Un recepcionista en Menorca

Deseando leer la continuación...y por supuesto la siguiente foto...
 
https://i.**********/mDyfJcVD/20221107-215234-IMG-4931.jpg

21:40. 27º. Veía el culo de mi mujer rebotar salvajemente una y otra vez, estaba hipnotizado con los movimiento ondulantes de su carne madura moviéndose de un lado a otro, disfrutando de cómo sus hoyuelos de celulitis se contraían y dilataban, ella estaba con los ojos cerrados, por un momento tuve un flash del recepcionista metiendo su polla en en la boca de mi mujer, mirándome fijamente a los ojos, como felicitándome por lo zorra que es, hasta que de repente un una palabrota y un fuerte gemido hizo que volviera en mí, mi mujer empezó a correrse salvajemente y cuando terminó saqué la polla de su coño, se se giró de forma ágil y me miró sonriente:

– Córrete en mi barriga – en cuanto lo dijo me puse sobre ella y en seguida solté una buena lechada, era más bien clara y acuosa.

Ella seguía con las piernas un poco abiertas, los michelines que se formaban en su barriga estaban rebañados en sudor, champagne y semen, pasé mi mano y aproveché la resbaladiza mezcla para seguir acariciando levemente su coño, noté que es tacto pringoso y a la vez resbaladizo hacía que se excitara otra vez, fui subiendo la intensidad de mis dedos que prácticamente estaban deslizándose sin cesar por su coño de un lado a otro, me estaba poniendo a mil verla así, abierta de piernas, gimiendo, empapado en ese conglomerado de líquidos, hasta que:

– Joder, joder, como me gusta, me cago en la puta, me corro otra vez cabrón – al acabar, cayó redonda en la cama, y se fue durmiendo lentamente, ese segundo orgasmo la había dejado completamente exhausta.

Me levanté de la cama para buscar el agua, me fijé en el cuerpo maduro de mi mujer, cubierta de champagne, sudor, semen, sus bragas en el suelo, me vino a la cabeza la historia de nuestra relación juntos, desde la adolescencia, ya de chavalita tenia un culazo que no había dejado de mejorar con el paso de los años, había disfrutado de ese culo en la veintena, en la treintena y en la cuarentena, pensé en como además de ir madurando ese culo, había ido evolucionando ella sexualmente, hace unos años era de llevar bikini de cuello vuelto y ahora se paseaba por las playas nudistas sin ningún pudor y que le encantaba follar al aire libre, nos habíamos ido descubriendo los pequeños secretos del morbo, y estaba seguro que una vez calentada se follaría como una diosa a ese chaval, porque sabía que cuando está mojada accede a toda práctica sexual.


Cogí mi móvil y e hice las dos últimas fotos, quería que la viera, así, corrida, después de ser follada, y se las envié a nuestro amigo en recepción con un mensaje: la próxima vez la llenaremos los dos. Mi mujer, completamente inocente a mis futuros planes se despertó, me sonrió y se fue al baño galopante a limpiarse.
 
Brutal, y excitante.
 

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Brutal, y excitante.

09:30. 33º. A las 10:00 habíamos quedado en el parking del hotel, joder, que calor hacía, y que nerviosa estaba, mi marido y yo nos estábamos preparando para salir, con tranquilidad, que se vió interrumpida cuando recibí un mensaje en mi móvil: ¿has traído todo lo que te pedí? Joder, este tono tan dominante que tenía a veces me ponía bastante, el muy cabronazo se refería a la ropa, me pidió que trajese ropa, digamos que... no especialmente recatada. Escribí la contestación, un tímido Sí. La ansiedad me podía hasta oír el tono del nuevo mensaje: hoy llevarás esto, y adjunta había una foto mía en un tanga de hilo blanco con un adorno de brillantes, era un bikini que decía zorra en cada centímetro de tela. Sabía que este juego me ponía mucho, que me escogiera la ropita, la provocación, la sumisión. Obedecí y me puse el bañador que me pidió y le contesté simplemente con una foto con el adorno de brillantes y la tela metiéndose en mi culo. Me contestó en seguida: Uf, joder, ese culo, encima, te pondrás los shorts vaqueros que te compré. Al leer eso, me mojé en seguida y cumplí sumisa sus deseos, me puse los shorts vaqueros y me miré en el espejo del baño, era un verdadero cabronazo, me había vestido como una adolescente, me sentaban bien, pero se me salía el culazo y claramente no eran para una madre y esposa como yo. Me miré fijamente en el espejo, era una mujer de 49 años vestida como una adolescente, cuando fuí a hacerme una foto para enviársela como demostración de que había cumplido, pensé que porque no, ya que iba vestida como una, también me iba a comportar como una, así que puse morritos y los dedos haciendo la señal de victoria y luciendo cuerpazo le envié la otra foto. Me contestó en seguida: Mhhhh… ¿cómo te sientes? Y simplemente le contesté: como si hoy fuera a hacer cualquier cosa que me pidieras.
 
