Antonella

Si lo entendemos, pero son muchos años en pajilleros y nos da mucha pena.
 
Ya, llegué por acá, alguien me puede decir que pasó pajis, que no puedo entrar ?, plis ?:unsure:
 
Antonella 2

Me desperté, me encontraba en una habitación que no reconocía, la cabeza me dolía mucho, no solo la cabeza, todo el cuerpo. Entonces me vino el flash de lo ocurrido y grité ¡Isabella!, con todas mis fuerzas. Me incorporé en aquella cama como si me hubieran puesto un muelle, miraba a todos lados buscando a mi hija, pero no la halle. A mí alrededor se encontraban mi padre, mi hermano Dante, Liam, Duncan, Lisa y Erin con una niña en brazos.

No pude evitarlo, eche mis manos a la cara y no pude contener el llanto. Dante me cogió la mano y la apretó para darme ánimos, mire a Liam con ojos suplicantes, este tenía un rostro serio y algo en las manos.

• Lo siento Antonella, solo encontramos la pulsera que le regale a Isabella, de alguna manera descubrieron que con ella se le podía localizar – dijo un Liam triste.

• La encontraremos Antonella, aunque sea lo último que hagamos – dijo Duncan.

Yo negaba con la cabeza, no podía creer que mis hermanos hubieran llegado tan lejos, Isabella era inocente, luego estaba Lisandro, ese cobarde me las iba a pagar. Entonces vi como Erin se acercaba y colocaba a su hija en mis brazos.

• Antonella, te presento a Aurora.

• Es una niña preciosa Erin.

• Es tan preciosa como su madre – dijo Duncan.

Tener a Aurora en brazos, me trajo muy buenos recuerdos, de cuando tuve a Isabella en brazos por primera vez, entonces mire hacia donde se encontraba mi padre. Este miraba por la ventana, no podía ver su rostro, pero sabía lo preocupado que estaba.

• Papa, sé que son tus hijos como lo soy yo, pero como alguno de ellos haya tenido algo que ver con el secuestro de Isabella, ¡no voy a tener piedad!

• Lo sé, hija.

• No lo sabes, es mi hija la que está en peligro, ¡todo el que se interponga será destruido!

Entonces miré a Duncan, Erin, papa y Dante les dije.

• Esto tengo que hacerlo yo sola, pero cuando llegue el momento, necesitaré que me cubráis las espaldas.

Todos asintieron, al poco rato entro la enfermera y nos informó que la hora de visitas había terminado. Les dije que se fueran a casa a descansar, podía pasar la noche yo sola, ninguno dijo nada, pero sabía que se quedarían cerca. Los conocía como si los hubiera parido, al quedarme sola en la habitación me volví a tumbar y me puse a pensar. El primero que interrogaría sería a mi hermano Aurelio, estaba casi segura de que él no habría tenido nada que ver.

Él quería a Isabella a su manera, además no era a mí a la que odiaba, sino al abuelo por privarle del derecho que según él creía que le pertenecía por haber sido el primogénito. Aurelio siempre fue muy protector con todos nosotros, sobre todo con Matteo, este era un cabeza hueca y provocaba peleas porque se creía el mejor. Cuantas veces volvió Aurelio con el labio partido y los ojos hinchados por culpa de su hermano, jamás dijo nada, él era el mayor y le correspondía defendernos.

Aurelio era un hombre duro como el pedernal, si tomaba una decisión, nada podía hacer que diera marcha atrás. Sé que jamás aprobó que saliera con Lisandro, no porque no me creyera incapaz de defenderme, sino porque sabía qué clase de hombre era Lisandro, pero jamás dijo nada y sé que me apoyaría llegado el momento, pero la decisión del abuelo trastoco eso. Aurelio era consciente de que yo no tenía culpa alguna, pero no pudo evitar sentir que le estaba robando lo que a él le pertenecía.

Eso nos distanció, pero también sé que fue él, el que contrato a Duncan, conociendo bien su código de honor y que este no me mataría. Aurelio sabía perfectamente que Duncan nos protegería, una vez que comprobara que mi código de honor era igual que el suyo. Además de que si Aurelio me quisiera muerta, no mandaría a nadie, lo haría él personalmente. Papa jamás lo reconocería, pero de todos sus hijos, Aurelio era el que más se parecía a él.

