El Hombre de la Casa

Mis primas eran bastante mayores que yo, ni que decir de mis tías. Y había un par de sobrinas que eran casi de mi edad, pero ya me pareció muy turbio. Y eso que una de ellas se me declaró 😅
 
CAPÍTULO 5: EL SUEÑO HECHO REALIDAD

Siempre había pensado que mi tía estaba un poco loca pero no hasta aquel punto. No me había dado ningún detalle de lo que hablaría con mi madre pero me había asegurado que, si salía bien, podría volver a tener sexo con ella, y no solo "simples" pajas... No me lo acabé de creer. Decidí pasar de cotillear más de lo que hablaran o dejaran de hablar y simplemente vivir mi vida. De hecho, tener a mi tía prácticamente a mi completa disposición ya era un chollo muy grande. No tardé mucho en llamarla: al día siguiente de nuestro primer encuentro ya busqué su número en la agenda del móvil y lo marqué.

-¿Sí? -contestó tía Isa.

-Hola, tía... -dije yo.- ¿Qué tal?

-Muy bien, Roberto -contestó ella.- ¿Y tú?

-Voy haciendo, tía... -le respondí un poco nervioso por la rara situación.- Cada día me encuentro un poco mejor...

-¡Ese es el espíritu, sobrino! -dijo ella con positivismo.- ¿Querías algo?

-Ehm... bueno -dije.- Ya sabes... como me dijiste que te llamara cuando...

-Ah, es eso... -se rió mi tía con maldad.- Jejeje... Pues me pillas sin mucho que hacer, así que si quieres vengo, pero me tienes que invitar a vuestra fantástica piscina. Quiero aprovechar bien el viaje...

-¡Claro que sí, tía! -le dije contento.- Usa la piscina cuando quieras, ya lo sabes. Aunque te tendrás que bañar sola porque no hay nadie en casa en todo el día. Mi madre se ha ido de compras con Marta y Laura a un centro comercial y a ver una peli al cine...

-¡Uy! -dijo mi tía con una sorpresa alegre.- ¿Toda la piscina para nosotros dos?

-Tía -contesté con resentimiento,- yo aún no me puedo bañar...

-Bueno, niño... -dijo mi tía obviando los problemas.- Vengo en unos veinte minutos y ya veremos lo que hacemos.

Los veinte minutos los pasé degustando el sabor a que lo inevitable se acercaba. Llamó al timbre y fui a abrir con toda la agilidad que pude.

-¡Hola guapo! -me dijo dándome un beso muy cariñoso en la mejilla y abrazándome con un brazo. Llevaba un vestido y el bikini debajo. Nada más. Estaba espléndida y tenía muchas ganas de comérmela entera.

-Hola, tía -le devolví el saludo.- Pasa...

-¿Aun no llevas el bañador? -preguntó sorprendida.

-Tía... -le respondí.- Te he dicho que no me puedo bañar...

-Tú te vienes a la piscina conmigo y nos hacemos un poco de compañía -respondió ella casi sin escucharme,- que al menos te dará el sol.

-Vale... -dije yo dándome por vencido. ¿Pero que no venía a pajearme?

-Además, puedes ponerte el bañador y sentarte en la escalerita, que al menos se te refresquen las piernas.

-Vale... voy a ponérmelo... -dije dando a entender el tiempo que necesitaría para hacerlo.

-Uy, espera -dijo ella.- Subo y te ayudo...

Sonreí. Ella subió conmigo hasta mi habitación y allí me dijo:

-Venga, te quito los pantalones y te pongo el bañador...

Y así lo hizo. Cuando me bajó los calzoncillos mi polla la recibió con alegría: sabía lo que le esperaba. Ella no pudo evitar comentarlo:

-¡Veo que sí! Tu cuerpo te pide guerra hoy también... eres fogosín y creo que te viene de familia.

-Se alegra de verte -le dije a mi tía.- Después de lo de ayer quiere un poco mas...

-Sht... -dijo mi tía agarrándome el glande con la mano entera, cosa que me dio mucho gusto sin haberlo visto venir.- Has dicho que teníamos toda la tarde... tú ahora ponte el bañador...

Me lo puso ella y guardó mi erección en aquel bañador ancho, que no evitaba que mi paquete se notara mucho. Bajamos a la piscina y allí se quitó el vestido enseguida. Se quedó en su fantástico bikini marrón y naranja. Pusimos las toallas una al lado de la otra en el césped y ella se dirigió a la ducha para poderse bañar. Yo caminaba hacia ella, que terminó de ducharse rápido y, sonriéndome, me cogió el brazo. Noté sus tetas pegadas a mi.

-Te ayudo a sentarte a la escalera, pero no te vayas a resbalar y a caerte...

-Muy bueno, tía -dije con tono sarcástico.- No voy a volver a resbalar en la vida...

Mi tía me ayudó a que me sentara y el agua me cubrió hasta el culo, refrescándome bastante de cintura para abajo.

-Voy a nadar un poco -dijo mi tía. Acto seguido me guiñó un ojo.- No tardaré en volver...

Se fue a la zona que mas cubría de la piscina y se sumergió. Nadó de todas las maneras que supo y se relajó mucho. El símil de una sirena volvió a mi mente y la observé con satisfacción. Su cuerpo curvado y prácticamente perfecto, ese culo redondo, esas tetas tan notorias embelleciendo el bikini que las sujetaba, su pelo largo liso completamente mojado y suelto dejándose llevar por el vaivén del agua... era una diosa. Tal y como me había anunciado no tardó en volver hacia mi, esta vez completamente empapada de arriba a abajo. Estaba preciosa.

-¿Qué tal? -me preguntó.- ¿A que se está bien aquí?

-Sí... -dije contento de volverla a tener cerca.- Me encantaría poder nadar, pero me conformo con mirar...

-¿Que me estabas mirando, depravadito? -dijo con tono meloso y juguetón.- ¿A la hermana de tu madre? -se iba acercando a mi muy sensualmente y me puso muy malo. Juntó su cuello con el mío para susurrarme al oído con mucha suavidad:- Que pervertido, mi sobrino...

Se sentó a mi derecha, en el mismo escalón que yo. Noté su cuerpo junto al mío, pero aquella vez todo era más refrescante. La calidez de mi habitación era sustituida por el olor a cloro y el agua de la piscina que impregnaba la piel de nuestros dos cuerpos. La mano de mi tía se dirigió a mi glande y lo agarró, aún por encima del bañador. La caricia me sentó genial y terminé de ponerme bien a tono. Mi tía habló golosa:

-Vamos a darte un poco de la marcha que necesitas...

Me sacó la polla del bañador y la empezó a masajear con delirio. Estaba toda mojada pero, por muy fresca que estuviera el agua, mi polla estaba caliente y aguerrida. Nos miramos a los ojos y me sonrió mientras yo fruncía el ceño de placer. Me empezó a pajear en toda regla y miré al cielo gimiendo. No podía imaginar mejor forma que aquella de disfrutar de la piscina. Le fui a sobar las tetas y se las amasé. En un arrebato se apartó los triángulos del bikini y se las sacó. Tenía los pezones muy duros por el agua y por la excitación. Me dijo desesperada:

-Toma... ¡chúpamelas!

Se las chupé. Sabían a agua de piscina y estaban más fresquitas que nunca, pero me parecieron gloria. Hundí la cabeza entre ellas, como tanto me gusta hacer, y prácticamente berreé de la euforia. Mi polla era sometida a una masturbación muy intensa por su parte. Estaba genial. Tardé un poco más en correrme que el día anterior y el placer fue fantásticamente más largo. Lo anuncié como siempre:

-Me corro, tía... -y así lo hice. Mientras ella se acercaba a mi falo para verlo de cerca yo recosté la cabeza en su hombro izquierdo gimiendo por el placer. El ruido del agua hacía evidente que aceleraba el ritmo de su brazo para que yo gozara de un orgasmo frenético.

Cuando pude recuperar mi respiración me incorporé y le di las gracias. Después de reírnos un rato, los dos nos fuimos a la toalla, ella ya en topless directamente. Allí le volví a dar las gracias por como se estaba portando conmigo y con mi madre y me respondió:

-Tranquilo, chico, no me supone ningún esfuerzo. También lo disfruto yo, ya te lo dije. Y tu madre lo disfrutaría también si aceptara la realidad...

-¿Qué realidad? -pregunté intrigado.

-Sabes que la realidad es que a ti te gusta ella... tanto o más que yo -miré para otro lado.- No te preocupes -dijo apresuradamente con una sonrisa.- No soy nada celosa... El caso es que tu madre no se asustó simplemente de lo que hacía (que ella estaba convencida que era algo temporal, sin repercusión)... He vuelto a hablar con ella y estoy segura que el motivo por el que se asustó fue que le gustaba lo que hacía. Le gustaba a ella y te gustaba a ti... Por eso te dije lo de ayer... Te dije que volvería a hablar con ella y ya lo he hecho. No veo tan dificil convencerla de que es algo entre vosotros dos, que no tiene porque ser malo a pesar de lo que diría una sociedad que tampoco tiene porque enterarse... -se calló y recuperamos la mirada, el uno del otro.- Tú no te preocupes: mientras ella se lo piensa y le doy algún empujoncito..., si quieres descargar tensiones con un poco de contacto femenino aquí está tu querida tía.

No supe muy bien que decir. Me parecía todo muy disparatado. Devolví la sonrisa a mi tía y tomamos el sol un ratito más. Se fue no mucho más tarde y horas despues llegaron mi madre y mis hermanas. Cuando Marta me vió, me contó todo lo que habían hecho durante el día con su alegría desbordante y luego me dijo de hacer una partida a la consola (en el juego de tenis en modo zurdo porque solo podía utilizar mi mano izquierda por motivos obvios). Laura hizo algún comentario sobre que me iba a quedar fosilizado pasando tanto tiempo en casa (como si tuviera otra opción...). Mi madre no estaba nada rara, y aquella noche me duchó sin ningún problema ni erección.

. . .

Las duchas con mi madre se habían convertido en solo duchas. A veces mi pene se podía duro pero ella simplemente lo ignoraba y no sacaba ningún tema de conversación sexual. Por otra parte la relación en general con ella era prácticamente como la de hacía ya demasiado tiempo: pocas sonrisas y un gesto de preocupación y fatiga constante. Mi madre volvía a vivir en lo gris de sus problemas y ya no luchaba para escapar. Bastante tenía con seguir simplemente adelante, llevando toda la carga que se veía obligada a llevar. Tampoco me preguntaba qué tal me iba con tía Isa y estoy seguro que ella sabía que el día anterior su hermana había estado aquí durante su ausencia. Ellas hablaban mucho por teléfono y yo, aunque hubiera decidido no ser más cotilla de lo que ya había sido, no pasé por alto esas llamadas.

Aquella ducha, un día después de la última visita de mi tía, era extrañamente silenciosa. Aunque ella iba sacando varios temas de conversación que no llevaban a nada, tuve la sensación de que me quería decir algo y no sabía como enfocarlo. Después de ducharme me dijo que mis hermanas no estarían aquella noche porque, como no, se quedaban a dormir en casa de sus respectivas amigas.

-Vamos a tener una cena íntima entonces -me dijo con un tono que me cogió muy por sorpresa.- ¿Te parece bien?

-¿Íntima? -pregunté atónito.

-Sí, claro -dijo ella en tono bromista.- Vamos a estar solos, tú y yo.

-Ay, mamá.. Desde luego, que bromas tienes...

-Ay Roberto, perdona... No quiero decir nada que te siente mal -se calló y cambió a un gesto muy sincero.

-Mamá... ¿Qué te ocurre? -le pregunté.- Estás muy rara...

Cogió aire y abordó el tema que se había estado guardando:

-He pensado mucho en lo de los últimos días... y mi hermana me ha estado informando de prácticamente todo... Y también me ha animado a que me plantee cosas... Así que quiero aprovechar esta cena para hablar contigo -yo seguí escuchándola, hablaba muy pausadamente, meditando cada palabra.- Hay cosas que me he callado por miedo ¿Sabes? Y también hay cosas que me dijiste tú que no escuché por la misma razón.

-¿Qué cosas?

-No sabía como sacar el tema y ahora ha salido de golpe, cariño -me explicó ella.- ¿Lo hablamos durante la cena?

-Como quieras mamá... Ayudame a vestirme antes, por favor.

-Claro, cielo -dijo ella.

Nos fuimos a mi habitación y me senté en la cama mientras ella abría mi armario en busca de algo de ropa.

-Ya sé... -me dijo con la cabeza metida en el armario.- Ponte esto...

Sacó una camisa azul que tenía para ocasiones de gala. Era de manga corta y era ideal para el verano.

-¿Una camisa? -dije sorprendido.- ¿Y eso?

-Hace mucho que no te veo con ella puesta. Vas a estar guapísimo...

Me ayudó a ponérmela. Después dijo:

-¿Lo ves? Seductor... -y me acarició el moflete con delicadeza dirigiendo la mano a mi mentón. Yo me estaba poniendo malo y no entendía nada.- Yo no voy a ser menos, tranquilo. No pienso cenar tan de estar por casa como voy ahora. Voy a cambiarme y a prepararlo todo. Tu lee o juega un rato aquí y no te preocupes ¿Vale? Recuerda que aún estás de reposo absoluto...

Antes de irse se giró y me hizo una pregunta:

-Ya sé que he dicho que esperaríamos a la cena para hablar... pero antes necesito saber algo y no puedo esperar... -con un tono muy piadoso siguió hablando.- ¿Me podrías decir si me guardas rencor por algo en concreto?

-Mamá... -dije yo sorprendido por la pregunta que consideraba más que innecesaria.- Por supuesto que no te guardo rencor.

-Vale, cariño -sonrió ella mordiéndose el labio.- Gracias -se volvió a acercar a mi antes de irse y me besó la frente.

Se fue y me quedé mirando como entrecerraba la puerta. Cogí el libro que me estaba leyendo últimamente y una hora más tarde mi madre llamó a la puerta. Ya era la hora de cenar.

-Voy, mami... -dije sin mirar que ella misma abría la puerta.

Me levanté de la cama y me dispuse a caminar cuando giré la cabeza hacia ella y me quedé paralizado. Se había puesto zapatos de tacón y un vestido de un granate muy oscuro. Era un vestido que le llegaba hasta medio muslo y se le arrapaba lo suficiente como para marcar lo mejor de su figura. Sus caderas la convertían en toda una mujer segura de si misma, que se habría podido comer el mundo entero si hubiera querido. La parte del pecho de aquel vestido constaba de un hipnotizante escote, en forma de pico, que dibujaba un perturbador canalillo debido a sus grandes pechos. Encima de aquel canalillo maravilloso reposaba un collar precioso a juego con los pendientes que llevaba. Era una auténtica diva. Otra cosa buena es que casi no se había puesto maquillaje, por lo que su belleza natural era la protagonista en aquella imagen.

-La cena está servida -me dijo sonriendo como una diosa.

-Mamá... estás... -No sabía que decir.- Nunca te había visto así, ni en mis mejores sueños -me salió del alma.

-Gracias, Roberto -dijo ella un poco ruborizada.- Eres un sol.

-¿Y ese vestido? -pregunté.- Me suena, pero ya ni me acordaba...

-Es viejo, -dijo ella suspirando.- Muy viejo. Pero ya ves... ¡aún me entra!

-Claro que te entra, mamá... -dije con tono molesto por su exageración.- ¡Estás delgada!

-No estoy gorda... vale -contestó.- Pero delgada, lo que se dice delgada... lo había estado más en otros tiempos... Antes estaba como tu tía... Y, aún hace mas tiempo, estaba como tu hermana Laura.

-Para mi estás perfecta.

-¿Vas a estar piropeándome toda la noche -preguntó riéndose de una forma maravillosa,- o bajamos a cenar?

-Vamos, mami.

Y los dos bajamos al comedor. Cuando vi lo que me esperaba no supe como reaccionar. La mesa estaba puesta con el mantel bueno, que reservamos para ocasiones especiales. Había dos velas que iluminaban un poco el comedor, ya que la mayoría de luces estaban apagadas. Tambien había, aparte del plato de verduras con y setas que mi madre había preparado, dos copas y una botella de vino que me trajo recuerdos agridulces. Era una botella igual a la de la noche de mi accidente. Mi madre me puso una mano en el hombro mientras veía el panorama. La miré y me sonrió. Le devolví la sonrisa.

Nos sentamos en la mesa y empezamos a comer. Acompañamos la comida con el vino pero los dos nos moderamos mucho aquella vez. Hablamos de como iban las cosas últimamente sin tocar temas "extraños", los chicos con los que se veía a mi hermana Laura últimamente y varios cotilleos más. Me preguntaba hasta cuando aguantaría sin sacar el tema que habíamos quedado en hablar. Cuando la comida ya se había acabado prácticamente, mi madre dijo:

-Pues hoy, cuando hablaba con tu tía Isabel, me ha dicho que vio a Laura con un rubio muy alto paseando por el paseo marítimo... Ella aún es más cotilla que yo... ¡Que conste! -cogió la servilleta y se limpió con delicadeza los labios, muy acuradamente para que el pintalabios no se le corriera.- Tu tía está bien loca y siempre ha tenido unas ideas tan diferentes al resto de la gente...

-¿En serio, mamá? -pregunté más interesado.- ¿Siempre ha sido así?

-Desde pequeña -dijo entre sorbos de vino. Sujetaba la copa con mucha elegancia.- No es de extrañar que ahora no vea raras algunas cosas que yo siempre había tenido por impensables.

-Te refieres a...

-Me refiero a tener sexo con un miembro tan cercano de la familia como puede ser su sobrino... -dijo cortándome y dejando la copa de nuevo en la mesa (aún era la segunda, por lo tanto su sinceridad y formas tan claras de hablar no se veían muy afectadas por el alcohol, quizás solo un leve matiz).- O incluso parecerte normal que tu hermana mayor le haga pajas a su propio hijo... y que le guste.

-Mamá... de verdad -dije yo un poco nervioso.- Si crees que no está bien, no hace falta...

-Siempre he creído que no estaba bien -me volvió a interrumpir.- Por favor, Roberto, dejame hablar y luego me dices lo que piensas. Se me hace un poco dificil pero creo que debo intentarlo.

-Está bien, mamá -dije silenciándome.- Te escucho.

-Tía Isabel me ha hecho muchas preguntas a raíz de lo que le conté. Prácticamente no me ha dejado tranquila hasta que no le he respondido todo con absoluta sinceridad -tragó saliva y siguió hablando.- Gracias a las preguntas que me ha hecho, me he oído a mi misma respondiéndolas y me he sorprendido de algunas cosas que he llegado a decir... -Miró al techo con los ojos y volvió a coger fuerzas para seguir hablando.- Me ha estado preguntando mucho acerca de qué era exactamente lo que me daba miedo de tener estos acercamientos tan poco habituales entre una madre y un hijo... Roberto -se preparó para la parte que le costaba más,- me he oído decirle, con el corazón abierto, que lo que me aterrorizó de verdad fue descubrir que, en cierta manera, yo también disfrutaba... Yo también esperaba los dos días con ansias para que llegara el tercero. -Se hizo el silencio hasta que me atreví a preguntar:

-¿Sufrías las esperas como yo?

-Sí -asintió después de unos largos segundos.- Y no solo eso... alguna vez me había tenido que encerrar en la habitación y masturbarme para calmarme. No quería que rompiéramos el pacto y, para saciar las ganas de tocarte de nuevo, me tocaba yo... Me aferraba al pacto y a sus limitaciones como representación de la poca cordura que aún consideraba que me quedaba... Me decía a mi misma que me masturbaba solo porque me apetecía, que no era un acto substituto para saciar mis ganas de tener sexo contigo... Pero cuando tu tía me ha preguntado si pensaba en ti cuando me masturbaba... No he podido decirle que no -tragué saliva y concentré los cinco sentidos en ella.- ¡Me aparecías mucho a la cabeza, hijo! Yo intentaba callar esos pensamientos, pero no los controlaba... Pensé que era inebitable tenerlos pero no les haría caso en absoluto. Me hice la fuerte y caí rápido... Necesité huír sexualmente de ti, como ya sabes.

-Lo se... -dije mientras descansaba de su discurso.- Dijiste que no te sentaba bien, que eran muchas cosas... entre ellas papá.

-Papá... -dijo mi madre sonriendo, mirando hacia arriba.- Tu padre es la persona más comprensiva que conozco... Tú has heredado su buen corazón, hijo. Cada día que pasa es un día más que no se despierta y no sabemos ni si lo va a hacer nunca... -respiraba poco a poco y le temblaba un poco la voz.- Mi vida sigue girando entorno a él, pero yo veo cada día como necesito hacer más cosas por mi misma. ¿Sabes? Necesito ser yo misma y esperarle de otro modo... Viviendo mi vida, ya que con uno que no pueda vivir la suya ya es demasiado -le caía una pequeña lágrima de su ojo izquierdo.- El no se enfadaría ni siquiera por esto...

-Yo también le echo de menos, mamá...

-Pues claro, Roberto. Es normal -me sonrió muy ampliamente.- Es tu único padre y yo por él he sentido los sentimientos más fuertes de mi vida. Y tú te pareces tanto a él...

-¿Eso es que tú también me echas piropos? -le dije con una sonrisa bromista.

-Tómatelo como quieras, Roberto -respondió respirando otra vez más tranquila.- Pero tu tía me ha ayudado a sincerarme conmigo misma y reconocerlo... Le he acabado confesando a ella que te quiero, hijo. Aunque eso no es nada raro... soy tu madre.

-Yo también te quiero, mamá...

-Lo sé -respondió ella.- Y también sé que me deseas...

Quizás instintivamente se empezó a contornear como una auténtica seductora mientras hablaba.

-Mamá... -le aclaré,- te lo dije muchas veces y me decías que eran tonterías mías...

-Y te pido perdón por ello -me interrumpió.- Espero que me perdones por haber tardado tanto, y por además haber tenido que hablar con otra persona para darme cuenta del todo. Por muy raro que me parezca y muy poco habitual que sea eso en una madre y un hijo... Me he dado cuenta de que me haría más daño que lo ocultáramos. Es mejor dejarlo salir y no pensar, Roberto. Lo que tú sientes por mi y lo que yo siento por ti...

-Lo que tú sientes por mi...

-No solamente te amo como a mi propio hijo, que ya es muchísimo... -me miró a los ojos para que la frase me llegara al alma, entrando por cada poro de mi piel.- También te deseo, Roberto. Y no sé ni cuanto tiempo hace, en realidad.

-Mamá...

Se levantó y caminó hacia mi. Se agachó sin darme tiempo a que yo me levantara y me abrazó con toda su pasión, poniendo la cabeza en mi hombro. Oía de cerca su respiración. Se fue separando de mi muy poco a poco, pero sin soltarme. Aún me agarraba con sus brazos. Mientras se alejaba puso su bello rostro delante de mi cara. Nos encontrábamos a escasos centímetros el uno del otro. Le podía ver cada poro de su piel y esas preciosas pecas tan claritas que tenía en los mofletes y que solo se veían de cerca. Nos miramos a los ojos y, como si el destino nos invitara a hacerlo, los cerramos mientras acercábamos nuestros labios y nos fundimos en un tierno beso de amantes, largo, lento y cálido. Mis labios contra los suyos, y nuestras dos lenguas acarciándose la una a la otra. Podría jurar que duró minutos pero que habría llegado a desear pasar el resto de mi vida así. Era mi primer beso, y era con mi propia madre.

Separamos los labios y sonrió. Fue una sonrisa que salía directamente de su alma. Le correspondí la sonrisa y nos volvimos a besar, más apasioadamente, mientras nos empezábamos a acariciar con las manos. Ella me besaba el cuello y yo le olía el pelo. Estaba en éxtasis. Mientras seguía sonriendo me dijo muy tiernamente:

-Hay chocolate en la nevera para el postre... Pero puede que prefieras pasar del postre y venirte conmigo a mi cuarto. En mi cama.

-Con mucho gusto, mami -respondí yo con el corazón a mil, emocionado por lo que pudiera suceder y nervioso por la incertidumbre.

Me cogió de la mano izquierda y me llevó poco a poco hacia la escalera. La subimos como dos amantes de cine erótico, ella aun cogiéndome de la mano y guiándome hasta donde yo ya sabía ir. Mi nerviosismo se acentuaba cuando pensaba que, si bien ya sabía que allí arriba tendría a mi madre como siempre la había deseado, desconocía hasta que punto querría llegar ella conmigo (y no me atrevía a preguntárselo). Entramos en su cuarto y me dijo:

-Siéntate en la cama, cariño. Aún estás débil y no deberías hacer ningún esfuerzo...

Le hice caso. De hecho, hubiera obedecido cualquier orden suya. Cuando estuve sentado al borde de su cama, se agachó y me volvió a morrear. Entonces aproveché para magrearla mucho más. Le toqué el culo y se lo apreté con fuerza para sentirlo bien en mi mano. Era una pena poder mover solo una mano, ya que no podía tocarla tanto como hubiera querido. Con mi única mano disponible recorrí muchos sitios de su cuerpo, pasando por su espalda, su nuca, su cuello, su pecho (apretándolas por encima de aquel vestido tan increíble), sus muslos... No sabiendo muy bien como seguir en estos últimos. Ella me besaba los labios, pero también el cuello, el torso, el pecho... Me fue desabotonando la camisa mientras sus labios y su lengua me daban carícias cada vez en más sitios diferentes. Cuando llegó al último botón me quitó la camisa con mucha suavidad. Volvió a besarme, esta vez con más pasión, agachándose más para llegar a mi vientre. Si bien es verdad que no tenía los abdominales muy marcados, por lo menos mi vientre lucía plano.

Yo no sabía qué decir. Sencillamente respiraba con ganas e intentaba disfrutar del momento, aunque eran tantas las novedades que mi cabeza iba a mil por hora. Mi madre seguía bajando y me puso una mano en el pecho para acariciármelo. Su cara llegó a mi cintura y se volvió a levantar. Me miró a los ojos y me sonrió con ternura, creo que buscaba en mi mirada la complicidad y la seguridad para seguir haciendo aquello que, por mucho que se hubiera decidido a aceptar, aún le seguía pareciendo raro. Yo le devolví la sonrisa preguntándome aún hasta donde llegaríamos aquella noche. Ella volvió hacia mi y puso sus manos en mi paquete. Aquel día llevaba pantalón largo para la ocasión. Ella desabrochó el botón y la cremallera sin ninguna dificultad, pero tampoco ninguna prisa. Me bajó lentamente el pantalón hasta el suelo y se volvió a incorporar.

Mi boxer ya reflejaba mi estado, mostrando un paquete abultado con ganas de ser liberado y mimado. Mi madre me volvió a mirar y sonrió más ampliamente, se le habían subido los colores y tenía las mejillas un poco rosadas.

-¿Me permites? -dijo mientras se dirigía a abajarme el calzoncillo.

-Claro... -dije yo mientras ya lo estaba haciendo. Mi polla resplandecía de alegría cuando apareció en la escena. Estaba dura, muy dura, dispuesta a hacer un buen papel, fuera cual fuera... Mi madre se lamió su mano con mucha saliva y la fue a esparcir directamente desde la punta de mi capullo hasta los huevos, pasando a lo largo de todo mi falo. Me acarició cuando estuve totalmente lubricado, pareciéndose más a unas caricias infernalmente placenteras que a una paja con la eyaculación como objetivo. Se estuvo así un buen rato y yo me estremecía de puro gusto, no podía creer que pudiera sentir tanto placer. El que había sentido con mi tía había sido muy intenso, pero aquel era un poco diferente, era algo delicioso y pausado... Quizás solo una madre te puede dar unos mimos tan delicados.

Después de estarme masajeando la polla unos minutos, la soltó. Se volvió a levantar y caminó hacia su mesilla de noche. Cogió una goma para el pelo y volvió hacia mi haciéndose una coleta para que este quedara todo recogido detrás de su cabeza. Mientras se la terminaba de hacer me habló:

-Espero que te guste, cariño. Voy a hacerlo para que te desfogues como nunca y lo pases bien ¿De acuerdo? Así que dime si te gusta... Creo que no te lo han hecho nunca, pero si lo hago mal o algo... dímelo. Yo hace bastante tiempo que no lo hago.

Temblé de incertidumbre y de emoción. ¿Me estaba insinuando que iba a...? No me lo podía creer. Se puso de rodillas delante de mi, subiéndose un poco el vestido para no forzar el tejido de este. Com su mano derecha me sujetó la polla por la base y con su mano izquierda se puso detrás de la oreja un poco de pelo que no era suficientemente largo para formar parte de la coleta que se había hecho. Me miró con sus preciosos ojos y fue abriendo la boca mientras estos también bajaban hacia mi entrepierna. Llegó con los labios abiertos hasta mi capullo y allí los cerró suavemente, envolviéndolo.

Descubrir que siempre hay un peldaño más en la escala del placer era algo fascinante. En aquel punto no podía ni pensar con claridad, tenía mi epicentro del placer dentro de la boca de mi madre y ella iba a cuidarlo como nadie. Así fue: su lengua se empezó a desplazar por mi glande con unas suaves caricias que contenían y juntaban lo mejor de unos mimos maternales y lo mejor de la lengua de una amante entregada al placer de su compañero de cama.

Prontó empezó a mover el cuello y temblé. Entendí que aquel proceso me acabaría llevando al orgasmo por otro camino diferente al de una paja. Donde en una paja hay fricción y presión, allí había caricias y estimulación de los puntos clave, utilizando sus labios y su lengua. Predije que sería muy intenso, aunque no sabía bien hasta que punto. Sus labios frotaban el tronco de mi pene endurecido de arriba a abajo, iban desde medio glande hasta casi la mitad de todo el falo, y luego volvían hacia atrás. Su lengua no se veía, pero se movía en círculos, dando increibles golpecitos a mi frenillo. Era la sensación más maravillosa que había probado nunca.

A veces se sacaba la polla de la boca y se quedaba un rato besándola y lamiéndola por todos los sitios, para luego volver a engullirla. Yo cada vez la tenía más enrojecida y a punto de estallar. Ella pasó de ir a un ritmo lento-medio a acelerar un poco sus movimientos y aún aluciné más. En un momento que era demasiado bueno paró, y mi parte que le gusta rogar disfrutó de aquel detenimiento. Me gustaba desearla y desear que continuara. Con la boca vacía me habló:

-¿Te parece que me quite el vestido? -preguntó con los colores muy subidos de su esfuerzo para darme placer.- ¿Me quieres ayudar?

Se giró de espaldas a mi para que le bajara la cremallera de detrás. Con la mano izquierda temblorosa agarré la cremallera entre dos dedos y la deslicé hacia abajo. Ella se agarró un tirante con cada mano y los ayudó a caerse con un movimiento que me cautivó. El vestido se redujo a la mínima expresión y ya no era tan bello, arrugado en el suelo. Ahora lo verdaderamente bello era mi madre en ropa interior, con un conjunto negro con motivos granates bordados. Nunca había vista nada tan precioso como aquella visión. Lo podría jurar.

Se giró de nuevo hacia mi y la pude contemplar unos segundos, cautivado por su esplendor. Me volvió a morrear agachándose un poco. Aquella vez su boca sabía diferente, por el hecho de haber estado teniendo mi pene dentro, pero no me importó. Mientras me morreaba me volvió a agarrar el falo y me lo pajeó con tranquilidad. Su boca volvió a bajar por mi pecho y mi vientre y volvió a aprisionar mi pene entre sus labios.

Siguió haciéndome besar el cielo y yo le empecé a acariciar las tetas. Mientras lo hacía, vi que se volvía a sacar mi polla de la boca y se ponía más recta, para que su pecho quedara a la altura de esta. Agarrándomela por la base con su mano, propició con ella pequeños golpes a sus tetas, en la parte que no estaba cubierta por su sujetador. Mejor aún fue el momento en que, mientras seguía haciéndolo, con su otra mano se lo desabrochó con gran maestría.

Las volví a ver... Aquellas grandes mamas, tan bonitas de ver, con aquellos hipnotizantes pezones rosados... Las acaricié y sobé a mi gusto cuando mi madre hizo que mi polla volviera a golpear sus tetas, ahora en su totalidad, pero centrándose en el pezón. Luego cambió el movimiento y pasó a deslizar mi falo, que seguía bien mojado de saliva, por la superficie de sus pechos. Entendí que había otra gran forma de disfrutar del pecho de una mujer que con las manos, la cara o la lengua... Se trataba de mi orgáno mas sensible recorriendo su órgano más tentador... Tocarle las tetas con la polla. La llegó a aprisionar entre las dos y creo que subí al siguiente escalón del placer.

No me hizo correr con ellas porque quiso volver a degustarme. Volvió a sus movimientos de cuello (esta vez más rápidos que nunca) y noté que empezaba la cuenta atrás. Con su lengua estimulaba mi frenillo, que era la parte que hacía que la puerta que encerraba mi leche en mis huevos amenazara con abrirse de un momento a otro. Faltaban pocos segundos y ella no cesaba su mamada, totalmente entregada a su querido hijo. Tenía que avisarla:

-Mamá... -dije con la poca claridad que aún podía sacar de mis palabras.- Cuidado... Me falta poco...

Se sacó la polla de la boca para hablar, pero sustutuyó el movimiento con su mano derecha, yendo exctamente a la misma velocidad que iba con su cabeza. Habló muy rápido para perder el menos tiempo posible:

-Cariño, no te preocupes y córrete a gusto en mi boca... -y la volvió a chupar.

Me lo tomé como una orden directa. Sentí que algo crecía desde la base de mi polla hasta la punta. No lo podía ver, pero mi semen brotaba de mi con una intensidad enfermiza. No podía ver ni oír nada. Por un momento todo fue placer. Creo que notaba su lengua lamiéndome y sus labios que iban más rápido que nunca a lo largo de mi polla, pero lo que antes no me costaba tanto de distinguir, se había convertido en placer sin medida, sin ninguna explicación más.

El mundo volvió poco a poco. Volví a ver a mi madre con el mismo movimiento que me había provocado aquel orgasmo. Lo hacía cada vez más lento y mis espasmos seguían en forma de ráfagas de placer absoluto. Fueron mermando con los segundos que pasaron y finalmente cesaron, aunque mi madre aún no se había detenido. La seguía chupando o se la sacaba de la boca y la lamía mientras la apretujaba con su mano para que no quedara ni una gota de semen en el interior de mi pene. Esas gotitas salían tímidas desde mi puntita y mi madre las lamía rápido dejándome el capullo limpio y reluciente: se lo había tragado todo.

Con la cara enrojecida me miró fijamente a los ojos y me sonrió, esta vez con complicidad, con cariño. Subió a mi altura y me acarició la mejilla. Me dió un suave beso en los labios sin abrir la boca y, cuando se apartó, dijo:

-Cariño, espero haberte desfogado más que nunca. Lo he hecho con todo mi amor... Eres mi hijo y te quiero, ya lo sabes...

Mi expresión reflejaba la incredulidad de vivir en aquel sueño. Pero debía decir algo:

-Gracias, mamá... Muchas gracias... Me ha gustado mucho... Nunca me habías ayudado tanto...

-Cielo, es un placer ayudarte -dijo ella.- Pero he aceptado que no solo lo hago por ayudarte... es algo que también me gusta... es algo que deseo hacer... Así que, si a ti te parece bien... si los dos lo deseamos... podemos.

No dije nada. Solo asentí con la misma cara de incredulidad que hacía un rato. Mi madre volvió a hablar:

-¿Quieres dormir conmigo esta noche? Laura y Marta no vuelven hasta mañana...

Volví a asentir, pero esta vez también hablé:

-Claro, mamá... Me encantaría.

Cuando apagamos la luz nos tumbamos en su cama tal qual íbamos: ella en bragas y yo completamente desnudo. Nos deseamos las buenas noches con un beso en la boca que se alargó unos instantes. Yo no tenía sueño y tampoco creí ni por un momento que me fuera a dormir así como así. Pasados unos minutos mi madre y yo nos volvimos a acurrucar. A pesar del calor que hiciera queríamos estar cerca. A oscuras le palpé el pecho y me sentí protegido pegándome a él. Nos volvimos a morrear y a acariciar, esta vez sin decirnos absolutamente nada. Estábamos de lado el uno enfrente al otro, pegados, muy pegados. Mi polla se endurecía de nuevo por momentos. Fui a comerle las tetas tal y como me sentía: era su bebé otra vez, aunque ahora era diferente. Me pegué más a su cuerpo y tuve la idea de que, si había alguna forma de morir para elegir, esta sería ahogado con la cabeza entre aquellos pechos. Pasó un buen tiempo, quizás horas, de magreo y de no dejar dormir al otro, aunque prefería mil veces estar de aquella manera que dormir. Me pegué al máximo a su cuerpo y ella notó mi pene endurecido totalmente presionado contra ella. Más concretamente contra sus bragas.

-Hijo... -habló en susurro.- Ya vuelves a estar como una moto, cariño...

-Mami, me gustas mucho...

-Vaya por Dios, Roberto... -dijo apartándome un poco para poder tocar con su propia mano mi polla.- No recordaba la marcha que tenéis los adolescentes...

-Es por ti... Tú me pones así...

Se rió muy bajito y me apretó también contra ella en aquel abrazo cada vez mas pasional, sin soltar mi falo.

-Mamá... -dije yo aún en susurros.- Contigo nunca me canso... Repetíria para siempre lo que me haces. Lo haría contigo toda la noche...

-¿Harías...? ¿El qué? -preguntó ella.

-Pues eso... -respondí tímidamente.- Como me la tocas y como me la chupas...

-Ah, entiendo... -hizo una pausa prudente.- ¿Pero también te gustaría hacer algo más...?

-¿Algo más...?

-Me ha parecido entender... -empezó ella, pero luego se calló.- Da igual, déjalo.

-No, mamá... -dije insistente, ahora ya sin susurrar.- Dime lo que habías entendido...

-No sé, cariño... -dijo ella evadiendo la situación muy pobremente.- Tampoco se si querrías... conmigo...

Confirmé las sospechas de haber entendido lo que me había parecido entender. No sabía que decir, ¿Se estaba ofreciendo para...?

-Mamá... Si tú no quieres no te preocupes...

-Sé que estamos hablando de algo más que tocarte y dejarme tocar. Pero tampoco veo una diferencia abismal con lo que ya hemos hecho... Y si tú realmente quisieras... Por mi... Pues... No sé... se puede hablar.

-Mamá... -dije yo dando paso a otro silencio imperante. Luego volví a hablar.- Me encantaría. Si tu quisieras, me encantaría.

-Hijo... -dijo ella con ternura y sinceridad.- Me lo había preguntado... Me había preguntado si tu querrías, pero ahora mismo estás débil aún y ya me lo había quitado de la cabeza. No puedes hacer esfuerzos.

-Sí que me siento débil -dije yo, volviendo a magrearla bien.- Pero me muero de ganas de hacerlo, mamá. Hacerlo contigo...

-Hijo... si tú quieres, sin que hagas ningún esfuerzo... -dijo ella pensando lo bien en lo que quería decir.- Yo te lo dejo probar.

-Mamá... -dije yo en pleno éxtasis mental.- Muchas gracias... Me muero por probarlo así que...

-Sht... -me puso un dedo en los labios para que me callara y se incorporó en la cama. Encendió la luz de la mesilla de noche que iluminó ténuemente la habitación con tonos muy cálidos y anaranjados. La volví a ver solo en bragas, con aquellas tetas espléndidas, aquellas caderas anchas y aquel pelo ondulado, otra vez suelto, que le llegaba hasta un poco más abajo de los hombros. Volvió hacia mi pero esta vez se colocó de rodillas en la cama mirándome y me empezó a acariciar con una mano dando varios viajes por muchas partes de mi cuerpo, recorriéndolas todas. Yo estaba tumbado bocarriba y con la polla bien tiesa, preparada para explorar cosas nuevas, aunque yo ya hubiera estado allí dentro hacía muchos años.

Mientras yo tenía ese pensamiento ella se sentó en la cama y se empezó a quitar las bragas. Yo la obsevé con detenimiento. Cuando vi su pubis me percaté que lo tenía arreglado y un poco depilado por la zona del bikini, con el pelo recortado para que no se le rizara y quedara solo una fina capa de vello. Cuando hubo terminado de quitárselas se sentó encima de mis muslos, con una pierna en cada lado de mi cuerpo, mirándome a mi.

-¿Peso mucho? -me preguntó.

-Mamá... -dije lleno de excitación.- Ya te dije el otro día que no...

Ella me sonrió con amabilidad y me cogió mi mano izquierda. Se la dirigió a los muslos, concretamente entre sus piernas, y me guió hasta el preciado objetivo que representaba la culminación de todos aquellos deseos que nos llevaban a encontrarnos aquella noche allí, en su cama, con la idea en la cabeza de fundirnos el uno con el otro. Acercó mi mano a su coño y lo toqué por primera vez. Primero noté la sensación del vello. Era suave, pero con el afeitado y el recorte que se había hecho, los pelillos crecían algo más fuertes de lo natural. Luego exploré más aquella nueva zona.

Cuando separé sus primeros labios vaginales empecé a notar el calor y la humedad. Mi madre gimió y me adentré un poco más, notando la viscosidad y calidez del órgano que estaba descubriendo. Me gustaba. Meter la polla ahí debía de ser una delicia. Mi madre habló entre pequeños jadeos:

-Roberto... uhm, sí... Eso, Roberto, ahora tócame tu a mi... Ponme más caliente...

Me sorprendió oír a mi madre hablar de aquella manera. Me pareció muy surrealista, como si la escena no lo hubiera sido hasta entonces. Ella siguió hablando con un vocabulario que me siguió confundiendo y excitando:

-Te has tocado pensando en este momento, seguro... Mucho ¿Verdad?

-Si, mamá... -le respondí, también muy caliente.

-En el momento en que te vas a follar a tu madre... -dijo ella.

Ahí ya estuve al borde del colapso. Entre la excitación y la sorpresa de oír a mi madre hablando de aquella manera tan cachonda necesité más que nunca penetrarla y gozar de ella. Volver al agujero de donde una vez había salido. Le introduje más los dedos en aquel agujero y terminé de notar lo mojada que estaba.

-Oh, sí... -gimió ella.

-Mamá... lo necesito... -dije casi suplicando.- Quiero follar... Metértela...

Mi madré se incorporó para diponerse a ser penetrada por mi. Vi que se levantaba un poco y tuve que decir:

-¡Mamá..! Tengo condones en la habitación por si alguna vez los necesitaba... Me tendría que poner uno ¿No?

