Tailandia

Cjbandolero

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Este relato es la historia de un forero, es una mezcla de realidad y una fantasía que tiene, espero que guste.


Capítulo 1

El sonido del claxon de un camión reverberaba en la inmensa nave del almacén logístico. Era un espacio frío, con altos estantes metálicos que parecían tocar el techo. El movimiento de palets y carretillas elevadoras componía una sinfonía rutinaria que Dani ya apenas percibía. Había llegado temprano, como siempre, vistiendo el uniforme de la empresa, con su chaqueta azul oscura y el nombre bordado en el pecho. A sus 30 años, la rutina había dejado de ser una molestia para convertirse en algo casi reconfortante. Sabía exactamente qué esperar de cada día.

—¡Dani! —La voz ronca de Ramón resonó desde el otro extremo del pasillo—. ¿Cuántas cajas te faltan para acabar ahí? No vamos a estar aquí toda la noche.

Dani levantó la mirada de la pantalla de su PDA y sonrió. Ramón, con sus 64 años y el cabello encanecido que apenas cubría su cabeza, caminaba hacia él con la calma de alguien que sabía que el mundo no iba a cambiar si un paquete llegaba tarde.

—Tranquilo, Ramón. Apenas llevo una docena —respondió Dani, dejando la PDA sobre una caja mientras estiraba los brazos.

—Eso pasa por ser tan meticuloso. A tu edad, yo ya había terminado y estaba en el bar con una caña en la mano. —Se rió, una carcajada profunda que le hizo toser ligeramente.

—No sé cómo hacías para que no te pillaran —bromeó Dani, mientras cargaba otra caja en la cinta transportadora.

Cuando el turno terminó, Dani salió del almacén sintiéndose más cansado de lo habitual. El aire fresco de la mañana le hizo bien mientras caminaba hacia su coche, un viejo utilitario que se había convertido en su compañero fiel. El trayecto a casa era breve, pero suficiente para despejar su mente del caos del almacén. Al abrir la puerta de su apartamento, el aroma del café llenaba el ambiente. Vero estaba sentada en el sofá, con el portátil en las piernas y el cabello recogido en un moño desordenado. Llevaba una camiseta amplia que apenas cubría sus muslos y unas gafas que solo usaba cuando trabajaba. A sus 28 años, había algo en su manera de moverse, en su elegancia despreocupada, que siempre lograba desarmar a Dani. Vero es una chica morena muy delgada y sin apenas pecho pero eso a Dani le da igual, en ella encontraba no solo a una mujer con quien compartir su vida, sino toda una compañera fiel en quien apoyarse tanto en los buenos como en los malos momentos.

—¿Cómo te fue? —preguntó sin levantar la vista de la pantalla.

—Lo de siempre. Ramón se pasó media noche contándome sus batallas del trabajo. —Dani dejó las llaves sobre la mesa y se acercó a ella, besándola en la mejilla antes de desplomarse en el sillón frente a ella.

Vero soltó una risita ligera. —Ese hombre no cambia, ¿verdad? Siempre que voy al almacén, me mira como si estuviera en un concurso de belleza.

Dani notó el tono divertido en su voz, pero no pudo evitar el ligero calor que se instaló en su pecho. Había algo en cómo lo dijo, algo que despertó una punzada de celos mezclados con… ¿excitación? Sacudió la cabeza, apartando el pensamiento.

—Es Ramón. Mira a todo el mundo igual. —Intentó sonar despreocupado mientras encendía el televisor, pero no pudo evitar robarle una mirada a Vero.

Ella tenía esa habilidad de estar concentrada en su trabajo y, al mismo tiempo, irradiar una sensualidad natural. Dani nunca había dejado de desearla, aunque últimamente sentía que sus encuentros eran más predecibles, como si la chispa estuviera encerrada en la monotonía del día a día.

—¿Qué tal tu día? —preguntó él, tratando de cambiar el rumbo de sus pensamientos.

—Lleno de llamadas y correos interminables. —Cerró el portátil y lo dejó sobre la mesa—. Creo que necesito un descanso.

Se levantó del sofá y se estiró, dejando al descubierto un poco más de piel de la que su camiseta ocultaba. Dani la observó, fascinado por la naturalidad de sus movimientos, y sintió una punzada de culpabilidad. ¿Por qué su mente volvía una y otra vez a las miradas de Ramón?




Unos días después, Vero pasó por el almacén para llevarle a Dani la cena que había olvidado en casa. Era algo que solía hacer de vez en cuando, y siempre recibía las bromas de los compañeros de trabajo, que le decían que era un hombre afortunado. Pero ese día, Dani notó algo diferente. Ramón estaba cerca, conversando con otros compañeros, cuando Vero entró. Dani la vio avanzar entre los pasillos con su vestido de verano ligero que tanto le gustaba. Ella sonrió al verlo y levantó la bolsa de papel.

—Se te olvidó esto. —Su voz sonaba ligera, como si no estuviera consciente de las miradas que atraía.

Dani la recibió con un beso en la mejilla y un “gracias”, pero no pudo evitar fijarse en Ramón, que la observaba desde la distancia. La mirada de Ramón no era lasciva, pero había algo en su intensidad que hizo que Dani sintiera una extraña mezcla de emociones. Cuando Vero se despidió y salió del almacén, Ramón se acercó con una sonrisa ladeada.

—Tu chica es un espectáculo, Dani. —El tono era amistoso, pero Dani sintió la profundidad detrás de las palabras.

—Sí, lo es. ¿Está buena eh?—Intentó sonar casual, pero algo en su interior se removía porque le encantaba que miraran a su novia.

El resto de la noche, las palabras de Ramón resonaron en su mente. Recordó las historias que le contaba, la forma en que hablaba de las mujeres de su pasado. Y, por primera vez, se permitió reconocer lo que siempre había estado latente: la idea de Vero en los ojos de otro hombre, en los ojos de Ramón, le provocaba una extraña mezcla de celos, deseo y algo que no podía nombrar. Cerró los ojos y, por un instante, dejó que su mente jugara con la idea. Ramón, con su mirada segura, sus manos experimentadas, y Vero, respondiendo a algo que él nunca había imaginado. El pensamiento lo perturbó y lo excitó al mismo tiempo. No sabía hasta dónde lo llevarían esas ideas, pero ya no podía ignorarlas. Algo había despertado en él, algo que cambiaría todo.



Esa noche del fin de semana de sus días libres después de la cena, Dani se acomodó en el sofá con el mando del televisor en la mano, mientras Vero se retiraba al dormitorio. Había algo diferente en el aire, un peso que sentía en el pecho desde que vio la mirada de Ramón hacia ella. No era la primera vez que lo notaba, pero esta vez se quedó grabada en su mente de una forma que no podía sacudir. Pasó los canales sin prestar atención, dejando que el ruido llenara el silencio del apartamento. Cerró los ojos un instante, pero en lugar de relajarse, su mente lo arrastró de vuelta al almacén. Pudo ver con claridad la escena de Vero caminando entre los pasillos, el vestido moviéndose con cada paso. Recordó la mirada de Ramón, esa mezcla de deseo contenido y admiración. Dani suspiró, apagó el televisor y se levantó. Se dirigió al baño, buscando despejarse con agua fría, pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen volvía, más viva, más intensa. Se inclinó sobre el lavabo, dejando que el agua corriera entre sus manos, y alzó la vista hacia el espejo. Allí, en la penumbra del baño, se enfrentó a sí mismo, al calor que sentía en el cuerpo y a la maraña de pensamientos que lo envolvían. Era como si algo dentro de él, algo que había mantenido cuidadosamente bajo control, estuviera exigiendo ser liberado. La idea era absurda, se repetía. Pero en el fondo sabía que no lo era. Se secó las manos con rapidez y caminó hacia el dormitorio, con pasos silenciosos. Vero dormía profundamente, envuelta en las sábanas, con el rostro relajado y sereno. Dani la miró durante unos instantes, debatiéndose entre la culpa y el deseo.

Se dirigió al salón, cerrando la puerta del dormitorio con cuidado. En la oscuridad, se dejó caer en el sofá, el corazón latiendo con fuerza. Permitió que las imágenes volvieran a su mente, esta vez sin luchar contra ellas. Imaginó a Ramón, su mirada recorriendo cada curva de Vero mientras ella, segura y provocativa, se entregaba al juego. La escena se dibujaba con una claridad que lo asustaba y lo excitaba al mismo tiempo. Dani bajó una mano, deslizando los dedos por el borde de su pantalón mientras dejaba que la fantasía se desplegara por completo. Vero, con su vestido sonriendo con picardía; Ramón, acercándose con una mezcla de urgencia y control. Se imaginaba que Ramón se acercaba su novia y metía sin reparo la mano por debajo del vestido para tocar su culo y ella en vez de reprochárselo se dejaba, pero no solo eso, se imaginaba a su novia subida encima de Ramón con su polla metida en su coño gimiendo mientras él lamía sus pequeñas tetas y la follaba con deseo. Cada detalle era vívido: el brillo en los ojos de ella, la forma en que su cabello caía sobre sus hombros, la respiración pesada de Ramón. La sensación lo invadió con una intensidad que lo dejó sin aliento. Dani se entregó al momento, dejando que el deseo lo dominara. Se masturbaba con calma disfrutando del momento hasta que se corrió. Cuando finalmente se detuvo, apoyó la cabeza contra el respaldo del sofá, intentando recuperar el aliento. El silencio de la habitación era ensordecedor. El remordimiento llegó como una ola inesperada. Se cubrió el rostro con las manos, susurrando para sí mismo:

—¿Qué coño estoy haciendo?

Pero aunque se sintiera culpable, no podía negar que algo había cambiado en él. La fantasía, que antes parecía una idea lejana e inofensiva, ahora tenía un peso real. Era como si, al darle vida en su mente, hubiera abierto una puerta que no sabía cómo cerrar. Regresó al dormitorio con pasos pesados, cuidando de no hacer ruido. Se deslizó bajo las sábanas junto a Vero, que se movió ligeramente, murmurando algo en sueños antes de acomodarse nuevamente. Dani se quedó despierto por un rato, observando cómo la luz de la luna iluminaba su rostro. Pensó en lo que significaba todo esto, en cómo afectaría su relación si alguna vez confesaba lo que sentía. Pero en ese momento, no tenía respuestas. Solo sabía que no podía ignorar lo que había comenzado a desear.



El reloj marcaba las dos de la madrugada. Dani seguía despierto, mirando al techo como si pudiera encontrar ahí las respuestas a las preguntas que lo atormentaban. La respiración tranquila de Vero a su lado era un recordatorio constante de lo que tenía y, al mismo tiempo, de lo que podía perder. Su mente volvía una y otra vez a las imágenes que lo habían consumido en el salón. No se trataba solo del deseo. Había algo más profundo, algo que le costaba admitir incluso en la soledad de sus pensamientos: la necesidad de romper con la monotonía, de descubrir hasta dónde podían llegar sus propios límites.

