Fantasías sexuales de las españolas 2º parte (sección infidelidad)

Ojalá se quedará solo en un sueño, pero va a pasar y ta veremos las consecuencias.
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Dile eso a tu jefe, faltar al teabajo de vwz en cuando no es motivo de despido, por que no lo hago por tener otro trabajo a la vez

Las parejas son un acuerdo entre partes, si se acuerda exclusividad sexual, da igual si es algo rango o una relación paralela, es infidelidad, cuernos, entiendo que a quien lo hace asi le venga bien la fantasia y falacia argumental, de negar la evidencia redefiniendo el lenguaje, pero son solo mentiras que se dice a uno mismo para negar que se es un/a gilipollas e hdp y tratar de colarlo a los demas es por que sabes, por mucho que te lo digas, que esta mal
 
Dile eso a tu jefe, faltar al teabajo de vwz en cuando no es motivo de despido, por que no lo hago por tener otro trabajo a la vez

Las parejas son un acuerdo entre partes, si se acuerda exclusividad sexual, da igual si es algo rango o una relación paralela, es infidelidad, cuernos, entiendo que a quien lo hace asi le venga bien la fantasia y falacia argumental, de negar la evidencia redefiniendo el lenguaje, pero son solo mentiras que se dice a uno mismo para negar que se es un/a gilipollas e hdp y tratar de colarlo a los demas es por que sabes, por mucho que te lo digas, que esta mal
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Ya te dije que echar un polvete random no lo considero cuernos, para mi cuernos es tener dos parejas a la vez


Perdona si me entrometo, únicamente curiosidad de boomer jurásico, ¿Lo comentas con tu pareja luego?
Es decir ...Ah! por cierto ayer follé con Pepe... o bien, ayer follé con Pepe pero paso de decírselo.
 
Perdona si me entrometo, únicamente curiosidad de boomer jurásico, ¿Lo comentas con tu pareja luego?
Es decir ...Ah! por cierto ayer follé con Pepe... o bien, ayer follé con Pepe pero paso de decírselo.
No, teniendo permiso no hace falta, no le voy a ir a decir ayer folle con X, ni el me va a decir a mi ayer follé con Y. Pero si pregunta si se lo digo.
 
No, teniendo permiso no hace falta, no le voy a ir a decir ayer folle con X, ni el me va a decir a mi ayer follé con Y. Pero si pregunta si se lo digo.
No sabeis si disfrutais, de lo q os cuenta q ha echo el otro?! O sabeis q eso no os gusta..?!
 
Pareciera que María va a despertar, pero no, sigue soñando, ahora se visualiza chupando a su novio mientras Juanjo juguetea en su interior antes de sacarla. Le da pequeñas embestidas en las que ella ahoga gemidos con los labios abrazando el falo de su chico. Este está a punto también de correrse. Ahora es ella la que decide como lo va a hacer. Empuja suavemente a Juanjo y hace que Jero se tire sobre la arena, encima de la manta que han puesto para no clavarse las agujas de los pinos. Ahora es ella la que se sube, la que busca su verga, la que se la coloca entre sus piernas, la que se deja caer suavemente. El semen de Juanjo le gotea hacia abajo, se le escurre por los muslos y sirve de lubricante para que su novio penetre sin ninguna dificultad. María se siente otra vez dueña de los chicos. Exultante, se la mete lentamente, buscando el fondo de su húmedo sexo. Despacio, comienza a cabalgarlo provocándole y provocándose a sí misma tiritones de placer. No da sentones, sino que permanece con ella clavada, moviendo la cintura, frotando los labios de su coño contra el pubis de Jero, haciendo movimientos de vaivén y también circulares hasta que el chico no puede más y se derrama dentro de ella. María continúa ahora con movimientos más enérgicos, casi bruscos, pudiera estar haciendo daño a su novio que sin embargo no se queja y la deja hacer hasta que comienza a follarlo con furia, frenéticamente y entonces vuelve a llegar al orgasmo.

La cabeza le da vueltas, las estrellas giran ocultándose en las ramas de los pinos y volviendo a salir, esta mareada, se deja caer sobre su novio dejando que la abrace y así permanecen unidos mucho tiempo. Tanto que cuando abre los ojos la hoguera está casi sin consumida y hace frío. Los chicos se levantan y buscan refugio en una de las tiendas formadas por un techo de chamizo y unas telas colgadas alrededor. Dentro hay una pareja. Ellos se quedan quietos como pidiendo permiso hasta que la chica les hace señas con la mano para que se acerquen y se instalen. La pareja está fumando y les pasan el porro. Los dos están desnudos y tienen pinta de que acaban de hacer el amor. Una parada para descansar que a ellos también les viene bien. Se acurrucan en una alfombra y se tapan un poco con una manta fina. Pronto entran en calor, las manos empiezan a jugar debajo de la manta y María se vuelve a encender. Está muy sensible, cada caricia parece como si fuera multiplicada por diez, cada beso parece más intenso, cada roce, cada pene que se restriega contra ella le provoca una sensibilidad brutal. Estar con los dos chicos a la vez y verlos también meterse mano entre ellos es algo que dispara su morbo a niveles inimaginables.

