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Capítulo 7
El sol estaba alto en el cielo, derramando su calor sobre las playas interminables de arena blanca. La brisa del mar hacía ondear las hojas de las palmeras, llenando el aire con un murmullo suave y constante. Dani caminaba junto a Vero, sus pasos hundiéndose en la arena mientras ambos avanzaban hacia una cala más apartada, un rincón que habían descubierto días antes y que ahora parecía ser el escenario perfecto para lo que estaba por ocurrir. Vero llevaba un vestido ligero de lino blanco, que se movía con la brisa dejando entrever el bikini negro que llevaba debajo. Sus pasos eran más lentos que los de Dani, y aunque no decía nada, él podía sentir la mezcla de nerviosismo y emoción que irradiaba de ella.
—¿Estás bien? —preguntó Dani, deteniéndose un momento para mirarla.
Ella asintió, pero no dijo nada. Sus manos jugaban con el borde del vestido, un gesto que delataba su tensión. Cuando llegaron al lugar acordado, Samir ya estaba allí, de pie junto a una sombrilla que había plantado en la arena. Llevaba una camisa ligera y un pantalón corto, y su presencia, imponente pero tranquila, pareció llenar el espacio vacío de la cala. Dani intercambió una mirada con él, asintiendo en un saludo silencioso antes de volverse hacia Vero.
—Recuerda, esto es solo para nosotros —murmuró, tomando su mano y apretándola suavemente.
Ella asintió de nuevo, levantando la vista hacia Samir, que la observaba con una mezcla de curiosidad y expectación. Había algo en la forma en que sus ojos recorrían su figura que hizo que Vero sintiera un calor diferente recorrer su cuerpo.
—Hola —saludó Samir, su voz baja pero firme.
—Hola —respondió Vero, su voz casi un susurro.
Dani la miró con una sonrisa tranquilizadora antes de inclinarse hacia ella.
—Tómate tu tiempo —le susurró al oído—. Solo haz lo que sientas.
Vero respiró profundamente, dejando que sus palabras la calmaran. Dio un paso hacia Samir, que permanecía inmóvil, atento a la pareja.
Vero se detuvo a pocos pasos de Samir, que estaba sorprendido por la actitud de la pareja, su respiración era entrecortada mientras la tensión en el aire se hacía más intensa. La mirada fija de Samir recorría su cuerpo con deseo, deteniéndose en cada detalle antes de volver a sus ojos. Dani, observando a unos metros, sentía cómo su propia respiración se aceleraba, su fantasía finalmente estaba desarrollándose ante él. Vero se quitó el vestido y desabrochó su sujetador con calma dejando ver sus pequeñas tetas y tomó la mano de Samir y la colocó sobre una de sus tetas, él sorprendido la acarició con lentitud, explorando con cuidado, pasando el dedo pulgar por uno de sus pequeños y duros pezones. Ella dejó escapar un leve suspiro al sentir el calor de su mano, y ese sonido pareció romper cualquier barrera que quedara entre ellos.
Vero, decidida a entregarse al momento, se acercó a Samir y deslizó sus manos por su pecho. Sin decir nada, comenzó a desabrochar los botones de su camisa, exponiendo su torso bronceado y canoso. Cuando terminó, se arrodilló frente a él, desabrochando lentamente su pantalón. Samir la observaba en silencio, sus músculos tensos mientras ella bajaba la ropa interior y dejaba al descubierto una polla no demasiado gorda pero con un capullo amoratado muy gordo, parecía una seta. Ella tomaba su polla con una mano y empezó a pajearlo despacio, hasta que sacó su lengua y empezó a acariciar su capullo. Lo miró un instante antes de inclinarse, dejando que sus labios lo rozaran suavemente. Al principio, sus movimientos fueron lentos, como si explorara el terreno, pero pronto se volvió más segura, aumentando el ritmo. Pero antes de seguir miró a Dani buscando una última aprobación y lo que vio en sus ojos no le dejó lugar a dudas, en los ojos de su novio había un brillo especial que reflejaba el intenso grado de excitación que sentía.
Poco a poco la mamada se hizo más intensa, de la boca de Vero caían gotas por su barbilla de una mezcla de saliva y líquido preseminal del viejo que suspiraba por la mamada que se estaba llevando.
