Vacaciones, morbo y celos.

b00lean

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20 Feb 2024
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PRIMERA PARTE
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Principios de Septiembre en Málaga. Mi chica y yo llevábamos desde Junio planeando una escapada con otra pareja de amigos. Íbamos a pasar cuatro días, de Jueves a Domingo en un camping en Jaén. Teníamos la reserva y todo pagado desde Julio. Sin embargo el 1 de Septiembre nuestros amigos cortaron. Llevaban como cinco o seis años, y habían tenido un par de altibajos pero ahí continuaban. Pero esta vez parecía la definitiva, ella le dejó de forma tajante. El Sábado 31 de agosto por la noche le envió un Whatsapp a mi amigo pidiéndole hablar al día siguiente. Y el Domingo 1 por la mañana le deja con dos palmos de narices.

Menuda putada. Nuestro amigo estaba roto y las vacaciones estaban pagadas. Nunca me terminó de caer bien esta mujer y nos había hecho una faena a todos. Sospechábamos que estaba enchochada de un compañero de clase. Pero ese es otro tema.

Los días siguientes nuestro amigo estaba hundido. No salía, no hablaba con nadie. Tampoco sabíamos que hacer con la reserva. Desde el Jueves 5 al Domingo 8 en un pequeño bungalow con dos habitaciones. Terminamos decidiendo mi chica y yo que lo mejor era seguir para adelante porque si no íbamos a perder el dinero y la experiencia. Además le vendría bien a nuestro amigo para airearse. Aunque algo reticente, nuestro amigo —llamémosle Jesus— aceptó.



Jesús era un hombre joven, 27 años. Moreno de piel, moreno de pelo. Entorno a 170 de altura y quizá algo pasado de peso, como 80kg. No era un guaperas, pero era un tío gracioso. Nos caía especialmente bien tanto a mi chica como a mi.



Nosotros somos una pareja joven. César y Melisa. 30 años yo y 28 ella. Diría que somos una pareja de las que supongo que ya no se llevan: Llevamos diez años juntos. Mucho tiempo para un mundo moderno en el que las relaciones son como la comida rápida o la ropa de Primark, de usar y tirar. Nos conocimos también a la antigua usanza, por una amiga en común. Nada de apps de citas, ni Ti n der, ni Bumble ni similares.

Y no nos ha ido mal en este tiempo. Nos queremos más incluso que el primer día, pues con el tiempo nos hemos hecho el uno al otro. Nos conocemos y nos complementamos. Y en el sexo no ha ido mal tampoco, alguna racha en la que bajábamos el ritmo, pero sobretodo por mí, ya que ella increíblemente siempre tiene ganas. Normalmente el sexo es vainilla, pero algunas cosas hemos probado como anal, asfixia suave o introducirle mi miembro y un dildo a la vez.



Físicamente diría que no estamos mal. Soy alto y delgado, mido 180cm y peso poco más de 75kg. Hago bastante deporte por lo que estoy en forma. Tengo el pelo corto, liso y muy negro. Soy blanco, pero no pálido, cojo color con facilidad en verano. Los ojos oscuros también. Y mi miembro no es pequeño ni grande. Entorno a 14cm en erección. Aunque en reposo se ve bien pequeño, ya que es pene de sangre.

Mi chica por el contra es bajita, mide 160 y no llega a 60kg. Tiene el cabello largo (por debajo de los hombros) y ligeramente ondulado. Su cara es preciosa, tiene rasgos marcados en su mirada y su nariz. Sus pómulos son ligeramente prominentes. Su pecho es tirando a pequeño, entorno a una 85B siendo generosos, pero está muy bien puesto. Su piel es blanca, muy blanca, y sus pezones medianos tirando a grandes y super rosados. Ella se queja siempre de tener poco pecho por ello no suele llevar escote, pero cuando lo lleva le queda genial en mi opinión. Es un escote discreto pero suficiente como para atraer miradas.

Si seguimos bajando viene lo mejor: sus caderas, su cintura y su culo. Su cintura (entorno al ombligo) es delgada. Sus caderas son generosas. Y su culo. Su CULO. Tiene unos cachetes grandes, muy grandes. De tacto delicioso. Con caída hacia abajo haciéndole un pliegue en la pierna que podría sujetar un lápiz. Ella dice que está gorda. ¿Qué mujer no dice eso? Es cierto que a diferencia de mí, ella no hace deporte. Quizá pudiera bajar algún kilito que le aplanase ligeramente el vientre o que perdiese un pelín de pierna. También es cierto que tenía alguna estría de haber subido y bajado de peso. Pero oye estaba genial como estaba. No era la típica on.ly.fan.era con mirada, cuerpo y aura de guarra. Era una chica normal, guapa y con sus puntos fuertes y débiles. Quizá por la calle no te dieses cuenta de ella, pero si te fijas un poco te das cuenta de sus atributos.



Finalmente llegó el Jueves. Madrugamos bastante, nos levantamos como a las 6 de la mañana. Jaén no estaba tan lejos, pero queríamos aprovechar el primer día. Nos montamos en el coche, recogimos a Jesús y pusimos rumbo a Jaén. Entorno a tres horas después, a eso de las 9 de la mañana llegamos a la Sierra de Cazorla. El paisaje era precioso, continuamos una carretera estrecha y no tardamos en encontrar el camping. Una chica en recepción nos explicó brevemente la zona y nos comentó los servicios del camping. Zona de aparcamiento, duchas comunitarias de hombres y de mujeres, piscina, cafetería, salón en el que se hacían fiestas por las noches y un pantano tras una arborada.

Nos dirigimos a nuestro bungalow y por el camino vimos que la cafetería estaba muy llena. Llegamos al bungalow pasando por una zona de autocaravanas, aparcamos y entramos a ver que tal. Por fuera estaba ubicado al principio de la zona de bungalows, a la izquierda teníamos tres autocaravanas grandes aparcadas en U y a la derecha más bungalows. Entramos, el salón era pequeño con dos ventanas, tenía dos habitaciones pequeñas también y pegadas la una a la otra. Cada habitación tenía una ventana. La cocina estaba integrada en el salón y tenía un baño minúsculo también y con una ventanita. Era pequeño sí, pero era bonito, estaba bien cuidado y limpio, y el entorno en el que estábamos era fantástico.

El día se antojaba caluroso, aún en Cazorla y siendo algo más de las 9 de la mañana hacían como 24 o 25 grados. Decidimos desayunar aquí y no en la cafeteria, un café yo y un colacao y unas galletas mi chica. Jesús no probó bocado.

Nos dieron las 10 de la mañana y decidimos empezar por darnos un baño en la piscina. Nos cambiamos cada uno en nuestra habitación. Melisa iba con una camiseta blanca que muy ligeramente dejaba intuir el sujetador negro que llevaba debajo. Y unos shorts vaqueros que le quedaban de escándalo por lo ajustado, aunque sin mostrar culo. Se quitó la camiseta y los shorts sentada en la cama. Se levantó y me recreé en su figura. Tenía un cuerpo precioso, y aunque los pechos eran pequeños no podía evitar mirarlos. Soltó el broche del sujetador y mientras yo me quitaba la camiseta lo dejó caer, mostrando sus pezones grandes y rosados. No podía evitarlo, se me empezó a poner morcillona ante lo que veía. Me acerqué a ella y la besé profundamente. Entrelacé su lengua con la mía, arrimé su cuerpo con el mío y noté sus pezones rozando mi torso. Mis manos se fueron hacia su culo, que desbordaba de sus bragas. Mientras me deleitaba palpando esos cachetazos la erección terminó de subir. Tanto, que abultaba lo suficiente como para que aún continuado yo con los pantalones puestos la notase mi chica por la cercanía de nuestros cuerpos.

—¡Oye!

Se sonrojó, se separó y me dio una palmetada en el pecho.

—¿Qué es esto? Ahora no es momento.

Ciertamente no era buena idea salir con tremendo bulto en el bañador. Así que rápidamente me cambié y me puse el bañador, escondiendo la erección como buenamente podía. Ella se quitó las bragas y se puso un bikini rosa que por arriba cubría demasiado dejandola sin escote pero por abajo por mucho que intentase tapar estaba sencillamente empotrable. No mostraba culo en exceso pero es que la forma era deliciosa e igualmente terminaba asomando algo de carne. Se puso la misma camiseta blanca y un pareo con un bonito y colorido estampado en la parte de abajo. Antes de salir de la habitación le di una palmetada en el culo, notando su esponjosidad y un beso en la mejilla.



Los tres salimos del bungalow y nos dirigimos caminando a la piscina. Por el camino iba recordando la figura de mi chica, el beso, el magreo y la erección que me había provocado. Volvía a notar como se ponía morcillona. Y no pude evitar fantasear. No se si realmente sería capaz, pero siempre he tenido el morboso secreto de que me gustaría ver como tiene relaciones con otro hombre. Bueno, o hacer un trio HMH. El caso es que me excitaría muchísimo verla gozar, ver como otro hombre se la clava y ella disfruta. Y a la vez que me excita siento un pellizco en el pecho, se me cierra el estómago de celos. Supongo que es solo una fantasía, algo que no me he atrevido a hablar con Meli y que probablemente no se cumpla. Y desde luego no con Jesús. Ni siquiera lo he imaginado de la forma más remota, por mucha cercanía que hayamos tenido los tres.



Llegamos a la piscina donde por la hora que era (diez largas de la mañana) todavía no había tanta gente. Aún seguía desayunando la mayoría.

Había un grupito de unos diez chavales y chavalas de unos 15 años, pubertos todos. Estos chavales no ocupaban una zona definida porque corrían y saltaban por toda la piscina, aunque las toallas las tenían junto a la entrada. También había una mujer sola de unos 40 años tomando el sol que no estaba nada mal. Estaba en uno de los lados largos del rectángulo que formaba la piscina. Y tres señores maduros, de 50 y tantos.

—Bueno, donde nos ponemos— Preguntó Jesús.

—Por favor cerca de los niños no, no quiero que me den el rato de piscina — Comentó Melisa.

Jesús levantó la cabeza y señaló.

—Vamos a ese trozo de césped junto a la esquina

Íbamos a estar junto a los guiris, frente a la mujer tomando el sol (aunque ella al otro lado de la piscina) y lo más lejos posible de los chavales. Llegamos a nuestro sitio y escuchamos como los tres señores hablaban animadamente entre ellos en otro idioma. Parecía alemán. Los tres tenían pinta completa de guiris. Uno de ellos se le veía algo barrigón, este estaba tumbado una hamaca. Otro era de complexión normal pero muy (muy) velludo, sentado en su hamaca. Y otro bastante fibrado, de pie. Los tres eran bastante altos, al menos 185. Los tres estaban bastante morenos, aunque no el moreno que cogería un español, sino algo anaranjado.

Dejamos nuestras cosas no muy cerca de ellos pero lo suficiente para oírles. No nos miraron. Jesús y yo nos quitamos las camisetas y gritamos

—¡Mariquita el último!

Y saltamos a la piscina.

—Anda que me esperáis— Nos gritó Melisa desde fuera.

Meli seguía de pie en las toallas. Se quitó con calma la camiseta y el pareo dejando su cuerpo blanco y resplandeciente a los rayos del sol. A Jesús se le fueron los ojos. Siempre he sospechado que le ha atraído mi chica y no le culpo, es guapa de cara, está bien de cuerpo y tiene un culazo. Y aunque a veces se le ha notado un poco, siempre lo ha disimulado y la ha tratado con respeto. Lo que no significa que cuando le pegaba repasos visuales como este no sintiera una punzada de celos.

—Lánzate ya— Le grité desde la piscina

—Ni de coña, quieres que me queme o qué. Tengo que ponerme crema primero.

Cogió el protector solar y empezó a echarse. Brazos, cara, cuello, escote…

—Me tienes que ayudar, que no llego.

Salí de la piscina dejando a Jesús en el agua y volví con Melisa. Me eché un poco en la mano y empecé a aplicarla en su espalda. Tenía una piel suave, con algunos lunares. Me recree en la tarea, saliendo de mi estado absorto solo para darme cuenta que Jesús desde el agua no paraba de echar miradas furtivas.

—Hijo de puta, estará empalmado y todo— Pensé.

Pero no solo era Jesús. Entre lo soleado del día, la piel tan blanca que tenía Melisa y que con la protección solar ahora incluso brillaba, los tres guiris que al principio ni nos miraron ahora no quitaban ojo.

—Anda que les va a subir la tensión, se van a tener que tomar la pastilla— Le susurré a Meli en tono jocoso.

Con una ligera excitación sabiendo que teníamos la atención de todos, me eché un poco más en la mano y continué con sus piernas y su culo. De reojo me percaté de como hablaban entre ellos, en tono más bajo (parecía alemán lo que hablaban) y de como el guiri velludo se recolocaba el bulto en el bañador.

—¿Te vienes ahora al agua? — Le pregunté

—Que dices, tiene que absorberse la crema. Ve tu y ahora voy yo. — Me contestó.

Total, me dirigí a la piscina de nuevo donde Jesús se había puesto a nada para disimular. En lo que llegaba al borde vi como llegaban tres mujeres, que por su aspecto claramente debían ser las esposas de los alemanes.

Al llegar al bordillo de la piscina, me zambullí de un salto. Me acerqué a Jesús, y le pregunté como estaba por su ruptura. Estuvimos varios minutos hablando de ello y tratando de darle ánimos. Entre tanto la verdad que le devolví a los alemanes el repaso a mi chica, pues efectivamente las tres mujeres eran sus esposas.

Los tres hombres seguían en la misma posición del principio. El regordete tumbado en la hamaca, el velludo sentado y el fuerte de pie. Junto a ellos las tres mujeres, de pie también.

No era capaz de discernir cuales eran las parejas, tampoco me importaba. Solo me recree en las chicas, que aunque debían de rondar los 48-52 años no estaban nada mal.

Una de ellas quizá tuviese algún kilo de más, pero nada excesivo. Melena cortita y castaña sin llegar a los hombros. Tenía un cuerpo en forma de “pera” muy pronunciado. Tenía poco pecho, menos que mi chica, pero unas caderas enormes y un culo todavía más grande que el de la mía. De forma prefería el de mi chica, pero esa trasera estoy seguro que daría mucho juego al que fuese su marido de los tres maduros. Iba con un conjunto de tela fina con estampado floreado. Por arriba era top de tirantes con cero escote pero se notaba perfectamente el poquísimo pecho que tenía. Por abajo cubría poco más de por debajo de los cachetes. Me recordaba un poco a mi chica aunque más pasada de peso sin llegar a algo obsceno.

La siguiente era la más alta de las tres, casi tanto como los tres hombres. (que recordemos rondaban el 185) Melena larga, rizada y naranja. Iba con una camisa a medio abrochar, por el tamaño probablemente no fuese suya sino de su marido. No enseñaba demasiado, pero se intuían unos pechos bastante grandes y algo caídos. Y por debajo unos shorts vaqueros que mostraban un culito pequeño.

La última la verdad que era un bombón. Era castaña, con mechas rubias, pelo hasta los hombros. Tenía una cara con un gesto de madurez que imponía. A pesar de su gesto era la más bajita de las tres chicas, como 170. Estaba bastante bien proporcionada. Llevaba una especie de vestido de punto, ajustado al cuerpo y que le llegaba casi hasta las rodillas. Como el punto tenía agujeros la verdad es que se intuía su figura perfectamente. Debajo llevaba un bikini de dos piezas, con un escote generoso en la parte de arriba y un tanguita por abajo. Tenía menos culo que mi chica y por supuesto bastante menos que su amiga, pero era muy redondito y turgente. Y no iba nada mal de pecho, menos que su amiga pelinaranja pero generoso respecto a su figura.

—¡Que voy! — Exclamó Melisa sacándome del ensimismamiento y saltando al agua.

—Qué tal estáis chicos, de que habláis. — Nos preguntó Meli tras emerger y mientras se escurría la larga melena.

—Te lo puedes imaginar Melisa, están siendo unos días difíciles. —Respondió Jesús.

—Pobre. ¿Has vuelto a hablar con ella? —Continuó Melisa

Jesús le respondió, pero yo dejé de escucharles. Permanecí callado mientras ellos hablaban. Yo no le quitaba ojo al grupito de alemanes, especialmente a las chicas. Ojalá se quedaran en bikini. La más bajita por el vestido que llevaba se transparentaba algo, pero me gustaría ver más y deleitarme también con la culona o la tetona. Aunque tenga novia reconozco que me gusta alegrarme la vista.

Sin embargo no se animaban, solo hablaban entre ellos mientras la piscina iba llenándose, cada vez llegaba más gente.

Llevaba rato desconectado de la conversación, así que traté de intervenir.

—Tu lo que tienes que hacer es conocer gente nueva.

—Menudo cliché tío. —Me respondió Jesús

—Bueno, si. Pero no quita que sea cierto. Seguro que hay muchas chicas jóvenes por aquí y tu tienes labia. —Le contesté

—Es que es eso. Quizá no vayas a conocer estos días al amor de tu vida, pero oye, quizá si a una chica guapa con la que tener un romance fugaz jajaja—Intervino Melisa

—Claro tio, tu pones una corbata en el pomo y así nosotros ya sabemos de que va la cosa y no molestamos jajaja — Añadí yo.

—Mira, por ejemplo esa chica que está en el borde de la piscina ahora mismo. Con disimulo. — Comentó Melisa.

Jesús y yo nos giramos y vimos a una chica joven, unos 25 años. Pelo largo y castaño, delgada, con un bikini blanco. Tenía unos pechos medianos y estaba morena de tomar el sol. Estaba haciéndose una cola para saltar al agua.

—Idiotas, menos mal que he dicho con disimulo. Ahí os dejo.

Serían las 11 pasadas de la mañana cuando Melisa salió del agua. Se dirigió a las toallas y me percaté que ya no estaba el grupo de alemanes. Que pena que se fuesen. Melisa se secó y se puso la camiseta blanca. Tras ponérsela se quitó la parte de arriba del bikini rosa para evitar mojar la camiseta. No pude evitar fijarme en como se le marcaban los pezones. No llegaba a transparentarse, pero se notaba la forma y el tamaño perfectamente.

Se acercó al bordillo, se agachó y me dió un beso. Se despidió con la mano de Jesús.

—Voy a cambiarme al bungalow, os veo luego.

Se levantó y al girarse pasaron corriendo dos de los quinceañeros que estaban desde el principio. Se chocaron con ella y cayeron uno de ellos y mi chica al agua. El otro se mantuvo fuera.

—¡¡pero tu eres gilipollas!! —Gritó Melisa

—Lo siento, lo siento, de verdad que lo siento. Ha sido el tonto de mi amigo—Trataba de excusarse el que cayó al agua.

Mientras tanto su amigo no paraba de reírse desde fuera.

—Deja de reírte o vas a cobrar—Le dije

En esto Jesús había salido del agua y ayudado a salir a Meli. Los muchachos volvieron a disculparse, esta vez los dos. Pero me di cuenta de que no miraban a Meli a la cara.

Ellos se fueron y Melisa se giró para volver a despedirse de mí y enseguida lo entendí. Antes se notaban los pezones pero ahora es que se transparentaba todo. Forma, tamaño y hasta color. A Jesús también se le fueron los ojos mientras le preguntaba si estaba bien.

No sabía si sentir celos o si enfadarme con los niñatos. Extrañamente lo que si sentí fue excitación. Era como si estuviese enseñándole las tetas a toda la piscina.

—Bueno yo me voy a ir porque todavía voy a por los niñatos y les doy un tortazo—Dijo Melisa.

Casi ni la escuché, a mí ya me había crecido el bulto en el bañador.

—Te vienes conmigo o te quedas—Me preguntó

—Me quedo me quedo—Apenas acerté a decir. Como saliese del agua iba a dar el cante.

Jesús saltó al agua de nuevo.

—Ahora nos acercamos nosotros. —Le respondió Jesús a Melisa

Ella se dirigió de nuevo a las toallas a recoger sus cosas. Entonces me di cuenta que aún seguía uno de los alemanes por allí. El velludo.

Hijo de puta, no le quitaba ojo a mi chica. Se estaba deleitando. La miraba con absoluto descaro. Melisa seguía con la camiseta empapada y pegada al cuerpo, tenía los pezones durísimos se notaba lo generoso del tamaño y lo rosado del color y del enfado que llevaba no parecía percatarse.

El guiri continuó observándola, con una mano en el paquete, probablemente para tapar la erección.

Finalmente Melisa se fue y nos quedamos Jesús y yo solos. El bulto terminó bajando y continuamos hablando de nuestras cosas un rato más.

