Hyden
Miembro muy activo
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- 13 May 2024
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Apartamento en la costa, uno de los días de mis vacaciones estivales. Estoy en un tercero con la particularidad que la forma del edificio no es recta, más bien piramidal, y es que los pisos inferiores tienen mas saliente que los superiores, o sea, que desde mi balcón tengo una panorámica perfecta del segundo.
Normalmente las vistas más privilegiadas las ofrecía el edificio de enfrente, pero lo que una tarde noche me encontré es digno de reconocimiento.
Estoy asomado sin mirar nada en particular y de pronto aparece la chica de abajo. No sé calcular la edad pero intuyo unos treinta largos, un pelín rechoncha y de aspecto conservador. Se entretiene con su pequeña, hasta que aparece el padre y se van todos al interior. Yo ahí pierdo todo interés así que me siento y me distraigo con el móvil cuando al poco escucho un pequeño zumbido que me intriga. Vuelvo a asomarme y es el sonido una depiladora mecánica. Mi vecina, sentada de espadas a la calle, se estaba rasurando las piernas con cierto esmero y eso me provocó curiosidad, así que aprovecho que mi mujer está en la ducha para no perder detalle de cada movimiento que me ofrecía.
De las espinillas subió a los muslos y yo empecé a calentarme de manera brutal de pensar dónde acabaría eso. Aunque estaba oscureciendo, la luz de su terraza me otorgaba bastante nitidez, así que cuando abrió la pierna derecha y se llevó la mano a la ingle mi corazón comenzó a acelerarse sin remisión. Sin esperarlo, desplazó el borde la braga negra y me enseñó el lateral de su vagina mientras le daba una ligera pasada con la máquina.
Fueron apenas tres o cuatro segundos, pero me pareció un descuido tan brutal que me dejó absorto
Los ojos casi se me salen de las cuencas, y si por mi hubiera sido, me habría saltado esa planta de lo cachondo que me puso. El cuento, desgraciadamente, acabó ahí, porque al poco me llamó mi mujer para que le pusiera crema en la espalda y perdí contacto con mi vecina, quedándome la duda de qué habría pasado con la otra ingle
Ni qué decir tiene que luego en la cama le dediqué una memorable paja
Normalmente las vistas más privilegiadas las ofrecía el edificio de enfrente, pero lo que una tarde noche me encontré es digno de reconocimiento.
Estoy asomado sin mirar nada en particular y de pronto aparece la chica de abajo. No sé calcular la edad pero intuyo unos treinta largos, un pelín rechoncha y de aspecto conservador. Se entretiene con su pequeña, hasta que aparece el padre y se van todos al interior. Yo ahí pierdo todo interés así que me siento y me distraigo con el móvil cuando al poco escucho un pequeño zumbido que me intriga. Vuelvo a asomarme y es el sonido una depiladora mecánica. Mi vecina, sentada de espadas a la calle, se estaba rasurando las piernas con cierto esmero y eso me provocó curiosidad, así que aprovecho que mi mujer está en la ducha para no perder detalle de cada movimiento que me ofrecía.
De las espinillas subió a los muslos y yo empecé a calentarme de manera brutal de pensar dónde acabaría eso. Aunque estaba oscureciendo, la luz de su terraza me otorgaba bastante nitidez, así que cuando abrió la pierna derecha y se llevó la mano a la ingle mi corazón comenzó a acelerarse sin remisión. Sin esperarlo, desplazó el borde la braga negra y me enseñó el lateral de su vagina mientras le daba una ligera pasada con la máquina.
Fueron apenas tres o cuatro segundos, pero me pareció un descuido tan brutal que me dejó absorto
Los ojos casi se me salen de las cuencas, y si por mi hubiera sido, me habría saltado esa planta de lo cachondo que me puso. El cuento, desgraciadamente, acabó ahí, porque al poco me llamó mi mujer para que le pusiera crema en la espalda y perdí contacto con mi vecina, quedándome la duda de qué habría pasado con la otra ingle
Ni qué decir tiene que luego en la cama le dediqué una memorable paja