Vale, pues cuento una historia de hace años que aun me excita recordar por morbosa, no por gozosa y que ya conte en otro foro ya muerto:
Yo la tengo de buen tamaño, pero no enorme. Con los amigos de juventud había mucha coña, porque se me puso así de muy joven, antes del estirón, y la recuerdan mucho mayor, muy magnificada. Eso llevo con el tiempo a hacer comentarios con sus parejas cuando las conversaciones se ponía calientes, del tipo “el capullo de éste es como toda mi polla”, o “ni lo mires que eso a ti no te cabe”.
Con todo, una capacidad que tenía – y añoro – era conseguir una absoluta erección en segundos y a voluntad, lo que utilizábamos cuando queríamos subir el tono de algunas fiestas. Aprovechándola, un número que realicé varias veces era una especie de strptease cubierto con una toalla de baño (no muy pesada), tras la que iba penduleando la polla hasta ponerla en tiempo de saludo, para luego dejar la toalla “apollada” en ella, con un efecto bastante llamativo.
Pues bueno, muchos años después de esas fiestas, en una celebración de reencuentro, ya cuarentones, las chicas pidieron que hiciéramos las tonterías que hacíamos en las fiestas de juventud y al poco estaba yo repitiendo el número de la toalla con bastante éxito.
Lo sorprendente y morboso es que al acabar, estando exhibiendo la toalla flotante sobre la verga, se lanzó hacia mi la mujer de un amigo con la que no tenía casi trato, una chica muy menuda, se arrodilló, retiró la toalla y me engulló toda la polla –muy pocas lo logran - hasta marcarme deliberadamente el pubis con el carmín.
Sin ningún tipo de deseo ni pasión, como una demostración mecánica. Una vez logrado, lo que le costó menos de lo normal, apenas un par de movimientos de cabeza, Se volvió hacia el público (su pareja) y dijo desafiante
-“¿Ves como si que me cabe toda?”
Y se volvió a su sitio.
La fiesta casi acabo ahí. Hubo una sensación de tensión, nadie comentó nada, y mientras yo me iba apartando del “escenario” se empezó a disolver la reunión.
Mi corte fue de aquella manera, pero el morbo me lo da imaginar todas las conversaciones que debieron preceder a ese momento – sin duda alcohólico – de decisión.