Ron_Artest
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Buenas a todos. Este es mi segundo relato publicado. El primero lo terminé recientemente. Se llama COLEGAS DE PAJAS Y SUS ARDIENTES NOVIAS.
Para mi sengunda vez he querido decantarme por la Ciencia ficción. No os voy a hacer spoilers. No os preocupéis.
Supongo que os gustará si os van las historias de sexo, intrigas, traiciones, asesinatos y como dije antes, ciencia ficción.
Aunque no me guste pedirlo. Los comentarios son siempre bien recibidos. Pienso que debe existir un vínculo entre escritor y lector. Es beneficiosa para ambos.
Se que cometo faltas de ortografía. Estoy intentando mejorar en ello. Y por otro lado comentaros por último que no tengo ni idea de como va a acabar esta historia.
Mi forma de escribir se basa en la imporvisación. Pienso una idea, un personaje y tiro para adelante como un ciego dando palos al aire.
Lo bueno de eso? La historia acaba siendo una puta locura. Lo malo? Aún no lo sé, jajaja.
Nada más. Espero que disfruteís leyendo tanto como yo escribiendo. Sin más dilación os dejo con el primer capítulo de POJECT S.I.R.E.N.
PROJECT S.I.R.E.N
Capítulo 1 - Pobre Emiliano
“Oink! Oink! Grita cerdito, grita!”
“Eh chicos! Eh! Mirad! El puto gordo se ha meado en los pantalones, jajajaja”
“Diooos… pero como apestaaaaas! Que asco das joder!”
Emiliano se tapó la entrepierna mojada, avergonzado. El inponente puño de Adolfo lo sujetaba con fuerza del cuello de la camiseta y lo mantenía atrapado contra la pared del baño. Sus pies de puntillas, sus ojos llenos de terror, su corazón palpitando con fuerza.
Alrrededor del abusón, su comparsa de fascistas malhechores lo jaleaban para que siguiera ejerciendo su dominación sobre él.
De repente, se escuchó la campana de la escuela. Avisando que se habían terminado las clases por hoy. Pero no dijo nada acerca de que tambíen debían cesar el abuso de poder y la humillación pública.
“Adolfo! Por qué no le obligamos a quitarse la ropa meada?”
“Sí buena idea… y que se vaya a casa en pelotas jajajaja”
Adolfo escuchó a sus secuazes. Aunque los considerase una panda de idiotas descerebrados. Debía reconocer que tenían una mente muy creativa para hacer el mal. Como si estuvieran bendecidoa por un don especial.
Sabéis ese refrán que dice: ‘Dios aprieta, pero no ahoga’ Pues precisamente es lo que pensaron los matones cuando vieron el tamaño del pene del, ahora sí, afortunado Emiliano.
Era tan grande, tan perfecta. Que incluso el mismisimo Adolfo, el macho alfa del ‘Insti’, estuvo tentado por un momento de tocarla. Por supuesto, no lo hizo. Tenía una reputación que mantener.
“Cerditooooo! Oink! Oink!”
El pasillo central de la escuela que daba acceso a la puerta de entrada, estaba repleto de adolescentes llenos de energía y vitalidad. Andaban como locos, gritaban, se empujaban. El motivo? Estaba claro. Era viernes, la campana había sonado y la puerta al final del pasillo ahora era de salida. Por fin.
La puerta del baño de chicos se abrió de par en par dando un estruendoso golpe contra los azulejos. De su interior salieron risas malvadas y un fuerte olor a tabaco. Detrás, Emiliano salió repentinamente obligado por un fuerte empujón. Desnudo de cintura para abajo. Con sus manos intentando tapar su formidable miembro y la ropa meada dentro de su mochila de ‘The Punisher’. Recorrió el pasillo de la verguenza.
“Corre Cerditooooo! Jajajaja”
“Vuelve con el idiota de tu padre… Oink Oink’
El tutor de Tercero B. Agarró por las orejas a Francisco y a Benito, que no podían dejar de reirse viendo como botaba el culo gordo del pobre Emiliano. Y se los llevó directos al despacho del Director. Adolfo como siempre salió ileso. Parecía como si alguien desde el cielo lo protegiera. Haciendo que la fortuna le sonriera por siempre.
Emiliano corrió entre una multitud de chicos y chicas que le señalaban con el dedo y se reían de él. No derramó ni una lágrima por eso. Estaba tan acostumbrado a vivir bajo el yugo de la opresión que había acabado por parecerle normal.
Cuando llegaron a la parada del autobús, esperaron sentandos y en silencio debajo de la marquesina. Aquella tarde de Julio se presentaba calurosa y húmeda. Emiliano tenía la mirada perdida en el descampado que había enfrenfe suyo, al otro lado de la carretera nacional. Su cuerpo presente, sus pensamientos en otro lugar. Charly, por su lado, miraba enbobado la pantalla de su móvil, deslizaba su dedo compulsivamente mientras se deleitaba con los videos cortos de TokTik. 90% mujeres moviendo el culo. 10% Warhammer 40k.
El mini bus llegó tarde, como siempre. Los dos amigos se montaron y viajaron hasta sus respectivas casas comentando la estrategía que iban a tomar en la partida de mañana. Sus ejércitos eran de Orkos. Así que no había mucho de que hablar. Harían lo de siempre. Abusar del ‘Waaahg!’ como buenos ‘Chicoz Verdez’.
Emiliano bajó primero, cuando llegó su parada. Y se despidió de su buen amigo que vivía un poco más lejos. La urbanización estaba igual que siempre. Tranquila y desolada. Allí no habían bares, ni comercios. Por lo que tampoco había gente paseando por las calles. Tan solo torres y más torres, una al lado de la otra. De vez en cuando algún solar entre ellas o casas a medio construir y un bosque, cada vez más mermado, rodeandolo todo.
A nuestro jóven protagonista le gustaba coger siempre el mismo atajo. En vez de dar toda la vuelta a la calle, saltaba el muro de una parcela en obras y bajaba hasta las vías del tren. A veces se quedaba un rato esperando a ver si pasaba alguno. Le gustaba poner latas vacías de refrescos sobre las vías y luego cuando los vagones habían pasado, comprobar como de chafadas habían quedado. Parecía una estupidez, no lo vamos a negar. Pero Emiliano tenía 15 años y pocas habilidades sociales. Mejor hacer eso que no dorgarse. No creeis?
