Tiravallas
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Tras lo ocurrido ese día, se sucedieron algunos nuevos encuentros con mi nuera, aunque esporádicos. La joven había procurado que esos encuentros se llevaran a cabo, cuando estaba segura de no estar en momento fértil, ante mi negativa hacerlo con protección.
Así fueron pasando los meses, y pronto la pareja cumplió dos años de casados. Yo veía tan feliz a mi hijo con aquella mujer, que me avergoncé de ser tan cabronazo. Debía olvidarme de la joven, dejar que aquellos hicieran su vida. Pero, aunque lo intentaba, siempre la tentación podía conmigo. Además, notaba que Vanesa, tampoco quería cortar. Era como si la joven encontrara en mí, el desahogo sexual que su marido no le daba.
Estuve tentado de hablar con mi hijo, e increparle para que se preocupara más de su mujer, y que se empleara más a fondo. Tras pensarlo bien, me convencí que era una idiotez. Si mi hijo llegara a conocer que me tiro a su mujer, seguro que me odiaría y no querría saber nada mas de mí. Por otro lado, tampoco sabía las consecuencias para su matrimonio, y posiblemente rompería con la joven. En modo alguno quería tal cosa.
De la noche a la mañana, todo cambió. La empresa donde presto mis servicios consiguió un convenio con una corporación local en la ciudad de Barcelona y me obligó a tener que desplazarme a dicha ciudad durante el tiempo de la ejecución urbanística del proyecto. No podía negarme so pena de perder el trabajo. No tuve más remedio, que, a regañadientes, desplazarme a la provincia de Barcelona, en una ciudad de las afueras, alquilando un apartamento y quedarme allí. Mi esposa no podía acompañarme por su trabajo, y tuve que desplazarme solo. Durante los primeros meses, pude escaparme algún fin de semana hasta mi casa, pero apenas tuve tiempo para pasar un poco con la familia. Por supuesto, eche de menos a mi joven nuera.
Maldiciendo mi suerte, vi como la obra se fue dilatando en el tiempo, y la estancia perduró más de los previsto. En las conversaciones con mi mujer, llegue a saber que las relaciones entre Martín y Vanesa parecían haber entrado en conflicto. Mi mujer me indicaba que Vanesa venía por casa, pero la notaba desganada, siempre echando puntas sobre el comportamiento de su esposo. Mi esposa me comentó que no sabía que le ocurría.
En una de esas llamadas, la preocupación de mi mujer le llevó a decirme: ¡creo que esa pareja necesita tener un hijo! Seguro que eso les ayudaría a consolidar su matrimonio.
-Quizás tenga razón. ¿Has hablado con Martín? Posiblemente tenga algún problema, y un urólogo podría solucionarlo. Le sugerí.
-Ay no se Néstor. ¡No me atrevo a comentárselo! Se que Vanesa me ha hablado de que ella se ha hecho las pruebas, y que no tiene problema, por lo que me ha dicho. ¿Debías estar aquí? Tu sabrías que hacer.
-Ya. Pero, compréndelo. No puedo dejar el trabajo o perderé el empleo. Espero poder acabar pronto. Le terminé contestando.
Tenía bastante tiempo para pensar en mi apartamento en las horas libres. Ansiaba estar con mi mujer, pero aún más, necesitaba volver a tener a la mujer de mi hijo. Pese al tiempo transcurrido, lejos de olvidarme de la joven, mis ansias aumentaron. Recordé la conversación con mi esposa, los problemas de la pareja, y obviamente me quedé preocupado. Llevaban más de tres años y medio en que habían contraído matrimonio y aún no tenían descendencia. Luego lo pensé bien y me dije: “tampoco es que sea nada extraño, las parejas de hoy en día tardan bastante en tener un hijo, y otras ni siquiera lo intentan”.
Un mes más tarde, recibí la llamada de mi esposa indicando que le habían diagnosticado una hernia inguinal y que la iban a operar de urgencia en el hospital, ya que parecía tener un problema de estrangulamiento. Ante ello, la empresa no le quedó más remedio que concederme un permiso para poder regresar y estar con mi mujer durante la operación y posoperatorio.
Llegue el mismo día en que internaron a mi esposa. Sin embargo, tampoco fue como se tenía previsto. Tuvieron que realizarle unas analíticas previas, y se retrasó. Una vez que pudo llevarse a cabo, aquella resultó más complicada de lo previsto, motivando que decidieron dejarla internada durante unos días. Durante los dos primeros días me permitieron estar con ella en la habitación. Luego al ver que se dilataba el internamiento, solo acudía en la tarde, en horario de visitas.
Durante esos días me quedé solo en casa. Tanto Martín como Vanesa acudieron al hospital a visitar a mi mujer, pero nunca llegue a estar a solas con la joven. Me percaté claramente cómo le brillaron los ojos a la nuera al verme. No había cambiado nada, aunque la note un poco cabizbaja. Por mi parte llevaba tiempo sin estar con una mujer, por lo que la sola la presencia de la joven, me envaró, teniendo problemas para ocultar mi manifiesta erección. Vanesa, estaba atenta todas mis reacciones, constándome que se percató de mi excitación, notando como afloraron los colores a sus mejillas ante mi mirada.
Al día siguiente, recibí una llamada en la mañana, constatando que era la voz inconfundible de Vanesa: Hola. ¿Cómo se encuentra D. Néstor?
-Hola Vanesa. Pues, ¿qué quieres que te diga? Solito en casa, esperando a la tarde para visitar a mi mujer en el hospital. Le conteste.
-Ya. ¿Parece que se le ha complicado un poco? Me contestó. Y tras una pequeña pausa, me pregunto ¿se quedará mucho tiempo?
- Unos días más. La empresa me está apremiando. Le conteste. Luego añadí: “tengo ganas de verte”. Pero a solas. ¿No sabes cuanto te echo de menos?.
-Ay D. Néstor. ¿Todavía sigue pensando en ello? ¿Pensé que con el tiempo que ha pasado se había olvidado? . Me contesto notando su nerviosismo en la voz.
-al contrario. ¿No sabes cuanto deseo volver a tenerte? Llevó mucho tiempo deseándote- le volví a reiterar.
.Ay D. Néstor. Sabe que ello no está bien. Se limitó a contestarme notando su agitación en la voz.
Antes de retirarse, le pregunte: ¿Vanesa dime donde puedo verte, sin que este Martin?
-Oh D. Néstor. No insista. ¡Sabe que no volverá a ocurrir! Me contestó, notando un extremado nerviosismo, que le llevó a colgar el teléfono.
Me quedé algo alterado. Dude si realmente la joven aún quería volver a verme o no. En cierto sentido era lo mejor, llevábamos casi año y medio sin vernos. Esa tarde al llegar al hospital me encontré con que le habían dado el alta de mi esposa. Al concederle el alta, le pautaron que durante al menos una semana mantuviera reposo absoluto, lo que suponía que iba a estar en cada durante ese tiempo.
Ya en la casa, me encargue de todo, preparar la comida y realizar las demás tareas del hogar, así como ayudar a mi esposa a levantarse para ir al baño, para asearse, y llevarle la comida al dormitorio.
Menos más que al día siguiente, en la tarde recibimos la visita de Vanesa, la cual ayudó en las tareas de la casa. Pero obviamente su cercanía, conllevó que aumentara mi nerviosismo. Pero, cualquier intento de acercarme a la misma resultó fallido, ya que aquella lo impidió: ¡pare… no puede ser!. ¡Aquello acabó! Además, ésta tu esposa en casa. ¿es que está loco?
Me quedé bastante nervioso y alterado ante el comportamiento de la joven. Llevaba tiempo sin relaciones sexuales, y el rechazo de misma, incrementó mi intranquilidad. Nuevamente al otro día, aquella volvió a venir en la tarde. Apenas nos hablamos, pero la tensión se notaba entre ambos. Tanto, que mi propia esposa se lo llego a comentar a Vanesa: Néstor está bastante alterado. ¡Se que le están requiriendo en la empresa! Además, ¡el estar todo el día en la casa, con su carácter … ¡no lo soporta!
Al regresar Vanesa a la cocina, me encontró sentado a la mesa. Me miró, percibiendo cierta agitación. Se puso a fregar la loza, sin decirme nada. Ese día llevaba un vestido de una sola costura, que permitía visualizar perfectamente la anatomía de su hermosa figura, especialmente su precioso trasero. Recordé el día en que mi falo entró en su culito, y sin poder evitarlo mi pene comenzó a crecer inexorablemente. En un momento dado, ella se giró y me vio observándola. Note como se estremeció.
No queríamos decirnos nada, evitando que pudiera ser escuchado por mi esposa. Pero creí conocer a la joven, y sabía que se estaba debatiendo en un mar de dudas. No me lo pensé más, me acerque y me coloque detrás de la misma. Sentí su agitación al contacto de mi pecho con su espalda. La abrace suavemente, con suma delicadeza. Vanesa no dijo nada, únicamente se estremeció, dejándose hacer, permitiendo que mis manos acariciaron sus brazos, su cuello. Era como una suave caricia.
