Hola a todos.
Continúo con lo sucedido cuando llegué a casa de mis cuñados para estar con mi sobrina a solas.
Lo que pasó esa mañana voy a contarlo con todo lujo de detalles (como siempre). Fue una mañana larga y hay mucho que contar, así que será un relato extenso, porque no quiero dejarlo a medias.
Dejé lo sucedido en el mismo instante en el que mi sobrina me abría la puerta de su casa. Estaba tan natural como sensual, con su cara de casi recién levantada adornada con una sonrisa, su pelo largo recogido y vestida con uno de esos pijamas que yo ya conocía de nuestra estancia en la playa.
Pasé, nos dimos dos besos en la mejilla (sí, suena raro, pero aun en esa situación yo no iba ni a dar un paso en falso ni a abalanzarme sobre ella), y pasamos al salón, sentándonos el chaiselongue que lo preside.
Hubo unos minutos de conversaciones cuasi intrascendentes, como si alguno de los dos estuviese esperando a que el otro rompiese el hielo. Yo suponía que en cualquier momento no tendría más que acercarme a ella para que todo se desatara, pero quería encontrar un modo natural de hacerlo. Así que lo hice de la manera más natural que se me ocurrió, preguntándole:
- Qué tal estás?
- Bueno, te mentiría si te dijera que no estoy un poco nerviosa, pero estoy bien -me respondió Teresa.
- Lo entiendo perfectamente -le dije-, yo también lo estoy.
- Tú, por qué? Si ya tienes experiencia -dijo Teresa.
- Bueno, pero ninguna mujer es igual a otra, y yo quiero que te sientas bien, cómoda, feliz y que disfrutes -le dije mientras empezaba a rozar sus piernas con la yema de mis dedos.
- Uf, eso siempre lo consigues -susurró mi sobrina cerrando los ojos.
Ahora ya no había vuelta atrás. Me acerqué a su cuello sin dejar de rozarle los muslos y comencé a besárselo, llevando mi boca a su oreja, mordisqueándosela al tiempo que mi mano izquierda ya se había posado encima de su pantalón de pijama, justamente encima del coño.
Teresa estaba muy caliente y mojadísima (se notaba incluso por encima del pantalón) y sus susurros excitados empezaron a convertirse en grititos cuando mi mano se deslizó por debajo de sus braguitas, encontrando ese coño tan delicioso cuyo clítoris ya estaba muy hinchado.
El momento en el que empecé a jugar con ese clítoris también lo aproveché para besar a mi sobrina. Esta vez, el beso estuvo exento de formalismos, porque era tal la excitación que lo convertimos un morreo desenfrenado, juntando nuestras lenguas sin orden ni concierto pero con un morbazo sin igual.
Entre morreo y gemidos, Teresa decía:
- Dios, cuánto echaba de menos esto. No paresssss.
Y empezaron sus convulsiones, sus orgasmos continuados mientras yo no dejaba de masturbarla. Era tal la pasión que incluso ella deshizo el morreo para lamerme la oreja, morderme el cuello (afortunadamente, sin hacerme chupetón) y estirar su mano hasta mi hinchado paquete, añadiendo:
- Lo quiero dentro de mí ya.
- Sssshhh, todo a su tiempo -le dije yo siendo muy puñetero y sin dejar de sonreír.
- Noooo -volvió a salir su vena más juguetona y adolescente-, quiero sentirla dentro ya.
- Enseguida -repliqué-, pero antes déjame...
Y sin añadir más, y sin dejar de masturbarla, le pedí que se quitara la camiseta, dejando sus tetitas libres para mi boca, que hizo con ellas lo que quiso. Incluso, llegué a morder sus pezones con un poco más de intensidad de lo normal, lo que hizo que Teresa diera un respingo, y que yo le pidiera disculpas, a lo que ella me dijo que no me preocupara, que le había gustado esa sensación.
Sabiéndolo, continué mordiéndole los pezones y jugando con su empapadísimo coño, hasta que fui tumbándola en el sofá, me deshice de su pantalón y sus bragas y allí tenía a mi sobrina desnuda y expuesta para mí.
Volví a besarla, volvimos a morrearnos, y comencé a bajar por su cuerpo como lo había hecho en la playa, pero esta vez sin tener la espada de Damocles de la hora encima; esta vez, el viaje por su cuerpo fue más largo, pues lamí y besé cada poro y cada pliegue de su piel, desde la cabeza hasta los dedos de los pies, donde me detuve a lamerlos, mordisquearlos, masajearlos...
Mi sobrina era todo gritos de placer. Y dejó de hacer preguntas como:
a pedir con energía que no parase, a decir que la estaba volviendo loca de placer, a "suplicar" de nuevo que la penetrara.