Lo de esperar a que pasaran los trenes, no pudo ser. No fué el caso de aquel bochornoso viernes de Julio. No había sido del todo sincero con Charly. Pues aún le quedaba mucho trabajo por hacer con sus figuras de Warhammer. A decir verdad no había ni empezado. Así que pasó rapidamente la vía del tren, subió la cuesta al otro lado y llegó a su casa. Mientras saltaba el muro trasero del jardín, se encontró a su padre sentado en una silla de plástico bajo el porche de la casa. Se le véia relajado, disfrutando de una bebida caliente. En pleno Junio? Os preguntaréis. Correcto. Ese hombre era especialista en hacer siempre lo contrario.
Cuando la empresa minera donde trabajaba anunció el cierre, todos los trabajadores aceptaron firmar el finiquito. Era una indemnización generosa, pero con una cláusula silenciosa. Salva fue el único que la leyó completa. Allí, en letra pequeña, se especificaba que, al firmar, renunciaban a demandar por enfermedades laborales, daños físicos o psicológicos causados por años de exposición a los químicos, al polvo y al ruido.
Por supuesto, se negó a firmar.
Dijo que eso era inmoral, que los estaban comprando para que callaran. Que muchos tenían silicosis, problemas de audición, ansiedad crónica. “Esto no es una indemnización, es una mordaza.” Decía cada dos por tres.
Intentó convencer a los otros compañeros. Pero todos firmaron. Necesitaban el dinero, no querían líos, y pensaron que Salva era un loco idealista. Un soñador. Un estorbo.
La empresa lo dejó fuera de todo. Sin finiquito. Sin carta de recomendación. Sin pensión.
Y el pueblo, que no quería enfrentarse a su propia culpa ni incomodidad, empezó a burlarse de él.
“Ahí va el idiota que no quiso el dinero.”
“El mártir de la mina.”
“El que prefiere la miseria a agachar la cabeza.”
“*************, dimisión!”
En su momento, nadie lo decía en voz alta, pero todos lo pensaban: Salva era un idiota.
Hoy en día, hasta el cabrón mononeuronal de Adolfo lo gritaba a los cuatro vientos.
Mientras sus ex compañeros firmaban y cobraban, él leía papeles con el ceño fruncido y la lengua apretada entre los dientes. Cuando se negó a aceptar el dinero, alegando que aquello era un silencio disfrazado de recompensa, la risa fue general.
“¿De qué sirve tener razón si no puedes pagar ni el gas?”
Desde entonces, Salva fue el loco. El terco. El pobre imbécil que eligió la dignidad sobre la comodidad. Pero sus hijos sabían la verdad. Que a veces el hombre más sabio del pueblo es también el que está más solo.
Nuestro jóven protagonista se quedó observando la puerta cerrada durante unos segundos. La música estruendosa de ‘La Polla Records’ empezó a sonar a todo volumen y toda la casa empezó a oler descaradamente a hachís.
“Cuanto viviremos? Cuanto tiempo moriremos? En esta absurda derrota sin final!”
Mientras la cruda voz de Evaristo retumbaba por todas las paredes de la casa. El pobre Emiliano ya estaba sentado frente a su escritorio, pincel en mano, trabajando con sus unidades de orkos.
“Dos semanas, tres semanas o cuarentamil mañanas. Que pringe, la madre de Dios”
De repente un ruido lo distrajo. Un ‘Ñigi-Ñigi’ estaba acompañando rítmicamente las guitarras desafinadas del grupo de Agurain.
“Cúanto horror habrá que ver? Cúantos golpes recibir? Cúanta gente tendrá que morir?”
El cabezal de la cama de su hermano golpeaba cada vez más fuerte la pared. Y al otro lado un calenturiento Emiliano empezó a ponersela dura como una piedra.
Estaba metido de lleno en una etapa muy pajera. Lo típico a su edas, supongo. Y se entregaba a ella siempre que podía. Antes de irse a dormir, recién despertado, durante la ducha, en los lavabos de la escuela, en los descampados de la urbanización. Solo o con Charly, le daba igual. Su polla necesitaba ser deslechada constantemente. Que pena no parecerse a su hermano mayor y tener la suerte de ser un imán para las tías buenas.
Al mismo tiempo que se sobaba su enorme pollón, puso en marcha el ordenador y abrió el primer cajón de su escritorio, donde guardaba un royo de papel de váter a punto de terminarse. No le hacía falta ver porno en realidad, podía tirar perfectamente de imaginación. Tan solo tenía que pensar en sus compañeras de clase que en sus sueños más húmedos y perversos, se convertían en sus esclavas sexuales. Como si de un ejercito de pivones obedientes, adictas a su mástil omnipresente y siempre erecto, se trataran.
Pero Charly, su buen amigo, le había enseñado algo semanas atrás que ahora lo llevaba loco y seguramente directo de cabeza al infierno. Había encontrado, según él por casualidad, una página web gratuita que funcionaba con inteligencia artificial. ‘SwapFace” se llamaba. La idea de la página era tan sencilla como morbosa. Subías una foto, en su caso, una de la actriz porno Sara Jay mamando rabo negro mientras otro se la metía por atrás y luego añadías otra foto, esta vez con la cara de quien quisieras. Le dabas a un botón y en pocos segundos, la I.A. introducía la nueva cara en el cuerpo de la actriz.
Al final se decantó por Cristina. La profesora de educación física. Hizo ‘click’ y guardó la foto en otra carpeta. Luego la abrió y empezó a pajearse con miles y miles de fotos más. Su polla era tan grande que podía hacerlo con las dos manos a la vez. Era tan larga que sobresalía por encima de la mesa. Sus huevos tan grandes y duros, tan llenos de lefa que hacían un ruido abrumador cuando golpeaban contra la silla, cada vez más rápido, cada vez más excitado.
Entró en la cocina y justo cuando se iba a preparar un bocadillo repleto hasta arriba de Nutella, escuchó a lo lejos el silbato de un tren que se acercaba a toda velocidad. Tiró el cuchillo encima del mármol, agarró dos latas vacías de bebida energética y salió disparado hacía el patio trasero.
Al llegar al muro del jardín vió que se acercaba un tren de mercancias. Miro la bajada, miró de nuevo al tren y lo saltó. Le daba tiempo de sobras a llegar. Una vez cerca de las vías colocó las latas sobre el hierro tembloroso y se apartó unos metros por seguridad. Saludó al conductor con muchas ganas y una enorme sonrisa cuando este volvió a tocar la bocina. Las ruedas del tren aplastaron las latas sin compasión alguna. Emi aplaudía observando los contenedores que transportaba pasar a toda velocidad enfrente suya, uno seguido del otro, sin parar.