“¿Y si todo esto es solo una fantasía pasajera?” se preguntó. Pero no podía convencerse. La intensidad con la que lo había vivido, la forma en que su cuerpo había reaccionado, le decía que había algo más, algo que no podía ignorar. Miró a Vero, a su rostro tranquilo y perfecto bajo la luz tenue que se filtraba por las cortinas. Ella era todo lo que había deseado alguna vez: inteligente, hermosa, apasionada. Pero ahora, su imaginación había empezado a llevarla a lugares que nunca antes habría considerado. ¿Qué diría ella si supiera lo que pasaba por su mente? Dani cerró los ojos, tratando de acallar el torbellino de pensamientos. “Esto no tiene que significar nada”, se dijo, aunque sabía que se estaba engañando. Ya significaba algo. Lo sentía en cada fibra de su cuerpo, en cada susurro de su conciencia que le recordaba lo lejos que había llegado con sus propios deseos.

“Mañana será otro día”, se repitió, aunque no estaba seguro de cuánto podría cambiar el amanecer. La rutina volvería, claro, con sus horarios y su previsibilidad. Pero algo había cambiado dentro de él, algo que no sabía si podía deshacer. Mientras el sueño finalmente lo vencía, una última imagen cruzó su mente: Ramón, con su sonrisa confiada, y Vero, entregándose a algo más grande que ellos dos. Y en el fondo, la certeza de que ese pensamiento, por más que intentara ignorarlo, ya no lo abandonaría.


Continuará….
 
Mucho me temo lo que va a pasar, además de que está cantado por la categoría en la que está.
Yo no soy partidario de estas cosas pero si es lo que quiere el....
Estás cosas las carga el diablo y son ganas de complicarte la vida.
 
Capítulo 2


La noche caía lentamente sobre el apartamento. Dani estaba sentado en la mesa del comedor, jugueteando con un vaso de cerveza medio vacío, mientras Vero lavaba los platos en la cocina. La luz tenue de la lámpara proyectaba sombras suaves en las paredes, creando un ambiente íntimo pero cargado de algo que Dani no podía describir. Desde que Ramón había dejado aquel comentario sobre Vero, esa idea lo había estado consumiendo.

“Es ahora o nunca”, pensó, tomando un sorbo de vino para darse valor.

—Vero —dijo finalmente, con la voz más firme de lo que se sentía—. Quiero hablar contigo de algo importante.

Ella se giró, con las manos mojadas y una ceja levantada en un gesto de curiosidad.

—¿Tan serio es? —preguntó, secándose las manos con un paño.

Dani asintió, señalándole que se sentara frente a él. Ella lo hizo, dejando el paño sobre la mesa, y lo miró con una mezcla de interés y preocupación.

—¿Qué pasa? —preguntó finalmente.

Él bajó la mirada hacia el vaso, girándolo entre sus manos, buscando las palabras adecuadas.

—Es algo que… he estado pensando últimamente. —Hizo una pausa, sintiendo cómo el calor subía a su rostro—. Quiero que hagamos algo… diferente, algo para salir de la rutina.

Vero frunció ligeramente el ceño, pero no interrumpió. Esperó, dándole espacio para continuar.

—Sabes que Ramón se jubila pronto, ¿no? —empezó Dani, intentando rodear la verdadera intención de su propuesta—. Ha sido un buen compañero para mí, y estaba pensando en hacerle un regalo… algo especial.

—¿Un regalo? —repitió ella, claramente confundida—. ¿Qué clase de regalo?

Dani tomó aire, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Era ahora o nunca.

—Una sesión de fotos. —Hizo una pausa, observando cómo Vero inclinaba ligeramente la cabeza, sin entender—. Pero no cualquier foto… fotos tuyas, sin ropa.

El silencio que siguió fue casi tangible. Vero lo miró, primero con incredulidad y luego con una mezcla de sorpresa y desconcierto.

—¿Estás hablando en serio? —preguntó finalmente, cruzándose de brazos.

Dani asintió, aunque sintió que su voz lo traicionaría si intentaba hablar.

—¿Fotos… desnuda? —insistió ella, como si necesitara confirmarlo para asegurarse de que no había escuchado mal.

Él asintió de nuevo, tragando saliva.

Vero se reclinó en la silla, soltando una risa nerviosa. —Esto debe ser una broma.

—No lo es —respondió Dani rápidamente, intentando sonar más seguro de lo que se sentía—. Escucha, no es lo que parece.

—¿No es lo que parece? —repitió ella, alzando la voz ligeramente—. ¿Quieres que me desnude para que tu amigo… qué, se quede con un recuerdo?

—No es solo eso —dijo Dani, sintiendo cómo las palabras se atropellaban en su boca—. Es algo que me excita… la idea de que te vea.

El ambiente en la habitación cambió al instante. La incredulidad de Vero dio paso a una expresión más seria, casi fría.

—¿Te excita? —preguntó, su tono cargado de incredulidad y una pizca de enfado—. Dani, esto es… no sé ni qué decir.

Dani sabía que estaba caminando por una cuerda floja, pero no podía retroceder ahora. Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.

—Vero, escúchame. No quiero que pienses que esto es algo vulgar o degradante. Para mí, es… no sé cómo explicarlo. Es una forma de explorar algo diferente, algo que podría acercarnos más.

—¿Acercarnos más? —repitió ella, arqueando las cejas—. ¿Cómo se supone que esto nos acercaría?

—Porque sería algo que compartimos, algo íntimo. —Dani buscaba desesperadamente las palabras adecuadas, sintiendo que cada segundo que pasaba estaba perdiendo el control de la conversación—. Solo quiero que lo pienses. No es una obligación, y si no te sientes cómoda, no lo haremos.

Vero lo miró fijamente, su expresión una mezcla de desconfianza y curiosidad. Finalmente, soltó un suspiro y se recostó en la silla.

—Esto es… inesperado, Dani. Nunca me habías hablado de algo así.

—Porque nunca había tenido el valor —admitió él, mirando hacia abajo—. Pero confío en ti, y creo que esto podría ser algo especial.

Ella permaneció en silencio durante lo que pareció una eternidad. Finalmente, apoyó la barbilla en una mano y lo miró con más suavidad.

—Si acepto, habrá reglas —dijo lentamente, como si estuviera midiendo cada palabra—. No quiero sentirme presionada, y esto tiene que ser algo que controlemos juntos.

Dani asintió rápidamente, sintiendo una oleada de alivio a la vez que el corazón se desbocaba en su pecho.

—Por supuesto. Lo que tú digas.

Vero suspiró, todavía visiblemente incómoda, pero algo en su mirada sugería que estaba dispuesta a considerar la idea.

—Quiero pensarlo bien, Dani. No me pidas una respuesta ahora.

—Tómate el tiempo que necesites —respondió él, aunque por dentro sabía que había dado el primer paso hacia algo que cambiaría su relación para siempre.

El día de la sesión llegó más rápido de lo que ambos habían anticipado. Dani preparó la habitación con cuidado: ajustó las luces para crear un ambiente cálido y acogedor, y colocó el móvil en el trípode, comprobando una y otra vez que todo estuviera perfecto. Vero estaba frente al tocador, maquillándose con movimientos lentos pero firmes. Su respiración era pausada, como si intentara calmarse antes de lo que estaba por hacer. Cuando finalmente salió del baño, llevaba un conjunto de lencería negro que acentuaba cada curva de su cuerpo. Los encajes eran delicados, apenas cubriendo lo justo, y Dani sintió que se le cortaba el aliento.

—¿Así está bien? —preguntó ella, cruzando los brazos frente a su pecho en un gesto que delataba su nerviosismo.

Dani asintió, tragando saliva.

—Estás… impresionante.

Al principio, las fotos fueron sencillas: poses naturales, miradas tímidas. Dani intentó hacerla sentir cómoda, guiándola con indicaciones suaves mientras observaba cada uno de sus movimientos a través del objetivo de la cámara. Pero a medida que pasaban los minutos, algo cambió. Vero comenzó a relajarse, moviéndose con más confianza, jugando con su cabello y dejando que su sonrisa aflorara de forma espontánea.

—¿Qué tal está quedando? —preguntó ella, girándose ligeramente para mirarlo por encima del hombro.

—Más de lo que podía imaginar —respondió Dani, su voz apenas un susurro mientras ajustaba el enfoque.

Ella soltó una risita nerviosa, pero no detuvo su progresión. Con movimientos calculados, se deshizo de los tirantes de su sujetador, dejándolo caer lentamente por sus brazos hasta que quedó completamente desnuda de cintura para arriba. Sus tetas, firmes y casi diminutas, quedaron al descubierto bajo la luz tenue de la habitación. Tenía los pezones pequeños, duros y enrojecidos. Dani capturó el momento, maravillado por la mezcla de timidez y audacia que irradiaba Vero. Era como si estuviera descubriendo una parte de ella que nunca antes había visto.

—¿Quieres que siga? —preguntó ella, con una mezcla de nervios y curiosidad en su mirada.

—Solo si tú quieres —respondió él, apartando un momento la cámara para mirarla directamente a los ojos.

Vero dudó un instante, pero finalmente se puso de pie. Con movimientos lentos, deslizó las bragas por sus muslos hasta que cayeron al suelo. Ahora estaba completamente desnuda frente a él, con la espalda recta y el mentón ligeramente alzado, como si intentara convencer tanto a Dani como a sí misma de que estaba en control de la situación.

—¿Así está bien? —preguntó, colocándose en el centro de la habitación.

Dani asintió, sintiendo cómo su pulso se aceleraba.

—Estás… increíble —logró decir, volviendo a levantar la cámara para capturar cada detalle: la forma en que la luz acariciaba su piel, los pequeños gestos que delataban su nerviosismo y la manera en que sus ojos se volvían más intensos con cada clic.

Las poses se volvieron más atrevidas a medida que Vero ganaba confianza. Se recostó en la cama, dejando que una mano descansara sobre su pecho y la otra jugueteara con el borde de las sábanas. Luego, con un movimiento pausado, separó ligeramente las piernas, dejando que su chochito perfectamente depilado quedara expuesto ante la cámara. Dani tuvo que contenerse para no temblar mientras capturaba ese momento. Había algo casi hipnótico en la forma en que ella se entregaba a la sesión, como si hubiera encontrado una especie de liberación en ese acto. Después hizo zoom para captar los detalles de su rajita, luego se puso a cuatro patas y fotografió su ojete y su coño abierto y húmedo. El pobre futuro jubilado no sabia la sorpresa que le esperaba. Cuando finalmente terminaron, Vero se levantó y se envolvió en una bata, sentándose en el borde de la cama mientras observaba las fotos en la pantalla de la cámara.

—Son… bonitas —dijo, sorprendida por el resultado—. Aunque todavía no estoy segura de lo que siento al respecto. Madre mía que vergüenza dijo en un tono distendido.

Dani se sentó a su lado, apoyando una mano en su rodilla.

—Lo que sea que sientas, es válido. Y recuerda, tú tienes el control. Después de que Ramón las vea, las borraré. No quedará ningún rastro de ellas.

Ella lo miró, evaluándolo por un momento, antes de asentir.

—Eso quiero. Esto fue… intenso, pero no quiero que estas fotos existan más allá de esto.

—Lo entiendo —respondió Dani, con sinceridad.

