Voy a contarles una historia

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25 Nov 2023
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Voy a contarles una historia
De una desconsolada viuda
Que iba marchitando su belleza
Mientras se moría de ansiedad...

Llegados a este punto de la vida, y con la perspectiva que dan los años y las experiencias, ahora que soy feliz, y he tenido la suerte de encontrar a la persona de mi vida, ahora y sólo ahora, quiero desempolvar recuerdos del pasado, empezaré por el pasado reciente, digamos...ocho años, empezaré en marzo de 2016; ¿por qué?, porque esa fecha supone el inicio de mi nueva vida, el camino hasta hoy, un camino que volvería a andar, una y otra vez si el final tuviera la seguridad que es el mismo.

Es la primera vez que publico algo en un foro como éste, y el porqué, es porque creo que se lo debo a mi pareja, ella quiere saber de mi vida pasada, y yo nunca me me decidido a contarle determinadas intimidades, pero como por otra parte adoro el juego, creo que éste va a ser el foro para jugar.

Cada jueves, desde el treinta de este mes, y hasta el 28 de marzo del año que viene, os contaré una historia, un total de 18, con ellas cumpliré con la persona que tengo a mi lado de la manera que más me gusta, jugando.

Algunas son breves, a ver, no todas las relaciones que he tenido han durado meses, otras no, son más largas.

Os animo a que participéis, y expreséis todo aquello que en ese momento os parezca.
 
Voy a contarles una historia
De una desconsolada viuda
Que iba marchitando su belleza
Mientras se moría de ansiedad...

Llegados a este punto de la vida, y con la perspectiva que dan los años y las experiencias, ahora que soy feliz, y he tenido la suerte de encontrar a la persona de mi vida, ahora y sólo ahora, quiero desempolvar recuerdos del pasado, empezaré por el pasado reciente, digamos...ocho años, empezaré en marzo de 2016; ¿por qué?, porque esa fecha supone el inicio de mi nueva vida, el camino hasta hoy, un camino que volvería a andar, una y otra vez si el final tuviera la seguridad que es el mismo.

Es la primera vez que publico algo en un foro como éste, y el porqué, es porque creo que se lo debo a mi pareja, ella quiere saber de mi vida pasada, y yo nunca me me decidido a contarle determinadas intimidades, pero como por otra parte adoro el juego, creo que éste va a ser el foro para jugar.

Cada jueves, desde el treinta de este mes, y hasta el 28 de marzo del año que viene, os contaré una historia, un total de 18, con ellas cumpliré con la persona que tengo a mi lado de la manera que más me gusta, jugando.

Algunas son breves, a ver, no todas las relaciones que he tenido han durado meses, otras no, son más largas.

Os animo a que participéis, y expreséis todo aquello que en ese momento os parezca.
Pues estaremos pendientes de estas historias!
 
Lo siento, creí que se había colgado la introducción a la primera historia.
La cuelgo, dado que sin el inicio, poco se puede saber.

PARTE I (No te enamores de mí)

CAPÍTULO I: LA SONRISA DE LOLA

I come from down in the valley

Where mister when you’re young

They bring you up to do like your daddy done

Me and Mary we met in high school

When she was just seventeen

We’d ride out of that valley

Down to where the fields were green

We’d go down to the river

And into the river we’d dive

Oh down to the river we’d ride…

Dejaría la historia de Lola vacía, si no explicara el principio de esa historia.

Mi nombre es el que cada uno de vosotros que estáis leyendo queráis, porque al final, el nombre siempre es lo de menos, aunque cuentan las malas lenguas, que el nombre marca, desde el nacimiento, a los que lo llevan.

Mi historia con Lola empezó dos semanas antes, exactamente el 21 de Mayo de 2016 en el Bernabeu, y no precisamente para ver un partido de fútbol, ese día el campo se llenó para escuchar y admirarse de uno de los grandes de la música.

Unas semanas antes había recibido la noticia de mi nueva soltería, después de casi veinte años de matrimonio, y cumpliendo con las estadísticas del INE, era un divorciado más, de los muchos de este país, divorciado y feliz, porque el infierno había concluido, pero esa es otra historia que no es la que quiero contaros.

La noche era primaveral, no hacía calor, y el concierto empezó como los grandes, con emoción, con pasión, como la que yo viviría durante casi dos meses con Lola.

Mi amigo “X” había conseguido unas entradas para el concierto, él, su pareja, una chica conocida de su pareja y yo nos plantamos aquella tarde en el Bernabeu.

El concierto como os he dicho comenzó, y el estadio y mi alma, por qué no decirlo, se llenaron de luz.

A mi izquierda había un grupo de chicos y chicas que cantaban cada una de las canciones del genio, que las paladeaban y a mí me admiraban, porque mi inglés no es precisamente bueno, más bien me limito, como la inmensa mayoría de los habitantes de este país, a tararear con más o menos gracia las letras de canciones que conocemos pero que no sabemos cantar; y ahí estaba Lola, ella sí sabía, y sabe, inglés, lo domina perfectamente fruto de sus años en Escocia.

Poco antes del obligatorio descanso y, sabiendo que en ese momento las barras a pesar de lo abusivo del precio de cualquier cosa que pidieras, estarían llenas, me decidí, junto con mi amigo, a ir a por unas cervezas, porque la noche estaba para ello.

Mientras mi amigo pedía yo esperaba detrás, tampoco había demasiado espacio.

No se te da bien el inglés…

Alguien me hablaba a mi espalda y me di la vuelta, allí estaba ella, plantada tras de mí

  • ¿Se nota mucho?
  • Sí, la verdad es que sí, pero es gracioso como lo intentas
  • Bueno, supongo que lo importante es disfrutar, aunque sea tarareando sin sentido –contesté.
  • Sí, la verdad, en eso tienes razón; por cierto, me llamo Lola
  • Yo soy…
  • Vaya – me dijo Lola – eres la segunda persona con ese nombre que conozco hoy
  • Bueno, tampoco es un nombre tan raro – dije a mi charlatana recién conocida –
Mi amigo ya había pedido y pagado cuando me llamó para que le ayudase, así que me despedí de Lola y me marché.

Es curioso pensar que no hubo besos, como cuando conoces a otras personas, con Lola no los hubo, aunque supongo que quizá estaban destinados a otros momentos; tampoco me fijé demasiado en ella, ni en su cara, ni en su pelo, ni en su ropa, en nada físico, y sin embargo me gustó mucho la persona, quizá demasiado para lo que soy y son mis gustos. Fue raro, la verdad.

