Un deseo oculto.

Cjbandolero

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Tomás sueña con ver a su mujer con otro hombre pero ella se niega. Casi ha perdido la esperanza cuando un día…


Capítulo 1: Un deseo oculto


Tomás sentía la piel de Gema bajo sus dedos, cálida y suave, mientras sus cuerpos se movían al unísono en la oscuridad de su habitación. Era una noche como cualquier otra, pero su mente estaba repleta de imágenes que lo excitaban hasta el punto de la locura. No podía evitar susurrar al oído de su esposa.


—Imagina que es otro hombre el que te está follando ahora, Gema. —Su voz era un murmullo ronco, cargado de deseo.


Gema cerró los ojos y dejó escapar un gemido. La idea le provocaba una oleada de excitación que no podía negar, su cuerpo reaccionaba instintivamente, mojándose al imaginar esa escena. Sus caderas se movieron con más intensidad, buscándolo, mientras sus manos se aferraban a las sábanas.


Pero al terminar, cuando la respiración de ambos se calmaba y la realidad volvía a ocupar su lugar, la reacción de Gema cambiaba. Se apartaba un poco, todavía con el calor del momento en su piel, pero con una claridad que la hacía negar con la cabeza.


—No, Tomás, en serio, no quiero hacerlo. —Su voz era firme, aunque comprensiva—. Me excitan esas historias cuando estamos en la cama, pero no quiero llevarlo a la realidad. Es solo fantasía. Solo quiero contigo.


Tomás suspiraba, sintiendo una mezcla de frustración y amor. Sabía que no podía obligarla, ni quería hacerlo. Pero su deseo era fuerte, persistente, una fantasía que le consumía. Seguía insistiendo, con la esperanza de que algún día ella cambiara de opinión.


Los días se sucedían con monotonía. Tomás se refugiaba en los relatos de infidelidades que leía en línea, en los videos pornográficos que veía sobre infidelidades. Pero cada intento de llevar esa fantasía a la realidad terminaba en la misma negativa de Gema.





A veces, Gema le daba pequeñas esperanzas, aunque sin darse cuenta. Cuando viajaban a otra ciudad, ella se vestía provocativamente, con camisetas ajustadas y sin sujetador, dejando que sus pezones se marcaran claramente bajo la tela. Tomás adoraba esos momentos. La observaba mientras caminaban por calles desconocidas, notando cómo los ojos de otros hombres se posaban en su esposa. Le encantaba ver las miradas de deseo dirigidas a ella, y se deleitaba con la idea de que esos desconocidos la deseaban tanto como él.


En la playa, Gema a veces hacía topless, pero solo cuando estaban lejos de casa, en lugares donde nadie la conociera. Tomás disfrutaba viéndola con sus tetas al aire, sabiendo que otros hombres la estaban mirando con deseo. Sin embargo, nunca lograba convencerla de que lo hiciera delante de amigos, cuñados, o cualquier hombre de su familia. La idea de que personas conocidas, aquellos con quienes compartían su vida cotidiana, vieran los “melones” de Gema le resultaba increíblemente excitante, pero sabía que eso estaba aún más allá de lo que ella estaba dispuesta a aceptar.


Al final del día, cuando regresaban a su habitación de hotel o a su casa, la realidad siempre se imponía. Gema disfrutaba del juego, de la atención, pero no estaba dispuesta a llevarlo más allá. Tomás tenía que conformarse con sus fantasías, con la esperanza de que algún día, quizás, ella decidiera hacer realidad su deseo más oculto.


Capítulo 2: Una posibilidad inesperada





Una tarde después de comer Tomás estaba sentado en el sofá, con el televisor encendido en un volumen bajo, mientras su hijo hacía los deberes en su cuarto. Gema se acomodaba a su lado, con una expresión pensativa en el rostro. Tomás la miró, notando que parecía tener algo en mente.


—¿En qué piensas? —le preguntó, deslizando una mano sobre su muslo en un gesto cariñoso.


Gema respiró hondo antes de responder.


—Hoy, en el trabajo, vino un comercial. —Su voz era suave, casi vacilante—. Me invitó a un café en la cafetería del centro comercial.


Tomás levantó una ceja, intrigado. —¿Un comercial? ¿Cómo fue?


