Ana la marrana

Sigo con mi historia.

Víctor se convirtió en tema asiduo de nuestras conversaciones, tanto en la cama como fuera de ella. Además, a mí me iba estupendamente con él en la empresa, y ganaba mucho dinero con sus pedidos, que iban a más. A mi esposa parecía agradarle él y, cuando follábamos después de mencionarlo, se mostraba más sumisa y más caliente, regalándome unas mamadas y unas folladas deliciosas.

Un día. Víctor apareció con un un cordón de oro para mi mujer.
-Bueno, si tú quieres -dijo-. Si lo ves impropio... Pero me parece que esa bella esposa que tienes se merece eso y mucho más.
Me pareció excesivo, pero lo acepté ante su insistencia.
-Ella es... -empezó a preguntar Víctor.
-Es más bien sumisa, si te refieres a eso -me atreví a decir. Aun no sé muy bien por qué orienté mi respuesta por ahí.
-Eso está muy bien -respondió-. Siempre se lo pasa uno mejor con una mujer que sepa adaptarse a tus gustos y te complazca en todo, ¿verdad? Tienes mucha suerte de que tu esposa sea sumisa, esa es la verdad. Y... ¿lo acepta todo? -añadió.
-Sí, claro que sí. Si no, no sería tan sumisa, ¿no? -respondí.

Me propuso salir alguna noche, para verle puesto el cordón, dijo. Quedamos para el finde siguiente.
A mi esposa le encantó el regalo. Y podría decir que le hizo ilusión la salida que nos proponía Víctor.
-Aunque no sé -dijo- como comportarme con él, la verdad.
-Pues... -respondí- hazle caso a tu instinto, a tu intuición.
-No te enfadarías si...?
-No, no, ya te dije que decidieras lo que te apeteciera.

Aquel sábado por la noche Ana se puso un vestido ajustadísimo de color blando que yo no le había visto nunca. Era muy corto, muy pegado, muy escotado. Entre las dos tirantitas sus pechos lucían grandes y redondos, rotundos sin el sujetador, y se movían al compás de sus caderas al andar. Sus pezones se marcaban totalmente en la tela con todos sus detalles, sus areolas y sus puntas duras. Iba hecha un bombón, la verdad. Pensé si sería una excesiva provocación para nuestro amigo al ser la primera noche que salíamos con él, y los celos aparecieron de nuevo, sobre todo cuando al subirse al coche Ana mostró sus hermosas piernas largas, sus muslazos hermosísimos y el triángulo de sus bragas blancas de encaje, en realidad un mínimo tanguita. Como siempre, no ponía ningún cuidado en si se subía o no el vestido, y por supuesto no dio ni un solo tirón de él. A mí se me iban los ojos a sus piernas y casi no podía conducir de la excitación.

Víctor nos esperaba en un pub.
-Vaya -le dijo a mi mujer-, qué bien te sienta.
-El qué? -preguntó ella.
-El cordón, claro -respondió él-. Bueno, todo, todo te sienta bien. Estás hermosísima, querida.
Nos sentamos en una mesa a tomar unas copas y sucedió lo mismo con el vestido de mi mujer. Nuestro amigo estuvo todo el rato hipnotizado mirándole las piernas sin recato alguno, y ella se sentía halagada por sus miradas de deseo, su admiración y las frases de doble sentido que le dirigía, mientras me lanzaba miradas significativas como diciéndome: Vaya pibonazo de mujer que tienes, cabrón.

A media noche nos fuimos a una discoteca y nos sentamos a una mesa, repitiéndose las poses eróticas de mi esposa y las miradas de nuestro amigo.
-Tienes una mujer muy hermosa -me dijo en cierto momento mirándola de arriba abajo, el escote adornado con su cordón de oro, sus pezones marcados en el vestido, sus piernas mostradas en todo su esplendor y el triángulo oculto de sus braguitas blancas entre los hermosos muslos-. ¿Te importa que baile con ella?
-Oh, claro que no. Por favor -dije yo, y me dispuse a ver el espectáculo desde la mesa, pues conocía cómo bailaba mi mujer cuando se sentía excitada.
Bailaron suelto, ella, como siempre, sin importarle que el vestido se le subiera hasta mostrar claramente sus bragas.
Luego bailaron canciones lentas, muy apretados uno contra el otro. Él aprovechaba para magrearle la espalda y casi, casi el culo. Ella me miraba cuando se giraban, como pidiendo mi parecer: yo le sonreía.

