que se las apretaba para recibir el premio. Ella chupó los restos de semen de la polla de Salva y éste se tiró de espaldas al sofá que le quedaba detrás. Elia me miró.

-¿Me la vas a meter?

-¿Te quedan ganas? -Pregunté retóricamente, ella siempre estaba dispuesta.

-Sabes que sí.

Me agaché frente a ella.

-Poneos aquí. -Intervino Isa dando unas palmaditas a su lado.

Me senté ahí y la besé. Elia se sentó sobre mí metiéndosela entera. Besó a Isa un buen rato mientras cabalgaba sobre mí, que la ayudaba agarrándola del culo. Luego puso una mano a cada lado de mi cabeza y empezó a moverse en círculos. Isa se giró hacia nosotros dejándome ver como se masturbaba. Me metió los dedos en la boca y después regresó a su coño.

-¿Te gusta? -Me preguntó.

Resoplé y asentí con la cabeza. Abrió su coño con una mano e introdujo tres dedos con la que tenía libre. Empezó a darse rápido. Sobre mí Elia gemía cada vez más fuerte.

-¡Me voy a correr! -Exclamó poseída. Sus movimientos eran cada vez más rápidos, parecía una batidora sentada sobre mí. En su cara veía la cercanía del orgasmo cuando ralentizó el movimiento y empezó a correrse moviéndose despacio, con espasmos. Era una auténtica máquina de follar.

-Yo también voy a llegar pronto. -Dijo Isa mientras Elia se regocijaba en circulitos lentos sobre mí- Quiero que te corras sobre mi coño. -Añadió.

Elia se quitó de encima y yo me giré para apurarme y correrme sobre el coño de Isa. Elia se arrodilló a nuestro lado y contemplaba la escena. Yo me la cascaba vigorosamente e Isa aceleraba su ritmo. Pronto avisó que se iba y yo estaba a punto cuando ella empezó a hacerlo.

-¡Correte! -Exclamó corriéndose.

Yo sentía venir el aluvión y ella abrió su coño para que mi semen se estrellara contra él. Empecé a eyacular y el primer chorro se estrelló justo ahí, ella emitió un gemido y yo seguía corriéndome.

Acabé y me tumbé sobre ella agotado. Me acarició la cabeza por detrás y Elia me metió la mano entre los cachetes del culo masajeándome.
 
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