CAPÍTULO II: LA PRIMERA NOCHE…
My name is no
My sign is no
My number is no
You need to let it go
You need to let it go
Need to let it go
Nah to the ah, to the no, no, no
Sonó el teléfono sobre las seis de la tarde, estaba saliendo de la ducha, había quedado esa noche para cenar, un amigo me había preparado una cita a ciegas, y la verdad es que me hizo gracia la idea, porque nunca había tenido una, y soy de los que piensan que siempre debe haber una primera vez para determinadas cosas.
Corrí a por el teléfono, seguro que era mi amigo para decirme o concretar algo
- - Dime –
- Le llamo para proponerle una oferta muy interesante, es sobre un curso de idiomas, ¿estaría usted interesado?...
- Perdone, lo siento, no es que no me interese, ¡que no me interesa!, pero tengo prisa y me llama en mal momento
Colgué el teléfono, ese día ya había recibido suficientes llamadas y no estaba por la labor de perder más el tiempo, la cita era a las diez y era en una ciudad fuera de Madrid, además, estaba cabreado con las telefonías, con los bancos y con los que, durante todo ese día, incluso en el trabajo, me habían llamado.
Sin embargo, la voz me resultaba familiar…
Terminé de arreglarme, y bajé a la calle, el coche estaba relativamente cerca, de manera que tardé poco más de cinco minutos en llegar, me metí dentro, puse el contacto y arranqué, en ese momento saltó una canción en la radio…
And I remember what she said to me
How she swore that it never would end
I remember how she held me, oh so tight
Wish I didn't know now what I didn't know then
Against the wind
We were running against the wind
We were young and strong
We were running against the wind…
Me llevó volando a otros tiempos, a otros momentos, a otras personas…es en esos momentos cuando te das cuenta del paso del tiempo, algunas veces demasiado rápido, sobre todo cuando lo vives con intensidad, cuando lo vives como si fuera el último momento, lo último que te fuera a pasar…
Enfilé la autovía hacia mi cita, aunque tengo que reconocer que sobre mí pesaban sensaciones extrañas, a las que esta vez no di importancia.
Ya en carretera y fuera de Madrid me concentré en la carretera, y al tiempo que encendía un cigarrillo, rompiendo mi norma no escrita de no fumar en el coche, seguí escuchando música.
Llegué pasadas las nueve de la tarde a mi destino, y tras más de cien cincuenta kilómetros y muchas canciones, estaba tranquilo, me gusta conducir y me relaja.
La urbanización donde vive mi amigo podemos decir que no es pija, es lo siguiente, y tras la barrera de entrada me esperaba un guardia de seguridad que muy sonriente dio paso, no sin advertirme antes de la dirección y la ruta más sencilla para encontrar la “casita de mi amigo”, no había por qué, ya había estado en ella muchas veces, la última la recordaba bien, demasiado bien, fue la noche que propuse a la madre de mis hijos el divorcio.
Aparqué el coche a la puerta y llamé al timbre, me abrieron desde dentro y pasé; desde la puerta de entrada hasta la puerta de la casa hay una pequeña distancia que recorrí pensando en muchas cosas y sobre todo en la persona que me habían preparado, sonreí, en el fondo estaba emocionado…
Lo primero que sentí fue la calidez del abrazo de mi amigo y su mujer, parecía que hacía siglos que no nos veíamos, y tampoco hacía tanto, ese abrazo ese sentir tan cerca a las personas que amas de verdad compensa lo mal que algunas veces lo pasas por ellas…y ellas por ti.
Pasamos a la cocina, nosotros somos de cocina, no de salón, la cocina es, o por lo menos nos lo parece a los de mi tierra, más familiar, más íntima, más personal, es el lugar de las risas y los llantos, de las confidencias y de las explicaciones, y de esas en los próximos meses me tocaría dar unas cuantas.
Allí estaba ella, se llama Alexandra, Ale para los conocidos, ¡joder cómo estaba!
- Hola, soy Ale –, se dirigió hacia mí y me plantó dos besos, - ya tenía ganas de conocer al amigo intelectual de Paula –
- Bueno – dije -, yo soy el amigo intelectual, encantado también de poder conocer semejante chica.