El concierto siguió, y siguió…y terminó como debía terminar, de manera apoteósica, genial, lacrimógena, espectacular…

Tras el concierto decidimos ir a tomar algo a un garito que conocíamos desde hace años en el barrio de Latina, en Madrid, uno de esos lugares que conoces en tu juventud y que tras haberlo conocido lo relacionas con las mejores noches de tu vida.

Cogimos un taxi y nos marchamos.

Llegamos al poco rato, y como suponíamos no había mucha gente, por esas fechas en Madrid la gente empieza a salir de terrazas y este local no la tiene.

La barra del fondo era nuestro lugar y allí nos dirigimos a pedir nuestra copa post-concierto.

Poco a poco me fui animando con la música y el alcohol, la verdad es que hacía mucho que no me tomaba una copa.

Terminada la copa mi amigo y su pareja, junto con la otra chica me dijeron que si nos íbamos; ellas habían trabajado esa mañana y estaban cansadas.

En fin, la tarde había sido completa, y la noche también, por lo que quizá fuera lo mejor retirarme, pero la verdad es que no me apetecía, así que les dije, que tranquilos, que se marcharan que yo me quedaba.

Nos despedimos y se fueron, de manera que me pedí otra copa y me dediqué a escuchar música, por cierto, muy buena música, además me apetecía estar solo.

Hola otra vez

Alguien hablaba a mi espalda y me di la vuelta, era ella otra vez.

  • ¿Estás solo?
  • Ahhhhhh
  • Sí, mis amigos se han marchado, y me apetecía quedarme un rato más – dije –
  • Yo estoy con unos amigos tomando una copa
  • ¿Has disfrutado del concierto? – me preguntó –
  • Sí, mucho, el jefe me encanta, por cierto, ¿quieres tomarte algo? – le dije –
  • Vale, un Brugal con cola
Le pedí la copa y la pagué, la verdad es que me apetecía invitarla, y no sé todavía por qué, pero lo hice, no la conocía, no intentaba entablar con ella conversación, es más, no es que me molestase su presencia, pero tampoco la necesitaba.

Ella lo debió notar, porque tras una conversación de mero trámite me dijo que si me apetecía ir con su grupo; unas semanas después me confesó que sabía que le diría que no, y que precisamente por eso lo dijo; le dije que no, que me iba ya, pero que se lo agradecía…ella se marchó y yo me quedé con mis pensamientos y con la música, que a esas alturas, y llenándose cada vez más el local, había empezado a cambiar y a transformarse en una suerte de mezcla rara entre moderno y antiguo que me estaba poniendo de los nervios.

Me dirigí a la entrada y me volví a encontrar con Lola, estaba hablando y riendo con otra chica, no sé todavía por qué lo hice, pero me acerqué a ella para despedirme.

Nos despedimos, y cuando salía me tocó la espalda

  • ¡Oye! ¿me das tu teléfono?
  • Noooooo, sólo tengo uno – dije riendo –
  • Me refiero a tu número, ¡bobo!
  • Sí, por qué no – dije –
Pasó un momento de silencio, de esos silencios que se pueden cortar con un cuchillo…

  • ¿Y? - me dijo –
  • Perdona te lo doy
Le dije mi número que apuntó en su móvil, ¡joder!, la última vez que había pedido yo a alguien un teléfono en un garito de copas lo apunté en una servilleta ¡cómo pasa el tiempo!

Fue entonces cuando nos dimos dos besos, protocolarios, eso sí, pero dos besos. Nos despedimos y salí.

Algo me dijo que volviera a entrar, pero suelo, o solía, debería decir, hacer poco caso a las vocecitas interiores cuando de esas cosas se trata.

Enfilé la calle Segovia andando hacia el puente, los que conocéis Madrid, sabéis que suben taxis vacíos, pero bajar bajan pocos o ninguno, de manera que seguí andando esperando que la suerte me llevase a un taxi, o mejor, que un taxi llegara a mí.

Y llegó

Y lo dejé pasar

Estaba pensando en Lola, ahora sí me había fijado en ella.

Era una chica normal, debía, pensaba yo, tener sobre los treinta y cinco años, poco más o menos, luego me lo confirmó.

Pelo negro, algo más de media melena, mejillas finas, ojos grandes, aunque como comprenderéis, en un garito no se ve bien el color.

Si por algo destacaba su cara era por su sonrisa, verdaderamente cautivadora, una de esas sonrisas que sirven para ocultar cualquier imperfección, una de esas sonrisas…que enamoran. Cualquiera del sexo que sea sabe a qué sonrisa me refiero.

Del resto de su cuerpo poco puedo decir, su ropa lo ocultaba, y la verdad, tampoco le di, por lo menos en ese momento, ninguna importancia. Llevaba camisa larga y vaqueros ajustados, eso sí lo recordaba…ahhh, y deportivas blancas de marca, eso lo sé porque mi hija me las había pedido para su cumpleaños.

Seguía andando y la verdad es que me apetecía seguir pensando en ella.

Poco antes de llegar al puente de Segovia vi un taxi y lo paré.

Le di mi dirección y me relajé, faltaban cincuenta euros para llegar a mi casa, mi pisito de nuevo soltero…

  • Caballero, hemos llegado – me dijo el taxista –
  • Perdón lo siento, me quedé dormido – respondí –
  • Ya le he oído – sonrió –
  • Son 41…
Le dejé cuarenta y cinco y me subí a casa; era una sensación extraña, llegar a casa y paz, silencio, tranquilidad…

Me senté en el sillón, puse la televisión…y quedé dormido

¿Soñé? La verdad es que no me acuerdo…

Me desperté por la mañana, tampoco recuerdo la hora, pero tenía que ducharme y afeitarme, había quedado con mis padres a comer, estaban preocupados desde mi divorcio, y no quería que me vieran mala cara.

Me afeité y me metí en la ducha, no sé si fue el agua caliente, o las semanas que llevaba sin haber hecho nada, pero empecé a excitarme, hasta ahí todo normal…

Lo que no era normal es que mi cabeza solo tenía una imagen…la sonrisa de Lola.
 
Lo siento, creí que se había colgado la introducción a la primera historia.
La cuelgo, dado que sin el inicio, poco se puede saber.

PARTE I (No te enamores de mí)

CAPÍTULO I: LA SONRISA DE LOLA

I come from down in the valley

Where mister when you’re young

They bring you up to do like your daddy done

Me and Mary we met in high school

When she was just seventeen

We’d ride out of that valley

Down to where the fields were green

We’d go down to the river

And into the river we’d dive

Oh down to the river we’d ride…

Dejaría la historia de Lola vacía, si no explicara el principio de esa historia.