Desde su lugar, Dani comenzó a masturbarse, sus ojos fijos en Vero mientras ella se entregaba con una mezcla de timidez y pasión. La escena lo excitaba de una forma que nunca había experimentado, viendo a su novia cumplir la fantasía que habían compartido. Después de unos minutos, Samir la ayudó a levantarse. No quería correrse ya, aún quedaba la follada. La besó profundamente en los pezones mientras deslizaba las braguitas del bikini de Vero por sus piernas. Sus manos exploraron su cuerpo desnudo, recorriendo cada curva antes de recostarla sobre la toalla. Absorto la miraba embelesado con la mirada fija en su depilado coño brillante de excitación.
—Espanola guapa—murmuró, inclinándose hacia ella.
Samir se tomó su tiempo metiendo los dedos en su coño disfrutando del chochito que estaba a punto de disfrutar. Para él, que solamente había follado con su mujer y casi solo para tener hijos, y el tener entre sus manos a una jovencita y encima europea le hacía sentir como que estaba soñando, y decidió disfrutar todo lo que pudiera. Cuando Samir la tumbó en la toalla abrió sus piernas y se quedó mirando fijamente el brillante coño de Vero, después comenzó a penetrarla, sus movimientos fueron lentos al principio, permitiendo que ambos se adaptaran.
—Ok chica—preguntó, mirándola fijamente.
—Sí… sigue, fóllame cabrón—respondió Vero, su voz un susurro entre gemidos.
Dani no podía apartar la mirada, viendo cómo Samir aumentaba el ritmo, moviéndose con más confianza mientras los gemidos de Vero se volvían más intensos.
Después de un rato, Vero empujó suavemente a Samir para que se recostara, y ella se subió encima de él, guiándolo dentro de nuevo. Sus movimientos eran lentos, explorando la nueva posición mientras Samir acariciaba sus pequeños pechos, jugando con sus pezones con delicadeza. Ella se apoyó en el pecho del hombre y con unos movimientos calculados de la cadera se metía y sacaba la polla del coño. La escena era hipnótica para Dani, que continuaba masturbándose mientras los observaba. Los gemidos de Vero se mezclaban con los de Samir, creando una sinfonía de placer que llenaba la cala desierta. Finalmente, Samir cambió de posición, colocando a Vero a cuatro patas. Antes de volvérsela a meter le dio un pequeño azote en una de sus nalgas. Sus manos sujetaron sus caderas mientras la penetraba desde atrás con un ritmo constante pero intenso. Se la estaba follando con rudeza y Vero se arqueaba con cada embestida, sus gemidos eran cada vez más fuertes hasta que se corrió de gusto. Jamás hubiera imaginado acabar follando con un viejo y encima correrse así.
Cuando Samir sintió que estaba cerca, se retiró lentamente y se colocó frente a Vero, que aún estaba arrodillada en la toalla. Ella lo miró con los labios entreabiertos, entendiendo lo que él quería. Con movimientos seguros pero delicados, Samir tomó su polla con una mano mientras la otra acariciaba el rostro de Vero. Ella lo miró fijamente mientras él se acercaba más. Un gemido profundo escapó de Samir cuando llegó al clímax, eyaculando en la cara de Vero. El primer chorro cruzó desde su labio hasta la frente, el segundo le manchó un ojo y la nariz y las últimas gotas acabaron dentro de la boca de Vero. El contraste del calor sobre su piel y el peso del momento hicieron que Vero cerrara los ojos por un instante, respirando profundamente mientras escupía el semen del viejo.
Vero permaneció arrodillada mientras recuperaba la compostura. Sudorosa, despeinada y con la cara manchada de semen de Samir. El tras vestirse, intercambió una mirada con Dani, un gesto de despedida cargado de respeto y complicidad. Luego, sin decir nada, comenzó a alejarse, dejándolos solos en la cala.
Dani, sin apartar los ojos de Vero, se acercó a ella lentamente. Su respiración era pesada, y su cuerpo estaba tenso, aún presa de la excitación de todo lo que acababa de presenciar.
—Vero… —murmuró, tomando su rostro entre sus manos.
Ella lo miró, sus ojos aún brillantes, con el cabello enredado y gotas de semen de Samir todavía sobre su piel. No tuvo tiempo de responder; Dani la besó con una intensidad casi desesperada. Sin decir una palabra, la giró suavemente, colocándola de nuevo a cuatro patas sobre la toalla. Por unos segundos se quedó mirando el coño dilatado y enrojecido por la follada y apoyó la punta de su polla dispuesto a penetrarla.
—Dani, espera… —empezó ella, pero su voz tembló cuando sintió las manos firmes de él sujetando sus caderas.
—No puedo esperar, te voy a follar como a una perra—respondió él, su voz ronca de deseo.