-Hijo... -me dijo mi madre llena de ternura con una amplia sonrisa, deteniendo su acercamiento.- Adoro que sigas mis consejos... Ya sé que siempre te digo que te lo tienes que poner siempre... pero conmigo no hace falta, cariño. Yo tomo la pastilla para regularme la regla, no me puedo quedar embarazada...

-Vale, mamá... -dije agradeciendo no tener que levantarme e intentar ponerme torpemente un preservativo sin tener ni idea.

Ella siguió con su movimiento mientras decía:

-Pero cuando lo hagas con cualquier otra persona... ¡Póntelo! ¿Vale?

-Vale, mamá...

Ella había arqueado el cuerpo hacia delante y me había acercado mucho los pechos a la cara. Su coño estaba un palmo por encima de mi polla, que lo apuntaba con ansias. Me agarró la polla pasando su brazo entre sus piernas para llegar a ella. Lo hizo para que la punta de mi falo apuntara mucho más concretamente, como una flecha, a su agujero. Solo le faltaba bajar y sentarse... ya estaría hecho. La estaba a punto de penetrar. Me miró a los ojos y me habló:

-¿Preparado?

Asentí con la cabeza y ella bajó todo su cuerpo. La punta de mi polla chocó contra sus labios vaginales buscando la entrada. Ella tenía aún sujeta mi polla con la mano y la movió para que encontrara ese agujero. Sentí un placer maravilloso con aquella fricción y di un soplido de puro gusto. Le costó un poco entrar, cuando encontró el agujero tuvo que hacer un poco de esfuerzo para poder relajar el cuerpo y sentarse del todo encima de mi. Entonces mi pene entró en su vagina y sentí, a lo largo de todo el tronco, la suavidad, la humedad y el calor de mi madre por dentro. Ya estaba dentro. No puedo explicar con palabras la sensación que sentí, tanto física como mentalmente. Mi madre jadeó:

-Oh... Robe... ahora estás dentro... Otra vez... -sonrió.

-Mamá... -respondí con una alegría insólita.- Lo estamos haciendo...

-Si hijo sí. -siguió ella entre jadeos mordiéndose el labio de placer.- Tú no te preocupes, no hagas ningún esfuerzo... Me voy a mover yo... Espero acordarme aún...

Y empezó a mover su culo hacia arriba y hacia abajo, notando yo las paredes de su vagina acariciándome. Era el mismo gesto que hacía con su mano alrededor de mi polla cuando me masturbaba, pero al hacerlo con el coño la sensación era infinitamente diferente. Se arqueó más hacia mi para facilitar su movimiento y apoyar sus manos en el colchón y me encontré con sus tetas prácticamente en mi cara. Las agarré con mi única mano funcional y las chupé. El ritmo de su culo aumentaba muy gradualmente. Puse mi cara entre sus pechos y me abandoné al frenesí. Mi madre empezó a gemir cada vez más fuerte y aumentó el ritmo aún más.

-Mamá... te quiero...

-Lo sé -dijo ella entre gemidos.- Sabes que yo a ti también...

-Mamá... Creo que me correré otra vez...

Su ritmo creció más:

-Claro, cariño... Hazlo si te apetece...

La sujeté de su culo con la mano izquierda y le ayudé a marcar el ritmo acelerándolo aún un poco más. En mi polla el placer crecía y crecía y la cara de mi madre se iba rompiendo en una expresión de placer absoluto. Mi polla se endurecía hasta llegar a su máximo: lo siguiente era estallar en un orgasmo. Mi madre jadeaba casi con dificultad, cerraba los ojos y se mordía el labio. Como si mi semen me sobrara, sentí que tenía que salir cuanto antes e inundar el sitio del que yo nací.

-¡¡¡Mamá... me corro!!!

-Yo... tam... bién...

Y gemimos los dos como posesos. Mientras mi polla explusó todo el semen que le quedaba, su vagina la estrujó y comprendí cual era el peldaño más alto en la escalera del placer. El cuerpo de mi madre se convulsionó y entendí como era un orgasmo femenino. Jadeó y gimió como una posesa. Nuestros movimientos fueron cesando y volviéndose deliciosamente tranquilos, con el placer mutuo convirtiéndose en un gran gusto que se prolongaba hasta más no poder. Mi madre buscó mis labios con los suyos y me besó en aquel fantástico momento.

-Cielo... -dijo cuando recuperó el aliento.- ¿Como estás...?

-Mamá -dije yo.- Ha sido increible... Aún no me lo creo, mamá...

Me volvió a besar y no dijo nada. Aquella noche ya no tardamos en dormirnos, y lo hicimos abrazados, sin importarnos la temperatura del verano.

CONTINUARÁ...
 
CAPÍTULO 5: EL SUEÑO HECHO REALIDAD

Siempre había pensado que mi tía estaba un poco loca pero no hasta aquel punto. No me había dado ningún detalle de lo que hablaría con mi madre pero me había asegurado que, si salía bien, podría volver a tener sexo con ella, y no solo "simples" pajas... No me lo acabé de creer. Decidí pasar de cotillear más de lo que hablaran o dejaran de hablar y simplemente vivir mi vida. De hecho, tener a mi tía prácticamente a mi completa disposición ya era un chollo muy grande. No tardé mucho en llamarla: al día siguiente de nuestro primer encuentro ya busqué su número en la agenda del móvil y lo marqué.

-¿Sí? -contestó tía Isa.

-Hola, tía... -dije yo.- ¿Qué tal?

-Muy bien, Roberto -contestó ella.- ¿Y tú?

-Voy haciendo, tía... -le respondí un poco nervioso por la rara situación.- Cada día me encuentro un poco mejor...

-¡Ese es el espíritu, sobrino! -dijo ella con positivismo.- ¿Querías algo?

-Ehm... bueno -dije.- Ya sabes... como me dijiste que te llamara cuando...

-Ah, es eso... -se rió mi tía con maldad.- Jejeje... Pues me pillas sin mucho que hacer, así que si quieres vengo, pero me tienes que invitar a vuestra fantástica piscina. Quiero aprovechar bien el viaje...

-¡Claro que sí, tía! -le dije contento.- Usa la piscina cuando quieras, ya lo sabes. Aunque te tendrás que bañar sola porque no hay nadie en casa en todo el día. Mi madre se ha ido de compras con Marta y Laura a un centro comercial y a ver una peli al cine...

-¡Uy! -dijo mi tía con una sorpresa alegre.- ¿Toda la piscina para nosotros dos?

-Tía -contesté con resentimiento,- yo aún no me puedo bañar...

-Bueno, niño... -dijo mi tía obviando los problemas.- Vengo en unos veinte minutos y ya veremos lo que hacemos.

Los veinte minutos los pasé degustando el sabor a que lo inevitable se acercaba. Llamó al timbre y fui a abrir con toda la agilidad que pude.

-¡Hola guapo! -me dijo dándome un beso muy cariñoso en la mejilla y abrazándome con un brazo. Llevaba un vestido y el bikini debajo. Nada más. Estaba espléndida y tenía muchas ganas de comérmela entera.

-Hola, tía -le devolví el saludo.- Pasa...

-¿Aun no llevas el bañador? -preguntó sorprendida.

-Tía... -le respondí.- Te he dicho que no me puedo bañar...

-Tú te vienes a la piscina conmigo y nos hacemos un poco de compañía -respondió ella casi sin escucharme,- que al menos te dará el sol.

-Vale... -dije yo dándome por vencido. ¿Pero que no venía a pajearme?

-Además, puedes ponerte el bañador y sentarte en la escalerita, que al menos se te refresquen las piernas.

-Vale... voy a ponérmelo... -dije dando a entender el tiempo que necesitaría para hacerlo.

-Uy, espera -dijo ella.- Subo y te ayudo...

Sonreí. Ella subió conmigo hasta mi habitación y allí me dijo:

-Venga, te quito los pantalones y te pongo el bañador...

Y así lo hizo. Cuando me bajó los calzoncillos mi polla la recibió con alegría: sabía lo que le esperaba. Ella no pudo evitar comentarlo:

-¡Veo que sí! Tu cuerpo te pide guerra hoy también... eres fogosín y creo que te viene de familia.

-Se alegra de verte -le dije a mi tía.- Después de lo de ayer quiere un poco mas...

-Sht... -dijo mi tía agarrándome el glande con la mano entera, cosa que me dio mucho gusto sin haberlo visto venir.- Has dicho que teníamos toda la tarde... tú ahora ponte el bañador...

Me lo puso ella y guardó mi erección en aquel bañador ancho, que no evitaba que mi paquete se notara mucho. Bajamos a la piscina y allí se quitó el vestido enseguida. Se quedó en su fantástico bikini marrón y naranja. Pusimos las toallas una al lado de la otra en el césped y ella se dirigió a la ducha para poderse bañar. Yo caminaba hacia ella, que terminó de ducharse rápido y, sonriéndome, me cogió el brazo. Noté sus tetas pegadas a mi.

-Te ayudo a sentarte a la escalera, pero no te vayas a resbalar y a caerte...

-Muy bueno, tía -dije con tono sarcástico.- No voy a volver a resbalar en la vida...

Mi tía me ayudó a que me sentara y el agua me cubrió hasta el culo, refrescándome bastante de cintura para abajo.

-Voy a nadar un poco -dijo mi tía. Acto seguido me guiñó un ojo.- No tardaré en volver...

Se fue a la zona que mas cubría de la piscina y se sumergió. Nadó de todas las maneras que supo y se relajó mucho. El símil de una sirena volvió a mi mente y la observé con satisfacción. Su cuerpo curvado y prácticamente perfecto, ese culo redondo, esas tetas tan notorias embelleciendo el bikini que las sujetaba, su pelo largo liso completamente mojado y suelto dejándose llevar por el vaivén del agua... era una diosa. Tal y como me había anunciado no tardó en volver hacia mi, esta vez completamente empapada de arriba a abajo. Estaba preciosa.

-¿Qué tal? -me preguntó.- ¿A que se está bien aquí?

-Sí... -dije contento de volverla a tener cerca.- Me encantaría poder nadar, pero me conformo con mirar...

-¿Que me estabas mirando, depravadito? -dijo con tono meloso y juguetón.- ¿A la hermana de tu madre? -se iba acercando a mi muy sensualmente y me puso muy malo. Juntó su cuello con el mío para susurrarme al oído con mucha suavidad:- Que pervertido, mi sobrino...

Se sentó a mi derecha, en el mismo escalón que yo. Noté su cuerpo junto al mío, pero aquella vez todo era más refrescante. La calidez de mi habitación era sustituida por el olor a cloro y el agua de la piscina que impregnaba la piel de nuestros dos cuerpos. La mano de mi tía se dirigió a mi glande y lo agarró, aún por encima del bañador. La caricia me sentó genial y terminé de ponerme bien a tono. Mi tía habló golosa:

-Vamos a darte un poco de la marcha que necesitas...

Me sacó la polla del bañador y la empezó a masajear con delirio. Estaba toda mojada pero, por muy fresca que estuviera el agua, mi polla estaba caliente y aguerrida. Nos miramos a los ojos y me sonrió mientras yo fruncía el ceño de placer. Me empezó a pajear en toda regla y miré al cielo gimiendo. No podía imaginar mejor forma que aquella de disfrutar de la piscina. Le fui a sobar las tetas y se las amasé. En un arrebato se apartó los triángulos del bikini y se las sacó. Tenía los pezones muy duros por el agua y por la excitación. Me dijo desesperada:

-Toma... ¡chúpamelas!

Se las chupé. Sabían a agua de piscina y estaban más fresquitas que nunca, pero me parecieron gloria. Hundí la cabeza entre ellas, como tanto me gusta hacer, y prácticamente berreé de la euforia. Mi polla era sometida a una masturbación muy intensa por su parte. Estaba genial. Tardé un poco más en correrme que el día anterior y el placer fue fantásticamente más largo. Lo anuncié como siempre:

-Me corro, tía... -y así lo hice. Mientras ella se acercaba a mi falo para verlo de cerca yo recosté la cabeza en su hombro izquierdo gimiendo por el placer. El ruido del agua hacía evidente que aceleraba el ritmo de su brazo para que yo gozara de un orgasmo frenético.

Cuando pude recuperar mi respiración me incorporé y le di las gracias. Después de reírnos un rato, los dos nos fuimos a la toalla, ella ya en topless directamente. Allí le volví a dar las gracias por como se estaba portando conmigo y con mi madre y me respondió:

-Tranquilo, chico, no me supone ningún esfuerzo. También lo disfruto yo, ya te lo dije. Y tu madre lo disfrutaría también si aceptara la realidad...

-¿Qué realidad? -pregunté intrigado.

-Sabes que la realidad es que a ti te gusta ella... tanto o más que yo -miré para otro lado.- No te preocupes -dijo apresuradamente con una sonrisa.- No soy nada celosa... El caso es que tu madre no se asustó simplemente de lo que hacía (que ella estaba convencida que era algo temporal, sin repercusión)... He vuelto a hablar con ella y estoy segura que el motivo por el que se asustó fue que le gustaba lo que hacía. Le gustaba a ella y te gustaba a ti... Por eso te dije lo de ayer... Te dije que volvería a hablar con ella y ya lo he hecho. No veo tan dificil convencerla de que es algo entre vosotros dos, que no tiene porque ser malo a pesar de lo que diría una sociedad que tampoco tiene porque enterarse... -se calló y recuperamos la mirada, el uno del otro.- Tú no te preocupes: mientras ella se lo piensa y le doy algún empujoncito..., si quieres descargar tensiones con un poco de contacto femenino aquí está tu querida tía.

No supe muy bien que decir. Me parecía todo muy disparatado. Devolví la sonrisa a mi tía y tomamos el sol un ratito más. Se fue no mucho más tarde y horas despues llegaron mi madre y mis hermanas. Cuando Marta me vió, me contó todo lo que habían hecho durante el día con su alegría desbordante y luego me dijo de hacer una partida a la consola (en el juego de tenis en modo zurdo porque solo podía utilizar mi mano izquierda por motivos obvios). Laura hizo algún comentario sobre que me iba a quedar fosilizado pasando tanto tiempo en casa (como si tuviera otra opción...). Mi madre no estaba nada rara, y aquella noche me duchó sin ningún problema ni erección.

. . .

Las duchas con mi madre se habían convertido en solo duchas. A veces mi pene se podía duro pero ella simplemente lo ignoraba y no sacaba ningún tema de conversación sexual. Por otra parte la relación en general con ella era prácticamente como la de hacía ya demasiado tiempo: pocas sonrisas y un gesto de preocupación y fatiga constante. Mi madre volvía a vivir en lo gris de sus problemas y ya no luchaba para escapar. Bastante tenía con seguir simplemente adelante, llevando toda la carga que se veía obligada a llevar. Tampoco me preguntaba qué tal me iba con tía Isa y estoy seguro que ella sabía que el día anterior su hermana había estado aquí durante su ausencia. Ellas hablaban mucho por teléfono y yo, aunque hubiera decidido no ser más cotilla de lo que ya había sido, no pasé por alto esas llamadas.

Aquella ducha, un día después de la última visita de mi tía, era extrañamente silenciosa. Aunque ella iba sacando varios temas de conversación que no llevaban a nada, tuve la sensación de que me quería decir algo y no sabía como enfocarlo. Después de ducharme me dijo que mis hermanas no estarían aquella noche porque, como no, se quedaban a dormir en casa de sus respectivas amigas.

-Vamos a tener una cena íntima entonces -me dijo con un tono que me cogió muy por sorpresa.- ¿Te parece bien?

-¿Íntima? -pregunté atónito.

-Sí, claro -dijo ella en tono bromista.- Vamos a estar solos, tú y yo.

-Ay, mamá.. Desde luego, que bromas tienes...

-Ay Roberto, perdona... No quiero decir nada que te siente mal -se calló y cambió a un gesto muy sincero.

-Mamá... ¿Qué te ocurre? -le pregunté.- Estás muy rara...

Cogió aire y abordó el tema que se había estado guardando:

-He pensado mucho en lo de los últimos días... y mi hermana me ha estado informando de prácticamente todo... Y también me ha animado a que me plantee cosas... Así que quiero aprovechar esta cena para hablar contigo -yo seguí escuchándola, hablaba muy pausadamente, meditando cada palabra.- Hay cosas que me he callado por miedo ¿Sabes? Y también hay cosas que me dijiste tú que no escuché por la misma razón.

-¿Qué cosas?

-No sabía como sacar el tema y ahora ha salido de golpe, cariño -me explicó ella.- ¿Lo hablamos durante la cena?

-Como quieras mamá... Ayudame a vestirme antes, por favor.

-Claro, cielo -dijo ella.

Nos fuimos a mi habitación y me senté en la cama mientras ella abría mi armario en busca de algo de ropa.

-Ya sé... -me dijo con la cabeza metida en el armario.- Ponte esto...

Sacó una camisa azul que tenía para ocasiones de gala. Era de manga corta y era ideal para el verano.

-¿Una camisa? -dije sorprendido.- ¿Y eso?

-Hace mucho que no te veo con ella puesta. Vas a estar guapísimo...

Me ayudó a ponérmela. Después dijo:

-¿Lo ves? Seductor... -y me acarició el moflete con delicadeza dirigiendo la mano a mi mentón. Yo me estaba poniendo malo y no entendía nada.- Yo no voy a ser menos, tranquilo. No pienso cenar tan de estar por casa como voy ahora. Voy a cambiarme y a prepararlo todo. Tu lee o juega un rato aquí y no te preocupes ¿Vale? Recuerda que aún estás de reposo absoluto...

Antes de irse se giró y me hizo una pregunta:

-Ya sé que he dicho que esperaríamos a la cena para hablar... pero antes necesito saber algo y no puedo esperar... -con un tono muy piadoso siguió hablando.- ¿Me podrías decir si me guardas rencor por algo en concreto?

-Mamá... -dije yo sorprendido por la pregunta que consideraba más que innecesaria.- Por supuesto que no te guardo rencor.

-Vale, cariño -sonrió ella mordiéndose el labio.- Gracias -se volvió a acercar a mi antes de irse y me besó la frente.

Se fue y me quedé mirando como entrecerraba la puerta. Cogí el libro que me estaba leyendo últimamente y una hora más tarde mi madre llamó a la puerta. Ya era la hora de cenar.

-Voy, mami... -dije sin mirar que ella misma abría la puerta.

Me levanté de la cama y me dispuse a caminar cuando giré la cabeza hacia ella y me quedé paralizado. Se había puesto zapatos de tacón y un vestido de un granate muy oscuro. Era un vestido que le llegaba hasta medio muslo y se le arrapaba lo suficiente como para marcar lo mejor de su figura. Sus caderas la convertían en toda una mujer segura de si misma, que se habría podido comer el mundo entero si hubiera querido. La parte del pecho de aquel vestido constaba de un hipnotizante escote, en forma de pico, que dibujaba un perturbador canalillo debido a sus grandes pechos. Encima de aquel canalillo maravilloso reposaba un collar precioso a juego con los pendientes que llevaba. Era una auténtica diva. Otra cosa buena es que casi no se había puesto maquillaje, por lo que su belleza natural era la protagonista en aquella imagen.

-La cena está servida -me dijo sonriendo como una diosa.

-Mamá... estás... -No sabía que decir.- Nunca te había visto así, ni en mis mejores sueños -me salió del alma.

-Gracias, Roberto -dijo ella un poco ruborizada.- Eres un sol.

-¿Y ese vestido? -pregunté.- Me suena, pero ya ni me acordaba...

-Es viejo, -dijo ella suspirando.- Muy viejo. Pero ya ves... ¡aún me entra!

-Claro que te entra, mamá... -dije con tono molesto por su exageración.- ¡Estás delgada!

-No estoy gorda... vale -contestó.- Pero delgada, lo que se dice delgada... lo había estado más en otros tiempos... Antes estaba como tu tía... Y, aún hace mas tiempo, estaba como tu hermana Laura.

-Para mi estás perfecta.

-¿Vas a estar piropeándome toda la noche -preguntó riéndose de una forma maravillosa,- o bajamos a cenar?

-Vamos, mami.

Y los dos bajamos al comedor. Cuando vi lo que me esperaba no supe como reaccionar. La mesa estaba puesta con el mantel bueno, que reservamos para ocasiones especiales. Había dos velas que iluminaban un poco el comedor, ya que la mayoría de luces estaban apagadas. Tambien había, aparte del plato de verduras con y setas que mi madre había preparado, dos copas y una botella de vino que me trajo recuerdos agridulces. Era una botella igual a la de la noche de mi accidente. Mi madre me puso una mano en el hombro mientras veía el panorama. La miré y me sonrió. Le devolví la sonrisa.

Nos sentamos en la mesa y empezamos a comer. Acompañamos la comida con el vino pero los dos nos moderamos mucho aquella vez. Hablamos de como iban las cosas últimamente sin tocar temas "extraños", los chicos con los que se veía a mi hermana Laura últimamente y varios cotilleos más. Me preguntaba hasta cuando aguantaría sin sacar el tema que habíamos quedado en hablar. Cuando la comida ya se había acabado prácticamente, mi madre dijo:

-Pues hoy, cuando hablaba con tu tía Isabel, me ha dicho que vio a Laura con un rubio muy alto paseando por el paseo marítimo... Ella aún es más cotilla que yo... ¡Que conste! -cogió la servilleta y se limpió con delicadeza los labios, muy acuradamente para que el pintalabios no se le corriera.- Tu tía está bien loca y siempre ha tenido unas ideas tan diferentes al resto de la gente...

-¿En serio, mamá? -pregunté más interesado.- ¿Siempre ha sido así?

-Desde pequeña -dijo entre sorbos de vino. Sujetaba la copa con mucha elegancia.- No es de extrañar que ahora no vea raras algunas cosas que yo siempre había tenido por impensables.

-Te refieres a...

-Me refiero a tener sexo con un miembro tan cercano de la familia como puede ser su sobrino... -dijo cortándome y dejando la copa de nuevo en la mesa (aún era la segunda, por lo tanto su sinceridad y formas tan claras de hablar no se veían muy afectadas por el alcohol, quizás solo un leve matiz).- O incluso parecerte normal que tu hermana mayor le haga pajas a su propio hijo... y que le guste.

-Mamá... de verdad -dije yo un poco nervioso.- Si crees que no está bien, no hace falta...

-Siempre he creído que no estaba bien -me volvió a interrumpir.- Por favor, Roberto, dejame hablar y luego me dices lo que piensas. Se me hace un poco dificil pero creo que debo intentarlo.

-Está bien, mamá -dije silenciándome.- Te escucho.

-Tía Isabel me ha hecho muchas preguntas a raíz de lo que le conté. Prácticamente no me ha dejado tranquila hasta que no le he respondido todo con absoluta sinceridad -tragó saliva y siguió hablando.- Gracias a las preguntas que me ha hecho, me he oído a mi misma respondiéndolas y me he sorprendido de algunas cosas que he llegado a decir... -Miró al techo con los ojos y volvió a coger fuerzas para seguir hablando.- Me ha estado preguntando mucho acerca de qué era exactamente lo que me daba miedo de tener estos acercamientos tan poco habituales entre una madre y un hijo... Roberto -se preparó para la parte que le costaba más,- me he oído decirle, con el corazón abierto, que lo que me aterrorizó de verdad fue descubrir que, en cierta manera, yo también disfrutaba... Yo también esperaba los dos días con ansias para que llegara el tercero. -Se hizo el silencio hasta que me atreví a preguntar:

-¿Sufrías las esperas como yo?

-Sí -asintió después de unos largos segundos.- Y no solo eso... alguna vez me había tenido que encerrar en la habitación y masturbarme para calmarme. No quería que rompiéramos el pacto y, para saciar las ganas de tocarte de nuevo, me tocaba yo... Me aferraba al pacto y a sus limitaciones como representación de la poca cordura que aún consideraba que me quedaba... Me decía a mi misma que me masturbaba solo porque me apetecía, que no era un acto substituto para saciar mis ganas de tener sexo contigo... Pero cuando tu tía me ha preguntado si pensaba en ti cuando me masturbaba... No he podido decirle que no -tragué saliva y concentré los cinco sentidos en ella.- ¡Me aparecías mucho a la cabeza, hijo! Yo intentaba callar esos pensamientos, pero no los controlaba... Pensé que era inebitable tenerlos pero no les haría caso en absoluto. Me hice la fuerte y caí rápido... Necesité huír sexualmente de ti, como ya sabes.

-Lo se... -dije mientras descansaba de su discurso.- Dijiste que no te sentaba bien, que eran muchas cosas... entre ellas papá.

-Papá... -dijo mi madre sonriendo, mirando hacia arriba.- Tu padre es la persona más comprensiva que conozco... Tú has heredado su buen corazón, hijo. Cada día que pasa es un día más que no se despierta y no sabemos ni si lo va a hacer nunca... -respiraba poco a poco y le temblaba un poco la voz.- Mi vida sigue girando entorno a él, pero yo veo cada día como necesito hacer más cosas por mi misma. ¿Sabes? Necesito ser yo misma y esperarle de otro modo... Viviendo mi vida, ya que con uno que no pueda vivir la suya ya es demasiado -le caía una pequeña lágrima de su ojo izquierdo.- El no se enfadaría ni siquiera por esto...

-Yo también le echo de menos, mamá...

-Pues claro, Roberto. Es normal -me sonrió muy ampliamente.- Es tu único padre y yo por él he sentido los sentimientos más fuertes de mi vida. Y tú te pareces tanto a él...

-¿Eso es que tú también me echas piropos? -le dije con una sonrisa bromista.

-Tómatelo como quieras, Roberto -respondió respirando otra vez más tranquila.- Pero tu tía me ha ayudado a sincerarme conmigo misma y reconocerlo... Le he acabado confesando a ella que te quiero, hijo. Aunque eso no es nada raro... soy tu madre.

-Yo también te quiero, mamá...

-Lo sé -respondió ella.- Y también sé que me deseas...

Quizás instintivamente se empezó a contornear como una auténtica seductora mientras hablaba.

-Mamá... -le aclaré,- te lo dije muchas veces y me decías que eran tonterías mías...

-Y te pido perdón por ello -me interrumpió.- Espero que me perdones por haber tardado tanto, y por además haber tenido que hablar con otra persona para darme cuenta del todo. Por muy raro que me parezca y muy poco habitual que sea eso en una madre y un hijo... Me he dado cuenta de que me haría más daño que lo ocultáramos. Es mejor dejarlo salir y no pensar, Roberto. Lo que tú sientes por mi y lo que yo siento por ti...

-Lo que tú sientes por mi...

-No solamente te amo como a mi propio hijo, que ya es muchísimo... -me miró a los ojos para que la frase me llegara al alma, entrando por cada poro de mi piel.- También te deseo, Roberto. Y no sé ni cuanto tiempo hace, en realidad.

-Mamá...

Se levantó y caminó hacia mi. Se agachó sin darme tiempo a que yo me levantara y me abrazó con toda su pasión, poniendo la cabeza en mi hombro. Oía de cerca su respiración. Se fue separando de mi muy poco a poco, pero sin soltarme. Aún me agarraba con sus brazos. Mientras se alejaba puso su bello rostro delante de mi cara. Nos encontrábamos a escasos centímetros el uno del otro. Le podía ver cada poro de su piel y esas preciosas pecas tan claritas que tenía en los mofletes y que solo se veían de cerca. Nos miramos a los ojos y, como si el destino nos invitara a hacerlo, los cerramos mientras acercábamos nuestros labios y nos fundimos en un tierno beso de amantes, largo, lento y cálido. Mis labios contra los suyos, y nuestras dos lenguas acarciándose la una a la otra. Podría jurar que duró minutos pero que habría llegado a desear pasar el resto de mi vida así. Era mi primer beso, y era con mi propia madre.

Separamos los labios y sonrió. Fue una sonrisa que salía directamente de su alma. Le correspondí la sonrisa y nos volvimos a besar, más apasioadamente, mientras nos empezábamos a acariciar con las manos. Ella me besaba el cuello y yo le olía el pelo. Estaba en éxtasis. Mientras seguía sonriendo me dijo muy tiernamente:

-Hay chocolate en la nevera para el postre... Pero puede que prefieras pasar del postre y venirte conmigo a mi cuarto. En mi cama.

-Con mucho gusto, mami -respondí yo con el corazón a mil, emocionado por lo que pudiera suceder y nervioso por la incertidumbre.

Me cogió de la mano izquierda y me llevó poco a poco hacia la escalera. La subimos como dos amantes de cine erótico, ella aun cogiéndome de la mano y guiándome hasta donde yo ya sabía ir. Mi nerviosismo se acentuaba cuando pensaba que, si bien ya sabía que allí arriba tendría a mi madre como siempre la había deseado, desconocía hasta que punto querría llegar ella conmigo (y no me atrevía a preguntárselo). Entramos en su cuarto y me dijo:

-Siéntate en la cama, cariño. Aún estás débil y no deberías hacer ningún esfuerzo...

Le hice caso. De hecho, hubiera obedecido cualquier orden suya. Cuando estuve sentado al borde de su cama, se agachó y me volvió a morrear. Entonces aproveché para magrearla mucho más. Le toqué el culo y se lo apreté con fuerza para sentirlo bien en mi mano. Era una pena poder mover solo una mano, ya que no podía tocarla tanto como hubiera querido. Con mi única mano disponible recorrí muchos sitios de su cuerpo, pasando por su espalda, su nuca, su cuello, su pecho (apretándolas por encima de aquel vestido tan increíble), sus muslos... No sabiendo muy bien como seguir en estos últimos. Ella me besaba los labios, pero también el cuello, el torso, el pecho... Me fue desabotonando la camisa mientras sus labios y su lengua me daban carícias cada vez en más sitios diferentes. Cuando llegó al último botón me quitó la camisa con mucha suavidad. Volvió a besarme, esta vez con más pasión, agachándose más para llegar a mi vientre. Si bien es verdad que no tenía los abdominales muy marcados, por lo menos mi vientre lucía plano.

Yo no sabía qué decir. Sencillamente respiraba con ganas e intentaba disfrutar del momento, aunque eran tantas las novedades que mi cabeza iba a mil por hora. Mi madre seguía bajando y me puso una mano en el pecho para acariciármelo. Su cara llegó a mi cintura y se volvió a levantar. Me miró a los ojos y me sonrió con ternura, creo que buscaba en mi mirada la complicidad y la seguridad para seguir haciendo aquello que, por mucho que se hubiera decidido a aceptar, aún le seguía pareciendo raro. Yo le devolví la sonrisa preguntándome aún hasta donde llegaríamos aquella noche. Ella volvió hacia mi y puso sus manos en mi paquete. Aquel día llevaba pantalón largo para la ocasión. Ella desabrochó el botón y la cremallera sin ninguna dificultad, pero tampoco ninguna prisa. Me bajó lentamente el pantalón hasta el suelo y se volvió a incorporar.

Mi boxer ya reflejaba mi estado, mostrando un paquete abultado con ganas de ser liberado y mimado. Mi madre me volvió a mirar y sonrió más ampliamente, se le habían subido los colores y tenía las mejillas un poco rosadas.

-¿Me permites? -dijo mientras se dirigía a abajarme el calzoncillo.

-Claro... -dije yo mientras ya lo estaba haciendo. Mi polla resplandecía de alegría cuando apareció en la escena. Estaba dura, muy dura, dispuesta a hacer un buen papel, fuera cual fuera... Mi madre se lamió su mano con mucha saliva y la fue a esparcir directamente desde la punta de mi capullo hasta los huevos, pasando a lo largo de todo mi falo. Me acarició cuando estuve totalmente lubricado, pareciéndose más a unas caricias infernalmente placenteras que a una paja con la eyaculación como objetivo. Se estuvo así un buen rato y yo me estremecía de puro gusto, no podía creer que pudiera sentir tanto placer. El que había sentido con mi tía había sido muy intenso, pero aquel era un poco diferente, era algo delicioso y pausado... Quizás solo una madre te puede dar unos mimos tan delicados.

Después de estarme masajeando la polla unos minutos, la soltó. Se volvió a levantar y caminó hacia su mesilla de noche. Cogió una goma para el pelo y volvió hacia mi haciéndose una coleta para que este quedara todo recogido detrás de su cabeza. Mientras se la terminaba de hacer me habló:

-Espero que te guste, cariño. Voy a hacerlo para que te desfogues como nunca y lo pases bien ¿De acuerdo? Así que dime si te gusta... Creo que no te lo han hecho nunca, pero si lo hago mal o algo... dímelo. Yo hace bastante tiempo que no lo hago.

Temblé de incertidumbre y de emoción. ¿Me estaba insinuando que iba a...? No me lo podía creer. Se puso de rodillas delante de mi, subiéndose un poco el vestido para no forzar el tejido de este. Com su mano derecha me sujetó la polla por la base y con su mano izquierda se puso detrás de la oreja un poco de pelo que no era suficientemente largo para formar parte de la coleta que se había hecho. Me miró con sus preciosos ojos y fue abriendo la boca mientras estos también bajaban hacia mi entrepierna. Llegó con los labios abiertos hasta mi capullo y allí los cerró suavemente, envolviéndolo.

Descubrir que siempre hay un peldaño más en la escala del placer era algo fascinante. En aquel punto no podía ni pensar con claridad, tenía mi epicentro del placer dentro de la boca de mi madre y ella iba a cuidarlo como nadie. Así fue: su lengua se empezó a desplazar por mi glande con unas suaves caricias que contenían y juntaban lo mejor de unos mimos maternales y lo mejor de la lengua de una amante entregada al placer de su compañero de cama.

Prontó empezó a mover el cuello y temblé. Entendí que aquel proceso me acabaría llevando al orgasmo por otro camino diferente al de una paja. Donde en una paja hay fricción y presión, allí había caricias y estimulación de los puntos clave, utilizando sus labios y su lengua. Predije que sería muy intenso, aunque no sabía bien hasta que punto. Sus labios frotaban el tronco de mi pene endurecido de arriba a abajo, iban desde medio glande hasta casi la mitad de todo el falo, y luego volvían hacia atrás. Su lengua no se veía, pero se movía en círculos, dando increibles golpecitos a mi frenillo. Era la sensación más maravillosa que había probado nunca.

A veces se sacaba la polla de la boca y se quedaba un rato besándola y lamiéndola por todos los sitios, para luego volver a engullirla. Yo cada vez la tenía más enrojecida y a punto de estallar. Ella pasó de ir a un ritmo lento-medio a acelerar un poco sus movimientos y aún aluciné más. En un momento que era demasiado bueno paró, y mi parte que le gusta rogar disfrutó de aquel detenimiento. Me gustaba desearla y desear que continuara. Con la boca vacía me habló:

-¿Te parece que me quite el vestido? -preguntó con los colores muy subidos de su esfuerzo para darme placer.- ¿Me quieres ayudar?

Se giró de espaldas a mi para que le bajara la cremallera de detrás. Con la mano izquierda temblorosa agarré la cremallera entre dos dedos y la deslicé hacia abajo. Ella se agarró un tirante con cada mano y los ayudó a caerse con un movimiento que me cautivó. El vestido se redujo a la mínima expresión y ya no era tan bello, arrugado en el suelo. Ahora lo verdaderamente bello era mi madre en ropa interior, con un conjunto negro con motivos granates bordados. Nunca había vista nada tan precioso como aquella visión. Lo podría jurar.

Se giró de nuevo hacia mi y la pude contemplar unos segundos, cautivado por su esplendor. Me volvió a morrear agachándose un poco. Aquella vez su boca sabía diferente, por el hecho de haber estado teniendo mi pene dentro, pero no me importó. Mientras me morreaba me volvió a agarrar el falo y me lo pajeó con tranquilidad. Su boca volvió a bajar por mi pecho y mi vientre y volvió a aprisionar mi pene entre sus labios.

Siguió haciéndome besar el cielo y yo le empecé a acariciar las tetas. Mientras lo hacía, vi que se volvía a sacar mi polla de la boca y se ponía más recta, para que su pecho quedara a la altura de esta. Agarrándomela por la base con su mano, propició con ella pequeños golpes a sus tetas, en la parte que no estaba cubierta por su sujetador. Mejor aún fue el momento en que, mientras seguía haciéndolo, con su otra mano se lo desabrochó con gran maestría.

Las volví a ver... Aquellas grandes mamas, tan bonitas de ver, con aquellos hipnotizantes pezones rosados... Las acaricié y sobé a mi gusto cuando mi madre hizo que mi polla volviera a golpear sus tetas, ahora en su totalidad, pero centrándose en el pezón. Luego cambió el movimiento y pasó a deslizar mi falo, que seguía bien mojado de saliva, por la superficie de sus pechos. Entendí que había otra gran forma de disfrutar del pecho de una mujer que con las manos, la cara o la lengua... Se trataba de mi orgáno mas sensible recorriendo su órgano más tentador... Tocarle las tetas con la polla. La llegó a aprisionar entre las dos y creo que subí al siguiente escalón del placer.

No me hizo correr con ellas porque quiso volver a degustarme. Volvió a sus movimientos de cuello (esta vez más rápidos que nunca) y noté que empezaba la cuenta atrás. Con su lengua estimulaba mi frenillo, que era la parte que hacía que la puerta que encerraba mi leche en mis huevos amenazara con abrirse de un momento a otro. Faltaban pocos segundos y ella no cesaba su mamada, totalmente entregada a su querido hijo. Tenía que avisarla:

-Mamá... -dije con la poca claridad que aún podía sacar de mis palabras.- Cuidado... Me falta poco...

Se sacó la polla de la boca para hablar, pero sustutuyó el movimiento con su mano derecha, yendo exctamente a la misma velocidad que iba con su cabeza. Habló muy rápido para perder el menos tiempo posible:

-Cariño, no te preocupes y córrete a gusto en mi boca... -y la volvió a chupar.

Me lo tomé como una orden directa. Sentí que algo crecía desde la base de mi polla hasta la punta. No lo podía ver, pero mi semen brotaba de mi con una intensidad enfermiza. No podía ver ni oír nada. Por un momento todo fue placer. Creo que notaba su lengua lamiéndome y sus labios que iban más rápido que nunca a lo largo de mi polla, pero lo que antes no me costaba tanto de distinguir, se había convertido en placer sin medida, sin ninguna explicación más.

El mundo volvió poco a poco. Volví a ver a mi madre con el mismo movimiento que me había provocado aquel orgasmo. Lo hacía cada vez más lento y mis espasmos seguían en forma de ráfagas de placer absoluto. Fueron mermando con los segundos que pasaron y finalmente cesaron, aunque mi madre aún no se había detenido. La seguía chupando o se la sacaba de la boca y la lamía mientras la apretujaba con su mano para que no quedara ni una gota de semen en el interior de mi pene. Esas gotitas salían tímidas desde mi puntita y mi madre las lamía rápido dejándome el capullo limpio y reluciente: se lo había tragado todo.

Con la cara enrojecida me miró fijamente a los ojos y me sonrió, esta vez con complicidad, con cariño. Subió a mi altura y me acarició la mejilla. Me dió un suave beso en los labios sin abrir la boca y, cuando se apartó, dijo:

-Cariño, espero haberte desfogado más que nunca. Lo he hecho con todo mi amor... Eres mi hijo y te quiero, ya lo sabes...

Mi expresión reflejaba la incredulidad de vivir en aquel sueño. Pero debía decir algo:

-Gracias, mamá... Muchas gracias... Me ha gustado mucho... Nunca me habías ayudado tanto...

-Cielo, es un placer ayudarte -dijo ella.- Pero he aceptado que no solo lo hago por ayudarte... es algo que también me gusta... es algo que deseo hacer... Así que, si a ti te parece bien... si los dos lo deseamos... podemos.

No dije nada. Solo asentí con la misma cara de incredulidad que hacía un rato. Mi madre volvió a hablar:

-¿Quieres dormir conmigo esta noche? Laura y Marta no vuelven hasta mañana...

Volví a asentir, pero esta vez también hablé:

-Claro, mamá... Me encantaría.

Cuando apagamos la luz nos tumbamos en su cama tal qual íbamos: ella en bragas y yo completamente desnudo. Nos deseamos las buenas noches con un beso en la boca que se alargó unos instantes. Yo no tenía sueño y tampoco creí ni por un momento que me fuera a dormir así como así. Pasados unos minutos mi madre y yo nos volvimos a acurrucar. A pesar del calor que hiciera queríamos estar cerca. A oscuras le palpé el pecho y me sentí protegido pegándome a él. Nos volvimos a morrear y a acariciar, esta vez sin decirnos absolutamente nada. Estábamos de lado el uno enfrente al otro, pegados, muy pegados. Mi polla se endurecía de nuevo por momentos. Fui a comerle las tetas tal y como me sentía: era su bebé otra vez, aunque ahora era diferente. Me pegué más a su cuerpo y tuve la idea de que, si había alguna forma de morir para elegir, esta sería ahogado con la cabeza entre aquellos pechos. Pasó un buen tiempo, quizás horas, de magreo y de no dejar dormir al otro, aunque prefería mil veces estar de aquella manera que dormir. Me pegué al máximo a su cuerpo y ella notó mi pene endurecido totalmente presionado contra ella. Más concretamente contra sus bragas.

-Hijo... -habló en susurro.- Ya vuelves a estar como una moto, cariño...

-Mami, me gustas mucho...

-Vaya por Dios, Roberto... -dijo apartándome un poco para poder tocar con su propia mano mi polla.- No recordaba la marcha que tenéis los adolescentes...

-Es por ti... Tú me pones así...

Se rió muy bajito y me apretó también contra ella en aquel abrazo cada vez mas pasional, sin soltar mi falo.

-Mamá... -dije yo aún en susurros.- Contigo nunca me canso... Repetíria para siempre lo que me haces. Lo haría contigo toda la noche...

-¿Harías...? ¿El qué? -preguntó ella.

-Pues eso... -respondí tímidamente.- Como me la tocas y como me la chupas...

-Ah, entiendo... -hizo una pausa prudente.- ¿Pero también te gustaría hacer algo más...?

-¿Algo más...?

-Me ha parecido entender... -empezó ella, pero luego se calló.- Da igual, déjalo.

-No, mamá... -dije insistente, ahora ya sin susurrar.- Dime lo que habías entendido...

-No sé, cariño... -dijo ella evadiendo la situación muy pobremente.- Tampoco se si querrías... conmigo...

Confirmé las sospechas de haber entendido lo que me había parecido entender. No sabía que decir, ¿Se estaba ofreciendo para...?