De repente algo llamó su atención. Entre vagón y vagón vió a dos hombres pelearse. Fué un instante, una milésima de segundo. Todo pasaba tan rápido que apenas pudo distinguir sus caras. Pero aseguraría que uno de los dos parecía empuñar un cuchillo de combate.
Sus ojos llenos de pánico y asco no podían dejar de mirar el otro extremo de las esposas. Seguían cerradas sobre la muñeca de una mano arrancada de cuajo, llena de sangre. Se giró para ver el tren, estaba muy lejos. Volvió a mirar la mano, le pareció ver que el dedo anular aún se movía.
Se levantó y echó a correr como si no hubiera un mañana. Subió la cuesta, saltó el muro, entró en casa y se encerró en su habitación. Su imaginación jóven y prolífica no paraba de darle posibles respuestas a lo que acababa de suceder. A cada cúal más inverosimil. Tirado sobre la cama pensaba en agentes secretos, misiones encubiertas del estado, extraterrestres, conspiraciones, prototípos de tecnológia punta, James Bond. No podía parar.
Tan solo el grito de su padre desde la cocina, después de varias horas lo devolvió al mundo real.
Pizza! La palabra mágica. Posiblemente la comida más democrática que exista sobre la faz de la tierra. La pipa de la paz contemporanea, sin duda alguna. Le gusta tanto a los negros como a los blancos, tanto a ricos como a pobres, tanto al madridista como al culé. Si hubiera existido en 1799 seguramente Napoleón no se hubiera peleado con media Europa. Simplemente se hubiera sentado en una mesa junto a los Prusianos, con una buena Carbonara y hubieran hecho las paces, incluso antes de llegar a los postres.
Despúes de cenar, Emi subió de nuevo a su habitación. Cerró la puerta y se sentó sobre la cama. Sentía su barriga hinchada. Soltó un fuerte y prolongado eructo a causa de la cantidad incestuosa de bebida gasificada que había consumido. Se dió unas palmaditas en el pecho y agarró un comic de ‘The Punisher’, que había leído ya varias veces. Luego se tumbó dispuesto a quedarse dormido.
La noche era oscura y tranquila. El ‘Tic Tac’ del reloj de pared contaba cada segundo cada vez más lento y pesado. Fuera, el canto de las cigarras seguía sonando sin parar. “Hasta los putos insectos follan más que yo…” pensó cabreado sobre la cama. Seguía sin poder dormir, pensando constantemente en aquella mano arrancada de cuajo. Los ojos abiertos de par en par, el comic descansando sobre su estomago. Los pies cruzados moviendose nerviosos. Entonces lo tuvo claro. Aunque contara ovejas hasta la saciedad, no iba a poder dormir hasta que no supiera que había dentro de aquel maldito maletín.
Se puso en pié y se calzó las bambas. Antes de salir de su habitación, abrió el segundo cajón de su escritorio y cogió una linterna. Tuvo que darle un par de golpes antes de que se encendiera.Con un silencio extremo, bajó las escaleras. Pasó por detrás del sofá del comedor, donde su padre roncaba. Miró el televisor donde se reproducía una película del salvaje oeste por unos segundos y salió al jardín.
Cerró la puerta corredera con cautela y encendió la linterna. Mientras saltaba el muro por cuarta vez ese día, volvió a escuchar el canto de las cigarras. Ahora sonaba más potente, más nítido. “Malditos insectos adictos al sexo”.
El maletín seguía ahí. También la mano. Aunque ahora estaba llena de hormigas, que mientras unas iban a trabajar, otras volvián contentas a casa cargadas con provisiones para su inmensa colonia. Emi se puso la empuñadura de la linterna dentro de la boca y mordió. Con ambas manos y con cuidado de no tocar el otro extremo de las esposas se lo acercó hacía él, dándole la vuelta.
Un conejo salvaje reposaba sobre sus patas traseras, con las orejas levantadas, husmeando moviendo la nariz y mirandolo fijamente. Mientras Emi volvía a girarse, el asustadizo conejo desapareció entre la maleza.
Pensó rápido en una solución. Y “Arquímedes” acudió en su rescate.
Dejó el maletín en el suelo, se acercó a las vías y empezó a tocar las vigas de madera que cruzaban lateralmente de vía a vía. Al cabo de varios intentos, encontró una medio suelta. Haciendo fuerza la arrancó y se la llevó. Seguidamente se metió dentro de la zona boscosa donde acababa de ver al conejo y buscó por el suelo una piedra del tamaño y forma correcta.
El ingenioso Emiliano se agachó de nuevo y antes de abrir aquel misterioso objeto, volvió a mirar las letras grabadas. El maletín se abrió como un libro. Por dentro, estaba acolchado. Con un material esponjoso pero firme de color gris oscuro. En el medio un aparato del tamaño de un teléfono móvil, algo más grueso. Parecía un GPS militar, una especie de prototipo. Pero no sabía cual era su finalidad.
Se sentó sobre el suelo y se quedó un rato enfocando con la linterna el extraño aparato. Lleno de curiosidad por cómo funcionaba y meditando acerca de para que podía servir. Lo más sensato hubiera sido dejarlo ahí. Seguramente su dueño volvería en algun momento para recuperarlo. Pero no pudo resistirse. El vaso estaba tan cerca del borde. Imposible decir que no.
El jovén chaval se levantó de golpe. Agarró el prototipo y las dos baterías y se las guardó en el bolsillo. Luego miró la mano llena de hormigas. Le dió un par de patadas y la ocultó junto al maletín tras unos arbustos. Asegurandose que quedara todo bien oculto. Luego miró a su alrrededor, enfocando con su linterna. Nadie lo había visto.
Mientras subía otra vez la cuesta, camino a casa. A unos 20 metros de distancia, una sombra misteriosa asomó con cautela la cabeza por detrás del tronco de un árbol. Su mano derecha levantaba un telefono dirección a su oreja. En la otra tan solo una venda ensangrentada donde antes estaba la izquierda.
En el jardín. Su hermano y su nueva novia discutían. Sin gritos, sin despertar a nadie, pero muy acaloradamente. Ella se negaba a ser un simple número en una lista inmensamente larga. Él anteponía su libertad ante cualquier cosa.