Mi nombre es el que cada uno de vosotros que estáis leyendo queráis, porque al final, el nombre siempre es lo de menos, aunque cuentan las malas lenguas, que el nombre marca, desde el nacimiento, a los que lo llevan.

Mi historia con Lola empezó dos semanas antes, exactamente el 21 de Mayo de 2016 en el Bernabeu, y no precisamente para ver un partido de fútbol, ese día el campo se llenó para escuchar y admirarse de uno de los grandes de la música.

Unas semanas antes había recibido la noticia de mi nueva soltería, después de casi veinte años de matrimonio, y cumpliendo con las estadísticas del INE, era un divorciado más, de los muchos de este país, divorciado y feliz, porque el infierno había concluido, pero esa es otra historia que no es la que quiero contaros.

La noche era primaveral, no hacía calor, y el concierto empezó como los grandes, con emoción, con pasión, como la que yo viviría durante casi dos meses con Lola.

Mi amigo “X” había conseguido unas entradas para el concierto, él, su pareja, una chica conocida de su pareja y yo nos plantamos aquella tarde en el Bernabeu.

El concierto como os he dicho comenzó, y el estadio y mi alma, por qué no decirlo, se llenaron de luz.

A mi izquierda había un grupo de chicos y chicas que cantaban cada una de las canciones del genio, que las paladeaban y a mí me admiraban, porque mi inglés no es precisamente bueno, más bien me limito, como la inmensa mayoría de los habitantes de este país, a tararear con más o menos gracia las letras de canciones que conocemos pero que no sabemos cantar; y ahí estaba Lola, ella sí sabía, y sabe, inglés, lo domina perfectamente fruto de sus años en Escocia.

Poco antes del obligatorio descanso y, sabiendo que en ese momento las barras a pesar de lo abusivo del precio de cualquier cosa que pidieras, estarían llenas, me decidí, junto con mi amigo, a ir a por unas cervezas, porque la noche estaba para ello.

Mientras mi amigo pedía yo esperaba detrás, tampoco había demasiado espacio.

No se te da bien el inglés…

Alguien me hablaba a mi espalda y me di la vuelta, allí estaba ella, plantada tras de mí

  • ¿Se nota mucho?
  • Sí, la verdad es que sí, pero es gracioso como lo intentas
  • Bueno, supongo que lo importante es disfrutar, aunque sea tarareando sin sentido –contesté.
  • Sí, la verdad, en eso tienes razón; por cierto, me llamo Lola
  • Yo soy…
  • Vaya – me dijo Lola – eres la segunda persona con ese nombre que conozco hoy
  • Bueno, tampoco es un nombre tan raro – dije a mi charlatana recién conocida –
Mi amigo ya había pedido y pagado cuando me llamó para que le ayudase, así que me despedí de Lola y me marché.

Es curioso pensar que no hubo besos, como cuando conoces a otras personas, con Lola no los hubo, aunque supongo que quizá estaban destinados a otros momentos; tampoco me fijé demasiado en ella, ni en su cara, ni en su pelo, ni en su ropa, en nada físico, y sin embargo me gustó mucho la persona, quizá demasiado para lo que soy y son mis gustos. Fue raro, la verdad.

El concierto siguió, y siguió…y terminó como debía terminar, de manera apoteósica, genial, lacrimógena, espectacular…

Tras el concierto decidimos ir a tomar algo a un garito que conocíamos desde hace años en el barrio de Latina, en Madrid, uno de esos lugares que conoces en tu juventud y que tras haberlo conocido lo relacionas con las mejores noches de tu vida.

Cogimos un taxi y nos marchamos.

Llegamos al poco rato, y como suponíamos no había mucha gente, por esas fechas en Madrid la gente empieza a salir de terrazas y este local no la tiene.

La barra del fondo era nuestro lugar y allí nos dirigimos a pedir nuestra copa post-concierto.

Poco a poco me fui animando con la música y el alcohol, la verdad es que hacía mucho que no me tomaba una copa.

Terminada la copa mi amigo y su pareja, junto con la otra chica me dijeron que si nos íbamos; ellas habían trabajado esa mañana y estaban cansadas.

En fin, la tarde había sido completa, y la noche también, por lo que quizá fuera lo mejor retirarme, pero la verdad es que no me apetecía, así que les dije, que tranquilos, que se marcharan que yo me quedaba.

Nos despedimos y se fueron, de manera que me pedí otra copa y me dediqué a escuchar música, por cierto, muy buena música, además me apetecía estar solo.

Hola otra vez

Alguien hablaba a mi espalda y me di la vuelta, era ella otra vez.

  • ¿Estás solo?
  • Ahhhhhh
  • Sí, mis amigos se han marchado, y me apetecía quedarme un rato más – dije –
  • Yo estoy con unos amigos tomando una copa
  • ¿Has disfrutado del concierto? – me preguntó –
  • Sí, mucho, el jefe me encanta, por cierto, ¿quieres tomarte algo? – le dije –
  • Vale, un Brugal con cola
Le pedí la copa y la pagué, la verdad es que me apetecía invitarla, y no sé todavía por qué, pero lo hice, no la conocía, no intentaba entablar con ella conversación, es más, no es que me molestase su presencia, pero tampoco la necesitaba.

Ella lo debió notar, porque tras una conversación de mero trámite me dijo que si me apetecía ir con su grupo; unas semanas después me confesó que sabía que le diría que no, y que precisamente por eso lo dijo; le dije que no, que me iba ya, pero que se lo agradecía…ella se marchó y yo me quedé con mis pensamientos y con la música, que a esas alturas, y llenándose cada vez más el local, había empezado a cambiar y a transformarse en una suerte de mezcla rara entre moderno y antiguo que me estaba poniendo de los nervios.

Me dirigí a la entrada y me volví a encontrar con Lola, estaba hablando y riendo con otra chica, no sé todavía por qué lo hice, pero me acerqué a ella para despedirme.

Nos despedimos, y cuando salía me tocó la espalda

  • ¡Oye! ¿me das tu teléfono?
  • Noooooo, sólo tengo uno – dije riendo –
  • Me refiero a tu número, ¡bobo!
  • Sí, por qué no – dije –
Pasó un momento de silencio, de esos silencios que se pueden cortar con un cuchillo…

  • ¿Y? - me dijo –
  • Perdona te lo doy
Le dije mi número que apuntó en su móvil, ¡joder!, la última vez que había pedido yo a alguien un teléfono en un garito de copas lo apunté en una servilleta ¡cómo pasa el tiempo!