Vero se recostó en la cama, cerrando los ojos como si intentara procesar lo que acababa de hacer. Dani, mientras tanto, revisó las imágenes una vez más, maravillado por la mezcla de vulnerabilidad y fuerza que había capturado. Sabía que esas fotos no solo eran un regalo para Ramón, sino un testimonio de algo que apenas comenzaban a explorar juntos.


Continuará….
 
Capítulo 3


La noche había caído sobre el almacén. Solo el zumbido de las luces fluorescentes y el ruido ocasional de las máquinas rompían el silencio. Dani estaba en su estación habitual, revisando inventarios en la PDA, aunque su mente estaba en cualquier lugar menos allí. El teléfono en su bolsillo pesaba más de lo que debería, como si contuviera un secreto demasiado grande para llevarlo con tranquilidad. Ramón estaba cerca, apoyado contra una de las estanterías, fumando un cigarro clandestino. La rutina del turno nocturno le permitía cierta libertad que ambos disfrutaban. Dani sabía que era el momento perfecto, pero aun así dudaba.

Su teléfono vibró en el bolsillo, sacándolo de sus pensamientos. Lo sacó y leyó el mensaje de Vero:

“Buenas noches cari ¿Ya le has dado el regalo?”

La lectura hizo que el corazón de Dani se acelerara. No había hablado con ella sobre cuándo lo haría exactamente, pero la pregunta lo llenó de una mezcla de ansiedad y excitación.

Guardó el teléfono y respiró hondo antes de acercarse a Ramón.

—Oye, Ramón —dijo, intentando sonar casual—. Quiero mostrarte algo.

Ramón levantó la vista, expulsando una bocanada de humo antes de apagar el cigarro contra la pared.

—¿De qué se trata?

Dani sacó el móvil de su bolsillo y lo mostró.

—Es… un regalo de despedida. Algo que quiero que recuerdes cuando te jubiles.

Ramón frunció el ceño, intrigado.

—¿Y qué es? —preguntó con una sonrisa curiosa.

—Ven, vamos a la oficina. Será más fácil mostrarlo que explicarlo.

Ambos caminaron hasta la pequeña oficina del supervisor, vacía a esa hora de la noche. Dani encendió la pantalla del móvil y abrió la galería de fotos, mientras Ramón se sentaba a su lado, observándolo con interés. Cuando las primeras imágenes aparecieron en la pantalla, el ambiente en la habitación cambió por completo. Ramón se quedó en silencio, sus ojos fijos en la figura de Vero, que aparecía en la pantalla con el cabello suelto, vistiendo lencería negra.

—¿Esta… es Vero? —preguntó finalmente, su voz baja, casi un susurro.

Dani asintió, sintiendo cómo la adrenalina recorría su cuerpo.

—Sí. Quería darte algo especial. Algo que… —Hizo una pausa, buscando las palabras—. Algo que sé que apreciarás.

Ramón no respondió de inmediato. Su mirada seguía fija en las fotos, pasando de una a otra mientras su respiración se volvía más lenta, más profunda. Por fin llegaron a las imágenes donde Vero estaba completamente desnuda, allí estaba ella con sus pequeñas tetas al aire, o abierta de piernas enseñando su depilado coñito, o a cuatro patas donde se veía con total nitidez su ojete y su coño. Ramón apartó la vista por un instante, como si necesitara procesar lo que veía.

—Dani, esto… no sé qué decir.

—No tienes que decir nada —respondió Dani, intentando sonar más tranquilo de lo que se sentía—. Solo quería compartir esto contigo.

Ramón se reclinó en la silla, cruzando los brazos mientras miraba la pantalla con una mezcla de admiración y algo más profundo que Dani no podía identificar.

—Siempre he pensado que tu chica es increíble, pero… esto… —Se detuvo, como si no supiera si debía continuar.

—¿Te gusta? —preguntó Dani directamente, rompiendo el hielo.

Ramón lo miró, sorprendido por la pregunta, pero finalmente asintió.

—Por supuesto que me gusta. ¿Cómo no iba a gustarme? Es preciosa… y estas fotos… —Hizo una pausa, sacudiendo ligeramente la cabeza—. No sé cómo decirlo, son una puta pasada, que coño tiene tu niña.

Dani sintió una oleada de orgullo al escuchar esas palabras, pero también algo más oscuro: una satisfacción retorcida al ver la reacción de Ramón.

—Eso es lo que quería que sintieras —dijo finalmente, acercándose un poco más.

Ramón lo miró fijamente, y por un momento, el aire en la habitación pareció detenerse. Había algo en sus ojos, una mezcla de deseo y duda, como si ambos supieran que estaban cruzando un límite del que no podrían regresar.

—Esto es… demasiado, Dani. No sé qué decirte.

—No tienes que decir nada —respondió Dani, casi en un susurro.

Ramón volvió a mirar las fotos, y esta vez su mano se movió de forma casi inconsciente hacia su pantalón. Dani lo observó, su propia respiración acelerándose al ver cómo Ramón se dejaba llevar. No dijeron nada mientras Ramón se desabrochaba el cinturón y bajaba ligeramente el pantalón, sacando la polla dura y con un capullo rosado, una polla muy cabezona. Dani, incapaz de contenerse, hizo lo mismo, dejando que la tensión que había estado acumulándose encontrara una vía de escape. Dani no tenía mala polla, pero lo que destacaba era que la tenia muy gorda y eso a Vero le encantaba porque ella es estrecha y le encantaba sentir como se metía en su coño cuando follaban.

No cruzaron palabra mientras ambos se masturbaban frente a la pantalla, observando las imágenes de Vero. El silencio estaba cargado de algo que ninguno de los dos podía nombrar, una mezcla de excitación, culpa y complicidad que los unía de una forma que jamás habrían imaginado. Dani entonces abrió la cámara de su móvil y hizo una foto de las dos pollas duras para mandársela a su novia, para que viera como había gustado el regalo.

Dani no pudo resistirse a enviarle un mensaje a Vero. Seleccionó la foto que había tomado: él y Ramón sentados juntos con las pollas duras mirando las imágenes de ella, sus rostros iluminados por la pantalla del teléfono. Había algo íntimo y crudo en la escena, algo que Dani sabía que llamaría la atención de Vero.

Junto a la imagen, escribió:

—Le ha encantado el regalo. Mira como nos tienes.

Cuando Vero recibió la foto, estaba recostada en la cama, revisando su teléfono sin prestar demasiada atención. Pero al abrir el mensaje, su corazón dio un vuelco. La imagen tenía algo que la atrapaba: Ramón, con su mirada fija y seria, irradiaba una masculinidad que no podía ignorar. Y Dani, sentado junto a él, parecía cómplice de algo prohibido. Su primer impulso fue responder algo neutral, pero mientras sus ojos recorrían la foto de nuevo, sintió cómo una idea atrevida cruzaba su mente.

—¿En serio? —escribió de vuelta, fingiendo curiosidad.

Dani, que estaba esperando su respuesta con el corazón acelerado, le contestó rápidamente:

—No puede dejar de mirarte. Me dijo que eres preciosa. Que eres una putita.

Vero dejó escapar una pequeña risa mientras escribía:

—Seguro que está pensando en lo bien que me vería con él. En como me follaría.

Dani sintió un escalofrío al leer sus palabras. Su respuesta fue casi automática:

—¿Y tú? ¿Qué piensas?

Vero tardó más en responder esta vez. Su mirada volvió a la foto, deteniéndose en Ramón. Una buena polla tenía el abuelo, no tan gorda cómo la de su novio pero con un buen capullo.

—Pienso que tiene una buena polla.

Cuando Dani leyó el mensaje, su respiración se detuvo por un instante. La excitación lo golpeó de inmediato, y sus manos temblaron ligeramente mientras escribía:

—¿De verdad lo crees?

—Claro, me gusta su polla.

Dani sintió una oleada de deseo al ver cómo Vero cruzaba un límite que no esperaba. Sus palabras eran un reflejo de algo que él había soñado escuchar: que Ramón no solo era parte de su fantasía, sino que también comenzaba a ser parte de la de ella.

—Me excita mucho saber que te gusta imaginarlo —escribió él, sus dedos temblando mientras enviaba el mensaje.

La respuesta de Vero no llegó de inmediato, pero Dani no podía apartar la mirada de su teléfono, esperando algo que confirmara que su fantasía compartida se estaba haciendo aún más real.



Vero, sola en casa, dejó el teléfono a un lado tras enviar el último mensaje. Su respiración era un poco más rápida de lo normal, y su cuerpo parecía responder a algo que no podía ignorar. Se recostó en la cama, recordando las fotos que Dani había tomado de ella, las miradas de Ramón que Dani había descrito, y la imagen de ambos hombres juntos, haciéndose una paja con sus fotos compartiendo ese momento. Una mezcla de curiosidad y deseo comenzó a apoderarse de ella, y su mano se deslizó lentamente hacia su muslo mientras cerraba los ojos. Al principio, simplemente acarició la piel por encima de sus bragas, sus dedos trazando círculos suaves mientras sentía cómo el calor se acumulaba en su entrepierna. La tela ya estaba ligeramente húmeda, y Vero dejó escapar un suspiro mientras su cuerpo se relajaba bajo su propio toque. Lentamente, deslizó las bragas hacia un lado, permitiendo que sus dedos rozaran su piel desnuda. El contraste entre el aire fresco de la habitación y el calor de su cuerpo hizo que se estremeciera. Sus dedos se movieron con más confianza, explorando los pliegues húmedos de su rajita mientras un gemido bajo escapaba de sus labios.

—Ramón… —murmuró involuntariamente, su mente llena de imágenes del hombre mayor mirándola con deseo.

Sus dedos encontraron su clítoris, y comenzó a masajearlo con movimientos circulares, aumentando el ritmo mientras su respiración se volvía más pesada. La humedad en sus dedos creció, y el placer comenzó a construir una ola dentro de ella, lenta pero imparable. Con los ojos cerrados, imaginó las manos de Ramón sobre su cuerpo, su voz ronca susurrándole cosas al oído mientras la dominaba. El pensamiento la llevó al borde, y con un gemido ahogado, su cuerpo se arqueó mientras alcanzaba un orgasmo muy intenso. Quedó recostada en el sofá durante unos momentos, su pecho subiendo y bajando mientras trataba de recuperar el aliento. La sensación de lo que acababa de hacer todavía latía en su mente, y una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

—Esto es una locura… —murmuró para sí misma, pero no pudo evitar sentir que algo dentro de ella había despertado.


Cuando todo terminó, Ramón se recostó en la silla, cerrando los ojos por un momento mientras intentaba recuperar el aliento. Dani apagó la pantalla del móvil, guardándolo de nuevo en su bolsillo.

—Esto… queda entre nosotros, muchas gracias chaval por el regalo, menuda niña tienes en casa—dijo Ramón finalmente, con un tono firme pero no acusatorio.

—Por supuesto —respondió Dani, sin dudar.

Ambos salieron de la oficina sin decir nada más, cada uno perdido en sus propios pensamientos.



Cuando Dani llegó a casa esa mañana al finalizar el turno, encontró a Vero despierta, recostada en el sofá con un libro en las manos. Ella levantó la vista al escucharlo entrar, estudiando su expresión con curiosidad.