- Folladme por favor, folladme…- les pide y ellos obedecen.

Esta vez es su novio quién le hace el amor primero mientras María masturba a Juanjo. Jero se corre de nuevo mientras ella todavía aguanta su orgasmo. A pesar de lo caliente y de lo sensible que está le cuesta llegar.

Luego es Juanjo el que la penetra desde atrás. María, a cuatro piernas, se la chupa a su novio. Ahora sí, las embestidas del chico rebotando contra sus nalgas, sus manos aferrando las caderas, la otra pareja que los mira mientras la chica se sube encima del novio o de lo que sea y comienza a cabalgarlo, todo se confabula para hacerla tener un orgasmo bestial. Agacha la cabeza enterrándola entre las piernas de Jero sin soltar su verga y grita, esta vez ya no jadea ni gime, grita de placer mientras se corre a la vez que Juanjo, que ya no aguanta más.

El sueño es muy vívido, tanto que siente perfectamente como se desmaya del placer y se vuelve a quedar dormida, tirada entre los dos cuerpos que forman un paréntesis en el cual ella se acoge satisfecha, segura y feliz. La luz del sol la despierta. Ya es de día. El viento se ha echado y ya no ulula entre los pinos, no se oye apenas ningún ruido, solo el de algunos pájaros entre las ramas, ni siquiera el rumor de las olas rompiendo a pesar de que la playa no queda muy lejana.

María tiene la boca pastosa, los ojos hinchados y el cuerpo dolorido por haber dormido prácticamente en el suelo. Se escurre entre sus amigos y busca a tientas su ropa, bragas, camiseta, pantalón corto, chanclas… lleva poco equipaje. Sale fuera para encontrarse un campamento donde todos se están prácticamente igual, dormitando, allí no se ve un alma moverse. Trata de encontrar a su amiga. Tras dos intentos infructuosos finalmente la localiza en una pequeña tienda de campaña. Está desnuda, a su lado un chico delgado y moreno que la abraza por un costado mientras ella mira fijamente al techo, pendiente de la mancha solar que parece querer atravesar la lona. Tiene (igual que ella) los ojos cansados y rojos por haber dormido poco. Tarda unos segundos en reaccionar hasta que finalmente posa la mirada en su amiga.

- Natalia ¿estás bien?

Ella simplemente se encoge de hombros, como si quisiera indicar que no sabe cómo se siente. Con cuidado se desembaraza del apretón del chico, recoge su ropa y sale de la tienda reuniéndose con María. Los rayos de sol que todavía no calientan demasiado, abrazan su cuerpo mientras se viste. Luego las dos amigas caminan entre los pinos en dirección al mar.

- Tía, vaya fumada anoche ¿no?

- Sí, fue un desbarre total.

- ¿Qué tal con ese chico? - dice señalando con la cabeza en dirección al campamento.

- Creo que no estuvo mal.

- ¿Crees?

- No fue el único.

María reprime la pregunta que le sale de la garganta. Ha estado a punto de preguntarle con cuántos se acostó, pero se contiene.

- ¿Como te encuentras? - es lo que finalmente le demanda, interesada sobre todo en sondear el estado de su amiga.

- Confundida ¿Y tú? ¿pasaste la noche con ellos?

María asiente.

- ¿Y entre ellos...?

- Sí.

- ¡No me jodas!

- Natalia, no pasa nada, son nuestros novios, los mismos de siempre.

- Sí que pasa: mi novio no era homosexual o eso creía yo.

- No lo son, son bisexuales.

- ¿Qué diferencia hay?

- Sólo fue un juego, nosotras también nos enrollamos.

- ¡Que no! ¡que es distinto! - se empecina - Lo nuestro era un juego, cuando dos tíos se enrollan entre ellos no ¿es que no te das cuenta?

- Bueno, vale y si fuera así ¿qué importa? Juanjo te sigue queriendo. Igual que Jero a mí.

Ella niega con la cabeza.

