Desde los 14 mi vida gira alrededor del sexo. No es solo pensar en ello, es vivirlo de forma obsesiva. Me masturbo cada día, varias veces, y con mi marido nunca tengo bastante: cuando él se queda sin fuerzas, yo sigo encendida.
El problema es que con el tiempo lo normal dejó de llenarme. He buscado experiencias cada vez más extremas, me he metido en sitios y situaciones que jamás pensé que probaría… y sí, incluso he cruzado líneas que rompieron mi matrimonio más de una vez.
He estado en lugares donde se juega con el anonimato, he tenido encuentros pagados solo por la adrenalina de probar algo distinto, y lo peor es que mientras lo hacía sentía que no podía detenerme. Es como si mi cuerpo mandara más que mi cabeza.
Ya no sé si esto es solo tener un deseo inagotable o si lo mío tiene nombre: ¿adicción al sexo?”
El problema es que con el tiempo lo normal dejó de llenarme. He buscado experiencias cada vez más extremas, me he metido en sitios y situaciones que jamás pensé que probaría… y sí, incluso he cruzado líneas que rompieron mi matrimonio más de una vez.
He estado en lugares donde se juega con el anonimato, he tenido encuentros pagados solo por la adrenalina de probar algo distinto, y lo peor es que mientras lo hacía sentía que no podía detenerme. Es como si mi cuerpo mandara más que mi cabeza.
Ya no sé si esto es solo tener un deseo inagotable o si lo mío tiene nombre: ¿adicción al sexo?”