Dani la penetró con rudeza, empujando profundamente desde el primer movimiento. El sonido de la piel chocando y los gemidos de Vero llenaron el aire, mezclándose con el murmullo del mar. La fuerza de sus embestidas hacía que su cuerpo se arquease hacia adelante, y ella se aferró a la toalla, dejando escapar gemidos entrecortados, tanto de placer como de dolor.
—Eres mía… siempre mía —jadeó Dani, inclinándose sobre su espalda para besarla en el cuello mientras continuaba.
—Sí… siempre tuya, vamos fóllame cornudo, dame bien—respondió Vero, perdida en el momento.
La intensidad de Dani creció, y el ritmo se volvió más frenético. Sus manos recorrieron el cuerpo de Vero, aferrándose a sus caderas con fuerza mientras ella gemía y gritaba entregándose completamente a él. Cuando finalmente se corrió, lo hizo dentro del coño y Dani dejó escapar un gemido profundo, inclinándose sobre ella mientras ambos trataban de recuperar el aliento. Permanecieron así durante unos instantes, hasta que Dani la ayudó a incorporarse. Vero se limpió el sudor y el semen de la frente y, sin decir nada, caminó hacia el agua. Vero se sumergió lentamente en el mar totalmente desnuda, dejando que las olas acariciaran su cuerpo. Dani la siguió unos minutos después, observándola mientras se enjuagaba el rostro y el cabello.
—¿Estás bien? —preguntó finalmente, acercándose a ella.
Vero asintió, pero no lo miró de inmediato. Su mirada estaba fija en el horizonte, como si tratara de procesar lo que acababa de vivir.
—Estoy bien… más que bien. —Su voz era baja, pero había una nota de emoción en ella.
Dani nadó hasta quedar a su lado, estudiando su expresión.
—¿Qué sientes?
Ella lo miró finalmente, con una mezcla de honestidad y vulnerabilidad.
—Me ha gustado, Dani. Más de lo que pensé que me gustaría.
—¿Qué parte? —preguntó él, con la voz cargada de curiosidad y deseo.
—Sentirme… utilizada. Como si fuera una puta cualquiera —Vero hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Cuando estaba con Samir, no tenía que pensar en nada. Solo… en lo que él quería, en lo que tú querías. Era como si me hubiera liberado de todo por un momento.
Dani la observó en silencio, dejando que sus palabras se asentaran.
—¿Te hizo sentir bien? —preguntó finalmente, su tono suave pero intenso.
—Sí. —Vero lo miró fijamente—. Me hizo sentir deseada, poderosa, y… vulnerable al mismo tiempo. Es extraño, pero me ha gustado esa sensación.
Dani asintió, acercándose más a ella.
—Eso es lo que quería para ti, Vero. Que pudieras explorar esa parte de ti, sin miedo.
Ella dejó escapar un suspiro, apoyando su frente en el pecho de él.
—¿Y tú? ¿Te ha gustado?
—Más de lo que imaginé. —Dani la rodeó con los brazos, acariciando su cabello—. Verte así, verte disfrutar, ha sido… increíble.
Ambos permanecieron en silencio durante un rato, dejando que las olas los envolvieran. El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos.
—¿Y ahora qué? —preguntó Vero finalmente, levantando la cabeza para mirarlo.
Dani le sonrió, acariciando su mejilla.
—Ahora lo que tú quieras. No hay presión, no hay expectativas. Solo nosotros.
Ella asintió, sintiéndose aliviada por sus palabras. Mientras regresaban a la orilla, Vero sabía que algo había cambiado entre ellos. No sabía exactamente qué significaba, pero estaba segura de que había sido un paso importante en su relación, uno que los había llevado a un lugar más profundo, más íntimo.
Continuará…
Pues yo deseo que se les vaya de las manos, que se folle a media isla y que nos lo cuente con su pluma de cornudo feliz.Esperemos que no se les vaya de las manos esto.
Es verdad que esperaba algo más de detalle del encuentro, sensaciones...pero también es cierto que cada uno lo haríamos de una manera diferente.Con lo bien que iba y en lo principal, que poco erotismo ha habido.
Esa es la pregunta que nadie debe hacerse al leer un relato.que creéis que es realidad del relato y que es fantasía?
Un camino ¿sin retorno?Capítulo 2
La noche caía lentamente sobre el apartamento. Dani estaba sentado en la mesa del comedor, jugueteando con un vaso de cerveza medio vacío, mientras Vero lavaba los platos en la cocina. La luz tenue de la lámpara proyectaba sombras suaves en las paredes, creando un ambiente íntimo pero cargado de algo que Dani no podía describir. Desde que Ramón había dejado aquel comentario sobre Vero, esa idea lo había estado consumiendo.