—Oye voy a acercarme a recepción a la máquina de tabaco, ¿vienes? —Me preguntó Jesús

—Creo que no, voy a acercarme a ver como está Meli. —Le respondí

—Venga tio, pues nos vemos ahora— Me contestó

Cada uno cogimos rumbo: el a recepción y yo al bungalow. Por el camino pasé la zona de autocaravanas. Estaba llegando a nuestro bungalow, cuando al pasar por las tres autocaravanas grandes aparcadas haciendo una U me di cuenta que allí estaban los alemanes. Concretamente estaban el regordete y el fuerte con la más alta, la pelinaranja y tetona. Ellos dos estaban sentados y ella de pie. Aunque esta vez no llevaba la camisa, sino que lucía un bikini rojo. Por abajo continuaba en shorts.

Me dió algo de cosa mirar mientras pasaba, pero furtivamente pude percatarme de las tetazas que tenía. Eran grandes, y caían un poco. Su piel tenía algunas manchas, no sé si por los entorno a 50 años que tendría, por el sol o por ambas cosas. Me habría gustado deleitarme más pero no pudo ser.

Llegué al bungalow y me encontré a Meli. Se había cambiado, ahora llevaba sujetador y un top que le dejaba el vientre al aire y mostraba un escote pequeño pero precioso. Saludé y me lancé sin pensarlo, empezamos a besarnos. Intercambiamos lengua y saliva. Mis manos se iban sobre sus pechos, palpándolos sobre el top. Metí la mano por dentro del short, y sentí su culo. Ahora llevaba un tanguita. Era una sensación muy placentera, con una mano le palpaba los pechos y con la otra le apretaba uno de los cachetazos del culo por dentro del pantalón. Ella llevaba su mano a mi miembro, masajeandolo por encima del bañador. Aún estaba húmedo por la piscina. Así estuvimos varios minutos muy intensos, subiendo cada vez más la temperatura.

De repente sonó la puerta abriéndose.

—Joder perdon— Exclamó Jesús

Melisa me apartó, se puso roja como un tomate. Yo me quedé un poco cortado y con un bulto que no sabía como esconder.

—No no, disculpanos tu a nosotros— Dijo Melisa.

—Menos mal que hablasteis antes de corbata en el pomo— Comentó Jesús con tono burlesco.

—Bueno tío lo siento—Le volví a insistir yo.

—Jajajaj que no pasa nada. Venía a contaros que me encontré a la muchacha del bikini blanco en recepción. La que miramos de forma un poco descarada— Empezó a explicar Jesús para destensar la situación

—Como que te la encontraste—Preguntó Melisa mientras disimulaba ajustándose de nuevo la ropa.

—Bueno, como sabes fui a la maquina de tabaco que había en recepción. Por lo visto la maquina se había tragado el dinero y no soltaba el tabaco. La ayudé a darle un meneo y finalmente cayó el paquete.

—Meneo el que le darías tu a ella—Dije riendome

—Bueno si, está bastante bien la chavala. El caso. Continuamos hablando un poco después de eso. Se llama Carolina. Está pasando unos días aquí con unas amigas. Yo le he explicado que igual con unos amigos. Y me ha dicho que esta noche el camping organiza una fiesta en el salón, que podríamos vernos.

—Vamoooooos, has triunfado—Exclamamos Melisa y yo

—Recuerda lo de la corbata en el pomo si triunfas—Le dije riéndome

—Bueno pues ya tenemos plan, no? —Afirmó Melisa.

—Oye yo voy teniendo hambre—Cambié de tema

—Voy a ir planteando la comida.

Serían alrededor de las 12 cuando empezamos a preparar la comida. A Jesús se le notaba más animado. Estaba claro que conocer gente le ayudaría. Y seguro que lo pasábamos bien esta noche.

No nos complicamos en exceso con la comida, finalmente hicimos ensalada de pasta. Esta vez Jesús sí que comió.

Continuamos echando el rato en el mismo bungalow. Charlamos de nuestras vidas. De problemas en el trabajo, de futbol, e incluso rememoramos alguna batallita divertida. Nos dieron más de las 15 y tras el madrugón, carretera, piscina y comida terminamos quedándonos dormidos.

—¡ostras cuanto hemos dormido! — Exclamó Melisa despertándose sobresaltada

—Ya te digo, son casi las 18—Le respondí

—Y Jesús? Donde está Jesús? —Volvió a preguntar

—Seguro que está fumando, voy a buscarlo.

Salí fuera y efectivamente, se había despertado antes y estaba sentado fuera, echándose un cigarro.

—Que pasa tío. Vaya sobada no? Estábamos reventados—Dijo al verme

—Ya ves—Le respondí mientras me sentaba junto a el

Melisa se asomó por la ventana.

—Ah, si estás aquí. Bueno chicos yo voy a ir arreglándome para esta noche.

—Venga, nosotros los tios sabes que somos más sencillos y tardamos menos jajaj—Le respondí

Volvió dentro y Jesús y yo nos quedamos fuera.

—Oye, has visto esas autocaravanas? A que no sabes quienes están ahí? —Me dijo Jesús

—Te acuerdas de los guiris de esta mañana? Los seis, tres hombres y tres mujeres. Maduritos todos, ellas algo más jóvenes.

—Ajá—Asentí

—Me he estado fijando. Y ellas están de escándalo. —Insistió Jesús

—A ver, para los cincuenta palos que tendrán no están mal si. —Le respondí

—Pero sabes que yo solo tengo ojos para una—Continué. En realidad era una verdad a medias, estaba muy enamorado. Pero me comía con la mirada a todo lo que estuviera medianamente bien. Y fantaseaba mucho y muy a menudo.

—Ya bueno. Pues resulta que se han acercado. La pelirroja con las tetas de escándalo, la pequeñita con cara de mandona y el nota que parece chewakka. —Dijo Jesús burlándose

—Jajajaj que cabrón. A ver, si, es alto y tiene mucho vello. Pero míralo que bien acompañado iba, no? — Le respondí igualmente burlón.

—Bueno, pues son bastante simpáticos. Se acercaron y se presentaron. El se llama Niels y es holandés. Ellas dos eran alemanas, la tetona se llamaba Ingrid y la sargenta Ursula. —Me explicó

—Jajajajajja menudo nombre, como le pega con esa cara. —Contesté riéndome

—Y me han dicho también lo de la fiesta. Empieza a las 22 pero dicen que van a estar allí desde las 20:30, primero tomarán unas copas y luego cenarán. Y después a bailar hasta que el cuerpo aguante.

Empecé a recordar como ese cabrón se había deleitado con mi chica. Me jodía un poco y a la vez me excitaba. Me apetecía devolvérsela así que respondí:

—Bueno, con lo que hemos dormido ya te digo que aguantamos hasta tarde.

—Escúchame, la Ursulita con la cara de mandona y todo pero era un auténtico bombonazo. —Siguió Jesús.

—No puedo decir que no jajaj. ¿Pero tu no habías ligado ya? ¿Qué, ahora le echas el ojo a maduritas casadas?

—Pues hablando de Carolina, le he escrito por WhatsApp. Ella irá algo más tarde, directamente al baile. Así que creo que podemos aceptar la invitación de esta gente y cenar con ellos. —Contestó él.

—Sí, no me parece mal. Voy a hablar con Meli y se lo explico.

Volvimos dentro y hablamos con Melisa. No le parecía mal plan. Mejor que ir de entrada solos y sin conocer a nadie.

Continuó avanzando la tarde y eran ya las 20:15, estábamos duchados y arreglados los tres. La verdad que Melisa iba bastante guapa. Llevaba el pelo planchado, dejándolo caer hasta prácticamente el culo. Un maquillaje bastante bonito y llamativo. Y un vestido gris y negro de algodón, le quedaba ajustado y le llegaba hasta la rodilla. Esta vez si llevaba escote, mostrando sus pechos pequeños y un canalillo bonito. Por el culo le quedaba bastante pegado el vestido. Se había arreglado los pies pintandose las uñas de gris (a juego con las manos y el vestido) para poder lucer unas bonitas cuñas. Olía a vainilla.

Yo llevaba un polo azul oscuro, unos chinos cortos beige y náuticos. Está mal que lo diga pero por mi forma física me quedaba bastante bien. Los brazos ajustados, la espalda ancha. Se notaba que hacía bastante deporte.

Jesús iba con una camisa blanca desabrochada por arriba y un pantalón corto azul. Estaba un poco regordete así que tenía algo menos de porte, pero con la labia que tenía seguro que conseguía ligar esta noche.

Llegamos al salón y ya había gente. El grupito de seis guiris estaba allí, nos saludaron y nos acercamos.

Hallo, wie geht es dir? Como estáis? — Nos recibió el hombre alto y fuerte.

—Hola, que tal—Respondimos al unísono los tres.

Hicimos allí mismo las presentaciones:

Sebastian era el hombre alto y fuerte. Era alemán y tenía 55 años. Llevaba una camisa de lino blanca con las mangas enrolladas, mostrando sus brazos fuertes. Los botones de arriba estaban desabrochados, dejando entrever algunas canas en su también fuerte pecho. Completaba el look un pantalón beige ajustado con un cinturón de cuero y unas sandalias de cuero también. Se movía de forma calmada y decidida, daba sensación de estar acostumbrado a tener el control. Su forma de dar la mano era igualmente firme.

Maximilian era el hombre regordete, aunque lo compensaba siendo también igual de alto. Era también alemán e igualmente tenía 55 años. Su complexión era más suave y su cara más bonachona. Llevaba una camisa con un estampado floral “hortera”, unos pantalones con un cinturón de tela y unas sandalias de tiras anchas. Tenía una actitud relajada y una sonrisa constante. Daba una sensación amigable. Su forma de dar la mano era flojita.

Finalmente, Niels era el que llamamos burlonamente Chewakka. Igual que sus otros dos amigos era alto, 185 aprox. Él era holandés y tenía 55 años también. Poseía una figura robusta pero no musculosa como Sebastian. Pecho y brazos cubiertos de vello entre rubio y castaño. Llevaba una camiseta azul marino de la que asomaba vello también por el cuello con unos vaqueros desgastados. Sus ojos parecían penetrar todo lo que miraba. Era bastante viril, resultando casi desafiante. Su forma de dar la mano era muy fuerte.

Ingrid era la pelirroja. Tenía 51 años y era bastante alta, prácticamente como los hombres. Su cuerpo era largo y esbelto. Su pelo muy largo, anaranjado más que pelirrojo y rizado. Llevaba un vestido de verano que le llegaba hasta la rodilla, de color verde esmeralda que resaltaba su figura. Tenía un escote impresionante mostrando dos pechos muy grandes y ligeramente caídos, había que hacer virguerías para no mirarlo. Y llevaba la espalda al aire. Le quedaba algo ajustado de cintura para abajo, mostrando un trasero pequeño pero firme. Al dar dos besos noté su piel, quizá no tan tersa como una jovencita. Era blanca con algunas pecas por los hombros y el escote. Noté también su olor, dulce y afrutado.