Tras unos momentos de incertidumbre, observé como por fin giró la cabeza, me miró, notando en su mirada la lujuria. Aquella miraba lo quería decir todo. Al instante, sin pedírselo, acercó sus labios a los míos. Inmediatamente, nos abrazamos, besándonos ardientemente, percibiendo como los latidos del corazón de ambos se aceleraban. La joven se giró quedándose de frente, para continuar nuestros besos, acariciándonos, gimiendo levemente. Mis manos palparon sus pequeños senos sobre la suave tela del traje que llevaba, recordando el tamaño de los mismos, y sus puntiagudos pezones. Mis caricias en ellos, tuvo su reacción: Oh suegro… esto no está bien- terminó susurrando.
Continue, pese a todo, bajando mis manos hasta su cintura, para ir descendiendo hasta alcanzar sus posaderas, que apreté con deleite, sin dejar de besarla. La atraje poco a poco hasta un lugar de la cocina, más oculto del pasillo, y comencé a subir su vestido, remangándolo a la altura de la cintura. Observé que llevaba una braguita, que pronto aparté con mis dedos, pudiendo abrirme paso hasta sus labios vaginales. No lo esperaba: ¡mi nuera estaba muy mojada!
Me quedó patente, que la joven andaba agitada con mi presencia, y que pese a sus reticencias, ansiaba volver a ser acariciada. Pronto mis dedos se introdujeron en su ranura, estimulando su clítoris, dedeándolo sin parar, aumentado la agitación de la joven: Oh suegro…. Aquí no…. oooo..-exclamó ante mi insistente mangreo.
-Oh nenita, ¿te noto muy caliente? Uf ¿cómo tienes el coñito? ¡Estas muy mojadita! - le susurre.
La joven debía estar tan caliente, ya que, a los pocos minutos de estarla masturbando, constaté como gimió entrecortadamente, retorciéndose, y alcanzando el orgasmo. Apretó fuertemente mi mano, casi estrujándola con suma fuerza, antes de venirse, reprimiendo sus gemidos y muestras de placer. -Oh si nenita, ¡dame ese orgasmo! Lo necesitas.
Mientras se venía, se abrazó fuertemente a mi cuerpo, para acabar relajándose, mirándome fijamente a los ojos mientras finalizaba su orgasmo. Acerqué mi boca y volví a besarla. En ese momento, ella apreció mi erección, y su manita rápidamente se abalanzo hacia ella alcanzando mi hinchazón, que ya se marcaba ostensiblemente en mi pantalón.
Me di cuenta que la joven estaba acalorada, y mostraba la ansiedad en su cara. Pronto bajó el cierre de la bragueta para extraer mi falo, endurecido y con una notable erección. Vanesa observó mi tranca, abriendo sus ojos con agitación, al tiempo que le susurre ¿mira cómo me la has puesto de nuevo?
Sin contestarme, su manita, rápidamente comenzó a manosear mi verga, como si fuera la primera vez. La joven tras tanto tiempo, volvió a tener en su mano mi pene, envarado, erecto, sumamente endurecido, notando como los latidos de su corazón volvieron a incrementarse mientras acariciaba mi falo. Mirándome a los ojos, con carita de auténtica loba en celo, me dijo: uhm suegro… “la sigue teniendo tan grande”….
Le iba a contestar, cuando en ese momento, escuchamos la llamada de mi mujer. ¡Que inoportuna! me dije. Al instante, nerviosos y repusimos nuestra indumentaria. Yo le dije que no se preocupara, que yo iría a ver que quería mi esposa, para que ella pudiera asearse en el baño.
Fui hasta el dormitorio de mi esposa, intentando rebajar mi estado de agitación, evitando que pudiera percatarse de mi erección. Luego la llevé al baño, ya que necesitaba orinar. Ese día, me quedé con las ganas. Al rato llegó Martín, y luego tras cenar, ambos se marcharon.
En lo noche estuve a punto de marchar al baño y masturbarme. Pero, me contuve. Intuía que aún podía volver a poseer a la mujer de mi hijo. Lo acontecido en la cocina, me reveló que aquella joven seguía añorando mi verga. Y eso abrigó mis esperanzas.
Al día siguiente, como esperaba, algo más temprano que el día anterior, hizo su aparición Vanesa. Portaba una blusa, y una falda, algo más corta que lo habitual, pero que le quedaba de maravilla. En cuanto tuve ocasión, la tomé entre mis brazos y volví a besarla ardientemente. Pese a que me respondió, me detuvo, diciendo: Oh suegro… parase… ¡que puede vernos tu esposa!
No obstante, percibí algo extraño al besar a la joven. Esa tarde, note un intenso calor en su boca, y hasta diría que la temperatura de su cuerpo parecía haber aumentado. La encontré tan receptiva, que deduje que aquella joven estaba anhelando que la volviera hacer mía. De hecho, sus miradas, lo decían todo.
Tras recoger la cocina, Vanesa me hecho unas miradas sumamente excitantes, para luego decirme que marchaba para la azotea a poner una lavadora, y tender la ropa. Mientras me lo decía, observé como me volvía a mirar. Su cara transmitía lujuria. De hecho, vi cómo antes de comenzar a subir la escalera, se giró para volver a mirarme, llevando en su mano el cesto de la ropa sucia.
No me lo pensé dos veces. Tenía que ir a su encuentro. Terminé de dar de merendar a mi esposa, y le dije: voy a subir a la azotea para ayudar a Vanesa. Hay mucha ropa sucia acumulada. ¿Si necesitas algo me llamas al móvil?
Mi esposa no hizo comentario alguno, asintiendo con la cabeza. Con suma agitación, me dirigí a la azotea de la casa, donde tenemos el lavadero y el cuarto de planchar la ropa. Al llegar observé que Vanesa estaba tendiendo la ropa en el tendedero. Al ver que me acercaba note su agitación y nerviosismo. Cuando llegue a su lado sonriente, me dijo: ¡que loco es suegro! ¿Cómo se ha atrevido a subir?
-Tenía que ayudarte. ¿ No iba a dejar que tendieras sola toda la ropa? Le conteste con una sonrisa.
La ayude a terminar de tender la ropa, y luego entramos dentro del cuarto de lavar. Por las miradas de la joven me di cuenta que estaba esperando que volviera acariciarla. Y así lo hice. Vanesa estaba esperando mi reacción, ya que al momento correspondió a mi abrazo, volviendo a besarme, mostrándose bastante ardiente. La forma en que se estaba entregando la joven, me dejó agitado e intrigado. No paraba de besarme, apreciando nuevamente el intenso calor que desprendía, su boca, sus manos, su cuello.
No esperaba tanta receptividad. Esa agitación se incrementó al ver que fue la propia joven, la que rápidamente, retiró la camiseta de mi cuerpo, retirándomela por la cabeza, para luego besar mis pectorales, acariciando mi pecho, mirándome de reojo. Sus labios besaron mis tetillas, y luego mostrando una carita de nenita en celo, fue bajando hasta alcanzar los pantalones cortos que llevaba puestos, los cuales rápidamente me retiró. Al momento me quedé únicamente con el slip que ese día llevaba. Al ver la erección que mostraba en mi prenda interior, note la agitación de mi nuera:
uf suegro…¿Ya está así?. Pero, la joven quería ver más. Por ello de un tirón me bajó el slip, haciendo que mi pene saltará hacia delante mostrando una brutal erección. Oh joder…como la tiene… “que enorme” … exclamó al contemplar mi tremenda erección.
Sin pausa, tomó el falo en su manita, lo comienzo acariciar, mientras se fue acurrucando a mi cuerpo, diciéndome: ¿me estaba esperando, ¿verdad? ¿Estaba esperando la llegada de su nuera? ¿Por eso la tiene tan dura?
Al tiempo que manoseó mi pene de arriba abajo, desde la cabeza hasta la base, añadiendo: ¿así que quiere volver a clavarle todo esto, nuevamente a su nuera? Joder suegro…. ¡creo que la tiene más grande que nunca! - volvió añadir, observando con preocupación la dureza de mi vástago.
-¡No sabes cuantas ganas tengo!. ¿acaso no estas deseando que te abre el coñito con ella? Le dije, para calentarla más, al tiempo que, una de mis manos se dirigió a su entrepierna, logrando acariciar la tanguita que llevaba puesta. Uhm ¡veo que estas tremendamente mojada.!
Sin responderme, continuó acariciando mi verga, logrando echar la piel hacia atrás, dejando mi falo totalmente descapullando. Al ver el glande en toda su plenitud, con la hendidura que lo atravesaba, grueso y resplandeciente, me dijo: Oh suegro, ¿no creo que esto me vuelva a entrar? ¡Estoy segura que se me ha vuelto a cerrar el hueco!
