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txuso1

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Hola a todos, abro este hilo para toda la gente que le gusta escribir, y tiene relatos eróticos, pueda publicarlos y que se lean y disfruten.
Empiezo con este a ver qué os parece.
Ánimo para publicar y hacer un hilo digno.


QUIÉREME A MI MANERA



Bueno, en cierto modo sí, siento un poco de liberación, es como si me hubiera quitado un peso de encima y, cosas que antes ni pensaba, ahora me apetecen.

¿A qué te refieres? - Pregunté curioso.

¿Te acuerdas de aquella charla en la que me preguntaste si había hecho algún trío?

Jamás olvidaré tu cara, sí.

Pues ahora no me parece una locura como antes, no sé, he pensado que probar no implica nada, salvo experimentar, y joder, si apetece y no molestas a nadie...



Dejó el final de la frase en el aire mientras me miraba fijamente. Debió ver algo en mi mirada.



Pero no te preocupes, tú no serás uno de ellos.

Pues muchas gracias – Ironicé.

Sabes que si estuvieras se acabaría lo mejor que tengo. Yo te quiero así, solo a ti puedo contarte todas las barbaridades que teje mi mente, lo que hago, todo. Joder, te llamé la primera vez que me comí un culo solo para decírtelo, ni a mi mejor amiga se lo he contado. Y me da miedo perder eso contigo.

Pues es una lástima discrepar en eso.



Me acarició la cara con un gesto acogedor. Me quería a su manera y yo lo apreciaba siempre. La había acompañado en todo momento, a pesar de su ligereza para tomar decisiones que luego, no todas, se convertían en tormentas enormes. Y ahí estaba yo siempre, a su lado, entendiéndola, calmándola, hablándole claro si juzgarla.



Me apetece que seas mi cómplice.

A mí me apetece otra cosa – le dije con toda la confianza del mundo.



Ella sonrió, bajó la mano y apretó mi paquete.



Quiéreme a mi manera – me sugirió soltando mi paquete.

Sabes que nunca he hecho otra cosa, por eso estoy aquí otra vez.

Esta noche debe pasar algo, ¿me acompañas de bares?



Asentí. Salimos de la cafetería y me pregunto dónde ir, puesto que ella llevaba demasiado tiempo en pareja y ya no controlaba como antes. Así que decidí empezar por lugares tranquilos, en los que más de uno se le acercó, pero ninguno la sedujo. “Cuanto idiota”, me decía cuando volvía de hablar con alguno. Cambiando de bares el alcohol iba trabajando, hasta llegar a ese punto alegre que nos permitía cierta locuacidad.

Caminábamos por una calle agarrados, riéndonos de lo acontecido, incluidos los tipos que intentaron algo, “Me gustaría torturarlos, atarlos desnudos a una silla y leerles al Marqués de Sade. Creen que por ir al gimnasio debemos estarles agradecidas. Panda de cenutrios”. Al decir esto me percaté de lo cerca que estábamos de un bar distinto, donde solía ir gente liberal, no un local de intercambio, más bien donde suelen quedar antes de ir a algo más severo. Sin comentarle nada puse rumbo al local.



Este te va a gustar – le dije señalando la puerta.



Ella me cogió la cara, me besó, me dio un apretón en la polla y entró delante de mi. En el interior no había demasiada gente, era la hora en la que la mayoría de los habituales habían salido a locales más y mejor acondicionados para sus propósitos. Nos ubicamos en la barra. A mi espalda quedaba un tipo de mi altura. Ella me dijo que de espaldas prometía y me empujó hacia él. El tipo se volvió y me disculpé, alegando que mi amiga estaba un poco borracha. Él se rió y me estrechó la mano presentándose. Yo le presenté a Diana y él se quedó charlando amigablemente con nosotros. Percibió que no éramos habituales del local, cosa que solo pudimos confirmar. Preguntó si sabíamos qué tipo de local era. Le dije que yo sí, pero que ella no. Durante un buen rato estuvimos hablando y riendo, la conversación fluía, resultó un tipo agradable. Diana me rodeó el cuello con su brazo y pegó mi oreja a su boca.



Este sí, quiero comérsela – me susurró.



Yo sonreí, por alguna razón sabía que eso iba a pasar, lo había notado en ella. Él hizo un comentario divertido sobre los secretos y yo, lejos de dar más vueltas, lo miré y me sinceré.



Quiere comértela.



David, que así se llamaba, sonrió.



¿Sabéis que, al fondo del bar, hay unas cabinas donde se puede hacer desde ganchillo hasta felaciones?



Me reí de su ocurrencia y miré a Diana, que asintió con la mirada. Su cara ya era una expresión lujuriosa, el animal asomaba ansioso y expulsaba deseo con una mirada que pocas veces le había visto.

Entramos en una de las cabinas, afortunadamente había espacio para los tres. Cerré la puertas y me volví hacia ellos. Ambos me miraron.



Yo no soy el culpable de nada, así que no me miréis así – les solté.



Diana miró a David.



No quiero que digas nada, solo que me dejes hacer.



Él, como ser inteligente, o quizá acostumbrado a esos ambientes, obedeció. Diana se agachó, bajó la cremallera de su pantalón y sacó su polla, dejándola frente a sí. Primero la miró, como si la examinara, después la cogió en una de sus manos, acariciándola. La empezó a mover, subiendo y bajando su piel sin quitarle ojo. Yo la observaba atentamente, aunque me contaba todo al detalle nunca la había visto así, y me estaba excitando. Su cara estaba tensa, era su primera polla después de su matrimonio, conseguida de manera azarosa y en compañía de su mejor amigo. La conocía muy bien y sabía que la suma de ambas cosas la encendían hasta no poder ocultarlo. Y ahí estaba, agachada ante la lujuria explícita. Se la metió en la boca. Primero chupó suave, como tanteando o intensificando las sensaciones. Poco a poco subió el ritmo y en escasos minutos era toda una experta. Yo sabía que era lo que más le gustaba porque ella me lo había dicho en varias ocasiones, pero estaba experimentando la diferencia entre saberlo de su boca y verlo en directo, y, a pesar de interpretarlo a la perfección cuando me lo contaba con decoro, puedo asegurar que verlo era infinitamente más excitante.

Ahora lamía el tronco de abajo a arriba con deleite, introduciendo el glande en su boca al llegar al extremo, para volver a bajar lamiendo todo el largo de aquella polla. Entregada a su placer engulló todo lo que pudo y se quedó con ella dentro unos segundos. Al sacarla de su boca hilos de baba la unían a aquel miembro erecto. Pronto perdió el control y se afanó como pocas veces he visto. Entonces mi cabeza se iluminó y supe que era el momento. Me agaché a su lado.