Emilia era intermedia en altura con sus amigas, pero alta para ser mujer,180 aproximadamente. Tenía 50 años. Figura curvilínea, con muy poco pecho pero con un trasero grande y redondeado que se lleva el protagonismo. Llevaba un vestido sin escote, color coral, que resaltaba su silueta, acentuando sus caderas y su trasero. Al dar dos besos me fijé en su piel de color más natural aunque con zonas tirando a rosadas. Olía a coco.

Por último, Úrsula. Era la más bajita, 170, pero tenía un porte dominante y un gesto serio y de madurez. Tenía 49 años. Su cabello castaño con mechas rubias caía ondulado hasta los hombros. Vestía un mono blanco mostrando algo de su generoso pecho en un pequeño escote. Este mono realzaba sus curvas, especialmente su trasero redondeado y firme. Era una mujer que transmitía autoridad. Al dar dos besos noté su muy cálida piel y un olor ni dulce ni afrutado, sino a perfume intenso.

Echas las presentaciones nos acercamos a la barra para hacer algo de tiempo y nos tomamos la primera cerveza, de pie en la barra. Allí empezamos a conocernos.

Todos eran naturales de Düsseldorf salvo Niels que era de Nijmegen una ciudad holandesa cercana a la frontera con Alemania. Él se fue a Alemania para estudiar.

Allí se conocieron los tres hombres y Úrsula, en el primer año de carrera. Eran ingenieros mecánicos, por lo visto algo de control de calidad. Los tres hombres trabajaban en la misma empresa y Úrsula en otra distinta. Ingrid y Emilia fueron compañeras de Úrsula en la secundaria, aunque no terminaron yendo a la universidad. Ingrid tenía una pequeña tienda y Emilia era ama de casa. A pesar no continuar el mismo camino mantuvieron el contacto y así a través de Úrsula conocieron a sus maridos. Úrsula estaba casada con Sebastian, Ingrid con Niels y Emilia con Maximilian.

Lo que era una cerveza se había convertido en dos mientras explicaban todo esto. Menos mal que nos sentamos en la mesa para cenar. Allí continuamos charlando y conociéndonos. Nos sentamos en una mesa en el siguiente orden: Emilia, Maximilian, Ursula, Sebastian, Ingrid, Niels, Melisa, yo, Jesús y vuelta a empezar por Emilia.

Por lo visto compraron las autocaravanas hace algo más de diez años, desde entonces cada verano bajan hacia el sur de Europa. No podía evitar pensar en como era posible que tuviesen tanto tiempo de vacaciones. Cosas de alemanes supongo.

Por las fechas que eran, principios de Septiembre ya estaban acabando sus vacaciones, pero siempre solían hace una parada de varios días en este camping. Les gustaba la zona.

Mientras comíamos y entre las risas por las anécdotas de sus viajes comencé a notar algunos detalles. Sebastían no quitaba los ojos de Melisa, cada vez que ella hablaba o gesticulaba sus ojos bajaban hacia su escote. Parecía que trataba de disimularlo, pero resultaba evidente. Niels, que estaba a su lado de vez en cuando trataba de establecer contacto físico con ella. Incluso Maximilian hacía algunas miradas fugaces aunque más tímidas.

Empecé a sentir otra vez esa incomodidad, pero también algo que no podía negar: el morbo.

¿Cómo podía molestarme y a la misma vez excitarme? Ver a Melisa atrayendo la atención de aquellos germanos hombres, bastante más mayores que nosotros…

Mientras ocurría todo esto, Jesús estaba algo desconectado. Estaba escribiendo por el móvil, imagino que a Carolina. Supuestamente Carolina llegaba para el baile, pasadas las 22.

En un punto de la cena, a Niels se le cayó el móvil al suelo. Tanto el como Melisa se separaron un poco de la mesa mientras el se agachaba desde la silla a recogerlo. Al incorporarse se apoyó algo por encima sobre la rodilla de Melisa, ya que al estar sentada ella y ser el vestido ajustado, se le había quedado remangado mostrando más piel desnuda de la pierna. Yo clavé la mirada sobre su mano, apoyada en el muslo de mi chica. El mientras se reincorporaba me miraba a mi. Entretanto Melisa dejó escapar una pequeña risa, nerviosa quizá. Pero no apartó la pierna.

Sentí un calor subir por mi pecho. Niels se reincorporó completamente, con la mano aún en su pierna. Miró a su mano y sin retirarla aún dijo mirando a Melisa a los ojos:

Ah, excuseer mij. Disculpa.

Retiró sin prisa la mano. Quería decir algo pero las palabras se me atascaban en la garganta. Sentía el calor arder dentro de mí. Entonces, Jesús se levantó de la mesa hablando por teléfono, lo que distrajo a todos.

—Ahora vuelvo chicos, dos minutos.

Ja, te esperamos. No tardes, enseguida saldremos a bailar—Le respondió Emilia.

Sebastian pidió una ronda de chupitos para todos. En lo que llegaba la ronda Jesús ya había vuelto.

—Carolina viene enseguida—Nos susurró a Melisa y a mi.

Sebastian cogió su chupito y lo levantó

Prost! Salud a todos!

Cada uno levantamos el nuestro, gritamos salud y nos lo bebimos del tirón. Sentí el ardor bajar como un fuego líquido.

—Buah, esto esta fortísimo. —Apenas acertamos a decir

Ja, jaaaaa. Stroh. Licor alemán. —Respondió Sebastian

—Que tal? —Traté de susurrarle a Melisa, esperando alguna señal en su rostro que me indicase como se sentía.

—Fuerte. —Tosió y rió, sin mencionar el incidente con Niels.

Miré a las chicas. Ninguna parecía haberse enterado. O si se habían enterado no le daban importancia. Ni siquiera Ingrid, mujer de Niels.

Quizá solo fuesen imaginaciones mías. Quizá era culpa mía, mi cabeza. Por tener esas fantasías con mi novia. Todo era inocente. Sí, eso era.

—Es hora de bailar chicos—Dijo Emilia.

—Vamos a la pista. Woooooh—Respondió Ingrid.

Nos levantamos y enseguida notamos que a pesar de haber cenado, el alcohol ya ingerido iba haciendo efecto. Yo estaba algo mareado y Melisa no paraba de reír. El que mejor estaba era Jesús.

Llegamos a la pista de baile y menuda sorpresa para Jesús. Allí estaba Carolina, acompañada de dos amigas. La verdad que estaba espectacular. Vestía un vestido blanco muy ajustado que resaltaba su figura juvenil. Jesús se quedó boquiabierto.

—Ahora vengo—Apenas acertó a decir

—Que tío, casi ni se despide—Me dijo Melisa.

—Déjale, ojalá triunfe. —Respondí

Perdimos la pista de Jesus en ese momento. Ya había bastante gente en la pista, estaba oscuro y con luces parpadeantes, y habíamos bebido.

Así que nos quedamos solos Melisa y yo con nuestros nuevos amiguitos extranjeros. Empezamos a bailar cada uno con nuestras respectivas. Aproveché la situación para agarrar bien el culo de mi chica, así marcaría territorio. Sin embargo a los tres hombres no pareció importarles. Ellos hacían lo propio. Ingrid estaba espectacular. Con su larguísimo cabello y su vestido resaltando sus encantos. Se movía con una soltura increíble. Emilia también se movía sorprendentemente bien, incluso se atrevía a bailar reggaetón. Y Úrsula algo más seria, con una mirada que atravesaba, pero que resultaba muy picante. Eran tres mujeres bastante guapas.

El ambiente se distendió un poco y nos separamos, bailando cada uno por separado. Pedimos otra copa. No sé como, pero terminé bailando frente a Ingrid.

El ritmo de la música seguía latiendo a través de la pista, y por un momento, me perdí en el baile con Ingrid. Su larguísimo cabello se movía como una cascada de fuego, y su cuerpo seguía la música con una soltura que me hipnotizaba. Levantaba los brazos, giraba sobre sí misma, y cada vez que lo hacía, no podía evitar fijarme en su trasero firme y en cómo el vestido verde esmeralda resaltaba cada curva. Su olor afrutado llegaba hasta mí, y todo parecía desvanecerse por unos instantes.

Vi a Ingrid cerrar los ojos y cantar, momento que aproveché para perder mi mirada en sus pechos. En su escote infinito. Mis propios pensamientos me traicionaron: 'Que se joda Niels'. Fue como un balde de agua fría, y de repente volví a la realidad. Giré la cabeza, buscando a Melisa, y lo que vi me hizo sentir un nudo en el estómago.

Allí estaba Melisa bailando frente a Sebastian, que tenía las manos sobre su cintura. Justamente al mirarles Sebastian cambió de chica y empezó a bailar con Úrsula. Y si ya me había molestado lo que había visto lo que venía era peor. Niels se acerco por detrás, arrimándose demasiado. El era tan grande y Melisa tan pequeña. Ella no pareció importarle, seguía moviendo el culo al ritmo de la música.

¿Son imaginaciones mías? ¿No estoy haciendo yo lo mismo con Ingrid? Quizá me estaba equivocando yo. O no, yo no había tenido ese descaro. Ingrid me cambió por Maximilian y noté un toque suave en el brazo. Era Emilia, se acercó a mí.

—¿Todo bien? —Preguntó con una voz apenas audible por el ruido de la pista.

Asentí de manera automática. Emilia se acercó más y pude sentir su olor. Aunque le sobrase algún kilito era una mujer bastante guapa. Seguro que cualquiera de la pista le encantaría bailar con ella. Sus manos se apoyaron sobre mis hombros y continuó bailando.

—Debe ser el choque cultural. No tiene nada de malo bailar. Es solo bailar. Además hemos bebido todos. —Pensaba mientras posaba las manos en las caderas de Emilia.

Volví a mirar a Melisa. Ahora bailaba con Maximilian. El no la tocaba, pero su mirada decía más de lo que sus manos podían expresar. La forma en la que la observaba, como sus ojos recorrían su cuerpo.

—Es solo bailar, me repetía.

Emilia me soltó y empezó a bailar con Maximilian. ¿Con quien estará ahora de esos dos? No acerté a encontrarla cuando Úrsula empezó a bailar conmigo.

Úrsula era espectacular, la más espectacular de todas. Era más bajita, y aún así parecía mirarme con superioridad. Una mezcla de autoridad y confianza.