Necesitaba hablar con mi hermano, mi intención era dialogar, pero si se negaba a ello, le haría hablar por la fuerza. Él era muy fuerte, eso era verdad, pero aquella ciudad también me endureció a mí. Sabía que Aurelio se había afincado en el norte de Italia, haciéndose el amo de todo el territorio en poco tiempo. Se casó con la dueña de una humilde floristería, una mujer sencilla, pero muy trabajadora.

Eso me gustaba de mi hermano mayor, Aurelio saco la belleza de mamá, podría tener a la mujer que quisiera, pero eligió a una mujer de los pies a la cabeza y por lo que sé jamás le fue infiel. Otra cosa que me apena, es que nunca pude conocer a mis sobrinas, si nos llegamos a juntar él me hubiera pedido el territorio y yo me hubieras tenido que negar. La gente que vivía en esa ciudad era inocente y de haberle cedido mi poder a Aurelio, Matteo le hubiera declarado la guerra enseguida, poniendo en peligro miles de vidas.

Por lo que estoy contando, Aurelio no parece tan malo y no lo es, pero tenía un gran punto débil, le gustaba sentirse el más poderoso. Cuando el abuelo comento que el sucesor tendría que demostrar ser apto para ganarse el puesto. Aurelio empezó una guerra porque no estaba dispuesto a compartir el poder con su hermano, a diferencia de mí que yo defendía mi territorio para que la gente que vivía allí estaría a salvo, Aurelio no sería tan magnánimo a no ser que ese hecho le beneficiara.

El abuelo lo sabía y por eso me escogió a mí, Aurelio siempre tuvo una dualidad dentro de él, era capaz de lo mejor, pero también de lo peor. Si tenía que hacer daño a alguien para conseguir lo que deseaba lo haría sin dudar, después se arrepentiría e intentaría compensar a su familia, pero cuando ya era demasiado tarde. El abuelo como un perro viejo lo sabía y por eso le descarto, por lo demás hubiera sido un jefe de primera. Todos sus hombres le admiran, pero también le temen.

Papa me había dejado un móvil, en él estaban grabados los números de mis hermanos, seleccione el de Aurelio y apreté el botón verde, los tonos de llamada empezaron a sonar. No tardo mucho en contestar.

• ¿Quién llama? – pregunto autoritario mi hermano.

• Soy Antonella, necesito hablar contigo.

• Tú y yo no tenemos nada de que hablar, ahora estoy muy ocupado intentando recuperar lo que tú me robaste.

• Aurelio, pretendo hablar contigo por las buenas, pero si no, ¡será por las malas!

• No vuelvas a llamar – colgando la llamada.

Estampe el móvil contra la pared, ese era un rasgo de mi hermano que me sacaba de mis casillas. Era un cabezón, había elegido por las malas, pues así sería. Cuando paso la enfermera le pregunte cuando me darían el alta. Ella me contesto que no lo sabía, que el doctor pasaría por la mañana y él me explicaría todos los detalles. Abrí uno de los cajones de la mesilla, cogí mi cartera y de ella extraje una foto donde salía abrazada a Isabella mientras esta sonreía.

Me pasé toda la noche sin poder dormir mando la foto de mi hija, si algo tenía claro era que volvería a abrazarla de nuevo y que Isabella volvería a sonreír. Jamás una noche se me hizo tan larga, vi como los rayos del sol empezaban a entrar por la ventana. El día sería caluroso, espere pacientemente a que el médico pasara, me trajeron el desayuno, solo me tome el café. Pasada una hora el médico entro en la habitación, saludando y preguntándome como me encontraba.

Le miré muy seria y le comenté que quería el alta, este me miro y me dijo que me lo desaconsejaba. No sé lo que debió ver en mi mirada que trago saliva y dio dos pasos para atrás.

• Doctor, no se lo pediría si no fuera de vida o muerte.

• Muy bien, no puedo retenerla aquí, pero lo hará bajo su responsabilidad.

