b00lean
Miembro muy activo
- Desde
- 20 Feb 2024
- Mensajes
- 73
- Reputación
- 181
PRIMERA PARTE
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Principios de Septiembre en Málaga. Mi chica y yo llevábamos desde Junio planeando una escapada con otra pareja de amigos. Íbamos a pasar cuatro días, de Jueves a Domingo en un camping en Jaén. Teníamos la reserva y todo pagado desde Julio. Sin embargo el 1 de Septiembre nuestros amigos cortaron. Llevaban como cinco o seis años, y habían tenido un par de altibajos pero ahí continuaban. Pero esta vez parecía la definitiva, ella le dejó de forma tajante. El Sábado 31 de agosto por la noche le envió un Whatsapp a mi amigo pidiéndole hablar al día siguiente. Y el Domingo 1 por la mañana le deja con dos palmos de narices.
Menuda putada. Nuestro amigo estaba roto y las vacaciones estaban pagadas. Nunca me terminó de caer bien esta mujer y nos había hecho una faena a todos. Sospechábamos que estaba enchochada de un compañero de clase. Pero ese es otro tema.
Los días siguientes nuestro amigo estaba hundido. No salía, no hablaba con nadie. Tampoco sabíamos que hacer con la reserva. Desde el Jueves 5 al Domingo 8 en un pequeño bungalow con dos habitaciones. Terminamos decidiendo mi chica y yo que lo mejor era seguir para adelante porque si no íbamos a perder el dinero y la experiencia. Además le vendría bien a nuestro amigo para airearse. Aunque algo reticente, nuestro amigo —llamémosle Jesus— aceptó.
Jesús era un hombre joven, 27 años. Moreno de piel, moreno de pelo. Entorno a 170 de altura y quizá algo pasado de peso, como 80kg. No era un guaperas, pero era un tío gracioso. Nos caía especialmente bien tanto a mi chica como a mi.
Nosotros somos una pareja joven. César y Melisa. 30 años yo y 28 ella. Diría que somos una pareja de las que supongo que ya no se llevan: Llevamos diez años juntos. Mucho tiempo para un mundo moderno en el que las relaciones son como la comida rápida o la ropa de Primark, de usar y tirar. Nos conocimos también a la antigua usanza, por una amiga en común. Nada de apps de citas, ni Ti n der, ni Bumble ni similares.
Y no nos ha ido mal en este tiempo. Nos queremos más incluso que el primer día, pues con el tiempo nos hemos hecho el uno al otro. Nos conocemos y nos complementamos. Y en el sexo no ha ido mal tampoco, alguna racha en la que bajábamos el ritmo, pero sobretodo por mí, ya que ella increíblemente siempre tiene ganas. Normalmente el sexo es vainilla, pero algunas cosas hemos probado como anal, asfixia suave o introducirle mi miembro y un dildo a la vez.
Físicamente diría que no estamos mal. Soy alto y delgado, mido 180cm y peso poco más de 75kg. Hago bastante deporte por lo que estoy en forma. Tengo el pelo corto, liso y muy negro. Soy blanco, pero no pálido, cojo color con facilidad en verano. Los ojos oscuros también. Y mi miembro no es pequeño ni grande. Entorno a 14cm en erección. Aunque en reposo se ve bien pequeño, ya que es pene de sangre.
Mi chica por el contra es bajita, mide 160 y no llega a 60kg. Tiene el cabello largo (por debajo de los hombros) y ligeramente ondulado. Su cara es preciosa, tiene rasgos marcados en su mirada y su nariz. Sus pómulos son ligeramente prominentes. Su pecho es tirando a pequeño, entorno a una 85B siendo generosos, pero está muy bien puesto. Su piel es blanca, muy blanca, y sus pezones medianos tirando a grandes y super rosados. Ella se queja siempre de tener poco pecho por ello no suele llevar escote, pero cuando lo lleva le queda genial en mi opinión. Es un escote discreto pero suficiente como para atraer miradas.
Si seguimos bajando viene lo mejor: sus caderas, su cintura y su culo. Su cintura (entorno al ombligo) es delgada. Sus caderas son generosas. Y su culo. Su CULO. Tiene unos cachetes grandes, muy grandes. De tacto delicioso. Con caída hacia abajo haciéndole un pliegue en la pierna que podría sujetar un lápiz. Ella dice que está gorda. ¿Qué mujer no dice eso? Es cierto que a diferencia de mí, ella no hace deporte. Quizá pudiera bajar algún kilito que le aplanase ligeramente el vientre o que perdiese un pelín de pierna. También es cierto que tenía alguna estría de haber subido y bajado de peso. Pero oye estaba genial como estaba. No era la típica on.ly.fan.era con mirada, cuerpo y aura de guarra. Era una chica normal, guapa y con sus puntos fuertes y débiles. Quizá por la calle no te dieses cuenta de ella, pero si te fijas un poco te das cuenta de sus atributos.
Finalmente llegó el Jueves. Madrugamos bastante, nos levantamos como a las 6 de la mañana. Jaén no estaba tan lejos, pero queríamos aprovechar el primer día. Nos montamos en el coche, recogimos a Jesús y pusimos rumbo a Jaén. Entorno a tres horas después, a eso de las 9 de la mañana llegamos a la Sierra de Cazorla. El paisaje era precioso, continuamos una carretera estrecha y no tardamos en encontrar el camping. Una chica en recepción nos explicó brevemente la zona y nos comentó los servicios del camping. Zona de aparcamiento, duchas comunitarias de hombres y de mujeres, piscina, cafetería, salón en el que se hacían fiestas por las noches y un pantano tras una arborada.
Nos dirigimos a nuestro bungalow y por el camino vimos que la cafetería estaba muy llena. Llegamos al bungalow pasando por una zona de autocaravanas, aparcamos y entramos a ver que tal. Por fuera estaba ubicado al principio de la zona de bungalows, a la izquierda teníamos tres autocaravanas grandes aparcadas en U y a la derecha más bungalows. Entramos, el salón era pequeño con dos ventanas, tenía dos habitaciones pequeñas también y pegadas la una a la otra. Cada habitación tenía una ventana. La cocina estaba integrada en el salón y tenía un baño minúsculo también y con una ventanita. Era pequeño sí, pero era bonito, estaba bien cuidado y limpio, y el entorno en el que estábamos era fantástico.
El día se antojaba caluroso, aún en Cazorla y siendo algo más de las 9 de la mañana hacían como 24 o 25 grados. Decidimos desayunar aquí y no en la cafeteria, un café yo y un colacao y unas galletas mi chica. Jesús no probó bocado.