Continuará
Interesante....
 
Me interesan vuestros comentarios, para saber si la calidad del relato es la deseada o no. También si la intensidad in crescendo que quiero imprimirle es la adecuada o le doy más caña. Gracias.
La historia es buenísima y tu forma de narrarla una delicia.
Me quedo deseando seguir leyendo

Gracias
 
En cierto modo y hasta cierto punto, Ana me recuerda a mi esposa cuando eramos novios y después de casados también. Le gustaba lucirse y 'bailar' de similar forma y maneras, bien apretada, agarrada y permitiendo 'ciertas libertades' a su accidental pareja de baile. Yo en principio flipaba viéndola actuar con esa libertad, luego me acostumbre y permití e inclusive alenté que sucediesen hechos más 'subidos de tono'.
 
Cuando salimos de aquel sitio, montamos en el coche de Víctor. Me pidió que condujera yo, porque había bebido algo más de la cuenta. Los dos se sentaron atrás. Ana, al subir al coche, dejó que su vestido se subiera todo casi hasta la cintura, dejando a la vista sus hermosas piernas y su tanga. Yo, pensé, hacía de taxista para mi esposa y su pretendiente.

Se liaron a besarse ruidosamente. Yo los miraba por el retrovisor, y aunque el trayecto era corto, iba muy despacio, más atento a ellos que a nada. Víctor le bajó las tirantas del vestido y sacó las tetas de mi mujer, que besó, chupó y mordisqueó con delectación mientras ella profería unos gemiditos de placer. Luego bajó su mano al coño de mi esposa, y allí ella se derritió de gusto, con suspiros y gestos que a mí me pusieron la polla totalmente dura. Se bajó a la polla de Víctor y se la chupó un rato mientras él le metía un dedo por el ano, llamándola puta, zorra y cerda.

Jamás imaginé que los cuernos eran así. Me moría de celos, pero me gustaba, me daba mucho morbo el comportamiento tan sucio de mi mujer delante de mí. Cuando Víctor se corrió, mi esposa se tragó todo su semen. Y entonces caí en la cuenta de que ella no se había corrido.

Era casi de día cuando llegamos a casa, yo con mis cuernos recién estrenados y mi mujer con su boca empalagosa del semen de Víctor, lo que degusté en un beso largo y profundo que nos dimos en el ascensor. Su chocho estaba encharcado de flujos de deseo. Follamos como animales en la cama, y nos quedamos dormidos hasta la tarde del día siguiente, cuando sonó el teléfono. Era Víctor.

-Pásame a tu mujer, por favor -dijo descaradamente.
Ella se puso. Y su saludo me sorprendió:
-Hola, Amo, qué tal has dormido.
¿Amo? Mi esposa se declaraba sometida a nuestro amigo. No esperaba eso de ella, pero lo comprendí enseguida, pues su natural era ese, la sumisión.

Estuvieron hablando muy en voz baja, con susurros, unos minutos. Sólo oí claramente que ella le dijo: Qué cerdo eres. Luego mi esposa me pasó el aparato:
-Tienes que llevármela a la finca pronto -ordenó Víctor imperioso-, no puedo estar mucho tiempo así, sabiendo que tengo una puta a mi servicio sin poder usarla. Lo entiendes, no?
-Claro.
-Desde ahora tus negocios conmigo van a ir viento en popa, siempre que me mantengas a tu mujer encelada y me la prestes para mi placer cuando yo te lo exija. ¿Te parece bien?
-Si..., si ella es eso lo que quiere...

-Ah, y tú también me llamarás Amo, vale? Me ha gustado la idea que ha tenido la zorra de llamarme así, me estimula, me calienta.
-De... de acuerdo... Amo.
-¡Y no la folles hasta que me la traigas! Quiero que esté bien caliente, bien deseosa de mi polla. Nada de hacer nada con ella, ¿me has entendido?
-Ssss... sí.... Amo.