—Qué te pasa? —Preguntó en un tono seco

—¿No quieres bailar? —Continuó, sonando a medio camino entre afirmación y pregunta.

—Claro que si—Respondí intentando sonar convincente.

Sin embargo no veía a Melisa y eso me preocupaba.

Úrsula se acercó más a mí. Era imponente. Su mirada me desafiaba. Parecía decir: “A ver si te atreves a dejar de mirarme”

Tras bailar con estas tres mujeres tan guapas, y a causa también de lo que estaba pasando con Melisa, a estas alturas estaba excitado.

Estoy seguro que Úrsula lo sabía. Y parecía aprovecharse. Aprovechaba una canción lenta para moverse suavemente y posar sus brazos sobre mis hombros. Yo hice lo mismo y bailamos. No sé si fue el alcohol o la excitación, pero terminé bajando las manos más de la cuenta. Fue algo breve, un instante, pero pude sentir el contorno de su trasero en las palmas de mis manos. Podía notar que debía llevar un tanga, pues no parecía haber tela más allá del mono. Un escalofrío recorrió mi espalda. Ipso facto noté como me apartaba de forma seca.

—¿Qué crees que estás haciendo? Que sea la última vez. —Dijo con un tono rotundo.

—Lo siento, de verdad que lo siento. No era mi intención—Traté de excusarme.

Eso me había hecho volver en mí. Que estaba haciendo. Y donde estaba Melisa. Me aparté disculpándome una vez más y busqué a mi novia. No la encontraba en la pista. Me alejé dejando a Ingrid, Emilia, Úrsula y Maximilian en la pista. Seguía buscandola entre la muchedumbre. Finalmente la vi, en estaba en la barra. Sebastian a un lado con un brazo sobre ella y Niels al otro con un brazo en su cadera. Parecían pedir algo al camarero. Justo antes de llegar a ellos retiraron sus brazos. Niels pagó con el móvil. Ellos se habían pedido otra copa y habían invitado a Melisa a otro chupito. Ella se notaba ya afectada por todo lo que habíamos bebido. Confudido por lo que había pasado y por lo que había visto me acerqué a Meli y le dije que deberíamos irnos.

—¿Y Jesús? —Me preguntó

—Déjale, seguro que está bien con su amiga Carolina. Deberíamos descansar. Has bebido mucho.

—Si nos lo estábamos pasando genial—Intervino Sebastian

—Sí, estaba siendo una buena noche. ¿Ya os vais a ir? —Añadió Niels.

—Sí, creo que es lo mejor. —Les respondí

—Como veáis, nosotros volvemos a la pista—Contestó Niels de nuevo mientras se retiraba con Sebastian camino a la pista

—Creo que tienes razón, quizá he bebido demasiado—Dijo Melisa

—Anda vamonos al bungalow—Añadió, para a continuación decir sorprendida:

—Oye y esto!? —Había un teléfono desbloqueado en la barra.

—A ver si va a ser de Sebastian o de Niels—Volvió añadir

—Echa un vistazo

Cogí el teléfono, era un iPhone. Claramente estaba en alemán. Me metí en WhatsApp y miré la foto de perfil. Era Niels posando sonriente en lo que parecía una montaña.

—Deberías buscarlo y devolverselo—Dijo Melisa.

Lo que faltaba, magrea a mi novia y ahora le tengo que hacer un favor. ¿Pero que hago? ¿Le digo a Melisa que se joda Niels? ¿Y parecer celoso o un capullo?

—Supongo que tienes razón, voy a buscarle—Respondí

Tenía aún el dedo sobre la pantalla para evitar que se bloquease. A unas malas intentaría llamar desde el móvil buscando en la agenda a un Sebastian o un Maximilian. Volví a la pista con el teléfono aún en la mano y el dedo en la pantalla para evitar que se bloqueara. El plan era simple: encontrar a cualquiera de ellos o de ellas, devolver el maldito teléfono y terminar la noche. Pero mientras más buscaba entre la muchedumbre, más confuso me sentía. No encontré a ninguno de los dos, pero vi algo que me detuvo en seco. Allí, al fondo, estaba Jesús. Estaba hablando con Carolina, la chica que había conocido antes.


Me acerqué con el teléfono aún en la mano, intentando no pensar en lo que acababa de pasar con Úrsula, ni en lo que había visto en la barra con Melisa y los alemanes. Jesús me vió y esbozó una sonrisa

—¿Todo bien? —Me preguntó.

—Sí, sí, todo bien... —Dije, mientras desviaba mi atención hacia Carolina, que estaba hablando con otra persona a su lado.

—Mira lo que encontré —dije, levantando el teléfono. —Es de Niels. Estaba en la barra.

—¿El holandés? —preguntó Jesús, levantando una ceja—. No me extraña. Estos tíos están bastante sueltos esta noche, ¿eh?

Sentí un nudo en el estómago.

Todo lo que había visto esa noche seguía dando vueltas en mi cabeza: El descaro de Niels y Sebastian con Melisa, el incidente con Úrsula, el teléfono que ahora tenía que devolver. Todo se mezclaba en una espiral de confusión y frustración. Quería que la noche terminara, pero cada paso parecía arrastrarme más dentro de este caos.

—¿Me acompañas al baño? —Me preguntó Jesús

—Claro, por que no. Así doy otra pasada por la pista. —Respondí

Pasamos por la pista sin encontrar a ninguno. Llegamos al baño y aprovechó Jesús para ponerme al día. Me explicó como le había ido con Carolina. Por lo visto estaba receptiva. Yo seguía con el dedo en la pantalla del teléfono para evitar que se bloqueara. Terminó de orinar, se lavó las manos y la cara y me dijo que volvía con ella, que esperaba triunfar. Allí me dejo solo.

Entonces miré el móvil de nuevo. Aún desbloqueado. Me encerré en un lavabo, eché el pestillo y miré otra vez el móvil. Se que no debería hacerlo, pero abrí WhatsApp. Muchas conversaciones, todo en alemán. Ni rastro de Melisa. Respiré aliviado. Abrí la agenda y busqué su nombre. Tampoco.

Quizá era yo el absoluto gilipollas. Abrí esta vez la galería de fotos. La galería estaba abierta por una foto del día de ayer, en el pantano cercano. Salían todos ellos.

Deslicé y se fue a otra foto de ayer por la noche. Era Úrsula posando en el camping. Llevaba el mismo mono de hoy. Volví a deslizar: Úrsula en otra pose. Volví a deslizar: Úrsula otra vez. Volví a deslizar: Úrsula en la caravana. Volví a deslizar: Úrsula sentada, mirando a cámara. El corazón me latía cada vez más fuerte. Volví a deslizar: dos pechos sobresaliendo del mono blanco, tapados aún con un sujetador. Empecé a notar el aire denso. Volví a deslizar: una mano manoseando esos pechos. Empecé a notar un bulto en la entrepierna. Volví a deslizar: Úrsula en bragas y sujetador, de espaldas. Que culazo Dios mío. Miré al pestillo del lavabo. Estaba cerrado. Me saqué la polla. Volví a deslizar: Úrsula otra vez, estaba chupando una polla. Mi mano empezó a sacudir mi polla, me recree unos segundos. Volví a deslizar: era un video. Le di al play. Úrsula sentada, se llevaba las manos tras la espalda, aflojaba el clip y dejaba caer el sujetador. Tenía unas tetas preciosas y unos pezones no muy grandes. Volví a deslizar: era otro video. Le di al play. Úrsula tumbada boca arriba, con las piernas abiertas. Una mano velluda le apartaba ligeramente las bragas y empezaba a penetrarla, un miembro grueso entraba y salía lentamente. Mi mano iba como loca, me iba a correr y no quería. Fueron unos diez segundos más los que duró el video así. Podía ver el rostro de Úrsula, había perdido cierta dureza. Volví a deslizar, era otro video. Úrsula completamente desnuda, haciendo reverse cowgirl. Podía ver esa polla bastante gruesa entrando en el culo de Úrsula. No podía más y eyaculé. Me temblaban las piernas, recordaba haber palpado ese trasero rato atrás. ¿Pero Niels no era el marido de Ingrid? ¿Y Sebastian de Úrsula? Miré y lo había dejado todo perdido. Por suerte no me había manchado. Me cerré los pantalones y salí rápidamente de allí. ¿Cuánto tiempo había tardado?

Volví a la barra. No estaba Melisa. Volví a la pista. Tampoco. Salí fuera.

Allí estaba, Melisa. También estaban Niels, Maximilian, Sebastian, Ingrid, Emilia y… Úrsula. No me atreví a mirarla.

Tartamudeé ligeramente:

—N… Niels… Melisa y yo nos encontramos tu móvil en la barra. Ten.

—Gracias— dijo en un tono serio.

—Bu… bueno chicos. Melisa y yo nos recogemos ya.

Nos despedimos de todos. Cuando le dí dos besos a Úrsula el corazón se me puso a mil.

Pusimos camino al bungalow. El camino se me hizo eterno. La excitación era enorme fruto de la frustración y el morbo.

Apenas llegamos me avalancé sobre Melisa. Empecé a besarla, como un animal. La llevé a nuestra habitación y apenas atiné a entornar la puerta. La lancé sobre la cama. Le quité el vestido. Ella me quitó la camiseta. Nos besamos de nuevo. Todo estaba a oscuras, apenas iluminado por la tenue luz que entraba desde la ventana. Me quitó los pantalones. El miembro se me salía del calzoncillo. Le quité el sujetador dejando sus pechos, sus pezones rosados y grandes al aire. Los engullí con deleite. Nos besamos de nuevo, intercambiamos saliva. La puse bocabajo y le quité las bragas. Hice lo mismo con mis calzoncillos. Enterré mi cara en su culo. Lamía su sexo, lo notaba húmedo, salado. Le mordí un cachete y le metí un dedo. Dos. Tres. Masajeaba su clítoris y sus labios. Volvía a meter los dedos. Se estremecía, gemía.

—Por favor, fóllame. —Dijo con una voz lasciva

Seguía bocaabajo. Me puse sobre ella, apunté con mi miembro a su entrada y se la clavé. Empecé a bombear. Seguía gimiendo. La levanté un poco y la puse contra el cabecero. No paraba de darle cachetadas. Le tiraba del pelo. Le masajeaba los pechos. Podía ver su culo, parecía un corazón invertido, tragando mi polla. Así estuvimos varios minutos hasta que se apartó y tomó el mando. Me puso a mi abajo, me montó y empezó a cabalgarme. Notaba su culo bombeando contra mi polla. Iba a estallar por segunda vez en esta noche. Se acercó y me besó. Gemía en mi boca. Le agarré los dos cachetes con las dos manos para dar más profundidad a las penetraciones. Terminó corriéndose, le daban espasmos. No pude resistirme a esos movimientos, a esos sonidos y me corrí yo también dentro de ella.