Fue entonces cuando nos dimos dos besos, protocolarios, eso sí, pero dos besos. Nos despedimos y salí.

Algo me dijo que volviera a entrar, pero suelo, o solía, debería decir, hacer poco caso a las vocecitas interiores cuando de esas cosas se trata.

Enfilé la calle Segovia andando hacia el puente, los que conocéis Madrid, sabéis que suben taxis vacíos, pero bajar bajan pocos o ninguno, de manera que seguí andando esperando que la suerte me llevase a un taxi, o mejor, que un taxi llegara a mí.

Y llegó

Y lo dejé pasar

Estaba pensando en Lola, ahora sí me había fijado en ella.

Era una chica normal, debía, pensaba yo, tener sobre los treinta y cinco años, poco más o menos, luego me lo confirmó.

Pelo negro, algo más de media melena, mejillas finas, ojos grandes, aunque como comprenderéis, en un garito no se ve bien el color.

Si por algo destacaba su cara era por su sonrisa, verdaderamente cautivadora, una de esas sonrisas que sirven para ocultar cualquier imperfección, una de esas sonrisas…que enamoran. Cualquiera del sexo que sea sabe a qué sonrisa me refiero.

Del resto de su cuerpo poco puedo decir, su ropa lo ocultaba, y la verdad, tampoco le di, por lo menos en ese momento, ninguna importancia. Llevaba camisa larga y vaqueros ajustados, eso sí lo recordaba…ahhh, y deportivas blancas de marca, eso lo sé porque mi hija me las había pedido para su cumpleaños.

Seguía andando y la verdad es que me apetecía seguir pensando en ella.

Poco antes de llegar al puente de Segovia vi un taxi y lo paré.

Le di mi dirección y me relajé, faltaban cincuenta euros para llegar a mi casa, mi pisito de nuevo soltero…

  • Caballero, hemos llegado – me dijo el taxista –
  • Perdón lo siento, me quedé dormido – respondí –
  • Ya le he oído – sonrió –
  • Son 41…
Le dejé cuarenta y cinco y me subí a casa; era una sensación extraña, llegar a casa y paz, silencio, tranquilidad…

Me senté en el sillón, puse la televisión…y quedé dormido

¿Soñé? La verdad es que no me acuerdo…

Me desperté por la mañana, tampoco recuerdo la hora, pero tenía que ducharme y afeitarme, había quedado con mis padres a comer, estaban preocupados desde mi divorcio, y no quería que me vieran mala cara.

Me afeité y me metí en la ducha, no sé si fue el agua caliente, o las semanas que llevaba sin haber hecho nada, pero empecé a excitarme, hasta ahí todo normal…

Lo que no era normal es que mi cabeza solo tenía una imagen…la sonrisa de Lola.
Quiero más
 
CAPÍTULO II: LA PRIMERA NOCHE…

My name is no

My sign is no

My number is no

You need to let it go

You need to let it go

Need to let it go

Nah to the ah, to the no, no, no

Sonó el teléfono sobre las seis de la tarde, estaba saliendo de la ducha, había quedado esa noche para cenar, un amigo me había preparado una cita a ciegas, y la verdad es que me hizo gracia la idea, porque nunca había tenido una, y soy de los que piensan que siempre debe haber una primera vez para determinadas cosas.

Corrí a por el teléfono, seguro que era mi amigo para decirme o concretar algo

  • - Dime –
  • Le llamo para proponerle una oferta muy interesante, es sobre un curso de idiomas, ¿estaría usted interesado?...
  • Perdone, lo siento, no es que no me interese, ¡que no me interesa!, pero tengo prisa y me llama en mal momento
Colgué el teléfono, ese día ya había recibido suficientes llamadas y no estaba por la labor de perder más el tiempo, la cita era a las diez y era en una ciudad fuera de Madrid, además, estaba cabreado con las telefonías, con los bancos y con los que, durante todo ese día, incluso en el trabajo, me habían llamado.

Sin embargo, la voz me resultaba familiar…

Terminé de arreglarme, y bajé a la calle, el coche estaba relativamente cerca, de manera que tardé poco más de cinco minutos en llegar, me metí dentro, puse el contacto y arranqué, en ese momento saltó una canción en la radio…

And I remember what she said to me

How she swore that it never would end

I remember how she held me, oh so tight

Wish I didn't know now what I didn't know then

Against the wind

We were running against the wind

We were young and strong

We were running against the wind…

Me llevó volando a otros tiempos, a otros momentos, a otras personas…es en esos momentos cuando te das cuenta del paso del tiempo, algunas veces demasiado rápido, sobre todo cuando lo vives con intensidad, cuando lo vives como si fuera el último momento, lo último que te fuera a pasar…

Enfilé la autovía hacia mi cita, aunque tengo que reconocer que sobre mí pesaban sensaciones extrañas, a las que esta vez no di importancia.

Ya en carretera y fuera de Madrid me concentré en la carretera, y al tiempo que encendía un cigarrillo, rompiendo mi norma no escrita de no fumar en el coche, seguí escuchando música.

Llegué pasadas las nueve de la tarde a mi destino, y tras más de cien cincuenta kilómetros y muchas canciones, estaba tranquilo, me gusta conducir y me relaja.

La urbanización donde vive mi amigo podemos decir que no es pija, es lo siguiente, y tras la barrera de entrada me esperaba un guardia de seguridad que muy sonriente dio paso, no sin advertirme antes de la dirección y la ruta más sencilla para encontrar la “casita de mi amigo”, no había por qué, ya había estado en ella muchas veces, la última la recordaba bien, demasiado bien, fue la noche que propuse a la madre de mis hijos el divorcio.

Aparqué el coche a la puerta y llamé al timbre, me abrieron desde dentro y pasé; desde la puerta de entrada hasta la puerta de la casa hay una pequeña distancia que recorrí pensando en muchas cosas y sobre todo en la persona que me habían preparado, sonreí, en el fondo estaba emocionado…

Lo primero que sentí fue la calidez del abrazo de mi amigo y su mujer, parecía que hacía siglos que no nos veíamos, y tampoco hacía tanto, ese abrazo ese sentir tan cerca a las personas que amas de verdad compensa lo mal que algunas veces lo pasas por ellas…y ellas por ti.