Nos dieron las 10 de la mañana y decidimos empezar por darnos un baño en la piscina. Nos cambiamos cada uno en nuestra habitación. Melisa iba con una camiseta blanca que muy ligeramente dejaba intuir el sujetador negro que llevaba debajo. Y unos shorts vaqueros que le quedaban de escándalo por lo ajustado, aunque sin mostrar culo. Se quitó la camiseta y los shorts sentada en la cama. Se levantó y me recreé en su figura. Tenía un cuerpo precioso, y aunque los pechos eran pequeños no podía evitar mirarlos. Soltó el broche del sujetador y mientras yo me quitaba la camiseta lo dejó caer, mostrando sus pezones grandes y rosados. No podía evitarlo, se me empezó a poner morcillona ante lo que veía. Me acerqué a ella y la besé profundamente. Entrelacé su lengua con la mía, arrimé su cuerpo con el mío y noté sus pezones rozando mi torso. Mis manos se fueron hacia su culo, que desbordaba de sus bragas. Mientras me deleitaba palpando esos cachetazos la erección terminó de subir. Tanto, que abultaba lo suficiente como para que aún continuado yo con los pantalones puestos la notase mi chica por la cercanía de nuestros cuerpos.
—¡Oye!
Se sonrojó, se separó y me dio una palmetada en el pecho.
—¿Qué es esto? Ahora no es momento.
Ciertamente no era buena idea salir con tremendo bulto en el bañador. Así que rápidamente me cambié y me puse el bañador, escondiendo la erección como buenamente podía. Ella se quitó las bragas y se puso un bikini rosa que por arriba cubría demasiado dejandola sin escote pero por abajo por mucho que intentase tapar estaba sencillamente empotrable. No mostraba culo en exceso pero es que la forma era deliciosa e igualmente terminaba asomando algo de carne. Se puso la misma camiseta blanca y un pareo con un bonito y colorido estampado en la parte de abajo. Antes de salir de la habitación le di una palmetada en el culo, notando su esponjosidad y un beso en la mejilla.
Los tres salimos del bungalow y nos dirigimos caminando a la piscina. Por el camino iba recordando la figura de mi chica, el beso, el magreo y la erección que me había provocado. Volvía a notar como se ponía morcillona. Y no pude evitar fantasear. No se si realmente sería capaz, pero siempre he tenido el morboso secreto de que me gustaría ver como tiene relaciones con otro hombre. Bueno, o hacer un trio HMH. El caso es que me excitaría muchísimo verla gozar, ver como otro hombre se la clava y ella disfruta. Y a la vez que me excita siento un pellizco en el pecho, se me cierra el estómago de celos. Supongo que es solo una fantasía, algo que no me he atrevido a hablar con Meli y que probablemente no se cumpla. Y desde luego no con Jesús. Ni siquiera lo he imaginado de la forma más remota, por mucha cercanía que hayamos tenido los tres.
Llegamos a la piscina donde por la hora que era (diez largas de la mañana) todavía no había tanta gente. Aún seguía desayunando la mayoría.
Había un grupito de unos diez chavales y chavalas de unos 15 años, pubertos todos. Estos chavales no ocupaban una zona definida porque corrían y saltaban por toda la piscina, aunque las toallas las tenían junto a la entrada. También había una mujer sola de unos 40 años tomando el sol que no estaba nada mal. Estaba en uno de los lados largos del rectángulo que formaba la piscina. Y tres señores maduros, de 50 y tantos.
—Bueno, donde nos ponemos— Preguntó Jesús.
—Por favor cerca de los niños no, no quiero que me den el rato de piscina — Comentó Melisa.
Jesús levantó la cabeza y señaló.
—Vamos a ese trozo de césped junto a la esquina
Íbamos a estar junto a los guiris, frente a la mujer tomando el sol (aunque ella al otro lado de la piscina) y lo más lejos posible de los chavales. Llegamos a nuestro sitio y escuchamos como los tres señores hablaban animadamente entre ellos en otro idioma. Parecía alemán. Los tres tenían pinta completa de guiris. Uno de ellos se le veía algo barrigón, este estaba tumbado una hamaca. Otro era de complexión normal pero muy (muy) velludo, sentado en su hamaca. Y otro bastante fibrado, de pie. Los tres eran bastante altos, al menos 185. Los tres estaban bastante morenos, aunque no el moreno que cogería un español, sino algo anaranjado.
Dejamos nuestras cosas no muy cerca de ellos pero lo suficiente para oírles. No nos miraron. Jesús y yo nos quitamos las camisetas y gritamos
—¡Mariquita el último!
Y saltamos a la piscina.
—Anda que me esperáis— Nos gritó Melisa desde fuera.
Meli seguía de pie en las toallas. Se quitó con calma la camiseta y el pareo dejando su cuerpo blanco y resplandeciente a los rayos del sol. A Jesús se le fueron los ojos. Siempre he sospechado que le ha atraído mi chica y no le culpo, es guapa de cara, está bien de cuerpo y tiene un culazo. Y aunque a veces se le ha notado un poco, siempre lo ha disimulado y la ha tratado con respeto. Lo que no significa que cuando le pegaba repasos visuales como este no sintiera una punzada de celos.
—Lánzate ya— Le grité desde la piscina
—Ni de coña, quieres que me queme o qué. Tengo que ponerme crema primero.
Cogió el protector solar y empezó a echarse. Brazos, cara, cuello, escote…
—Me tienes que ayudar, que no llego.
Salí de la piscina dejando a Jesús en el agua y volví con Melisa. Me eché un poco en la mano y empecé a aplicarla en su espalda. Tenía una piel suave, con algunos lunares. Me recree en la tarea, saliendo de mi estado absorto solo para darme cuenta que Jesús desde el agua no paraba de echar miradas furtivas.
—Hijo de puta, estará empalmado y todo— Pensé.
Pero no solo era Jesús. Entre lo soleado del día, la piel tan blanca que tenía Melisa y que con la protección solar ahora incluso brillaba, los tres guiris que al principio ni nos miraron ahora no quitaban ojo.
—Anda que les va a subir la tensión, se van a tener que tomar la pastilla— Le susurré a Meli en tono jocoso.
Con una ligera excitación sabiendo que teníamos la atención de todos, me eché un poco más en la mano y continué con sus piernas y su culo. De reojo me percaté de como hablaban entre ellos, en tono más bajo (parecía alemán lo que hablaban) y de como el guiri velludo se recolocaba el bulto en el bañador.
—¿Te vienes ahora al agua? — Le pregunté
—Que dices, tiene que absorberse la crema. Ve tu y ahora voy yo. — Me contestó.
Total, me dirigí a la piscina de nuevo donde Jesús se había puesto a nada para disimular. En lo que llegaba al borde vi como llegaban tres mujeres, que por su aspecto claramente debían ser las esposas de los alemanes.
Al llegar al bordillo de la piscina, me zambullí de un salto. Me acerqué a Jesús, y le pregunté como estaba por su ruptura. Estuvimos varios minutos hablando de ello y tratando de darle ánimos. Entre tanto la verdad que le devolví a los alemanes el repaso a mi chica, pues efectivamente las tres mujeres eran sus esposas.