-¡Seguro que volveremos abrirlo!. Ya verás como vas a disfrutar cuando la tengas dentro. - le respondí, al tiempo que le bajé su tanga, volviendo a ver el monte de venus de la joven, y sus labios vaginales bastante lubricados.
Me di cuenta que se había recortado un poco el vello, pero mantenía aún una buena cantidad del mismo alrededor de sus labios vaginales. Sin demora, abrí aquellos con mis dedos, alcanzando el interior de la ranura de su vagina. La nuera estaba muy bien lubricada.
Observé el lugar, intentando buscar un sitio que me permitiera tomar de nuevo a la joven. El lugar no era muy acogedor para tal menester, pero pronto localice una silla, donde había amontonada ropa recién lavada. Sin pérdida de tiempo, la retiré colocándola sobre lo alto de la propia lavadora. Entonces, procedí a sentarme, dejando mi cipote enfilado hacia arriba, diciéndole: anda preciosa. Ven aquí, … ¡ve sentándote sobre mi pene! ¿Se que necesitas clavártelo con urgencia?
La joven, me miro extasiada, con manifiesta agitación, exclamando: Uf suegro de verás: ¡la tiene a reventar! De hecho, se acercó, tomó mi verga de nuevo, la acarició, diciéndome: Ay suegro. ¡Deberíamos hacerlo con condón! Hoy me siento muy caliente. Creo que estoy en mis días fértiles.
La confesión de la joven me volvió agitar. Pero, “dude que fuera cierto”. Ya había comprobado en otros momentos, que, para encelarme, me había dicho lo mismo. Por ello, ciertamente pensé que era un farol de la joven.
No obstante, a fin de aumentar el morbo y seguirle la corriente, le dije: ¿de verdad estas ovulando? Uf Vanesa, pues, ¿no creo que te vayas a escapar de una buena corrida dentro? Ya has visto que los tengo bien repletos. Te voy a regar por dentro nuevamente. ¡Se que lo estas deseando!
Oh suegro. Que loco esta. ¿Y si me deja embarazada? Me contesto mordiéndose el labio. ¿No le importa que sea la mujer de su hijo? me pregunto con cierto rintintin, agitada, toqueteando mi pene, comprobando que con la conversación se había puesto más fierro, para terminar, exclamando: Oh joder…. ¿Creo que no le va a importar preñar a la mujer de su hijo?. ¡No pensé que fuera tan degenerado!
Yo seguí pensando que todo era una invención de la misma, para ponerme a punto como en otras ocasiones. De hecho, ese tipo de conversaciones no solía poner a ambos en órbita. Y esa fue la convicción tuve esa tarde.
Mi agitación se incrementó, cuando vi que la joven procedió a retirarse su braguita, para acercarse más, y colocarse a ambos lados de mis piernas, hasta terminar situándose a la altura de mi pene. Tomó el mismo, y lo comenzó a embadurnar con sus fluidos, a fin de facilitar la penetración. Luego, respirando agitadamente, comenzó a dejarse caer.
Al instante percibí nuevamente la estrechez de la joven. No me lo podía creer, era como si su vagina hubiera vuelto a cerrarse. Pese a que al principio le costó un poco, pronto mi falo comenzó abrirse camino, pero como en otras ocasiones, a mitad de recorrido quedó como encajado. Era como su no pudiera continuar, ni tampoco sacarla. Por otro lado, me sorprendió el calor que desprendía su vagina. Muy superior al de otras veces. Por mi cabeza discurrió el pensamiento: ¿Y si de verdad está en sus días fértiles? No quise pensar más en ello. Quería clavar a la joven, y esa idea me hizo olvidar ese tipo de precauciones.
Mi pene parecía estar estancando. Su coñito ni bajaba ni subía. Aquel hueco parecía haberse cerrado nuevamente. Pero, me mantuve firme, quieto dentro de ella. Tenía enterró mi falo hasta la mitad. Sentí la respiración de la joven golpeándome el oído, agitada ante la invasión de mi falo, que parecía llenarla. Mi tranca palpitaba dentro de la joven. Agitada, me miró con cara de lujuria, pero igualmente de dolor. Comenzó a gruñir, gimiendo al ver que le costaba clavarse mi pene nuevamente.
-Oh D. Néstor, ¿ya le dije que se me había vuelto a cerrar? ¡No va a entrar! - me susurró al oído, con agitación, nerviosa ante el hecho de que pareciera no entrarle más.
-Relate preciosa. ¡Claro que entrara! No tengas prisa…verás que tu coñito se la comerá toda- le conteste intentando tranquilizarla.
Mi sorpresa era comprobar que la concha de la nuera, parecía estar quemando. Ante mis caricias, se fue aflojando, percibiendo como mi miembro empezó a moverse nuevamente, y volvía a entrar un poco más. Era una sensación sumamente placentera sentir el roce de las paredes vaginales de la joven, comprobando que mi verga resbalaba entrado otro poco más en cada movimiento.
-¡Oh suegro me va a terminar de reventar!. La tiene muy grande hoy. – Me dijo, emitiendo un gemido placentero al verse invadida por mi poderoso falo, sintiendo que le costaba entrar.
Hizo movimientos para subir un poco más, tomando impulso para volver a dejarse caer, viendo que la obstrucción cedía y entraba otro poco más, de forma lenta y precisa. Se paró para respirar, ya que parecía faltarle el aire. Luego decidió continuar, paso a paso, hasta que el empuje se fue haciendo más profundo entre los gritos y lamentos de mi nuera. Sentía las contracciones de su vagina, que motivaron mas a mi pene, que pareció crecer como consecuencia de dichas contracciones. Pero, aún le quedaba un poco. Se lo susurre con total descaro acercándome, diciéndole seductoramente: ya te falta poco. ¡Un empujón más y la tendrás toda!
-Oh .. pero me está abriendo mucho. ¡Esta vez me va a romper de verdad! - me respondió, percibiendo con asombro, como mi ariete iba accediendo cada vez más. El estrechamiento de la joven, y la presión que ejercía había cedido, y parecía que la final la terminaría rompiendo por dentro.
Entonces, con decisión, tiré de su cuerpo hacia mí, sintiendo como mi falo se hundió totalmente en su vagina. Hasta el mismo fondo. Por fin su vagina se había tragado la totalidad de mi vástago. La joven se arqueó ante el dolor, reposando sus manos firmemente apoyadas en mis hombros, reflejando el dolor en su rostro.
Ya está toda. le dije para que se calmara. Tu coñito de la ha comido toda.
-oh pero me ha abierto toda. Me siento como rota por dentro. ¡Como si tuviera clavada una estaca!!
.Pronto se te pasara. Anda comienza a cabalgarme- le susurre.
Tras tomar respiro, ella misma comenzó a realizar los movimientos de subir y bajar, viendo como ante el frotamiento de las paredes vaginales con mi nabo, su lubricación interior aumento, pareciendo que iba cediendo el atasco. Pese a todo sus bufidos fueron manifiesto. Tras tomar confianza, se agarró a mis hombros, y comenzó a cabalgarme sin reservas. Sus movimientos se aceleraron, mientras gritabas descompuesta, alocada, percibiendo que comenzó a disfrutar. La mantuvo tomada por su trasero, tirando de ella hacia mí, lo que motivo que se contrajera, apretándose fuertemente a mi cuerpo, evidenciando su nueva venida. Esta vez con mi pene dentro. Subía y bajaba con una autentica amazona. Realmente aquella joven estaba disfrutando, ante el placer de cabalgar mi polla.
Mi nuera era un encanto de muchacha, que estaba mostrando una entrega total, disfrutando de aquella cogida, emitiendo gemidos placenteros, mezclados con auténticos gritos de gozo. Y por fin, entre alaridos de gozo alcanzo su orgasmo.
Tras ello la deje que se tomara un descanso. Pero, fue ella misma, la que continuó los movimientos. Vanesa estaba entregada, y parecía puro fuego. Se comenzó a mover con mayor rapidez clavándose y desclavándose mi verga. La joven se mantenía firme, montada sobre mis muslos, cabalgando mi fierro pene, como un autentica amazona. Me miraba con cara de auténtica lujuria, seductora, con aquella miraba que me enloquecía. A fin de ayudarla, le comencé magrear sus pechitos, apretándolos con fricción.
La sentí sumamente excitada. Cabalgó mi pene, subiendo y bajando sobre el mismo, quedándose quieta algunos instantes, para realizar movimientos circulatorios con su propio cuerpo, como si tratara de estrujar mi falo, para volver a continuar con los movimientos de subir y bajar. Tan agitada estaba, que tardó poco tiempo en alcanzar su segundo orgasmo. Mi joven nuera parecía una multiorgásmica. Tampoco volvió a reprimir sus gemidos, que parecieron auténticos alaridos de puro placer. Si había alguien en las azoteas colindantes, seguro que se habrían percatado.
Tras el mismo, mostrando su agotamiento, me dijo: Uf. Suegro… me he corrido mucho…. Y, acercándose a mi boca me besó, diciéndome: ¡¡me encanta su polla!!. “Estoy tan caliente que lo voy a dejar seco”.