-Mamá... Si tú no quieres no te preocupes...

-Sé que estamos hablando de algo más que tocarte y dejarme tocar. Pero tampoco veo una diferencia abismal con lo que ya hemos hecho... Y si tú realmente quisieras... Por mi... Pues... No sé... se puede hablar.

-Mamá... -dije yo dando paso a otro silencio imperante. Luego volví a hablar.- Me encantaría. Si tu quisieras, me encantaría.

-Hijo... -dijo ella con ternura y sinceridad.- Me lo había preguntado... Me había preguntado si tu querrías, pero ahora mismo estás débil aún y ya me lo había quitado de la cabeza. No puedes hacer esfuerzos.

-Sí que me siento débil -dije yo, volviendo a magrearla bien.- Pero me muero de ganas de hacerlo, mamá. Hacerlo contigo...

-Hijo... si tú quieres, sin que hagas ningún esfuerzo... -dijo ella pensando lo bien en lo que quería decir.- Yo te lo dejo probar.

-Mamá... -dije yo en pleno éxtasis mental.- Muchas gracias... Me muero por probarlo así que...

-Sht... -me puso un dedo en los labios para que me callara y se incorporó en la cama. Encendió la luz de la mesilla de noche que iluminó ténuemente la habitación con tonos muy cálidos y anaranjados. La volví a ver solo en bragas, con aquellas tetas espléndidas, aquellas caderas anchas y aquel pelo ondulado, otra vez suelto, que le llegaba hasta un poco más abajo de los hombros. Volvió hacia mi pero esta vez se colocó de rodillas en la cama mirándome y me empezó a acariciar con una mano dando varios viajes por muchas partes de mi cuerpo, recorriéndolas todas. Yo estaba tumbado bocarriba y con la polla bien tiesa, preparada para explorar cosas nuevas, aunque yo ya hubiera estado allí dentro hacía muchos años.

Mientras yo tenía ese pensamiento ella se sentó en la cama y se empezó a quitar las bragas. Yo la obsevé con detenimiento. Cuando vi su pubis me percaté que lo tenía arreglado y un poco depilado por la zona del bikini, con el pelo recortado para que no se le rizara y quedara solo una fina capa de vello. Cuando hubo terminado de quitárselas se sentó encima de mis muslos, con una pierna en cada lado de mi cuerpo, mirándome a mi.

-¿Peso mucho? -me preguntó.

-Mamá... -dije lleno de excitación.- Ya te dije el otro día que no...

Ella me sonrió con amabilidad y me cogió mi mano izquierda. Se la dirigió a los muslos, concretamente entre sus piernas, y me guió hasta el preciado objetivo que representaba la culminación de todos aquellos deseos que nos llevaban a encontrarnos aquella noche allí, en su cama, con la idea en la cabeza de fundirnos el uno con el otro. Acercó mi mano a su coño y lo toqué por primera vez. Primero noté la sensación del vello. Era suave, pero con el afeitado y el recorte que se había hecho, los pelillos crecían algo más fuertes de lo natural. Luego exploré más aquella nueva zona.

Cuando separé sus primeros labios vaginales empecé a notar el calor y la humedad. Mi madre gimió y me adentré un poco más, notando la viscosidad y calidez del órgano que estaba descubriendo. Me gustaba. Meter la polla ahí debía de ser una delicia. Mi madre habló entre pequeños jadeos:

-Roberto... uhm, sí... Eso, Roberto, ahora tócame tu a mi... Ponme más caliente...

Me sorprendió oír a mi madre hablar de aquella manera. Me pareció muy surrealista, como si la escena no lo hubiera sido hasta entonces. Ella siguió hablando con un vocabulario que me siguió confundiendo y excitando:

-Te has tocado pensando en este momento, seguro... Mucho ¿Verdad?

-Si, mamá... -le respondí, también muy caliente.

-En el momento en que te vas a follar a tu madre... -dijo ella.

Ahí ya estuve al borde del colapso. Entre la excitación y la sorpresa de oír a mi madre hablando de aquella manera tan cachonda necesité más que nunca penetrarla y gozar de ella. Volver al agujero de donde una vez había salido. Le introduje más los dedos en aquel agujero y terminé de notar lo mojada que estaba.

-Oh, sí... -gimió ella.

-Mamá... lo necesito... -dije casi suplicando.- Quiero follar... Metértela...

Mi madré se incorporó para diponerse a ser penetrada por mi. Vi que se levantaba un poco y tuve que decir:

-¡Mamá..! Tengo condones en la habitación por si alguna vez los necesitaba... Me tendría que poner uno ¿No?

-Hijo... -me dijo mi madre llena de ternura con una amplia sonrisa, deteniendo su acercamiento.- Adoro que sigas mis consejos... Ya sé que siempre te digo que te lo tienes que poner siempre... pero conmigo no hace falta, cariño. Yo tomo la pastilla para regularme la regla, no me puedo quedar embarazada...

-Vale, mamá... -dije agradeciendo no tener que levantarme e intentar ponerme torpemente un preservativo sin tener ni idea.

Ella siguió con su movimiento mientras decía:

-Pero cuando lo hagas con cualquier otra persona... ¡Póntelo! ¿Vale?

-Vale, mamá...

Ella había arqueado el cuerpo hacia delante y me había acercado mucho los pechos a la cara. Su coño estaba un palmo por encima de mi polla, que lo apuntaba con ansias. Me agarró la polla pasando su brazo entre sus piernas para llegar a ella. Lo hizo para que la punta de mi falo apuntara mucho más concretamente, como una flecha, a su agujero. Solo le faltaba bajar y sentarse... ya estaría hecho. La estaba a punto de penetrar. Me miró a los ojos y me habló:

-¿Preparado?

Asentí con la cabeza y ella bajó todo su cuerpo. La punta de mi polla chocó contra sus labios vaginales buscando la entrada. Ella tenía aún sujeta mi polla con la mano y la movió para que encontrara ese agujero. Sentí un placer maravilloso con aquella fricción y di un soplido de puro gusto. Le costó un poco entrar, cuando encontró el agujero tuvo que hacer un poco de esfuerzo para poder relajar el cuerpo y sentarse del todo encima de mi. Entonces mi pene entró en su vagina y sentí, a lo largo de todo el tronco, la suavidad, la humedad y el calor de mi madre por dentro. Ya estaba dentro. No puedo explicar con palabras la sensación que sentí, tanto física como mentalmente. Mi madre jadeó:

-Oh... Robe... ahora estás dentro... Otra vez... -sonrió.

-Mamá... -respondí con una alegría insólita.- Lo estamos haciendo...

-Si hijo sí. -siguió ella entre jadeos mordiéndose el labio de placer.- Tú no te preocupes, no hagas ningún esfuerzo... Me voy a mover yo... Espero acordarme aún...

Y empezó a mover su culo hacia arriba y hacia abajo, notando yo las paredes de su vagina acariciándome. Era el mismo gesto que hacía con su mano alrededor de mi polla cuando me masturbaba, pero al hacerlo con el coño la sensación era infinitamente diferente. Se arqueó más hacia mi para facilitar su movimiento y apoyar sus manos en el colchón y me encontré con sus tetas prácticamente en mi cara. Las agarré con mi única mano funcional y las chupé. El ritmo de su culo aumentaba muy gradualmente. Puse mi cara entre sus pechos y me abandoné al frenesí. Mi madre empezó a gemir cada vez más fuerte y aumentó el ritmo aún más.

-Mamá... te quiero...

-Lo sé -dijo ella entre gemidos.- Sabes que yo a ti también...

-Mamá... Creo que me correré otra vez...

Su ritmo creció más:

-Claro, cariño... Hazlo si te apetece...

La sujeté de su culo con la mano izquierda y le ayudé a marcar el ritmo acelerándolo aún un poco más. En mi polla el placer crecía y crecía y la cara de mi madre se iba rompiendo en una expresión de placer absoluto. Mi polla se endurecía hasta llegar a su máximo: lo siguiente era estallar en un orgasmo. Mi madre jadeaba casi con dificultad, cerraba los ojos y se mordía el labio. Como si mi semen me sobrara, sentí que tenía que salir cuanto antes e inundar el sitio del que yo nací.

-¡¡¡Mamá... me corro!!!

-Yo... tam... bién...

Y gemimos los dos como posesos. Mientras mi polla explusó todo el semen que le quedaba, su vagina la estrujó y comprendí cual era el peldaño más alto en la escalera del placer. El cuerpo de mi madre se convulsionó y entendí como era un orgasmo femenino. Jadeó y gimió como una posesa. Nuestros movimientos fueron cesando y volviéndose deliciosamente tranquilos, con el placer mutuo convirtiéndose en un gran gusto que se prolongaba hasta más no poder. Mi madre buscó mis labios con los suyos y me besó en aquel fantástico momento.

-Cielo... -dijo cuando recuperó el aliento.- ¿Como estás...?

-Mamá -dije yo.- Ha sido increible... Aún no me lo creo, mamá...

Me volvió a besar y no dijo nada. Aquella noche ya no tardamos en dormirnos, y lo hicimos abrazados, sin importarnos la temperatura del verano.

CONTINUARÁ...
Wow!!
 
CAPÍTULO 5: EL SUEÑO HECHO REALIDAD

Siempre había pensado que mi tía estaba un poco loca pero no hasta aquel punto. No me había dado ningún detalle de lo que hablaría con mi madre pero me había asegurado que, si salía bien, podría volver a tener sexo con ella, y no solo "simples" pajas... No me lo acabé de creer. Decidí pasar de cotillear más de lo que hablaran o dejaran de hablar y simplemente vivir mi vida. De hecho, tener a mi tía prácticamente a mi completa disposición ya era un chollo muy grande. No tardé mucho en llamarla: al día siguiente de nuestro primer encuentro ya busqué su número en la agenda del móvil y lo marqué.

-¿Sí? -contestó tía Isa.

-Hola, tía... -dije yo.- ¿Qué tal?

-Muy bien, Roberto -contestó ella.- ¿Y tú?

-Voy haciendo, tía... -le respondí un poco nervioso por la rara situación.- Cada día me encuentro un poco mejor...

-¡Ese es el espíritu, sobrino! -dijo ella con positivismo.- ¿Querías algo?

-Ehm... bueno -dije.- Ya sabes... como me dijiste que te llamara cuando...

-Ah, es eso... -se rió mi tía con maldad.- Jejeje... Pues me pillas sin mucho que hacer, así que si quieres vengo, pero me tienes que invitar a vuestra fantástica piscina. Quiero aprovechar bien el viaje...

-¡Claro que sí, tía! -le dije contento.- Usa la piscina cuando quieras, ya lo sabes. Aunque te tendrás que bañar sola porque no hay nadie en casa en todo el día. Mi madre se ha ido de compras con Marta y Laura a un centro comercial y a ver una peli al cine...

-¡Uy! -dijo mi tía con una sorpresa alegre.- ¿Toda la piscina para nosotros dos?

-Tía -contesté con resentimiento,- yo aún no me puedo bañar...

-Bueno, niño... -dijo mi tía obviando los problemas.- Vengo en unos veinte minutos y ya veremos lo que hacemos.

Los veinte minutos los pasé degustando el sabor a que lo inevitable se acercaba. Llamó al timbre y fui a abrir con toda la agilidad que pude.

-¡Hola guapo! -me dijo dándome un beso muy cariñoso en la mejilla y abrazándome con un brazo. Llevaba un vestido y el bikini debajo. Nada más. Estaba espléndida y tenía muchas ganas de comérmela entera.

-Hola, tía -le devolví el saludo.- Pasa...

-¿Aun no llevas el bañador? -preguntó sorprendida.

-Tía... -le respondí.- Te he dicho que no me puedo bañar...

-Tú te vienes a la piscina conmigo y nos hacemos un poco de compañía -respondió ella casi sin escucharme,- que al menos te dará el sol.

-Vale... -dije yo dándome por vencido. ¿Pero que no venía a pajearme?

-Además, puedes ponerte el bañador y sentarte en la escalerita, que al menos se te refresquen las piernas.

-Vale... voy a ponérmelo... -dije dando a entender el tiempo que necesitaría para hacerlo.

-Uy, espera -dijo ella.- Subo y te ayudo...

Sonreí. Ella subió conmigo hasta mi habitación y allí me dijo:

-Venga, te quito los pantalones y te pongo el bañador...

Y así lo hizo. Cuando me bajó los calzoncillos mi polla la recibió con alegría: sabía lo que le esperaba. Ella no pudo evitar comentarlo:

-¡Veo que sí! Tu cuerpo te pide guerra hoy también... eres fogosín y creo que te viene de familia.

-Se alegra de verte -le dije a mi tía.- Después de lo de ayer quiere un poco mas...

-Sht... -dijo mi tía agarrándome el glande con la mano entera, cosa que me dio mucho gusto sin haberlo visto venir.- Has dicho que teníamos toda la tarde... tú ahora ponte el bañador...

Me lo puso ella y guardó mi erección en aquel bañador ancho, que no evitaba que mi paquete se notara mucho. Bajamos a la piscina y allí se quitó el vestido enseguida. Se quedó en su fantástico bikini marrón y naranja. Pusimos las toallas una al lado de la otra en el césped y ella se dirigió a la ducha para poderse bañar. Yo caminaba hacia ella, que terminó de ducharse rápido y, sonriéndome, me cogió el brazo. Noté sus tetas pegadas a mi.

-Te ayudo a sentarte a la escalera, pero no te vayas a resbalar y a caerte...

-Muy bueno, tía -dije con tono sarcástico.- No voy a volver a resbalar en la vida...

Mi tía me ayudó a que me sentara y el agua me cubrió hasta el culo, refrescándome bastante de cintura para abajo.

-Voy a nadar un poco -dijo mi tía. Acto seguido me guiñó un ojo.- No tardaré en volver...

Se fue a la zona que mas cubría de la piscina y se sumergió. Nadó de todas las maneras que supo y se relajó mucho. El símil de una sirena volvió a mi mente y la observé con satisfacción. Su cuerpo curvado y prácticamente perfecto, ese culo redondo, esas tetas tan notorias embelleciendo el bikini que las sujetaba, su pelo largo liso completamente mojado y suelto dejándose llevar por el vaivén del agua... era una diosa. Tal y como me había anunciado no tardó en volver hacia mi, esta vez completamente empapada de arriba a abajo. Estaba preciosa.

-¿Qué tal? -me preguntó.- ¿A que se está bien aquí?

-Sí... -dije contento de volverla a tener cerca.- Me encantaría poder nadar, pero me conformo con mirar...

-¿Que me estabas mirando, depravadito? -dijo con tono meloso y juguetón.- ¿A la hermana de tu madre? -se iba acercando a mi muy sensualmente y me puso muy malo. Juntó su cuello con el mío para susurrarme al oído con mucha suavidad:- Que pervertido, mi sobrino...

Se sentó a mi derecha, en el mismo escalón que yo. Noté su cuerpo junto al mío, pero aquella vez todo era más refrescante. La calidez de mi habitación era sustituida por el olor a cloro y el agua de la piscina que impregnaba la piel de nuestros dos cuerpos. La mano de mi tía se dirigió a mi glande y lo agarró, aún por encima del bañador. La caricia me sentó genial y terminé de ponerme bien a tono. Mi tía habló golosa:

-Vamos a darte un poco de la marcha que necesitas...

Me sacó la polla del bañador y la empezó a masajear con delirio. Estaba toda mojada pero, por muy fresca que estuviera el agua, mi polla estaba caliente y aguerrida. Nos miramos a los ojos y me sonrió mientras yo fruncía el ceño de placer. Me empezó a pajear en toda regla y miré al cielo gimiendo. No podía imaginar mejor forma que aquella de disfrutar de la piscina. Le fui a sobar las tetas y se las amasé. En un arrebato se apartó los triángulos del bikini y se las sacó. Tenía los pezones muy duros por el agua y por la excitación. Me dijo desesperada:

-Toma... ¡chúpamelas!

Se las chupé. Sabían a agua de piscina y estaban más fresquitas que nunca, pero me parecieron gloria. Hundí la cabeza entre ellas, como tanto me gusta hacer, y prácticamente berreé de la euforia. Mi polla era sometida a una masturbación muy intensa por su parte. Estaba genial. Tardé un poco más en correrme que el día anterior y el placer fue fantásticamente más largo. Lo anuncié como siempre:

-Me corro, tía... -y así lo hice. Mientras ella se acercaba a mi falo para verlo de cerca yo recosté la cabeza en su hombro izquierdo gimiendo por el placer. El ruido del agua hacía evidente que aceleraba el ritmo de su brazo para que yo gozara de un orgasmo frenético.

Cuando pude recuperar mi respiración me incorporé y le di las gracias. Después de reírnos un rato, los dos nos fuimos a la toalla, ella ya en topless directamente. Allí le volví a dar las gracias por como se estaba portando conmigo y con mi madre y me respondió:

-Tranquilo, chico, no me supone ningún esfuerzo. También lo disfruto yo, ya te lo dije. Y tu madre lo disfrutaría también si aceptara la realidad...

-¿Qué realidad? -pregunté intrigado.

-Sabes que la realidad es que a ti te gusta ella... tanto o más que yo -miré para otro lado.- No te preocupes -dijo apresuradamente con una sonrisa.- No soy nada celosa... El caso es que tu madre no se asustó simplemente de lo que hacía (que ella estaba convencida que era algo temporal, sin repercusión)... He vuelto a hablar con ella y estoy segura que el motivo por el que se asustó fue que le gustaba lo que hacía. Le gustaba a ella y te gustaba a ti... Por eso te dije lo de ayer... Te dije que volvería a hablar con ella y ya lo he hecho. No veo tan dificil convencerla de que es algo entre vosotros dos, que no tiene porque ser malo a pesar de lo que diría una sociedad que tampoco tiene porque enterarse... -se calló y recuperamos la mirada, el uno del otro.- Tú no te preocupes: mientras ella se lo piensa y le doy algún empujoncito..., si quieres descargar tensiones con un poco de contacto femenino aquí está tu querida tía.

No supe muy bien que decir. Me parecía todo muy disparatado. Devolví la sonrisa a mi tía y tomamos el sol un ratito más. Se fue no mucho más tarde y horas despues llegaron mi madre y mis hermanas. Cuando Marta me vió, me contó todo lo que habían hecho durante el día con su alegría desbordante y luego me dijo de hacer una partida a la consola (en el juego de tenis en modo zurdo porque solo podía utilizar mi mano izquierda por motivos obvios). Laura hizo algún comentario sobre que me iba a quedar fosilizado pasando tanto tiempo en casa (como si tuviera otra opción...). Mi madre no estaba nada rara, y aquella noche me duchó sin ningún problema ni erección.

. . .

Las duchas con mi madre se habían convertido en solo duchas. A veces mi pene se podía duro pero ella simplemente lo ignoraba y no sacaba ningún tema de conversación sexual. Por otra parte la relación en general con ella era prácticamente como la de hacía ya demasiado tiempo: pocas sonrisas y un gesto de preocupación y fatiga constante. Mi madre volvía a vivir en lo gris de sus problemas y ya no luchaba para escapar. Bastante tenía con seguir simplemente adelante, llevando toda la carga que se veía obligada a llevar. Tampoco me preguntaba qué tal me iba con tía Isa y estoy seguro que ella sabía que el día anterior su hermana había estado aquí durante su ausencia. Ellas hablaban mucho por teléfono y yo, aunque hubiera decidido no ser más cotilla de lo que ya había sido, no pasé por alto esas llamadas.

Aquella ducha, un día después de la última visita de mi tía, era extrañamente silenciosa. Aunque ella iba sacando varios temas de conversación que no llevaban a nada, tuve la sensación de que me quería decir algo y no sabía como enfocarlo. Después de ducharme me dijo que mis hermanas no estarían aquella noche porque, como no, se quedaban a dormir en casa de sus respectivas amigas.

-Vamos a tener una cena íntima entonces -me dijo con un tono que me cogió muy por sorpresa.- ¿Te parece bien?

-¿Íntima? -pregunté atónito.

-Sí, claro -dijo ella en tono bromista.- Vamos a estar solos, tú y yo.

-Ay, mamá.. Desde luego, que bromas tienes...

-Ay Roberto, perdona... No quiero decir nada que te siente mal -se calló y cambió a un gesto muy sincero.

-Mamá... ¿Qué te ocurre? -le pregunté.- Estás muy rara...

Cogió aire y abordó el tema que se había estado guardando:

-He pensado mucho en lo de los últimos días... y mi hermana me ha estado informando de prácticamente todo... Y también me ha animado a que me plantee cosas... Así que quiero aprovechar esta cena para hablar contigo -yo seguí escuchándola, hablaba muy pausadamente, meditando cada palabra.- Hay cosas que me he callado por miedo ¿Sabes? Y también hay cosas que me dijiste tú que no escuché por la misma razón.

-¿Qué cosas?

-No sabía como sacar el tema y ahora ha salido de golpe, cariño -me explicó ella.- ¿Lo hablamos durante la cena?

-Como quieras mamá... Ayudame a vestirme antes, por favor.

-Claro, cielo -dijo ella.

Nos fuimos a mi habitación y me senté en la cama mientras ella abría mi armario en busca de algo de ropa.

-Ya sé... -me dijo con la cabeza metida en el armario.- Ponte esto...

Sacó una camisa azul que tenía para ocasiones de gala. Era de manga corta y era ideal para el verano.

-¿Una camisa? -dije sorprendido.- ¿Y eso?

-Hace mucho que no te veo con ella puesta. Vas a estar guapísimo...

Me ayudó a ponérmela. Después dijo:

-¿Lo ves? Seductor... -y me acarició el moflete con delicadeza dirigiendo la mano a mi mentón. Yo me estaba poniendo malo y no entendía nada.- Yo no voy a ser menos, tranquilo. No pienso cenar tan de estar por casa como voy ahora. Voy a cambiarme y a prepararlo todo. Tu lee o juega un rato aquí y no te preocupes ¿Vale? Recuerda que aún estás de reposo absoluto...

Antes de irse se giró y me hizo una pregunta:

-Ya sé que he dicho que esperaríamos a la cena para hablar... pero antes necesito saber algo y no puedo esperar... -con un tono muy piadoso siguió hablando.- ¿Me podrías decir si me guardas rencor por algo en concreto?

-Mamá... -dije yo sorprendido por la pregunta que consideraba más que innecesaria.- Por supuesto que no te guardo rencor.

-Vale, cariño -sonrió ella mordiéndose el labio.- Gracias -se volvió a acercar a mi antes de irse y me besó la frente.

Se fue y me quedé mirando como entrecerraba la puerta. Cogí el libro que me estaba leyendo últimamente y una hora más tarde mi madre llamó a la puerta. Ya era la hora de cenar.

-Voy, mami... -dije sin mirar que ella misma abría la puerta.

Me levanté de la cama y me dispuse a caminar cuando giré la cabeza hacia ella y me quedé paralizado. Se había puesto zapatos de tacón y un vestido de un granate muy oscuro. Era un vestido que le llegaba hasta medio muslo y se le arrapaba lo suficiente como para marcar lo mejor de su figura. Sus caderas la convertían en toda una mujer segura de si misma, que se habría podido comer el mundo entero si hubiera querido. La parte del pecho de aquel vestido constaba de un hipnotizante escote, en forma de pico, que dibujaba un perturbador canalillo debido a sus grandes pechos. Encima de aquel canalillo maravilloso reposaba un collar precioso a juego con los pendientes que llevaba. Era una auténtica diva. Otra cosa buena es que casi no se había puesto maquillaje, por lo que su belleza natural era la protagonista en aquella imagen.

-La cena está servida -me dijo sonriendo como una diosa.

-Mamá... estás... -No sabía que decir.- Nunca te había visto así, ni en mis mejores sueños -me salió del alma.

-Gracias, Roberto -dijo ella un poco ruborizada.- Eres un sol.

-¿Y ese vestido? -pregunté.- Me suena, pero ya ni me acordaba...

-Es viejo, -dijo ella suspirando.- Muy viejo. Pero ya ves... ¡aún me entra!

-Claro que te entra, mamá... -dije con tono molesto por su exageración.- ¡Estás delgada!

-No estoy gorda... vale -contestó.- Pero delgada, lo que se dice delgada... lo había estado más en otros tiempos... Antes estaba como tu tía... Y, aún hace mas tiempo, estaba como tu hermana Laura.

-Para mi estás perfecta.

-¿Vas a estar piropeándome toda la noche -preguntó riéndose de una forma maravillosa,- o bajamos a cenar?

-Vamos, mami.

Y los dos bajamos al comedor. Cuando vi lo que me esperaba no supe como reaccionar. La mesa estaba puesta con el mantel bueno, que reservamos para ocasiones especiales. Había dos velas que iluminaban un poco el comedor, ya que la mayoría de luces estaban apagadas. Tambien había, aparte del plato de verduras con y setas que mi madre había preparado, dos copas y una botella de vino que me trajo recuerdos agridulces. Era una botella igual a la de la noche de mi accidente. Mi madre me puso una mano en el hombro mientras veía el panorama. La miré y me sonrió. Le devolví la sonrisa.

Nos sentamos en la mesa y empezamos a comer. Acompañamos la comida con el vino pero los dos nos moderamos mucho aquella vez. Hablamos de como iban las cosas últimamente sin tocar temas "extraños", los chicos con los que se veía a mi hermana Laura últimamente y varios cotilleos más. Me preguntaba hasta cuando aguantaría sin sacar el tema que habíamos quedado en hablar. Cuando la comida ya se había acabado prácticamente, mi madre dijo:

-Pues hoy, cuando hablaba con tu tía Isabel, me ha dicho que vio a Laura con un rubio muy alto paseando por el paseo marítimo... Ella aún es más cotilla que yo... ¡Que conste! -cogió la servilleta y se limpió con delicadeza los labios, muy acuradamente para que el pintalabios no se le corriera.- Tu tía está bien loca y siempre ha tenido unas ideas tan diferentes al resto de la gente...

-¿En serio, mamá? -pregunté más interesado.- ¿Siempre ha sido así?

-Desde pequeña -dijo entre sorbos de vino. Sujetaba la copa con mucha elegancia.- No es de extrañar que ahora no vea raras algunas cosas que yo siempre había tenido por impensables.

-Te refieres a...

-Me refiero a tener sexo con un miembro tan cercano de la familia como puede ser su sobrino... -dijo cortándome y dejando la copa de nuevo en la mesa (aún era la segunda, por lo tanto su sinceridad y formas tan claras de hablar no se veían muy afectadas por el alcohol, quizás solo un leve matiz).- O incluso parecerte normal que tu hermana mayor le haga pajas a su propio hijo... y que le guste.

-Mamá... de verdad -dije yo un poco nervioso.- Si crees que no está bien, no hace falta...

-Siempre he creído que no estaba bien -me volvió a interrumpir.- Por favor, Roberto, dejame hablar y luego me dices lo que piensas. Se me hace un poco dificil pero creo que debo intentarlo.

-Está bien, mamá -dije silenciándome.- Te escucho.

-Tía Isabel me ha hecho muchas preguntas a raíz de lo que le conté. Prácticamente no me ha dejado tranquila hasta que no le he respondido todo con absoluta sinceridad -tragó saliva y siguió hablando.- Gracias a las preguntas que me ha hecho, me he oído a mi misma respondiéndolas y me he sorprendido de algunas cosas que he llegado a decir... -Miró al techo con los ojos y volvió a coger fuerzas para seguir hablando.- Me ha estado preguntando mucho acerca de qué era exactamente lo que me daba miedo de tener estos acercamientos tan poco habituales entre una madre y un hijo... Roberto -se preparó para la parte que le costaba más,- me he oído decirle, con el corazón abierto, que lo que me aterrorizó de verdad fue descubrir que, en cierta manera, yo también disfrutaba... Yo también esperaba los dos días con ansias para que llegara el tercero. -Se hizo el silencio hasta que me atreví a preguntar:

-¿Sufrías las esperas como yo?

-Sí -asintió después de unos largos segundos.- Y no solo eso... alguna vez me había tenido que encerrar en la habitación y masturbarme para calmarme. No quería que rompiéramos el pacto y, para saciar las ganas de tocarte de nuevo, me tocaba yo... Me aferraba al pacto y a sus limitaciones como representación de la poca cordura que aún consideraba que me quedaba... Me decía a mi misma que me masturbaba solo porque me apetecía, que no era un acto substituto para saciar mis ganas de tener sexo contigo... Pero cuando tu tía me ha preguntado si pensaba en ti cuando me masturbaba... No he podido decirle que no -tragué saliva y concentré los cinco sentidos en ella.- ¡Me aparecías mucho a la cabeza, hijo! Yo intentaba callar esos pensamientos, pero no los controlaba... Pensé que era inebitable tenerlos pero no les haría caso en absoluto. Me hice la fuerte y caí rápido... Necesité huír sexualmente de ti, como ya sabes.

-Lo se... -dije mientras descansaba de su discurso.- Dijiste que no te sentaba bien, que eran muchas cosas... entre ellas papá.

-Papá... -dijo mi madre sonriendo, mirando hacia arriba.- Tu padre es la persona más comprensiva que conozco... Tú has heredado su buen corazón, hijo. Cada día que pasa es un día más que no se despierta y no sabemos ni si lo va a hacer nunca... -respiraba poco a poco y le temblaba un poco la voz.- Mi vida sigue girando entorno a él, pero yo veo cada día como necesito hacer más cosas por mi misma. ¿Sabes? Necesito ser yo misma y esperarle de otro modo... Viviendo mi vida, ya que con uno que no pueda vivir la suya ya es demasiado -le caía una pequeña lágrima de su ojo izquierdo.- El no se enfadaría ni siquiera por esto...

-Yo también le echo de menos, mamá...

-Pues claro, Roberto. Es normal -me sonrió muy ampliamente.- Es tu único padre y yo por él he sentido los sentimientos más fuertes de mi vida. Y tú te pareces tanto a él...

-¿Eso es que tú también me echas piropos? -le dije con una sonrisa bromista.

-Tómatelo como quieras, Roberto -respondió respirando otra vez más tranquila.- Pero tu tía me ha ayudado a sincerarme conmigo misma y reconocerlo... Le he acabado confesando a ella que te quiero, hijo. Aunque eso no es nada raro... soy tu madre.

-Yo también te quiero, mamá...

-Lo sé -respondió ella.- Y también sé que me deseas...

Quizás instintivamente se empezó a contornear como una auténtica seductora mientras hablaba.

-Mamá... -le aclaré,- te lo dije muchas veces y me decías que eran tonterías mías...

-Y te pido perdón por ello -me interrumpió.- Espero que me perdones por haber tardado tanto, y por además haber tenido que hablar con otra persona para darme cuenta del todo. Por muy raro que me parezca y muy poco habitual que sea eso en una madre y un hijo... Me he dado cuenta de que me haría más daño que lo ocultáramos. Es mejor dejarlo salir y no pensar, Roberto. Lo que tú sientes por mi y lo que yo siento por ti...

-Lo que tú sientes por mi...

-No solamente te amo como a mi propio hijo, que ya es muchísimo... -me miró a los ojos para que la frase me llegara al alma, entrando por cada poro de mi piel.- También te deseo, Roberto. Y no sé ni cuanto tiempo hace, en realidad.

-Mamá...

Se levantó y caminó hacia mi. Se agachó sin darme tiempo a que yo me levantara y me abrazó con toda su pasión, poniendo la cabeza en mi hombro. Oía de cerca su respiración. Se fue separando de mi muy poco a poco, pero sin soltarme. Aún me agarraba con sus brazos. Mientras se alejaba puso su bello rostro delante de mi cara. Nos encontrábamos a escasos centímetros el uno del otro. Le podía ver cada poro de su piel y esas preciosas pecas tan claritas que tenía en los mofletes y que solo se veían de cerca. Nos miramos a los ojos y, como si el destino nos invitara a hacerlo, los cerramos mientras acercábamos nuestros labios y nos fundimos en un tierno beso de amantes, largo, lento y cálido. Mis labios contra los suyos, y nuestras dos lenguas acarciándose la una a la otra. Podría jurar que duró minutos pero que habría llegado a desear pasar el resto de mi vida así. Era mi primer beso, y era con mi propia madre.

Separamos los labios y sonrió. Fue una sonrisa que salía directamente de su alma. Le correspondí la sonrisa y nos volvimos a besar, más apasioadamente, mientras nos empezábamos a acariciar con las manos. Ella me besaba el cuello y yo le olía el pelo. Estaba en éxtasis. Mientras seguía sonriendo me dijo muy tiernamente:

-Hay chocolate en la nevera para el postre... Pero puede que prefieras pasar del postre y venirte conmigo a mi cuarto. En mi cama.

-Con mucho gusto, mami -respondí yo con el corazón a mil, emocionado por lo que pudiera suceder y nervioso por la incertidumbre.

Me cogió de la mano izquierda y me llevó poco a poco hacia la escalera. La subimos como dos amantes de cine erótico, ella aun cogiéndome de la mano y guiándome hasta donde yo ya sabía ir. Mi nerviosismo se acentuaba cuando pensaba que, si bien ya sabía que allí arriba tendría a mi madre como siempre la había deseado, desconocía hasta que punto querría llegar ella conmigo (y no me atrevía a preguntárselo). Entramos en su cuarto y me dijo:

-Siéntate en la cama, cariño. Aún estás débil y no deberías hacer ningún esfuerzo...

Le hice caso. De hecho, hubiera obedecido cualquier orden suya. Cuando estuve sentado al borde de su cama, se agachó y me volvió a morrear. Entonces aproveché para magrearla mucho más. Le toqué el culo y se lo apreté con fuerza para sentirlo bien en mi mano. Era una pena poder mover solo una mano, ya que no podía tocarla tanto como hubiera querido. Con mi única mano disponible recorrí muchos sitios de su cuerpo, pasando por su espalda, su nuca, su cuello, su pecho (apretándolas por encima de aquel vestido tan increíble), sus muslos... No sabiendo muy bien como seguir en estos últimos. Ella me besaba los labios, pero también el cuello, el torso, el pecho... Me fue desabotonando la camisa mientras sus labios y su lengua me daban carícias cada vez en más sitios diferentes. Cuando llegó al último botón me quitó la camisa con mucha suavidad. Volvió a besarme, esta vez con más pasión, agachándose más para llegar a mi vientre. Si bien es verdad que no tenía los abdominales muy marcados, por lo menos mi vientre lucía plano.

Yo no sabía qué decir. Sencillamente respiraba con ganas e intentaba disfrutar del momento, aunque eran tantas las novedades que mi cabeza iba a mil por hora. Mi madre seguía bajando y me puso una mano en el pecho para acariciármelo. Su cara llegó a mi cintura y se volvió a levantar. Me miró a los ojos y me sonrió con ternura, creo que buscaba en mi mirada la complicidad y la seguridad para seguir haciendo aquello que, por mucho que se hubiera decidido a aceptar, aún le seguía pareciendo raro. Yo le devolví la sonrisa preguntándome aún hasta donde llegaríamos aquella noche. Ella volvió hacia mi y puso sus manos en mi paquete. Aquel día llevaba pantalón largo para la ocasión. Ella desabrochó el botón y la cremallera sin ninguna dificultad, pero tampoco ninguna prisa. Me bajó lentamente el pantalón hasta el suelo y se volvió a incorporar.

Mi boxer ya reflejaba mi estado, mostrando un paquete abultado con ganas de ser liberado y mimado. Mi madre me volvió a mirar y sonrió más ampliamente, se le habían subido los colores y tenía las mejillas un poco rosadas.

-¿Me permites? -dijo mientras se dirigía a abajarme el calzoncillo.

-Claro... -dije yo mientras ya lo estaba haciendo. Mi polla resplandecía de alegría cuando apareció en la escena. Estaba dura, muy dura, dispuesta a hacer un buen papel, fuera cual fuera... Mi madre se lamió su mano con mucha saliva y la fue a esparcir directamente desde la punta de mi capullo hasta los huevos, pasando a lo largo de todo mi falo. Me acarició cuando estuve totalmente lubricado, pareciéndose más a unas caricias infernalmente placenteras que a una paja con la eyaculación como objetivo. Se estuvo así un buen rato y yo me estremecía de puro gusto, no podía creer que pudiera sentir tanto placer. El que había sentido con mi tía había sido muy intenso, pero aquel era un poco diferente, era algo delicioso y pausado... Quizás solo una madre te puede dar unos mimos tan delicados.

Después de estarme masajeando la polla unos minutos, la soltó. Se volvió a levantar y caminó hacia su mesilla de noche. Cogió una goma para el pelo y volvió hacia mi haciéndose una coleta para que este quedara todo recogido detrás de su cabeza. Mientras se la terminaba de hacer me habló:

-Espero que te guste, cariño. Voy a hacerlo para que te desfogues como nunca y lo pases bien ¿De acuerdo? Así que dime si te gusta... Creo que no te lo han hecho nunca, pero si lo hago mal o algo... dímelo. Yo hace bastante tiempo que no lo hago.

Temblé de incertidumbre y de emoción. ¿Me estaba insinuando que iba a...? No me lo podía creer. Se puso de rodillas delante de mi, subiéndose un poco el vestido para no forzar el tejido de este. Com su mano derecha me sujetó la polla por la base y con su mano izquierda se puso detrás de la oreja un poco de pelo que no era suficientemente largo para formar parte de la coleta que se había hecho. Me miró con sus preciosos ojos y fue abriendo la boca mientras estos también bajaban hacia mi entrepierna. Llegó con los labios abiertos hasta mi capullo y allí los cerró suavemente, envolviéndolo.

Descubrir que siempre hay un peldaño más en la escala del placer era algo fascinante. En aquel punto no podía ni pensar con claridad, tenía mi epicentro del placer dentro de la boca de mi madre y ella iba a cuidarlo como nadie. Así fue: su lengua se empezó a desplazar por mi glande con unas suaves caricias que contenían y juntaban lo mejor de unos mimos maternales y lo mejor de la lengua de una amante entregada al placer de su compañero de cama.

Prontó empezó a mover el cuello y temblé. Entendí que aquel proceso me acabaría llevando al orgasmo por otro camino diferente al de una paja. Donde en una paja hay fricción y presión, allí había caricias y estimulación de los puntos clave, utilizando sus labios y su lengua. Predije que sería muy intenso, aunque no sabía bien hasta que punto. Sus labios frotaban el tronco de mi pene endurecido de arriba a abajo, iban desde medio glande hasta casi la mitad de todo el falo, y luego volvían hacia atrás. Su lengua no se veía, pero se movía en círculos, dando increibles golpecitos a mi frenillo. Era la sensación más maravillosa que había probado nunca.

A veces se sacaba la polla de la boca y se quedaba un rato besándola y lamiéndola por todos los sitios, para luego volver a engullirla. Yo cada vez la tenía más enrojecida y a punto de estallar. Ella pasó de ir a un ritmo lento-medio a acelerar un poco sus movimientos y aún aluciné más. En un momento que era demasiado bueno paró, y mi parte que le gusta rogar disfrutó de aquel detenimiento. Me gustaba desearla y desear que continuara. Con la boca vacía me habló:

-¿Te parece que me quite el vestido? -preguntó con los colores muy subidos de su esfuerzo para darme placer.- ¿Me quieres ayudar?

Se giró de espaldas a mi para que le bajara la cremallera de detrás. Con la mano izquierda temblorosa agarré la cremallera entre dos dedos y la deslicé hacia abajo. Ella se agarró un tirante con cada mano y los ayudó a caerse con un movimiento que me cautivó. El vestido se redujo a la mínima expresión y ya no era tan bello, arrugado en el suelo. Ahora lo verdaderamente bello era mi madre en ropa interior, con un conjunto negro con motivos granates bordados. Nunca había vista nada tan precioso como aquella visión. Lo podría jurar.

Se giró de nuevo hacia mi y la pude contemplar unos segundos, cautivado por su esplendor. Me volvió a morrear agachándose un poco. Aquella vez su boca sabía diferente, por el hecho de haber estado teniendo mi pene dentro, pero no me importó. Mientras me morreaba me volvió a agarrar el falo y me lo pajeó con tranquilidad. Su boca volvió a bajar por mi pecho y mi vientre y volvió a aprisionar mi pene entre sus labios.

Siguió haciéndome besar el cielo y yo le empecé a acariciar las tetas. Mientras lo hacía, vi que se volvía a sacar mi polla de la boca y se ponía más recta, para que su pecho quedara a la altura de esta. Agarrándomela por la base con su mano, propició con ella pequeños golpes a sus tetas, en la parte que no estaba cubierta por su sujetador. Mejor aún fue el momento en que, mientras seguía haciéndolo, con su otra mano se lo desabrochó con gran maestría.

Las volví a ver... Aquellas grandes mamas, tan bonitas de ver, con aquellos hipnotizantes pezones rosados... Las acaricié y sobé a mi gusto cuando mi madre hizo que mi polla volviera a golpear sus tetas, ahora en su totalidad, pero centrándose en el pezón. Luego cambió el movimiento y pasó a deslizar mi falo, que seguía bien mojado de saliva, por la superficie de sus pechos. Entendí que había otra gran forma de disfrutar del pecho de una mujer que con las manos, la cara o la lengua... Se trataba de mi orgáno mas sensible recorriendo su órgano más tentador... Tocarle las tetas con la polla. La llegó a aprisionar entre las dos y creo que subí al siguiente escalón del placer.

No me hizo correr con ellas porque quiso volver a degustarme. Volvió a sus movimientos de cuello (esta vez más rápidos que nunca) y noté que empezaba la cuenta atrás. Con su lengua estimulaba mi frenillo, que era la parte que hacía que la puerta que encerraba mi leche en mis huevos amenazara con abrirse de un momento a otro. Faltaban pocos segundos y ella no cesaba su mamada, totalmente entregada a su querido hijo. Tenía que avisarla:

-Mamá... -dije con la poca claridad que aún podía sacar de mis palabras.- Cuidado... Me falta poco...

Se sacó la polla de la boca para hablar, pero sustutuyó el movimiento con su mano derecha, yendo exctamente a la misma velocidad que iba con su cabeza. Habló muy rápido para perder el menos tiempo posible:

-Cariño, no te preocupes y córrete a gusto en mi boca... -y la volvió a chupar.

Me lo tomé como una orden directa. Sentí que algo crecía desde la base de mi polla hasta la punta. No lo podía ver, pero mi semen brotaba de mi con una intensidad enfermiza. No podía ver ni oír nada. Por un momento todo fue placer. Creo que notaba su lengua lamiéndome y sus labios que iban más rápido que nunca a lo largo de mi polla, pero lo que antes no me costaba tanto de distinguir, se había convertido en placer sin medida, sin ninguna explicación más.