“Es ahora o nunca”, pensó, tomando un sorbo de vino para darse valor.
—Vero —dijo finalmente, con la voz más firme de lo que se sentía—. Quiero hablar contigo de algo importante.
Ella se giró, con las manos mojadas y una ceja levantada en un gesto de curiosidad.
—¿Tan serio es? —preguntó, secándose las manos con un paño.
Dani asintió, señalándole que se sentara frente a él. Ella lo hizo, dejando el paño sobre la mesa, y lo miró con una mezcla de interés y preocupación.
—¿Qué pasa? —preguntó finalmente.
Él bajó la mirada hacia el vaso, girándolo entre sus manos, buscando las palabras adecuadas.
—Es algo que… he estado pensando últimamente. —Hizo una pausa, sintiendo cómo el calor subía a su rostro—. Quiero que hagamos algo… diferente, algo para salir de la rutina.
Vero frunció ligeramente el ceño, pero no interrumpió. Esperó, dándole espacio para continuar.
—Sabes que Ramón se jubila pronto, ¿no? —empezó Dani, intentando rodear la verdadera intención de su propuesta—. Ha sido un buen compañero para mí, y estaba pensando en hacerle un regalo… algo especial.
—¿Un regalo? —repitió ella, claramente confundida—. ¿Qué clase de regalo?
Dani tomó aire, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Era ahora o nunca.
—Una sesión de fotos. —Hizo una pausa, observando cómo Vero inclinaba ligeramente la cabeza, sin entender—. Pero no cualquier foto… fotos tuyas, sin ropa.
El silencio que siguió fue casi tangible. Vero lo miró, primero con incredulidad y luego con una mezcla de sorpresa y desconcierto.
—¿Estás hablando en serio? —preguntó finalmente, cruzándose de brazos.
Dani asintió, aunque sintió que su voz lo traicionaría si intentaba hablar.
—¿Fotos… desnuda? —insistió ella, como si necesitara confirmarlo para asegurarse de que no había escuchado mal.
Él asintió de nuevo, tragando saliva.
Vero se reclinó en la silla, soltando una risa nerviosa. —Esto debe ser una broma.
—No lo es —respondió Dani rápidamente, intentando sonar más seguro de lo que se sentía—. Escucha, no es lo que parece.
—¿No es lo que parece? —repitió ella, alzando la voz ligeramente—. ¿Quieres que me desnude para que tu amigo… qué, se quede con un recuerdo?
—No es solo eso —dijo Dani, sintiendo cómo las palabras se atropellaban en su boca—. Es algo que me excita… la idea de que te vea.
El ambiente en la habitación cambió al instante. La incredulidad de Vero dio paso a una expresión más seria, casi fría.
—¿Te excita? —preguntó, su tono cargado de incredulidad y una pizca de enfado—. Dani, esto es… no sé ni qué decir.
Dani sabía que estaba caminando por una cuerda floja, pero no podía retroceder ahora. Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.
—Vero, escúchame. No quiero que pienses que esto es algo vulgar o degradante. Para mí, es… no sé cómo explicarlo. Es una forma de explorar algo diferente, algo que podría acercarnos más.
—¿Acercarnos más? —repitió ella, arqueando las cejas—. ¿Cómo se supone que esto nos acercaría?
—Porque sería algo que compartimos, algo íntimo. —Dani buscaba desesperadamente las palabras adecuadas, sintiendo que cada segundo que pasaba estaba perdiendo el control de la conversación—. Solo quiero que lo pienses. No es una obligación, y si no te sientes cómoda, no lo haremos.
Vero lo miró fijamente, su expresión una mezcla de desconfianza y curiosidad. Finalmente, soltó un suspiro y se recostó en la silla.
—Esto es… inesperado, Dani. Nunca me habías hablado de algo así.
—Porque nunca había tenido el valor —admitió él, mirando hacia abajo—. Pero confío en ti, y creo que esto podría ser algo especial.
Ella permaneció en silencio durante lo que pareció una eternidad. Finalmente, apoyó la barbilla en una mano y lo miró con más suavidad.
—Si acepto, habrá reglas —dijo lentamente, como si estuviera midiendo cada palabra—. No quiero sentirme presionada, y esto tiene que ser algo que controlemos juntos.
Dani asintió rápidamente, sintiendo una oleada de alivio a la vez que el corazón se desbocaba en su pecho.