Eres mejor de lo que había imaginado – le susurré bajando la mano por su espalda.



Al llegar a su culo lo apreté. Le gustó, pude notarlo en su gesto y en el estremecimiento de su cuerpo. Aproveché que llevaba una falda ancha para colar mi mano bajo la misma y seguir tocándola. Pude apartar sus bragas y notar su humedad, estaba empapada. Acaricié su coño mojando mi mano con su jugo e introduje un dedo. Se le escapó un gemido a la vez que se volvía a meter toda la polla hasta lo más profundo de su garganta. David gimió y se estremeció. Empecé a masturbarla con avidez y ella respondió al gesto intensificando la mamada. La cara de David era el reflejo del placer en estado puro. Ella agarró su polla y se la frotaba por las mejillas, incluso golpeándoselas.



Cabrón – me dijo -, ahora quiero que me la meta.

Ya has oído, David.



Se puso en pie, se inclinó, se echó la falda sobre la espalda y yo bajé sus bragas hasta quitárselas. David no perdió tiempo y la penetró con ganas, le noté furioso.



Ponte delante – me dijo ella -, necesito un punto de apoyo.



Lo hice. Entrelazamos nuestros brazos mientras David le daba lo que quería. En un momento dado agarré sus dos brazos por las muñecas con una sola mano, y con la mano libre aproveché para sacármela y dejarla delante de ella. Volví a agarrarla por sus antebrazos. Ella estampó su cabeza en mi vientre gimiendo.



Eres un cabrón – me dijo entre gemidos -. Como cambie algo te mato – y acto seguido se la metió en la boca.



Había conseguido dar un paso en la dirección que tanto había deseado, y empecé a gozar de ella físicamente, follándome su boca.



Cariño – dije al ver los gestos de David -, creo que David te va a dar algo bueno en breve.

Joder, sí, pero correos juntos, como estáis – me respondió.



La sujeté del pecho para dejar una mano libre y masturbarme rápido para conseguir su capricho.



Aguanta un poco, David – le pedí.

Date prisa tú, tío, estoy a mil.



Nos miramos y asentí. Aceleré más el ritmo durante un rato y volvimos a mirarnos él y yo, y asentí en señal de que estaba preparado. Él tensó la mandíbula y adiviné lo que el gesto me quiso decir.



Prepárate, Diana – avisé mientras se la volvía meter en la boca.



En unos segundos David empezó a correrse y yo lo acompañé poco después, cuando él no había terminado aún. Una mezcla de semen y babas cayeron sobre mis zapatos mientras ella se retorcía y contoneaba atrapada entre dos pollas. Lo hizo durante un buen rato, deleitándose. Dejándose apagar el fuego lentamente, regocijándose y sintiendo lo que hacía tan solo unas horas me había confesado.

Volvimos a la barra y tomamos otra copa. David quiso dejarnos su teléfono antes de despedirnos, pero Diana se negó.



Ha sido genial, David, no me malinterpretes, pero ha sido mi primera vez y debo tomarlo con calma. Ahora sabemos donde podemos encontrarte, además, he visto que el camarero te conoce, no será difícil.

Como queráis, era solo para...

No te preocupes – interrumpió Diana -, lo entiendo. Y quiero que sepas que te lo agradezco, ha sido genial.



Al decir esto nos despedimos y salimos del bar. Ella se colgó de mi brazo, la noté feliz, y eso me gustaba siempre en ella. Caminamos sin hablar hasta la puerta de su casa. Entonces se giró hacia mí y me abrazó, apoyando la cabeza en mi pecho. Estuvo así bastante tiempo. Yo no quise decir nada, la dejé porque la conocía, y sabía que sencillamente estaba mostrando su aprecio a alguien que la entendía sin juzgarla, a la vez que sintiendo precisamente todo eso.



¿Sabes que te quiero y valoro mucho? - Preguntó sin soltarse.

Qué solo me lo hayas dicho un millón de veces no significa que lo sepa, ¿no te parece?



Ella sonrió y me miró al fin. Me besó.



¿Quieres dormir conmigo? - Quiso saber mirándome a los ojos.

¿Me he negado alguna vez?

Pero solo dormir, no habrá nada diferente de las otras veces – aclaró.

Ya hay algo diferente – dije girándola, volviéndola hacia la puerta y dándole un azote -.. Anda, abre y sube, que tengo que bañarte.

¿Bañarme?

¿No querrás dormir así?

¿Así como?

Solo quiero bañarte, pasarte la esponja por todo el cuerpo, dejarte limpia y, desnuda, meterte en la cama y tumbarme a tu lado, abrazándote como me gusta.



Se detuvo en seco y me miró seria.



Como me enamores... te mato - exclamó.



Le quité las llaves de las manos, abrí la puerta del ascensor y entré, sintiendo un azote a hacerlo. Mi giré hacia ella sin decir nada. La vi sonreír, acercarse y volver a abrazarme. Pulsé el número tres.
 
Aquí os dejo otro. Espero que os guste.


TRAS LA BARBACOA

Estábamos bastante perjudicados al caer la tarde.

Isa dormía una buena cantidad de alcohol en el sofá mientras Elia, Salva y yo seguíamos compartiendo porros alrededor de la mesa de café, sentados en el suelo.

-No me queda energía, creo que me voy a echar. –Dije mareado después de apurar la cerveza.

Habíamos empezado a las diez de la mañana y sólo quedábamos los cuatro en casa de Elia.

Los cuatro éramos amigos desde el colegio, por lo que aquella casa no nos era nada desconocida.

Habíamos hecho una barbacoa para celebrar el vigésimo sexto cumpleaños de Isa, aprovechando que la casa de los padres de Elia estaba vacía ese fin de semana, y que era la mejor preparada para ese tipo de celebraciones.

Aún teníamos que limpiar y dejarlo todo en orden para el día siguiente, pero nos habíamos pasado con la bebida y acompañantes. Salva se levantó.

-Tengo que mear.

-Déjala allí. –Añadió Elia bromeando.

-La traeré por si acaso. -Respondió Salva bajándose la cremallera. Después se fue pasillo adentro hacia el baño.

Elisa apuraba el porro mientras ojeaba una revista de moda. Pasó una hoja y me tendió el porro. Negué con la cabeza.