—Fue… agradable —respondió Gema, un ligero rubor apareciendo en sus mejillas—. Es un hombre muy majo, y… bueno, nos dimos los números de teléfono. Me dijo que le gustaría volver a quedar. Estará unos días en la ciudad.


El corazón de Tomás empezó a latir más rápido. Esta conversación tenía un tono diferente, algo que no había experimentado antes. Se obligó a mantener la calma mientras su mente corría a toda velocidad.


—¿Te gustaría volver a verlo? —preguntó, con su voz cuidadosamente neutral.


Gema lo miró, mordiéndose ligeramente el labio inferior. —No lo sé, Tomás. No estoy segura de si me atrevería a llevarlo más allá si es a eso a lo que te refieres.—Sus palabras estaban cargadas de incertidumbre, pero también de una chispa de curiosidad que Tomás no pudo pasar por alto.


Tomás sintió una oleada de esperanza. Tal vez, solo tal vez, esto podría ser el comienzo de algo más. —Podrías invitarlo a casa —sugirió, tratando de sonar casual—. Así podríamos conocerlo mejor, los dos.


Gema frunció el ceño, claramente considerando la idea. —¿A casa? —repitió—. ¿Estás seguro de eso, Tomás?


—Sí, claro. —Tomás trató de sonar lo más tranquilo posible, aunque su interior era un torbellino de emociones—. Podríamos hablar con él, ver qué tipo de persona es realmente. No tiene que pasar nada si no te sientes cómoda.


Gema se quedó en silencio por un momento, pensativa. Finalmente, asintió lentamente. —De acuerdo, hablaré con él y veré si le apetece venir a casa. Pero, Tomás, no prometo nada. Si en algún momento no me siento bien, todo se detiene.


—Por supuesto —aseguró Tomás, tomando su mano y apretándola suavemente—. Lo que tú digas, Gema. Esto es solo una posibilidad, no una obligación.





El resto de la tarde transcurrió en una tensa espera. Tomás no podía dejar de pensar en las posibilidades que esta nueva situación podría traer. Mientras tanto, Gema enviaba un mensaje a Ricardo, el comercial, invitándolo a su casa. La respuesta llegó más rápido de lo que esperaba: Ricardo aceptaba la invitación con gusto.


La incertidumbre y la expectativa llenaban el aire. Tomás sentía que estaba en el borde de un precipicio, con una mezcla de emoción y temor ante lo desconocido. ¿Sería este el momento en que su fantasía más oculta comenzaría a hacerse realidad? Solo el tiempo lo diría, y mientras tanto, debía esperar y prepararse para lo que pudiera venir.








Capítulo 3: Una decisión sincera





El mensaje de Ricardo había sido claro: aceptaba la invitación para venir a casa.


Tomás sentía una mezcla de emoción y nerviosismo mientras esperaba el día del encuentro. Aquella noche, mientras se preparaban para dormir, decidió que era el momento de abordar un tema importante.


—Gema, hay algo que debemos aclarar antes de que Ricardo venga —dijo Tomás, su voz calmada pero firme.


Gema lo miró, con una expresión de curiosidad y un leve toque de preocupación. —¿Qué pasa, Tomás?


—Creo que deberías ser completamente sincera con él. Decirle que estás casada, que esto es algo que ambos estamos considerando. No quiero que haya sorpresas ni malentendidos cuando esté aquí.


Gema asintió lentamente. —Tienes razón. Le diré la verdad.





Más tarde esa noche, mientras la oscuridad envolvía la habitación, el deseo entre ellos se intensificó. Hacía tiempo que no sentían una pasión tan arrolladora. Sus cuerpos se buscaron con ansia, sus caricias eran más profundas y sus besos, más ardientes. Gema estaba especialmente cachonda, algo en ella había cambiado y Tomás podía sentirlo en cada movimiento, en cada gemido.





—¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? —preguntó Tomás, su respiración entrecortada mientras sus manos recorrían el cuerpo de Gema.


Ella lo miró, sus ojos brillando con un deseo y una sinceridad que no podía ocultar. —El otro día, una amiga del gimnasio nos contó algo mientras tomábamos café con otras amigas. —Su voz era suave, pero cargada de una intensidad nueva—. Dijo que el verano pasado, en la playa, se folló a un camarero en el hotel mientras su marido, sumiso, se masturbaba viéndola. Dijo que fue una experiencia brutal.


