5. Marifé.
Marifé, mas cercana y agradable que las otras jefas, tenía carácter y dotes de mando.
En el curre, vestía, como las otras compañeras de jefatura . Con seriedad, faldas o trajes dos piezas que combinaba, a veces, con unos pantalones tejanos oscuros y chaqueta. Gustaba lucir pañuelos sobre la camisa que disimulaban unas tetas a considerar. No se apretaba, textualmente hablando. Fácil imaginar que camuflando el pecho evitaba comentarios desagradables y nuestros disfrutes visuales..
Algunos días vestía mas relajada con unos Le**s 501 negros con camisa holgada por fuera y su inevitable foulard. Esa marca de pantalones estaba hecha para su culo y viceversa. Otros llevaba ropa de sport en una bolsa de deporte, especialmente en primavera y podíamos verla salir de las oficinas con un vaquero y camisetas ceñidos, con gafas de sol y marcando paso tipo militar. El resto lo hacia en su vehículo, un Kaddet rojo.
Unos 40 años muy bien llevados. Divorciada y teñida, lucía melena aleonada propia de un anuncio de champú. Gustaba tomar una copa de vino a la hora de comer. En épocas de jaleo se llevaba el tuperware y comía en la salita habilitada a tal efecto. Nunca faltaba una buena botella de vino compartida con otros compañeros, especialmente con dos de sus colaboradores, Marian y Francis. Solían rematar con café y chocolatinas variadas. Faltaría mas trabajando en la empresa que faltasen estos productos. Sus gustos, bastantes refinados, aunque no alardeara de ello.
Pese a su jerarquía y dotes de mando, tenía el don de saber decir las cosas, en tiempo, lugar y forma adecuadas. A veces era tan sutil, que disfrazaba una orden inmediata en forma de sugerencia. Sugerencia y sugerente, que lo era. Otra de sus habilidades era desplegar antenas, conocía casi todo de todos. Como sabréis mas adelante, ciertas informaciones se las intercambiaban. Muy discreta y celosa con su vida privada, apenas nada sabíamos de ella, salvo que vivía en una zona noble de la ciudad. Utilizaba la salida del garaje para entrar y salir habitualmente. Le gustaba pasar desapercibida salvo cuando se vestía para matar.
Solía requerir mi presencia cada dos o tres semanas. Me avisaba con antelación y casi siempre a primera hora de mi jornada, un poco mas tardía por las preferencias los locales donde servíamos la mercancía. La informatización era incipiente y aunque había ordenadores no disponíamos de tabletas y similar. El departamento de administración picaba a mano los reportes de albaranes en papel. Mi presencia tenía un objetivo claro: una especie de sondeo de las los alcoholes y licores, cambios en las tendencias, implementación de nuevos productos. Por supuesto, las recompensas a locales o la organización en verano y primavera de terrazas o fiestas. Marifé sabía que era un buen conocedor de la noche y mi información y sugerencias le venían a las mil maravillas para introducir nuevos productos o consolidad los existentes.
Los reportes solían durar unos 30/40 minutos. Anotaba en un cuaderno de tapa dura. Habitualmente me presentaba aseado a mi trabajo. Los días de reporte me esmeraba y me cuidaba aun más, por supuesto incluyendo mi perfume talismán. No había ninguna esperanza a priori, jugaba en otra liga. Así de sencillo. Mantenía el rigor y las distancias dentro de la cordialidad. Las distancias, más claras aun. Mejor no crear expectativas.
Profesionales trabajando los dos. Aunque fuese un hombre de Ortega con mis circunstancias y pensamientos libidinosos con sus teta. Prefería mirar al cuadro que colgaba en una de sus paredes.
No solo yo pero…mas tarde sabría que las jefas divinas, a veces, juegan en las ligas de los mortales empleados….
Un día soltó la bomba disfrazada de caramelo
—El viernes por la noche me das una vuelta en la furgoneta. ¿Te parece bien?