-Vamos nene, no te va a matar.

-Llevo demasiado en el cuerpo, debería echarme.

-Ahora empieza lo bueno, apúralo anda.

Cogí el porro y le di una calada. Mi cabeza era una mezcla de distintas impresiones por el cocktail de estupefacientes, mi mente iba y venía sin detenerse en ninguna parte más de cinco segundos. La pesadez que sentía era desproporcionada.

Salva entró en el salón y se quedó en pie junto a Elia con la cremallera bajada.

-¿Os traigo alguna bebida de la cocina? -Preguntó.

-Si no me equivoco queda una botella de champán en el frigorífico.

Salva volvió a salir.

-Nos animaremos con el champán. -Repuso Elia.

-No creo que pueda. -Contesté mientras apoyaba mi cabeza en el asiento del sofá donde dormía Isa.

-Verás como sí.

Salva entró de nuevo y entregó la botella a Elia.

-Ábrela, no me la des así. -Inquirió.

Salva agitó un poco la botella y retiró el tapón, derramando gran parte del champán sobre su camiseta, pantalón, suelo, y salpicando un poco a Elia, que reaccionó dando un pequeño salto sin cambiar de postura.

-Joder tío, esto lo vas a limpiar tú. -Exclamó Elia sin ánimo.

Salva se agachó a su lado, le cogió la cara y le lamió la mejilla.

-Mmm…! ¡Qué rico! -Exclamó ante la sonrisa de Elia-¿Sigo?

-Me has puesto perdida. -Dijo Elia mirándose la camiseta de tirantes que llevaba puesta. Una mancha ocupaba todo su pecho y parte del abdomen.

-Eso tiene solución. -Añadió Salva y metió la cabeza entre sus tetas lamiendo lo que podía. Ella reía juguetona la ocurrencia.

Salva bajó el escote hasta trabarlo bajo las tetas de Elia, que tenían el tamaño suficiente para anclar y neutralizar el elástico de la camiseta. Siguió lamiendo y ella se echó un poco hacia atrás para facilitarle el acceso. Sus pezones se habían puesto duros al tacto con el champán y Salva los lamía sin prisa.

-¿Aún os quedan fuerzas? -Pregunté desde mi tirada ubicación.

-Para esto siempre. -Dijo Elia- Ven tú también.

-Espera. -Sugerí. No podía moverme, no me apetecía nada levantar la cabeza, pesaba demasiado- Quizá ejerza de voyeur hoy. -Añadí.

-Sólo quizá. -Añadió Elia. Miró a Salva- ¿Dónde te has manchado tú?

Salva se hizo hacia atrás y se puso en pie. La parte baja de su camiseta y la zona de la cremallera de su pantalón eran un charco. Hizo un gesto abriendo las manos y asintiendo. Elia se arrodilló, le levantó la camiseta y lamió su abdomen mientras desabrochaba el pantalón. Bajó el pantalón y lamió sus calzoncillos empapados.

Después bajó el bóxer y la polla de Salva quedó desafiante en el aire apuntando hacia Elia, que inmediatamente se la metió en la boca y empezó a lamerla como ella solía hacerlo. Siempre le habíamos dicho lo buena que era en ese menester, nunca conocí a nadie que opinara lo contrario de ella. Supongo que las cosas que gustan hacen aflorar nuestras virtudes. Siguió mamando un buen rato, empapándola y agitándola con énfasis.

Salva le cogió la cabeza y empezó a moverla, follándose su boca. Era increíble ver hasta donde era capaz de meterse una polla en la boca Elia. Cuando la sacó hilillos de saliva unían la polla de Salva con la boca de Elia, que había cambiado su expresión al modo encendido. Salva se agachó y la besó con fuerza, luego la tumbó en el suelo y le quitó el pantalón corto que llevaba. Comenzó a comerle el coño.

Yo estaba mirando el espectáculo, pero seguía sin poder moverme ni para eso. Oía los gemidos de Elia y veía sus rodillas salir sobre la mesa del café, que me tapaba el resto. Noté que la sangre empezaba a llenar mis conductos genitales, lentamente. Levanté un poco el culo y empujé ligeramente los pantalones hacia abajo para evitar que se me clavaran en los huevos.

Salva puso a Elia apoyada sobre la mesa de café y empezó a lamerle el culo agarrado a sus cachetes. Me encantaba la cara de Elia cuando sentía placer, la dotaba de una belleza salvaje y natural que pocas poseen. Bajé mi mano a mi bulto y comencé a acariciarme sobre el pantalón. Elia me miró y levantó un poco su cuerpo para mostrarme sus tetas.

Le sonreí y me respondió apretando la mandíbula y mostrándome los dientes. Era maravillosa.

-¡Sácala! Quiero verla. -Me dijo.

Desabroché mi pantalón y lo bajé junto con el bóxer hasta las rodillas. Mi erección aún no era plena, pero se apreciaba un buen miembro. Ella pasó su lengua por los labios mirándome, sabía cómo provocarme. Empecé a masturbarme lentamente para que me viera, sé que le gustaba, no era la primera vez que se lo hacía. Sin hablar movió los labios pidiéndome que fuera a su boca, pero le respondí negando con la cabeza. Pude leer como sus labios articulaban la palabra “cabrón”.

Salva se incorporó y azotó el culo de Elia con la polla tres o cuatro veces. Después la introdujo en su vagina y pude ver la cara de Elia al recibirla, su boca abierta y sus ojos clavados en mí. Empezaron a moverse adentro y afuera, ella gemía apoyando ya sus tetas en la mesa y agarrándose a ella, que se movía con las embestidas de Salva. Escuchaba los golpes de la pelvis de Salva rebotar en el culo de Elia, debía estar muy mojada, el sonido era claro, como chapotear en el agua. Él empujaba con fuerza y ella recibía encantada.

-¿Qué está pasando? -Oí detrás de mi cabeza. Isa se había despertado, aunque no se había movido un ápice.

-Nada, están follando. -Le respondí.

-Pfff… No sé cómo tienen fuerzas.

-Eso les he dicho yo, pero al final mírame, con la polla dura y pajeándome.

Isa levantó la cabeza y me vio cascándomela despacio. Volvió a colocar la cabeza tras la mía riéndose. Noté la mano de Isa en mi cabeza, empezando a hacerme un masaje craneal, me sentí bien al sentirla ahí.

-Ahora con los gemidos no puedo dormir, pero tampoco tengo ganas de moverme. -Dijo.

