Ana la marrana

Nemesio

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31 Ago 2023
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Saludos a todos y todas. Creo este hilo para narrar nuestra vida matrimonial.
No tengo experiencia en esto y no sé si lo que tengo que contar va a ser interesante. En todo caso, los comentarios me serán indicativos.

El título del hilo está referido, claro está, a mi esposa, que se llama Ana y es, en efecto, muy marrana. Marrana en el sentido de morbosa, de puta y caliente. Siempre lo ha sido, desde que se inició en el sexo muy jovencita, sexo en familia, tan frecuente aunque parezca que no.

Cuando nos conocimos me llamó la atención que era la única chica o mujer que, llevando falda corta siempre, jamás ponía ningún cuidado al sentarse. Si la faldita se le subía más o menos, si se le veía más o menos muslo, si enseñaba braga o no, si quedaba con las piernas un poco abiertas, si... Todo eso la traía sin cuidado, y se complacía en mostrar sus largas piernas, sus muslos hermosos y potentes. Nunca se tiraba de la falda ni se tapaba ni nada de eso si los chicos o los tíos le miraban las piernas. Al contrario, le encantaba y le encanta ser admirada.

Naturalmente, interesado como estaba desde siempre en ese tipo de mujer desenfadada, morbosa y caliente, hice por verla con frecuencia. Su comportamiento siempre fue igual. Me preguntaba si con el escote también tendría una conducta parecida, pues sus tetas eran y son hermosísimas. Ana era hermosísima toda ella. En especial sus piernas, sus muslos, me tenían cautivado. Estaba deseando verle las tetas.

Pero descubrí otro rasgo de su personalidad que me dejó impactado. Una noche, en una fiesta privada, bailaba con un tipo, y se dejaba manosear, morrear, morder y apretar todo lo que el tío quería. Yo estaba embobado mirándolos darse ese manoseo tremendo entre las parejas que bailaban. Lo curioso fue que en cuanto acabaron de bailar, cada uno se fue por su lado a reunirse con sus amigos. Al rato, estaba bailando con otro, muy pegados también, y con mucho sobo y mucho restregueo. Luego fue otro y luego otro...

Y es que ella, por lo visto, bailaba así. Por comentarios y por las preguntas que hice, me informaron de que era sumisa. Que siempre, en el instituto y en la universidad, se sometía a lo que los chicos exigían de ella sin rechistar. Muy al contrario, ofrecía y daba muchas veces más de lo que ellos esperaban. Y eso, queridos amigos, me encantó también de ella.

No es que yo fuese ni sea ahora macho dominante. Nada de eso, no lo soy. Pero Ana era diferente a todas las mujeres que había conocido. Me había enamorado de ella, esa era la verdad. ¡Y aún no habíamos cruzado ni media palabra!

Seguiré contando los preámbulos de nuestro matrimonio, pero ahora creo interesante decir que desde que Ana y yo nos casamos nuestra economía siempre ha sido desahogada, así que nos hemos podido dedicar a vivir nuestra sexualidad intensamente. A nuestra manera, eso sí.

Debo decir que, en efecto, Ana es sumisa. Sumisa en el sexo, digo. En lo demás, normal. Los primeros años de matrimonio fueron muy bien, pero luego afloraron nuestras naturalezas. Ella es sumisa, digo, siempre lo ha sido, desde niña. Pero yo, para mi desgracia, no soy macho dominante. Y ese es mi problema con Ana, lo ha sido todos estos años. Todo lo iré contando en este hilo, si atino a dar con él cuando lo publique y no se me pierde por el Foro.

Siento que esta primera intervención mía no sea lo morbosa que debiera para captar la atención. Pero me ha salido así. Creo, no obstante, que os daré motivos para haceros muchas pajas leyendo las peripecias de Ana la marrana y mías.
Espero vuestros comentarios.
Continuará.
 
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Saludos a todos y todas. Creo este hilo para narrar nuestra vida matrimonial.
No tengo experiencia en esto y no sé si lo que tengo que contar va a ser interesante. En todo caso, los comentarios me serán indicativos.

El título del hilo está referido, claro está, a mi esposa, que se llama Ana y es, en efecto, muy marrana. Marrana en el sentido de morbosa, de puta y caliente. Siempre lo ha sido, desde que se inició en el sexo muy jovencita, sexo en familia, tan frecuente aunque parezca que no.

Cuando nos conocimos me llamó la atención que era la única chica o mujer que, llevando falda corta siempre, jamás ponía ningún cuidado al sentarse. Si la faldita se le subía más o menos, si se le veía más o menos muslo, si enseñaba braga o no, si quedaba con las piernas un poco abiertas, si... Todo eso la traía sin cuidado. Y nunca se tiraba de la falda ni se tapaba ni nada de eso si los chicos o los tíos le miraban las piernas. Al contrario, le encantaba y le encanta ser admirada.

Naturalmente, interesado como estaba desde siempre en ese tipo de mujer desenfadada, morbosa y caliente, hice por verla con frecuencia. Su comportamiento siempre fue igual. Me preguntaba si con el escote también tendría una conducta parecida, pues sus tetas eran y son hermosísimas. Ana era hermosísima toda ella. En especial sus piernas, sus muslos, me tenían cautivado. Estaba deseando verle las tetas.

Pero descubrí otro rasgo de su personalidad que me dejó impactado. Una noche, en una fiesta privada, bailaba con un tipo, y se dejaba manosear, morrear, morder y apretar todo lo que el tío quería. Yo estaba embobado mirándolos darse ese manoseo tremendo entre las parejas que bailaban. Lo curioso fue que en cuanto acabaron de bailar, cada uno se fue por su lado a reunirse con sus amigos. Al rato, estaba bailando con otro, muy pegados también, y con mucho sobo y mucho restregueo. Luego fue otro y luego otro...

Y es que ella, por lo visto, bailaba así. Por comentarios y por las preguntas que hice, me informaron de que era sumisa. Que siempre, en el instituto y en la universidad, se sometía a lo que los chicos exigían de ella sin rechistar. Muy al contrario, ofrecía y daba muchas veces más de lo que ellos esperaban. Y eso, queridos amigos, me encantó también de ella.

No es que yo fuese ni sea ahora macho dominante. Nada de eso, no lo soy. Pero Ana era diferente a todas las mujeres que había conocido. Me había enamorado de ella, esa era la verdad. ¡Y aún no habíamos cruzado ni media palabra!

Seguiré contando los preámbulos de nuestro matrimonio, pero ahora creo interesante decir que desde que Ana y yo nos casamos nuestra economía siempre ha sido desahogada, así que nos hemos podido dedicar a vivir nuestra sexualidad intensamente. A nuestra manera, eso sí.

Debo decir que, en efecto, Ana es sumisa. Sumisa en el sexo, digo. En lo demás, normal. Los primeros años de matrimonio fueron muy bien, pero luego afloraron nuestras naturalezas. Ella es sumisa, digo, siempre lo ha sido, desde niña. Pero yo, para mi desgracia, no soy macho dominante. Y ese es mi problema con Ana, lo ha sido todos estos años. Todo lo iré contando en este hilo, si atino a dar con él cuando lo publique y no se me pierde por el Foro.

Siento que esta primera intervención mía no sea lo morbosa que debiera para captar la atención. Pero me ha salido así. Creo, no obstante, que os daré motivos para haceros muchas pajas leyendo las peripecias de Ana la marrana y mías.
Espero vuestros comentarios.
Continuará.
Esperamos la continuación¡¡¡¡¡
 
Tiene buena pinta el hilo, siempre es un placer leer las intimidades
 
Agradezco las buenas reacciones que ha suscitado mi primera publicación en este foro.
Espero corresponder y proporcionar momentos de placer a todos los amigos y todas las amigas que les interese mi relato.

