Project S.I.R.E.N

Ron_Artest

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Buenas a todos. Este es mi segundo relato publicado. El primero lo terminé recientemente. Se llama COLEGAS DE PAJAS Y SUS ARDIENTES NOVIAS.
Para mi sengunda vez he querido decantarme por la Ciencia ficción. No os voy a hacer spoilers. No os preocupéis.
Supongo que os gustará si os van las historias de sexo, intrigas, traiciones, asesinatos y como dije antes, ciencia ficción.

Aunque no me guste pedirlo. Los comentarios son siempre bien recibidos. Pienso que debe existir un vínculo entre escritor y lector. Es beneficiosa para ambos.
Se que cometo faltas de ortografía. Estoy intentando mejorar en ello. Y por otro lado comentaros por último que no tengo ni idea de como va a acabar esta historia.
Mi forma de escribir se basa en la imporvisación. Pienso una idea, un personaje y tiro para adelante como un ciego dando palos al aire.
Lo bueno de eso? La historia acaba siendo una puta locura. Lo malo? Aún no lo sé, jajaja.

Nada más. Espero que disfruteís leyendo tanto como yo escribiendo. Sin más dilación os dejo con el primer capítulo de POJECT S.I.R.E.N.

PROJECT S.I.R.E.N
Capítulo 1 - Pobre Emiliano


“Oink! Oink! Grita cerdito, grita!”
“Eh chicos! Eh! Mirad! El puto gordo se ha meado en los pantalones, jajajaja”
“Diooos… pero como apestaaaaas! Que asco das joder!”

Emiliano se tapó la entrepierna mojada, avergonzado. El inponente puño de Adolfo lo sujetaba con fuerza del cuello de la camiseta y lo mantenía atrapado contra la pared del baño. Sus pies de puntillas, sus ojos llenos de terror, su corazón palpitando con fuerza.
Alrrededor del abusón, su comparsa de fascistas malhechores lo jaleaban para que siguiera ejerciendo su dominación sobre él.

De repente, se escuchó la campana de la escuela. Avisando que se habían terminado las clases por hoy. Pero no dijo nada acerca de que tambíen debían cesar el abuso de poder y la humillación pública.

“Adolfo! Por qué no le obligamos a quitarse la ropa meada?”
“Sí buena idea… y que se vaya a casa en pelotas jajajaja”

Adolfo escuchó a sus secuazes. Aunque los considerase una panda de idiotas descerebrados. Debía reconocer que tenían una mente muy creativa para hacer el mal. Como si estuvieran bendecidoa por un don especial.
  • Benito! Quítaselos venga! - gruñó el enorme jefe de los matones.
  • Por qué yo? Que lo haga Francisco…
  • Que se los quites he dicho! Yaaaa!
Benito obedeció a regañadientes. No sabía aún como funcionaba el mundo adulto. Pero en esa escuela el que mandaba era el más fuerte. Y sin duda ni oposición, ese era Adolfo. Mientras desabrochaba el pantalón no pudo evitar inpregnarse las manos con el orín del pobre Emiliano.
  • Eeeegs! - exclamó el secuaz frunciendo el ceño y hechando la cabeza hacía atrás.
El olor era potente, corrosivo. Pero siguió desnudándolo. ‘Mejor esto a que me den una paliza’ pensó para sus adentros mientras le bajaba los calzoncillos al pobre Emiliano.

Sabéis ese refrán que dice: ‘Dios aprieta, pero no ahoga’ Pues precisamente es lo que pensaron los matones cuando vieron el tamaño del pene del, ahora sí, afortunado Emiliano.
  • Vaya tela!… - Francisco tenía los ojos abiertos como un coche las largas puestas - Habéis visto el semejante tamaño de esa mosntruosidad?
Adolfo y Benito no contestaron. Como dos ingleses que se han pasado con la farlopa en un after de Ibiza a las 7:40 de la mañana, observaban aquella polla que estaba más cerca de ser una tercera pierna que un órgano reproductor masculino.
Era tan grande, tan perfecta. Que incluso el mismisimo Adolfo, el macho alfa del ‘Insti’, estuvo tentado por un momento de tocarla. Por supuesto, no lo hizo. Tenía una reputación que mantener.
  • Para que quiere tanto rabo? Si no lo va a usar en su puta vida. Eh!, Cerdito?
“Jajajajajajajaja”
“Cerditooooo! Oink! Oink!”

El pasillo central de la escuela que daba acceso a la puerta de entrada, estaba repleto de adolescentes llenos de energía y vitalidad. Andaban como locos, gritaban, se empujaban. El motivo? Estaba claro. Era viernes, la campana había sonado y la puerta al final del pasillo ahora era de salida. Por fin.
La puerta del baño de chicos se abrió de par en par dando un estruendoso golpe contra los azulejos. De su interior salieron risas malvadas y un fuerte olor a tabaco. Detrás, Emiliano salió repentinamente obligado por un fuerte empujón. Desnudo de cintura para abajo. Con sus manos intentando tapar su formidable miembro y la ropa meada dentro de su mochila de ‘The Punisher’. Recorrió el pasillo de la verguenza.

“Corre Cerditooooo! Jajajaja”
“Vuelve con el idiota de tu padre… Oink Oink’

El tutor de Tercero B. Agarró por las orejas a Francisco y a Benito, que no podían dejar de reirse viendo como botaba el culo gordo del pobre Emiliano. Y se los llevó directos al despacho del Director. Adolfo como siempre salió ileso. Parecía como si alguien desde el cielo lo protegiera. Haciendo que la fortuna le sonriera por siempre.

Emiliano corrió entre una multitud de chicos y chicas que le señalaban con el dedo y se reían de él. No derramó ni una lágrima por eso. Estaba tan acostumbrado a vivir bajo el yugo de la opresión que había acabado por parecerle normal.
  • Joder Emi! Lo siento…
Charly, su mejor amigo y compañero de desgracias lo esperaba fuera del instituto. Le quitó la ropa de la mochila y le ayudó a vestirse. Emiliano no le dió ni las gracias. Tan solo pensaba en llegar a casa y encerrarse en su habitación. Así que echaron a andar.

Cuando llegaron a la parada del autobús, esperaron sentandos y en silencio debajo de la marquesina. Aquella tarde de Julio se presentaba calurosa y húmeda. Emiliano tenía la mirada perdida en el descampado que había enfrenfe suyo, al otro lado de la carretera nacional. Su cuerpo presente, sus pensamientos en otro lugar. Charly, por su lado, miraba enbobado la pantalla de su móvil, deslizaba su dedo compulsivamente mientras se deleitaba con los videos cortos de TokTik. 90% mujeres moviendo el culo. 10% Warhammer 40k.
  • Terminastes de pintar las unidades de ‘Gretchins’?
  • … - Emiliano no respondió. Seguía divagando en el mundo de las ideas.
  • Recuerda que mañana tenemos partida en casa de Ramón. Y es clasificaroria…
  • Emi? Me estás ecuchando?… Eooooo!
  • Si… perdona… qué me decías?
  • Las unidades de ‘Gretchins’ que si las tienes listas…
  • Me falta darle solo los último retoques. Esta tarde los terminaré sin falta, tranqui.
Charly observó a su amigo que seguía con la mirada perdida. Él también formaba parte del club selecto de victimas de Adolfo, así que sabía muy bien lo que se sentía. Le pasó el brazo por encima del hombro y le mostró la pantalla de su móvil, esperando que los culos y las tetas pudieran animarlo un poco.
El mini bus llegó tarde, como siempre. Los dos amigos se montaron y viajaron hasta sus respectivas casas comentando la estrategía que iban a tomar en la partida de mañana. Sus ejércitos eran de Orkos. Así que no había mucho de que hablar. Harían lo de siempre. Abusar del ‘Waaahg!’ como buenos ‘Chicoz Verdez’.

Emiliano bajó primero, cuando llegó su parada. Y se despidió de su buen amigo que vivía un poco más lejos. La urbanización estaba igual que siempre. Tranquila y desolada. Allí no habían bares, ni comercios. Por lo que tampoco había gente paseando por las calles. Tan solo torres y más torres, una al lado de la otra. De vez en cuando algún solar entre ellas o casas a medio construir y un bosque, cada vez más mermado, rodeandolo todo.

A nuestro jóven protagonista le gustaba coger siempre el mismo atajo. En vez de dar toda la vuelta a la calle, saltaba el muro de una parcela en obras y bajaba hasta las vías del tren. A veces se quedaba un rato esperando a ver si pasaba alguno. Le gustaba poner latas vacías de refrescos sobre las vías y luego cuando los vagones habían pasado, comprobar como de chafadas habían quedado. Parecía una estupidez, no lo vamos a negar. Pero Emiliano tenía 15 años y pocas habilidades sociales. Mejor hacer eso que no dorgarse. No creeis?

Lo de esperar a que pasaran los trenes, no pudo ser. No fué el caso de aquel bochornoso viernes de Julio. No había sido del todo sincero con Charly. Pues aún le quedaba mucho trabajo por hacer con sus figuras de Warhammer. A decir verdad no había ni empezado. Así que pasó rapidamente la vía del tren, subió la cuesta al otro lado y llegó a su casa. Mientras saltaba el muro trasero del jardín, se encontró a su padre sentado en una silla de plástico bajo el porche de la casa. Se le véia relajado, disfrutando de una bebida caliente. En pleno Junio? Os preguntaréis. Correcto. Ese hombre era especialista en hacer siempre lo contrario.
  • Emi, hijo! Es que no puedes entrar en casa como las personas normales? Por la puerta delantera?
  • Hola papá! - Emiliano se acercó y le dió dos besos en la mejilla - me gusta pasar por la vía y ver los trenes, ya lo sabes.
  • Está bien… pero andate con ojo al cruzar…
  • Siiiii… no te preocupes, siempre lo hago.
  • Que tal el cole?
  • Bien… como siempre…
Salvador, que así se llamaba su padre. Agarró el brazo de su hijo cuando este se disponía a irse a su cuarto. Lo conocía muy bien, sabía que algo malo había sucedido. Su expresión triste, la mancha en los pantalones y su tendencia a huir cuando no quería hablar acerca de un tema, eran claros indicadores.
  • Otra vez esos chicos, verdad?
  • … - el pobre Emiliano asintió con la cabeza.
  • Anda… sientate.
Emiliano, con los ojos vidriosos, se sentó a la mesa. Su padre dejó el mate que estaba tomando y lo miró con atención. Esperando a que él hablara primero.
  • Me lo hicieron otra vez, papá… Estoy harto! No puedo más. Me quitan la mochila, me empujan en el pasillo. Se ríen de mí todo el rato. Todos!
Salva guardó silencio unos segundos. No lo interrumpió. Tan solo respiró hondo.
  • Y tú sabes por qué lo hacen?
  • Porque estoy gordo. Porque no soy popular. Porque no soy como ellos.
  • No hijo… No es por eso. Lo hacen porque el sistema les enseñó a burlarse del que piensa distinto, del que no se somete. Porque en este podrido mundo, los matones no se quedan en el colegio. Se vuelven jefes, políticos, patrones. Gente que aplasta para subir. Y qué hacemos los que no aceptamos eso? Los que creemos en la justicia y en la dignidad?
  • Resistimos… - contestó el pobre Emiliano de memoria.
  • Exacto! Pero recuerda Emi… Plantarles cara no es solo levantar los puños, es no dejar que te quiebren por dentro. Camina herguido, hijo mío. Mira de frente. Y si ves a alguien más pasando por lo mismo, no lo dejes solo. Organízate. Así es como los pequeños ganan a los grandes. Eso es revolución también.
Salva se incorporó, su voz se volvió más firme, como el eco indomable de alguien que sigue luchando despúes de mil batallas perdidas.
  • Gracias Papá! - dijo el jóven deseando encerrarse de una vez en su habitación.
  • Porque el abuso no se combate con miedo. Se combate con coraje. ¡Poder al pueblo, resiste a la autoridad!
El pobre Emiliano dejó al revolucionario marchista, troskista, stalinista y mil cosas más de su padre en el jardín y se fué directo a su cuarto. Lo quería, pues era un buen padre al fin y al cabo. Y sentía pena por él, ya que había sufrido mucho. Pero sus constantes discursos y sus pensamientos de izquierdas lo estaban convirtiendo en un loco intransigente del que todo el mundo en el pueblo se reía constantemente.

Cuando la empresa minera donde trabajaba anunció el cierre, todos los trabajadores aceptaron firmar el finiquito. Era una indemnización generosa, pero con una cláusula silenciosa. Salva fue el único que la leyó completa. Allí, en letra pequeña, se especificaba que, al firmar, renunciaban a demandar por enfermedades laborales, daños físicos o psicológicos causados por años de exposición a los químicos, al polvo y al ruido.
Por supuesto, se negó a firmar.

Dijo que eso era inmoral, que los estaban comprando para que callaran. Que muchos tenían silicosis, problemas de audición, ansiedad crónica. “Esto no es una indemnización, es una mordaza.” Decía cada dos por tres.
Intentó convencer a los otros compañeros. Pero todos firmaron. Necesitaban el dinero, no querían líos, y pensaron que Salva era un loco idealista. Un soñador. Un estorbo.

La empresa lo dejó fuera de todo. Sin finiquito. Sin carta de recomendación. Sin pensión.
Y el pueblo, que no quería enfrentarse a su propia culpa ni incomodidad, empezó a burlarse de él.

“Ahí va el idiota que no quiso el dinero.”
“El mártir de la mina.”
“El que prefiere la miseria a agachar la cabeza.”
“*************, dimisión!”

En su momento, nadie lo decía en voz alta, pero todos lo pensaban: Salva era un idiota.
Hoy en día, hasta el cabrón mononeuronal de Adolfo lo gritaba a los cuatro vientos.
Mientras sus ex compañeros firmaban y cobraban, él leía papeles con el ceño fruncido y la lengua apretada entre los dientes. Cuando se negó a aceptar el dinero, alegando que aquello era un silencio disfrazado de recompensa, la risa fue general.

“¿De qué sirve tener razón si no puedes pagar ni el gas?”

Desde entonces, Salva fue el loco. El terco. El pobre imbécil que eligió la dignidad sobre la comodidad. Pero sus hijos sabían la verdad. Que a veces el hombre más sabio del pueblo es también el que está más solo.
  • Hola Emi!
  • Hola Ernes!
Los dos hermanos se cruzaron en el pasillo y se chocaron la mano. Ernesto era el mayor y el único. Acababa de cumplir los 18 y tenían muy buena relación. Siempre se habían llevado muy bien, desde críos. Era atento, con una fuerte conciencia de clase obrera al igual que su padre y cuidaba siempre de su hermano pequeño.
  • Como vas?
  • Ya sabes… lo de siempre!
  • Otra vez el gilipoyas de Adolfo no? Cuando lo vea el lunes se va a enterar…
Ernesto se crujió los nudillos. Iba al mismo insituto que su hermano, unos cursos por encima. Y aunque le hubiera gustado que Emi supiera defenderse por sí mismo, estaba siempre dispuesto para librar sus batallas, sin pedir nada a cambio. Sobretodo despúes de que su madre muriera de forma repentina, dos años atrás.
  • Y esa chica? - preguntó Emiliano mirando dentro del cuarto de su hermano.
  • Ah! Si… es mi nueva novia. Se llama… - Ernesto tubo que recordar su nombre.
  • No te acuerdas? - rió el hermano pequeño.
  • La verdad que no… pero calla eh! Que me jodes el plan…
El hermano mayor, con un promedio de tiempo de relación aproximadamente de dos a tres días, frotó el pelo del pequeño cariñosamente. Dejándolo totalmente despeinado. Luego se encerró en su habitación con aquella chica tan guapa.
Nuestro jóven protagonista se quedó observando la puerta cerrada durante unos segundos. La música estruendosa de ‘La Polla Records’ empezó a sonar a todo volumen y toda la casa empezó a oler descaradamente a hachís.

“Cuanto viviremos? Cuanto tiempo moriremos? En esta absurda derrota sin final!”
Mientras la cruda voz de Evaristo retumbaba por todas las paredes de la casa. El pobre Emiliano ya estaba sentado frente a su escritorio, pincel en mano, trabajando con sus unidades de orkos.

“Dos semanas, tres semanas o cuarentamil mañanas. Que pringe, la madre de Dios”
De repente un ruido lo distrajo. Un ‘Ñigi-Ñigi’ estaba acompañando rítmicamente las guitarras desafinadas del grupo de Agurain.

“Cúanto horror habrá que ver? Cúantos golpes recibir? Cúanta gente tendrá que morir?”
El cabezal de la cama de su hermano golpeaba cada vez más fuerte la pared. Y al otro lado un calenturiento Emiliano empezó a ponersela dura como una piedra.

Estaba metido de lleno en una etapa muy pajera. Lo típico a su edas, supongo. Y se entregaba a ella siempre que podía. Antes de irse a dormir, recién despertado, durante la ducha, en los lavabos de la escuela, en los descampados de la urbanización. Solo o con Charly, le daba igual. Su polla necesitaba ser deslechada constantemente. Que pena no parecerse a su hermano mayor y tener la suerte de ser un imán para las tías buenas.

Al mismo tiempo que se sobaba su enorme pollón, puso en marcha el ordenador y abrió el primer cajón de su escritorio, donde guardaba un royo de papel de váter a punto de terminarse. No le hacía falta ver porno en realidad, podía tirar perfectamente de imaginación. Tan solo tenía que pensar en sus compañeras de clase que en sus sueños más húmedos y perversos, se convertían en sus esclavas sexuales. Como si de un ejercito de pivones obedientes, adictas a su mástil omnipresente y siempre erecto, se trataran.

Pero Charly, su buen amigo, le había enseñado algo semanas atrás que ahora lo llevaba loco y seguramente directo de cabeza al infierno. Había encontrado, según él por casualidad, una página web gratuita que funcionaba con inteligencia artificial. ‘SwapFace” se llamaba. La idea de la página era tan sencilla como morbosa. Subías una foto, en su caso, una de la actriz porno Sara Jay mamando rabo negro mientras otro se la metía por atrás y luego añadías otra foto, esta vez con la cara de quien quisieras. Le dabas a un botón y en pocos segundos, la I.A. introducía la nueva cara en el cuerpo de la actriz.
  • Quien va a ser la elegida? - babeaba el cachondo Emiliano mientras navegaba por la carpeta donde guardaba todos los rostros.
Podía escoger entre un sinfín de posibilidades. Estaban las caras de todas sus compañeras de clase, de las de otras clases, de otros cursos. Incluso profesoras, madres y hermanas de amigos, las exnovias de su hermano. Ninguna se escapaba a su lujuria.

Al final se decantó por Cristina. La profesora de educación física. Hizo ‘click’ y guardó la foto en otra carpeta. Luego la abrió y empezó a pajearse con miles y miles de fotos más. Su polla era tan grande que podía hacerlo con las dos manos a la vez. Era tan larga que sobresalía por encima de la mesa. Sus huevos tan grandes y duros, tan llenos de lefa que hacían un ruido abrumador cuando golpeaban contra la silla, cada vez más rápido, cada vez más excitado.
  • Emi! Que me voy al super… Ostraaas! Perdona hijo…
  • Papáaaaa! Joder! Llama a la puerta antes de entrar… te lo he dicho mil veces.
Mientras el padre se tapaba los ojos con las manos, el hijo cerraba ventanas desesperadente e intentaba ocultar su polla erecta como el mástil de una bandera.
  • Que digo… que me voy al super. Te apetece algo especial para cenar?
  • Da igual… - se lo pensó mejor - Pizza está bien!
  • Barbacoa o….
  • Papáaaaa!
  • Vale, vale… ya me voy…
Emi suspiró mirando al cielo cuando la puerta se hubo cerrado. La interrupción de su padre le había quitado la erección y las ganas de correrse. Miró las figuritas a medio pintar y sintió una enorme pereza. Al otro lado de la pared su hermano y su nueva novia parecían prepararse para un segundo asalto.
  • A la mierda!… - Se levantó de la silla y salió del cuarto.
  • Ooooh síiiii! Metemela más hondo! Máaaas…
Se detuvo un breve instante frente la puerta cerrada de la habitación de su hermano a escuchar los gritos apasioandos de la chica.. Sintió una envidia terrible. ‘Por qué unos tanto y otros tan poco?’ Por no decir ‘Nada en Absoluto’. Su padre tenía razón. El mundo era injusto. La riqueza mal repartida.
Entró en la cocina y justo cuando se iba a preparar un bocadillo repleto hasta arriba de Nutella, escuchó a lo lejos el silbato de un tren que se acercaba a toda velocidad. Tiró el cuchillo encima del mármol, agarró dos latas vacías de bebida energética y salió disparado hacía el patio trasero.

