Estaba en la sala de descanso. Turno de tarde, café frío, bata arrugada. Tenía los pies hinchados, las tetas apretadas y el coño empapado sin sentido. No era por nadie. Era por el puto estrés, por las horas, por el calor. Por no follar en condiciones desde hacía meses.
El puto grupo de WhatsApp de las compis callado. Ainhoa dormida en una camilla. Me dio el arrebato. Abro la app. ******, Bumble, lo que sea. Quiero ver carne. No hablar. Solo mirar y tocarme luego en el coche si me caliento.
Y ahí aparece él. Barba, ojos oscuros, camiseta blanca. Nada especial. Pero tenía esa puta sonrisa torcida que te hace pensar que te la va a meter sin preguntar nada y que encima te va a dejar temblando.
Le doy like.
Match.
Tardo cinco minutos en escribirle. No sé qué decir. No quiero parecer desesperada, aunque lo estoy. Me arde el coño y tengo la lengua seca. Así que le suelto algo rápido, medio borde:
Yo:
—“Estoy de uniforme, oliendo a hospital y sudor y con ganas de morder. ¿Tú qué tal?”
No le pongo emojis. Ni puntos. Me suda la corrección.
Él tarda. No es de los ansiosos. Y cuando contesta, me entra un escalofrío.
Él:
—“Morder me gusta. ¿Vienes con "guantes" o sin nada?”
Me río. Bajo. Bajo en seco. Sin avisar.
No es guapo perfecto. Pero tiene ese tono. Esa forma de contestar sin prisa. Como si supiera que va a meterme en su cama sin tener que pedírmelo. Me dan ganas de seguir.
Yo:
—“Sin nada. Estoy sudando, con las tetas sueltas bajo la bata y la cabeza a punto de estallar. No sé si quiero follar o dormir. Pero algo quiero.”
Tardo en enviar. Pienso que igual es mucho. Pero me suda el coño.
Él responde rápido esta vez:
Él:
—“A veces no hay que elegir. Puedes follar hasta quedarte dormida. Te invito a algo , vienes ? ”
Boom.
Ese. Ese es el tipo de frase que me moja. Que no busca impresionarme, que no va de poeta. Me levanto de la silla. Me recoloco el moño. Tengo el coño vibrando.
Miro el reloj: me quedan dos putas horas de turno. Y ya me lo quiero comer.
Yo:
—“¿Vas a estar despierto cuando salga o te rajas como todos?”
Él:
—“Te espero. Te tengo algo de cena y una copa .Si llegas con el uniforme puesto, mejor. Me gusta el olor a sudor de mujer. Quiero ver cómo huele una mujer de verdad.”
Se me escapa un gemido. En voz baja. El coño me late. Me aprieto las piernas.
Yo:
—“Eres un puto enfermo. Me gusta eso.”
Él no contesta al momento. Lo deja en leído. Me provoca sin decir nada.
Y ahí estoy yo. Con el pulso a mil. Las bragas pegadas. Y la certeza de que esta historia… no va a ser normal.
				
			El puto grupo de WhatsApp de las compis callado. Ainhoa dormida en una camilla. Me dio el arrebato. Abro la app. ******, Bumble, lo que sea. Quiero ver carne. No hablar. Solo mirar y tocarme luego en el coche si me caliento.
Y ahí aparece él. Barba, ojos oscuros, camiseta blanca. Nada especial. Pero tenía esa puta sonrisa torcida que te hace pensar que te la va a meter sin preguntar nada y que encima te va a dejar temblando.
Le doy like.
Match.
Tardo cinco minutos en escribirle. No sé qué decir. No quiero parecer desesperada, aunque lo estoy. Me arde el coño y tengo la lengua seca. Así que le suelto algo rápido, medio borde:
Yo:
—“Estoy de uniforme, oliendo a hospital y sudor y con ganas de morder. ¿Tú qué tal?”
No le pongo emojis. Ni puntos. Me suda la corrección.
Él tarda. No es de los ansiosos. Y cuando contesta, me entra un escalofrío.
Él:
—“Morder me gusta. ¿Vienes con "guantes" o sin nada?”
Me río. Bajo. Bajo en seco. Sin avisar.
No es guapo perfecto. Pero tiene ese tono. Esa forma de contestar sin prisa. Como si supiera que va a meterme en su cama sin tener que pedírmelo. Me dan ganas de seguir.
Yo:
—“Sin nada. Estoy sudando, con las tetas sueltas bajo la bata y la cabeza a punto de estallar. No sé si quiero follar o dormir. Pero algo quiero.”
Tardo en enviar. Pienso que igual es mucho. Pero me suda el coño.
Él responde rápido esta vez:
Él:
—“A veces no hay que elegir. Puedes follar hasta quedarte dormida. Te invito a algo , vienes ? ”
Boom.
Ese. Ese es el tipo de frase que me moja. Que no busca impresionarme, que no va de poeta. Me levanto de la silla. Me recoloco el moño. Tengo el coño vibrando.
Miro el reloj: me quedan dos putas horas de turno. Y ya me lo quiero comer.
Yo:
—“¿Vas a estar despierto cuando salga o te rajas como todos?”
Él:
—“Te espero. Te tengo algo de cena y una copa .Si llegas con el uniforme puesto, mejor. Me gusta el olor a sudor de mujer. Quiero ver cómo huele una mujer de verdad.”
Se me escapa un gemido. En voz baja. El coño me late. Me aprieto las piernas.
Yo:
—“Eres un puto enfermo. Me gusta eso.”
Él no contesta al momento. Lo deja en leído. Me provoca sin decir nada.
Y ahí estoy yo. Con el pulso a mil. Las bragas pegadas. Y la certeza de que esta historia… no va a ser normal.
 
	 
 
		 
 
		 
 
		