onatrapse
Miembro peligrosamente activo
- Desde
- 22 Jun 2023
- Mensajes
- 2,520
- Reputación
- 7,992
Estos dos me tienen como pelota de ping pong.



Follow along with the video below to see how to install our site as a web app on your home screen.
Note: This feature may not be available in some browsers.
Estos dos me tienen como pelota de ping pong.
Me vas hacer hablar y no os conviene.Diego , mi querido Diego, en tus narices te la están jugando, es evidente como han preparado todo para que seas el quinto en esa mesa, espero que la confabulación no incluya a Diana, sería una gran decepción que su complicidad bailando con Leo sea la antesala de un plan más atrevido.
Bastante burdo y torpe lo que están haciendo, no parecen tener la necesidad de disimular nada, lo que hace pensar una de dos posibles situaciones, subestiman a Diego pensando que no reaccionará ante ningún intento de faltar el respeto a su matrimonio, o, pretenden que desea ser testigo de todo el proceso de seducción de Leo a Diana, en otras palabras que en realidad sea un voyeur consentidor que goza viendo a su mujer con otros.
Por otro lado resulta incomprensible la abierta participación de su jefe en esta maquinación, si el excesivo acercamiento al confraternizar entre colegas ya es un problema, hacerlo con subordinados lo vuelve una situación explosiva, de estallar no admitiría legalmente justificación plausible.![]()
Me vas hacer hablar y no os conviene.
Puede que cambien más cosas de las que tenía contempladas. Como te dije por privado, el 2 y 3 cap son totalmente nuevos. Posiblemente sea un reboot tomando algunos argumentos de la vieja historia, aunque aún no estoy seguro, pues me tomaría más tiempo y ahora mismo escribo El Juego de la Universidad que va para largo, y la idea es acabar una primera parte, para seguir con la segunda parte de Navegando en Aguas de Libertad.Me vas hacer hablar y no os conviene.
Ya te dije por privado como me gustaría que termine.Puede que cambien más cosas de las que tenía contempladas. Como te dije por privado, el 2 y 3 cap son totalmente nuevos. Posiblemente sea un reboot tomando algunos argumentos de la vieja historia, aunque aún no estoy seguro, pues me tomaría más tiempo y ahora mismo escribo el juego de la universidad que va pa largo, la idea es acabar una primera parte y de ahí seguir con al segunda parte de navegando en aguas de libertad.
Saludos a todos.
No se ha manifestado ese deseo en Diego, al menos hasta ahora, todas sus reacciones han sido de genuinos celos de que otro hombre esté cerca de Diana, ni afectiva ni físicamente, sería decepcionante que cambiara a una actitud más consentidora.Esa situacion de celos, pero de deseo de verla con otro...
No sé que querías que hiciera, si encima la señorita se enfada por decirle nada.A pesar del amargo sabor que ha dejado esta fiesta en Diego, puede rescatar valiosa información que puede servir para mantener la integridad de su matrimonio, un mínimo de perspicacia necesitará para deducir el papel de cada uno en esta maquinación que parece haberse fraguado en el entorno laboral de Diana, donde un avezado José parece conducir los hilos de Evelyn y Leo tras la nueva víctima que representa Diana y su matrimonio, algo que aparenta ser costumbre en ellos.
Recién están comenzando, con una situación muy bien orquestada han logrado provocarle celos que han hecho aflorar sus más primitivas inseguridades, exponiendo ante Diana su lado menos atractivo como hombre, incapaz de dar sólidos argumentos que justifiquen su reacción ha quedado como un perfecto imbécil, inseguro y paranoico, que desconfía de ella, elementos que pueden reflejar un problema más profundo, una falta de confianza en ellos mismos como pareja, como matrimonio.
Esperaba una reacción algo más contundente de Diego, sin necesidad de ser física, era la oportunidad de establecer ciertos límites.![]()
Ser más firme, es que imaginaba a Diego con un carácter más determinado, menos dócil, no parece convencido ni de sus propios principios ni de su instinto.No sé que querías que hiciera, si encima la señorita se enfada por decirle nada.
A mí Diana no me gusta nada desde el minuto 1 y el gilipollas y niñato de Leo todavía menos.
Más que firme, creo que su discurso fue pobre y mal dirigido.