-No lo hagas si no te apetece. -Le respondí, y siguió acariciándome la cabeza.

Salva sentó a Elia en el borde de la mesa con las piernas abiertas y le embestía desde delante.

-¡Joder! ¡Cómo se oye! -Dijo Isa.

-Sí, está muy cachonda por lo visto.

Levantó la mirada y los vio. Se incorporó y quedó sentada en el sofá con la espalda apoyada. Su pierna derecha estaba a mi lado y la agarré acariciando su pantorrilla. Ella seguía con su mano en mi cabeza y yo me estaba calentando cada vez más.

Debí apretar muy fuerte su pantorrilla porque exclamó un “¡Ay!” y apretó su mano en mi cráneo. Después quitó la mano de mi cabeza y vi de soslayo como se subía la falda. Giré la cabeza para verla y me hizo una caricia en la barbilla, separó sus piernas, también las bragas y me mostró su bonito coño. Empezó a tocarlo.

Elia se acababa de correr y Salva seguía empujando. Isa me miró.

-Únete a ellos, quiero veros a los tres.

Yo ya había despertado de mi estado anterior y estaba capacitado para incorporarme. Me saqué los pantalones y me acerqué al dúo por la derecha de Elia para que Isa pudiera ver. Me quedé en pie al lado, mi polla quedaba a la altura de la cara de Elia que no tardó en metérsela en la boca y propinarme unos lametones gloriosos. Miré a Isa que me sonrió con cara de satisfacción, se quitó la falda y las bragas y, abriendo las piernas más, se acomodó en el borde del sofá y siguió masturbándose.

Salva anunció que se iba a correr y se colocó delante de Elia meneándosela para correrse sobre ella. Me aparté para que culminara a gusto y su semen salió disparado hacia las tetas de Elia, que se las apretaba para recibir el premio. Ella chupó los restos de semen de la polla de Salva y éste se tiró de espaldas al sofá que le quedaba detrás. Elia me miró.

-¿Me la vas a meter?

-¿Te quedan ganas? -Pregunté retóricamente, ella siempre estaba dispuesta.

-Sabes que sí.

Me agaché frente a ella.

-Poneos aquí. -Intervino Isa dando unas palmaditas a su lado.

Me senté ahí y la besé. Elia se sentó sobre mí metiéndosela entera. Besó a Isa un buen rato mientras cabalgaba sobre mí, que la ayudaba agarrándola del culo. Luego puso una mano a cada lado de mi cabeza y empezó a moverse en círculos. Isa se giró hacia nosotros dejándome ver como se masturbaba. Me metió los dedos en la boca y después regresó a su coño.

-¿Te gusta? -Me preguntó.

Resoplé y asentí con la cabeza. Abrió su coño con una mano e introdujo tres dedos con la que tenía libre. Empezó a darse rápido. Sobre mí Elia gemía cada vez más fuerte.

-¡Me voy a correr! -Exclamó poseída. Sus movimientos eran cada vez más rápidos, parecía una batidora sentada sobre mí. En su cara veía la cercanía del orgasmo cuando ralentizó el movimiento y empezó a correrse moviéndose despacio, con espasmos. Era una auténtica máquina de follar.

-Yo también voy a llegar pronto. -Dijo Isa mientras Elia se regocijaba en circulitos lentos sobre mí- Quiero que te corras sobre mi coño. -Añadió.

Elia se quitó de encima y yo me giré para apurarme y correrme sobre el coño de Isa. Elia se arrodilló a nuestro lado y contemplaba la escena. Yo me la cascaba vigorosamente e Isa aceleraba su ritmo. Pronto avisó que se iba y yo estaba a punto cuando ella empezó a hacerlo.

-¡Correte! -Exclamó corriéndose.

Yo sentía venir el aluvión y ella abrió su coño para que mi semen se estrellara contra él. Empecé a eyacular y el primer chorro se estrelló justo ahí, ella emitió un gemido y yo seguía corriéndome.

Acabé y me tumbé sobre ella agotado. Me acarició la cabeza por detrás y Elia me metió la mano entre los cachetes del culo masajeándome.
 
SUSAN FUE LA CULPABLE

Siempre había sido un bar de mediana afluencia, por eso lo sugerí, pero aquel día rompió la norma, tanto que nos tuvimos que colocar en la barra, de pie. Bebíamos nuestros cócteles hablando tranquilamente, aunque subiendo un poco la voz por el volumen de la música.

- Aquella chica no deja de mirarte – me advirtió Susan.

- ¿Cual? - Quise saber.

- La del traje blanco.

Miré en la dirección que me indicó y me volví.

- Creo que tiene la mirada un poco perdida, no mira nada, está como ensimismada - aclaré -.

- La he visto.

Disimuladamente la observé, pero seguía pensando que se equivocaba. Su mirada estaba como ausente, centrada en algún punto que me temo, era invisible. Entonces levantó los ojos y coincidimos. Desvió la mirada rápidamente. Yo hice lo mismo, pero vigilándola de soslayo. La vi regresar al punto de partida y entonces lo entendí.

- Te mira a ti - le dije a Susan.

- No seas absurdo.

- No lo soy, te está mirando el culo.

- Retiro lo de absurdo, ridículo es más apropiado.

- ¿Me vas a decir que tu culo no llama la atención a estas alturas?

- No, pero es ridículo que esté tan centrada.

- No lo es, a mí me pasó igual cuando te vi por primera vez.

- ¡Ah! ¿Y ahora no?

- ¿De verdad necesitas que te diga lo que me gusta después de todo lo que hemos vivido? - Pregunté por curiosidad -.

- No, eres culista, de los buenos.

- Pues ella es como yo.

- No me van las mujeres, bien lo sabes.

- Pero a ella sí, salta a la vista.

- Bueno, ya te he contado mi experiencia.

- Sí, pero sé que te gusta que te lo coman, te da morbo, aunque te niegues a besarlas y a mostrarles afecto sexual.

- Eso tiene lógica, nosotras sabemos mejor lo que tenemos y como trabajarlo.

- Seguro, pero, ¿en qué situación me deja ese comentario?

- Tú lo haces muy bien, si no, no te dejaría, ¿no crees?

- Gracias, pero hoy tengo competencia - ella me miró interrogándome con los ojos -. Tengo que ir al baño - Añadí -..

- No tardes.