Los tres hombres seguían en la misma posición del principio. El regordete tumbado en la hamaca, el velludo sentado y el fuerte de pie. Junto a ellos las tres mujeres, de pie también.
No era capaz de discernir cuales eran las parejas, tampoco me importaba. Solo me recree en las chicas, que aunque debían de rondar los 48-52 años no estaban nada mal.
Una de ellas quizá tuviese algún kilo de más, pero nada excesivo. Melena cortita y castaña sin llegar a los hombros. Tenía un cuerpo en forma de “pera” muy pronunciado. Tenía poco pecho, menos que mi chica, pero unas caderas enormes y un culo todavía más grande que el de la mía. De forma prefería el de mi chica, pero esa trasera estoy seguro que daría mucho juego al que fuese su marido de los tres maduros. Iba con un conjunto de tela fina con estampado floreado. Por arriba era top de tirantes con cero escote pero se notaba perfectamente el poquísimo pecho que tenía. Por abajo cubría poco más de por debajo de los cachetes. Me recordaba un poco a mi chica aunque más pasada de peso sin llegar a algo obsceno.
La siguiente era la más alta de las tres, casi tanto como los tres hombres. (que recordemos rondaban el 185) Melena larga, rizada y naranja. Iba con una camisa a medio abrochar, por el tamaño probablemente no fuese suya sino de su marido. No enseñaba demasiado, pero se intuían unos pechos bastante grandes y algo caídos. Y por debajo unos shorts vaqueros que mostraban un culito pequeño.
La última la verdad que era un bombón. Era castaña, con mechas rubias, pelo hasta los hombros. Tenía una cara con un gesto de madurez que imponía. A pesar de su gesto era la más bajita de las tres chicas, como 170. Estaba bastante bien proporcionada. Llevaba una especie de vestido de punto, ajustado al cuerpo y que le llegaba casi hasta las rodillas. Como el punto tenía agujeros la verdad es que se intuía su figura perfectamente. Debajo llevaba un bikini de dos piezas, con un escote generoso en la parte de arriba y un tanguita por abajo. Tenía menos culo que mi chica y por supuesto bastante menos que su amiga, pero era muy redondito y turgente. Y no iba nada mal de pecho, menos que su amiga pelinaranja pero generoso respecto a su figura.
—¡Que voy! — Exclamó Melisa sacándome del ensimismamiento y saltando al agua.
—Qué tal estáis chicos, de que habláis. — Nos preguntó Meli tras emerger y mientras se escurría la larga melena.
—Te lo puedes imaginar Melisa, están siendo unos días difíciles. —Respondió Jesús.
—Pobre. ¿Has vuelto a hablar con ella? —Continuó Melisa
Jesús le respondió, pero yo dejé de escucharles. Permanecí callado mientras ellos hablaban. Yo no le quitaba ojo al grupito de alemanes, especialmente a las chicas. Ojalá se quedaran en bikini. La más bajita por el vestido que llevaba se transparentaba algo, pero me gustaría ver más y deleitarme también con la culona o la tetona. Aunque tenga novia reconozco que me gusta alegrarme la vista.
Sin embargo no se animaban, solo hablaban entre ellos mientras la piscina iba llenándose, cada vez llegaba más gente.
Llevaba rato desconectado de la conversación, así que traté de intervenir.
—Tu lo que tienes que hacer es conocer gente nueva.
—Menudo cliché tío. —Me respondió Jesús
—Bueno, si. Pero no quita que sea cierto. Seguro que hay muchas chicas jóvenes por aquí y tu tienes labia. —Le contesté
—Es que es eso. Quizá no vayas a conocer estos días al amor de tu vida, pero oye, quizá si a una chica guapa con la que tener un romance fugaz jajaja—Intervino Melisa
—Claro tio, tu pones una corbata en el pomo y así nosotros ya sabemos de que va la cosa y no molestamos jajaja — Añadí yo.
—Mira, por ejemplo esa chica que está en el borde de la piscina ahora mismo. Con disimulo. — Comentó Melisa.
Jesús y yo nos giramos y vimos a una chica joven, unos 25 años. Pelo largo y castaño, delgada, con un bikini blanco. Tenía unos pechos medianos y estaba morena de tomar el sol. Estaba haciéndose una cola para saltar al agua.
—Idiotas, menos mal que he dicho con disimulo. Ahí os dejo.
Serían las 11 pasadas de la mañana cuando Melisa salió del agua. Se dirigió a las toallas y me percaté que ya no estaba el grupo de alemanes. Que pena que se fuesen. Melisa se secó y se puso la camiseta blanca. Tras ponérsela se quitó la parte de arriba del bikini rosa para evitar mojar la camiseta. No pude evitar fijarme en como se le marcaban los pezones. No llegaba a transparentarse, pero se notaba la forma y el tamaño perfectamente.
Se acercó al bordillo, se agachó y me dió un beso. Se despidió con la mano de Jesús.
—Voy a cambiarme al bungalow, os veo luego.
Se levantó y al girarse pasaron corriendo dos de los quinceañeros que estaban desde el principio. Se chocaron con ella y cayeron uno de ellos y mi chica al agua. El otro se mantuvo fuera.
—¡¡pero tu eres gilipollas!! —Gritó Melisa
—Lo siento, lo siento, de verdad que lo siento. Ha sido el tonto de mi amigo—Trataba de excusarse el que cayó al agua.
Mientras tanto su amigo no paraba de reírse desde fuera.
—Deja de reírte o vas a cobrar—Le dije
En esto Jesús había salido del agua y ayudado a salir a Meli. Los muchachos volvieron a disculparse, esta vez los dos. Pero me di cuenta de que no miraban a Meli a la cara.
Ellos se fueron y Melisa se giró para volver a despedirse de mí y enseguida lo entendí. Antes se notaban los pezones pero ahora es que se transparentaba todo. Forma, tamaño y hasta color. A Jesús también se le fueron los ojos mientras le preguntaba si estaba bien.
No sabía si sentir celos o si enfadarme con los niñatos. Extrañamente lo que si sentí fue excitación. Era como si estuviese enseñándole las tetas a toda la piscina.
—Bueno yo me voy a ir porque todavía voy a por los niñatos y les doy un tortazo—Dijo Melisa.
Casi ni la escuché, a mí ya me había crecido el bulto en el bañador.
—Te vienes conmigo o te quedas—Me preguntó
—Me quedo me quedo—Apenas acerté a decir. Como saliese del agua iba a dar el cante.
Jesús saltó al agua de nuevo.
—Ahora nos acercamos nosotros. —Le respondió Jesús a Melisa
Ella se dirigió de nuevo a las toallas a recoger sus cosas. Entonces me di cuenta que aún seguía uno de los alemanes por allí. El velludo.