- Yo así no puedo. De verdad María, yo no puedo…
 
María tiende la ropa en la ventana del pequeño apartamento. Por un momento se pregunta si ya es realidad o todavía está en el sueño. Le parece increíble que pueda seguir soñando de forma tan intensa, que la noche pueda durar tanto, así que se cuestiona si está despierta o no, pero decide no responder a la pregunta y limitarse a vivir lo que quiera que sea: sueño o vida real. Desde su ventana se ve un trozo de mar, es un piso chiquito, apenas un estudio, pero suficiente para ella y para Jero y Juanjo. Respira el olor a sal que viene desde la playa y se siente alegre y optimista.

Ni un solo instante en todos los meses que han pasado se arrepiente de su decisión de no volver a la ciudad y haberse quedado en Caños de Meca junto a su novio y su amigo, aunque la palabra novio suena ya rara. Ya no hay novios, ni pareja, ni amores convencionales. Han establecido un trío en toda regla donde cada uno de los vértices del triángulo que forman está conectado con los otros dos a la misma distancia, con el mismo cariño. La incertidumbre del salto al vacío, de decidir si quedarse o no en Caños, de renunciar a todo lo que experimentaron los primeros días, ya se ha visto superada con creces y ninguno de los tres desea estar en otro sitio ni con otra gente, a pesar de que echan de menos a sus familias y de vez en cuando van a verlas. Lo que podría haber sido una decisión impulsiva, un espejismo de verano, de playa, amor libre, hippies, música y fiesta, no se ha desvanecido con el paso de los meses ni con la llegada del otoño, sino que se ha conformado como una nueva vida. Un acierto.

Como dice la canción de Antonio Vega “Atrás

Algunos han conseguido olvidar

Y ahora su chica se ha vuelto a enrollar,

tan solo hay una cosa que funciona mal

y es que su amigo se ha echado atrás.


Esa mañana María se acuerda de Natalia, de su amiga, de la mañana en la que amanecieron en el campamento hippie de Yaiza y de cómo ella le dijo que no podía y efectivamente no pudo. Esa misma tarde les pidió que la llevaran a la estación de Cádiz y allí cogió el tren de vuelta. Al principio se telefoneaban de vez en cuando, solo para saber una de la otra, con el deseo Natalia de que llegara el momento en que ella se hartara de Caños y de llevar esa vida entre hippie y bohemia y volviera, y ella igualmente con el deseo de que su amiga lo pensara de nuevo, superara sus prejuicios y se reuniera con ellos otra vez. Pero como decía la canción de Nacha Pop, ahora su amiga se ha vuelto a enrollar. Tiene un nuevo novio y considera que no se le ha perdido nada en Caños de Meca porque ni siquiera ha ido a visitarlos, aunque la han invitado muchas veces. Cada una tiene su propia vida y les va bien por separado, así que finalmente se han acabado distanciando.

Jero ha conseguido trabajo en un taller mecánico del pueblo y Juanjo trabaja de camarero. Ella también trabaja algunas veces en el mismo bar, aunque generalmente prefiere ocuparse de la casa. En un principio pensaron en aceptar la invitación de Yaiza y formar parte de la comuna pero pronto vieron que aquella forma de vida no iba con ellos, necesitaban un espacio propio y también disponer de ese espacio en sus sentimientos. El tema del amor libre les seducía, pero pronto se aburrieron de la novedad y decidieron refugiarse en el cariño que se tenían los tres. Eso no quiere decir que de vez en cuando no tengan alguna aventura, generalmente porque acuden a fiestas con sus amigos de la comuna, pero en el día a día se tienen los unos a los otros y María se considera más que satisfecha con eso. Debido a la disparidad de horarios les cuesta muchas veces coincidir. Hay días que hace el amor con Juanjo porque hasta media mañana no va al bar. Al mediodía, cuando viene Jero a almorzar, también lo hacen. Ella jamás se lo niega incluso aunque haga haya quedado ya satisfecha por la mañana. Y luego por la noche vuelven a tener sexo los tres, ahora ya juntos. Por falta de cama que no sea, piensa divertida María que considera más que cubiertas sus necesidades sexuales. Hay veces que los chicos también se enrollan entre ellos y a ella no le importa en absoluto, casi agradece el descanso y es algo que a pesar de haber provocado la huida de su amiga a ella le sigue excitando. Viven al día, sin ahorrar mucho pero felices, sin pasar grandes estrechuras y con la relativa comodidad que les da tener una vivienda. Cuando disponen de tiempo cogen el coche y visitan la costa de Cádiz desde Tarifa hasta la misma capital. Se han andado todas sus playas y visitando todas sus calas. Han hecho nudismo y su piel tostada tiene el color canela de los residentes habituales.