Al llegar al muro del jardín vió que se acercaba un tren de mercancias. Miro la bajada, miró de nuevo al tren y lo saltó. Le daba tiempo de sobras a llegar. Una vez cerca de las vías colocó las latas sobre el hierro tembloroso y se apartó unos metros por seguridad. Saludó al conductor con muchas ganas y una enorme sonrisa cuando este volvió a tocar la bocina. Las ruedas del tren aplastaron las latas sin compasión alguna. Emi aplaudía observando los contenedores que transportaba pasar a toda velocidad enfrente suya, uno seguido del otro, sin parar.

De repente algo llamó su atención. Entre vagón y vagón vió a dos hombres pelearse. Fué un instante, una milésima de segundo. Todo pasaba tan rápido que apenas pudo distinguir sus caras. Pero aseguraría que uno de los dos parecía empuñar un cuchillo de combate.
  • Qué cojones… - exclamó.
Un maletín de color negro salió disparado del tren, cayó sobre la gravilla y fué rebotando hasta llegar a parar entre unos matorrales cercanos. La curiosidad que sentía era tan grande, que no pudo evitar acercase a ver que había dentro. Rebuscó un rato entre la maleza, por la zona dónde lo había visto caer.
  • Aquí estás… - sonrió cuando lo hubo localizado.
Se agachó y lo observó durante un rato. Sin tocarlo. Era un maletín de plástico reforzado, de color negro. En la parte superior había dos candados de contraseña numérica. Y rodeando la asa, una de las dos partes de unas esposas. Apartó el matorral suavemente siguiendo la cadena y …
  • Jodeeer! - chilló cayendo hacía atrás de culo sobre la gravilla de las vías.

Sus ojos llenos de pánico y asco no podían dejar de mirar el otro extremo de las esposas. Seguían cerradas sobre la muñeca de una mano arrancada de cuajo, llena de sangre. Se giró para ver el tren, estaba muy lejos. Volvió a mirar la mano, le pareció ver que el dedo anular aún se movía.

Se levantó y echó a correr como si no hubiera un mañana. Subió la cuesta, saltó el muro, entró en casa y se encerró en su habitación. Su imaginación jóven y prolífica no paraba de darle posibles respuestas a lo que acababa de suceder. A cada cúal más inverosimil. Tirado sobre la cama pensaba en agentes secretos, misiones encubiertas del estado, extraterrestres, conspiraciones, prototípos de tecnológia punta, James Bond. No podía parar.

Tan solo el grito de su padre desde la cocina, después de varias horas lo devolvió al mundo real.
  • Emilio! Ernesto! …. - Salva se calló de golpe - cómo se llamaba la novia de Ernes? Bah! Que más da - dijo pensando en voz alta, sabiendo que la semana que viene sería una chica distinta - A cenaaaaaaar! Vamos! Que se enfrían las pizzas!

Pizza! La palabra mágica. Posiblemente la comida más democrática que exista sobre la faz de la tierra. La pipa de la paz contemporanea, sin duda alguna. Le gusta tanto a los negros como a los blancos, tanto a ricos como a pobres, tanto al madridista como al culé. Si hubiera existido en 1799 seguramente Napoleón no se hubiera peleado con media Europa. Simplemente se hubiera sentado en una mesa junto a los Prusianos, con una buena Carbonara y hubieran hecho las paces, incluso antes de llegar a los postres.

Despúes de cenar, Emi subió de nuevo a su habitación. Cerró la puerta y se sentó sobre la cama. Sentía su barriga hinchada. Soltó un fuerte y prolongado eructo a causa de la cantidad incestuosa de bebida gasificada que había consumido. Se dió unas palmaditas en el pecho y agarró un comic de ‘The Punisher’, que había leído ya varias veces. Luego se tumbó dispuesto a quedarse dormido.

La noche era oscura y tranquila. El ‘Tic Tac’ del reloj de pared contaba cada segundo cada vez más lento y pesado. Fuera, el canto de las cigarras seguía sonando sin parar. “Hasta los putos insectos follan más que yo…” pensó cabreado sobre la cama. Seguía sin poder dormir, pensando constantemente en aquella mano arrancada de cuajo. Los ojos abiertos de par en par, el comic descansando sobre su estomago. Los pies cruzados moviendose nerviosos. Entonces lo tuvo claro. Aunque contara ovejas hasta la saciedad, no iba a poder dormir hasta que no supiera que había dentro de aquel maldito maletín.

Se puso en pié y se calzó las bambas. Antes de salir de su habitación, abrió el segundo cajón de su escritorio y cogió una linterna. Tuvo que darle un par de golpes antes de que se encendiera.Con un silencio extremo, bajó las escaleras. Pasó por detrás del sofá del comedor, donde su padre roncaba. Miró el televisor donde se reproducía una película del salvaje oeste por unos segundos y salió al jardín.

Cerró la puerta corredera con cautela y encendió la linterna. Mientras saltaba el muro por cuarta vez ese día, volvió a escuchar el canto de las cigarras. Ahora sonaba más potente, más nítido. “Malditos insectos adictos al sexo”.

El maletín seguía ahí. También la mano. Aunque ahora estaba llena de hormigas, que mientras unas iban a trabajar, otras volvián contentas a casa cargadas con provisiones para su inmensa colonia. Emi se puso la empuñadura de la linterna dentro de la boca y mordió. Con ambas manos y con cuidado de no tocar el otro extremo de las esposas se lo acercó hacía él, dándole la vuelta.
  • SIREN-X2 - murmuró, leyendo las letras grabadas en blanco sobre la cubierta del maletín.
Sentía una curiosidad enorme. Como un gato cuando ve que un vaso está cerca del borde de una mesa. De repente escuchó un ruido a su espalda. Se giró asustado y enfocó con la linterna por encima de su cabeza. Vió que algo se movía entre los árboles.
Un conejo salvaje reposaba sobre sus patas traseras, con las orejas levantadas, husmeando moviendo la nariz y mirandolo fijamente. Mientras Emi volvía a girarse, el asustadizo conejo desapareció entre la maleza.
  • Ostras! Está abierto…
El jóven se dió cuenta que el maletín estaba semi abierto. El candado incrustado de la derecha estaba roto. Seguramente a causa del impacto cuando calló del tren en movimiento. Volvió a morder la linterna e intentó abrirlo, pero no podía. El de la izquierda no se lo permitía.

Pensó rápido en una solución. Y “Arquímedes” acudió en su rescate.
Dejó el maletín en el suelo, se acercó a las vías y empezó a tocar las vigas de madera que cruzaban lateralmente de vía a vía. Al cabo de varios intentos, encontró una medio suelta. Haciendo fuerza la arrancó y se la llevó. Seguidamente se metió dentro de la zona boscosa donde acababa de ver al conejo y buscó por el suelo una piedra del tamaño y forma correcta.
  • Ahí estas! - sonrió mientras se agachaba para recogerla.
Se acercó de nuevo al maletín. Puso la roca a la derecha, sobre el suelo. Introdujo un extremo de la viga de madera por la parte que estaba abierta y la apoyó sobre la piedra.
  • Vamos allá! Espero que funcione…
Puso un pié sobre la parte abierta y el otro pié en el extremo de la tabla. Balanceó su cuerpo hacía la derecha. Una vez, otra. Con más fuerza. Otra vez, más fuerte. ‘Creeeck’ Al final el maletín crujió. Ya estaba abierto.

El ingenioso Emiliano se agachó de nuevo y antes de abrir aquel misterioso objeto, volvió a mirar las letras grabadas. El maletín se abrió como un libro. Por dentro, estaba acolchado. Con un material esponjoso pero firme de color gris oscuro. En el medio un aparato del tamaño de un teléfono móvil, algo más grueso. Parecía un GPS militar, una especie de prototipo. Pero no sabía cual era su finalidad.
  • Para que sirves amiguito? - murmuró mientras lo analizaba. Tenía una pantalla extraña, controles táctiles supuso y varios pequeños orificos, quizás para funciones de voz.
Lo dejó sobre el suelo con delicadeza y siguió buscando dentro del maletín. Quizás habían instrucciones de uso, alguna cosa que le pudiera dar una pista. Pero no. Aparte de un par de baterías, estaba vacío.

Se sentó sobre el suelo y se quedó un rato enfocando con la linterna el extraño aparato. Lleno de curiosidad por cómo funcionaba y meditando acerca de para que podía servir. Lo más sensato hubiera sido dejarlo ahí. Seguramente su dueño volvería en algun momento para recuperarlo. Pero no pudo resistirse. El vaso estaba tan cerca del borde. Imposible decir que no.

El jovén chaval se levantó de golpe. Agarró el prototipo y las dos baterías y se las guardó en el bolsillo. Luego miró la mano llena de hormigas. Le dió un par de patadas y la ocultó junto al maletín tras unos arbustos. Asegurandose que quedara todo bien oculto. Luego miró a su alrrededor, enfocando con su linterna. Nadie lo había visto.

Mientras subía otra vez la cuesta, camino a casa. A unos 20 metros de distancia, una sombra misteriosa asomó con cautela la cabeza por detrás del tronco de un árbol. Su mano derecha levantaba un telefono dirección a su oreja. En la otra tan solo una venda ensangrentada donde antes estaba la izquierda.
  • Doctora. Soy Keller. Sí… lo he encontrado. Pero tenemos un ‘pequeño’ problema.
Emi se paró justo cuando llegó al muro. Se agachó detrás y se quedo mirando solo con media cabeza sobresaliendo por encima.
En el jardín. Su hermano y su nueva novia discutían. Sin gritos, sin despertar a nadie, pero muy acaloradamente. Ella se negaba a ser un simple número en una lista inmensamente larga. Él anteponía su libertad ante cualquier cosa.
  • Venga Ruth! Ya te dije cuando nos conocimos que no buscaba nada serio…
  • Me llamo Ari! Gilipoyas… quien coño es Ruth?
  • Y yo que sé… - Ernesto se frotaba la nuca sonriendo, intentando sacarle hierro al asunto - Una amiga…
  • Así que una amiga eh! Que te jodan! - la chica le dió la espalda y empezó a alejarse de él con los brazos cruzados. Se dirigía directa hacía el pequeño muro. Así que Emiliano se tumbó del todo para que no lo descubrieran.
  • Venga… no te pongas así! - Ernesto empezó a acercarse - Vamos… “joder! Cómo era?”
  • A - Erre - I… me llamo Ari! Vete a mamarla por ahí!
El hermano mayor se dió por vencido. Estaba hecha una furia. Pensó que lo mejor sería volver dentro y esperar a que ella se calmara. El pobre Emiliano, que no salía de una que ya se había vuelto a meter en otra. Seguía estirado sobre el suelo, en silencio. Podía ver como el culo de la chica sentado sobre él pequeño muro, sobresalía. Iba en bragas y sus nalgas blancas y tersas le pusieron muy caliente. Sin querer, se le escurrió la linterna y calló rodando por la pendiente haciendo mucho ruido.
  • Quien anda ahí? - la chica se levantó asustada con los ojos vidriosos y las lágrimas recíen exprimidas bajando por sus mofletes.
  • … - Emi se hizo el muerto. Cerró los ojos inconscientemente. Como si el hecho de no ver lo hiciera invisible.
  • Joder! Que susto! - Ari saltó y se puso las dos manos contra el pecho cuando vió al hermano pequeño tumbado al lado del muro - Se puede saber que haces ahí? Nos estabas espiando?
El pobre Emiliano pensó alguna excusa. Pero lo único que se le ocurrió fué decir que era sonámbulo. Por supuesto ella no se lo creyó. Con media sonrisa y secandose las lágrimas le pidió que se levantara del suelo.
  • Eso es tuyo? Se te ha caído - dijo ella señalando hacía el suelo.
Emi siempre vestía con ropa muy ancha. Estaba gordo y acomplejado, así que era la única forma que tenía de ocultar su exceso de grasa corporal. El único problema de aquel plan era que siempre se le caían las cosas de los bolsillos. Cuando vió el SIREN-X2 tirado en el suelo se puso nervioso como un niño la noche antes del día de Reyes.
  • Nada… no es nada - dijo metiendose el extraño aparato en el bosillo y dejando su mano dentro.
  • Ya… Vale! Lo que tú digas… Así que has escuchado la conversación…
  • Un poco… sí - sonrió el jóven. Se puso rojo como un tomate.
La novia o quizás ex novia o quizás las dos cosas a la vez? Mmmm…
El gato de Schrödinger de su hermano, llevaba solo unas braguitas blancas y una camiseta de tirantes. El frescor de la noche marcaba sus dos pezones tras ese delgado trozo de tela.
  • Exactamente que has oído? A ver…
Ella quería sacarle información al hermano pequeño. Quien era Ruth? Con que asiduidad Ernesto traía novias a casa? En que posición estaba ella? Tercera? Octava? Trigésima segunda?

Emi se puso más tenso aún, si eso era humanamente posible. Al sacar la mano del bolsillo, para rascarse la nuca, al parecer un gesto inconsciente que había heredado de su hermano, rozó la pantalla del dispositivo sin querer. Notó una pequeña vibración, casi inperceptible. No le dió importancia.
  • Nada en particular… ya sabes… lo de… Vete a mamarla por ahí! - sonrió Emiliano. Lo de quitar hierro también lo había heredado de su hermano.
  • Hola? Ari?
  • Ari estás bien?
Emiliano contemplaba a la preciosa chica enfrente de él. Estaba quieta, más bien paralizada. Como si se hubiera congelado. Miraba en su dirección, pero su vista parecía traspasarlo. Como si mirara más allá. Hacía el infinito.

“Project S.I.R.E.N. activated. Initiating vocal calibration protocol. Please say: three.”
  • Pero que cojones? - Emi sacó el aparato de su bolsillo.
Un rostro virtual de una mujer le miraba desde la pantalla. Sonriendo educadamente. Esperando una respuesta. Él se la quedó mirando sin saber que decir. Miró de nuevo a Ari. Seguía inmóvil como un robot al que acaban de desconectar.
  • Zriiiii - terminó diciendo acercandose mucho el aparato a la boca.
“Three: recognized. Please say: twenty-one.”
  • Tuenti uan - volvió a decir mientras sonreía y le decía con gestos a la chica que no entendía nada de lo que estaba pansando. Ella ni se inmutó.
“Twenty-one: recognized. Establishing connection... Connection established. Identify user. Please state your name.”
  • Mai neim is Emiliano - gritó el chico a la mujer virtual de la pantalla.
“Emiliano: input confirmed. I have detected that your language is Spanish. Would you like to change language settings? Say: yes, or no.”
  • Ieeeess… que demonios es este trasto?
“Idioma actualizado al español. Sistema operativo S.I.R.E.N en fase beta avanzada. ¿Desea continuar con el protocolo ‘Vete a mamarla por ahí’?”
  • Qué significa eso? Qué protocolo?
“Emiliano ha dicho: Vete a mamarla por ahí” - la voz de esa frase cambió. Emi se dió cuenta que la extraña máquina podía grabar lo que dijera. “Es correcto?”
  • Si… es lo que he dicho, pero…
“Confirmado. Protocolo ‘Vete a mamar por ahí’ activado” De repente Ari volvió en sí. Pero no del todo. Volvia a parecer viva, pero se comportaba de un modo extraño. Como si fuera una marioenta y alguien moviera unos hilos invisibles.
Sin decir nada, cruzó el muro. Se puso enfrente de Emi y empezó a bajarle los pantalones.
  • Pero… pero que haces? Ari… por Dios…
Ella no decía nada. Tan solo seguía, como si una fuerza invisible la empujara a hacerlo. Los anchos pantalones del chico calleron al suelo. Noto como las dos manos de la chica bajaban por su cintura, se metían por debajo de la goma de sus calzoncillos y empezaba a bajarlos. Mientras estos lo hacían, ella acompañó el movimiento poniendose de rodillas.

El monstruoso pene del afortunado Emiliano se puso duro de golpe. Y Ari empezó a mamar como una autétinca porfesional. Él dejó el extraño dispositivo sobre el muro y sujetó con ambas manos la cabeza de la novia de su hermano. Hacía y decía lo que había visto en las películas porno, tristemente no conocía nada más.
  • Jodeeeer… que bien sienta… Metetela más a dentro, toda entera…
“Piiiip- piiiip” el SIREN X2 volvió a emitir un zumbido, justamente cuando Ari abrió la boca y se metió entera esa enorme polla dentro. Atravesando su garganta. Como Buzz Lightyear ‘Hasta el infinito y más allá’
  • Siiii… jodeeer! Esta es la mejor noche de mi vida - gemía mientras le follaba la boca a la chica.
Sus testículos grandes e hinchados golpeaban la barbilla de ella con fuerza. Emi aún no entendía por qué, de repente, se le había entojado comerse una polla. Aunque bastante despistado, no era idiota. Por nada del mundo iba a pedirle que parase.
Era la primera vez que alguien le tocaba su pene. La primera mujer siendo más precisos. Había provado algunas cosas con Charly anteriormente. Pero no tenía ni punto de comparación. Dónde vamos a parar.
  • Te gusta? Estás disfrutando? - Emi miraba a la chica desde arriba. Aunque lo hicera espectacularmente bien, no decía nada, no mostraba emociones. Parecía una muñeca inflable. Inexpresiva, sin vida. - Ari? Te gusta o no? Quiero que tú también lo disfrutes…
“Piiiip-Piiip” otro zumbido y la cara de Ari cambió por completo. De repente ahora se lo gozaba como una loca. Cada vez que esa enorme polla entraba en su boca, gemía loca de placer. Ponía cara se niña mala y se empezó a masturbar metiendose los dedos por debajo de sus braguitas.
  • Jodeeeer! No aguanto más… me voy a correr… y tú?
  • … - no respondía, seguía chupando, sin parar, cada vez más fuerte, cada vez más mojada.
  • Quiero que nos corramos juntos… vale? - El jóven miró los pezones erectos de la chica mientras el dispositivo volvía a vibrar - Me puedo correr sobre tus tetas? Por favor?
  • Déjame verte la tetas… no voy a aguantar mucho más.
“Piiip-Piiiip” Ari sin dejar de mover la cabeza hacía adelante y hacía atrás. Se subió la camiseta y le enseñó los pechos. El volcán a punto de estallar de Emiliano miró con deseo esos preciosos senos. No eran muy grandes. Pero parecían tan firmes y tan suaves.

En el momento que el sacó la polla de su boca para correrse, a ella empezaron a temblarle las piernas.
  • Jodeeeeeer - gruñió Emi masturbandose con las dos manos y cubriendole las tetas de chorros inmesos de lefa caliente y espesa.
Se quedó un rato inmovil. Mareado y con las pulsaciones a mil por hora. Ella lo miraba mientras se lamía las tetas llenas de semen.

“Protocolo ‘Vete a mamar por ahí’ finalizado. Se precisa confirmación”
  • Pero que le pasa a este cacharro? - Emiliano agarró el SIREN X2 y lo observó confundido. La mujer digital lo seguía observando a través de la pantalla - Como demonios se apagará esto? Apagar… Cerrar… Finalizaaaar…
“Confirmado. Hasta la vista Emiliano” el aparato se apagó y la pantalla quedó en un negro sepulcral.
  • Ha sido espectacular Ari. Me ha encantado de verdad. Y tranquila, no le diré nada a mi hermano - se subía los pantalones mientras la chica seguía de rodillas con las tetas al aire, completamente inmóvil - Que haces ahí parada?
  • Ari? - Emi le paso la palma de la mano por delante de los ojos. Ella ni se inmutó - Jajajaja… no entiendo la broma… pero es buena. Lo reconozco.
  • Vale! Jajaja ya lo piyo… me voy a la cama. Buenas noches!
El chico guardó el dispositivo en su bolsillo. Saltó el muro y entró dentro de casa más feliz que en toda su vida. Al cabo de un par de minutos, Ari volvió a recuperar la conciencia. Se levantó del suelo, muy mareada. Sin recordar porqué estaba de rodillas y con las tetas al aire, llenas de… eso era semen? Qué demonios había pasado? Entró dentro de la casa con la cabeza aturullada y muchas preguntas sin respuesta.

De madrugada. Dentro de la habitación de Emiliano. Este roncaba profundamente de cara a la pared. A su espalda, sobre la mesita de noche. SIREN X2 se encendió por voluntad propia. La cara de la mujer virtual observaba a aquel chico dormir placidamente.