—Igual cuando me toque un viaje al caribe.
— Es un asunto de trabajo.
— Como los viajes a las destilerías de ron.
Obvió mi comentario y prosiguió a piñón fijo:
— El viernes por la tarde noche tenemos que ir al Infinity. Hay un evento importante de la destilería ********, producto de importación ( hoy premium). La mercancía estará casi toda salvo alguna que nos llega el viernes a mediodía, estaremos apurados… la llevaremos a ultima hora. Iremos en la furgoneta de reparto, la que utilizas habitualmente.
Me quedé dudando.
— Puedes conducirla tu. Sin problema. Ya sabes donde está el cajetín de las llaves
— No te preocupes por las horas que te las compensamos como quieras. El favor lo tendré en cuenta, muy en cuenta. Ah… la puedes llevar preparada como cualquier fin de semana.
En ese momento pensaba en mi interior…¡Que carbona la Marian! La lengua muy corta y la braga muy fácil . Esta tía piensa con las tetas.
Me adivinó el pensamiento.
— Marian no es exactamente amiga, me llevo bien con ella, como ocurre con mas gente en la empresa.
—¿?
— Ya sabes que algunas mujeres piensan con la entrepierna, no todas je je. Que por cierto, tu y yo sabemos que lo lleva arregladito…
Tocado, desconcertado y hundido.
— Si hombre.. Ya sabes Felipe Bikini.
Y dejo caer una risa irónica.
La Phi**ips bikini trimmer con sus plantillas para recortar vello pubico femenino. Por aquel entonces no era muy frecuente el arreglo de los bajos. Esta maquinita fue lo mas vendido para las mas atrevidas de la época.
— Lo dicho. Vais arreglados los dos…
—???
— La furgoneta y tu… No te olvides oler tan bien como siempre. Cargamos a 19.30 para que nos de tiempo
La mejor ecuación es no crearse grandes expectativas, para lo que los resultados sean completamente satisfactorios. Como dije antes: mejor expectativas = 0. Lo que venga positivo será.
Me atavié con mi tejano y camisa favoritos, incluido perfume y americana..Maqueado total para no desentonar o, dar el cante lo menos posible. Puntualidad británica.
La jefa, impresionante, con traje oscuro dos piezas, chaqueta cruzada con un botón y bolso a juego. Pelo recogido. Sexy a más no poder. Marifé era consciente, con premeditación y alevosía.
Orden con disfraz amable:
—¿Te importa cargar las cajas del rincón? La que está separada, te la quedas, cortesía del proveedor. No te manches por favor. Subo un momento mientras cargas. Ah…muchas gracias Santiago.
Deposité la mercancía en la parte posterior de la furgoneta y cerré con llave ( entonces todo era manual). Así evitaba su cotilleo en primera instancia y mantenrdía la curiosidad. Ni me molesté en mirar la caja obsequio. Seguro que haría feliz a mi hermano pequeño, colegas o vecinos a los que les encantaban los regalos de propaganda. Una sorpresa agradable cuando la abrí aunque hubiera preferido un viaje… jajaja
La jefa se demoraba. Dejé la puerta del copiloto abierta y el motor en marcha al ralentí… Hizo amago de abrir la puerta trasera.
—Jefa… Estamos apurados.
Tomó asiento como copiloto.
La tienes impoluta…
— No hace falta ponerse el cinturón dije ,sin mirarla ni inmutarme .
Ella olía muy bien. Se había retocado, sin duda. Hasta llegar al Infinity tuve mis ojos fijos en la conducción. Podría percibir su perfume, mirando soslayo apreciar las formas y las curvas en el traje a punto de estallar.