El gato de Schrödinger de su hermano, llevaba solo unas braguitas blancas y una camiseta de tirantes. El frescor de la noche marcaba sus dos pezones tras ese delgado trozo de tela.
Emi se puso más tenso aún, si eso era humanamente posible. Al sacar la mano del bolsillo, para rascarse la nuca, al parecer un gesto inconsciente que había heredado de su hermano, rozó la pantalla del dispositivo sin querer. Notó una pequeña vibración, casi inperceptible. No le dió importancia.
“Project S.I.R.E.N. activated. Initiating vocal calibration protocol. Please say: three.”
Sin decir nada, cruzó el muro. Se puso enfrente de Emi y empezó a bajarle los pantalones.
El monstruoso pene del afortunado Emiliano se puso duro de golpe. Y Ari empezó a mamar como una autétinca porfesional. Él dejó el extraño dispositivo sobre el muro y sujetó con ambas manos la cabeza de la novia de su hermano. Hacía y decía lo que había visto en las películas porno, tristemente no conocía nada más.
Era la primera vez que alguien le tocaba su pene. La primera mujer siendo más precisos. Había provado algunas cosas con Charly anteriormente. Pero no tenía ni punto de comparación. Dónde vamos a parar.
En el momento que el sacó la polla de su boca para correrse, a ella empezaron a temblarle las piernas.
“Protocolo ‘Vete a mamar por ahí’ finalizado. Se precisa confirmación”
De madrugada. Dentro de la habitación de Emiliano. Este roncaba profundamente de cara a la pared. A su espalda, sobre la mesita de noche. SIREN X2 se encendió por voluntad propia. La cara de la mujer virtual observaba a aquel chico dormir placidamente.
“Encantada de conocerte… Emiliano” sonrió, antes de volverse a desconectar.
Continuará…
Para mi sengunda vez he querido decantarme por la Ciencia ficción. No os voy a hacer spoilers. No os preocupéis.
Supongo que os gustará si os van las historias de sexo, intrigas, traiciones, asesinatos y como dije antes, ciencia ficción.
Aunque no me guste pedirlo. Los comentarios son siempre bien recibidos. Pienso que debe existir un vínculo entre escritor y lector. Es beneficiosa para ambos.
Se que cometo faltas de ortografía. Estoy intentando mejorar en ello. Y por otro lado comentaros por último que no tengo ni idea de como va a acabar esta historia.
Mi forma de escribir se basa en la imporvisación. Pienso una idea, un personaje y tiro para adelante como un ciego dando palos al aire.
Lo bueno de eso? La historia acaba siendo una puta locura. Lo malo? Aún no lo sé, jajaja.
Nada más. Espero que disfruteís leyendo tanto como yo escribiendo. Sin más dilación os dejo con el primer capítulo de POJECT S.I.R.E.N.
PROJECT S.I.R.E.N
Capítulo 1 - Pobre Emiliano
“Oink! Oink! Grita cerdito, grita!”
“Eh chicos! Eh! Mirad! El puto gordo se ha meado en los pantalones, jajajaja”
“Diooos… pero como apestaaaaas! Que asco das joder!”
Emiliano se tapó la entrepierna mojada, avergonzado. El inponente puño de Adolfo lo sujetaba con fuerza del cuello de la camiseta y lo mantenía atrapado contra la pared del baño. Sus pies de puntillas, sus ojos llenos de terror, su corazón palpitando con fuerza.
Alrrededor del abusón, su comparsa de fascistas malhechores lo jaleaban para que siguiera ejerciendo su dominación sobre él.
De repente, se escuchó la campana de la escuela. Avisando que se habían terminado las clases por hoy. Pero no dijo nada acerca de que tambíen debían cesar el abuso de poder y la humillación pública.
“Adolfo! Por qué no le obligamos a quitarse la ropa meada?”
“Sí buena idea… y que se vaya a casa en pelotas jajajaja”
Adolfo escuchó a sus secuazes. Aunque los considerase una panda de idiotas descerebrados. Debía reconocer que tenían una mente muy creativa para hacer el mal. Como si estuvieran bendecidoa por un don especial.
- Benito! Quítaselos venga! - gruñó el enorme jefe de los matones.
- Por qué yo? Que lo haga Francisco…
- Que se los quites he dicho! Yaaaa!
- Eeeegs! - exclamó el secuaz frunciendo el ceño y hechando la cabeza hacía atrás.
Sabéis ese refrán que dice: ‘Dios aprieta, pero no ahoga’ Pues precisamente es lo que pensaron los matones cuando vieron el tamaño del pene del, ahora sí, afortunado Emiliano.
- Vaya tela!… - Francisco tenía los ojos abiertos como un coche las largas puestas - Habéis visto el semejante tamaño de esa mosntruosidad?
Era tan grande, tan perfecta. Que incluso el mismisimo Adolfo, el macho alfa del ‘Insti’, estuvo tentado por un momento de tocarla. Por supuesto, no lo hizo. Tenía una reputación que mantener.
- Para que quiere tanto rabo? Si no lo va a usar en su puta vida. Eh!, Cerdito?
“Cerditooooo! Oink! Oink!”
El pasillo central de la escuela que daba acceso a la puerta de entrada, estaba repleto de adolescentes llenos de energía y vitalidad. Andaban como locos, gritaban, se empujaban. El motivo? Estaba claro. Era viernes, la campana había sonado y la puerta al final del pasillo ahora era de salida. Por fin.
La puerta del baño de chicos se abrió de par en par dando un estruendoso golpe contra los azulejos. De su interior salieron risas malvadas y un fuerte olor a tabaco. Detrás, Emiliano salió repentinamente obligado por un fuerte empujón. Desnudo de cintura para abajo. Con sus manos intentando tapar su formidable miembro y la ropa meada dentro de su mochila de ‘The Punisher’. Recorrió el pasillo de la verguenza.
“Corre Cerditooooo! Jajajaja”
“Vuelve con el idiota de tu padre… Oink Oink’
El tutor de Tercero B. Agarró por las orejas a Francisco y a Benito, que no podían dejar de reirse viendo como botaba el culo gordo del pobre Emiliano. Y se los llevó directos al despacho del Director. Adolfo como siempre salió ileso. Parecía como si alguien desde el cielo lo protegiera. Haciendo que la fortuna le sonriera por siempre.