Creo que debió orientar su molestia hacia él y no a ella. Entre gitanos no nos leemos las manos. Uno reconoce las señales, y lo que hacía Leo no es la excepción, y él debió poner en alerta a su esposa de forma calmada, incluso contando lo que sabe de él por lo que le dijo el esposo de su amiga.
Pero Parece que nuestro protagonista es medio idiota. No podemos esperar mucho de él.
Yo creo que hay que evitar a toda costa exponerse ante tu pareja (en el supuesto en que no sea algo descarado), ya que siempre está la posibilidad de que ella realmente no tenga malicia en lo que hace, simplemente ingenuidad. Aun así, es posible que incluso te mienta para escapar de un posible reclamo tuyo. El punto está en que uno siempre tiene las de perder al iniciar esa discusión.Es lo que siempre me ha molestado en situaciones así, me refiero a parejas sexualmente exclusivas. Me explayaré algo.
Tener una pareja deseable por otros es motivo de orgullo para cualquiera, deseos que despertarán sueños y fantasías en el entorno cercano donde desarrollan la relación, nada malo si se maneja bien, incluso puede servir como morboso ingrediente en la intimidad, teniendo en cuenta que jugar con los deseos y fantasías de aquellos que no tienen acceso a tu pareja no es para cualquiera, siendo un área que puede tener muchos caminos sin retorno.
Descubrir en flagrancia a otro intentando seducir a tu pareja, lo cambia todo, vuelve real todo ese mundo de fantasía, donde la primera pérdida que se sufre es la confianza, empiezas a dudar de todo y en todos.
Siempre he considerado mal aplicado ese principio de responsabilidad única en la participación de tu pareja, que sin duda es la mayor, y deberán ambos resolverla, sin embargo, la actuación de ese otro, frente a todos, y en tu presencia, es un velado mensaje que te envía, te da a entender que lo que considerabas como tu exclusivo territorio, puede llegar a ser no tan exclusivo, y ahí es cuando debes encargarte de recordarle quién eres, la manera que lo hagas ya depende del nivel de inteligencia emocional que poseas, que lo hagas es ineludible.![]()
Me gusta tu relato. Lo seguiré hasta el final.5.
—No quiero decir que te lo dije, Diego, pero yo te advertí —dijo José, con una sonrisa que escondía más de lo que mostraba—, ese Leo no pierde una sola oportunidad.
Su comentario resonó en mi cabeza como un eco molesto. Intenté no dejarme llevar por la rabia que empezaba a crecer en mi pecho. Respiré profundo, buscando una excusa, cualquier razón lógica que explicara lo que veía. Diana y Leo se movían al compás de la música, su cercanía parecía natural, incluso casual, pero para mí era un desfile de inseguridades.
—Solo están bailando —respondí, tratando de sonar despreocupado, aunque la tensión en mi voz era evidente.
José levantó una ceja, evaluándome como si fuera un libro abierto. Dio un sorbo a su copa, y luego la dejó sobre la mesa con un ruido seco.
—Puede ser, Diego, puede ser —dijo, aunque su tono sugería lo contrario—. Pero hay cosas que uno debe cuidar antes de que se salgan de control.
Miré de nuevo hacia la pista. Diana reía por algo que Leo le había dicho. La expresión en su rostro me era algo familiar; ¿fascinación? ¿coqueteo? Sentí cómo mi garganta se cerraba y el aire parecía escaparse del salón.
—¿Vas a quedarte aquí toda la noche, o vas a hacer algo al respecto? —continuó José, en un tono más bajo, casi susurrando—. Recuerda, Diego, en este juego el que duda, pierde.
Esas palabras me sacudieron, despertando en mí un impulso que no había sentido en mucho tiempo. Me puse de pie de un salto, lo suficientemente rápido como para que la silla golpeara levemente la mesa. José se recostó en su asiento, observándome con un brillo curioso en los ojos, como si estuviera viendo el inicio de un espectáculo prometedor.
Caminé hacia la pista, cada paso sintiéndose más pesado que el anterior. La música cambió a un ritmo más animado, lo que provocó que varias parejas se apartaran para dar espacio. Leo se inclinó sobre Diana y le susurró algo al oído, lo que la hizo reír de nuevo. Esa risa, que normalmente me llenaba de felicidad, ahora parecía un recordatorio cruel de la distancia que se había creado entre nosotros.