—¿Cómo fue? —preguntó, cerrando el libro y dejándolo a un lado.

Dani se sentó junto a ella, tomando su mano entre las suyas.

—Le encantó. No paraba de decir lo preciosa que eres.

Vero sonrió ligeramente, pero su mirada reflejaba algo más profundo.

—¿Estás bien, qué has sentido?, yo no sabia que hacer al ver las pollas—preguntó, inclinándose hacia él.

—Sí, más que bien. —Dani la atrajo hacia él, besándola con una intensidad que la tomó por sorpresa.

Ella respondió al beso, dejando que él la condujera hacia el dormitorio. Esa mañana, el ambiente estaba cargado de algo diferente, una energía que ninguno de los dos podía ignorar. Dani la empujó suavemente contra la cama, deslizándole la camiseta con rapidez y dejando al descubierto su piel. Sus manos recorrieron su cuerpo con urgencia, como si no pudiera contenerse.

—Eres increíble —susurró él, bajando los labios hasta su cuello mientras ella se arqueaba bajo su toque.

Vero lo miró con intensidad, sus ojos brillando bajo la tenue luz de la habitación. Había algo en su expresión, una mezcla de vulnerabilidad y deseo que lo desarmó por completo. Dani la volteó con ansia, colocándola a cuatro patas frente a él, y bajó sus pantalones mientras ella lo ayudaba a deshacerse de la ropa.

—Dani… —susurró ella, pero antes de que pudiera continuar, él la penetró de una sola vez, con una dureza que la hizo gemir al instante.

El ritmo que marcó era rápido, intenso, casi primitivo. Cada embestida llevaba consigo una oleada de deseo reprimido, de emociones que no podía expresar con palabras.

—Dime algo… —susurró él contra su oído, jadeando—. ¿Te imaginas que es Ramón quien está aquí contigo?

Vero se tensó por un momento, pero luego dejó escapar un gemido que resonó en toda la habitación.

—No sé… —murmuró, intentando contener su voz.

Dani la tomó por las caderas, inclinándose sobre ella para no dejarle espacio para escapar.

—Dímelo, Vero. —Su tono era más intenso, casi desesperado—. Dime que lo estás imaginando.

Ella cerró los ojos, perdiéndose en la sensación. La fantasía que ambos habían estado construyendo comenzó a tomar forma en su mente: la imagen de Ramón, con su mirada fija en ella, sus manos recorriéndola con la misma intensidad que ahora sentía en Dani.

—Sí… —susurró finalmente, casi sin voz—. Me imagino que es él. Quiero que me folle el viejo y se corra en mi rajita.

Dani dejó escapar un gemido bajo y aumentó el ritmo, perdiéndose en la imagen que ella acababa de confirmar. Sus manos se movieron por su cuerpo con más fuerza, recorriendo cada centímetro como si quisiera grabar ese momento en su memoria.

—Eres increíble… —murmuró contra su piel, besándola con una mezcla de ternura y urgencia.

Vero respondió a sus movimientos, entregándose por completo mientras sus pensamientos oscilaban entre la realidad y la fantasía. Sabía que estaba cruzando un límite en su mente, pero no podía detenerse. Había algo en la manera en que Dani la miraba, como si la viera por primera vez, que la hacía sentirse más viva que nunca. Cuando finalmente alcanzaron el clímax, Dani se derrumbó sobre ella, ambos jadeando mientras la habitación quedaba en silencio. Permanecieron así por un momento, sus cuerpos todavía temblando por la intensidad de lo que acababan de compartir.

—Esto… fue diferente —murmuró ella, girándose para mirarlo.

Dani sonrió, acariciando su rostro con suavidad.

—Joder que morbo.

Vero se acomodó contra su pecho, cerrando los ojos mientras él jugaba con su cabello. Pero incluso en ese momento de calma, ambos sabían que algo había cambiado. Habían cruzado un límite, uno que no podrían ignorar, y aunque no sabían a dónde los llevaría, tampoco parecían querer retroceder.


Continuará….
 
Están jugando con fuego y es evidente que va a follar con Ramón. Ellos sabrán.
 
Capítulo 4


La relación entre Dani y Vero había cambiado, aunque ninguno de los dos lo decía en voz alta. Desde la noche en que compartieron aquella fantasía sobre Ramón, Dani comenzó a introducir el tema de forma más abierta durante sus momentos íntimos. Al principio, eran comentarios sutiles, apenas insinuaciones, pero pronto evolucionaron en descripciones más directas que encendían una chispa distinta en ambos.

Una tarde, mientras Vero trabajaba frente a su portátil en el sofá, Dani se acercó con una taza de té en la mano y se sentó a su lado.

—¿En qué piensas? —preguntó él, dejando la taza en la mesa.

—En los correos que tengo que responder mañana —respondió ella, distraída, sin levantar la vista.

Dani sonrió, inclinándose hacia ella.

—¿Y si pensaras en algo más?

Vero alzó una ceja, girándose para mirarlo.

—¿Algo como qué?

Él mantuvo la mirada fija en sus ojos, su voz bajando a un susurro.

—Como en esa noche. Ramón, tú… lo que imaginaste.

Ella cerró el portátil de golpe, exhalando un suspiro cargado de nerviosismo.

—¿No vamos a dejarlo atrás? —preguntó, aunque no parecía enfadada, sino más intrigada que otra cosa.

Dani negó con la cabeza, tomándola de la mano.

—No quiero dejarlo atrás, Vero. Fue… increíble. Y sé que también lo fue para ti.

Ella dudó, su mirada desviándose por un momento antes de volver a él.

—Dani, no sé qué pensar. Esa noche fue… diferente. Me sentí extraña, como si estuviera haciendo algo mal, pero al mismo tiempo…

—¿Al mismo tiempo qué? —la animó él, acercándose un poco más.

Ella bajó la voz, casi avergonzada.

—Al mismo tiempo me sentí… deseada, poderosa. Como si todo girara en torno a mí.

Dani sonrió, acariciando su rostro.

—Porque era así, Vero. Todo giraba en torno a ti. Tú eras el centro de todo.

Ella lo miró, todavía insegura.

—¿Por qué te excita tanto esto, Dani? Nunca te había visto así.

Dani se recostó en el sofá, pensativo. Sabía que era momento de hablar con claridad, de confesárselo todo.

—Siempre he tenido esta fantasía, Vero. Desde que estoy contigo. Imaginarte con otro hombre… especialmente alguien mayor, más experimentado. No sé exactamente por qué, pero me enciende de una forma que nada más lo hace.

Ella lo miró en silencio, procesando sus palabras.

—¿Y siempre has pensado en Ramón?

—No —admitió Dani—. Pero él… no sé, verlo contigo, cómo te mira… Es como si fuera el indicado perfecto para esta fantasía.

Vero dejó escapar una pequeña risa nerviosa.

—¿Sabes lo raro que suena esto?

—Lo sé —respondió él rápidamente—. Pero no puedo evitarlo. Y sé que tú también sentiste algo esa noche.

Ella no respondió de inmediato, pero la forma en que su expresión cambió confirmó lo que Dani sospechaba.

—Dani… —comenzó ella, pero luego dudó, como si estuviera buscando las palabras adecuadas—. Esto me asusta un poco. No porque no confíe en ti, sino porque no sé hasta dónde quieres llegar con todo esto.

—Solo quiero que lo disfrutemos juntos —respondió él, tomando su mano entre las suyas—. No quiero que hagas nada que no quieras. Pero si estamos juntos en esto, si compartimos esta fantasía, creo que puede hacer nuestra relación más fuerte.

—¿Más fuerte? —repitió ella, incrédula.

—Sí. Porque estamos explorando algo juntos, algo que es nuestro.

Vero bajó la mirada, jugando con sus dedos.

—¿Y qué pasa si esto se sale de control? ¿Si me pierdo en esta fantasía?

Dani acarició su mejilla, obligándola a mirarlo.

—No te perderás, porque yo estaré contigo en cada paso. Esto no se trata solo de mí. También se trata de ti, de lo que te hace sentir viva.

Ella lo observó, sus ojos buscando alguna señal de duda en los de él, pero no encontró ninguna.

—Está bien —dijo finalmente, con un suspiro—. Pero necesito que me prometas algo.

—Lo que quieras.

—Prométeme que si en algún momento esto deja de sentirse bien para mí, lo detendremos. Sin preguntas, sin presiones.

—Lo prometo —dijo él, con una sinceridad que ella no podía negar.

Vero asintió, aunque su expresión seguía reflejando una mezcla de curiosidad y temor.

—Entonces… ¿qué hacemos ahora?

Dani sonrió, acercándose para besarla.

—Por ahora, solo disfrutemos el juego —susurró Dani contra sus labios antes de besarla con profundidad.

Vero respondió al beso, aunque todavía había un rastro de duda en sus movimientos. Sin embargo, cuando él la levantó del sofá y la llevó al dormitorio, algo en ella pareció soltarse. Sabía que no entendía completamente lo que Dani sentía, pero no podía negar que la intensidad con la que la miraba la hacía sentirse deseada de una manera nueva, casi embriagadora.

Esa noche, mientras hacían el amor, Dani volvió a introducir su fantasía, susurrándole al oído.

—Imagínalo, Vero… otro hombre, tocándote, haciéndote sentir como nunca antes.

Ella dejó escapar un jadeo, girando el rostro hacia él.

—¿Un hombre mayor? —preguntó en voz baja, probando el terreno.

—Sí —respondió Dani, con la respiración acelerada—. Alguien con experiencia, que te mire como yo te miro ahora… o incluso más.

Vero cerró los ojos, dejándose llevar por la imagen que él estaba creando. En su mente apareció la figura de un viejo, su mirada intensa y su actitud confiada. Aunque le costaba admitirlo, esa imagen la encendía de una forma que no había anticipado.

—Dani… —murmuró, entre jadeos.

—Dilo, Vero. ¿Te gusta imaginarlo?

Ella dudó por un momento, pero luego asintió, mordiéndose el labio.

—Sí… me gusta.

Dani intensificó sus movimientos, perdiéndose en la mezcla de deseo y fantasía que ambos estaban compartiendo. Para él, no había nada más excitante que escucharla admitirlo, que verla entregarse por completo a ese juego. Cuando ambos llegaron al clímax, quedaron tumbados uno junto al otro, con las respiraciones entrecortadas llenando la habitación.

—¿Qué está pasando con nosotros? —preguntó Vero en voz baja, todavía recuperándose.

Dani giró hacia ella, acariciando su rostro con ternura.

—Estamos descubriendo algo nuevo.

Ella no respondió, pero la pequeña sonrisa que apareció en sus labios le dijo a Dani que, aunque todavía tuviera dudas, también estaba disfrutando del camino que estaban recorriendo juntos.




Las semanas siguientes transcurrieron con más calma, aunque el juego que habían empezado a compartir seguía presente en sus vidas. Fue Vero quien propuso la idea de unas vacaciones, buscando escapar de la rutina y también de las tensiones que la relación había acumulado recientemente.