Debo aclarar que todo, todo lo que cuento y contaré aquí en el futuro es auténtico y real, aderezado solo literariamente para su mejor comprensión.
Bien, la verdad es que no sé por dónde seguir, intento poner orden en mis ideas pero es tal la avalancha de hechos, sucesos, anécdotas y experiencias que se me vienen a la cabeza que dudo en volver al pasado incestuoso de mi esposa antes de conocernos, a su desvirgue, o continuar por donde la inspiración me lleve.

Dije que los primeros años de matrimonio discurrieron, digamos, normales. Sexo con moderación los fines de semana, trabajo, etc. Aún o habíamos pensado en tener hijos. La vida era, ahora lo veo claro, monótona, sin sal, sin nada excitante que contar.

Ana quiso empezar a trabajar y entró en mi empresa. Ni que decir tiene que enseguida mi mujer causó gran sensación entre los hombres. Seguía luciendo sus largas y hermosas piernas como siempre, con tacones altos siempre, medias, faldas cortitas... Mis más allegados me comentaban solapadamente lo buena que estaba mi esposa. Comentarios que agradecía mucho. En el fondo, me gustaba que la desearan los machos.

También, naturalmente, llamó la atención del mejor de nuestros clientes, al que suministrábamos grandes cantidades, lo que reportaba un gran beneficio para la empresa. Todos estábamos de acuerdo en que había que mimar a aquel tipo maduro, atractivo en cierto modo, que invitaba a comer o a copas por lo más mínimo y tenía fama de ricachón generoso.

A Víctor, que así se llamaba -nombre ficticio, claro-, le llamó la atención mi esposa, la nueva de la empresa. Pero el muy pillo, en cuanto supo quien era, y como me conocía bien, a quien se dirigió para conseguir conectar con ella fue a mí. Cuando le hablé a Ana de este señor, ambos caímos en que se llamaba igual que su primer novio.

Así que Víctor y yo, poco a poco, hicimos mucha amistad. Para no cansar al lector con el proceso que siguió en cuanto a toma de confianza y todo eso, diré que llegó a invitarnos a pasar un sábado en su finca. Él era viudo sin hijos, y esos días los pasaba muy solo, decía siempre, dedicado al cuidado de los caballos que tenía o haciendo senderismo con sus perros.

Era primavera avanzada ya, y ambos nos vestimos con ropa ligera y funcional. Ana, sin embargo, no se puso pantalón corto y camisa como me esperaba, sino un vestido negro de tirantitas muy escotado, pegadísimo y bastante corto. Ni el vestido ni los tacones pegaban mucho, pensé, para el lugar al que íbamos, que era puro campo. Pero en fin...

Por el camino le pregunté a Ana lo del vestido y me respondió que era lo que tenía en el momento, sin más. Además se había pintado y maquillado, no sé si en exceso, y se había dejado el pelo suelto. Le dije que parecía una puta, lo que le gustó. Una reacción que fue nueva para mí.

No me había dado cuenta de qué ropa interior se habría puesto. Cuando se lo pregunté me contestó, tan tranquila, que ninguna. Eso me descolocó bastante, porque si se sentaba tal como acostumbraba, sin ningún cuidado, seguro que se le vería el coño en algún momento. Al menos lo llevaría rasurado como siempre, pensé, lo que, no supe por qué, me reconfortó un tanto.

Y así, nos encaminamos a la finca de nuestro nuevo amigo. Yo con cierto desasosiego, Ana con mucha tranquilidad.
 
Cuando llegamos, Víctor nos recibió en el porche. Reparé en la mirada lasciva que le lanzó a mi mujer cuando ella se bajó del coche, abriendo las piernas y enseñando muslos, ya que el vestido estrecho se le había subido casi hasta el pubis. No crea el lector que ella se bajó el vestido a tirones enseguida, ni mucho menos. Se le fue bajando conforme andaba, llegaba hasta Víctor y se saludaban con un par de besos mientras yo sacaba la bolsa del coche.