Pasamos a la cocina, nosotros somos de cocina, no de salón, la cocina es, o por lo menos nos lo parece a los de mi tierra, más familiar, más íntima, más personal, es el lugar de las risas y los llantos, de las confidencias y de las explicaciones, y de esas en los próximos meses me tocaría dar unas cuantas.

Allí estaba ella, se llama Alexandra, Ale para los conocidos, ¡joder cómo estaba!

  • Hola, soy Ale –, se dirigió hacia mí y me plantó dos besos, - ya tenía ganas de conocer al amigo intelectual de Paula –
  • Bueno – dije -, yo soy el amigo intelectual, encantado también de poder conocer semejante chica.
  • Jajajaj, lo de chica ya me pilla un poco lejos, tengo 45
  • ¿Ves? – dije – Más joven que yo
Decir que la noche fue bien es poco, no salimos de la cocina, reímos, comimos y bebimos más todavía; mi amigo es un verdadero entendido en vinos, y su bodega particular no tiene nada que envidiar a la de muchos buenos restaurantes de Madrid, y ahí estaba yo, su amigo más querido, su confidente, su casi hermano en sus buenos y malos momentos.

La verdad es que la amistad que nos une trasciende la propia amistad, es verdadero amor el que nos profesamos. Paula dice muchas veces que, si yo fuera mujer, su “chico”, como le llama cariñosamente estaría casado conmigo, y no con ella.

Yo siempre le respondo lo mismo, le conozco demasiado bien y ya estaríamos divorciados.

La noche se alargó, y reconozco que hacía mucho que no lo pasaba tan bien, éramos amigos y disfrutábamos de cosas de amigos, y Ale ya era una más para mí.

Se vertieron risas y confidencias, nos reímos hasta llorar, disfrutamos de la noche, no hizo falta ir al salón para escuchar música de los ochenta y los noventa, la de nuestra época, la que nos unió cuando tuvo que hacerlo; mecano, los secretos, nacha pop, hombres g, inhumanos, héroes del silencio, radio futura, los nikis…ufff, y así sin solución de continuidad hasta el final.

Y allí, en la cocina bailamos, o mejor, hicimos el imbécil hasta que nos dio la gana.

Era ya de madrugada, muy de madrugada cuando Ale dijo que se marchaba a casa, que estaba cansada y que la noche para ella terminaba.

Me ofrecí a llevarla a casa, no hacía falta vivía al lado, de todas maneras, quizá llevado por el alcohol, o por cualquier otra cosa o razón oculta, o no, para ser sincero, insistí, de manera que ella me dejó acompañarla, aunque en esa urbanización, no hay peligro de que pase nada, por lo menos nada que no tenga que pasar.

Y realmente no pasó nada, le di dos besos y me despedí de ella. La noche había estado genial, y la verdad es que Ale me atraía muchísimo.

Tenía las llaves, mi amigo me las había dado por si…“llegaba tarde”, y la verdad es que no me esperaban, porque cuando entré en la casa ellos se estaban comiendo la boca como preludio a lo que ellos llamarían “alargar la fiesta”, así que ni los molesté y subí a mi habitación, aquella en la que tantas veces había estado…

Desperté tarde, eran casi las once, y lo hice porque Paula entró en mi habitación para llamarme, ellos se iban a casa de sus padres a comer, vivían en un pueblecito cercano y todos los sábados iban a comer cocido, los de la madre de Paula eran increíbles, y luego a pasar la tarde con los amigos del pueblo, la partida, las copas de la partida, la cena y luego quizá una salida a la plaza y a casa a dormir; es asombroso cómo a determinadas personas el dinero no les cambia lo más mínimo, sino que muy al contrario, les reafirma en sus principios, en su forma de vida.

Paula me dijo que llegarían el domingo con los niños, que me quedara y así veía a mi ahijado, pero le dije que no, que el domingo quería estar por la mañana en Madrid.

Bajé a tomar un café, mi amigo estaba ya sentado en la cocina tomando el suyo, nos saludamos y me preguntó por la noche, le dije que genial y que no les quise cortar el rollo cuando llegué, por lo que dedujo que no había pasado nada, nada entre Ale y yo, claro.

Subí a la habitación y me duché, me vestí y bajé abajo. En la cocina estaban mis amigos nos despedimos con el pertinente abrazo y me dirigí a la entrada.

Paula me llamó

  • Ha estado Ale aquí esta mañana – me dijo -; le he dado tu teléfono, espero que no te moleste
  • ¡Pues claro que me molesta!, y mucho – era broma, claro –
Paula sonrió, me dio un beso…

- Es buena chica, de verdad, pero lo ha pasado muy mal. Trátala bien porque además es mi amiga. Venga, sabes que te queremos, ten cuidado y llama cuando llegues. Me dio un beso y cerró tras de sí la puerta.

Salí de su “casita” y cogí el coche; enfilé a la salida de la urbanización; otro guarda de seguridad estaba esperándome y sonriente me abrió la barrera y se despidió de mí.

Puse música y al azar sonó…

I close my eyes

Only for a moment, and the moment's gone

All my dreams

Pass before my eyes, a curiosity

….

El viaje se me hizo muy corto y llegué pronto, eran sobre las tres de la tarde y decidí comer algo en el bar de al lado de casa, luego siesta, duchita y cine, ponían en un centro comercial al lado de casa una película que habían estrenado el viernes: Warcraft: El origen. Sábado hecho. Domingo trabajo.

Pues no, una cosa es lo que uno imagina y otra muy distinta es la realidad que ocurre al final, y eso es lo que ese día y los siguientes fines de semana me ocurrirían.

¡Intelectual sí, educado…ni de coña!

Había cogido el teléfono y desde luego conocía la voz, era Ale, y os juro que esas palabras me han acompañado desde entonces “intelectual sí, educado…”, no por las palabras, sino por el tono, ese tono de voz que jamás he consentido a nadie conmigo desde que soy adulto.

  • Perdona – dije – Es que he salido muy deprisa, y como me habían dicho que habías estado, supuse… – no me dio tiempo a seguir –
  • Me suda el coño lo que supusieras, lo menos es despedirte, es de ser una persona educada. La próxima vez te despides.
Colgó el teléfono.

En ese momento sólo se vino una cosa a la cabeza, ¡Esta tía es gilipollas!, desde luego no va a haber una próxima vez.

Comí y subía a casa.

Estaba ya en casa cuando sonó el teléfono, lo primero que pensé era que Ale llamaba para pedir perdón, cogí el teléfono.