A pesar de tener que trabajar y tener que ocuparse de la casa viven un eterno verano en el que todo está bien, donde cada uno ocupa su lugar y encajan todas las piezas a la perfección. María es feliz a pesar de la distancia con su familia y de que le gustaría que su amiga Natalia estuviera también con ellos. Es precisamente la familia lo que últimamente le ronda la cabeza, pero no la que ha dejado atrás, si no la que puede llegar a formar con sus dos hombres.

A pesar de que en el sueño tienen continuamente sexo sin protección, ella no se queda embarazada, es como si la vida le estuviera reservando alguien en concreto para ese fin. A pesar de que es joven siente que ese es el momento para ser madre, un momento donde su vida es estable, donde los sentimientos son claros, un momento en el que es feliz y tiene tiempo y ganas de criar a un hijo. Las chicas de su generación no están tan interesadas en la maternidad ni lo perciben como una obligación temprana como hacían sus madres, pero a ella no le disgusta la idea. Por lo menos en el sueño. Lo habla con los chicos y es curioso porque ellos también desearían formar familia, pero les cuesta verse en el papel de padres biológicos. Es algo raro y no sabe porque sueña con eso, pero en su fantasía es así. De hecho, aunque está plenamente satisfecha con los dos chicos y no necesita más, algunas veces abren el círculo y tanto ellos como ella tienen contactos íntimos con otras personas. Más que por morbo o por salir de la rutina, María lo hace pensando en quedar embarazada, cosa que hasta ahora no ha conseguido.

Así transcurren los días y pronto se acerca el verano. Casi en el aniversario de su llegada a Cádiz, un buen día se encuentran celebrando en la jaima. Son habituales ya y como forman parte del pueblo conocen a toda la comunidad que por allí pulula. Se han integrado muy bien y son bien recibidos en todos sitios. María conversa con Yaiza y una chica muy jovencita que se acaba de sumar a la comuna hippie. En cierta manera les recuerda en el físico y en los gestos a Natalia. La muchacha anda muy perdida, no ha tenido suerte en la vida y huye de una casa donde no la tratan bien, así que en el primer sitio que ha encontrado algo de afecto y aceptación ha decidido quedarse. María y Yaiza prácticamente la han adoptado.

Entonces algo sucede. Una inquietud recorre a María que dirige la vista hacia la puerta de la jaima como si tuviera una premonición. Un segundo después, un extranjero alto, fuerte, rubio y maduro, cruza por la puerta y saluda a algunos de los presentes con la efusividad de quien lleva mucho tiempo fuera.

- ¡Es Sven! – grita Yaiza saludándolo con la mano.
 
Efectivamente, el alemán ha vuelto como hace siempre al final de la primavera y principios del verano. Se acerca hacia ellas y saluda a los chicos primero, luego da un abrazo a Yaiza y otro a María que se siente un juguete entre sus brazos, apretada contra su cuerpo duro y fornido.

Una nueva premonición le hace tener un cosquilleo en el estómago porque nota una conexión especial y una mirada intensa por parte del hombre del Norte. El verano pasado (recién instalados) apenas tuvieron tiempo de intimar, pero ella no olvida el episodio en que la sacó del agua y la conexión que hubo entre ambos las pocas veces que coincidieron.

Él les cuenta la historia reciente de su vida: varios meses embarcado en un barco bacaladero en el Atlántico Norte. Trabajo duro, sin apenas parar para descansar, mar a veces picada, alguna que otra tormenta infernal, mucho frío y también (como corresponde) un buen sueldo que le permitirá ahora vivir varios meses hasta la próxima campaña, incluido el verano. Sus manos duras, cortadas por varias cicatrices y su rostro curtido por el frío y la brisa marina certifican su relato. María se ve atrapada por la narración, por el hombre, por el aura que destila, por esos ojos azules intensos, por esa barba en la que a pesar de no haber cumplido los cuarenta asoma alguna cana. El hombre también se fija en ella.

- Me he acordado de ti muchas veces - le dice, lo hace sin un ápice de petulancia, sin ningún interés oculto, simplemente de una forma clara y espartana, refrendando lo que es una realidad.

Y es que María ha ocupado muchas de sus noches en vela, muchos de sus sueños húmedos, como si fuera una obsesión que revoloteaba en su mente durante todo el tiempo que ha estado fuera de la Costa de la Luz. Para todos resulta evidente como se miran, como se escuchan, como se siente el uno en el otro, como prácticamente están deseando fundirse en un abrazo. Más tarde, cuando llega la hora de recogerse, María les dice a sus chicos:

- Voy a invitarlo al apartamento.

