Hola de nuevo. Mientras escribía este capítulo se me ocurrió una idea. No se si recordaréis aquellos libros de los 90 que se llamaban ‘Escoge tu propia aventura’ o algo parecido. Era unos libros que podías tomar decisiones y la historia que leías era diferente cada vez que abrías el libro. Pues bien, este capítulo se llama
13 Supersticiones y he escondido, valga la rebundancia, 13 supersticiones en su interior. Son comunes, pertenecientes a la tradición popular española. El primero que los descubra todos, ganará un premio. Es más, dejaré que él mismo lo escoja. Aunque debe estar relacionado con el relato, por supuesto. No voy a ir a vuestra casa a haceros la colada. Por ejemplo: podéis añadir un nuevo personaje, quizás una fantasía sexual con alguno de ellos, o un capítulo que rebusque en el pasado de uno de los ‘Custodes’… son solo ideas, os lo dejo en vuestras manos. Quizás os parezca una tontería, pero a mí me ha hecho grácia. No sé. Sin más dilación os dejo con un nuevo capítulo de…
COLEGAS DE PAJAS Y SUS ARDIENTES NOVIAS
Capítulo 39 - 13 Supersticiones
Viernes. 7:30 de la mañana. El mercurio del termómetro es incapaz de medir el calor sofocante de la ciudad. Una mujer mayor examina una pequeña jaula en el balcón de su piso. Su amado canario ha estirado la pata.
- Mamá! Me voy que llego tarde!
- Pepito ha muerto…
- Ostras! Lo siento… pero me tengo que ir… lo siento mucho de verdad…
Julían tropezó en la puerta de su casa antes de salir, pulsó el botón del ascensor, pero no respondía, seguramente estuviera estropeado. Decide bajar por las escaleras a toda prisa y sale a la calle con los nervios a flor de piel. Es estudiante de segundo año de Bellas Artes y es un día muy importante para él. Hoy debe realizar una exposición enfrente de toda la clase. El tema elegido? Marcel Duchamp y lo que pasó con su famoso retrete. Sin duda uno de los momentos más revolucionarios e influyentes del arte moderno.
El futuro licenciado corre más que anda por la calle, con su cabeza metida dentro de sus apuntes. ‘En 1917, Marcel Duchamp tomó un urinario de porcelana común, como el que podría haber en cualquier baño público y lo giró 90 grados, lo firmó con su nombre y lo tituló. Luego lo presentó como obra de arte a una exposición de la Society of Independent Artists en Nueva York’, se repitió para si mismo intentando memorizarlo a la perfección.
‘1917 - Duchamp - Urinario - Nueva York’ murmuró mientras un gato negro con la piel erizada le bufó antes de cruzar ágilmente por delante suyo y ocultarse bajo un coche aparcado en la acera.
Julián cruzó sin mirar un paso de peatones, absorto en sus pensamientos. Un taxista cabreado le propinó varios insultos recordándole que debía prestar más atención. Él ni se inmutó, seguía leyendo. ‘El artista quería burlarse del sistema del arte y de sus espectadores, aunque no era una burla sin contenido. Era una provocación muy calculada y filosófica’ el ejemplar alumno se repetía esas palabras intentando grabarlas en su cerebro ‘calculada y filosófica, calculada y filosófica’
Una vieja gitana con cara de bruja lo maldició porque casi la tira al suelo al pasar rápidamente muy cerca de ella. El aplicado estudiante no se disculpó. ‘Duchamp no solo quería escandalizar… quería hacer pensar. Con el urinario, se rió del arte como institución, al presentar algo tan vulgar como un retrete en una exposición supuestamente seria. Puso a prueba al público, ¿seguirían considerando “arte” cualquier cosa si es firmada por el artista correcto o si está en la galería adecuada? Cuestionó la obsesión con la belleza y la técnica en el arte clásico. En sus propias palabras, Duchamp dijo: “El arte debe servir a la mente, no solo al ojo.” Así que sí, había una intención irónica, incluso burlona, pero no vacía. Era una crítica muy lúcida a la idea de que el arte tenía que ser bello, técnico o elevado, para tener valor’
Una moto casi lo arrolla cuando intentó cruzar otro paso de peatones con el semáforo en rojo. Llegaba tarde, debía darse prisa. Hoy tenía que salir todo bien. Era muy importante ‘Se podría decir que Duchamp fue el primer ‘troll’ del arte moderno. Pero era un ‘troll’ con contenido, con una propuesta filosófica detrás: liberar el arte del artista. El urinario no es solo un chiste: es un manifiesto silencioso. La obra funciona solo si el espectador se escandaliza o se ríe: ahí está su poder. En resumen: Duchamp sí se reía del público, pero más bien del público que no cuestiona nada. No buscaba simplemente ofender: quería provocar pensamiento a través del absurdo.
Su “broma” terminó siendo tan potente que cambió la historia del arte’… Julián sonrió complacido por su trabajo. Estaba orgulloso de lo que había redactado.
Miró su reloj de muñeca, no iba a llegar a tiempo. Volvió a cruzar sin mirar y ahí mismo, en ese justo momento, al igual que Gaudí, otro compañero de profesión, murió atropellado por un transporte público. Bonita muerte para un artista y bastante recurente, por lo visto.
- Qué son esos gritos? - Jordi salió al balcón de su casa recíen duchado y asustado por el escandolo proviniente de la calle.
- El qué? - preguntó Marta a su lado. Estaba apoyada en la barandilla dando un pequeño sorbo a su café.
- Joder! Pero que cojones ha pasado? - Jordi observaba el autobús parado en mitad de la calle y la multitud acercandose hacía el cuerpo inmóvil de un chico.
- Qué pasa cari? - preguntó ella mirando hacía abajo.
- No sé! Parece que han atropellado a alguien. Tu estabas aquí… no has visto nada?
- No… - por lo visto aquella mañana alguien se había levantado más despistada que el pobre Julián, en paz descanse.
La pareja volvió a entrar dentro de casa. Jordi se preparaba un bocata en el mármol de la cocina mientras observaba de reojo a su novia. Llevaba un par de días comportandose de forma extraña, como si estuviera ausente. Parecía distraida como si andase sonánbula, con la cabeza en otra parte.
- Mierda… - exclamó él derramando el salero sin querer - Estás bien cariño? - preguntó realmente preocupado mientras recogía la sal esparcida por todas partes.
Marta no contestó. Se quedó de pié delante de la nevera. Parecía un ‘NPC’ de un videojuego que se había quedado encallado en alguna textura a causa de un fallo de programación.
- Vida? - Jordi posó su mano sobre su hombro, intentando que ella volviera de su viaje astral.
- Dime… - contestó al fin.
- Que te pasa? Estás como… ausente.
- Ya… lo siento. Es que… no dejo de darle vueltas a la oferta que nos hizo aquel señor en el ‘Swap’. Deberíamos ir? Tú que opinas?
- Ostras… casi lo había olvidado. A ver… era mucho dinero la verdad. - Jordi recordó la cantidad y se emocionó de nuevo. Pero no por él, sus intenciones eran altruístas - Si aceptamos… podríamos usarlo para dar la entrada de una casa…
- Cómo? - Marta miró a su novio intrigada mientras poco a poco se dibujaba una sonrisa en su cara.
