Capítulo 11.
La ocasión se presentó el fin de semana. El sábado no teníamos ningún plan y decidimos ir a tomar una copa a una discoteca que estaba al lado del mar. Después de cenar en casa, nos arreglamos para salir. Fue curioso, mi mujer llevaba el mismo conjunto que se puso la primera noche en Barcelona. Seguía viéndola deslumbrante.
El sitio al que fuimos es el típico lugar al que la gente va para dejarse ver. Nos sentamos en una mesa con las primeras consumiciones y nos pusimos a hablar sobre la gente que nos rodeaba. Pedí una segunda consumición en la barra y le pedí al camarero que cargara bien la copa de mi mujer. Quería que se sintiera más desinhibida. Cuando ya llevaba la mitad de su copa bebida, se me ocurrió sacar el tema de nuestro viaje diciéndole que se fijara en un hombre que daba la impresión de que se parecía a Daniel.
“¡Mira! Ese hombre se parece un montón a Daniel, ¿verdad?”
“Bueno, tampoco mucho.”
“¿Sabes? ¿No te parece un buen momento para que me cuentes lo que estoy deseando saber?”
La música estaba alta pero sin apabullar, no teníamos gente relativamente cerca y creí que se daban las condiciones idóneas. Para empezar, le pregunté: “¿Cómo cambiaste tan radicalmente de opinión en menos de un día?”
“Pues … Porque así tú lo querías, estábamos lejos de casa y debo confesar que elegiste muy bien, no sólo físicamente. Daniel me pareció un seductor fantástico.” Y empezó a hablar casi sin parar.
“La primera noche sentí que todo iba muy deprisa y no tenía mucho control de la situación. A la mañana siguiente, mientras me duchaba pensé que era una locura acostarme con Daniel por mucho que tú quisieras. Me dije que procuraría mantener las distancias. Pero Daniel supo vencer mis defensas durante la visita que hicimos por Barcelona. Me tenía encantada con su saber estar. Me derrotó cuando me abrazó por detrás en la Catedral del Mar. En la comida, cuando te fuiste al aseo, le dije que íbamos a hacerlo esa tarde después de comer, los dos solos, nadie y nada más. Lo que pasó en la habitación del hotel me daba la sensación de que abría una puerta a algo que no sé si voy, o, mejor dicho, si vamos a manejar bien, que no sé si nos va a hacer daño, porque lo que hicimos Daniel y yo, no te voy a mentir, me encantó, disfruté muchísimo con un hombre que está muy bien, y al cual hice disfrutar mucho también.”
“¿Sí?” ¿Cuántas veces se corrió?” pregunté
“Tres.”
“¡Tres!¡Qué barbaridad!” dije mintiendo a mi mujer como si no supiera ya la historia. “¿Cómo fueron?, y tú ¿cuántas?” Estaba entusiasmado con sus ganas de hablar.
“Dos veces nos corrimos juntos, la primera yo estaba encima de él y aunque al principio me costó que entrara, cuando entró bien, y esto no sé si te va a gustar oírlo, jamás me había sentido tan llena.”
“¿Y la segunda?” pregunté ansioso dejando que bebiera un trago de su copa.
“La segunda fue él encima de mí en la cama, después de que estuviéramos un rato viéndonos en el espejo de la habitación.”
“¿Os decíais algo en ese momento?” estaba superexcitado disfrutando del momento. Allí mismo la habría desnudado y penetrado.
“Sí y es algo que me da vergüenza contarte.”
“No pares ahora, por favor.”
Tomó aire y siguió. “Estábamos a punto de corrernos y consiguió que le dijera que si viviéramos en la misma ciudad, sólo lo haría con él. Y a mí me puso a cien decirle que sí.” Se calló un rato, acabó su copa y encendió un cigarrillo.
“No te sientas mal” le dije cogiéndole la mano. “Fue un momento de descontrol; además, si preparé todo esto, era para que llegaras a ese punto” seguí hablando para tranquilizarla.
“¿No te importa? ¿No te parece mal?”
“No, mientras la situación no se nos vaya de las manos. Podría ser un problema si viviéramos en la misma ciudad. Pero estando tan lejos y cuando volvamos al trabajo, lo recordaremos menos intensamente pero sin olvidar lo agradable que fue. Acaricié su cara mirándola con tanta intensidad, que se tranquilizó bastante.
“¿Puedo hacerte una, bueno, dos preguntas, si no te importa?”
“Bueno.”
“¿Y la tercera de él?”
“En el baño mientras nos duchábamos. La verdad es que se recuperó en seguida y tuve que hacerle una mamada. ¿Sabes? Oír de un hombre como Daniel que pocas veces había disfrutado tanto con una mujer y oírselo decir con tanta sinceridad, me hizo sentirme muy bien.”
“Por eso ligaste en la fiesta del otro día con ese tío, ¿no?” le comenté.
“En parte, sí. Me dedicó un piropo muy bonito cuando coincidimos en los aseos y algo me removió por dentro. Me dijo que estaría en la barra tomando algo y que le gustaría invitarme. Por eso fui pasado un rato.”
“Querías demostrarte todo lo que te llevo diciendo desde hace muchos años ¿no?. Valiendo lo que vales, estando tan buena como estás, debes quererte mucho más.”
“Pues no te lo voy a negar. Quería comprobar si era verdad el interés que había puesto en mí. La verdad es que era un bombón, muy agradable, simpático. No sé qué hubiera pasado, pero claro, tanta gente conocida … Ya sabes.” Me dijo sonriendo y guiñándome un ojo.
“¡Vaya, vaya! Te vas a convertir en una devoradora de hombres”. Le dije bromeando. “Espero que siempre empieces por mí.” Ella se echó a reír.
“Ahora en serio.” Seguí hablando. “Si se te presenta una ocasión, así como la de la otra noche, con alguien que te gusta, no tienes muchos obstáculos y eres discreta, adelante, no lo dudes, disfruta todo lo que puedas.”
“¿Me estás dando tu consentimiento?”
“Sí.”
“¿A cambio de nada?”
“Por ahora, a cambio de nada. Bueno, sí, una cosa: que no me ocultes nada, que si te sale un plan, que me lo digas y después que me cuentes cómo te ha ido.”
“Vale. Pero no creo que vuelva a pasar, la verdad.”
Y sí que pasó.