Ellos simplemente asienten con la cabeza. Sven no parece sorprendido cuando ella le propone acompañarlos a pesar que no deja de mirar a los chicos, como pensando cuál va a ser la propuesta o en qué va a consistir exactamente el juego que le proponen.

En el apartamento toman unos chupitos de ron. En su marinero, acostumbrado a licores fuertes, no parece hacer mella. María sí nota que se le va un poco la cabeza y se pega a él en el sofá, desabrochándole la camisa y acariciándole el pecho. Sven la toma del cuello y la besa. Sabe a salitre, a licor y a pescador. Sabe a pirata y sabe también a hombre del Norte, a vikingo. María se enciende. Toma su mano grande, callosa, con dedos fuertes y los lleva hasta su muslo que él agarra con fuerza como si fuera al cabo de una nave de vela. Ella se estremece y él torna el apretón en caricia.

Jero y Juanjo se sientan cerca. Uno de ellos pone la mano en el muslo del alemán. Él no hace ningún movimiento brusco ni parece enfadado, simplemente la toma y la retira negando con la cabeza. No va de ese rollo, parece decirles. María les echa una mirada advirtiéndoles que esa es su noche y que, si a él no le van los hombres, que no lo estropeen. Ellos, obedientes, ponen distancia yéndose al otro extremo del sofá, pero la situación es un poco incómoda, de manera que María se levanta y toma al norteño de la mano. Lo lleva hasta la habitación y antes de cerrar la puerta les dice a los chicos:

- Quiero tener un hijo.

Lo hace inequívoca e inapelable, como si estuviera segura que él es el hombre que ha estado esperando todo este tiempo para ese fin, pero sin el cómo. Los muchachos ven la determinación en su cara y no se oponen.

- Ve con él - le dice Jero a la vez que Juanjo asiente.

Entonces cierra la puerta y queda a solas con su hombre, porque esa noche es su hombre. Posiblemente cien kilos de individuo alto y fuerte, de ojos azul marino profundo que ahora se oscurecen por el deseo. Ella se quita la ropa, queda desnuda y se somete a su mirada aprobadora. Luego lo desviste. Él ha empezado quitándose la camisa que ya tenía desabotonada, pero ella continua con todo lo demás como si fuera un ritual, como una ninfa preparando a un Dios para una ceremonia, tomándose su tiempo, recorriendo su cuerpo con los dedos, palpando cada centímetro de su piel, dejando su sexo libre. Su pene mide casi una cuarta en reposo, es grueso, su glande resalta acorde con lo demás. María siente un estremecimiento de placer solo de imaginarlo sobre ella, abriéndole los muslos y penetrándola hasta lo más profundo, llenándola de su esencia, preñándola.

Como si él pudiera leerle la mente, la toma en brazos y la lleva a la cama siguiendo prácticamente ese mismo ritual. En el sueño está tan húmeda que no necesita preliminares ni lubricación extra, simplemente abrirse y relajarse mientras él la penetra muy despacito. Nota su carne dilatarse, abrazar aquel miembro, fundirse con él aceptándolo en su interior y haciéndose los dos uno solo. El glande es como una bola de carne que va en vanguardia, llegando hasta el fondo de su vagina, tocando el final, proporcionándole un roce gozoso que el resto del falo aumenta. El hombre empuja y retrocede una y otra vez, como si estuviera atacando la puerta de una fortaleza. Trata de ser delicado pero al final, cuando le introduce los últimos centímetros, siempre acaba dando un empujón que a ella la hace vibrar por fuera y por dentro, emitiendo un gemido alto y ronco. Se pone en tensión, los muslos se le agarrotan, con las palmas de las manos araña las sábanas, sus pechos botan provocándole un suave cosquilleo en las puntas. Desea que él las muerda, pero no tiene tiempo de pedirle nada porque el orgasmo le llega como un golpe de mar que esos hacen naufragar una barquita: de repente, imprevisto, poderoso e inapelable.