09:30. 33º. A las 10:00 habíamos quedado en el parking del hotel, joder, que calor hacía, y que nerviosa estaba, mi marido y yo nos estábamos preparando para salir, con tranquilidad, que se vió interrumpida cuando recibí un mensaje en mi móvil: ¿has traído todo lo que te pedí? Joder, este tono tan dominante que tenía a veces me ponía bastante, el muy cabronazo se refería a la ropa, me pidió que trajese ropa, digamos que... no especialmente recatada. Escribí la contestación, un tímido Sí. La ansiedad me podía hasta oír el tono del nuevo mensaje: hoy llevarás esto, y adjunta había una foto mía en un tanga de hilo blanco con un adorno de brillantes, era un bikini que decía zorra en cada centímetro de tela. Sabía que este juego me ponía mucho, que me escogiera la ropita, la provocación, la sumisión. Obedecí y me puse el bañador que me pidió y le contesté simplemente con una foto con el adorno de brillantes y la tela metiéndose en mi culo. Me contestó en seguida: Uf, joder, ese culo, encima, te pondrás los shorts vaqueros que te compré. Al leer eso, me mojé en seguida y cumplí sumisa sus deseos, me puse los shorts vaqueros y me miré en el espejo del baño, era un verdadero cabronazo, me había vestido como una adolescente, me sentaban bien, pero se me salía el culazo y claramente no eran para una madre y esposa como yo. Me miré fijamente en el espejo, era una mujer de 49 años vestida como una adolescente, cuando fuí a hacerme una foto para enviársela como demostración de que había cumplido, pensé que porque no, ya que iba vestida como una, también me iba a comportar como una, así que puse morritos y los dedos haciendo la señal de victoria y luciendo cuerpazo le envié la otra foto. Me contestó en seguida: Mhhhh… ¿cómo te sientes? Y simplemente le contesté: como si hoy fuera a hacer cualquier cosa que me pidieras.
Ummm
 

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10:00 33º Joder, hoy sí que hacia calor, sensación térmica de 35º a las 10:00 de la mañana. Mi obsesión con la temperatura, los grados, los centígrados y el porcentaje de humedad, del 70%, íbamos a sudar de lo lindo donde les llevaba. Aparecieron los dos a lo lejos, y uf… debo decir que me empezaron a temblar las piernas, ya no era tan valiente, la veía a ella hacer vibrar esos muslos a cada paso sobre su sandalias de cuña con plataforma de esparto y notaba un fuerte cosquilleo en el estómago, ya no eran partidos de pretemporada, ni amistosos, esto era los primeros partidos de liga y había que dar la talla del morbo. Ella iba por delante un par de pasos por delante, cuando me vieron a los dos les brillaron los ojos, yo iba con bañador y camiseta de tirantes, él iba bastante más arreglado, éramos un trio curioso, ella una madura vestida como una quinceañera, yo como un joven playero y él mucho más clásico. Se acercaron y nos saludamos cordialmente:

– Buenos días! – dijo él mientras me estrechaba la mano

– Buenos días! Vaya shorts tan cortos que llevas – le dije mientras me acercaba para darle dos besos, ella claramente se ruborizó y no dijo nada más.

– ¿Es cómoda la habitación? ¿habéis dormido bien? – intenté fingir normalidad, como si el objetivo de todo este día no fuera acabar por la noche follándonos a su mujer por turnos, pero había que hacer el papel, aquí no pasa nada, circulen.

– Sí! Muy cómoda, gracias por el champagne, nos lo pasamos bien – dijo ella contrastando su tono discreto y sobrio con su atuendo.

– Pues vamos, que está cerca.

– ¿Vas tu delante? – le dije a ella, pero le miré a él y le guiñé un ojo con complicidad.