—Por supuesto. Lo que tú digas.
Vero suspiró, todavía visiblemente incómoda, pero algo en su mirada sugería que estaba dispuesta a considerar la idea.
—Quiero pensarlo bien, Dani. No me pidas una respuesta ahora.
—Tómate el tiempo que necesites —respondió él, aunque por dentro sabía que había dado el primer paso hacia algo que cambiaría su relación para siempre.
El día de la sesión llegó más rápido de lo que ambos habían anticipado. Dani preparó la habitación con cuidado: ajustó las luces para crear un ambiente cálido y acogedor, y colocó el móvil en el trípode, comprobando una y otra vez que todo estuviera perfecto. Vero estaba frente al tocador, maquillándose con movimientos lentos pero firmes. Su respiración era pausada, como si intentara calmarse antes de lo que estaba por hacer. Cuando finalmente salió del baño, llevaba un conjunto de lencería negro que acentuaba cada curva de su cuerpo. Los encajes eran delicados, apenas cubriendo lo justo, y Dani sintió que se le cortaba el aliento.
—¿Así está bien? —preguntó ella, cruzando los brazos frente a su pecho en un gesto que delataba su nerviosismo.
Dani asintió, tragando saliva.
—Estás… impresionante.
Al principio, las fotos fueron sencillas: poses naturales, miradas tímidas. Dani intentó hacerla sentir cómoda, guiándola con indicaciones suaves mientras observaba cada uno de sus movimientos a través del objetivo de la cámara. Pero a medida que pasaban los minutos, algo cambió. Vero comenzó a relajarse, moviéndose con más confianza, jugando con su cabello y dejando que su sonrisa aflorara de forma espontánea.
—¿Qué tal está quedando? —preguntó ella, girándose ligeramente para mirarlo por encima del hombro.
—Más de lo que podía imaginar —respondió Dani, su voz apenas un susurro mientras ajustaba el enfoque.
Ella soltó una risita nerviosa, pero no detuvo su progresión. Con movimientos calculados, se deshizo de los tirantes de su sujetador, dejándolo caer lentamente por sus brazos hasta que quedó completamente desnuda de cintura para arriba. Sus tetas, firmes y casi diminutas, quedaron al descubierto bajo la luz tenue de la habitación. Tenía los pezones pequeños, duros y enrojecidos. Dani capturó el momento, maravillado por la mezcla de timidez y audacia que irradiaba Vero. Era como si estuviera descubriendo una parte de ella que nunca antes había visto.
—¿Quieres que siga? —preguntó ella, con una mezcla de nervios y curiosidad en su mirada.
—Solo si tú quieres —respondió él, apartando un momento la cámara para mirarla directamente a los ojos.
Vero dudó un instante, pero finalmente se puso de pie. Con movimientos lentos, deslizó las bragas por sus muslos hasta que cayeron al suelo. Ahora estaba completamente desnuda frente a él, con la espalda recta y el mentón ligeramente alzado, como si intentara convencer tanto a Dani como a sí misma de que estaba en control de la situación.
—¿Así está bien? —preguntó, colocándose en el centro de la habitación.
Dani asintió, sintiendo cómo su pulso se aceleraba.
—Estás… increíble —logró decir, volviendo a levantar la cámara para capturar cada detalle: la forma en que la luz acariciaba su piel, los pequeños gestos que delataban su nerviosismo y la manera en que sus ojos se volvían más intensos con cada clic.
Las poses se volvieron más atrevidas a medida que Vero ganaba confianza. Se recostó en la cama, dejando que una mano descansara sobre su pecho y la otra jugueteara con el borde de las sábanas. Luego, con un movimiento pausado, separó ligeramente las piernas, dejando que su chochito perfectamente depilado quedara expuesto ante la cámara. Dani tuvo que contenerse para no temblar mientras capturaba ese momento. Había algo casi hipnótico en la forma en que ella se entregaba a la sesión, como si hubiera encontrado una especie de liberación en ese acto. Después hizo zoom para captar los detalles de su rajita, luego se puso a cuatro patas y fotografió su ojete y su coño abierto y húmedo. El pobre futuro jubilado no sabia la sorpresa que le esperaba. Cuando finalmente terminaron, Vero se levantó y se envolvió en una bata, sentándose en el borde de la cama mientras observaba las fotos en la pantalla de la cámara.
—Son… bonitas —dijo, sorprendida por el resultado—. Aunque todavía no estoy segura de lo que siento al respecto. Madre mía que vergüenza dijo en un tono distendido.