Yo ignoré momentáneamente esta "súplica" para viajar de sus pies a su sexo pasando por sus muslos. Fue en su encharcadísimo coño donde hundí mi boca y donde saqué a pasear mi lengua sin descanso, apoderándome de su clítoris, enredándola en su vello púbico, dándole grandes lametones de arriba a abajo y de izquierda a derecha.
Teresa estaba del todo desatada, apretaba sin descanso mi cabeza contra su sexo, y sus gritos se parecían más a alaridos, mientras decía:
- Jodeeeeeeerrrr, que me estás matandooooo.... Dioossss, no paressssss.
Así estuve unos minutos, hasta que me levanté con mi cara empapada para ver la suya, que tenía los ojos en blanco y la respiración agitadísima. No dejé pasar más que el tiempo necesario para desnudarme y tomar en la mano un preservativo y de nuevo volver a la carga, pero esta vez ya buscando lo que había ido a hacer allí.
Me tumbé sobre ella para volver a fundirnos en un intenso beso, y cuando Teresa sintió mi polla encima de su coño, rozándolo y llevándola al éxtasis, gritó:
- Sí, por favor, hazlo ya, hazme tuya, no me hagas esperar más.
- Ahora mismo -le dije yo.
Intenté ponerme el preservativo del modo más rápido y más cómodo posible, algo que prácticamente conseguí a pesar de mi excitación.
Ya con él puesto, me coloqué encima de mi sobrina. Ella me rodeó con sus brazos y fue tirando de mi espalda hacia ella para que mi polla fuese penetrándola. Y eso fue lo que hizo: muy despacio, fui entrando en ella. Tenía el coño muy caliente, muy mojado y muy estrecho, y según iba entrando Teresa me besaba con furia, besos que amortiguaban sus gritos de placer aunque no lo conseguían del todo.
Teresa gritaba:
- Sííí, por fiiin, ay Dios, qué placer!!!
Yo no podía articular palabra. Aquello era increíble, su coño atrapaba mi polla y entrar y salir de él suponía un placer difícilmente comparable.
Nuestros besos estaban llenos de deseo, y yo alternaba movimientos de penetración con instantes en los que me quedaba parado con mi polla enterrada del todo en su coño, instantes en los que mi sobrina arqueaba su delgado cuerpo mientras ya no solo gritaba, berreaba, y a mí sentirla así me invitaba a alternar esos movimientos.
Tras varios minutos así, después de uno de sus orgasmos (que ya había tenido unos cuantos desde que empezó la penetración) me detuve (sin salir de dentro de ella) para tomarnos un respiro.
Teresa estaba empapada en sudor. Su joven piel brillaba, y sus mejillas estaban coloradas.
Tras otra ronda de besos, quería saber cómo estaba, y se lo pregunté.
- Tú que crees? Mírame -respondió Teresa.
- Te ha molestado en algún momento? Hay algo que no te haya gustado? -yo seguía queriendo lo mejor para ella.
- Noooo, estoy súper feliz, no lo ves? Me tienes tocando el cielo, tío -respondió ella.
- No sabes cuánto me alegra saberlo, porque yo estoy igual.
Nos miramos y volvieron los morreos apasionados y mis movimientos dentro de ella. Pero antes de ir a más, le pregunté:
- Quieres que vayamos a la cama? Allí estaremos más cómodos y, sobre todo, podré darte mucho más placer.
- Ummmmmmm, si es así, vamos -respondió Teresa.
No le pregunté si quería que fuera en su cama o en la de sus padres, porque yo quería que fuera en esta última, más grande y más cómoda.
Así que nos separamos, la ayudé a levantarse (dijo sonriendo que le temblaban las piernas), cogí la caja de preservativos del bolsillo de mi pantalón (que estaba en el suelo) y la tomé de la mano para llevarla al fondo del pasillo, a la habitación de sus padres, coronada por una cama de 1.35 a la que de inmediato retiré la colcha de verano y la sábana encimera.
Esta vez fui yo el que se tumbó boca arriba, y no hizo falta decirle a Teresa que se tumbara sobre mí, para volver a unirnos en un beso profundo. Ella frotaba con desesperación su coño sobre mi polla, y no tardó en volver a pedirme que la penetrara.
Enseguida me coloqué el preservativo, y entonces le dije:
- Házmelo tú a mí, Tere.
- Qué quieres decir? -me preguntó.
- Colócate encima de mí y hazla desaparecer a tu ritmo -le respondí.
- Ahora mismo, será un placer -añadió ella con una gran sonrisa.
Mi sobrina volvió a tumbarse encima de mí, volvimos a besarnos, y cuando su coño y mi polla volvieron a frotarse, ella fue colocando su cuerpo hasta que consiguió (yo me moví lo justo para ayudarla) que su coño engullera mi capullo, lo que me hizo gritar de placer y provocó que, siempre sin dejar de besarnos, el movimiento acompasado de nuestros cuerpos terminara por completar la penetración.