  • Hola, soy Lola, no se si te acuerdas de mí
  • Anda, claro que me acuerdo, ¿qué tal estás?
  • Bien, te llamo para…no sé ¿qué te parecería…quedar a tomar algo?
Respondí que sí sin pensarlo dos veces, me apetecía salir, ni cine ni tarde tranquila

  • ¿Quedamos esta tarde? – dije –
  • ¿No te importa esta noche?...tengo que terminar unas cosillas para la semana que viene y quiero dejarlas hechas ya
  • Vale, de acuerdo – respondí –
  • ¿Sobre las nueve y media en Ramales?
  • Vale, si quieres en el café de los Austrias
  • Perfecto entonces, a las nueve y media en la terraza
Colgó el teléfono, y por un momento algo se movió dentro de mí, no sé muy bien qué es lo que era, pero era una sensación a medias entre lo conocido y lo extraño, ese tipo de sensaciones que te llevan a pensar que esa noche iba a ser diferente, y desde luego diferente a la tarde-noche en que conocí a Lola

CAPÍTULO III: UNA VELADA ESPECIAL

Llegué pronto, dejé el coche en el aparcamiento de la plaza de Oriente y salí a la calle; subí la rampa hasta el café donde habíamos quedado, era pronto, de manera que me senté en la terraza, algo milagroso que un sábado hubiera sitio libre, y me pedí una copa de cerveza.

No sé el tiempo que pasó, pero me lo tomé de manera relajada y empecé a darle vueltas a la cabeza, no recordaba muy bien su cara, y me dio por reir, mira que si no la reconozco…

  • Hola – dijo alguien a mi espalda –
  • Hola – respondí – al tiempo que me levantaba. Era Lola
Estaba distinta, su pelo parecía rizado, y lo recordaba liso. Media melena, pelo castaño, ojos radiantes azules y una sonrisa que, esa sí, la recordaba como el primer día.

Llevaba una falda no demasiado larga, botines negros y camiseta de tirantes negra, como la falda y las botas.

Me dio dos besos y se sentó.

  • ¿Te pido algo? – dije –
  • Claro, hemos venido a eso, ¿no te parece?
Empezamos a hablar, y ahora no recuerdo exactamente de qué, lo que sí recuerdo es que parecía que nos conociéramos de toda la vida. Supongo que serían cosas intrascendentes, o no, no lo recuerdo.

Pasado un rato, serían poco antes de las diez y media me dijo que tenía hambre, y que quería comer algo, que si a mí me apetecía.

La verdad es que sí, yo también tenía hambre; de manera que pagamos, la verdad es que pagó ella, y nos levantamos.

Nos fuimos andando hacia la Calle Mayor y encontramos un pequeño restaurante muy coqueto por fuera que nos gustó. Los astros se alineaban, porque a pesar de ser sábado, tenían mesa, así que nos sentamos a cenar.

Recuerdo que pedimos el menú degustación, acompañado de un vino maravilloso que eligió Lola; otra de las cosas de las que me enteré, es que pilotaba muy bien en el mundo de los vinos, tenía gusto y sabía.

La cena transcurrió entre conversaciones a veces superficiales y a veces profundas. Me contó que era filóloga y que, tras trabajar en varios colegios en Madrid, le salió la oportunidad de dar clases en Inglaterra, y que se marchó hacía tres años, y que vivía allí desde entonces, aunque sus padres estaban en Madrid y los visitaba todos los meses.

Me dio que tenía treinta y siete años, con lo que tampoco estaba muy desencaminado cuando la conocí.

Por mi parte le conté un poco mi historia, unas pinceladas de mi vida por aquí, unas pinceladas de mi trabajo por allá, pero sin entrar en demasiados detalles.

Me contó que el día que la conocí estaba en Madrid sólo para acudir al concierto, y que el domingo por la tarde con una resaca del copón, se metió en un avión para Londres, que era donde ella trabajaba.

Hablamos de mil cosas que no recuerdo bien, pero que hicieron pasar la velada de una manera muy animada.

Un tema que no salió fue el de las relaciones, hasta que yo lo saqué.

  • Por cierto, estoy divorciado – dije –
  • Ya lo imagino – me contestó –, supongo que a tu edad o estás divorciado o separado…o estás intentando poner los cuernos a tu pareja.
  • No tengo pareja – respondí casi ofendido –
  • Yo tampoco – dijo –, por eso estoy aquí con un casi desconocido
En ese momento me dio por reír y Lola no se cortó lo más mínimo y empezó a hacer lo propio. Brindamos con lo que quedaba de vino y pedimos la cuenta.

Esta vez pagué yo, y la verdad es que como cuando la invité a la copa, era algo que me apetecía.

Bajamos la calle y llegamos a la calle Mayor. La atravesamos y llegamos a la calle Sacramento, nos dirigimos por ella a la calle Segovia, íbamos por la parte de la derecha de la calle, porque de eso me tengo que acordar a la fuerza, y pasamos por la Agencia tributaria, recuerdo que me reí, y le dije que acababa de pagar una multa, ella sonrió y dijo algo que me llamó la atención, pero que en ese momento no entendí.

- Bueno, les distes una alegría, y más que les vas a dar, seguro – y se rio –

Seguimos andando hasta llegar al garito de la primera noche, entramos, nos dirigimos a la barra y allí antes que ni siquiera nos sirvieran se acercó a mi oído y me susurró…

- Me encanta estar contigo, me pareces un tipo genial

Y me dio un beso en la cara, casto, como de amigo, pero que sirvió para darme cuenta, o por lo menos eso creía yo, que no era más que una salida divertida.

Pasamos la noche bailando, bueno, lo mío no es bailar, he de reconocer que más que bailar hago el tonto, pero tampoco me importa mucho.

Lola en cambio se movía como si el baile fuera lo suyo, como si fuera su vida, y así discurrió la noche, no cambiamos de sitio, íbamos a la barra de vez en cuando y volvíamos a la pista…

Sobre las tres más o menos, yo ya estaba hecho polvo mientras que ella se mostraba fresca. Se había acercado un chico a hablar con ella, y simplemente pensé que mi noche ya estaba terminada.

Le dije que me iba un momento a la barra a pedir algo, ella me dijo que iría en un momento, lo pedí, pero antes de que lo pusieran se acercó Lola.

- Vámonos, ese tío me puesto de mala leche – me dijo –

Así que le dije a la camarera que no pusiera nada y nos encaminamos a la puerta. Antes de salir me dijo que tenía que ir un momento al baño, y le dije que la esperaba fuera fumando un cigarrillo.