Continuará
 
En cierto modo y hasta cierto punto, Ana me recuerda a mi esposa cuando eramos novios y después de casados también. Le gustaba lucirse y 'bailar' de similar forma y maneras, bien apretada, agarrada y permitiendo 'ciertas libertades' a su accidental pareja de baile. Yo en principio flipaba viéndola actuar con esa libertad, luego me acostumbre y permití e inclusive alenté que sucediesen hechos más 'subidos de tono'.
Me encataría que contaras aquí esos hechos. Serían un buen complemento a mis experiencias. Armengol.
Por cierto, me encanta tu avatar.
 
Cuando salimos de aquel sitio, montamos en el coche de Víctor. Me pidió que condujera yo, porque había bebido algo más de la cuenta. Los dos se sentaron atrás. Ana, al subir al coche, dejó que su vestido se subiera todo casi hasta la cintura, dejando a la vista sus hermosas piernas y su tanga. Yo, pensé, hacía de taxista para mi esposa y su pretendiente.

Se liaron a besarse ruidosamente. Yo los miraba por el retrovisor, y aunque el trayecto era corto, iba muy despacio, más atento a ellos que a nada. Víctor le bajó las tirantas del vestido y sacó las tetas de mi mujer, que besó, chupó y mordisqueó con delectación mientras ella profería unos gemiditos de placer. Luego bajó su mano al coño de mi esposa, y allí ella se derritió de gusto, con suspiros y gestos que a mí me pusieron la polla totalmente dura. Se bajó a la polla de Víctor y se la chupó un rato mientras él le metía un dedo por el ano, llamándola puta, zorra y cerda.

Jamás imaginé que los cuernos eran así. Me moría de celos, pero me gustaba, me daba mucho morbo el comportamiento tan sucio de mi mujer delante de mí. Cuando Víctor se corrió, mi esposa se tragó todo su semen. Y entonces caí en la cuenta de que ella no se había corrido.

Era casi de día cuando llegamos a casa, yo con mis cuernos recién estrenados y mi mujer con su boca empalagosa del semen de Víctor, lo que degusté en un beso largo y profundo que nos dimos en el ascensor. Su chocho estaba encharcado de flujos de deseo. Follamos como animales en la cama, y nos quedamos dormidos hasta la tarde del día siguiente, cuando sonó el teléfono. Era Víctor.

-Pásame a tu mujer, por favor -dijo descaradamente.
Ella se puso. Y su saludo me sorprendió:
-Hola, Amo, qué tal has dormido.
¿Amo? Mi esposa se declaraba sometida a nuestro amigo. No esperaba eso de ella, pero lo comprendí enseguida, pues su natural era ese, la sumisión.

Estuvieron hablando muy en voz baja, con susurros, unos minutos. Sólo oí claramente que ella le dijo: Qué cerdo eres. Luego mi esposa me pasó el aparato:
-Tienes que llevármela a la finca pronto -ordenó Víctor imperioso-, no puedo estar mucho tiempo así, sabiendo que tengo una puta a mi servicio sin poder usarla. Lo entiendes, no?
-Claro.
-Desde ahora tus negocios conmigo van a ir viento en popa, siempre que me mantengas a tu mujer encelada y me la prestes para mi placer cuando yo te lo exija. ¿Te parece bien?
-Si..., si ella es eso lo que quiere...

-Ah, y tú también me llamarás Amo, vale? Me ha gustado la idea que ha tenido la zorra de llamarme así, me estimula, me calienta.
-De... de acuerdo... Amo.
-¡Y no la folles hasta que me la traigas! Quiero que esté bien caliente, bien deseosa de mi polla. Nada de hacer nada con ella, ¿me has entendido?
-Ssss... sí.... Amo.

Continuará
Magnífico relato... esperamos deseosos la continuación
 
Gracias, amigos, por vuestros comentarios tan positivos. Me animan mucho. Prometo proporcionaros momentos deliciosos de placer hablandoos de mi esposa, Ana la marrana, cada dia más marrana y más puta. Espero que os gusten. Besos.
Me encantaría conversar con ella o verla en foto, si la das permiso claro
 
Bueno, no me veía yo autorizando a mi esposa a poner fotos en internet, porque, como he dicho, no soy dominante por naturaleza. Pero ella necesita que la domine yo, sí, es sumisa, no lo puede remediar.

En efecto, me pidió permiso para enviarle a Víctor unas fotos que le pidió. Naturalmente, en ropa interior, o sin ella. Se lo di, pero yo tenía que supervisarlas antes de enviarlas.