– Uh! Que bien, copiloto, jajaja – ella se puso a reír, le volví a mirar y él estaba algo extrañado de lo que sucedía, creo que le pilló por sorpresa, tanta complicidad con su mujer no era normal, empezaba a degustar las primeras gotitas del veneno de cornudo y le gustaban.

Entramos los tres en el coche, los shorts eran tan ajustados que casi se le marcaba el coño, tenía unos muslazos, joder, que bien se veían tan de cerca, y entonces ella me miró y me sonrió con picardía y se puso a mirar dentro de su capazo de playa, se giró y dijo:

– Ostras, cariño, me he dejado la crema solar en la habitación ¿podrías ir a buscarla? – joder! que manipuladora, la madurita era una pistola cargada y humeante, había preparado toda esta pequeña performance para humillar a su marido.

– Claro! – dijo él y salió pitando a por la crema.

Entonces ella se giró, nos miramos y la temperatura del coche subía.

– Buen truco – le dije como si fuéramos dos ladrones profesionales que acaban de ejecutar un robo.

– Estar chorreando estimula la creatividad –

– ¿Estás mojadita? –

– Cabronazo, sí, no veas como me tienes con vuestros jueguecitos –

Me tomé la libertad de poner mi mano sobre su muslo, su piel se notaba ya un poco pegajosa del sudor, del calor, se notaba que lo estaba deseando, empecé a amasarlo bien, dejando claro que era un buen trozo de carne que magrear, dejando claras mi ganas solo con una mano, ella simplemente estaba quieta, sin decir nada, mirándome, tratando de contenerse.

– Abre la boca – le dije

Ella obedeció sin ofrecer resistencia, entonces llevé mi dedo a la comisura de sus labios, ella permanecía impasible, y yo lentamente empecé a meter mi dedo hasta que no le quedó otra que chuparlo. Vi a su marido aparecer a lo lejos y volvimos a fingir que aquí no ha pasado nada, circulen.
 
10:07 33º Estaba bien empapadita y no eran ni las 11:00 de la mañana. Mientras ellos dos hablaban de cosas intranscendentes sobre el turismo y las carreteras no dejaba de pensar en que mi marido tenía su cerebro tan lleno de su propio liquido preseminal que no se daba cuenta de lo que quería yo. Se creía que yo siempre follaba por obligación, para satisfacerle a él y que no se fuera con otra, que equivocado estaba, no era consciente de que siempre había vivido bloqueando mis verdaderos deseos, deseos que él recepcionista había leído perfectamente, él se había dado cuenta del efecto que provocaba en mi que me mandaran, obedecer, había visto que solo era una niña buena que quería que jugaran con ella hasta que no pudiera contenerse más, que quería que esas órdenes me mojaran hasta que suplicara por más, que el deseo negado me provocaba todavía más deseo. Detrás de mi actitud de buena que todavía a mi edad me duraba, me excitaban cosas que él no podría ni imaginar, pero que en estas vacaciones poco a poco iba a ir descubriendo, miré al recepcionista como conducía y luego a mi marido, que compenetrados que estaban.
 
10:30 33º Aparcamos en lo que parecía una zona más bien residencial, no parecía que hubiera ninguna playa cerca, pero tampoco me parecía que hubiera nadie más que nosotros interesados en esa zona, debo decir que este tipo todo lo organizaba buscando generar la situación propicia para que mi mujer soltara al animal que llevaba dentro, miré arriba, hacía calor, verdadero calor, él nos dijo:

– Este sitio no es muy conocido, si tenemos suerte estaremos solos –

– Que bien suena eso – exclamó mi mujer con un tono que no atiné a entender que quería decir.

Caminamos apenas unos 5 minutos y llegamos a una zona de roca en la costa, caminamos un par de minutos más y debo decir que el sitio era perfecto, era una plataforma minúscula completamente escondida en las rocas.

– Es aquí – sonrió con orgullo de saber qué había acertado.

Miré a mi mujer y mi mujer me miró a mí, vi el morbo en su cara, era una mirada particular, nadie más la podía reconocer excepto yo, era como algo salvaje que de repente hacía que su gesto se torciera que hacía que su expresión se volviera tribal, salvaje. Se estaba soltando con este chico.