“Encantada de conocerte… Emiliano” sonrió, antes de volverse a desconectar.

Continuará…
 
Bueno seguimos para adelante. A diferencia de mi primer relato voy a aprovechar los primeros capítulos en presentar a los protagonistas de esta historia. De momento tengo pensados cuatro o cinco. Aunque más adelante es posible que surjan más. Un saludo!

PROJECT S.I.R.E.N.
Capítulo 2 - Tú a Iowa y yo a Bilbao


Nathaniel Keller, conocido por todos como Agente Iowa.
Nació en Iowa, curiosamente. Y casualmente también lo destinaron allí.
Parecía como si toda su vida estuviera ligada a la Tierra del Maíz. Antiguo territorio de los temidos Indios Sioux.

Tenía 19 años, recién salido de la academía, cuando fue reclutado en un programa que oficialmente no existía. Una célula experimental financiada por Defensa, en colaboración con una contratista privada: Juno Systems. El objetivo era claro: entrenar unidades humanas capaces de influir en la voluntad de otros mediante tecnología acústica, el proyecto que llevaria por nombre SIREN. Siglas de Sonic Induction for Response and Emotional Nullification. Es decir, Inducción Sónica para la Respuesta y la Anulación Emocional.
Era un juego de plabras. Haciendo referenia al canto de las sirenas: Irresistible, peligroso y seductor.

Keller fue uno de los pocos que pasó la fase de integración neurosensorial sin colapsar. Respondía mejor que el resto. No sufría alucinaciones, no perdía el control. Pero tampoco hablaba de lo que sentía. Eso fue lo que más le gustó a los dueños del proyecto. Y al mismo tiempo lo que más asustó a los demás candidatos.

Durante un invierno entero, vivió aislado en una base subterránea cerca de Cedar Rapids, también en Iowa, sometido a pruebas auditivas, privación sensorial y simulaciones de manipulación psicológica. Aquello que otros consideraban tortura, él lo asumió como entrenamiento.

Su nombre quedó borrado.
Desde entonces, para los que sabían de su existencia, era simplemente: El agente Iowa.
Lo enviaron a misiones discretas. Como operaciones de contención civil que nunca llegaron a salir en las noticias. En algunas de ellas, utilizó el prototipo SIREN. En otras, fue él el que fue controlado.
Dicen que en una de esas misiones, se negó a obedecer una orden directa de activación total. Y por eso desapareció de los registros. Igual que desapareció el SIREN X2.

Pero no estaba muerto. Solo esperaba.
Porque sabía que el dispositivo volvería a encenderse. Y que el próximo usuario, no iba a estar preparado.

Como un hombre tan recto y entregado a su nación, acabó traicionando sus ideales y luchando en el bando contrario? Qué pasó en aquella misión? Qué era la activación total?
Lo siento, pero es demasiado pronto para tratar estos temas. Siguen siendo informes clasificados.

Supongo que por otro lado os estaréis preguntando como funciona SIREN? Y qué hace Estados Unidos detrás? Quienes son Juno Systems? Por qué Keller había robado el único prototipo? Y que diablos hacía en España? Como un secreto de estado, clasificado y extremadamente costoso había acabado en las fofas manos de un jóven muchacho español con sobrepeso?

Para contestar a todas estas preguntas. Debemos retroceder varios años atrás, cruzar el charco y ver que hacía el bueno de Keller. Por aquel entonces conocido por todos como Iowa. Así que subiros conmigo en la fabulosa máquina del tiempo y viajemos al pasado.

Entre la calle 5 y el viejo boulevard Grant, donde el asfalto se agrieta como la voz de los viejos en invierno, estaba el “Rusty Nail”. Un bar de madera ennegrecida por el tiempo, con un cartel oxidado que apenas se iluminaba cuando funcionaba el neón. Aquella noche, el cielo estaba tan despejado que uno podía ver hasta la cara oculta de la luna. El frío era seco, cortante. El viento huracanado golpeaba la puerta del local proviniente desde los campos de maíz, arrastrando polvo y olor a tierra.

Dentro, el calor era espeso, casi pegajoso. Olor a cerveza, aceite rancio y cuero viejo. Las paredes estaban decoradas con fotos en sepia de campeonatos de lucha libre del condado, matrículas oxidadas y recortes de periódico sobre granjeros locales que habían salido en la televisión hacía décadas. Había un escenario bajo, con una guitarra colgada que nadie afinaba desde el verano del 97. La luz era roja, cálida, como si el tiempo se derritiera ahí dentro.

Los taburetes crujían bajo los horondos culos de los feligreses, la camarera los conocía a todos por el nombre, y la jukebox escupía country viejo, no por estilo, sino porque era lo único que tenía cargado. En la esquina, una máquina de dardos parpadeaba. Nadie jugaba.
Keller estaba sentado solo, con una Bud abierta y las manos cruzadas, cuando ella entró.

Alba, con su abrigo demasiado fino para Iowa, con su acento imposible de ignorar y esa mirada de alguien que viene de muy lejos, no solo en distancia. Se sentó enfrente de él, pidió bourbon, y dijo que no entendía cómo alguien podía beber cerveza tan caliente.

Hablaron de música. De física. De si la mente humana podía ser una red y no una isla. Hablaron de todo y de nada. Y entre frase y frase, como si lo hubieran ensayado en otra vida, se fueron entendiendo más allá de las palabras.
  • Cambiando de tema… Aún no se como te llamas. Porque supongo que el agente Iowa tendrá un nombre de verdad…
  • Por supuesto Doctora Serrano…
  • Y es? - Alba le sonrió ansiosa por indagar. Deformación profesional, supongo.
  • Ya se lo he dicho… Mi nombre es Iowa - Keller sonrió y le dió otro trago a su cerveza. Realmente ella tenía razón. Aquello era meado de burra.
  • Ya… comprendo. Y por favor no me trates de usted. Me haces sentir más vieja de lo que soy.
La forma en que sonrió y se colocó el pelo detrás de la oreja, hicieron temblar por dentro al jóven agente. Alba era científica y trabajaba en el proyecto SIREN al igual que él. Los dos sabían más bien poco acerca del trabajo que iban a realizar. Justo acababan de empezar y Defensa lo mantenía todo bajo un secretismo brutal. Llevaba varias semanas intentando pedirle una cita. Y por fin había reunido el valor necesario para hacerlo. Era una chica esbelta, pero con curvas. De unos 20 o 25 años. Morena, perspicaz y extremadamente risueña. La encontró especialmente hermosa aquella fría noche de invierno.
  • Dime… como una chica como tú ha acabado en un sitio como este?
  • Te refieres a acabar en un bar de mala muerte junto a un hombre que no es capaz ni de decirme como se llama?
Keller empezó a reir a carcajadas. Le gustaba aquella chica. Era rápida, mordaz, con sentido del humor. Llamó a la camarera y pidió un Bourbon. “Same for me. Bourbon, neat”, dijo Keller señalando la copa de su pareja. La camarera asintió. De camino a la barra se giró y lo miró extrañada. Pues era el único cliente de aquella noche que no sabía como se llamaba.
  • Guess I’m switching to bourbon tonight - sonrió Keller mirando directamente a los ojos de Alba. Se le notaba un poco nervioso.
  • Be careful. In Spain we say: good bourbon, bad decisions - Alba le devolvió la sonrisa mientras daba un trago largo a su copa.
  • Tu inglés es muy bueno… aunque tiene un accento… peculiar. Dónde aprendistes?
  • Hize un erasmus en Dublin. Quizás por eso lo encuentres raro…
  • Jajaja… ahora lo entiendo - dijo el agente señalando la copa media vacía de la doctora - Los irlandeses beben whisky como si fuera una religión.
  • Ha esto lo llamas Whisky? En Irlanda, como mucho, usarían esta bazofía para desinfectar heridas.
La camarera trajo la copa de Keller y la dejó sobre la mesa. Antes de que pudiera irse. Alba le pidió si tenía Whisky. La camarera un tanto confusa le señaló el vaso que acababa de traer, sin decir nada.
  • I mean real whiskey - dijo sujetando su vaso de borboun con cara de asco. La camarera frunció el ceño y se fué refunfuñando. Claramente molesta.
  • Acabas de insultar doscientos años de tradición americana - dijo Keller.
Los dos empezaron a reir a carcajadas. Brindaron y bebieron mirandose a los ojos. La noche estaba siendo agradable. La compañia inmejorable.
  • Por cierto! Tú también hablas muy bien el español. Puedes contarme algo acerca de ello? O al igual que tu nombre también es secreto de sumario?
  • Mi español… Bueno, en una misión estuve infiltrado en un equipo de bailarines de salsa en Miami. No tenía ni idea de bailar, pero para no levantar sospechas tuve que aprender español rápidamente, aunque sólo lo usé para pedir mojitos y pedir perdón cuando pisaba a alguien. Así que si me ves intentando moverme en la pista, por favor, haz ver como que no pasa nada.
Alba removió el refrigerante para coches dentro de su copa. Lo escudriñaba con la mirada. Sabía que él mentía. Era tan criptico. Tan misterioso. Le resultó muy atractivo.
  • Siempre haces eso?
  • El qué?
  • Mentir… lo haces de forma muy natural. Casi me da hasta un poco de miedo, si te soy sincera.
  • Alba… es mi trabajo. No puedo contarte nada acerca de mí vida pasada. Ya no existe. Espero que lo entiendas… - Keller apuró de un trago su vaso.
  • Y si follamos?
El agente se atragantó. Soltó el vaso encima de la mesa y el Bourboun le salió por las fosas nasales de la nariz. Alba empezó a reirse de él descaradamente.
  • Cómo… cómo dices?
  • Digo que si me dirías la verdad si follamos?
  • Un nombre a cambio de un polvo? Es el trato que me ofreces?
  • No es mal trato… verdad? - Alba sonrió y se acercó a él. Sus labios rojos y carnosos deseaban ser besados - No. No. Antes quiero un nombre.
Iowa, se acercó a ella. Le pasó suavemente la mano por detrás del pelo y le susurró al oído:
  • Pero todos me llaman Nate - añadió mientras miraba esos labios de cerca.
  • El regalo de Dios.
  • Que significa eso? - sonrió Keller.
  • Tu nombre… Nathaniel. Significa ‘Regalo de Dios’
  • Vaya! Eres una caja de sorpresas. Además de Neurocientífica eres experta en Onomástica.
  • Yo no diría tanto, simplemente soy curiosa. Me gusta saber el origen de las cosas.
  • Te vas ya? Aún es pronto… - preguntó Keller cuando ella se levantó de la mesa.
  • Jajajaja, no. Only gooing to the bathroom - dijo con una sonrisa ambigua, manteniendo la duda.
  • Just you? - Keller notaba su polla ponerse dura rapidamente bajo sus pantalones.
  • A deal is a deal…
Keller empotró contra la pared del baño a la jóven doctora, mientras ella cerraba con el pié la puerta del cubículo. Podían estar tranquilos. No iba a entrar nadie. El baño de mujeres estaba inpoluto, hacía milenios que una mujer no meaba en el ‘Rusty Nail’.

Como dice Juan Solo en una de sus canciones “El amor como la buena mierda se hacen en cualquier parte, seda o retrete”. Y así era. La joven pareja se sosaban los cuerpos como si estuvieran desesperados. Llevaban horas jugando y tonteando. Miradas, risas, gestos, se habían dedicado a ponerse calientes y ahora, por fin, iban a averiguar si congeniaban igual de bien follando que manteniendo una conversación.

Alba le desabrochaba la bragueta mientras Keller le subía el vestido. Ella le bajaba los calzoncillos mientras el le arrancaba el tanga. Sin dejar de besarse, entrelazando sus lenguas y compartiendo saliba. No hicieron falta preliminares. No había nada que lubricar, ninguna erección que estimular.

Como dice Yuri Orlov, el personaje que interpreta Nicolas Cage en el Señor de la Guerra:
“Always resort to your native tongue in times of anger. And in times of ecstasy.”
(“Siempre se recurre a tu lengua materna en momentos de ira… y de éxtasis.”

Alba gemia de placer alabando a ‘Oh! Dios mío’. Keller se encomendaba a ‘Oh! My fucking God’.
Estaba claro que se entendían. La conexión Bilbao - Iowa encajaba a la perfeción. Como el pan y el aceite. Like Baseball and Hot Dogs. Como la guitarra y el flamenco. Like coffe and cops.

Bilbao e Iowa estaban a un océano de distancia, pero en aquel váter no había kilómetros, ni acentos, ni banderas. Eran más parecidos de lo que el mundo creía. Dos tierras de lluvia y trabajo, de padres callados y manos curtidas, de gente que no presume, pero resiste. Como el hierro y la madera, como el maíz y el bacalao. Él se crió entre tractores y cosechas; ella entre humo y fábricas. Ambos sabían del silencio antes de una tormenta… y del calor de después. Sus cuerpos se entendían como lo hacen dos canciones tristes en idiomas distintos. Con alma, sin traducción necesaria.

Los dos se corrieron al mismo tiempo. El dentro de ella. Ella envolviendolo a él.
  • Well, I guess Iowa’s not just good at growing corn… looks like it grows some serious stamina too - sonrió Alba mientras Keller la seguía besando. Ahora más relajado, más cariñosamente.
  • Pues yo no sabía a que se referían cuando decían que en Bilbao las mujeres son fuertes e indomables… hasta ahora…
Aquella fría noche de mediados de Enero fué el principio de una bonita historia de amor. La bilbaina y el americano pasaron de ser auténticos desconocidos a empezar a compartirlo todo. Trabajo, tiempo libre, piso, fluidos corporales.

Pocas semanas después de la cita en el ‘Rusty Nails’, Keller escuchaba atentamente a Alba. Ella, enfundada en una bata blanca, caminaba de un lado a otro frente a una pizarra digital, mientras explicaba con calma el funcionamiento del prototipo S.I.R.E.N. X2.

Aparte de ellos dos, en aquel laboratorio subterráneo de ubicación secreta, estaban el coronel Marcus LeBlanc, observador enviado del Departamento de Defensa de EE. UU., y Lucía Varela, jefa de innovación de Juno Systems, la corporación privada que financiaba parte del proyecto.

Alba hablaba con firmeza, pero sin ocultar su incomodidad al tener a Varela presente. Ciencia y negocios acostumbrava a ser una mezcla peligrosa para la sociedad.
  • El dispositivo emite una onda de frecuencia ultradireccional, modulada por un algoritmo de bioresonancia adaptativa. Es decir, escanea las frecuencias cerebrales del objetivo y busca un punto de sincronía neurológica… un “canal abierto” por decirlo de forma más… sencilla.
Hizo una pausa, girándose hacia Keller. No pudo evitar sonreir.
  • Una vez conectado, el prototipo puede emitir comandos auditivos que el cerebro interpreta como impulsos internos. No órdenes externas. No siente que lo están obligando. Lo experimenta como una decisión propia.
Varela sonrió, cruzando los brazos.
  • Básicamente, hackea el libre albedrío?
  • Es más sutil que eso - respondió Alba, sin mirarla - No se impone voluntad, se modifica el contexto emocional que lleva a una decisión. S.I.R.E.N. no dice hazlo, dice te apetece hacerlo.
El coronel LeBlanc intervino con voz grave.
  • Y qué alcance tiene?
  • Ahora mismo… cinco metros. Con línea directa. Pero si alguien activa el protocolo remoto… - miró a Keller - podríamos hablar de transmisión por red. Satélite. Global.
Se hizo el silencio. Keller no apartó la vista de Alba. Sabía que había algo más. La doctora se lo había contado en privado. Lo descubrió por casualidad y lo llamó el “modo espejo”, la función que aún no se atrevía a mencionar. La que Alba había decidido enterrar… por razones éticas.

Entre las sombras del laboratorio subterráneo, iluminado por la luz azulada de las pantallas holográficas, el coronel LeBlanc, representante del Departamento de Defensa, frunció el ceño. Su uniforme impoluto, con las insignias relucientes, le daba un aire autoritario que llenaba la sala sin ningún tipo de esfuerzo. No había tomado notas durante toda la exposición de Alba, pero en ese momento alzó la voz, grave y medida, como quien sabe que las preguntas importantes se hacen al final.
  • Y no les parece... peligroso - dijo, dejando que el eco reforzara la palabra - que un dispositivo como este funcione con inteligencia artificial autónoma?
Se hizo un silencio denso. El zumbido de los servidores era lo único que se oía. Alba alzó la mirada desde el panel de control, todavía con una mano apoyada sobre el núcleo del S.I.R.E.N. X2. Su bata blanca resaltaba entre el gris del hormigón y el acero. Respondió con seguridad, con la serenidad de quien cree firmemente en su trabajo.
  • No. El sistema no es una IA completa. Es un modelo cerrado, diseñado exclusivamente para tareas de calibración vocal, procesamiento semántico y gestión de señales auditivas y neurosensoriales. No toma decisiones. Solo interpreta comandos y ejecuta. Nada más.
Hizo una breve pausa antes de añadir:
  • Además, tiene tres capas de seguridad: aislamiento lógico, filtros éticos integrados y un sistema de desconexión manual en tiempo real.
Keller, apoyado en la pared del fondo, se limitó a observar en silencio. No la interrumpió. Varela, la representante de Juno Systems, con su habitual sonrisa ladeada y gesto de confianza forzada, asintió lentamente como quien respalda sin comprometerse del todo.

LeBlanc mantuvo la mirada fija unos segundos más, como evaluando algo que no estaba en los datos. Finalmente, asintió con discreción y dijo simplemente:
  • Esperemos que no aprenda más de lo que le han enseñado.
Nadie respondió. Pero en el fondo del laboratorio, muy dentro del núcleo del dispositivo, una luz tenue parpadeó... como si hubiera escuchado más de lo necesario. Alba sonrió ante la advertencia del coronel LeBlanc. No con arrogancia, sino con una mezcla de seguridad y orgullo silencioso.
  • Esperemos que sea así - dijo, conteniendo una chispa en los ojos.
Volvió la vista al núcleo del dispositivo. Las luces del S.I.R.E.N. X2 parpadeaban lentamente, como si respirara. Se giró hacia los presentes y añadió con tono ligero:

- Vamos a hacer una pequeña prueba. Necesito un voluntario.

Se hizo un silencio breve. Los ojos se desviaron de unos a otros, evitando el compromiso, hasta que Keller dio un paso al frente.
  • Lo haré yo - dijo, cruzando los brazos con media sonrisa - ¿Qué es lo peor que podría pasar?
  • Eso nunca deberías preguntarlo en un laboratorio secreto - murmuró Varela, la ingeniera de Juno Systems, desde la sombra de su carpeta.
Keller tomó asiento en la silla de control, donde se le colocaron un pequeño parche auricular y un sensor en la sien. Alba activó el sistema, introduciendo su código personal. Una interfaz proyectada apareció en el aire, flotando con líneas verdes y curvas de frecuencia.
Cuando el sistema se activó, una figura holográfica se materializó brevemente: una mujer virtual con la voz, el rostro y los gestos de Alba, renderizada con elegancia aséptica, como una versión idealizada de la científica.

“S.I.R.E.N. X2” - anunció la figura - “Usuario: autorizado. Procedimiento de prueba. Nivel uno”.
  • ¿En serio? ¿Le pusiste tu cara y tu voz al prototipo? - Varela la miró con las cejas en alto.
Alba no se inmutó. Siguió concentrada en los controles, pero sonrió de lado.
  • Qué quieres que te diga… un pequeño homenaje personal. Ya sabes - miró a la mujer de reojo - mejor que le obedezca a alguien con autoridad.
La voz del sistema volvió a hablar, con esa calma precisa de la inteligencia artificial:
“Procedimiento de prueba iniciado. Usuario conectado. Indique protocolo”
  • Levántate… y haz el robot - Alba habló con claridad, modulando la voz.
Keller se puso en pie lentamente. Con movimientos rígidos y exagerados, comenzó a moverse como un robot torpe de película antigua, imitando pitidos con la boca. Dio una vuelta sobre sí mismo y adoptó una pose ridícula, mientras el coronel y Varela se miraban en silencio, atónitos. La de Juno Systems, sin embargo, no pudo evitar una risa leve, contenida tras los labios.