—He estado viendo algunos destinos —dijo una noche mientras cenaban—. ¿Qué te parece Tailandia?

Dani levantó la vista, sorprendido.

—¿Tailandia?

—Sí, he visto fotos de las playas, son paradisíacas. Creo que nos vendría bien alejarnos de todo por un tiempo.

Dani lo pensó por un momento antes de asentir.

—Suena perfecto.

Vero sonrió, aliviada de que él aceptara la idea.

—Entonces lo planearemos juntos.

Esa noche, mientras buscaban vuelos y hoteles, ambos sintieron una renovada emoción por lo que les esperaba. Lo que ninguno de los dos sabía era que aquel viaje sería el inicio de algo que cambiaría su relación de formas que aún no podían imaginar.


Continuará…
 
Capítulo 4


La relación entre Dani y Vero había cambiado, aunque ninguno de los dos lo decía en voz alta. Desde la noche en que compartieron aquella fantasía sobre Ramón, Dani comenzó a introducir el tema de forma más abierta durante sus momentos íntimos. Al principio, eran comentarios sutiles, apenas insinuaciones, pero pronto evolucionaron en descripciones más directas que encendían una chispa distinta en ambos.

Una tarde, mientras Vero trabajaba frente a su portátil en el sofá, Dani se acercó con una taza de té en la mano y se sentó a su lado.

—¿En qué piensas? —preguntó él, dejando la taza en la mesa.

—En los correos que tengo que responder mañana —respondió ella, distraída, sin levantar la vista.

Dani sonrió, inclinándose hacia ella.

—¿Y si pensaras en algo más?

Vero alzó una ceja, girándose para mirarlo.

—¿Algo como qué?

Él mantuvo la mirada fija en sus ojos, su voz bajando a un susurro.

—Como en esa noche. Ramón, tú… lo que imaginaste.

Ella cerró el portátil de golpe, exhalando un suspiro cargado de nerviosismo.

—¿No vamos a dejarlo atrás? —preguntó, aunque no parecía enfadada, sino más intrigada que otra cosa.

Dani negó con la cabeza, tomándola de la mano.

—No quiero dejarlo atrás, Vero. Fue… increíble. Y sé que también lo fue para ti.

Ella dudó, su mirada desviándose por un momento antes de volver a él.

—Dani, no sé qué pensar. Esa noche fue… diferente. Me sentí extraña, como si estuviera haciendo algo mal, pero al mismo tiempo…

—¿Al mismo tiempo qué? —la animó él, acercándose un poco más.

Ella bajó la voz, casi avergonzada.

—Al mismo tiempo me sentí… deseada, poderosa. Como si todo girara en torno a mí.

Dani sonrió, acariciando su rostro.

—Porque era así, Vero. Todo giraba en torno a ti. Tú eras el centro de todo.

Ella lo miró, todavía insegura.

—¿Por qué te excita tanto esto, Dani? Nunca te había visto así.

Dani se recostó en el sofá, pensativo. Sabía que era momento de hablar con claridad, de confesárselo todo.

—Siempre he tenido esta fantasía, Vero. Desde que estoy contigo. Imaginarte con otro hombre… especialmente alguien mayor, más experimentado. No sé exactamente por qué, pero me enciende de una forma que nada más lo hace.

Ella lo miró en silencio, procesando sus palabras.

—¿Y siempre has pensado en Ramón?

—No —admitió Dani—. Pero él… no sé, verlo contigo, cómo te mira… Es como si fuera el indicado perfecto para esta fantasía.

Vero dejó escapar una pequeña risa nerviosa.

—¿Sabes lo raro que suena esto?

—Lo sé —respondió él rápidamente—. Pero no puedo evitarlo. Y sé que tú también sentiste algo esa noche.

Ella no respondió de inmediato, pero la forma en que su expresión cambió confirmó lo que Dani sospechaba.

—Dani… —comenzó ella, pero luego dudó, como si estuviera buscando las palabras adecuadas—. Esto me asusta un poco. No porque no confíe en ti, sino porque no sé hasta dónde quieres llegar con todo esto.

—Solo quiero que lo disfrutemos juntos —respondió él, tomando su mano entre las suyas—. No quiero que hagas nada que no quieras. Pero si estamos juntos en esto, si compartimos esta fantasía, creo que puede hacer nuestra relación más fuerte.

—¿Más fuerte? —repitió ella, incrédula.

—Sí. Porque estamos explorando algo juntos, algo que es nuestro.

Vero bajó la mirada, jugando con sus dedos.

—¿Y qué pasa si esto se sale de control? ¿Si me pierdo en esta fantasía?

Dani acarició su mejilla, obligándola a mirarlo.

—No te perderás, porque yo estaré contigo en cada paso. Esto no se trata solo de mí. También se trata de ti, de lo que te hace sentir viva.

Ella lo observó, sus ojos buscando alguna señal de duda en los de él, pero no encontró ninguna.

—Está bien —dijo finalmente, con un suspiro—. Pero necesito que me prometas algo.

—Lo que quieras.

—Prométeme que si en algún momento esto deja de sentirse bien para mí, lo detendremos. Sin preguntas, sin presiones.

—Lo prometo —dijo él, con una sinceridad que ella no podía negar.

Vero asintió, aunque su expresión seguía reflejando una mezcla de curiosidad y temor.

—Entonces… ¿qué hacemos ahora?

Dani sonrió, acercándose para besarla.

—Por ahora, solo disfrutemos el juego —susurró Dani contra sus labios antes de besarla con profundidad.

Vero respondió al beso, aunque todavía había un rastro de duda en sus movimientos. Sin embargo, cuando él la levantó del sofá y la llevó al dormitorio, algo en ella pareció soltarse. Sabía que no entendía completamente lo que Dani sentía, pero no podía negar que la intensidad con la que la miraba la hacía sentirse deseada de una manera nueva, casi embriagadora.

Esa noche, mientras hacían el amor, Dani volvió a introducir su fantasía, susurrándole al oído.

—Imagínalo, Vero… otro hombre, tocándote, haciéndote sentir como nunca antes.

Ella dejó escapar un jadeo, girando el rostro hacia él.

—¿Un hombre mayor? —preguntó en voz baja, probando el terreno.

—Sí —respondió Dani, con la respiración acelerada—. Alguien con experiencia, que te mire como yo te miro ahora… o incluso más.

Vero cerró los ojos, dejándose llevar por la imagen que él estaba creando. En su mente apareció la figura de un viejo, su mirada intensa y su actitud confiada. Aunque le costaba admitirlo, esa imagen la encendía de una forma que no había anticipado.

—Dani… —murmuró, entre jadeos.

—Dilo, Vero. ¿Te gusta imaginarlo?

Ella dudó por un momento, pero luego asintió, mordiéndose el labio.

—Sí… me gusta.

Dani intensificó sus movimientos, perdiéndose en la mezcla de deseo y fantasía que ambos estaban compartiendo. Para él, no había nada más excitante que escucharla admitirlo, que verla entregarse por completo a ese juego. Cuando ambos llegaron al clímax, quedaron tumbados uno junto al otro, con las respiraciones entrecortadas llenando la habitación.

—¿Qué está pasando con nosotros? —preguntó Vero en voz baja, todavía recuperándose.

Dani giró hacia ella, acariciando su rostro con ternura.

—Estamos descubriendo algo nuevo.

Ella no respondió, pero la pequeña sonrisa que apareció en sus labios le dijo a Dani que, aunque todavía tuviera dudas, también estaba disfrutando del camino que estaban recorriendo juntos.




Las semanas siguientes transcurrieron con más calma, aunque el juego que habían empezado a compartir seguía presente en sus vidas. Fue Vero quien propuso la idea de unas vacaciones, buscando escapar de la rutina y también de las tensiones que la relación había acumulado recientemente.

—He estado viendo algunos destinos —dijo una noche mientras cenaban—. ¿Qué te parece Tailandia?

Dani levantó la vista, sorprendido.

—¿Tailandia?

—Sí, he visto fotos de las playas, son paradisíacas. Creo que nos vendría bien alejarnos de todo por un tiempo.

Dani lo pensó por un momento antes de asentir.

—Suena perfecto.

Vero sonrió, aliviada de que él aceptara la idea.

—Entonces lo planearemos juntos.

Esa noche, mientras buscaban vuelos y hoteles, ambos sintieron una renovada emoción por lo que les esperaba. Lo que ninguno de los dos sabía era que aquel viaje sería el inicio de algo que cambiaría su relación de formas que aún no podían imaginar.


Continuará…
Por favor continúa ... Me está encantando...bueno he buscado si estaba a la venta y todo...imagínate si me ha gustado
 
Capítulo 5


El aeropuerto estaba lleno de gente, pero Dani y Vero apenas notaban el bullicio a su alrededor. Habían planeado este viaje durante semanas, y ahora que finalmente estaban en camino, la emoción comenzaba a apoderarse de ambos. Vero llevaba una maleta ligera, pero Dani sabía exactamente qué había dentro. La había visto hacerla con cuidado, deslizando entre los vestidos de verano y los pareos un bikini negro que había comprado especialmente para el viaje. El bikini era sencillo, de tiras delgadas, pero resaltaba perfectamente cada curva de su cuerpo. Solo imaginarla usándolo bajo el sol de las playas tailandesas hacía que la temperatura de Dani subiera.

—¿Estás lista para desconectar de todo? —le preguntó mientras esperaban para abordar.

—Más que lista —respondió Vero con una sonrisa, tomando su mano.



Desde el momento en que el avión comenzó su descenso sobre Tailandia, Dani y Vero quedaron hipnotizados por el paisaje que se desplegaba bajo ellos. Islas verdes como joyas flotaban sobre un mar turquesa que parecía extenderse hasta el infinito. La luz del sol, cálida y dorada, reflejaba destellos en el agua, como si miles de diamantes descansaran en su superficie.

Vero, con la cabeza apoyada en su hombro, contempló el panorama con los ojos brillantes. Era como entrar en una postal que cobraba vida. Cuando bajaron del avión, el aire los envolvió como una caricia cálida. Era húmedo, cargado del aroma dulce de las flores tropicales y el frescor salado del mar cercano. La vegetación que rodeaba el aeropuerto era exuberante: palmeras altas, hojas amplias que se mecían con la brisa, y un suelo cubierto de flores silvestres en tonos vibrantes de rojo, naranja y amarillo. El viaje hacia el hotel les permitió adentrarse aún más en este paraíso. Los caminos serpenteaban entre campos de arroz, pequeños pueblos con casas de madera y templos budistas con tejados dorados que brillaban bajo el sol. El sonido de las cigarras se mezclaba con el canto de los pájaros y el murmullo del viento entre las hojas.

—Esto es irreal —murmuró Vero, con la mirada fija en el paisaje.

—Es justo lo que necesitábamos —respondió Dani, apretando su mano.