Al llegar , me dirigí hacia la trasera del local, donde está ubicado el almacén. La jefa siguió portándose como una jefa mientras saludaba a uno de los socios. El encargado me hizo una seña de dónde debía dejar el pedido que habíamos traído. Regresé a la furgoneta, recompuse mi figura y me colocqué e la americana. Accedí por la puerta principal al local, con el privilegio de saltarme la cola que empezaba a formarse, acompañado del encargado. Cuando me incorporé al grupo, le le estaban dando las gracias a mi jefa. Ella señalándome, dijo al que teníais que dárselas a él.
Uno de los socios llamó al jefe de seguridad y le indicó que nos dejasen entrar sin ningún problema, y que no pagaremos nada.
Mi jefa propuso ir a comer algo, la tarde noche podría hacerse muy larga.Larga y variada
—Vamos al Jarana, ponen unos bocadillos muy ricos.
¿Bocadillos, la jefa? Me la imaginaba con un sandwich mixto de pate y trufa, sin mancharse ni despeinarse.
Pedimos un par de bocadillos de calamares con un par de cañas. Nos sentamos en una mesa al fondo. Marifé soltó el único botón de su chaqueta cruzada. La camisa blanca, mas ajustada de lo habitual y con un par de botones menos, insinuaba mas de lo conveniente. Sin fouladrd No pude evitar la mirada. Se percató de ello. Disimulé como pude.
— Jefa…Podría haberme dicho que vendría de etiqueta… No me gusta desentonar. Me hubiera puesto de traje, con su pajarita. Me sienta muy bien. En un intento de disimulo.
— La americana no te queda nada mal. No desentonas.
— Ni desentono ni soy de piedra.
Mostró una de sus sonrisas mas sibilinas.
Continuamos con conversaciones banales irrelevantes y yo, procurando evitar mirar a su escote oculto que se adivinaba.
Marifé se disculpó y, en compañía de su bolso, fue al servicio de señoras. ¿Estaría en la semana “fantástica”?
Al regresar abonó la comanda y me ofreció un paquete de chicle mentolado, de la marca mas conocida por entonces Ch**w, clorofila intensa.
—Gracias jefa.
— En cuanto se inaugure la fiesta dejo de ser tu jefa, llamame Fe o Marifé.
— Vale jefa, entonces la jefa será otra.
La jefa laboral quedó desconcertada. Volvió a abotonarse la americana y nos dirigimos al Infinity. Las colas eran largas. Fuimos directamente a la entrada y nos adentramos en el interior, ante la mirada atónita de los que esperaban. Sentí una extraña sensación, mezcla de placer y poder, lo que hoy llaman empoderamiento. ¡Como los ricos! Pensé, acostumbrado a entrar en silencio, por la puerta de atrás, sin audiencia con las luces encendidas y los asientos sobre las mesas. No era mi mundo pero ..¡me encantaba!!
Lo habitual en este tipo de eventos o fiestas temáticas es que las marcas o los proveedores se encarguen directamente. En este caso fue el distribuidor, nuestra empresa la que se hizo cargo. La jefa la representaba. Parecía conocer a todos los jefes “temáticos”como decía Marifé..
Paso la mano por mi espalda, impulsándome hacia adelante. Me susurró al oído,
—No se te ocurra separarte de mi.
—¿Te guardaré las espaldas?
— Algo parecido.
El ambiente, increíble, se percibía. El Infinity tenía varias barras y un espacio central a modo de pista. En un lateral había un expositor de la promoción con un par de ginebras nacionales (una tiene nombre de calle en Málaga) y la otra iniciales. Las otras dos o tres marcas internacionales, todas del mismo distribuidor, el mismo de las tónicas. Entonces no se llamaban premium sino especiales. Tras las fotos de rigor de la prensa local ( hoy photocall) se abrió la veda del gintonic. Con cada consumición de este fabricante, te facilitaban un boleto que se canjeaba por artículos de merchandising o propaganda o, mínimo una segunda consumición gratis. Este tipo de fiestas tenían mucho éxito y eran muy rentables tanto para las marcas, distribuidor como el local organizador. No faltaban azafatas impresionantes ataviadas con ropa, no demasiada, con los colores institucionales. Rezumaban poderío y sonrisas, además de otros deseos.