No había problema con eso, tomaba anticonceptivas desde que empezamos. Nos limpiamos y se puso un pijama sin ropa interior. Yo me puse unas calzonas. Fui a salir de la habitación y me di cuenta de que la puerta de nuestra habitación, que antes estaba entornada casi cerrada, ahora estaba algo más abierta.

—¿Será la corriente? —Pensé

Abrí la nevera y su luz iluminó los dos cuartos. Melisa yacía extasiada en nuestra habitación. Jesús estaba tumbado en la suya.

—Joderrrr, pero en que momento ha llegado—Pensé.

Dudé si decírselo a Melisa. Jesús parecía estar dormido. Sin camiseta, tapado con una sábana hasta la cintura. Parece dormido. Pero si hemos montado un escándalo. Además, ¿No estaba con Carolina?

Ya había tenido suficiente por hoy, no le dije nada a Melisa y me fui a dormir con ella.
 
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SEGUNDA PARTE
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Me desperté de golpe. Tenía un ligero dolor de cabeza. Tampoco bebimos tanto, pero fueron bebidas fuertes. Maldito Stroh. El aire estaba cargado, como si la fiesta del día anterior aún flotara en la habitación. Miré el móvil, las 07:03. Giré sobre mi mismo y vi a Melisa, profundamente dormida.

Sentí una náusea repentina, creo que aún no había metabolizado todo el alcohol. Tuve que levantarme corriendo, intenté no hacer ruido. Fui al baño y devolví.



—No vuelvo a probar el Stroh—Pensé mientras me limpiaba.



Volví a la nevera. Abrí la puerta y su luz volvió a iluminar ambos cuartos. Tanto Jesús como Melisa dormían. Bebí agua, lo que calmó mi sed y quitó el mal sabor, pero seguía notándome algo revuelto. Así que decidí salir fuera a tomar el aire.


Empecé a recordar el día de ayer. A los tres hombres y como desde por la mañana habían sido (en mi opinión) unos babosos con Melisa. Continué caminando para despejarme un poco.

De los tres hombres, Niels había sido especialmente baboso. No podía sacarme de la cabeza como la miraba en la piscina después de que cayera al agua. Como le agarró el muslo en la mesa. Como me miraba a los ojos a mi y a ella, era demasiado desafiante. Seguía caminando, sin rumbo fijo.

Los recuerdos seguían llegando en oleadas: como bailaron con ella. Como él y Sebastian envolvían a Melisa con sus brazos en la barra. En este punto había llegado caminando a la recepción.

El frescor de la mañana me despejó el mareo y pude pensar con más claridad. ¿Realmente fueron babosos o sólo simpáticos y hospitalarios? Me había masturbado muchas veces pensando en un trío HMH o simplemente en verla con otro hombre, quizá eso estaba haciendo mella en como la veía a ella y como se relacionaba con otros hombres.

De golpe vino a mi mente: Úrsula.

Sentí una presión en el pecho. Recordé el tacto de su trasero. ¿De verdad había hecho yo eso? Y luego las fotos y los videos de ella… con Niels. ¿Lo sabría Sebastian? A la rabia se le añadió una extraña mezcla entre excitación y culpa.

Miré el móvil, eran las 07:36. Debería volver, si Melisa se despierta y no me ve se preocuparía.

Todo el camping seguía en calma. Continuaba caminando, a ritmo calmado. Llegué otra vez a las autocaravanas. Eran enormes. Una de ellas mostraba su parte trasera hacia mi. Me acerqué un poco más y pude ver que la marca era “Hymer” y que el modelo era “Exsis-i”. Saqué el móvil y busqué la marca y el modelo. Dios santo ¿Pero cuánto dinero tenía esta gente? Apenas se oía el viento meciendo alguna rama. Pero pude oír algo. Algo más. Como un cuchicheo proveniente de la Hymer.

¿Estaban ahí? ¿Estaban despiertos? ¿Me habían visto? Me quedé paralizado varios segundos. El cuchicheo seguía. Quien fuese no debía de haberse percatado de mi presencia.

Vi que en la parte trasera la Hymer tenía una pequeña ventana alta de la que se podía intuir una muy tenue luz. Seguí paralizado, en este momento no había absolutamente nadie por allí. Solo el viento y ese cuchicheo.

Me acerqué un poco más vigilando donde pisaba para no hacer ruido.

—¿Qué estoy haciendo? —Pensaba mientras se me aceleraba el corazón.

La ventana estaba muy arriba. Me acerqué otro poco más, ya casi podía tocar el vehículo. Volví a pararme.

—¿Y si me pillan? Me van a partir la cara. Y el enfado de Melisa va a ser monumental. — Parecía que razonaba.

En ese momento un gemido suave llegó hasta mis oídos, casi imperceptible pero suficiente para encender una chispa de adrenalina. El corazón latía con fuerza y las manos me empezaron a sudar.

El silencio absoluto volvió. Mire a mi alrededor, quería asegurarme de que no había nadie.

Y entonces, otro gemido. Muy sensual, más sostenido esta vez. Era demasiado tentador. Di un paso más, ahora podía tocar el vehículo. Sentí el tacto frío de la carrocería. El suelo estaba cubierto de pequeñas piedras y hojas que crujían levemente a cada movimiento.

—¿Ahora soy un voyeur? —Pensaba mientras me acercaba, ahora ya pegado a la ventana. A mi mente llegó la imagen de Melisa, dormida, en nuestra cama. Me sentía sucio. Pero no podía detenerme. Mi piel se erizaba.

Me encontraba con las rodillas ligeramente flexionadas. La ventana quedaba sobre mi cabeza. Era una ventana alta, aunque yo también lo era. Me costaría un poco pero podría intentar asomarme. Desde mi posición, ligeramente agachado bajo la ventana veía el techo de la caravana por dentro. También podía ver como sobresalía en altura un perchero de pie del que colgaban diversas prendas. Un bikini rojo, unos vaqueros, una camiseta azul marino y un vestido verde esmeralda.

Una voz dentro de mi me decía que parara. Pero no podía. No quería.

Los gemidos se hicieron más intensos, más íntimos. Podía escuchar el roce lento de la piel, la respiración entrecortada.

Estaba tan absurdamente cerca que podía imaginar perfectamente lo que ocurría. Pero eso no era suficiente con el grado de excitación que tenía en este momento. Se me había nublado la mente, tenía que jugármela.

Dejé de flexionar las rodillas y con cuidado y desde una esquina de la ventana traté de echar un ojo. En ese momento perdí levemente el equilibrio, y el roce de la sudorosa palma de mi mano, que estaba apoyada contra la carrocería provocó un chirrido.

Sin mirar atrás salí corriendo de allí, como alma que lleva el diablo.

La he cagado. Me van a partir la cara.

Entre en el bungalow, miré la hora, las 07:49. El corazón se me iba a salir del pecho. Miré por la ventana, podía ver las autocaravanas. Nadie parecía haber salido. Quizá no se hayan enterado.

Me quité la camiseta y me metí en la cama.

—¿Estás bien? —Me pregunto una somnolienta Melisa.

—Si… si—Respondí

—Oye, seguro? Estas empapado en sudor—Insistió

—No es nada, el alcohol me ha sentado mal. He devuelto y he ido a por agua.

—Mmm, vale, bueno—Dijo con voz cansada y casi sin terminar la frase

Me quedé mirando al techo. El bungalow volvió a estar en silencio. Un silencio que resultaba ensordecedor. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué pensaría de todo lo que he hecho hoy?

Lentamente el caos que tenía en la cabeza se desdibujó, y volví a quedarme dormido.







Pasaron las horas y volví a abrir los ojos. Miré el móvil y eran las 08:56. Melisa no estaba. Me levanté, fui a la habitación de Jesús, que tampoco estaba.

Anda que avisan. Supuse que habrían ido a las duchas o a la cafetería a desayunar. Opté por ir primero a la cafetería, y acerté de pleno. Allí estaban, acababan de pedir.

Saludé a Jesús y le di un beso a Melisa. Ninguno parecía haberse enterado de mi salida hacía un rato. Se acercó la camarera:

—Faltas tu por pedir, no? Que va a ser? —

—Café solo y media de tomate y jamón. Gracias—Le respondí

A los pocos minutos volvió con mi comanda y la que ellos habían pedido antes de que llegase yo. Empezamos a desayunar.

—Bueno, no nos vas a contar nada? —Dijo Melisa mientras daba un sorbo a su colacao, sin mirar a ninguno en concreto.

Yo me quedé paralizado. ¿Se refería a mi?

—Venga no te hagas el tonto—Dijo ella

Se me atragantó el sorbo de café.

—P… pues… te refieres a mi? —Dije con voz temblorosa

—No idiota. Que pasó anoche, Jesús? Que tal te fue con Carolina? —Respondió con tono divertido

Pero que estúpido soy. Pude respirar aliviado.

—Pues… nos liamos—Respondió Jesús

—Vamoooos. Ves como ibas a pasártelo bien. —Se alegró Melisa

—La verdad es que congeniamos muy bien. Estuvimos toda la fiesta juntos. Y terminamos besándonos. —Siguió explicando.

—Me alegro por ti tio. —Añadí yo

—Pero creo que la he cagado. —Continuó Jesús

—Que dices— Dijimos casi al unisono los dos

—Congeniamos y nos besamos si. Pero creo que la presioné demasiado para ir al bungalow. No quiso, y terminé volviéndome solo.

—Ah… si? —Dije recordando la noche anterior

—Y… a que hora volviste? —Le pregunté

—Pues no sé, que más da. —Dijo ambiguo

—Si que da, a que hora volviste? — Volví a preguntar

—Pero que más da, que no lo se, había bebido. —Respondió

—Oye que te pasa a ti Cesar. Triunfa con una tía y a ti lo que te importa es la hora a la que volvió. No seas estúpido. —Intervino Melisa

—No, nada, es verdad, lo siento

Anoche había bebido, pero estaba seguro que cuando llegamos no había nadie. Estaba seguro de que había entornado la puerta. Montamos un escándalo. Y cuando salí a beber agua la puerta estaba algo más abierta y el en su habitación.

—Me toma por tonto. Lo disimula, pero incluso cuando estaba con su ex le atraía Melisa—Pensé para mis adentros

—Y si lo disimula puedo entenderlo, pero que me espíe. Que nos espíe. Tampoco es eso. —Continué pensando.