Me detuve justo a un par de metros de ellos, la música, las luces y el bullicio se convirtieron en un zumbido lejano. Leo levantó la vista y me vio. Por un momento, sus ojos destilaron sorpresa, pero pronto una sonrisa despreocupada ocupó su lugar.
—Diego, justo a tiempo —dijo, soltando a Diana como si no hubiera pasado nada—. Tu esposa es una excelente bailarina.
Diana giró la cabeza hacia mí, sus ojos brillaban, pero ese brillo se apagó al notar mi expresión.
—Diego, ¿todo bien? —preguntó, con un tono que mezclaba sorpresa y preocupación.
No respondí de inmediato. Miré a Leo, a la posición que tenía junto a ella, y luego a Diana, intentando encontrar las palabras adecuadas. Pero en ese momento, todo lo que sentía era una mezcla de orgullo herido y celos incontrolables.
—¿Podemos hablar un momento? —le dije a Diana, sin quitarle la vista de encima a Leo.
Ella asintió, mordiéndose el labio con nerviosismo. Leo levantó las manos, como si se rindiera.
—Por supuesto, no quisiera interrumpir —dijo, dando un paso atrás—. Los dejo solos.
Mientras lo veía alejarse, noté cómo José, desde la mesa, observaba la escena con una sonrisa ladeada. Todo esto, desde los pasos hasta las miradas, era un juego. Un juego en el que me había involucrado sin quererlo, pero del que sabía que tenía que tomar control.
Diana y yo salimos de la pista en silencio, dejando atrás las risas y la música que marcaban el ambiente festivo. Caminamos hacia la salida del salón, y el aire fresco de la noche nos golpeó el rostro al abrir la puerta. Me detuve un momento, respirando hondo, intentando que el frío me aclarara las ideas. Diana me miró, cruzando los brazos como si quisiera protegerse del viento o de la tensión que nos envolvía.
—Diego, ¿qué pasa? —preguntó, rompiendo el silencio. Su voz era un susurro cargado de preocupación y, quizás, un poco de irritación.
Levanté la vista, encontrando sus ojos que ahora no mostraban la alegría de hacía unos minutos. Ese brillo que había compartido con Leo en la pista había sido reemplazado por una mezcla de duda y desconcierto. Sentí un nudo en la garganta, y mis palabras salieron más ásperas de lo que pretendía.
—¿Qué pasa? Diana, ¿de verdad no te das cuenta? —contesté, sin poder controlar el temblor en mi voz—. Estabas... estabas ahí con él, tan cerca, tan... cómoda.
Diana frunció el ceño y dio un paso hacia mí, pero mantuvo la distancia suficiente para que su presencia no rompiera la barrera invisible que nos separaba.
—¿Eso es lo que te molesta? ¿Un baile? —su tono era firme, casi desafiante—. Diego, estábamos en una fiesta. Solo era un baile, nada más.
Sacudí la cabeza, intentando poner en orden mis pensamientos.
—No es solo un baile, Diana. Es la forma en que lo mirabas, en cómo reías... —respondí.
—¿Oh, ahora estás celoso porque bailé con Leo? —replicó Diana, cruzando los brazos con una mezcla de incredulidad y molestia.
—¿Y qué esperas que diga? —contesté, intentando mantener la calma pero sintiendo cómo me hervía la sangre—. Veo a mi esposa bailando con un hombre que no conozco de nada, que además es... bueno, claramente atractivo, y no puedes dejar de sonreírle. Es lógico que sienta celos, Diana.
Diana soltó un suspiro exasperado y me miró con una mezcla de cansancio y desaprobación.
—¿De verdad, Diego? ¿Y yo no tengo derecho a divertirme un poco? —me respondió, levantando una ceja—. Tú también estabas bailando con Evelyn, a quien apenas conoces. Yo bailaba con Leo, un amigo de años. ¿No te parece una doble moral?
Abrí la boca para responder, pero mis palabras se atoraron por un segundo. Finalmente, logré decir:
—No es lo mismo —dije, aunque mi voz no sonaba muy convencida—. Bailar con Evelyn fue… no sé, fue solo porque me insistieron. Pero contigo y Leo… sentí algo diferente. Había algo en la forma en que se miraban, en cómo te reías con él…
Diana dejó escapar una risa seca y amarga.