“Desconexión segura. Usuario libre”- anunció la IA.
Keller parpadeó. Se tambaleó un poco y volvió a sentarse en la silla. Se llevó una mano a la cabeza.
  • Qué demonios...? ¿Qué ha pasado? - dijo frotándose las sienes - Me siento... mareado. Como si me hubieran rebobinado el cerebro.
  • Es normal - dijo Alba, aún frente a la consola - Estamos trabajando en eso. La recuperación completa de conciencia tarda unos minutos. La disociación es uno de los efectos secundarios más comunes... por ahora.
  • Y no recuerdas nada? - preguntó LeBlanc, agachándose un poco para mirarlo a los ojos.
Keller negó lentamente con la cabeza.
  • Solo... luces y un pitido. Después, algo parecido a un sueño, que ya se ha esfumado de mi memoria.
Alba lo anotó en su tablet sin dejar de mirar la pantalla principal del S.I.R.E.N. X2.
  • Cada cerebro responde distinto. Aún estamos ajustando los niveles de frecuencia y absorción. Pero el control... funciona.
Nadie dijo nada por unos segundos. En el silencio, el zumbido constante del dispositivo parecía más intenso que nunca. El coronel Marcus LeBlanc rompió el silencio con una carcajada ronca.
  • Vaya, doctora - dijo, sacándose el puro del bolsillo del pecho aunque no podía encenderlo allí - si eso funciona tan bien con hombres entrenados... voy a necesitar un SIREN para uso personal.
Se volvió hacia Varela, la representante de Juno Systems, y añadió con una sonrisa torcida:
  • A ver si así consigo que mi mujer deje de hablarme como si fuera su subordinado.
Hubo un breve silencio. Las dos mujeres de la sala se miraron de reojo. Varela levantó una ceja, sin molestarse en disimular su desaprobación. Alba, en cambio, respiró hondo y respondió con una sonrisa diplomática, aunque algo tensa.
  • Me temo que aún no hemos diseñado un protocolo para conflictos maritales, coronel. Pero si lo hacemos, le prometo que será el primero en la lista de prueba.
Keller bajó la vista, reprimiendo una sonrisa. El coronel rió de nuevo, sin notar el malestar, y se dio una palmadita en la barriga.

- Eso me gusta, doctora. Eso me gusta. Buen trabajo. Muy buen trabajo.

Alba volvió la mirada al terminal del dispositivo, mientras los tres presentes aplaudían y reconocían el mérito que se merecía. Ya no sonreía. Solo asentía.
  • Continuemos… - dijo volviendo a dar más detalles técnicos sobre el prototipo.
Varios meses después de la cita en el ‘Rusty Nails’, Keller y Alba discutían alegremente después de cenar. El piso estaba a oscuras, solo iluminado por unas velas que lanzaban sombras danzantes contra las paredes. Sobre la mesa una botella vacía de vino y otra por empezar.

Alba soltó una risa baja y seductora mientras se acercaba a Keller, sus ojos brillando con complicidad.
  • Sabes que esto es un poco… ilegal? Verdad Nate? - dijo, mordiendose ligeramente su labio inferior - Traerte a SIREN a casa, saltarte todas las normas de seguridad, arriesgarnos a que nos pillen… podría meternos en un buen lío.
Keller esbozó una sonrisa traviesa y acercó su mano a la cintura de Alba.
  • Sí, bueno - respondió con voz ronca y ligeramente aturdido por el alchol - pero lo prohibido siempre tiene su punto excitante. Además, quiero probarlo contigo. Ya sabes, para ver hasta dónde puede llegar esto… en nuestros “juegos”.
Alba le miró de arriba abajo, divertida y retadora.
  • Juegos? Y qué clase de juegos tienes en mente, agente Iowa? - preguntó, levantando una ceja con picardía - Espero que no sea demasiado peligroso… aunque, claro, con lo que nos jugamos, debo reconocer que todo es más… interesante.
Keller tomó a SIREN con cuidado, casi como si fuese un arma xon el seguro quitado, y lo dejó sobre la mesa.
  • Confía en mí, doctora - dijo - Con esto, la diversión está garantizada… y sin efectos secundarios, o eso espero.
Alba soltó otra risa mientras se acercaba para rozar sus labios contra los de él.
  • Entonces, adelante, agente. A ver qué tan peligroso puede ser el placer…
Nate encendió el dispositivo y contempló a su novia. Seguía sentada encima de sus muslos, pero ya no estaba allí. Meditó por un momento que orden podía dar. La ética y la moral frenaron muchos de sus pensamientos. Pero su lujuría se abrió paso poco a poco como el rió Mississippi atravesando las llanuras de Iowa. Imparable y arrasor.

Aquel chisme tan pequeño le ofrecía el poder más ansiado por el ser humano. El control total sobre los demás. “Levantate” ordenó. Y Alba se puso en pie automáticamente. Se bebió de un trago su copa de vino y empezó a quitarse la ropa rápidamente. En pocos segundos estaba completamente desnudo sentado sobre la silla. Sus pelotas rozando la madera. Su polla erecta como la de un caballo. Podía hacer lo que quisiera con ella. Sin repoches, sin negociaciones, sin ningún tipo de consecuencias.
  • Quitate la ropa!… más despacio. Like a Lap Dance!
Alba se desnudó lenta y sensualmente enfrente de él. Keller empezó a masturbarse mientras se acariciaba los huevos con la otra mano.
  • Shake your Ass! Como una puta! Así… Fucking Bitch!
Cada vez estaba más y más cerdo. Ideas depravadas recorrían su mente a la deriva, sin cesar. Era época de lluvias y el Mississippi estaba al borde del colpaso, a punto de desbordar e innundar los enormes campos de maíz.

El agente Iowa se reclinó sobre la silla y apoyó sus gemelos sobre el mantel blanco de la mesa. Le ordenó que ella se pusiera de rodillas enfrente suyo. La miró un momento. Allí, quieta entre sus piernas abiertas mientras se masturbaba como un adolescente.
  • Comeme el culo! - dijo de repente. Estaba fuera de sí. Enajenado por esa sensación de control total. Aquella mujer esa suya. De su propiedad. Era su esclava. Se se tía como un Dios, capaz de todo.
Iowa se masturbaba cada vez más rapido mientras Alba le comía el ojete. El gemía de placer al notar sus huevos golpear su frente.
  • Meteme la lengua! Así oooh! Asíiii… Suck my ass bitch!
A causa de la estimulación anal, de repente le entraron unas ganas terribles se mear. Si SIREN no hubiera estado ejecutando los protocolos. Se hubiera aguantado. Hubiera parado para ir al baño. O cualquier otra cosa antes que hacer lo que acabó haciendo. Se abrió las nalgas del culo con las dos manos para que Alba pudiera meter más su lengua y empezó a mearse, encima de ella.

Mientras gritaba de placer, observaba su polla. Lo estaba dejando todo inpregando. Su barriga, la cara de su novia, el mantel de la mesa, la moqueta del suelo.
  • Pon tu cabeza aquí - dijo cuanto terminó de mear.
Mientras el se ponía de pié y retiraba la silla. Alba apoyó su nuca contra el canto de la mesa. “Abre la boca, manos a la espalda”, ella obedeció. Keller le metió la polla dentro de la boca. Apoyó las palmas sobre la mesa y empezó a follarse su boca como si fuera un coño en lata.
  • Oooh My Fuckiiing Goooood! I’m Cumming, i’m cumming!
Keller se corrió dentro de su garganta. Sus piernas temblavan. Su ojete estaba lleno de saliba. La obligó a que se tragara su corrida y luego se tiró en bolas en el sofá. Alba seguía con la nuca contra la mesa, de rodillas, con la boca abierta y las manos a la espalda.
  • Traeme un vaso de vino y limpía este desastre - ordenó señalando su meada, como si fuera el cerdo machista de su padre.
Mientras observaba a Alba pasar la fregona, disfrutaba de aquel delicioso vino que las amigas de su novia le habían hecho llegar desde Bilbao. Las conocía, no en persona, pero si por videollamada. Eran mujeres hermosas y se moría de ganas por viajar a España durante las vacaciones que habían solicitado en Agosto.
  • Quizás me lleve este chisme - dijo sonriendo mientras sujetaba el dispositivo.
SIREN era peligroso. Si un hombre recto y disciplinado como Iowa era capaz de comportarse así con la mujer que amaba. Imaginaros si cayera en las manos de un loco, un asesino o un gobierno enemigo. “Y si los rusos consiguieran apoderarse de él? Sería el fin del mundo”, pensó el americano mientras le gritaba a su chacha que le pusiera más vino.

Qué harias vosotros si vuestros actos no tuvieran consecuencias? Qué le haríais y a quien, sabiendo que una vez despertase no recordaría nada? Alguno dirá que él haría lo correcto. Que lo usaría para hacer el bien. Que no os engañe, el que os diga eso es el peor de todos.

Quizás la única persona que sería capaz de darle un buen uso al Proyecto SIRENA, era la misma doctora. Los motivos de Alba para crearla eran nobles. Ella quería usar la tecnología para hacer el bien. Imaginaba un futuro donde pudiera curar enfermedades mentales complejas, como la depresión o el trastorno de estrés postraumático. Poder aliviar los pánicos que paralizan a tantos o borrar los traumas que arruinan vidas. Las posibilidades eran infinitas.
  • Con SIREN - solía decirle a Keller - podríamos intervenir directamente en la mente humana, reajustar emociones y recuerdos dañinos, devolver la paz a quienes la han perdido.
Pero a medida que avanzaba el proyecto, comenzó a darse cuenta de que el poder de lo que había creado también podía usarse para controlar, manipular voluntades, incluso para fines militares o políticos.

Eso le provocaba un dilema ético profundo. ¿Hasta dónde estaba dispuesta a dejar que esta tecnología se usara sin control? ¿Podría detener lo que ella misma había ayudado a crear?

Mientras tanto, en un laboratorio secreto, el dispositivo seguía evolucionando, y con él, las tensiones entre los científicos, el ejército y las corporaciones que deseaban controlar ese poder.

Un año había pasado desde aquella noche en el ‘Rusty Nails’. Alba tomó la difícil decisión de renunciar al proyecto SIREN y regresar a Bilbao. La presión ética, la constante lucha con sus propios principios y el miedo a que el dispositivo cayera en manos equivocadas la habían consumido.

Keller, por su parte, decidió quedarse en Iowa. No podía abandonar ahora, no cuando el proyecto estaba en su punto crítico y él tenía la misión de proteger lo que quedaba de él.

La despedida fue fría, marcada por palabras no dichas y miradas cargadas de tensión. En el aeropuerto, bajo la luz blanca y parpadeante de las pantallas, Alba se abrazó a Keller con fuerza, como intentando retenerlo un instante más.
  • No puedo quedarme - susurró, con la voz quebrada - Esto ya no es solo un experimento… es una responsabilidad que no puedo compartir. Si sigo aquí, acabaré perdiéndome a mí misma.
Keller apretó sus manos, tratando de no mostrar la vulnerabilidad que sentía.
  • Te entiendo - respondió, con voz firme pero suave - Pero esto no es un adiós para siempre. El mundo es pequeño Doctora, y tú y yo… no somos tan diferentes.
Alba se separó, limpiándose una lágrima furtiva.
  • Prométeme que cuidarás del SIREN, Nathaniel.
Él asintió sin palabras, consciente de que sus caminos se dividían, pero que el vínculo que habían creado era más fuerte que la distancia.
Ella subió al avión, y mientras las puertas se cerraban, Keller se quedó en la terminal, viendo cómo se alejaba, con la determinación de proteger lo que ambos habían creado, aunque eso significara enfrentar un futuro incierto y peligroso. Lo que creían iba a ser un ‘hasta pronto’ acabó durando demasiado tiempo.

El agente Iowa ya no recordaba cuántos años habían pasado desde aquella noche en el ‘Rusty Nails’. El tiempo se había diluido entre misiones, decisiones difíciles y silencios cargados de secretos. Seguía al pie del cañón, trabajando en el proyecto SIREN. Él era el único capacitado para controlar aquel poder incontrolable.

Pero entonces ocurrió algo que lo cambió todo: la toma del Capitolio. Grupos extremistas y radicales, aprovechando el caos social y político, intentaron derrocar el gobierno legítimo con violencia y manipulación masiva. El coronel Lemark, al mando de las fuerzas de seguridad, vio en SIREN la herramienta definitiva para sofocar la insurrección.
  • Debemos activar el Protocolo de Activación Total - ordenó Lemark con frialdad - Control mental masivo, neutralizar a los insurgentes, restablecer el orden a cualquier coste.
Iowa sintió un nudo en la garganta. Sabía lo que eso significaba: eliminar la libertad de voluntad de miles, quizás millones de personas, convertirlos en meros títeres de un régimen autoritario.
  • No puedo - respondió con voz grave y firme - He prometido proteger este poder, no entregarlo para oprimir al pueblo.
Lemark lo miró con desprecio, incapaz de entender que alguien pudiera renunciar a tal herramienta en un momento crítico. Consciente de que esa negativa le costaría todo, incluso su vida, Iowa tomó la decisión más difícil: desaparecer con SIREN.

En una noche oscura y silenciosa, lejos de ojos y de cámaras, el agente Iowa se esfumó, llevando consigo un dispositivo que podía ser la salvación o la condena de la humanidad.
El futuro se volvió incierto, y la lucha por la libertad, más urgente que nunca.

Nathaniel Keller, alguna vez conocido como el agente Iowa, pasó en cuestión de días de ser un defensor de la nación a uno de los fugitivos más buscados del país. Su negativa a activar el protocolo de Activación Total durante la toma del Capitolio y el posterior robo del proyecto, fue vista por la cúpula militar como una traición imperdonable. Defensa no tardó en actuar. El Departamento de Seguridad Nacional emitió una orden de búsqueda y captura con su rostro, acompañada de acusaciones infundadas: terrorismo, conspiración anarquista, colaboración con potencias extranjeras. La prensa se hizo eco con titulares llamativos, fabricados al milímetro: “El traidor de América”, “De héroe nacional a amenaza global”, “El topo de Iowa”.

Pero no fue solo el gobierno. Juno Systems, propietaria parcial del prototipo y responsable del desarrollo técnico, contrató mercenarios de élite para encontrarlo. Algunos nombres eran casi leyendas negras del submundo militar: Ronald "Bones" Becker, ex Navy SEAL que había trabajado en conflictos sucios en África; Elisa Kovačević, tiradora croata, especialista en rastreo urbano y asesina a sueldo en los Balcanes; o Lucien Varo, ex legionario francés, experto en operaciones encubiertas y caza de desertores.

Iowa no podía confiar en nadie. No podía usar su cuenta bancaria, ni su nombre real, ni siquiera su rostro. Lo borró de todos lados y lo escondió bajo una barba espesa y una gorra que no se quitaba ni para dormir. Se sentía atrapado. No podía huir, ni por tierra, ni por mar ni por aire. Era el hombre más buscado de América.

Pasaba casi todo el tiempo, incluso los inviernos enteros en los Montes Driftless, una región abrupta y boscosa al noreste de Iowa. Sobrevivia cazando ardillas, robando latas de conserva en gasolineras cerradas y durmiendo bajo un cobertizo de madera podrida cubierto de nieve. El frío se le calaba en los huesos. Pero resistió y no era el entrenamiento lo que lo mantenía vivo. Era la culpa y el recuerdo de Alba. Siempre presente.

Alba. Cómo la hechaba se menos…

Una noche cualquiera, años después, dentro de un vagón de tren de mercancías en movimiento. Camuflado entre vagabundos, hombres rotos y almas perdidas, Keller miró el reflejo de la luna sobre una lámina de acero. Se vio viejo, derrotado… pero aún aferrado a su propósito. Ella era la única que podía destruir a SIREN.

Y entonces lo decidió. Volvería a Bilbao.

Sin duda fue un plan arriesgado. Pero el único factible. Se hizo pasar por un mecánico ucraniano trabajando en el puerto de Mobile, Alabama. Con documentos falsificados, consiguió infiltrarse en el carguero Nokomis Dawn, rumbo a Casablanca. El trayecto fue largo, y vivió encerrado en un compartimento oculto entre bidones, alimentado solo con pan duro y agua. Desde Marruecos, cruzó la frontera hacia Melilla, y tras varias semanas de movimientos cuidadosos, consiguió llegar a Madrid en un tren nocturno.

Allí, se puso en contacto con una vieja amiga de la universidad de Alba. Una periodista llamada Irene Argote, activista en contra de las grandes corporaciones tecnológicas. Irene lo miró como si viera un fantasma. Nadie esperaba que volviera. Nadie esperaba que aún tuviera fuerzas.
Pero Iowa no volvió para redimirse. Volvió para acabar con SIREN. Para siempre.

Para ello necesitaría la ayuda de la única mujer que había amado en su vida.
Bilbao vibraba con ese gris amable que sólo entiende quien ha nacido entre montañas y humedad. La gente caminaba deprisa, paraguas en mano, con ese paso corto y seguro de los que están acostumbrados al clima.

Keller observaba desde la acera contraria, con la capucha calada hasta las cejas y una bufanda cubriéndole la mitad del rostro. Estaba de pie frente a un pequeño colegio privado, escondido entre dos edificios centenarios de piedra arenisca.

Y entonces la vio. Alba.

Salía por la puerta principal del colegio, hablando con una profesora. Llevaba un abrigo largo color camel y el pelo recogido en un moño informal. Su risa era la misma, aunque ahora le nacía más pausada, como si viniera desde un lugar más profundo. A cada lado, de su mano, caminaban dos niños: uno de unos ocho años, con gafas rojas; la otra, algo más pequeña, trenzas desordenadas y mochila con dibujos de sirenas.

Keller sintió como si el mundo se detuviera.
Como si alguien le hubiese dado una patada en el pecho desde dentro.

La vio agacharse para ajustarle el gorro a la niña, besarle la frente y luego hacer lo mismo con el chico, que ya quería correr. Su ternura era natural, sin esfuerzo. No había rastros del laboratorio, del frío metal, de la IA, ni de las noches en Iowa. Todo aquello parecía… otro universo.

Entonces apareció él. Un hombre alto, moreno, con chaqueta azul marino y bufanda blanca. Sonrió a Alba, la besó en los labios, luego saludó a los niños. A sus hijos. Alba había formado una família.

Keller desvió la mirada, como si hubiera presenciado algo indecente. Se apoyó en la pared húmeda, tragando saliva. Recordó el último beso en el aeropuerto de Des Moines. El eco de su voz diciendo que volvería. Que destruiría SIREN.
Que la buscaría cuando todo acabara.

Pero todo no había acabado.
Ella no lo había visto. Ni podía verlo así. En ese momento, Keller lo supo con absoluta claridad:
No podía irrumpir en su nueva vida. No podía convertir aquella paz en otra guerra.

Pero también sabía algo más: necesitaba su ayuda.
Porque él solo ya no podía cargar con SIREN.

Así que se marchó en silencio, pero no lejos. Se alojó en una pensión discreta en las Siete Calles. Y esa misma noche, le dejó una carta manuscrita en el buzón de su portal. Solo dos líneas:

“He cumplido mi promesa. Pero no puedo hacerlo solo. Si quieres hablar, ven al Puente de San Antón. Mañana. Medianoche. — N.”

Continuará…
 
Tiene pintaza este relato. Además el sexo, de momento, está en un segundo plano y parece más un relato de intriga, suspense y ciencia ficción, cosas que me encantan.
Ya se ve claro como llega a manos de Emiliano, que esperemos que sepa usarlo.
 
Tiene una parte buena y una parte mala que haya caído en manos de un niño de 15 años.
Por una parte va a cobrar venganza con los matones del instituto, pero por otra parte estoy seguro le puede ir de las manos.
Sería importante que Lowa siga vivo para explicarle si lo encuentra.
 
Tiene una parte buena y una parte mala que haya caído en manos de un niño de 15 años.
Por una parte va a cobrar venganza con los matones del instituto, pero por otra parte estoy seguro le puede ir de las manos.
Sería importante que Lowa siga vivo para explicarle si lo encuentra.
En el cuarto capítulo saldrás de dudas compañero. El tercero va dedicado a Charly! Gracias por las palabras!
Saludos…
 
Cualquier historia que se aprecie sabe perfectamente que al lado de un heroe, debe seguirle un escudero fiel.
Frodo tenía a Sam. Sherlock a Watson. Batman a Robin. Luke a R2-D2. Shreck al Burro. Messi a Xavi e Iniesta.
Es de cajón! Que hubiera sido de Don Quijote sin Sancho Panza?
Este capítulo va dedicado a ellos. A los valientes escuderos. A los fieles compañeros.
Por su recuerdo!