El mundo volvió poco a poco. Volví a ver a mi madre con el mismo movimiento que me había provocado aquel orgasmo. Lo hacía cada vez más lento y mis espasmos seguían en forma de ráfagas de placer absoluto. Fueron mermando con los segundos que pasaron y finalmente cesaron, aunque mi madre aún no se había detenido. La seguía chupando o se la sacaba de la boca y la lamía mientras la apretujaba con su mano para que no quedara ni una gota de semen en el interior de mi pene. Esas gotitas salían tímidas desde mi puntita y mi madre las lamía rápido dejándome el capullo limpio y reluciente: se lo había tragado todo.

Con la cara enrojecida me miró fijamente a los ojos y me sonrió, esta vez con complicidad, con cariño. Subió a mi altura y me acarició la mejilla. Me dió un suave beso en los labios sin abrir la boca y, cuando se apartó, dijo:

-Cariño, espero haberte desfogado más que nunca. Lo he hecho con todo mi amor... Eres mi hijo y te quiero, ya lo sabes...

Mi expresión reflejaba la incredulidad de vivir en aquel sueño. Pero debía decir algo:

-Gracias, mamá... Muchas gracias... Me ha gustado mucho... Nunca me habías ayudado tanto...

-Cielo, es un placer ayudarte -dijo ella.- Pero he aceptado que no solo lo hago por ayudarte... es algo que también me gusta... es algo que deseo hacer... Así que, si a ti te parece bien... si los dos lo deseamos... podemos.

No dije nada. Solo asentí con la misma cara de incredulidad que hacía un rato. Mi madre volvió a hablar:

-¿Quieres dormir conmigo esta noche? Laura y Marta no vuelven hasta mañana...

Volví a asentir, pero esta vez también hablé:

-Claro, mamá... Me encantaría.

Cuando apagamos la luz nos tumbamos en su cama tal qual íbamos: ella en bragas y yo completamente desnudo. Nos deseamos las buenas noches con un beso en la boca que se alargó unos instantes. Yo no tenía sueño y tampoco creí ni por un momento que me fuera a dormir así como así. Pasados unos minutos mi madre y yo nos volvimos a acurrucar. A pesar del calor que hiciera queríamos estar cerca. A oscuras le palpé el pecho y me sentí protegido pegándome a él. Nos volvimos a morrear y a acariciar, esta vez sin decirnos absolutamente nada. Estábamos de lado el uno enfrente al otro, pegados, muy pegados. Mi polla se endurecía de nuevo por momentos. Fui a comerle las tetas tal y como me sentía: era su bebé otra vez, aunque ahora era diferente. Me pegué más a su cuerpo y tuve la idea de que, si había alguna forma de morir para elegir, esta sería ahogado con la cabeza entre aquellos pechos. Pasó un buen tiempo, quizás horas, de magreo y de no dejar dormir al otro, aunque prefería mil veces estar de aquella manera que dormir. Me pegué al máximo a su cuerpo y ella notó mi pene endurecido totalmente presionado contra ella. Más concretamente contra sus bragas.

-Hijo... -habló en susurro.- Ya vuelves a estar como una moto, cariño...

-Mami, me gustas mucho...

-Vaya por Dios, Roberto... -dijo apartándome un poco para poder tocar con su propia mano mi polla.- No recordaba la marcha que tenéis los adolescentes...

-Es por ti... Tú me pones así...

Se rió muy bajito y me apretó también contra ella en aquel abrazo cada vez mas pasional, sin soltar mi falo.

-Mamá... -dije yo aún en susurros.- Contigo nunca me canso... Repetíria para siempre lo que me haces. Lo haría contigo toda la noche...

-¿Harías...? ¿El qué? -preguntó ella.

-Pues eso... -respondí tímidamente.- Como me la tocas y como me la chupas...

-Ah, entiendo... -hizo una pausa prudente.- ¿Pero también te gustaría hacer algo más...?

-¿Algo más...?

-Me ha parecido entender... -empezó ella, pero luego se calló.- Da igual, déjalo.

-No, mamá... -dije insistente, ahora ya sin susurrar.- Dime lo que habías entendido...

-No sé, cariño... -dijo ella evadiendo la situación muy pobremente.- Tampoco se si querrías... conmigo...

Confirmé las sospechas de haber entendido lo que me había parecido entender. No sabía que decir, ¿Se estaba ofreciendo para...?

-Mamá... Si tú no quieres no te preocupes...

-Sé que estamos hablando de algo más que tocarte y dejarme tocar. Pero tampoco veo una diferencia abismal con lo que ya hemos hecho... Y si tú realmente quisieras... Por mi... Pues... No sé... se puede hablar.

-Mamá... -dije yo dando paso a otro silencio imperante. Luego volví a hablar.- Me encantaría. Si tu quisieras, me encantaría.

-Hijo... -dijo ella con ternura y sinceridad.- Me lo había preguntado... Me había preguntado si tu querrías, pero ahora mismo estás débil aún y ya me lo había quitado de la cabeza. No puedes hacer esfuerzos.

-Sí que me siento débil -dije yo, volviendo a magrearla bien.- Pero me muero de ganas de hacerlo, mamá. Hacerlo contigo...

-Hijo... si tú quieres, sin que hagas ningún esfuerzo... -dijo ella pensando lo bien en lo que quería decir.- Yo te lo dejo probar.

-Mamá... -dije yo en pleno éxtasis mental.- Muchas gracias... Me muero por probarlo así que...

-Sht... -me puso un dedo en los labios para que me callara y se incorporó en la cama. Encendió la luz de la mesilla de noche que iluminó ténuemente la habitación con tonos muy cálidos y anaranjados. La volví a ver solo en bragas, con aquellas tetas espléndidas, aquellas caderas anchas y aquel pelo ondulado, otra vez suelto, que le llegaba hasta un poco más abajo de los hombros. Volvió hacia mi pero esta vez se colocó de rodillas en la cama mirándome y me empezó a acariciar con una mano dando varios viajes por muchas partes de mi cuerpo, recorriéndolas todas. Yo estaba tumbado bocarriba y con la polla bien tiesa, preparada para explorar cosas nuevas, aunque yo ya hubiera estado allí dentro hacía muchos años.

Mientras yo tenía ese pensamiento ella se sentó en la cama y se empezó a quitar las bragas. Yo la obsevé con detenimiento. Cuando vi su pubis me percaté que lo tenía arreglado y un poco depilado por la zona del bikini, con el pelo recortado para que no se le rizara y quedara solo una fina capa de vello. Cuando hubo terminado de quitárselas se sentó encima de mis muslos, con una pierna en cada lado de mi cuerpo, mirándome a mi.

-¿Peso mucho? -me preguntó.

-Mamá... -dije lleno de excitación.- Ya te dije el otro día que no...

Ella me sonrió con amabilidad y me cogió mi mano izquierda. Se la dirigió a los muslos, concretamente entre sus piernas, y me guió hasta el preciado objetivo que representaba la culminación de todos aquellos deseos que nos llevaban a encontrarnos aquella noche allí, en su cama, con la idea en la cabeza de fundirnos el uno con el otro. Acercó mi mano a su coño y lo toqué por primera vez. Primero noté la sensación del vello. Era suave, pero con el afeitado y el recorte que se había hecho, los pelillos crecían algo más fuertes de lo natural. Luego exploré más aquella nueva zona.

Cuando separé sus primeros labios vaginales empecé a notar el calor y la humedad. Mi madre gimió y me adentré un poco más, notando la viscosidad y calidez del órgano que estaba descubriendo. Me gustaba. Meter la polla ahí debía de ser una delicia. Mi madre habló entre pequeños jadeos:

-Roberto... uhm, sí... Eso, Roberto, ahora tócame tu a mi... Ponme más caliente...

Me sorprendió oír a mi madre hablar de aquella manera. Me pareció muy surrealista, como si la escena no lo hubiera sido hasta entonces. Ella siguió hablando con un vocabulario que me siguió confundiendo y excitando:

-Te has tocado pensando en este momento, seguro... Mucho ¿Verdad?

-Si, mamá... -le respondí, también muy caliente.

-En el momento en que te vas a follar a tu madre... -dijo ella.

Ahí ya estuve al borde del colapso. Entre la excitación y la sorpresa de oír a mi madre hablando de aquella manera tan cachonda necesité más que nunca penetrarla y gozar de ella. Volver al agujero de donde una vez había salido. Le introduje más los dedos en aquel agujero y terminé de notar lo mojada que estaba.

-Oh, sí... -gimió ella.

-Mamá... lo necesito... -dije casi suplicando.- Quiero follar... Metértela...

Mi madré se incorporó para diponerse a ser penetrada por mi. Vi que se levantaba un poco y tuve que decir:

-¡Mamá..! Tengo condones en la habitación por si alguna vez los necesitaba... Me tendría que poner uno ¿No?

-Hijo... -me dijo mi madre llena de ternura con una amplia sonrisa, deteniendo su acercamiento.- Adoro que sigas mis consejos... Ya sé que siempre te digo que te lo tienes que poner siempre... pero conmigo no hace falta, cariño. Yo tomo la pastilla para regularme la regla, no me puedo quedar embarazada...

-Vale, mamá... -dije agradeciendo no tener que levantarme e intentar ponerme torpemente un preservativo sin tener ni idea.

Ella siguió con su movimiento mientras decía:

-Pero cuando lo hagas con cualquier otra persona... ¡Póntelo! ¿Vale?

-Vale, mamá...

Ella había arqueado el cuerpo hacia delante y me había acercado mucho los pechos a la cara. Su coño estaba un palmo por encima de mi polla, que lo apuntaba con ansias. Me agarró la polla pasando su brazo entre sus piernas para llegar a ella. Lo hizo para que la punta de mi falo apuntara mucho más concretamente, como una flecha, a su agujero. Solo le faltaba bajar y sentarse... ya estaría hecho. La estaba a punto de penetrar. Me miró a los ojos y me habló:

-¿Preparado?

Asentí con la cabeza y ella bajó todo su cuerpo. La punta de mi polla chocó contra sus labios vaginales buscando la entrada. Ella tenía aún sujeta mi polla con la mano y la movió para que encontrara ese agujero. Sentí un placer maravilloso con aquella fricción y di un soplido de puro gusto. Le costó un poco entrar, cuando encontró el agujero tuvo que hacer un poco de esfuerzo para poder relajar el cuerpo y sentarse del todo encima de mi. Entonces mi pene entró en su vagina y sentí, a lo largo de todo el tronco, la suavidad, la humedad y el calor de mi madre por dentro. Ya estaba dentro. No puedo explicar con palabras la sensación que sentí, tanto física como mentalmente. Mi madre jadeó:

-Oh... Robe... ahora estás dentro... Otra vez... -sonrió.

-Mamá... -respondí con una alegría insólita.- Lo estamos haciendo...

-Si hijo sí. -siguió ella entre jadeos mordiéndose el labio de placer.- Tú no te preocupes, no hagas ningún esfuerzo... Me voy a mover yo... Espero acordarme aún...

Y empezó a mover su culo hacia arriba y hacia abajo, notando yo las paredes de su vagina acariciándome. Era el mismo gesto que hacía con su mano alrededor de mi polla cuando me masturbaba, pero al hacerlo con el coño la sensación era infinitamente diferente. Se arqueó más hacia mi para facilitar su movimiento y apoyar sus manos en el colchón y me encontré con sus tetas prácticamente en mi cara. Las agarré con mi única mano funcional y las chupé. El ritmo de su culo aumentaba muy gradualmente. Puse mi cara entre sus pechos y me abandoné al frenesí. Mi madre empezó a gemir cada vez más fuerte y aumentó el ritmo aún más.

-Mamá... te quiero...

-Lo sé -dijo ella entre gemidos.- Sabes que yo a ti también...

-Mamá... Creo que me correré otra vez...

Su ritmo creció más:

-Claro, cariño... Hazlo si te apetece...

La sujeté de su culo con la mano izquierda y le ayudé a marcar el ritmo acelerándolo aún un poco más. En mi polla el placer crecía y crecía y la cara de mi madre se iba rompiendo en una expresión de placer absoluto. Mi polla se endurecía hasta llegar a su máximo: lo siguiente era estallar en un orgasmo. Mi madre jadeaba casi con dificultad, cerraba los ojos y se mordía el labio. Como si mi semen me sobrara, sentí que tenía que salir cuanto antes e inundar el sitio del que yo nací.

-¡¡¡Mamá... me corro!!!

-Yo... tam... bién...

Y gemimos los dos como posesos. Mientras mi polla explusó todo el semen que le quedaba, su vagina la estrujó y comprendí cual era el peldaño más alto en la escalera del placer. El cuerpo de mi madre se convulsionó y entendí como era un orgasmo femenino. Jadeó y gimió como una posesa. Nuestros movimientos fueron cesando y volviéndose deliciosamente tranquilos, con el placer mutuo convirtiéndose en un gran gusto que se prolongaba hasta más no poder. Mi madre buscó mis labios con los suyos y me besó en aquel fantástico momento.

-Cielo... -dijo cuando recuperó el aliento.- ¿Como estás...?

-Mamá -dije yo.- Ha sido increible... Aún no me lo creo, mamá...

Me volvió a besar y no dijo nada. Aquella noche ya no tardamos en dormirnos, y lo hicimos abrazados, sin importarnos la temperatura del verano.

CONTINUARÁ...
Bufff que paja me he hecho!!
 
CAPÍTULO 5: EL SUEÑO HECHO REALIDAD

Siempre había pensado que mi tía estaba un poco loca pero no hasta aquel punto. No me había dado ningún detalle de lo que hablaría con mi madre pero me había asegurado que, si salía bien, podría volver a tener sexo con ella, y no solo "simples" pajas... No me lo acabé de creer. Decidí pasar de cotillear más de lo que hablaran o dejaran de hablar y simplemente vivir mi vida. De hecho, tener a mi tía prácticamente a mi completa disposición ya era un chollo muy grande. No tardé mucho en llamarla: al día siguiente de nuestro primer encuentro ya busqué su número en la agenda del móvil y lo marqué.

-¿Sí? -contestó tía Isa.

-Hola, tía... -dije yo.- ¿Qué tal?

-Muy bien, Roberto -contestó ella.- ¿Y tú?

-Voy haciendo, tía... -le respondí un poco nervioso por la rara situación.- Cada día me encuentro un poco mejor...

-¡Ese es el espíritu, sobrino! -dijo ella con positivismo.- ¿Querías algo?

-Ehm... bueno -dije.- Ya sabes... como me dijiste que te llamara cuando...

-Ah, es eso... -se rió mi tía con maldad.- Jejeje... Pues me pillas sin mucho que hacer, así que si quieres vengo, pero me tienes que invitar a vuestra fantástica piscina. Quiero aprovechar bien el viaje...

-¡Claro que sí, tía! -le dije contento.- Usa la piscina cuando quieras, ya lo sabes. Aunque te tendrás que bañar sola porque no hay nadie en casa en todo el día. Mi madre se ha ido de compras con Marta y Laura a un centro comercial y a ver una peli al cine...

-¡Uy! -dijo mi tía con una sorpresa alegre.- ¿Toda la piscina para nosotros dos?

-Tía -contesté con resentimiento,- yo aún no me puedo bañar...

-Bueno, niño... -dijo mi tía obviando los problemas.- Vengo en unos veinte minutos y ya veremos lo que hacemos.

Los veinte minutos los pasé degustando el sabor a que lo inevitable se acercaba. Llamó al timbre y fui a abrir con toda la agilidad que pude.

-¡Hola guapo! -me dijo dándome un beso muy cariñoso en la mejilla y abrazándome con un brazo. Llevaba un vestido y el bikini debajo. Nada más. Estaba espléndida y tenía muchas ganas de comérmela entera.

-Hola, tía -le devolví el saludo.- Pasa...

-¿Aun no llevas el bañador? -preguntó sorprendida.

-Tía... -le respondí.- Te he dicho que no me puedo bañar...

-Tú te vienes a la piscina conmigo y nos hacemos un poco de compañía -respondió ella casi sin escucharme,- que al menos te dará el sol.

-Vale... -dije yo dándome por vencido. ¿Pero que no venía a pajearme?

-Además, puedes ponerte el bañador y sentarte en la escalerita, que al menos se te refresquen las piernas.

-Vale... voy a ponérmelo... -dije dando a entender el tiempo que necesitaría para hacerlo.

-Uy, espera -dijo ella.- Subo y te ayudo...

Sonreí. Ella subió conmigo hasta mi habitación y allí me dijo:

-Venga, te quito los pantalones y te pongo el bañador...

Y así lo hizo. Cuando me bajó los calzoncillos mi polla la recibió con alegría: sabía lo que le esperaba. Ella no pudo evitar comentarlo:

-¡Veo que sí! Tu cuerpo te pide guerra hoy también... eres fogosín y creo que te viene de familia.

-Se alegra de verte -le dije a mi tía.- Después de lo de ayer quiere un poco mas...

-Sht... -dijo mi tía agarrándome el glande con la mano entera, cosa que me dio mucho gusto sin haberlo visto venir.- Has dicho que teníamos toda la tarde... tú ahora ponte el bañador...

Me lo puso ella y guardó mi erección en aquel bañador ancho, que no evitaba que mi paquete se notara mucho. Bajamos a la piscina y allí se quitó el vestido enseguida. Se quedó en su fantástico bikini marrón y naranja. Pusimos las toallas una al lado de la otra en el césped y ella se dirigió a la ducha para poderse bañar. Yo caminaba hacia ella, que terminó de ducharse rápido y, sonriéndome, me cogió el brazo. Noté sus tetas pegadas a mi.

-Te ayudo a sentarte a la escalera, pero no te vayas a resbalar y a caerte...

-Muy bueno, tía -dije con tono sarcástico.- No voy a volver a resbalar en la vida...

Mi tía me ayudó a que me sentara y el agua me cubrió hasta el culo, refrescándome bastante de cintura para abajo.

-Voy a nadar un poco -dijo mi tía. Acto seguido me guiñó un ojo.- No tardaré en volver...

Se fue a la zona que mas cubría de la piscina y se sumergió. Nadó de todas las maneras que supo y se relajó mucho. El símil de una sirena volvió a mi mente y la observé con satisfacción. Su cuerpo curvado y prácticamente perfecto, ese culo redondo, esas tetas tan notorias embelleciendo el bikini que las sujetaba, su pelo largo liso completamente mojado y suelto dejándose llevar por el vaivén del agua... era una diosa. Tal y como me había anunciado no tardó en volver hacia mi, esta vez completamente empapada de arriba a abajo. Estaba preciosa.

-¿Qué tal? -me preguntó.- ¿A que se está bien aquí?

-Sí... -dije contento de volverla a tener cerca.- Me encantaría poder nadar, pero me conformo con mirar...

-¿Que me estabas mirando, depravadito? -dijo con tono meloso y juguetón.- ¿A la hermana de tu madre? -se iba acercando a mi muy sensualmente y me puso muy malo. Juntó su cuello con el mío para susurrarme al oído con mucha suavidad:- Que pervertido, mi sobrino...

Se sentó a mi derecha, en el mismo escalón que yo. Noté su cuerpo junto al mío, pero aquella vez todo era más refrescante. La calidez de mi habitación era sustituida por el olor a cloro y el agua de la piscina que impregnaba la piel de nuestros dos cuerpos. La mano de mi tía se dirigió a mi glande y lo agarró, aún por encima del bañador. La caricia me sentó genial y terminé de ponerme bien a tono. Mi tía habló golosa:

-Vamos a darte un poco de la marcha que necesitas...

Me sacó la polla del bañador y la empezó a masajear con delirio. Estaba toda mojada pero, por muy fresca que estuviera el agua, mi polla estaba caliente y aguerrida. Nos miramos a los ojos y me sonrió mientras yo fruncía el ceño de placer. Me empezó a pajear en toda regla y miré al cielo gimiendo. No podía imaginar mejor forma que aquella de disfrutar de la piscina. Le fui a sobar las tetas y se las amasé. En un arrebato se apartó los triángulos del bikini y se las sacó. Tenía los pezones muy duros por el agua y por la excitación. Me dijo desesperada:

-Toma... ¡chúpamelas!

Se las chupé. Sabían a agua de piscina y estaban más fresquitas que nunca, pero me parecieron gloria. Hundí la cabeza entre ellas, como tanto me gusta hacer, y prácticamente berreé de la euforia. Mi polla era sometida a una masturbación muy intensa por su parte. Estaba genial. Tardé un poco más en correrme que el día anterior y el placer fue fantásticamente más largo. Lo anuncié como siempre:

-Me corro, tía... -y así lo hice. Mientras ella se acercaba a mi falo para verlo de cerca yo recosté la cabeza en su hombro izquierdo gimiendo por el placer. El ruido del agua hacía evidente que aceleraba el ritmo de su brazo para que yo gozara de un orgasmo frenético.

Cuando pude recuperar mi respiración me incorporé y le di las gracias. Después de reírnos un rato, los dos nos fuimos a la toalla, ella ya en topless directamente. Allí le volví a dar las gracias por como se estaba portando conmigo y con mi madre y me respondió:

-Tranquilo, chico, no me supone ningún esfuerzo. También lo disfruto yo, ya te lo dije. Y tu madre lo disfrutaría también si aceptara la realidad...

-¿Qué realidad? -pregunté intrigado.

-Sabes que la realidad es que a ti te gusta ella... tanto o más que yo -miré para otro lado.- No te preocupes -dijo apresuradamente con una sonrisa.- No soy nada celosa... El caso es que tu madre no se asustó simplemente de lo que hacía (que ella estaba convencida que era algo temporal, sin repercusión)... He vuelto a hablar con ella y estoy segura que el motivo por el que se asustó fue que le gustaba lo que hacía. Le gustaba a ella y te gustaba a ti... Por eso te dije lo de ayer... Te dije que volvería a hablar con ella y ya lo he hecho. No veo tan dificil convencerla de que es algo entre vosotros dos, que no tiene porque ser malo a pesar de lo que diría una sociedad que tampoco tiene porque enterarse... -se calló y recuperamos la mirada, el uno del otro.- Tú no te preocupes: mientras ella se lo piensa y le doy algún empujoncito..., si quieres descargar tensiones con un poco de contacto femenino aquí está tu querida tía.

No supe muy bien que decir. Me parecía todo muy disparatado. Devolví la sonrisa a mi tía y tomamos el sol un ratito más. Se fue no mucho más tarde y horas despues llegaron mi madre y mis hermanas. Cuando Marta me vió, me contó todo lo que habían hecho durante el día con su alegría desbordante y luego me dijo de hacer una partida a la consola (en el juego de tenis en modo zurdo porque solo podía utilizar mi mano izquierda por motivos obvios). Laura hizo algún comentario sobre que me iba a quedar fosilizado pasando tanto tiempo en casa (como si tuviera otra opción...). Mi madre no estaba nada rara, y aquella noche me duchó sin ningún problema ni erección.

. . .

Las duchas con mi madre se habían convertido en solo duchas. A veces mi pene se podía duro pero ella simplemente lo ignoraba y no sacaba ningún tema de conversación sexual. Por otra parte la relación en general con ella era prácticamente como la de hacía ya demasiado tiempo: pocas sonrisas y un gesto de preocupación y fatiga constante. Mi madre volvía a vivir en lo gris de sus problemas y ya no luchaba para escapar. Bastante tenía con seguir simplemente adelante, llevando toda la carga que se veía obligada a llevar. Tampoco me preguntaba qué tal me iba con tía Isa y estoy seguro que ella sabía que el día anterior su hermana había estado aquí durante su ausencia. Ellas hablaban mucho por teléfono y yo, aunque hubiera decidido no ser más cotilla de lo que ya había sido, no pasé por alto esas llamadas.

Aquella ducha, un día después de la última visita de mi tía, era extrañamente silenciosa. Aunque ella iba sacando varios temas de conversación que no llevaban a nada, tuve la sensación de que me quería decir algo y no sabía como enfocarlo. Después de ducharme me dijo que mis hermanas no estarían aquella noche porque, como no, se quedaban a dormir en casa de sus respectivas amigas.

-Vamos a tener una cena íntima entonces -me dijo con un tono que me cogió muy por sorpresa.- ¿Te parece bien?

-¿Íntima? -pregunté atónito.

-Sí, claro -dijo ella en tono bromista.- Vamos a estar solos, tú y yo.

-Ay, mamá.. Desde luego, que bromas tienes...

-Ay Roberto, perdona... No quiero decir nada que te siente mal -se calló y cambió a un gesto muy sincero.

-Mamá... ¿Qué te ocurre? -le pregunté.- Estás muy rara...

Cogió aire y abordó el tema que se había estado guardando:

-He pensado mucho en lo de los últimos días... y mi hermana me ha estado informando de prácticamente todo... Y también me ha animado a que me plantee cosas... Así que quiero aprovechar esta cena para hablar contigo -yo seguí escuchándola, hablaba muy pausadamente, meditando cada palabra.- Hay cosas que me he callado por miedo ¿Sabes? Y también hay cosas que me dijiste tú que no escuché por la misma razón.

-¿Qué cosas?

-No sabía como sacar el tema y ahora ha salido de golpe, cariño -me explicó ella.- ¿Lo hablamos durante la cena?

-Como quieras mamá... Ayudame a vestirme antes, por favor.

-Claro, cielo -dijo ella.

Nos fuimos a mi habitación y me senté en la cama mientras ella abría mi armario en busca de algo de ropa.

-Ya sé... -me dijo con la cabeza metida en el armario.- Ponte esto...

Sacó una camisa azul que tenía para ocasiones de gala. Era de manga corta y era ideal para el verano.

-¿Una camisa? -dije sorprendido.- ¿Y eso?

-Hace mucho que no te veo con ella puesta. Vas a estar guapísimo...

Me ayudó a ponérmela. Después dijo:

-¿Lo ves? Seductor... -y me acarició el moflete con delicadeza dirigiendo la mano a mi mentón. Yo me estaba poniendo malo y no entendía nada.- Yo no voy a ser menos, tranquilo. No pienso cenar tan de estar por casa como voy ahora. Voy a cambiarme y a prepararlo todo. Tu lee o juega un rato aquí y no te preocupes ¿Vale? Recuerda que aún estás de reposo absoluto...

Antes de irse se giró y me hizo una pregunta:

-Ya sé que he dicho que esperaríamos a la cena para hablar... pero antes necesito saber algo y no puedo esperar... -con un tono muy piadoso siguió hablando.- ¿Me podrías decir si me guardas rencor por algo en concreto?

-Mamá... -dije yo sorprendido por la pregunta que consideraba más que innecesaria.- Por supuesto que no te guardo rencor.

-Vale, cariño -sonrió ella mordiéndose el labio.- Gracias -se volvió a acercar a mi antes de irse y me besó la frente.

Se fue y me quedé mirando como entrecerraba la puerta. Cogí el libro que me estaba leyendo últimamente y una hora más tarde mi madre llamó a la puerta. Ya era la hora de cenar.

-Voy, mami... -dije sin mirar que ella misma abría la puerta.

Me levanté de la cama y me dispuse a caminar cuando giré la cabeza hacia ella y me quedé paralizado. Se había puesto zapatos de tacón y un vestido de un granate muy oscuro. Era un vestido que le llegaba hasta medio muslo y se le arrapaba lo suficiente como para marcar lo mejor de su figura. Sus caderas la convertían en toda una mujer segura de si misma, que se habría podido comer el mundo entero si hubiera querido. La parte del pecho de aquel vestido constaba de un hipnotizante escote, en forma de pico, que dibujaba un perturbador canalillo debido a sus grandes pechos. Encima de aquel canalillo maravilloso reposaba un collar precioso a juego con los pendientes que llevaba. Era una auténtica diva. Otra cosa buena es que casi no se había puesto maquillaje, por lo que su belleza natural era la protagonista en aquella imagen.

-La cena está servida -me dijo sonriendo como una diosa.

-Mamá... estás... -No sabía que decir.- Nunca te había visto así, ni en mis mejores sueños -me salió del alma.

-Gracias, Roberto -dijo ella un poco ruborizada.- Eres un sol.

-¿Y ese vestido? -pregunté.- Me suena, pero ya ni me acordaba...

-Es viejo, -dijo ella suspirando.- Muy viejo. Pero ya ves... ¡aún me entra!

-Claro que te entra, mamá... -dije con tono molesto por su exageración.- ¡Estás delgada!

-No estoy gorda... vale -contestó.- Pero delgada, lo que se dice delgada... lo había estado más en otros tiempos... Antes estaba como tu tía... Y, aún hace mas tiempo, estaba como tu hermana Laura.

-Para mi estás perfecta.

-¿Vas a estar piropeándome toda la noche -preguntó riéndose de una forma maravillosa,- o bajamos a cenar?

-Vamos, mami.

Y los dos bajamos al comedor. Cuando vi lo que me esperaba no supe como reaccionar. La mesa estaba puesta con el mantel bueno, que reservamos para ocasiones especiales. Había dos velas que iluminaban un poco el comedor, ya que la mayoría de luces estaban apagadas. Tambien había, aparte del plato de verduras con y setas que mi madre había preparado, dos copas y una botella de vino que me trajo recuerdos agridulces. Era una botella igual a la de la noche de mi accidente. Mi madre me puso una mano en el hombro mientras veía el panorama. La miré y me sonrió. Le devolví la sonrisa.

Nos sentamos en la mesa y empezamos a comer. Acompañamos la comida con el vino pero los dos nos moderamos mucho aquella vez. Hablamos de como iban las cosas últimamente sin tocar temas "extraños", los chicos con los que se veía a mi hermana Laura últimamente y varios cotilleos más. Me preguntaba hasta cuando aguantaría sin sacar el tema que habíamos quedado en hablar. Cuando la comida ya se había acabado prácticamente, mi madre dijo:

-Pues hoy, cuando hablaba con tu tía Isabel, me ha dicho que vio a Laura con un rubio muy alto paseando por el paseo marítimo... Ella aún es más cotilla que yo... ¡Que conste! -cogió la servilleta y se limpió con delicadeza los labios, muy acuradamente para que el pintalabios no se le corriera.- Tu tía está bien loca y siempre ha tenido unas ideas tan diferentes al resto de la gente...

-¿En serio, mamá? -pregunté más interesado.- ¿Siempre ha sido así?

-Desde pequeña -dijo entre sorbos de vino. Sujetaba la copa con mucha elegancia.- No es de extrañar que ahora no vea raras algunas cosas que yo siempre había tenido por impensables.

-Te refieres a...

-Me refiero a tener sexo con un miembro tan cercano de la familia como puede ser su sobrino... -dijo cortándome y dejando la copa de nuevo en la mesa (aún era la segunda, por lo tanto su sinceridad y formas tan claras de hablar no se veían muy afectadas por el alcohol, quizás solo un leve matiz).- O incluso parecerte normal que tu hermana mayor le haga pajas a su propio hijo... y que le guste.

-Mamá... de verdad -dije yo un poco nervioso.- Si crees que no está bien, no hace falta...

-Siempre he creído que no estaba bien -me volvió a interrumpir.- Por favor, Roberto, dejame hablar y luego me dices lo que piensas. Se me hace un poco dificil pero creo que debo intentarlo.

-Está bien, mamá -dije silenciándome.- Te escucho.

-Tía Isabel me ha hecho muchas preguntas a raíz de lo que le conté. Prácticamente no me ha dejado tranquila hasta que no le he respondido todo con absoluta sinceridad -tragó saliva y siguió hablando.- Gracias a las preguntas que me ha hecho, me he oído a mi misma respondiéndolas y me he sorprendido de algunas cosas que he llegado a decir... -Miró al techo con los ojos y volvió a coger fuerzas para seguir hablando.- Me ha estado preguntando mucho acerca de qué era exactamente lo que me daba miedo de tener estos acercamientos tan poco habituales entre una madre y un hijo... Roberto -se preparó para la parte que le costaba más,- me he oído decirle, con el corazón abierto, que lo que me aterrorizó de verdad fue descubrir que, en cierta manera, yo también disfrutaba... Yo también esperaba los dos días con ansias para que llegara el tercero. -Se hizo el silencio hasta que me atreví a preguntar:

-¿Sufrías las esperas como yo?

-Sí -asintió después de unos largos segundos.- Y no solo eso... alguna vez me había tenido que encerrar en la habitación y masturbarme para calmarme. No quería que rompiéramos el pacto y, para saciar las ganas de tocarte de nuevo, me tocaba yo... Me aferraba al pacto y a sus limitaciones como representación de la poca cordura que aún consideraba que me quedaba... Me decía a mi misma que me masturbaba solo porque me apetecía, que no era un acto substituto para saciar mis ganas de tener sexo contigo... Pero cuando tu tía me ha preguntado si pensaba en ti cuando me masturbaba... No he podido decirle que no -tragué saliva y concentré los cinco sentidos en ella.- ¡Me aparecías mucho a la cabeza, hijo! Yo intentaba callar esos pensamientos, pero no los controlaba... Pensé que era inebitable tenerlos pero no les haría caso en absoluto. Me hice la fuerte y caí rápido... Necesité huír sexualmente de ti, como ya sabes.

-Lo se... -dije mientras descansaba de su discurso.- Dijiste que no te sentaba bien, que eran muchas cosas... entre ellas papá.

-Papá... -dijo mi madre sonriendo, mirando hacia arriba.- Tu padre es la persona más comprensiva que conozco... Tú has heredado su buen corazón, hijo. Cada día que pasa es un día más que no se despierta y no sabemos ni si lo va a hacer nunca... -respiraba poco a poco y le temblaba un poco la voz.- Mi vida sigue girando entorno a él, pero yo veo cada día como necesito hacer más cosas por mi misma. ¿Sabes? Necesito ser yo misma y esperarle de otro modo... Viviendo mi vida, ya que con uno que no pueda vivir la suya ya es demasiado -le caía una pequeña lágrima de su ojo izquierdo.- El no se enfadaría ni siquiera por esto...

-Yo también le echo de menos, mamá...

-Pues claro, Roberto. Es normal -me sonrió muy ampliamente.- Es tu único padre y yo por él he sentido los sentimientos más fuertes de mi vida. Y tú te pareces tanto a él...

-¿Eso es que tú también me echas piropos? -le dije con una sonrisa bromista.

-Tómatelo como quieras, Roberto -respondió respirando otra vez más tranquila.- Pero tu tía me ha ayudado a sincerarme conmigo misma y reconocerlo... Le he acabado confesando a ella que te quiero, hijo. Aunque eso no es nada raro... soy tu madre.

-Yo también te quiero, mamá...

-Lo sé -respondió ella.- Y también sé que me deseas...

Quizás instintivamente se empezó a contornear como una auténtica seductora mientras hablaba.

-Mamá... -le aclaré,- te lo dije muchas veces y me decías que eran tonterías mías...

-Y te pido perdón por ello -me interrumpió.- Espero que me perdones por haber tardado tanto, y por además haber tenido que hablar con otra persona para darme cuenta del todo. Por muy raro que me parezca y muy poco habitual que sea eso en una madre y un hijo... Me he dado cuenta de que me haría más daño que lo ocultáramos. Es mejor dejarlo salir y no pensar, Roberto. Lo que tú sientes por mi y lo que yo siento por ti...

-Lo que tú sientes por mi...

-No solamente te amo como a mi propio hijo, que ya es muchísimo... -me miró a los ojos para que la frase me llegara al alma, entrando por cada poro de mi piel.- También te deseo, Roberto. Y no sé ni cuanto tiempo hace, en realidad.

-Mamá...

Se levantó y caminó hacia mi. Se agachó sin darme tiempo a que yo me levantara y me abrazó con toda su pasión, poniendo la cabeza en mi hombro. Oía de cerca su respiración. Se fue separando de mi muy poco a poco, pero sin soltarme. Aún me agarraba con sus brazos. Mientras se alejaba puso su bello rostro delante de mi cara. Nos encontrábamos a escasos centímetros el uno del otro. Le podía ver cada poro de su piel y esas preciosas pecas tan claritas que tenía en los mofletes y que solo se veían de cerca. Nos miramos a los ojos y, como si el destino nos invitara a hacerlo, los cerramos mientras acercábamos nuestros labios y nos fundimos en un tierno beso de amantes, largo, lento y cálido. Mis labios contra los suyos, y nuestras dos lenguas acarciándose la una a la otra. Podría jurar que duró minutos pero que habría llegado a desear pasar el resto de mi vida así. Era mi primer beso, y era con mi propia madre.

Separamos los labios y sonrió. Fue una sonrisa que salía directamente de su alma. Le correspondí la sonrisa y nos volvimos a besar, más apasioadamente, mientras nos empezábamos a acariciar con las manos. Ella me besaba el cuello y yo le olía el pelo. Estaba en éxtasis. Mientras seguía sonriendo me dijo muy tiernamente:

-Hay chocolate en la nevera para el postre... Pero puede que prefieras pasar del postre y venirte conmigo a mi cuarto. En mi cama.

-Con mucho gusto, mami -respondí yo con el corazón a mil, emocionado por lo que pudiera suceder y nervioso por la incertidumbre.

Me cogió de la mano izquierda y me llevó poco a poco hacia la escalera. La subimos como dos amantes de cine erótico, ella aun cogiéndome de la mano y guiándome hasta donde yo ya sabía ir. Mi nerviosismo se acentuaba cuando pensaba que, si bien ya sabía que allí arriba tendría a mi madre como siempre la había deseado, desconocía hasta que punto querría llegar ella conmigo (y no me atrevía a preguntárselo). Entramos en su cuarto y me dijo:

-Siéntate en la cama, cariño. Aún estás débil y no deberías hacer ningún esfuerzo...

Le hice caso. De hecho, hubiera obedecido cualquier orden suya. Cuando estuve sentado al borde de su cama, se agachó y me volvió a morrear. Entonces aproveché para magrearla mucho más. Le toqué el culo y se lo apreté con fuerza para sentirlo bien en mi mano. Era una pena poder mover solo una mano, ya que no podía tocarla tanto como hubiera querido. Con mi única mano disponible recorrí muchos sitios de su cuerpo, pasando por su espalda, su nuca, su cuello, su pecho (apretándolas por encima de aquel vestido tan increíble), sus muslos... No sabiendo muy bien como seguir en estos últimos. Ella me besaba los labios, pero también el cuello, el torso, el pecho... Me fue desabotonando la camisa mientras sus labios y su lengua me daban carícias cada vez en más sitios diferentes. Cuando llegó al último botón me quitó la camisa con mucha suavidad. Volvió a besarme, esta vez con más pasión, agachándose más para llegar a mi vientre. Si bien es verdad que no tenía los abdominales muy marcados, por lo menos mi vientre lucía plano.

Yo no sabía qué decir. Sencillamente respiraba con ganas e intentaba disfrutar del momento, aunque eran tantas las novedades que mi cabeza iba a mil por hora. Mi madre seguía bajando y me puso una mano en el pecho para acariciármelo. Su cara llegó a mi cintura y se volvió a levantar. Me miró a los ojos y me sonrió con ternura, creo que buscaba en mi mirada la complicidad y la seguridad para seguir haciendo aquello que, por mucho que se hubiera decidido a aceptar, aún le seguía pareciendo raro. Yo le devolví la sonrisa preguntándome aún hasta donde llegaríamos aquella noche. Ella volvió hacia mi y puso sus manos en mi paquete. Aquel día llevaba pantalón largo para la ocasión. Ella desabrochó el botón y la cremallera sin ninguna dificultad, pero tampoco ninguna prisa. Me bajó lentamente el pantalón hasta el suelo y se volvió a incorporar.

Mi boxer ya reflejaba mi estado, mostrando un paquete abultado con ganas de ser liberado y mimado. Mi madre me volvió a mirar y sonrió más ampliamente, se le habían subido los colores y tenía las mejillas un poco rosadas.

-¿Me permites? -dijo mientras se dirigía a abajarme el calzoncillo.

-Claro... -dije yo mientras ya lo estaba haciendo. Mi polla resplandecía de alegría cuando apareció en la escena. Estaba dura, muy dura, dispuesta a hacer un buen papel, fuera cual fuera... Mi madre se lamió su mano con mucha saliva y la fue a esparcir directamente desde la punta de mi capullo hasta los huevos, pasando a lo largo de todo mi falo. Me acarició cuando estuve totalmente lubricado, pareciéndose más a unas caricias infernalmente placenteras que a una paja con la eyaculación como objetivo. Se estuvo así un buen rato y yo me estremecía de puro gusto, no podía creer que pudiera sentir tanto placer. El que había sentido con mi tía había sido muy intenso, pero aquel era un poco diferente, era algo delicioso y pausado... Quizás solo una madre te puede dar unos mimos tan delicados.

Después de estarme masajeando la polla unos minutos, la soltó. Se volvió a levantar y caminó hacia su mesilla de noche. Cogió una goma para el pelo y volvió hacia mi haciéndose una coleta para que este quedara todo recogido detrás de su cabeza. Mientras se la terminaba de hacer me habló:

-Espero que te guste, cariño. Voy a hacerlo para que te desfogues como nunca y lo pases bien ¿De acuerdo? Así que dime si te gusta... Creo que no te lo han hecho nunca, pero si lo hago mal o algo... dímelo. Yo hace bastante tiempo que no lo hago.

Temblé de incertidumbre y de emoción. ¿Me estaba insinuando que iba a...? No me lo podía creer. Se puso de rodillas delante de mi, subiéndose un poco el vestido para no forzar el tejido de este. Com su mano derecha me sujetó la polla por la base y con su mano izquierda se puso detrás de la oreja un poco de pelo que no era suficientemente largo para formar parte de la coleta que se había hecho. Me miró con sus preciosos ojos y fue abriendo la boca mientras estos también bajaban hacia mi entrepierna. Llegó con los labios abiertos hasta mi capullo y allí los cerró suavemente, envolviéndolo.

Descubrir que siempre hay un peldaño más en la escala del placer era algo fascinante. En aquel punto no podía ni pensar con claridad, tenía mi epicentro del placer dentro de la boca de mi madre y ella iba a cuidarlo como nadie. Así fue: su lengua se empezó a desplazar por mi glande con unas suaves caricias que contenían y juntaban lo mejor de unos mimos maternales y lo mejor de la lengua de una amante entregada al placer de su compañero de cama.