Tardó un rato en salir, no sé cuánto, pero me dio tiempo a fumarme el cigarrillo tranquilamente.

Cuando salió le cogí la mano, no entiendo por qué lo hice, pero le cogí la mano y ella apretó la mía.

Bajamos la calle y nos dirigimos a deshacer el camino de ida…y me decidí.

Estábamos esperando para cruzar la calle y me cerqué a sus labios, ella me esperó…y la besé; fue un beso dulce, lleno de ternura, ella abrió sus labios y me correspondió.

Noté como su legua abría mis labios y se introducía en mi boca, ¡joder¡ era dulce, su boca, su saliva era dulce, para mí el tiempo se paró, ni recordaba el tiempo que había pasado desde que había besado así por última vez.

- Vamos a tu coche, quiero que me lleves a casa – me dijo –

Subimos la calle Sacramento, y frente a la agencia tributaria, ahora entendí sus palabras, hice la mayor locura que había hecho en mi vida.

- Ven - me dijo Lola –

Me empujó hacia una puerta que tenía un cierto entrante. Hizo un gesto y me empujó de los brazos hacia abajo, me colocó de rodillas y puso una pierna encima de mí. No llevaba ropa interior.

- Quiero que me comas el coño, y que lo hagas ahora, hazlo ya.

Tampoco pude decir nada, me colocó su sexo en mi boca y empezó a moverse.

Su sexo no estaba depilado y su vello estaba empapado y mientras movía sus caderas empujaba mi cabeza contra él.

- Cómemelo, cabrón, cómelo – me decía –

Mis labios besaban los suyos..., los lamían…mi lengua jugaba con ellos y se metía en su vagina, ¡por favor!, estaba empapada y no dejaba de moverse.

- Haz lo que te diga, mete tus dedos en mi vagina, muévelos, primero lento, luego fuerte, hazlo

Obedecía sus órdenes, porque eso no eran peticiones, eran órdenes.

- Joder, sigue, sigue así, cómetelo, ahhhhh, que gusto cabrón, qué gusto, sigue, no pares sigue.

La verdad es que aunque hubiera querido parar no podía, es que me era imposible librarme de su pierna.

- Sigue, sigue y no pares sigue, mueve tus dedos hazlo más fuerte sigue, joderrrrrrr, vas a hacer que me corra, sigue así

Yo hacía lo que ella me pedía

- Ahora cabrón me vas a meter los dedos en el culito, hazlo cuando yo te diga, ni antes ni después, ¿has entendido?

Noté que se ponía tensa, cada vez más, y que su cuerpo empezaba a temblar, fue entonces cuando me lo dijo

- Ahora, mete los dedos ahora…

Fui muy brusco, lo reconozco, pero era lo que me parecía que ella quería en ese momento, y dos dedos entraron en su ano de golpe.

El tiempo se detuvo para mí, no se si para ella. Lanzó un grito, ahogado por ella misma y se corrió en mi boca. No se si era pis u otra cosa, pero casi me atraganto, y de allí no paraba de salir ese líquido que no sabía identificar.

Notaba como su ano se contraían sobre mis dedos, y como a cada contracción, un chorro salía disparado hacia mí.

¿Cuánto tiempo pasó?

No lo sé, pero ella se fue relajando poco a poco, casi cayéndose, hasta el punto que la tuve que sujetar.

Se recompuso la falda, me besó en los labios y me dijo…

- Me gustas, me gustas mucho, lástima haberte encontrado ahora y no dentro de unos años. No te enamores de mí – dijo al tiempo que deslizaba algo en mi bolsillo –

No me dio tiempo a decir nada, me sonrió y seguimos el camino.

Antes de llegar al aparcamiento se paró, me miró a los ojos y me sonrió.

  • ¿Sabes? Tenía dos cosas seguras – me dijo –
  • ¿Cuáles? – pregunté –
  • Que no ibas a decir que no a quedar conmigo, primera. Segunda que me ibas a comer el coño esta misma noche…
  • Vaya seguridad, sí, y me has puesto perdido – le dije sonriendo –
Lola esbozó una sonrisa, esa sonrisa que se me clavó en el alma el día que la conocí

  • Ahora tengo claro una tercera – me dijo con esa misma sonrisa –
  • ¿Cuál?
  • Que esta noche me vas a follar
Me sonrió y seguimos hablando hasta el coche, se detuvo y me dijo

  • Por cierto, seguro que has vuelto a hacer felices a los de hacienda
  • ¿Por?
  • Porque justo frente a nosotros había una cámara que nos ha estado grabando
Abrí el coche, entró y me dijo

  • ¿Conoces dónde está el hotel…?
  • Sí – respondí –
  • Pues ve para allá, tengo una habitación esperando
Arranqué el coche y salí del aparcamiento… en la radio sonaba

Siempre quise ir a L.A

Dejar un día esta ciudad

Cruzar el mar en tu compañía

 
Hasta que no he encontrado lo que metió en mi bolsillo no he parado.
La semana que viene más
 

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CAPÍTULO IV. ESA EXTRAÑA NOCHE EN EL HOTEL

La verdad es que no imaginaba ni de lejos cómo sería esa noche, ni siquiera sabía que había hecho o qué estaba haciendo en el coche con una casi desconocida dirigiéndome a un hotel, por lo demás muy conocido y caro.

Mientras nos dirigíamos a la dirección en la que se encontraba el hotel, no hubo palabras, Lola me miraba y sonreía, era una sonrisa limpia, casi inocente me atrevería a decir, una inocencia muy lejana a lo que había hecho hacía apenas unos minutos.

  • ¿Cómo te encuentras? – me dijo –
  • Bien, - contesté –, tampoco sabía muy bien qué decir
Mientras me miraba apoyó una mano en mi pierna, y por un momento pensé que quería acariciarme, pero no, no movió la mano ni un milímetro de donde la puso, eso sí, no dejaba de mirarme y sonreír.

No recuerdo haber pensado nada, era como si no fuera yo el que estaba en aquel lugar…

No tengo ni idea de la hora que era cuando llegamos al hotel, entré el coche en el parking, me lo dijo ella, por cierto, parecía que no era la primera vez que había estado, con el tiempo me confesó que le gustaba el hotel, y que cuando volvía a Madrid y quedaba para salir siempre reservaba una habitación…como decía ella, por lo que pudiera ocurrir, y siempre ocurría, era lo que me dijo y juro que la creo.

Pasamos por recepción para coger la llave, yo tenía ya preparado mi DNI por si me lo pedían, pero no, no me lo pidieron.