- Dijistes que querías ir a vivir fuera no?
- Sí…
- Pues ese dinero nos ayudaría a empezar de nuevo… no crees? - Jordi abrazó a su novia que se abalanzó contra él con lágrimas en sus ojos - Eh! Amor… qué pasa?
- Te quiero… - sollozaba ella con su corazón encogido en un puño.
Habían hablado del tema de pasada, como quien habla del tiempo o de la situación sociopolítica del Oriente Medio. Sin darle demasiada importancia. Pero Marta se dió cuenta que despúes de muchos años de indiferencia y frialdad, su novio le prestaba atención y deseaba que fuera feliz. Sus lágrimas eran de alegría.
Dentro de ese comedor, la pareja se abrazaba llena de amor. Arropados entre sus brazos, felices y llenos de esperanza. Mientras, en la calle, los paramédicos recogían el cuerpo sin vida de un jóven. Unos terminaban el camino, otros apenas acababan de emprender el suyo. Una de cal y otra de arena, así era la vida, así sería por siempre.
A varias decenas de kilometros. Noe repetía las mismas palabras que su amiga. Probablemente el ‘Te quiero’ más sincero que sus cuerdas vocales habían emitido jamás. Reposaba su cabellera mojada sobre el torso desnudo de su novio, los dos tumbados sobre el cesped del jardín. Un solitario cuervo los observaba con curiosidad desde la distancia, apollado sobre una reja metálica.
La pareja no hacía nada en especial, no tenían planes, ni obligaciones. Tan solo se limitaban a observar las nubes tras sus gafas de sol, mientras se rulaban un cigarrillo de la risa. El tiempo parecía haberse detenido y el alegre canto de los pájaros llenaba sus almas libres y relajadas. Su techo eran las estrellas que estaban en el firmamento, su manta el agua del mar y su respiración el viento.
Habían decidido poner sus teléfonos en modo avión y los guardaron en las maletas, bien escondidos. Tan solo querían estar solos, alejados de todo y de todos. Reducir el inmenso universo en una gota de sudor, apagar el ruido del mundo exterior con sus besos, olvidarse de todo y centrarse solamente en amar. Empezaron poco a poco a volar y a descivilizarse. Aprendieron a querer sus ‘taras’, sus turbulencias. Descubrieron poco a poco sus carencias y cuidaron al otro del mismo modo en que le cuidaban a uno.
Por las noches se contaban las miserias acompañadas de queso, pan y vino. Esnifaban la vida con ‘canuto’ compartido. Marc viajaba a través del valle que tenía ella entre sus pechos. Todo por la patría de su cuerpo, arrugas, pecas, riconcitos ocultos, cicatrizes y tatuajes.
La feliciad es fugaz, como una estrella o como un subidón provocado por alguna droga ilegal. Pero la paz interior es eterna. Benditos aquellos que logran encontrar la felicidad en ella, pues jamás podrán ser vencidos por la tristeza.
- Podría vivir en este preciso momento por el resto de mi vida - dijo Noe escuchando los latidos del corazón de su novio.
- No te aburririas? Hacer siempre lo mismo?
- La rutina no es mala siempre que puedas decidir como quieres que sea.
- Profundo… y muy cierto - meditó mientras le daba un tierno beso sobre la frente.
- Deberíamos pensar seriamente lo de irnos a vivir fuera.
- Lo dices en serio? - preguntó Marc levantando la cabeza buscando la mirada de su novia.
- Sí… últimamente lo he estado pensando muy seriamente… es que… Escucha!
- No se escucha nada mi vida… - sonrió Marc volviendo a apoyar su cabeza sobre el césped.
- Precisamente por eso. No se escucha nada… pero siento que puedo oirlo todo… entiendes lo que digo?
- Lo que entiendo es que has cargado demasiado el canuto - Marc empezó a reir a carcajadas
- Venga no seas capuyo! - Noe le dió un puñetazo cariñoso en el vientre - Hablo en serio…
- Comprendo lo que dices vida mía y sí… creo que podríamos ser felices así. Sabes que siempre lo he creído.
Los dos enamorados siguieron mirando el cielo, perdiendo el tiempo, siendo inproductivos, unos parias del sistema. El mundo seguía girando, jóvenes con sueños morían súbitamente atropellados por autobuses, la industria musical seguía promocionando basura infumable, ciertos imbéciles seguían considerando el retrete de Duchamp una auténtica obra de arte. Pero a ellos les importaba una mierda. Habían encontrado su particular lugar en el universo y no querían abandonarlo jamás. Eran felices, sin nada y con todo al mismo tiempo.
De vuelta a la gran ciudad, dentro del ‘Vercettis’ Fran meditaba la idea que Laia acababa de presentarle. Junto a él, Cisco y Miare lo observaban esperando una respuesta impacientemente.
- No lo veo Laia… enmierdarnos en esto ahora que las cosas van tan bien? No sé…
- Venga Fran! Intenta tener un poco más de perspectiva por favor. Aumentariamos el aforo del club, incluso podríamos ampliar el sótano. Más mesas de juego, un cine más grande o varias salas, incluso podríamos montar algo parecido al ‘Swap’… nos haríamos de oro.
- A mi me gusta tal y como está… además… - Fran enmudeció de golpe - Bah! Déjalo… da igual…
- No joder! Dímelo! Habla conmigo. Cúal es el problema?
Cisco se acercó a su hermano lentamente empujando las dos ruedas de su silla. Le susurró algo al oído pero este se negó rotundamente a traducirlo.
- Que te ha dicho? - preguntó Miare intrigada.
- Nada…
- Venga Fran! No me jodas! - Laia empezaba a cabrearse. No entendía porqué se negaba a comprar la propiedad adyacente al club - Mira… me da igual, voy a llamar ahora mismo.
- No! Espera…
Fran se levantó de la mesa antes de que su amiga acabase de marcar el número que aparecía en la parte inferior del cartel de se vende. Su cara era un poema, estaba claro que escondía algo.
- Vale! Qué coño está pasando aquí?
- No pasa nada… ya te lo he dicho. Simplemente creo que el ‘Vercettis’ está bien tal y como está. Vale? No es necesario cambiarlo.
Laia dió un golpe de puño sobre la mesa y la vela que estaba justo en el centro se apagó de golpe. Su intuición le decía constantemente que su socio estaba ocultando información. No entendía el motivo, antes de que empezaran con el negocio habían acordado ser transparentes, pactando un acuerdo de sincerdidad total por ambas partes.
De repente Cisco agarró el papel de ‘se vende’ de la mesa, le dió la vuelta y empezó a escribir algo.
- Para Cisco… por favor - le repetía Fran intentando quitarle el lápiz, evitando que su secreto saliera a la luz. Pero el inválido y silencioso hermano no hizo caso. Levantó el papel y se lo enseñó a Laia.
- El local que quieres comprar es propiedad de… - leyó Laia en voz alta - Quíen cojones es el ‘El Lobo de los Cárpatos’?