María grita. Grita de placer, grita porque está descontrolada, porque su cuerpo no le obedece, porque se muere de gusto. Todo su ser tiembla incluso cuando el clímax ha pasado. Con sus muslos intenta rodear la cintura del hombre apretando los talones en sus nalgas para que continúe dentro. Sven se mantiene firme como una roca, aplastándola con su peso, penetrándola hasta lo más hondo. Y de repente, con apenas un par de movimientos, algo estalla en su interior. María percibe perfectamente las contracciones del miembro que en rápida sucesión eyacula tres o cuatro chorros de esperma tan potentes que desbordan su vagina y salen disparados por sus labios mayores, pegándose a sus muslos y a los testículos de Sven, volviéndose un engrudo pegajoso a medida que él continúa deslizando el miembro por su vagina. Finalmente se detiene y tras aguantar la posición un par de minutos en los que permanecen aferrados el uno al otro, finalmente la saca y se tumba a su lado. María se nota muy encharcada. Expulsa tal y como está, sin moverse, una buena cantidad de semen manchando las sábanas y luego se queda mirando hacia el techo, cansada pero feliz y satisfecha. Pasado un rato se gira y se recuesta contra el hombre del Norte, acariciando su pecho, enredando las yemas en su pelo.

No hablan, no preguntan, no hay cuestiones que formular ni respuestas que buscar, solo deseo satisfecho, anhelo colmado, placer diferido que aún aletea en su tripa y en su pecho. Más tarde les vuelven las ganas. Él se recupera y ella está tumbada boca abajo dejándose acariciar la nuca, la espalda y el culo. Una mano ruda y áspera que recorre sin embargo con delicadeza su piel. María ronronea y levanta el trasero, excitada de nuevo. Sven se sube y la aprisiona bajo su peso. Su miembro busca desde atrás abrirse y ella separa las piernas para facilitarlo a la vez que mete la mano por debajo de las ingles y dirige la punta para que encuentre la entrada de su coño. Siente que, si el desea, de un solo empujón podría penetrarla, romperla, desgarrarla, hacerle daño, destrozarla a golpes de cintura, pero eso no sucede porque a pesar de su tamaño y de su fuerza es extraordinariamente delicado. Quizás sea el sueño, pero sabe aplicar siempre la fuerza justa para no dañarla y solo se vuelve intenso cuando sabe que ella está lista para el placer. Así sucede esta vez también, desde atrás como si estuviera haciendo flexiones, juega a meterla y sacarla, a empujar, a llegar hasta el fondo, a dar con el culo de María penetrando cada vez más fuerte. María mete las manos por debajo buscando su nódulo y se acaricia mientras él la folla. Va pegando pequeños tirones al clítoris, tiene los labios hinchados por el roce y también por el placer. Lo espera, va bajando el ritmo de estimulación cuando siente que llega al orgasmo, incluso llega a detenerse mientras él continúa follándola, hasta que al final nota como el hombre se vuelve a derramar dentro y entonces presiona y agita rápidamente hasta que ella misma también se corre. Después, agotada, entra en un profundo sueño. Se queda así, tumbada boca abajo. Luego se pone de costado para poder respirar mejor y entonces las tinieblas del sueño se apoderan de ella.

Cuando despierta el sol está muy alto, es ya mediodía. Jero aún continúa en el taller y Juanjo debe haberse ido ya para entrar en el bar. Ella se levanta y prepara un poco de desayuno: hace tostadas con una barra de pan que sobró del día anterior, prepara café y exprime unas naranjas. Luego se da una ducha antes de llamar a Sven, cosa que no es necesaria pues cuando sale liada en la toalla está esperándola de pie, desnudo. Se fija en su pecho, sus brazos musculosos, su barriguita incipiente, su cintura ancha, sus piernas fuertes y duras, bien musculadas. El pene que cuelga es tan grueso que oculta sus huevos. Lo invita a sentarse en la mesa y los dos desayunan entablando una media conversación en el español que el hombre es capaz de chapurrear. María sonríe, le gusta verlo desnudo. A pesar de la diferencia de edad es para ella como un niño grande, se cree capaz de manejarlo, parece simple y buena persona. Si se queda embarazada le gustaría que su hijo fuera así. El pensamiento de quedarse encinta la hace revolverse inquieta otra vez, su matriz se encharca y la humedad vuelve a aparecer en su vagina. Se levanta para recoger la mesa señalándole a Sven donde puede ducharse, pero cuando está colocando los platos en el fregadero lo nota detrás de ella. Una presencia enorme, cálida, dura como la roca del acantilado se pega a ella y la abraza. Siente el miembro en su espalda. Se deja quitar la toalla que cae a sus pies y ahora ya nada se interpone entre piel y piel. La verga queda a la altura de su cintura, las manos acarician sus pequeños pechos, que se pierden entre ellas, que los pueden abarcar sin ningún problema, el aliento en su cuello que casi forma vapor. María mete la mano entre los dos cuerpos y agarra la verga del hombre, la masturba con cuidado, suavemente y luego se da la vuelta agachándose. Por primera vez la mete en su boca y de rodillas le hace una felación haciendo que el hombre gima de gusto. Si sigue así va a conseguir que se corra, pero no es su intención, ella sigue empecinada con que la preñen, así que tira de él y se acerca a la mesa del comedor. Se sienta en ella y abre las piernas mientras se echa para atrás, apoyándose en los codos. Queda a una altura buena, de forma que Sven puede jugar con su falo restregándolo contra su coñito. Luego la penetra tirando de ella hasta que el culo queda hasta el borde. De nuevo, el dulce vaivén, de nuevo la carne que entra en la carne, el roce gozoso, las manos de María intentando arañar el mantel igual que por la noche había agarrado las sábanas en un reflejo provocado por cada espasmo de placer. Finalmente acaba colgada de su cuello mientras él la golpea en su interior, dilatándola y provocándole un nuevo orgasmo. Luego sale de ella, la gira y María queda su merced echada sobre la mesa, con el culo levantado y esperando de nuevo que la penetre. Ahora sí nota un poco de molestia (que no de daño) porque en esa posición la embiste muy profundo y muy fuerte. La toma de las caderas y empuja una y otra vez hasta que finalmente la sujeta contra sí, pegada, con su pene llenándole la vagina, con esas manos duras y firmes inmovilizándola mientras eyacula en su interior. Puede sentir cada golpe de semen, cada vibración del pene, cada una de sus venas marcadas latiendo por la sangre que bombean, el glande aplastándose contra el cuello de su útero. Es una bestialidad que la hace sentirse como electrizada, es un sentimiento extraño, animal, atávico, que la atrae y la excita en una retroalimentación que la mantiene en tensión, provocándole una gran hipersensibilidad sobre todo en sus pezones y en su sexo.

