Dibujos Animados de Castidad y Cornudos (Chastity & Cuckolding Cartoon)

La noche que la acompañé hasta perderla - 6ª parte

Ella se arrodilló frente a él, decidida y temblorosa, y tomó su polla erecta, sintiendo la fuerza de su deseo. Sin pensarlo dos veces, se inclinó y comenzó a lamer el glande lentamente, saboreando su salado sabor antes de sumergir su boca en aquel miembro palpitante.

La polla desapareció entre sus labios y ella comenzó a mover la cabeza hacia adelante y hacia atrás, mamando con entusiasmo. Sus ojos no se apartaban de los de él mientras trabajaba en su miembro. Un profundo suspiro se escapó de la garganta de él, un claro indicativo de su excitación y disfrute...

Eso es, no pares de mamar. Llevo soñando con esto desde que empezaste a trabajar en la oficina

Ella respondió con un sonido de asentimiento mientras profundizaba más en el acto de mamármela con más intensidad y dedicación, deseosa de satisfacer por completo a su compañero de trabajo.

En el punto álgido de la felación, ella sintió el palpitar intenso y rítmico de la polla en su boca, llenándose de un sabor salado que predecía la inminente eyaculación. El ansia de sentir el semen cálido y viscoso en su piel fue abrumadora, así que liberó la polla de su boca, aún ansiando continuar mamándola.

Con una mirada lujuriosa y una sonrisa perversa, empezó a masturbar la polla con movimientos rápidos y precisos, admirando cada latido y palpitar entre sus dedos, mientras levantaba su mirada hacia él y apuntaba la polla hacia su rostro. Ella sonrió maliciosamente y dijo con entusiasmo:

¡Eso es, cielo, dame tu leche!

La eyaculación potente y espesa comenzó a caer en chorros calientes sobre su rostro, uno tras otro, marcando cada punto de su piel. El primero le alcanzó la mejilla y descendió lentamente hacia su mentón; el segundo cayó en su frente y se deslizó por su nariz y su barbilla. La visibilidad de ella se vio momentáneamente empañada por el semen espeso, pero aun así una sonrisa de placer se dibujó en su rostro, como si algo dentro de ella despertara de golpe.

Era la primera vez que disfrutaba esa calidez y esa viscosidad que nunca había sentido con su marido. Esa sensación nueva la estremeció, la hizo gemir y desear más de esa leche cálida y espesa que corría por su rostro y su cuello, como si estuviera descubriendo un mundo de sensaciones que jamás había conocido en su matrimonio.
 

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La noche que la acompañé hasta perderla - 7ª parte

Ella se levantó despacio, todavía temblando, después de que el chaval se hubiera corrido en su cara. Sentía el calor del semen resbalando por su piel, una mezcla de vértigo y lucidez que la dejaba sin aire. Quería probar su sabor, así que con la ayuda de un dedo de su mano recogió uno de los chorretones de semen de su cara y sin pensarlo se lo llevó a la boca.

Una sonrisa se le escapó por dentro. Cuando pactó las reglas con su marido, él no dijo nada de que ella no pudiese probar su semen; se dejó lo más obvio, lo más delicado, justo lo que más le habría dolido. Qué ridículo sonaba ahora que hubiese insistido tanto en lo del condón mientras se olvidaba precisamente de esto.

El chaval estaba fascinado por lo que ella acababa de atreverse a hacer; no lo esperaba de una mujer casada, y esa transgresión lo excitó aún más. Cogió un trozo de papel de cocina y se lo ofreció para que terminara de limpiarse. Ella lo hizo y se lo devolvió. Él dejó caer el papel al suelo sin mirarlo siquiera, la arrinconó contra la pared, la miró fijamente mientras le sujetaba la cara con una mano firme y dijo:
—Quédate todo el fin de semana conmigo.

Ella bajó los ojos, el corazón desbocado, la voz atrapada entre el deseo y el miedo.
—No puedo —susurró, y le dolió decirlo.

Y aun así, mientras lo decía, mientras sentía su cuerpo tan cerca, comprendió lo que no quería admitir: se estaba enamorando.

Él la giró con una seguridad que la dejó sin aire, y ella, casi sin pensarlo, puso las dos manos en la pared. La postura la abrió, la expuso, la entregó de una forma que jamás habría imaginado permitir fuera de su matrimonio, pero ahora estaba ahí, respirando hondo, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba antes que su cabeza.

Rodeándola por detrás, él se pegó a ella, sintiendo su respiración entrecortada en la nuca. Su polla presionaba contra ella y sintió un placer anticipado en esa mezcla de excitación y deseo. Se quedó congelada un instante, reconociendo sus ganas de que él la follara, de sentirlo llenándola por completo.

—¡Hablaré con mi marido, pero no te prometo nada! —susurró ella, con la voz rota, sabiendo que esa frase ya no era una advertencia… sino una rendición.

Él sonrió detrás de ella, disfrutando de cada milímetro de su entrega.

—¡Mañana le llamas y que no venga, verás cómo él lo entenderá!
 

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La noche que la acompañé hasta perderla - 7ª parte

Ella se levantó despacio, todavía temblando, después de que el chaval se hubiera corrido en su cara. Sentía el calor del semen resbalando por su piel, una mezcla de vértigo y lucidez que la dejaba sin aire. Quería probar su sabor, así que con la ayuda de un dedo de su mano recogió uno de los chorretones de semen de su cara y sin pensarlo se lo llevó a la boca.

Una sonrisa se le escapó por dentro. Cuando pactó las reglas con su marido, él no dijo nada de que ella no pudiese probar su semen; se dejó lo más obvio, lo más delicado, justo lo que más le habría dolido. Qué ridículo sonaba ahora que hubiese insistido tanto en lo del condón mientras se olvidaba precisamente de esto.

El chaval estaba fascinado por lo que ella acababa de atreverse a hacer; no lo esperaba de una mujer casada, y esa transgresión lo excitó aún más. Cogió un trozo de papel de cocina y se lo ofreció para que terminara de limpiarse. Ella lo hizo y se lo devolvió. Él dejó caer el papel al suelo sin mirarlo siquiera, la arrinconó contra la pared, la miró fijamente mientras le sujetaba la cara con una mano firme y dijo:
—Quédate todo el fin de semana conmigo.

Ella bajó los ojos, el corazón desbocado, la voz atrapada entre el deseo y el miedo.
—No puedo —susurró, y le dolió decirlo.

Y aun así, mientras lo decía, mientras sentía su cuerpo tan cerca, comprendió lo que no quería admitir: se estaba enamorando.

Él la giró con una seguridad que la dejó sin aire, y ella, casi sin pensarlo, puso las dos manos en la pared. La postura la abrió, la expuso, la entregó de una forma que jamás habría imaginado permitir fuera de su matrimonio, pero ahora estaba ahí, respirando hondo, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba antes que su cabeza.

Rodeándola por detrás, él se pegó a ella, sintiendo su respiración entrecortada en la nuca. Su polla presionaba contra ella y sintió un placer anticipado en esa mezcla de excitación y deseo. Se quedó congelada un instante, reconociendo sus ganas de que él la follara, de sentirlo llenándola por completo.

—¡Hablaré con mi marido, pero no te prometo nada! —susurró ella, con la voz rota, sabiendo que esa frase ya no era una advertencia… sino una rendición.

Él sonrió detrás de ella, disfrutando de cada milímetro de su entrega.

—¡Mañana le llamas y que no venga, verás cómo él lo entenderá!
que buen cómic !! por favor que continueeeeeee. que morbo !!
 
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