Dani se sentó a su lado, apoyando una mano en su rodilla.
—Lo que sea que sientas, es válido. Y recuerda, tú tienes el control. Después de que Ramón las vea, las borraré. No quedará ningún rastro de ellas.
Ella lo miró, evaluándolo por un momento, antes de asentir.
—Eso quiero. Esto fue… intenso, pero no quiero que estas fotos existan más allá de esto.
—Lo entiendo —respondió Dani, con sinceridad.
Vero se recostó en la cama, cerrando los ojos como si intentara procesar lo que acababa de hacer. Dani, mientras tanto, revisó las imágenes una vez más, maravillado por la mezcla de vulnerabilidad y fuerza que había capturado. Sabía que esas fotos no solo eran un regalo para Ramón, sino un testimonio de algo que apenas comenzaban a explorar juntos.
Continuará….
Jooo se me ha hecho corto, espera otra experiencia más pero en cualquier caso, gracias por que me ha gustado muchoUn camino ¿sin retorno?
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Este relato es la historia de un forero, es una mezcla de realidad y una fantasía que tiene, espero que guste.
Capítulo 1
El sonido del claxon de un camión reverberaba en la inmensa nave del almacén logístico. Era un espacio frío, con altos estantes metálicos que parecían tocar el techo. El movimiento de palets y carretillas elevadoras componía una sinfonía rutinaria que Dani ya apenas percibía. Había llegado temprano, como siempre, vistiendo el uniforme de la empresa, con su chaqueta azul oscura y el nombre bordado en el pecho. A sus 30 años, la rutina había dejado de ser una molestia para convertirse en algo casi reconfortante. Sabía exactamente qué esperar de cada día.
—¡Dani! —La voz ronca de Ramón resonó desde el otro extremo del pasillo—. ¿Cuántas cajas te faltan para acabar ahí? No vamos a estar aquí toda la noche.
Dani levantó la mirada de la pantalla de su PDA y sonrió. Ramón, con sus 64 años y el cabello encanecido que apenas cubría su cabeza, caminaba hacia él con la calma de alguien que sabía que el mundo no iba a cambiar si un paquete llegaba tarde.
—Tranquilo, Ramón. Apenas llevo una docena —respondió Dani, dejando la PDA sobre una caja mientras estiraba los brazos.
—Eso pasa por ser tan meticuloso. A tu edad, yo ya había terminado y estaba en el bar con una caña en la mano. —Se rió, una carcajada profunda que le hizo toser ligeramente.
—No sé cómo hacías para que no te pillaran —bromeó Dani, mientras cargaba otra caja en la cinta transportadora.
Cuando el turno terminó, Dani salió del almacén sintiéndose más cansado de lo habitual. El aire fresco de la mañana le hizo bien mientras caminaba hacia su coche, un viejo utilitario que se había convertido en su compañero fiel. El trayecto a casa era breve, pero suficiente para despejar su mente del caos del almacén. Al abrir la puerta de su apartamento, el aroma del café llenaba el ambiente. Vero estaba sentada en el sofá, con el portátil en las piernas y el cabello recogido en un moño desordenado. Llevaba una camiseta amplia que apenas cubría sus muslos y unas gafas que solo usaba cuando trabajaba. A sus 28 años, había algo en su manera de moverse, en su elegancia despreocupada, que siempre lograba desarmar a Dani. Vero es una chica morena muy delgada y sin apenas pecho pero eso a Dani le da igual, en ella encontraba no solo a una mujer con quien compartir su vida, sino toda una compañera fiel en quien apoyarse tanto en los buenos como en los malos momentos.
—¿Cómo te fue? —preguntó sin levantar la vista de la pantalla.
—Lo de siempre. Ramón se pasó media noche contándome sus batallas del trabajo. —Dani dejó las llaves sobre la mesa y se acercó a ella, besándola en la mejilla antes de desplomarse en el sillón frente a ella.
Vero soltó una risita ligera. —Ese hombre no cambia, ¿verdad? Siempre que voy al almacén, me mira como si estuviera en un concurso de belleza.
Dani notó el tono divertido en su voz, pero no pudo evitar el ligero calor que se instaló en su pecho. Había algo en cómo lo dijo, algo que despertó una punzada de celos mezclados con… ¿excitación? Sacudió la cabeza, apartando el pensamiento.
—Es Ramón. Mira a todo el mundo igual. —Intentó sonar despreocupado mientras encendía el televisor, pero no pudo evitar robarle una mirada a Vero.