Prontó empezó a mover el cuello y temblé. Entendí que aquel proceso me acabaría llevando al orgasmo por otro camino diferente al de una paja. Donde en una paja hay fricción y presión, allí había caricias y estimulación de los puntos clave, utilizando sus labios y su lengua. Predije que sería muy intenso, aunque no sabía bien hasta que punto. Sus labios frotaban el tronco de mi pene endurecido de arriba a abajo, iban desde medio glande hasta casi la mitad de todo el falo, y luego volvían hacia atrás. Su lengua no se veía, pero se movía en círculos, dando increibles golpecitos a mi frenillo. Era la sensación más maravillosa que había probado nunca.

A veces se sacaba la polla de la boca y se quedaba un rato besándola y lamiéndola por todos los sitios, para luego volver a engullirla. Yo cada vez la tenía más enrojecida y a punto de estallar. Ella pasó de ir a un ritmo lento-medio a acelerar un poco sus movimientos y aún aluciné más. En un momento que era demasiado bueno paró, y mi parte que le gusta rogar disfrutó de aquel detenimiento. Me gustaba desearla y desear que continuara. Con la boca vacía me habló:

-¿Te parece que me quite el vestido? -preguntó con los colores muy subidos de su esfuerzo para darme placer.- ¿Me quieres ayudar?

Se giró de espaldas a mi para que le bajara la cremallera de detrás. Con la mano izquierda temblorosa agarré la cremallera entre dos dedos y la deslicé hacia abajo. Ella se agarró un tirante con cada mano y los ayudó a caerse con un movimiento que me cautivó. El vestido se redujo a la mínima expresión y ya no era tan bello, arrugado en el suelo. Ahora lo verdaderamente bello era mi madre en ropa interior, con un conjunto negro con motivos granates bordados. Nunca había vista nada tan precioso como aquella visión. Lo podría jurar.

Se giró de nuevo hacia mi y la pude contemplar unos segundos, cautivado por su esplendor. Me volvió a morrear agachándose un poco. Aquella vez su boca sabía diferente, por el hecho de haber estado teniendo mi pene dentro, pero no me importó. Mientras me morreaba me volvió a agarrar el falo y me lo pajeó con tranquilidad. Su boca volvió a bajar por mi pecho y mi vientre y volvió a aprisionar mi pene entre sus labios.

Siguió haciéndome besar el cielo y yo le empecé a acariciar las tetas. Mientras lo hacía, vi que se volvía a sacar mi polla de la boca y se ponía más recta, para que su pecho quedara a la altura de esta. Agarrándomela por la base con su mano, propició con ella pequeños golpes a sus tetas, en la parte que no estaba cubierta por su sujetador. Mejor aún fue el momento en que, mientras seguía haciéndolo, con su otra mano se lo desabrochó con gran maestría.

Las volví a ver... Aquellas grandes mamas, tan bonitas de ver, con aquellos hipnotizantes pezones rosados... Las acaricié y sobé a mi gusto cuando mi madre hizo que mi polla volviera a golpear sus tetas, ahora en su totalidad, pero centrándose en el pezón. Luego cambió el movimiento y pasó a deslizar mi falo, que seguía bien mojado de saliva, por la superficie de sus pechos. Entendí que había otra gran forma de disfrutar del pecho de una mujer que con las manos, la cara o la lengua... Se trataba de mi orgáno mas sensible recorriendo su órgano más tentador... Tocarle las tetas con la polla. La llegó a aprisionar entre las dos y creo que subí al siguiente escalón del placer.

No me hizo correr con ellas porque quiso volver a degustarme. Volvió a sus movimientos de cuello (esta vez más rápidos que nunca) y noté que empezaba la cuenta atrás. Con su lengua estimulaba mi frenillo, que era la parte que hacía que la puerta que encerraba mi leche en mis huevos amenazara con abrirse de un momento a otro. Faltaban pocos segundos y ella no cesaba su mamada, totalmente entregada a su querido hijo. Tenía que avisarla:

-Mamá... -dije con la poca claridad que aún podía sacar de mis palabras.- Cuidado... Me falta poco...

Se sacó la polla de la boca para hablar, pero sustutuyó el movimiento con su mano derecha, yendo exctamente a la misma velocidad que iba con su cabeza. Habló muy rápido para perder el menos tiempo posible:

-Cariño, no te preocupes y córrete a gusto en mi boca... -y la volvió a chupar.

Me lo tomé como una orden directa. Sentí que algo crecía desde la base de mi polla hasta la punta. No lo podía ver, pero mi semen brotaba de mi con una intensidad enfermiza. No podía ver ni oír nada. Por un momento todo fue placer. Creo que notaba su lengua lamiéndome y sus labios que iban más rápido que nunca a lo largo de mi polla, pero lo que antes no me costaba tanto de distinguir, se había convertido en placer sin medida, sin ninguna explicación más.

El mundo volvió poco a poco. Volví a ver a mi madre con el mismo movimiento que me había provocado aquel orgasmo. Lo hacía cada vez más lento y mis espasmos seguían en forma de ráfagas de placer absoluto. Fueron mermando con los segundos que pasaron y finalmente cesaron, aunque mi madre aún no se había detenido. La seguía chupando o se la sacaba de la boca y la lamía mientras la apretujaba con su mano para que no quedara ni una gota de semen en el interior de mi pene. Esas gotitas salían tímidas desde mi puntita y mi madre las lamía rápido dejándome el capullo limpio y reluciente: se lo había tragado todo.

Con la cara enrojecida me miró fijamente a los ojos y me sonrió, esta vez con complicidad, con cariño. Subió a mi altura y me acarició la mejilla. Me dió un suave beso en los labios sin abrir la boca y, cuando se apartó, dijo:

-Cariño, espero haberte desfogado más que nunca. Lo he hecho con todo mi amor... Eres mi hijo y te quiero, ya lo sabes...

Mi expresión reflejaba la incredulidad de vivir en aquel sueño. Pero debía decir algo:

-Gracias, mamá... Muchas gracias... Me ha gustado mucho... Nunca me habías ayudado tanto...

-Cielo, es un placer ayudarte -dijo ella.- Pero he aceptado que no solo lo hago por ayudarte... es algo que también me gusta... es algo que deseo hacer... Así que, si a ti te parece bien... si los dos lo deseamos... podemos.

No dije nada. Solo asentí con la misma cara de incredulidad que hacía un rato. Mi madre volvió a hablar:

-¿Quieres dormir conmigo esta noche? Laura y Marta no vuelven hasta mañana...

Volví a asentir, pero esta vez también hablé:

-Claro, mamá... Me encantaría.

Cuando apagamos la luz nos tumbamos en su cama tal qual íbamos: ella en bragas y yo completamente desnudo. Nos deseamos las buenas noches con un beso en la boca que se alargó unos instantes. Yo no tenía sueño y tampoco creí ni por un momento que me fuera a dormir así como así. Pasados unos minutos mi madre y yo nos volvimos a acurrucar. A pesar del calor que hiciera queríamos estar cerca. A oscuras le palpé el pecho y me sentí protegido pegándome a él. Nos volvimos a morrear y a acariciar, esta vez sin decirnos absolutamente nada. Estábamos de lado el uno enfrente al otro, pegados, muy pegados. Mi polla se endurecía de nuevo por momentos. Fui a comerle las tetas tal y como me sentía: era su bebé otra vez, aunque ahora era diferente. Me pegué más a su cuerpo y tuve la idea de que, si había alguna forma de morir para elegir, esta sería ahogado con la cabeza entre aquellos pechos. Pasó un buen tiempo, quizás horas, de magreo y de no dejar dormir al otro, aunque prefería mil veces estar de aquella manera que dormir. Me pegué al máximo a su cuerpo y ella notó mi pene endurecido totalmente presionado contra ella. Más concretamente contra sus bragas.

-Hijo... -habló en susurro.- Ya vuelves a estar como una moto, cariño...

-Mami, me gustas mucho...

-Vaya por Dios, Roberto... -dijo apartándome un poco para poder tocar con su propia mano mi polla.- No recordaba la marcha que tenéis los adolescentes...

-Es por ti... Tú me pones así...

Se rió muy bajito y me apretó también contra ella en aquel abrazo cada vez mas pasional, sin soltar mi falo.

-Mamá... -dije yo aún en susurros.- Contigo nunca me canso... Repetíria para siempre lo que me haces. Lo haría contigo toda la noche...

-¿Harías...? ¿El qué? -preguntó ella.

-Pues eso... -respondí tímidamente.- Como me la tocas y como me la chupas...

-Ah, entiendo... -hizo una pausa prudente.- ¿Pero también te gustaría hacer algo más...?

-¿Algo más...?

-Me ha parecido entender... -empezó ella, pero luego se calló.- Da igual, déjalo.

-No, mamá... -dije insistente, ahora ya sin susurrar.- Dime lo que habías entendido...

-No sé, cariño... -dijo ella evadiendo la situación muy pobremente.- Tampoco se si querrías... conmigo...

Confirmé las sospechas de haber entendido lo que me había parecido entender. No sabía que decir, ¿Se estaba ofreciendo para...?

-Mamá... Si tú no quieres no te preocupes...

-Sé que estamos hablando de algo más que tocarte y dejarme tocar. Pero tampoco veo una diferencia abismal con lo que ya hemos hecho... Y si tú realmente quisieras... Por mi... Pues... No sé... se puede hablar.

-Mamá... -dije yo dando paso a otro silencio imperante. Luego volví a hablar.- Me encantaría. Si tu quisieras, me encantaría.

-Hijo... -dijo ella con ternura y sinceridad.- Me lo había preguntado... Me había preguntado si tu querrías, pero ahora mismo estás débil aún y ya me lo había quitado de la cabeza. No puedes hacer esfuerzos.

-Sí que me siento débil -dije yo, volviendo a magrearla bien.- Pero me muero de ganas de hacerlo, mamá. Hacerlo contigo...

-Hijo... si tú quieres, sin que hagas ningún esfuerzo... -dijo ella pensando lo bien en lo que quería decir.- Yo te lo dejo probar.

-Mamá... -dije yo en pleno éxtasis mental.- Muchas gracias... Me muero por probarlo así que...

-Sht... -me puso un dedo en los labios para que me callara y se incorporó en la cama. Encendió la luz de la mesilla de noche que iluminó ténuemente la habitación con tonos muy cálidos y anaranjados. La volví a ver solo en bragas, con aquellas tetas espléndidas, aquellas caderas anchas y aquel pelo ondulado, otra vez suelto, que le llegaba hasta un poco más abajo de los hombros. Volvió hacia mi pero esta vez se colocó de rodillas en la cama mirándome y me empezó a acariciar con una mano dando varios viajes por muchas partes de mi cuerpo, recorriéndolas todas. Yo estaba tumbado bocarriba y con la polla bien tiesa, preparada para explorar cosas nuevas, aunque yo ya hubiera estado allí dentro hacía muchos años.

Mientras yo tenía ese pensamiento ella se sentó en la cama y se empezó a quitar las bragas. Yo la obsevé con detenimiento. Cuando vi su pubis me percaté que lo tenía arreglado y un poco depilado por la zona del bikini, con el pelo recortado para que no se le rizara y quedara solo una fina capa de vello. Cuando hubo terminado de quitárselas se sentó encima de mis muslos, con una pierna en cada lado de mi cuerpo, mirándome a mi.

-¿Peso mucho? -me preguntó.

-Mamá... -dije lleno de excitación.- Ya te dije el otro día que no...

Ella me sonrió con amabilidad y me cogió mi mano izquierda. Se la dirigió a los muslos, concretamente entre sus piernas, y me guió hasta el preciado objetivo que representaba la culminación de todos aquellos deseos que nos llevaban a encontrarnos aquella noche allí, en su cama, con la idea en la cabeza de fundirnos el uno con el otro. Acercó mi mano a su coño y lo toqué por primera vez. Primero noté la sensación del vello. Era suave, pero con el afeitado y el recorte que se había hecho, los pelillos crecían algo más fuertes de lo natural. Luego exploré más aquella nueva zona.

Cuando separé sus primeros labios vaginales empecé a notar el calor y la humedad. Mi madre gimió y me adentré un poco más, notando la viscosidad y calidez del órgano que estaba descubriendo. Me gustaba. Meter la polla ahí debía de ser una delicia. Mi madre habló entre pequeños jadeos:

-Roberto... uhm, sí... Eso, Roberto, ahora tócame tu a mi... Ponme más caliente...

Me sorprendió oír a mi madre hablar de aquella manera. Me pareció muy surrealista, como si la escena no lo hubiera sido hasta entonces. Ella siguió hablando con un vocabulario que me siguió confundiendo y excitando:

-Te has tocado pensando en este momento, seguro... Mucho ¿Verdad?

-Si, mamá... -le respondí, también muy caliente.

-En el momento en que te vas a follar a tu madre... -dijo ella.

Ahí ya estuve al borde del colapso. Entre la excitación y la sorpresa de oír a mi madre hablando de aquella manera tan cachonda necesité más que nunca penetrarla y gozar de ella. Volver al agujero de donde una vez había salido. Le introduje más los dedos en aquel agujero y terminé de notar lo mojada que estaba.

-Oh, sí... -gimió ella.

-Mamá... lo necesito... -dije casi suplicando.- Quiero follar... Metértela...

Mi madré se incorporó para diponerse a ser penetrada por mi. Vi que se levantaba un poco y tuve que decir:

-¡Mamá..! Tengo condones en la habitación por si alguna vez los necesitaba... Me tendría que poner uno ¿No?

-Hijo... -me dijo mi madre llena de ternura con una amplia sonrisa, deteniendo su acercamiento.- Adoro que sigas mis consejos... Ya sé que siempre te digo que te lo tienes que poner siempre... pero conmigo no hace falta, cariño. Yo tomo la pastilla para regularme la regla, no me puedo quedar embarazada...

-Vale, mamá... -dije agradeciendo no tener que levantarme e intentar ponerme torpemente un preservativo sin tener ni idea.

Ella siguió con su movimiento mientras decía:

-Pero cuando lo hagas con cualquier otra persona... ¡Póntelo! ¿Vale?

-Vale, mamá...

Ella había arqueado el cuerpo hacia delante y me había acercado mucho los pechos a la cara. Su coño estaba un palmo por encima de mi polla, que lo apuntaba con ansias. Me agarró la polla pasando su brazo entre sus piernas para llegar a ella. Lo hizo para que la punta de mi falo apuntara mucho más concretamente, como una flecha, a su agujero. Solo le faltaba bajar y sentarse... ya estaría hecho. La estaba a punto de penetrar. Me miró a los ojos y me habló:

-¿Preparado?

Asentí con la cabeza y ella bajó todo su cuerpo. La punta de mi polla chocó contra sus labios vaginales buscando la entrada. Ella tenía aún sujeta mi polla con la mano y la movió para que encontrara ese agujero. Sentí un placer maravilloso con aquella fricción y di un soplido de puro gusto. Le costó un poco entrar, cuando encontró el agujero tuvo que hacer un poco de esfuerzo para poder relajar el cuerpo y sentarse del todo encima de mi. Entonces mi pene entró en su vagina y sentí, a lo largo de todo el tronco, la suavidad, la humedad y el calor de mi madre por dentro. Ya estaba dentro. No puedo explicar con palabras la sensación que sentí, tanto física como mentalmente. Mi madre jadeó:

-Oh... Robe... ahora estás dentro... Otra vez... -sonrió.

-Mamá... -respondí con una alegría insólita.- Lo estamos haciendo...

-Si hijo sí. -siguió ella entre jadeos mordiéndose el labio de placer.- Tú no te preocupes, no hagas ningún esfuerzo... Me voy a mover yo... Espero acordarme aún...

Y empezó a mover su culo hacia arriba y hacia abajo, notando yo las paredes de su vagina acariciándome. Era el mismo gesto que hacía con su mano alrededor de mi polla cuando me masturbaba, pero al hacerlo con el coño la sensación era infinitamente diferente. Se arqueó más hacia mi para facilitar su movimiento y apoyar sus manos en el colchón y me encontré con sus tetas prácticamente en mi cara. Las agarré con mi única mano funcional y las chupé. El ritmo de su culo aumentaba muy gradualmente. Puse mi cara entre sus pechos y me abandoné al frenesí. Mi madre empezó a gemir cada vez más fuerte y aumentó el ritmo aún más.

-Mamá... te quiero...

-Lo sé -dijo ella entre gemidos.- Sabes que yo a ti también...

-Mamá... Creo que me correré otra vez...

Su ritmo creció más:

-Claro, cariño... Hazlo si te apetece...

La sujeté de su culo con la mano izquierda y le ayudé a marcar el ritmo acelerándolo aún un poco más. En mi polla el placer crecía y crecía y la cara de mi madre se iba rompiendo en una expresión de placer absoluto. Mi polla se endurecía hasta llegar a su máximo: lo siguiente era estallar en un orgasmo. Mi madre jadeaba casi con dificultad, cerraba los ojos y se mordía el labio. Como si mi semen me sobrara, sentí que tenía que salir cuanto antes e inundar el sitio del que yo nací.

-¡¡¡Mamá... me corro!!!

-Yo... tam... bién...

Y gemimos los dos como posesos. Mientras mi polla explusó todo el semen que le quedaba, su vagina la estrujó y comprendí cual era el peldaño más alto en la escalera del placer. El cuerpo de mi madre se convulsionó y entendí como era un orgasmo femenino. Jadeó y gimió como una posesa. Nuestros movimientos fueron cesando y volviéndose deliciosamente tranquilos, con el placer mutuo convirtiéndose en un gran gusto que se prolongaba hasta más no poder. Mi madre buscó mis labios con los suyos y me besó en aquel fantástico momento.

-Cielo... -dijo cuando recuperó el aliento.- ¿Como estás...?

-Mamá -dije yo.- Ha sido increible... Aún no me lo creo, mamá...

Me volvió a besar y no dijo nada. Aquella noche ya no tardamos en dormirnos, y lo hicimos abrazados, sin importarnos la temperatura del verano.

CONTINUARÁ...
Increiblee!!
 
CAPÍTULO 5: EL SUEÑO HECHO REALIDAD

Siempre había pensado que mi tía estaba un poco loca pero no hasta aquel punto. No me había dado ningún detalle de lo que hablaría con mi madre pero me había asegurado que, si salía bien, podría volver a tener sexo con ella, y no solo "simples" pajas... No me lo acabé de creer. Decidí pasar de cotillear más de lo que hablaran o dejaran de hablar y simplemente vivir mi vida. De hecho, tener a mi tía prácticamente a mi completa disposición ya era un chollo muy grande. No tardé mucho en llamarla: al día siguiente de nuestro primer encuentro ya busqué su número en la agenda del móvil y lo marqué.

-¿Sí? -contestó tía Isa.

-Hola, tía... -dije yo.- ¿Qué tal?

-Muy bien, Roberto -contestó ella.- ¿Y tú?

-Voy haciendo, tía... -le respondí un poco nervioso por la rara situación.- Cada día me encuentro un poco mejor...

-¡Ese es el espíritu, sobrino! -dijo ella con positivismo.- ¿Querías algo?

-Ehm... bueno -dije.- Ya sabes... como me dijiste que te llamara cuando...

-Ah, es eso... -se rió mi tía con maldad.- Jejeje... Pues me pillas sin mucho que hacer, así que si quieres vengo, pero me tienes que invitar a vuestra fantástica piscina. Quiero aprovechar bien el viaje...

-¡Claro que sí, tía! -le dije contento.- Usa la piscina cuando quieras, ya lo sabes. Aunque te tendrás que bañar sola porque no hay nadie en casa en todo el día. Mi madre se ha ido de compras con Marta y Laura a un centro comercial y a ver una peli al cine...

-¡Uy! -dijo mi tía con una sorpresa alegre.- ¿Toda la piscina para nosotros dos?

-Tía -contesté con resentimiento,- yo aún no me puedo bañar...

-Bueno, niño... -dijo mi tía obviando los problemas.- Vengo en unos veinte minutos y ya veremos lo que hacemos.

Los veinte minutos los pasé degustando el sabor a que lo inevitable se acercaba. Llamó al timbre y fui a abrir con toda la agilidad que pude.

-¡Hola guapo! -me dijo dándome un beso muy cariñoso en la mejilla y abrazándome con un brazo. Llevaba un vestido y el bikini debajo. Nada más. Estaba espléndida y tenía muchas ganas de comérmela entera.

-Hola, tía -le devolví el saludo.- Pasa...

-¿Aun no llevas el bañador? -preguntó sorprendida.

-Tía... -le respondí.- Te he dicho que no me puedo bañar...

-Tú te vienes a la piscina conmigo y nos hacemos un poco de compañía -respondió ella casi sin escucharme,- que al menos te dará el sol.

-Vale... -dije yo dándome por vencido. ¿Pero que no venía a pajearme?

-Además, puedes ponerte el bañador y sentarte en la escalerita, que al menos se te refresquen las piernas.

-Vale... voy a ponérmelo... -dije dando a entender el tiempo que necesitaría para hacerlo.

-Uy, espera -dijo ella.- Subo y te ayudo...

Sonreí. Ella subió conmigo hasta mi habitación y allí me dijo:

-Venga, te quito los pantalones y te pongo el bañador...

Y así lo hizo. Cuando me bajó los calzoncillos mi polla la recibió con alegría: sabía lo que le esperaba. Ella no pudo evitar comentarlo:

-¡Veo que sí! Tu cuerpo te pide guerra hoy también... eres fogosín y creo que te viene de familia.

-Se alegra de verte -le dije a mi tía.- Después de lo de ayer quiere un poco mas...

-Sht... -dijo mi tía agarrándome el glande con la mano entera, cosa que me dio mucho gusto sin haberlo visto venir.- Has dicho que teníamos toda la tarde... tú ahora ponte el bañador...

Me lo puso ella y guardó mi erección en aquel bañador ancho, que no evitaba que mi paquete se notara mucho. Bajamos a la piscina y allí se quitó el vestido enseguida. Se quedó en su fantástico bikini marrón y naranja. Pusimos las toallas una al lado de la otra en el césped y ella se dirigió a la ducha para poderse bañar. Yo caminaba hacia ella, que terminó de ducharse rápido y, sonriéndome, me cogió el brazo. Noté sus tetas pegadas a mi.

-Te ayudo a sentarte a la escalera, pero no te vayas a resbalar y a caerte...

-Muy bueno, tía -dije con tono sarcástico.- No voy a volver a resbalar en la vida...

Mi tía me ayudó a que me sentara y el agua me cubrió hasta el culo, refrescándome bastante de cintura para abajo.

-Voy a nadar un poco -dijo mi tía. Acto seguido me guiñó un ojo.- No tardaré en volver...

Se fue a la zona que mas cubría de la piscina y se sumergió. Nadó de todas las maneras que supo y se relajó mucho. El símil de una sirena volvió a mi mente y la observé con satisfacción. Su cuerpo curvado y prácticamente perfecto, ese culo redondo, esas tetas tan notorias embelleciendo el bikini que las sujetaba, su pelo largo liso completamente mojado y suelto dejándose llevar por el vaivén del agua... era una diosa. Tal y como me había anunciado no tardó en volver hacia mi, esta vez completamente empapada de arriba a abajo. Estaba preciosa.

-¿Qué tal? -me preguntó.- ¿A que se está bien aquí?

-Sí... -dije contento de volverla a tener cerca.- Me encantaría poder nadar, pero me conformo con mirar...

-¿Que me estabas mirando, depravadito? -dijo con tono meloso y juguetón.- ¿A la hermana de tu madre? -se iba acercando a mi muy sensualmente y me puso muy malo. Juntó su cuello con el mío para susurrarme al oído con mucha suavidad:- Que pervertido, mi sobrino...

Se sentó a mi derecha, en el mismo escalón que yo. Noté su cuerpo junto al mío, pero aquella vez todo era más refrescante. La calidez de mi habitación era sustituida por el olor a cloro y el agua de la piscina que impregnaba la piel de nuestros dos cuerpos. La mano de mi tía se dirigió a mi glande y lo agarró, aún por encima del bañador. La caricia me sentó genial y terminé de ponerme bien a tono. Mi tía habló golosa:

-Vamos a darte un poco de la marcha que necesitas...

Me sacó la polla del bañador y la empezó a masajear con delirio. Estaba toda mojada pero, por muy fresca que estuviera el agua, mi polla estaba caliente y aguerrida. Nos miramos a los ojos y me sonrió mientras yo fruncía el ceño de placer. Me empezó a pajear en toda regla y miré al cielo gimiendo. No podía imaginar mejor forma que aquella de disfrutar de la piscina. Le fui a sobar las tetas y se las amasé. En un arrebato se apartó los triángulos del bikini y se las sacó. Tenía los pezones muy duros por el agua y por la excitación. Me dijo desesperada:

-Toma... ¡chúpamelas!

Se las chupé. Sabían a agua de piscina y estaban más fresquitas que nunca, pero me parecieron gloria. Hundí la cabeza entre ellas, como tanto me gusta hacer, y prácticamente berreé de la euforia. Mi polla era sometida a una masturbación muy intensa por su parte. Estaba genial. Tardé un poco más en correrme que el día anterior y el placer fue fantásticamente más largo. Lo anuncié como siempre:

-Me corro, tía... -y así lo hice. Mientras ella se acercaba a mi falo para verlo de cerca yo recosté la cabeza en su hombro izquierdo gimiendo por el placer. El ruido del agua hacía evidente que aceleraba el ritmo de su brazo para que yo gozara de un orgasmo frenético.

Cuando pude recuperar mi respiración me incorporé y le di las gracias. Después de reírnos un rato, los dos nos fuimos a la toalla, ella ya en topless directamente. Allí le volví a dar las gracias por como se estaba portando conmigo y con mi madre y me respondió:

-Tranquilo, chico, no me supone ningún esfuerzo. También lo disfruto yo, ya te lo dije. Y tu madre lo disfrutaría también si aceptara la realidad...

-¿Qué realidad? -pregunté intrigado.

-Sabes que la realidad es que a ti te gusta ella... tanto o más que yo -miré para otro lado.- No te preocupes -dijo apresuradamente con una sonrisa.- No soy nada celosa... El caso es que tu madre no se asustó simplemente de lo que hacía (que ella estaba convencida que era algo temporal, sin repercusión)... He vuelto a hablar con ella y estoy segura que el motivo por el que se asustó fue que le gustaba lo que hacía. Le gustaba a ella y te gustaba a ti... Por eso te dije lo de ayer... Te dije que volvería a hablar con ella y ya lo he hecho. No veo tan dificil convencerla de que es algo entre vosotros dos, que no tiene porque ser malo a pesar de lo que diría una sociedad que tampoco tiene porque enterarse... -se calló y recuperamos la mirada, el uno del otro.- Tú no te preocupes: mientras ella se lo piensa y le doy algún empujoncito..., si quieres descargar tensiones con un poco de contacto femenino aquí está tu querida tía.

No supe muy bien que decir. Me parecía todo muy disparatado. Devolví la sonrisa a mi tía y tomamos el sol un ratito más. Se fue no mucho más tarde y horas despues llegaron mi madre y mis hermanas. Cuando Marta me vió, me contó todo lo que habían hecho durante el día con su alegría desbordante y luego me dijo de hacer una partida a la consola (en el juego de tenis en modo zurdo porque solo podía utilizar mi mano izquierda por motivos obvios). Laura hizo algún comentario sobre que me iba a quedar fosilizado pasando tanto tiempo en casa (como si tuviera otra opción...). Mi madre no estaba nada rara, y aquella noche me duchó sin ningún problema ni erección.

. . .

Las duchas con mi madre se habían convertido en solo duchas. A veces mi pene se podía duro pero ella simplemente lo ignoraba y no sacaba ningún tema de conversación sexual. Por otra parte la relación en general con ella era prácticamente como la de hacía ya demasiado tiempo: pocas sonrisas y un gesto de preocupación y fatiga constante. Mi madre volvía a vivir en lo gris de sus problemas y ya no luchaba para escapar. Bastante tenía con seguir simplemente adelante, llevando toda la carga que se veía obligada a llevar. Tampoco me preguntaba qué tal me iba con tía Isa y estoy seguro que ella sabía que el día anterior su hermana había estado aquí durante su ausencia. Ellas hablaban mucho por teléfono y yo, aunque hubiera decidido no ser más cotilla de lo que ya había sido, no pasé por alto esas llamadas.

Aquella ducha, un día después de la última visita de mi tía, era extrañamente silenciosa. Aunque ella iba sacando varios temas de conversación que no llevaban a nada, tuve la sensación de que me quería decir algo y no sabía como enfocarlo. Después de ducharme me dijo que mis hermanas no estarían aquella noche porque, como no, se quedaban a dormir en casa de sus respectivas amigas.

-Vamos a tener una cena íntima entonces -me dijo con un tono que me cogió muy por sorpresa.- ¿Te parece bien?

-¿Íntima? -pregunté atónito.

-Sí, claro -dijo ella en tono bromista.- Vamos a estar solos, tú y yo.

-Ay, mamá.. Desde luego, que bromas tienes...

-Ay Roberto, perdona... No quiero decir nada que te siente mal -se calló y cambió a un gesto muy sincero.

-Mamá... ¿Qué te ocurre? -le pregunté.- Estás muy rara...

Cogió aire y abordó el tema que se había estado guardando:

-He pensado mucho en lo de los últimos días... y mi hermana me ha estado informando de prácticamente todo... Y también me ha animado a que me plantee cosas... Así que quiero aprovechar esta cena para hablar contigo -yo seguí escuchándola, hablaba muy pausadamente, meditando cada palabra.- Hay cosas que me he callado por miedo ¿Sabes? Y también hay cosas que me dijiste tú que no escuché por la misma razón.

-¿Qué cosas?

-No sabía como sacar el tema y ahora ha salido de golpe, cariño -me explicó ella.- ¿Lo hablamos durante la cena?

-Como quieras mamá... Ayudame a vestirme antes, por favor.

-Claro, cielo -dijo ella.

Nos fuimos a mi habitación y me senté en la cama mientras ella abría mi armario en busca de algo de ropa.

-Ya sé... -me dijo con la cabeza metida en el armario.- Ponte esto...

Sacó una camisa azul que tenía para ocasiones de gala. Era de manga corta y era ideal para el verano.

-¿Una camisa? -dije sorprendido.- ¿Y eso?

-Hace mucho que no te veo con ella puesta. Vas a estar guapísimo...

Me ayudó a ponérmela. Después dijo:

-¿Lo ves? Seductor... -y me acarició el moflete con delicadeza dirigiendo la mano a mi mentón. Yo me estaba poniendo malo y no entendía nada.- Yo no voy a ser menos, tranquilo. No pienso cenar tan de estar por casa como voy ahora. Voy a cambiarme y a prepararlo todo. Tu lee o juega un rato aquí y no te preocupes ¿Vale? Recuerda que aún estás de reposo absoluto...

Antes de irse se giró y me hizo una pregunta:

-Ya sé que he dicho que esperaríamos a la cena para hablar... pero antes necesito saber algo y no puedo esperar... -con un tono muy piadoso siguió hablando.- ¿Me podrías decir si me guardas rencor por algo en concreto?

-Mamá... -dije yo sorprendido por la pregunta que consideraba más que innecesaria.- Por supuesto que no te guardo rencor.

-Vale, cariño -sonrió ella mordiéndose el labio.- Gracias -se volvió a acercar a mi antes de irse y me besó la frente.

Se fue y me quedé mirando como entrecerraba la puerta. Cogí el libro que me estaba leyendo últimamente y una hora más tarde mi madre llamó a la puerta. Ya era la hora de cenar.

-Voy, mami... -dije sin mirar que ella misma abría la puerta.

Me levanté de la cama y me dispuse a caminar cuando giré la cabeza hacia ella y me quedé paralizado. Se había puesto zapatos de tacón y un vestido de un granate muy oscuro. Era un vestido que le llegaba hasta medio muslo y se le arrapaba lo suficiente como para marcar lo mejor de su figura. Sus caderas la convertían en toda una mujer segura de si misma, que se habría podido comer el mundo entero si hubiera querido. La parte del pecho de aquel vestido constaba de un hipnotizante escote, en forma de pico, que dibujaba un perturbador canalillo debido a sus grandes pechos. Encima de aquel canalillo maravilloso reposaba un collar precioso a juego con los pendientes que llevaba. Era una auténtica diva. Otra cosa buena es que casi no se había puesto maquillaje, por lo que su belleza natural era la protagonista en aquella imagen.

-La cena está servida -me dijo sonriendo como una diosa.

-Mamá... estás... -No sabía que decir.- Nunca te había visto así, ni en mis mejores sueños -me salió del alma.

-Gracias, Roberto -dijo ella un poco ruborizada.- Eres un sol.

-¿Y ese vestido? -pregunté.- Me suena, pero ya ni me acordaba...

-Es viejo, -dijo ella suspirando.- Muy viejo. Pero ya ves... ¡aún me entra!

-Claro que te entra, mamá... -dije con tono molesto por su exageración.- ¡Estás delgada!

-No estoy gorda... vale -contestó.- Pero delgada, lo que se dice delgada... lo había estado más en otros tiempos... Antes estaba como tu tía... Y, aún hace mas tiempo, estaba como tu hermana Laura.

-Para mi estás perfecta.

-¿Vas a estar piropeándome toda la noche -preguntó riéndose de una forma maravillosa,- o bajamos a cenar?

-Vamos, mami.

Y los dos bajamos al comedor. Cuando vi lo que me esperaba no supe como reaccionar. La mesa estaba puesta con el mantel bueno, que reservamos para ocasiones especiales. Había dos velas que iluminaban un poco el comedor, ya que la mayoría de luces estaban apagadas. Tambien había, aparte del plato de verduras con y setas que mi madre había preparado, dos copas y una botella de vino que me trajo recuerdos agridulces. Era una botella igual a la de la noche de mi accidente. Mi madre me puso una mano en el hombro mientras veía el panorama. La miré y me sonrió. Le devolví la sonrisa.

Nos sentamos en la mesa y empezamos a comer. Acompañamos la comida con el vino pero los dos nos moderamos mucho aquella vez. Hablamos de como iban las cosas últimamente sin tocar temas "extraños", los chicos con los que se veía a mi hermana Laura últimamente y varios cotilleos más. Me preguntaba hasta cuando aguantaría sin sacar el tema que habíamos quedado en hablar. Cuando la comida ya se había acabado prácticamente, mi madre dijo:

-Pues hoy, cuando hablaba con tu tía Isabel, me ha dicho que vio a Laura con un rubio muy alto paseando por el paseo marítimo... Ella aún es más cotilla que yo... ¡Que conste! -cogió la servilleta y se limpió con delicadeza los labios, muy acuradamente para que el pintalabios no se le corriera.- Tu tía está bien loca y siempre ha tenido unas ideas tan diferentes al resto de la gente...

-¿En serio, mamá? -pregunté más interesado.- ¿Siempre ha sido así?

-Desde pequeña -dijo entre sorbos de vino. Sujetaba la copa con mucha elegancia.- No es de extrañar que ahora no vea raras algunas cosas que yo siempre había tenido por impensables.

-Te refieres a...

-Me refiero a tener sexo con un miembro tan cercano de la familia como puede ser su sobrino... -dijo cortándome y dejando la copa de nuevo en la mesa (aún era la segunda, por lo tanto su sinceridad y formas tan claras de hablar no se veían muy afectadas por el alcohol, quizás solo un leve matiz).- O incluso parecerte normal que tu hermana mayor le haga pajas a su propio hijo... y que le guste.

-Mamá... de verdad -dije yo un poco nervioso.- Si crees que no está bien, no hace falta...

-Siempre he creído que no estaba bien -me volvió a interrumpir.- Por favor, Roberto, dejame hablar y luego me dices lo que piensas. Se me hace un poco dificil pero creo que debo intentarlo.

-Está bien, mamá -dije silenciándome.- Te escucho.

-Tía Isabel me ha hecho muchas preguntas a raíz de lo que le conté. Prácticamente no me ha dejado tranquila hasta que no le he respondido todo con absoluta sinceridad -tragó saliva y siguió hablando.- Gracias a las preguntas que me ha hecho, me he oído a mi misma respondiéndolas y me he sorprendido de algunas cosas que he llegado a decir... -Miró al techo con los ojos y volvió a coger fuerzas para seguir hablando.- Me ha estado preguntando mucho acerca de qué era exactamente lo que me daba miedo de tener estos acercamientos tan poco habituales entre una madre y un hijo... Roberto -se preparó para la parte que le costaba más,- me he oído decirle, con el corazón abierto, que lo que me aterrorizó de verdad fue descubrir que, en cierta manera, yo también disfrutaba... Yo también esperaba los dos días con ansias para que llegara el tercero. -Se hizo el silencio hasta que me atreví a preguntar:

-¿Sufrías las esperas como yo?

-Sí -asintió después de unos largos segundos.- Y no solo eso... alguna vez me había tenido que encerrar en la habitación y masturbarme para calmarme. No quería que rompiéramos el pacto y, para saciar las ganas de tocarte de nuevo, me tocaba yo... Me aferraba al pacto y a sus limitaciones como representación de la poca cordura que aún consideraba que me quedaba... Me decía a mi misma que me masturbaba solo porque me apetecía, que no era un acto substituto para saciar mis ganas de tener sexo contigo... Pero cuando tu tía me ha preguntado si pensaba en ti cuando me masturbaba... No he podido decirle que no -tragué saliva y concentré los cinco sentidos en ella.- ¡Me aparecías mucho a la cabeza, hijo! Yo intentaba callar esos pensamientos, pero no los controlaba... Pensé que era inebitable tenerlos pero no les haría caso en absoluto. Me hice la fuerte y caí rápido... Necesité huír sexualmente de ti, como ya sabes.

-Lo se... -dije mientras descansaba de su discurso.- Dijiste que no te sentaba bien, que eran muchas cosas... entre ellas papá.

-Papá... -dijo mi madre sonriendo, mirando hacia arriba.- Tu padre es la persona más comprensiva que conozco... Tú has heredado su buen corazón, hijo. Cada día que pasa es un día más que no se despierta y no sabemos ni si lo va a hacer nunca... -respiraba poco a poco y le temblaba un poco la voz.- Mi vida sigue girando entorno a él, pero yo veo cada día como necesito hacer más cosas por mi misma. ¿Sabes? Necesito ser yo misma y esperarle de otro modo... Viviendo mi vida, ya que con uno que no pueda vivir la suya ya es demasiado -le caía una pequeña lágrima de su ojo izquierdo.- El no se enfadaría ni siquiera por esto...

-Yo también le echo de menos, mamá...

-Pues claro, Roberto. Es normal -me sonrió muy ampliamente.- Es tu único padre y yo por él he sentido los sentimientos más fuertes de mi vida. Y tú te pareces tanto a él...

-¿Eso es que tú también me echas piropos? -le dije con una sonrisa bromista.

-Tómatelo como quieras, Roberto -respondió respirando otra vez más tranquila.- Pero tu tía me ha ayudado a sincerarme conmigo misma y reconocerlo... Le he acabado confesando a ella que te quiero, hijo. Aunque eso no es nada raro... soy tu madre.

-Yo también te quiero, mamá...

-Lo sé -respondió ella.- Y también sé que me deseas...

Quizás instintivamente se empezó a contornear como una auténtica seductora mientras hablaba.

-Mamá... -le aclaré,- te lo dije muchas veces y me decías que eran tonterías mías...

-Y te pido perdón por ello -me interrumpió.- Espero que me perdones por haber tardado tanto, y por además haber tenido que hablar con otra persona para darme cuenta del todo. Por muy raro que me parezca y muy poco habitual que sea eso en una madre y un hijo... Me he dado cuenta de que me haría más daño que lo ocultáramos. Es mejor dejarlo salir y no pensar, Roberto. Lo que tú sientes por mi y lo que yo siento por ti...

-Lo que tú sientes por mi...

-No solamente te amo como a mi propio hijo, que ya es muchísimo... -me miró a los ojos para que la frase me llegara al alma, entrando por cada poro de mi piel.- También te deseo, Roberto. Y no sé ni cuanto tiempo hace, en realidad.

-Mamá...

Se levantó y caminó hacia mi. Se agachó sin darme tiempo a que yo me levantara y me abrazó con toda su pasión, poniendo la cabeza en mi hombro. Oía de cerca su respiración. Se fue separando de mi muy poco a poco, pero sin soltarme. Aún me agarraba con sus brazos. Mientras se alejaba puso su bello rostro delante de mi cara. Nos encontrábamos a escasos centímetros el uno del otro. Le podía ver cada poro de su piel y esas preciosas pecas tan claritas que tenía en los mofletes y que solo se veían de cerca. Nos miramos a los ojos y, como si el destino nos invitara a hacerlo, los cerramos mientras acercábamos nuestros labios y nos fundimos en un tierno beso de amantes, largo, lento y cálido. Mis labios contra los suyos, y nuestras dos lenguas acarciándose la una a la otra. Podría jurar que duró minutos pero que habría llegado a desear pasar el resto de mi vida así. Era mi primer beso, y era con mi propia madre.

Separamos los labios y sonrió. Fue una sonrisa que salía directamente de su alma. Le correspondí la sonrisa y nos volvimos a besar, más apasioadamente, mientras nos empezábamos a acariciar con las manos. Ella me besaba el cuello y yo le olía el pelo. Estaba en éxtasis. Mientras seguía sonriendo me dijo muy tiernamente:

-Hay chocolate en la nevera para el postre... Pero puede que prefieras pasar del postre y venirte conmigo a mi cuarto. En mi cama.

-Con mucho gusto, mami -respondí yo con el corazón a mil, emocionado por lo que pudiera suceder y nervioso por la incertidumbre.

Me cogió de la mano izquierda y me llevó poco a poco hacia la escalera. La subimos como dos amantes de cine erótico, ella aun cogiéndome de la mano y guiándome hasta donde yo ya sabía ir. Mi nerviosismo se acentuaba cuando pensaba que, si bien ya sabía que allí arriba tendría a mi madre como siempre la había deseado, desconocía hasta que punto querría llegar ella conmigo (y no me atrevía a preguntárselo). Entramos en su cuarto y me dijo:

-Siéntate en la cama, cariño. Aún estás débil y no deberías hacer ningún esfuerzo...