- Jajajaj, lo de chica ya me pilla un poco lejos, tengo 45
- ¿Ves? – dije – Más joven que yo
Decir que la noche fue bien es poco, no salimos de la cocina, reímos, comimos y bebimos más todavía; mi amigo es un verdadero entendido en vinos, y su bodega particular no tiene nada que envidiar a la de muchos buenos restaurantes de Madrid, y ahí estaba yo, su amigo más querido, su confidente, su casi hermano en sus buenos y malos momentos.
La verdad es que la amistad que nos une trasciende la propia amistad, es verdadero amor el que nos profesamos. Paula dice muchas veces que, si yo fuera mujer, su “chico”, como le llama cariñosamente estaría casado conmigo, y no con ella.
Yo siempre le respondo lo mismo, le conozco demasiado bien y ya estaríamos divorciados.
La noche se alargó, y reconozco que hacía mucho que no lo pasaba tan bien, éramos amigos y disfrutábamos de cosas de amigos, y Ale ya era una más para mí.
Se vertieron risas y confidencias, nos reímos hasta llorar, disfrutamos de la noche, no hizo falta ir al salón para escuchar música de los ochenta y los noventa, la de nuestra época, la que nos unió cuando tuvo que hacerlo; mecano, los secretos, nacha pop, hombres g, inhumanos, héroes del silencio, radio futura, los nikis…ufff, y así sin solución de continuidad hasta el final.
Y allí, en la cocina bailamos, o mejor, hicimos el imbécil hasta que nos dio la gana.
Era ya de madrugada, muy de madrugada cuando Ale dijo que se marchaba a casa, que estaba cansada y que la noche para ella terminaba.
Me ofrecí a llevarla a casa, no hacía falta vivía al lado, de todas maneras, quizá llevado por el alcohol, o por cualquier otra cosa o razón oculta, o no, para ser sincero, insistí, de manera que ella me dejó acompañarla, aunque en esa urbanización, no hay peligro de que pase nada, por lo menos nada que no tenga que pasar.
Y realmente no pasó nada, le di dos besos y me despedí de ella. La noche había estado genial, y la verdad es que Ale me atraía muchísimo.
Tenía las llaves, mi amigo me las había dado por si…“llegaba tarde”, y la verdad es que no me esperaban, porque cuando entré en la casa ellos se estaban comiendo la boca como preludio a lo que ellos llamarían “alargar la fiesta”, así que ni los molesté y subí a mi habitación, aquella en la que tantas veces había estado…
Desperté tarde, eran casi las once, y lo hice porque Paula entró en mi habitación para llamarme, ellos se iban a casa de sus padres a comer, vivían en un pueblecito cercano y todos los sábados iban a comer cocido, los de la madre de Paula eran increíbles, y luego a pasar la tarde con los amigos del pueblo, la partida, las copas de la partida, la cena y luego quizá una salida a la plaza y a casa a dormir; es asombroso cómo a determinadas personas el dinero no les cambia lo más mínimo, sino que muy al contrario, les reafirma en sus principios, en su forma de vida.
Paula me dijo que llegarían el domingo con los niños, que me quedara y así veía a mi ahijado, pero le dije que no, que el domingo quería estar por la mañana en Madrid.
Bajé a tomar un café, mi amigo estaba ya sentado en la cocina tomando el suyo, nos saludamos y me preguntó por la noche, le dije que genial y que no les quise cortar el rollo cuando llegué, por lo que dedujo que no había pasado nada, nada entre Ale y yo, claro.
Subí a la habitación y me duché, me vestí y bajé abajo. En la cocina estaban mis amigos nos despedimos con el pertinente abrazo y me dirigí a la entrada.
Paula me llamó
- Ha estado Ale aquí esta mañana – me dijo -; le he dado tu teléfono, espero que no te moleste
- ¡Pues claro que me molesta!, y mucho – era broma, claro –
Paula sonrió, me dio un beso…
- Es buena chica, de verdad, pero lo ha pasado muy mal. Trátala bien porque además es mi amiga. Venga, sabes que te queremos, ten cuidado y llama cuando llegues. Me dio un beso y cerró tras de sí la puerta.
Salí de su “casita” y cogí el coche; enfilé a la salida de la urbanización; otro guarda de seguridad estaba esperándome y sonriente me abrió la barrera y se despidió de mí.
Puse música y al azar sonó…
I close my eyes
Only for a moment, and the moment's gone
All my dreams
Pass before my eyes, a curiosity
….