PROJECT S.I.R.E.N.
Capítulo 3 - Charly ‘Seis Dedos’


Charly se levantó dando un salto de la cama cuando sonó el despertador. Se puso rápidamente en pié, se vistió con lo primero que encontró, recogió su mochila previamente preparada la noche anterior y salió de la habitación como un tren bala con el sistema de frenado averiado.

Bajó las escaleras de dos en dos. Saltando los cuatro últimos escalones.
Entró en la cocina y desayunó como si llevara meses sin llevarse nada a la boca.
Su madre lo observaba desde la distancia. Estaba tomando un café y leyendo el periódico.
  • Dónde vas con tanta prisa? - le dijo levantando la cabeza.
  • Mmpppf a bfffh… - contestó el hijo con la boca llena.
  • No entiendo nada hijo!
Charlie no tenía tiempo para dar explicaciones. Hoy era un día super importante.
Una batalla que definiría el futuro de su vida. Su ejercito Orko se enfrentaba a las indomables huestes de ‘Monra’ el señor tenebroso de los Elfos Oscuros.
  • Mmmmfh - el nervioso chico engulló el croassant sin apenas masticar - Me voy mama! Tengo prisa…
  • Ah si? No me digas hijo… Yo creo que nacistes con ella!
La madre sonrió mientras su hijo salía disparado por la puerta. Charly recogió del suelo su destartalada bici, se subió encima y se dispuso a salir de la parcela.
  • Charly espera! - su madre salió corriendo cuando él ya salia por la puerta que daba a la calle - Recuerda que tus tiós vienen a comer hoy… te quiero aquí al mediodía, entendido?
Charly encima de su bici, preparado para empezar la carrera en mitad de la solitaria y calurosa calle de la urbanización; levantó la cabeza como una zarigueya oteando el horizonte, con media sonrisa preguntó:
  • Vendrá Carla?
  • Supongo, no lo sé… por qué lo preguntas?
  • Por nada mama! Nos vemos…
Las ruedas de la bici parecieron chirriar, como un coche de carreras. La madre salió fuera, en mitad de la calle y poniendo sus manos alrrededor de la boca para aumentar el alcanze de su voz, gritó:
  • Recuerdaaaa! En casa a la hora de comer! Y ves con cuidado hijo! Que un día te vas a mataaaar!
Charly levantó el dedo pulgar sin mirar atrás y empezó a peladear más rápido. Por supuesto no iba a tener cuidado. “Oh! Carlaaaa…” babeó como un típico adolescente metido de lleno en la pubertad. Su prima llevaba tiempo siendo la protagonista de sus fantasías más húmedas. Y pensó en ella y en su nuevo bikini, mientras se alejaba cada vez más rápido, con ganas de llegar a casa de Emi, su mejor amigo.

Los dos chicos, llevaban cuatro años compartiendo una bonita y sincera relación de amistad. Aunque se conocieran desde unos cuantos años atrás, no fué hasta el incidente de la piscina, que hicieron migas y acabarían volviendose inseparables. Os lo explicaré…

Cuando Charly y su madre llegaron al pueblo, Emiliano ya vivía allí. Precisamente, llevaba ahí desde el día en que nació. Esther, la madre del nervioso chaval. Después de un divorcio bastante doloroso y traumático, se vió obligada a buscar un sitio más económico donde poder reazer su vida. Despúes de mucho buscar, despúes de muchos intentos y muchas decepciones. Encontró una preciosa casa en lo alto de una urbanización a medio construir. Y se mudaron los dos.

Los primeros años de escuela, no fueron difíciles para Charly. Al contrario de lo que muchos podríais pensar. Un chico nuevo, escuela nueva, amigos nuevos… sonaba complicado, verdad?. Pero no…, no para él. Charly tenía un don especial. Era nervio puro, energético, como si de pequeño se hubiera caído en un caldero de poción mágica y tuviera energia infinita de por vida.
Su cuerpo delgado y fibrado, sus innumerables cicratizes, rasguños, moretones, rodillas peladas… daban, constantemente, fé de ello. Su mente rápida y su falta de autocontrol le metían constantemente en problemas. No era malo, simplemente era un saco de nervios.

Las frecuentes broncas de los profesores y las repetitivas visitas al despacho del director, le hicieron labrarse, rápidamente, una buena reputación entre sus compañeros. En seguida se hizo querer y fué bien recibido por los otros estudiantes. Todo sucedía de forma rápida en su vida, como si viviera en un x2 de un audio de voz de wasap. Por lo que su popularidad y su estatus dentro del complicado microuniverso que era aquel Instituto, no tardaron mucho en cambiar.

‘The Piscina Incident’ llegó sin avisar, poniendolo todo patas arriba. Fué una tarde de verano, durante las vacaciones. Él y su madre decidieron pasar un día agradable en la pisicina pública del pueblo.
  • Me voy al agua mama! - dijo él quitandose los zapatos con prisa. Sus compañeros de escuela ya estaban dentro, riendo, jugando, haciendose ahogadiyas.
  • No corraaaas hijo! No ves que te puedes resvalar y romperte la crisma? Más despacioooo!
Charly hizo caso omiso. Salió disparado hacía el borde de la piscina para saltar en ‘bomba’ y jugar con sus amigos. Pero de repente se frenó en seco. Justo antes de saltar.

“Eh chicos! Mirad! Mirad al nuevo!”
“Dioooos! Que asco!”
“Que pasa? Que pasa?”
“Mirad sus pies! Tiene seis dedos!”
“Jajajajaja…. Es verdad! Tiene Seis…”
“Seis dedos, Seis dedos, Seis dedos”

El chico bajó su mirada y miró su pié izquierdo avergonzado. Sufría de polidactilia, una malformación genética hereditaria. Recuerdo de su padre ausente. Levantó la mirada otra vez observando como le señalaban, soportando sus burlas y sus risas.
Se giró y volvió con su madre, lento y abatido, por primera vez en su vida.

Desde ese día a Charly se le conoció como ‘Seis dedos’ y se convirtió en un marginado. Un rarito, el diferente. Aquel que debía ser señalado y humillado públicamente.
  • Te apetece un helado?
Alguien se había sentado a su lado, sobre el cesped de la piscina pública. No lo había visto venir, no lo había escuchado llegar. ‘Seis dedos’ levantó la cabeza y vió a ese muchacho gordo y sonriente, sostener un ‘flash’ con sabor a fresa. Se lo ofrecía con amabilidad, con altruismo, como si no esperara nada a cambio.
  • Gracias… - contestó Charly rompiendo con los dientes el plástico y empezando a chupar - Me suena tu cara… vamos a la misa escuela, verdad?
  • Sí… - el chico fofo miró hacía la piscina, dónde jugaban sus compañeros. Su expresión era triste y amarga.
  • Me llamo Carlos… pero me puedes llamar Charly!
  • Yo… yo me llamo Emiliano, pero todos me llaman Emi!
Los dos chicos se dieron la mano y empezaron a moverlas con fuerza. Imitando a los adultos, como si fuera un juego. Empezaron a reir a carcajadas mientras sus brazos se movían cada vez más rápido y fuerte. Aunque en ese momento no lo supieran aún. Una bonita e inquebrantable amistad había surgido de repente.

Nuestro diablo sobre ruedas bajaba a toda velocidad la empinada cuesta que descendia siseante por la ladera de la montaña. Tres curvas más abajo vió a Salvador, el padre de Emiliano. Andaba tranquilamente bajo la sombra de los árboles, protegiendose del abrumador sol.
En vez de seguir el amplio y curvilineo camino sin asfaltar, decidió atraversar campo a través y acortar camino. Quería llegar lo más rápido posible, no entendía otro modo de hacer las cosas. La maltrecha suspensión de su vieja bici se quejaba sin cesar. Las piedras y ramas del suelo saltaban por los aires, golpeando sus piernas, provocandole cortes. Su cuerpo temblava como un bibrador a toda potencia, su cara iluminada con una inmensa sonrisa atravesandola de lado a lado.
  • Pero muchacho! - gritó Salva cuando lo vió aparecer de repente - Menuda entrada, espectacular! Jajaja.
Charly derrapó con la rueda trasera levantando el polvo del camino, muy cerca de él.
  • Buenos días señor Malatesta! Como va todo?
  • Bieeeeen hijo, bieeeen… como siempre…
  • Va a algún lado?
  • Si… a comprar el pan…
  • A la panadería? La que está cerca de la gasolinera?
  • Si…. Claro.
  • Está muy lejos… por qué no coge el coche? Iria más rápido…
  • Me gusta pasear hijo! Contemplar el paisaje…
Charly no entendía lo que decía aquel buen hombre. Sus palabras sí, pero no el proposito. No podía comprender como alguien podía escoger la opción más lenta. No cabía dentro de su cabeza.
  • Y Emilio? Sabe si ya está listo?
  • Cuando he salido de casa, lo he dejado desayunando…
Salvador abrió el tapón del termo que llevaba sujetado bajo la axila y virtió agua sobre la bombilla. Un humo caliente y espeso salió de repente al hacer contacto con la hierba.
  • Qué toma? Lo puedo probar?
  • Es mate… no se si te va a gustar la verdad… es muy agr…
  • A ver…
Charly agarró la bombilla y le dió un sorbo largo. Notó el sabor amargo en la boca, la textura arenosa recorriendo la garganta.
  • No te gusta verdad? - sonrió Salva viendo la expresión en la cara sel chico.
  • Dioooos… está horrible. No se como puede beberse eso…
  • Todo es acostumbrarse… creeme!
  • Bueno señor Malatesta! - Charly empujó el pedal derecho hacía atrás con el enpeine de su píe, dándo una vuelta completa a la cadena de su bici - Me voy! Que Emi me está esperando!
La bici arrancó como si alguien hubiera activado el ácido nitroso. Salva se quedó mirando al chaval mientras empezaba a alejarse a toda pirsa.
  • Y no me llames de usteeeeed! Llámame Salvaaa! - le gritó.
  • De acuerdo señor Malatestaaaaa! Que tenga un buen díaaaaa! - contestó Charly cambiando de plato y empezando a aumentar el ritmo.
  • Salvaaaa! Llamame Salvaaaaaa!
Salvador sonrió. Sabía que cambiar la mentalidad de las personas era una ardua tarea. Pero no perdía la esperanza. Seguiría insistiendo, seguiría luchando. Dentro de su vacío solo quedaba en pié el orgullo. Por eso seguiría de pié.

‘Seis dedos’ rápido y veloz, no tardó en llegar a casa de su amigo. Frenó en seco enfrente de la puerta que daba acceso a la parcela y tocó el timbre tres veces, insistentemente. Esperó tres segundos y como no contestava nadie, dejó caer la bici en la acera y entró dentro. Rodeó la casa por la parte izquierda llamando a Emiliano a grito pelado y entrando en la cocina como si fuera su propia casa.
  • Venga tío! Que llegamos tarde! Dónde está tu bici? Y la mochila? Pintastes los ‘Gretchins’ al final? Te dió tiempo? Que te pasa? Por qué me miras así?
Emiliano lo cogió del brazo y se lo llevó fuera sin decir nada. Tenía que contarle algo muy importante y así lo hizo.
  • Venga ya Emi! - rió Charly cuando su amigo terminó de explicarle lo del maletín, la mano ensangrentada, el extraño aparato y la mamada de Ari - Estás flipando o que te pasa? Es una broma, no? Es eso… una broma jaja. Vale muy buena! Pero vamos! Ramón nos está esperando.
  • Tío te lo digo de verdad! No te estoy mintiendo, te lo prometo. Mira… ven conmigo.
  • Ooooh vamos! En serio? No tenemos tiempo ahora! Llegamos tarde!
A regañadientes, ‘Seis dedos’ empezó a seguir a Emiliano. Saltaron el muro y bajaron la cuesta hasta las vías del tren.
  • Que raro… juraría que lo escondí aquí… - murmuró Emi rascandose la cabeza y removiendo el arbusto donde había ocultado la noche anterior el maletín.
Su amigo lo observaba desde cierta distancia. Brazos cruzados y dando golpes nerviosos con el pié sobre la gravilla. Cuando Emi se puso en pié con cara de no entender nada. Él le hizo un gesto con la cabeza indicandole que debían irse.
  • Te prometo que no miento Charly! - dijo Emi subiendo la cuesta - Mira!
Charly abrió las manos y sujeto el extraño aparato que su amigo le acababa de entregar. Lo sopesó, le dió un par de vueltas y se lo devolvió.
  • Parece un móvil viejo… que quieres que te diga!
  • Que no… que es tecnología de última generación… ya veras! - Emi intentó encender el aparato, pero este no respondía - Por qué no funciona? Se habrá quedado sin batería?
Su amigo, que ya lo esperaba al lado del muro lo miró con cierto aire de condescendencia.
  • Deberías dejar de ver tantas pelis de ciencia ficción! Te están friendo el cerebro! - dijo Charly mientras cruzaban de nuevo el muro y entraban en el jardín.
  • Se que suena imposible! Pero te prometo que no miento!
  • Esa es Ari? - preguntó Charly señalando a la chica que fumaba un cigarro apoyada en el porche de la casa. Emi asintió - Pues vamos a preguntarle!
  • No, no… espera…
Ari seguía dándole vueltas a lo que había pasado la noche anterior. Era incapaz de recordar lo que había sucedido. Había una laguna en su memoria. Preguntas a las que no podía dar respuesta.
  • Hola!
  • Hola! - contestó la chica observando aquel chaval desnutrido y nervioso.
  • Ayer le chupaste la polla a Emiliano?
  • Pero que dices! Imbécil! - contestaron al mismo tiempo Ari y Ernesto, que justo salía en ese momento. Escuchó la pregunta y le dió un collejón en la nuca al inpertinente chaval - Anda y tira para casa!
Mientras su hermano mayor daba patadas al aire y su mejor amigo las esquivaba sin demasiado esfuerzo, Emiliano se dió prisa en subir a su habitación. Se puso la mochila a la espalda y salió a la calle. Charly ya lo esperaba montado en su bici mientras aguantaba la de su amigo. Moviendo la muñeca como si estuviera montando en una Ducatti. La mañana era calurosa, aunque se había levantado viento y una brisa agradable refrescaba sus jóvenes almas.

Sin perder más tiempo se fueron directos a casa de Ramón. Uno tuvo que bajar el ritmo, muy a su pesar. Al otro le faltaba el aliento y sudaba como un cerdo.

Precisamente eso es lo que vieron al llegar a casa de su amigo. Cerdos.
Ingrid, la madre de Ramón, tenía una pequeña piara a su cargo. Se dedicaba a la crianza de traspatio. Criaba una raza autóctona ibérica, usando alimentación natural y ecológica. Luego vendía la carne como premium, a un precio más alto. También sacaba redito del estiércol, bien compostado, que se lo vendía a agricultores cercanos.

A Emiliano le ofendía el olor que desprendía la casa de Ramón. Olía a mierda, a animal, a pelo quemado. Aunque por otro lado, le encantaba visitarlo. Además de que su madre era una mujer muy atracriva, era también muy generosa. Y tenía la despensa llena de chorizos, morcillas, salchichas, jamones curados, patés y conservas.
Aquello era el paraíso del colesterol alto.
  • Hola chicos! Como estaís?
  • Hola Ingrid!
Emi dejó que la dulce mujer le despeinara el pelo. Cuando abrió la puerta comprobó que estaba hermosa, como simpre. Era alta, fuerte y de anchas caderas. Llevaba siempre el pelo recogido en una trenza larga y rubia que le llegaba hasta la cintura. Siempre vestía la misma ropa, como si no tuviera nada más que su mono de trabajo. Siempre súcio, con ese olor a jamón del bueno.
  • Monra! Malvado Elfo Oscuro! Dónde te has metido? - gritó Charly entrando dentro de la casa.
La mujer se apartó y los dejó pasar. Con una sonrisa de oreja a oreja. Era muy feliz cuando aquellos muchachos se pasaban por casa, no por ella, sinó por su hijo. El cúal no salía mucho y tampoco era demasiado popular. Tenía pocos amigos, cierto. Pero almenos los que tenía eran de calidad, como los cerdos que ella criaba. Ingrid no había tenido una vida fácil, que digamos. Como la mayoría de las resistentes mujeres del pueblo, había perdido a su marido, años atrás. Aquella maldita mina se había llevado la vida de muchos buenos hombres, duros, tercos y trabajadores. Además, su hijo… pobre Ramón.
  • Monra! Cobarde! Muestrate! Deja de ocultarte! - gritaba Charly andando por el pasillo.
De repente, desde el fondo. Oculto en la penumbra. El malvado y tirano señor de los Elfos Oscuros apareció sentado sobre una silla de ruedas. Los dos amigos comandantes del ejército Orko se detuvieron en seco. Cruzando miradas tensas con su archienemigo.
Aquello parecía la escena de un Western. Como si en cualquier momento tuviera que empezar un tiroteo.
  • Veo que no tuvisteis suficiente con la humillación que sufristeis la semana pasada! - dijo Ramón casi susurrando. Su voz parecía salir del inframundo. Era espectral, fría y aterradora.
  • Maldito Drukhari! - dijo Charly apretando los puños.
  • Te arrepentiraz de tuz palabraz, orejaz puntiagudaz! - dijo Emi hablando como si fuera un Orko.
De repente la luz del pasillo se encendió.
  • Que hacéis aquí parados? Por qué no encedéis la luz?
Justo cuando Ingrid decía eso. Emi y Charly empezaron a correr hacía su enemigo, con toda la fuerza del ‘Waaaagh!’. Ramón por su lado empezó a empujar las ruedas de su silla a toda velocidad, el ‘Grito Silente’ sacudía su alma condenada.

Ingrid se asustó por un momento, pensando que se iban a pegar de verdad. Pero respiró tranquila. Los chicos se abrazaban en mitad del pasillo dandose palmaditas en la espalda y riendo como tres críos felices. Se pasó un trapo súcio por sus sufridas y asperas manos y volvió al trabajo.
  • Ya lo tienes todo preparado? - preguntó Charly mientras ayudaba a Ramón a subir a la plataforma salvaescaleras.
  • Desde hace tres días! Jaja. Que ganas de empezar - sonrió el simpático chico muy nervioso y animado.
Charly bajó corriendo las escaleras y encendió la luz del sótano. Soltó una exclamación de sorpresa cuando vió el tablero de juego y las unidades que iba a desplegar su contrincante.
  • En serio? - gritó mientras Ramón bajaba lentamente en la plataforma y Emi, que hasta ahora le seguía el ritmo, empezaba a correr para ver que sucedía.
Se puso frente al tablero de juego al lado de su amigo y vió dónde estaba el problema.
Wych Cults, Cultos de Hemónculos y Cabales. Esas sinergias eran abusivas.
Luego los vehículos ‘Raiders’ que le daban una movilidad absurda.
  • Bladestorm y Agonizers en serio? Qué es lo siguiente ‘Power of Pain’? - dijo Emiliano mosqueado. Su ejército estaba rotíssimo.
  • Sí! También lo llevo equipado! - rió Ramón apunto de llegar al final de las escaleras.
  • Vete a la mierda Monra! - gritó Emi muy mosqueado.
‘Piiip - Piiiip’ S.I.R.E.N. X2 se activó de golpe. Esta vez sin que nadie la tocara, ni rozara.
Sin ni siquiera estar encendida.
  • Dónde vas?… Monra, tío!… pero dónde coño va? - preguntó Charly a su amigo.
  • No tengo ni idea… - contestó él mirando como la plataforma volvía a subir.
El temible Drukhari postrado en silla de ruedas, había activado el mecanismo y subía de nuevo las escaleras sobre la platafórma. Parecía paralizado. Como si no tuviera vida.

“Monraaaaaa!”
“Vuelve tío! Vamos!”