Fui al baño y me puse en la cola. Avanzaba lentamente. No sé cuanto tiempo pasó, debieron ser varios minutos, porque cuando salí la chica que le miraba el culo a Susan estaba hablando con ella. Me acerqué y saludé. Susan nos presentó y pregunté sobre qué hablaban. Las dos me miraron con miradas muy distintas, Susan estaba llena de incertidumbre, y Leo, que así se llamaba la nueva amiga, me miró expectante, como si esperara que yo dijera algo, pero Susan se adelantó.

- Ha venido a hacerme una propuesta, y no se ha cortado cuando le he dicho que no eras mi pareja. Tenías razón, quiere algo de mí - no dije nada, solo mantuve la mirada -. Pero me temo que tengo condiciones.

Al decir esto la miró a ella, que levantó las cejas a modo de interrogación.

- Tú dirás - inquirió.

- Tú pagarás la habitación, y no esperes nada de mí, ni besos, ni caricias, nada. Puedes disfrutar todo mi cuerpo pero yo no haré nada para darte placer - me señaló -. Él estará presente todo el rato, y cuando acabes la habitación será mía, porque he salido con él para queme folle. Podrás mirar, tocarte, lo que quieras, pero repito, no esperes nada de mí.

Leo asintió con cara de sorpresa.

- Es una petición extraña, pero acepto – dijo al fin.

- Cuando él me esté follando, quizá deje que me toques o me comas las tetas, no sé, pero mantendré lo acordado.

- ¿Y a él? - Quiso saber.

- Él sabrá - volvió a mirarme.

Leo me miró fijamente.

- Bueno, yo lo que quiero es que ella disfrute - aclaré.

- Disfrutaré follándote - me dijo -, pero si quieres tocarla, o besarla en algún momento - Susan hizo una pausa-. Es tu elección.

Ambas volvieron a clavar la mirada en mí.

- Por mí perfecto – dije mirando a Susan -, pero no quiero, en ningún momento que te sientas mal, he salido contigo y contigo quiero seguir.

- No te preocupes, entiendo la situación y la lujuria - aclaró -.

Una vez que todo estuvo hablado seguimos charlando, apurando nuestras bebidas. La charla fue amena, Leo parecía buena gente, eso nos tranquilizaba tanto a Susan como a mí. Tenía buena conversación y era elegante también en sus formas, lo que hizo que nos sintiéramos cómodos y se rebajara un poco la tensión inicial.

Salimos del local juntos y fuimos a un hotel elegido por Susan, que no dudó en seleccionar uno elegante, de los mejores de la ciudad. Leo hizo toda la gestión y subimos a la habitación.

Al entrar nos sentimos acogidos de inmediato, era bonito y agradable, con distintos espacios, baño con jacuzzi y todo tipo de cuidados detalles. Sin duda Leo había sido generosa, nos sorprendió con su buen gusto. Me acerqué a la zona de estar y me senté en el sillón, que estaba orientado hacia la cama.

- Supongo que por ahora este es mi sitio - dije a ambas.

Susan miró a Leo.

- Tú dirás.

Leo señaló el sofá.

- Puedes dejar ahí tus cosas.

Susan obedeció y dejó el bolso, el abrigo y todo lo superfluo, quedando solo con su vestido ceñido que resaltaba su perfecta silueta y su hermoso culo, sin duda el culpable de que estuviéramos allí. Se volvió hacia Leo.

- ¿Algo más? - quiso saber.

- Del resto me encargo yo, acércate - ordenó Leo señalando frente a sí.

Susan cumplió y se colocó frente a ella. Leo la observó detenidamente de arriba a abajo, girando a su alrededor. Pasó las manos por su culo suavemente y bajó la cremallera trasera del vestido, que aflojó la presión que ejercía sobre la parte superior del cuerpo de Susan. Introdujo una mano por su espalda baja y, poco a poco, fue subiendo. Lo hacía de manera sutil, con experiencia. Después besó su espalda.

Desde mi posición no podía ver la cara de Susan, así que tuve que hacer un esfuerzo para imaginarla. La imaginé nerviosa, pero sensible a las caricias y besos, eso le gustaba demasiado, tanto como sentirse utilizada por otra mujer, en contra de sus creencias, y muy a su pesar. Leo bajó la parte superior del vestido dejándolo en su bonita cintura. No llevaba sujetador, yo se lo había pedido, porque me gustaba excitarla y ver como sus pezones empujaban la tela. Leo la siguió acariciando y se colocó frente a ella, tocando su abdomen y subiendo a sus pechos. Decidí levantarme y deambular alrededor para no perder detalle. Vi como Leo empezaba a besar y lamer las deliciosas tetas de Susan y aprecié su cara al recibir sus salivadas caricias con los ojos cerrados, amplificando el placer. Susan abrió los ojos un momento y me vio frente a ella. Resopló dulcemente indicándome el placer y la fiebre que estaba empezando a sentir. Me sonrió. Leo comenzó a lamer sus pezones y la cara de Susan se contrajo de placer. Cuando se sentía caliente su rostro resplandecía amplificando su belleza, estaba mucho más bonita así. Me acerqué un poco más, quedando a menos de un metro de ambas y escuché su densa respiración sintiendo un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Leo se separó y besó sus mejillas, lamió el lóbulo de su oreja y bajó besando su cuello. Susan volvió a resoplar densa y sonoramente. Entonces Leo se separó y, bajando sus manos por los costados de Susan hasta retirarlas, se miraron. Leo le sonrió, pero Susan permaneció seria, sin dar respuesta. Leo giró sobre ella y se arrodilló, quedando frente al culo de Susan. No quise perderme detalle. Ella agarró el vestido por su cintura y lo bajó despacio, dejando que el culo de Susan fuese apareciendo lentamente, saboreando la imagen de aquella voluptuosa y redonda maravilla que, poco a poco, iba desnudándose para su deleite y también el mío. Cuando bajó el vestido lo sacó definitivamente, dejándola solo con su diminuto tanga. Una explosión de placer visual invadió la habitación. Era hermosa, como solo la tentación sabe serlo. Entonces puso una mano en cada nalga y apretó. Acercó la boca y lo llenó de besos. Yo sentí unas ganas tremendas de hacer lo mismo, pero no me quedó más que resignarme conteniendo mis ganas. Susan apreció mi calentura y pasó su mano por mi paquete, sintiendo la rigidez de mi polla. Leo metió una mano bajo la de Susan y suavemente me desplazó unos centímetros.

- Aún no - me avisó dulcemente.