—¿Ahora no puedo sonreírle a un amigo? ¿No puedo reírme de las bromas de un hombre sin que pienses que estoy coqueteando? —Su mirada era desafiante—. La amistad entre hombres y mujeres sí existe, Diego. Me parece ridículo que te pongas así solo porque le sonreí a un amigo. Y, además, te recuerdo lo mucho que me gusta bailar. Es algo que disfruto, que me llena de energía, y sin embargo… ¿cuánto tiempo llevamos sin bailar juntos? —su voz se suavizó apenas, pero el reproche seguía ahí—. Y hoy, solo porque te animaron un poco, ya estabas bailando con Evelyn, alguien que acabas de conocer.
Me quedé en silencio, tragando la incomodidad que crecía dentro de mí. Su mirada me atravesaba, y no podía ignorar lo cierto que sonaban sus palabras. Me vino a la mente la imagen de Evelyn, tan cerca de mí en la pista, con nuestras manos enredadas y la música envolviéndonos. Me sentí hipócrita, y el nudo en mi garganta se hizo más apretado.
—Discúlpame, Diana —murmuré, sintiendo que cada palabra pesaba—. Me dejé llevar.
Ella se giró hacia mí, con una expresión de sorpresa mezclada con incredulidad. Tal vez no esperaba que me disculpara tan rápido.
—La verdad, a veces me sorprendes —dijo, negando con la cabeza.
Asentí, sin defenderme, sintiendo el peso de lo ocurrido.
—Ya te lo dije… no estaba acostumbrado a verte con otro hombre, y… no sé, simplemente me dejé llevar por los celos. No es justo para ti. Lo siento.
Diana suspiró, cruzándose de brazos, y después de unos segundos asintió ligeramente.
—Bueno, ya. Dejémoslo por la paz —respondió al fin, aunque no sin un dejo de molestia en la voz.
La tensión entre nosotros no desapareció, pero las palabras quedaron flotando, y ninguno de los dos parecía tener más fuerzas para discutir. La noche avanzó sin más altercados; entre sonrisas incómodas y conversaciones triviales, ambos parecíamos fingir que todo estaba bien. Pero, en el fondo, el eco de esa incomodidad persistía.
Ya en casa, el silencio entre nosotros seguía siendo espeso. Por un momento pensé en acercarme a ella, en tratar de romper esa barrera invisible, pero el agotamiento y la incomodidad me frenaron. Me quedé ahí, mirando el techo en la oscuridad, mientras el eco de la velada rondaba en mi mente. Había algo más profundo detrás de esos celos, algo que no lograba descifrar del todo, y que no sabía si quería enfrentar.
Al día siguiente, no podía quitarme de la cabeza lo que había pasado. Me sentía incómodo, un poco paranoico e inseguro, como si algo entre Diana y yo no estuviera bien. Así que le marqué a Dylan, esperando aclarar mis pensamientos.
—¿Diego? —respondió con un tono animado.
—Hola, hermano. Te llamo porque necesito sacarme algo de la cabeza... Tengo desde la noche sintiéndome así, y no sé si estoy exagerando o si es culpa mía.
—¿Qué pasa? Cuenta conmigo, ya sabes que puedes hablarme de lo que sea.
—Anoche fui a una fiesta con Diana. Al principio, una amiga de ella me insistió en que bailara; al final cedí, aunque no quería. —Suspiré, recordando el momento—. El baile se puso un poco... intenso. Hubo algunos roces, y joder, me sentí como un adolescente incapaz de controlarse. La verdad es que apenas logré mantener la compostura y detenerme, pero igual me siento fatal, como si hubiera traicionado a Diana de alguna manera.
Dylan hizo una pausa, como procesando lo que le acababa de decir, y luego respondió con un tono comprensivo.
—Hermano, te entiendo, de verdad. No eres de piedra, y encima, si no me equivoco, llevas un tiempo sin una vida íntima regular con Diana, ¿no? Así que cualquier contacto más intenso va a tener un efecto en ti, es natural. No te castigues por eso; no hay nada de malo en sentirse atraído por alguien si sabes dónde está el límite.
