Lord Henry
Miembro muy activo
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“Todo lo que quieres que te pase, sucede, pero nunca como lo habías previsto”
Aquí estaba yo en esta terraza, mirando el reloj y el móvil nerviosamente, esperando un mensaje que me permitiera volver al hotel. Allí estaban mi mujer y Daniel, haciendo lo que yo había planeado durante tres meses. Desde hace tiempo he tenido la fantasía de ver a mi mujer haciendo el amor con otro hombre estando yo presente para participar, grabar o simplemente deleitarme mirando.
Sí, lo había conseguido, pero no de la forma que había previsto, me quedaba con la miel en los labios. ¿Me habrían hecho caso cuando les dejé en la puerta del hotel? Les dije que al menos grabaran todo lo que hicieran, ya que mi mujer puso como condición el estar los dos a solas. Sí, estaban follando los dos como había calculado, pero cuando ella se enteró de mis intenciones por casualidad un día antes, jamás pensé que ahora estaríamos así.
Habíamos decidido pasar un fin de semana largo en Barcelona y con esa excusa me puse en contacto con Daniel a través de una página de contactos en internet. Me gustó Daniel por que reunía las condiciones que le podían agradar a mi mujer: edad similar a la nuestra, universitario, atlético, cuerpo cuidado, con experiencia y bien dotado. Mantuve con Daniel contacto las semanas previas a nuestro posible encuentro. En esos contactos, le mandé alguna foto de mi mujer y sobre todo le hablé de cómo se comportaba ella en la cama, qué cosas le gustaban más cuando hacemos el amor. Le dije que la tarea no iba a ser fácil, que tendría que desplegar sus mejores virtudes para conquistarla, paso a paso, rompiendo sus defensas porque cuando ella se entrega, es un verdadero volcán.
Creí que todo se me iba al garete cuando conduciendo ya a la altura de Tarragona recibí un mensaje en mi móvil y mi mujer miró a ver quién era: era Daniel, preguntaba que cuándo llegábamos. “¿Quién es Daniel?” preguntó mi mujer. “Pues … “no supe mentir en ese momento y le conté la verdad. “¡Pero tú estás loco!” me gritó, ¿cómo se te ocurre semejante insensatez?” y a partir de ahí, toda una retahíla de reproches. Después de eso, nos mantuvimos en silencio hasta la llegada al hotel. No había podido contestar al mensaje de Daniel y en cuanto pude le mandé un mensaje diciéndole que había problemas y que le tendría al tanto.
“¿Podemos hablar?” pregunté a mi mujer. Me dijo que sí y le pedí que se sentara en una silla al lado de una mesa que teníamos en la habitación. “Quiero que veas a la persona con la que me gustaría que quedáramos”. Encendí el ordenador y me conecté a la página de contactos donde aparecía el perfil de Daniel. Ahí empecé a ganar la partida. No hubo ningún comentario despreciativo, únicamente dijo” ¡qué exageración!” cuando vio el pene en erección de Daniel. Pasé después a que leyera todos los correos que habíamos intercambiado. “¡¿Le has mandado fotos mías?!” le dije que sí y le enseñé las repuestas de Daniel: “me gusta mucho tu mujer. Las mujeres de su edad tienen una sabiduría que ya quisieran las jovencitas. Las mujeres maduras saben lo que quieren y cuando lo consiguen, disfrutan al máximo. Te lo digo por experiencia.” En otros correos me aconsejaba que hablara con mi mujer de mis intenciones pues no le parecía muy bien esconder esta posible cita. Mi mujer seguía leyendo los correos sin apenas hacer comentarios. Me parecía buena señal que no me hubiera mandado a freír espárragos. Le llamó la atención lo que le decía a Daniel en uno de los mensajes: que quisiera verla suplicar que Daniel la follara y que se entregara a él totalmente. Después de leerlo, me miró como si no me conociera. Terminó de leer todos los mensajes y le pedí que al menos consintiera en que cenáramos los tres juntos, quizás después tomar algo y punto final. Tardó unos segundos en responder y dijo: “de acuerdo. Sólo será cenar y una copa.” Rápidamente, cuando mi mujer se fue a duchar, puse a Daniel al corriente de todo lo que había pasado. Le pedí que fuera elegante y que no mostrara prisas, que intuía que algo podíamos conseguir.