Nos dirigimos al ascensor, que se encontraba a la izquierda de la recepción, entramos y la puerta se cerró.

En ese momento me di cuenta, esa noche iba a ser el juguete de Lola, y supe que jamás olvidaría lo que esa noche ocurriría.

Me miró, se acercó a mi oído y me susurró

Ni se te ocurra tocarme la cabeza –

Prono supe a lo que se refería, se acercó a mí, me besó en los labios mientras que con su mano tocaba por encima de los pantalones, nunca me había sentido tan excitado jamás.

Cuando se abrió la puerta del ascensor una mujer estaba esperando, recuerdo que intenté quitar la mano a Lola, pero ella lo impidió, y recuerdo que la vergüenza me inundó, sobre todo tras ver la sonrisa de la mujer que nos dejaba pasar para entrar luego ella en el ascensor.

Como si fuera una correa Lola tenía agarrada mi polla, y andando delante de mí, sin soltarla me llevó a la entrada de la habitación, me dejó por un momento para abrir la puerta…

A partir de ese momento empieza la noche más extraña, tórrida, sugerente, excitante y recordada de toda mi vida.

Cerró la puerta y me lo recordó – ni se te ocurra tocarme la cabeza –

Se puso de rodillas y bajó los pantalones y el bóxer de un tirón, dejando mi polla al aire. Recuerdo que se separó me miró a los ojos y sonrió; se acercó a mi polla, que a esas alturas estaba a punto de estallar y se la metió en la boca.

No recorrió mi polla con la lengua como me había pasado otras veces, simplemente la engulló hasta el final. Acariciaba mis testículos mientras no paraba de mover su cabeza en un movimiento frenético, más propio de una película porno que otra cosa, y a pesar de mis deseos de tocar su cabeza, de cogerla y acompañar los movimientos, no lo hice, me lo había advertido muy seriamente “ni se te ocurra tocarme la cabeza” …

No sé cuánto tiempo estuvo comiéndome la polla, pero debió notar que estaba a punto de correrme, porque de repente se la sacó de la boca y presionó mi capullo mirándome…

No te vas a correr hasta que yo quiera, me has entendido, ¿verdad? –

Nunca me había pasado, pero de repente se me bajó, y a pesar de estar excitado pararon mis ganas de terminar.

Ve a la ducha – me dijo, - quiero a un tío limpio a mi lado –

Obedecí, quizá por inercia, por deseo o por yo qué sé, obedecí, me metí en el baño y encendí la ducha mientras me desnudaba. Lola entró en el baño…

Date prisa, estoy caliente, te espero en la cama –

No era una petición, era una orden clara y directa “te espero en la cama”

Me di toda la prisa que pude, me lavé con uno de esos incordiantes frasquitos hoteleros que parecen mucho y no son nada, embadurné mi cuerpo de gel y mi pelo de champú y me enjuagué. Cuando terminé de secarme no sé por qué me puse otra vez al bóxer, error, enorme error, me dijo ella, me gusta que mis amantes salgan del baño en pelotas, esa fue su frase exacta, y como otras de las que me soltó Lola, jamás se me olvidarán.

Quítate eso – me molesta

Fueron sus palabras cuando entré en la habitación. Ella estaba en la cama desnuda completamente, y por fin pude ver su cuerpo.

No era un cuerpo espectacular, pero a mí me cautivó, entre otras cosas y no sé por qué digo esto, porque su cara me pereció casi la de una diosa.

Su pecho no era muy grande, no pude apreciar en ese momento, dado que estaba tumbada, que estaba un pelín caído; sus pezones eran rosas y su aréola del mismo color y rugosa.

Tenía un poco de tripita, que en ese momento a mí se me antojó lo más excitante del mundo; su sexo estaba cubierto por un bello claro, era escaso y cautivador. Tenía un pequeño conejito playboy en la parte delantera de su cadera derecha, muy cerca de su pubis, a mí me volvió loco.

Estaba tumbada en la cama y estaba masturbándose, me miró

Coge la silla y ponte entre mis piernas, mira lo que hago por ti –

Para mí no tenía sentido, estábamos en un hotel, ella desnuda, yo ahora desnudo y se limitaba a decir que mirase como se masturbaba, joder, pensaba, ¿por qué no me dice que la folle?

Pero esa noche yo era su juguete…

Cuando yo te diga – me dijo – pon tu boca en mi coño y no la separes, te vas a tragar todo, capullo

Mientras miraba su mano moviéndose en su coño, mi polla ya estaba dura como una piedra y mi deseo por ella subía por segundos, no por momentos, cada segundo la deseaba más.

Su coño sin depilar estaba abultado, y se veía empapado de flujo mientras ella no dejaba de tocarse su clítoris con una mano y de introducir los dedos de la otra mano en la vagina.

Debieron pasar unos minutos no demasiados, levantó un momento su cabeza, y mientras respiraba cada vez más fuerte me dijo

Acerca tu boca a mi coño, ya –

Como las otras veces, no era una petición, era una orden y obedecí

Ahhhhh, trágatelo cabrón, trágatelo todo, joderrrrrrr, me corrroooooo, ahhhh, ahhhh

Cerró una pierna sobre mi cabeza y empezó a expulsar otra vez un líquido, que como la otra vez no sabía si era pis u otra cosa, lo cierto es que no me dejaba separarme…y la verdad, aunque me hubiera dejado no lo habría hecho.

Su cuerpo se agitaba y gritaba, gritaba como si la estuvieran matando, joder, pensé, mira que si nos están escuchando…

Cuando terminó y se tranquilizó me tiró del pelo hacia arriba, me dio un beso dulce como nunca me lo habían dado y se acurrucó diciendo

Abrázame –

La abracé y noté como me invadía una tranquilidad enorme, muy grande, mis ganas de follar se pasaron, y me vi invadido por la ternura.

Pasaron unos minutos, y me percaté que Lola se había quedado dormida. La seguí abrazando, con suavidad, arañaba su espalda suavemente y ella respiraba relajadamente.

Mientras mis ojos se cerraban también, recuerdo que pensé, “bueno, no ha estado mal, ha sido extraño, pero me ha gustado, repetiría”.

No podía imaginar que esa noche especial, a medio camino entre lo erótico y lo porno, lo romántico y lo sensual, lo extraño y lo… se completaría con una mañana de lujuria como no había vivido jamás. Porque Lola no tenía límites de ningún tipo y al despertar me lo demostraría, ya lo creo que me lo demostraría…
 

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