Tomás sintió una oleada de excitación al escuchar la historia. —¿Y eso te hizo cambiar de opinión?


—Sí —admitió Gema, mordiéndose el labio inferior—. Me picó la curiosidad. Pensé que tal vez no se acaba el mundo por probar, si otras mujeres lo hacen porqué yo no.—Su voz se volvió un susurro cargado de promesas—. Si podemos experimentar algo que nos excite a ambos, ¿por qué no intentarlo?


Tomás no podía creer lo que escuchaba. Sus fantasías más ocultas estaban a punto de convertirse en realidad, y todo gracias a la curiosidad despertada por una historia de verano. Con un renovado fervor, se sumergió en el placer de la noche, cada caricia y cada beso llevando consigo la promesa de lo que estaba por venir.


Aquella noche hicieron el amor con una pasión y una intensidad que no habían sentido en años. Cada movimiento, cada gemido, cada mirada, estaba cargada de la expectativa de lo que el futuro les podría deparar. La decisión había sido tomada, y ambos estaban dispuestos a explorar este nuevo camino juntos, sin saber exactamente a dónde los llevaría, pero emocionados por el viaje que estaban a punto de emprender.








Capítulo 4: Expectativas y Realidades








Tomás vivía en una nube de emoción y expectativa desde que Gema había aceptado la posibilidad de invitar a Ricardo a casa. Sin embargo, Gema, siempre la voz de la razón, le recordaba que debía mantener los pies en la tierra.


—No te hagas tantas ilusiones, Tomás —le decía con prudencia mientras desayunaban juntos—. Puede que Ricardo no quiera ni oír hablar de follar delante de ti. Y tal vez no le guste porque soy un poco rellenita, que solo quiera un café para chalar y nada más.


Tomás sonrió, acercándose a ella y rodeándola con un brazo. —Tus tetas son una tentación irresistible —le dijo con picardía.


Gema soltó una carcajada, dándole un ligero golpe en el pecho. —Eres un guarro, Tomás. Pero gracias.





A pesar de las advertencias de Gema, Tomás no podía evitar disfrutar del momento. Su mente volaba con imágenes y escenarios, alimentando su fantasía con cada detalle que imaginaba. Cuando salía con sus amigos a tomar una cerveza, no podía evitar preguntarse qué pensarían si supieran lo que estaba planeando.


“¿Qué pensarían mis amigos si supieran que se van a follar a mi mujer delante de mis narices?”, se preguntaba mientras escuchaba las conversaciones habituales sobre fútbol y trabajo. “¿Y las amigas de Gema? ¿Qué dirían si supieran que una mujer decente se va a abrir de piernas para otro tío delante de su marido?”





Una tarde, mientras Gema y él estaban sentados en el sofá, decidió preguntarle más sobre Ricardo.


—¿Cómo es él? —preguntó, tratando de ocultar la ansiedad en su voz.


Gema se tomó un momento para pensar antes de responder. —No es ningún guaperas, si eso es lo que te preocupa. Es un hombre muy normal. Creo que precisamente por eso me gustó. Es… cómo decirlo, es prudente y educado. No parece del tipo que juzgaría a alguien. Eso me hizo sentir cómoda.


Tomás asintió, sintiendo una mezcla de alivio y curiosidad. —Entonces, ¿crees que hay una posibilidad real de que esto funcione?


—No lo sé, Tomás —respondió Gema, sinceridad en su voz—. Todo depende de cómo se den las cosas. Pero, por ahora, prefiero no hacerme demasiadas ilusiones. Quiero mantener la mente abierta y ver qué pasa.





El día del encuentro se acercaba y la incertidumbre colgaba en el aire. Tomás trataba de no pensar demasiado en las posibles complicaciones, enfocándose en el presente y en la posibilidad de que, finalmente, sus fantasías se hicieran realidad. Sabía que debía ser paciente y comprensivo con Gema, y que, al final, lo más importante era que ambos se sintieran cómodos y satisfechos con lo que decidieran hacer.


Mientras tanto, cada conversación, cada momento de intimidad, estaba impregnado de una nueva chispa, una anticipación que hacía que todo pareciera más vibrante y emocionante. Tomás estaba dispuesto a seguir adelante, sin importar lo que ocurriera, siempre y cuando lo hicieran juntos.