Luego, en un viaje que nuestro amigo hizo, me dijo que quería hablar y ver a mi mujer por *****. Me pareció bien. Y dejé en manos de Ana lo que tuviera que pasar con eso. Naturalmente, yo estaría presenciando toda la conversación.

Víctor trataba a Ana como creía que se merecía: la llamaba marrana, cerda, puta... Yo nunca sabía si era en plan insultante o en sentido cariñoso o morboso, pero le decía todas esas barbaridades y, claro, a mi esposa le gustaban.

En sus sesiones por *****, Víctor se masturbaba siempre, pero no permitía a Ana masturbarse porque quería tener con ella un regreso del viaje lo más caliente y morboso posible. La quería desinhibida y cerda, y para eso, decía, tenía que estar super deseosa de correrse. Así que esos días no quería que follásemos ni nada de nada, que ella no se corriera, me encargó muy claramente.

Todas las noches, cuando nos ibamos a la cama, sabiamos que teniamos sesion de móvil con Victor. El siempre aparecía ya desnudo y empalmado, no sé cómo lo hacía, que siempre estaba empalmado. Ana debía mostrarse en sosten y braguitas o en pijamita de pantaloncito corto, para ir quitándose todo siguiendo las instrucciones de su Amo.

le hacía poses sensuales, movimientos eroticos, y le decía que era una guarra, una puta, su puta, su esclava. Yo la miraba desde detras del movil, empalmado perdido, y luego, al acabar, ella me tenia que masturbar o chuparmela hasta correrme, porque asi no podia dormir. Le pedia que ella se corriera tambien, pero obedecía al Amo, y se dormía con el chocho empapado y sin correr.

Continuará
 
En cierto modo y hasta cierto punto, Ana me recuerda a mi esposa cuando eramos novios y después de casados también. Le gustaba lucirse y 'bailar' de similar forma y maneras, bien apretada, agarrada y permitiendo 'ciertas libertades' a su accidental pareja de baile. Yo en principio flipaba viéndola actuar con esa libertad, luego me acostumbre y permití e inclusive alenté que sucediesen hechos más 'subidos de tono'.
Espero tu relato como complemento al mío. Invito a mis seguidores a poner sus ideas sobre Ana, lo que debí hacer con ella en cada momento.
 
MIentras, mis negocios con Víctor iban cada vez mejor y Ana recibía de él regalos que la ilusionaban: joyas, pieles, ropa interior erótica, dildos... Cuando nuestro amigo volvió de aquel viaje ya me advirtió de que el próximo Ana tendría que acompañarle. La presentaría como su amante, y si había que prestarla a alguno o algunos de sus clientes o socios yo tendría que estar de acuerdo. Así iban creciendo mis cuernos.

Me di cuenta pronto de que lo que a nuestro Amo le interesaba no era follarse a Ana, que también, claro, sino someterla a situaciones morbosas para su placer particular. Le gustaba que yo acompañase a la marrana -así la llamaba habitualmente-, pero por lo pronto no tenía especial interés en mí. Interés sexual, digo. Ella se ponía a su disposición y aceptaba todas las guarradas que él le hacía hacer.

Así fue cuando nos invitó a su finca a presenciar la monta de una de sus yeguas por aquel soberbio semental que vimos. Pasamos aquel finde en su finca, solos los tres. Ana estaba casi siempre desnuda por orden de él, o en tanga, o en pantaloncitos cortos, y siempre sin sujetador. MI esposa se había adaptado perfectamente a su papel de puta privada de nuestro Amo, así lo llamábamos.

Soltamos el caballo en un cercado próximo a la finca, y cuando entró la yegua el animal se volvió loco de deseo. La olió profusamente y sacó muy pronto su enorme verga, de unos 60 cms. Ana se reía nerviosa de ver aquel gran instrumento de placer. Decía que a ella eso no le cabría ni de coña. Pero Víctor dijo que todo era probar.

Me dijo también que ya tenía ofrecida a mi mujer para una fiesta entre amigos que se iba a celebrar en la finca, que ya me daría los detalles. Unos cuantos hombres con una sola hembra daría muchísimo juego con mi esposa. Yo, dentro de mis celos morbosos, incomprensibles aún para mí, me relamía de gusto al pensar que iba a presenciar el uso que aquellos depravados iban a dar a Ana, que cada día era más y más marrana.