- Ya veo nenita. ¿Veo que quieres más? ¿Quién te lo impide? Sigue así, vamos preciosa, sigue cabalgándome-le conteste tremendamente excitado ante la fogosidad de la joven.
Tuve claro que aquel polvo no se estaba pareciendo al de otras ocasiones. Mi nuera estaba más entregada, viendo que, disfrutando de la cogida como una loca, sin importarle gritar, pese a saber que nos hallábamos en la azotea de mi vivienda. Se pegaba a mi cuerpo, para sentirme. Me besaba, retorciéndose de placer, mientras subía y bajaba clavándose y desclavándose mi verga, ajena a toda, disfrutando el mucho placer que mi verga la estaba propinando a su coñito.
Sus constantes cabalgadas parecían no tener fin, hasta que llegó un momento en que no pudo más. Pero antes de rendirse, tuvo fuerzas para volver alcanzar una nueva venida. Al terminar este tercer orgasmo, la note derrotada, agotada al máximo. Poco a poco, se desclavó, mirándose la tremenda hinchazón en que quedaron sus labios vaginales, producto del frotamiento con mi macana.
Mi verga permaneció erecta hacia arriba, como un misil. No escapó a la visión de la joven que me miró lascivamente. ¿Oh D. Néstor aún sigue así?
Volvió a tocar mi pene, para luego bajar y volver a palpar mis testículos. Era algo que parecía estar deseando hacer desde el principio. Percibí su tremenda agitación mientras los tomaba en su mano. La ví exclamar: Uf… suegro. De veras… ¡Los tiene repletos! Sin parar de palpar mis bolas. Luego, me volvió a mirar preguntándome, con cara de auténtica putita: ¿Cuánto hace que no se corre?
-Mas de dos semanas. -le conteste al instante. Ya sabes que, con la operación de mi esposa, ni siquiera con ella he podido descargar. Y tampoco le estaba mintiendo.
-Pobrecito. Parece tenerlos bien repletos. ¿No querrá descargarlos en el coñito de su nuera verdad? Me preguntó agitadamente, mirándome de nuevo con su carita de auténtica nena.
- ¡Se que estas deseando que te vuelva a llenar con mi lechita! En el fondo quieres sentir como tu suegro te vuelva a regar por dentro. Le conteste, mientras, mientras la joven volvía a tomar mi verga en su mano.
Ante la colaboración de la joven, sin poder contenerme más, volví a recorrer con mi mirada el recinto, buscando un lugar donde poder clavar a placer a mi nuera. Observé la mesa donde normalmente mi esposa coloca la ropa después de planchar, viendo que una parte estaba libre, vacía. Tomé a la joven en brazos izándola y la llevé hasta sentarla encima de aquella. Percibí la agitación de a joven al ver cómo la recosté sobre la mesa, haciendo que se recargara en sus antebrazos, facilitando con ello, que quedara completamente abierta de piernas. Observé su preciosa vagina, sumamente lubricada tras sus anteriores orgasmos. La visión de su cueva hizo que mi pene, se increpara aún más. Lo tomé en mi mano y le di unas cuantas pasadas, dejándolo envarado al máximo.
Vi la carita de la joven, que mostraba ansiedad. ¡Aquella nena quería mi verga nuevamente! Era consciente de que mi falo ingresaría de nuevo en su coñito. Sin más pausa dirigí mi pene hacia su cueva. Al sentirlo de nuevo a las puertas de su vagina, Vanesa gimió. Pero, ese gemido se convirtió en alarido, sentir como mi falo de dos estocadas, terminó de penetrarla totalmente. La clavé con dureza. Volvía a estar como un toro.
-Oh suegro… despacio… oh que grande…. me dijo, agitada al ver como clavaba mi verga una y otra vez en su abierto coño.
La altura de la mesa era la adecuada, por lo que mi pene en posición perfecta para poder penetrar a la joven sin problemas. Empecé a moverme, penetrándola con lentitud para que sintiera la dureza de mi verga, pegando mis piernas para otorgarle mayor presión a mi pene. La tomé de las caderas, y comencé a clavarla una y otra vez, iniciando una frenética penetración. El calor de la vagina de mi nuera me tenía enloqueciendo. La joven comenzó a gemir a media que sentía cada una de mis embestidas: Oh si… oh…. ¡Como me abre! oooo
Me apoyé un poco sobre ella, para poder besarla en la boca mientras no paraba de embestirla. Estaba en la gloria, llevaba tanto tiempo sin follar que no me creía volver a gozar de aquella forma. Pero mis testículos estaban a reventar, y los notaba revolucionados ante tanta excitación. Me di cuenta que no iba a resistir más. De hecho, mi pene comenzó a hincharse dentro del coñito de la nuera.
Ella supo claramente que me iba a correr. Fue entonces cuando, me miró fijamente a los ojos diciendo: ¿se va a correr dentro verdad? ¡Sepa que va a preñar a la mujer de su hijo!
Me quede parado. Indeciso. Sabía que hasta la fecha era una forma de envalentonarme. A ambos nos gustaba la palabrería. Pero, que lo hiciera justo en ese momento, me dejo preocupado. No obstante, le dije: ¿No te vas a quedar sin mi lechita? Los tengo tan cargados que te voy a regar completamente.
-A que espera cabronazo. Vamos… “preñe a la mujer de su hijo”. me dijo con agitación, y con cara de autentica lujuria, al tiempo que vuelve a reiterarme: “Quiero que me deje embarazada”. Su hijo no puede o no quiere…¡préñeme Vd! No comprendía sus palabras. De hecho, esa tarde la había sentido tan caliente y fogosa que me sorprendió.
No pude por menos que preguntarle: Vanesa. ¿Lo dices en serio? ¿estas ovulando?
Ella afirmó con la cabeza. Al tiempo que se incorporó abrazándome más, abriéndose completamente para que mi verga le entrara bien adentro. No supe reaccionar. No sabía si decía la verdad o no. Mi semen estaba a las puertas, emergía ya por la Ureta y no iba a poder parar. La nueva petición de la joven me desarboló: “préñeme… “preñe a su nuera”… ¿se que desea hacerlo?… vamos hágalo… lléneme”
-¿Quieres que te preñe?. Oh Vanesa…ahí te va mi lechita… o….oo siii me vengo… grite, enloquecido ante la petición de la mujer de mi hijo, sin ganas ni tiempo para pensarlo más. Mi pene, encabritado comenzó a lanzar sus primeras lechadas, viendo como vibraba dentro de la vagina de la joven, soltando una y otra vez mi lechita como un auténtico surtidor. Me estaba volviendo a correr dentro de mi nuera, y esta vez parecía poder tener consecuencias inesperadas: Oh si nena ábrete bien para poder regarte …. Oooo siii
La joven se abrazó más, fuerte, sujetándose, aguantando estoicamente mis embestidas, abriéndose cuanto pudo, para recibir profundamente mi verga y mi semen. Mientras me venía escuche que me decia: Oh si lléneme… oh como lo siento….. me llena….ooo
Perdí la noción del tiempo y del lugar. Mi eyaculación estaba siendo tan copiosa que hasta sentí cada una de mis lechadas. ¡Y fueron bastantes! Terminé casi derrotado, apoyándome sobre la joven, aún con mi verga totalmente ingresada en su vagina. Note la cara de satisfacción de la joven, quien me tomó del cuello y me comenzó a besar ardientemente, diciéndome: Uy D. Néstor ¿dónde tenía tanta leche acumulada? Esta vez me ha llenado bien.
Cuando extraje mi falo de su ultrajado y abierto coñito, observé que estaba intensamente enrojecido por la penetración, al tiempo que brotó algunas gotas de mi semen. Ella tomó los restos en su mano, y me dijo: ¡seguro que esta vez me ha dejado embarazada!
Me quede nuevamente paralizado: -¿Pero de verdad estas ovulando? -le pregunté con verdadera cara de sorpresa. Todavía me había quedado alguna duda de que no fuera cierto: ¿No me digas que esta vez era verdad?
Me miró fijamente a la cara, y algo enrojecida me contesto: ¡estoy segura! Esta mañana me tomé la temperatura y sé que estoy en mi mejor momento.
Me volví a quedar de piedra. ¿Entonces era verdad? No supe que contestarle. Posiblemente había embarazado a la mujer de mi propio hijo.
Ella no obstante, me abrazó y me dijo cariñosamente: no tiene por qué preocuparse. ¡Su hijo no lo sabrá! ¡Nadie lo sabrá! Sabe que su hijo no pone empeño, ¿creo que no puede o no quiere? Además, suegro, nuestro hijo tendrá los mismos genes de ambos.
-Pero… Vanesa. Es una locura. Si se enteran nos matan, nos crucifican a los dos. - le conteste aturdido.