Le hice caso. De hecho, hubiera obedecido cualquier orden suya. Cuando estuve sentado al borde de su cama, se agachó y me volvió a morrear. Entonces aproveché para magrearla mucho más. Le toqué el culo y se lo apreté con fuerza para sentirlo bien en mi mano. Era una pena poder mover solo una mano, ya que no podía tocarla tanto como hubiera querido. Con mi única mano disponible recorrí muchos sitios de su cuerpo, pasando por su espalda, su nuca, su cuello, su pecho (apretándolas por encima de aquel vestido tan increíble), sus muslos... No sabiendo muy bien como seguir en estos últimos. Ella me besaba los labios, pero también el cuello, el torso, el pecho... Me fue desabotonando la camisa mientras sus labios y su lengua me daban carícias cada vez en más sitios diferentes. Cuando llegó al último botón me quitó la camisa con mucha suavidad. Volvió a besarme, esta vez con más pasión, agachándose más para llegar a mi vientre. Si bien es verdad que no tenía los abdominales muy marcados, por lo menos mi vientre lucía plano.

Yo no sabía qué decir. Sencillamente respiraba con ganas e intentaba disfrutar del momento, aunque eran tantas las novedades que mi cabeza iba a mil por hora. Mi madre seguía bajando y me puso una mano en el pecho para acariciármelo. Su cara llegó a mi cintura y se volvió a levantar. Me miró a los ojos y me sonrió con ternura, creo que buscaba en mi mirada la complicidad y la seguridad para seguir haciendo aquello que, por mucho que se hubiera decidido a aceptar, aún le seguía pareciendo raro. Yo le devolví la sonrisa preguntándome aún hasta donde llegaríamos aquella noche. Ella volvió hacia mi y puso sus manos en mi paquete. Aquel día llevaba pantalón largo para la ocasión. Ella desabrochó el botón y la cremallera sin ninguna dificultad, pero tampoco ninguna prisa. Me bajó lentamente el pantalón hasta el suelo y se volvió a incorporar.

Mi boxer ya reflejaba mi estado, mostrando un paquete abultado con ganas de ser liberado y mimado. Mi madre me volvió a mirar y sonrió más ampliamente, se le habían subido los colores y tenía las mejillas un poco rosadas.

-¿Me permites? -dijo mientras se dirigía a abajarme el calzoncillo.

-Claro... -dije yo mientras ya lo estaba haciendo. Mi polla resplandecía de alegría cuando apareció en la escena. Estaba dura, muy dura, dispuesta a hacer un buen papel, fuera cual fuera... Mi madre se lamió su mano con mucha saliva y la fue a esparcir directamente desde la punta de mi capullo hasta los huevos, pasando a lo largo de todo mi falo. Me acarició cuando estuve totalmente lubricado, pareciéndose más a unas caricias infernalmente placenteras que a una paja con la eyaculación como objetivo. Se estuvo así un buen rato y yo me estremecía de puro gusto, no podía creer que pudiera sentir tanto placer. El que había sentido con mi tía había sido muy intenso, pero aquel era un poco diferente, era algo delicioso y pausado... Quizás solo una madre te puede dar unos mimos tan delicados.

Después de estarme masajeando la polla unos minutos, la soltó. Se volvió a levantar y caminó hacia su mesilla de noche. Cogió una goma para el pelo y volvió hacia mi haciéndose una coleta para que este quedara todo recogido detrás de su cabeza. Mientras se la terminaba de hacer me habló:

-Espero que te guste, cariño. Voy a hacerlo para que te desfogues como nunca y lo pases bien ¿De acuerdo? Así que dime si te gusta... Creo que no te lo han hecho nunca, pero si lo hago mal o algo... dímelo. Yo hace bastante tiempo que no lo hago.

Temblé de incertidumbre y de emoción. ¿Me estaba insinuando que iba a...? No me lo podía creer. Se puso de rodillas delante de mi, subiéndose un poco el vestido para no forzar el tejido de este. Com su mano derecha me sujetó la polla por la base y con su mano izquierda se puso detrás de la oreja un poco de pelo que no era suficientemente largo para formar parte de la coleta que se había hecho. Me miró con sus preciosos ojos y fue abriendo la boca mientras estos también bajaban hacia mi entrepierna. Llegó con los labios abiertos hasta mi capullo y allí los cerró suavemente, envolviéndolo.

Descubrir que siempre hay un peldaño más en la escala del placer era algo fascinante. En aquel punto no podía ni pensar con claridad, tenía mi epicentro del placer dentro de la boca de mi madre y ella iba a cuidarlo como nadie. Así fue: su lengua se empezó a desplazar por mi glande con unas suaves caricias que contenían y juntaban lo mejor de unos mimos maternales y lo mejor de la lengua de una amante entregada al placer de su compañero de cama.

Prontó empezó a mover el cuello y temblé. Entendí que aquel proceso me acabaría llevando al orgasmo por otro camino diferente al de una paja. Donde en una paja hay fricción y presión, allí había caricias y estimulación de los puntos clave, utilizando sus labios y su lengua. Predije que sería muy intenso, aunque no sabía bien hasta que punto. Sus labios frotaban el tronco de mi pene endurecido de arriba a abajo, iban desde medio glande hasta casi la mitad de todo el falo, y luego volvían hacia atrás. Su lengua no se veía, pero se movía en círculos, dando increibles golpecitos a mi frenillo. Era la sensación más maravillosa que había probado nunca.

A veces se sacaba la polla de la boca y se quedaba un rato besándola y lamiéndola por todos los sitios, para luego volver a engullirla. Yo cada vez la tenía más enrojecida y a punto de estallar. Ella pasó de ir a un ritmo lento-medio a acelerar un poco sus movimientos y aún aluciné más. En un momento que era demasiado bueno paró, y mi parte que le gusta rogar disfrutó de aquel detenimiento. Me gustaba desearla y desear que continuara. Con la boca vacía me habló:

-¿Te parece que me quite el vestido? -preguntó con los colores muy subidos de su esfuerzo para darme placer.- ¿Me quieres ayudar?

Se giró de espaldas a mi para que le bajara la cremallera de detrás. Con la mano izquierda temblorosa agarré la cremallera entre dos dedos y la deslicé hacia abajo. Ella se agarró un tirante con cada mano y los ayudó a caerse con un movimiento que me cautivó. El vestido se redujo a la mínima expresión y ya no era tan bello, arrugado en el suelo. Ahora lo verdaderamente bello era mi madre en ropa interior, con un conjunto negro con motivos granates bordados. Nunca había vista nada tan precioso como aquella visión. Lo podría jurar.

Se giró de nuevo hacia mi y la pude contemplar unos segundos, cautivado por su esplendor. Me volvió a morrear agachándose un poco. Aquella vez su boca sabía diferente, por el hecho de haber estado teniendo mi pene dentro, pero no me importó. Mientras me morreaba me volvió a agarrar el falo y me lo pajeó con tranquilidad. Su boca volvió a bajar por mi pecho y mi vientre y volvió a aprisionar mi pene entre sus labios.

Siguió haciéndome besar el cielo y yo le empecé a acariciar las tetas. Mientras lo hacía, vi que se volvía a sacar mi polla de la boca y se ponía más recta, para que su pecho quedara a la altura de esta. Agarrándomela por la base con su mano, propició con ella pequeños golpes a sus tetas, en la parte que no estaba cubierta por su sujetador. Mejor aún fue el momento en que, mientras seguía haciéndolo, con su otra mano se lo desabrochó con gran maestría.

Las volví a ver... Aquellas grandes mamas, tan bonitas de ver, con aquellos hipnotizantes pezones rosados... Las acaricié y sobé a mi gusto cuando mi madre hizo que mi polla volviera a golpear sus tetas, ahora en su totalidad, pero centrándose en el pezón. Luego cambió el movimiento y pasó a deslizar mi falo, que seguía bien mojado de saliva, por la superficie de sus pechos. Entendí que había otra gran forma de disfrutar del pecho de una mujer que con las manos, la cara o la lengua... Se trataba de mi orgáno mas sensible recorriendo su órgano más tentador... Tocarle las tetas con la polla. La llegó a aprisionar entre las dos y creo que subí al siguiente escalón del placer.

No me hizo correr con ellas porque quiso volver a degustarme. Volvió a sus movimientos de cuello (esta vez más rápidos que nunca) y noté que empezaba la cuenta atrás. Con su lengua estimulaba mi frenillo, que era la parte que hacía que la puerta que encerraba mi leche en mis huevos amenazara con abrirse de un momento a otro. Faltaban pocos segundos y ella no cesaba su mamada, totalmente entregada a su querido hijo. Tenía que avisarla:

-Mamá... -dije con la poca claridad que aún podía sacar de mis palabras.- Cuidado... Me falta poco...

Se sacó la polla de la boca para hablar, pero sustutuyó el movimiento con su mano derecha, yendo exctamente a la misma velocidad que iba con su cabeza. Habló muy rápido para perder el menos tiempo posible:

-Cariño, no te preocupes y córrete a gusto en mi boca... -y la volvió a chupar.

Me lo tomé como una orden directa. Sentí que algo crecía desde la base de mi polla hasta la punta. No lo podía ver, pero mi semen brotaba de mi con una intensidad enfermiza. No podía ver ni oír nada. Por un momento todo fue placer. Creo que notaba su lengua lamiéndome y sus labios que iban más rápido que nunca a lo largo de mi polla, pero lo que antes no me costaba tanto de distinguir, se había convertido en placer sin medida, sin ninguna explicación más.

El mundo volvió poco a poco. Volví a ver a mi madre con el mismo movimiento que me había provocado aquel orgasmo. Lo hacía cada vez más lento y mis espasmos seguían en forma de ráfagas de placer absoluto. Fueron mermando con los segundos que pasaron y finalmente cesaron, aunque mi madre aún no se había detenido. La seguía chupando o se la sacaba de la boca y la lamía mientras la apretujaba con su mano para que no quedara ni una gota de semen en el interior de mi pene. Esas gotitas salían tímidas desde mi puntita y mi madre las lamía rápido dejándome el capullo limpio y reluciente: se lo había tragado todo.

Con la cara enrojecida me miró fijamente a los ojos y me sonrió, esta vez con complicidad, con cariño. Subió a mi altura y me acarició la mejilla. Me dió un suave beso en los labios sin abrir la boca y, cuando se apartó, dijo:

-Cariño, espero haberte desfogado más que nunca. Lo he hecho con todo mi amor... Eres mi hijo y te quiero, ya lo sabes...

Mi expresión reflejaba la incredulidad de vivir en aquel sueño. Pero debía decir algo:

-Gracias, mamá... Muchas gracias... Me ha gustado mucho... Nunca me habías ayudado tanto...

-Cielo, es un placer ayudarte -dijo ella.- Pero he aceptado que no solo lo hago por ayudarte... es algo que también me gusta... es algo que deseo hacer... Así que, si a ti te parece bien... si los dos lo deseamos... podemos.

No dije nada. Solo asentí con la misma cara de incredulidad que hacía un rato. Mi madre volvió a hablar:

-¿Quieres dormir conmigo esta noche? Laura y Marta no vuelven hasta mañana...

Volví a asentir, pero esta vez también hablé:

-Claro, mamá... Me encantaría.

Cuando apagamos la luz nos tumbamos en su cama tal qual íbamos: ella en bragas y yo completamente desnudo. Nos deseamos las buenas noches con un beso en la boca que se alargó unos instantes. Yo no tenía sueño y tampoco creí ni por un momento que me fuera a dormir así como así. Pasados unos minutos mi madre y yo nos volvimos a acurrucar. A pesar del calor que hiciera queríamos estar cerca. A oscuras le palpé el pecho y me sentí protegido pegándome a él. Nos volvimos a morrear y a acariciar, esta vez sin decirnos absolutamente nada. Estábamos de lado el uno enfrente al otro, pegados, muy pegados. Mi polla se endurecía de nuevo por momentos. Fui a comerle las tetas tal y como me sentía: era su bebé otra vez, aunque ahora era diferente. Me pegué más a su cuerpo y tuve la idea de que, si había alguna forma de morir para elegir, esta sería ahogado con la cabeza entre aquellos pechos. Pasó un buen tiempo, quizás horas, de magreo y de no dejar dormir al otro, aunque prefería mil veces estar de aquella manera que dormir. Me pegué al máximo a su cuerpo y ella notó mi pene endurecido totalmente presionado contra ella. Más concretamente contra sus bragas.

-Hijo... -habló en susurro.- Ya vuelves a estar como una moto, cariño...

-Mami, me gustas mucho...

-Vaya por Dios, Roberto... -dijo apartándome un poco para poder tocar con su propia mano mi polla.- No recordaba la marcha que tenéis los adolescentes...

-Es por ti... Tú me pones así...

Se rió muy bajito y me apretó también contra ella en aquel abrazo cada vez mas pasional, sin soltar mi falo.

-Mamá... -dije yo aún en susurros.- Contigo nunca me canso... Repetíria para siempre lo que me haces. Lo haría contigo toda la noche...

-¿Harías...? ¿El qué? -preguntó ella.

-Pues eso... -respondí tímidamente.- Como me la tocas y como me la chupas...

-Ah, entiendo... -hizo una pausa prudente.- ¿Pero también te gustaría hacer algo más...?

-¿Algo más...?

-Me ha parecido entender... -empezó ella, pero luego se calló.- Da igual, déjalo.

-No, mamá... -dije insistente, ahora ya sin susurrar.- Dime lo que habías entendido...

-No sé, cariño... -dijo ella evadiendo la situación muy pobremente.- Tampoco se si querrías... conmigo...

Confirmé las sospechas de haber entendido lo que me había parecido entender. No sabía que decir, ¿Se estaba ofreciendo para...?

-Mamá... Si tú no quieres no te preocupes...

-Sé que estamos hablando de algo más que tocarte y dejarme tocar. Pero tampoco veo una diferencia abismal con lo que ya hemos hecho... Y si tú realmente quisieras... Por mi... Pues... No sé... se puede hablar.

-Mamá... -dije yo dando paso a otro silencio imperante. Luego volví a hablar.- Me encantaría. Si tu quisieras, me encantaría.

-Hijo... -dijo ella con ternura y sinceridad.- Me lo había preguntado... Me había preguntado si tu querrías, pero ahora mismo estás débil aún y ya me lo había quitado de la cabeza. No puedes hacer esfuerzos.

-Sí que me siento débil -dije yo, volviendo a magrearla bien.- Pero me muero de ganas de hacerlo, mamá. Hacerlo contigo...

-Hijo... si tú quieres, sin que hagas ningún esfuerzo... -dijo ella pensando lo bien en lo que quería decir.- Yo te lo dejo probar.

-Mamá... -dije yo en pleno éxtasis mental.- Muchas gracias... Me muero por probarlo así que...

-Sht... -me puso un dedo en los labios para que me callara y se incorporó en la cama. Encendió la luz de la mesilla de noche que iluminó ténuemente la habitación con tonos muy cálidos y anaranjados. La volví a ver solo en bragas, con aquellas tetas espléndidas, aquellas caderas anchas y aquel pelo ondulado, otra vez suelto, que le llegaba hasta un poco más abajo de los hombros. Volvió hacia mi pero esta vez se colocó de rodillas en la cama mirándome y me empezó a acariciar con una mano dando varios viajes por muchas partes de mi cuerpo, recorriéndolas todas. Yo estaba tumbado bocarriba y con la polla bien tiesa, preparada para explorar cosas nuevas, aunque yo ya hubiera estado allí dentro hacía muchos años.

Mientras yo tenía ese pensamiento ella se sentó en la cama y se empezó a quitar las bragas. Yo la obsevé con detenimiento. Cuando vi su pubis me percaté que lo tenía arreglado y un poco depilado por la zona del bikini, con el pelo recortado para que no se le rizara y quedara solo una fina capa de vello. Cuando hubo terminado de quitárselas se sentó encima de mis muslos, con una pierna en cada lado de mi cuerpo, mirándome a mi.

-¿Peso mucho? -me preguntó.

-Mamá... -dije lleno de excitación.- Ya te dije el otro día que no...

Ella me sonrió con amabilidad y me cogió mi mano izquierda. Se la dirigió a los muslos, concretamente entre sus piernas, y me guió hasta el preciado objetivo que representaba la culminación de todos aquellos deseos que nos llevaban a encontrarnos aquella noche allí, en su cama, con la idea en la cabeza de fundirnos el uno con el otro. Acercó mi mano a su coño y lo toqué por primera vez. Primero noté la sensación del vello. Era suave, pero con el afeitado y el recorte que se había hecho, los pelillos crecían algo más fuertes de lo natural. Luego exploré más aquella nueva zona.

Cuando separé sus primeros labios vaginales empecé a notar el calor y la humedad. Mi madre gimió y me adentré un poco más, notando la viscosidad y calidez del órgano que estaba descubriendo. Me gustaba. Meter la polla ahí debía de ser una delicia. Mi madre habló entre pequeños jadeos:

-Roberto... uhm, sí... Eso, Roberto, ahora tócame tu a mi... Ponme más caliente...

Me sorprendió oír a mi madre hablar de aquella manera. Me pareció muy surrealista, como si la escena no lo hubiera sido hasta entonces. Ella siguió hablando con un vocabulario que me siguió confundiendo y excitando:

-Te has tocado pensando en este momento, seguro... Mucho ¿Verdad?

-Si, mamá... -le respondí, también muy caliente.

-En el momento en que te vas a follar a tu madre... -dijo ella.

Ahí ya estuve al borde del colapso. Entre la excitación y la sorpresa de oír a mi madre hablando de aquella manera tan cachonda necesité más que nunca penetrarla y gozar de ella. Volver al agujero de donde una vez había salido. Le introduje más los dedos en aquel agujero y terminé de notar lo mojada que estaba.

-Oh, sí... -gimió ella.

-Mamá... lo necesito... -dije casi suplicando.- Quiero follar... Metértela...

Mi madré se incorporó para diponerse a ser penetrada por mi. Vi que se levantaba un poco y tuve que decir:

-¡Mamá..! Tengo condones en la habitación por si alguna vez los necesitaba... Me tendría que poner uno ¿No?

-Hijo... -me dijo mi madre llena de ternura con una amplia sonrisa, deteniendo su acercamiento.- Adoro que sigas mis consejos... Ya sé que siempre te digo que te lo tienes que poner siempre... pero conmigo no hace falta, cariño. Yo tomo la pastilla para regularme la regla, no me puedo quedar embarazada...

-Vale, mamá... -dije agradeciendo no tener que levantarme e intentar ponerme torpemente un preservativo sin tener ni idea.

Ella siguió con su movimiento mientras decía:

-Pero cuando lo hagas con cualquier otra persona... ¡Póntelo! ¿Vale?

-Vale, mamá...

Ella había arqueado el cuerpo hacia delante y me había acercado mucho los pechos a la cara. Su coño estaba un palmo por encima de mi polla, que lo apuntaba con ansias. Me agarró la polla pasando su brazo entre sus piernas para llegar a ella. Lo hizo para que la punta de mi falo apuntara mucho más concretamente, como una flecha, a su agujero. Solo le faltaba bajar y sentarse... ya estaría hecho. La estaba a punto de penetrar. Me miró a los ojos y me habló:

-¿Preparado?

Asentí con la cabeza y ella bajó todo su cuerpo. La punta de mi polla chocó contra sus labios vaginales buscando la entrada. Ella tenía aún sujeta mi polla con la mano y la movió para que encontrara ese agujero. Sentí un placer maravilloso con aquella fricción y di un soplido de puro gusto. Le costó un poco entrar, cuando encontró el agujero tuvo que hacer un poco de esfuerzo para poder relajar el cuerpo y sentarse del todo encima de mi. Entonces mi pene entró en su vagina y sentí, a lo largo de todo el tronco, la suavidad, la humedad y el calor de mi madre por dentro. Ya estaba dentro. No puedo explicar con palabras la sensación que sentí, tanto física como mentalmente. Mi madre jadeó:

-Oh... Robe... ahora estás dentro... Otra vez... -sonrió.

-Mamá... -respondí con una alegría insólita.- Lo estamos haciendo...

-Si hijo sí. -siguió ella entre jadeos mordiéndose el labio de placer.- Tú no te preocupes, no hagas ningún esfuerzo... Me voy a mover yo... Espero acordarme aún...

Y empezó a mover su culo hacia arriba y hacia abajo, notando yo las paredes de su vagina acariciándome. Era el mismo gesto que hacía con su mano alrededor de mi polla cuando me masturbaba, pero al hacerlo con el coño la sensación era infinitamente diferente. Se arqueó más hacia mi para facilitar su movimiento y apoyar sus manos en el colchón y me encontré con sus tetas prácticamente en mi cara. Las agarré con mi única mano funcional y las chupé. El ritmo de su culo aumentaba muy gradualmente. Puse mi cara entre sus pechos y me abandoné al frenesí. Mi madre empezó a gemir cada vez más fuerte y aumentó el ritmo aún más.

-Mamá... te quiero...

-Lo sé -dijo ella entre gemidos.- Sabes que yo a ti también...

-Mamá... Creo que me correré otra vez...

Su ritmo creció más:

-Claro, cariño... Hazlo si te apetece...

La sujeté de su culo con la mano izquierda y le ayudé a marcar el ritmo acelerándolo aún un poco más. En mi polla el placer crecía y crecía y la cara de mi madre se iba rompiendo en una expresión de placer absoluto. Mi polla se endurecía hasta llegar a su máximo: lo siguiente era estallar en un orgasmo. Mi madre jadeaba casi con dificultad, cerraba los ojos y se mordía el labio. Como si mi semen me sobrara, sentí que tenía que salir cuanto antes e inundar el sitio del que yo nací.

-¡¡¡Mamá... me corro!!!

-Yo... tam... bién...

Y gemimos los dos como posesos. Mientras mi polla explusó todo el semen que le quedaba, su vagina la estrujó y comprendí cual era el peldaño más alto en la escalera del placer. El cuerpo de mi madre se convulsionó y entendí como era un orgasmo femenino. Jadeó y gimió como una posesa. Nuestros movimientos fueron cesando y volviéndose deliciosamente tranquilos, con el placer mutuo convirtiéndose en un gran gusto que se prolongaba hasta más no poder. Mi madre buscó mis labios con los suyos y me besó en aquel fantástico momento.

-Cielo... -dijo cuando recuperó el aliento.- ¿Como estás...?

-Mamá -dije yo.- Ha sido increible... Aún no me lo creo, mamá...

Me volvió a besar y no dijo nada. Aquella noche ya no tardamos en dormirnos, y lo hicimos abrazados, sin importarnos la temperatura del verano.

CONTINUARÁ...
Increible como escribes, una pena tener que esperar tanto para la continuacion
 
CAPÍTULO 6: UN NUEVO ESTILO DE VIDA

La mañana siguiente me desperté y la vi a mi lado, tumbada y observándome. En su mirada se podía intuir que estaba sumida en sus propios pensamientos.

-Buenos días, Roberto -me dijo con una tímida sonrisa. Acto seguido acercó sus labios a los míos y me dio un beso muy tierno y dulce.

-Buenos días, mamá -le respondí con voz de recién levantado. Le di el mejor abrazo del que me sentí capaz, ya que al fin y al cabo no me podía mover como hubiera querido.

-Cuidado, hijo -me dijo con una dulce voz.- Aún estás en reposo, ¿Recuerdas?

Asentí. Mientras ella correspondía el abrazo, dije:

-Aunque me siga doliendo el cuerpo estoy muy feliz.

-¿Feliz? -dijo mi madre con una pequeña carcajada.- ¿De qué, cariño?

-De despertarme y ver que no fue un sueño.

Me volvió a besar mucho más apasionadamente que antes. Entonces noté mi erección matutina y comprobé que volvía a tener ganas. Empecé a tocarla tanto como pude, empezando por sus tetas. Por desgracia, al incorporarme, el dolor del cuerpo pudo conmigo. Emití un quejido involuntario.

-¡Robe! -se alarmó mi madre.- Descansa... Lo de anoche han sido ya demasiados esfuerzos para ti...

Me resigné porque ganas no me faltaban.

-Además ahora no sabemos a que hora podrían llegar tus hermanas. Por suerte no nos hemos apalancado durmiendo, porque si nos encontraran así... -puso gesto de horror.- Te voy a preparar el desayuno ¿Vale? Aunque si quieres dormir más puedes... Debería acompañarte a tu cama porque Marta y Laura fliparían de verte durmiendo aquí...

-Vale, mamá... -respondí.- Pero ya estoy harto del reposo...

-No te queda otra, cielo -me dijo justo antes de besarme en la frente.

Me ayudó a ir a mi habitación y me recosté en mi cama. Ella bajó a la cocina y no tardó en regresar con un rico desayuno. Había traído para ella también y se sentó en mi cama para desayunar conmigo. Iba en un batín rosado de tela fina que no se había atado demasiado fuerte. Podía ver su canalillo en la obertura que le quedaba a la altura del pecho.

-Lo de Marta y Laura me preocupa un poco... -me confesó.- Que tu tía me haya convencido que esto que hemos hecho no es TAN raro no significa que el resto de gente lo pueda descubrir alegremente. Yo confío en Isa como en nadie más en este mundo y nos puede guardar el secreto, pero...

-Ya lo entiendo, mamá -interrumpí.- Ni una palabra.

-Es una suerte que ayer nos dejaran la casa para nosotros dos... -miró al techo y suspiró.- Pero con ellas en casa nos debemos comportar como si todo fuera normal.

-De acuerdo -acepté.

-Porque tú... -miró entonces al suelo sonrojándose.- ¿Querrás volverlo a hacer, no?

-¡Por supuesto! -dije yo ante tal obviedad.

Mi madre se rio un poco avergonzada. Me dio otro beso en la frente y me acarició la nuca. Vi su canalillo muy cerca de mi cara y me quedé paralizado. Cuando se volvió a quedar sentada donde estaba, siguió hablando:

-Pero tu reposo absoluto también nos limita un poco.

-Ya, bueno... -respondí con tristeza.- Me gustaría poder moverme bien.

-Hijo... -dijo mi madre con ternura y una sonrisa.- Podrás.

-Mami... -dije con un hilo de voz, esta vez mirando yo a mis propios pies.

-Dime, cariño.

-¿Entonces lo podremos hacer más veces cuando esté recuperado?

Ella me miró y, tras un no muy largo silencio, sonrió ampliamente y exclamó:

-¡Claro que sí, hijo! -se recostó para abrazarme por la cabeza de nuevo, quedando sus tetas a la altura de mi cara.- Es muy raro, pero ya me da igual. Yo también lo deseo.

Con mi cara entre sus tetas ya no pude aguantar más. Me restregué con frenesí por aquel canalillo.

-¡Jajaja! -se rió mi madre.- Como te conozco ya...

Acto seguido me puso la mano en el paquete y mientras me miraba a los ojos murmuró:

-Lo que imaginaba...

-Es que me pones mucho, mamá... -dije mientras ella me buscaba los labios para morrearme. Después del morreo ella contestó:

-Y tú también a mi.

Intenté incorporarme a pesar de mi dolor, pero no me pareció fácil.

-Hijo... -dijo ella.- Ya te he dicho que no tú no haces más esfuerzos por hoy... -hizo una de sus famosas pausas.- Aunque... Habrá que hacer algo con esto.

Me apretó un poco la polla por encima de los calzoncillos. ¡Que placer me dio!

-Me pongo así porque vas por casa con este batín tan abierto... -dije jadeando.

-Ay... Tetas, tetas, tetas... Te flipan ¿eh? -se rió mi madre.- Sigo diciendo que eres clavado a tu padre... También le encantan.

Me incomodó un poco el comentario y su burla amistosa, pero sonreí.

-Anda, ven -se levantó mi madre agarrándome la mano. Se la di y ayudó a que me levantara. Me sentó en el borde de la cama mientras me dijo:

-Si te pareces a tu padre la mitad de lo que creo... Esto te va a encantar...

Ella se arrodilló en el suelo, enfrente de mi. Me quitó rápido el boxer y liberó mi pene erecto. Ella hizo una mueca golosa y lo empezó a acariciar. Lo lamió y se lo metió en la boca sin muchos preámbulos. Yo aún no lo sabía, pero la mamada no era la parte importante. Aún así mi madre se entregó a fondo con ella y se entretuvo un buen rato haciéndomela. Entonces se la sacó de la boca y me dijo muy excitada:

-Ahora hijo, cómeme las tetas...

Se abrió el batín y me las puso frente la cara. Me volví a maravillar, como si fuera de nuevo la primera vez que las veía. No vacilé ni un segundo en hacer lo que me pedía. Le chupé los pezones con intensidad.

-Robe... -dijo ella- Lámelas bien... Que queden llenas de saliva...

Así lo hice. Mi madré me soltó la polla (me había seguido pajeando durante todo el rato, excepto en aquel momento) y se sujetó una teta con cada mano.

-Ven... -me dijo con un susurro muy sensual.- Lame aquí...

Y me aprisionó otra vez la cara en su canalillo. Yo obedecí encantado de estar ahogado entre aquellas dos maravillas. Pasé mi lengua por enmedio y aquella zona quedó húmeda de mi saliva. Poco después mi madre se apartó de mi.

-Ya verás como esto te encanta... -dijo sin soltarse las tetas y arrodillándose a un nivel más bajo de nuevo.- Tú disfruta...

Sus pechos se dirigieron a mi polla e hicieron contacto. La punta de su pezón directamente con mi frenillo me dio un gustillo enorme, y más aún cuando me agarró el falo y lo deslizó por sus tetas en su totalidad. Estuve unos segundos sintiendo aquel enorme placer hasta que finalmente ella acorraló mi polla entre sus dos berzas. Mi pene quedó aprisionado en su canalillo y mi madre comenzó la fricción. Cuando comprendí que me estaba haciendo una paja con sus pechos sentí el increíble placer que esto me suponía. Me estaba haciendo mi primera cubana. Suspiré y miré al techo.

-¿Qué tal, cariño? -me preguntó coqueta.

-Mamá... -pude articular.- No me lo puedo creer... De verdad que no.

-¿Pero te gusta? -preguntó con interés.

-¡Me encanta!

-Disfrútalo, hijo.

Mi madre se iba recolocando cada cierto tiempo para que mi polla no saliera de entre sus tetas y la fricción lubricada con saliva fuera lo más placentera posible. La miraba encantado y la veía laboriosa, concentrada en el placer de su hijo. Aceleró el ritmo de su cubana y yo moví un poco instintivamente mis caderas para aumentar aquella fricción, ya que cada vez sentía menos dolor. No sé cuantos minutos duró exactamente, pero noté por momentos el orgasmo crecer poco a poco dentro de mi. Cuando iba a estallar avisé a mi madre, porque se iba a manchar mucho a juzgar por lo que sentía en mi interior:

-Me corro... ¡Cuidado!

-Córrete así, cariñ... -empezó a decir mi madre mientras mi esperma salía como una erupción volcánica, blanco y cálido, esparciéndose por sus tetas y su canalillo- ...ooh... ¡sí! -se interrumpió a ella misma al verlo.

Me estuvo acariciando la polla con sus tetas durante un buen rato. Me encantaba como me alargaba el placer durante el máximo tiempo posible. Cuando se separó de mi, vi su entreteto todo blanco a causa de mi semen, y sus tetas chorreando también un poco. Ella sonreía algo sonrojada. Aquella escena fue un gran deleite. Me habló dulcemente:

-Te ha gustado ¿no? -sonrió un poco más.- Tal y como me imaginaba... -Yo no sabía que decir, quería agradecerle todo aquello pero no tenía palabras.

-Mamá...

Simplemente me abrazó con su cuerpo prácticamente desnudo, con las tetas aún pegajosas, pero no me importó. Noté aquella piel que por fin podía acariciar cuanto quisiera. Otra vez me sentí en una nube cuando de repente oímos el ruido que hace la llave al abrir la puerta de casa.

-¡Ya estoy aquí!

Era la voz de Marta, mi hermana pequeña, que hablaba desde el piso de abajo. Mi madre me miró con gesto de aterrorizada y dijo muy rápido:

-Te tapo con la sábana pero límpiate rápido la corrida. Yo me voy pitando a la ducha.

Y salió de mi habitación veloz pero silenciosa mientras yo obedecía.

-¿Hola? -volvió a sonar la voz de Marta.- ¿Hay alguien despierto?

Se oyeron sus pasos subiendo por la escalera. También se empezó a oír el agua de la ducha. Entonces vi que no había motivo para estar paralizado y en silencio.

-¡Hola Marta!

-¡Buenas, tete! -dijo mientras picaba a mi puerta (que ya estaba abierta) entrando respetuosamente a mi habitación. Yo respiraba un poco nervioso pero intenté que no se me notara. La cuestión es que no contaba con algo que me alteraría aún más mi tranquilidad. Además del susto que nos había dado unos segundos antes, Marta iba vestida con una camiseta de tirantes nueva, mucho más ajustada de lo habitual en ella. En su cuerpo tan joven, aquellas tetas destacaban demasiado y verle el canalillo era algo hipnótico. Me quedé alucinado como de costumbre.

-¿Has dormido bien? -me sonrió.

-Sí, bueno... -balbuceé.- Lo que se puede.

-¿Todo bien, tete?

-Bueno... -disimulé.- Que tengo ganas de volver a tener dos brazos y unas piernas funcionales.

-Bueeno, todo llegará -me sonrió aún más.- ¿Y mamá?

-En la ducha.

-Ah.. -dijo ella con un ligero gesto sorprendido. Nuestra madre casi nunca se duchaba por la mañana y mucho menos en verano teniendo piscina.- Bueno, me bajo a nadar un ratito. ¡Que tengas un buen día!

-¡Tu también!

Se metió en su habitación y me la imaginé quitándose aquella atrevida prenda para ponerse el bikini que ya le empezaría a quedar pequeño si aquello seguía creciendo a ese ritmo. Realmente, habiendo sido saciado tanto y tan recientemente, ¿Como podía seguir pensando de aquella manera?

Después de aquella pequeña advertencia del destino, mi madre y yo nos dimos unas horas prudenciales de cara a poder tener la intimidad necesaria para hablar del tema a solas. Ocurrió aquella tarde cuando tanto Laura como Marta estuvieron de nuevo fuera de casa. Mamá estaba en la cocina terminando de fregar unos platos y yo me acerqué a ella para abrazarla desde sus espaldas. Mi madre rio con suavidad diciendo:

-Enseguida termino, cielo, y estoy por ti.

Nos sentamos en el sofá. Ella iba de estar por casa con una de sus camisetas de tirantes largas. No llevaba pantalones debajo, así que le podía ver los muslos perfectamente cuando se puso la mar de cómoda al sentarse. No tardó en sacar el tema:

-Bueno... Vaya susto esta mañana cuando Marta ha llegado tan pronto.

-Ya ves, mamá... -reflexioné.- Si nos hubiera pillado...

-Hijo -me interrumpió.- Esto NO puede pasar. ¿Entendido? Y menos con Marta, con lo inocente que es... Tendría un trauma y nos llamaría locos de por vida. Porque lo hemos aceptado, pero sigue siendo una locura.

-Tienes razón, mamá -le dije.- Debemos tener más cuidado.

-Totalmente -respondió tajante.- Seamos madre e hijo normales la mayor parte del tiempo, por favor... Debemos guardarnos para ocasiones especiales. Tienes dos hermanas a las que tenemos que respetar viviendo con ellas. Solo cuando estemos seguros de que no estarán ni llegarán de repente, entonces podemos...

-...¿Follar? -continué yo, ya que se había atascado en esta palabra.

-Follar -dijo ella con una sonrisa, aún no pudiéndose creer que lo que estaba diciendo fuera cierto.

Me puse a reír de ver su cara. Por mucho que llevara tiempo deseándolo había que reconocer que la situación era muy surrealista. Ella se rio conmigo.

-Bueno... También es verdad que tenemos una cómplice... -dijo mi madre pensativa.- Si tía Isabel se las llevara un día de compras y nos quedáramos la casa...

Recordé entonces a mi tía Isabel. Ella me había ayudado días atrás y además había ayudado a que mamá aceptara la situación. Me pareció que en aquel momento esta última también cayó en la cuenta de la profundidad de los hechos más recientes.

-¡Hay que ver! -soltó.- A tu tía aún no la he llamado para contarle NADA de como ha ido la cosa... Seguro que va a alucinar, aunque ya se lo espere...

Yo me quedé callado con mis pensamientos. Se volvió dirigir directamente a mi:

-Robe... Esto es aún más enrevesado... -dijo en voz más bajita.- Casi me olvido de... Bueno. Esta conexión que habéis hecho tú y ella estos días.

-Ya... -suspiré viendo que me leía el pensamiento.- Es para flipar.

-Ella también estaba preocupada por ti y no dudó ni un segundo en ayudarte. Es lo que tiene ser tan abierta de mente... y estar un poco loca.

-Nos ha acabado contagiando su locura -me reí yo.

-Bueno, es que a ella estas cosas le divierten mucho -respondió. Se quedó un rato callada y siguió.- De hecho...

-De hecho ¿Qué? -pregunté yo viendo que mi madre hacía otra de sus pausas que se alargan.

-Contigo también -continuó.- Contigo también lo ha hecho por diversión... Aparte de ayudarte.

No supe que decir. Entonces ella habló de nuevo:

-Hijo... A ti te gusta tía Isabel, esto está claro ¿No?

-¡Mamá! -me sonrojé yo.- Sí, pero me gustas má...

-No te he preguntado eso, cariño -me interrumpió en tono amable.- Solo digo que si ella también te gusta.

-Sí -admití.- La verdad es que sí. ¡Pero tú más!

-¡Jajaja! -se rió con soltura.- Eso no lo dudo... -Y se agarró las tetas con las manos, sujetándolas un poco hacia arriba para aumentar la longitud de su canalillo visible.- Porque yo las tengo más grandes. ¿A qué sí?

-¡Mamá! ¡Por favor! -exclamé riendo nerviosamente.- ¡Que uno no es de piedra!

-¡Jajaja! Pues hoy ya has tenido tu ración de estas, mejor nos controlamos -dijo volviendo lentamente a un tono más serio.- Cualquiera de tus hermanas podría entrar ahora mismo por la puerta.

-Entendido -me resigné yo. Respiré y volví al tema.- De todos modos tú simplemente me gustas más que ella... Porque sí. Y ya.

-Hijito... -dijo ella con cierto tono emocionado.- Que vergüenza admitir lo tonta que me pone que me digas eso...

-No la sientas, mamá -le respondí.- Es la verdad.

-Vale... Gracias. -contestó.- Volviendo al tema. Lo que hemos empezado a hacer es muy raro, pero... Si me pregunto a mi misma si me sentaría mal que lo hicieras de nuevo con tía Isabel... La respuesta es no.

-¿No? -pregunté confuso.

-Que no me sentaría mal. Es algo vuestro, de vosotros dos -continuó explicando.- No puedo juzgarte a ti de que tengas relaciones con tu tía ni tampoco a ella por tener relaciones con su sobrino... Especialmente si tenemos en cuenta que... ¡Por Dios! ¡Yo soy tu madre!

Me volví a quedar callado.

-Y si algún día conoces a una chica de tu edad... -dijo ella.- Bueno, da igual. Que yo no voy a acapararte. Nunca.

-Mamá... -contesté.- No te preocupes, de verdad. No nos queremos hacer daño.

-Lo sé -respondió ella mirándome a los ojos.- Lo sé, cariño. Solo digo eso. Tu vida es totalmente tuya. Eres mayor para tomar decisiones y tía Isabel siempre será buena y sincera contigo. Eso te lo garantizo.

-Vale, mami -concluí.- Pero si algo te molesta házmelo saber. No más sentimientos ocultos. ¿Vale?

-Vale -concluyó.- Por cierto... Ya va siendo hora de ducharte. ¿no? ¿Vamos allá?

-De acuerdo -dije recordando de repente el rumbo que habían tomado las duchas con mamá durante los últimos días. Aunque ella misma había dicho en tono bromista que ya había tenido mi ración aquella mañana.

Durante la ducha se me puso morcillona, pero no tan dura como de costumbre. Lo comenté a modo de broma y ella dijo que era normal con las dos corridas de la noche y la de esta mañana. Que no me preocupara, que ya abría tiempo para jugar y que así nos podíamos concienciar para no poner en peligro nuestro secreto. A pesar de eso, cuando me envolvió con la toalla para secarme me dio un tierno beso en los labios.

. . .

Los días transcurrían con lentitud. Yo me iba encontrando un poco mejor y deseaba que pronto se acabara mi estado dependiente. Llegó un día muy significativo en el que mi madre me anunció:

-Robe, hoy nos vamos las tres de compras a Barcelona y pasaremos todo el día fuera. Seguro que estarás bien solo, que cada día te vemos mejor... -se puso muy maternal y continuó.- Tienes comida para calentar al microondas, pero por cualquier urgencia tía Isabel estará por aquí. ¿De acuerdo? Llámala si hace falta.

-Uhms... -balbuceé yo.- De acuerdo...

No supe si lo decía con segundas y evidentemente no iba a preguntarlo con mis hermanas delante. No pude hacerlo porque ya no se separaron en ningún momento y las vi marchar por la puerta minutos después. Me quedé solo y en silencio. Me puse algo de música y pensé en qué podía hacer. ¿Y si la llamaba? Realmente no había ninguna urgencia... Aunque...

Me di unos minutos. Pasaron lentos y pensé que era una tontería, realmente tenía ganas de llamarla.

-¿Diga? -dijo mi tía con su sensual voz cuando me contestó al teléfono.

-Hola tía, soy...

-¡Roberto! -exclamó.- ¿Como estás? Te han dejado solo, ¿No? ¿Necesitas algo?

-Pues sí... -contesté con vergüenza.- Y no... Bueno...

-Dime, dime -siguió ella con un tono que me pareció sutilmente picante.

-Bueno, sí. Como voy a estar aquí solo todo el día... -le dije.- Si en algún momento te quieres pasar...

-¡Oh! -respondió.- ¡Piscina con mi sobrinito! ¡Planazo!

-Bueno, que aquí estoy.

-Tardaré un poco más de un hora, pero allí estaré.

-Vale. Hasta ahora.

Colgué el teléfono y de nuevo me pareció una pasada. ¿Vendría con intenciones de?... El corazón me iba a mil por hora. Aquella hora se me hizo eterna y me distraje tanto como pude. Me apareció una erección bastante notable durante esa espera pero intenté no hacerle caso. Cuando por fin sonó el timbre fui a abrir tan rápido como pude.

-¡Buenos días, chaval! -dijo mi tía con su habitual euforia al saludar. De nuevo iba con un vestido que le marcaba la figura y el bikini estaba visiblemente debajo.- Que buen día hace. ¿No?

-La verdad es que sí -dije invitándola a entrar.- Pasa.

-¿Y esa música? ¿Esto que suena no es... Extremoduro?

-Correcto -respondí.