Vlad Draganescu, conocido también como ‘El lobo’, ‘El Lobo Gris’ o ‘El lobo de los Cárpatos’, nació el 3 de octubre de 1972 en los suburbios de Constanța, Rumanía. Una ciudad portuaria del Mar Negro. Se crió en el seno de una familia empobrecida y sin demasiadas perspectivas de futuro. Su padre un borracho marinero gastaba su sueldo al completo en alcohol, mientras su madre, invisible y temerosa pasó toda la vida esquivando bofetadas. Desde joven, Vlad mostró un talento precoz para la manipulación, el chantaje y la intimidación. A los 16 ya dirigía una pequeña banda que cobraba "protección" a varios comerciantes del mercado local.
Durante los años 90, con la caída del régimen comunista y la explosión del crimen organizado en Europa del Este, Vlad trabajó como matón y cobrador de deudas para mafias rumanas, búlgaras y albanesas. Rápidamente aprendió los códigos del poder: la deuda, el miedo y la lealtad forzada. Y se forjó un nombre en los bajos fondos del mundo criminal.
En 1998, aprovechando el desorden migratorio y la creciente demanda de mano de obra, Vlad se instaló en Barcelona con documentación falsa y un contacto en el barrio del Raval. Empezó en trabajos menores, seguridad en discotecas, cobro de favores, pero pronto vio un vacío de poder en la escena de los pequeños prestamistas ilegales.
Aprovechó la necesidad de músicos, hosteleros y pequeños empresarios sin acceso a crédito legal para ofrecer dinero rápido con intereses abusivos. Su red creció como una infección silenciosa: contratos verbales, amenazas apenas veladas y violencia selectiva.
A día de hoy Vlad maneja una red informal pero eficiente de prestamistas, cobradores y soplones, repartida por barrios como Sant Antoni, Raval y El Born. Tiene varios locales comprados como inversión y tapadera. Y prescisamente, uno de ellos es el local anexo al ‘Vercettis’ al que ayudó a financiar y Laia se empeña en comprar
- Se rumorea que lo usa para reuniones, almacenamiento… o castigos, vete tú a saber… - dijo Fran con la cabeza agachada.
- No me lo puedo creer - exclamó Miare.
- Me estás diciendo que le debes dinero a una mafia de Europa del Este? En serio colega? - Laia no podía creerselo, miró a la rubia buscando respuestas.
- A mí no me mires, yo no sabía nada… - contestó Miare mientras detrás de la barra ser servía un chupito de Bourbon que se tomaría de un solo trago.
- Cuanto?… Fraaaan! Mírame joder! - Laia volvió a dar un golpe en la mesa - Cuanto dinero debes?
- Demasiado… - contestó él sin poder mirarla a los ojos.
- Estoy flipando! Por qué cojones no nos lo contaste? Te podríamos haber ayudo, ostias! Es más, todos nos ofrecimos a colaborar economicamente para montar el ‘Club’. Por qué diablos pediste dinero a unos putos prestamistas?
- No fué por el ‘Vercettis’. Se lo pedímos mucho antes, justo cuando abrimos el ‘Copy & Paste’. Mira Laia… Nuestro padre se largó cuando eramos unos críos y nuestra pobre madre hizo… bueno, lo hizo lo mejor que pudo. Estabamos pelados, sin ‘blanca’. No teníamos de dónde sacar el dinero en ese momento y todos los bancos se negaban a financiarnos, así que no tuvimos otra salida.
La amazona se desplomó sobre la silla y se tomó de un trago el ‘shoot’ que la rubia le había acercado a la mesa. Escuchaba a su socio hablar mientras incrédula se preguntaba como se podía ser tan estúpido.
- Deja la botella! - le pidió a Miare sujetándola de la muñeca.
- Mi hermano y yo pensamos que podríamos devolver el préstamo sin problemas. Más cuando los primeros meses el negocio marchaba como una rueda. Pero… bueno… luego todo se torció. Ya conoces la história. Nos estancamos y no cubriamos gastos. Empezamos a fallar con los pagos y la deuda fué aumentando cada vez más y más…
- Pero… ahora nos van bien las cosas, no? Por qué no arreglaís las deudas con ellos? - preguntó la rubia, preparando otra ronda de chupitos.
Quien empieza a beber desde tan pronto por la mañana puede ser por dos motivos, o bien aún sigue de fiesta o está metido en un problemón de tamaños estratosféricos. Miare se sentía mal, había pasado años trabajando en la tienda de los gemelos, cobrando su salario mensuamente, sin retrasos y sin saber que sus dos jefes, estaban ahogados hasta el cuello por las deudas.
- No van así las cosas Miare… almenos no con ‘El Lobo’. Aunque les entregaramos la recaudación completa de cada semana, durante varios años, seguiríamos debiendole mucho dinero. Además…
Vlad era inteligente, metódico y absolutamente carente de empatía. Hablaba siempre con un tono bajo y pausado, lo que hacía sus amenazas aún más inquietantes. Su reputación se basaba no solo en lo que había hecho, sino en lo que se sospechaba que había hecho.
No confíaba en nadie, ni siquiera en sus propios hombres. Creía que el miedo es más eficaz que la amistad, y que todos los humanos tienen un precio. Si no es en dinero, es en miedo, venganza o vergüenza.
- Y yo que pensaba que hoy iba a ser un día tranquilo… - sonrió Laia con una mueca, sujetandose la frente y jugueteando con el pequeño vaso vacío entre sus dedos.
Hoy le tocaba a ella cumplir su fantasía. Precisamente por eso estaba aquella mañana en el ‘Vercettis’. Para prepararlo todo. Lo siento jóven amiga, ya puedes irte olvidando. Tu gran noche ya es cosa del pasado.
- Por eso no podemos hacerlo. Lo entiendes verdad? Como me presente ante ‘El Lobo’ queriendole comprar su local con toda la pasta que aún le debo… acabaré durmiendo con los peces.
- Os ha amenazado? - preguntó preocupada Miare
- … - Cisco asintió con la cabeza.
- Maldita sea el momento en que arranqué este puto cartel de la pared… - Laia arrugó el papel de ‘se vende’ haciendo una bola y lo tiró por detrás de su espalda, luego golpeó tres veces el vaso sobre la mesa y la rubia se lo volvió a llenar rápidamente.
- Lo siento Laia… - masculló Fran entre dientes.
- Me jode muchissimo que no tuvieras la confianza de explicarnos que estabas metido en problemas…
- A mí también, la verdad… somos amigos Fran! - dijo Miare sirviendose otro trago para ella.
- No quería meteros en este ‘fregao’, no es vuestra guerra.
- Despúes de todo este tiempo… sigues sin entender nada, verdad?
Fran levantó la cabeza y se quedó mirando fijamente a la Amazona. Estaba tirada sobre la silla, como la chica mala del final de la clase en una película americana de instituto. Jugueteaba con su vaso que no dejaba nunca de rellenarse. Su pelo ondulado la hacía parecer salvaje, como una leona antes de cazar a su presa. Cruzaba las piernas y movía su pié izquierdo con tranquilidad, como si siguiera un ritmo imaginario. Sus ojos lo miraban con intensidad y dureza. El gemelo juraría haber visto dos ardientes llamas bailando dentro de sus púpilas.
- Sí es nuestra guerra… - dijo solemnemente - Si crees que vamos a dejarte en la estacada… estás muy equivocado amigo, pero que muy equivocado… - parecía que aquella mujer no le temía ni a la mismíssima muerte.