Era una casa de campo preciosa, en el centro de una finca poblada de alcornoques, encinas y pinos. A un lado, la cuadra y los cerrados para los caballos. Dos preciosos perros, un dogo y un pastor alemán,vinieron a darnos la bienvenida. Al otro lado se veía la piscina y sus aledaños. Víctor nos mostró nuestra habitación, amplia y soleada, justo al lado de la suya. Nos enseñó toda la casa, excepto el sótano, quizá, pensé, porque serviría de trastero o almacén.

Luego nos llevó a ver los caballos. Habló largo y tendido de sus hermosos ejemplares, de los premios que habían ganado, de su anatomía, etc. Ana reparó en uno negro que estaba apartado del resto en el ángulo más oscuro de la cuadra.

-Ah, es el semental -explicó Víctor a mi mujer-. Lo tengo apartado porque con el celo pone nerviosos a todos. Huele a las hembras y se desquicia, claro. A ver si en ese sitio más oscuro se tranquiliza el hombre, porque...
-Pobrecito -dijo mi esposa acercándose a la valla de madera lentamente-. ¿Cómo se llama? -preguntó.
-Impetuoso -respondió Víctor, que le miraba el culo mientras andaba tras ella.
-Impetuoso, vaya. Y... ¿lo es? .preguntó ella con algo de picardía.
-Sí, claro que lo es. Si queréis -añadió volviéndose a mí, que los seguía discreto-, cuando llegue el momento os invito a presenciar la monta. Entonces verás -le dijo a Ana- lo "impetuoso" que es, jejeje.

Cuando llegamos los tres al vallado, Impetuoso se acercó resoplando a nosotros, nos olió uno a uno, y cuando husmeó a la altura de la entrepierna de mi mujer, relinchó levantando los belfos y sacó su enorme verga, que alcanzó los 60-70 cms.
-¡Madre mía! -exclamamos ambos a la vez entre las risas de Víctor.
-Sí, es un gran semental -dijo nuestro amigo mirando a mi esposa de forma indecente, de arriba a abajo, sonriendo con los ojos brillantes.
 
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Me interesan vuestros comentarios, para saber si la calidad del relato es la deseada o no. También si la intensidad in crescendo que quiero imprimirle es la adecuada o le doy más caña. Gracias.
Yo estoy deseando que sigas tu relato... muy interesante y morboso.
 
Gracias, bandidospain por animarme a continuar. Porque a veces se me hace duro relatar tantas intimidades ante extraños. Tiene mucho morbo, pero choca mucho con la educación recibida y... En fin...

Además, mi esposa no aceptaba en principio que hablase de ella en público con tanta impudicia. Pero es sumisa, y lo aceptó.

Ahora ya va entrando por el aro. Sabe que me excita mucho escribir sobre ella, y ella siempre ha hecho lo que a mí me ha dado placer. La uso para eso. Como la han usado tantos, sus novios anteriores, su padre, sus amigos. Víctor y otros que ha tenido...

Con su padre, un verdadero oso peludo, fuerte y duro, basto, incluso soez, acostumbraba a dormir -o no- la siesta. Él se acostaba panza arriba enmedio de la cama, cual oso en celo. A un lado se acostaba su esposa, la madre de Ana, otra sumisa como ella. Al otro, Ana. Ambas recostaban sus cabezas en los hombros del tio y le sobaban la polla y los huevos durante mas de media hora. conforme se iba empalmando, las insultaba diciéndoles guarras, cerdas, putones y cosas así. El cerdo era él.

Le gustaba que le arañaran la polla y los huevos y que su esposa bajase de vez en cuando a propinarle unos chupetones recios y ruidosos mientras él mamaba y mordía los pezones de Ana.

Cuando por fin se corría, la madre de Ana se quedaba con él limpiándole todo con la lengua y ella se iba a duchar, excitada y toda mojada... pero virgen todavía.