—Bueno, y vosotros que tal anoche? —Preguntó Jesús

Venga ya. Si me sentí incómodo antes ahora ya quería marcharme directamente.

Miré a Melisa y estaba callada, mirando su tostada. ¿Por qué no respondía?

—Eh… hola? Que tal anoche? —Volvió a preguntar

—…ah… bien bien. Estuvimos con esta gente. Bebimos… y tal. Y nos fuimos no muy tarde—Respondió Melisa.

No me gustó el tono. No me gustó el silencio. Aunque yo no estaba para hablar tampoco, esa forma de expresarse me dejó con un pellizco en el estómago.

—Solo habla ella? —Dijo Jesús dirigiéndose a mi

Ya te vale Jesús. Ya te vale, cabronazo.

—Pues nada, lo que dice ella. —Respondí

—Y el móvil? Lo devolvisteis? —Siguió preguntando

—Hombre claro, no me lo voy a quedar—Respondí sarcástico mientras recordaba flashbacks de Úrsula en ese aparato.

El desayuno se me estaba atragantando, intenté terminar lo más rápido posible.

—Bueno chicos, no sé vosotros pero yo voy a ducharme. —Dije para acto seguido levantarme e irme.


Volví al bungalow. En el camino no podía parar de pensar en como me estaba comportando desde que había llegado allí, las cosas que había hecho no eran propias de mi. Ahora resulta que soy un voyeur. Pero es que encima, encima… me había gustado. Sea como fuere, tenía que cortar esta dinámica o acabaría metiéndome en problemas.

Finalmente llegué al bungalow, allí cogí una toalla, el neceser y ropa de cambio, y me dirigí a las duchas. Aunque el bungalow tenía un pequeñísimo cuarto con wc y lavabo, no tenía ducha. Estaban todas en un edificio aparte. Nunca me había hecho especial gracia ducharme frente a otro tío, pero tampoco me daba vergüenza.

No estaban muy concurridas en este momento. Eran muy amplias, como 50 cabinas y todas sin pestillo. Pasé de las primeras, no quería estar al lado de la puerta. En las intermedias había alguna (poca) gente, así me fui hacia el fondo para evitarles. El vapor lo cubría todo, pequeñas gotas resbalaban por los azulejos. Notaba el calor pegajoso envolviendo mi cuerpo.

Me quité la camiseta. Abrí el grifo. Me quité los pantalones. Ajusté la temperatura. Me quité los calzoncillos. Allí estaba completamente desnudo. Reconozco que tenía un punto excitante el estar vulnerable. El saber que al otro lado de la pared había otras 50 cabinas con mujeres igual de desnudas y vulnerables. ¿Otra vez este tipo de pensamientos?

Creo que este camping estaba sacando una faceta obscena de mí. Me metí bajo el chorro. El agua caía y el vapor llenaba el espacio alrededor de la cabina. Era bastante reconfortante. Me lavé el pelo y el cuerpo y me aclaré sin prisa.

Cerré el grifo y cogí mis cosas, me iba a acercar al banco para vestirme más cómodamente. Al salir de mi cabina me choqué con un hombre alto, robusto. Fue un choque duro, me hizo perder el equilibrio pero no llegué a caer.

—Ah, disculpa. Perdón, no he mirado—Dije mientras me reincorporaba

Maar kijk eens wie het is. Mira quien es—Respondió una voz que me sonaba familiar

Levanté la cabeza y le vi.

—Hola amigo. Como estás amigo—Continuó hablando, con un marcado acento que se acentuaba con el eco de la sala

Era Niels. Estaba completamente desnudo. Aunque no estaba tan musculado como Sebastian impactaba su tamaño y su corpulencia.

—Como me alegro de verte amigo—Su tono no me gustaba un pelo.

—Que tal estas Niels. Ya me iba—Le respondí

Puso su brazo cortando el camino, impidiendo que avanzase.

—Siempre quieres irte. Te caigo mal amigo? —Su tono era una mezcla de burla y amenaza

Intenté sonreír, pero era imposible esconder mi incomodidad.

—No, solo quiero irme, me están esperando—Dije mientras intentaba irme y volvía a cortarme el paso.

Di un paso atrás. La situación empezaba a resultar violenta. De sus piernas colgaba un pedazo de carne bastante grueso, lo que me hizo sentir más tenso y violento.

—No tienes nada que decirme? Je bent een bemoeial.

—Decirte que? Solo quiero irme —Repetí sin esperanzas de que surtiese efecto

—Cuando me devolviste mi móvil, habías estado hurgando en él, verdad? —Dijo en tono serio

La boca se me secó.

—No sé de qué hablas—Intenté decir, casi sin creerme mis propias palabras.

Antes había poca gente en las duchas, pero en este momento ya solo quedábamos Niels y yo. Tenía que irme de allí.

Niels sonrió.

—Te piensas que soy estúpido. Crees que soy lo que vosotros españoles llamáis boomer. Cuando me diste el teléfono la última aplicación abierta era la galería.

—No… no… fue todo un malentendido. Yo intenté buscar el número de alguno de vosotros para llamaros y devolver…—No pude terminar la frase, me interrumpió:

—Cállate, sigues tomándome por estúpido. Stomme spanjaard. Eres un maleducado.

—Pues como no me dejes en paz lo mismo tengo que contar lo que ví en tu teléfono—Me atreví a decir. En seguida me di cuenta que la bravuconada era un error.

—Me estas cansando. Quieres que le cuente a tu chica tu escapada nocturna?

Se me cortó la respiración. Esto estaba tomando un rumbo muy feo.

—Te crees que tengo una caravana de más de cien mil euros y que no la protejo? Tiene cámaras. Cuando escuché el ruido le dije a Ingrid que no era nada, pero al revisarlo después te vi a ti. Idioot.

No sabía que responder, estaba perdido.

—Amigo, me debes una. Anoche me revisas el móvil y hoy me espías con mi esposa. O es que acaso te gusto yo? Me buscas a mi, flikker?

—N…no, seguro que no—Respondí

—Me. Debes. Una. —Siguió de forma tajante.

—Qué quieres decir? —Le pregunté

Se apartó y me dejó vía libre para escapar.

—Tienes una novia muy atractiva, amigo. Piensa en eso—Dijo mientras abría el grifo de su ducha.

—Seguro que se me ocurrirá algo—Susurró metiéndose bajo el agua.

Aprovechando que el pasillo estaba libre aceleré el paso, me vestí caminando. Ni me había secado. Tenía que salir de allí rápido, como fuera.

Puse rumbo al bungalow, necesitaba pararme y pensar. Necesitaba un sitio en el que sentirme más seguro, que no pudiera encontrarme a nadie. Al llegar me crucé con Jesús y Melisa, llevaban toalla, neceser y ropa de cambio. Iban a las duchas ahora. Le di un beso a Melisa y entré mientras ellos se iban.

Cerré la puerta y me apoyé contra ella. La cabeza me iba a mil por hora. Me sentía atrapado. Lo del teléfono quizá fue un accidente, pero ¿Quién me mandaba mirar en la caravana? Ahí no había segundas lecturas, ahí no trataba de ayudar a nadie.

Necesitaba tiempo para pensar. Fuí a mi habitación allí estaba sobre la cama el vestido gris de melisa de la noche anterior. A los pies, en el suelo sus cuñas y las bragas negras con encaje que había llevado.

Solté el móvil en la cama. Me senté. Ojalá pudiera volver atrás y no haberme levantado esta noche. Ni haberme encontrado el móvil ayer. Ni haber conocido a esos idiotas. No quería joder mi relación.

Me recosté, miré el móvil. Las 11:03. Cerré los ojos sin llegar a dormirme. No se cuanto tiempo pasó cuando oí la puerta.

—César? —Escuché preguntar a Jesús

—Sí, estoy aquí—Me incorporé y salí al salón.

—Qué tal. Y Meli? —Pregunté

—Pues… En las duchas se encontró con estas tres mujeres y la invitaron a dar una vuelta. Van a ir al pantano cercano. —Me explicó

—Y a ti no te han invitado? —Continuaba con mis preguntas

Jesús hablaba mientras terminaba de tender las toallas de Melisa y de el, húmedas aún de haberse duchado.

—Sí, sí que lo hicieron. Pero les dije que no. Sinceramente espero poder quedar con Carolina y hablar de lo que pasó anoche. No me contesta los WhatsApp así que iré a buscarla directamente.

—Ya veo—Respondí

Guardó su neceser en su habitación y me dio el de Melisa. Me miró.

—Oye, estas bien? A ti que te pasa? Desde anoche estas muy raro. —Preguntó Jesús con cierto tono asustado.

—No es nada—Respondí

—Es por algo de anoche? —Insistió. En sus palabras parecía que sabía o había visto o hecho algo. Recordé como anoche había vuelto sin que nos enterásemos. Como sea, no tenía la cabeza como para intentar averiguar a que se refería. No en este momento.

—De verdad, no seas plasta. No es nada. Voy a buscar a Melisa. Tu deberías hacer lo mismo con Carolina—Me levanté y me fui.



El pantano no estaba demasiado lejos, pero estaba separado del camping por una arborada. Salí del bungalow y marché decididamente. El camino serpenteaba entre pinos y encinas. Podía sentir como apretaba el sol, por lo que la sombra que proyectaban los árboles era de agradecer. Dejé de sentir el bullicio del camping a mediodía para pasar a escuchar el canto de los pájaros. Enseguida volví a sentir multitud, y ahora ruido de agua. Había llegado, podía ver gente tomando el sol, gente bañándose, chavales jugando al fútbol. Pero no podía ver ni a Melisa ni a las alemanas. ¿Estarían los tres hombres con ella? Seguro. Continué caminando entre la gente, zigzagueando. Seguía sin encontrarla.

De repente, una figura me resultó familiar. Era Carolina. Había salido del agua, estaba empapada y se estaba recolocando el bikini de color naranja y amarillo. Por arriba era de tipo balconette, haciéndole un pecho muy turgente. Por abajo las tiras finas del bikini estaban subidas, remarcando su figura y dejándome claro por qué Jesús estaba interesado en ella.

Si ella estaba aquí, ¿Dónde estaba Jesus?

Carolina me reconoció enseguida y me acercó con una sonrisa despreocupada. Tenía un porte realmente atractivo, su piel estaba bronceada y mojada, se notaba su juventud. ¿24? ¿25? Jugaba a tratar de adivinar su edad.

