Estas Navidades estamos pasando unos días en casa de mis suegros. Como somos unos cuantos, hemos tenido que acoplarnos un poco, y a mi chica y a mí nos ha tocado compartir dormitorio con su hermana mayor, Cris, divorciada. El caso es que el día de Nochevieja, por la mañana, tras darme una ducha, volví al dormitorio y, como estaba solo, según hago en casa, me quité la toalla y, completamente desnudo, me puse a elegir la ropa que iba a ponerme y a pensar qué me pondría para la cena de Nochevieja. En eso estaba cuando se abre la puerta de golpe y entra Cris, que se me queda mirando. Pensé que iba a cortarse, pero cierra tranquilamente la puerta y se queda mirándome el rabo.
-Buenos días... Y buena polla, cuñado!
Se echó a reír. Yo nunca me tapo en esas situaciones, la que quiera, que lo disfrute, y la veo que no, ya sabe...
Me daba muchísimo morbo la situación, porque Cris caminaba por la habitación sin quitar ojo de mi rabo, con todo el descaro, sin cortarse un pelo.
-Me alegro de que te guste...
Se me acercó y sujetando los huevos con una mano y el rabo con la otra, los miró tranquilamente.
-Conozco unas cuantas pollas... Qué lástima que ésta sea de Bea, porque me encantaría probarla...
Me dio un pico y un apretón en los huevos, se dio la vuelta y al abrir la puerta, se volvió a girar, echó otra mirada (a mí se me había empezado a poner morcillón) y dijo:
-Ya hablaremos...