El chico siguió empujando la silla de ruedas a través del pasillo. Abrió la pueta de casa y bajó por la rampa que su difunto padre había instalado años atrás. Detrás de él salieron sus dos amigos. Se quedaron parados en el porche, gritandole mientras él se alejaba lentamente.
  • Qué pasa? - dijo Ingrid saliendo fuera al escuchar el escándalo que estaban montando.
De repente vió a su hijo en la lejanía. Tiró el cuchillo y la morcilla al suelo y salió corriendo tras él. Gritando y muy asustada. Aunque seguramente esa mañana batió algún record de velocidad, no fué lo suficientemente rápida como para evitar que su hijo cayera en el pozo de purín.
Aunque caer no era el verbo correcto. Más bien se lanzó por propia voluntad.
  • Que cojones ha pasado? - preguntó Charly totalmente sorprendido.
  • … - Emi a su lado. No respondió. Simplemente tocó el dispositivo en su bolsillo por encima del pantalón y sintió un escalofrío recorriendole la espalda.
Era posible? No. No tenía ningún tipo de sentido. Pero por otro lado… y si?
Ingrid ayudaba a su hijo a salir del pozo. Estaba completamente cubierto de excrementos. De la cabeza a los piés. Los dos chicos quisieron ayudarla. Pero ella les pidió amablemente que se fueran. Mientras Emi y Charly volvían a subir a sus bicis, la madre preocupada le abria la boca a su hijo para ver si le había entrado purín dentro de la boca. Ramón empezaba a recuperar la consciencia poco a poco. “Qué ha pasado?” Preguntaba una y otra vez, confundido y mareado.
  • Eso es imposible Emi! Como un cachibache como ese va a conseguir manipular la mente de las personas? Estás loco o qué?
Los dos chicos habían parado junto a una parcela a medio construir. Tan solo la estructura de la casa estaba en pié. Solo los pilares, el suelo y las escaleras. Acostumbraban a ir aquel sitio. Subían al primer piso y pasaban los días ahí. Viendo porno, haciendose pajas o simplemente dejando que pasara el tiempo.
  • Ayer por la noche, cuando mi hermano acabó de discutir con su novia…
  • Qué está muy buena, por cierto - añadió Charly sin dejar de mirar su móvil mientras se acariacaba el paquete.
  • Que está muy buena… me preguntó si había escuchado la conversación. Le dije que sí. Exactamente le dije que había escuchado que ella de decía: ‘Vete a mamarla por ahí’ y entonces ella empezó a…
  • Escuchas lo que dices?
  • Claro…
  • Yo creo que no… anda vente que nos haremos un pajote, acabo de entrar en el ‘insta’ de mi prima y ha subido unas fotos en la playa que madre mía… que buena está.
Charly, sentado sobre un palet de ladrillos, se quitó los pantalones cortos y los calzoncillos y los tiró al suelo. Sujetaba el movil con la mano izquierda y con la derecha se masturbaba, con la velocidad que lo caracterizaba. Charly lo miró unos segundos y lo imitó. Como dijimos, su enorme polla de adolescente necesitaba ser ordeñada con frecuencia.

Se subió desnudo de cintura para abajo al palet de ladrillos, al lado de su amigo. “Mira, mira…” le decía él acercandole el móvil. Los dos empezaron a masturbarse ahí mismo, con los píes colgando, más cerdos que los de la madre de Ramón. Pero Emi, no podía quitarse de la cabeza lo que acababa de suceder.
  • La cara que puso Monra…
  • Joder! No me hables de Monra ahora, tío! Que me desconcentro…
  • Era la misma que puso Ari!… no encuentras que son muchas casualidades? Dije ‘ves a mamar’ y ella mamó, dije ‘Vete a la mierda’ y se tiró en el pozo…
  • Ufff! Mira que culo tiene la muy guarra!
  • Y si realmente la máquina puede hacerlo?
  • El qué? - sus voces temblorosas y excitadas se unían al ‘fap-fap’ de sus muñecas impactando sobre sus pelvis.
  • Obligar a los demás a hacer lo que tú quieras…
  • Pues te pediría que me la dejaras, este mediodía viene Carla a comer, la usaria ‘de una’ para follarmela…
  • Ya ves! - rió Emi - realmente está buena de cojones!
  • Ya lo veo ya! - rió Charly mirandole la polla a su amigo - Es cosa mía o cada vez que te veo la polla es más grande que la última vez?
  • No digas chorradas! - se sonrojó Emi, dándole un empujón amistoso con el hombro.
  • Tío! Puedes hacer eso de pelartela a dos manos, me pone super cachondo.
  • Así? - rió Emi empezando a hacerlo.
  • Joder sí! Menudo pollón que tienes colega! Mira mi prima, mírala… te gusta?
  • Si… joder… me encanta - Emi estaba cada vez más cachondo.
  • Que te gustaría hacerle? Dime cosas guarras, venga!
  • Comerle el coño…
  • Un ‘69’
  • Si… y darle por el culo…
  • Follartela duro…
Justo cuando estaban llegando al climax y Charly iba a dar el siguiente paso en el descubrimiento de su sexualidad. Una lluvia de piedras acompañada de risas e insultos, empezó a caer sobre ellos. Los chicos se pusieron a cubierto tras el palet. De rodillas. Sus culos sintiendo la fresca brisa, sus pollas empalmadas y palpitantes.

“Cerditoooo!!! Seis dedooooos!!!”
“Que hacéis ahí arriba tan solos? No os estaréis tocando verdad?”
  • Claro que lo hacen! - Gritó Adolfo a pleno pulmón, por emcima de las voces de sus secuazes. Él era el espalda plateada, el macho dominante de aquella panda de símios involucionados. - No veís que son novios de pajas…
“Jajajajaja mariquitaaaas!”
“Os gusta tocaros las poyas entre vosotros verdad?”
  • Las bicis, vamos! - ordenó el lider.
Mientras Charly y Emi se subían los pantalones miraban desde el piso de arriba como Benito bajaba de la bici de Adolfo y se montaba en la de ‘Seis dedos’. Francisco dejó la suya en el suelo, se fué directo a la de Emiliano, sacó una navaja y le pinchó las dos ruedas.

Se los quedaron observando mientras se largaban. Adolfo se giró para mostrarles el dedo desafiantamente. Se alejaban poco a poco, sabiendo que nadie los seguiría. Sus bicis eran buenas, de marca, últimos modelos. Seguro que se las habían comprado sus padres con el dinero que sacaron cuando cerró la mina.
  • Ojalá alguien les diera una lección a esos capuyos! - murmuró Emi en voz muy baja.
No hubo ningún “Piiiip-Piiip”. El dueño del dispositivo no había dado ninguna orden.
Aunque… Algo pasó en la mente de Charly.

No sabemos si fueron sus nervios traicioneros, su total falta de análisis, su carácter enérgico o simplemente que había dicho ‘basta’. “Hasta aquí hemos llegado” Quizás no pudiera soportar más abusos, más humillaciones. Quizás simplemente estuviera cabreado porque le hubieran interrumpido la paja. Quien sabe! La cuestión és que bajó las escaleras del chasis de aquel edificio en construcción, dispuesto a plantarles cara.
  • Charly! Tío! Dónde vas?
“Parece que el deforme tiene ganas de peleaaaa”
“Uuuuuh! Que miedooooo, jajajaja”

Emi le seguía de cerca, intentando agarrarlo del brazo para detenerlo. Pero no había manera. Él se lo quitaba de encima, sin decir nada, sin girarse. Mirada al frente, decidido.
Los chicos seguían peleando lentamente mientras los dos muchacho se acercaban cada vez más. Estaban tranquilos, seguros se sí mismos. Que les podía pasar?

De repente Charly empezó a correr. Muy rápido. A los matones les pilló por sorpresa y casi consiguió pillarlos. Pero sus bicis eran buenas, así que Adolfo y Francisco consiguieron escapar. Benito, que no estaba acostumbrado a esa bici hecha polvo, se quedó atrás. No sabía que los piñones no reaccionaban si no los apretabas hacía afuera. Ni que para que la cadena no se encallase, tenías que darle una vuelta hacía atrás completa, antes de arrancar.

Charly se avalanzó sobre él. Y lo tiró al suelo. Forzejearon un rato. Pero Benito era mayor y más fuerte. Con un movimiento de cintura lo giró en el suelo. Se puso encima de él y le atrapó de las muñecas, forzando a que las bajara hasta el suelo.
  • Abre la boca, abre la boca! - reía mientras carraspeaba y acumulaba salíba en su boca.
  • Paraaaaaa! - gritó Emi corriendo a salvar a su amigo.
“Piiip-Piiip” los dos se quedaron paralizados. Tal y como estaban cuando Emi gritó. Su amigo estaba sobre el suelo, frunciendo el ceño y girando la cabeza hacía un lado. Benito encima, el lapo cayendo lentamente de su boca.

Emiliano corrió para, haciendo honor al nombre de su padre, salvar a su buen amigo. Saltó hacía delante como un jugador de baseball que se lanza a coger una bola que está cayendo. Su gorda barriga calló sobre el suelo levantando el polvo y entrecortandole el aire por un breve segundo en los pulmones. Levantó la cabeza y sonrió. El escupitajo de aquel fascista reposaba en su mano, espeso, burbujeante, lleno de mocos. “Que ascooo!” Exclamó mientras se limpiaba la mano en la camiseta de Benito.
Adolfo y Francisco miraban la escena desde lejos. Sin entender muy bien que pasaba. Qué hacía el idiota de su amigo ahí quieto sin hacer nada? Por qué no se movía? Empezaron a gritarlo:


“Benitooooo! Pero que haces tío!”, pero nada.
“Vamoooos! Dale un puñetazo”, el muñeco de trapo de Benito seguía inmóvil, como si no respirase.

Justo cuando daban la vuelta para ver que sucedía. Un coche patrulla apareció en el camino.

“Mierda la pasma!”
“Vámonos, va! Hay que largarse”

Hubo una época en que Aretxondo, el pueblo dónde transcurre esta historia, era famoso en todo el país. Ocupaba todas las portadas de los diarios, todos los informativos y todos los debates radiofónicos. Y realmente lo merecían, se lo ganaron a pulso, por sus propios méritos. Por sus cojones. Fueron y siguen siendo hasta día de hoy el pueblo con más detenidos en una manifestación. El pueblo con más afiliados a la CNT. El pueblo con más días de huelga ininterrumpida. Entre varios más records. Ser de Aretxondo significaba que tenías más cojones que cabeza. Si entrabas en un bar del país vasco, cualquiera, daba igual donde; y decías que eras de Aretxondo. Automáticamente alguien te daba la mano, te felicitaba y se ofrecía a pagarte una copa. Eran orgullosos, duros, tenazes, resistentes.

El cuerpo de policía encargado de velar y proteger a los ciudadanos de la localidad. Por lo tanto, eran de todo menos amables. A nivel cultural e histórico el pueblo de Salva había sido de caracter insumiso y revolucionario. Aunque el de Emiliano, siendo el mismo pueblo pero en tiempos distintos, se había vuelto dócil y adormecido. Habían sido, en sus buenos tiempos, un pueblo minero lleno de guerreros y bravos vecinos que luchaban por sus derechos y exigían al gobierno represor lo que les correspondía por derecho. Salva recordaba con nostálgia aquella época, cuando estaban unidos y organizados, siempre dispuestos a plantarle cara a la patronal. Ahora en cambio, solo eran una panda de borregos, conformistas, sin cojones. Indignos de llamarse aretxondarras.

Estaba claro que la policía no sabía que los habitantes de aquel pueblo ya no eran lo que en su día fueron. Así que seguían imponiendo su justicia a la antigua usanza. ‘La letra con sangre entra’ dicen algunos. No sé si será verdad, pero lo que si sabían los de allí era que lo mejor que podían hacer cuando veían un uniforme, era huir como galgos.
  • Eh! Txikis! Qué demonios hacéis en mitad de la calle?
Dos policias salieron del vehículo. Iban armados, con la mano muy cerca de la funda. Se mantuvieron a una distancia prudencial. No se podían fiar de aquella gentuza. La fama les precedía. Pero si solo eran unos crios, pensaréis. Preguntarle al padre de Emiliano que hacían los chavales de la edad de su hijo cuando él era más jóven. Preguntadle, vamos!
  • Vamos! Despejad la calle! Es peligroso estar ahí en medio… Venga! A qué esperáis?
Emiliano levantó la cabeza, seguía tumbado en el suelo con la cara llena de polvo y el cuerpo lleno de tierra. Entonces recordó lo que tenía dentro del bolsillo. “Levantaros” susurró. Y los dos chicos se pusieron de pié.
  • Se puede saber que os pasa? Habeís tomado algo o qué? No llevaréis droga verdad?
Uno de los polis se acercaba lentamente, mientras el otro hablaba por la radio del coche patrulla informando. Miraba extrañado el comportamiento de los chicos. Inmóviles, paralizados, esas caras inexpresivas… le pareció muy extraño. Emi temblava, había crecido escuchando las historias de su padre, su concepto de la autoridad era muy cercano a los Ultramarines del 40K. De repente se le ocurrió algo. Sin saber si funcionaría pero lo probó. Ordenó a Charly que permaneciera quieto y empezó a decirle a Benito lo que debía hacer.
  • Qué te jodan madero! - gritó Benito con expresión neutra, levantando el dedo anular con firmeza.
  • Qué has dicho? - el poli se detuvo y sonrió.
Parecía como si hubiera encontrado lo que buscaba. Como si llevara tiempo queriendo que alguien le contestara eso. Ya se podía ver a si mismo, bebiendo y fumando en la barra del bar con toda la pasma de la ciudad. Hablando de putas, de yonkies, de gays. De como maltrataban a la sociedad, robandoles la libertad.
  • Que sí! Que llevo droga! Que pasa? La he comprado para fumarmela con la zorra de tu mujer mientras me come la polla! - Benito se sujetaba los huevos con ambas manos, desafiando a la autoridad.
El poli arrancó a correr hacía él. Al mismo tiempo que Emiliano le ordenaba a Charly que le siguiera. “Súbete a la bici” le dijo. Y los dos se fueron de ahí como si el fin del mundo se acercara. Antes de girar la curva al final de la calle, Emi se giró una última vez. Benito estaba tirado en el suelo, inmovil, en silencio. Mientras los polis le daban porrazos más y más fuertes. Se cebaron con él, pues les cabreaba el hecho de que no demostrara dolor, que no gritara, que no se resistiera. Quizás las historias de su padre, no eran del todo falsas.

Cuando Charly recuperó la conciencia, enfrente de su casa. Benito lo hizo en la parte trasera de un coche, esposado y camino al calabozo.
  • Qué coño ha pasado? - dijo acariciandose las dos sienes. Mareado y confundido.
  • Tío! Vas a flipar cuando te lo cuente…
Charly escuchó a su amigo con atención. Lo que le decía no tenía sentido. Era imposible. Pero ya no era tan escéptico. Algo había pasado. No sabía el qué, pues no lo recordaba. Solo sabía que Benito estaba encima suyo a punto de escupirle la cara y un segundo despúes estaba sentado en el escalón que daba acceso al jardín de su casa.
  • Se me acaba de ocurrir algo… puedes quedarte a comer?
  • Con tu madre y tus tíos? No sé… me da corte!
  • Y con Carla… - sonrió Charly con malícia.
  • Lo dices en serio?
  • Quiero verlo Emi! Quiero ver si funciona de verdad! Por faaaa….
Sus dos pollas se pusieron erectas de golpe. Una lo hizo muy rápido, la otra abultaba más.
Emi llamó a su padre pidiendo permiso. Lo dejó en línea hablando solo, haciendo un discurso sobre como los hombres deberían vivir sin pedir jamás permiso.

Esther, la madre de su amigo. Cuyo rostro también estaba en esa carpeta privada para las pajas. No puso ningún problema, al contrario, puso un plato más en la mesa. Aún era temprano para comer, así que los adultos les dijeron que se tomaran un baño en la piscina, mientras ellos descorchaban una botella de vino y se ponían al día.
  • Da igual tío! Puedes bañarte en calconcillos…
Emi miró a su amigo mientras se quitaba la camiseta. Para él era fácil decir eso. Era un saco de huesos, fino como una hoja de papel vista desde el lateral. A Emi le daba una verguenza terrible enseñar su cuerpo en público. Pero el día era perfecto y el agua de la piscina estaba fría y límpia.
  • Boooooomba! - gritó ‘Seis dedos’ saltando dentro de la piscina.
  • Boooombaaa! - repitió Emi imitando a su amigo.
Mientras reían y jugaban dentro del agua, se dieron cuenta que no estaban solos. En una tumbona, cerca de la piscina, una chica de unos 18 años tomaba el sol en bikini. Pelo corto y teñido de rubio, gafas de sol oscuras, un aro en la nariz. Pechos pequeños pero firmes, caderas anchas y un culo que no se veía bien, pues estaba boca arriba, pero que se intuía respingón y suave.

Escuchaba música con unos cascos inalámbricos. Canciones que hablaban de los barrios bajos de Chicago, de drogas, de pandillas, de asesiantos y de cerdos policia. Cosas que jamás viviría, cosas que le quedaban muy lejos, pero que las sentía muy propias. Muy adentro.
  • Está buena o no? Eh? - dijo Charly.
  • Ya te digo!
  • Entonces?
  • Ahora? Aquí. Pero y tu madre? y tus tíos?, están ahí mismo…
  • Baaah! Da igual! Seguro que van medio borrachos.
  • Espera! Tengo una idea…
Carla se percató de la presencia de los chicos cuando estos le taparon el sol. Levantó sus gafas con desdén, los miró como si fueran un par de ‘losers’ y a malas maneras les pidió que se apartaran. Los chicos no hicieron caso, con sus cuerpos goteando delante de ella, la miraron de arriba abajo. Su cuerpo jóven y bronceado, su ombligo, sus muslos, su entrepierna.

Lo penúltimo que vió Carla antes de perder el conocimiento fué el bulto enorme que crecía dentro de los calzoncillos de ese chico tan gordo. Lo último, él apartando a su primo y enfocandola con un teléfono móvil? Era eso seguro? Almenos lo parecía…

Ni Esther, ni los tíos de ‘Seis dedos’ se dieron cuenta como los tres jóvenes entraban en el cobertizo dónde se guardaban las herramientas de jardín. Estaban demasaido contentos bebiendo los productos vinícolas que les ofrecía su majestuosa tierra.

Emi y Charly perdieron la virginidad juntos, al mismo tiempo. No debe sorprendernos, pues así era siempre como hacían las cosas: Juntos. Desataron su poder creativo sobre el cuerpo de aquella prima obediente. Recreando todas las guarradas pervertidas que habían ido acumulando en su memoria, despúes de tantos años consumiendo porno como dos degenerados.

Una vez se corrieron abundantamente sobre su cara. Se miraron y empezaron a reir. Tenían en su poder la herramienta más poderosa que un ser humano pueda imaginar. Qué límites podían existir para dos chicos jóvenes con ganas de follar? Hasta dónde serían capaces de llegar? En qué problemas se iban a meter?

Mientras las hojas del gran roble que se alzaba majestuoso en medio de la plaza principal de Aretxonodo, se movían al compás de la brisa nocturna. Nuestros dos jóvenes amigos dormían plácidamente sobre sus respectivas camas.
El más delgado y nervioso soñaba con su prima. Un sueño húmedo dónde ella le complacía sexualmente mientras él le daba ordenes a través de un extraño dispositivo. Charly se movía incluso durmiendo, quemaba más calorias tirado en la cama que cualquier persona normal durante una mañana en el gimnasio.
El más gordo soñaba con Adolfo y sus secuazes, un sueño donde él salvava a la escuela de la tieranía de esos descerebrados fascistas. De repente SIREN X2 se encendió. La imagen holográfica con la cara de la Doctora Serrano se quedó mirando al muchacho durante unos largos minutos. Entonces empezó a hablar.

Emiliano se levantó de la cama y encendió el ordenador. Seguía con los ojos cerrados y la babilla callendo por la comisura de sus labios. Se acercó a la mesita y giró el dispositivo, enfocandolo hacía lel escritorio. Se sentó en su silla ‘gamer’ y abrió el navegador. Dos pestañas.
En una, entró en la página web del Ministerio de Defensa de los Estados Unidos. En la otra, la de Juno Systems. Tecleaba rápido, sin mirar, sin pensar. En la pantalla de su ordenador notificaciones de ‘Archivo Eliminado’ aparecían una y otra vez.

En la habitación de un hotel, no muy lejos del pueblo. Un hombre con solo una mano trabajaba para combatír la incapacidad de conciliar el sueño. No tardó mucho en percatarse de lo que estaba sucediendo. Agarró el telefóno sin pensarlo ni un momento y llamó.
A varios kilometros de distancia, una mujer contestó. Su marido que dormía al otro lado de la cama, le preguntó quien llamaba a esas horas.
  • Tienes que venir cuanto antes… ha empezado a… - dijo la voz masculina con tono lúgubre y lleno de preocupación - Será mejor que vengas. No me fío de quien pueda estar escuchando.
  • Dónde? - contestó ella con las pulsaciones a mil.
  • Dónde habita una diosa en una cueva!

Continuará…
 
Última edición:
Con lo que me gusta a mí kas pelis de ciencia ficción, suspense o intriga, este relato me está encantando.
Esto se está poniendo cada vez más interesante y supongo que ahora Lowa y Alba irán a buscar quien tiene el dispositivo del proyecto Syren.
 