Tanto Marifé como yo teníamos barra libre. La jefa no jefa si tomaba gintonic , dejándose aconsejar por uno de los mandamases de la destilería. Podía apreciarse el esmero en la preparación, quedaban monas las cositas. No las terminaba y probaba otra. Yo con mis consumiciones habituales y no demasiado lejos de mi jefa no jefa, que me daba la bola imprescindible pero me controlaba con la mirada pidiendo quites.
— Santiago ¿me cuidas el bolso? Voy al baño.
Mi intuición me decía que si no llevaba el bolso… no tendría la regla. Esta información importante habitualmente, esa noche no tenía relevancia alguna. No debía hacerme ilusiones. Una jefa por casualidad y aprovechando un farol luminoso, no estaba mal. Dos jefas, inviable. Oteé otros horizontes (sabed que me encanta la expresión y sobre todo hacerlo), gente espectacular, ellos y ellas, de otra liga, divinos. Crucé la mirada con Virtu, una de las camareras, asintió con suya, debió gustarle el bolso de mi jefa colgado en bandolera.
Me encontraba a gusto en la fiestea y no desentonaba. Virtu deslizó a lo largo de la barra una de mis bebidas favoritas: refresco de cola con chorrito de zumo y una corteza de limón en vaso ancho. Le guiñé un ojo.
En ese momento, la voz de Marifé me sorprendió por la espalda:
— Te dejo un momento y estas ligando con la camarera… cuando quedamos en que guardarías mi espalda ¡que tío! Va a tener razón Marian.
Posó la mano, sutilmente, en mi cintura y dijo:
— ¡Que bien bien hueles!… aunque creo que ya te lo he dicho… Acercó su nariz rozando mi cuello, sin llegar a tocarme con el resto del cuerpo
Tomé su bolso para devolvérselo y me giré. Observé atónito.
Se había soltado el pelo y desabotonado la chaqueta y dos botones de su camisa.
Se adivinaba mas de lo que se veía y de perfil se observaba su sujetador conteniendo, a duras penas, dos tetazas. Realmente impresionante. Con cara de jugador de póquer, le devolví el bolso.
— Gracias… muchas gracias.
Pidió una ronda para ambos. Se acercó Virtu con una copa de balón, una botella de ginebra de importación de las que había llevado yo y comenzó a preparar la copa de mi jefa, quien observaba algo al fondo de la barra. Sin que ella lo pudiera apreciar, Virtu me hizo una seña como diciendo que a que esperaba.Presentó la copa preparada y mi refresco de cola, preparado también.
—Chinchín dijo Marifé, ahora ya no soy tu jefa, chocando los vasos.
— Chinchin, respondí, desde ahora la jefa será otra.
Se dio la vuelta, avanzando hacia el borde de la pista. Contorneándose y sabiéndose mirada, no dejaba indiferencia, mas bien deseo. Lo sabía. Virtu, espectadora de excepción no perdía ripio mientras secaba la vajilla. Bordeó el perímetro de la pista, saludó a un par de personas y unos minutos después regresó. ¿Una vuelta de reconocimiento?
— Todo un éxito… refiriéndose al evento. Promete esta nueva ginebra, va a gustar y nos va a dejar una pasta.
— Sin duda. Gente guapa…tratamiento señorial ( hoy VIP). Me ha gustado… lo de Santo Domingo debe ser la pol… la bomba…
—¡¡Pero que pesado eres!! Ahorra y te vas…
La fulminé con la mirada. Se marchó a dar una vuelta al anillo. Apareció unos minutos después y se topó con mi rictus serio.
— Vaya… te debo una disculpa… No procede mi comentario. Te invito a una copa en el Orleans, estaremos mas tranquilos, se puede aparcar la furgoneta, hay sitios. He sido un poco brusca, no han sido formas pero es que… eres muy insistente, no tienes paciencia… no.