Jamás he odiado tanto a alguien como a él. Y, sin embargo, a veces pienso que quizá yo hubiese sido uno de sus sumisos, junto con su esposa y con su hija. Quién sabe.
 
Pero continuo con Víctor.
Era evidente que el interés de nuestro amigo se centraba en mi mujer, no en mí. De hecho, a partir de ahí estuvo todo el día tras ella, siempre mirándola con deseo, especialmente cuando Ana se sentaba mostrando sus piernas. Le miraba los muslos y se fijaba mucho en su entrepierna. Supongo que se daría cuenta de que no llevaba bragas.

Pero, entre que aún no se habían traspasado ciertas barreras sociales y que mi esposa no se tomaba libertades ni tenía iniciativas que indicaran que estuviese receptiva a las continuas indirectas, miradas e insinuaciones de Víctor, y, sobre todo, que no estaba en nuestros planes pasar la noche en su casa, las cosas no pasaron de ahí.

Si, hubo el momento baile, cuando Víctor puso una canción que a Ana le gustó mucho y ella se puso a bailar sola, ondulante, lasciva y provocativa, con su vestidito negro pegado y subido hasta las ingles, y su melena suelta moviéndose muy sexy. Pero ni a él ni a mí nos invitó a bailar con ella, que era lo que yo esperaba. Y ahí, entre baile sensual y copas de champán francés, quedó todo.

Durante el viaje de vuelta, en el coche, tuvimos una interesante conversación:
-¿Te gusta Víctor? -le pregunté.
-Bueno... es un maduro interesante, sí...
-¿Te habrías ido a la cama con él?
-No sé...

Mi cabeza bullía. Sentía morbo intenso, pero también celos.
-Parece un hombre... dominante -dijo mi esposa entonces.
-Sí, seguro que lo es -respondí-. Eso te gusta de él, ¿no?
-Sí, creo que sí -dijo ella.

.¿Porque te recuerda a tu padre? -me atreví a preguntarle.
-Es muy distinto. Pero... sí, puede ser. Los maduros siempre me lo recuerdan.
-Dímelo claramente. Si te pide follarte...
-Si tú estuvieras de acuerdo... Pero tendría que ser... En fin...

Los celos me comían.
-¿Y si te exige... usarte, como te usaba tu... padre?
-Entonces... no sé... No tendría más remedio, ¿no? ¿Tú qué dices?
-¿Yo? Que te use otro tío para su placer, me pone...
-Excitado -completó mi frase ella-. ¿Verdad? -me preguntó mirándome fijamente.

Entonces paré el coche en un anchurón junto a la carretera, me quité el cinturón, me saqué la polla y cogiéndola por la cabeza la obligué a amorrarse a chupármela. Me corrí dentro de su boca y ella, con mi leche en la boca, vino y me besó apasionada, llenando mi boca con mi semen.

Luego, en casa, cuando nos acostamos, me confesó su excitación con la situación en casa de Víctor. Le dije que yo no me oponía, que hiciera lo que viera mejor para ella.
-Vaya -repuso-. Me gustaba más cuando te veía celoso.
La obligué a bajar a mi polla a empalmarmela de nuevo chupándome. Tardé un poco, pero pude follarla. Se corrió como una loca.
 
Pero continuo con Víctor.
Era evidente que el interés de nuestro amigo se centraba en mi mujer, no en mí. De hecho, a partir de ahí estuvo todo el día tras ella, siempre mirándola con deseo, especialmente cuando Ana se sentaba mostrando sus piernas. Le miraba los muslos y se fijaba mucho en su entrepierna. Supongo que se daría cuenta de que no llevaba bragas.

Pero, entre que aún no se habían traspasado ciertas barreras sociales y que mi esposa no se tomaba libertades ni tenía iniciativas que indicaran que estuviese receptiva a las continuas indirectas, miradas e insinuaciones de Víctor, y, sobre todo, que no estaba en nuestros planes pasar la noche en su casa, las cosas no pasaron de ahí.