- Eso hermana! Así se habla - Miare alzó el chupito y brindó con su amiga.
- Hay que quitarte esa deuda como sea… pensar algo… hay llamar a los demás… Rubia! tú llama a Noe, yo llamaré a Marta…
Cisco buscó su móvil y escribió un mensaje por el grupo de wasap, avisando de que los ‘Custodes’ debían volver a reunirse.
- Apagado o fuera de cobertura… - exclamó Miare - Y… Marc igual… no da señal.
- Joder! Jordi y Marta tampoco contestan - se quejó Laia tirando el movil de mala manera sobre la mesa.
Fran seguía sentado en su silla, mirando a sus dos amigas sin decir absolutamente nada. En ese momento era imposible distinguir que gemelo era quien. Quería avisarlas de que se estaban metiendo en terrenos pantanosos. Esto no era como lo de Martin, un niño pijo con menos luces que una carretera secundaria. Esta vez, estaban hablando de un auténtico criminal. Uno, especialmente, sanguinario y despiadado. Pero sabía que no serviría de nada, por mucho que insistiera.
Sus nuevos amigos no conocían el miedo.
Viernes. 16:58 de la tarde. Sigue siendo un día sofocante, aunque parece que el sol poco a poco está aceptando una pequeña tregua eventual con la humanidad. Blanca apaga el ordenador y recoge sus cosas. Se siente feliz, pues el fin de semana está llamando a su puerta. Se levanta de su escritorio y pasa por debajo de la escalera que los chicos de mantenimento han dejado apoyada contra la pared.
- Señor… son las cinco, es hora de plegar… - dijo la secretaria con una sonrisa de oreja a oreja entrando en el despacho de su jefe.
- Muy bien Blanca, que tengas un buen fin de semana - contestó ‘Dos Balas padre’ sin mirarla. Estaba demasiado concentrado escrbiendose con alguien por el movil.
- Igualmente señor! - contestó ella ajustando la puerta mientras salia del despacho.
- Blanca! Espera! - ordenó antes de que cerrara del todo.
La secretaría miró hacía el techo resoplando. Estuvo tan cerca. La miel en los labios, que pena.
- Necesita algo más señor? - preguntó intentando parecer lo más simpática posible. Tenía medio cuerpo fuera, indicandole a su jefe que se iba.
- Aún faltan dos minutos para las cinco - contestó Diego dejando el móvil boca abajo.
El jefe sonrió, apoyó sus brazos sobre la mesa y juntó sus manos, entrelazando sus dedos. Blanca no dijo nada. Ya sabía que debía hacer. Entró dentro, dejó su bolso al lado de la puerta y la cerró. Mientras su jefe se sacaba el rabo de los pantalones ella se ponía de rodillas enfrente de él. Menos mal que solo iban a ser un par minutos.
Mientras aquella jóven muchacha le comía la polla, del mismo modo que una funcionaría sella una solicitud. El teléfono de Diego volvió a sonar. Lo giró y vió que era un número desconocido. Así que lo dejó de nuevo sobre la mesa.
- No contesta - dijo Jordi sujetando la tarjeta que aquel desconocido les había dado en el club de Gery.
- Déjame probar a mí… - Marta marcó el número y esperó varios tonos, hasta que saltó el buzón de voz.
- Qué? No hay manera… verdad?
- Que va… - negó con la cabeza la dulce chica - Quizás sea una señal…
- Venga Cari! No digas tonterías… no creerás en esas bobadas verdad?
Marta rió y dijo que no. Por supuesto que no creía en esas cosas. Pero las supersticiones son como el cambio clímatico, le sudan los cojones que tú creas en él o no. Los polos seguirán derritiendose igualmente. Si no es así, que se lo pregunten al difunto Julián, el artista atropellado de aquella misma mañana. Un canario muerto, un gato negro, una maldición gitana…
Las señales están ahí amigos, siempre lo han estado. Si no las podéis ver, es vuestro puto problema.
- Hola?
- Hola… quien es?
- Tengo una llamada tuya de hace… un minuto… Quien eres?
- Ah! Soy Marta… supongo que serás… ostras… no nos dijistes como te llamabas - rió la chica mirando a su novio - lo siento…
- Eres la chica del club? Con la que estuve hablando la otra noche? Y con tu novio, verdad?
- Si exacto! Te acuerdas que nos hablaste de un negocio?
Diego sonrió antes de contestar. Se inclinó sobre su silla y apoyó los pies encima de la mesa. Miró el culo de su secretaría mientras se marchaba y se relamió los labios. Esos dos pescaditos indefensos habían picado el anzuelo.
- Sí claro… cómo no me voy a acordar? Y bien? Os lo habéis pensado? Espero que sean buenas noticias… je je
- Pon el manos libres… el manos libres… - susurró Jordi
- Pues si! - sonrió Marta sujetando el móvil en la mano enfrente de su novio - Queremos hacerlo!
- Así me gusta…
- Pero… verás, no queremos cosas raras, de acuerdo?
- Cosas como qué? A qué te refieres preciosa…
- Nada raro, ya me entiendes…
- Y además… - Jordi se acercó al teléfono para dejar claras las condiciones - Queremos que nos pagues por adelantado… Todo! Si no, no hay trato…
Diego empezó a reir a carcajadas. Estaba claro que aquellos dos chavales de barrio no entendían como funcionaban los negocios.
- Perdón que me ría… pero las cosas no funcionan así, chicos. Se os pagará una vez que hayaís finalizado el trabajo. Sin peros…
Jordi y Marta se miraron sin saber muy bien que decir. La única vez que habían regateado fué en el mercado de Jemaa el’Fna cuando hicieron el viaje a Marrakech, unos años atrás. Y la verdad no se les dió muy bien, que digamos.
- Qué hacemos? - susurró Marta mientras su novio pensaba a marchas forzadas.
- Hay trato o no? - preguntó Diego inpaciente.
- 10.000 por adelantado y los otros 10.000 al terminar el trabajo. En efectico. Es nuestra última oferta. O lo tomas o lo dejas.
- Vaya! Te había subestimado muchacho… ja ja - Diego quitó los pies de la mesa y se puso de pié - Está bien! Trato hecho!
- Perfecto! - sonrió Jordi mientras celebraba en silencio con su novia la gran cantidad de pasta que iban a ganar.
Diego les dió los detalles. Dónde debían estar y a la hora que debían estar. La pareja estuvo de acuerdo, así que colgaron la llamada y empezaron a gritar de emoción mientras se abrazaban y daban saltos sobre el piso.
- Cuidado vidaaa jajajaja - Marta chocó contra la estantería al lado del televisor y un pequeño espejo cuadrado con una foto de Jordi incrustada en uno de sus vértices cayó al suelo, rompiendose en mil pedazos.
Mientras su novio, escoba en mano, barría los pedacitos esparcidos por todas partes. Marta contemplaba la foto con nostálgia. La hizo ella misma y recordaba el momento exacto en que fué tomada. Era cuando su novio condució por primera vez, con el carnet recién sacado y se fueron con el coche de Manolo hasta la playa.
- Qué guapo estabas aquí! - dijo ella enamorada.
