Alba38
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Anoche estaba cachonda y mucho. Le dije a mi marido que había quedado con las chicas para cenar y no le sorprendió mucho porque últimamente no perdono un sábado. Lo que no sabía es que había quedado con mi amante y que el tanga negro y el vestido con escotazo rojo ajustado que me había puesto solo tenían como objetivo poner aún más cachondo a mi nuevo macho. Desde el primer día que haciendo sexting me mandó una foto de su pene no he podido dejar de excitarme con esa imagen. No son pocas las veces que en el trabajo me vienen los calores y tras revisar la foto en el móvil tengo que ir al baño a masturbarme ahogando los gemidos para que mis compañeros no se den cuenta de que soy una auténtica zorra..
Habíamos quedado en un restaurante italiano del centro y pese a que por ser sábado por la noche el sitio estaba abarrotado durante toda la cena estuvimos jugueteando y subiendo la temperatura con miradas lascivas y comentarios subidos de tono. Él no paraba de mirararme el escote y de tanto en cuanto se acercaba a pocos centímetros de mí oído y me susurraba guarradas que hacían que me mojara cada vez más. En un momento dado no pude más y me fui al baño me quité el tanga que estaba totalmente empapado y al volver del servicio se lo metí discretamente en el bolsillo de su chaqueta. Después me senté y disimuladamente me quité un zapato y por debajo de la masa comencé a masajearle el pene con mi pie. Notar como crecía el enorme bulto en su pantalón no hizo más que excitarme todavía más y por un momento temí que la mesa de al lado se diera cuenta de nuestros juegos: eso me excitó aún más y sin poder contenerme le supliqué que pidiera la cuenta y fuéramos a su casa.
De camino a su piso paramos en un chino y compramos una botella de vodka y hielos. Mi macho comparte piso con un auténtico pajillero y como buen looser ese sábado por la noche estaba en casa matándose a pajas mientras jugaba a videojuegos. Fuimos al salón y comenzamos a beber copas sin parar mientras yo cada vez tenía más calor y empezaba a sobrarme la ropa. Empezaba a estar mareada por el alcohol pero la excitación me podía y mis ganas de follar y ser penetrada por ese rabo enorme no disminuían. Mi macho se fue a por hielos a la cocina y aproveché para quitarme el vestido y recostarme en el sofá con las piernas abiertas. Cuando mi macho volvió de la cocina y me vio en el sofá cogió un hielo y comenzó a pasármelo por todo el cuerpo…yo no era muy consciente de lo que estaba pasando pero comencé a gemir y quitándome el sujetador de encaje que llevaba me puse de rodillas y quitándole los pantalones liberé aquella enormidad y me lancé a chupar esa polla que tanto deseaba. Entre el tamaño del pene y los efectos del alcohol casi no podía metérmela entera en la boca y después de varios intentos, mi macho me agarró del pelo y me puso en cuatro y arrancándome el tanga me penetró bruscamente. Estaba tan lubricada que aquella enormidad entró a la primera y comenzó a bombearme fuerte. En ese momento mis gemidos debían oírse ya en todo el edificio pero no me importaba, me estaban follando como nadie lo había hecho en mucho tiempo y mis pezones estaban plenamente erizados y oscuros…había un espejo en el salón y mi imagen en el mismo me excitaba casi tanto como ese enorme rabo que no paraba de percutirme una y otra vez. Perdí la noción del tiempo y sin saber muy bien qué había pasado de repente me di cuenta que no estábamos solos en el salón. El pajillero alertado por los gemidos que estaba gritando había decidido salir de su cuarto y miraba con curiosidad la escena que parecía sacada de una película porno. Mi macho lejos de molestarse, me miró con cara de guarro y dirigiéndose a su compañero de piso le dijo: "dile que te la chupe”. No tuvo ni que pedírmelo, le miré con cara de cerda y el pajillero se sacó un pene flácido y pequeño y comenzó a restregármelo por la cara mientras mi macho no paraba de penetrarme una y otra vez. Creo que nunca había estaba tan cachonda en mi vida, me sentía sucia y poderosa y sin pensármelo dos veces me metí la polla del pajillero en la boca y le comí el rabo con ansia. Como buen pajillero se corrió rápido en mi boca y sin pensármelo dos veces me tragué toda su corrida que sabía agria. A partir de es momento perdí la conciencia del tiempo y durante un buen rato mi macho y su compi pajillero se turnaron para penetrarme por todos los agujeros posibles…culo vagina y boca…yo perdí la cuenta de las veces que me corrí pero me sentía una diosa del sexo y a cada corrida que sacaba de cada uno de ellos mis ganas de sexo no solo no se iban sino que aumentaban…eran las seis de la mañana cuando borracha y oliendo a semen y a sexo acertaba a entrar en el portal de mi casa…reventada y dolorida pero con una cara de puta que me gusta cada vez más
Habíamos quedado en un restaurante italiano del centro y pese a que por ser sábado por la noche el sitio estaba abarrotado durante toda la cena estuvimos jugueteando y subiendo la temperatura con miradas lascivas y comentarios subidos de tono. Él no paraba de mirararme el escote y de tanto en cuanto se acercaba a pocos centímetros de mí oído y me susurraba guarradas que hacían que me mojara cada vez más. En un momento dado no pude más y me fui al baño me quité el tanga que estaba totalmente empapado y al volver del servicio se lo metí discretamente en el bolsillo de su chaqueta. Después me senté y disimuladamente me quité un zapato y por debajo de la masa comencé a masajearle el pene con mi pie. Notar como crecía el enorme bulto en su pantalón no hizo más que excitarme todavía más y por un momento temí que la mesa de al lado se diera cuenta de nuestros juegos: eso me excitó aún más y sin poder contenerme le supliqué que pidiera la cuenta y fuéramos a su casa.
