Hay negritos de estos, aparca-coches que te la comen por diez euros y follan a tu mujer mientras te haces una paja por veinte pavos.
Estaba en Cambrils de vacaciones con mi mujer y por las tardes me iba a dar una vuelta a la playa solo, me ponía un tanguita y hay una zona de la playa que solo hay villas, algunas ocupadas solo en agosto, el caso es que hay grupos de palmeras formando pequeños oasis cada ciertos metros, lugar apartado del agua donde puedes estar a la sombra o tomar el sol, pasando inadvertido. Se me acerco un negrito de unos cincuenta años, se quedó mirándome y me pegunto si estaba de vacaciones y si era casado; le respondí que si, que estaba con mi mujer.
Me preguntó si mi mujer no me decía nada por estar tomando el sol con el tanga y enseñando parte de mis testiculos (se entiende que no hablaba bien el español). Le dije que también me gustaban los hombres y llamar su atención.
—¿Te gusta ver cosa de hombre? –le dije si y se sacó la polla, me quedé asombrado.
Era enorme, muy negra, se empezó a tocar y me preguntó si quería. Cogí aquel aparato y la sangre me hervía, fui a metermelo en la boca y me paró.
—¿Tú llevas a casa?
—No, no puedo –contesté.
—¿Tú, euros? ¡10 euros!
—Vale!
Me dejó que se la chupara, se corrió en mi boca, tenía sabor a sal. Le pregunté si vendría al día siguiente, me dijo...
—OK, yo mañana!
Estuve una semana comiendole la polla, no lo olvidaré nunca.
Fue por entonces cuando empecé a comer pollas de forma habitual.