Te voy a echar mucho de menos.

Hot_Velvet

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"Te voy a echar mucho de menos", esas fueron tus últimas palabras cuando nos despedimos en la cafetería.

Te conocía hace ya muchos años, unos veinte. Recuerdo la primera vez que te vi que me sobresalté. Recuerdo que llevabas un vestido negro y el pelo sin recoger. ¡Cómo olvidar aquella melena roja! Te vi pasar en la oficina en la que trabajaba y salí a tu encuentro. Resulta que ya nos conocíamos de haber hablado por teléfono y habíamos conectado no solo en lo laboral sino también en lo personal.

Desde ese momento comenzamos a vernos con más frecuencia. A compartir café y siempre que teníamos que consultar algo con tu empresa buscaba alguna oportunidad para ir y verte. Recuerdo que organizamos una comida de trabajo las dos empresas y coincidimos, como no podía ser de otra forma. Me gustabas mucho. Supusiste una crisis en mi relación con la chica con la que salía en aquellos tiempos. Tú también tenías pareja y no pasó más entre nosotros que admiración.

El tiempo, cruel como siempre, nos separó. Pasaron muchos años sin saber el uno del otro. Hasta que volvimos a coincidir, ahora en la misma empresa, aunque en oficinas distintas. Estabas muy guapa, madura y más serena. Te habías casado con el mismo tipo de entonces y tenías una hija. Como hacíamos entonces quedamos para tomar café y allí me confesaste que tu matrimonio no funcionaba bien, que estabas pensando en separarte.

En ese momento yo disfrutaba de una plena relación con mi pareja de aquel entonces y no me mostré receptivo a tu llamada. Te reconocí que me gustabas desde el primer momento en que te vi, que me encantaba estar contigo, compartir tiempo y charlas. Pero, de alguna forma, te rechacé.

Volvimos a estar unos años sin vernos; hasta que volvimos a coincidir. En esta ocasión fui yo quien te buscó. Seguías casada con el mismo tipo y con una relación que no te atrevías a romper. Acomodada, resignada pero tu mirada era la más triste que nunca había visto en tí. Tus ojos ya no brillaban como antes y hasta tus manos habían acusado el paso del tiempo.

Comenzamos a hablar más que nunca. Me confesaste tu intimidad, lo que te preocupaba, lo que te angustiaba. Mantuvimos charlas eternas donde compartimos sentimientos y nos desnudamos emocionalmente hablando el uno ante el otro. Tu cuerpo ya no era el mismo, pero me seguías gustando, porque veía una persona con mis mismas preocupaciones, con los mismos deseos. Pero descubrí algo: yo nunca te había gustado físicamente y tú le das mucha importancia a ese asunto.

Tengo la sensación de que aún esperas a tu príncipe azul, apuesto, hermoso y dispuesto a sacarte del torreón donde te sientes enclaustrada. Y yo lo hubiera hecho, pero no era tu príncipe azul. Recuerdo que una vez bromeamos sobre nuestro aspecto. Te confesé que me sentía avergonzado, que nunca había sido alguien que llamara la atención de las mujeres por mi aspecto. Y de la misma forma recuerdo tu frase: "Tu atractivo no está en tu forma. En cuanto abres la boca y te muestras como eres y entonces gustas y mucho, no como la mayoría que en cuanto hablan la cagan."

Para entonces yo ya había descubierto la falsedad de las relaciones emocionales y había comprendido que no necesitaba nadie a mi lado para ser feliz. Y el tiempo, ese cabrón, volvió a separarnos. Dejé la empresa para instalarme por mi cuenta y nos despedimos en un café. Nos dijimos lo de siempre, que ya estaremos en contacto, nos llamaremos, pero yo sabía que tu nunca me ibas a llamar porque lo que tú buscabas no era más que sentirte querida y yo te repetía siempre que me gustabas y el afecto que te tenía. Comprendí que era lo único que querías de mí.

Así que me retiré. No volví a llamarte y tú, tal y como había imaginado, tampoco lo has hecho. Ni siquiera este último cumpleaños. Tú que siempre me llamabas para felicitarme. Estaba claro que tu despedida, ese te echaré mucho de menos, era algo muy consciente. Tú también sabías que no me ibas a llamar.

Te deseo lo mejor.

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(Evidentemente, no eres la de la foto, pero me recuerda tanto a tí!).
 
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