Aterrizamos en la roca y empezamos a montar el chiringuito ocupando prácticamente todo el espacio que había. Pusimos los tres nuestra toalla, primero él, en medio mi mujer y finalmente yo. Sin ningún complejo se quitó la camiseta y los pantalones quedándose completamente desnudo, tenía el cuerpo completamente moreno, fibroso sin ser alguien hiper-musculado. Entonces, mi mujer se quitó los shorts dándome la primera sorpresa de muchas, casi saco el corazón por la boca al ver que llevaba el tanga de hilo blanco con un adorno de brillantes ¿qué coño le pasaba por la cabeza? ¿la sal y el calor le habían fundido el sentido común o qué? Las reacciones no se hicieron esperar, a mi se me puso un poco morcillona y el colega la repaso de arriba abajo y claramente también le surtió efecto, me puse también en bolas, apenas habíamos colocado las toallas y mi mujer estaba con un tanga de hilo blanco y sus dos acompañantes en bolas con las pollas un poco tiesas. Mi mujer actuaba como si no pasara nada, como si todo esto fuera lo más normal del mundo, pero no lo era.

– Vaya tanga que me llevas – dijo de forma jocosa, casi burlándose de ella, como buscando humillarla. Ella giró su cabeza, y le vio mirando su culo sin ningún tipo de vergüenza.

– No parece que te disguste – dijo sonriéndole, la situación generaba una complicidad entre los dos que me pilló bastante desprevenido.

– No para nada, solo estaba pensando que alguien debería ponerte crema para que no te quemes – dijo de forma divertida, era muy ágil el cabrón.

– Jajajaja, que gracioso, y supongo que tu te ofrecerás muy amablemente a hacerlo – mi mujer soltó un carcajada,

– A menos que a tu marido le importe – me miró con una mirada complice

– No para nada – contesté yo, dejando vía libre.
 

10:43 33,5º Ella tumbó su cuerpo maduro, carnoso, cargado de morbo y sensualidad sobre la toalla, su marido se sentó al lado dispuesto a disfrutar del espectáculo, solo le faltaban las palomitas. Estábamos solos en esa plataforma, la verdad es que a veces mi bocaza me llevaba a lo mejor y a lo peor, y esta era una de esas ocasiones en las que era ganador. No se puede decir que no fuera una situación que yo no planeara, todo lo contrario, incluso había comprado aceite solar de coco, pero no de forma tan repentina, iba a realizar la primera de mis fantasías que era verla cubierta de arriba abajo en aceite. Yo seguía ahí, desnudo, de pie, los tres empezábamos a sudar del calor, ella estaba tumbada sobre su brazo.

Entonces me arrodillé a su lado y cogí el spray, empecé a echarle crema por todo el cuerpo, no me dejaba ni un solo hueco, sus brazos, su espalda, fui bajando hasta su culo, sus muslos, sus gemelos, y bajé hasta sus pies, quería tocarlo todo, como un niño en una tienda de juguetes. Una vez cubierta de aceite miré al marido y él me miró a mi, de alguna manera, sabíamos los tres que esto ya empezaba a entrar en una dinámica que difícilmente podríamos frenar, no éramos conscientes pero empezábamos a ser adictos a ese morbo, a ese cosquilleo en el estómago y eso nos iba a llevar a lugares insospechados.

La miré otra vez, tragué saliva, vi como las gotas de aceite bajaban por la piel de ese cuerpo en sus cuarenta y largos, me detuve en sus lunares y por un momento pensé en todos los chorros de semen de su marido que había corrido como ese aceite sobre su espalda, disfruté todas las imperfecciones y me fijé en su enorme culo, el tamaño era inabarcable, el morbo que generaba, estaba curtido en mil batallas pero a la vez se mantenía firme, en pompa, era una perdición, bajando más sus muslos, con su piel irregular trabajada por los años y finalmente llegando a sus preciosos pies, con es manicura francesa que la hacían perfecta, en ese mismo momento la hubiera empezado a lamer de arriba abajo ahogándome en grasa de coco.

Volví a mirar al marido, la tensión que generaba el morbo se podía cortar con un chuchillo, él asintió, ella seguía ahí impasible, sabiendo que es el centro de todas las miradas sin tener que hacer uno solo gesto.