-Pero esto es en plan muy suave no... -dijo pensativa.- Cuando yo era joven daban mas caña.

-¡Bueno -expliqué,- este disco lo sacaron el año pasado y ya te digo que es increíble. Te lo recomiendo. También tiene partes de más caña.

-A mi me encantaba el Agíla, y los anteriores... -me comentó.- Pero le daré una oportunidad a este. Me fío de tu criterio, no en vano le propuse tu nombre a tu madre por lo que nos flipaban en sus inicios...

-Sí -respondí.- Algo me ha llegado... Erais super jóvenes cuando mamá me tuvo. Pero mamá ahora ya solo los escucha de fondo por mi o por Laura, que también le gustan.

-Bueno... ¿Y tu bañador?

-Es verdad... -dije.- En mi habitación.

-Subo a buscártelo yo -espetó enérgica.- Espérame aquí.

-Armario izquierdo -grité mientras subía la escalera.- Tercer cajón.

Bajó con uno de mis bañadores con estilo de surfista y me dijo con una sonrisa pícara:

-¿Te ayudo a ponértelo?

-Vale...

Al acercarse a mi y al percibir yo su olor me excité. Volvió mi erección con un poco más de fuerza y se me notó a través del pantalón corto de mi pijama.

-Vaya, vaya... -dijo risueña.- Al final me voy a acostumbrar a tu forma de saludarme...

-Bueno... ya me conoces -dije yo sonrojado.

-Y eso que -continuó con un tono insinuante.- Según me han dicho últimamente te han mimado bastante ¿No?

-Mamá... -comencé a hablar después de quedarme unos segundos mudo.- ¿Te lo ha contado ya?

-Sí, sobrino, sí -me informó.- ¡Que locura, por favor! Mira que se veía venir pero aún así es tan... ¡Flipante! Pero es que creo que tanto ella como tu estáis TAN felices con esto...

-Pues sí... -contesté.- Y gracias a ti.

-No me las des -sonrió.- Yo lo estoy disfrutando también como la que más.

Me volví a quedar mudo.

-Además ya me ha comentado que bueno... Que tú y yo... -aquí pareció ser mi tía la que se trababa. Algo inusual en ella.- Bueno, que le da igual lo que hagamos.

-Bueno... -continué.- Eso dijo, sí...

Sonrió y me miró. Estaba más cerca de mi que al inicio de la conversación. Puso su mano en mi cintura y me besó muy lentamente en la boca, abriendo los labios. Nuestras lenguas se entrecruzaron. Se rio cuando se separó de mi.

-Pues nada -dijo con su voz más sensual.- Sigamos con la locura.

Después clavó su mirada en mi paquete y continuó diciendo:

-Vamos a hacer algo con esto, que si no... No podrás nadar.

-Pero si igualmente no pued..¡ooh! -gemí al notar que me lo agarraba y me lo empezaba a acariciar.

-Siéntate -me sugirió siguiendo con su risa.- Ya lo haremos de pie cuando estés recuperado.

Me senté en el sofá del salón y me liberó la polla que se encontraba en estado de extrema dureza. Ella la miró con lujuria:

-Vaya con los jóvenes... -dijo mientras me volvía a mirar a los ojos.- Tu madre me comentó que te gusta mucho esto...

Y se metió mi pene en la boca. Empezó el movimiento para estimularme y lo sentí... Diferente al de mi madre. Tenía otro estilo. Recordaba al de mi madre más suave y cariñoso, pero el de mi tía era más bien "técnico", como si supiera justo que puntos de mi glande atacar para poder causar mi eyaculación. Era como si se hubiera entrenado para la ocasión. Yo le acariciaba la cabeza con mi mano izquierda y bajé hasta sus tetas. Ella sacó mi pene de su boca y se quitó el vestido quedando en bikini. El resto me lo dejó a mi, ya que rápidamente prosiguió con su felación y yo pude sacarle las tetas del bikini para amasarlas con gusto. Mi tía seguía chupando y se ayudaba con la mano para darme más placer. Realmente no podría aguantar mucho más:

-Tía -gemí.- Creo que ya...

-Uhmmm -murmuró ella. Con la punta de su lengua empezó un movimiento muy rápido que fue demolidor. Con su mano me masturbó intensamente mientras mi chorro de esperma comenzó a brotar. Gemí como un poseso y ella se pringó toda la boca, le salpicó en la mano y un poco en la cara y barbilla. Eché mucho esperma, ya que mi madre no me había podido "vaciar" en un tiempo.

-Uou... -dijo tía Isabel con los ojos muy abiertos y mi semen por sus labios y barbilla.- ¿Pero tú donde guardas tanta leche?

-Lo siento tía -me disculpé.

-No, no... -respondió ella.- Ya me gusta que vayas tan salido... Yo tengo el coño mojadísimo ahora.

-¿En serio? -pregunté con sorpresa.

-Sí, pero no te preocupes -dijo ella quitándole importancia.- Ya te enseñaré a devolverme el favor cuando te puedas mover más...

-¿Te refieres a..?

-Sí, Robe, sí -se rió.- A comerme el coño.

Entonces me reí yo. De nuevo aquella sensación de alucine, de que aquello debía ser un sueño. Después de aquello nos fuimos a la piscina y ella, en vez de ponerse bien la parte de arriba del bikini, se la acabó de quitar:

-¡Está muy bien situada esta piscina para que el vecindario no nos pueda ver! Ya ves tú que falta me hace llevar esto para nadar...

Me reí contento. No la podía dejar de observar. Se puso a nadar en topless, con cara de feliz y relajada. Yo me volví a sentar en la escalera con mis piernas en remojo. Se hizo un silencio que emanaba tranquilidad. Después nos tumbamos a tomar el sol hasta que mi bañador quedó seco del todo. No sé si estuvimos varias horas en este estado de calma, hasta que mi tía dijo:

-Bueno, Roberto... ¿Vamos a comer?

Fuimos dentro de la casa y le dije que no hacía falta cocinar nada, que había comida suficiente para los dos, preparada para calentar. Me puse a ello, que ya estaba harto de ser un inútil.

-Estupendo -dijo ella.- Yo voy a cambiarme mientras se calienta.

Y se fue al salón aún con los pechos al aire caminando por mi casa, vistiendo solo la braga del bikini que no le tapaba demasiado su redondeado culo. La imagen me pareció inusual y muy excitante. Cuando volvió lo hizo con el vestido playero otra vez puesto, pero ya no se le veía bikini debajo, si no un sujetador de ropa interior.

Comimos charlando animadamente, como cualquier sobrino con su tía con la que se llevaba fenomenal. Después de poner los platos y cubiertos en el lavavajillas nos tumbamos en el sofá. Iba a hacer la sugerencia de poner algo en la tele pero mi móvil sonó de repente. Había recibido un sms.

-¡Vaya! -dije mientras lo leía.- Es mamá... Dice que espera que esté bien... Que van a seguir paseando por la tarde y a ver algo al cine...

-¡Oh! -contestó tía Isabel.- Tu madre nos está diciendo claramente que tenemos tanto tiempo como queramos...

-¿Qué dices? -me sorprendí.- Si ni siquiera sabe que estás aquí.

-Seguro que se lo imagina -me dijo traviesa.- ¿Qué mejor forma de pasar el día que invitando a tu querida tía a tu fantástica piscina?

-¿Tú crees? -pregunté.

-Cielo... -contestó.- Tu madre y yo siempre hemos sido muy cercanas. Nos hablamos con sinceridad de todo. Las dos sabemos que tanto yo como ella te ponemos... bastante cachondo ¿Por qué no decirlo así? -cambió a un tono más melancólico.- Y hemos sido jóvenes. Te tuvo de muy joven y eran tiempos locos... Ella eligió una vida familiar y yo alargar esa locura. Pero tu madre está hecha de una madera muy similar a la mía y es mucho más abierta de mente de lo que parece. A los hechos me remito.

-Vaya... -contesté sin saber más bien que decir.

-La cuestión es que ni ella ni yo somos tontas -continuó.- Siendo honestos con lo que deseamos los tres... Cuando me dijo que se iba a pasar el día a fuera ya me imaginaba yo que era para dejarnos la casa a nosotros.

Me volví a quedar tan callado y alucinado como cuando asimilaba estas cosas. No me percaté que tía Isabel se estaba acercando lentamente a mi. Lo suficiente como para decirme en voz muy bajita y sensual:

-Así que... ¿Como quieres pasar la tarde?

No contesté. No hacía falta y además mi boca quedó tapada por la boca de mi tía durante unos segundos que se alargaron de forma deliciosa.

-¿Vamos a tu cuarto? -me dijo volviendo a su tono travieso.

Me ayudó a subir la escalera pero me noté con suficiente fuerza para hacerlo a más velocidad de la que me había acostumbrado. Me estaba recuperando y mi excitación me daba mucha energía para ello. Cuando llegamos a la habitación nos seguimos morreando y la empecé a tocar con mi único brazo bueno. Ella me pasaba las manos por la espalda y se restregaba junto a mi cuerpo. Mi erección estaba pegada a su vientre y disfruté de aquella sensación.

-Túmbate -me comunicó sugerente.- Ponte cómodo.

Lo hice y ella lo hizo encima de mi. Se quitó el vestido de forma muy sensual. Quedó en un conjunto de ropa interior increíblemente bello, de color morado y de lencería de encaje. Mis ojos se salían de sus órbitas:

-Uau... Tía... Estás...

-Me compré este conjunto el otro día -me comentó como si no le diera importancia. Cambió el tono a uno mucho más sexy para continuar.- Y lo estoy estrenando hoy. ¿Te gusta?

-Me encanta...

Aún con el conjunto puesto (y yo con el bañador), ella restregaba su entrepierna con la mía para darnos placer. Se estuvo un rato así hasta que se dio la vuelta y se puso de espaldas a mi. Entonces vi que la parte de abajo del conjunto era un tanga precioso. El culo redondo de mi tía destacaba debajo de su más bien fina cintura. Solía fijarme más en las tetas, pero aquello era increíble también. Le toqué el culo suavemente mientras ella me sacaba la polla del bañador. En aquella posición me empezó a masturbar mientras acercaba su culo y su coño a mi cara. Aquella visión era de infarto. Aún lo fue más cuando noté que mi polla entraba en su boca.

-Uhmmm -murmuró ella cuando escuchó mis gemidos.

Volví a notar los hábiles movimientos de su lengua. Su coño, aún tapado por el tanga que llevaba, estaba muy cerca de mi cara y noté su olor y su calor. Me acerqué a él cuando de repente paró y se levantó. Con cara de extasiada me miró y me dijo:

-Dime, Roberto... ¿Tienes condones?

Asentí. Tenía una caja guardada por si alguna vez los necesitaba. Y aquel era el momento. Le indiqué donde estaban y ella mismo fue a buscarlos. Abrió la caja y sacó uno de su envoltorio. Me agarró de nuevo el pene y lo desenrolló para ponérmelo. Yo me dejaba hacer con estupefacción. Se quitó el tanga y se volvió poner encima de mi, para sentarse de lleno en mi polla, que agarró con una mano para hacer coincidir la punta de esta con la entrada de su vagina. Se sentó y acomodó mientras yo iba entrando deliciosamente dentro de ella. El placer era indescriptible a pesar de la fina capa de látex que nos separaba. Se inclinó hacia mi (acercando mucho sus tetas a mi cara) e inició un movimiento de caderas sublime para crear una fricción increíble. Era el paraíso.

-Deja que me mueva mientras la siento dentro, Roberto -dijo mi tía gimiendo.- Que dura está...

Aceleró el ritmo y yo no pude resistir la tentación de chuparle los pezones mientras le acariciaba el culo cada vez más intensamente.

-¡Oh, sí! -dijo ella.- ¡Me encanta follar con mi sobrino!

Oír aquello me excitó y le apreté la nalga con más fuerza.

-No pares, tía, por favor... -dije entre gemidos. Ella respondió:

-¡Dame un poco fuerte en el culo, Roberto!

Obedecí y empezó a gemir mucho más fuerte. Era escandalosa y me encantaba. Estuvimos follando un buen rato ya que yo tenía más fuelle del que hubiera tenido si no me hubiera corrido antes de comer. Fuera como fuese, también lamenté el hecho de no poder tener mi movilidad habitual.

-¡Oh, por favor! -gritó mientras yo le daba cachetes en las nalgas cuando comprobé cuanto le gustaban.- Me voy a correr...

Y empezó a temblar. Sus ojos se cerraron e hizo una mueca de rabia. Gimió y gritó muchísimo más fuerte indicando que estaba disfrutando de un orgasmo muy intenso. Mi momento iba a llegar justo después.

-Oh... tía...

Y me tocó a mi. Noté como mi esperma llenaba el preservativo que me había puesto hacía unos minutos mientras sus movimientos siguieron aumentando de nuevo para darme más placer. Yo no podía contener ninguno de mis gemidos.

-Tía... -dije cuando recuperé el aliento.- Te mueves de una forma increíble...

-Jejeje... -se rio cerca de mi cara.- Ya aprenderás a moverte tú cuando puedas.

Nos besamos en la boca de nuevo.

Horas más tarde llegó mi madre con mis hermanas a casa. La escena que encontraron fue la de una tía viendo la tele con su sobrino lisiado.

-¡Tía Isa! -exclamó Marta.- ¡Qué sorpresa!

-Buenas -dijo Laura.- ¿Qué tal?

-¿Como ha ido el día, familia? -preguntó con naturalidad mi madre.

-Pues... -empezó tía Isabel.

-¡Muy bien! -dije yo con una sonrisa.- ¿Y el vuestro?

. . .

-Bueno... -dijo mi médico.- Creo que esto ya está mucho mejor. Lo vamos a quitar ya ¿Vale?

Intenté evitar dar botes de alegría. Después de tantas semanas con el brazo escayolado, el día en que me lo iban a quitar podría haber sido el más feliz de mi vida, si no fuera porque ese día lo superaría cualquiera de mis momentos íntimos con mi querida madre o mi fogosa tía. La primera era quien me acompañaba en aquella visita y vio con alegría como me quitaban el yeso. Mi mano derecha volvería a estar disponible otra vez, la mano con la que escribo, con la que como, con la que siempre me he masturbado... Si el pacto con mi madre hubiera quedado solo en aquello, allí habría terminado todo. Pero, por suerte, no había sido así. El Doctor se fue a hablar con la enfermera y nos quedamos mamá y yo solos en aquella consulta. Nos abrazamos y nos fundimos en un apasionado beso de amantes. Nos separamos rápido por si el médico nos pillaba, pero le dije bajito:

-Ya verás cuando lleguemos a casa, lo que te voy a hacer ahora que tengo dos manos...

-Tiemblo... -dijo ella levantando una ceja.- Tengo unas ganas de comprobarlo...

Sonreí. Ya me estaba acostumbrando a mi nueva vida. Mi madre, mi tía... ¿Quien lo habría podido imaginar?

CONTINUARÁ...
 
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CAPÍTULO 5: UN NUEVO ESTILO DE VIDA

La mañana siguiente me desperté y la vi a mi lado, tumbada y observándome. En su mirada se podía intuir que estaba sumida en sus propios pensamientos.

-Buenos días, Roberto -me dijo con una tímida sonrisa. Acto seguido acercó sus labios a los míos y me dio un beso muy tierno y dulce.

-Buenos días, mamá -le respondí con voz de recién levantado. Le di el mejor abrazo del que me sentí capaz, ya que al fin y al cabo no me podía mover como hubiera querido.

-Cuidado, hijo -me dijo con una dulce voz.- Aún estás en reposo, ¿Recuerdas?

Asentí. Mientras ella correspondía el abrazo, dije:

-Aunque me siga doliendo el cuerpo estoy muy feliz.

-¿Feliz? -dijo mi madre con una pequeña carcajada.- ¿De qué, cariño?

-De despertarme y ver que no fue un sueño.

Me volvió a besar mucho más apasionadamente que antes. Entonces noté mi erección matutina y comprobé que volvía a tener ganas. Empecé a tocarla tanto como pude, empezando por sus tetas. Por desgracia, al incorporarme, el dolor del cuerpo pudo conmigo. Emití un quejido involuntario.

-¡Robe! -se alarmó mi madre.- Descansa... Lo de anoche han sido ya demasiados esfuerzos para ti...

Me resigné porque ganas no me faltaban.

-Además ahora no sabemos a que hora podrían llegar tus hermanas. Por suerte no nos hemos apalancado durmiendo, porque si nos encontraran así... -puso gesto de horror.- Te voy a preparar el desayuno ¿Vale? Aunque si quieres dormir más puedes... Debería acompañarte a tu cama porque Marta y Laura fliparían de verte durmiendo aquí...

-Vale, mamá... -respondí.- Pero ya estoy harto del reposo...

-No te queda otra, cielo -me dijo justo antes de besarme en la frente.

Me ayudó a ir a mi habitación y me recosté en mi cama. Ella bajó a la cocina y no tardó en regresar con un rico desayuno. Había traído para ella también y se sentó en mi cama para desayunar conmigo. Iba en un batín rosado de tela fina que no se había atado demasiado fuerte. Podía ver su canalillo en la obertura que le quedaba a la altura del pecho.

-Lo de Marta y Laura me preocupa un poco... -me confesó.- Que tu tía me haya convencido que esto que hemos hecho no es TAN raro no significa que el resto de gente lo pueda descubrir alegremente. Yo confío en Isa como en nadie más en este mundo y nos puede guardar el secreto, pero...

-Ya lo entiendo, mamá -interrumpí.- Ni una palabra.

-Es una suerte que ayer nos dejaran la casa para nosotros dos... -miró al techo y suspiró.- Pero con ellas en casa nos debemos comportar como si todo fuera normal.

-De acuerdo -acepté.

-Porque tú... -miró entonces al suelo sonrojándose.- ¿Querrás volverlo a hacer, no?

-¡Por supuesto! -dije yo ante tal obviedad.

Mi madre se rio un poco avergonzada. Me dio otro beso en la frente y me acarició la nuca. Vi su canalillo muy cerca de mi cara y me quedé paralizado. Cuando se volvió a quedar sentada donde estaba, siguió hablando:

-Pero tu reposo absoluto también nos limita un poco.

-Ya, bueno... -respondí con tristeza.- Me gustaría poder moverme bien.

-Hijo... -dijo mi madre con ternura y una sonrisa.- Podrás.

-Mami... -dije con un hilo de voz, esta vez mirando yo a mis propios pies.

-Dime, cariño.

-¿Entonces lo podremos hacer más veces cuando esté recuperado?

Ella me miró y, tras un no muy largo silencio, sonrió ampliamente y exclamó:

-¡Claro que sí, hijo! -se recostó para abrazarme por la cabeza de nuevo, quedando sus tetas a la altura de mi cara.- Es muy raro, pero ya me da igual. Yo también lo deseo.

Con mi cara entre sus tetas ya no pude aguantar más. Me restregué con frenesí por aquel canalillo.

-¡Jajaja! -se rió mi madre.- Como te conozco ya...

Acto seguido me puso la mano en el paquete y mientras me miraba a los ojos murmuró:

-Lo que imaginaba...

-Es que me pones mucho, mamá... -dije mientras ella me buscaba los labios para morrearme. Después del morreo ella contestó:

-Y tú también a mi.

Intenté incorporarme a pesar de mi dolor, pero no me pareció fácil.

-Hijo... -dijo ella.- Ya te he dicho que no tú no haces más esfuerzos por hoy... -hizo una de sus famosas pausas.- Aunque... Habrá que hacer algo con esto.

Me apretó un poco la polla por encima de los calzoncillos. ¡Que placer me dio!

-Me pongo así porque vas por casa con este batín tan abierto... -dije jadeando.

-Ay... Tetas, tetas, tetas... Te flipan ¿eh? -se rió mi madre.- Sigo diciendo que eres clavado a tu padre... También le encantan.

Me incomodó un poco el comentario y su burla amistosa, pero sonreí.

-Anda, ven -se levantó mi madre agarrándome la mano. Se la di y ayudó a que me levantara. Me sentó en el borde de la cama mientras me dijo:

-Si te pareces a tu padre la mitad de lo que creo... Esto te va a encantar...

Ella se arrodilló en el suelo, enfrente de mi. Me quitó rápido el boxer y liberó mi pene erecto. Ella hizo una mueca golosa y lo empezó a acariciar. Lo lamió y se lo metió en la boca sin muchos preámbulos. Yo aún no lo sabía, pero la mamada no era la parte importante. Aún así mi madre se entregó a fondo con ella y se entretuvo un buen rato haciéndomela. Entonces se la sacó de la boca y me dijo muy excitada:

-Ahora hijo, cómeme las tetas...

Se abrió el batín y me las puso frente la cara. Me volví a maravillar, como si fuera de nuevo la primera vez que las veía. No vacilé ni un segundo en hacer lo que me pedía. Le chupé los pezones con intensidad.

-Robe... -dijo ella- Lámelas bien... Que queden llenas de saliva...

Así lo hice. Mi madré me soltó la polla (me había seguido pajeando durante todo el rato, excepto en aquel momento) y se sujetó una teta con cada mano.

-Ven... -me dijo con un susurro muy sensual.- Lame aquí...

Y me aprisionó otra vez la cara en su canalillo. Yo obedecí encantado de estar ahogado entre aquellas dos maravillas. Pasé mi lengua por enmedio y aquella zona quedó húmeda de mi saliva. Poco después mi madre se apartó de mi.

-Ya verás como esto te encanta... -dijo sin soltarse las tetas y arrodillándose a un nivel más bajo de nuevo.- Tú disfruta...

Sus pechos se dirigieron a mi polla e hicieron contacto. La punta de su pezón directamente con mi frenillo me dio un gustillo enorme, y más aún cuando me agarró el falo y lo deslizó por sus tetas en su totalidad. Estuve unos segundos sintiendo aquel enorme placer hasta que finalmente ella acorraló mi polla entre sus dos berzas. Mi pene quedó aprisionado en su canalillo y mi madre comenzó la fricción. Cuando comprendí que me estaba haciendo una paja con sus pechos sentí el increíble placer que esto me suponía. Me estaba haciendo mi primera cubana. Suspiré y miré al techo.

-¿Qué tal, cariño? -me preguntó coqueta.

-Mamá... -pude articular.- No me lo puedo creer... De verdad que no.

-¿Pero te gusta? -preguntó con interés.

-¡Me encanta!

-Disfrútalo, hijo.

Mi madre se iba recolocando cada cierto tiempo para que mi polla no saliera de entre sus tetas y la fricción lubricada con saliva fuera lo más placentera posible. La miraba encantado y la veía laboriosa, concentrada en el placer de su hijo. Aceleró el ritmo de su cubana y yo moví un poco instintivamente mis caderas para aumentar aquella fricción, ya que cada vez sentía menos dolor. No sé cuantos minutos duró exactamente, pero noté por momentos el orgasmo crecer poco a poco dentro de mi. Cuando iba a estallar avisé a mi madre, porque se iba a manchar mucho a juzgar por lo que sentía en mi interior:

-Me corro... ¡Cuidado!

-Córrete así, cariñ... -empezó a decir mi madre mientras mi esperma salía como una erupción volcánica, blanco y cálido, esparciéndose por sus tetas y su canalillo- ...ooh... ¡sí! -se interrumpió a ella misma al verlo.

Me estuvo acariciando la polla con sus tetas durante un buen rato. Me encantaba como me alargaba el placer durante el máximo tiempo posible. Cuando se separó de mi, vi su entreteto todo blanco a causa de mi semen, y sus tetas chorreando también un poco. Ella sonreía algo sonrojada. Aquella escena fue un gran deleite. Me habló dulcemente:

-Te ha gustado ¿no? -sonrió un poco más.- Tal y como me imaginaba... -Yo no sabía que decir, quería agradecerle todo aquello pero no tenía palabras.

-Mamá...

Simplemente me abrazó con su cuerpo prácticamente desnudo, con las tetas aún pegajosas, pero no me importó. Noté aquella piel que por fin podía acariciar cuanto quisiera. Otra vez me sentí en una nube cuando de repente oímos el ruido que hace la llave al abrir la puerta de casa.

-¡Ya estoy aquí!

Era la voz de Marta, mi hermana pequeña, que hablaba desde el piso de abajo. Mi madre me miró con gesto de aterrorizada y dijo muy rápido:

-Te tapo con la sábana pero límpiate rápido la corrida. Yo me voy pitando a la ducha.

Y salió de mi habitación veloz pero silenciosa mientras yo obedecía.

-¿Hola? -volvió a sonar la voz de Marta.- ¿Hay alguien despierto?

Se oyeron sus pasos subiendo por la escalera. También se empezó a oír el agua de la ducha. Entonces vi que no había motivo para estar paralizado y en silencio.

-¡Hola Marta!

-¡Buenas, tete! -dijo mientras picaba a mi puerta (que ya estaba abierta) entrando respetuosamente a mi habitación. Yo respiraba un poco nervioso pero intenté que no se me notara. La cuestión es que no contaba con algo que me alteraría aún más mi tranquilidad. Además del susto que nos había dado unos segundos antes, Marta iba vestida con una camiseta de tirantes nueva, mucho más ajustada de lo habitual en ella. En su cuerpo tan joven, aquellas tetas destacaban demasiado y verle el canalillo era algo hipnótico. Me quedé alucinado como de costumbre.

-¿Has dormido bien? -me sonrió.

-Sí, bueno... -balbuceé.- Lo que se puede.

-¿Todo bien, tete?

-Bueno... -disimulé.- Que tengo ganas de volver a tener dos brazos y unas piernas funcionales.

-Bueeno, todo llegará -me sonrió aún más.- ¿Y mamá?

-En la ducha.

-Ah.. -dijo ella con un ligero gesto sorprendido. Nuestra madre casi nunca se duchaba por la mañana y mucho menos en verano teniendo piscina.- Bueno, me bajo a nadar un ratito. ¡Que tengas un buen día!

-¡Tu también!

Se metió en su habitación y me la imaginé quitándose aquella atrevida prenda para ponerse el bikini que ya le empezaría a quedar pequeño si aquello seguía creciendo a ese ritmo. Realmente, habiendo sido saciado tanto y tan recientemente, ¿Como podía seguir pensando de aquella manera?

Después de aquella pequeña advertencia del destino, mi madre y yo nos dimos unas horas prudenciales de cara a poder tener la intimidad necesaria para hablar del tema a solas. Ocurrió aquella tarde cuando tanto Laura como Marta estuvieron de nuevo fuera de casa. Mamá estaba en la cocina terminando de fregar unos platos y yo me acerqué a ella para abrazarla desde sus espaldas. Mi madre rio con suavidad diciendo:

-Enseguida termino, cielo, y estoy por ti.

Nos sentamos en el sofá. Ella iba de estar por casa con una de sus camisetas de tirantes largas. No llevaba pantalones debajo, así que le podía ver los muslos perfectamente cuando se puso la mar de cómoda al sentarse. No tardó en sacar el tema:

-Bueno... Vaya susto esta mañana cuando Marta ha llegado tan pronto.

-Ya ves, mamá... -reflexioné.- Si nos hubiera pillado...

-Hijo -me interrumpió.- Esto NO puede pasar. ¿Entendido? Y menos con Marta, con lo inocente que es... Tendría un trauma y nos llamaría locos de por vida. Porque lo hemos aceptado, pero sigue siendo una locura.

-Tienes razón, mamá -le dije.- Debemos tener más cuidado.

-Totalmente -respondió tajante.- Seamos madre e hijo normales la mayor parte del tiempo, por favor... Debemos guardarnos para ocasiones especiales. Tienes dos hermanas a las que tenemos que respetar viviendo con ellas. Solo cuando estemos seguros de que no estarán ni llegarán de repente, entonces podemos...

-...¿Follar? -continué yo, ya que se había atascado en esta palabra.

-Follar -dijo ella con una sonrisa, aún no pudiéndose creer que lo que estaba diciendo fuera cierto.

Me puse a reír de ver su cara. Por mucho que llevara tiempo deseándolo había que reconocer que la situación era muy surrealista. Ella se rio conmigo.

-Bueno... También es verdad que tenemos una cómplice... -dijo mi madre pensativa.- Si tía Isabel se las llevara un día de compras y nos quedáramos la casa...

Recordé entonces a mi tía Isabel. Ella me había ayudado días atrás y además había ayudado a que mamá aceptara la situación. Me pareció que en aquel momento esta última también cayó en la cuenta de la profundidad de los hechos más recientes.

-¡Hay que ver! -soltó.- A tu tía aún no la he llamado para contarle NADA de como ha ido la cosa... Seguro que va a alucinar, aunque ya se lo espere...

Yo me quedé callado con mis pensamientos. Se volvió dirigir directamente a mi:

-Robe... Esto es aún más enrevesado... -dijo en voz más bajita.- Casi me olvido de... Bueno. Esta conexión que habéis hecho tú y ella estos días.

-Ya... -suspiré viendo que me leía el pensamiento.- Es para flipar.

-Ella también estaba preocupada por ti y no dudó ni un segundo en ayudarte. Es lo que tiene ser tan abierta de mente... y estar un poco loca.

-Nos ha acabado contagiando su locura -me reí yo.

-Bueno, es que a ella estas cosas le divierten mucho -respondió. Se quedó un rato callada y siguió.- De hecho...

-De hecho ¿Qué? -pregunté yo viendo que mi madre hacía otra de sus pausas que se alargan.

-Contigo también -continuó.- Contigo también lo ha hecho por diversión... Aparte de ayudarte.

No supe que decir. Entonces ella habló de nuevo:

-Hijo... A ti te gusta tía Isabel, esto está claro ¿No?

-¡Mamá! -me sonrojé yo.- Sí, pero me gustas má...

-No te he preguntado eso, cariño -me interrumpió en tono amable.- Solo digo que si ella también te gusta.

-Sí -admití.- La verdad es que sí. ¡Pero tú más!

-¡Jajaja! -se rió con soltura.- Eso no lo dudo... -Y se agarró las tetas con las manos, sujetándolas un poco hacia arriba para aumentar la longitud de su canalillo visible.- Porque yo las tengo más grandes. ¿A qué sí?

-¡Mamá! ¡Por favor! -exclamé riendo nerviosamente.- ¡Que uno no es de piedra!

-¡Jajaja! Pues hoy ya has tenido tu ración de estas, mejor nos controlamos -dijo volviendo lentamente a un tono más serio.- Cualquiera de tus hermanas podría entrar ahora mismo por la puerta.

-Entendido -me resigné yo. Respiré y volví al tema.- De todos modos tú simplemente me gustas más que ella... Porque sí. Y ya.

-Hijito... -dijo ella con cierto tono emocionado.- Que vergüenza admitir lo tonta que me pone que me digas eso...

-No la sientas, mamá -le respondí.- Es la verdad.

-Vale... Gracias. -contestó.- Volviendo al tema. Lo que hemos empezado a hacer es muy raro, pero... Si me pregunto a mi misma si me sentaría mal que lo hicieras de nuevo con tía Isabel... La respuesta es no.

-¿No? -pregunté confuso.

-Que no me sentaría mal. Es algo vuestro, de vosotros dos -continuó explicando.- No puedo juzgarte a ti de que tengas relaciones con tu tía ni tampoco a ella por tener relaciones con su sobrino... Especialmente si tenemos en cuenta que... ¡Por Dios! ¡Yo soy tu madre!

Me volví a quedar callado.

-Y si algún día conoces a una chica de tu edad... -dijo ella.- Bueno, da igual. Que yo no voy a acapararte. Nunca.

-Mamá... -contesté.- No te preocupes, de verdad. No nos queremos hacer daño.

-Lo sé -respondió ella mirándome a los ojos.- Lo sé, cariño. Solo digo eso. Tu vida es totalmente tuya. Eres mayor para tomar decisiones y tía Isabel siempre será buena y sincera contigo. Eso te lo garantizo.

-Vale, mami -concluí.- Pero si algo te molesta házmelo saber. No más sentimientos ocultos. ¿Vale?

-Vale -concluyó.- Por cierto... Ya va siendo hora de ducharte. ¿no? ¿Vamos allá?

-De acuerdo -dije recordando de repente el rumbo que habían tomado las duchas con mamá durante los últimos días. Aunque ella misma había dicho en tono bromista que ya había tenido mi ración aquella mañana.

Durante la ducha se me puso morcillona, pero no tan dura como de costumbre. Lo comenté a modo de broma y ella dijo que era normal con las dos corridas de la noche y la de esta mañana. Que no me preocupara, que ya abría tiempo para jugar y que así nos podíamos concienciar para no poner en peligro nuestro secreto. A pesar de eso, cuando me envolvió con la toalla para secarme me dio un tierno beso en los labios.

. . .

Los días transcurrían con lentitud. Yo me iba encontrando un poco mejor y deseaba que pronto se acabara mi estado dependiente. Llegó un día muy significativo en el que mi madre me anunció:

-Robe, hoy nos vamos las tres de compras a Barcelona y pasaremos todo el día fuera. Seguro que estarás bien solo, que cada día te vemos mejor... -se puso muy maternal y continuó.- Tienes comida para calentar al microondas, pero por cualquier urgencia tía Isabel estará por aquí. ¿De acuerdo? Llámala si hace falta.

-Uhms... -balbuceé yo.- De acuerdo...

No supe si lo decía con segundas y evidentemente no iba a preguntarlo con mis hermanas delante. No pude hacerlo porque ya no se separaron en ningún momento y las vi marchar por la puerta minutos después. Me quedé solo y en silencio. Me puse algo de música y pensé en qué podía hacer. ¿Y si la llamaba? Realmente no había ninguna urgencia... Aunque...

Me di unos minutos. Pasaron lentos y pensé que era una tontería, realmente tenía ganas de llamarla.

-¿Diga? -dijo mi tía con su sensual voz cuando me contestó al teléfono.

-Hola tía, soy...

-¡Roberto! -exclamó.- ¿Como estás? Te han dejado solo, ¿No? ¿Necesitas algo?

-Pues sí... -contesté con vergüenza.- Y no... Bueno...

-Dime, dime -siguió ella con un tono que me pareció sutilmente picante.

-Bueno, sí. Como voy a estar aquí solo todo el día... -le dije.- Si en algún momento te quieres pasar...

-¡Oh! -respondió.- ¡Piscina con mi sobrinito! ¡Planazo!

-Bueno, que aquí estoy.

-Tardaré un poco más de un hora, pero allí estaré.

-Vale. Hasta ahora.

Colgué el teléfono y de nuevo me pareció una pasada. ¿Vendría con intenciones de?... El corazón me iba a mil por hora. Aquella hora se me hizo eterna y me distraje tanto como pude. Me apareció una erección bastante notable durante esa espera pero intenté no hacerle caso. Cuando por fin sonó el timbre fui a abrir tan rápido como pude.

-¡Buenos días, chaval! -dijo mi tía con su habitual euforia al saludar. De nuevo iba con un vestido que le marcaba la figura y el bikini estaba visiblemente debajo.- Que buen día hace. ¿No?

-La verdad es que sí -dije invitándola a entrar.- Pasa.

-¿Y esa música? ¿Esto que suena no es... Extremoduro?

-Correcto -respondí.

-Pero esto es en plan muy suave no... -dijo pensativa.- Cuando yo era joven daban mas caña.

-¡Bueno -expliqué,- este disco lo sacaron el año pasado y ya te digo que es increíble. Te lo recomiendo. También tiene partes de más caña.

-A mi me encantaba el Agíla, y los anteriores... -me comentó.- Pero le daré una oportunidad a este. Me fío de tu criterio, no en vano le propuse tu nombre a tu madre por lo que nos flipaban en sus inicios...

-Sí -respondí.- Algo me ha llegado... Erais super jóvenes cuando mamá me tuvo. Pero mamá ahora ya solo los escucha de fondo por mi o por Laura, que también le gustan.

-Bueno... ¿Y tu bañador?

-Es verdad... -dije.- En mi habitación.

-Subo a buscártelo yo -espetó enérgica.- Espérame aquí.

-Armario izquierdo -grité mientras subía la escalera.- Tercer cajón.

Bajó con uno de mis bañadores con estilo de surfista y me dijo con una sonrisa pícara:

-¿Te ayudo a ponértelo?

-Vale...

Al acercarse a mi y al percibir yo su olor me excité. Volvió mi erección con un poco más de fuerza y se me notó a través del pantalón corto de mi pijama.

-Vaya, vaya... -dijo risueña.- Al final me voy a acostumbrar a tu forma de saludarme...

-Bueno... ya me conoces -dije yo sonrojado.

-Y eso que -continuó con un tono insinuante.- Según me han dicho últimamente te han mimado bastante ¿No?

-Mamá... -comencé a hablar después de quedarme unos segundos mudo.- ¿Te lo ha contado ya?

-Sí, sobrino, sí -me informó.- ¡Que locura, por favor! Mira que se veía venir pero aún así es tan... ¡Flipante! Pero es que creo que tanto ella como tu estáis TAN felices con esto...

-Pues sí... -contesté.- Y gracias a ti.

-No me las des -sonrió.- Yo lo estoy disfrutando también como la que más.

Me volví a quedar mudo.

-Además ya me ha comentado que bueno... Que tú y yo... -aquí pareció ser mi tía la que se trababa. Algo inusual en ella.- Bueno, que le da igual lo que hagamos.

-Bueno... -continué.- Eso dijo, sí...

Sonrió y me miró. Estaba más cerca de mi que al inicio de la conversación. Puso su mano en mi cintura y me besó muy lentamente en la boca, abriendo los labios. Nuestras lenguas se entrecruzaron. Se rio cuando se separó de mi.

-Pues nada -dijo con su voz más sensual.- Sigamos con la locura.

Después clavó su mirada en mi paquete y continuó diciendo:

-Vamos a hacer algo con esto, que si no... No podrás nadar.

-Pero si igualmente no pued..¡ooh! -gemí al notar que me lo agarraba y me lo empezaba a acariciar.

-Siéntate -me sugirió siguiendo con su risa.- Ya lo haremos de pie cuando estés recuperado.

Me senté en el sofá del salón y me liberó la polla que se encontraba en estado de extrema dureza. Ella la miró con lujuria:

-Vaya con los jóvenes... -dijo mientras me volvía a mirar a los ojos.- Tu madre me comentó que te gusta mucho esto...

Y se metió mi pene en la boca. Empezó el movimiento para estimularme y lo sentí... Diferente al de mi madre. Tenía otro estilo. Recordaba al de mi madre más suave y cariñoso, pero el de mi tía era más bien "técnico", como si supiera justo que puntos de mi glande atacar para poder causar mi eyaculación. Era como si se hubiera entrenado para la ocasión. Yo le acariciaba la cabeza con mi mano izquierda y bajé hasta sus tetas. Ella sacó mi pene de su boca y se quitó el vestido quedando en bikini. El resto me lo dejó a mi, ya que rápidamente prosiguió con su felación y yo pude sacarle las tetas del bikini para amasarlas con gusto. Mi tía seguía chupando y se ayudaba con la mano para darme más placer. Realmente no podría aguantar mucho más:

-Tía -gemí.- Creo que ya...

-Uhmmm -murmuró ella. Con la punta de su lengua empezó un movimiento muy rápido que fue demolidor. Con su mano me masturbó intensamente mientras mi chorro de esperma comenzó a brotar. Gemí como un poseso y ella se pringó toda la boca, le salpicó en la mano y un poco en la cara y barbilla. Eché mucho esperma, ya que mi madre no me había podido "vaciar" en un tiempo.

-Uou... -dijo tía Isabel con los ojos muy abiertos y mi semen por sus labios y barbilla.- ¿Pero tú donde guardas tanta leche?

-Lo siento tía -me disculpé.

-No, no... -respondió ella.- Ya me gusta que vayas tan salido... Yo tengo el coño mojadísimo ahora.

-¿En serio? -pregunté con sorpresa.

-Sí, pero no te preocupes -dijo ella quitándole importancia.- Ya te enseñaré a devolverme el favor cuando te puedas mover más...

-¿Te refieres a..?

-Sí, Robe, sí -se rió.- A comerme el coño.

Entonces me reí yo. De nuevo aquella sensación de alucine, de que aquello debía ser un sueño. Después de aquello nos fuimos a la piscina y ella, en vez de ponerse bien la parte de arriba del bikini, se la acabó de quitar:

-¡Está muy bien situada esta piscina para que el vecindario no nos pueda ver! Ya ves tú que falta me hace llevar esto para nadar...

Me reí contento. No la podía dejar de observar. Se puso a nadar en topless, con cara de feliz y relajada. Yo me volví a sentar en la escalera con mis piernas en remojo. Se hizo un silencio que emanaba tranquilidad. Después nos tumbamos a tomar el sol hasta que mi bañador quedó seco del todo. No sé si estuvimos varias horas en este estado de calma, hasta que mi tía dijo:

-Bueno, Roberto... ¿Vamos a comer?

Fuimos dentro de la casa y le dije que no hacía falta cocinar nada, que había comida suficiente para los dos, preparada para calentar. Me puse a ello, que ya estaba harto de ser un inútil.

-Estupendo -dijo ella.- Yo voy a cambiarme mientras se calienta.

Y se fue al salón aún con los pechos al aire caminando por mi casa, vistiendo solo la braga del bikini que no le tapaba demasiado su redondeado culo. La imagen me pareció inusual y muy excitante. Cuando volvió lo hizo con el vestido playero otra vez puesto, pero ya no se le veía bikini debajo, si no un sujetador de ropa interior.

Comimos charlando animadamente, como cualquier sobrino con su tía con la que se llevaba fenomenal. Después de poner los platos y cubiertos en el lavavajillas nos tumbamos en el sofá. Iba a hacer la sugerencia de poner algo en la tele pero mi móvil sonó de repente. Había recibido un sms.

-¡Vaya! -dije mientras lo leía.- Es mamá... Dice que espera que esté bien... Que van a seguir paseando por la tarde y a ver algo al cine...

-¡Oh! -contestó tía Isabel.- Tu madre nos está diciendo claramente que tenemos tanto tiempo como queramos...

-¿Qué dices? -me sorprendí.- Si ni siquiera sabe que estás aquí.

-Seguro que se lo imagina -me dijo traviesa.- ¿Qué mejor forma de pasar el día que invitando a tu querida tía a tu fantástica piscina?

-¿Tú crees? -pregunté.

-Cielo... -contestó.- Tu madre y yo siempre hemos sido muy cercanas. Nos hablamos con sinceridad de todo. Las dos sabemos que tanto yo como ella te ponemos... bastante cachondo ¿Por qué no decirlo así? -cambió a un tono más melancólico.- Y hemos sido jóvenes. Te tuvo de muy joven y eran tiempos locos... Ella eligió una vida familiar y yo alargar esa locura. Pero tu madre está hecha de una madera muy similar a la mía y es mucho más abierta de mente de lo que parece. A los hechos me remito.