— No, no la tengo. Debajo de las tapas de los yogures hay miles de premios. Un timo como una catedral. Mira que he tenido paciencia y he comido yogures…
Me acomodé la americana y respondí afirmativamente con la cabeza. Como buen caballero, cedí el paso y mis dos escáneres, hicieron su trabajo. Follable total.
Nos dirigimos a la furgoneta. Abrí la puerta del conductor y desde dentro la del copiloto.
— Sube.
Arranqué y nos dirigimos al Orleans. Trayecto corto tan silencioso como incómodo. No encontramos aparcamiento en las proximidades y tuvimos que hacerlo un poco mas apartado. Aparque a la primera si maniobra.
Bajamos y antes de cerrar con llave me dijo:
—Me enseñas la parte de atrás? Tengo curiosidad.
— ¿En la parte de atras, en la jefa o en las dos?
Anda, abre la puerta.
Cerré ambas puertas, la del copiloto bajando el pitorro del seguro, la del conductor con llave. Este modelo de furgoneta no comunicaba la parte de atrás con la cabina, salvo una pequeña ventana en la parte posterior de la cabina.
Abrí la puerta de atrás, encendí la luz y la invité a pasar.
La parte de atras…
Oh…. Aquí traes…
Aquí traigo… si…¿Quieres probar y comprobar? Aquí también hay una jefa….
—¿Si..?
— Esta señalando la entrepierna.
Se acercó muy despacio… y preguntó_
— ¿Manda mucho? Dile que cierre la puerta por dentro….
No queria caer en trampa alguna, no la hice ni caso.
—¡¡Que apañado… con su nevera, sus bebidas..! Se acercó hasta la puerta y la cerró por dentro, adaptando el pestillo. Sabía mas de la furgoneta de lo que imaginaba
—No exageraba Marian. Además me dijo que el colchón era bastante cómodo.Y me dijo otras cosas, jijiji entre risitas
—Vaya par de cotillas
—Yo no lo llamaría cotilleo. Más bien confidencias.Te deja en buen lugar. Que lo sepas.
—¿Habéis compartido con confidencias o alguna cosa más?
—Tú sí que eres curioso
—No, la curiosa eres tú. No tienes curiosidad en conocer a mi jefa. Si no la tienes, ¿Porque me has pedido que cierren la puerta . ¿No te apetece tomar nada? te diría Marian que la ofrecí algo de beber. Estoy bien surtido pero no hoy llego al nivel del Olimpo de importación.
—Qué te apetece? O te apetece lo que yo imagino que te apetece? ¿Tengo que regalarte el oído y decirte que estás muy sexy e imponente? ¿que cada vez que te sueltas un botón, sube sube la temperatura? Mi jefa, dije señalando hacia mi entrepierna, dice que te sueltes un botón más de la camisa. ¡Hazlo!
Marifé se quedó dudando.Acabó llevando despacio su mano derecha hacia el botón, no sin antes acariciar con la yema de sus dedos su pecho izquierdo. Introdujo por debajo el dedo pulgar y junto al índice soltó un botón más.
¿Así está mejor?
—No, estará mejor si te quitas uno más.
Con su camisa blanca entreabierta, se adivinan unos pechos turgentes y apetecibles.
Me miró mordiéndose el labio, introduciendo su mano acariciándose el pezón izquierdo por encima del sujetador. Su mirada, matadoramente lasciva.
—Ya que tienes experiencia en soltar botones, deshazte de los de mi pantalón.
—Se acercó espacio mirándome a los ojos, se agachó y mientras mantenía la mirada, soltó el botón central de mi pantalón.Masajeó primero suavemente, y después con fuerza de paquete, apretando con fuerza. Mi jefa empezaba estar dura.
—Y si aprieto un poco más fuerte?