Hijo de puta, no le quitaba ojo a mi chica. Se estaba deleitando. La miraba con absoluto descaro. Melisa seguía con la camiseta empapada y pegada al cuerpo, tenía los pezones durísimos se notaba lo generoso del tamaño y lo rosado del color y del enfado que llevaba no parecía percatarse.
El guiri continuó observándola, con una mano en el paquete, probablemente para tapar la erección.
Finalmente Melisa se fue y nos quedamos Jesús y yo solos. El bulto terminó bajando y continuamos hablando de nuestras cosas un rato más.
—Oye voy a acercarme a recepción a la máquina de tabaco, ¿vienes? —Me preguntó Jesús
—Creo que no, voy a acercarme a ver como está Meli. —Le respondí
—Venga tio, pues nos vemos ahora— Me contestó
Cada uno cogimos rumbo: el a recepción y yo al bungalow. Por el camino pasé la zona de autocaravanas. Estaba llegando a nuestro bungalow, cuando al pasar por las tres autocaravanas grandes aparcadas haciendo una U me di cuenta que allí estaban los alemanes. Concretamente estaban el regordete y el fuerte con la más alta, la pelinaranja y tetona. Ellos dos estaban sentados y ella de pie. Aunque esta vez no llevaba la camisa, sino que lucía un bikini rojo. Por abajo continuaba en shorts.
Me dió algo de cosa mirar mientras pasaba, pero furtivamente pude percatarme de las tetazas que tenía. Eran grandes, y caían un poco. Su piel tenía algunas manchas, no sé si por los entorno a 50 años que tendría, por el sol o por ambas cosas. Me habría gustado deleitarme más pero no pudo ser.
Llegué al bungalow y me encontré a Meli. Se había cambiado, ahora llevaba sujetador y un top que le dejaba el vientre al aire y mostraba un escote pequeño pero precioso. Saludé y me lancé sin pensarlo, empezamos a besarnos. Intercambiamos lengua y saliva. Mis manos se iban sobre sus pechos, palpándolos sobre el top. Metí la mano por dentro del short, y sentí su culo. Ahora llevaba un tanguita. Era una sensación muy placentera, con una mano le palpaba los pechos y con la otra le apretaba uno de los cachetazos del culo por dentro del pantalón. Ella llevaba su mano a mi miembro, masajeandolo por encima del bañador. Aún estaba húmedo por la piscina. Así estuvimos varios minutos muy intensos, subiendo cada vez más la temperatura.
De repente sonó la puerta abriéndose.
—Joder perdon— Exclamó Jesús
Melisa me apartó, se puso roja como un tomate. Yo me quedé un poco cortado y con un bulto que no sabía como esconder.
—No no, disculpanos tu a nosotros— Dijo Melisa.
—Menos mal que hablasteis antes de corbata en el pomo— Comentó Jesús con tono burlesco.
—Bueno tío lo siento—Le volví a insistir yo.
—Jajajaj que no pasa nada. Venía a contaros que me encontré a la muchacha del bikini blanco en recepción. La que miramos de forma un poco descarada— Empezó a explicar Jesús para destensar la situación
—Como que te la encontraste—Preguntó Melisa mientras disimulaba ajustándose de nuevo la ropa.
—Bueno, como sabes fui a la maquina de tabaco que había en recepción. Por lo visto la maquina se había tragado el dinero y no soltaba el tabaco. La ayudé a darle un meneo y finalmente cayó el paquete.
—Meneo el que le darías tu a ella—Dije riendome
—Bueno si, está bastante bien la chavala. El caso. Continuamos hablando un poco después de eso. Se llama Carolina. Está pasando unos días aquí con unas amigas. Yo le he explicado que igual con unos amigos. Y me ha dicho que esta noche el camping organiza una fiesta en el salón, que podríamos vernos.
—Vamoooooos, has triunfado—Exclamamos Melisa y yo
—Recuerda lo de la corbata en el pomo si triunfas—Le dije riéndome
—Bueno pues ya tenemos plan, no? —Afirmó Melisa.
—Oye yo voy teniendo hambre—Cambié de tema
—Voy a ir planteando la comida.
Serían alrededor de las 12 cuando empezamos a preparar la comida. A Jesús se le notaba más animado. Estaba claro que conocer gente le ayudaría. Y seguro que lo pasábamos bien esta noche.
No nos complicamos en exceso con la comida, finalmente hicimos ensalada de pasta. Esta vez Jesús sí que comió.
Continuamos echando el rato en el mismo bungalow. Charlamos de nuestras vidas. De problemas en el trabajo, de futbol, e incluso rememoramos alguna batallita divertida. Nos dieron más de las 15 y tras el madrugón, carretera, piscina y comida terminamos quedándonos dormidos.
—¡ostras cuanto hemos dormido! — Exclamó Melisa despertándose sobresaltada
—Ya te digo, son casi las 18—Le respondí
—Y Jesús? Donde está Jesús? —Volvió a preguntar
—Seguro que está fumando, voy a buscarlo.
Salí fuera y efectivamente, se había despertado antes y estaba sentado fuera, echándose un cigarro.
—Que pasa tío. Vaya sobada no? Estábamos reventados—Dijo al verme
—Ya ves—Le respondí mientras me sentaba junto a el
Melisa se asomó por la ventana.
—Ah, si estás aquí. Bueno chicos yo voy a ir arreglándome para esta noche.
—Venga, nosotros los tios sabes que somos más sencillos y tardamos menos jajaj—Le respondí
Volvió dentro y Jesús y yo nos quedamos fuera.
—Oye, has visto esas autocaravanas? A que no sabes quienes están ahí? —Me dijo Jesús
—Te acuerdas de los guiris de esta mañana? Los seis, tres hombres y tres mujeres. Maduritos todos, ellas algo más jóvenes.
—Ajá—Asentí
—Me he estado fijando. Y ellas están de escándalo. —Insistió Jesús
—A ver, para los cincuenta palos que tendrán no están mal si. —Le respondí
—Pero sabes que yo solo tengo ojos para una—Continué. En realidad era una verdad a medias, estaba muy enamorado. Pero me comía con la mirada a todo lo que estuviera medianamente bien. Y fantaseaba mucho y muy a menudo.
—Ya bueno. Pues resulta que se han acercado. La pelirroja con las tetas de escándalo, la pequeñita con cara de mandona y el nota que parece chewakka. —Dijo Jesús burlándose
—Jajajaj que cabrón. A ver, si, es alto y tiene mucho vello. Pero míralo que bien acompañado iba, no? — Le respondí igualmente burlón.