Pasan unos minutos eternos en los que él se mantiene todavía en su interior hasta que por fin la saca. María oye como caen los goterones de semen al suelo, esa es una imagen que la va a perseguir durante las horas siguientes en las que, a pesar de estar cansada y un poco dolorida por esos tres polvos salvajes, se volverá a excitar recordándola mientras cuenta las horas para volver a encontrarse con el alemán.
 
Se han despedido sin más, casi solo con la mirada, pero no han necesitado decirse mucho: ambos saben que se volverán a ver. Los chicos la interrogan cuando vuelven. Primero Jero y luego Juanjo. A estas alturas los celos están de más, todos han tenido aventuras fuera del trío, a veces juntos y a veces por separado. Pero son buenos alumnos del ambiente liberal de la comuna hippie que saben separar el cariño del sexo. Ella les manifiesta una vez más que quiere ser madre y que va a tener un hijo. Y que desea hacerlo con Sven, ahora ya está segura. En su sueño todo resulta fácil: ellos la apoyan y entienden que ese verano María va a verse mucho con el extranjero.

Así sucede. El tipo no se encuentra a gusto del todo con los chicos por lo cual la visita cuando está sola. Varios días a la semana, ella pasa la noche también con él en su casa. En alguna ocasión incluso hacen un pequeño viaje juntos. Todas las veces que se ven tienen sexo. María vive en un estado de permanente excitación y sensibilidad, es como si continuamente estuviera ovulando y el cuerpo le pidiera sexo a todas horas. Suele venir cansada, a veces incluso magullada por la batalla, y las relaciones con sus amigos se reducen al mínimo. Cuando se enrollan casi siempre la cosa acaba en caricias y sexo oral. Pero nadie se queja. El tercer mes tiene una falta. La regla no llega y ella nota un cambio. No sabe si es hormonal o de qué tipo, pero sospecha que ha quedado preñada. No deja de ver a Sven, continúa teniendo sexo con él hasta que el hombre tiene que volver a su país. Cuando lo despide se cumplen ya dos meses sin que le venga el periodo. María no ha querido hacerse ninguna prueba. No la necesita: sabe que está embarazada.

Vuelve a la rutina con sus dos amigos, aunque el primer mes y con la tripa creciendo decide tomárselo con tranquilidad y apenas tienen sexo. Encuentra en sus dos chicos la familia que había imaginado. No la decepcionan. Tampoco echa demasiado de menos a Sven, el sexo con él estaba bien y era muy intenso, pero ahora está en otra fase y toda la atención es para la vida que crece poco a poco en su interior. Se siente feliz en el pequeño apartamento cuidando de sus dos chicos grandes y esperando a su chico pequeño. Jero y Juanjo la colman de atenciones.