• Así será.

• Si se empieza a encontrar mal, no dude en venir a urgencias, prométamelo.

• Así lo haré.

Mientras el médico fue a preparar mi alta, me empecé a vestir, seguro que todos se cabreaban, pero cada minuto contaba, si Lisandro decidía desaparecer con Isabella, tal vez jamás volvería a encontrarla. Me tuvieron una hora esperando, pero el médico me trajo un documento que firme y ya podía marcharme. Cuando salí del hospital, todos me esperaban allí.

• ¿Qué crees que haces? – pregunto papa.

• Ir a encontrar a mi hija.

• Hermana, estás segura de que te encuentras bien, el choque fue muy fuerte.

• Dante, Isabella me necesita.

• ¡Antonella! – dijo Duncan.

• ¿Duncan, te vas a interponer en mi camino?

• Sabes que no, pero toma esto, con cualquier contratiempo llámanos.

Dante se prestó a llevarme a casa, no fui capaz de decirle que no, sabía que no me haría caso. Cuando llegue a casa me metí en Internet y compre el primer billete que me llevaría a Milán. Saque el móvil que me dio Duncan y sonreí, sabía que no intervendrían a no ser que las cosas se pondrían feas, pero también sabia que estarían a mi lado y que llegarían a Milán antes que yo, entonces mi hermano me saco de mis pensamientos.

• ¿Antonella, no piensas llevar armas?

• Para hablar con Aurelio no necesito armas, pero de necesitarlas, allí encontraré lo que necesite.

Conseguí un vuelo que salía esa misma tarde, prepare una pequeña maleta y me dispuse a ir al aeropuerto, Dante no me dejo conducir, él se quedaría conmigo hasta que embarcara. La hora llego y tenía que embarcar en un avión que me llevaría a Milán, allí me esperaba una conversación muy dura con mi hermano. Mire a Dante y sabía que este tampoco se quedaría quieto.

• Dante, no hagas locuras y piensa en Lisa.

• Mira quién me habla de hacer locuras, la que se va a meter en la boca del lobo por propia voluntad.

Yo le sonreí, le abracé y me metí en el pasillo que me llevaría al avión, una vez dentro venía la parte que más odiaba el despegue. No sé por qué, pero me daba más miedo que el aterrizaje, el avión se puso en marcha y yo me aferre al asiento hasta con mi alma, para cuando me di cuenta ya estábamos en el cielo hacia Milán. Durante el viaje fui ensayando mentalmente que le diría a mi hermano, tenía que tener cuidado para que no se cerrara en banda. Si se cerraba en banda tendría que usar la fuerza, esperaba no tener que llegar a eso, pero si se daba el caso, no me echaría atrás.

Para cuando me di cuenta el aparato estaba aterrizando, después cogí mi equipaje, al salir del aeropuerto fui a coger un taxi. Me hospedaría en un hotel y después de darme una ducha iría a visitar a mi hermano, mientras entraba en el taxi me di cuenta de que dos hombres me estaban vigilando y después empezaron a seguirme cuando el taxi se puso en marcha. Cuando llegue al hotel pude comprobar como me esperanzan en el hall de este.

No elegí ese hotel al azar, Liam me proporciono los planos donde se encontraría mi hermano esa tarde. El hotel tenía una salida por el alcantarillado que pocos conocían, una vez que me registre y subí a la habitación me cerciore de que no me habían seguido. Me cambié de ropa y me dispuse a usar las escaleras para bajar hasta el sótano y meterme en esos túneles. Esperaba que el plano que Liam me había conseguido estuviera actualizado.

Cuando me adentre en el túnel, enseguida me di cuenta de que era como un laberinto, pero gracias al plano pude llegar a la salida que estaba buscando. Cuando salí de los túneles. Frente a mí había un salón de masajes al que mi hermano solía ir dos veces por semana. Me dispuse a entrar y después de pagar la entrada pase por los vestuarios, tenía que llamar la atención lo menos posible. Sería fácil encontrar a mi hermano, tendría a uno o a dos hombres custodiando la entrada.