Si, hubo el momento baile, cuando Víctor puso una canción que a Ana le gustó mucho y ella se puso a bailar sola, ondulante, lasciva y provocativa, con su vestidito negro pegado y subido hasta las ingles, y su melena suelta moviéndose muy sexy. Pero ni a él ni a mí nos invitó a bailar con ella, que era lo que yo esperaba. Y ahí, entre baile sensual y copas de champán francés, quedó todo.

Durante el viaje de vuelta, en el coche, tuvimos una interesante conversación:
-¿Te gusta Víctor? -le pregunté.
-Bueno... es un maduro interesante, sí...
-¿Te habrías ido a la cama con él?
-No sé...

Mi cabeza bullía. Sentía morbo intenso, pero también celos.
-Parece un hombre... dominante -dijo mi esposa entonces.
-Sí, seguro que lo es -respondí-. Eso te gusta de él, ¿no?
-Sí, creo que sí -dijo ella.

.¿Porque te recuerda a tu padre? -me atreví a preguntarle.
-Es muy distinto. Pero... sí, puede ser. Los maduros siempre me lo recuerdan.
-Dímelo claramente. Si te pide follarte...
-Si tú estuvieras de acuerdo... Pero tendría que ser... En fin...

Los celos me comían.
-¿Y si te exige... usarte, como te usaba tu... padre?
-Entonces... no sé... No tendría más remedio, ¿no? ¿Tú qué dices?
-¿Yo? Que te use otro tío para su placer, me pone...
-Excitado -completó mi frase ella-. ¿Verdad? -me preguntó mirándome fijamente.

Entonces paré el coche en un anchurón junto a la carretera, me quité el cinturón, me saqué la polla y cogiéndola por la cabeza la obligué a amorrarse a chupármela. Me corrí dentro de su boca y ella, con mi leche en la boca, vino y me besó apasionada, llenando mi boca con mi semen.

Luego, en casa, cuando nos acostamos, me confesó su excitación con la situación en casa de Víctor. Le dije que yo no me oponía, que hiciera lo que viera mejor para ella.
-Vaya -repuso-. Me gustaba más cuando te veía celoso.
La obligué a bajar a mi polla a empalmarmela de nuevo chupándome. Tardé un poco, pero pude follarla. Se corrió como una loca.
Muy excitante y morboso el relato Nemesio!!

Con muchas ganas de saber como continúa, y de saber mucho más sobre Ana :sneaky: :sneaky: :sneaky:
 
Genial Nemesio,me has enganchado con tu historia,deseando de ver cómo la continuas.
 
Saludos a todos y todas. Creo este hilo para narrar nuestra vida matrimonial.
No tengo experiencia en esto y no sé si lo que tengo que contar va a ser interesante. En todo caso, los comentarios me serán indicativos.

El título del hilo está referido, claro está, a mi esposa, que se llama Ana y es, en efecto, muy marrana. Marrana en el sentido de morbosa, de puta y caliente. Siempre lo ha sido, desde que se inició en el sexo muy jovencita, sexo en familia, tan frecuente aunque parezca que no.

Cuando nos conocimos me llamó la atención que era la única chica o mujer que, llevando falda corta siempre, jamás ponía ningún cuidado al sentarse. Si la faldita se le subía más o menos, si se le veía más o menos muslo, si enseñaba braga o no, si quedaba con las piernas un poco abiertas, si... Todo eso la traía sin cuidado, y se complacía en mostrar sus largas piernas, sus muslos hermosos y potentes. Nunca se tiraba de la falda ni se tapaba ni nada de eso si los chicos o los tíos le miraban las piernas. Al contrario, le encantaba y le encanta ser admirada.

Naturalmente, interesado como estaba desde siempre en ese tipo de mujer desenfadada, morbosa y caliente, hice por verla con frecuencia. Su comportamiento siempre fue igual. Me preguntaba si con el escote también tendría una conducta parecida, pues sus tetas eran y son hermosísimas. Ana era hermosísima toda ella. En especial sus piernas, sus muslos, me tenían cautivado. Estaba deseando verle las tetas.