—Tu misma. O es que te apetece dura muy dura y más que dura? Ahora no vas a apretar más, te vas a levantar y te vas a desnudar lentamente. Primero la americana, déjala con cuidado sobre la caja de all´, no se vaya estropear. Luego, vas a quitarte muy despacito la camisa y vas a bajar la mano para soltar el broche de tus pantalones, déjalos caer. No esperes más . Se va a impacientar la jefa.
Di un pasito hacia atrás, podía sentir su aliento y su perfume. Su respiración entrecortada. Estaba excitada. Comenzó a desvestirse.
—Me gusta que te comportes como una buena chica obediente. Ahora quítate los zapatos como en las películas, lánzalos donde sea, no se va a romper nada
Me obedeció como una perrita fiel.
—Acaríciate, primero las tetas y luego baja la mano hacia el pubis. Empieza hacerte un dedo mientras chupas, como si fuera una Piruleta, tu dedo índice de la otra mano. ¡Récreate!
Así me gusta, si sigues siendo una chica buena, mi jefa va a ser muy generosa y te va a recompensar convenientemente. ¿Cómo quieres que lo haga? bueno para ser más exactos ¿por donde quieres que empiece?
—Como quiera, la jefa, dijo en tono sumiso.
Ven, acércate. Lo hizo despacio, mordiéndose labios y acariciándose el coñito por fuera.
—Bonita lencería como la ropa. Te has vestido para matar y vas a acabar muriendo, pero de gozo.
¡Encomiéndate!
—Ahora desnúdame a mí, despacio. Primero la americana y después el resto. Improvisa, estoy seguro de que sabes hacerlo muy bien.
Introdujo ambas manos por mis hombros, acariciando los omoplatos, descendiendo los dedos y bajando hacia mi cintura con un movimiento hábil, echó la americana hacia atrás, aproximándose cruzando al lado contrario. Su cara musito junto a mi oído:
—Eres un cabronazo, me lo habían dicho, lo estoy comprobando, dijo mientras me mordisqueaba el lóbulo de mi oreja. Con sus dedos y sus uñas afiladas, pero recortadas jugueteó con los botones de mi camisa, haciendo incursiones hasta llegar a mis tetillas, pellizcándolas. Alzó un brazo, estirando la manga para sacármela y con un giro hábil me quitó la camisa, dejando la del revés y lanzándola hacia atrás.
En la proximidad, busco mi boca. Nos fundimos en un beso intenso, su lengua era una exploradora hambrienta. Hizo incursiones en todos mis recovecos bucales mientras su mano derecha apretaba firmemente mi culo y su dedo corazón buscaba la rabadilla y presionaba mi ano hacia dentro.
Se olvidó de mi trasero y buscó la parte frontal de mis genitales, metiendo la mano por debajo del slip y palpando mis testículos y mi polla ya empalmada.
Hola jefa, encantada de conocerla.
Su lengua se enredó mi cuello, recorriéndolo con pequeños. Besitos. Su mano apretaba mis huevos, menos estrujaba.
Apartándola ligeramente hacia atrás, levanté el su brazo con el mío, como si fuese un paso de baile, contemplándola.
La atraje hacia mí, dejándolo caer hacia atrás, como si fuese un paso de tango, la reincorporé girándola y colocando de espaldas, desabroche su sujetador, amasando sus grandes pero durísimas tetas, como sus pezones, mientras con mi mano izquierda, la abrazaba y palpaba su teta derecha mi mano ídem introdujeron en su braguita, acariciando todo el culo y accediendo a su vagina por detrás. Introduje un dedo y estaba completamente encharcado y las braguitas empapadas.Comencé a masturbarla muy despacio con un dedo y luego con otro. Dió un pequeño tirón sin violencia, bajo sus braguitas hasta la rodillas y apreté mi polla sobre su culo mientras continuó masturbándola esta vez frotando su clítoris. No tardo en correrse.