Emiliano corrió entre una multitud de chicos y chicas que le señalaban con el dedo y se reían de él. No derramó ni una lágrima por eso. Estaba tan acostumbrado a vivir bajo el yugo de la opresión que había acabado por parecerle normal.
- Joder Emi! Lo siento…
Cuando llegaron a la parada del autobús, esperaron sentandos y en silencio debajo de la marquesina. Aquella tarde de Julio se presentaba calurosa y húmeda. Emiliano tenía la mirada perdida en el descampado que había enfrenfe suyo, al otro lado de la carretera nacional. Su cuerpo presente, sus pensamientos en otro lugar. Charly, por su lado, miraba enbobado la pantalla de su móvil, deslizaba su dedo compulsivamente mientras se deleitaba con los videos cortos de TokTik. 90% mujeres moviendo el culo. 10% Warhammer 40k.
- Terminastes de pintar las unidades de ‘Gretchins’?
- … - Emiliano no respondió. Seguía divagando en el mundo de las ideas.
- Recuerda que mañana tenemos partida en casa de Ramón. Y es clasificaroria…
- …
- Emi? Me estás ecuchando?… Eooooo!
- Si… perdona… qué me decías?
- Las unidades de ‘Gretchins’ que si las tienes listas…
- Me falta darle solo los último retoques. Esta tarde los terminaré sin falta, tranqui.
El mini bus llegó tarde, como siempre. Los dos amigos se montaron y viajaron hasta sus respectivas casas comentando la estrategía que iban a tomar en la partida de mañana. Sus ejércitos eran de Orkos. Así que no había mucho de que hablar. Harían lo de siempre. Abusar del ‘Waaahg!’ como buenos ‘Chicoz Verdez’.
Emiliano bajó primero, cuando llegó su parada. Y se despidió de su buen amigo que vivía un poco más lejos. La urbanización estaba igual que siempre. Tranquila y desolada. Allí no habían bares, ni comercios. Por lo que tampoco había gente paseando por las calles. Tan solo torres y más torres, una al lado de la otra. De vez en cuando algún solar entre ellas o casas a medio construir y un bosque, cada vez más mermado, rodeandolo todo.
A nuestro jóven protagonista le gustaba coger siempre el mismo atajo. En vez de dar toda la vuelta a la calle, saltaba el muro de una parcela en obras y bajaba hasta las vías del tren. A veces se quedaba un rato esperando a ver si pasaba alguno. Le gustaba poner latas vacías de refrescos sobre las vías y luego cuando los vagones habían pasado, comprobar como de chafadas habían quedado. Parecía una estupidez, no lo vamos a negar. Pero Emiliano tenía 15 años y pocas habilidades sociales. Mejor hacer eso que no dorgarse. No creeis?
Lo de esperar a que pasaran los trenes, no pudo ser. No fué el caso de aquel bochornoso viernes de Julio. No había sido del todo sincero con Charly. Pues aún le quedaba mucho trabajo por hacer con sus figuras de Warhammer. A decir verdad no había ni empezado. Así que pasó rapidamente la vía del tren, subió la cuesta al otro lado y llegó a su casa. Mientras saltaba el muro trasero del jardín, se encontró a su padre sentado en una silla de plástico bajo el porche de la casa. Se le véia relajado, disfrutando de una bebida caliente. En pleno Junio? Os preguntaréis. Correcto. Ese hombre era especialista en hacer siempre lo contrario.
- Emi, hijo! Es que no puedes entrar en casa como las personas normales? Por la puerta delantera?
- Hola papá! - Emiliano se acercó y le dió dos besos en la mejilla - me gusta pasar por la vía y ver los trenes, ya lo sabes.
- Está bien… pero andate con ojo al cruzar…
- Siiiii… no te preocupes, siempre lo hago.
- Que tal el cole?
- Bien… como siempre…
- Otra vez esos chicos, verdad?
- … - el pobre Emiliano asintió con la cabeza.
- Anda… sientate.
- Me lo hicieron otra vez, papá… Estoy harto! No puedo más. Me quitan la mochila, me empujan en el pasillo. Se ríen de mí todo el rato. Todos!
- Y tú sabes por qué lo hacen?
- Porque estoy gordo. Porque no soy popular. Porque no soy como ellos.
- No hijo… No es por eso. Lo hacen porque el sistema les enseñó a burlarse del que piensa distinto, del que no se somete. Porque en este podrido mundo, los matones no se quedan en el colegio. Se vuelven jefes, políticos, patrones. Gente que aplasta para subir. Y qué hacemos los que no aceptamos eso? Los que creemos en la justicia y en la dignidad?
- Resistimos… - contestó el pobre Emiliano de memoria.
- Exacto! Pero recuerda Emi… Plantarles cara no es solo levantar los puños, es no dejar que te quiebren por dentro. Camina herguido, hijo mío. Mira de frente. Y si ves a alguien más pasando por lo mismo, no lo dejes solo. Organízate. Así es como los pequeños ganan a los grandes. Eso es revolución también.
- Gracias Papá! - dijo el jóven deseando encerrarse de una vez en su habitación.
- Porque el abuso no se combate con miedo. Se combate con coraje. ¡Poder al pueblo, resiste a la autoridad!
Cuando la empresa minera donde trabajaba anunció el cierre, todos los trabajadores aceptaron firmar el finiquito. Era una indemnización generosa, pero con una cláusula silenciosa. Salva fue el único que la leyó completa. Allí, en letra pequeña, se especificaba que, al firmar, renunciaban a demandar por enfermedades laborales, daños físicos o psicológicos causados por años de exposición a los químicos, al polvo y al ruido.
Por supuesto, se negó a firmar.
Dijo que eso era inmoral, que los estaban comprando para que callaran. Que muchos tenían silicosis, problemas de audición, ansiedad crónica. “Esto no es una indemnización, es una mordaza.” Decía cada dos por tres.
Intentó convencer a los otros compañeros. Pero todos firmaron. Necesitaban el dinero, no querían líos, y pensaron que Salva era un loco idealista. Un soñador. Un estorbo.
La empresa lo dejó fuera de todo. Sin finiquito. Sin carta de recomendación. Sin pensión.
Y el pueblo, que no quería enfrentarse a su propia culpa ni incomodidad, empezó a burlarse de él.
“Ahí va el idiota que no quiso el dinero.”
“El mártir de la mina.”
“El que prefiere la miseria a agachar la cabeza.”
“*************, dimisión!”