De camino a su piso paramos en un chino y compramos una botella de vodka y hielos. Mi macho comparte piso con un auténtico pajillero y como buen looser ese sábado por la noche estaba en casa matándose a pajas mientras jugaba a videojuegos. Fuimos al salón y comenzamos a beber copas sin parar mientras yo cada vez tenía más calor y empezaba a sobrarme la ropa. Empezaba a estar mareada por el alcohol pero la excitación me podía y mis ganas de follar y ser penetrada por ese rabo enorme no disminuían. Mi macho se fue a por hielos a la cocina y aproveché para quitarme el vestido y recostarme en el sofá con las piernas abiertas. Cuando mi macho volvió de la cocina y me vio en el sofá cogió un hielo y comenzó a pasármelo por todo el cuerpo…yo no era muy consciente de lo que estaba pasando pero comencé a gemir y quitándome el sujetador de encaje que llevaba me puse de rodillas y quitándole los pantalones liberé aquella enormidad y me lancé a chupar esa polla que tanto deseaba. Entre el tamaño del pene y los efectos del alcohol casi no podía metérmela entera en la boca y después de varios intentos, mi macho me agarró del pelo y me puso en cuatro y arrancándome el tanga me penetró bruscamente. Estaba tan lubricada que aquella enormidad entró a la primera y comenzó a bombearme fuerte. En ese momento mis gemidos debían oírse ya en todo el edificio pero no me importaba, me estaban follando como nadie lo había hecho en mucho tiempo y mis pezones estaban plenamente erizados y oscuros…había un espejo en el salón y mi imagen en el mismo me excitaba casi tanto como ese enorme rabo que no paraba de percutirme una y otra vez. Perdí la noción del tiempo y sin saber muy bien qué había pasado de repente me di cuenta que no estábamos solos en el salón. El pajillero alertado por los gemidos que estaba gritando había decidido salir de su cuarto y miraba con curiosidad la escena que parecía sacada de una película porno. Mi macho lejos de molestarse, me miró con cara de guarro y dirigiéndose a su compañero de piso le dijo: "dile que te la chupe”. No tuvo ni que pedírmelo, le miré con cara de cerda y el pajillero se sacó un pene flácido y pequeño y comenzó a restregármelo por la cara mientras mi macho no paraba de penetrarme una y otra vez. Creo que nunca había estaba tan cachonda en mi vida, me sentía sucia y poderosa y sin pensármelo dos veces me metí la polla del pajillero en la boca y le comí el rabo con ansia. Como buen pajillero se corrió rápido en mi boca y sin pensármelo dos veces me tragué toda su corrida que sabía agria. A partir de es momento perdí la conciencia del tiempo y durante un buen rato mi macho y su compi pajillero se turnaron para penetrarme por todos los agujeros posibles…culo vagina y boca…yo perdí la cuenta de las veces que me corrí pero me sentía una diosa del sexo y a cada corrida que sacaba de cada uno de ellos mis ganas de sexo no solo no se iban sino que aumentaban…eran las seis de la mañana cuando borracha y oliendo a semen y a sexo acertaba a entrar en el portal de mi casa…reventada y dolorida pero con una cara de puta que me gusta cada vez más