—Bueno, pues son bastante simpáticos. Se acercaron y se presentaron. El se llama Niels y es holandés. Ellas dos eran alemanas, la tetona se llamaba Ingrid y la sargenta Ursula. —Me explicó
—Jajajajajja menudo nombre, como le pega con esa cara. —Contesté riéndome
—Y me han dicho también lo de la fiesta. Empieza a las 22 pero dicen que van a estar allí desde las 20:30, primero tomarán unas copas y luego cenarán. Y después a bailar hasta que el cuerpo aguante.
Empecé a recordar como ese cabrón se había deleitado con mi chica. Me jodía un poco y a la vez me excitaba. Me apetecía devolvérsela así que respondí:
—Bueno, con lo que hemos dormido ya te digo que aguantamos hasta tarde.
—Escúchame, la Ursulita con la cara de mandona y todo pero era un auténtico bombonazo. —Siguió Jesús.
—No puedo decir que no jajaj. ¿Pero tu no habías ligado ya? ¿Qué, ahora le echas el ojo a maduritas casadas?
—Pues hablando de Carolina, le he escrito por WhatsApp. Ella irá algo más tarde, directamente al baile. Así que creo que podemos aceptar la invitación de esta gente y cenar con ellos. —Contestó él.
—Sí, no me parece mal. Voy a hablar con Meli y se lo explico.
Volvimos dentro y hablamos con Melisa. No le parecía mal plan. Mejor que ir de entrada solos y sin conocer a nadie.
Continuó avanzando la tarde y eran ya las 20:15, estábamos duchados y arreglados los tres. La verdad que Melisa iba bastante guapa. Llevaba el pelo planchado, dejándolo caer hasta prácticamente el culo. Un maquillaje bastante bonito y llamativo. Y un vestido gris y negro de algodón, le quedaba ajustado y le llegaba hasta la rodilla. Esta vez si llevaba escote, mostrando sus pechos pequeños y un canalillo bonito. Por el culo le quedaba bastante pegado el vestido. Se había arreglado los pies pintandose las uñas de gris (a juego con las manos y el vestido) para poder lucer unas bonitas cuñas. Olía a vainilla.
Yo llevaba un polo azul oscuro, unos chinos cortos beige y náuticos. Está mal que lo diga pero por mi forma física me quedaba bastante bien. Los brazos ajustados, la espalda ancha. Se notaba que hacía bastante deporte.
Jesús iba con una camisa blanca desabrochada por arriba y un pantalón corto azul. Estaba un poco regordete así que tenía algo menos de porte, pero con la labia que tenía seguro que conseguía ligar esta noche.
Llegamos al salón y ya había gente. El grupito de seis guiris estaba allí, nos saludaron y nos acercamos.
—Hallo, wie geht es dir? Como estáis? — Nos recibió el hombre alto y fuerte.
—Hola, que tal—Respondimos al unísono los tres.
Hicimos allí mismo las presentaciones:
Sebastian era el hombre alto y fuerte. Era alemán y tenía 55 años. Llevaba una camisa de lino blanca con las mangas enrolladas, mostrando sus brazos fuertes. Los botones de arriba estaban desabrochados, dejando entrever algunas canas en su también fuerte pecho. Completaba el look un pantalón beige ajustado con un cinturón de cuero y unas sandalias de cuero también. Se movía de forma calmada y decidida, daba sensación de estar acostumbrado a tener el control. Su forma de dar la mano era igualmente firme.
Maximilian era el hombre regordete, aunque lo compensaba siendo también igual de alto. Era también alemán e igualmente tenía 55 años. Su complexión era más suave y su cara más bonachona. Llevaba una camisa con un estampado floral “hortera”, unos pantalones con un cinturón de tela y unas sandalias de tiras anchas. Tenía una actitud relajada y una sonrisa constante. Daba una sensación amigable. Su forma de dar la mano era flojita.
Finalmente, Niels era el que llamamos burlonamente Chewakka. Igual que sus otros dos amigos era alto, 185 aprox. Él era holandés y tenía 55 años también. Poseía una figura robusta pero no musculosa como Sebastian. Pecho y brazos cubiertos de vello entre rubio y castaño. Llevaba una camiseta azul marino de la que asomaba vello también por el cuello con unos vaqueros desgastados. Sus ojos parecían penetrar todo lo que miraba. Era bastante viril, resultando casi desafiante. Su forma de dar la mano era muy fuerte.
Ingrid era la pelirroja. Tenía 51 años y era bastante alta, prácticamente como los hombres. Su cuerpo era largo y esbelto. Su pelo muy largo, anaranjado más que pelirrojo y rizado. Llevaba un vestido de verano que le llegaba hasta la rodilla, de color verde esmeralda que resaltaba su figura. Tenía un escote impresionante mostrando dos pechos muy grandes y ligeramente caídos, había que hacer virguerías para no mirarlo. Y llevaba la espalda al aire. Le quedaba algo ajustado de cintura para abajo, mostrando un trasero pequeño pero firme. Al dar dos besos noté su piel, quizá no tan tersa como una jovencita. Era blanca con algunas pecas por los hombros y el escote. Noté también su olor, dulce y afrutado.
Emilia era intermedia en altura con sus amigas, pero alta para ser mujer,180 aproximadamente. Tenía 50 años. Figura curvilínea, con muy poco pecho pero con un trasero grande y redondeado que se lleva el protagonismo. Llevaba un vestido sin escote, color coral, que resaltaba su silueta, acentuando sus caderas y su trasero. Al dar dos besos me fijé en su piel de color más natural aunque con zonas tirando a rosadas. Olía a coco.
Por último, Úrsula. Era la más bajita, 170, pero tenía un porte dominante y un gesto serio y de madurez. Tenía 49 años. Su cabello castaño con mechas rubias caía ondulado hasta los hombros. Vestía un mono blanco mostrando algo de su generoso pecho en un pequeño escote. Este mono realzaba sus curvas, especialmente su trasero redondeado y firme. Era una mujer que transmitía autoridad. Al dar dos besos noté su muy cálida piel y un olor ni dulce ni afrutado, sino a perfume intenso.
Echas las presentaciones nos acercamos a la barra para hacer algo de tiempo y nos tomamos la primera cerveza, de pie en la barra. Allí empezamos a conocernos.
Todos eran naturales de Düsseldorf salvo Niels que era de Nijmegen una ciudad holandesa cercana a la frontera con Alemania. Él se fue a Alemania para estudiar.
Allí se conocieron los tres hombres y Úrsula, en el primer año de carrera. Eran ingenieros mecánicos, por lo visto algo de control de calidad. Los tres hombres trabajaban en la misma empresa y Úrsula en otra distinta. Ingrid y Emilia fueron compañeras de Úrsula en la secundaria, aunque no terminaron yendo a la universidad. Ingrid tenía una pequeña tienda y Emilia era ama de casa. A pesar no continuar el mismo camino mantuvieron el contacto y así a través de Úrsula conocieron a sus maridos. Úrsula estaba casada con Sebastian, Ingrid con Niels y Emilia con Maximilian.
