Pareciera que María va a despertar, pero no, sigue soñando, ahora se visualiza chupando a su novio mientras Juanjo juguetea en su interior antes de sacarla. Le da pequeñas embestidas en las que ella ahoga gemidos con los labios abrazando el falo de su chico. Este está a punto también de correrse. Ahora es ella la que decide como lo va a hacer. Empuja suavemente a Juanjo y hace que Jero se tire sobre la arena, encima de la manta que han puesto para no clavarse las agujas de los pinos. Ahora es ella la que se sube, la que busca su verga, la que se la coloca entre sus piernas, la que se deja caer suavemente. El semen de Juanjo le gotea hacia abajo, se le escurre por los muslos y sirve de lubricante para que su novio penetre sin ninguna dificultad. María se siente otra vez dueña de los chicos. Exultante, se la mete lentamente, buscando el fondo de su húmedo sexo. Despacio, comienza a cabalgarlo provocándole y provocándose a sí misma tiritones de placer. No da sentones, sino que permanece con ella clavada, moviendo la cintura, frotando los labios de su coño contra el pubis de Jero, haciendo movimientos de vaivén y también circulares hasta que el chico no puede más y se derrama dentro de ella. María continúa ahora con movimientos más enérgicos, casi bruscos, pudiera estar haciendo daño a su novio que sin embargo no se queja y la deja hacer hasta que comienza a follarlo con furia, frenéticamente y entonces vuelve a llegar al orgasmo.
La cabeza le da vueltas, las estrellas giran ocultándose en las ramas de los pinos y volviendo a salir, esta mareada, se deja caer sobre su novio dejando que la abrace y así permanecen unidos mucho tiempo. Tanto que cuando abre los ojos la hoguera está casi sin consumida y hace frío. Los chicos se levantan y buscan refugio en una de las tiendas formadas por un techo de chamizo y unas telas colgadas alrededor. Dentro hay una pareja. Ellos se quedan quietos como pidiendo permiso hasta que la chica les hace señas con la mano para que se acerquen y se instalen. La pareja está fumando y les pasan el porro. Los dos están desnudos y tienen pinta de que acaban de hacer el amor. Una parada para descansar que a ellos también les viene bien. Se acurrucan en una alfombra y se tapan un poco con una manta fina. Pronto entran en calor, las manos empiezan a jugar debajo de la manta y María se vuelve a encender. Está muy sensible, cada caricia parece como si fuera multiplicada por diez, cada beso parece más intenso, cada roce, cada pene que se restriega contra ella le provoca una sensibilidad brutal. Estar con los dos chicos a la vez y verlos también meterse mano entre ellos es algo que dispara su morbo a niveles inimaginables.
- Folladme por favor, folladme…- les pide y ellos obedecen.
Esta vez es su novio quién le hace el amor primero mientras María masturba a Juanjo. Jero se corre de nuevo mientras ella todavía aguanta su orgasmo. A pesar de lo caliente y de lo sensible que está le cuesta llegar.
Luego es Juanjo el que la penetra desde atrás. María, a cuatro piernas, se la chupa a su novio. Ahora sí, las embestidas del chico rebotando contra sus nalgas, sus manos aferrando las caderas, la otra pareja que los mira mientras la chica se sube encima del novio o de lo que sea y comienza a cabalgarlo, todo se confabula para hacerla tener un orgasmo bestial. Agacha la cabeza enterrándola entre las piernas de Jero sin soltar su verga y grita, esta vez ya no jadea ni gime, grita de placer mientras se corre a la vez que Juanjo, que ya no aguanta más.
El sueño es muy vívido, tanto que siente perfectamente como se desmaya del placer y se vuelve a quedar dormida, tirada entre los dos cuerpos que forman un paréntesis en el cual ella se acoge satisfecha, segura y feliz. La luz del sol la despierta. Ya es de día. El viento se ha echado y ya no ulula entre los pinos, no se oye apenas ningún ruido, solo el de algunos pájaros entre las ramas, ni siquiera el rumor de las olas rompiendo a pesar de que la playa no queda muy lejana.
María tiene la boca pastosa, los ojos hinchados y el cuerpo dolorido por haber dormido prácticamente en el suelo. Se escurre entre sus amigos y busca a tientas su ropa, bragas, camiseta, pantalón corto, chanclas… lleva poco equipaje. Sale fuera para encontrarse un campamento donde todos se están prácticamente igual, dormitando, allí no se ve un alma moverse. Trata de encontrar a su amiga. Tras dos intentos infructuosos finalmente la localiza en una pequeña tienda de campaña. Está desnuda, a su lado un chico delgado y moreno que la abraza por un costado mientras ella mira fijamente al techo, pendiente de la mancha solar que parece querer atravesar la lona. Tiene (igual que ella) los ojos cansados y rojos por haber dormido poco. Tarda unos segundos en reaccionar hasta que finalmente posa la mirada en su amiga.
- Natalia ¿estás bien?
Ella simplemente se encoge de hombros, como si quisiera indicar que no sabe cómo se siente. Con cuidado se desembaraza del apretón del chico, recoge su ropa y sale de la tienda reuniéndose con María. Los rayos de sol que todavía no calientan demasiado, abrazan su cuerpo mientras se viste. Luego las dos amigas caminan entre los pinos en dirección al mar.
- Tía, vaya fumada anoche ¿no?
- Sí, fue un desbarre total.
- ¿Qué tal con ese chico? - dice señalando con la cabeza en dirección al campamento.
- Creo que no estuvo mal.
- ¿Crees?
- No fue el único.
María reprime la pregunta que le sale de la garganta. Ha estado a punto de preguntarle con cuántos se acostó, pero se contiene.
- ¿Como te encuentras? - es lo que finalmente le demanda, interesada sobre todo en sondear el estado de su amiga.
- Confundida ¿Y tú? ¿pasaste la noche con ellos?
María asiente.
- ¿Y entre ellos...?
- Sí.
- ¡No me jodas!
- Natalia, no pasa nada, son nuestros novios, los mismos de siempre.
- Sí que pasa: mi novio no era homosexual o eso creía yo.
- No lo son, son bisexuales.
- ¿Qué diferencia hay?
- Sólo fue un juego, nosotras también nos enrollamos.
- ¡Que no! ¡que es distinto! - se empecina - Lo nuestro era un juego, cuando dos tíos se enrollan entre ellos no ¿es que no te das cuenta?
- Bueno, vale y si fuera así ¿qué importa? Juanjo te sigue queriendo. Igual que Jero a mí.
Ella niega con la cabeza.
- Yo así no puedo. De verdad María, yo no puedo…