—Que tal, César. Qué haces aquí? Estás solo? —Me fijé en sus ojos mientras hablaba. Eran verdes. Su melena la tenía recogida en una cola alta, como en la piscina.

—Sí. Bueno, no. Osea, estoy buscando a mi novia. —Le contesté

—Y tú, no estás con Jesus? —Pregunté casi automáticamente

Enseguida me di cuenta de que la incomodé. Carolina desvió la mirada. Durante unos segundos, no respondió.

—Err, no. Me apetecía darme un baño con las chicas —Señaló a la toalla donde había otras dos chicas jóvenes—Así que me vine con ellas antes de que se llenara más esto.

Volvió a colocarse la parte de arriba del bikini lo que atrajo mi atención hacia sus pechos. Turgentes, tersos. Pensé en Jesús anoche, besándola. ¿Palparía sus pechos? Desde luego entendía por qué quiso ir al bungalow con ella.

—Necesitas algo? Quieres agua o algo? —Me preguntó

Sin darme tiempo a responder se giró y se dirigió a la toalla. Mis ojos se desviaron de nuevo, esta vez fueron directos a su trasero. El bikini por detrás era más bien un tanga. Clavé mi mirada, era imposible mirar a otro sitio. Se agachó en la toalla, tensando la tela sobre su piel. Empecé a respirar más rápido. Casi podía intuir su…

Se levantó y se dio la vuelta, volvió con una botella en la mano. Traté de disimular.

—Gracias—Le dije

—Quédatela, hace mucho calor. Suerte buscando a tu chica—Me respondió

—Claro, no debe andar lejos. Hasta luego!



Me serené y continué caminando. Vaya como estaba Carolina. Pensé en que me gustaría verla desnuda. Otra vez con pensamientos intrusivos. Necesitaba centrarme y encontrar a Melisa. No me gustaría que esos tres hombres estuviesen cerca de ella.

Sin embargo por más que di vueltas por allí no la encontraba. Empezaba a agobiarme. De repente, sonó el móvil. Era un WhatsApp:


+49 163 49581723
Podemos arreglarlo. Te espero en mi autocaravana.


¿Pero que cojones? Solo podía ser Niels. ¿Pero como había conseguido mi número? No entendía nada. No estaba seguro de lo que hacía, pero puse rumbo de vuelta al camping. Recorrí toda la zona de baño del pantano de nuevo, aún continuaba mirando por si encontraba a Melisa. No hubo suerte. Recorrí la arborada de nuevo, donde reviví el instante de silencio y ruido de pájaros.

Finalmente llegué al camping. No me molesté en pasar por el bungalow. Fui directamente a las tres autocaravanas. Me acerqué a la Hymer de Neils y llamé a la puerta.

—Pasa, está abierto. —Respondió una voz desde dentro

Al entrar dentro estaba Niels sentado en una silla y apoyado en una mesa. Iba con el torso al aire. Tan solo llevaba un bañador color verde que le llegaba hasta la rodilla.

Niels se levantó y cerró la puerta con pestillo.

—Eh… hola? —Le dije

—Si, si. Hola. — Respondió

Volvió a sentarse en su sitio y me señaló una silla frente a el.

—Toma asiento.

Me senté. ¿Realmente Niels quería arreglarlo? ¿Había hecho bien en venir hasta aquí? Creo que me he metido en la boca del lobo.

—Creo que me debes algo. —Empezó

—Tienes una deuda conmigo. Has sido maleducado y entrometido. —Siguió

Cogió su móvil, parecía que buscaba algo en él. Finalmente lo encontró. Me mostró la pantalla.

—Y encima esto…

Era un vídeo. Se me veía claramente acercándome a la caravana a intentando asomarme a su ventana.

—¿Que crees que diría Melisa de esto? —Dijo amenazador

Yo estaba sin palabras. La tensión me corroía por dentro.

—Pero si eres generoso conmigo… Y saldas tu deuda… Quizá este video no llegue a nadie

—Que quieres decir…—Le pregunté

—Venga ya, no te hagas el tonto. Saca el móvil. —Dijo elevando ligeramente la voz.

Le hice caso. Mis dedos temblaban al sacar el teléfono.

—Bueno y que quieres que haga con el teléfono—Pregunté con voz nerviosa

—Que saldes tu deuda—Dijo con naturalidad y voz tranquila

Sabía perfectamente a lo que se refería. No quería, sería demasiado violento. Levanté la cabeza y le miré de nuevo. Sus ojos azules me atravesaban.

—¿A qué esperas? —Dijo abriendo más los ojos y elevando ambas cejas.

No quería pero si Niels contaba que le había revisado el teléfono y que le había espiado intimando con su esposa... No quería que Melisa me dejara.
Me sentía desconectado de la realidad. Desbloqueé el teléfono y fui a la galería. Niels estaba atento a cada movimiento. Abrí un álbum llamado Ces&Mel y le mostré la última foto. Era del finde pasado. Melisa llevaba unos vaqueros azules, largos y muy ajustados, marcando culo. Podían intuirse perfectamente cada cachete con su caída y pliegue. Arriba llevaba un croptop ajustado, verde y de tirantas, mostrando el vientre y con la espalda al aire, no se le veían tiras de sujetador.

—Ya se que tiene un culazo. ¿Pero crees que esto salda algo?

Deslicé esperando que lo siguiente saciara su sed de venganza. Niels abrió aún más los ojos.

Le di al play. Era Melisa, del mismo día. Vestida exactamente igual. Estaba bailando en casa. Bailaba salsa, o bachata. No lo recordaba con la niebla mental que tenía. Melisa se contoneaba suavemente, movía las caderas de un golpe. En cada golpe le temblaban los voluptuosos cachetes. Giraba sobre si misma, momento en el que se apreciaban sus pechos sobre la fina tela del ajustado croptop y volvía al mismo punto, en el que seguía moviendo la cadera y temblando su trasero.

El video acabó. Me fijé y Niels tenía la mano dentro del pantalón.

—No es suficiente—Dijo tajante.

—Claro que lo es, ya has visto lo que querías—Le respondí timidamente

—No. Ni por asomo lo es. —Insistió firme

Respiré. Me fui a álbumes ocultos, desbloqueé y abrí uno que se llamaba simplemente “M”.

Abrí una primera foto. Melisa en un probador. La fecha era de Febrero de este año. Melisa estaba vestida con un jersey de punto con rayas blancas y negras, una falda pantalón de cuero negro, unas medias oscuras y unas botas negras.

—¿Vas a seguir haciéndome perder el tiempo? Quizá tenga que enseñarle a todos el voyeur que estás hecho.

Deslicé, y en la siguiente foto se había quitado las botas y el jersey. Había perdido altura, y mostraba un sujetador de encaje negro.

—Esto puede estar interesante. Continúa. —Dijo

Deslicé y en la siguiente foto se había quitado la falda, quedando con las medias negras. Posaba de lado y con una pierna adelantada sobre la otra, realzando su espectacular trasero, aún cubierto por una media oscura semitransparente.

Niels seguía con la mano dentro del pantalón que ahora se movía lentamente

—Vamos, sigue—Dijo impaciente

Deslicé y en la siguiente posaba de frente. Se había quitado el sujetador. Con una mano sujetaba el móvil y con la otra se tapaba ligeramente un pecho. Se veían sus pechos pequeños pero firmes, sus pezones grandes y rosados. También podían verse sus caderas prominentes.

Niels iba ahora a buen ritmo.

—A que esperas—Me dijo

Volví a deslizar una vez más. Era un video. Partía desde la pose de la foto anterior . Melisa decía:

—Esto se que te va a gustar

“Esto se te va a gustar”. Parecía que se lo decía a Niels. Me sentía sucio, culpable.

En el video, Melisa se daba la vuelta y mostraba su voluptuoso trasero, cubierto por las medias aún. Se las quitó y mostró su culo, desbordando el encaje negro de sus bragas.

En este punto Niels ya no se cortaba. Había sacado su grueso miembro y lo sacudía con fuerza.

—No me importa si quieres zurrartela tu también jajajajaj—Dijo riéndose obscenamente

Me sentía fatal, había traicionado la confianza de Melisa. Un desconocido, alguien que hace 24 horas no conocíamos estaba satisfaciendo sus pulsiones con lo que me había compartido Melisa en la más absoluta confianza de una relación.

—Basta ya, trae.

De un rápido movimiento me quitó el móvil de las manos. Cerró ese video, hizo scroll hacia arriba en ese álbum oculto llamado “M” y abrió un archivo cualquiera. Era un video. Le dio al play.

No me dio tiempo a reaccionar cuando los gemidos de Melisa inundaron la autocaravana. Era un video que nos grabamos tiempo atrás. Estábamos en el salón de casa, los dos en el sofá y el móvil grababa desde el mueble de la TV. Ella sentada a horcajadas sobre mi, cara a cara el uno con el otro. Los dos desnudos. Su culo, su enorme y esponjoso culo bamboleando y tragando mi miembro. Yo tenía su larga melena en mi mano, tiraba de ella hacia atrás y su cabeza cedía, lo que me ofrecía mejor sus pechos y sus pezones rosados. Ella gemía y trataba de contenerse de gritar.

Niels contemplaba atónito el vídeo mientras se machacaba su gruesa polla enérgicamente. Parecía que se había desconectado de este mundo para pasar a estar presente en aquel salón, nuestro salón, de espectador.

Eyaculó con muchísima fuerza y en gran cantidad. Se había vacíado los huevos. Me sentí humillado. ¿Y ahora qué? Necesitaba marcharme.

—…me dejarás en paz ahora? —Pregunté con el tono más cobarde que jamás había usado

No respondió. Estaba extasiado.

—…me voy—Dije mientras me levantaba y me dirigía a la puerta

—Ya hablaremos—Apostilló Niels casi sin aliento, mientras yo salía.



Me dirigí al bungalow, que estaba a pocos metros. En el escaso minuto que tardé no paraba de pensar en lo que había hecho. En cómo había traicionado mi relación. Aún sentía los gemidos de aquel vídeo, como un eco en mi cabeza. Visualizaba de nuevo a Niels eyaculando abruptamente. Sentí una punzada de… ¿excitación? Debía estar enfermo, eso era. Entré tratando de disimular el nerviosismo. No parecía haber nadie. Miré el teléfono, vi la hora. Las 16:03. Aún estaba el mensaje de WhatsApp de Niels.

Oí ruido en el lavabo, levanté la cabeza y se abrió la puerta, era Melisa. Se acercó a mí, alegre, y me dio un tierno beso en los labios. Y con una dulce voz preguntó:

—¿Qué tal cariño?
 
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