En su momento, nadie lo decía en voz alta, pero todos lo pensaban: Salva era un idiota.
Hoy en día, hasta el cabrón mononeuronal de Adolfo lo gritaba a los cuatro vientos.
Mientras sus ex compañeros firmaban y cobraban, él leía papeles con el ceño fruncido y la lengua apretada entre los dientes. Cuando se negó a aceptar el dinero, alegando que aquello era un silencio disfrazado de recompensa, la risa fue general.
“¿De qué sirve tener razón si no puedes pagar ni el gas?”
Desde entonces, Salva fue el loco. El terco. El pobre imbécil que eligió la dignidad sobre la comodidad. Pero sus hijos sabían la verdad. Que a veces el hombre más sabio del pueblo es también el que está más solo.
- Hola Emi!
- Hola Ernes!
- Como vas?
- Ya sabes… lo de siempre!
- Otra vez el gilipoyas de Adolfo no? Cuando lo vea el lunes se va a enterar…
- Y esa chica? - preguntó Emiliano mirando dentro del cuarto de su hermano.
- Ah! Si… es mi nueva novia. Se llama… - Ernesto tubo que recordar su nombre.
- No te acuerdas? - rió el hermano pequeño.
- La verdad que no… pero calla eh! Que me jodes el plan…
Nuestro jóven protagonista se quedó observando la puerta cerrada durante unos segundos. La música estruendosa de ‘La Polla Records’ empezó a sonar a todo volumen y toda la casa empezó a oler descaradamente a hachís.
“Cuanto viviremos? Cuanto tiempo moriremos? En esta absurda derrota sin final!”
Mientras la cruda voz de Evaristo retumbaba por todas las paredes de la casa. El pobre Emiliano ya estaba sentado frente a su escritorio, pincel en mano, trabajando con sus unidades de orkos.
“Dos semanas, tres semanas o cuarentamil mañanas. Que pringe, la madre de Dios”
De repente un ruido lo distrajo. Un ‘Ñigi-Ñigi’ estaba acompañando rítmicamente las guitarras desafinadas del grupo de Agurain.
“Cúanto horror habrá que ver? Cúantos golpes recibir? Cúanta gente tendrá que morir?”
El cabezal de la cama de su hermano golpeaba cada vez más fuerte la pared. Y al otro lado un calenturiento Emiliano empezó a ponersela dura como una piedra.
Estaba metido de lleno en una etapa muy pajera. Lo típico a su edas, supongo. Y se entregaba a ella siempre que podía. Antes de irse a dormir, recién despertado, durante la ducha, en los lavabos de la escuela, en los descampados de la urbanización. Solo o con Charly, le daba igual. Su polla necesitaba ser deslechada constantemente. Que pena no parecerse a su hermano mayor y tener la suerte de ser un imán para las tías buenas.
Al mismo tiempo que se sobaba su enorme pollón, puso en marcha el ordenador y abrió el primer cajón de su escritorio, donde guardaba un royo de papel de váter a punto de terminarse. No le hacía falta ver porno en realidad, podía tirar perfectamente de imaginación. Tan solo tenía que pensar en sus compañeras de clase que en sus sueños más húmedos y perversos, se convertían en sus esclavas sexuales. Como si de un ejercito de pivones obedientes, adictas a su mástil omnipresente y siempre erecto, se trataran.
Pero Charly, su buen amigo, le había enseñado algo semanas atrás que ahora lo llevaba loco y seguramente directo de cabeza al infierno. Había encontrado, según él por casualidad, una página web gratuita que funcionaba con inteligencia artificial. ‘SwapFace” se llamaba. La idea de la página era tan sencilla como morbosa. Subías una foto, en su caso, una de la actriz porno Sara Jay mamando rabo negro mientras otro se la metía por atrás y luego añadías otra foto, esta vez con la cara de quien quisieras. Le dabas a un botón y en pocos segundos, la I.A. introducía la nueva cara en el cuerpo de la actriz.
- Quien va a ser la elegida? - babeaba el cachondo Emiliano mientras navegaba por la carpeta donde guardaba todos los rostros.
Al final se decantó por Cristina. La profesora de educación física. Hizo ‘click’ y guardó la foto en otra carpeta. Luego la abrió y empezó a pajearse con miles y miles de fotos más. Su polla era tan grande que podía hacerlo con las dos manos a la vez. Era tan larga que sobresalía por encima de la mesa. Sus huevos tan grandes y duros, tan llenos de lefa que hacían un ruido abrumador cuando golpeaban contra la silla, cada vez más rápido, cada vez más excitado.
- Emi! Que me voy al super… Ostraaas! Perdona hijo…
- Papáaaaa! Joder! Llama a la puerta antes de entrar… te lo he dicho mil veces.
- Que digo… que me voy al super. Te apetece algo especial para cenar?
- Da igual… - se lo pensó mejor - Pizza está bien!
- Barbacoa o….
- Papáaaaa!
- Vale, vale… ya me voy…
- A la mierda!… - Se levantó de la silla y salió del cuarto.
- Ooooh síiiii! Metemela más hondo! Máaaas…
Entró en la cocina y justo cuando se iba a preparar un bocadillo repleto hasta arriba de Nutella, escuchó a lo lejos el silbato de un tren que se acercaba a toda velocidad. Tiró el cuchillo encima del mármol, agarró dos latas vacías de bebida energética y salió disparado hacía el patio trasero.
Al llegar al muro del jardín vió que se acercaba un tren de mercancias. Miro la bajada, miró de nuevo al tren y lo saltó. Le daba tiempo de sobras a llegar. Una vez cerca de las vías colocó las latas sobre el hierro tembloroso y se apartó unos metros por seguridad. Saludó al conductor con muchas ganas y una enorme sonrisa cuando este volvió a tocar la bocina. Las ruedas del tren aplastaron las latas sin compasión alguna. Emi aplaudía observando los contenedores que transportaba pasar a toda velocidad enfrente suya, uno seguido del otro, sin parar.
De repente algo llamó su atención. Entre vagón y vagón vió a dos hombres pelearse. Fué un instante, una milésima de segundo. Todo pasaba tan rápido que apenas pudo distinguir sus caras. Pero aseguraría que uno de los dos parecía empuñar un cuchillo de combate.
- Qué cojones… - exclamó.
- Aquí estás… - sonrió cuando lo hubo localizado.
- Jodeeer! - chilló cayendo hacía atrás de culo sobre la gravilla de las vías.