Lo que era una cerveza se había convertido en dos mientras explicaban todo esto. Menos mal que nos sentamos en la mesa para cenar. Allí continuamos charlando y conociéndonos. Nos sentamos en una mesa en el siguiente orden: Emilia, Maximilian, Ursula, Sebastian, Ingrid, Niels, Melisa, yo, Jesús y vuelta a empezar por Emilia.
Por lo visto compraron las autocaravanas hace algo más de diez años, desde entonces cada verano bajan hacia el sur de Europa. No podía evitar pensar en como era posible que tuviesen tanto tiempo de vacaciones. Cosas de alemanes supongo.
Por las fechas que eran, principios de Septiembre ya estaban acabando sus vacaciones, pero siempre solían hace una parada de varios días en este camping. Les gustaba la zona.
Mientras comíamos y entre las risas por las anécdotas de sus viajes comencé a notar algunos detalles. Sebastían no quitaba los ojos de Melisa, cada vez que ella hablaba o gesticulaba sus ojos bajaban hacia su escote. Parecía que trataba de disimularlo, pero resultaba evidente. Niels, que estaba a su lado de vez en cuando trataba de establecer contacto físico con ella. Incluso Maximilian hacía algunas miradas fugaces aunque más tímidas.
Empecé a sentir otra vez esa incomodidad, pero también algo que no podía negar: el morbo.
¿Cómo podía molestarme y a la misma vez excitarme? Ver a Melisa atrayendo la atención de aquellos germanos hombres, bastante más mayores que nosotros…
Mientras ocurría todo esto, Jesús estaba algo desconectado. Estaba escribiendo por el móvil, imagino que a Carolina. Supuestamente Carolina llegaba para el baile, pasadas las 22.
En un punto de la cena, a Niels se le cayó el móvil al suelo. Tanto el como Melisa se separaron un poco de la mesa mientras el se agachaba desde la silla a recogerlo. Al incorporarse se apoyó algo por encima sobre la rodilla de Melisa, ya que al estar sentada ella y ser el vestido ajustado, se le había quedado remangado mostrando más piel desnuda de la pierna. Yo clavé la mirada sobre su mano, apoyada en el muslo de mi chica. El mientras se reincorporaba me miraba a mi. Entretanto Melisa dejó escapar una pequeña risa, nerviosa quizá. Pero no apartó la pierna.
Sentí un calor subir por mi pecho. Niels se reincorporó completamente, con la mano aún en su pierna. Miró a su mano y sin retirarla aún dijo mirando a Melisa a los ojos:
—Ah, excuseer mij. Disculpa.
Retiró sin prisa la mano. Quería decir algo pero las palabras se me atascaban en la garganta. Sentía el calor arder dentro de mí. Entonces, Jesús se levantó de la mesa hablando por teléfono, lo que distrajo a todos.
—Ahora vuelvo chicos, dos minutos.
—Ja, te esperamos. No tardes, enseguida saldremos a bailar—Le respondió Emilia.
Sebastian pidió una ronda de chupitos para todos. En lo que llegaba la ronda Jesús ya había vuelto.
—Carolina viene enseguida—Nos susurró a Melisa y a mi.
Sebastian cogió su chupito y lo levantó
—Prost! Salud a todos!
Cada uno levantamos el nuestro, gritamos salud y nos lo bebimos del tirón. Sentí el ardor bajar como un fuego líquido.
—Buah, esto esta fortísimo. —Apenas acertamos a decir
—Ja, jaaaaa. Stroh. Licor alemán. —Respondió Sebastian
—Que tal? —Traté de susurrarle a Melisa, esperando alguna señal en su rostro que me indicase como se sentía.
—Fuerte. —Tosió y rió, sin mencionar el incidente con Niels.
Miré a las chicas. Ninguna parecía haberse enterado. O si se habían enterado no le daban importancia. Ni siquiera Ingrid, mujer de Niels.
Quizá solo fuesen imaginaciones mías. Quizá era culpa mía, mi cabeza. Por tener esas fantasías con mi novia. Todo era inocente. Sí, eso era.
—Es hora de bailar chicos—Dijo Emilia.
—Vamos a la pista. Woooooh—Respondió Ingrid.
Nos levantamos y enseguida notamos que a pesar de haber cenado, el alcohol ya ingerido iba haciendo efecto. Yo estaba algo mareado y Melisa no paraba de reír. El que mejor estaba era Jesús.
Llegamos a la pista de baile y menuda sorpresa para Jesús. Allí estaba Carolina, acompañada de dos amigas. La verdad que estaba espectacular. Vestía un vestido blanco muy ajustado que resaltaba su figura juvenil. Jesús se quedó boquiabierto.
—Ahora vengo—Apenas acertó a decir
—Que tío, casi ni se despide—Me dijo Melisa.
—Déjale, ojalá triunfe. —Respondí
Perdimos la pista de Jesus en ese momento. Ya había bastante gente en la pista, estaba oscuro y con luces parpadeantes, y habíamos bebido.
Así que nos quedamos solos Melisa y yo con nuestros nuevos amiguitos extranjeros. Empezamos a bailar cada uno con nuestras respectivas. Aproveché la situación para agarrar bien el culo de mi chica, así marcaría territorio. Sin embargo a los tres hombres no pareció importarles. Ellos hacían lo propio. Ingrid estaba espectacular. Con su larguísimo cabello y su vestido resaltando sus encantos. Se movía con una soltura increíble. Emilia también se movía sorprendentemente bien, incluso se atrevía a bailar reggaetón. Y Úrsula algo más seria, con una mirada que atravesaba, pero que resultaba muy picante. Eran tres mujeres bastante guapas.
El ambiente se distendió un poco y nos separamos, bailando cada uno por separado. Pedimos otra copa. No sé como, pero terminé bailando frente a Ingrid.
El ritmo de la música seguía latiendo a través de la pista, y por un momento, me perdí en el baile con Ingrid. Su larguísimo cabello se movía como una cascada de fuego, y su cuerpo seguía la música con una soltura que me hipnotizaba. Levantaba los brazos, giraba sobre sí misma, y cada vez que lo hacía, no podía evitar fijarme en su trasero firme y en cómo el vestido verde esmeralda resaltaba cada curva. Su olor afrutado llegaba hasta mí, y todo parecía desvanecerse por unos instantes.
Vi a Ingrid cerrar los ojos y cantar, momento que aproveché para perder mi mirada en sus pechos. En su escote infinito. Mis propios pensamientos me traicionaron: 'Que se joda Niels'. Fue como un balde de agua fría, y de repente volví a la realidad. Giré la cabeza, buscando a Melisa, y lo que vi me hizo sentir un nudo en el estómago.