El hotel era un bonito edificio escondido entre la naturaleza. Desde su balcón, podían ver una playa de arena blanca que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Las palmeras inclinadas hacia el agua daban sombra a pequeñas tumbonas, y el sonido de las olas era constante, suave y rítmico, como una melodía que nunca terminaba. La mañana era tranquila, y el sonido de las olas rompiendo suavemente contra la orilla llenaba el aire. Vero estaba recostada en la toalla, con los ojos cerrados y el bikini negro ajustándose perfectamente a su figura. Dani, sentado a su lado, no podía apartar la mirada de ella. La forma en que el sol resaltaba el brillo de su piel lo tenía hipnotizado. Después de un rato, Dani se inclinó hacia ella, como si fuera a decir algo casual, pero sus manos tenían otros planes.

—¿Qué haces? —preguntó Vero en un susurro, notando cómo él jugaba con el borde de su pareo.

—Nada que no quieras que haga —respondió Dani, con una sonrisa que ella no podía ver pero podía sentir.

Con cuidado, apartó el pareo y dejó al descubierto la parte inferior del bikini. Su dedo índice recorrió lentamente el borde de la tela, como tanteando el terreno.

—Dani… estamos en público —murmuró ella, abriendo los ojos solo para encontrarse con su mirada intensa.

—Nadie nos está mirando —respondió él, su voz un murmullo bajo.

Antes de que ella pudiera protestar, Dani deslizó un dedo bajo la fina tela del bikini, rozando su piel desnuda. El calor que sintió lo hizo sonreír, y cuando sus dedos encontraron la humedad entre sus pliegues, dejó escapar un pequeño gemido de satisfacción.

—Estás mojadita… tan lista —susurró, inclinándose hacia su oído.

Vero apretó los labios, intentando mantener la compostura mientras sus dedos comenzaban a moverse con lentitud, explorando cada rincón con precisión.

—Dani, por favor… —murmuró, pero no estaba claro si era una súplica para que se detuviera o para que continuara.

—Shh… —la calmó él, deslizando un dedo dentro de ella mientras usaba el pulgar para acariciar suavemente su clítoris.

Vero dejó escapar un pequeño gemido, girando la cabeza hacia un lado mientras sus caderas comenzaban a moverse al ritmo de sus caricias. Dani continuó, acelerando ligeramente mientras se inclinaba más cerca de ella.

—¿Sabes lo que estoy pensando? —le susurró al oído, su voz cargada de deseo.

Ella no respondió, demasiado concentrada en las sensaciones que la estaban invadiendo.

—Estoy pensando en todos los hombres mayores que hay en esta isla… en cómo te mirarían si supieran lo increíble que eres, lo perfecta que te sientes.

Vero mordió su labio inferior, cerrando los ojos con fuerza mientras su respiración se volvía más errática.

—Dani… —susurró de nuevo, su voz temblando.

—¿Te gustaría? —continuó él, presionando con más intensidad—. ¿Te gustaría que te desearan tanto como yo lo hago ahora?

Ella dejó escapar un gemido más fuerte esta vez, y Dani supo que estaba cerca. Sus dedos se movieron con precisión, asegurándose de llevarla al borde.

—No pares… —murmuró ella finalmente, entrecortada.

Dani obedeció, manteniendo el ritmo mientras observaba cómo su cuerpo se tensaba bajo su toque. Cuando finalmente alcanzó el clímax, Vero dejó escapar un gemido ahogado, llevándose una mano a la boca para no llamar la atención. Su cuerpo se arqueó ligeramente, y Dani sintió cómo su humedad aumentaba alrededor de sus dedos.

Él se inclinó para besarla suavemente en el cuello, dejando que ella recuperara el aliento.

—Eres increíble —le susurró, retirando lentamente la mano y volviendo a acomodar el bikini en su lugar.

Vero lo miró con los ojos todavía brillantes, una mezcla de sorpresa y satisfacción en su rostro.

—Eres un loco… —murmuró finalmente, aunque su tono era más juguetón que acusador.

Dani sonrió, apoyándose en la toalla junto a ella mientras ambos dejaban que el sonido del mar llenara el espacio entre ellos. Más tarde, mientras ambos caminaban por la playa, encontraron a un hombre ajustando las tumbonas cerca de la orilla. Era alto, de piel oscura y cabello corto, con un físico imponente que parecía adecuado para el trabajo bajo el sol. Dani fue el primero en notar cómo los ojos del hombre se posaban en Vero, recorriéndola de arriba abajo de forma sutil pero inconfundible. Vero, consciente de la atención, desvió la mirada con una pequeña sonrisa, fingiendo no haberlo notado. Cuando pasaron junto a él, el hombre les dirigió un saludo en un español rudimentario.

—Hola… buenas tardes.

—Buenas tardes —respondió Dani, deteniéndose un momento.

—Tumbonas… para ustedes, si quieren —añadió el hombre, señalando una fila de asientos bajo sombrillas.

—Gracias, pero estamos bien por ahora —dijo Dani, notando el acento fuerte y las pocas palabras que el hombre parecía saber en español.

El hombre asintió, pero su mirada volvió a desviarse hacia Vero, quien mantenía una expresión neutral, aunque Dani podía notar la leve tensión en su cuerpo.

—Gracias —dijo Vero finalmente, con una pequeña sonrisa antes de seguir caminando.

Dani la alcanzó y notó cómo ella parecía perdida en sus pensamientos.

—¿Qué pasa? —preguntó, apoyando una mano en su cintura.

—Nada… es solo que… —hizo una pausa, sonriendo nerviosamente—. Creo que me miró un poco demasiado, ¿no crees?

—¿Y qué sentiste? —preguntó Dani, sin apartar la mirada de ella.

—No lo sé. Es raro, pero… interesante.

Dani sonrió, satisfecho con su respuesta.

—Tal vez deberíamos volver por las tumbonas más tarde —sugirió, jugando.

Vero le dio un suave empujón en el hombro, pero no negó

Al día siguiente, Dani y Vero regresaron a la playa temprano, cuando el sol aún estaba bajo y la arena fresca bajo sus pies. El rincón que habían elegido el día anterior seguía vacío, protegido por la sombra de una palmera que inclinaba sus hojas hacia el agua cristalina. La playa parecía un paraíso privado, con apenas un par de personas a lo lejos, sumergidas en sus propias actividades. Dani observó a Vero mientras se quitaba el pareo, revelando el bikini negro que resaltaba contra el tono bronceado de su piel. Se acomodó en la toalla, dejando que el sol comenzara a acariciarla mientras él se sentaba a su lado, fascinado por cada detalle de su figura.

—¿Qué te parecería hacer topless? —preguntó Dani de repente, rompiendo el silencio.

Ella giró la cabeza para mirarlo, sorprendida.

—¿Aquí?

—Es normal en lugares como este —respondió él, encogiéndose de hombros como si fuera algo trivial—. Nadie se va a escandalizar, no nos conoce nadie… además, creo que te sentirías increíble.

Vero frunció ligeramente el ceño, mirando a su alrededor. Apenas había un par de bañistas caminando cerca del agua, y más allá, una figura que reconoció como Samir ajustaba una sombrilla bajo el sol.

—No sé… —dijo, aunque su tono era más dudoso que negativo.

—Confía en mí —insistió Dani, inclinándose hacia ella—. Hazlo por ti, no por nadie más.

Vero lo pensó durante unos momentos, mordiendo su labio inferior. Finalmente, con un suspiro, deslizó sus dedos hacia el nudo que sostenía la parte superior de su bikini. Sus movimientos eran lentos, como si todavía estuviera midiendo las consecuencias de lo que estaba haciendo.

—De acuerdo, pero si alguien empieza a mirar demasiado… —advirtió, aunque no terminó la frase.

—Si alguien mira demasiado, les recordaré que eres mía —dijo Dani, sonriendo con picardía.

Vero soltó una pequeña risa antes de desabrochar completamente el bikini y dejarlo a un lado. Al principio, se cubrió el pecho con los brazos, pero poco a poco se relajó, dejándose llevar por la sensación del sol directo sobre su piel desnuda.

Dani no podía apartar la mirada. Había algo en su vulnerabilidad combinada con su creciente confianza que lo dejaba sin aliento.

—Estás preciosa —murmuró, lo suficientemente bajo como para que solo ella lo oyera.

Vero no respondió, pero dejó escapar un suspiro, cerrando los ojos mientras apoyaba la cabeza en la toalla. Fue entonces cuando notaron que Samir, que estaba a unos metros ajustando otra sombrilla, levantó la vista. Sus ojos se encontraron con el cuerpo desnudo de Vero, recorriéndola con una mirada que, aunque breve, llevaba consigo una intensidad palpable. Dani, que estaba atento a cada detalle, sonrió para sí mismo. Sabía que Vero también había notado la mirada, porque su respiración se aceleró ligeramente y sus dedos juguetearon con la toalla bajo ella.

—Te está mirando —susurró Dani, inclinándose hacia ella.

—¿Quién? —preguntó Vero, aunque su tono traicionaba que sabía perfectamente a quién se refería.

—El viejo de las tumbonas —respondió él, con una sonrisa apenas contenida—. No puede apartar los ojos de ti.

Vero abrió los ojos, mirando hacia el horizonte como si intentara ignorar lo que él decía, pero Dani notó el leve rubor que apareció en sus mejillas.

—No digas tonterías —murmuró, intentando sonar indiferente.

—No son tonterías —insistió Dani, acariciando su brazo suavemente—. Está pensando lo mismo que yo: que eres la mujer más hermosa de esta playa.

Ella giró la cabeza hacia él, sus labios curvados en una pequeña sonrisa.

—Eres un loco, ¿lo sabes?

—Quizás —respondió Dani, encogiéndose de hombros—. Pero dime que no sentiste algo cuando lo notaste mirándote.

Vero no respondió de inmediato. Sus ojos buscaron el horizonte, donde el agua brillaba bajo el sol, como si el paisaje pudiera darle una respuesta que no encontraba en su interior. Finalmente, dejó escapar un suspiro.

—Fue… extraño —admitió, su voz apenas un murmullo—. No sé si me gustó o me incomodó.

—¿Y si te digo que puede ser las dos cosas? —preguntó Dani, tomando su mano entre las suyas.

Ella lo miró, con una mezcla de confusión y curiosidad en sus ojos.

—¿Por qué te excita tanto esto? —preguntó finalmente.

—Porque veo cómo reaccionas. —Dani bajó la voz, su tono cargado de deseo—. Porque sé que, aunque no lo digas, hay una parte de ti que también disfruta de esta atención.

Vero apartó la mirada, como si no quisiera admitir lo que él acababa de decir, pero la sonrisa en sus labios lo delató.

—Esto es una locura —murmuró, sacudiendo ligeramente la cabeza.

—Tal vez, pero es nuestra locura.

Samir, mientras tanto, continuó con su trabajo, aunque su mirada se deslizaba ocasionalmente hacia donde estaban ellos. Cada vez que lo hacía, Dani sentía cómo el ambiente a su alrededor se cargaba de una tensión que no podía describir. Vero permaneció con el pecho descubierto durante el resto del tiempo que estuvieron en la playa, aunque no volvió a cruzar miradas con Samir. Sin embargo, su mente seguía volviendo a ese momento, a la forma en que la había mirado, y a cómo su cuerpo había respondido sin que pudiera evitarlo.