Aquí estaba yo en esta terraza, mirando el reloj y el móvil nerviosamente, esperando un mensaje que me permitiera volver al hotel. Allí estaban mi mujer y Daniel, haciendo lo que yo había planeado durante tres meses. Desde hace tiempo he tenido la fantasía de ver a mi mujer haciendo el amor con otro hombre estando yo presente para participar, grabar o simplemente deleitarme mirando.
Sí, lo había conseguido, pero no de la forma que había previsto, me quedaba con la miel en los labios. ¿Me habrían hecho caso cuando les dejé en la puerta del hotel? Les dije que al menos grabaran todo lo que hicieran, ya que mi mujer puso como condición el estar los dos a solas. Sí, estaban follando los dos como había calculado, pero cuando ella se enteró de mis intenciones por casualidad un día antes, jamás pensé que ahora estaríamos así.
Habíamos decidido pasar un fin de semana largo en Barcelona y con esa excusa me puse en contacto con Daniel a través de una página de contactos en internet. Me gustó Daniel por que reunía las condiciones que le podían agradar a mi mujer: edad similar a la nuestra, universitario, atlético, cuerpo cuidado, con experiencia y bien dotado. Mantuve con Daniel contacto las semanas previas a nuestro posible encuentro. En esos contactos, le mandé alguna foto de mi mujer y sobre todo le hablé de cómo se comportaba ella en la cama, qué cosas le gustaban más cuando hacemos el amor. Le dije que la tarea no iba a ser fácil, que tendría que desplegar sus mejores virtudes para conquistarla, paso a paso, rompiendo sus defensas porque cuando ella se entrega, es un verdadero volcán.
Creí que todo se me iba al garete cuando conduciendo ya a la altura de Tarragona recibí un mensaje en mi móvil y mi mujer miró a ver quién era: era Daniel, preguntaba que cuándo llegábamos. “¿Quién es Daniel?” preguntó mi mujer. “Pues … “no supe mentir en ese momento y le conté la verdad. “¡Pero tú estás loco!” me gritó, ¿cómo se te ocurre semejante insensatez?” y a partir de ahí, toda una retahíla de reproches. Después de eso, nos mantuvimos en silencio hasta la llegada al hotel. No había podido contestar al mensaje de Daniel y en cuanto pude le mandé un mensaje diciéndole que había problemas y que le tendría al tanto.
“¿Podemos hablar?” pregunté a mi mujer. Me dijo que sí y le pedí que se sentara en una silla al lado de una mesa que teníamos en la habitación. “Quiero que veas a la persona con la que me gustaría que quedáramos”. Encendí el ordenador y me conecté a la página de contactos donde aparecía el perfil de Daniel. Ahí empecé a ganar la partida. No hubo ningún comentario despreciativo, únicamente dijo” ¡qué exageración!” cuando vio el pene en erección de Daniel. Pasé después a que leyera todos los correos que habíamos intercambiado. “¡¿Le has mandado fotos mías?!” le dije que sí y le enseñé las repuestas de Daniel: “me gusta mucho tu mujer. Las mujeres de su edad tienen una sabiduría que ya quisieran las jovencitas. Las mujeres maduras saben lo que quieren y cuando lo consiguen, disfrutan al máximo. Te lo digo por experiencia.” En otros correos me aconsejaba que hablara con mi mujer de mis intenciones pues no le parecía muy bien esconder esta posible cita. Mi mujer seguía leyendo los correos sin apenas hacer comentarios. Me parecía buena señal que no me hubiera mandado a freír espárragos. Le llamó la atención lo que le decía a Daniel en uno de los mensajes: que quisiera verla suplicar que Daniel la follara y que se entregara a él totalmente. Después de leerlo, me miró como si no me conociera. Terminó de leer todos los mensajes y le pedí que al menos consintiera en que cenáramos los tres juntos, quizás después tomar algo y punto final. Tardó unos segundos en responder y dijo: “de acuerdo. Sólo será cenar y una copa.” Rápidamente, cuando mi mujer se fue a duchar, puse a Daniel al corriente de todo lo que había pasado. Le pedí que fuera elegante y que no mostrara prisas, que intuía que algo podíamos conseguir.