- Sigo estandolo mi vida! - sonrió Jordi recogiendo los cristales.
Siento ser pesado amigos, pero las señales están ahí, esperando ser descubiertas. Abrid los ojos por favor, abridlos antes de que sea demasiado tarde.
Viernes. 22:45 de la noche. Alfredo se pone las manos en la cabeza sin dar credito a lo que acaba de suceder. El máximo goleador de su equipo acaba de fallar un tiro, completamente solo, frente a la portería. Se levanta gritando y pasa por enfrente de una mesa dónde hay trece personas sentadas. Sale a la calle y se enciende un cigarro. El murmullo dentro del bar no evita que pueda escuchar el canto lejano de una lechuza.
- Quien juega? - preguntó Marta apoyada contra la pared, en la esquina de la calle donde habían quedado.
- No tengo ni idea vida, ya sabes que no me gusta el fútbol - Jordi miraba su reloj, faltaba un cuarto de hora para ser 10.000 euros más ricos.
Ella lo miró incrédula. Es que acaso no venían cada dos por tres sus amigotes a ver los partidos a casa? Quizás no era para ver el fútbol precisamente, dulce amiga. Lo más seguro es que quedasen para verse las pollas entre ellos.
Mientras esperaban a que aquel misterioso hombre, del que aún no sabían ni su nombre, los recogiera. Una brutal y violenta tormenta de verano estalló de golpe. La jóven pareja se resguardó en un portal cercano.
Alfredo tiró la colilla al asfalto y entró rápidamente dentro del bar. Menos mal que aquella mañana había visto la previsión del tiempo en las noticias. Miró el televisor colgado en la pared, no había nada que hacer. Este año no se salvaban del descenso.
- Conchi! Me voy… que te debo? - preguntó buscando en su bolsillo un puñado de monedas.
- Doce con setenta cariño - contestó la camarera dejando de preparar un bocata de lomo.
- Aquí tienes guapa!
- Menuda está cayendo! - contestó mientras se agachaba para recoger el cuchillo que se le había caído al suelo.
- Tienes que mirarte lo de la espalda Conchi! No te lo dejes… - insitió Alfredo mientras ella se frotaba las lumbares esbozando en su rostro muecas de dolor.
El viejo abrió el paraguas dentro del bar. Miró al cielo enfurecido y salió corriendo hacía su casa. Pasó por enfrente de nuestra pareja sujetandose el cuello abierto de su camisa y se perdió en la lejanía.
- Señor! Eh Señor! - gritó Marta. Pero ya era demasiado tarde.
- Qué pasa amor? - preguntó Jordi mientras observaba como su novia recogía algo del suelo.
- Se le ha caído la cadena… mira.
El ‘Bilingue’ sintió un escalofrío repentino mientras observaba la cadena de oro con un cruzifijo que ella le estaba mostrando. Pensaron en dejarlo en el bar de donde acaba de salir aquel apresurado hombre, pero…
‘Piiiip - Piiiip’
- És él! Vamos! - dijo Jordi agarrando de la mano a su chica.
Corrieron hacía el coche, abrieron la puerta trasera y entraron lo más rápido que pudieron. No lo suficiente como para no acabar completamente empapados.
- Te vamos ha dejar los asientos hechos un cristo! - exclamó él mientras acariciaba el cuero negro y suave con sus manos mojadas.
- No os preocupéis! - contestó Diego girando la cabeza desde el asiento del conductor.
- Menudo cochazo te gastas por cierto, que modelo es?
- Mercedes-Maybach Clase S - sonrió ‘Dos Balas’ - Motor V12, acabados artesanales, aislamiento acústico total, suspensión inteligente…
- Buah! Vendería a mi madre por uno de estos jajaja
- No me digas? - Diego abrió la guantera y sacó algo de ella - Coged! Os las tenéis que poner sobre los ojos.
Marta cogió las dos cintas de tela negra y le dió una a su novio. Mientras ella se tapaba los ojos. Jordi mantuvo una tensa mirada con el conductor.
- No puedo dejaros ver dónde vamos, lo entiendes verdad? Nos tomamos muy en serio la discreción. Cómo os dije es un club muy selecto…
- Y el dinero? Acordamos que la mitad ahora y…
- Si claro! - contestó Martin metiendose la mano dentro del bolsillo - Ten! Puedes contarlo si quieres, adelante.
Jordi agarró el fajo de billetes y empezó a sumar. Mientras lo hacía miraba de reojo a aquel desconocido.
- No nos has dicho tu nombre aún… - dijo Marta tirando del trozo de tela hasta quedar por debajo de sus ojos.
- Es mejor que no sepamos nuestros nombres, menos complicaciones… no crees? Marta.
La chica se estremeció cuando él dijo su nombre. Por qué demonios se lo habría dicho por teléfono? No fué el hecho de que el lo supiera, fué la forma en que lo dijo. Aquellos ojos que la miraban a través del retrovisor no eran los de un hombre cualquiera, era la mirada de un depredador.
Estuvo a punto de decirle a su novio que lo quería dejar correr. Que no se sentía cómoda con lo que iban a hacer. No sabía exactamente que era, pero estaba claro que no iban a jugar al parchís. Era mucho dinero, estaba claro, pero vender su cuerpo a cambio de una recompensa económica? Eso era prostitución.
- Cari… creo qué… - empezó a susurrar acercandose al oído de su novio.
- Está todo! - sonrió Jordi mirandola directamente a los ojos - Mira que fajo mi amor… mañana mismo empezamos a mirar casas… Estás contenta?
Marta asintió intentando sonreir. Besó en los labios a su ilusionado novio y se pusieron a la vez la venda sobre los ojos.
Tenía una sensación extraña. Por un lado algo no olía bien, como un mal presentimiento que flotaba en el ambiente. Pero como iba a dejar pasar esa oportunidad? Podría dejar de una vez por todas la ciudad atrás, irse lejos, dónde nadie la reconociese. Ser libre al fin.
Diego arrancó el coche cuando vió que ellos estaban totalmente a ciegas. Viajaban en silencio, sin hablar, sin música. Tan solo la violenta tormenta golpeando los cristales los acompañaba hacía lo desconocido. La pareja se cogía de la mano, nerviosos, expectantes. Sus pulsaciones acceleradas.
Después de varios minutos que parecieron horas, el coche se detubo fentre a la entrada de una gran mansión. Escucharon el motor de la verja ponerse en funcionamiento. Recorrieron unos cuantos metros más y oyeron como Diego ponía el freno de mano y sacaba las llaves del contacto.
- Ya hemos llegado - dijo seriamente saliendo del coche - No os saquéis las vendas aún. Y estad tranquilos… no os va a pasar nada malo, os lo prometo.
Marta escuchó como se abrían las dos puertas de atrás. Unas manos desconocidas la ayudaron a salir del interior del vehículo. Debían estar a cubierto, pues no se mojaban. Pero estaban aún en el exterior, podía oler la hierba mojada y oir las gotas de la lluvía golpeando contra el suelo.
- Por aquí - dijo una voz femenina mientras la acompañaba del brazo - cuidado con los escalones… muy bien, uno máaaas… muy bien preciosa.