Aun sin salir de mi asombro, comenzamos a vestirnos, dado que estábamos en la azotea y mi esposa podría estar llamándonos. Ya tendría tiempo de asimilar todo lo ocurrido, y pensar en las consecuencias.
???
Así fueron pasando los meses, y pronto la pareja cumplió dos años de casados. Yo veía tan feliz a mi hijo con aquella mujer, que me avergoncé de ser tan cabronazo. Debía olvidarme de la joven, dejar que aquellos hicieran su vida. Pero, aunque lo intentaba, siempre la tentación podía conmigo. Además, notaba que Vanesa, tampoco quería cortar. Era como si la joven encontrara en mí, el desahogo sexual que su marido no le daba.
Estuve tentado de hablar con mi hijo, e increparle para que se preocupara más de su mujer, y que se empleara más a fondo. Tras pensarlo bien, me convencí que era una idiotez. Si mi hijo llegara a conocer que me tiro a su mujer, seguro que me odiaría y no querría saber nada mas de mí. Por otro lado, tampoco sabía las consecuencias para su matrimonio, y posiblemente rompería con la joven. En modo alguno quería tal cosa.
De la noche a la mañana, todo cambió. La empresa donde presto mis servicios consiguió un convenio con una corporación local en la ciudad de Barcelona y me obligó a tener que desplazarme a dicha ciudad durante el tiempo de la ejecución urbanística del proyecto. No podía negarme so pena de perder el trabajo. No tuve más remedio, que, a regañadientes, desplazarme a la provincia de Barcelona, en una ciudad de las afueras, alquilando un apartamento y quedarme allí. Mi esposa no podía acompañarme por su trabajo, y tuve que desplazarme solo. Durante los primeros meses, pude escaparme algún fin de semana hasta mi casa, pero apenas tuve tiempo para pasar un poco con la familia. Por supuesto, eche de menos a mi joven nuera.
Maldiciendo mi suerte, vi como la obra se fue dilatando en el tiempo, y la estancia perduró más de los previsto. En las conversaciones con mi mujer, llegue a saber que las relaciones entre Martín y Vanesa parecían haber entrado en conflicto. Mi mujer me indicaba que Vanesa venía por casa, pero la notaba desganada, siempre echando puntas sobre el comportamiento de su esposo. Mi esposa me comentó que no sabía que le ocurría.
En una de esas llamadas, la preocupación de mi mujer le llevó a decirme: ¡creo que esa pareja necesita tener un hijo! Seguro que eso les ayudaría a consolidar su matrimonio.
-Quizás tenga razón. ¿Has hablado con Martín? Posiblemente tenga algún problema, y un urólogo podría solucionarlo. Le sugerí.
-Ay no se Néstor. ¡No me atrevo a comentárselo! Se que Vanesa me ha hablado de que ella se ha hecho las pruebas, y que no tiene problema, por lo que me ha dicho. ¿Debías estar aquí? Tu sabrías que hacer.
-Ya. Pero, compréndelo. No puedo dejar el trabajo o perderé el empleo. Espero poder acabar pronto. Le terminé contestando.
Tenía bastante tiempo para pensar en mi apartamento en las horas libres. Ansiaba estar con mi mujer, pero aún más, necesitaba volver a tener a la mujer de mi hijo. Pese al tiempo transcurrido, lejos de olvidarme de la joven, mis ansias aumentaron. Recordé la conversación con mi esposa, los problemas de la pareja, y obviamente me quedé preocupado. Llevaban más de tres años y medio en que habían contraído matrimonio y aún no tenían descendencia. Luego lo pensé bien y me dije: “tampoco es que sea nada extraño, las parejas de hoy en día tardan bastante en tener un hijo, y otras ni siquiera lo intentan”.
Un mes más tarde, recibí la llamada de mi esposa indicando que le habían diagnosticado una hernia inguinal y que la iban a operar de urgencia en el hospital, ya que parecía tener un problema de estrangulamiento. Ante ello, la empresa no le quedó más remedio que concederme un permiso para poder regresar y estar con mi mujer durante la operación y posoperatorio.
Llegue el mismo día en que internaron a mi esposa. Sin embargo, tampoco fue como se tenía previsto. Tuvieron que realizarle unas analíticas previas, y se retrasó. Una vez que pudo llevarse a cabo, aquella resultó más complicada de lo previsto, motivando que decidieron dejarla internada durante unos días. Durante los dos primeros días me permitieron estar con ella en la habitación. Luego al ver que se dilataba el internamiento, solo acudía en la tarde, en horario de visitas.
Durante esos días me quedé solo en casa. Tanto Martín como Vanesa acudieron al hospital a visitar a mi mujer, pero nunca llegue a estar a solas con la joven. Me percaté claramente cómo le brillaron los ojos a la nuera al verme. No había cambiado nada, aunque la note un poco cabizbaja. Por mi parte llevaba tiempo sin estar con una mujer, por lo que la sola la presencia de la joven, me envaró, teniendo problemas para ocultar mi manifiesta erección. Vanesa, estaba atenta todas mis reacciones, constándome que se percató de mi excitación, notando como afloraron los colores a sus mejillas ante mi mirada.
Al día siguiente, recibí una llamada en la mañana, constatando que era la voz inconfundible de Vanesa: Hola. ¿Cómo se encuentra D. Néstor?
-Hola Vanesa. Pues, ¿qué quieres que te diga? Solito en casa, esperando a la tarde para visitar a mi mujer en el hospital. Le conteste.
-Ya. ¿Parece que se le ha complicado un poco? Me contestó. Y tras una pequeña pausa, me pregunto ¿se quedará mucho tiempo?
- Unos días más. La empresa me está apremiando. Le conteste. Luego añadí: “tengo ganas de verte”. Pero a solas. ¿No sabes cuanto te echo de menos?.
-Ay D. Néstor. ¿Todavía sigue pensando en ello? ¿Pensé que con el tiempo que ha pasado se había olvidado? . Me contesto notando su nerviosismo en la voz.
-al contrario. ¿No sabes cuanto deseo volver a tenerte? Llevó mucho tiempo deseándote- le volví a reiterar.
.Ay D. Néstor. Sabe que ello no está bien. Se limitó a contestarme notando su agitación en la voz.
Antes de retirarse, le pregunte: ¿Vanesa dime donde puedo verte, sin que este Martin?
-Oh D. Néstor. No insista. ¡Sabe que no volverá a ocurrir! Me contestó, notando un extremado nerviosismo, que le llevó a colgar el teléfono.
Me quedé algo alterado. Dude si realmente la joven aún quería volver a verme o no. En cierto sentido era lo mejor, llevábamos casi año y medio sin vernos. Esa tarde al llegar al hospital me encontré con que le habían dado el alta de mi esposa. Al concederle el alta, le pautaron que durante al menos una semana mantuviera reposo absoluto, lo que suponía que iba a estar en cada durante ese tiempo.
Ya en la casa, me encargue de todo, preparar la comida y realizar las demás tareas del hogar, así como ayudar a mi esposa a levantarse para ir al baño, para asearse, y llevarle la comida al dormitorio.
Menos más que al día siguiente, en la tarde recibimos la visita de Vanesa, la cual ayudó en las tareas de la casa. Pero obviamente su cercanía, conllevó que aumentara mi nerviosismo. Pero, cualquier intento de acercarme a la misma resultó fallido, ya que aquella lo impidió: ¡pare… no puede ser!. ¡Aquello acabó! Además, ésta tu esposa en casa. ¿es que está loco?
Me quedé bastante nervioso y alterado ante el comportamiento de la joven. Llevaba tiempo sin relaciones sexuales, y el rechazo de misma, incrementó mi intranquilidad. Nuevamente al otro día, aquella volvió a venir en la tarde. Apenas nos hablamos, pero la tensión se notaba entre ambos. Tanto, que mi propia esposa se lo llego a comentar a Vanesa: Néstor está bastante alterado. ¡Se que le están requiriendo en la empresa! Además, ¡el estar todo el día en la casa, con su carácter … ¡no lo soporta!
Al regresar Vanesa a la cocina, me encontró sentado a la mesa. Me miró, percibiendo cierta agitación. Se puso a fregar la loza, sin decirme nada. Ese día llevaba un vestido de una sola costura, que permitía visualizar perfectamente la anatomía de su hermosa figura, especialmente su precioso trasero. Recordé el día en que mi falo entró en su culito, y sin poder evitarlo mi pene comenzó a crecer inexorablemente. En un momento dado, ella se giró y me vio observándola. Note como se estremeció.
No queríamos decirnos nada, evitando que pudiera ser escuchado por mi esposa. Pero creí conocer a la joven, y sabía que se estaba debatiendo en un mar de dudas. No me lo pensé más, me acerque y me coloque detrás de la misma. Sentí su agitación al contacto de mi pecho con su espalda. La abrace suavemente, con suma delicadeza. Vanesa no dijo nada, únicamente se estremeció, dejándose hacer, permitiendo que mis manos acariciaron sus brazos, su cuello. Era como una suave caricia.