Pero descubrí otro rasgo de su personalidad que me dejó impactado. Una noche, en una fiesta privada, bailaba con un tipo, y se dejaba manosear, morrear, morder y apretar todo lo que el tío quería. Yo estaba embobado mirándolos darse ese manoseo tremendo entre las parejas que bailaban. Lo curioso fue que en cuanto acabaron de bailar, cada uno se fue por su lado a reunirse con sus amigos. Al rato, estaba bailando con otro, muy pegados también, y con mucho sobo y mucho restregueo. Luego fue otro y luego otro...

Y es que ella, por lo visto, bailaba así. Por comentarios y por las preguntas que hice, me informaron de que era sumisa. Que siempre, en el instituto y en la universidad, se sometía a lo que los chicos exigían de ella sin rechistar. Muy al contrario, ofrecía y daba muchas veces más de lo que ellos esperaban. Y eso, queridos amigos, me encantó también de ella.

No es que yo fuese ni sea ahora macho dominante. Nada de eso, no lo soy. Pero Ana era diferente a todas las mujeres que había conocido. Me había enamorado de ella, esa era la verdad. ¡Y aún no habíamos cruzado ni media palabra!

Seguiré contando los preámbulos de nuestro matrimonio, pero ahora creo interesante decir que desde que Ana y yo nos casamos nuestra economía siempre ha sido desahogada, así que nos hemos podido dedicar a vivir nuestra sexualidad intensamente. A nuestra manera, eso sí.

Debo decir que, en efecto, Ana es sumisa. Sumisa en el sexo, digo. En lo demás, normal. Los primeros años de matrimonio fueron muy bien, pero luego afloraron nuestras naturalezas. Ella es sumisa, digo, siempre lo ha sido, desde niña. Pero yo, para mi desgracia, no soy macho dominante. Y ese es mi problema con Ana, lo ha sido todos estos años. Todo lo iré contando en este hilo, si atino a dar con él cuando lo publique y no se me pierde por el Foro.

Siento que esta primera intervención mía no sea lo morbosa que debiera para captar la atención. Pero me ha salido así. Creo, no obstante, que os daré motivos para haceros muchas pajas leyendo las peripecias de Ana la marrana y mías.
Espero vuestros comentarios.
Continuará.
Gracias por compartir con nosotros,a los demás no se,a mí me ha resultado super morboso
 
Gracias, amigos, por vuestros comentarios tan positivos. Me animan mucho. Prometo proporcionaros momentos deliciosos de placer hablandoos de mi esposa, Ana la marrana, cada dia más marrana y más puta. Espero que os gusten. Besos.
 
Muy excitante y morboso el relato Nemesio!!

Con muchas ganas de saber como continúa, y de saber mucho más sobre Ana :sneaky: :sneaky: :sneaky:
espero que podamos hablar por privado. Algunos me mandan e-mails, pero no contesto a todos. Besos.
 
Gracias, amigos, por vuestros comentarios tan positivos. Me animan mucho. Prometo proporcionaros momentos deliciosos de placer hablandoos de mi esposa, Ana la marrana, cada dia más marrana y más puta. Espero que os gusten. Besos.
Parece que de raza le viene al galgo... con esos antecedentes familiares seguro que nos harás vivir momentos muy morbosos y excitantes😉. Deseando saber más de Ana y su evolución de puta, y tal vez podamos verla😋. Gracias por compartir
 
Sigo con mi historia.

Víctor se convirtió en tema asiduo de nuestras conversaciones, tanto en la cama como fuera de ella. Además, a mí me iba estupendamente con él en la empresa, y ganaba mucho dinero con sus pedidos, que iban a más. A mi esposa parecía agradarle él y, cuando follábamos después de mencionarlo, se mostraba más sumisa y más caliente, regalándome unas mamadas y unas folladas deliciosas.