Ella tenía esa habilidad de estar concentrada en su trabajo y, al mismo tiempo, irradiar una sensualidad natural. Dani nunca había dejado de desearla, aunque últimamente sentía que sus encuentros eran más predecibles, como si la chispa estuviera encerrada en la monotonía del día a día.
—¿Qué tal tu día? —preguntó él, tratando de cambiar el rumbo de sus pensamientos.
—Lleno de llamadas y correos interminables. —Cerró el portátil y lo dejó sobre la mesa—. Creo que necesito un descanso.
Se levantó del sofá y se estiró, dejando al descubierto un poco más de piel de la que su camiseta ocultaba. Dani la observó, fascinado por la naturalidad de sus movimientos, y sintió una punzada de culpabilidad. ¿Por qué su mente volvía una y otra vez a las miradas de Ramón?
Unos días después, Vero pasó por el almacén para llevarle a Dani la cena que había olvidado en casa. Era algo que solía hacer de vez en cuando, y siempre recibía las bromas de los compañeros de trabajo, que le decían que era un hombre afortunado. Pero ese día, Dani notó algo diferente. Ramón estaba cerca, conversando con otros compañeros, cuando Vero entró. Dani la vio avanzar entre los pasillos con su vestido de verano ligero que tanto le gustaba. Ella sonrió al verlo y levantó la bolsa de papel.
—Se te olvidó esto. —Su voz sonaba ligera, como si no estuviera consciente de las miradas que atraía.
Dani la recibió con un beso en la mejilla y un “gracias”, pero no pudo evitar fijarse en Ramón, que la observaba desde la distancia. La mirada de Ramón no era lasciva, pero había algo en su intensidad que hizo que Dani sintiera una extraña mezcla de emociones. Cuando Vero se despidió y salió del almacén, Ramón se acercó con una sonrisa ladeada.
—Tu chica es un espectáculo, Dani. —El tono era amistoso, pero Dani sintió la profundidad detrás de las palabras.
—Sí, lo es. ¿Está buena eh?—Intentó sonar casual, pero algo en su interior se removía porque le encantaba que miraran a su novia.
El resto de la noche, las palabras de Ramón resonaron en su mente. Recordó las historias que le contaba, la forma en que hablaba de las mujeres de su pasado. Y, por primera vez, se permitió reconocer lo que siempre había estado latente: la idea de Vero en los ojos de otro hombre, en los ojos de Ramón, le provocaba una extraña mezcla de celos, deseo y algo que no podía nombrar. Cerró los ojos y, por un instante, dejó que su mente jugara con la idea. Ramón, con su mirada segura, sus manos experimentadas, y Vero, respondiendo a algo que él nunca había imaginado. El pensamiento lo perturbó y lo excitó al mismo tiempo. No sabía hasta dónde lo llevarían esas ideas, pero ya no podía ignorarlas. Algo había despertado en él, algo que cambiaría todo.
Esa noche del fin de semana de sus días libres después de la cena, Dani se acomodó en el sofá con el mando del televisor en la mano, mientras Vero se retiraba al dormitorio. Había algo diferente en el aire, un peso que sentía en el pecho desde que vio la mirada de Ramón hacia ella. No era la primera vez que lo notaba, pero esta vez se quedó grabada en su mente de una forma que no podía sacudir. Pasó los canales sin prestar atención, dejando que el ruido llenara el silencio del apartamento. Cerró los ojos un instante, pero en lugar de relajarse, su mente lo arrastró de vuelta al almacén. Pudo ver con claridad la escena de Vero caminando entre los pasillos, el vestido moviéndose con cada paso. Recordó la mirada de Ramón, esa mezcla de deseo contenido y admiración. Dani suspiró, apagó el televisor y se levantó. Se dirigió al baño, buscando despejarse con agua fría, pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen volvía, más viva, más intensa. Se inclinó sobre el lavabo, dejando que el agua corriera entre sus manos, y alzó la vista hacia el espejo. Allí, en la penumbra del baño, se enfrentó a sí mismo, al calor que sentía en el cuerpo y a la maraña de pensamientos que lo envolvían. Era como si algo dentro de él, algo que había mantenido cuidadosamente bajo control, estuviera exigiendo ser liberado. La idea era absurda, se repetía. Pero en el fondo sabía que no lo era. Se secó las manos con rapidez y caminó hacia el dormitorio, con pasos silenciosos. Vero dormía profundamente, envuelta en las sábanas, con el rostro relajado y sereno. Dani la miró durante unos instantes, debatiéndose entre la culpa y el deseo.