Di un paso atrás, era lo acordado. Leo metió la mano entre los muslos de Susan, a la altura de la rodilla, y fue subiendo por su parte interna hasta llegar a su tanga y acariciarla sobre la tela. No tardó en quitarlo para volver a poner la mano y sentir su humedad directamente.

- Está empapada, deliciosa.

Separó las nalgas y metió la cara entre ellas. Susan sintió una sacudida de placer y me miró con la cara encendida. Me hizo un gesto, quería ver como estaba yo. Bajé la cremallera del pantalón y me la saqué para que ella misma respondiera su duda. Se mordió el labio inferior con la mirada clavada en mi polla.

- Separa las piernas -ordenó Leo.

Lo hizo y Leo se coló entre ellas y empezó a lamerle el coño. Un suspiro llenó la habitación. No pude evitar llevarme la mano a la polla y sobarla un poco. Leo retiró la boca e introdujo dos dedos hasta el fondo. Susan gemía encantada. Los dedos jugaban en su interior. Me agaché frente a su coño viendo la mano de Leo jugar con él, que deseaba más que nada en el mundo. Pronto sacó los dedos y la tumbó en la cama. La miró y, desnudándose, le pidió que separara las piernas sin retirar la mirada. Quedó desnuda. Tenía un cuerpo bonito, abundante en curvas, generoso. Empezó besando las piernas, subiendo hasta su cuello. Después subió a la cama, colocó su coño sobre la cara de Susan y empezó a frotarse lentamente para ir acelerando el ritmo ala vez que gemía como loca agarrada a las tetas de Susan. Sus caderas parecían de goma, mostrando una flexibilidad potente, llenando la cara de Susan de su jugo a un ritmo vertiginoso. Permaneció así hasta correrse en breves segundos. Después se incorporó y le pidió que se colocara para hacerle la tijera. Se encajaron a la perfección y Leo volvió a dar nota de su habilidad para agitar las caderas.

- Ven, bésame –inquirió Susan.

- No, ahora mando yo, me lo he ganado - intervino Leo entre gemidos.

Tenía razón, así que no lo hice y Susan cerró los ojos entregada al placer, deseando quela besaran. Leo se corrió otra vez, ésta con desmesura, gimiendo alto, casi gritando. Su cuerpo se revolvió entre espasmos, completamente fuera de si. Bajó el ritmo poco apoco, quedando en suaves caricias de aquellos coños empapados. Se detuvo.

- No te has corrido - le dijo a Susan -, eso me ofende, pero no va a quedar así.

Se puso a su lado y empezó a masturbarla con maestría. Me miró.

- Acércate.

Me acerqué inmediatamente.

- Ahora mastúrbame tú a mí mientras corro a ésta perrita.

Levantó en culo para facilitarme el acceso. Enseguida pasé los dedos entre sus labios y agité su clítoris. Ella gimió y yo los colé en su interior. Empezó a masturbar a Susan más rápido, viendo como se retorcía de placer gimiendo. Yo copié su ritmo y la habitación era un espectáculo de gemidos salvajes.

- Me voy a correr -aclaró Susan.

- Y yo - dijo Leo.

Yo seguía su ritmo y en unos segundos el cuerpo de Susan se convulsionó, corriéndose. Leo la acompañó corriéndose en mi mano poco después. Se dejó caer sobre Susan, satisfechas ambas. Yo me incorporé aún con la polla fuera y dura.

- ¿Puedo seguir yo ahora? - Quiso saber Susan.

Leo se apartó.

- Adelante - respondió.

Susan vino hacia mí y se arrodilló frente a mi polla. Se la metió en la boca y empezó a chupármela con auténtica devoción. Yo estaba muy excitado por lo acontecido.

- Si no bajas el ritmo me correré en breve - le aclaré.

- Sí, lléname la boca, lo estoy deseando - me dijo mientras me pajeaba y volvía a metérsela en la boca.

No tardé mucho en explotar, tensando mi cuerpo por el espasmo de placer ante la atenta mirada de Leo.

Acabé y me limpió con su lengua, dejándomela impoluta. La agarré y fui a la cama a tumbarme, poniéndola a ella a mi lado. Nos besamos. En ese momento Leo se abrazó al cuerpo de Susan por la espalda y besó su mejilla.

- Si me dejas - comenzó a decir -, te disfrutaré y te haré disfrutar un millón de veces más, hasta que me supliques ser mi novia.

Susan me miró interrogándome y yo me encogí de hombros, haciéndole saber que era su decisión.

- Acepto con una condición - dijo Susan.

- ¿Cual?

- Sucederá solo cuando yo quiera.

- Hecho.

Susan se abrazó a mi, fuerte.

- Quiero que me folles tú – me susurró al oído.

- ¿Y yo? - Interrumpió Leo.

- Ya hemos hablado eso, puedes quedarte, mirar, tocarte y solo si él quiere, podrás participar, hoy con su actitud se lo ha ganado. Pero repito, de mí no esperes nada.

Leo me miró.

- ¿Querrás algo de mí?- Me preguntó.

- Posiblemente, lo vemos sobre la marcha.

- Entonces me quedo. Además, aunque no participe, será un placer ver como folláis, sobre todo Susan. Solo pensarlo me excita.

Susan me cogió la cara y me besó en la mejilla dulcemente.

- ¿Tienes ganas? - Me preguntó.

- Sí, pero no prisa. Ahora me apetece aprovechar el jacuzzi, poner el modo hidromasaje y relajarnos.

- Qué buena idea, un baño de burbujas. Nos relajamos y vamos subiendo el ambiente. No tardarás mucho en calentarte, te conozco bien, amor.

Y me volvió a besar.

- ¿Y yo, me puedo unir al baño? - Preguntó Leo.

- Primero quiero ver el jacuzzi - respondió Susan.

Al decir eso se levantó de la cama y entró al baño moviendo el culo. Oímos el agua correr, llenando el jacuzzi. Poco después apareció bajo el dintel y, apoyándose en el marco de la puerta, nos miró.
Leo y yo la contemplamos desnuda, era deliciosa. Ella debió adivinar nuestros pensamientos y esbozó una sonrisa deslumbrante.

Susan se giró bajo el dintel, sonriente, y sin decir nada volvió a entraren el baño. Leo y yo nos miramos y, seguidamente, me levanté y caminé hacia el baño.

- ¿Pero yo puedo ir? - Preguntó Leo.

Volvía la cama y me senté junto a ella.

- Ya sabes como es, lo mejor será que aparezcas en unos minutos, pocos. Ella se deja hacer, ya lo sabes, pero no te hará nada, eso debes respetarlo o se acabará la fiesta.​

- Lo entiendo.