Continuará…
 
M
Capítulo 5


El aeropuerto estaba lleno de gente, pero Dani y Vero apenas notaban el bullicio a su alrededor. Habían planeado este viaje durante semanas, y ahora que finalmente estaban en camino, la emoción comenzaba a apoderarse de ambos. Vero llevaba una maleta ligera, pero Dani sabía exactamente qué había dentro. La había visto hacerla con cuidado, deslizando entre los vestidos de verano y los pareos un bikini negro que había comprado especialmente para el viaje. El bikini era sencillo, de tiras delgadas, pero resaltaba perfectamente cada curva de su cuerpo. Solo imaginarla usándolo bajo el sol de las playas tailandesas hacía que la temperatura de Dani subiera.

—¿Estás lista para desconectar de todo? —le preguntó mientras esperaban para abordar.

—Más que lista —respondió Vero con una sonrisa, tomando su mano.



Desde el momento en que el avión comenzó su descenso sobre Tailandia, Dani y Vero quedaron hipnotizados por el paisaje que se desplegaba bajo ellos. Islas verdes como joyas flotaban sobre un mar turquesa que parecía extenderse hasta el infinito. La luz del sol, cálida y dorada, reflejaba destellos en el agua, como si miles de diamantes descansaran en su superficie.

Vero, con la cabeza apoyada en su hombro, contempló el panorama con los ojos brillantes. Era como entrar en una postal que cobraba vida. Cuando bajaron del avión, el aire los envolvió como una caricia cálida. Era húmedo, cargado del aroma dulce de las flores tropicales y el frescor salado del mar cercano. La vegetación que rodeaba el aeropuerto era exuberante: palmeras altas, hojas amplias que se mecían con la brisa, y un suelo cubierto de flores silvestres en tonos vibrantes de rojo, naranja y amarillo. El viaje hacia el hotel les permitió adentrarse aún más en este paraíso. Los caminos serpenteaban entre campos de arroz, pequeños pueblos con casas de madera y templos budistas con tejados dorados que brillaban bajo el sol. El sonido de las cigarras se mezclaba con el canto de los pájaros y el murmullo del viento entre las hojas.

—Esto es irreal —murmuró Vero, con la mirada fija en el paisaje.

—Es justo lo que necesitábamos —respondió Dani, apretando su mano.


El hotel era un bonito edificio escondido entre la naturaleza. Desde su balcón, podían ver una playa de arena blanca que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Las palmeras inclinadas hacia el agua daban sombra a pequeñas tumbonas, y el sonido de las olas era constante, suave y rítmico, como una melodía que nunca terminaba. La mañana era tranquila, y el sonido de las olas rompiendo suavemente contra la orilla llenaba el aire. Vero estaba recostada en la toalla, con los ojos cerrados y el bikini negro ajustándose perfectamente a su figura. Dani, sentado a su lado, no podía apartar la mirada de ella. La forma en que el sol resaltaba el brillo de su piel lo tenía hipnotizado. Después de un rato, Dani se inclinó hacia ella, como si fuera a decir algo casual, pero sus manos tenían otros planes.

—¿Qué haces? —preguntó Vero en un susurro, notando cómo él jugaba con el borde de su pareo.

—Nada que no quieras que haga —respondió Dani, con una sonrisa que ella no podía ver pero podía sentir.

Con cuidado, apartó el pareo y dejó al descubierto la parte inferior del bikini. Su dedo índice recorrió lentamente el borde de la tela, como tanteando el terreno.

—Dani… estamos en público —murmuró ella, abriendo los ojos solo para encontrarse con su mirada intensa.

—Nadie nos está mirando —respondió él, su voz un murmullo bajo.

Antes de que ella pudiera protestar, Dani deslizó un dedo bajo la fina tela del bikini, rozando su piel desnuda. El calor que sintió lo hizo sonreír, y cuando sus dedos encontraron la humedad entre sus pliegues, dejó escapar un pequeño gemido de satisfacción.

—Estás mojadita… tan lista —susurró, inclinándose hacia su oído.

Vero apretó los labios, intentando mantener la compostura mientras sus dedos comenzaban a moverse con lentitud, explorando cada rincón con precisión.

—Dani, por favor… —murmuró, pero no estaba claro si era una súplica para que se detuviera o para que continuara.

—Shh… —la calmó él, deslizando un dedo dentro de ella mientras usaba el pulgar para acariciar suavemente su clítoris.

Vero dejó escapar un pequeño gemido, girando la cabeza hacia un lado mientras sus caderas comenzaban a moverse al ritmo de sus caricias. Dani continuó, acelerando ligeramente mientras se inclinaba más cerca de ella.

—¿Sabes lo que estoy pensando? —le susurró al oído, su voz cargada de deseo.

Ella no respondió, demasiado concentrada en las sensaciones que la estaban invadiendo.

—Estoy pensando en todos los hombres mayores que hay en esta isla… en cómo te mirarían si supieran lo increíble que eres, lo perfecta que te sientes.

Vero mordió su labio inferior, cerrando los ojos con fuerza mientras su respiración se volvía más errática.

—Dani… —susurró de nuevo, su voz temblando.

—¿Te gustaría? —continuó él, presionando con más intensidad—. ¿Te gustaría que te desearan tanto como yo lo hago ahora?

Ella dejó escapar un gemido más fuerte esta vez, y Dani supo que estaba cerca. Sus dedos se movieron con precisión, asegurándose de llevarla al borde.

—No pares… —murmuró ella finalmente, entrecortada.

Dani obedeció, manteniendo el ritmo mientras observaba cómo su cuerpo se tensaba bajo su toque. Cuando finalmente alcanzó el clímax, Vero dejó escapar un gemido ahogado, llevándose una mano a la boca para no llamar la atención. Su cuerpo se arqueó ligeramente, y Dani sintió cómo su humedad aumentaba alrededor de sus dedos.

Él se inclinó para besarla suavemente en el cuello, dejando que ella recuperara el aliento.

—Eres increíble —le susurró, retirando lentamente la mano y volviendo a acomodar el bikini en su lugar.

Vero lo miró con los ojos todavía brillantes, una mezcla de sorpresa y satisfacción en su rostro.

—Eres un loco… —murmuró finalmente, aunque su tono era más juguetón que acusador.

Dani sonrió, apoyándose en la toalla junto a ella mientras ambos dejaban que el sonido del mar llenara el espacio entre ellos. Más tarde, mientras ambos caminaban por la playa, encontraron a un hombre ajustando las tumbonas cerca de la orilla. Era alto, de piel oscura y cabello corto, con un físico imponente que parecía adecuado para el trabajo bajo el sol. Dani fue el primero en notar cómo los ojos del hombre se posaban en Vero, recorriéndola de arriba abajo de forma sutil pero inconfundible. Vero, consciente de la atención, desvió la mirada con una pequeña sonrisa, fingiendo no haberlo notado. Cuando pasaron junto a él, el hombre les dirigió un saludo en un español rudimentario.

—Hola… buenas tardes.

—Buenas tardes —respondió Dani, deteniéndose un momento.

—Tumbonas… para ustedes, si quieren —añadió el hombre, señalando una fila de asientos bajo sombrillas.

—Gracias, pero estamos bien por ahora —dijo Dani, notando el acento fuerte y las pocas palabras que el hombre parecía saber en español.

El hombre asintió, pero su mirada volvió a desviarse hacia Vero, quien mantenía una expresión neutral, aunque Dani podía notar la leve tensión en su cuerpo.

—Gracias —dijo Vero finalmente, con una pequeña sonrisa antes de seguir caminando.

Dani la alcanzó y notó cómo ella parecía perdida en sus pensamientos.

—¿Qué pasa? —preguntó, apoyando una mano en su cintura.

—Nada… es solo que… —hizo una pausa, sonriendo nerviosamente—. Creo que me miró un poco demasiado, ¿no crees?

—¿Y qué sentiste? —preguntó Dani, sin apartar la mirada de ella.

—No lo sé. Es raro, pero… interesante.

Dani sonrió, satisfecho con su respuesta.

—Tal vez deberíamos volver por las tumbonas más tarde —sugirió, jugando.

Vero le dio un suave empujón en el hombro, pero no negó

Al día siguiente, Dani y Vero regresaron a la playa temprano, cuando el sol aún estaba bajo y la arena fresca bajo sus pies. El rincón que habían elegido el día anterior seguía vacío, protegido por la sombra de una palmera que inclinaba sus hojas hacia el agua cristalina. La playa parecía un paraíso privado, con apenas un par de personas a lo lejos, sumergidas en sus propias actividades. Dani observó a Vero mientras se quitaba el pareo, revelando el bikini negro que resaltaba contra el tono bronceado de su piel. Se acomodó en la toalla, dejando que el sol comenzara a acariciarla mientras él se sentaba a su lado, fascinado por cada detalle de su figura.

—¿Qué te parecería hacer topless? —preguntó Dani de repente, rompiendo el silencio.

Ella giró la cabeza para mirarlo, sorprendida.

—¿Aquí?

—Es normal en lugares como este —respondió él, encogiéndose de hombros como si fuera algo trivial—. Nadie se va a escandalizar, no nos conoce nadie… además, creo que te sentirías increíble.

Vero frunció ligeramente el ceño, mirando a su alrededor. Apenas había un par de bañistas caminando cerca del agua, y más allá, una figura que reconoció como Samir ajustaba una sombrilla bajo el sol.

—No sé… —dijo, aunque su tono era más dudoso que negativo.

—Confía en mí —insistió Dani, inclinándose hacia ella—. Hazlo por ti, no por nadie más.

Vero lo pensó durante unos momentos, mordiendo su labio inferior. Finalmente, con un suspiro, deslizó sus dedos hacia el nudo que sostenía la parte superior de su bikini. Sus movimientos eran lentos, como si todavía estuviera midiendo las consecuencias de lo que estaba haciendo.

—De acuerdo, pero si alguien empieza a mirar demasiado… —advirtió, aunque no terminó la frase.

—Si alguien mira demasiado, les recordaré que eres mía —dijo Dani, sonriendo con picardía.

Vero soltó una pequeña risa antes de desabrochar completamente el bikini y dejarlo a un lado. Al principio, se cubrió el pecho con los brazos, pero poco a poco se relajó, dejándose llevar por la sensación del sol directo sobre su piel desnuda.

Dani no podía apartar la mirada. Había algo en su vulnerabilidad combinada con su creciente confianza que lo dejaba sin aliento.

—Estás preciosa —murmuró, lo suficientemente bajo como para que solo ella lo oyera.

Vero no respondió, pero dejó escapar un suspiro, cerrando los ojos mientras apoyaba la cabeza en la toalla. Fue entonces cuando notaron que Samir, que estaba a unos metros ajustando otra sombrilla, levantó la vista. Sus ojos se encontraron con el cuerpo desnudo de Vero, recorriéndola con una mirada que, aunque breve, llevaba consigo una intensidad palpable. Dani, que estaba atento a cada detalle, sonrió para sí mismo. Sabía que Vero también había notado la mirada, porque su respiración se aceleró ligeramente y sus dedos juguetearon con la toalla bajo ella.

—Te está mirando —susurró Dani, inclinándose hacia ella.

—¿Quién? —preguntó Vero, aunque su tono traicionaba que sabía perfectamente a quién se refería.