Se dirigió al salón, cerrando la puerta del dormitorio con cuidado. En la oscuridad, se dejó caer en el sofá, el corazón latiendo con fuerza. Permitió que las imágenes volvieran a su mente, esta vez sin luchar contra ellas. Imaginó a Ramón, su mirada recorriendo cada curva de Vero mientras ella, segura y provocativa, se entregaba al juego. La escena se dibujaba con una claridad que lo asustaba y lo excitaba al mismo tiempo. Dani bajó una mano, deslizando los dedos por el borde de su pantalón mientras dejaba que la fantasía se desplegara por completo. Vero, con su vestido sonriendo con picardía; Ramón, acercándose con una mezcla de urgencia y control. Se imaginaba que Ramón se acercaba su novia y metía sin reparo la mano por debajo del vestido para tocar su culo y ella en vez de reprochárselo se dejaba, pero no solo eso, se imaginaba a su novia subida encima de Ramón con su polla metida en su coño gimiendo mientras él lamía sus pequeñas tetas y la follaba con deseo. Cada detalle era vívido: el brillo en los ojos de ella, la forma en que su cabello caía sobre sus hombros, la respiración pesada de Ramón. La sensación lo invadió con una intensidad que lo dejó sin aliento. Dani se entregó al momento, dejando que el deseo lo dominara. Se masturbaba con calma disfrutando del momento hasta que se corrió. Cuando finalmente se detuvo, apoyó la cabeza contra el respaldo del sofá, intentando recuperar el aliento. El silencio de la habitación era ensordecedor. El remordimiento llegó como una ola inesperada. Se cubrió el rostro con las manos, susurrando para sí mismo:
—¿Qué coño estoy haciendo?
Pero aunque se sintiera culpable, no podía negar que algo había cambiado en él. La fantasía, que antes parecía una idea lejana e inofensiva, ahora tenía un peso real. Era como si, al darle vida en su mente, hubiera abierto una puerta que no sabía cómo cerrar. Regresó al dormitorio con pasos pesados, cuidando de no hacer ruido. Se deslizó bajo las sábanas junto a Vero, que se movió ligeramente, murmurando algo en sueños antes de acomodarse nuevamente. Dani se quedó despierto por un rato, observando cómo la luz de la luna iluminaba su rostro. Pensó en lo que significaba todo esto, en cómo afectaría su relación si alguna vez confesaba lo que sentía. Pero en ese momento, no tenía respuestas. Solo sabía que no podía ignorar lo que había comenzado a desear.
El reloj marcaba las dos de la madrugada. Dani seguía despierto, mirando al techo como si pudiera encontrar ahí las respuestas a las preguntas que lo atormentaban. La respiración tranquila de Vero a su lado era un recordatorio constante de lo que tenía y, al mismo tiempo, de lo que podía perder. Su mente volvía una y otra vez a las imágenes que lo habían consumido en el salón. No se trataba solo del deseo. Había algo más profundo, algo que le costaba admitir incluso en la soledad de sus pensamientos: la necesidad de romper con la monotonía, de descubrir hasta dónde podían llegar sus propios límites.
“¿Y si todo esto es solo una fantasía pasajera?” se preguntó. Pero no podía convencerse. La intensidad con la que lo había vivido, la forma en que su cuerpo había reaccionado, le decía que había algo más, algo que no podía ignorar. Miró a Vero, a su rostro tranquilo y perfecto bajo la luz tenue que se filtraba por las cortinas. Ella era todo lo que había deseado alguna vez: inteligente, hermosa, apasionada. Pero ahora, su imaginación había empezado a llevarla a lugares que nunca antes habría considerado. ¿Qué diría ella si supiera lo que pasaba por su mente? Dani cerró los ojos, tratando de acallar el torbellino de pensamientos. “Esto no tiene que significar nada”, se dijo, aunque sabía que se estaba engañando. Ya significaba algo. Lo sentía en cada fibra de su cuerpo, en cada susurro de su conciencia que le recordaba lo lejos que había llegado con sus propios deseos.
“Mañana será otro día”, se repitió, aunque no estaba seguro de cuánto podría cambiar el amanecer. La rutina volvería, claro, con sus horarios y su previsibilidad. Pero algo había cambiado dentro de él, algo que no sabía si podía deshacer. Mientras el sueño finalmente lo vencía, una última imagen cruzó su mente: Ramón, con su sonrisa confiada, y Vero, entregándose a algo más grande que ellos dos. Y en el fondo, la certeza de que ese pensamiento, por más que intentara ignorarlo, ya no lo abandonaría.
Continuará….
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