Capítulo 5: Preparativos y Expectativas








Después de comer, Gema se acomodó en el sofá con su teléfono en mano. Tomás observaba de reojo cómo ella chateaba con Ricardo, intercambiando mensajes llenos de anticipación. Finalmente, Gema levantó la vista y le sonrió.


—Ricardo vendrá el viernes sobre las 5 de la tarde —anunció—. Dejaré a nuestro hijo con mis padres para que podamos estar tranquilos.





Tomás asintió, su corazón latiendo con fuerza ante la cercanía del evento. Unos días antes del encuentro, decidió sorprender a Gema con algo especial. Entró a una tienda de lencería y eligió un tanga blanco casi transparente por delante, que dejaba entrever el pelo negro del coño de Gema.


Cuando Gema se probó el tanga en casa, Tomás no pudo resistir el deseo que lo consumía. Se arrodilló frente a ella, sus manos temblorosas recorriendo su piel suave.


—No puedo evitar imaginar que soy Ricardo —murmuró antes de sumergirse entre sus piernas, y con su lengua explorando con ansia el calor de su esposa.


Gema gemía fuerte, sus manos aferrándose a la cabeza de Tomás, mientras él la devoraba con fervor.


—Sí, Ricardo, sigue así… —gimió, perdida en la fantasía.


Tomás sintió una oleada de excitación recorriendo su cuerpo al escucharla, cada vez más motivado por su propio deseo.


Unos días antes del encuentro, Tomás decidió que también necesitaban condones porque no era seguro que un desconocido entrara a pelo dentro de su mujer. Entró a una farmacia y, tras buscar un poco, seleccionó una caja de condones de sensibilidad total. Cuando llegó al mostrador, la farmacéutica le sonrió.


—Disfrútelos —dijo amablemente mientras le pasaba la caja.


Tomás sonrió, respondiendo con un brillo en los ojos. —Gracias, pero creo que mi mujer los disfrutará aún más.


La farmacéutica soltó una risa suave. —Me alegra escuchar eso. Que lo pasen bien.





El día señalado, los amigos de Tomás le propusieron quedar el viernes para echar unas cañas. Estaban en su bar habitual, y Tomás trató de sonar casual mientras rechazaba la invitación.


—No puedo, tengo planes en casa —dijo, sonriendo para no levantar sospechas.


Pero sus amigos no se dieron por vencidos fácilmente.


—Vamos, Tomás, solo será un rato —insistió uno de ellos—. Hace tiempo que no nos reunimos todos.


Tomás mantuvo su sonrisa, aunque su mente estaba ya en otro lugar. —De verdad, chicos, esta vez no puedo. Tengo algo importante que hacer.


Sus amigos lo miraron con curiosidad, pero finalmente aceptaron su negativa. —Está bien, pero la próxima no te escapas.





El día señalado, Tomás estaba en el trabajo, pero su mente estaba ausente. No dejaba de pensar en lo que se avecinaba, imaginando una y otra vez las escenas que podrían desarrollarse en su sala de estar. Incluso sus compañeros de trabajo notaron su distracción. Ni siquiera pudo comer algo de los nervios que sentía.


—¿Todo bien, Tomás? Pareces estar en otro mundo —comentó uno de sus amigos.


Tomás sonrió nerviosamente. —Sí, sí, todo bien. Solo tengo muchas cosas en la cabeza.


En contraste, Gema estaba sorprendentemente tranquila y relajada. Parecía estar en paz con la decisión que habían tomado, lo que ayudaba a calmar un poco los nervios de Tomás.





Esa tarde, Gema se fue a la ducha para prepararse. Mientras el agua corría por su cuerpo, Tomás se acercó a ella, con sus ojos llenos de deseo y expectativa.


—Quiero que te pongas algo especial —dijo, su voz baja y cargada de deseo—. Ponte una camiseta blanca de tirantes sin sujetador, para que se note todo. Quiero que estés irresistible para Ricardo. Y usa el tanga que te compré, junto con esos pantaloncitos cortos que resaltan tu generoso culo.


Gema sonrió, asintiendo. —Está bien, Tomás. Haré lo que me pides.