—El viejo de las tumbonas —respondió él, con una sonrisa apenas contenida—. No puede apartar los ojos de ti.

Vero abrió los ojos, mirando hacia el horizonte como si intentara ignorar lo que él decía, pero Dani notó el leve rubor que apareció en sus mejillas.

—No digas tonterías —murmuró, intentando sonar indiferente.

—No son tonterías —insistió Dani, acariciando su brazo suavemente—. Está pensando lo mismo que yo: que eres la mujer más hermosa de esta playa.

Ella giró la cabeza hacia él, sus labios curvados en una pequeña sonrisa.

—Eres un loco, ¿lo sabes?

—Quizás —respondió Dani, encogiéndose de hombros—. Pero dime que no sentiste algo cuando lo notaste mirándote.

Vero no respondió de inmediato. Sus ojos buscaron el horizonte, donde el agua brillaba bajo el sol, como si el paisaje pudiera darle una respuesta que no encontraba en su interior. Finalmente, dejó escapar un suspiro.

—Fue… extraño —admitió, su voz apenas un murmullo—. No sé si me gustó o me incomodó.

—¿Y si te digo que puede ser las dos cosas? —preguntó Dani, tomando su mano entre las suyas.

Ella lo miró, con una mezcla de confusión y curiosidad en sus ojos.

—¿Por qué te excita tanto esto? —preguntó finalmente.

—Porque veo cómo reaccionas. —Dani bajó la voz, su tono cargado de deseo—. Porque sé que, aunque no lo digas, hay una parte de ti que también disfruta de esta atención.

Vero apartó la mirada, como si no quisiera admitir lo que él acababa de decir, pero la sonrisa en sus labios lo delató.

—Esto es una locura —murmuró, sacudiendo ligeramente la cabeza.

—Tal vez, pero es nuestra locura.

Samir, mientras tanto, continuó con su trabajo, aunque su mirada se deslizaba ocasionalmente hacia donde estaban ellos. Cada vez que lo hacía, Dani sentía cómo el ambiente a su alrededor se cargaba de una tensión que no podía describir. Vero permaneció con el pecho descubierto durante el resto del tiempo que estuvieron en la playa, aunque no volvió a cruzar miradas con Samir. Sin embargo, su mente seguía volviendo a ese momento, a la forma en que la había mirado, y a cómo su cuerpo había respondido sin que pudiera evitarlo.


Continuará…
Me está encantanado la historia, y le tiene toltalmente enganchado
 
Esta bien relatada, y con mucha intriga, a ver si viene ya ala acción.
 
Leí días atrás el capítulo 1, y no seguí por mi prejuicio por los tipos consentidores, pero pensándolo bien debo darle algo de fe a Dani, no dejarlo solo, a ver si lo rescatamos de su traicionero y autoflagelante placer, y logra reaccionar. ;):cool:
 
Maravilloso, deseando saber la evolución de Vero...ánimo para continuar 👏👏👏
 
Capítulo 6


La tarde en la playa estaba tranquila, con una brisa cálida que hacía bailar las hojas de las palmeras. Dani y Vero se habían acomodado en el mismo rincón apartado de días anteriores, pero algo en la atmósfera había cambiado. Samir estaba más cerca que de costumbre, organizando tumbonas y ajustando sombrillas, mientras sus ojos seguían escapándose hacia donde ellos estaban. Dani lo notó antes que Vero, y su mirada se desvió entre Samir y su novia, que descansaba recostada en la toalla con el bikini resaltando contra su piel

—¿Te has dado cuenta? —susurró Dani, inclinándose hacia ella.

—¿De qué? —preguntó Vero, sin abrir los ojos.

—De cómo te mira.

Ella abrió un ojo, siguiendo la dirección de su mirada hasta detenerse en Samir, que en ese momento levantaba una sombrilla. Fingió no haberlo notado, pero un leve rubor subió a sus mejillas.

—Estás exagerando —dijo, aunque su tono carecía de convicción.

—No estoy exagerando. —Dani bajó la voz, acercándose más—. Él no puede apartar los ojos de ti. Y creo que deberías aprovecharlo.

Vero se giró hacia él, levantando una ceja.

—¿Qué quieres decir con “aprovecharlo”?

—Quiero que juegues con él —dijo Dani, con una sonrisa cargada de intención—. Haz que no pueda dejar de mirarte.

—¿Y cómo se supone que haga eso? —preguntó ella, con un tono desafiante.

—Deja que sea tu espectador. Siéntate de una forma que destaque más tus curvas. Recuéstate para que vea cómo se desliza el sol por tu piel. Cruza las piernas despacio, como si quisieras que sus ojos sigan cada movimiento.

Ella lo miró en silencio por un momento, evaluándolo. Luego, una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

—Esto es una locura.

—Tal vez. Pero confía en mí, te hará sentir increíble.

Con un suspiro resignado, Vero se incorporó lentamente. Primero, apoyó los codos en la toalla, dejando que su espalda se arquease ligeramente, lo que hizo que sus tetas se alzaran con los pezones de punta. Luego, estiró una pierna hacia adelante y cruzó la otra sobre ella con movimientos pausados, como si todo fuera casual. Luego como buscando algo se puso a cuatro patas para que el hombre pudiera verla así. Dani no apartaba la mirada, fascinado por la manera en que su cuerpo parecía cobrar una nueva energía. Pero no era el único. Desde su posición, Samir había dejado de mover la sombrilla y estaba de pie, mirando hacia ellos con una expresión que intentaba disimular, pero que traicionaba su interés.

—Te está mirando más que nunca —susurró Dani, con los ojos brillando de emoción.

—No lo mires tanto —replicó Vero en voz baja, aunque la pequeña sonrisa en sus labios revelaba que estaba disfrutando de la atención.

—¿Y cómo te hace sentir? —preguntó Dani, inclinándose hacia ella.

Ella cerró los ojos por un momento, dejando que la sensación la envolviera.

—Extraña… pero también emocionante.

Samir, al darse cuenta de que Vero y Dani lo habían notado, apartó la mirada y volvió a su trabajo, aunque sus movimientos eran más lentos, como si estuviera esperando un momento más para volver a mirarla. Vero permaneció en su postura provocativa durante un rato más, sintiendo cómo la tensión en el ambiente aumentaba con cada segundo que pasaba.




Esa noche, después de una cena tranquila en el hotel, Vero y Dani regresaron a la habitación. La luna brillaba sobre el mar, proyectando destellos plateados en las olas que rompían suavemente en la orilla. La brisa fresca entraba por la ventana abierta, pero dentro de la habitación, el aire estaba cargado de algo más, algo que ninguno de los dos podía ignorar. Vero se sentó en la cama, mirando por la ventana con la copa de vino entre las manos. Su expresión era distante, sus pensamientos claramente enfocados en lo que había ocurrido ese día. Dani, de pie junto a la puerta, la observaba en silencio, dejando que el momento se desarrollara.

—¿En qué piensas? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio mientras se acercaba a ella con su propia copa.

Ella bebió un sorbo antes de responder, sin apartar la mirada del horizonte.

—Pienso en cómo llegamos aquí. En lo que me estás pidiendo… en lo que significa.

Dani se sentó a su lado, dejando la copa en la mesita de noche.

—¿Y qué sientes?

—Siento que esto es demasiado. —Vero giró la cabeza hacia él, sus ojos llenos de emociones encontradas—. Dani, me estás pidiendo algo que nunca imaginé hacer.

—Te estoy pidiendo que vivamos nuestra fantasía juntos —respondió él, con un tono calmado pero cargado de intención.

Ella dejó escapar un suspiro, apartando la mirada.

—¿Por qué quieres esto? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro—. ¿Por qué quieres verme con otro hombre?

Dani tomó su mano, entrelazando sus dedos con los de ella.

—Porque me excita de una forma que no puedo explicar. Pensar en ti siendo deseada, entregándote a alguien más… sabiendo que al final sigues siendo mía.

Vero lo miró fijamente, buscando algo en su rostro que le diera las respuestas que su mente no encontraba.

—¿Y qué pasa si yo disfruto demasiado? ¿Si esto cambia lo que somos?

—No cambiará lo que somos —dijo Dani, inclinándose hacia ella—. Esto no se trata de perderte, Vero. Se trata de verte libre, explorando algo nuevo, pero siempre conmigo.

Ella apartó la mirada, su respiración temblando ligeramente.

—Dani… si hacemos esto, no quiero que luego me mires diferente. No quiero que un día te arrepientas.

—Nunca podría arrepentirme —aseguró él, con una sinceridad que la desarmó—. Esta es mi fantasía, sí. Pero también quiero que tú lo sientas, que lo disfrutes.

Vero dejó escapar un suspiro profundo, llevándose la mano al cabello como si intentara liberar la tensión que sentía en su cuerpo.

—¿Y el hombre de las tumbonas? —preguntó finalmente, con un tono que era más una afirmación que una pregunta.

Dani sonrió ligeramente.

—Él es perfecto para esto. Es ajeno a nosotros, no significa nada más allá de este momento.

Ella cerró los ojos por un momento, dejando que sus palabras se asentaran.

—¿Y si no puedo hacerlo? —preguntó en voz baja, como si temiera la respuesta.

—No tienes que hacerlo si no quieres —respondió Dani, acariciando su rostro—. Pero quiero que lo intentes, porque sé que hay una parte de ti que también lo desea.

Vero lo miró, sus ojos reflejando la lucha interna que estaba viviendo. Finalmente, dejó la copa a un lado y se giró completamente hacia él.

—Si hago esto… —comenzó, su voz temblando ligeramente—. No será por mí, será por ti. Porque es tu fantasía, y porque quiero darte lo que me pides. Pero tienes que prometerme algo, Dani.

—Lo que sea.

—Prométeme que no te arrepentirás. Que no me echarás esto en cara después.

—Te lo prometo —dijo él, con una firmeza que ella no podía ignorar.

Vero asintió lentamente, su mirada fija en él.

—Entonces lo haré.

Dani sintió una oleada de emoción recorrerlo, pero se esforzó por mantener la calma.

—¿Cuándo?

—Mañana… en la playa. Cuando estemos solos.

—¿Estás segura? —preguntó él, inclinándose hacia ella.

—No. Pero confío en ti.

Dani sonrió, acariciando su mejilla antes de besarla suavemente en los labios.

—No sabes cuánto significa esto para mí.

Ella no respondió, pero correspondió al beso, sus labios encontrándose con los de él en un gesto que era una mezcla de amor, entrega y un rastro de incertidumbre. Esa noche, mientras se recostaban juntos en la cama, Vero no pudo evitar imaginar lo que ocurriría al día siguiente. La idea la aterraba, pero también la emocionaba de una forma que no podía explicar. Por su parte, Dani permaneció despierto durante un rato más, observando el perfil de Vero bajo la luz de la luna. Sabía que habían cruzado un límite importante, pero no podía evitar sentirse ansioso por lo que estaba por venir.


Continuará…
 
Como me gusta...tener que esperar una semana es una putada, es como cuando estrenan tu serie favorita y toca esperar...joderrrrrr jjajaj
 

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