Yo la agarré por su delgado culo y no pude evitar hacer algo que siempre me ha gustado mucho: marcar yo el ritmo, culear fuerte.
Y así lo hice: sin soltarle el culo, flexioné un poco mis rodillas y empecé a moverme cada vez más deprisa, hasta que llegué a marcar un ritmo intenso, sin descanso, lo que provocó auténticos berridos de placer en mi sobrina, mientras decía "barbaridades" (las pongo ese calificativo por ser ella quien las decía) como:
- Jodeerrrrr, cómo te siento, me llega hasta dentro! Ufffff
Escucharla decir eso me hizo embrutecer (por decirlo de algún modo), lo que provocó que, aun a riesgo de caer exhausto, yo moviese un poco más rápido mis caderas, haciendo que en cada empujón mi polla se hundiese hasta los huevos en su coño.
Teresa se corrió un par de veces más sin dejar de berrear, y yo tuve que detenerme lentamente para no llegar a correrme, algo que estaba muy cerca de pasar.
Poco a poco fuimos recuperando el aliento, y yo me puse de lado para que ella saliese de mí y tenerla tumbada junto a mí. Empezamos a acariciarnos muy suavemente; yo lo hice sobre todo con sus pezones, y ella me acariciaba sobre todo la polla (a la que yo ya había quitado el preservativo). En ese momento, Teresa me sonrió y me dijo:
- Gracias.
- Por qué? -pregunté extrañado.
- Porque jamás pensé que mi primera vez iba a ser tan intensa, tan placentera -me contestó.
- Así que eras virgen? -pregunté aunque no extrañado, porque casi estaba seguro de que lo sería, pero aun así me apetecía oírselo decir.
- Claro, qué pensabas?
- No, nada, estaba casi seguro de que lo eras, pero al sentirte tan implicada tuve un momento de duda -le dije yo.
- He sido muy basta? -preguntó Teresa entre risas.
- Nooo -le contesté yo también riéndome-, has estado genial, te he sentido disfrutona en todo momento.
- Es que me has hecho disfrutar mucho -me dijo.
- Y tú a mí -añadí yo.
Nos besamos intensamente, y en un momento dado y como ambos seguíamos acariciándonos, mi sobrina me dijo señalando mi polla:
- Hoy no vas a terminar?
- Jejeje, has estado a punto de conseguirlo -le dije yo.
- Y qué ha pasado para no hacerlo? -me preguntó extrañada.
- Que no quería terminar tan pronto, no sin antes jugar algo más.
- Y qué podemos hacer? -me preguntó ella.
- Taaaantas cosas -le dije-. Ahora verás.
Me bajé de la cama, me puse pegado a uno de sus lados, y con suavidad atraje su cuerpo hasta el borde en el que yo estaba. Puss cada una de sus largas piernas sobre mis hombros, y esa visión hizo que yo no pudiera reprimir un:
- Joder, qué morbazo es verte y tenerte así. Empieza a acariciarte las tetas, por favor.
Teresa no dijo nada, tan solo obedeció y empezó a magrearse las tetas y los pezones mientras yo preparaba otro preservativo. Una vez puesto, y siempre con sus piernas encima de mis hombros, apunté mi polla a la entrada de su coño y de un caderazo se la metí hasta dentro.
De nuevo, bufidos, berridos y alaridos mientras yo, poderoso en esa posición, entraba y salía de mi sobrina no muy rápido (porque estaba cansado y mi orgasmo estaba cerca), pero sí muy profundo.
No fue mucho lo que pude aguantar, y así se lo hice saber a Teresa, a la que pregunté dónde quería que yo terminase. Entre gemidos me dijo que donde yo quisiera, que ella había elegido la primera vez, así que no dudé en, cuando estaba a punto de correrme, sacar la polla de su coño, quitarme el preservativo y eyacular como un bendito sobre su vientre mientras yo también berreaba como ella.
Nos dejamos caer de nuevo sobre la cama. Eran las 13.48 horas. Habían pasado casi dos horas. Pero a ambos nos habían parecido 15 minutos, de tanto placer continuado.
Así desnudos comentamos, nos reímos, nos besamos... Hasta que llegó la hora en la que yo tenía que irme antes de que pudiera o bien llegar mi cuñado a su casa o bien mi mujer a la mía. Además, tenía que liberar a mis suegros de mis hijos.
En la puerta de su casa volvimos a comernos la boca deseando que lo que había pasado pudiera volver a repetirse, y lo más pronto posible.
Lo que pasó desde ese momento lo seguiré contando otro día.
Siento la extensión de esta parte del relato, que espero os guste.
Gracias.