Allí estaba Melisa bailando frente a Sebastian, que tenía las manos sobre su cintura. Justamente al mirarles Sebastian cambió de chica y empezó a bailar con Úrsula. Y si ya me había molestado lo que había visto lo que venía era peor. Niels se acerco por detrás, arrimándose demasiado. El era tan grande y Melisa tan pequeña. Ella no pareció importarle, seguía moviendo el culo al ritmo de la música.
¿Son imaginaciones mías? ¿No estoy haciendo yo lo mismo con Ingrid? Quizá me estaba equivocando yo. O no, yo no había tenido ese descaro. Ingrid me cambió por Maximilian y noté un toque suave en el brazo. Era Emilia, se acercó a mí.
—¿Todo bien? —Preguntó con una voz apenas audible por el ruido de la pista.
Asentí de manera automática. Emilia se acercó más y pude sentir su olor. Aunque le sobrase algún kilito era una mujer bastante guapa. Seguro que cualquiera de la pista le encantaría bailar con ella. Sus manos se apoyaron sobre mis hombros y continuó bailando.
—Debe ser el choque cultural. No tiene nada de malo bailar. Es solo bailar. Además hemos bebido todos. —Pensaba mientras posaba las manos en las caderas de Emilia.
Volví a mirar a Melisa. Ahora bailaba con Maximilian. El no la tocaba, pero su mirada decía más de lo que sus manos podían expresar. La forma en la que la observaba, como sus ojos recorrían su cuerpo.
—Es solo bailar, me repetía.
Emilia me soltó y empezó a bailar con Maximilian. ¿Con quien estará ahora de esos dos? No acerté a encontrarla cuando Úrsula empezó a bailar conmigo.
Úrsula era espectacular, la más espectacular de todas. Era más bajita, y aún así parecía mirarme con superioridad. Una mezcla de autoridad y confianza.
—Qué te pasa? —Preguntó en un tono seco
—¿No quieres bailar? —Continuó, sonando a medio camino entre afirmación y pregunta.
—Claro que si—Respondí intentando sonar convincente.
Sin embargo no veía a Melisa y eso me preocupaba.
Úrsula se acercó más a mí. Era imponente. Su mirada me desafiaba. Parecía decir: “A ver si te atreves a dejar de mirarme”
Tras bailar con estas tres mujeres tan guapas, y a causa también de lo que estaba pasando con Melisa, a estas alturas estaba excitado.
Estoy seguro que Úrsula lo sabía. Y parecía aprovecharse. Aprovechaba una canción lenta para moverse suavemente y posar sus brazos sobre mis hombros. Yo hice lo mismo y bailamos. No sé si fue el alcohol o la excitación, pero terminé bajando las manos más de la cuenta. Fue algo breve, un instante, pero pude sentir el contorno de su trasero en las palmas de mis manos. Podía notar que debía llevar un tanga, pues no parecía haber tela más allá del mono. Un escalofrío recorrió mi espalda. Ipso facto noté como me apartaba de forma seca.
—¿Qué crees que estás haciendo? Que sea la última vez. —Dijo con un tono rotundo.
—Lo siento, de verdad que lo siento. No era mi intención—Traté de excusarme.
Eso me había hecho volver en mí. Que estaba haciendo. Y donde estaba Melisa. Me aparté disculpándome una vez más y busqué a mi novia. No la encontraba en la pista. Me alejé dejando a Ingrid, Emilia, Úrsula y Maximilian en la pista. Seguía buscandola entre la muchedumbre. Finalmente la vi, en estaba en la barra. Sebastian a un lado con un brazo sobre ella y Niels al otro con un brazo en su cadera. Parecían pedir algo al camarero. Justo antes de llegar a ellos retiraron sus brazos. Niels pagó con el móvil. Ellos se habían pedido otra copa y habían invitado a Melisa a otro chupito. Ella se notaba ya afectada por todo lo que habíamos bebido. Confudido por lo que había pasado y por lo que había visto me acerqué a Meli y le dije que deberíamos irnos.
—¿Y Jesús? —Me preguntó
—Déjale, seguro que está bien con su amiga Carolina. Deberíamos descansar. Has bebido mucho.
—Si nos lo estábamos pasando genial—Intervino Sebastian
—Sí, estaba siendo una buena noche. ¿Ya os vais a ir? —Añadió Niels.
—Sí, creo que es lo mejor. —Les respondí
—Como veáis, nosotros volvemos a la pista—Contestó Niels de nuevo mientras se retiraba con Sebastian camino a la pista
—Creo que tienes razón, quizá he bebido demasiado—Dijo Melisa
—Anda vamonos al bungalow—Añadió, para a continuación decir sorprendida:
—Oye y esto!? —Había un teléfono desbloqueado en la barra.
—A ver si va a ser de Sebastian o de Niels—Volvió añadir
—Echa un vistazo
Cogí el teléfono, era un iPhone. Claramente estaba en alemán. Me metí en WhatsApp y miré la foto de perfil. Era Niels posando sonriente en lo que parecía una montaña.
—Deberías buscarlo y devolverselo—Dijo Melisa.
Lo que faltaba, magrea a mi novia y ahora le tengo que hacer un favor. ¿Pero que hago? ¿Le digo a Melisa que se joda Niels? ¿Y parecer celoso o un capullo?
—Supongo que tienes razón, voy a buscarle—Respondí
Tenía aún el dedo sobre la pantalla para evitar que se bloquease. A unas malas intentaría llamar desde el móvil buscando en la agenda a un Sebastian o un Maximilian. Volví a la pista con el teléfono aún en la mano y el dedo en la pantalla para evitar que se bloqueara. El plan era simple: encontrar a cualquiera de ellos o de ellas, devolver el maldito teléfono y terminar la noche. Pero mientras más buscaba entre la muchedumbre, más confuso me sentía. No encontré a ninguno de los dos, pero vi algo que me detuvo en seco. Allí, al fondo, estaba Jesús. Estaba hablando con Carolina, la chica que había conocido antes.
Me acerqué con el teléfono aún en la mano, intentando no pensar en lo que acababa de pasar con Úrsula, ni en lo que había visto en la barra con Melisa y los alemanes. Jesús me vió y esbozó una sonrisa
—¿Todo bien? —Me preguntó.
—Sí, sí, todo bien... —Dije, mientras desviaba mi atención hacia Carolina, que estaba hablando con otra persona a su lado.
—Mira lo que encontré —dije, levantando el teléfono. —Es de Niels. Estaba en la barra.
—¿El holandés? —preguntó Jesús, levantando una ceja—. No me extraña. Estos tíos están bastante sueltos esta noche, ¿eh?
Sentí un nudo en el estómago.
Todo lo que había visto esa noche seguía dando vueltas en mi cabeza: El descaro de Niels y Sebastian con Melisa, el incidente con Úrsula, el teléfono que ahora tenía que devolver. Todo se mezclaba en una espiral de confusión y frustración. Quería que la noche terminara, pero cada paso parecía arrastrarme más dentro de este caos.