Seguimos con la historia gente! Espero que lo estéis disfrutando. Aquí os dejo un nuevo capítulo de…

PROJECT S.I.R.E.N
Capítutlo 4 - Segundas partes


Dice el refrán que ‘Segundas partes, nunca fueron buenas’ y estoy completamente de acuerdo. Exceptuando, quizás, la segunda parte de ‘El Padrino’ aunque, pensándolo mejor, lo que no se cumplió en la segunda, sí se cumplió en la tercera.
Creo que dónde fuiste feliz, es mejor no volver jamás. Guardatelo, en tu interior. Como un bonito recuerdo. Sé que lo echas de menos, yo también. Pero si vuelves, estarás comentiendo un error.
Te lo digo por experiencia. Aunque, por otro lado, es muy fácil hablar por experiencia, lo difícil es hacerlo por convicción.

“He cumplido mi promesa. Pero no puedo hacerlo solo. Si quieres hablar, ven al Puente de San Antón. Mañana. Medianoche. — N.”

Encerrada en el cuarto de baño, Alba sostenía la nota entre sus manos. Era la octava vez que la leía. Y desde la primera, sabía muy bien quien la había escrito. Se miró al espejo y dejó de sonreir. Mientras la doblava con delicadeza y se la guardaba de nuevo en el bolsillo de su pantalón. Fuera, en el pasillo, escuchaba los gritos de su marido y las risas de sus dos hijos. Era la hora de ir a dormir y como siempre, había follón en casa.

“El monstruo come niños, tiene hambreeeee!”
“No Aitaaaaa jajaajajjaa”
“Que viene el monstruooooo, correeeeed!”

Alba carraspeó y se miró los dientes. Estaban perfectos. Se cogió el pelo y se hizo una coleta.
Giró la cabeza hacía ambos lados. “Naaah! Mejor suelto”
Cogió el pintalabios rojo carmín y lo deslizó con firmeza sobre su labio superior.

‘Toc - Toc - Toc - Toc’
“Amaaaaa! Saaaaaal! Correeeee! El Monstruo… Aaaaaaaaaah!”
“Ven aquí niñita, yo tener hambreeee!”
  • No corraís descalzos que os podéis hacer dañoooo! - gritó a través de la puerta cerrada - Andoni metelos en la cama anda! Que ya es muy tarde!
La doctora se miró otra vez al espejo. La sombra de sus ojos, sus labios pintados, el perfume enbriagador, las bragas que llevaba puestas. “Que coño estoy haciendo?”, pensó. Abrió el grifo y dejó correr el agua. Cogió una toallita y eliminió cualquier rastro de infidelidad de su rostro.

Bilbao estava tranquilo aquella noche de verano. Hacía calor, pero al estilo vasco. Alba andaba por la calle con unos tejanos viejos y una sudadera de entretiempo. Lo menos sensual que había encontrado en su armario. Nada que ver con la ropa que había pensado llevar en el primer momento. Salió de casa poniendo una escusa, supongo que todos lo habreís intuido. Y se dirigía con paso firme y nervioso hacía el puente de San Antón.

Sus ojos miraban por dónde pisaba pero su mente no estaba ahí. Estaba muy lejos, tanto en el tiempo como en el espacio. Era feliz, no necesitaba repetirselo ni autoconvencerse. Lo era.
Tenía un marido que era amigo y compañero de viaje al mismo tiempo. Y dos hijos a los que amaba con locura como equipaje. Pero jamás pudo olvidar Iowa. Ni al Estado, ni al agente.

Puede amar un corazón a dos personas a la vez? No lo sé. Ni Alba tampoco.
Precisamente eso es lo que pensaba cuando llegó al extremo oriental del puente.
La noche era cerrada, calmada, silenciosa. Guardaba secretos. Los gatos salían a investigar llenos de curiosidad, los borrachos volvían a casa zigzageando, los amantes se encontraban de nuevo.

Keller se miró frente al espejo del cuarto de baño de su hotel. Aséptico, inpersonal.
Su torso desnudo parecía no concordar con su rostro. Acarició su densa barba, más cerca de ser un nido para pájaros que bello facial, y se quitó aquella desteñida y maloliente gorra de su cabeza. Seguía en forma a pesar de los años, atlético y fuerte. Pero su cara era el vivo reflejo de lo que había sufrido. Como si fuera un álbum, donde cada cicatriz y cada arruga le recordasen todas y cada una de las vicisitudes que había tenido que sufrir.

El uso prologando de SIREN X2 durante sus años de servicio, le habían pasado factura. Su memoría estaba fracturada en mil pedazos. Llena de lagunas, llena de preguntas.
Cogió su cuchillo de combate y empezó a afeitarse, el bello caía sobre el lavamanos como si se tratara de un cazador desplumando un ave que acababa de apresar. Al terminar comprobó el resultado, parecía otra persona, alguien que fué y del que apenas podía recordar nada.
No había cortes, ni heridas. Sus manos seguían siendo precisas, su pulso quirúrgico.

Antes de salir a la calle, asomó la cabeza mirando hacía ambos lados. Contando hasta diez a la izquierda y diez segundos más a la derecha. Los hábitos de un fugitivo, la condena de una traición. Sujetaba el maletín en su mano izquierda, las esposas alrrededor de su muñeca casi inperceptibles. Andaba a paso rápido, sin vacilar. Sus ojos abiertos, observandolo todo, sin perder detalle. Llegó al extremo occidental del puente y se detuvo. La noche era cerrada, calmada y silenciosa. Guardaba secretos.

El agua de la ría brillaba con los reflejos de la luna. Y está vez ella lo esperaba a él.
Alba estaba allí, apoyada en la barandilla del puente, envuelta en una sudadera gris y desgastada, el rostro serio. Keller se acercó despacio. No se veían desde hacía años. Demasiados años.
  • Sabía que vendrías… - dijo él.
Alba no respondió de inmediato. Sus ojos se quedaron fijos en el agua.
  • Has cambiado - añadió Keller - Pero no lo suficiente para que no te reconociera.
Ella suspiró. Evitando mirarlo a la cara.
  • No tengo nada que ver ya con SIREN, Nathaniel. Tengo una familia. Una vida.
  • Por eso mismo tú eres la única que puede destruirlo. Si me atrapan a mí, lo activarán… totalmente. Y no quedará nadie que pueda detenerlos. Además, tú la creaste. Solo tú sabes como destruirla.
Alba se giró y lo contempló durante unos segundos que parecieron una eternidad. Estava más viejo, ambos lo estaban. Pero seguía siendo él. El mismo chico del que se enamoró aquella lejana noche de invierno en el ‘Rusty Nails’.
  • Has venido desde tan lejos solo para deshacerte de ella y pasarle el muerto a otro? - dijo señalando el maletín.
  • No es justo…
  • Y qué lo es Nate? Han pasado…
  • 19 años, 11 meses y 14 días…
La doctora lo miró entristecida, casi con lástima. Hasta ese momento no había reflexionado sobre lo que había tenido que sufrir Keller. Ella en cambio, había reecho su vida, lo había dejado todo atrás. Lo había olvidado.
  • No puedo… - Alba volvió a girarse. El Nervión bajaba rápido y constante, sin haberse detenido ni un instante durante muchos siglos - No puedo Nate… no puedo poner en peligro a mis hijos y a mi marido, lo entiendes?
Keller se apoyó en la barandilla, junto a ella. Y se encendió un cigarro.
  • Ahora fumas? - preguntó Alba extrañada.
  • El peligro de enfermar de cancer no es el mayor de mis problemas, creeme…
Alba sonrió. Aunque las palabras del ex agente no pretendían ser graciosas.
  • Parecen buenos chicos… - siguió diciendo Keller.
  • Quien?
  • Iowa y Nate… tus hijos - Keller la miró tras el humo de su cigarro.
  • Así que has estado investigandome… ya veo…
  • Deformación profesional, doctora. Igual que tu preocupación por mi adicción…
Él observó el cigarro entre sus dedos. Ella sintió algo dentro suyo, que llevaba dormido mucho tiempo.
  • Sí, les puse esos nombres… por tí.
  • Yo, en cambio… borré el mío por tí!
Antes de que Alba pudiera contestarle, tres siluetas emergieron de la penumbra de las arcadas del puente. Armados. Silenciosos. Ojos de depredadores.
  • ¡Corre! - gritó Keller lanzando el pitillo al río y empujando a Alba hacia el otro lado.
Ella se tambaleó y una bala pasó silbando entre ellos, muy cerca. Keller saltó por la barandilla sin pensarlo, justo cuando los mercenarios abrían fuego. Cayó en picado y… milagrosamente aterrizó sobre la lona de un pequeño barco de recreo que avanzaba por la ría.
Los turistas a bordo gritaron. Keller rodó, se incorporó a trompicones y se lanzó al muelle más cercano, pistola en mano, el seguro quitado. Subió una cuesta a la carrera, desapareciendo entre callejones oscuros de Bilbao La Vieja. Detrás, el caos. Los gritos. Alba llamándolo.

Horas después. A las afueras de Bilbao…

Keller, empapado y herido, llegó cojeando a una zona industrial abandonada. Allí había un apeadero. Viejo, olvidado. Se escondió, como llevaba años haciendolo e intentó descansar entre las penumbras, sobre el suelo húmedo. De repente, un ruído lo despertó. Y automáticamente su dedo acarició el gatillo. Era de día. Miró su reloj. Había dormido demasiado tiempo. El peor error que podía cometer un fugitivo. Contuvo el aire y cerró los ojos para escuchar mejor.

Tres voces. Dos hombres y una mujer. Hablaban en inglés, casi susurrando. Aunque dos de ellos tenían accento, no eran americanos. Se escurrió entre una pila de palets y levantó la cabeza para observar. Los reconoció al instante. Los mismos lobos sanguinarios que llevaban años intenando darle caza.

Ronald “Bones” Becker, ex Navy SEAL. Elisa Kovačević, asesina a sueldo en los Balcanes y Luciern Varo, ex legionaro francés. Las naciones unidas de los mercenarios. Se oyó el silbido de un tren de mercancías que pasaba sin detenerse. Nate lo vió acercarse.
Los lobos estaban cada vez más cerca, cubrían la entrada al apeadero. Keller se tocó la rodilla hinchada. Seguía sientiendo ese dolor intenso, pero no había otra salida. Así que, midió la distancia y respiró hondo.

Saltó y cayó sobre el último de los vagones cubiertos. Mientras las balas cortaban el aire. Rodó sobre la superficie metálica. La locomotora lo arrastró unos metros y Nate se agarró con fuerzas al extremo del contenedor. El maletín golpeando contra el acero, sus manos a punto de ceder, bajo sus piés el traqueteo constante y el suelo pasando a gran velocidad. El tren se dirigía hacia el este, adentrándose en los bosques vascos, frondosos y misteriosos.

Viajaba hacia los montes. Hacia el interior.

Alba no pudo dormir. Ya había salido el sol hacía tiempo y seguía sentada en la cama, mirando el móvil angustiada que reposaba silencioso sobre la mesita de noche. Con la misma ropa de ayer esperaba una llamada que parecía no iba a llegar nunca.

Al atardecer, el agente tiritaba del frió, oculto entre dos vagones. Cansado de huir.
De repente se puso en guardía. Dos motos de Trial, aparecieron de la nada junto a las vías.
El Marine iba solo en el lado izquierdo, el francés llevaba de paquete a la tiradora croata, en el derecho.

Keller dió un pequeño salto sobre el enganche y se cubrió contra el vagón de atrás. Desenfundó y quito el seguro de su arma. La croata, de pié sobre la moto a toda velocidad apuntaba con la sobriedad y precisión de una tiradora experta. Pero el de Iowa tenía ventaja. Calculó el tiempo que ella tardaba entre disparo y disparo. Y cuando fué el momento preciso, disparó con su revolver directamente a la rueda delantera de la moto. Los dos mercenarios salieron despedidos por el aire y cayeron con brutalidad sobre la gravilla, rodando varios metros. El ex agente, ahora fugitivo y el más buscado en su país natal, se movió con rapidez al lado izquierdo del vagón. Asomó la cabeza un segundo, el marine no estaba. Pero escuchó el ruido de sus pasos sobre el techo metálico del contenedor.

El tren cruzó el cartel que indicaba que estaban entrando en el pueblo minero de Aretxondo.
A lo lejos: viejas chimeneas, casas de piedra y la silueta de la antigua mina.

Justó allí, Iowa perdió una mano.

Alba tardó tres coma dos nanosegundos en responder a la llamada.
Llevaba más de 24 horas sin dormir. Era de noche. No había comido nada en todo el día.
  • Doctora. Soy Keller.
  • Estás bien? Y el maletín?
  • Sí… lo he encontrado. Pero tenemos un ‘pequeño’ problema.
  • Dónde estás?
  • Un pueblo minero, cerca de un río de montaña. Al fondo veo una cumbre escarpada, llena de niebla… piedra caliza quizás… no lo sé exactamente.
  • Está bien, asegurate de dónde estás y llamame, a la hora que sea. Busca un sitio dónde pasar la noche. Nos vemos mañana…
  • De acuerdo… Te…
Keller se calló antes de terminar la frase. No lo hizo a proposito. Tan solo le salió de forma natural. Llevaban muchos años sin verse, pero el seguía sintiendo que la quería. Se hizo un silencio incomodo. Hasta que Alba decidió terminar la conversación.

- Nos vemos mañana. Ten cuidado.

Al día siguiente… La sinuosa carretera atravesaba un denso bosque, lleno de misterio y misticismo. Aretxondo se alzaba encajado entre las faldas del Anboto y el paso del Ibaizabal. Sus minas, hoy dormidas, horadaban la roca desde tiempos remotos, cuando los romanos aún comerciaban con el hierro vasco.

Alba conducía seria y en silencio. No había música que pudiera acompañarla en ese momento.
Se estaba acercando, podía ver la cumbre de la montaña. Donde según la tradición, Mari, la diosa madre de la tierra, habitaba en una de sus cuevas. Se dice que traía tormentas, castigaba las mentiras y premiaba la justicia. Como Alba, la diosa era un símbolo de poder femenino y naturaleza indomable.

Miró la cumbre escarpada llena de niebla, imponente y solitaria, reinando sobre aquel pueblo de tercos y aguerridos vascos. Rezando porque Mari no castigara sus mentiras. No debía sufrir, de momento. Porque aquella misma mañana, aunque no fuera sincera con su marido, tampoco lo mintió.
  • No puedo decirte dónde voy, ni tampoco por cuanto tiempo. Algo de mi pasado ha vuelto y debo solucionarlo urgentemente.
  • Ese pasado camina a dos patas y respira? - preguntó el marido con media sonrisa, mientras preparaba el desayuno para sus dos hijos.
  • Si… pero forma parte del pasado. No tienes de que preocuparte.
  • Confió en tí Alba! Solo llama de vez en cuando para saber que todo va bien.
  • No te preocupes ‘Ando’… llamaré! Y despidete de los niños por mí. Quieres?
  • Así lo haré. Te quiero!
  • No más que yo a tí!
Un beso de despedida. Uno se queda, viendola partir. Otra se vá, sin mirar atrás.
Alba aparcó el coche cerca de la plaza principal del pueblo. El viejo roble, lucía fuerte y recto.
Cuantas cosas habría visto aquel árbol? Cuantas historias podría contar?
  • Estás bien? - preguntó Keller acercandose por la espalda.
  • Si… solamente preocupada… Tú estás bien? Dónde está SIREN?
  • Lo tiene un chico… - dijo Keller contemplando el árbol - Lo he estado siguiendo. Se dónde vive y por dónde se mueve…
  • Un chico? Como ha llegado el puto maletín a sus manos? Y porqué no se lo has quitado aún?
  • No puedo hacer eso Alba!
Al contestar Keller gesticuló con ambos brazos y ella se dió cuenta.
  • Pero que te ha pasado? Tu mano!
  • No es nada! Gajes del oficio…
  • Has ido a un médi… perdón… olvidaba que no…
  • Ya! - Keller se encendió un cigarro - no te preocupes, estoy acostumbrado. Ni hospitales, ni casa, ni familia… no para mí.
Alba agachó la cabeza. No podía dejar de sentirse culpable. Por qué no escaparon los dos juntos a Bilbao? Por qué tubo que despedirse de él en aquel aeropuerto de Iowa?
  • Ven… vayamos a un sitio más discreto y te lo contaré todo. SIREN no es como tú la recuerdas, es… peligrosa. Está empezando a tomar sus propias decisiones!
  • Cómo que decisiones? Eso es imposible!
  • Aquí no… vamos! Sígueme!
Alba dejó que Keller la cogiera de la cintura y empezaron a andar. Pensó que el espía era él y que eso debía formar parte de su estrategía para pasar desapercibidos. Así que también lo agarró de la cintura. Mientras él andaba observandolo todo y fumando compulsivamente, ella no podía quitarle los ojos de encima.

El tiempo le había sentado bien. Había envejecido como un buen vino. Su gabardina negra le daba un toque misterioso. Su boina pegada a la cabeza, le recordaba a Tommy Shelby de los ‘Peaky Blinders’, su barba incipiente y las cicratizes de la cara le daban un toque duro y sensual.
Se dejó llevar.

Giraron hacía la izquierda y bajaron por una calle estrecha y sufrida. Con casas bajas de piedra cubiertas de musgo. Al final de la calle apareció un coche patrulla, girando la esquina.

Keller empujó a Alba contra la pared, se acercó demasiado a ella y apoyó la palma de su mano contra el musgo. Tapando su cara y protegiendola a ella al mismo tiempo. El fugitivo pensaba en opciones, por donde escapar, desde donde cubrirse. La doctora solo recordaba aquella noche en los baños del ‘Rusty Nails’.

Dejaron que la policía pasara de largo. Y siguieron bajando la calle. Keller con la mirada fija hacía atrás. La de ella, fija en los labios de él. Entraron en un coche, viejo y corroido por el óxido.
Alba cerró la puerta y empezó a atarse el cinturón mientras Keller, sin cerrar su puerta, abría la guantera.
  • Perdona… - dijo él muy serio cuando le rozó el muslo sin querer.
  • Tranquilo! - sonrió ella.
Dentro de la guantera habían varias matriculas. Todas de Bilbao. De las antiguas. Cuando España aún no formaba parte de la uníon europea. Las tenía a pares. Cogió dos, no al azar, sinó cuidadosamente seleccionadas y un tornavís electrico. Rapidamente las cambió, sin dejar de mirar hacía todos lados y devolvió las viejas a la guantera.
  • No recordaba que fueras tan metódico! - sonrió ella.
  • Ya… han cambiado muchas cosas desde que te fuiste de Iowa, Alba!
  • Espero que los cambios sean para bien… - dijo ella mirando por la ventanilla, dejando de sonreir.
  • Nunca son para bien! Creeme!
Keller arrancó el coche y se pusieron en marcha. Viajaron en silencio. Sin decirse nada. Alba admiraba la capacidad para conducir con una sola mano del agente. Keller solamente estaba preocupado en que nadie les estuviera siguiendo.
Aparcó en una calle de una urbanicación cercana con casas a medio construir y apagó el motor.