—Sí, supongo… pero, aun así, no puedo evitar sentirme culpable. Y no solo por eso. Cuando salí a tomar aire y luego regresé, vi a Diana bailando con Leo —dije, apretando los dientes al recordar la escena—. No lo conozco bien y, no sé, la forma en que bailaban, cómo se miraban y sonreían… Sentí unos celos terribles, como si hubiera algo entre ellos que yo no podía entender.
—Vaya, vaya. No estás loco por sentirte así, hermano. Es normal que esos celos aparezcan —dijo Dylan, mostrándose paciente—. Sigue, suéltalo todo.
—Me acerqué y le pedí a Diana que habláramos. Le expliqué que me incomodaba verla así con él. Pero su respuesta me dejó frío: me dijo que estaba exagerando, que solo era un amigo y que, para colmo, yo también había estado bailando con Evelyn, alguien que apenas conozco. La verdad es que me dejó hecho un lío. Me siento como un idiota, y al mismo tiempo me doy cuenta de que quizá tiene razón. ¿Con qué cara le reclamo algo si yo mismo permití que Evelyn me bailara tan cerca? —Suspiré, sintiendo el peso de mi propio juicio sobre mí.
Dylan guardó silencio por unos segundos y luego habló con calma.
—Mira, Diego, te voy a ser sincero. Te equivocaste dejando que Evelyn se soltara contigo, pero lo bueno es que tuviste la sensatez de cortar el asunto antes de que fuera más allá, y tuviste suerte de que Diana no los viera. Si no, ahorita estaríamos hablando de algo mucho más grave.
—Sí, lo sé… —dije, tratando de ahogar la culpa que me comía por dentro.
—Ahora, hablando de Diana… Entiendo que sientas celos, aunque Diana diga que solo es un amigo, pero ya te lo digo yo, la amistad entre hombres y mujeres es complicada, sobre todo si ambos son atractivos. Y bueno, tu esposa es un mujerón, ¿no? Puede que ahora no haya nada entre ellos, pero te aseguro que si Leo está rondando, es porque no está ahí solo por amistad. No existe el amigo; existe el hombre paciente, el que espera el momento justo para lanzarse cuando te descuides o cuando Diana tenga la guardia baja.
—¿Y qué hago con esto, entonces? No quiero volverme un celoso irracional, pero tampoco quiero ignorar lo que siento —repliqué, sintiéndome atrapado.
—Primero que nada, no sigas reprochándole a Diana por Leo sin tener pruebas o argumentos sólidos. Eso solo logrará que ella sienta que no confías en ella y pondrá más distancia entre ustedes. Lo que sí puedes hacer es concentrarte en lo que está bajo tu control: tu relación con ella, día a día. Recuerda lo que hablamos la otra vez sobre reconectar, sobre esos pequeños detalles que fortalecen una relación. No permitas que tus inseguridades se apoderen de ti.
Me quedé un momento en silencio, dejando que sus palabras calaran en mí.
—Tienes razón, Dylan. Gracias por escucharme. Siento que necesitaba sacarlo y escucharlo de alguien más para entenderlo mejor.
—Para eso estamos, hermano, ya lo sabes. Cuando quieras hablar, aquí estaré. —Soltó una pequeña risa—. Pero ahora te dejo porque mi señora esposa me está esperando para ir al centro comercial. Cuídate, Diego.
—Igualmente, Dylan. Gracias de nuevo. Nos hablamos pronto.
Colgué el teléfono, sintiéndome un poco más tranquilo. Aun así, había una sensación persistente de inquietud que no se disipaba del todo. Sabía que Dylan tenía razón, pero también sabía que mis celos e inseguridades eran algo que debía enfrentar, por Diana y por mí.
Entiendo. Estoy revisando y agregando nuevas cosas a medida que vuelvo a leer lo que escribí. He estado muy ocupado estos días y he descuidado mi otra historia también, pero ya me he encontrado con algo de tiempo libre, saludos @viciosinfin1973.Esperando la continuacion
Se hace un poco larga la espera entre casa parte (y más si ya está escrito)
Aun así muchas gracias.
Utilizamos cookies esenciales para que este sitio funcione, y cookies opcionales para mejorar su experiencia.