Me pasó la mano por la polla.

- ¿Quieres que te la ponga a tono para entrar? - Me preguntó -.

Me coloqué en buena posición y se la metió en la boca. Mi mente ya estaba excitada, así que no tardó mucho en reflejarlo en forma de erección. Leo se la sacó de la boca y la acarició con la mano, mirándome.

- A punto, ve – me dijo.

Entré en el baño y Susan estaba en el jacuzzi, hundida hasta el cuello con los ojos cerrados. Me senté frente a ella, en el borde, antes de meterme en el agua. Abrió los ojos y me miró, sonriéndome. Después bajó la mirada y vio mi erección.​

- Qué lindo – exclamó -. Entra, el agua está deliciosa.

Obedecí y me deslicé dentro, quedando frente a ella, con los brazos abiertos apoyados a lo largo del borde. Sentí sus pies buscando mi entrepierna, subiendo por mis muslos hasta encontrar lo que andaban buscando, y comenzó a frotar.

- Es agradable estar aquí, ¿verdad?​

- Lo es – asentí.

- Acércate.

Me desplacé hasta ponerme a su lado y nos besamos suavemente en un beso entregado y largo. Tan así fue que cuando abrimos los ojos vimos a Leo mirándonos, sentada en el borde.​

- ¿Interrumpo algo? - Preguntó irónica.

- No – respondió Susan-, me gusta que seas testigo ocular.

Leo entró al jacuzzi y Susan y yo continuamos con el beso. Sentía su mano en mi polla, masajeándola despacio, mientras yo le rodeaba el cuello con mi brazo friccionándola contra mí. Vi a Leo meter las manos bajo el agua y supe que iba subiendo por los muslos de Susan. Pronto la oí gemir, adivinando lo que las manos de Leo estaban haciendo. La boca de Susan se abrió más, perdiendo un poco el hilo del beso, así que bajé a su cuello deslizando mi boca por su mejilla. Sus manos habían intensificado el ritmo de la paja como respuesta al placer que estaba recibiendo.

- Métemela – me susurró al oído.

Me puse frente a ella y la penetré, bombeándola con rítmicas embestidas. ¡Qué dulce era su coño! Seguí besándola cuando las manos de Leo bajaron por mi espalda hasta mis nalgas y las apretó con fuerza. Pasó una mano entre ellas bajando hasta agarrar mis testículos, masajeando mi perineo. Me gustaba esa sensación, y ella sabía hacerlo. Después pasó sus tetas por mi espalda hacia arriba, para colocar sus manos sobre mi pecho y pellizcarme los pezones. Sus caricias me estaban encantando y Susan lo notó.​

- Es buena, ¿verdad, amor? - me preguntó entre gemidos y una sonrisa pícara, mirándome como solo ella sabía hacerlo, con esa profundidad propia de quien se sabe cómplice de verdad.

- Me encanta – le dije para volver a besarla son absoluta entrega, demostrándole todo el ardor que recorría mi cuerpo.

Las manos de Leo se desplazaron de mi pecho al de Susan, masajeando sus tetas con el mismo buen hacer que había demostrado en mí. Pasó sus dedos suave por sus areolas, rodeando sus pezones erectos para después atraparlos con sus dedos y jugar con ellos. Noté la excitación de Susan que levantó sus caderas en respuesta, permitiéndome entrar más a fondo en ella. Entonces Leo se desplazó a un lado y yo separé mi cuerpo del de Susan para facilitarle el acceso y la vista. Ella se empezó a recrear, acariciando su vientre, besándolo, también sus tetas, lamiendo y mordisqueando sus pezones. El nivel de excitación que había generado Leo era descomunal, ambos lo sentíamos entregados. Después hizo lo mismo en mi pecho, subiendo a mi boca para entregarme su lengua con devoción. Cuando se separó salí de Susan y le pedí que se pusiera de espaldas, sacando el culo del agua, ese hermoso y apetecible culo que podría definirse como la gran obra maestra del todopoderoso. Lo acaricié, me perdía esa descomunal forma caprichosa del deseo. Separé sus nalgas y metí la boca, lamiéndoselo con fervor. Después me erguí para volver a metérsela, pero Leo me detuvo y se metió mi polla en la boca mientras colaba sus dedos en el coño de Susan. Después volví a metérsela, y me recibió con la mejor acogida, caliente, sabrosa y jugosa, expectante. Leo jugaba con sus dedos en el culo de Susan, me indicó que me elevará y así lo hicimos, poniéndonos de pie sin perder la postura. Entonces ella se coló debajo y empezó a lamer el clítoris de Susan. Su lengua llegaba en ocasiones al tronco de mi polla. Yo estaba muy excitado ya, sentía que iba a estallar, aunque intentaba evitarlo para darle un orgasmo a Susan, pero a veces las circunstancias traicionan y mi cuerpo no atendía a lógica alguna, salvo a la naturaleza más salvaje y desmesurada. Se me escapó un gemido a modo de señal. Leo debió notarlo porque salió de abajo y se colocó a mi lado, besándome el cuello como una ninfa prodigiosa. Bajó su mano por mi espalda hasta colocarla entre mis nalgas otra vez.​

- Disfrútalo, guapo, no te prives – me susurró a la vez que introducía un par de falanges de su dedo medio en mi culo -, dáselo.

En ese momento enloquecí, mi cuerpo agudizó las embestidas con rapidez, empujando dentro de Susan y recibiendo el dedo de Leo. Mi mente se nubló, sentí mi polla más dura que nunca, como un metal rígido. Empecé a correrme llenado a Susan que, a esta altura, estaba tanto o más entregada que yo. Tuve convulsiones imparables durante varios segundos en los que descargaba gran cantidad de semen en su interior.

Pasados unos segundos me detuve, aún dentro de Susan, dejé caer mi cuerpo sobre su espalda y mi cabeza junto a la suya, con mi boca a la altura de su oreja.​

- Eres la mejor – la besé -, tengo que quererte, ¡uf!

Ella giró la cabeza para mirarme y vi su satisfacción sonriente. Después juntó los labios en señal para que la besara. Lo hice. Salí al finde ella y me senté a su lado, ambos reposando. Ella volvió a mí y me besó de nuevo. Muy dulce. Con nuestras cabezas separadas escasos milímetros, nuestros ojos se centraban fijamente el uno en el otro. Estaba todo en esa mirada.​

- Tú me haces ser mejor – me dijo.