Espero vuestros comentarios y sugerencias, para orientar la línea del relato y ordenar las experiencias, todas reales, según los intereses de mis lectores.

Continuará
 
Hola, amigos. En estos momentos me encuentro solo en casa. Ana ha salido a cenar con Víctor y esta vez me han dejado en tierra, quieren estar a solas. MI mujer me llamará unas cuantas veces contándome lo que ocurre entre ellos.

Para esta ocasión se ha puesto un tanga de encaje negro que le regaló Víctor. Va sin sujetador con una blusa que señala sus pezones muy bien y una faldita que no sé cuándo se la ha comprado, pues no la había visto nunca. Es negra, muy corta, y muy pegada. Lleva medias con ligueros y unos taconazos de los que ella usa siempre.

Se ha pintado como una verdadera puta, los labios rojísimos y reventones, como invitando a la mamada de polla. Qué buena está mi esposa vestida y maquillada así, con su pelo largo y semirrizado por encima de los hombros.

Me pregunto qué estarán haciendo ahora, qué marranada le estará obligando Víctor a hacer. Ella es cada día más sumisa a nuestro Amo y señor.

Yo para entretener la espera, me he quedado viendo videos porno y me he puesto un tanga de mi esposa blanco y semitransparente que me queda muy bien. Espero algún día enseñárselo a Víctor, a ver qué le parezco con él puesto.

Besos a todos. Continuaré.
 
No me he podido masturbar pensando en mi esposa con su amigo y amo. No puedo. Es como si le fuese infiel, qué tontería. Prefiero espera a que vuelva a casa y me lo cuente todo, seguramente me pajeará mientras me va dando detalles de todo.

Últimamente Víctor la trata bastante mal, lo que a ella le gusta, al parecer. Sus insultos son permanentes, marrana, cerda, puta, son los más usuales. Incluso a mi, me dice qué buena está la cerda de de mi mujer. Me da un poco de reparo, por si alguien le oye en el trabajo. Pero me gusta, porque lo encuentro morboso y excitante.

Cuando vuelva traerá el coño enrojecido por el roce con la polla de Víctor, que la tiene bastante más grande que yo. La tiene... magnífica para comérsela toda. Cuánto me gustaría que nuestro amo fuese bisex para que me convirtiera también en su sumiso. Aunque ya lo soy, porque tengo que soportar que me ponga cuernos con mi esposa llamándola de forma asquerosa, y que follen incluso en mi propia cama.

Seguramente le tendré que comer el coño con los restos de esperma de nuestro amo. Qué sabroso está su chocho así, chorreando semen de Víctor. Lo ansío cada vez más.

Besos a todos.
 
Acabo de descubrir este hilo y lo he leído de principio a fin.
Al principio me parecía que los hechos se desarrollaban con demasiada lentitud, no me importaba porque es muy interesante ver el proceso, que la principio es muy lento. Pero después te has lanzado, y ahí me hubiese gustado más detalles, más lentitud y que recreases mejor, con más detalle cada uno de los avances y el proceso.
Que quede claro que es una opinión personal y habrá quienes discrepen. Tu con todas las opiniones y tu buen criterio sabrás que hacer.
Por cierto, al pasar de la primera a la segunda página ya tenía una erección potente... Al final de la segunda... tuve que esperar para poder escribirte a dos manos.
Gracias por tu trabajo y espero leer más.
 
Acabo de descubrir este hilo y lo he leído de principio a fin.
Al principio me parecía que los hechos se desarrollaban con demasiada lentitud, no me importaba porque es muy interesante ver el proceso, que la principio es muy lento. Pero después te has lanzado, y ahí me hubiese gustado más detalles, más lentitud y que recreases mejor, con más detalle cada uno de los avances y el proceso.
Que quede claro que es una opinión personal y habrá quienes discrepen. Tu con todas las opiniones y tu buen criterio sabrás que hacer.
Por cierto, al pasar de la primera a la segunda página ya tenía una erección potente... Al final de la segunda... tuve que esperar para poder escribirte a dos manos.
Gracias por tu trabajo y espero leer más.
Sí, amigo Esluga, creo que iba lento, pero es que tenía que ser así. Ya sé que en cada episodio se espera una lujuria extrema que te empalme y te haga correr, pero a veces las cosas no son tan rápidas. El proceso de sumisión de mi esposa fue lento, a pesar de que ella lo deseaba. Pero yo no soy dominante, sino más bien lo contrario. Encontrar un amo no era tarea fácil, pues el entorno no se prestaba a esas cosas. La aparición de Víctor fue providencial.