A partir del cuarto mes de embarazo se estabiliza, desaparecen los vómitos y mareos, su cuerpo parece haberse regulado y de repente le vuelven las ganas. Su cuerpo ha cambiado, pero todavía no está tan avanzada la gestación para que suponga molestia a la hora de tener sexo y reclama a los chicos con más frecuencia. De repente hay días y momentos en que siente un súbito deseo de follar y les pide que la monten uno detrás de otro, a veces en medio de la tarde o cuando están viendo la tele por la noche, o incluso a la hora del almuerzo con la comida puesta encima de la mesa. Los toma de la mano y los lleva al dormitorio para que la satisfagan. En esas ocasiones llega a dejarlos a los dos exhaustos, tanta es su calentura. Su tripa cada vez más grande, no resta morbo a los encuentros, sino que los hace aún más excitantes para los tres. Siempre tiene mucho sueño y por las noches se acurruca entre ellos y duerme de un tirón plácidamente. Cuando amanece, cada chico está en un extremo, casi al filo de la cama y ella se ha hecho con todo el centro para sí misma.

Es la etapa más feliz de su sueño. Se percibe a sí misma soñando y casi se puede oír ronronear como una gata. Todo va bien y todo es genial. Se emociona cuando se imagina teniendo a su hija, porque al final es una niña de pelo rubio y ojos claros. La acuna entre sus brazos, la transporta a la espalda o delante envuelta en una tela que cuelga al estilo de las madres africanas. Así la puede llevar a todas partes con ella. En el campamento todos están encantados con la llegada de un bebé y en casa los chicos ejercen de padres y también de maridos, cuidando de las dos. María se plantea viajar a su ciudad para presentársela a sus padres. Los chicos no quieren volver. Temen las habladurías y que los juzguen, así que prefieren quedarse en Cádiz donde son libres de hacer lo que les dé la gana. María piensa en que en poco tiempo volverá Sven y entonces le pedirá que la lleve. Desea presentarle su hija también a Natalia. Hace mucho que no habla con ella, pero le ha escrito para contarle que todo ha ido bien.

María no tiene más tiempo de elucubrar. Tiene la boca seca, el cuello rígido por la mala postura durmiendo en la colchoneta y la vejiga a punto de estallar. Se acaba de despertar y está desorientada, no acaba de ubicarse hasta que se da cuenta que aquella es su tienda de campaña, la que comparte con Jero y que es la mañana de su segundo día en Cádiz. No puede creerse que todo lo anterior haya sido un sueño, ha sido algo tan vívido que aún conserva cada recuerdo, cada sensación en la cabeza. Podría describir con todo detalle la cara de su hija o como estaba decorado el apartamento donde vivían, el sabor de la boca de Sven, el calor que el deseo le provocaba cuando follaba embarazada y hasta los lunares nuevos que el sol pintaba en su piel después de meses en Cádiz.

Lentamente se incorpora, bebe agua y luego se despereza. Sale con cuidado de la tienda para no despertar a Jero y se acerca hasta la orilla. El sol está ya muy alto, se ve que han dormido hasta tarde. Ella se remoja los pies. Aprovechando la marea baja puede caminar por la arena entre las rocas que quedan al descubierto. Se agacha y se echa un poco de agua en la cara. A pesar de la sal agradece el frescor que consigue espabilarla. Luego pone en cuclillas y orina. Cuando se incorpora, mira hacia el mar. Todavía la asaltan recuerdos de lo soñado. A la luz del día algunas de las cosas le parecen increíbles. O más que increíbles poco probables. Mientras dormía todo parecía fácil, nada extrañaba, todo se desarrollaba de una forma natural.

¿Y por qué no? se pregunta ¿por qué las cosas de la vida real no pueden ser así de naturales? ¿por qué no podemos aceptar nuestros deseos, vivir como queremos sin juzgar ni ser juzgados?

- ¿Qué haces?

María se vuelve y encuentra a su amiga Natalia que también con cara de sueño ha ido a buscarla.

- Nada, aquí espabilándome ¿Y tú?

- Me he levantado a mear y te he visto venir hacia el agua.

- ¡Joder, parece que estamos sincronizadas!

A las dos les da la risa.

- Tía, no te vas a creer lo que he soñado...

- Prueba a ver…



--------------------------------------------------------------- FIN ------------------------------------------------------------
 
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9. Diana (esteticista, 36 años): “Lo de tener una relación sexual al aire libre, entre dunas, es el no va más de mis fantasías. La posibilidad de que me vean, pero sobre todo la sensación de sentir el calor, el mar, la arena, el sudor, los jadeos, el cuerpo de mi pareja, el mío… Sin palabras”.


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