Nos abrazamos y quedamos así un rato. Ahora todo era silencio. Entonces sentimos las manos de Leo repasar suavemente nuestros cuerpos.​

- Buenos días – dijo bromeando -, creo que alguien lo ha pasado muy bien.

Ambos sonreímos.​

- Brutal – alcancé a decir.

- Ahora hay una dama que debe correrse – añadió.

Al decir esto empezó a acariciar el cuerpo de Susan. Yo me hice a un lado para dejarla hacer, en ese momento estaba fuera de juego, era un mero espectador. Me senté en el borde del jacuzzi y las observé. Sin duda Leo era toda una artista de las caricias, así lo reflejaba la cara de Susan que, había cerrado los ojos intensificando las sensaciones. Susan era una máquina sexual, con una sensibilidad extraordinaria, su cuerpo se abría con facilidad cuando se entregaba, y no tardó nada en estar de nuevo a punto, ansiosa, sintiendo aquellas manos sobre ella. Leo empezó a masturbarla con su buen hacer y ella volvió a gemir. Estuvo así un buen rato, dejando que Elisa disfrutara con lentitud la sensación. Después la puso de espaldas y jugó con su coño desde atrás, mordiendo su envidiable culo, pasando la mano por su espalda, por sus tetas, recorriéndola entera. Le dio unos azotes que marcaron sus manos en las nalgas. Yo observaba el espectáculo con admiración propia de un voyeur, sintiendo que no tardaría nada en estar otra vez erecto. Leo giró a Susan y, abriendo sus piernas, se coló entre ellas, atrapándola en una tijera y frotándose. La sorpresa de Susan fue visible en su rostro y su mirada se clavó en mí. Le cogí la cara y la besé.​

- Dame tu polla, por favor – me suplicó.

Me acerqué y se la metió en la boca. Aún no estaba erecto, pero pronto lo estaría. La visión de ellas frotándose me encendía el deseo a una velocidad atroz, y la mamada de Susan ya me estaba endureciendo. Leo era multiorgásmica y ya se había corrido una vez, aunque seguía frotándose con esmero. Estuvieron un rato más así, hasta que Leo, con la cara completamente encendida por el deseo, se separó y le pidió a Susan que se sentara en el borde del jacuzzi. Ella obedeció y abrió sus piernas dejando el acceso libre, era maravilloso verla así, entregada, dispuesta, ardiente y hermosa como una diosa griega. Leo se inclinó sobre su coño y empezó a comérselo con auténtica devoción. Vi como disfrutaba en esa labor, le gustaba tanto como a mí. Susan me agarró la cara y me empujó hacia ella para besarme. Cuando nos separamos volvimos a mirarnos con esa intensidad única.

Me separé y me puse detrás de Leo, que tenía el culo erguido. Lo azoté, recreándome, con ganas, hasta verlo rojo, sintiendo que le gustaba. Después lo masajeé, lo mordí y lo lamí. Introduje un dedo despacio, dilatándola. Después otro. Entonces lo hice. Me puse tras ella y, empujando despacio, con tacto, se la metí por detrás. Al mirar a Susan me sonrió.
- Fóllale bien el culo, amor – inquirió.

Un gemido vino de entre las piernas de Susan, Leo estaba gozando por partida doble. Me esmeré en aquel culo con entusiasmo, entrando y saliendo con buena cadencia. La fricción era precisa, tremenda. Susan y yo intercambiábamos miradas cómplices constantemente, lo que además de gustarme y confirmarme la complicidad que existía entre nosotros, me excitaba a nivel máximo.

No pasó mucho tiempo más cuando Susan empezó a correrse, era una gozada verla así, soltando todo el placer y llenando toda la estancia con sus gemidos y algunos gritos. Leo bajó el ritmo de sus lamidas pero quedó entre sus piernas. Yo seguía follándome a Leo con absoluto gozo. Entonces Susan se levantó y Leo tuvo que apoyarse en el jacuzzi para no caerse. Para mi sorpresa Susan se acercó a mí abriendo sus piernas, se sentó sobre la espalda de Leo, de frente a mí, dejando su coño justo donde acababa el culo de Leo. Acariciaba mi pecho, mi cuello.​

- Me gusta verte así, me gusta mucho – me decía.

Yo sentía una punzada de placer intenso cada vez que me decía cosas así. A veces me besaba, me sonreía, bajaba su mano por mi espalda, incluso algún azote me dio. Debió ver los gestos de mi cara contraerse de placer.​

- ¿Te vas a correr, amor?

Asentí.​

- Pronto, sí – le dije.

- Quiero verlo salir, ahí, entre sus nalgas, que explote y me salpique – me dijo mirándome fijamente -. ¿Ves lo cerca que está mi coñito? Échalo todo ahí, lo deseo.

Diciéndome esto no dejaba de acariciarme, sus manos en mi cuello, por mi cara, en actitud absolutamente seductora, como solo ella sabía hacerlo. Mi cabeza rebosaba de lujuria y no pude más. La saqué y la coloqué entre las nalgas de Leo, pajeándome con ellas.​

- Así, eso es – confirmó -, córrete.

Estallé en escasos segundos, disparando todo sobre el culo de Leo y alguna salpicadura sobre el vientre de Susan, escurriéndose hacia abajo. Entonces seguí frotándome suave sobre su culo, para elevarme un poco más y dejar mi polla sobre el comienzo de la espalda. Susan se acercó un poco más y me atrapó la polla entre sus labios vaginales, sentándose sobre ella y pegando su cuerpo a mí, acariciándome y besándome. Leo había quedado atrapada debajo, apoyada con sus brazos en el borde del jacuzzi, no decía nada.

Nos separamos y nos sentamos los tres, exhaustos.​

- ¿Has disfrutado? - Preguntó Leo a Susan.

- Mucho, ha sido genial – me miró -, ¿verdad?

- Sin duda, un espectáculo.

Leo pasó una de sus manos por los pechos de Susan.​

- Él ya sé que ha disfrutado – le dijo -, me interesa especialmente tu opinión sincera.

- Lo he disfrutado – le hizo saber Elisa -, mucho, ha sido genial y ultra caliente.

Leo sonrió satisfecha.​

- ¿Quién sabe? - Preguntó retórica -. Propongo repetirlo las veces necesarias hasta que...

- ¿Hasta que...? - Inquirió Susan curiosa.

- Hasta que me pidas ser mi novia - concluyó.
 
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