Pero sí, prometo darle más dinámica sexual y saltar los episodios que sean más lentos. Hay que tener en cuenta que, a estas alturas, ya no es el follar en sí lo que interesa describir, que también lo haré, sino el antes y el después. Sobre todo el antes, el ambiente. Y en el después tengo que incluir mis propias reacciones, pues, la verdad, me sentía muy atraido por Víctor como amo para mi marrana y para mí.

De todas formas, espero tus sugerencias, que son muy valiosas para mí.
Un beso.
 
Sí, amigo Esluga, creo que iba lento, pero es que tenía que ser así. Ya sé que en cada episodio se espera una lujuria extrema que te empalme y te haga correr, pero a veces las cosas no son tan rápidas. El proceso de sumisión de mi esposa fue lento, a pesar de que ella lo deseaba. Pero yo no soy dominante, sino más bien lo contrario. Encontrar un amo no era tarea fácil, pues el entorno no se prestaba a esas cosas. La aparición de Víctor fue providencial.
Efectivamente. En la vida real no se folla desde instante cero.
Pero sí, prometo darle más dinámica sexual y saltar los episodios que sean más lentos. Hay que tener en cuenta que, a estas alturas, ya no es el follar en sí lo que interesa describir, que también lo haré, sino el antes y el después. Sobre todo el antes, el ambiente. Y en el después tengo que incluir mis propias reacciones, pues, la verdad, me sentía muy atraido por Víctor como amo para mi marrana y para mí.

De todas formas, espero tus sugerencias, que son muy valiosas para mí.
Un beso.
Repito lo dicho, gracias y espero leerte más.
 
En el proceso de domesticación de Ana, Víctor se esmeraba en que ella siempre vistiese elegante, pero muy sexy, y le regalaba toda clase de lencería, por ejemplo. Desde luego, era la que a él le gustaba que mi mujer luciera. También le compraba complementos y dildos que a él le excitaba pensar que ella usaba sobre sí misma.

El amo nos tenía prohibido tener relaciones sexuales entre nosotros dentro del matrimonio. La intención era mantenerla a ella excitada, caliente, para cuando él la usara recibirla en todo su esplendor sexual. No la usaba todo lo que ella ansiaba, por eso las esperas le eran muy duras sin poder satisfacerse ni conmigo ni con ella misma, a pesar de disponer de los vibradores que él le regalaba. Era paradójico, pero eso también lo hacía con la intención de mantenerla caliente.

En la cama, nos teníamos que mostrar distantes, pues yo, claro, siempre quería correrme con ella, pero ella se reservaba para su amo. Lo que me producía una extraña mezcla de celos y de morbo. Todas las noches me empalmaba a su lado, mirándola con deseo, y
 
En el proceso de domesticación de Ana, Víctor se esmeraba en que ella siempre vistiese elegante, pero muy sexy, y le regalaba toda clase de lencería, por ejemplo. Desde luego, era la que a él le gustaba que mi mujer luciera. También le compraba complementos y dildos que a él le excitaba pensar que ella usaba sobre sí misma.

El amo nos tenía prohibido tener relaciones sexuales entre nosotros dentro del matrimonio. La intención era mantenerla a ella excitada, caliente, para cuando él la usara recibirla en todo su esplendor sexual. No la usaba todo lo que ella ansiaba, por eso las esperas le eran muy duras sin poder satisfacerse ni conmigo ni con ella misma, a pesar de disponer de los vibradores que él le regalaba. Era paradójico, pero eso también lo hacía con la intención de mantenerla caliente.

En la cama, nos teníamos que mostrar distantes, pues yo, claro, siempre quería correrme con ella, pero ella se reservaba para su amo. Lo que me producía una extraña mezcla de celos y de morbo. Todas las noches me empalmaba a su lado, mirándola con deseo, y
Cuéntanos qué tal fue todo"...
 