—¿Me acompañas al baño? —Me preguntó Jesús
—Claro, por que no. Así doy otra pasada por la pista. —Respondí
Pasamos por la pista sin encontrar a ninguno. Llegamos al baño y aprovechó Jesús para ponerme al día. Me explicó como le había ido con Carolina. Por lo visto estaba receptiva. Yo seguía con el dedo en la pantalla del teléfono para evitar que se bloqueara. Terminó de orinar, se lavó las manos y la cara y me dijo que volvía con ella, que esperaba triunfar. Allí me dejo solo.
Entonces miré el móvil de nuevo. Aún desbloqueado. Me encerré en un lavabo, eché el pestillo y miré otra vez el móvil. Se que no debería hacerlo, pero abrí WhatsApp. Muchas conversaciones, todo en alemán. Ni rastro de Melisa. Respiré aliviado. Abrí la agenda y busqué su nombre. Tampoco.
Quizá era yo el absoluto gilipollas. Abrí esta vez la galería de fotos. La galería estaba abierta por una foto del día de ayer, en el pantano cercano. Salían todos ellos.
Deslicé y se fue a otra foto de ayer por la noche. Era Úrsula posando en el camping. Llevaba el mismo mono de hoy. Volví a deslizar: Úrsula en otra pose. Volví a deslizar: Úrsula otra vez. Volví a deslizar: Úrsula en la caravana. Volví a deslizar: Úrsula sentada, mirando a cámara. El corazón me latía cada vez más fuerte. Volví a deslizar: dos pechos sobresaliendo del mono blanco, tapados aún con un sujetador. Empecé a notar el aire denso. Volví a deslizar: una mano manoseando esos pechos. Empecé a notar un bulto en la entrepierna. Volví a deslizar: Úrsula en bragas y sujetador, de espaldas. Que culazo Dios mío. Miré al pestillo del lavabo. Estaba cerrado. Me saqué la polla. Volví a deslizar: Úrsula otra vez, estaba chupando una polla. Mi mano empezó a sacudir mi polla, me recree unos segundos. Volví a deslizar: era un video. Le di al play. Úrsula sentada, se llevaba las manos tras la espalda, aflojaba el clip y dejaba caer el sujetador. Tenía unas tetas preciosas y unos pezones no muy grandes. Volví a deslizar: era otro video. Le di al play. Úrsula tumbada boca arriba, con las piernas abiertas. Una mano velluda le apartaba ligeramente las bragas y empezaba a penetrarla, un miembro grueso entraba y salía lentamente. Mi mano iba como loca, me iba a correr y no quería. Fueron unos diez segundos más los que duró el video así. Podía ver el rostro de Úrsula, había perdido cierta dureza. Volví a deslizar, era otro video. Úrsula completamente desnuda, haciendo reverse cowgirl. Podía ver esa polla bastante gruesa entrando en el culo de Úrsula. No podía más y eyaculé. Me temblaban las piernas, recordaba haber palpado ese trasero rato atrás. ¿Pero Niels no era el marido de Ingrid? ¿Y Sebastian de Úrsula? Miré y lo había dejado todo perdido. Por suerte no me había manchado. Me cerré los pantalones y salí rápidamente de allí. ¿Cuánto tiempo había tardado?
Volví a la barra. No estaba Melisa. Volví a la pista. Tampoco. Salí fuera.
Allí estaba, Melisa. También estaban Niels, Maximilian, Sebastian, Ingrid, Emilia y… Úrsula. No me atreví a mirarla.
Tartamudeé ligeramente:
—N… Niels… Melisa y yo nos encontramos tu móvil en la barra. Ten.
—Gracias— dijo en un tono serio.
—Bu… bueno chicos. Melisa y yo nos recogemos ya.
Nos despedimos de todos. Cuando le dí dos besos a Úrsula el corazón se me puso a mil.
Pusimos camino al bungalow. El camino se me hizo eterno. La excitación era enorme fruto de la frustración y el morbo.
Apenas llegamos me avalancé sobre Melisa. Empecé a besarla, como un animal. La llevé a nuestra habitación y apenas atiné a entornar la puerta. La lancé sobre la cama. Le quité el vestido. Ella me quitó la camiseta. Nos besamos de nuevo. Todo estaba a oscuras, apenas iluminado por la tenue luz que entraba desde la ventana. Me quitó los pantalones. El miembro se me salía del calzoncillo. Le quité el sujetador dejando sus pechos, sus pezones rosados y grandes al aire. Los engullí con deleite. Nos besamos de nuevo, intercambiamos saliva. La puse bocabajo y le quité las bragas. Hice lo mismo con mis calzoncillos. Enterré mi cara en su culo. Lamía su sexo, lo notaba húmedo, salado. Le mordí un cachete y le metí un dedo. Dos. Tres. Masajeaba su clítoris y sus labios. Volvía a meter los dedos. Se estremecía, gemía.
—Por favor, fóllame. —Dijo con una voz lasciva
Seguía bocaabajo. Me puse sobre ella, apunté con mi miembro a su entrada y se la clavé. Empecé a bombear. Seguía gimiendo. La levanté un poco y la puse contra el cabecero. No paraba de darle cachetadas. Le tiraba del pelo. Le masajeaba los pechos. Podía ver su culo, parecía un corazón invertido, tragando mi polla. Así estuvimos varios minutos hasta que se apartó y tomó el mando. Me puso a mi abajo, me montó y empezó a cabalgarme. Notaba su culo bombeando contra mi polla. Iba a estallar por segunda vez en esta noche. Se acercó y me besó. Gemía en mi boca. Le agarré los dos cachetes con las dos manos para dar más profundidad a las penetraciones. Terminó corriéndose, le daban espasmos. No pude resistirme a esos movimientos, a esos sonidos y me corrí yo también dentro de ella.
No había problema con eso, tomaba anticonceptivas desde que empezamos. Nos limpiamos y se puso un pijama sin ropa interior. Yo me puse unas calzonas. Fui a salir de la habitación y me di cuenta de que la puerta de nuestra habitación, que antes estaba entornada casi cerrada, ahora estaba algo más abierta.
—¿Será la corriente? —Pensé
Abrí la nevera y su luz iluminó los dos cuartos. Melisa yacía extasiada en nuestra habitación. Jesús estaba tumbado en la suya.
—Joderrrr, pero en que momento ha llegado—Pensé.
Dudé si decírselo a Melisa. Jesús parecía estar dormido. Sin camiseta, tapado con una sábana hasta la cintura. Parece dormido. Pero si hemos montado un escándalo. Además, ¿No estaba con Carolina?
Ya había tenido suficiente por hoy, no le dije nada a Melisa y me fui a dormir con ella.
Última edición: