Mi sobrina de 18 años y yo (Relato real)

Es que estas situaciones no suelen ser lo normal, el poder disfrutar de una persona joven, todo rodado, consentido, sin ninguna atadura ni prejuicio (hasta ahora).
Tienes toda la razón. Aunque ya lo contaré, te puedo decir que todo fue gracias a ella. Me contó, meses después, que ella no había tenido nunca fantasías ni deseos con ningún chico, y que al verme a mí ese primer día con la polla al aire en el baño de inmediato le entró un escalofrío, un calor... Vamos, que su cuerpo habló por ella. Y que su cabeza le decía que no, que era su tío, que tenía 30 años más que ella, pero solo recordarme le hacía ponerse cardiaca. Por eso volvió al baño la noche siguiente, y como sintió lo mismo o más que el primer día ya dejó de luchar contra su cabeza.
 
Comienzo relato, y lo hago con las presentaciones.

Como comenté, me llamo Alberto. Tengo 49 años (cumplo 50 en diciembre) y vivo en el centro de Madrid. Vivo con mi mujer y dos hijos que tenemos en común.
Físicamente soy muy muy normal: 1.70; con algún kilo de más; poco pelo. Paso muy desapercibido por regla general.

Sexualmente siempre he sido una persona muy morbosa. Lo fui mucho más antes, entre los 25 y los 35 años, sobre todo en mis épocas de soltería, donde di rienda suelta a casi todas mis fantasías.

Una vez casado, entre mi mujer y yo el sexo siempre ha sido muy normal, sin estridencias. Nada de fantasías realizadas, tan solo penetraciones clásicas, sexo oral mutuo y poco más. No me quejo por ello, porque como digo todo lo que tenía que probar ya lo hice en su momento. Hasta hace un año.

Mi mujer tiene una hermana, Martina, casada con Juan, mi cuñado. Una pareja muy normal, y que son padres de Teresa, mi sobrina. Tambien viven en Madrid.

Mi sobrina cumplió 18 años en febrero de 2024, con lo que ahora ya tiene 19 años.
Teresa siempre ha sido una chica muy tradicional, como sus padres (y como mi suegra y mi mujer), esto es, se ha dedicado mucho a estudiar (está en la Universidad estudiando una ingeniería); ha salido más bien poco (empezó a hacerlo a los 17 años, y nada de fiestas o salir de noche, solo al cine, a algún cumpleaños...); es muy educada con un punto de timidez...

Y físicamente, pues tampoco destaca por nada en particular. Como mucho, en que es muy esbelta: mide casi 1.80 y está bastante delgada (no porque coma poco, sino porque su constitución es así). Por extensión, tiene un pecho casi plano y un culo delgado.
Y de cara es igualmente muy normal: morena, pelo muy largo, ojos algo rasgados, labios finos...

En resumen: jamás me había resultado ni medianamente atractiva. O, mejor dicho, jamás me habría imaginado que podría suceder lo sucedió en agosto del año pasado.

En cuanto pueda, sigo contando. Espero seguro siendo de vuestro interés.
A la espera estoy!
 
Tienes toda la razón. Aunque ya lo contaré, te puedo decir que todo fue gracias a ella. Me contó, meses después, que ella no había tenido nunca fantasías ni deseos con ningún chico, y que al verme a mí ese primer día con la polla al aire en el baño de inmediato le entró un escalofrío, un calor... Vamos, que su cuerpo habló por ella. Y que su cabeza le decía que no, que era su tío, que tenía 30 años más que ella, pero solo recordarme le hacía ponerse cardiaca. Por eso volvió al baño la noche siguiente, y como sintió lo mismo o más que el primer día ya dejó de luchar contra su cabeza.
Si te soy sincero, me da envidia esto que has vivido.
 
Tan joven no. Ya tiene cerca de 30
Bueno, uno nunca sabe cómo le puede sorprender la vida. A mí quien me ponía era mi cuñada (la madre de Teresa), pero la veía una imposible, y jamás hubiese pensado que podía pasar algo con mi sobrina, pues nuestra relación siempre había sido demasiado formal.

Esta noche contaré cómo fue el masaje. Y en días posteriores, todo lo que fue pasando tanto en la playa como al regreso a Madrid.
 
Tienes toda la razón. Aunque ya lo contaré, te puedo decir que todo fue gracias a ella. Me contó, meses después, que ella no había tenido nunca fantasías ni deseos con ningún chico, y que al verme a mí ese primer día con la polla al aire en el baño de inmediato le entró un escalofrío, un calor... Vamos, que su cuerpo habló por ella. Y que su cabeza le decía que no, que era su tío, que tenía 30 años más que ella, pero solo recordarme le hacía ponerse cardiaca. Por eso volvió al baño la noche siguiente, y como sintió lo mismo o más que el primer día ya dejó de luchar contra su cabeza.
Cardiacos estamos todos. Enhorabuena x esta magnífica experiencia
 
Hola.

Ahora que tengo un poco de tiempo para escribir, sigo contando.

Dejé el relato en el momento en el que iba a darle el masaje a mi sobrina.

Ella, tumbada boca abajo en la cama. En ropa interior.
Braguitas blancas y sujetador color carne (sí, es muy clásica).
Yo, en camiseta y calzoncillos. Y con mi bote de masaje en la mano.

Me quité el reloj y lo puse a la vista encima de la mesilla.
Eran las 20.25 horas.
Como comenté, teníamos más o menos una hora disponible.

No iba a correr, iba a hacerla disfrutar hasta donde llegásemos; tenía claro que no se trataba de hacer muchas cosas en una hora sino hacer las justas y bien hechas.

Me deleité mirándola unos segundos, sentado a su lado, al borde de la cama.
Desde ahí retiré su pelo al lado contrario, dejando vía libre a su cuello.

Repetí el movimiento con el dorso de la mano que tanto le había gustado cuando la toqué por primera vez.
Y muy lentamente bajé, haciendo un movimiento en forma de S, desde su cuello hasta su cadera, justo hasta el borde de sus bragas, donde me detuve para seguir el recorrido por encima de sus nalgas, bajar por sus muslos y terminar en sus pies.

Desde el mismo momento en que empecé a bajar mi mano por su cuerpo, Teresa se estremeció. S
e le puso la carne de gallina, y entre susurros dijo:

- Oh, Dios, otra vez esa sensación.
- Te gusta?, le pregunté.
- Me encanta, me tiene desnortada, dijo con una media sonrisa.
- Así debe ser, añadí yo.

Tras recorrer su cuerpo con mi mano, cogí el gel de masaje y eché una pequeña cantidad en cada una de mis palmas y, desde la misma posición en la que estaba (sentado a su lado), empecé el masaje.

(Sí, sé que hubiera sido mejor colocarme encima de ella para empezar el masaje, pero me parecía demasiado invasivo, así de golpe).

Para no extenderme demasiado, diré que comencé a masajear suavemente su cuello, su nuca, sus hombros...
Teresa respiraba profunda y agitadamente.

Bajé por su espalda, y al llegar al sujetador le pedí permiso para desabrochárselo.
Entre susurros, me dijo que sí, y con tacto y muy excitado desabroché ese sujetador color carne, dejando a la vista su espalda, con una sorpresa añadida: entre que Teresa es de piel más bien blanca y los días que ya llevábamos en la playa, tenía bien pronunciada la marca del bronceado, excepto la de la zona del sujetador.

Aquello me puso burrísimo, porque empecé a imaginar sus tetas y su coño con esa marca de bronceado, y ese pensamiento me hizo entrar en ebullición. Afortunadamente, conté hasta diez sin dejar de masajearla y pude aplacar un poco mi deseo para centrarme en seguir con el masaje bajando por su espalda, hasta llegar a sus bragas.

A todo esto, Teresa seguía suspirando con cada toque de mis manos, de mis dedos, y más lo hizo cuando estos pasaron por encima de sus bragas sin detenerse, hasta llegar a sus muslos.

No quería ser muy directo aún, y como todavía eran las 20.35 (yo estaba pendiente de la hora) y, por supuesto, quería que ella siguiera disfrutando, seguí con el masaje por la cara externa de sus muslos, hacia los pies.

Ahí me costaba llegar, así que me coloqué precisamente a sus pies para así poder masajearla mejor para ella y más cómodamente para mí.

Subía y bajaba por sus muslos, hasta los pies, presionando, masajeando...
Y poco a poco empecé a hacer llegar mis manos hacia el interior de esos muslos delgados, y poco a poco no solo iban más hacia el interior sino también más hacia arriba, hasta que llegó un punto en el que mi sobrina empezó a gemir y a decir:

- Uffff, me arde todo el cuerpo, me estás matando.
- Y eso que aún no te he tocado, sonreí yo.
- Ay, no me digas eso que me derrito, respondió ella.

Yo ya no pude aguantar más.

- Espera y verás, le dije.

Y dicho y hecho.
Sin ya pedirle permiso, empecé a jugar con sus bragas, haciendo pasar mis dedos por debajo de ellas y acariciar su firme culo, para después acomodarlos de tal manera que ya noté todo el calor que Teresa desprendía y, sobre todo, todo lo empapada que estaba.

Sus bragas ya eran un impedimento, así que con cuidado se las quité y, efectivamente, allí estaba ese culo delgado pero firme y con una pronunciada marca de sol. Yo me quedé absorto, pero de inmediato cogí un cojín y se lo puse por debajo del estómago, para alzar ese trasero.

Teresa no puso ninguna objeción, así que con mis manos empecé a amasar suavemente su culito y mis dedos empezaron a acercarse a su sexo, hasta que finalmente se posaron sobre él.

Teresa empezó a elevar el volumen de sus gemidos, y más lo hizo cuando mis dedos se encontraron con su ya hinchadísimo clítoris, el cual delicadamente comencé a masturbar mientras con la otra mano acariciaba su culo, su espalda...

Mi sobrina empezó a gritar.

- Aasaah, Dios mío, me matas de placer. No pareeeeessss.

Y esos gritos se convirtieron en bufidos cuando empezó a convulsionar y yo empecé a notar cómo se corría, momento en el que ella dijo:

- Uffffffff, me estás matandooooo, ay qué gustooooooo.

Aparté lentamente mis dedos de su sexo mientras Teresa, empapada de sudor y empezando a respirar más lentamente, aplastaba su cuerpo contra el colchón.

Yo no pude evitar lamerme los dedos con los que había estado jugando en su coño, y el sabor me sorprendió pero no me desagradó.
Era un sabor fuerte, pero delicioso.

Cuando Teresa recuperó parte de la normalidad, me dijo:

- Qué me estás haciendo, que me vuelves loca?

Miré el reloj. Las 20.45 horas. Y le respondí:

- Pues esto no ha sido nada, qué tal si te das la vuelta?

Tiernamente le ayudé a dar la vuelta y allí pude contemplar por primera vez su cuerpo desnudo.
Esas tetitas pequeñas, blancas, pero con la marca del bañador pronunciada, unas aureolas grandes y oscuras y unos pezones de tamaño mediano también oscuros y que estaban muy desafiantes.
Ese coño también con la marca del bañador. Peludo pero no poblado, y completamente empapado.

Yo estaba obnubilado, y solo acerté a decir:

- Maravillosa.

Y en ese momento le puse el cojín bajo la espalda y me agaché a la altura de su coño para comérselo.

- Qué vas a hacerme ahora?, me preguntó ella agitada.
- Saborearte, respondí yo.

Y eso fue lo que hice.
Empecé a besar la parte interna de sus muslos, y poco a poco fui abriendo sus labios y pasando mi lengua por ellos, hasta volver a encontrarme con su clítoris, el cual toqué, lamí, disfruté (siempre con cuidado de no hacerle daño a ella)...
Teresa gritaba, gemía, suspiraba, me apretaba la cabeza contra su coño...
Y así logré hacer que se corriera no una sino dos veces más (menudo sorpresón, era multiorgásmica), empapándome la cara mientras mis manos a veces dejaban su coño y, sin dejar de comérselo, las subía para jugar con sus pezones.

Tras la segunda corrida con mi boca, yo me fui retirando para admirarla.
Y la estampa no podía ser más morbosa.
Mi sobrina estaba con los ojos cerrados, respirando fuerte y acariciándose las tetas... Aquello era maravilloso.

Para hacer aquello más sensible, mientras ella recuperaba el fuelle yo fui besándola tiernamente por su cuerpo hasta terminar haciéndolo en su mejilla.
Ella abrió los ojos, me miró profundamente, me tocó la cara, y me dijo:

- Digo otra vez lo mismo, qué estás haciendo conmigo, que desde el otro día no puedo dejar de pensar en esto? Y ahora ya lo voy a querer a todas horas, añadió mientras se reía.
- Lo importante es que estés bien, y que disfrutes, respondí yo.
- Y tú, estás disfrutando?, me preguntó.
- Yo estoy en la gloria, esto es un regalo para mí, ya ves cómo voy todo el día de... Duro.
- Sí, ya sabes que no te quito el ojo de encima, me dijo, y ambos nos partimos de risa a la vez.

No había terminado de completar la frase cuando sonó mi teléfono. Era mi mujer, ya venían de vuelta a casa.

- Justo a tiempo, le dije, y sonreímos los dos.

No pude evitar darle un beso en los labios y añadir:

- Eres maravillosa, ojalá tengamos ocasión de repetir.
- De repetir y de algo más, añadió ella.
- A qué te refieres?, le dije yo aun imaginando lo que Teresa quería decir.
- Que te quiero dentro, te necesito dentro, necesito sentir esa dureza dentro.
- Uf, eso sería increíble, y yo también lo deseo, le dije yo. Pero aquí va a ser difícil, porque no tenemos muchas ocasiones de estar a solas y si lo estamos tampoco vamos a tener mucho tiempo. Te propongo algo: sigamos disfrutando. Déjame volverte loca de placer una y mil veces cuando tengamos ocasión, por pequeña que sea. Que surge una como la de esta tarde, pues la aprovechamos al máximo. Que no, sigamos disfrutando de todo lo que no es la penetración y en cuanto volvamos a Madrid, buscamos una mañana o una tarde completa para nosotros solos. Te parece? Es que no quiero que ese momento que deseas (y que yo también deseo por supuesto) tenga que pasar deprisa y corriendo, sino disfrutando cada segundo.

Ella me miró con ternura y me dijo:

- Gracias, tío, por cuidarme. Me parece perfecto. Y gracias por darme tanto placer.

Me dio un beso en los labios y, sin añadir nada más, nos levantamos para arreglarnos.

Esa tarde no se me olvidará en la vida, como tampoco todo lo que pasó en los días siguientes tanto en la playa como en Madrid.

Espero que os guste. Sigo contando en cuanto pueda.

Gracias.
Alberto.
 
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Hola.

Ahora que tengo un poco de tiempo para escribir, sigo contando.

Dejé el relato en el momento en el que iba a darle el masaje a mi sobrina.

Ella, tumbada boca abajo en la cama. En ropa interior. Braguitas blancas y sujetador color carne (sí, es muy clásica). Yo, en camiseta y calzoncillos. Y con mi bote de masaje en la mano.

Me quité el reloj y lo puse a la vista encima de la mesilla. Eran las 20.25 horas. Como comenté, teníamos más o menos una hora disponible.

No iba a correr, iba a hacerla disfrutar hasta donde llegásemos; tenía claro que no se trataba de hacer muchas cosas en una hora sino hacer las justas y bien hechas.

Me deleité mirándola unos segundos, sentado a su lado, al borde de la cama. Desde ahí retiré su pelo al lado contrario, dejando vía libre a su cuello.

Repetí el movimiento con el dorso de la mano que tanto le había gustado cuando la toqué por primera vez. Y muy lentamente bajé, haciendo un movimiento en forma de S, desde su cuello hasta su cadera, justo hasta el borde de sus bragas, donde me detuve para seguir el recorrido por encima de sus nalgas, bajar por sus muslos y terminar en sus pies.

Desde el mismo momento en que empecé a bajar mi mano por su cuerpo, Teresa se estremeció. Se le puso la carne de gallina, y entre susurros dijo:

- Oh, Dios, otra vez esa sensación.
- Te gusta?, le pregunté.
- Me encanta, me tiene desnortada, dijo con una media sonrisa.
- Así debe ser, añadí yo.

Tras recorrer su cuerpo con mi mano, cogí el gel de masaje y eché una pequeña cantidad en cada una de mis palmas y, desde la misma posición en la que estaba (sentado a su lado), empecé el masaje.