El aire estaba cargado de tensión y anticipación mientras Gema se vestía. Tomás la observaba con una mezcla de deseo y nerviosismo. Sabía que, a partir de ese momento, no habría vuelta atrás. Estaban a punto de cruzar una línea que cambiaría su relación para siempre. Pero en ese momento, todo lo que importaba era el deseo compartido de explorar juntos esa fantasía oculta.


Cuando el reloj marcó las cinco en punto, todo estaba listo. La casa estaba en silencio, el ambiente expectante. Tomás y Gema se miraron, sus ojos llenos de una mezcla de emoción y ansiedad. Ahora, solo quedaba esperar la llegada de Ricardo y ver hacia dónde los llevaría esta nueva aventura.








Capítulo 6: El Encuentro








El timbre sonó y Tomás sintió una oleada de nervios. Las dudas lo asaltaron. ¿Y si Ricardo no quería acostarse con Gema? ¿Y si, al verlos juntos, se echaba atrás? Respiró hondo, tratando de calmarse, y fue a abrir la puerta. Ricardo estaba allí, con una expresión algo tensa pero amigable.





—Hola, pasa —dijo Tomás, tratando de sonar relajado.


Gema se levantó del sofá y se acercó a saludarlo. La primera impresión fue buena, Ricardo parecía cómodo, aunque se fijaba de reojo en Gema, y es que sus pezones se marcaban descaradamente dentro de su camiseta. Después de unos minutos de charla cortés, se acomodaron en la sala con tazas de café en las manos.


—Mi matrimonio está muy mal —confesó Ricardo, rompiendo el hielo—. No sé, es todo un lío en mi cabeza. No es fácil.


Tomás lo miró con interés. —Deberías relajarte un poco, echar un polvo por ahí.


Ricardo rió amargamente. —Ojalá fuera tan fácil. No tengo a nadie con quien.


Con una punzada en el estómago, Tomás decidió arriesgarse. —Bueno, si te apetece con Gema, por mí no hay problema.


Ricardo los miró, atónito. Gema, con una sonrisa tranquilizadora, asintió. —A mí me parece bien —dijo suavemente.


Se bajó los tirantes de la camiseta, dejando al descubierto sus gordas tetas. Ricardo se quedó callado, mirando fascinado.


—Aprovecha —dijo Tomás, animándolo.


Gema se acercó a Ricardo y lo besó suavemente. Él, con timidez al principio, le acarició una teta y luego empezó a chuparla con deseo creciente. Gema gimió de gusto al sentir su lengua jugando con sus pezones.


—Oh, Ricardo… —susurró Gema, cerrando los ojos.


La excitación de Tomás crecía al ver la escena. Ricardo, ahora más confiado, desnudó a Gema por completo y empezó a besarle el interior de los muslos y su barriguita, mirando con deseo el coño gordo y peludo de Gema, con la entrada de su vagina brillante y húmeda de excitación. Gema deseosa de más, le suplicó:


—Cómeme ya, por favor…


Tomás estaba excitadísimo al ver a su mujer tan abierta y deseosa frente a otro hombre. Ricardo empezó a chuparle el coño, alternando la lengua y los dedos. Los gemidos de Gema se intensificaron hasta que se corrió con gritos de placer.


Mientras ella se recuperaba, Tomás, con un acto de sumisión y excitación, le dio un condón a Ricardo. Y es que darle un preservativo a un hombre para que se folle a tu mujer es un acto lleno de connotaciones sexuales diferentes. Ricardo lo tomó, mirándolo con sorpresa pero sin dudar. Se desnudo y Gema, sin perder el ritmo, empezó a chuparle la polla mientras él le acariciaba las tetas. La acariciaba y lamía su capullo brillante y rosado, una mezcla de saliva y líquido pre seminal caía por su barbilla y le caía en las tetas, haciendo que Tomás disfrutara de esa escena.


Finalmente, Gema se sentó encima de Ricardo y dejó que la penetrara. Gritó de gusto mientras él chupaba sus pezones, muy hinchados de tanto chuparselos. El ritmo se aceleró ella alcanzó un orgasmo intenso y placentero. Ricardo, sintiendo que estaba a punto de correrse, se quitó el condón y lo hizo en las tetas de Gema. Su semen le manchó todo el pezon izquierdo y escurría por toda la teta y parte de la otra, Gema en un movimiento suave con los dedos restregaba y jugaba con la leche calentita sobre sus tetas.