Un día. Víctor apareció con un un cordón de oro para mi mujer.
-Bueno, si tú quieres -dijo-. Si lo ves impropio... Pero me parece que esa bella esposa que tienes se merece eso y mucho más.
Me pareció excesivo, pero lo acepté ante su insistencia.
-Ella es... -empezó a preguntar Víctor.
-Es más bien sumisa, si te refieres a eso -me atreví a decir. Aun no sé muy bien por qué orienté mi respuesta por ahí.
-Eso está muy bien -respondió-. Siempre se lo pasa uno mejor con una mujer que sepa adaptarse a tus gustos y te complazca en todo, ¿verdad? Tienes mucha suerte de que tu esposa sea sumisa, esa es la verdad. Y... ¿lo acepta todo? -añadió.
-Sí, claro que sí. Si no, no sería tan sumisa, ¿no? -respondí.

Me propuso salir alguna noche, para verle puesto el cordón, dijo. Quedamos para el finde siguiente.
A mi esposa le encantó el regalo. Y podría decir que le hizo ilusión la salida que nos proponía Víctor.
-Aunque no sé -dijo- como comportarme con él, la verdad.
-Pues... -respondí- hazle caso a tu instinto, a tu intuición.
-No te enfadarías si...?
-No, no, ya te dije que decidieras lo que te apeteciera.

Aquel sábado por la noche Ana se puso un vestido ajustadísimo de color blando que yo no le había visto nunca. Era muy corto, muy pegado, muy escotado. Entre las dos tirantitas sus pechos lucían grandes y redondos, rotundos sin el sujetador, y se movían al compás de sus caderas al andar. Sus pezones se marcaban totalmente en la tela con todos sus detalles, sus areolas y sus puntas duras. Iba hecha un bombón, la verdad. Pensé si sería una excesiva provocación para nuestro amigo al ser la primera noche que salíamos con él, y los celos aparecieron de nuevo, sobre todo cuando al subirse al coche Ana mostró sus hermosas piernas largas, sus muslazos hermosísimos y el triángulo de sus bragas blancas de encaje, en realidad un mínimo tanguita. Como siempre, no ponía ningún cuidado en si se subía o no el vestido, y por supuesto no dio ni un solo tirón de él. A mí se me iban los ojos a sus piernas y casi no podía conducir de la excitación.

Víctor nos esperaba en un pub.
-Vaya -le dijo a mi mujer-, qué bien te sienta.
-El qué? -preguntó ella.
-El cordón, claro -respondió él-. Bueno, todo, todo te sienta bien. Estás hermosísima, querida.
Nos sentamos en una mesa a tomar unas copas y sucedió lo mismo con el vestido de mi mujer. Nuestro amigo estuvo todo el rato hipnotizado mirándole las piernas sin recato alguno, y ella se sentía halagada por sus miradas de deseo, su admiración y las frases de doble sentido que le dirigía, mientras me lanzaba miradas significativas como diciéndome: Vaya pibonazo de mujer que tienes, cabrón.

A media noche nos fuimos a una discoteca y nos sentamos a una mesa, repitiéndose las poses eróticas de mi esposa y las miradas de nuestro amigo.
-Tienes una mujer muy hermosa -me dijo en cierto momento mirándola de arriba abajo, el escote adornado con su cordón de oro, sus pezones marcados en el vestido, sus piernas mostradas en todo su esplendor y el triángulo oculto de sus braguitas blancas entre los hermosos muslos-. ¿Te importa que baile con ella?
-Oh, claro que no. Por favor -dije yo, y me dispuse a ver el espectáculo desde la mesa, pues conocía cómo bailaba mi mujer cuando se sentía excitada.
Bailaron suelto, ella, como siempre, sin importarle que el vestido se le subiera hasta mostrar claramente sus bragas.
Luego bailaron canciones lentas, muy apretados uno contra el otro. Él aprovechaba para magrearle la espalda y casi, casi el culo. Ella me miraba cuando se giraban, como pidiendo mi parecer: yo le sonreía.

Continuará
 
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