Sus ojos llenos de pánico y asco no podían dejar de mirar el otro extremo de las esposas. Seguían cerradas sobre la muñeca de una mano arrancada de cuajo, llena de sangre. Se giró para ver el tren, estaba muy lejos. Volvió a mirar la mano, le pareció ver que el dedo anular aún se movía.
Se levantó y echó a correr como si no hubiera un mañana. Subió la cuesta, saltó el muro, entró en casa y se encerró en su habitación. Su imaginación jóven y prolífica no paraba de darle posibles respuestas a lo que acababa de suceder. A cada cúal más inverosimil. Tirado sobre la cama pensaba en agentes secretos, misiones encubiertas del estado, extraterrestres, conspiraciones, prototípos de tecnológia punta, James Bond. No podía parar.
Tan solo el grito de su padre desde la cocina, después de varias horas lo devolvió al mundo real.
- Emilio! Ernesto! …. - Salva se calló de golpe - cómo se llamaba la novia de Ernes? Bah! Que más da - dijo pensando en voz alta, sabiendo que la semana que viene sería una chica distinta - A cenaaaaaaar! Vamos! Que se enfrían las pizzas!
Pizza! La palabra mágica. Posiblemente la comida más democrática que exista sobre la faz de la tierra. La pipa de la paz contemporanea, sin duda alguna. Le gusta tanto a los negros como a los blancos, tanto a ricos como a pobres, tanto al madridista como al culé. Si hubiera existido en 1799 seguramente Napoleón no se hubiera peleado con media Europa. Simplemente se hubiera sentado en una mesa junto a los Prusianos, con una buena Carbonara y hubieran hecho las paces, incluso antes de llegar a los postres.
Despúes de cenar, Emi subió de nuevo a su habitación. Cerró la puerta y se sentó sobre la cama. Sentía su barriga hinchada. Soltó un fuerte y prolongado eructo a causa de la cantidad incestuosa de bebida gasificada que había consumido. Se dió unas palmaditas en el pecho y agarró un comic de ‘The Punisher’, que había leído ya varias veces. Luego se tumbó dispuesto a quedarse dormido.
La noche era oscura y tranquila. El ‘Tic Tac’ del reloj de pared contaba cada segundo cada vez más lento y pesado. Fuera, el canto de las cigarras seguía sonando sin parar. “Hasta los putos insectos follan más que yo…” pensó cabreado sobre la cama. Seguía sin poder dormir, pensando constantemente en aquella mano arrancada de cuajo. Los ojos abiertos de par en par, el comic descansando sobre su estomago. Los pies cruzados moviendose nerviosos. Entonces lo tuvo claro. Aunque contara ovejas hasta la saciedad, no iba a poder dormir hasta que no supiera que había dentro de aquel maldito maletín.
Se puso en pié y se calzó las bambas. Antes de salir de su habitación, abrió el segundo cajón de su escritorio y cogió una linterna. Tuvo que darle un par de golpes antes de que se encendiera.Con un silencio extremo, bajó las escaleras. Pasó por detrás del sofá del comedor, donde su padre roncaba. Miró el televisor donde se reproducía una película del salvaje oeste por unos segundos y salió al jardín.
Cerró la puerta corredera con cautela y encendió la linterna. Mientras saltaba el muro por cuarta vez ese día, volvió a escuchar el canto de las cigarras. Ahora sonaba más potente, más nítido. “Malditos insectos adictos al sexo”.
El maletín seguía ahí. También la mano. Aunque ahora estaba llena de hormigas, que mientras unas iban a trabajar, otras volvián contentas a casa cargadas con provisiones para su inmensa colonia. Emi se puso la empuñadura de la linterna dentro de la boca y mordió. Con ambas manos y con cuidado de no tocar el otro extremo de las esposas se lo acercó hacía él, dándole la vuelta.
- SIREN-X2 - murmuró, leyendo las letras grabadas en blanco sobre la cubierta del maletín.
Un conejo salvaje reposaba sobre sus patas traseras, con las orejas levantadas, husmeando moviendo la nariz y mirandolo fijamente. Mientras Emi volvía a girarse, el asustadizo conejo desapareció entre la maleza.
- Ostras! Está abierto…
Pensó rápido en una solución. Y “Arquímedes” acudió en su rescate.
Dejó el maletín en el suelo, se acercó a las vías y empezó a tocar las vigas de madera que cruzaban lateralmente de vía a vía. Al cabo de varios intentos, encontró una medio suelta. Haciendo fuerza la arrancó y se la llevó. Seguidamente se metió dentro de la zona boscosa donde acababa de ver al conejo y buscó por el suelo una piedra del tamaño y forma correcta.
- Ahí estas! - sonrió mientras se agachaba para recogerla.
- Vamos allá! Espero que funcione…
El ingenioso Emiliano se agachó de nuevo y antes de abrir aquel misterioso objeto, volvió a mirar las letras grabadas. El maletín se abrió como un libro. Por dentro, estaba acolchado. Con un material esponjoso pero firme de color gris oscuro. En el medio un aparato del tamaño de un teléfono móvil, algo más grueso. Parecía un GPS militar, una especie de prototipo. Pero no sabía cual era su finalidad.
- Para que sirves amiguito? - murmuró mientras lo analizaba. Tenía una pantalla extraña, controles táctiles supuso y varios pequeños orificos, quizás para funciones de voz.
Se sentó sobre el suelo y se quedó un rato enfocando con la linterna el extraño aparato. Lleno de curiosidad por cómo funcionaba y meditando acerca de para que podía servir. Lo más sensato hubiera sido dejarlo ahí. Seguramente su dueño volvería en algun momento para recuperarlo. Pero no pudo resistirse. El vaso estaba tan cerca del borde. Imposible decir que no.
El jovén chaval se levantó de golpe. Agarró el prototipo y las dos baterías y se las guardó en el bolsillo. Luego miró la mano llena de hormigas. Le dió un par de patadas y la ocultó junto al maletín tras unos arbustos. Asegurandose que quedara todo bien oculto. Luego miró a su alrrededor, enfocando con su linterna. Nadie lo había visto.
Mientras subía otra vez la cuesta, camino a casa. A unos 20 metros de distancia, una sombra misteriosa asomó con cautela la cabeza por detrás del tronco de un árbol. Su mano derecha levantaba un telefono dirección a su oreja. En la otra tan solo una venda ensangrentada donde antes estaba la izquierda.
- Doctora. Soy Keller. Sí… lo he encontrado. Pero tenemos un ‘pequeño’ problema.
En el jardín. Su hermano y su nueva novia discutían. Sin gritos, sin despertar a nadie, pero muy acaloradamente. Ella se negaba a ser un simple número en una lista inmensamente larga. Él anteponía su libertad ante cualquier cosa.
- Venga Ruth! Ya te dije cuando nos conocimos que no buscaba nada serio…
- Me llamo Ari! Gilipoyas… quien coño es Ruth?
- Y yo que sé… - Ernesto se frotaba la nuca sonriendo, intentando sacarle hierro al asunto - Una amiga…
- Así que una amiga eh! Que te jodan! - la chica le dió la espalda y empezó a alejarse de él con los brazos cruzados. Se dirigía directa hacía el pequeño muro. Así que Emiliano se tumbó del todo para que no lo descubrieran.
- Venga… no te pongas así! - Ernesto empezó a acercarse - Vamos… “joder! Cómo era?”
- A - Erre - I… me llamo Ari! Vete a mamarla por ahí!
- Quien anda ahí? - la chica se levantó asustada con los ojos vidriosos y las lágrimas recíen exprimidas bajando por sus mofletes.
- … - Emi se hizo el muerto. Cerró los ojos inconscientemente. Como si el hecho de no ver lo hiciera invisible.
- Joder! Que susto! - Ari saltó y se puso las dos manos contra el pecho cuando vió al hermano pequeño tumbado al lado del muro - Se puede saber que haces ahí? Nos estabas espiando?
- Eso es tuyo? Se te ha caído - dijo ella señalando hacía el suelo.
- Nada… no es nada - dijo metiendose el extraño aparato en el bosillo y dejando su mano dentro.
- Ya… Vale! Lo que tú digas… Así que has escuchado la conversación…
- Un poco… sí - sonrió el jóven. Se puso rojo como un tomate.
El gato de Schrödinger de su hermano, llevaba solo unas braguitas blancas y una camiseta de tirantes. El frescor de la noche marcaba sus dos pezones tras ese delgado trozo de tela.
- Exactamente que has oído? A ver…
Emi se puso más tenso aún, si eso era humanamente posible. Al sacar la mano del bolsillo, para rascarse la nuca, al parecer un gesto inconsciente que había heredado de su hermano, rozó la pantalla del dispositivo sin querer. Notó una pequeña vibración, casi inperceptible. No le dió importancia.
- Nada en particular… ya sabes… lo de… Vete a mamarla por ahí! - sonrió Emiliano. Lo de quitar hierro también lo había heredado de su hermano.
- …
- …
- …
- Hola? Ari?
- …
- Ari estás bien?
- …
“Project S.I.R.E.N. activated. Initiating vocal calibration protocol. Please say: three.”
- Pero que cojones? - Emi sacó el aparato de su bolsillo.
- Zriiiii - terminó diciendo acercandose mucho el aparato a la boca.
- Tuenti uan - volvió a decir mientras sonreía y le decía con gestos a la chica que no entendía nada de lo que estaba pansando. Ella ni se inmutó.
- Mai neim is Emiliano - gritó el chico a la mujer virtual de la pantalla.
- Ieeeess… que demonios es este trasto?
- Qué significa eso? Qué protocolo?
- Si… es lo que he dicho, pero…
Sin decir nada, cruzó el muro. Se puso enfrente de Emi y empezó a bajarle los pantalones.
- Pero… pero que haces? Ari… por Dios…
El monstruoso pene del afortunado Emiliano se puso duro de golpe. Y Ari empezó a mamar como una autétinca porfesional. Él dejó el extraño dispositivo sobre el muro y sujetó con ambas manos la cabeza de la novia de su hermano. Hacía y decía lo que había visto en las películas porno, tristemente no conocía nada más.
- Jodeeeer… que bien sienta… Metetela más a dentro, toda entera…
- Siiii… jodeeer! Esta es la mejor noche de mi vida - gemía mientras le follaba la boca a la chica.
Era la primera vez que alguien le tocaba su pene. La primera mujer siendo más precisos. Había provado algunas cosas con Charly anteriormente. Pero no tenía ni punto de comparación. Dónde vamos a parar.
- Te gusta? Estás disfrutando? - Emi miraba a la chica desde arriba. Aunque lo hicera espectacularmente bien, no decía nada, no mostraba emociones. Parecía una muñeca inflable. Inexpresiva, sin vida. - Ari? Te gusta o no? Quiero que tú también lo disfrutes…
- Jodeeeer! No aguanto más… me voy a correr… y tú?
- … - no respondía, seguía chupando, sin parar, cada vez más fuerte, cada vez más mojada.
- Quiero que nos corramos juntos… vale? - El jóven miró los pezones erectos de la chica mientras el dispositivo volvía a vibrar - Me puedo correr sobre tus tetas? Por favor?
- …
- Déjame verte la tetas… no voy a aguantar mucho más.
En el momento que el sacó la polla de su boca para correrse, a ella empezaron a temblarle las piernas.
- Jodeeeeeer - gruñió Emi masturbandose con las dos manos y cubriendole las tetas de chorros inmesos de lefa caliente y espesa.
“Protocolo ‘Vete a mamar por ahí’ finalizado. Se precisa confirmación”
- Pero que le pasa a este cacharro? - Emiliano agarró el SIREN X2 y lo observó confundido. La mujer digital lo seguía observando a través de la pantalla - Como demonios se apagará esto? Apagar… Cerrar… Finalizaaaar…
- Ha sido espectacular Ari. Me ha encantado de verdad. Y tranquila, no le diré nada a mi hermano - se subía los pantalones mientras la chica seguía de rodillas con las tetas al aire, completamente inmóvil - Que haces ahí parada?
- …
- Ari? - Emi le paso la palma de la mano por delante de los ojos. Ella ni se inmutó - Jajajaja… no entiendo la broma… pero es buena. Lo reconozco.
- …
- Vale! Jajaja ya lo piyo… me voy a la cama. Buenas noches!
De madrugada. Dentro de la habitación de Emiliano. Este roncaba profundamente de cara a la pared. A su espalda, sobre la mesita de noche. SIREN X2 se encendió por voluntad propia. La cara de la mujer virtual observaba a aquel chico dormir placidamente.
“Encantada de conocerte… Emiliano” sonrió, antes de volverse a desconectar.
Continuará…