(Sí, sé que hubiera sido mejor colocarme encima de ella para empezar el masaje, pero me parecía demasiado invasivo, así de golpe).

Para no extenderme demasiado, diré que comencé a masajear suavemente su cuello, su nuca, sus hombros... Teresa respiraba profunda y agitadamente.

Bajé por su espalda, y al llegar al sujetador le pedí permiso para desabrochárselo. Entre susurros, me dijo que sí, y con tacto y muy excitado desabroché ese sujetador color carne, dejando a la vista su espalda, con una sorpresa añadida: entre que Teresa es de piel más bien blanca y los días que ya llevábamos en la playa, tenía bien pronunciada la marca del bronceado, excepto la de la zona del sujetador.

Aquello me puso burrísimo, porque empecé a imaginar sus tetas y su coño con esa marca de bronceado, y ese pensamiento me hizo entrar en ebullición. Afortunadamente, conté hasta diez sin dejar de masajearla y pude aplacar un poco mi deseo para centrarme en seguir con el masaje bajando por su espalda, hasta llegar a sus bragas.

A todo esto, Teresa seguía suspirando con cada toque de mis manos, de mis dedos, y más lo hizo cuando estos pasaron por encima de sus bragas sin detenerse, hasta llegar a sus muslos.

No quería ser muy directo aún, y como todavía eran las 20.35 (yo estaba pendiente de la hora) y, por supuesto, quería que ella siguiera disfrutando, seguí con el masaje por la cara externa de sus muslos, hacia los pies.

Ahí me costaba llegar, así que me coloqué precisamente a sus pies para así poder masajearla mejor para ella y más cómodamente para mí.

Subía y bajaba por sus muslos, hasta los pies, presionando, masajeando... Y poco a poco empecé a hacer llegar mis manos hacia el interior de esos muslos delgados, y poco a poco no solo iban más hacia el interior sino también más hacia arriba, hasta que llegó un punto en el que mi sobrina empezó a gemir y a decir:

- Uffff, me arde todo el cuerpo, me estás matando.
- Y eso que aún no te he tocado, sonreí yo.
- Ay, no me digas eso que me derrito, respondió ella.

Yo ya no pude aguantar más.

- Espera y verás, le dije.

Y dicho y hecho. Sin ya pedirle permiso, empecé a jugar con sus bragas, haciendo pasar mis dedos por debajo de ellas y acariciar su firme culo, para después acomodarlos de tal manera que ya noté todo el calor que Teresa desprendía y, sobre todo, todo lo empapada que estaba.

Sus bragas ya eran un impedimento, así que con cuidado se las quité y, efectivamente, allí estaba ese culo delgado pero firme y con una pronunciada marca de sol. Yo me quedé absorto, pero de inmediato cogí un cojín y se lo puse por debajo del estómago, para alzar ese trasero.

Teresa no puso ninguna objeción, así que con mis manos empecé a amasar suavemente su culito y mis dedos empezaron a acercarse a su sexo, hasta que finalmente se posaron sobre él.

Teresa empezó a elevar el volumen de sus gemidos, y más lo hizo cuando mis dedos se encontraron con su ya hinchadísimo clítoris, el cual delicadamente comencé a masturbar mientras con la otra mano acariciaba su culo, su espalda...

Mi sobrina empezó a gritar.

- Aasaah, Dios mío, me matas de placer. No pareeeeessss.

Y esos gritos se convirtieron en bufidos cuando empezó a convulsionar y yo empecé a notar cómo se corría, momento en el que ella dijo:

- Uffffffff, me estás matandooooo, ay qué gustooooooo.

Aparté lentamente mis dedos de su sexo mientras Teresa, empapada de sudor y empezando a respirar más lentamente, aplastaba su cuerpo contra el colchón.

Yo no pude evitar lamerme los dedos con los que había estado jugando en su coño, y el sabor me sorprendió pero no me desagradó. Era una sabor fuerte, pero delicioso.

Cuando Teresa recuperó parte de la normalidad, me dijo:

- Qué me estás haciendo, que me vuelves loca?

Miré el reloj. Las 20.45 horas. Y le respondí:

- Pues esto no ha sido nada, qué tal si te das la vuelta?

Tiernamente le ayudé a dar la vuelta y allí pude contemplar por primera vez su cuerpo desnudo.
Esas tetitas pequeñas, blancas, pero con la marca del bañador pronunciada, unas aureolas grandes y oscuras y unos pezones de tamaño mediano también oscuros y que estaban muy desafiantes.
Ese coño también con la marca del bañador. Peludo pero no poblado, y completamente empapado.

Yo estaba obnubilado, y solo acerté a decir:

- Maravillosa.

Y en ese momento le puse el cojín bajo la espalda y me agaché a la altura de su coño para comérselo.

- Qué vas a hacerme ahora?, me preguntó ella agitada.
- Saborearte, respondí yo.

Y eso fue lo que hice. Empecé a besar la parte interna de sus muslos, y poco a poco fui abriendo sus labios y pasando mi lengua por ellos, hasta volver a encontrarme con su clítoris, el cual toqué, lamí, disfruté (siempre con cuidado de no hacerle daño a ella)...
Teresa gritaba, gemía, suspiraba, me apretaba la cabeza contra su coño... Y así logré hacer que se corriera no una sino dos veces más (menudo sorpresón, era multiorgásmica), empapándome la cara mientras mis manos a veces dejaban su coño y, sin dejar de comérselo, las subía para jugar con sus pezones.

Tras la segunda corrida con mi boca, yo me fui retirando para admirarla. Y la estampa no podía ser más morbosa. Mi sobrina estaba con los ojos cerrados, respirando fuerte y acariciándose las tetas... Aquello era maravilloso.

Para hacer aquello más sensible, mientras ella recuperaba el fuelle yo fui besándola tiernamente por su cuerpo hasta terminar haciéndolo en su mejilla. Ella abrió los ojos, me miró profundamente, me tocó la cara, y me dijo:

- Qué estás haciendo conmigo, que desde el otro día no puedo dejar de pensar en esto? Y ahora ya lo voy a querer a todas horas, añadió mientras se reía.
- Lo importante es que estés bien, y que disfrutes, respondí yo.
- Y tú, estás disfrutando?, me preguntó.
- Yo estoy en la gloria, esto es un regalo para mí, ya ves cómo voy todo el día de... Duro.
- Sí, ya sabes que no te quito el ojo de encima, me dijo, y ambos nos partimos de risa a la vez.

No había terminado de completar la frase cuando sonó mi teléfono. Era mi mujer, ya venían de vuelta a casa.


- Justo a tiempo, le dije, y sonreímos los dos.

No pude evitar darle un beso en los labios y añadir:

- Eres maravillosa, ojalá tengamos ocasión de repetir.
- De repetir y de algo más, añadió ella.
- A qué te refieres?, le dije yo aun imaginando lo que Teresa quería decir.
- Que te quiero dentro, te necesito dentro, necesito sentir esa dureza dentro.
- Uf, eso sería increíble, y yo también lo deseo, le dije yo. Pero aquí va a ser difícil, porque no tenemos muchas ocasiones de estar a solas y si lo estamos tampoco vamos a tener mucho tiempo.
Te propongo algo: sigamos disfrutando. Déjame volverte loca de placer una y mil veces cuando tengamos ocasión, por pequeña que sea. Que surge una como la de esta tarde, pues la aprovechamos al máximo. Que no, sigamos disfrutando de todo lo que no es la penetración y en cuanto volvamos a Madrid, buscamos una mañana o una tarde completa para nosotros solos. Te parece? Es que no quiero que ese momento que deseas (y que yo también deseo por supuesto) tenga que pasar deprisa y corriendo, sino disfrutando cada segundo.

Ella me miró con ternura y me dijo:

- Gracias, tío, por cuidarme. Me parece perfecto. Y gracias por darme tanto placer.

Me dio un beso en los labios y, sin añadir nada más, nos levantamos para arreglarnos.

Esa tarde no se me olvidará en la vida, como tampoco todo lo que pasó en los días siguientes tanto en

la playa como en Madrid.

Espero que os guste. Sigo contando en cuanto pueda.

Gracias.
Alberto.
He descubierto el relato el día de hoy y enganchadisimo a la historia!
 

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