Tomás, al ver a su mujer con las tetas manchadas de semen, sudada y con el coño hinchado, no pudo aguantar más. Se corrió en sus pantalones sin siquiera tocarse, extasiado por la escena.


—Ha sido mejor de lo que esperaba —murmuró Tomás para sí mismo.


Gema, recuperándose, se levantó y se dirigió al baño. —Voy a darme una ducha —dijo, lanzándole una sonrisa a Tomás y Ricardo antes de desaparecer por el pasillo.





Tomás se quedó ahí, respirando hondo, tratando de procesar lo que acababa de ocurrir. La habitación todavía estaba impregnada del olor a sexo, y su mente estaba llena de las imágenes de Gema entregándose a Ricardo. Fue un momento de realización y satisfacción profunda, algo que sabía que ambos recordarían para siempre.








Capítulo 7: Reflexiones y Agradecimientos








Después del clímax de la tarde, Ricardo y Tomás se quedaron en el salón, hablando sobre lo que había sucedido. Había una mezcla de camaradería y comprensión en el aire.





—Te agradezco lo que hiciste con Gema —dijo Tomás, con sinceridad—. Pero por favor, te pido discreción. En su trabajo no debe saberse nada de esto.


Ricardo asintió, comprendiendo la importancia de mantenerlo en secreto. —Por supuesto, puedes confiar en mí. Fue… interesante, diferente a lo que había imaginado. Nunca pensé follar delante tuya con tu mujer.


Tomás sonrió y continuó. —Es una fantasía que he tenido por mucho tiempo. Ver a Gema con otro hombre… no sé, simplemente me excita mucho. Es una fantasía de muchos hombres.


Ricardo asintió. —Cuando la conocí, me gustó, pero cuando me dijo que estaba casada, dudé si venir o no. Menos mal que al final vine —dijo con una risa ligera.





En ese momento, Gema volvió del baño, solo con unas braguitas puestas. Se sentó en el sofá con una expresión traviesa.





—Mirar cómo tengo los pezones de hinchados —dijo, señalando su pecho.


Tomás y Ricardo la miraron, ambos con sonrisas de satisfacción.


—¿Os lo habéis pasado bien? —preguntó Gema con picardía.


Ricardo se levantó, preparándose para irse. —Sí, definitivamente ha sido una experiencia memorable. Eres una mujer increíble, muchas gracias por hacerme participar en vuestro juego, es una experiencia que nunca olvidaré


Antes de que se fuera, Tomás tuvo una idea. —Espera, ¿te importa si nos hacemos una foto de recuerdo?


Ricardo aceptó. Se acercó a Gema, abrazándola por detrás y tocándole las tetas mientras Tomás capturaba el momento con su cámara.


—Prometo seguir en contacto —dijo Ricardo antes de irse. No sin darle un abrazo a Tomás y un suave beso en los labios a Gema.





Cuando quedaron solos en casa, Tomás besó a su mujer con dulzura. —Gracias, Gema. De verdad.


—Yo también disfruté muchísimo —respondió ella—. Pero cuéntame, ¿qué sentiste al verme así?


Ya en la cama, relajados, Tomás le confesó sus pensamientos y emociones. —Fue increíble. Verte entregarte así, tan libre, tan deseosa… Me hizo sentir una mezcla de celos y una excitación indescriptible. Fue mejor de lo que esperaba.


Gema lo escuchaba con atención, acariciando su brazo suavemente. —Me alegra que haya sido así para ti.


Finalmente, Tomás le hizo una pregunta que había estado rondando en su mente. —¿Crees que lo volverías a hacer algún día?


Gema lo miró, pensativa. —No lo sé, Tomás. Fue algo muy intenso, pero… no me cierro a la posibilidad. Si es algo que te hace feliz, podríamos considerarlo. Pero por ahora, disfrutemos de lo que vivimos hoy.


Tomás sonrió, satisfecho con la respuesta. La besó una vez más, sintiéndose más conectado con su esposa que nunca. En ese momento, supo que su relación había alcanzado un nuevo nivel de comprensión y complicidad. Se durmieron abrazados con ternura.
 
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