Me envalentoné y puse mis manos sobre su espalda esparciendo el aceite por toda la extensión y fui bajando hasta que muy disimuladamente bajé hasta su culo, me recree, pude ver cómo ella empezaba a tener una ligera sonrisa en su cara, seguí tocando cada cachete con las dos manos y de manera tranquila, muy cordial sin sobresaltos introduje la palma de mi mano en su entrepierna, tocándole el coño en un gesto corto pero intenso, solo oímos los tres como ella soltó un muy leve gemido.
 
pues yo tambien estoy muy morcillon imaginandolo, si llego a estar en esa plataforma en ese momento, morcillon seria poco
 
10:47 33,5º Dios! Qué cachonda estaba. Notaba las manos de un chico que prácticamente ni conocía en mi piel, mientras mi marido al lado miraba, y el cabrón seguiría mirando, oía el sonido del golpeteo del mar y el viento y notaba el calor de la roca abrasada por el sol en mi piel, ese chaval al que sacaba casi 20 años sobaba mis muslos con destreza y sus movimientos fluidos descendían desde las rodillas, pasando por las pantorrillas y luego los tobillos, estaba claro que iba a aprovechar y si se portaba bien le daría más, no se olvida de los talones donde la piel es más gruesa y el aceite resbala más, finalmente, sus manos, suaves y expertas, se deslizaban con gracia por la planta de mis pies, aplicando una presión justa, dedicaba tiempo a cada dedo, amasando suavemente los músculos y trabajando las articulaciones, a medida que sus dedos expertos exploran los arcos y las plantas de los pies

A medida que el aceite de coco era absorbido gradualmente por mi piel, la fragancia suave y tropical se mezclaba con el aire salino, creando un ambiente tremendamente relajante y morboso. Había desactivado todas mis defensas, o quizá debería decir, nos había desactivado a los dos, mi marido se había convertido en un mero mirón de cómo su mujer era magreada por un casi desconocido, el ambiente sacaba lo peor de mi e iba a ser un poco más puta, sin hacer caso a ninguno de los dos, ignorando completamente que estaban allí, estiré la tira que ataba el bikini y se soltó, lo aparte a un lado y sin mediar palabra ni abrir los ojos simplemente me dí la vuelta dejando mis tetitas al aire. Los dos entendieron en seguida el mensaje.
 
10: 52 33,5º Será calientapollas! Pensé en mis adentros. Nuestros dos rabos empezaban a estar duros, miré al recepcionista y el me guiñó el ojo mientras echaba más aceite sobre los pechos y la parte delantera de mi mujer, ella estaba como hipnotizada, ahí, tumbada, con los ojos cerrados sin decir ni hacer nada, aunque ya era su actitud normal, aquí había algo que lo hacía especial, ví como el antes de tocar su piel se pasó la mano aceitosa por su polla tiesa, se la toco desde los huevos hasta el tronco y el capullo, como para relajarse, era casi como ver una de esas escenas de masajes donde al final acaban follando, había un halo de irrealidad en toda la escena, todo era inocente y perverso al mismo tiempo, no me creía que mi mujer haciendo topless y tanga cubierta de aceite en una roca de Menorca, yo desnudo, delante de otro tío, completamente desnudo también que le sobaba las tetitas con la polla tiesa. El cabrón repasaba bien todo el pecho de mi mujer con aceite sin dejarse un solo hueco, me fijé que a momentos pasaba sus dedos por la aureola de sus pezones, que empezaban a ponerse duro, veía la respiración de ella que cada vez era más profunda y acelerada, él pasaba su mano por su barriga, su ombligo, y discretamente por su zona púbica, ella solaba aire muy suavemente, él bajaba hasta el contorno de su tanga blanco y pasaba la yema de su dedos por la zona, jugando a no cruzar la frontera tan solo sondeándola, yo miraba a mi mujer, ahí estirada, claramente excitada, y empecé a tocarme ligeramente la polla, de forma discreta, la situación era tremendamente sexual, tanto que el aire empezaba a ser irrespirable, entonces, él metió la palma de su mano en su coño como un ninja, rozando su clítoris, y metiendo sus dedos para después parar, ella soltó un gemido un poco más intenso que la última vez y abrió los ojos, apartó su mano, se incorporó y dijo:

– Voy a darme un baño, aquí empieza a hacer mucho calor – el doble sentido era evidente, los dos nos quedamos con nuestras caras y nuestras pollas petrificadas como dos tontos sin saber como reaccionar o seguir.
 

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