Tras unos momentos de incertidumbre, observé como por fin giró la cabeza, me miró, notando en su mirada la lujuria. Aquella miraba lo quería decir todo. Al instante, sin pedírselo, acercó sus labios a los míos. Inmediatamente, nos abrazamos, besándonos ardientemente, percibiendo como los latidos del corazón de ambos se aceleraban. La joven se giró quedándose de frente, para continuar nuestros besos, acariciándonos, gimiendo levemente. Mis manos palparon sus pequeños senos sobre la suave tela del traje que llevaba, recordando el tamaño de los mismos, y sus puntiagudos pezones. Mis caricias en ellos, tuvo su reacción: Oh suegro… esto no está bien- terminó susurrando.
Continue, pese a todo, bajando mis manos hasta su cintura, para ir descendiendo hasta alcanzar sus posaderas, que apreté con deleite, sin dejar de besarla. La atraje poco a poco hasta un lugar de la cocina, más oculto del pasillo, y comencé a subir su vestido, remangándolo a la altura de la cintura. Observé que llevaba una braguita, que pronto aparté con mis dedos, pudiendo abrirme paso hasta sus labios vaginales. No lo esperaba: ¡mi nuera estaba muy mojada!
Me quedó patente, que la joven andaba agitada con mi presencia, y que pese a sus reticencias, ansiaba volver a ser acariciada. Pronto mis dedos se introdujeron en su ranura, estimulando su clítoris, dedeándolo sin parar, aumentado la agitación de la joven: Oh suegro…. Aquí no…. oooo..-exclamó ante mi insistente mangreo.
-Oh nenita, ¿te noto muy caliente? Uf ¿cómo tienes el coñito? ¡Estas muy mojadita! - le susurre.
La joven debía estar tan caliente, ya que, a los pocos minutos de estarla masturbando, constaté como gimió entrecortadamente, retorciéndose, y alcanzando el orgasmo. Apretó fuertemente mi mano, casi estrujándola con suma fuerza, antes de venirse, reprimiendo sus gemidos y muestras de placer. -Oh si nenita, ¡dame ese orgasmo! Lo necesitas.
Mientras se venía, se abrazó fuertemente a mi cuerpo, para acabar relajándose, mirándome fijamente a los ojos mientras finalizaba su orgasmo. Acerqué mi boca y volví a besarla. En ese momento, ella apreció mi erección, y su manita rápidamente se abalanzo hacia ella alcanzando mi hinchazón, que ya se marcaba ostensiblemente en mi pantalón.
Me di cuenta que la joven estaba acalorada, y mostraba la ansiedad en su cara. Pronto bajó el cierre de la bragueta para extraer mi falo, endurecido y con una notable erección. Vanesa observó mi tranca, abriendo sus ojos con agitación, al tiempo que le susurre ¿mira cómo me la has puesto de nuevo?
Sin contestarme, su manita, rápidamente comenzó a manosear mi verga, como si fuera la primera vez. La joven tras tanto tiempo, volvió a tener en su mano mi pene, envarado, erecto, sumamente endurecido, notando como los latidos de su corazón volvieron a incrementarse mientras acariciaba mi falo. Mirándome a los ojos, con carita de auténtica loba en celo, me dijo: uhm suegro… “la sigue teniendo tan grande”….
Le iba a contestar, cuando en ese momento, escuchamos la llamada de mi mujer. ¡Que inoportuna! me dije. Al instante, nerviosos y repusimos nuestra indumentaria. Yo le dije que no se preocupara, que yo iría a ver que quería mi esposa, para que ella pudiera asearse en el baño.
Fui hasta el dormitorio de mi esposa, intentando rebajar mi estado de agitación, evitando que pudiera percatarse de mi erección. Luego la llevé al baño, ya que necesitaba orinar. Ese día, me quedé con las ganas. Al rato llegó Martín, y luego tras cenar, ambos se marcharon.
En lo noche estuve a punto de marchar al baño y masturbarme. Pero, me contuve. Intuía que aún podía volver a poseer a la mujer de mi hijo. Lo acontecido en la cocina, me reveló que aquella joven seguía añorando mi verga. Y eso abrigó mis esperanzas.
Al día siguiente, como esperaba, algo más temprano que el día anterior, hizo su aparición Vanesa. Portaba una blusa, y una falda, algo más corta que lo habitual, pero que le quedaba de maravilla. En cuanto tuve ocasión, la tomé entre mis brazos y volví a besarla ardientemente. Pese a que me respondió, me detuvo, diciendo: Oh suegro… parase… ¡que puede vernos tu esposa!
No obstante, percibí algo extraño al besar a la joven. Esa tarde, note un intenso calor en su boca, y hasta diría que la temperatura de su cuerpo parecía haber aumentado. La encontré tan receptiva, que deduje que aquella joven estaba anhelando que la volviera hacer mía. De hecho, sus miradas, lo decían todo.
Tras recoger la cocina, Vanesa me hecho unas miradas sumamente excitantes, para luego decirme que marchaba para la azotea a poner una lavadora, y tender la ropa. Mientras me lo decía, observé como me volvía a mirar. Su cara transmitía lujuria. De hecho, vi cómo antes de comenzar a subir la escalera, se giró para volver a mirarme, llevando en su mano el cesto de la ropa sucia.
No me lo pensé dos veces. Tenía que ir a su encuentro. Terminé de dar de merendar a mi esposa, y le dije: voy a subir a la azotea para ayudar a Vanesa. Hay mucha ropa sucia acumulada. ¿Si necesitas algo me llamas al móvil?
Mi esposa no hizo comentario alguno, asintiendo con la cabeza. Con suma agitación, me dirigí a la azotea de la casa, donde tenemos el lavadero y el cuarto de planchar la ropa. Al llegar observé que Vanesa estaba tendiendo la ropa en el tendedero. Al ver que me acercaba note su agitación y nerviosismo. Cuando llegue a su lado sonriente, me dijo: ¡que loco es suegro! ¿Cómo se ha atrevido a subir?
-Tenía que ayudarte. ¿ No iba a dejar que tendieras sola toda la ropa? Le conteste con una sonrisa.
La ayude a terminar de tender la ropa, y luego entramos dentro del cuarto de lavar. Por las miradas de la joven me di cuenta que estaba esperando que volviera acariciarla. Y así lo hice. Vanesa estaba esperando mi reacción, ya que al momento correspondió a mi abrazo, volviendo a besarme, mostrándose bastante ardiente. La forma en que se estaba entregando la joven, me dejó agitado e intrigado. No paraba de besarme, apreciando nuevamente el intenso calor que desprendía, su boca, sus manos, su cuello.
No esperaba tanta receptividad. Esa agitación se incrementó al ver que fue la propia joven, la que rápidamente, retiró la camiseta de mi cuerpo, retirándomela por la cabeza, para luego besar mis pectorales, acariciando mi pecho, mirándome de reojo. Sus labios besaron mis tetillas, y luego mostrando una carita de nenita en celo, fue bajando hasta alcanzar los pantalones cortos que llevaba puestos, los cuales rápidamente me retiró. Al momento me quedé únicamente con el slip que ese día llevaba. Al ver la erección que mostraba en mi prenda interior, note la agitación de mi nuera:
uf suegro…¿Ya está así?. Pero, la joven quería ver más. Por ello de un tirón me bajó el slip, haciendo que mi pene saltará hacia delante mostrando una brutal erección. Oh joder…como la tiene… “que enorme” … exclamó al contemplar mi tremenda erección.
Sin pausa, tomó el falo en su manita, lo comienzo acariciar, mientras se fue acurrucando a mi cuerpo, diciéndome: ¿me estaba esperando, ¿verdad? ¿Estaba esperando la llegada de su nuera? ¿Por eso la tiene tan dura?
Al tiempo que manoseó mi pene de arriba abajo, desde la cabeza hasta la base, añadiendo: ¿así que quiere volver a clavarle todo esto, nuevamente a su nuera? Joder suegro…. ¡creo que la tiene más grande que nunca! - volvió añadir, observando con preocupación la dureza de mi vástago.
-¡No sabes cuantas ganas tengo!. ¿acaso no estas deseando que te abre el coñito con ella? Le dije, para calentarla más, al tiempo que, una de mis manos se dirigió a su entrepierna, logrando acariciar la tanguita que llevaba puesta. Uhm ¡veo que estas tremendamente mojada.!
Sin responderme, continuó acariciando mi verga, logrando echar la piel hacia atrás, dejando mi falo totalmente descapullando. Al ver el glande en toda su plenitud, con la hendidura que lo atravesaba, grueso y resplandeciente, me dijo: Oh suegro, ¿no creo que esto me vuelva a entrar? ¡Estoy segura que se me ha vuelto a cerrar el hueco!
-¡Seguro que volveremos abrirlo!. Ya verás como vas a disfrutar cuando la tengas dentro. - le respondí, al tiempo que le bajé su tanga, volviendo a ver el monte de venus de la joven, y sus labios vaginales bastante lubricados.