Andaron por lo que parecía un pasillo muy largo. A lo lejos se podía escuchar el murmullo de una conversación entre varias personas y una leve sinfonía de música clásica. La desconocida abrió una puerta y la hizo pasar dentro.
- Esperad aquí, el maestro llegará pronto - dijo la voz femenina. - Y no os quitéis las vendas aún, él os dirá cuando podéis hacerlo, entendido?
Los dos asintieron con la cabeza. Y escucharon como se cerraba la puerta. Volviendo a quedarse en silencio.
- Vida… estás bien? - dijo Marta girando su cabeza hacía la derecha.
- Sí y tú? - contestó Jordi desde la izquierda.
- Sí… nerviosa la verdad. Quien crees que será ese tal maestro?
- No tengo ni idea… pero estoy un pelín acojonado - Jordi rió de forma nerviosa.
- Espero que no nos hagan esperar mucho…
La puerta se volvió a abrir y a cerrar de nuevo. Escucharon los pasos de alguien acercarse. Se detubo enfrente de ellos y se quedó en silencio. Marta supo que era un hombre por el olor de su perfume.
- Podéis quitaros las vendas - la voz del maestro sonaba como distorsionada, no era natural.
La pareja se desató los nudos en su nuca y parpadearon varias veces intentando enfocar la vista. La luz les molestaba. Jordi se frotó los ojos y entonces lo vió. Un hombre vestido con una túnica de tonos verdes oscuros estaba de pié observandolos. Llevaba una máscara de serpiente cubriendo su rostro.
- Desnudaros - ordenó sin apenas moverse. No podían ver sus brazos, porque estaban ocultos bajo la túnica.
Marta y Jordi se miraron y empezaron a desnudarse lentamente. Se quedaron en ropa interior en frente de aquel hombre misterioso.
- Todo, los zapatos también - ordenó haciendo un movimiento leve de cabeza.
Marta pudo notar como los ojos del maestro se clavaban sobre su cuerpo mientras se quitaba el sujetador y se bajaba las bragas. Se descalzaron y se quedaron esperando la siguiente orden, tampandose con las manos y los brazos sus partes íntimas.
- Detrás vuestro encontraréis vuestras ropas ceremoniales. Vestiros y salid fuera. Os estaré esperando. - el maestro se giró y salió de la habitación.
- Amor… esto me da muy mal royo - dijo Marta asustada
- Venga cariño… Son solo cosas de ricos, ya sabes que les encanta hacer este tipo de fiestas excentricas - contestó su novio examinando la máscara de toro encima de la túnica que le habían dejado para él.
- Excentricas? A mí me parece que esto es una secta… - Marta sujetaba su máscara de cierva sobre la cara - En serio que no te dá mala espina?
- Tú solo piensa en los 20.000 que nos vamos a llevar a casa cuando termine todo este teatro. Relájate mi vida… relájate y disfruta. Ah! Y por si acaso, no tomes nada que te ofrezcan esta panda de pirados…
Marta empezó a vestirse sin estar muy convencida, rezando porque no estuvieran a punto de ser los elejidos en sacrifício para completar un sanguinario ritual satánico. Se ataron las túnicas, se cubrieron con las capuchas y se pusieron las máscaras. Toro y Cierva estaban listos, así que salieron de la habitación. Fuera los esperaba el maestro, acompañado a ambos lados por dos mujeres, una con máscara de gata y la otra con una que representaba una mariposa.
Andaban por el frío pasillo descalzos, siguiendo a los tres encapuchados. Cuando llegaron al final, el maestro abrió una gran puerta doble y entraron en el gran salón. Los dos chavales de barrio alucinaron cuando lo vieron. Se abría como un escenario, vasto y silencioso, cubierto por un techo altísimo y coronado por una lámpara de araña de cristal tallado que parecía latir con cada destello. Las paredes, cubiertas por paneles de madera oscura con vetas profundas, exhalaban ese aroma dulzón de roble antiguo y cera vieja. Grandes cortinas de terciopelo color vino caían desde alturas imposibles hasta besar el suelo de mármol negro veteado en blanco, que reflejaba apenas los contornos difusos de los muebles.
En el centro, un sofá de cuero granate parecía una trinchera para reuniones íntimas y conspiraciones de la alta sociedad. A su alrededor, sillones tapizados con seda francesa, cada uno orientado como si esperara al invitado adecuado. Una chimenea inmensa dominaba la pared norte, con un retrato ecuestre colgado encima. No estaba encendida, pero aún olía a leña vieja y humo de otro siglo. A un lado, un piano de cola Steinway negro brillante descansaba como un animal dormido, con una copa solitaria de coñac medio vacía sobre su tapa. Al otro, un mueble bar con incrustaciones de nácar exhibía licoreras talladas y copas de cristal tan finas que un suspiro las habría roto. Todo tenía algo de teatro, de templo privado, de lugar donde las decisiones importantes no se gritaban, se susurraban.
El aire estaba quieto, como si el tiempo aquí pasara más lento, o simplemente no pasara en absoluto.
Alrrededor del sofá del centro, esperaban unas treinta personas. Todas vestidas con las mismas túnicas, ocultando sus rostros tras máscaras de distintos animales. Cuando el maestro se acercó, el círculo se abrió para dejarle paso. Jordi y Marta pasaron entre esos desconocidos, sintiendo sus miradas furtivas y lujuriosas mientras hacían reverencias a la Serpiente.
El maestro de ceremonias los invitó amablemente a sentarse en el sofá. En cuanto la pareja lo hizo, el círculo se cerró de nuevo y empezó el ritual.
- La noche se ha cerrado sobre nosotros no como un velo, sino como un umbral. Y en este umbral, entre lo profano y lo sagrado, ahora se alzan dos elegidos - Marta y Jordi se levantaron cuando el maestro les indicó con la mano que lo hicieran. - El Toro. La Cierva. Fuerza y Gracia. Instinto y Magia.
Los fieles seguidores hincaron una rodilla al suelo y agacharon las cabezas, todos al mismo tiempo en cuanto ellos se pusieron en pié.
- Desde los albores de la humanidad, desde los tiempos antes del tiempo, cuando los hombres aún hablaban con los árboles y las mujeres con la luna, la unión del cuerpo no fue un simple juego, sino un conjuro. Un rito de sangre y tierra. Una llamada al poder que duerme en lo más profundo y misterioso de nuestras almas infinitas.
El maestro realizó una pausa dramática y muy ensayada. Luego se giró y se acercó a Jordi. Sin dejar de hablar, empezó a desatarle el nudo de su túnica.
- Tú, portador del cuerno y la furia, símbolo del fuego que embiste. Representas la semilla, el pulso, el ímpetu creador. No eres solo cuerpo, eres voluntad. Dominio. Temblores de guerra.
La túnica del chico cayó sobre el suelo quedandose completamente desnudo. El maestro observó su terrible erección y pasó a ponerse delante de la chica.
- Y tú, hija de la rama y la sombra, que portas la máscara de la cierva. Eres la tierra fértil, el bosque oculto, la danza que esquiva, que atrae, que transforma. Eres el templo donde lo salvaje se vuelve destino.
El vestido de Marta cayó al suelo. Su piel de gallina, sus pezones erectos. Su vagina empezando a humedecerse. El maestro se giró hacía sus discípulos.