Keller empezó a explicarle todo acerca de su vida, desde que ella se fuera. Pero al terminar no mostró ningún interes en preguntar por como le había ido a Alba. Ella agradeció que no preguntara, pues le resultaba incomodo hablar de ese tema.
  • Despúes de todo lo que te he contado, no vas a preguntar nada? - preguntó Keller - Dónde está aquella doctora tan curiosa que conocí años atrás?
  • No es eso Nate. Es que… estoy asimilandolo.
  • Entiendes almenos porqué no le he quitado el dispositivo al crío? No?
  • Sí… debemos evitar que...
  • Exacto!, ningún inocente debe morir, y menos a causa de nuestros errores.
  • Por qué no la destruiste en aquella misión?
  • Qué misión?
  • La que me acabas de contar… la de Chicago, cuando te distes cuenta que SIREN no recibía ordenes, sino que decidía por sí misma.
Keller se toco la cabeza. Los lapsus de memoria eran cada vez más constantes y dañinos.
Muchas mañanas, se levantaba sin saber donde estaba o dónde debía ir. Incluso en Iowa, cuando se escondía en las montañas, tuvo un ataque de pánico al no recordar ni quien era él mismo.
  • No pude…
  • Por qué?
  • No lo recuerdo bien, Alba!. Solo sé que no pude…
La doctora le puso la mano encima del hombro y empezó a acariciarlo. No podía llegar a imaginar lo mal que lo debía haber pasado. Tantos años trabajando con el proyecto parecían pasarle factura. Su mente era un puzzle sin terminar, al cúal le faltaban demasiadas piezas. Su rostro era el vivo recuerdo de su sufrimiento, desgastado, herido, lleno de cicatrizes.
  • Es él… - dijo Keller de repente con un movimiento de cabeza.
Alba miró a través del parabrisas. En la distancia un chico con sobrepeso salió de su casa y se quedó apoyado sobre el muro exterior. Parecía esperar a alguien.
  • Lo seguimos o qué hacemos? - preguntó ella.
Keller se giró y la miró fijamente. Aquella mirada penetrante le hizo remover algo por dentro. Seguía siendo él, no había duda. Pero algo en su expresión, no sabía muy bien el qué, había cambiado, para siempre.
  • Alba… Vine a Bilbao porqué no tenía otra salida. Si te dejé esa nota es porqué estoy desesperado. No me mal interpretes. No quiero que sientas que eres el último plato. Jamás lo fuiste. Eso solo que…. No dejé de pensar en tí, ni un solo día desde que nos despedimos en Iowa. Ni SIREN fué capaz de arrebatarme tu recuerdo…
Ella lo miraba fijamente, con un nudo en la garganta. No podía dejar de pensar en su marido mientras un viejo y olvidado sentimiento de amor, volvía a resurgir en su interior furioso y desvocado.
  • Pero… - siguió diciendo Keller - que podía hacer? No sé cuantas veces intenté destruirla… solo sé que fueron muchas, muchíssimas veces. Y siempre terminaba de la misma forma. Me despertaba, mareado, sin saber dónde estaba, sin saber a dónde iba, sin recordar quien era.
  • Y creíste que yo sí podría detenerla?
  • No lo sé! Pero eres la única persona en quien puedo confiar. La única que me queda en todo el mundo.
Alba le acarició la mejilla cariñosamente, y se acercó a sus labios sin meditarlo. Enseguida supo que fué mala idea. El agente llevaba demasiados años sin sentir el calor de una mujer. Su vida de fugitivo lo habían convertido en un salvaje, alguien que actuaba casi por instintos. Ella le besaba con amor, con cierta nostálgia. Quería saber si aquella llama seguía encendida. Él, en cambio, le mordía los labios, le sujetaba con fuerza las mejillas, le manoseaba los pechos, buscaba su entrepierna.

‘Toc - Toc - Toc’
Alba miró hacía la ventanilla del conductor. Keller se giró rapidamente con su única mano sujetando la culata de su arma.

“Iros a un motel! Marranoooos”
“Jajajajaja”

Aquel chico delgado y nervioso sonrió y siguió andando a toda prisa. Empujaba a gran velocidad a otro adolescente en silla de ruedas, que aunque los dos amantes, no pudieran notarlo, olía aún muy fuertemente a estiercol.

“No sois un poquito coches para daros los mayores dentro del lote? ¡Que hay niños, por favoooor!"

Un tercer chaval pasó sonriendo y negando con la cabeza. Burlandose de ellos, sacandoles la lengua. Keller reconocío a dos de los tres, al saco de huesos y al inválido. Al disléxico era la primera vez que lo véia. Se llamaba Aitor. Aunque todos lo llamaban “Barajas” porqué mezclaba las letras como si fueran cartas. Pero… ya lo conoceremos más adelante.
  • Niños… - Alba sonreía por la impertinencia de aquellos chavales, hasta que dijo esa palabra. Recordó a sus dos hijos y a su marido. Se separó inmediatamente de Keller.
  • Son los amigos de Emi… - dijo él poniendo de nuevo el seguro de su arma.
  • Quien es Emi?
  • El gordito, al que están saludando ahora mismo.
  • Parecen majos…
Los chicos empezaron a andar, armando jaleo, entre risas y empujones. Así que Iowa fué lo más directo posible con su antiguo amor.
  • Alba! - dijo secamente abriendo la puerta del coche con su única mano - Sé que todo esto no es nada fácil para tí. Aparezco de sorpresa, despúes de muchos años. Entro de repente en tu vida, sin avisar. Y te pido…
  • Que lo deje todo por tí… - dijo ella con una mueca en los labios.
  • No… no es eso. No voy a obligarte... me oyes? Si me dices que no quieres o no puedes, me iré. Desapareceré para siempre, te lo prometo. Pero si decides ayudarme…
  • Te ayudaré!
  • Alba…
  • He dicho que te ayudaré! Estamos?
  • Alba! Será peligroso… Puede que nos maten…
  • Lo sé…
  • Y tus hijos?
  • Son fuertes! Cómo su madre… lo superarán!
  • Y tu marido?
  • Eso no es asunto tuyo Nate! Vamos! Que los perdemos…
Alba salió del coche y cerró la puerta con determinación. Como diría ‘Barajas’, “se cubrió la capucha con la cabeza de su sudadera”. Y empezó a andar. Keller la miró por un instante y una leve sonrisa apareció en su rostro, de repente, despúes de mucho tiempo, sin avisar.
  • La han usado ya? - preguntó ella mientras los dos andaban, manteniendo cierta distancia con la cuadrilla de chicos.
  • Sí, cuatro veces en realidad… La primera fué más un accidente que otra cosa, la segunda Emi… - Keller se dió cuenta que su antigua amante podía ser muy buena en muchos campos, pero memorizar nombres no entraba dentro del saco.
  • Quien es Emi de los cuatro?
  • A ver… Emiliano es el gordito, el que discute con el delgado, que se llama Charly. El de la silla de ruedas es Ramón y al otro es la primera vez que lo veo.
  • Mmmm… vale! - dijo no muy convencida.
  • Como te decía, la primera vez Emi no fué consciente de que SIREN estaba manipulando a esa chica…
  • Qué chica?
  • Ari… pero ya te cuento eso luego. La segunda vez, pasó exactamente lo mismo. Pero en la tercera… digamos que se dió cuenta de lo que sucedía. Y la cuarta vez….
  • Qué pasó la cuarta? - Alba miró a Keller, se había sonrojado. Cosa extraña en él.
  • Bueno… ya te lo puedes imaginar lo que harían unos chavales en plena pubertad con un poder semejante entre sus manos…
  • Alguna trastada? Alguna travesura?… Robaron algo?
  • No Alba! - rió Keller - Ya sabes… hormonas revolucionadas…
  • Madre del amor hermoso… lo dices en serio?
  • Si…
  • Y la chica? Está bien?
  • Es la prima de Charly… - Keller volvió a mirar la expresión de rosa y sonrió otra vez - el delgado que empuja la silla de ruedas…
  • Sí, sí, ya lo sé…
  • A la chica no le pasó nada… a parte de lo que pasa siempre. Mareos y una laguna mental.
  • Yo no diría exactamente que no le pasó nada, Nate. Es una violación en toda regla.
  • Ya… entiendo lo que dices. Pero… Técnicamente no lo fué… Aquella chica quería hacer eso, recuerda que SIREN no te obliga a hacerlo, te hace creer que la idea ha sido tuya…
  • Sé muy bien lo que hace SIREN, yo la diseñé. Y no… no estoy de acuerdo con lo que dices. Hay que pararlos antes de que se les vaya de las manos.
  • Precisamente ahí está el problema… ayer por la noche SIREN empezó a controlar a Emi…
  • Cómo lo sabes?
  • Puse cámaras en su habitación…
  • En serio te colaste en la habitación de…
Keller la miró con condescendencia y la cortó. Pues claro que lo había hecho. Era su maldito trabajo. Para lo que había sido entrenado desde que tenía 18 años.
  • Pues claro que lo hize… hay que controlarla en todo momento. Hay que hacer lo que haga falta… sin moral, sin ética. Si estás en esto conmigo, debes empezar a…
  • Está bien, está bien… y que hizo?
  • Está borrando sus hueyas. Eliminado archivos. Cualquiera que hable sobre ella…
  • Intenta desaparecer?
  • Exacto!
  • Por qué?
  • No lo sé aún. Aunque tengo ciertas sospechas…
Alba observó como él se encendía un cigarro. No aprobaba para nada que fumase, para ella fumar era un acto suicida y sádico, al hacerlo decídias matarte lentamente. Pero debía reconocer que a Keller le sentaba bien. Le daba un toque sensual y misterioso. Como de tipo duro.
  • Entonces… no nos podemos acercar a SIREN…
  • Correcto!
  • No podemos quitarle el dispositivo a…
  • Emi… Correcto!
  • Y el maletín? - a Alba se le iluminó la cara - Claroooo! El maletín tiene un sistema de bloqueo incorporado. Si la volvemos a poner dentro, eso anularía la red. La desconectaría. Eso podría detenerla…
  • No lo tengo…
  • Cómo que no lo tienes? Entonces quien…
  • ‘Bones’ se lo llevó.
  • Quien es ‘Bones’?
  • Tengo que contarte tantas cosas aún… - suspiró Keller sacando una bocanada de humo inmesa por la boca.
Justo despúes de que el ex Navi SEAL le cortara la mano con un solo movimiento de cuchillo y el maletín callera rodando por las vías. Iowa ya no era importante, ya no era el objetivo. ‘Bones’ se dispuso a saltar del tren en marcha, pero el ex agente se lo impidió con todas sus fuerzas. Siguieron forcejeando y peleandose durante varios kilometros más, hasta que al final, la perdida de sangre y el agotamiento de Nate lo hicieron tambalearse y caer del tren.

Pero mientras perdía el equilibrio, agarró al mercenario de su chalecho balístico y se lo llevó con él. La caída fue mala, su cabeza golpeó con fuerza contra el suelo, dejándolo fuera de combate y dos costillas rotas.
Cuando recuperó el conocimiento despúes del duro golpe, no había rastro de su perseguidor. A duras penas pudo ponerse en pié y con un dolor indescriptible en el costado derecho de su abdomen, volvió cogeando hacía atrás, en busca del maletín. Era de noche cuando vió, desde la penumbra del bosque como aquel chico se llevaba a SIREN.

Cuando se acercó a recuperar el malétin vacío y se agachó enfrente de él. Escuchó un ‘Click’ detrás de su oreja y sintió el frío cañon sobre su cabeza.
  • Drop it! I won't say it again. Now hand it over... your weapon too. Good job, Agent Iowa.
  • You're not gonna kill me? - dijo con media sonrisa Keller con una mano y un muñon levantado.
  • I already have what I need. And believe it or not... I'd never kill a fellow countryman.
  • Hard to believe… especially after spending over six years dodging your bullets.
  • If I’d wanted you dead, we wouldn’t be having this conversation. Trust me. I had plenty of chances.
Keller y ‘Bones’ sonrieron ambos con cierta burla amistosa. Tantos años jugando al gato y al ratón habían acabado por crear un vinculo entre ellos dos. Como una tóxica y retorcida relación amorosa.
  • I think what’s really happening is… you’re getting sloppy, Ronald.
  • Maybe I am. Getting older makes me more empathetic, I guess.
El mercenario empezó a alejarse, sin dejar de apuntar al ex agente. Se sentía feliz y orgulloso por haber cumplido su misión. Pero al mismo tiempo, sabía que hecharía de menos a aquel hijo de puta escurridizo del Midwest.
  • Enjoy Spain, Agent Iowa - añadió soltando una carcajada antes de esfumarse dentro del bosque.
Keller sonrió. Su compatriota seguía siendo un auténtico Navy SEAL. De los pies a la cabeza. Demasiado recto como para desviarse de su misión. Demasiado estúpido como para no revisar el interior del maletín. Antes de entregarselo, a Nate le dió tiempo a cerrarlo. Sabía muy bien que ‘Bones’ no lo habriría en ningún momento. Pues no le habían dado esa orden. Su misión era recuperar el maletín, lo que hubiera dentro, le daba absolutamente igual.

Alba contemplaba al ex agente mientras le contaba aquella historia. Aquel mundo de espionaje, traiciones y secretismo siempre le había atraido. Siempre le había parecido emocionante. Y ahora, que por fin estaba dentro, viviendolo en sus propias carnes, no podía evitar sentirse superada por la situación.
  • Que hay de los otros dos? La croata y el francés…
  • No creo que sobrevivieran a la caída… aunque, si lo hicieron. No los volveremos a ver… puedes estar tranquila. Son mercenarios Alba. No buscarán venganza, pues no es un asunto personal. Tan solo aceptan una misión a cambio de dinero y no descansan hasta cumplirla.
  • Y cuando descubran que el maletín está vacío?
  • Bueno… - Keller miró su reloj en la muñeca sin mano, calculando el tiempo que tardarían los mercernarios en ir y luego volver de nuevo de los Estados Unidos - tenemos uno o dos días como mucho… antes de que vuelvan a por nosotros.
  • Y eso debe tranquiliarme? - rió nerviosamente la doctora.
  • Quizás no sea mucho para tí… lo entiendo. Pero para mí, es una jodida bendición! No sabes hasta que punto…
Los cuatro repudiados amigos llegaron a la casa a medio construir del día anterior. La pobre bici de Emiliano seguía ahí tirada, junto a una hormigonera, con las ruedas desinchadas. Keller pensó que ese debía ser su centro de operaciones o su guarida secreta. Esta vez no subieron al piso de arriba, por eso. Se quedaron abajo. Siempre lo hacían así cuando ‘Monra’ estaba presente.
  • Tenemos que oir de que hablan… Vamos! Ocultemonos detrás de esos arbustos.
Alba se agachó, imitando lo que Iowa hacía. Y empezó a seguirle. Rodearon la parcela en silencio y se quedaron ocultos detrás de unos densos matorrales. Abriendo bien los oídos.
  • Nos estás... emil... emiliando, Vacilano? ¿Cómo vas a controlar, no. A doper... a poder controlar la... la persona de la mente. Digo, la mente de la persona... con ese chacarro espútido ese...?
  • No lo sé Aitor… no tengo ni idea de como cojones funciona… pero funciona!
  • Doy fe! - sonrió Charly mirando a su mejor amigo.
Los cuatro chicos estaban sentados, uno frente del otro, ocultos tras palets de sacos de cemento y vigas de metal corroído por la lluvia. En medio había una pequeña fogata con restos de brasas apagadas. Alrrededor, bolsas de patatas medio vacías, latas de refresco chafadas y algunas revistas pornográficas viejas y encartonadas. Habían acomodado tres sillones de la calle, roñosos y bastante desvencijados. No había duda, aquella casa a medio construir era su guarida secreta.
  • Haznos una modestración, venga! Re… Re… Requemos ver si es der…dervad lo que ci…cides…
  • Vale! Me parece bien… - contestó Emi sacandose a SIREN X2 del bolsillo - Pero… necesitaré un voluntario…
  • Por qué me miráis a mí? No, no, no… ni de coña - dijo Ramón cabreado - me niego… que aún huelo a mierda de cerdo… paso!
  • Venga Mon…Monra. Es lo…loso para ver si Funco… co… Funcoina!
  • No te pasará nada tranquilo! - sonrió Emi mientras les indicaba a los demás que se apartaran.
  • Que no joder! Probadlo con ‘Barajas’ a mí dejadme en paz!
  • Eh eh! Pesreta! Sin intul…tul… intulsar vale?
Justo cuando Emi apuntó a Ramón diciendo ‘Estate Quieto’, el comandante en jefe de las húestes de los elfos oscuros, agarró al disléxico por el brazo y lo metió en medio de la frecuencia. ‘Barajas’ se quedó quieto, con la mirada inexpresiva. Mientras Charly sacaba su móvil para documentar lo que sucedía.
  • Madre mía! - susurró Alba detrás de los arbustos - La usan como si fuera un juguete.
  • Son críos Alba! Que esperabas… - contestó Keller mientras observaba a los chavales reir a carcajadas, mientras el disléxico se comportaba como un símio.
  • Debemos pararlos! Es peligroso…
Iowa la cojío del brazo antes de que ella pudiera detenerlos. La empujó contra él y con el propio impulso, dió un paso en falso y se desequilibró. Los dos calleron rodando por la pendiente, acabando cerca de las vías del tren.
  • Estás bien? Te has hecho daño? - preguntó Keller con la respiración entrecortada, encima de ella.
Alba no podía dejar de reir. Le entró un ataque de risa incontrolable a causa de la estúpida y cómica situación. Él la contempló durante unos segundos, sonriendo. Seguía siendo hermosa. Detrás de sus arrugas y su cambio de ‘look’, seguía estando aquella muchacha jóven y llena de preguntas de la que se enamoró, hacía ya, mucho tiempo atrás. Las risas cesaron lentamente y una tensión sexual florecía de nuevo, descontrolada, irreflenable.
  • Para… Nate… para porfavor - le suplicaba Alba mientras no podía parar de besarlo y agarrarlo del pelo por detrás de la nuca.
Keller no paraba. Escuchaba sus palabras decir que no, y su cuerpo hacer lo contrario.
Alba lo empujó y salió de debajo de él. Se limpiaba la ropa, llena de arena y tierra con expresión molesta.
  • Lo siento… - dijo Keller levantandose con dificultad del suelo - no pretendía…
  • Da igual! No pasa nada… ha sido culpa mía!
  • No… yo. No… no debería haber vuelto.
  • Un poco tarde para decir eso… no crees? Anda vamos!
Alba lo ayudó a ponerse en pié. Al ponerle las manos alrrededor de las costillas, notó como una mueca de dolor se dibujaba en su cara.
  • Deberíamos volver a subir…
  • No, Nate! Lo que deberíamos es curarte esas heridas… estás hecho una calamidad. Tienes algún sitio donde poder… descansar?
  • Tengo una habitación alquilada en un hostal. A las afueras del pueblo.
  • Es seguro?
  • Sí… di una identidad falsa. No habrá problema.
  • Pues vamos! Yo conduciré, tú intenta descansar un poco.
Mientras los dos antiguos amantes viajaban camino al hostal y mientras ‘Barajas’, aún mareado, miraba el video que Charly había grabado sin poder dar credito. Muy lejos, a centenares de kilometros, una mujer contemplaba el ‘downton’ desde la planta decimo octava de un rascacilos. Complacida y con una gran sonrisa en la cara. Lucía Varela, jefa de innovación de Juno Systems, agitaba su Dry Martini lentamente. Creyendo que SIREN X2 volvía a casa, por fin.
  • Ya te vas? - dijo ella sin dejar de mirar la ciudad dormida.
  • Ya sabes como se pone mi mujer si no vuelvo pronto.
  • Está bien!… y por cierto Marcus - se giró al decir el nombre del coronel - Felicidades!
El coronel se acercó, la garró de la cintura y sonrió. Los dos se quedaron unos segundos en silencio. La ambición ardía en sus ojos, desatada, casi lujuriosa.
  • Vamos a controlar el mundo! - susurró él.
  • Tú y yo! - contestó ella.
  • Los dos juntos!
  • Lo dominaremos todo!
  • Y a todos!
Continuará…
 
Esto está más interesante, como suelo decir, que una de las tandas de penaltis en alguna de las finales de Europa League jugadas y ganadas por mi equipo ( tanda que no me atrevo ni a ver del nerviosismo que tenía).
Me alegra que el amor entre Alba y Keller diga vivo y que hayan encontrado a Emiliano y el Siren X2.
Pero los enemigos acechan .
 
Por fin!!! Me puse al día...
A ver cómo se va desarrollando la historia, por cierto... Emiliano me recuerda a Guille con unos cuantos años menos. ¿Podría ser? Cuando leo sobre él, parece que veo a Guille.
 
Esto está más interesante, como suelo decir, que una de las tandas de penaltis en alguna de las finales de Europa League jugadas y ganadas por mi equipo ( tanda que no me atrevo ni a ver del nerviosismo que tenía).
Me alegra que el amor entre Alba y Keller diga vivo y que hayan encontrado a Emiliano y el Siren X2.
Pero los enemigos acechan .
No me gusta la relación de Keller con Alba después de lo que le hizo usando a Siren X2 (la maquinita a partir de ahora...). No le contó como la usó como si de una muñeca hinchable se tratara, como se comportó con ella, fue demasiado cerdo y, encima, tenerla como una chacha limpiando y sirviéndole... Qué haría ella si él se lo contara?
 
No me gusta la relación de Keller con Alba después de lo que le hizo usando a Siren X2 (la maquinita a partir de ahora...). No le contó como la usó como si de una muñeca hinchable se tratara, como se comportó con ella, fue demasiado cerdo y, encima, tenerla como una chacha limpiando y sirviéndole... Qué haría ella si él se lo contara?
No recuerdo esa parte.
 

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