Me di cuenta que se había recortado un poco el vello, pero mantenía aún una buena cantidad del mismo alrededor de sus labios vaginales. Sin demora, abrí aquellos con mis dedos, alcanzando el interior de la ranura de su vagina. La nuera estaba muy bien lubricada.
Observé el lugar, intentando buscar un sitio que me permitiera tomar de nuevo a la joven. El lugar no era muy acogedor para tal menester, pero pronto localice una silla, donde había amontonada ropa recién lavada. Sin pérdida de tiempo, la retiré colocándola sobre lo alto de la propia lavadora. Entonces, procedí a sentarme, dejando mi cipote enfilado hacia arriba, diciéndole: anda preciosa. Ven aquí, … ¡ve sentándote sobre mi pene! ¿Se que necesitas clavártelo con urgencia?
La joven, me miro extasiada, con manifiesta agitación, exclamando: Uf suegro de verás: ¡la tiene a reventar! De hecho, se acercó, tomó mi verga de nuevo, la acarició, diciéndome: Ay suegro. ¡Deberíamos hacerlo con condón! Hoy me siento muy caliente. Creo que estoy en mis días fértiles.
La confesión de la joven me volvió agitar. Pero, “dude que fuera cierto”. Ya había comprobado en otros momentos, que, para encelarme, me había dicho lo mismo. Por ello, ciertamente pensé que era un farol de la joven.
No obstante, a fin de aumentar el morbo y seguirle la corriente, le dije: ¿de verdad estas ovulando? Uf Vanesa, pues, ¿no creo que te vayas a escapar de una buena corrida dentro? Ya has visto que los tengo bien repletos. Te voy a regar por dentro nuevamente. ¡Se que lo estas deseando!
Oh suegro. Que loco esta. ¿Y si me deja embarazada? Me contesto mordiéndose el labio. ¿No le importa que sea la mujer de su hijo? me pregunto con cierto rintintin, agitada, toqueteando mi pene, comprobando que con la conversación se había puesto más fierro, para terminar, exclamando: Oh joder…. ¿Creo que no le va a importar preñar a la mujer de su hijo?. ¡No pensé que fuera tan degenerado!
Yo seguí pensando que todo era una invención de la misma, para ponerme a punto como en otras ocasiones. De hecho, ese tipo de conversaciones no solía poner a ambos en órbita. Y esa fue la convicción tuve esa tarde.
Mi agitación se incrementó, cuando vi que la joven procedió a retirarse su braguita, para acercarse más, y colocarse a ambos lados de mis piernas, hasta terminar situándose a la altura de mi pene. Tomó el mismo, y lo comenzó a embadurnar con sus fluidos, a fin de facilitar la penetración. Luego, respirando agitadamente, comenzó a dejarse caer.
Al instante percibí nuevamente la estrechez de la joven. No me lo podía creer, era como si su vagina hubiera vuelto a cerrarse. Pese a que al principio le costó un poco, pronto mi falo comenzó abrirse camino, pero como en otras ocasiones, a mitad de recorrido quedó como encajado. Era como su no pudiera continuar, ni tampoco sacarla. Por otro lado, me sorprendió el calor que desprendía su vagina. Muy superior al de otras veces. Por mi cabeza discurrió el pensamiento: ¿Y si de verdad está en sus días fértiles? No quise pensar más en ello. Quería clavar a la joven, y esa idea me hizo olvidar ese tipo de precauciones.
Mi pene parecía estar estancando. Su coñito ni bajaba ni subía. Aquel hueco parecía haberse cerrado nuevamente. Pero, me mantuve firme, quieto dentro de ella. Tenía enterró mi falo hasta la mitad. Sentí la respiración de la joven golpeándome el oído, agitada ante la invasión de mi falo, que parecía llenarla. Mi tranca palpitaba dentro de la joven. Agitada, me miró con cara de lujuria, pero igualmente de dolor. Comenzó a gruñir, gimiendo al ver que le costaba clavarse mi pene nuevamente.
-Oh D. Néstor, ¿ya le dije que se me había vuelto a cerrar? ¡No va a entrar! - me susurró al oído, con agitación, nerviosa ante el hecho de que pareciera no entrarle más.
-Relate preciosa. ¡Claro que entrara! No tengas prisa…verás que tu coñito se la comerá toda- le conteste intentando tranquilizarla.
Mi sorpresa era comprobar que la concha de la nuera, parecía estar quemando. Ante mis caricias, se fue aflojando, percibiendo como mi miembro empezó a moverse nuevamente, y volvía a entrar un poco más. Era una sensación sumamente placentera sentir el roce de las paredes vaginales de la joven, comprobando que mi verga resbalaba entrado otro poco más en cada movimiento.
-¡Oh suegro me va a terminar de reventar!. La tiene muy grande hoy. – Me dijo, emitiendo un gemido placentero al verse invadida por mi poderoso falo, sintiendo que le costaba entrar.
Hizo movimientos para subir un poco más, tomando impulso para volver a dejarse caer, viendo que la obstrucción cedía y entraba otro poco más, de forma lenta y precisa. Se paró para respirar, ya que parecía faltarle el aire. Luego decidió continuar, paso a paso, hasta que el empuje se fue haciendo más profundo entre los gritos y lamentos de mi nuera. Sentía las contracciones de su vagina, que motivaron mas a mi pene, que pareció crecer como consecuencia de dichas contracciones. Pero, aún le quedaba un poco. Se lo susurre con total descaro acercándome, diciéndole seductoramente: ya te falta poco. ¡Un empujón más y la tendrás toda!
-Oh .. pero me está abriendo mucho. ¡Esta vez me va a romper de verdad! - me respondió, percibiendo con asombro, como mi ariete iba accediendo cada vez más. El estrechamiento de la joven, y la presión que ejercía había cedido, y parecía que la final la terminaría rompiendo por dentro.
Entonces, con decisión, tiré de su cuerpo hacia mí, sintiendo como mi falo se hundió totalmente en su vagina. Hasta el mismo fondo. Por fin su vagina se había tragado la totalidad de mi vástago. La joven se arqueó ante el dolor, reposando sus manos firmemente apoyadas en mis hombros, reflejando el dolor en su rostro.
Ya está toda. le dije para que se calmara. Tu coñito de la ha comido toda.
-oh pero me ha abierto toda. Me siento como rota por dentro. ¡Como si tuviera clavada una estaca!!
.Pronto se te pasara. Anda comienza a cabalgarme- le susurre.
Tras tomar respiro, ella misma comenzó a realizar los movimientos de subir y bajar, viendo como ante el frotamiento de las paredes vaginales con mi nabo, su lubricación interior aumento, pareciendo que iba cediendo el atasco. Pese a todo sus bufidos fueron manifiesto. Tras tomar confianza, se agarró a mis hombros, y comenzó a cabalgarme sin reservas. Sus movimientos se aceleraron, mientras gritabas descompuesta, alocada, percibiendo que comenzó a disfrutar. La mantuvo tomada por su trasero, tirando de ella hacia mí, lo que motivo que se contrajera, apretándose fuertemente a mi cuerpo, evidenciando su nueva venida. Esta vez con mi pene dentro. Subía y bajaba con una autentica amazona. Realmente aquella joven estaba disfrutando, ante el placer de cabalgar mi polla.
Mi nuera era un encanto de muchacha, que estaba mostrando una entrega total, disfrutando de aquella cogida, emitiendo gemidos placenteros, mezclados con auténticos gritos de gozo. Y por fin, entre alaridos de gozo alcanzo su orgasmo.
Tras ello la deje que se tomara un descanso. Pero, fue ella misma, la que continuó los movimientos. Vanesa estaba entregada, y parecía puro fuego. Se comenzó a mover con mayor rapidez clavándose y desclavándose mi verga. La joven se mantenía firme, montada sobre mis muslos, cabalgando mi fierro pene, como un autentica amazona. Me miraba con cara de auténtica lujuria, seductora, con aquella miraba que me enloquecía. A fin de ayudarla, le comencé magrear sus pechitos, apretándolos con fricción.
La sentí sumamente excitada. Cabalgó mi pene, subiendo y bajando sobre el mismo, quedándose quieta algunos instantes, para realizar movimientos circulatorios con su propio cuerpo, como si tratara de estrujar mi falo, para volver a continuar con los movimientos de subir y bajar. Tan agitada estaba, que tardó poco tiempo en alcanzar su segundo orgasmo. Mi joven nuera parecía una multiorgásmica. Tampoco volvió a reprimir sus gemidos, que parecieron auténticos alaridos de puro placer. Si había alguien en las azoteas colindantes, seguro que se habrían percatado.
Tras el mismo, mostrando su agotamiento, me dijo: Uf. Suegro… me he corrido mucho…. Y, acercándose a mi boca me besó, diciéndome: ¡¡me encanta su polla!!. “Estoy tan caliente que lo voy a dejar seco”.