- Levantaros hermanos. Pues aquí y ahora, bajo la mirada de los ancestros, los del norte y del este, los del río y la sal; invocamos la fusión de opuestos sagrados. La carne se hará verbo. La respiración, conjuro. El deseo, nuestro puente.
Los adeptos se levantaron de golpe y dieron tres pisotones fuertes sobre el suelo. Todos al unísono. La mujer con máscara de gata se puso detrás de Jordi y la de mariposa detrás de Marta.
- Que caigan las máscaras, pero no los símbolos - las dos mujeres dejaron ver los rostros de la excitada pareja - Que el aliento sea puro y el acto, eterno. No hay vergüenza donde hay rito. No hay pecado donde hay verdad. Y tan solo existe una verdad. La energía que habita en ellos, al despertar, nos despertará a todos.
Tal y cómo habían entrado en la casa, las dos mujeres acompañaron a los dos chicos y les obligaron a ponerse de rodillas enfrente de su maestro. El alzó los brazos y miró hacía el cielo, mientras sus dos discípulas le ayudaban a quitarse la túnica.
- Que se inicie el ritual. Que la llama se eleve. Y que los dioses, los antiguos y los olvidados, vuelvan a respirar entre nosotros.
La túnica de Serpiente cayó al suelo. Y Jordi no pudo evitar abrir los ojos como platos. Aquel pene grande y vigoroso no concordaba con el resto de su cuerpo. Era un hombre viejo, estaba claro por las arrugas y el bello canoso de su cuerpo. Pero aquella polla, no era de este mundo. No sabía que tipo de magina negra había usado aquel misterioso líder pero no dudó ni un segundo en metersela dentro de su boca.
Su novia no se quedó atrás. Las parejas deben estar juntas, tanto para la bueno como para lo malo. Así que empezaron a chupar juntos, dejándose llevar. Los discípulos imitaron a su maestro y dejaron caer sus túnicas. Marta observó con los huevos de Serpiente dentro de su boca aquellos cuerpos arrugados y viejos que se acercaban lentamente hacía ellos. Sin decir nada, empezaron a acaricarlos, a besarlos, a tocar sus partes íntimas.
Al cabo de pocas horas Marta y Jordi habían perdido la cuenta de cuantos animales se habían follado. No tuvieron piedad con ellos, pero fueron amables. Parecía como si les mostraran respeto. Les hacían el amor, no los usaban como dos trozos de carne. Eran todos viejos, así que no aguantaban demasiado tiempo. Follaban con el ímpetu de un león, tanto los hombres como las mujeres, pero con la duración de un conejo.
Jordi no recordaba que alguna vez hubiera sido capaz de llevar al orgamso a tantas mujeres en una sola sesión. Aunque a él le gustaban más jóvenes y prietas, se lo gozó igual. El único fallo, quizás, es que era un ritual heterosexual. Algún fallo debía tener, no?. Marta por su lado, comprendió al fin el significado de la expresión ‘la experiencia es un grado’. Aquellos viejos usaban herramientas desgastadas y de poca duración, pero sabían como manejarlas. Resumiendo, el ritual duro más bien poco.
Mariposa y Gata volvieron a vestir a la pareja y se los llevaron otra vez hacía el cuarto. Les dejaron tiempo para que se asearan y se pusieran sus ropas.
- Lo ves como no era para tanto? - sonrió Jordi bajo el agua de la ducha.
- Estuvo bien la verdad… divertido no? Lo que no entiendo es… por qué montan todo este circo si lo único que quieren es follarse a gente jóven?
- Yo que sé vida! Los ricos son así. Tienen tanto de todo que al final se aburren y hacen estas cosas tan raras.
Del mismo modo que entraron en la mansión, salieron de ella. Con los ojos tapados para que no vieran en ningún momento donde estaban, volvieron a entrar en el coche. Aunque esta vez andaron un poco más, pues el vehículo estaba aparcado en la calle. Ya no llovía y el ambiente era fresco y agradable.
- Bueno… qué os ha parecido? - preguntó Diego mientras empezaba a conducir.
- Ha sido… diferente - sonrió Marta con los ojos vendados.
- Al principio se os veía muy nerviosos…
- Tú estabas? Qué animal eras?
- El Carnero, con los cuernos retorcidos… espero que me guardéis el secreto.
- No te preocupes - contestó Jordi sabiendo que no iban a volver jamás con esa panda de viejos locos místicos y ocultistas - Cambiando de tema… qué hay del resto del dinero?
- Os lo daré cuando lleguemos… Tranquilo chaval! Un trato es un trato…
Jordi no contestó, pero algo le perturbó por dentro poniendolo en alerta. Era el tono de voz de aquel hombre. Marta por su lado solo pensaba en coger el dinero, bajarse de ese coche y empezar de nuevo.
De repente los chicos notaron que se habían metido en un camino de tierra. El coche redució su velocidad y perdía ahderencia. El ruido de las piedrecitas golpeando en el guardabarros, la tracción les hacía tambalearse levemente sobre los asientos.
- Dónde coño nos llevas? - preguntó Jordi con la mosca detrás de la oreja.
- Eh! Ni se te ocurra! - gritó Diego mirando por el retrovisor - si te quitas la venda no hay trato.
- Vale vale! - contestó Jordi retirando sus manos de detrás de su nuca - Pero dinos dónde nos estás llevando…
- Tranquilizate muchacho… solo estoy cogiendo un camino distinto, por seguridad… entendido?
- De acuerdo… pero date prisa.
La noche estaba cerrada. Y ‘Dos Balas padre’ también conocido como ‘El Josef Menguele de la cirujía plástica’ o ‘El Carnero’ se alejaba cada vez más de la civilización. Adentrándose más y más en el profundo bosque.
- Tranquilizate cariño - le susurró Marta a su novio. Tenía la mano posada sobre su muslo y notaba como se movía, nerviosa, sin poder controlarla.
- Por qué tardamos tanto? Dónde nos llevas? … Contesta joder!
Silencio absoluto como respuesta. Seguían alejandose de todo y de todos. El ‘Bilingue’ ya no podía aguantar más. Estaba claro que no se dirigían hacía la ciudad. Sabiendo que iba a perder mucho dinero, se quitó la venda de los ojos. En el asiento del copiloto alguien le estaba apuntaba con un revolver.
- Me cago en Dios! - gritó poniendose más tenso que un gato cayendo de un quinto piso.
- Que pasá? - gritó Marta asustada.
- Tranquilo… vale? Tranquilo… - Jordi mostraba las dos palmas de sus manos, pidiendo calma. Como si pudiera parar las balas con ellas.
- Pero qué pasaaa? - volvió a gritar su novia.
‘El Carnero’ hizo un leve movimiento de cabeza. Y su hijo movió el arma sin dejar de apuntarlos, indicando que la chica podía quitarse la venda de los ojos.
- Vida… será mejor que te quites la venda… despácio… sin hacer movimientos bruscos…
- Joder! - exclamó ella echandose hacía atrás en su asiento, cuando vió el cañón del arma tan cerca - Que pasa aquí… quien es este?