La verdad es que preferiría que fuera uno, de esa manera podría entrar sin hacer ruido y de forma sorpresiva. No tuve que andar mucho para encontrar lo que buscaba, un armario empotrado trajeado con corbata y todo. En ese sitio hacía un calor infernal y el guardaespaldas de mi hermano parecía que le iba a dar algo, sudaba copiosamente, pero no se movía del sitio, me enrolle una de las toallas en el pelo y la otra tapándome los pechos, la verdad es que si no andaba con cuidado se me terminaría viendo todo el coño.

Me fui acercando al armario empotrado, haciéndome la despistada, como si me hubiera perdido. El pobre era incapaz de mirarme a la cara, sus ojos estaban fijos en mis pechos y eso era lo que quería, de esa manera no me reconoció y bajo la guardia. Entonces, de un certero golpe en el cuello con el dorso de mi mano derecha, lo dejo inconsciente. Entre en la habitación donde una mujer muy guapa le estaba haciendo un masaje a mi hermano, le mire a esta e hice ver que era una de sus amantes.

La chica sonrió y me dejo el paso libre saliendo ella, cuando puse mis manos sobre la espalda de mi hermano, este comento que le dolía el omoplato derecho, entonces le dije.

• ¿Te duele algo más hermano?

• ¡Pero qué cojones!

Se fue a levantar, pero poniendo una de mis manos sobre su cuello, le estampé la cara contra la camilla.

• Hermano, solo he venido a hablar, si estás dispuesto a dialogar civilizadamente te soltaré, si no la conversación va a ser incómoda para ti.

• Está bien Antonella, reconozco que los tienes bien puestos, viniendo aquí sola has demostrado mucho valor y eso me ha despertado la curiosidad.

Solté a mi hermano, pero no deje de estar en guardia, mi hermano se levantó sentándose sobre la camilla, tenía que reconocerlo, era un hombre muy intimidante, además que parecía más grande que la última vez que nos vimos.

• Bien, hermana, ¿que quieres?

• ¡Donde está Isabella!

• ¿Cómo?

• No te hagas el tonto y ¡dime donde está!

• Se que no me vas a creer, pero jamás le haría daño a mi sobrina, ¿qué ha ocurrido?

La verdad es que si le creía, no fingía, de verdad que lo de Isabella le había sorprendido, le conté lo que ocurrió cuando nos disponíamos a ir al funeral del abuelo, Aurelio se puso serio y se tocó la barbilla.

• Ya entiendo, me pareció extraño que no aparecieras en el entierro del abuelo y luego estaba Matteo con una sonrisa de triunfo.

• Aurelio, si sabes algo dímelo, sabes que lo que más me importa de este mundo es Isabella.

• Yo no he tenido nada que ver en esto, si hubiera querido hacerte daño, habría ido a por ti, eso lo sabes.

• Lo sé.

• ¿Por qué dejaste el poder y aquel territorio?

• Nunca me importo el poder y el territorio, me importaba la gente que vivía allí e Isabella y si me quede era por velar por ellos.

• No me gusta, pero entiendo por qué te eligió el abuelo.

Aurelio se levantó y cogiendo una libreta, escribió una dirección, entonces me lo dio y me miro muy seriamente.

• Esto te lo paso, por deferencia a mi sobrina.

• Crees que me das miedo Aurelio – soltándole un puñetazo que hizo que se cayera de espaldas.

• Ya no soy la niña asustada que conocías – dije mirándole desafiante.

• Ya veo, mi hombre está…

• Está vivo, solo lo he dejado inconsciente.

• Antonella, te ayudaré a encontrar a Isabella, nunca te considere mi enemiga.

• Pues no lo pareció.

• Ya me conoces, tengo un carácter difícil.

Mi hermano dio orden de que me dejaran salir sana y salva, pero cuando me encontraba fuera del establecimiento un montón de puntos rojos adornaron mi pecho, estaba rodeada.

Continuará.
 
Se pone muy interesante la historia de Antonella.
Que su hermano Matteo y Lisandro se cuiden porque no saben con quien se han metiendo, van a salir perdiendo y mal parados por el secuestro de Isabella.
 

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