- Ya veo nenita. ¿Veo que quieres más? ¿Quién te lo impide? Sigue así, vamos preciosa, sigue cabalgándome-le conteste tremendamente excitado ante la fogosidad de la joven.
Tuve claro que aquel polvo no se estaba pareciendo al de otras ocasiones. Mi nuera estaba más entregada, viendo que, disfrutando de la cogida como una loca, sin importarle gritar, pese a saber que nos hallábamos en la azotea de mi vivienda. Se pegaba a mi cuerpo, para sentirme. Me besaba, retorciéndose de placer, mientras subía y bajaba clavándose y desclavándose mi verga, ajena a toda, disfrutando el mucho placer que mi verga la estaba propinando a su coñito.
Sus constantes cabalgadas parecían no tener fin, hasta que llegó un momento en que no pudo más. Pero antes de rendirse, tuvo fuerzas para volver alcanzar una nueva venida. Al terminar este tercer orgasmo, la note derrotada, agotada al máximo. Poco a poco, se desclavó, mirándose la tremenda hinchazón en que quedaron sus labios vaginales, producto del frotamiento con mi macana.
Mi verga permaneció erecta hacia arriba, como un misil. No escapó a la visión de la joven que me miró lascivamente. ¿Oh D. Néstor aún sigue así?
Volvió a tocar mi pene, para luego bajar y volver a palpar mis testículos. Era algo que parecía estar deseando hacer desde el principio. Percibí su tremenda agitación mientras los tomaba en su mano. La ví exclamar: Uf… suegro. De veras… ¡Los tiene repletos! Sin parar de palpar mis bolas. Luego, me volvió a mirar preguntándome, con cara de auténtica putita: ¿Cuánto hace que no se corre?
-Mas de dos semanas. -le conteste al instante. Ya sabes que, con la operación de mi esposa, ni siquiera con ella he podido descargar. Y tampoco le estaba mintiendo.
-Pobrecito. Parece tenerlos bien repletos. ¿No querrá descargarlos en el coñito de su nuera verdad? Me preguntó agitadamente, mirándome de nuevo con su carita de auténtica nena.
- ¡Se que estas deseando que te vuelva a llenar con mi lechita! En el fondo quieres sentir como tu suegro te vuelva a regar por dentro. Le conteste, mientras, mientras la joven volvía a tomar mi verga en su mano.
Ante la colaboración de la joven, sin poder contenerme más, volví a recorrer con mi mirada el recinto, buscando un lugar donde poder clavar a placer a mi nuera. Observé la mesa donde normalmente mi esposa coloca la ropa después de planchar, viendo que una parte estaba libre, vacía. Tomé a la joven en brazos izándola y la llevé hasta sentarla encima de aquella. Percibí la agitación de a joven al ver cómo la recosté sobre la mesa, haciendo que se recargara en sus antebrazos, facilitando con ello, que quedara completamente abierta de piernas. Observé su preciosa vagina, sumamente lubricada tras sus anteriores orgasmos. La visión de su cueva hizo que mi pene, se increpara aún más. Lo tomé en mi mano y le di unas cuantas pasadas, dejándolo envarado al máximo.
Vi la carita de la joven, que mostraba ansiedad. ¡Aquella nena quería mi verga nuevamente! Era consciente de que mi falo ingresaría de nuevo en su coñito. Sin más pausa dirigí mi pene hacia su cueva. Al sentirlo de nuevo a las puertas de su vagina, Vanesa gimió. Pero, ese gemido se convirtió en alarido, sentir como mi falo de dos estocadas, terminó de penetrarla totalmente. La clavé con dureza. Volvía a estar como un toro.
-Oh suegro… despacio… oh que grande…. me dijo, agitada al ver como clavaba mi verga una y otra vez en su abierto coño.
La altura de la mesa era la adecuada, por lo que mi pene en posición perfecta para poder penetrar a la joven sin problemas. Empecé a moverme, penetrándola con lentitud para que sintiera la dureza de mi verga, pegando mis piernas para otorgarle mayor presión a mi pene. La tomé de las caderas, y comencé a clavarla una y otra vez, iniciando una frenética penetración. El calor de la vagina de mi nuera me tenía enloqueciendo. La joven comenzó a gemir a media que sentía cada una de mis embestidas: Oh si… oh…. ¡Como me abre! oooo
Me apoyé un poco sobre ella, para poder besarla en la boca mientras no paraba de embestirla. Estaba en la gloria, llevaba tanto tiempo sin follar que no me creía volver a gozar de aquella forma. Pero mis testículos estaban a reventar, y los notaba revolucionados ante tanta excitación. Me di cuenta que no iba a resistir más. De hecho, mi pene comenzó a hincharse dentro del coñito de la nuera.
Ella supo claramente que me iba a correr. Fue entonces cuando, me miró fijamente a los ojos diciendo: ¿se va a correr dentro verdad? ¡Sepa que va a preñar a la mujer de su hijo!
Me quede parado. Indeciso. Sabía que hasta la fecha era una forma de envalentonarme. A ambos nos gustaba la palabrería. Pero, que lo hiciera justo en ese momento, me dejo preocupado. No obstante, le dije: ¿No te vas a quedar sin mi lechita? Los tengo tan cargados que te voy a regar completamente.
-A que espera cabronazo. Vamos… “preñe a la mujer de su hijo”. me dijo con agitación, y con cara de autentica lujuria, al tiempo que vuelve a reiterarme: “Quiero que me deje embarazada”. Su hijo no puede o no quiere…¡préñeme Vd! No comprendía sus palabras. De hecho, esa tarde la había sentido tan caliente y fogosa que me sorprendió.
No pude por menos que preguntarle: Vanesa. ¿Lo dices en serio? ¿estas ovulando?
Ella afirmó con la cabeza. Al tiempo que se incorporó abrazándome más, abriéndose completamente para que mi verga le entrara bien adentro. No supe reaccionar. No sabía si decía la verdad o no. Mi semen estaba a las puertas, emergía ya por la Ureta y no iba a poder parar. La nueva petición de la joven me desarboló: “préñeme… “preñe a su nuera”… ¿se que desea hacerlo?… vamos hágalo… lléneme”
-¿Quieres que te preñe?. Oh Vanesa…ahí te va mi lechita… o….oo siii me vengo… grite, enloquecido ante la petición de la mujer de mi hijo, sin ganas ni tiempo para pensarlo más. Mi pene, encabritado comenzó a lanzar sus primeras lechadas, viendo como vibraba dentro de la vagina de la joven, soltando una y otra vez mi lechita como un auténtico surtidor. Me estaba volviendo a correr dentro de mi nuera, y esta vez parecía poder tener consecuencias inesperadas: Oh si nena ábrete bien para poder regarte …. Oooo siii
La joven se abrazó más, fuerte, sujetándose, aguantando estoicamente mis embestidas, abriéndose cuanto pudo, para recibir profundamente mi verga y mi semen. Mientras me venía escuche que me decia: Oh si lléneme… oh como lo siento….. me llena….ooo
Perdí la noción del tiempo y del lugar. Mi eyaculación estaba siendo tan copiosa que hasta sentí cada una de mis lechadas. ¡Y fueron bastantes! Terminé casi derrotado, apoyándome sobre la joven, aún con mi verga totalmente ingresada en su vagina. Note la cara de satisfacción de la joven, quien me tomó del cuello y me comenzó a besar ardientemente, diciéndome: Uy D. Néstor ¿dónde tenía tanta leche acumulada? Esta vez me ha llenado bien.
Cuando extraje mi falo de su ultrajado y abierto coñito, observé que estaba intensamente enrojecido por la penetración, al tiempo que brotó algunas gotas de mi semen. Ella tomó los restos en su mano, y me dijo: ¡seguro que esta vez me ha dejado embarazada!
Me quede nuevamente paralizado: -¿Pero de verdad estas ovulando? -le pregunté con verdadera cara de sorpresa. Todavía me había quedado alguna duda de que no fuera cierto: ¿No me digas que esta vez era verdad?
Me miró fijamente a la cara, y algo enrojecida me contesto: ¡estoy segura! Esta mañana me tomé la temperatura y sé que estoy en mi mejor momento.
Me volví a quedar de piedra. ¿Entonces era verdad? No supe que contestarle. Posiblemente había embarazado a la mujer de mi propio hijo.
Ella no obstante, me abrazó y me dijo cariñosamente: no tiene por qué preocuparse. ¡Su hijo no lo sabrá! ¡Nadie lo sabrá! Sabe que su hijo no pone empeño, ¿creo que no puede o no quiere? Además, suegro, nuestro hijo tendrá los mismos genes de ambos.
-Pero… Vanesa. Es una locura. Si se enteran nos matan, nos crucifican a los dos. - le conteste aturdido.
Aun sin salir de mi asombro, comenzamos a vestirnos, dado que estábamos en la azotea y mi esposa podría estar llamándonos. Ya tendría tiempo de asimilar todo lo ocurrido, y pensar en las consecuencias.
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