El viaje se me hizo muy corto y llegué pronto, eran sobre las tres de la tarde y decidí comer algo en el bar de al lado de casa, luego siesta, duchita y cine, ponían en un centro comercial al lado de casa una película que habían estrenado el viernes: Warcraft: El origen. Sábado hecho. Domingo trabajo.
Pues no, una cosa es lo que uno imagina y otra muy distinta es la realidad que ocurre al final, y eso es lo que ese día y los siguientes fines de semana me ocurrirían.
¡Intelectual sí, educado…ni de coña!
Había cogido el teléfono y desde luego conocía la voz, era Ale, y os juro que esas palabras me han acompañado desde entonces “intelectual sí, educado…”, no por las palabras, sino por el tono, ese tono de voz que jamás he consentido a nadie conmigo desde que soy adulto.
- Perdona – dije – Es que he salido muy deprisa, y como me habían dicho que habías estado, supuse… – no me dio tiempo a seguir –
- Me suda el coño lo que supusieras, lo menos es despedirte, es de ser una persona educada. La próxima vez te despides.
Colgó el teléfono.
En ese momento sólo se vino una cosa a la cabeza, ¡Esta tía es gilipollas!, desde luego no va a haber una próxima vez.
Comí y subía a casa.
Estaba ya en casa cuando sonó el teléfono, lo primero que pensé era que Ale llamaba para pedir perdón, cogí el teléfono.
- Hola, soy Lola, no se si te acuerdas de mí
- Anda, claro que me acuerdo, ¿qué tal estás?
- Bien, te llamo para…no sé ¿qué te parecería…quedar a tomar algo?
Respondí que sí sin pensarlo dos veces, me apetecía salir, ni cine ni tarde tranquila
- ¿Quedamos esta tarde? – dije –
- ¿No te importa esta noche?...tengo que terminar unas cosillas para la semana que viene y quiero dejarlas hechas ya
- Vale, de acuerdo – respondí –
- ¿Sobre las nueve y media en Ramales?
- Vale, si quieres en el café de los Austrias
- Perfecto entonces, a las nueve y media en la terraza
Colgó el teléfono, y por un momento algo se movió dentro de mí, no sé muy bien qué es lo que era, pero era una sensación a medias entre lo conocido y lo extraño, ese tipo de sensaciones que te llevan a pensar que esa noche iba a ser diferente, y desde luego diferente a la tarde-noche en que conocí a Lola
CAPÍTULO III: UNA VELADA ESPECIAL
Llegué pronto, dejé el coche en el aparcamiento de la plaza de Oriente y salí a la calle; subí la rampa hasta el café donde habíamos quedado, era pronto, de manera que me senté en la terraza, algo milagroso que un sábado hubiera sitio libre, y me pedí una copa de cerveza.
No sé el tiempo que pasó, pero me lo tomé de manera relajada y empecé a darle vueltas a la cabeza, no recordaba muy bien su cara, y me dio por reir, mira que si no la reconozco…
- Hola – dijo alguien a mi espalda –
- Hola – respondí – al tiempo que me levantaba. Era Lola
Estaba distinta, su pelo parecía rizado, y lo recordaba liso. Media melena, pelo castaño, ojos radiantes azules y una sonrisa que, esa sí, la recordaba como el primer día.
Llevaba una falda no demasiado larga, botines negros y camiseta de tirantes negra, como la falda y las botas.
Me dio dos besos y se sentó.
- ¿Te pido algo? – dije –
- Claro, hemos venido a eso, ¿no te parece?
Empezamos a hablar, y ahora no recuerdo exactamente de qué, lo que sí recuerdo es que parecía que nos conociéramos de toda la vida. Supongo que serían cosas intrascendentes, o no, no lo recuerdo.
Pasado un rato, serían poco antes de las diez y media me dijo que tenía hambre, y que quería comer algo, que si a mí me apetecía.
La verdad es que sí, yo también tenía hambre; de manera que pagamos, la verdad es que pagó ella, y nos levantamos.
Nos fuimos andando hacia la Calle Mayor y encontramos un pequeño restaurante muy coqueto por fuera que nos gustó. Los astros se alineaban, porque a pesar de ser sábado, tenían mesa, así que nos sentamos a cenar.