Jordi no dijo nada. Simplemente la agarró y se puso delante de ella, protegiendola. El pistolero tenía sus ojos clavados en él, pero no resultaban amenazantes o peligrosos. Era la mirada de alguien que actua bajo coacción, alguien que siente una gran presión.
- Ya hemos llegado - dijo el padre parando el coche enfrente de una pequeña casa en mitad de la nada en ninguna parte.
Los dos Diegos salieron al mismo tiempo. El conductor salió rápido, el copiloto tardó una eternidad en incorporarse. Jordi probó de abrir la maneta de su izquierda y luego probó de hacer lo mismo con la del lado de su novia.
- Mierda… - exclamó. Las dos tenían puestas el bloqueo.
Los secuestradores abrieron las dos puertas traseras al mismo tiempo. Y tiraron un par de cuerdas sobre sus piernas.
- Atale las muñecas, por detrás de la espalda… que los nudos sean fuertes… venga! Y sin trampas! Si no queréis lamentarlo… - ordenó Diego padre.
- Estás loco si crees… - empezó a gritar Jordi.
No pudo terminar la frase, un fuerte puñetazo le cruzó la cara de repente. Haciendo que su visión se volviera borrosa y su boca se llenara de sangre, con un fuerte sabor metálico.
- Cari… - Marta lloraba pero no se movía. Podía notar el cañón de la pistola en su cabeza. La mano que la sujetaba temblava igual que ella.
- Vale vale! Tranquilos - dijo Jordi limpiandose la sangre de sus labios cuando vió a su novia - Átame! Vamos! - se giró y puso sus dos manos detrás de la espalda, mirando con desprecio al ‘Carnero’
- Pero cari! - Marta sujetaba la cuerda entrando en pánico. No podía hacerlo.
- Hazlo Joder! - gritó Jordi dándole la espalda.
Marta ató las muñecas de su novio entre lágrimas y lamentos. Cuando terminó, el padre le pidió el arma a su hijo y encañonó a su novio. Diego hijo, cumpliendo ordenes empezó a atar a la asustada chica.
- No lo hagas… te lo ruego… no lo hagas - susurraba ella mientras el cojo realizaba el nudo alrrededor de sus muñecas.
Mientras Jordi le repetía constantemente al cirujano que se iba a arrepentir de aquello. Diego hijo le susurró algo a la oreja de la chica disimuladamente. El nudo no era bueno, pero le advirtió que no lo deshiciera.
Los obligaron a bajar del coche a punta de pistola y se encaminaron hacía la solitaria casa. Los novios se miraron por un segundo. No hubieron palabras, ni gestos, pero Marta asintió con la cabeza.
En un rostro se dibujaba tristeza y gratitud, en el otro solo existía el deber. El deber de proteger lo más amado. Jordi sabía perfectamente que no iban a salir vivos de ahí. Tanto padre como hijo llevaban sus rostros al descubierto. No querían asustarlos. Iban a matarlos. No había escapatoría, al menos para los dos. La dedisión estaba tomada, incluso antes de ser planteada. Nuestro jóven amigo alzó la vista al cielo, había luna llena y un precioso cielo estrellado. Respiró hondo, como si quisiera llenar por última vez sus pulmones de aquel aire fresco y puro. Entonces cerró los ojos como si entregara su alma a los Dioses antiguos, decidido a poner el destino en sus manos. No sentía miedo, no albergaba duda. Su camisa le sofocaba, le estrechaba los movimientos. Y el debía ser rápido. El fajo de billetes era pesado. Lo desequilibraba. Y su obetivo estaba lejos.
- Ahoraaaaaaa! - Jordi no gritó. Rujió como un león. Su torrente de voz era incesante, poderoso, inquebrantable.
Al mismo tiempo que Marta se giraba y empezaba a correr. Jordi se abalanzó sobre Diego padre y calleron los dos sobre el duro y firme suelo. La pistola disparó dos veces durante el forcejeo, antes de ser soltada y empezar a rodar por la tierra húmeda, quedandose cerca de los pies del cojo de Diego.
- Dispara imbécil, que no se escape… Disparaaaa! - Gritaba el padre intenando despegarse la mandíbula de Jordi que le mordía la yugular con la fuerza del rey de la jungla.
Diego hijo intentaba agacharse para recoger el arma, pero ya no era aquel chico ágil y atlético. Sus rodillas maltrechas lo habían convertido en un inútil, torpe y lento desecho humano.
Marta cada vez estaba más lejos. Dejó sus tacones atrás y corría descalza con todas sus fuerzas por el camino de tierra. No sabía dónde iba, tan solo seguía las luces lejanas de la ciudad. Su pelo ondeaba al viento, sus lágrimas se escurrían sobre sus mejillas como las gotas de lluvia sobre el parabrisas de un coche en movimiento. No podía mirar atrás, no tras escuchar los dos disparos. El amor de su vida se había sacrificado por ella, debía honrar su último deseo, costase lo que costase.
Cuando el cojo tuvo el arma en sus manos, ella ya no estaba al alcanze. Su padre le dió un duro codazo en la cabeza a Jordi que lo dejó incosnciente. Se tocó el cuello lleno de sangre y se levantó del suelo con la furia de mil demonios.
- Maldito trozo de mierda! - empujó a su hijo con violencia. Haciendolo caer al suelo junto a sus muletas - La has dejado escapar inútil!
Diego hijo se tapaba la cara mientras recibía las fuertes patadas de su padre. Parecía no tener nunca suficiente. Sus costillas crujían, su boca sangraba, su dignidad se destruía en mil pedazos.
Después de escupirle a su hijo y propinarle varios insultos denigrantes más. Diego se dirigió hacía el coche, dispuesto a hacer lo que su hijo fué incapaz de conseguir. Agarró el revolver del suelo, comprobó que aún quedaban balas y entonces se dió cuenta.
Uno de los disparos había inpactado contra el motor del coche, del que salía un humo gris y espeso. Intentó arrancarlo, pero no hubo manera. Su mente pensaba rápido, su furia aumentaba incluso a más velocidad.
Se acercó a Jordi y lo giró sobre el suelo. El segundo disparo había impactado en su vientre y estaba perdiendo mucha sangre. Le tomó las pulsaciones, seguía respirando. Mientras su hijo se retorcía de dolor, levantó el cuerpo de su victima él solo y lo metió dentro de la casa. Luego volvió a salir, puso el coche en punto muerto y lo empujó hasta ocultarlo tras unos matorrales, cerca de la puerta trasera del jardín.
Necesitaba encontrar a la chica antes de que volviera con los suyos y su plan se fuera a la mierda. El objetivo de aquella noche no era matar a nadie. Esos dos pececitos eran solamente rehenes, una simple moneda de cambio. Para que perder el tiempo matandolos a ellos dos, cuando podía matarlos a todos?
Necesitaba ayuda para acabar con los ‘Custodes’ y el idiota de su hijo acababa de dejar muy claro que no servía para nada. Pero quien? A quien podía llamar? Alguien que le debiera algún favor, quizás? No. Sus amigos eran una panda de cobardes, no tenían suficientes pelotas. Quizás a un asesino a sueldo? No. Demasiado frío, él quería disfrutar de su venganza.
Quien entonces? Quien tenía los cojones para hacerlo y quería al mismo tiempo verlos sufrir igual que él?
Quien?
Continuará…