Las cosas se fueron complicando con Víctor cuando él quiso sobrepasar ciertos límites. Por ejemplo, cuando quiso aparear a Ana con el perro de un amigo suyo. Ahí Ana se mostró reticente. No lo había hecho nunca, y tampoco le excitaba probarlo. Tampoco que la quisiera entregar a sus amigos en una orgía donde ella era la única mujer. Varios hombres iban a usarla para su placer, y ella no se mostraba muy convencida de hacerlo. Víctor se lo exigía cada vez con más énfasis. Incluso me recriminó que yo no la "obligara" a participar en los excesos que él le proponía.

Así fue cómo Víctor y Ana se fueron enfriando y yo recuperé a mi sumisa en todo su esplendor para mi consumo privado. Volvió a hacerme pajas, a comerme por todos los sitios a petición mía, a dejarse mear la cara y la boca, se depiló totalmente para mí, y volvió a vestir como a mí me gustaba, sexy, muy sexy, sin importar lo que enseñara o lo que insinuara de su cuerpo. Volvió a ser mi mujer para ser usada a mi capricho.

Pero yo sabía que Ana guardaba el recuerdo de Víctor, que la llamaba de vez en cuando y se masturbaba con ella por teléfono. Sabía que echaba de menos tener un amo. Y me propuse buscarle uno que fuese adecuado para los dos. Ese será el tema de las siguientes experiencias.
 
En el proceso de domesticación de Ana, Víctor se esmeraba en que ella siempre vistiese elegante, pero muy sexy, y le regalaba toda clase de lencería, por ejemplo. Desde luego, era la que a él le gustaba que mi mujer luciera. También le compraba complementos y dildos que a él le excitaba pensar que ella usaba sobre sí misma.

El amo nos tenía prohibido tener relaciones sexuales entre nosotros dentro del matrimonio. La intención era mantenerla a ella excitada, caliente, para cuando él la usara recibirla en todo su esplendor sexual. No la usaba todo lo que ella ansiaba, por eso las esperas le eran muy duras sin poder satisfacerse ni conmigo ni con ella misma, a pesar de disponer de los vibradores que él le regalaba. Era paradójico, pero eso también lo hacía con la intención de mantenerla caliente.

En la cama, nos teníamos que mostrar distantes, pues yo, claro, siempre quería correrme con ella, pero ella se reservaba para su amo. Lo que me producía una extraña mezcla de celos y de morbo. Todas las noches me empalmaba a su lado, mirándola con deseo, y
Me encanta como va evolucionando la historia con Ana; y se agradecen mucho los detalles que nos vas dejando, ayudan muchísimo a hacerse una gran idea.



Yo hará unos años estuve con una mujer casada con la que seguía un proceso similar para disfrutar bien de nuestros encuentros... hablábamos mucho por teléfono y nos intercambiábamos mucho contenido,

Las cosas se fueron complicando con Víctor cuando él quiso sobrepasar ciertos límites. Por ejemplo, cuando quiso aparear a Ana con el perro de un amigo suyo. Ahí Ana se mostró reticente. No lo había hecho nunca, y tampoco le excitaba probarlo. Tampoco que la quisiera entregar a sus amigos en una orgía donde ella era la única mujer. Varios hombres iban a usarla para su placer, y ella no se mostraba muy convencida de hacerlo. Víctor se lo exigía cada vez con más énfasis. Incluso me recriminó que yo no la "obligara" a participar en los excesos que él le proponía.

Así fue cómo Víctor y Ana se fueron enfriando y yo recuperé a mi sumisa en todo su esplendor para mi consumo privado. Volvió a hacerme pajas, a comerme por todos los sitios a petición mía, a dejarse mear la cara y la boca, se depiló totalmente para mí, y volvió a vestir como a mí me gustaba, sexy, muy sexy, sin importar lo que enseñara o lo que insinuara de su cuerpo. Volvió a ser mi mujer para ser usada a mi capricho.

Pero yo sabía que Ana guardaba el recuerdo de Víctor, que la llamaba de vez en cuando y se masturbaba con ella por teléfono. Sabía que echaba de menos tener un amo. Y me propuse buscarle uno que fuese adecuado para los dos. Ese será el tema de las siguientes experiencias.
Se pasó de frenada el Víctor... Aunque mejor para los dos, así además de disfrutar juntos nuevamente, ahora teneis una mejor idea de los límites a los que llegar.
 
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