Recuerdo que pedimos el menú degustación, acompañado de un vino maravilloso que eligió Lola; otra de las cosas de las que me enteré, es que pilotaba muy bien en el mundo de los vinos, tenía gusto y sabía.
La cena transcurrió entre conversaciones a veces superficiales y a veces profundas. Me contó que era filóloga y que, tras trabajar en varios colegios en Madrid, le salió la oportunidad de dar clases en Inglaterra, y que se marchó hacía tres años, y que vivía allí desde entonces, aunque sus padres estaban en Madrid y los visitaba todos los meses.
Me dio que tenía treinta y siete años, con lo que tampoco estaba muy desencaminado cuando la conocí.
Por mi parte le conté un poco mi historia, unas pinceladas de mi vida por aquí, unas pinceladas de mi trabajo por allá, pero sin entrar en demasiados detalles.
Me contó que el día que la conocí estaba en Madrid sólo para acudir al concierto, y que el domingo por la tarde con una resaca del copón, se metió en un avión para Londres, que era donde ella trabajaba.
Hablamos de mil cosas que no recuerdo bien, pero que hicieron pasar la velada de una manera muy animada.
Un tema que no salió fue el de las relaciones, hasta que yo lo saqué.
- Por cierto, estoy divorciado – dije –
- Ya lo imagino – me contestó –, supongo que a tu edad o estás divorciado o separado…o estás intentando poner los cuernos a tu pareja.
- No tengo pareja – respondí casi ofendido –
- Yo tampoco – dijo –, por eso estoy aquí con un casi desconocido
En ese momento me dio por reír y Lola no se cortó lo más mínimo y empezó a hacer lo propio. Brindamos con lo que quedaba de vino y pedimos la cuenta.
Esta vez pagué yo, y la verdad es que como cuando la invité a la copa, era algo que me apetecía.
Bajamos la calle y llegamos a la calle Mayor. La atravesamos y llegamos a la calle Sacramento, nos dirigimos por ella a la calle Segovia, íbamos por la parte de la derecha de la calle, porque de eso me tengo que acordar a la fuerza, y pasamos por la Agencia tributaria, recuerdo que me reí, y le dije que acababa de pagar una multa, ella sonrió y dijo algo que me llamó la atención, pero que en ese momento no entendí.
- Bueno, les distes una alegría, y más que les vas a dar, seguro – y se rio –
Seguimos andando hasta llegar al garito de la primera noche, entramos, nos dirigimos a la barra y allí antes que ni siquiera nos sirvieran se acercó a mi oído y me susurró…
- Me encanta estar contigo, me pareces un tipo genial
Y me dio un beso en la cara, casto, como de amigo, pero que sirvió para darme cuenta, o por lo menos eso creía yo, que no era más que una salida divertida.
Pasamos la noche bailando, bueno, lo mío no es bailar, he de reconocer que más que bailar hago el tonto, pero tampoco me importa mucho.
Lola en cambio se movía como si el baile fuera lo suyo, como si fuera su vida, y así discurrió la noche, no cambiamos de sitio, íbamos a la barra de vez en cuando y volvíamos a la pista…
Sobre las tres más o menos, yo ya estaba hecho polvo mientras que ella se mostraba fresca. Se había acercado un chico a hablar con ella, y simplemente pensé que mi noche ya estaba terminada.
Le dije que me iba un momento a la barra a pedir algo, ella me dijo que iría en un momento, lo pedí, pero antes de que lo pusieran se acercó Lola.
- Vámonos, ese tío me puesto de mala leche – me dijo –
Así que le dije a la camarera que no pusiera nada y nos encaminamos a la puerta. Antes de salir me dijo que tenía que ir un momento al baño, y le dije que la esperaba fuera fumando un cigarrillo.
Tardó un rato en salir, no sé cuánto, pero me dio tiempo a fumarme el cigarrillo tranquilamente.
Cuando salió le cogí la mano, no entiendo por qué lo hice, pero le cogí la mano y ella apretó la mía.
Bajamos la calle y nos dirigimos a deshacer el camino de ida…y me decidí.
Estábamos esperando para cruzar la calle y me cerqué a sus labios, ella me esperó…y la besé; fue un beso dulce, lleno de ternura, ella abrió sus labios y me correspondió.