— ¡Quitate las ropa interio!, las braguitas también…. Despacio. Permíteme ver ese conejito arreglado… a ver ……me gusta el arreglo…
—Comprueba si mi jefa está suficientemente preparada para darte tu merecido.
Con obediencia mansa comenzó a engullir mi polla primero despacio y luego hasta dentro.
— ¡Al dente!
— Es el momento de que compruebes si el colchón es como te dijo Marian
La llevé hacia el mismo, tumbándola, con mucha suavidad, mirandola fijamente. ¡No podía creerme que la segunda jefa estuviera a punto de caer!
Estiré mi mano hacia una caja que hacía los efectos de mesilla improvisada, buscando un preservativo.Cuando lo tenía en mi mano, Marifé dijo
—No es necesario. Tomo la pastilla. Y me consta que tú eres un chico sano y que te pones gomitas habitualmente. ¡Follame a pelo!
No lo dude ni un instante
Me tumbé junto a ella, girándome hasta qel acople. Al tacto y en el aire con mi pene, busqué la apertura de su vagina, y ayudándome ligeramente con mi mano izquierda, la introduje muy despacio en su coño. Un coño muy jugoso y lubricado, con su matojito arregladito
—¿A qué esperas! ¡¡Follame!!
Empecé a bombear con ritmo frenético en la posición del misionero. Fue muy breve porque se corrió de manera rápida. Incrementaba y disminuya mi ritmo y cuando estaba a punto de correrse, me paraba y volvía a intentarlo. Es una vieja táctica que da un gran resultado. Hoy la llaman el orgasmo fallido o algo similar
—Joooo se quejaba. Y volví a repetir el proceso.
Al final, consentí en que se corriera en un par de ocasiones y le dije:
—Es mi turno. Chúpamela sin que me corra, como tú sabes. Vuélvemelo loco
Empezó a mamar como una descosida, con fricción. A veces, un punto molesto, pero era muy agradable tenerla totalmente entregada.
—Puedes correrte dentro si quieres
—No, no hemos terminado. Ven date la vuelta y dame tu boca. Introduje en ella mi verga, y empezó a follarsea.. Cuando estaba muy dura le dije
— Date la vuelta y ponte a cuatro.
Dejé caer un poquito de saliva sobre su culo y apunté con mi prepucio a su ano.Hizo mago de protestar
—Las decisiones de mi jefa no se cuestionan. Voy a entrar por la puerta de atrás. Que lo sepas. Y seguido introduje mi polla de un movimiento seco, llegando hasta el fondo. Empecé a bombear primero despacio y luego con más ritmo e intensidad. Marifé hizo algún amago de protesta pero se calló. Tragaba su culito y de qué manera….
Ella no consiguió correrse, pero a mí me dió un placer tremendo. Después de darle dos o tres series de pollazos más la advertía:
— Es la hora del postre, lo único que no has tomado hoy.
—No me gusta mucho como huele el semen
—No hace falta que lo huelas, solo tienes que saborearlo y tragarlo, si quieres. Pruébalo
La giré hacia colocando mi boca en suerte:
—Mama hasta que me hagas correr. Habilidades buco manuales demostraba. Consiguió que me corriera rápido, trancando hasta la última gota, no hizo ascos a la lefa de mi jefa. No escupió .
— No me desagrada, añadió mientras se acurrucaba
La arropé con una mantita y nos quedamos ambos muy juntos, su pecho sobre mi cabeza. A escasos centímetros, dos tetas empitonadas, mirándome muy fijamente
Acaricié , primero su cabello y luego el vello público arreglado.
—¿Qué dices de mi mi jefa?
— Dura e implacable. Pero me ha gustado.
—Como tu coñito arreglado, como el de Marián.¿ también a ella la has ordenado y ordeñado?
¿Te gustan los bollos?Podríamos hacer un mix los tres
—¡Tu lo flipas…!
Y me dio un pico intenso.
—¿ eso es un si?
—Ya veremos dijo uno que nunca vio