-Vaya... -contesté sin saber más bien que decir.

-La cuestión es que ni ella ni yo somos tontas -continuó.- Siendo honestos con lo que deseamos los tres... Cuando me dijo que se iba a pasar el día a fuera ya me imaginaba yo que era para dejarnos la casa a nosotros.

Me volví a quedar tan callado y alucinado como cuando asimilaba estas cosas. No me percaté que tía Isabel se estaba acercando lentamente a mi. Lo suficiente como para decirme en voz muy bajita y sensual:

-Así que... ¿Como quieres pasar la tarde?

No contesté. No hacía falta y además mi boca quedó tapada por la boca de mi tía durante unos segundos que se alargaron de forma deliciosa.

-¿Vamos a tu cuarto? -me dijo volviendo a su tono travieso.

Me ayudó a subir la escalera pero me noté con suficiente fuerza para hacerlo a más velocidad de la que me había acostumbrado. Me estaba recuperando y mi excitación me daba mucha energía para ello. Cuando llegamos a la habitación nos seguimos morreando y la empecé a tocar con mi único brazo bueno. Ella me pasaba las manos por la espalda y se restregaba junto a mi cuerpo. Mi erección estaba pegada a su vientre y disfruté de aquella sensación.

-Túmbate -me comunicó sugerente.- Ponte cómodo.

Lo hice y ella lo hizo encima de mi. Se quitó el vestido de forma muy sensual. Quedó en un conjunto de ropa interior increíblemente bello, de color morado y de lencería de encaje. Mis ojos se salían de sus órbitas:

-Uau... Tía... Estás...

-Me compré este conjunto el otro día -me comentó como si no le diera importancia. Cambió el tono a uno mucho más sexy para continuar.- Y lo estoy estrenando hoy. ¿Te gusta?

-Me encanta...

Aún con el conjunto puesto (y yo con el bañador), ella restregaba su entrepierna con la mía para darnos placer. Se estuvo un rato así hasta que se dio la vuelta y se puso de espaldas a mi. Entonces vi que la parte de abajo del conjunto era un tanga precioso. El culo redondo de mi tía destacaba debajo de su más bien fina cintura. Solía fijarme más en las tetas, pero aquello era increíble también. Le toqué el culo suavemente mientras ella me sacaba la polla del bañador. En aquella posición me empezó a masturbar mientras acercaba su culo y su coño a mi cara. Aquella visión era de infarto. Aún lo fue más cuando noté que mi polla entraba en su boca.

-Uhmmm -murmuró ella cuando escuchó mis gemidos.

Volví a notar los hábiles movimientos de su lengua. Su coño, aún tapado por el tanga que llevaba, estaba muy cerca de mi cara y noté su olor y su calor. Me acerqué a él cuando de repente paró y se levantó. Con cara de extasiada me miró y me dijo:

-Dime, Roberto... ¿Tienes condones?

Asentí. Tenía una caja guardada por si alguna vez los necesitaba. Y aquel era el momento. Le indiqué donde estaban y ella mismo fue a buscarlos. Abrió la caja y sacó uno de su envoltorio. Me agarró de nuevo el pene y lo desenrolló para ponérmelo. Yo me dejaba hacer con estupefacción. Se quitó el tanga y se volvió poner encima de mi, para sentarse de lleno en mi polla, que agarró con una mano para hacer coincidir la punta de esta con la entrada de su vagina. Se sentó y acomodó mientras yo iba entrando deliciosamente dentro de ella. El placer era indescriptible a pesar de la fina capa de látex que nos separaba. Se inclinó hacia mi (acercando mucho sus tetas a mi cara) e inició un movimiento de caderas sublime para crear una fricción increíble. Era el paraíso.

-Deja que me mueva mientras la siento dentro, Roberto -dijo mi tía gimiendo.- Que dura está...

Aceleró el ritmo y yo no pude resistir la tentación de chuparle los pezones mientras le acariciaba el culo cada vez más intensamente.

-¡Oh, sí! -dijo ella.- ¡Me encanta follar con mi sobrino!

Oír aquello me excitó y le apreté la nalga con más fuerza.

-No pares, tía, por favor... -dije entre gemidos. Ella respondió:

-¡Dame un poco fuerte en el culo, Roberto!

Obedecí y empezó a gemir mucho más fuerte. Era escandalosa y me encantaba. Estuvimos follando un buen rato ya que yo tenía más fuelle del que hubiera tenido si no me hubiera corrido antes de comer. Fuera como fuese, también lamenté el hecho de no poder tener mi movilidad habitual.

-¡Oh, por favor! -gritó mientras yo le daba cachetes en las nalgas cuando comprobé cuanto le gustaban.- Me voy a correr...

Y empezó a temblar. Sus ojos se cerraron e hizo una mueca de rabia. Gimió y gritó muchísimo más fuerte indicando que estaba disfrutando de un orgasmo muy intenso. Mi momento iba a llegar justo después.

-Oh... tía...

Y me tocó a mi. Noté como mi esperma llenaba el preservativo que me había puesto hacía unos minutos mientras sus movimientos siguieron aumentando de nuevo para darme más placer. Yo no podía contener ninguno de mis gemidos.

-Tía... -dije cuando recuperé el aliento.- Te mueves de una forma increíble...

-Jejeje... -se rio cerca de mi cara.- Ya aprenderás a moverte tú cuando puedas.

Nos besamos en la boca de nuevo.

Horas más tarde llegó mi madre con mis hermanas a casa. La escena que encontraron fue la de una tía viendo la tele con su sobrino lisiado.

-¡Tía Isa! -exclamó Marta.- ¡Qué sorpresa!

-Buenas -dijo Laura.- ¿Qué tal?

-¿Como ha ido el día, familia? -preguntó con naturalidad mi madre.

-Pues... -empezó tía Isabel.

-¡Muy bien! -dije yo con una sonrisa.- ¿Y el vuestro?

. . .

-Bueno... -dijo mi médico.- Creo que esto ya está mucho mejor. Lo vamos a quitar ya ¿Vale?

Intenté evitar dar botes de alegría. Después de tantas semanas con el brazo escayolado, el día en que me lo iban a quitar podría haber sido el más feliz de mi vida, si no fuera porque ese día lo superaría cualquiera de mis momentos íntimos con mi querida madre o mi fogosa tía. La primera era quien me acompañaba en aquella visita y vio con alegría como me quitaban el yeso. Mi mano derecha volvería a estar disponible otra vez, la mano con la que escribo, con la que como, con la que siempre me he masturbado... Si el pacto con mi madre hubiera quedado solo en aquello, allí habría terminado todo. Pero, por suerte, no había sido así. El Doctor se fue a hablar con la enfermera y nos quedamos mamá y yo solos en aquella consulta. Nos abrazamos y nos fundimos en un apasionado beso de amantes. Nos separamos rápido por si el médico nos pillaba, pero le dije bajito:

-Ya verás cuando lleguemos a casa, lo que te voy a hacer ahora que tengo dos manos...

-Tiemblo... -dijo ella levantando una ceja.- Tengo unas ganas de comprobarlo...

Sonreí. Ya me estaba acostumbrando a mi nueva vida. Mi madre, mi tía... ¿Quien lo habría podido imaginar?

CONTINUARÁ...
Uff caxondisimo me ha puesto
 
CAPÍTULO 6: UN NUEVO ESTILO DE VIDA

La mañana siguiente me desperté y la vi a mi lado, tumbada y observándome. En su mirada se podía intuir que estaba sumida en sus propios pensamientos.

-Buenos días, Roberto -me dijo con una tímida sonrisa. Acto seguido acercó sus labios a los míos y me dio un beso muy tierno y dulce.

-Buenos días, mamá -le respondí con voz de recién levantado. Le di el mejor abrazo del que me sentí capaz, ya que al fin y al cabo no me podía mover como hubiera querido.

-Cuidado, hijo -me dijo con una dulce voz.- Aún estás en reposo, ¿Recuerdas?

Asentí. Mientras ella correspondía el abrazo, dije:

-Aunque me siga doliendo el cuerpo estoy muy feliz.

-¿Feliz? -dijo mi madre con una pequeña carcajada.- ¿De qué, cariño?

-De despertarme y ver que no fue un sueño.

Me volvió a besar mucho más apasionadamente que antes. Entonces noté mi erección matutina y comprobé que volvía a tener ganas. Empecé a tocarla tanto como pude, empezando por sus tetas. Por desgracia, al incorporarme, el dolor del cuerpo pudo conmigo. Emití un quejido involuntario.

-¡Robe! -se alarmó mi madre.- Descansa... Lo de anoche han sido ya demasiados esfuerzos para ti...

Me resigné porque ganas no me faltaban.

-Además ahora no sabemos a que hora podrían llegar tus hermanas. Por suerte no nos hemos apalancado durmiendo, porque si nos encontraran así... -puso gesto de horror.- Te voy a preparar el desayuno ¿Vale? Aunque si quieres dormir más puedes... Debería acompañarte a tu cama porque Marta y Laura fliparían de verte durmiendo aquí...

-Vale, mamá... -respondí.- Pero ya estoy harto del reposo...

-No te queda otra, cielo -me dijo justo antes de besarme en la frente.

Me ayudó a ir a mi habitación y me recosté en mi cama. Ella bajó a la cocina y no tardó en regresar con un rico desayuno. Había traído para ella también y se sentó en mi cama para desayunar conmigo. Iba en un batín rosado de tela fina que no se había atado demasiado fuerte. Podía ver su canalillo en la obertura que le quedaba a la altura del pecho.

-Lo de Marta y Laura me preocupa un poco... -me confesó.- Que tu tía me haya convencido que esto que hemos hecho no es TAN raro no significa que el resto de gente lo pueda descubrir alegremente. Yo confío en Isa como en nadie más en este mundo y nos puede guardar el secreto, pero...

-Ya lo entiendo, mamá -interrumpí.- Ni una palabra.

-Es una suerte que ayer nos dejaran la casa para nosotros dos... -miró al techo y suspiró.- Pero con ellas en casa nos debemos comportar como si todo fuera normal.

-De acuerdo -acepté.

-Porque tú... -miró entonces al suelo sonrojándose.- ¿Querrás volverlo a hacer, no?

-¡Por supuesto! -dije yo ante tal obviedad.

Mi madre se rio un poco avergonzada. Me dio otro beso en la frente y me acarició la nuca. Vi su canalillo muy cerca de mi cara y me quedé paralizado. Cuando se volvió a quedar sentada donde estaba, siguió hablando:

-Pero tu reposo absoluto también nos limita un poco.

-Ya, bueno... -respondí con tristeza.- Me gustaría poder moverme bien.

-Hijo... -dijo mi madre con ternura y una sonrisa.- Podrás.

-Mami... -dije con un hilo de voz, esta vez mirando yo a mis propios pies.

-Dime, cariño.

-¿Entonces lo podremos hacer más veces cuando esté recuperado?

Ella me miró y, tras un no muy largo silencio, sonrió ampliamente y exclamó:

-¡Claro que sí, hijo! -se recostó para abrazarme por la cabeza de nuevo, quedando sus tetas a la altura de mi cara.- Es muy raro, pero ya me da igual. Yo también lo deseo.

Con mi cara entre sus tetas ya no pude aguantar más. Me restregué con frenesí por aquel canalillo.

-¡Jajaja! -se rió mi madre.- Como te conozco ya...

Acto seguido me puso la mano en el paquete y mientras me miraba a los ojos murmuró:

-Lo que imaginaba...

-Es que me pones mucho, mamá... -dije mientras ella me buscaba los labios para morrearme. Después del morreo ella contestó:

-Y tú también a mi.

Intenté incorporarme a pesar de mi dolor, pero no me pareció fácil.

-Hijo... -dijo ella.- Ya te he dicho que no tú no haces más esfuerzos por hoy... -hizo una de sus famosas pausas.- Aunque... Habrá que hacer algo con esto.

Me apretó un poco la polla por encima de los calzoncillos. ¡Que placer me dio!

-Me pongo así porque vas por casa con este batín tan abierto... -dije jadeando.

-Ay... Tetas, tetas, tetas... Te flipan ¿eh? -se rió mi madre.- Sigo diciendo que eres clavado a tu padre... También le encantan.

Me incomodó un poco el comentario y su burla amistosa, pero sonreí.

-Anda, ven -se levantó mi madre agarrándome la mano. Se la di y ayudó a que me levantara. Me sentó en el borde de la cama mientras me dijo:

-Si te pareces a tu padre la mitad de lo que creo... Esto te va a encantar...

Ella se arrodilló en el suelo, enfrente de mi. Me quitó rápido el boxer y liberó mi pene erecto. Ella hizo una mueca golosa y lo empezó a acariciar. Lo lamió y se lo metió en la boca sin muchos preámbulos. Yo aún no lo sabía, pero la mamada no era la parte importante. Aún así mi madre se entregó a fondo con ella y se entretuvo un buen rato haciéndomela. Entonces se la sacó de la boca y me dijo muy excitada:

-Ahora hijo, cómeme las tetas...

Se abrió el batín y me las puso frente la cara. Me volví a maravillar, como si fuera de nuevo la primera vez que las veía. No vacilé ni un segundo en hacer lo que me pedía. Le chupé los pezones con intensidad.

-Robe... -dijo ella- Lámelas bien... Que queden llenas de saliva...

Así lo hice. Mi madré me soltó la polla (me había seguido pajeando durante todo el rato, excepto en aquel momento) y se sujetó una teta con cada mano.

-Ven... -me dijo con un susurro muy sensual.- Lame aquí...

Y me aprisionó otra vez la cara en su canalillo. Yo obedecí encantado de estar ahogado entre aquellas dos maravillas. Pasé mi lengua por enmedio y aquella zona quedó húmeda de mi saliva. Poco después mi madre se apartó de mi.

-Ya verás como esto te encanta... -dijo sin soltarse las tetas y arrodillándose a un nivel más bajo de nuevo.- Tú disfruta...

Sus pechos se dirigieron a mi polla e hicieron contacto. La punta de su pezón directamente con mi frenillo me dio un gustillo enorme, y más aún cuando me agarró el falo y lo deslizó por sus tetas en su totalidad. Estuve unos segundos sintiendo aquel enorme placer hasta que finalmente ella acorraló mi polla entre sus dos berzas. Mi pene quedó aprisionado en su canalillo y mi madre comenzó la fricción. Cuando comprendí que me estaba haciendo una paja con sus pechos sentí el increíble placer que esto me suponía. Me estaba haciendo mi primera cubana. Suspiré y miré al techo.

-¿Qué tal, cariño? -me preguntó coqueta.

-Mamá... -pude articular.- No me lo puedo creer... De verdad que no.

-¿Pero te gusta? -preguntó con interés.

-¡Me encanta!

-Disfrútalo, hijo.

Mi madre se iba recolocando cada cierto tiempo para que mi polla no saliera de entre sus tetas y la fricción lubricada con saliva fuera lo más placentera posible. La miraba encantado y la veía laboriosa, concentrada en el placer de su hijo. Aceleró el ritmo de su cubana y yo moví un poco instintivamente mis caderas para aumentar aquella fricción, ya que cada vez sentía menos dolor. No sé cuantos minutos duró exactamente, pero noté por momentos el orgasmo crecer poco a poco dentro de mi. Cuando iba a estallar avisé a mi madre, porque se iba a manchar mucho a juzgar por lo que sentía en mi interior:

-Me corro... ¡Cuidado!

-Córrete así, cariñ... -empezó a decir mi madre mientras mi esperma salía como una erupción volcánica, blanco y cálido, esparciéndose por sus tetas y su canalillo- ...ooh... ¡sí! -se interrumpió a ella misma al verlo.

Me estuvo acariciando la polla con sus tetas durante un buen rato. Me encantaba como me alargaba el placer durante el máximo tiempo posible. Cuando se separó de mi, vi su entreteto todo blanco a causa de mi semen, y sus tetas chorreando también un poco. Ella sonreía algo sonrojada. Aquella escena fue un gran deleite. Me habló dulcemente:

-Te ha gustado ¿no? -sonrió un poco más.- Tal y como me imaginaba... -Yo no sabía que decir, quería agradecerle todo aquello pero no tenía palabras.

-Mamá...

Simplemente me abrazó con su cuerpo prácticamente desnudo, con las tetas aún pegajosas, pero no me importó. Noté aquella piel que por fin podía acariciar cuanto quisiera. Otra vez me sentí en una nube cuando de repente oímos el ruido que hace la llave al abrir la puerta de casa.

-¡Ya estoy aquí!

Era la voz de Marta, mi hermana pequeña, que hablaba desde el piso de abajo. Mi madre me miró con gesto de aterrorizada y dijo muy rápido:

-Te tapo con la sábana pero límpiate rápido la corrida. Yo me voy pitando a la ducha.

Y salió de mi habitación veloz pero silenciosa mientras yo obedecía.

-¿Hola? -volvió a sonar la voz de Marta.- ¿Hay alguien despierto?

Se oyeron sus pasos subiendo por la escalera. También se empezó a oír el agua de la ducha. Entonces vi que no había motivo para estar paralizado y en silencio.

-¡Hola Marta!

-¡Buenas, tete! -dijo mientras picaba a mi puerta (que ya estaba abierta) entrando respetuosamente a mi habitación. Yo respiraba un poco nervioso pero intenté que no se me notara. La cuestión es que no contaba con algo que me alteraría aún más mi tranquilidad. Además del susto que nos había dado unos segundos antes, Marta iba vestida con una camiseta de tirantes nueva, mucho más ajustada de lo habitual en ella. En su cuerpo tan joven, aquellas tetas destacaban demasiado y verle el canalillo era algo hipnótico. Me quedé alucinado como de costumbre.

-¿Has dormido bien? -me sonrió.

-Sí, bueno... -balbuceé.- Lo que se puede.

-¿Todo bien, tete?

-Bueno... -disimulé.- Que tengo ganas de volver a tener dos brazos y unas piernas funcionales.

-Bueeno, todo llegará -me sonrió aún más.- ¿Y mamá?

-En la ducha.

-Ah.. -dijo ella con un ligero gesto sorprendido. Nuestra madre casi nunca se duchaba por la mañana y mucho menos en verano teniendo piscina.- Bueno, me bajo a nadar un ratito. ¡Que tengas un buen día!

-¡Tu también!

Se metió en su habitación y me la imaginé quitándose aquella atrevida prenda para ponerse el bikini que ya le empezaría a quedar pequeño si aquello seguía creciendo a ese ritmo. Realmente, habiendo sido saciado tanto y tan recientemente, ¿Como podía seguir pensando de aquella manera?

Después de aquella pequeña advertencia del destino, mi madre y yo nos dimos unas horas prudenciales de cara a poder tener la intimidad necesaria para hablar del tema a solas. Ocurrió aquella tarde cuando tanto Laura como Marta estuvieron de nuevo fuera de casa. Mamá estaba en la cocina terminando de fregar unos platos y yo me acerqué a ella para abrazarla desde sus espaldas. Mi madre rio con suavidad diciendo:

-Enseguida termino, cielo, y estoy por ti.

Nos sentamos en el sofá. Ella iba de estar por casa con una de sus camisetas de tirantes largas. No llevaba pantalones debajo, así que le podía ver los muslos perfectamente cuando se puso la mar de cómoda al sentarse. No tardó en sacar el tema:

-Bueno... Vaya susto esta mañana cuando Marta ha llegado tan pronto.

-Ya ves, mamá... -reflexioné.- Si nos hubiera pillado...

-Hijo -me interrumpió.- Esto NO puede pasar. ¿Entendido? Y menos con Marta, con lo inocente que es... Tendría un trauma y nos llamaría locos de por vida. Porque lo hemos aceptado, pero sigue siendo una locura.

-Tienes razón, mamá -le dije.- Debemos tener más cuidado.

-Totalmente -respondió tajante.- Seamos madre e hijo normales la mayor parte del tiempo, por favor... Debemos guardarnos para ocasiones especiales. Tienes dos hermanas a las que tenemos que respetar viviendo con ellas. Solo cuando estemos seguros de que no estarán ni llegarán de repente, entonces podemos...

-...¿Follar? -continué yo, ya que se había atascado en esta palabra.

-Follar -dijo ella con una sonrisa, aún no pudiéndose creer que lo que estaba diciendo fuera cierto.

Me puse a reír de ver su cara. Por mucho que llevara tiempo deseándolo había que reconocer que la situación era muy surrealista. Ella se rio conmigo.

-Bueno... También es verdad que tenemos una cómplice... -dijo mi madre pensativa.- Si tía Isabel se las llevara un día de compras y nos quedáramos la casa...

Recordé entonces a mi tía Isabel. Ella me había ayudado días atrás y además había ayudado a que mamá aceptara la situación. Me pareció que en aquel momento esta última también cayó en la cuenta de la profundidad de los hechos más recientes.

-¡Hay que ver! -soltó.- A tu tía aún no la he llamado para contarle NADA de como ha ido la cosa... Seguro que va a alucinar, aunque ya se lo espere...

Yo me quedé callado con mis pensamientos. Se volvió dirigir directamente a mi:

-Robe... Esto es aún más enrevesado... -dijo en voz más bajita.- Casi me olvido de... Bueno. Esta conexión que habéis hecho tú y ella estos días.

-Ya... -suspiré viendo que me leía el pensamiento.- Es para flipar.

-Ella también estaba preocupada por ti y no dudó ni un segundo en ayudarte. Es lo que tiene ser tan abierta de mente... y estar un poco loca.

-Nos ha acabado contagiando su locura -me reí yo.

-Bueno, es que a ella estas cosas le divierten mucho -respondió. Se quedó un rato callada y siguió.- De hecho...

-De hecho ¿Qué? -pregunté yo viendo que mi madre hacía otra de sus pausas que se alargan.

-Contigo también -continuó.- Contigo también lo ha hecho por diversión... Aparte de ayudarte.

No supe que decir. Entonces ella habló de nuevo:

-Hijo... A ti te gusta tía Isabel, esto está claro ¿No?

-¡Mamá! -me sonrojé yo.- Sí, pero me gustas má...

-No te he preguntado eso, cariño -me interrumpió en tono amable.- Solo digo que si ella también te gusta.

-Sí -admití.- La verdad es que sí. ¡Pero tú más!

-¡Jajaja! -se rió con soltura.- Eso no lo dudo... -Y se agarró las tetas con las manos, sujetándolas un poco hacia arriba para aumentar la longitud de su canalillo visible.- Porque yo las tengo más grandes. ¿A qué sí?

-¡Mamá! ¡Por favor! -exclamé riendo nerviosamente.- ¡Que uno no es de piedra!

-¡Jajaja! Pues hoy ya has tenido tu ración de estas, mejor nos controlamos -dijo volviendo lentamente a un tono más serio.- Cualquiera de tus hermanas podría entrar ahora mismo por la puerta.

-Entendido -me resigné yo. Respiré y volví al tema.- De todos modos tú simplemente me gustas más que ella... Porque sí. Y ya.

-Hijito... -dijo ella con cierto tono emocionado.- Que vergüenza admitir lo tonta que me pone que me digas eso...

-No la sientas, mamá -le respondí.- Es la verdad.

-Vale... Gracias. -contestó.- Volviendo al tema. Lo que hemos empezado a hacer es muy raro, pero... Si me pregunto a mi misma si me sentaría mal que lo hicieras de nuevo con tía Isabel... La respuesta es no.

-¿No? -pregunté confuso.

-Que no me sentaría mal. Es algo vuestro, de vosotros dos -continuó explicando.- No puedo juzgarte a ti de que tengas relaciones con tu tía ni tampoco a ella por tener relaciones con su sobrino... Especialmente si tenemos en cuenta que... ¡Por Dios! ¡Yo soy tu madre!

Me volví a quedar callado.

-Y si algún día conoces a una chica de tu edad... -dijo ella.- Bueno, da igual. Que yo no voy a acapararte. Nunca.

-Mamá... -contesté.- No te preocupes, de verdad. No nos queremos hacer daño.

-Lo sé -respondió ella mirándome a los ojos.- Lo sé, cariño. Solo digo eso. Tu vida es totalmente tuya. Eres mayor para tomar decisiones y tía Isabel siempre será buena y sincera contigo. Eso te lo garantizo.

-Vale, mami -concluí.- Pero si algo te molesta házmelo saber. No más sentimientos ocultos. ¿Vale?

-Vale -concluyó.- Por cierto... Ya va siendo hora de ducharte. ¿no? ¿Vamos allá?

-De acuerdo -dije recordando de repente el rumbo que habían tomado las duchas con mamá durante los últimos días. Aunque ella misma había dicho en tono bromista que ya había tenido mi ración aquella mañana.

Durante la ducha se me puso morcillona, pero no tan dura como de costumbre. Lo comenté a modo de broma y ella dijo que era normal con las dos corridas de la noche y la de esta mañana. Que no me preocupara, que ya abría tiempo para jugar y que así nos podíamos concienciar para no poner en peligro nuestro secreto. A pesar de eso, cuando me envolvió con la toalla para secarme me dio un tierno beso en los labios.

. . .

Los días transcurrían con lentitud. Yo me iba encontrando un poco mejor y deseaba que pronto se acabara mi estado dependiente. Llegó un día muy significativo en el que mi madre me anunció:

-Robe, hoy nos vamos las tres de compras a Barcelona y pasaremos todo el día fuera. Seguro que estarás bien solo, que cada día te vemos mejor... -se puso muy maternal y continuó.- Tienes comida para calentar al microondas, pero por cualquier urgencia tía Isabel estará por aquí. ¿De acuerdo? Llámala si hace falta.

-Uhms... -balbuceé yo.- De acuerdo...

No supe si lo decía con segundas y evidentemente no iba a preguntarlo con mis hermanas delante. No pude hacerlo porque ya no se separaron en ningún momento y las vi marchar por la puerta minutos después. Me quedé solo y en silencio. Me puse algo de música y pensé en qué podía hacer. ¿Y si la llamaba? Realmente no había ninguna urgencia... Aunque...

Me di unos minutos. Pasaron lentos y pensé que era una tontería, realmente tenía ganas de llamarla.

-¿Diga? -dijo mi tía con su sensual voz cuando me contestó al teléfono.

-Hola tía, soy...

-¡Roberto! -exclamó.- ¿Como estás? Te han dejado solo, ¿No? ¿Necesitas algo?

-Pues sí... -contesté con vergüenza.- Y no... Bueno...

-Dime, dime -siguió ella con un tono que me pareció sutilmente picante.

-Bueno, sí. Como voy a estar aquí solo todo el día... -le dije.- Si en algún momento te quieres pasar...

-¡Oh! -respondió.- ¡Piscina con mi sobrinito! ¡Planazo!

-Bueno, que aquí estoy.

-Tardaré un poco más de un hora, pero allí estaré.

-Vale. Hasta ahora.

Colgué el teléfono y de nuevo me pareció una pasada. ¿Vendría con intenciones de?... El corazón me iba a mil por hora. Aquella hora se me hizo eterna y me distraje tanto como pude. Me apareció una erección bastante notable durante esa espera pero intenté no hacerle caso. Cuando por fin sonó el timbre fui a abrir tan rápido como pude.

-¡Buenos días, chaval! -dijo mi tía con su habitual euforia al saludar. De nuevo iba con un vestido que le marcaba la figura y el bikini estaba visiblemente debajo.- Que buen día hace. ¿No?

-La verdad es que sí -dije invitándola a entrar.- Pasa.

-¿Y esa música? ¿Esto que suena no es... Extremoduro?

-Correcto -respondí.

-Pero esto es en plan muy suave no... -dijo pensativa.- Cuando yo era joven daban mas caña.

-¡Bueno -expliqué,- este disco lo sacaron el año pasado y ya te digo que es increíble. Te lo recomiendo. También tiene partes de más caña.

-A mi me encantaba el Agíla, y los anteriores... -me comentó.- Pero le daré una oportunidad a este. Me fío de tu criterio, no en vano le propuse tu nombre a tu madre por lo que nos flipaban en sus inicios...

-Sí -respondí.- Algo me ha llegado... Erais super jóvenes cuando mamá me tuvo. Pero mamá ahora ya solo los escucha de fondo por mi o por Laura, que también le gustan.

-Bueno... ¿Y tu bañador?

-Es verdad... -dije.- En mi habitación.

-Subo a buscártelo yo -espetó enérgica.- Espérame aquí.

-Armario izquierdo -grité mientras subía la escalera.- Tercer cajón.

Bajó con uno de mis bañadores con estilo de surfista y me dijo con una sonrisa pícara:

-¿Te ayudo a ponértelo?

-Vale...

Al acercarse a mi y al percibir yo su olor me excité. Volvió mi erección con un poco más de fuerza y se me notó a través del pantalón corto de mi pijama.

-Vaya, vaya... -dijo risueña.- Al final me voy a acostumbrar a tu forma de saludarme...

-Bueno... ya me conoces -dije yo sonrojado.

-Y eso que -continuó con un tono insinuante.- Según me han dicho últimamente te han mimado bastante ¿No?

-Mamá... -comencé a hablar después de quedarme unos segundos mudo.- ¿Te lo ha contado ya?

-Sí, sobrino, sí -me informó.- ¡Que locura, por favor! Mira que se veía venir pero aún así es tan... ¡Flipante! Pero es que creo que tanto ella como tu estáis TAN felices con esto...

-Pues sí... -contesté.- Y gracias a ti.

-No me las des -sonrió.- Yo lo estoy disfrutando también como la que más.

Me volví a quedar mudo.

-Además ya me ha comentado que bueno... Que tú y yo... -aquí pareció ser mi tía la que se trababa. Algo inusual en ella.- Bueno, que le da igual lo que hagamos.

-Bueno... -continué.- Eso dijo, sí...

Sonrió y me miró. Estaba más cerca de mi que al inicio de la conversación. Puso su mano en mi cintura y me besó muy lentamente en la boca, abriendo los labios. Nuestras lenguas se entrecruzaron. Se rio cuando se separó de mi.

-Pues nada -dijo con su voz más sensual.- Sigamos con la locura.

Después clavó su mirada en mi paquete y continuó diciendo:

-Vamos a hacer algo con esto, que si no... No podrás nadar.

-Pero si igualmente no pued..¡ooh! -gemí al notar que me lo agarraba y me lo empezaba a acariciar.

-Siéntate -me sugirió siguiendo con su risa.- Ya lo haremos de pie cuando estés recuperado.

Me senté en el sofá del salón y me liberó la polla que se encontraba en estado de extrema dureza. Ella la miró con lujuria:

-Vaya con los jóvenes... -dijo mientras me volvía a mirar a los ojos.- Tu madre me comentó que te gusta mucho esto...

Y se metió mi pene en la boca. Empezó el movimiento para estimularme y lo sentí... Diferente al de mi madre. Tenía otro estilo. Recordaba al de mi madre más suave y cariñoso, pero el de mi tía era más bien "técnico", como si supiera justo que puntos de mi glande atacar para poder causar mi eyaculación. Era como si se hubiera entrenado para la ocasión. Yo le acariciaba la cabeza con mi mano izquierda y bajé hasta sus tetas. Ella sacó mi pene de su boca y se quitó el vestido quedando en bikini. El resto me lo dejó a mi, ya que rápidamente prosiguió con su felación y yo pude sacarle las tetas del bikini para amasarlas con gusto. Mi tía seguía chupando y se ayudaba con la mano para darme más placer. Realmente no podría aguantar mucho más:

-Tía -gemí.- Creo que ya...

-Uhmmm -murmuró ella. Con la punta de su lengua empezó un movimiento muy rápido que fue demolidor. Con su mano me masturbó intensamente mientras mi chorro de esperma comenzó a brotar. Gemí como un poseso y ella se pringó toda la boca, le salpicó en la mano y un poco en la cara y barbilla. Eché mucho esperma, ya que mi madre no me había podido "vaciar" en un tiempo.

-Uou... -dijo tía Isabel con los ojos muy abiertos y mi semen por sus labios y barbilla.- ¿Pero tú donde guardas tanta leche?

-Lo siento tía -me disculpé.

-No, no... -respondió ella.- Ya me gusta que vayas tan salido... Yo tengo el coño mojadísimo ahora.

-¿En serio? -pregunté con sorpresa.

-Sí, pero no te preocupes -dijo ella quitándole importancia.- Ya te enseñaré a devolverme el favor cuando te puedas mover más...

-¿Te refieres a..?

-Sí, Robe, sí -se rió.- A comerme el coño.

Entonces me reí yo. De nuevo aquella sensación de alucine, de que aquello debía ser un sueño. Después de aquello nos fuimos a la piscina y ella, en vez de ponerse bien la parte de arriba del bikini, se la acabó de quitar:

-¡Está muy bien situada esta piscina para que el vecindario no nos pueda ver! Ya ves tú que falta me hace llevar esto para nadar...

Me reí contento. No la podía dejar de observar. Se puso a nadar en topless, con cara de feliz y relajada. Yo me volví a sentar en la escalera con mis piernas en remojo. Se hizo un silencio que emanaba tranquilidad. Después nos tumbamos a tomar el sol hasta que mi bañador quedó seco del todo. No sé si estuvimos varias horas en este estado de calma, hasta que mi tía dijo:

-Bueno, Roberto... ¿Vamos a comer?

Fuimos dentro de la casa y le dije que no hacía falta cocinar nada, que había comida suficiente para los dos, preparada para calentar. Me puse a ello, que ya estaba harto de ser un inútil.

-Estupendo -dijo ella.- Yo voy a cambiarme mientras se calienta.

Y se fue al salón aún con los pechos al aire caminando por mi casa, vistiendo solo la braga del bikini que no le tapaba demasiado su redondeado culo. La imagen me pareció inusual y muy excitante. Cuando volvió lo hizo con el vestido playero otra vez puesto, pero ya no se le veía bikini debajo, si no un sujetador de ropa interior.

Comimos charlando animadamente, como cualquier sobrino con su tía con la que se llevaba fenomenal. Después de poner los platos y cubiertos en el lavavajillas nos tumbamos en el sofá. Iba a hacer la sugerencia de poner algo en la tele pero mi móvil sonó de repente. Había recibido un sms.

-¡Vaya! -dije mientras lo leía.- Es mamá... Dice que espera que esté bien... Que van a seguir paseando por la tarde y a ver algo al cine...

-¡Oh! -contestó tía Isabel.- Tu madre nos está diciendo claramente que tenemos tanto tiempo como queramos...

-¿Qué dices? -me sorprendí.- Si ni siquiera sabe que estás aquí.

-Seguro que se lo imagina -me dijo traviesa.- ¿Qué mejor forma de pasar el día que invitando a tu querida tía a tu fantástica piscina?

-¿Tú crees? -pregunté.

-Cielo... -contestó.- Tu madre y yo siempre hemos sido muy cercanas. Nos hablamos con sinceridad de todo. Las dos sabemos que tanto yo como ella te ponemos... bastante cachondo ¿Por qué no decirlo así? -cambió a un tono más melancólico.- Y hemos sido jóvenes. Te tuvo de muy joven y eran tiempos locos... Ella eligió una vida familiar y yo alargar esa locura. Pero tu madre está hecha de una madera muy similar a la mía y es mucho más abierta de mente de lo que parece. A los hechos me remito.

-Vaya... -contesté sin saber más bien que decir.

-La cuestión es que ni ella ni yo somos tontas -continuó.- Siendo honestos con lo que deseamos los tres... Cuando me dijo que se iba a pasar el día a fuera ya me imaginaba yo que era para dejarnos la casa a nosotros.

Me volví a quedar tan callado y alucinado como cuando asimilaba estas cosas. No me percaté que tía Isabel se estaba acercando lentamente a mi. Lo suficiente como para decirme en voz muy bajita y sensual:

-Así que... ¿Como quieres pasar la tarde?

No contesté. No hacía falta y además mi boca quedó tapada por la boca de mi tía durante unos segundos que se alargaron de forma deliciosa.

-¿Vamos a tu cuarto? -me dijo volviendo a su tono travieso.

Me ayudó a subir la escalera pero me noté con suficiente fuerza para hacerlo a más velocidad de la que me había acostumbrado. Me estaba recuperando y mi excitación me daba mucha energía para ello. Cuando llegamos a la habitación nos seguimos morreando y la empecé a tocar con mi único brazo bueno. Ella me pasaba las manos por la espalda y se restregaba junto a mi cuerpo. Mi erección estaba pegada a su vientre y disfruté de aquella sensación.

-Túmbate -me comunicó sugerente.- Ponte cómodo.

Lo hice y ella lo hizo encima de mi. Se quitó el vestido de forma muy sensual. Quedó en un conjunto de ropa interior increíblemente bello, de color morado y de lencería de encaje. Mis ojos se salían de sus órbitas:

-Uau... Tía... Estás...

-Me compré este conjunto el otro día -me comentó como si no le diera importancia. Cambió el tono a uno mucho más sexy para continuar.- Y lo estoy estrenando hoy. ¿Te gusta?

-Me encanta...

Aún con el conjunto puesto (y yo con el bañador), ella restregaba su entrepierna con la mía para darnos placer. Se estuvo un rato así hasta que se dio la vuelta y se puso de espaldas a mi. Entonces vi que la parte de abajo del conjunto era un tanga precioso. El culo redondo de mi tía destacaba debajo de su más bien fina cintura. Solía fijarme más en las tetas, pero aquello era increíble también. Le toqué el culo suavemente mientras ella me sacaba la polla del bañador. En aquella posición me empezó a masturbar mientras acercaba su culo y su coño a mi cara. Aquella visión era de infarto. Aún lo fue más cuando noté que mi polla entraba en su boca.

-Uhmmm -murmuró ella cuando escuchó mis gemidos.

Volví a notar los hábiles movimientos de su lengua. Su coño, aún tapado por el tanga que llevaba, estaba muy cerca de mi cara y noté su olor y su calor. Me acerqué a él cuando de repente paró y se levantó. Con cara de extasiada me miró y me dijo:

-Dime, Roberto... ¿Tienes condones?

Asentí. Tenía una caja guardada por si alguna vez los necesitaba. Y aquel era el momento. Le indiqué donde estaban y ella mismo fue a buscarlos. Abrió la caja y sacó uno de su envoltorio. Me agarró de nuevo el pene y lo desenrolló para ponérmelo. Yo me dejaba hacer con estupefacción. Se quitó el tanga y se volvió poner encima de mi, para sentarse de lleno en mi polla, que agarró con una mano para hacer coincidir la punta de esta con la entrada de su vagina. Se sentó y acomodó mientras yo iba entrando deliciosamente dentro de ella. El placer era indescriptible a pesar de la fina capa de látex que nos separaba. Se inclinó hacia mi (acercando mucho sus tetas a mi cara) e inició un movimiento de caderas sublime para crear una fricción increíble. Era el paraíso.

-Deja que me mueva mientras la siento dentro, Roberto -dijo mi tía gimiendo.- Que dura está...

Aceleró el ritmo y yo no pude resistir la tentación de chuparle los pezones mientras le acariciaba el culo cada vez más intensamente.

-¡Oh, sí! -dijo ella.- ¡Me encanta follar con mi sobrino!

Oír aquello me excitó y le apreté la nalga con más fuerza.

-No pares, tía, por favor... -dije entre gemidos. Ella respondió:

-¡Dame un poco fuerte en el culo, Roberto!

Obedecí y empezó a gemir mucho más fuerte. Era escandalosa y me encantaba. Estuvimos follando un buen rato ya que yo tenía más fuelle del que hubiera tenido si no me hubiera corrido antes de comer. Fuera como fuese, también lamenté el hecho de no poder tener mi movilidad habitual.

-¡Oh, por favor! -gritó mientras yo le daba cachetes en las nalgas cuando comprobé cuanto le gustaban.- Me voy a correr...

Y empezó a temblar. Sus ojos se cerraron e hizo una mueca de rabia. Gimió y gritó muchísimo más fuerte indicando que estaba disfrutando de un orgasmo muy intenso. Mi momento iba a llegar justo después.

-Oh... tía...

Y me tocó a mi. Noté como mi esperma llenaba el preservativo que me había puesto hacía unos minutos mientras sus movimientos siguieron aumentando de nuevo para darme más placer. Yo no podía contener ninguno de mis gemidos.

-Tía... -dije cuando recuperé el aliento.- Te mueves de una forma increíble...

-Jejeje... -se rio cerca de mi cara.- Ya aprenderás a moverte tú cuando puedas.

Nos besamos en la boca de nuevo.

Horas más tarde llegó mi madre con mis hermanas a casa. La escena que encontraron fue la de una tía viendo la tele con su sobrino lisiado.

-¡Tía Isa! -exclamó Marta.- ¡Qué sorpresa!

-Buenas -dijo Laura.- ¿Qué tal?

-¿Como ha ido el día, familia? -preguntó con naturalidad mi madre.

-Pues... -empezó tía Isabel.

-¡Muy bien! -dije yo con una sonrisa.- ¿Y el vuestro?

. . .

-Bueno... -dijo mi médico.- Creo que esto ya está mucho mejor. Lo vamos a quitar ya ¿Vale?

Intenté evitar dar botes de alegría. Después de tantas semanas con el brazo escayolado, el día en que me lo iban a quitar podría haber sido el más feliz de mi vida, si no fuera porque ese día lo superaría cualquiera de mis momentos íntimos con mi querida madre o mi fogosa tía. La primera era quien me acompañaba en aquella visita y vio con alegría como me quitaban el yeso. Mi mano derecha volvería a estar disponible otra vez, la mano con la que escribo, con la que como, con la que siempre me he masturbado... Si el pacto con mi madre hubiera quedado solo en aquello, allí habría terminado todo. Pero, por suerte, no había sido así. El Doctor se fue a hablar con la enfermera y nos quedamos mamá y yo solos en aquella consulta. Nos abrazamos y nos fundimos en un apasionado beso de amantes. Nos separamos rápido por si el médico nos pillaba, pero le dije bajito:

-Ya verás cuando lleguemos a casa, lo que te voy a hacer ahora que tengo dos manos...

-Tiemblo... -dijo ella levantando una ceja.- Tengo unas ganas de comprobarlo...

Sonreí. Ya me estaba acostumbrando a mi nueva vida. Mi madre, mi tía... ¿Quien lo habría podido imaginar?

CONTINUARÁ...
Tremendo y ha dos bandas. Para cuando un trio ?
 

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