Noté como su legua abría mis labios y se introducía en mi boca, ¡joder¡ era dulce, su boca, su saliva era dulce, para mí el tiempo se paró, ni recordaba el tiempo que había pasado desde que había besado así por última vez.
- Vamos a tu coche, quiero que me lleves a casa – me dijo –
Subimos la calle Sacramento, y frente a la agencia tributaria, ahora entendí sus palabras, hice la mayor locura que había hecho en mi vida.
- Ven - me dijo Lola –
Me empujó hacia una puerta que tenía un cierto entrante. Hizo un gesto y me empujó de los brazos hacia abajo, me colocó de rodillas y puso una pierna encima de mí. No llevaba ropa interior.
- Quiero que me comas el coño, y que lo hagas ahora, hazlo ya.
Tampoco pude decir nada, me colocó su sexo en mi boca y empezó a moverse.
Su sexo no estaba depilado y su vello estaba empapado y mientras movía sus caderas empujaba mi cabeza contra él.
- Cómemelo, cabrón, cómelo – me decía –
Mis labios besaban los suyos..., los lamían…mi lengua jugaba con ellos y se metía en su vagina, ¡por favor!, estaba empapada y no dejaba de moverse.
- Haz lo que te diga, mete tus dedos en mi vagina, muévelos, primero lento, luego fuerte, hazlo
Obedecía sus órdenes, porque eso no eran peticiones, eran órdenes.
- Joder, sigue, sigue así, cómetelo, ahhhhh, que gusto cabrón, qué gusto, sigue, no pares sigue.
La verdad es que aunque hubiera querido parar no podía, es que me era imposible librarme de su pierna.
- Sigue, sigue y no pares sigue, mueve tus dedos hazlo más fuerte sigue, joderrrrrrr, vas a hacer que me corra, sigue así
Yo hacía lo que ella me pedía
- Ahora cabrón me vas a meter los dedos en el culito, hazlo cuando yo te diga, ni antes ni después, ¿has entendido?
Noté que se ponía tensa, cada vez más, y que su cuerpo empezaba a temblar, fue entonces cuando me lo dijo
- Ahora, mete los dedos ahora…
Fui muy brusco, lo reconozco, pero era lo que me parecía que ella quería en ese momento, y dos dedos entraron en su ano de golpe.
El tiempo se detuvo para mí, no se si para ella. Lanzó un grito, ahogado por ella misma y se corrió en mi boca. No se si era pis u otra cosa, pero casi me atraganto, y de allí no paraba de salir ese líquido que no sabía identificar.
Notaba como su ano se contraían sobre mis dedos, y como a cada contracción, un chorro salía disparado hacia mí.
¿Cuánto tiempo pasó?
No lo sé, pero ella se fue relajando poco a poco, casi cayéndose, hasta el punto que la tuve que sujetar.
Se recompuso la falda, me besó en los labios y me dijo…
- Me gustas, me gustas mucho, lástima haberte encontrado ahora y no dentro de unos años. No te enamores de mí – dijo al tiempo que deslizaba algo en mi bolsillo –
No me dio tiempo a decir nada, me sonrió y seguimos el camino.
Antes de llegar al aparcamiento se paró, me miró a los ojos y me sonrió.
- ¿Sabes? Tenía dos cosas seguras – me dijo –
- ¿Cuáles? – pregunté –
- Que no ibas a decir que no a quedar conmigo, primera. Segunda que me ibas a comer el coño esta misma noche…
- Vaya seguridad, sí, y me has puesto perdido – le dije sonriendo –
Lola esbozó una sonrisa, esa sonrisa que se me clavó en el alma el día que la conocí
- Ahora tengo claro una tercera – me dijo con esa misma sonrisa –
- ¿Cuál?
- Que esta noche me vas a follar
Me sonrió y seguimos hablando hasta el coche, se detuvo y me dijo
- Por cierto, seguro que has vuelto a hacer felices a los de hacienda
- ¿Por?
- Porque justo frente a nosotros había una cámara que nos ha estado grabando
Abrí el coche, entró y me dijo
- ¿Conoces dónde está el hotel…?
- Sí – respondí –
- Pues ve para allá, tengo una habitación esperando
Arranqué el coche y salí del aparcamiento… en la radio sonaba
Siempre quise ir a L.A
Dejar un día esta ciudad
Cruzar el mar en tu compañía
…