Nemesio
Miembro muy activo
- Desde
- 31 Ago 2023
- Mensajes
- 138
- Reputación
- 577
Saludos a todos y todas. Creo este hilo para narrar nuestra vida matrimonial.
No tengo experiencia en esto y no sé si lo que tengo que contar va a ser interesante. En todo caso, los comentarios me serán indicativos.
El título del hilo está referido, claro está, a mi esposa, que se llama Ana y es, en efecto, muy marrana. Marrana en el sentido de morbosa, de puta y caliente. Siempre lo ha sido, desde que se inició en el sexo muy jovencita, sexo en familia, tan frecuente aunque parezca que no.
Cuando nos conocimos me llamó la atención que era la única chica o mujer que, llevando falda corta siempre, jamás ponía ningún cuidado al sentarse. Si la faldita se le subía más o menos, si se le veía más o menos muslo, si enseñaba braga o no, si quedaba con las piernas un poco abiertas, si... Todo eso la traía sin cuidado, y se complacía en mostrar sus largas piernas, sus muslos hermosos y potentes. Nunca se tiraba de la falda ni se tapaba ni nada de eso si los chicos o los tíos le miraban las piernas. Al contrario, le encantaba y le encanta ser admirada.
Naturalmente, interesado como estaba desde siempre en ese tipo de mujer desenfadada, morbosa y caliente, hice por verla con frecuencia. Su comportamiento siempre fue igual. Me preguntaba si con el escote también tendría una conducta parecida, pues sus tetas eran y son hermosísimas. Ana era hermosísima toda ella. En especial sus piernas, sus muslos, me tenían cautivado. Estaba deseando verle las tetas.
Pero descubrí otro rasgo de su personalidad que me dejó impactado. Una noche, en una fiesta privada, bailaba con un tipo, y se dejaba manosear, morrear, morder y apretar todo lo que el tío quería. Yo estaba embobado mirándolos darse ese manoseo tremendo entre las parejas que bailaban. Lo curioso fue que en cuanto acabaron de bailar, cada uno se fue por su lado a reunirse con sus amigos. Al rato, estaba bailando con otro, muy pegados también, y con mucho sobo y mucho restregueo. Luego fue otro y luego otro...
Y es que ella, por lo visto, bailaba así. Por comentarios y por las preguntas que hice, me informaron de que era sumisa. Que siempre, en el instituto y en la universidad, se sometía a lo que los chicos exigían de ella sin rechistar. Muy al contrario, ofrecía y daba muchas veces más de lo que ellos esperaban. Y eso, queridos amigos, me encantó también de ella.
No es que yo fuese ni sea ahora macho dominante. Nada de eso, no lo soy. Pero Ana era diferente a todas las mujeres que había conocido. Me había enamorado de ella, esa era la verdad. ¡Y aún no habíamos cruzado ni media palabra!
Seguiré contando los preámbulos de nuestro matrimonio, pero ahora creo interesante decir que desde que Ana y yo nos casamos nuestra economía siempre ha sido desahogada, así que nos hemos podido dedicar a vivir nuestra sexualidad intensamente. A nuestra manera, eso sí.
Debo decir que, en efecto, Ana es sumisa. Sumisa en el sexo, digo. En lo demás, normal. Los primeros años de matrimonio fueron muy bien, pero luego afloraron nuestras naturalezas. Ella es sumisa, digo, siempre lo ha sido, desde niña. Pero yo, para mi desgracia, no soy macho dominante. Y ese es mi problema con Ana, lo ha sido todos estos años. Todo lo iré contando en este hilo, si atino a dar con él cuando lo publique y no se me pierde por el Foro.
Siento que esta primera intervención mía no sea lo morbosa que debiera para captar la atención. Pero me ha salido así. Creo, no obstante, que os daré motivos para haceros muchas pajas leyendo las peripecias de Ana la marrana y mías.
Espero vuestros comentarios.
Continuará.
No tengo experiencia en esto y no sé si lo que tengo que contar va a ser interesante. En todo caso, los comentarios me serán indicativos.
El título del hilo está referido, claro está, a mi esposa, que se llama Ana y es, en efecto, muy marrana. Marrana en el sentido de morbosa, de puta y caliente. Siempre lo ha sido, desde que se inició en el sexo muy jovencita, sexo en familia, tan frecuente aunque parezca que no.
Cuando nos conocimos me llamó la atención que era la única chica o mujer que, llevando falda corta siempre, jamás ponía ningún cuidado al sentarse. Si la faldita se le subía más o menos, si se le veía más o menos muslo, si enseñaba braga o no, si quedaba con las piernas un poco abiertas, si... Todo eso la traía sin cuidado, y se complacía en mostrar sus largas piernas, sus muslos hermosos y potentes. Nunca se tiraba de la falda ni se tapaba ni nada de eso si los chicos o los tíos le miraban las piernas. Al contrario, le encantaba y le encanta ser admirada.
Naturalmente, interesado como estaba desde siempre en ese tipo de mujer desenfadada, morbosa y caliente, hice por verla con frecuencia. Su comportamiento siempre fue igual. Me preguntaba si con el escote también tendría una conducta parecida, pues sus tetas eran y son hermosísimas. Ana era hermosísima toda ella. En especial sus piernas, sus muslos, me tenían cautivado. Estaba deseando verle las tetas.
Pero descubrí otro rasgo de su personalidad que me dejó impactado. Una noche, en una fiesta privada, bailaba con un tipo, y se dejaba manosear, morrear, morder y apretar todo lo que el tío quería. Yo estaba embobado mirándolos darse ese manoseo tremendo entre las parejas que bailaban. Lo curioso fue que en cuanto acabaron de bailar, cada uno se fue por su lado a reunirse con sus amigos. Al rato, estaba bailando con otro, muy pegados también, y con mucho sobo y mucho restregueo. Luego fue otro y luego otro...
Y es que ella, por lo visto, bailaba así. Por comentarios y por las preguntas que hice, me informaron de que era sumisa. Que siempre, en el instituto y en la universidad, se sometía a lo que los chicos exigían de ella sin rechistar. Muy al contrario, ofrecía y daba muchas veces más de lo que ellos esperaban. Y eso, queridos amigos, me encantó también de ella.
No es que yo fuese ni sea ahora macho dominante. Nada de eso, no lo soy. Pero Ana era diferente a todas las mujeres que había conocido. Me había enamorado de ella, esa era la verdad. ¡Y aún no habíamos cruzado ni media palabra!
Seguiré contando los preámbulos de nuestro matrimonio, pero ahora creo interesante decir que desde que Ana y yo nos casamos nuestra economía siempre ha sido desahogada, así que nos hemos podido dedicar a vivir nuestra sexualidad intensamente. A nuestra manera, eso sí.
Debo decir que, en efecto, Ana es sumisa. Sumisa en el sexo, digo. En lo demás, normal. Los primeros años de matrimonio fueron muy bien, pero luego afloraron nuestras naturalezas. Ella es sumisa, digo, siempre lo ha sido, desde niña. Pero yo, para mi desgracia, no soy macho dominante. Y ese es mi problema con Ana, lo ha sido todos estos años. Todo lo iré contando en este hilo, si atino a dar con él cuando lo publique y no se me pierde por el Foro.
Siento que esta primera intervención mía no sea lo morbosa que debiera para captar la atención. Pero me ha salido así. Creo, no obstante, que os daré motivos para haceros muchas pajas leyendo las peripecias de Ana la marrana y mías.
Espero vuestros comentarios.
Continuará.
Última edición: