Felipe22
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Hola, mi nombre es Felipe, tengo 22 años y voy a contaros mi primera experiencia cuckold. Aviso que será MUY LARGO, ya que lo escribo a modo de catarsis para contar algo que nunca pude compartir con nadie pero que el anonimato de Internet sí me lo permite. Me disculpo de antemano si la lectura resulta tediosa pero quiero contar con lujo de detalles todo lo que hice, vi y sentí en todo momento. Espero que mi sueño frustrado de escritor al menos me sirva para esto...
Siempre he sido alguien atraído por lo romántico, por aquel amor que veía de pequeño en las pelis, nunca por la promiscuidad y relaciones vacías que el resto de la juventud comparte. Por suerte, encontré justo lo que buscaba. Mi novia se llama Andrea, tiene 24 años. Físicamente es bajita, delgada, cabello moreno largo y lacio, ojos oscuros que atrapan y una sonrisa encantadora en su ya bonito y suave rostro. Es blanquita de piel con tonos rosados y algún que otro tatuaje discreto, pechos medianos, abdomen plano y caderas estrechas pronunciando un culo redondito y respingón. Siempre aparenta tener menos años de los que tiene. Es una chica tierna, pero determinada, de naturaleza tímida y simpática, pero con carácter cuando toma confianza. Con un corazón enorme siempre dispuesta a ayudar a los demás lo merezcan o no. Muy inteligente, optimista y con fe en las personas. Apasionada de la lectura y el aprendizaje. Es muy poco fiestera aunque no por eso menos sociable. Al igual que yo, prefiere una noche tranquila con su pareja antes que una discoteca con alcohol y descontrol. Llevamos 5 años de bonita relación desde el bachillerato. Nos entendemos muy bien y sabemos complementarnos. En todo este tiempo habremos discutido solo un par de veces y en todas ellas lo hemos resuelto bien pensando en los dos a pesar de estar viviendo juntos desde hace 1 año y viéndonos cada día. Conmigo siempre ha sido muy detallista y cariñosa, jamás he dudado de su amor y ella tampoco del mío al igual que jamás le he sido infiel y ella tampoco. Obviamente yo siempre le he correspondido. Soy rubio de ojos azules, delgado y de altura 1,76 m. Sexualmente siempre hemos estado muy bien y nos hemos complacido mutuamente a pesar de que ambos tuvimos otras parejas antes de conocernos.
Hace unos meses, descubrí el concepto “cuckold” viendo pornografía en Internet. Maridos que disfrutaban ver a su esposa teniendo sexo con otros hombres. ¿Cómo era posible algo así? Me parecía patético e inmoral, pero a la vez me dio curiosidad seguir investigando sobre el tema. Indagando en la web, descubrí ---- -------, un chat anónimo en el que había un canal llamado #--------. Yo pensaba que el cuckold era una invención del porno porque no sabían qué más vender, pero me sorprendió mucho ver la cantidad de personas que lo practicaban incluso gente de mi zona o provincias cercanas. Les pregunté por qué hacían eso a algunos de los que hablaban por ahí cuando de repente me llega un mensaje privado de un tal “MachoDom40” preguntándome: —Tu tienes pareja?—. Yo respondí que sí y él me dijo: —Mi amigo y yo queremos hacerte unas preguntas—. Intrigado, entré a la sala privada que me invitaron y ambos empezaron a hacerme mil preguntas sobre mi chica, sobre mí y nuestra relación. Comenzaron con preguntas típicas de nombre, edad, de dónde somos, cómo somos físicamente, a qué nos dedicamos, cuánto tiempo llevamos juntos, etc. Continuaron con preguntas más personales y centradas en mi novia; su personalidad, sus defectos y virtudes, qué me gustaba de ella, qué ha estudiado, cómo nos conocimos, etc. Terminaron preguntándome cosas muy íntimas desde cuánto sexo solemos tener, qué posturas le gustan a ella, qué hemos experimentado a cosas como la forma de su vagina, sus tetas o culo. Querían saberlo todo sobre nosotros. Aunque me extrañaba mucho eso, yo respondí a todo con sinceridad porque pues era un chat anónimo y no tenía peligro. Además, ¿a quién no le gusta hablar de su vida? Finalmente, me pidieron una foto de mi novia, decían que sentían mucha curiosidad por verla. Dudé al principio, pero pensé que si es una donde no es reconocible, no pasaba nada. Así que les envié una foto donde Andrea salía de espaldas con un unos pantalones cortos y un top en una excursión que hicimos a la montaña. Los dos se sorprendieron al ver cómo era y no paraban de hablar sobre sus curvas y lo buena que está, a lo que yo me sentí bastante halagado. Razón para enviar dos más del mismo estilo ante las insistentes peticiones de esos dos desconocidos. Uno de ellos me preguntó: —La amas de verdad?—. Contesté que por supuesto, que me siento muy enamorado de ella y que es la mujer de mi vida con la que quiero formar una familia. Me felicitaron por la respuesta con un —Perfecto, es justo lo que buscábamos.—. El otro comenzó a presentarse y a contarme por qué me habían llamado a esa sala: —Me llamo Antonio y él es mi compañero Ramón. Ambos tenemos 40 años. Somos corneadores expertos en parejas jóvenes desde hace muchos años. Nos conocimos en la mili, pero nunca hemos corneado juntos y por eso estamos aquí. Nos ha encantado tu novia y nos la queremos follar. ¿Estás de acuerdo con eso?—.
Me quedé estupefacto, no me esperaba algo así y menos tan directo. Ahora comprendía el por qué de ese interrogatorio tan extenso y que no solo preguntaban por aburrimiento. Mi respuesta natural, evidentemente, era un NO, pero la verdad que había disfrutado de la charla y sabía que decir la verdad significaba que se fueran. Al fin y al cabo era un chat anónimo de Internet en el que bastaba con cerrar la página para que nada de eso hubiera pasado. Así que mentí y les dije la frase de la que me arrepentiré siempre: —Sí, estoy de acuerdo—. Los corneadores celebraron con entusiasmo mi decisión diciéndome cosas como “eres muy valiente chaval”, “has elegido lo correcto”, “pocos se atreven” y “esto os unirá como pareja”. Yo aún algo intrigado por todo esto pregunté: —Pero, ¿por qué os la queréis follar?— Antonio me contestó: —¿En serio preguntas eso? Somos machos maduros y ella una jovencita ventiañera. Tu novia es un bomboncito para nosotros—. Ramón escribió: —Tu novia es justo el tipo de chica que nos da morbo; blanquita y hermosa con cara de tímida, joven e inexperta pero con un cuerpazo. Qué bien nos lo vamos a pasar inseminándola.— Yo estaba atónito con sus respuestas y descripciones. Descubrí algo que nunca había sentido antes y eso me descolocaba. ¿Acaso me gustaba que mi novia guste a otros?
Me dijeron de seguir en contacto por otro sitio y me enviaron un enlace de Whatsapp. Al entrar, vi que era un grupo de casi 20 personas. Pregunté por el grupo qué era eso y me respondieron: —Este es nuestro grupo privado y exclusivo de corneadores. La mayoría somos de España aunque también hay algunos de Latinoamérica. Aquí todos nos conocemos y nos tenemos confianza y si te hemos invitado es porque confiamos en ti. Todo lo que hablemos a partir de ahora será por aquí—. Me presentaron al grupo como “este es el chaval que nos va a entregar a su novia”. Muchos me saludaron alegremente felicitándome por mi “decisión”. Los saludé de vuelta y los del grupo comenzaron su también respectivo interrogatorio sobre mi pareja y yo, incluso más extenso que el anterior debido a que eran más personas preguntando al mismo tiempo. Tanto, que hasta me costaba responder rápido a todo. Me abrumaba tanto interés, pero a la vez me hacía sentirme de alguna manera especial y popular sobre todo siendo un grupo tan “selecto” como me lo habían descrito. Claramente me pidieron ver a Andrea y pronto las fotos de la montaña ya no eran suficientes. Y ahí estaba yo a las tantas de la mañana enviando fotos de mi novia a un grupo de desconocidos y sin saber muy bien por qué. Si ya antes sentía que me gustaba que mi novia guste a otros solo con los dos corneadores, ahora tenía a casi 10 pervertidos a la vez comentando cada foto. Se sorprendían, la analizaban, describían con detalles qué les gustaba de ella (cada uno con sus fetiches) y la morboseaban al máximo. Hasta me hacían ver detalles sexys de Andrea en los que nunca me fijé. Me sentía afortunado y mi ego estaba por las nubes viendo cómo tipos experimentados que han estado con tantas mujeres, se volvían locos con mi novia. Me hacían sentirme muy hombre por tenerla.
Así pasaron unas dos semanas en las que, cada dos días mínimo, los corneadores me mencionaban en el grupo preguntándome sobre mi chica, pidiendo más fotos y morboseándola. Acabé pasando fotos de ella en bikini o en la playa y lo peor es que esperaba con ansias sus reacciones sin entender muy bien por qué. Lo raro, además, es que siempre Antonio y Ramón estaban activos y dispuestos para darme conversación junto a varios participantes del grupo. Hasta que un día, Ramón me etiquetó diciendo que ya es hora de decírselo a Andrea. Me comentó que no le podía decir que ellos son corneadores porque eso la espantaría. Así que le tendría que decir que son una especie de “voyeurs” que les gusta ver a parejas teniendo relaciones y nada más. Y para corroborarlo, me hizo fingir una conversación con ellos donde todos aparentan serlo y los comentarios eran mucho más suaves. Me explicó que cuando estuviera a solas con Andrea, empezara a tocarla y masturbarla. Y estando en su punto más caliente, soltarle el tema. Ver ese mensaje me entristeció porque obviamente yo a mi novia no le iba a decir nada de esto y al ver que no hay avance, ellos iban a dejar de hablarme o me expulsarían del grupo. Di por hecho que esa extraña diversión ya se había acabado. Pasaban los días y los corneadores no dejaban de preguntarme si ya lo había hecho. Yo les daba largas intentando mantenerlo un poco más, sin embargo, en mis momentos más personales, no dejaba de resonar una pregunta en mi cabeza: «¿Y si lo hiciera?». Volvía en mí y me convencía de que algo así nada bueno podría traer. Pero, ¿y cómo sería juntar mi mayor morbo sexual (mi novia) con el segundo mayor (los corneadores)? ¿Qué pasaría si ella viera el chat? Tenía ese duende constantemente, pero no, no debo hacer eso.
Hasta que un día en el que se ve que no dormí mucho, se me fue totalmente la cabeza y lo hice. Seguí las instrucciones de Ramón: Estando con ella en la cama, le di mimos hasta que se calentó y luego la empecé a masturbar. Cuando noté que estaba muy excitada, me detuve diciéndole: —Mira lo que encontré el otro día en Internet— y le enseñé la conversación con los supuestos “voyeurs”. Al segundo después de hacerlo, me arrepentí totalmente. Sentía un nudo en el estómago esperando una mala reacción por su parte. «Mierda Felipe, ¿qué has hecho?», pensaba. Pero, para mi sorpresa, Andrea que lo había leído todo me devolvió el móvil con un simple —qué cosas tan raras haces a veces— sin darle mayor importancia. Le interesaba mucho más que la siguiera tocando. Mi alivio fue notorio y, extrañamente, también lo fue el entusiasmo con el que al día siguiente les relaté lo ocurrido a los corneadores. Éstos se motivaron como nunca felicitándome por mi buen trabajo y pidiéndome fotos e información de ella más que de costumbre.
Desde ese día, el que yo hablara por el grupo de Whatsapp se convirtió en una especie de morbo para nosotros como pareja. Muchas veces, ella veía lo que conversaba con ellos, yo disimuladamente me calentaba y acabábamos teniendo sexo. Incluso con el tiempo, me dio permiso para enviar alguna que otra foto normalita (las mismas que ya pasé yo hace tiempo). Los corneadores hacían lo suyo morboseando las imágenes y hablando de ella. Le pregunté una vez si se sentía incómoda con eso y me dijo que no le molestaba tener un pequeño “grupo de admiradores virtuales”. Yo la verdad, que no sentía celos con todo eso y era raro porque suelo ser muy celoso por naturaleza aunque lo disimulo muy bien. Hasta un día en el que yo me encontraba en la cama hablando con los corneadores y Andrea estaba en la ducha. Uno de ellos me preguntó: —¿Tu novia usa más tangas o bragas?—. «Qué pregunta tan rara» pensé. Cuando salió de la ducha le pregunté y me dijo que depende de la prenda que se ponga, pero normalmente con las bragas está más cómoda. Lo puse en el grupo y de repente Antonio me suelta: —Queremos que tu novia nos mande una foto en tanga—.
—Pffff, pero qué flipaos lo que piden. —murmuré solo.
A eso que veo como Andrea viene a mí, mira el mensaje, se queda pensando y me quita el móvil sin decir nada. Se va al cajón, escoge varios tangas, se hace varias fotos en el espejo y viene con una elegida para que la envíe al grupo. … ¿Pero qué cojones fue eso? Es verdad que no se le veía el rostro y se tapaba las tetas, pero, joder, ¡mi novia le está mandando una foto en tanga a otros hombres! Aunque no dije nada, sentí celos por su repentina y extraña iniciativa tan poco común en ella. Aunque por otra parte, veía la imagen y pensaba: «Joder, si por una foto vestida la morbosean a full, con esta se volverán locos». La analicé unos segundos: Mi novia de pie frente al espejo, solo con un tanga negro mientras su blanca desnudez brillaba. Con la mano derecha sostenía el móvil mientras con el otro brazo tapaba lo que podía de sus pechos. La pierna izquierda adelantada y casi suspendida en el aire dando total protagonismo al ave fénix que tiene tatuado en la cadera al cual el hilo del tanga separa en dos mitades mientras de fondo resalta la forma de su nalga, muslo y pierna. Casi como si la pose hablara diciendo: “Esta soy yo”. No me lo pensé ni un momento y le di a “Enviar”. Esperaba unas reacciones fuertes, pero el grupo se quedó totalmente en silencio viéndola. Hasta que, de repente, Ramón envía una foto.
—¡Qué asco! ¡Ha mandado su polla empalmada! —reaccioné para mí mismo por la repulsión de ver esa imagen.
Y Andrea, que estaba al otro lado de la habitación exclama: —¡¿A VER?!— y viene a vérsela al tío ese... Sentí una punzada de celos y más cuando al ver la imagen escucho cómo se le escapa en voz baja un “Ostias qué pedazo de polla...” Debió darse cuenta del error por la forma en la que la miré porque añadió —Pero seguramente no es suya y la descargó de Internet— mientras se alejaba para no darle más importancia al asunto. Me quedé con un mal sabor de boca y pensativo, nunca la había visto reaccionar así. Así que me distraje con las reacciones de los corneadores que estaban totalmente locos tras ver a mi novia en tanga. El chat estaba ardiendo y más cuando Ramón me preguntó cómo reaccionó Andrea al verle la polla. Conté lo sucedido ocasionando así la risa de todos. Desde entonces, el grupo se volvió más activo, pero yo me lo pasaba cada vez peor. A mí lo que me gustaba era que mi novia guste a otros, nada más que eso, pero desde la foto en tanga, las conversaciones pasaron de ser “qué buena está tu novia” a “cómo me voy a follar a tu novia” llegando incluso a darme asco ciertos comentarios.
Era un sábado y yo estaba en el salón viendo la tele cuando vino Andrea a traerme el teléfono porque me había llegado una notificación del grupo. Al desbloquearlo, lo miramos los dos y era Antonio diciendo: —Chaval, queremos ver hoy a tu novia. ¿Dónde os encontramos?— ... ¿Pero qué? ¿Qué fue eso? Andrea y yo nos quedamos mirándonos el uno al otro incrédulos. ¿En serio esos tíos querían venir a vernos? Nuestra conclusión fue que no. O sea, ¿quién en su sano juicio va a ir a una ciudad lejana que no conoce para ver a una pareja que no conoce y solo ha visto fotos? Jamás habíamos hablado por voz o audio y ella nunca escribió nada al grupo. Además de lo directo del mensaje, si fuese real habría dicho algo más suave tipo “podemos conocernos en persona” o “vamos a ir a tomar algo por ahí”, no sé. Por responder algo, les envié una ubicación, pero no de mi casa, sino de varias calles más allá para ver lo que decían. Un “salimos en 10 min” o “en 2 horas estamos allí” habrían confirmado su intención, pero vieron todos el mensaje y nadie dijo nada. Obviamente dimos por hecho que no era verdad y que tal vez se trataba de alguna forma de avivar la fantasía virtual en la que últimamente yo participaba menos. No le dimos importancia y esa tarde salimos a correr juntos, ya que era un reto que llevábamos cumpliendo varias semanas. Ya de vuelta en casa cuando estábamos mirando en mi móvil los kilómetros hechos, apareció arriba el mensaje que nos jodería todo: “Estamos por San Juan” (A 20 min en coche de nosotros).
Nos quedamos totalmente atónitos. Para nosotros, esto siempre había sido una tontería virtual que mirábamos de vez en cuando y que nunca debía salir de ahí. Pero en ese momento, nos dio el golpe de realidad de que esos tipos iban a venir en serio. Andrea se puso histérica y empezó a regañarme diciendo que para qué hago cosas raras en Internet, que esto era culpa mía y yo lo debía de resolver. Me dijo que fuera y les dijera a los dos que lo sentimos, pero al final hemos decidido no hacerlo. Alguno podría pensar que yo sentía algún tipo de morbo con eso, pero nada que ver. En ese momento, la verdad que me sentía como una mala persona. Los corneadores me dijeron desde principio alto y claro quiénes eran y qué buscaban. Pude haberles dicho desde el inicio que no y nada de esto habría ocurrido. Pero por mi egoísmo de tener su atención un tiempo más y seguir siendo popular, les mentí diciendo que estaba de acuerdo para hacerlos creer que pasaría cuando realmente no quería eso ni iba a aceptar jamás tal locura. Ni yo, ni ella. Con todo esto en la cabeza, pequé de bondadoso y le dije a mi chica lo que ahora sé que fue lo más estúpido que he dicho en mi vida: —Si se lo toman mal, que lógicamente lo harán, que se vayan y ya está. Pero si se lo toman bien y entienden que no pasará nada, ¿y si los invitamos a comer al menos? Si resultan ser buena gente, me sentiré mal conmigo mismo por hacerles esto—. Andrea lo entendió y dijo que si ellos verdaderamente comprenden y aceptan que no pasará nada sexual pues sí, ella no tiene problema. Con esto establecido, fui al encuentro de los corneadores que ya estaban por llegar. En el fondo tenía la esperanza de que fuese todo una broma y realmente no estuvieran aquí. Llegué al aparcamiento y vi a dos hombres bajarse de un coche grande.
—Ellos no pueden ser. —pensé.
—¡Qué pasa chaval! –decía uno de ellos alegremente saludándome a mí.
Era imposible que fuesen ellos. Andrea y yo nos los imaginábamos como los típicos viejitos verdes con cuerpo escombro porque si buscas sexo por Internet es que muy desesperado debes de estar, a veces hasta nos reíamos de ellos bromeando entre nosotros. Pero de repente, tenía frente a mí a dos hombres enormes, me sacaban una cabeza de altura cada uno y eso que yo no soy bajito. Ambos con sus barrigas cerveceras y poco pelo en la cabeza pero de espalda ancha, fuertes y robustos. Daban la sensación de trabajar con cosas pesadas y saltaba a la vista su pasado militar con sus brazos grandes y llenos de venas adornados con tatuajes típicos. Me miraban fijamente a los ojos casi sin pestañear, su presencia era notable e imponían mucho respeto. A pesar de sus apariencias, ambos me saludaron simpáticamente aunque con un apretón de manos que casi me dejan la mano dormida. Joder, ¿cómo decirles ahora a estos tipos que en realidad fue mentira y deben volverse por donde han venido? Y más cuando en el “¿y vosotros qué tal?” me cuentan que tardaron un poco porque se toparon con un chaval así como de mi edad que se les puso chulo en el tráfico y tuvieron que inflarlo a ostias. Yo no sabía cómo reaccionar a eso e instantáneamente me preguntaron: —¿Por dónde es?—.
—Ehh por aquí... —tartamudeé casi sin pensarlo y comenzamos a ir en esa dirección mientras pensaba en cómo darles la noticia.
Pero no lo conseguía y eso me tenía muy nervioso y estresado. A lo largo del trayecto los corneadores no paraban de hablar de cosas normales y cotidianas. O sea siempre desde que los conocí, el tema de conversación principal era “mi novia” y “sexo” pero en persona no mencionaban nada de eso como para yo poder soltar un “hablando de eso, al final hemos decidido no hacerlo”. Eran simpáticos conmigo y bromeaban, pero a penas me dejaban hablar. Una vez intenté meter el asunto, pero me cambiaron de tema no sé si conscientemente o sin darse cuenta por hablar tanto y no me atreví insistir porque me inquietaban sus posibles malas reacciones. Estábamos casi llegando a casa cuando, para calmarme un poco, pensé: «Bueno, mejor se lo digo junto con mi novia para que así tenga más efecto». Total que llegamos a casa y yo estaba muy tenso porque es que imagínate la mala situación que había creado: Para Andrea, si yo llegaba solo era porque los dos tíos del grupo se lo tomaron mal y se fueron. Y si venía acompañado, ellos entendían que no iba a haber nada sexual ni voyeur y solo venían a comer y se irían tras eso. Pero para los corneadores, venían a follarse a mi novia delante de mí y con mi previo consentimiento. Sentía que debía resolver esa situación cuanto antes.
Al entrar al salón, mi novia se quedó totalmente sorprendida al verlos. Lo primero porque no se esperaba que vinieran, de hecho, ni siquiera preparó platos para dos personas más. Y lo segundo por el gran físico y apariencia imponente tan distinto a cómo creíamos que serían. No tuve otra que hacerles la presentación: —Antonio y Ramón, ella es mi novia Andrea y Andrea, ellos son Antonio y Ramón—. Ambos la saludaron formalmente con dos besos en la mejilla mientras no paraban de mirarla y sonreír. Nos sentamos en la mesa a comer y los corneadores empezaron a darle conversación a mi novia ya casi olvidándose de mí. Le hablaban y bromeaban de cosas normales y Andrea era simpática y respetuosa con ellos igual que lo es con todo el mundo. Quiero dejar claro que hasta ese momento yo no había sentido ningún tipo de morbo o algo que influyera en mis acciones. Hasta que vi cómo los corneadores se quedaban embobados mirando a mi novia cuando se levantaba para ir a la cocina o a hacer algo. Volvió en mí el “me gusta que mi novia guste a otros” y si me molaba cómo ellos morboseaban sus fotos, ahora la tenían justo delante viéndola. Y eso que Andrea tampoco iba vestida muy sexy que digamos. Habíamos recién llegado de correr y no nos dio ni tiempo de ducharnos, ella iba con camiseta blanca normal, leggings negros largos, unas zapatillas blancas de deporte y el pelo recogido en coleta. Aunque es verdad que toda ropa le queda bien. Pero a pesar del morbo reitero que si en ese momento me preguntas si quiero que se follen a mi novia te digo claramente que no. No era un loco, solo estaba en medio de una situación embarazosa.
En medio de la charla veo que Andrea se levanta, se sienta en el sofá y enciende el televisor. Me di cuenta al instante de lo que estaba haciendo; habíamos terminado todos de comer hace rato y ya era hora de que los dos tipos se fueran a sus casas por eso empezó a darle más atención a la tele mientras le hablaban para que se sintieran incómodos y se fueran. Era ahora o nunca para darles la noticia de que no habrá nada y deben irse. Así que me levanté también y me senté al lado de ella para decírselo los dos. Por fin podría poner punto y final a este incómodo malentendido. Y mientras ordenaba en mi cabeza cómo decirlo veo que los corneadores se levantan, vienen hacia nosotros y me miran fijamente.
—Levántate.— me dijo Antonio.
Me levanté confuso sin entender nada de lo que estaba pasando y Antonio se sentó en mi lugar al lado de mi novia pegado a ella. Ramón hizo lo mismo y se sentó a su izquierda quedando Andrea entre los dos corneadores. El mismo Ramón me señaló que me sentara cerca de él en el sofá, que al ser en forma de L, estaba muy cerca de ellos pero sin tocarlos, a la izquierda. ¡¿Qué demonios había pasado?! Andrea me miraba con una cara de “¿Pero qué cojones?” sin saber cómo reaccionar y yo tampoco. Ellos como si nada, siguieron conversándole con el tema que tenían en la mesa, pero esta vez Antonio se interponía entre la tele y ella así que ya no podía ignorarlos. Se limitaba a seguir la charla disimulando su evidente incomodidad. Yo, sin embargo, me empecé a resentir mucho. ¿Cómo se atrevían a darme órdenes a mí en mi casa? ¿Quiénes se creen que son para sentarse al lado de mi novia? Me sentía tonto por levantarme fruto de la confusión cuando me lo dijeron y mi orgullo masculino estaba herido. Así que empecé a entrar forzosamente en la conversación a modo de “marcar presencia”. Ellos me ignoraban, pero Andrea trataba de incluirme para que la presión no fuera toda para ella. No recuerdo qué dije cuando, de repente, Ramón (que estaba más cerca a mí) me clava una mirada muy penetrante con los ojos abiertos casi como saliendo de sus cuencas, la nariz más abierta y la mandíbula apretada mientras levantaba su dedo en señal de “Silencio”. … No sabía cómo reaccionar a eso, nunca he permitido que nadie me faltara el respeto, pero ese hombre me daba muy mal rollo. Su forma tan agresiva de mirarme, sus gestos, sus pintas, su presencia y encima su compañero al lado. No me atreví a abrir más la boca. Por desgracia, Andrea no vio eso, ya que en ese momento estaba girada a la derecha hablando con Antonio.
Lo extraño es que los corneadores no mostraban ninguna intención sexual. Hablaban con ella de cosas muy normales y divertidas como puedes hablar con cualquiera. Tampoco la tocaban más allá de la rodilla o la espalda un poco entre broma y broma pero nada impertinente. Tanto, que llegué a notarla bastante cómoda y a gusto charlando entre esos dos desconocidos. También es verdad que Andrea es una cotorra, si le das tema de conversación puedes estar hasta mañana hablando con ella. Más aún cuando ellos metieron el tema de los tatuajes que justo es algo que a mi novia le fascina. Tiene varios por el cuerpo aunque la mayoría discretos y ocultos. Para ella, todos tienen un significado especial representando una etapa de su vida o un recuerdo. Los corneadores le pedían que les enseñe alguno y ella ilusionada les mostró uno de la muñeca y su interpretación. Describió otro que tenía en el pie, pero no se veía a lo que Ramón, de repente, en tono caballeresco le dice: —Ah no tranquila, faltaría más—. Entonces se estira y, sin pedir permiso alguno, le quita las zapatillas y los calcetines a mi novia dejándola descalza con la excusa de verle el tatuaje, casi a modo de cortesía, como si le hiciera un favor. Andrea, sorprendida, me miró con cara de preocupación esperando que yo dijera algo, pero yo... yo no sabía qué hacer. No dije nada y ella tampoco se atrevió.
—Qué chulo te combina el tatoo con las uñas pintadas de rojo, niña. —dijo Ramón en modo pícaro mientras se lo tocaba ocasionándole ciertas cosquillas.
Mi novia le agradeció el cumplido con una risa nerviosa antes de volver a mirarme esperando respuestas por mi parte. Al ver que yo no reaccionaba, decidió tomar ella la iniciativa.
—Ya es de noche, ¿no se les va a hacer tarde? —preguntó esperando a que captaran la indirecta.
—Jajaja no podemos irnos sin antes ver tus tatuajes, Andreíta. Nos tienes muy intrigados. —respondió Antonio sonriendo con una descarada labia y sin ningún atisbo de incomodidad.
—Seré rápida entonces jaja, solo tengo dos más y tampoco quiero quitarles mucho tiempo. —respondió mi novia con una risa simpática. Prosiguió a enseñarles uno que tiene en la espalda cerca del cuello que era ya el penúltimo visible. Parece ser que su pregunta para incomodarlos surtió el efecto contrario, ya que los corneadores se volvieron más atrevidos aún. Aprovechaban para acariciarle el tatuaje y pegarse más a ella, tan cerca que hasta respiraba sus alientos. Cuando Andrea les dijo con orgullo que el corazón rojo atravesado por una flecha que tiene tatuado en el abdomen es por su novio, los corneadores me miraron y soltaron una carcajada al unísono. «¿De qué mierda se ríen?», pensé. No me estaba gustando nada esta actitud burlona de ellos como si yo fuese menos. Mi novia tampoco entendía qué había dicho gracioso y miraba confusa. Rieron, pero no dijeron nada y se enfocaron en el tatuaje. Vi cómo al ponerle Ramón la mano encima para tocarlo, a mi novia se le encogía involuntariamente la barriga. Aunque todo eso era muy raro, seguían sin demostrar ninguna intención sexual que hiciese sonar las alarmas. Hasta que de repente...
—Pues a mí me gusta mucho el que tienes aquí. —dijo Antonio y acto seguido, estira su mano hacia la cadera izquierda de mi novia y le aparta fuerte el leggings para verle el ave fénix que tiene ahí tatuado. Sin ninguna vergüenza ni pudor alguno. Como si tuvieran permiso para hacer lo que quisieran...
¿Pero qué hace ese hijo de puta? ¿Cómo se atreve a apartarle el pantalón a mi novia sin permiso? Que se le ven las bragas. Pero, ¿de dónde conocía Antonio ese tatuaje si no se veía? Ah mierda es verdad, la foto en tanga... Andrea estaba impactada ante esa repentina demostración de fuerza. Permanecía quieta esperando a que los corneadores terminaran de tocarle ese tatuaje de zonas sensibles, con las mejillas rojas y la mirada nerviosa con sus ojos mirando a todas partes. Me miraba como pidiéndome que haga algo. Yo sentía lo mismo, debía hacer algo. No podía permitir que le falten el respeto así a mi novia, pero luego me venía a la mente la cara agresiva de Ramón y por alguna razón, no hice nada. Pero Antonio le puso otra vez el pantalón en su sitio y ya está, actuaban como si nada hubiera pasado, como si fuese parte normal de una conversación. Siguieron hablándole normal, pero a partir de ahí, mi novia cambió. Ya no era la chica cómoda que les hablaba con entusiasmo ahora estaba algo más callada, tensa, pensativa y tropezada al hablar. Ya no era como antes que sabía qué decir en todo momento. Se notaba que se sentía intimidada por la presencia de los corneadores porque reía nerviosa a cada comentario de ellos sin atreverse a decirles nada negativo mientras ellos seguían. Se estaba empezando a sentir una tremenda tensión sexual en el ambiente.
Entre risa y risa, veo de repente como Ramón le coge la pierna a mi novia y se la pone sobre la suya, sobre su muslo. Andrea no dijo nada y siguió normal, pero a la primera que pudo, bajó su pierna de ahí. A lo que Ramón le vuelve a coger la pierna y la pone sobre la suya, pero esta vez más estirada y con la mano sobre su rodilla para que no la pueda bajar. Al ver esa acción de su compañero, Antonio hizo lo mismo agarrando su otra pierna y poniéndola sobre la suya quedando así mi novia abierta de piernas entre los dos corneadores. Andrea tragó saliva sin decir nada. Disimulaba lo que podía, pero saltaba a la vista que estaba asustada y sentía no tener ningún tipo de control sobre esos dos individuos. Yo no me podía creer lo que estaba viendo. Me costaba entender que algo así estuviese sucediendo de verdad. Mi novia me pedía ayuda con la mirada para salir de esa situación, buscaba socorro en su hombre. Y yo sabía que debía hacerlo, no podía permitir que esos cabrones siguieran haciendo con ella lo que les daba la gana, pero... pero a la vez la veía ahí... tan indefensa, sexy, tímida y vulnerable a merced de esos dos macarras pervertidos que llevaban semanas deseándola. Esa maldita imagen que tenía delante se me hacía muy erótica y no entendía por qué... ¿Qué demonios me estaba pasando?
A partir de ahí, cambiaron la conversación a un tema mucho más sexual. Los corneadores empezaron a hacerle todo tipo de preguntas picantes como cuánto se masturba, qué posiciones le gustan, con cuántos ha estado, si es multiorgásmica, etc. Mi novia estaba roja de vergüenza y el sudor se notaba en su frente, les contestaba a todo, pero sin dar detalles para no avivar más el fuego. La verdad que era admirable cómo Andrea mantenía la compostura a pesar de que estaba descalza, y abierta de piernas entre esos dos hombres enormes que la tenían intimidada con su presencia y sus actos. Los miraba siempre a la cara para no mostrar debilidad lo que ocasionaba que girara constantemente la cabeza de izquierda a derecha para poder responderles a los dos. Ellos por su parte, reprimían sus ganas cada vez menos; Antonio había pasado su brazo izquierdo por detrás de ella mientras con su mano derecha le acariciaba suavemente la pierna. Ramón cuando no le tocaba su otra pierna, estaba frotándose el enorme bulto que le sobresalía por debajo del pantalón y le creaba molestias. Y todo eso mientras le hablaban continuamente sin dejar ningún espacio a un silencio incómodo.
—¿Y este te llega a hacer algo? —preguntó Ramón en tono burlón refiriéndose a mí.
—Sí, mi novio lo hace muy bien, estoy muy contenta con él. —respondió Andrea halagándome con una gran sonrisa. Lo cual me creó una sensación de orgullo por ver cómo me reivindicaba aún en un momento tan difícil.
—Jajajaja eso es porque aún no conoces lo bueno. —le soltó Ramón. —Vas a tener que ampliar el tatuaje que tienes por él jajaja —añadió mientras le metía descaradamente la mano por debajo de la camiseta y le acariciaba la barriga a mi novia ocasionando así la risa de su compañero por el comentario y la ya risa nerviosa de Andrea que no sabía qué hacer ante tal invasión de su espacio personal.
Yo llevaba demasiado rato inmóvil y atónito, con una parte de mí que rechazaba creer lo que estaba viendo, otra mitad consciente del peligro que clamaba por intervenir, una parte afirmando que no estaríamos a salvo si enfado a esos dos hombres y una pequeñísima parte que se moría de curiosidad por ver qué pasaría a continuación. Sin embargo, ese trato por parte de los corneadores que no paraban de posicionarme como alguien inferior a ellos junto a la evidente incomodidad y faltas de respeto que mi novia estaba sufriendo, me devolvieron a la realidad. «Mierda debo actuar ya de una vez por todas. A ver, ¿qué puedo hacer? Ellos son dos y yo uno. Además golpearon a uno igual que yo justo antes de venir aquí, ¿qué posibilidades tengo? ¿Qué solución podría haber? Piensa Felipe joder». Pero por lo visto, mi novia había perdido la fe en que yo hiciera algo así que decidió intervenir ella misma.
—Estoy sedienta de tanto hablar con ustedes. Voy a ir a por agua. —dijo Andrea con una falsa sonrisa intentando así escapar de esa peligrosa situación.
—Ah no tranquila, no te molestes. —respondió Antonio en tono amable. —Oye chaval, tráele agua a tu novia y a nosotros unas cervezas que tengas frías. —continuó mientras fijaba sus terroríficos ojos en los míos.
De repente, todo el salón de mi casa quedó en silencio y, por primera vez, yo era el centro de atención. «No joder, ni muerto haré eso. ¿Quiénes se creen que son para exigirme algo así?», pensé. Antonio me miraba intimidantemente. Ramón me volvía a observar de esa manera tan animal y Andrea me miraba con cierto interés, como sin entender la situación, pero curiosa de ver qué pasaba. Yo me sentía pequeño y con mucha presión sobre mí. Casi sin pensarlo y sin entender por qué, me levanté y fui a la cocina. Esos cabrones de mierda venían a follarse a mi Andrea y sin que mi opinión les importe lo más mínimo. Y yo... yo debía impedirlo, pero ahí estaba en la cocina cogiendo agua para mi novia y cerveza fría para ellos como un maldito sirviente. Me sentía patético a la vez que asustado. ¿Cuándo acabaría este maldito infierno? Me inundó el miedo de que aprovecharan para meterle mano a mi novia mientras no estaba presente así que traje todo lo más rápido posible. Por lo visto, eso lo confundieron con obediencia.
—Vaaaya Andreíta, no sabía que tu novio era tan servicial jajaja —rio Ramón mientras abría su cerveza y me señalaba que me sentara de nuevo en el mismo sitio.
Mi novia, como siempre, fingió una risa para acompañar a la de ellos mientras me miraba con incredulidad. Yo me sentía avergonzado, no sabía qué carajos hacer ni cómo salir de esto. Nuestro contacto visual fue interrumpido por los corneadores que, ya habiéndose mojado la garganta, siguieron con su pesado interrogatorio sexual hacia ella. Y bueno... de repente, lo hicieron. No sé que le habían preguntado, pero recuerdo que mi novia se estaba explayando y gesticulaba con las manos como buscando las palabras correctas cuando de pronto veo como Antonio la agarra suavemente por detrás de la cabeza y SE LANZA A BESARLA. A Andrea la tomó totalmente por sorpresa, se quedó de piedra y con las manos tensas sin saber cómo reaccionar. No se apartó aunque tampoco podía y su cara de asco evidenciaba su estado mientras Antonio comenzaba besándola muy suavemente, saboreando lentamente sus labios.
«¡¿PERO QUÉ?! Esto es imperdonable. ¿Pero quién se cree este hijo de puta para venir a mi propia casa y plantarle un beso a mi novia delante de mí?», pensaba mientras estaba totalmente estupefacto viendo tan imposible escena. Mi respiración y ritmo aumentaron por la rabia y los celos que se apoderaban totalmente de mi ser. «Hasta aquí. Esta tontería se acaba ahora mismo. A tomar por culo estos malnacidos impertinentes», hablaba en mi interior cuando, decidido a acabar con esta locura, me levanté y di un paso hacia ellos.
Nada más acercarme, Ramón se levanta y se planta enfrente de mí clavándome desde arriba una mirada tan penetrante y agresiva, casi psicópata que me caló totalmente hasta la médula. De repente me sentí pequeño ante él, vulnerable e incapaz. Su presencia me imponía superioridad y su agresividad corporal me provocaba miedo. Automáticamente mi cuerpo volvió hacia atrás y me senté de vuelta donde estaba. Tragué saliva y aparté la mirada. ¿Por qué demonios ese hombre provocaba tal efecto en mí? No me quedó otra que quedarme ahí. No estaba seguro ni si quería verlo. Y por desgracia, de nuevo Andrea no vio nada de esto debido a que el otro corneador la tenía ocupada. Antonio estaba prendido, la morreaba apasionadamente mientras con su mano derecha recorría con intensidad todo el cuerpo de mi novia de arriba hacia abajo. Ramón, por su parte, una vez que me senté, cambió de una actitud agresiva a una burlona vengativa, como si quisiera hacerme pagar por levantarme. Se sentó de vuelta y le cogió la pierna izquierda a Andrea poniéndola de nuevo sobre la suya. Levantó su enorme mano para mostrármela y la llevó al pie de ella. De ahí comenzó a subir muy lentamente mientras me miraba con su cara burlona sin perder detalle de mi reacción. El hijo de puta quería que viera cómo su mano empezaba por los dedos de los pies, subía por su pantorrilla, rodilla, muslo y siguiendo hacia arriba iba a acabar inevitablemente entre las piernas de mi novia. La rabia que ese cabrón me provocaba era demasiado. Mientras tanto, el intercambio de saliva entre Antonio y Andrea era demencial, ella no hacía nada, pero se dejaba hacer. La palpaba con su mano por encima de la ropa por todo el cuerpo, desde los pies a la cabeza; sus piernas, sus caderas, y sobre todo sus pechos, lugar en el que se decidió quedar. No sé si de manera instintiva o consciente, pero ella intentó poner sus manos tapando sus pechos para evitar el manoseo, pero, lejos de funcionar, hizo que el cabrón de Antonio le metiera la mano por debajo de la camiseta y empezara a tocarle las tetas en contacto piel con piel.
La mano de Ramón ya estaba por el interior del muslo, avanzando lenta e intrusivamente mientras él me miraba con una sonrisa de oreja a oreja sin perder detalle de mi reacción, como disfrutando de mi sufrimiento. Yo hervía de celos, rabia y furia. El muy hijo de puta me presumía en la cara que iba a meterle mano a mi novia en su lugar más íntimo. No quería que llegara ahí aunque tampoco me atrevía a hacer algo para impedirlo, sabía que no podía. Hacía movimientos como para levantarme, pero no llegaba a hacerlo por temor a su reacción. Sentía mucha impotencia y suspense combinado con un horrible sentimiento de culpa. Andrea tenía pequeños espasmos en la pierna al sentir esa mano acercándose cada vez más donde no debía. Puso su mano en la muñeca de él como para pararlo, pero a Ramón le dio igual y no se detuvo, incluso le hizo gracia por la forma en que me reía. Ella intentó cerrar las piernas, pero le era imposible por lo firme que la tenían agarrada. Su mano ya estaba a punto de llegar cuando se detuvo de repente. El cabrón me lanzó una mirada como vengativa, pero de burla y acto seguido LE METIÓ LA MANO ENTRE LAS PIERNAS a mi novia. Andrea soltó un profundo gemido ahogado en la boca del otro corneador retorciéndose al sentir la mano de ese desconocido frotándole el coño con intensidad por encima del leggin.
—¿Por qué muerdes, diablilla? Jajaja —preguntó Antonio mientras paraba de besarla por un momento y yo veía cómo se estiraba un hilo de saliva que unía ambas bocas. Vio la mano de su compañero entre las piernas de mi novia y me miró a mí riéndose.
Andrea, que por primera vez, no tenía a Antonio encima, lo primero que hizo fue mirar a Ramón e intentó apartarle la mano. Al cabrón le importó poco, respondió con una sonrisa y metió su otra mano por debajo de ella para tocarle el culo. Básicamente mi novia estaba sentada en la mano derecha de él con la cual le agarraba las nalgas mientras con su mano izquierda le frotaba intensamente el coño en movimientos lentos y circulares. Acto seguido, se lanzó a comerle la boca muy babosamente. Se veía cómo le metía la lengua hasta el fondo y después bajaba comiéndole el cuello. Aguantándose las cosquillas como podía, Andrea y yo hicimos el primer contacto visual desde que empezaron a besarla. Tenía los labios y la barbilla llena de babas, las mejillas rojas y estaba sudando, su mirada me transmitía una extraña combinación de miedo, vergüenza, impotencia y enfado hacia mí. Ella estaba a punto de decirme algo cuando, de pronto, Antonio la coge de la barbilla y la vuelve a pegar a su boca mientras jugaba con sus senos debajo de la camiseta. Ella intentó cogerle las manos, pero se notaba que no tenía fuerza para apartarlas. El corneador al ver ese intento por detenerlo, directamente le levantó la camiseta a mi novia dejándola totalmente con las tetas al aire.
Los corneadores se quedaron maravillados al ver las tetas desnudas de mi novia. Y para no maravillarse... Son medianas pero redonditas y firmes. Con pezones pequeños y rosados, con un lunar superior en cada una que hace forma de triángulo con el collar de un corazón imperfecto que le regalé en nuestro primer aniversario. —¡Qué tetitas tan ricas!— exclamó Antonio antes de meter su cabeza entre ellas y empezar a comérselas golosamente. Pffff ver todo eso me resultaba muy doloroso, ya que los pechos de mi novia es lo que más me gusta de ella, para mí es como algo “sagrado”, maternal incluso. Las tetas con las que en un futuro amamantará a nuestros hijos. Veía como ese cabrón se las comía, chupaba y lamía, cómo le succionaba y mordía los pezones y sentía que estaban “profanando algo especial, algo mío”.
Llegados a ese punto, ya estaba todo totalmente descontrolado. Yo no podía hacer otra cosa que ver a mi novia, a la mujer que amo, en el sofá con las tetas al aire y llenas de saliva, sudada, descalza, solo con sus leggings puestos, abierta de piernas entre esos dos corneadores enormes que hacían lo que querían con ella. Se la pasaban de boca en boca mientras la sobaban por todas partes y lo peor, ella les correspondía los besos. Ramón, habiendo ubicado su clítoris por encima del pantalón, aumentó el ritmo. Estaba claro que acertó porque le sacó un fuerte gemido. Andrea, automáticamente, intentó apartarlo, pero las pequeñas y femeninas manos de mi novia no podían mover de entre sus piernas la enorme y venosa mano de Ramón. Y en vez de apartarla él, le agarró la mano izquierda a mi novia para que no molestara y se la puso encima de su enorme bulto. Andrea soltó un largo “hmmmmm...” al sentirle la polla al corneador y empezó a tocársela por encima del pantalón. Ramón me miró riéndose con una cara de victoria mientras le seguía frotando el clítoris. Unos celos ya conocidos me atravesaron. Entiendo que para ella fuese algo fuerte porque ya le había visto la polla en foto a Ramón aquel día y que fue él quien la obligó a tocársela, pero me jodía que le gustara lo que estaba sintiendo. De repente, veo como ella misma, con su otra mano empieza a buscar el bulto del otro corneador. Era la primera vez que mi novia tomaba una iniciativa sexual hacia ellos, no podía creerlo, me jodía mucho ver en ella deseo sexual hacia otro hombre que no fuese yo. Pero, joder, yo tenía la culpa de todo esto...
Antonio al sentir la mano de mi novia sobre su enorme bulto, se volvió totalmente loco. Se levantó y se quitó la camiseta. Cogió brutamente a Andrea por los aires y la tiró bocarriba en el sofá, en la L donde yo estaba sentado por tanto la tenía más cerca. Le quitó los leggings y los lanzó lejos. Por un momento, ambos corneadores se quedaron de pie contemplando en silencio la blanca y cálida desnudez de mi novia. Ella estaba tumbada, solo con sus braguitas rosas puestas, el cabello recogido en una coleta, sus tatuajes y las uñas pintadas de rojo conjuntando con el rojo de sus labios y pezones. Se tocaba el cuerpo y pataleaba tímidamente entre risas nerviosas sintiendo la pesadez de esas miradas sobre ella como en una mezcla de miedo, curiosidad e incertidumbre. Antonio le quitó las bragas a mi novia dejándola completamente desnuda en el sofá ante ellos. Entonces, noto cómo él me mira y, de repente pum, me lanza fuertemente las bragas a la cara tomándome totalmente por sorpresa.
—Esto es lo único que tendrás de tu novia esta noche. —sentenció el corneador en tono serio y autoritario. Ramón soltó su típica y repugnante carcajada tras el comentario de su compañero.
«Qué maldito hijo de puta...», fue lo único que pude pensar en ese momento. Me sentía humillado delante de mi chica y odiaba a ese cabrón con todas mis fuerzas, pero odiaba más aún no poder decirle nada. Para el colmo, las bragas de mi novia están mojadísimas. Sé de sobra cómo se moja Andrea y aquello era exagerado, estaban empapadas. Por una parte me dolía la situación, pero por otra el rico aroma a su coño que desprendían me estaba excitando. ¿Cómo era posible sentirse humillado y excitado al mismo tiempo?
A Andrea, le pareció muy extraño ese comportamiento, no entendía por qué me trataban así. Se notaba en su lenguaje corporal porque estaba cerrada de piernas, con su brazo se tapaba los pechos y con su otra mano la ingle mientras miraba con desconfianza y timidez lo que ocurría. Antonio pareció percatarse de esto y se acercó a ella. Se puso por encima, le cogió las manos con las que cubría sus pechos y las separó pegándolas al sofá e inmovilizándola prácticamente. Tras mirarla a los ojos, comenzó a besarla suavemente y continuó bajando comiéndole el cuello, los hombros y el pecho hasta detenerse en sus tetas. Mi novia estaba con los ojos cerrados y la boca entreabierta, sin resistirse. El corneador siguió bajando besándola por la barriga y ella se contraía a cada tacto. Al llegar al pubis, se detuvo en seco y hubo un segundo de suspense en el que ella permaneció encogida y en tensión pensando que la boca del corneador iría a por el centro de su cuerpo... pero no. Él siguió bajando por su pierna, besándola por la ingle, el muslo y la pantorrilla hasta el pie. Subió por su otra pierna y al llegar por la ingle, volvió a hacer el amague acercándose a su coño haciendo que Andrea vuelva a ponerse en tensión peero no. Cuando parecía que lo iba a hacer, le dio de repente la vuelta a mi novia poniéndola bocabajo y empezó a devorarle las nalgas como loco. Andrea reía y pataleaba por las cosquillas que le provocaba. Se la comió entera, le besó toda la espalda, le agarraba el culo y en unos de los movimientos, pasó su lengua lentamente desde sus nalgas cruzando la espalda y el cuello hasta llegar a su oreja, donde Andrea se sobresaltó en risas por las cosquillas que sentía. Joder, yo estaba flipando viendo todo eso.
Finalmente, la volvió a poner bocarriba y la abrió de piernas. Ambos corneadores se quedaron embobados contemplando el coño desnudo de mi novia. Yo, desde mi ángulo también lo veía y, joder, aunque lo conozco muy bien parecía que estaba más precioso que nunca: depilado, cerrado, sudado, con labios rosados poco pronunciados y muy simétricos dando forma de empanada. El clítoris notablemente hinchado y todo brillaba de lo mojado que estaba. Ella, avergonzada se tapaba la cara y miraba hacia otro lado donde, desafortunadamente, hizo contacto visual conmigo. Su mirada me transmitió vergüenza, se avergonzaba de estar desnuda con otros hombres frente a su novio. Aunque se le escapaba una media sonrisa que me dejaba claro su excitación y curiosidad. Antonio no esperó nada. Me miró riendo y acto seguido, metió la cabeza entre sus piernas y empezó a comerle el coño a mi novia. El contacto visual entre nosotros se interrumpió por cómo Andrea se estremeció arqueando la espalda al sentir la boca del corneador sobre su vulva.
Para que os hagáis una idea, a Andrea que le hagan sexo oral nunca le ha gustado tanto como a las demás chicas. A mí me encanta y siempre he intentado hacérselo, pero pocas veces me ha dejado. Según ella, no tiene mucha sensibilidad así y la boca tiene muchos gérmenes. Pero yo nunca me rendí porque mi fantasía siempre ha sido sacarle un orgasmo por cunnilingus a mi novia, algo que nunca tuvo y yo quería ser el primero, incluso buscaba tutoriales en Internet de cómo lograrlo. Por eso me jodía tanto lo que estaba pasando: Antonio le estaba comiendo el coño a mi novia con unas ganas demenciales, lo gozaba como si fuese un caramelo y sonaba como un perro bebiendo agua. Andrea gemía y se encogía de placer, agarraba la cabeza del corneador con los ojos entrecerrados mientras apretaba y aruñaba con fuerza la tela del sofá.
—¿Qué chaval? ¿Se te ha levantado la pollita viendo cómo lo hacen los profesionales? Jajaja —rio Ramón señalando mi erección bajo el pantalón mientras le giraba la cabeza a Andrea hacia mí para que lo viera. Vi en ella una mirada de curiosidad acompañada de una sonrisa antes de volver a perderse entre gemidos. Yo estaba avergonzado y me tapaba. Ramón empezó a besarla y comerle las tetas mientras Antonio seguía comiéndole el coño como si de un dulce se tratara.
«¿En qué momento se me puso dura y por qué? Ni lo había notado, ¿cómo es esto posible?», las preguntas empezaron a rondar por mi cabeza. «Estos abusones de mierda se van a follar a mi novia en mi cara y encima burlándose de mí tratándome como a un tonto. Los odio y les tengo mucho rencor, pero, ¿por qué mierda me siento tan excitado? Esto no es normal, es patético por mi parte. ¿Qué pensaría mi padre si me viera así?», pensaba. «Bueno, aún no ha sucedido lo más grave, todavía estoy a tiempo de evitarlo y demostrar que soy un hombre. A ver piensa Felipe, ¿cómo podrí...»
—OOOOOOOOOOOOOOOOOOOH...
Me sacó totalmente de mis pensamientos el grito de mi novia CORRIÉNDOSE EN LA BOCA del corneador.
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¿Qué os está pareciendo el relato de momento? ¿Qué situación o partes os has resultado morbosas? Me viene bien vuestra opinión ya que dudé mucho de si contar o no mi experiencia.
Siempre he sido alguien atraído por lo romántico, por aquel amor que veía de pequeño en las pelis, nunca por la promiscuidad y relaciones vacías que el resto de la juventud comparte. Por suerte, encontré justo lo que buscaba. Mi novia se llama Andrea, tiene 24 años. Físicamente es bajita, delgada, cabello moreno largo y lacio, ojos oscuros que atrapan y una sonrisa encantadora en su ya bonito y suave rostro. Es blanquita de piel con tonos rosados y algún que otro tatuaje discreto, pechos medianos, abdomen plano y caderas estrechas pronunciando un culo redondito y respingón. Siempre aparenta tener menos años de los que tiene. Es una chica tierna, pero determinada, de naturaleza tímida y simpática, pero con carácter cuando toma confianza. Con un corazón enorme siempre dispuesta a ayudar a los demás lo merezcan o no. Muy inteligente, optimista y con fe en las personas. Apasionada de la lectura y el aprendizaje. Es muy poco fiestera aunque no por eso menos sociable. Al igual que yo, prefiere una noche tranquila con su pareja antes que una discoteca con alcohol y descontrol. Llevamos 5 años de bonita relación desde el bachillerato. Nos entendemos muy bien y sabemos complementarnos. En todo este tiempo habremos discutido solo un par de veces y en todas ellas lo hemos resuelto bien pensando en los dos a pesar de estar viviendo juntos desde hace 1 año y viéndonos cada día. Conmigo siempre ha sido muy detallista y cariñosa, jamás he dudado de su amor y ella tampoco del mío al igual que jamás le he sido infiel y ella tampoco. Obviamente yo siempre le he correspondido. Soy rubio de ojos azules, delgado y de altura 1,76 m. Sexualmente siempre hemos estado muy bien y nos hemos complacido mutuamente a pesar de que ambos tuvimos otras parejas antes de conocernos.
Hace unos meses, descubrí el concepto “cuckold” viendo pornografía en Internet. Maridos que disfrutaban ver a su esposa teniendo sexo con otros hombres. ¿Cómo era posible algo así? Me parecía patético e inmoral, pero a la vez me dio curiosidad seguir investigando sobre el tema. Indagando en la web, descubrí ---- -------, un chat anónimo en el que había un canal llamado #--------. Yo pensaba que el cuckold era una invención del porno porque no sabían qué más vender, pero me sorprendió mucho ver la cantidad de personas que lo practicaban incluso gente de mi zona o provincias cercanas. Les pregunté por qué hacían eso a algunos de los que hablaban por ahí cuando de repente me llega un mensaje privado de un tal “MachoDom40” preguntándome: —Tu tienes pareja?—. Yo respondí que sí y él me dijo: —Mi amigo y yo queremos hacerte unas preguntas—. Intrigado, entré a la sala privada que me invitaron y ambos empezaron a hacerme mil preguntas sobre mi chica, sobre mí y nuestra relación. Comenzaron con preguntas típicas de nombre, edad, de dónde somos, cómo somos físicamente, a qué nos dedicamos, cuánto tiempo llevamos juntos, etc. Continuaron con preguntas más personales y centradas en mi novia; su personalidad, sus defectos y virtudes, qué me gustaba de ella, qué ha estudiado, cómo nos conocimos, etc. Terminaron preguntándome cosas muy íntimas desde cuánto sexo solemos tener, qué posturas le gustan a ella, qué hemos experimentado a cosas como la forma de su vagina, sus tetas o culo. Querían saberlo todo sobre nosotros. Aunque me extrañaba mucho eso, yo respondí a todo con sinceridad porque pues era un chat anónimo y no tenía peligro. Además, ¿a quién no le gusta hablar de su vida? Finalmente, me pidieron una foto de mi novia, decían que sentían mucha curiosidad por verla. Dudé al principio, pero pensé que si es una donde no es reconocible, no pasaba nada. Así que les envié una foto donde Andrea salía de espaldas con un unos pantalones cortos y un top en una excursión que hicimos a la montaña. Los dos se sorprendieron al ver cómo era y no paraban de hablar sobre sus curvas y lo buena que está, a lo que yo me sentí bastante halagado. Razón para enviar dos más del mismo estilo ante las insistentes peticiones de esos dos desconocidos. Uno de ellos me preguntó: —La amas de verdad?—. Contesté que por supuesto, que me siento muy enamorado de ella y que es la mujer de mi vida con la que quiero formar una familia. Me felicitaron por la respuesta con un —Perfecto, es justo lo que buscábamos.—. El otro comenzó a presentarse y a contarme por qué me habían llamado a esa sala: —Me llamo Antonio y él es mi compañero Ramón. Ambos tenemos 40 años. Somos corneadores expertos en parejas jóvenes desde hace muchos años. Nos conocimos en la mili, pero nunca hemos corneado juntos y por eso estamos aquí. Nos ha encantado tu novia y nos la queremos follar. ¿Estás de acuerdo con eso?—.
Me quedé estupefacto, no me esperaba algo así y menos tan directo. Ahora comprendía el por qué de ese interrogatorio tan extenso y que no solo preguntaban por aburrimiento. Mi respuesta natural, evidentemente, era un NO, pero la verdad que había disfrutado de la charla y sabía que decir la verdad significaba que se fueran. Al fin y al cabo era un chat anónimo de Internet en el que bastaba con cerrar la página para que nada de eso hubiera pasado. Así que mentí y les dije la frase de la que me arrepentiré siempre: —Sí, estoy de acuerdo—. Los corneadores celebraron con entusiasmo mi decisión diciéndome cosas como “eres muy valiente chaval”, “has elegido lo correcto”, “pocos se atreven” y “esto os unirá como pareja”. Yo aún algo intrigado por todo esto pregunté: —Pero, ¿por qué os la queréis follar?— Antonio me contestó: —¿En serio preguntas eso? Somos machos maduros y ella una jovencita ventiañera. Tu novia es un bomboncito para nosotros—. Ramón escribió: —Tu novia es justo el tipo de chica que nos da morbo; blanquita y hermosa con cara de tímida, joven e inexperta pero con un cuerpazo. Qué bien nos lo vamos a pasar inseminándola.— Yo estaba atónito con sus respuestas y descripciones. Descubrí algo que nunca había sentido antes y eso me descolocaba. ¿Acaso me gustaba que mi novia guste a otros?
Me dijeron de seguir en contacto por otro sitio y me enviaron un enlace de Whatsapp. Al entrar, vi que era un grupo de casi 20 personas. Pregunté por el grupo qué era eso y me respondieron: —Este es nuestro grupo privado y exclusivo de corneadores. La mayoría somos de España aunque también hay algunos de Latinoamérica. Aquí todos nos conocemos y nos tenemos confianza y si te hemos invitado es porque confiamos en ti. Todo lo que hablemos a partir de ahora será por aquí—. Me presentaron al grupo como “este es el chaval que nos va a entregar a su novia”. Muchos me saludaron alegremente felicitándome por mi “decisión”. Los saludé de vuelta y los del grupo comenzaron su también respectivo interrogatorio sobre mi pareja y yo, incluso más extenso que el anterior debido a que eran más personas preguntando al mismo tiempo. Tanto, que hasta me costaba responder rápido a todo. Me abrumaba tanto interés, pero a la vez me hacía sentirme de alguna manera especial y popular sobre todo siendo un grupo tan “selecto” como me lo habían descrito. Claramente me pidieron ver a Andrea y pronto las fotos de la montaña ya no eran suficientes. Y ahí estaba yo a las tantas de la mañana enviando fotos de mi novia a un grupo de desconocidos y sin saber muy bien por qué. Si ya antes sentía que me gustaba que mi novia guste a otros solo con los dos corneadores, ahora tenía a casi 10 pervertidos a la vez comentando cada foto. Se sorprendían, la analizaban, describían con detalles qué les gustaba de ella (cada uno con sus fetiches) y la morboseaban al máximo. Hasta me hacían ver detalles sexys de Andrea en los que nunca me fijé. Me sentía afortunado y mi ego estaba por las nubes viendo cómo tipos experimentados que han estado con tantas mujeres, se volvían locos con mi novia. Me hacían sentirme muy hombre por tenerla.
Así pasaron unas dos semanas en las que, cada dos días mínimo, los corneadores me mencionaban en el grupo preguntándome sobre mi chica, pidiendo más fotos y morboseándola. Acabé pasando fotos de ella en bikini o en la playa y lo peor es que esperaba con ansias sus reacciones sin entender muy bien por qué. Lo raro, además, es que siempre Antonio y Ramón estaban activos y dispuestos para darme conversación junto a varios participantes del grupo. Hasta que un día, Ramón me etiquetó diciendo que ya es hora de decírselo a Andrea. Me comentó que no le podía decir que ellos son corneadores porque eso la espantaría. Así que le tendría que decir que son una especie de “voyeurs” que les gusta ver a parejas teniendo relaciones y nada más. Y para corroborarlo, me hizo fingir una conversación con ellos donde todos aparentan serlo y los comentarios eran mucho más suaves. Me explicó que cuando estuviera a solas con Andrea, empezara a tocarla y masturbarla. Y estando en su punto más caliente, soltarle el tema. Ver ese mensaje me entristeció porque obviamente yo a mi novia no le iba a decir nada de esto y al ver que no hay avance, ellos iban a dejar de hablarme o me expulsarían del grupo. Di por hecho que esa extraña diversión ya se había acabado. Pasaban los días y los corneadores no dejaban de preguntarme si ya lo había hecho. Yo les daba largas intentando mantenerlo un poco más, sin embargo, en mis momentos más personales, no dejaba de resonar una pregunta en mi cabeza: «¿Y si lo hiciera?». Volvía en mí y me convencía de que algo así nada bueno podría traer. Pero, ¿y cómo sería juntar mi mayor morbo sexual (mi novia) con el segundo mayor (los corneadores)? ¿Qué pasaría si ella viera el chat? Tenía ese duende constantemente, pero no, no debo hacer eso.
Hasta que un día en el que se ve que no dormí mucho, se me fue totalmente la cabeza y lo hice. Seguí las instrucciones de Ramón: Estando con ella en la cama, le di mimos hasta que se calentó y luego la empecé a masturbar. Cuando noté que estaba muy excitada, me detuve diciéndole: —Mira lo que encontré el otro día en Internet— y le enseñé la conversación con los supuestos “voyeurs”. Al segundo después de hacerlo, me arrepentí totalmente. Sentía un nudo en el estómago esperando una mala reacción por su parte. «Mierda Felipe, ¿qué has hecho?», pensaba. Pero, para mi sorpresa, Andrea que lo había leído todo me devolvió el móvil con un simple —qué cosas tan raras haces a veces— sin darle mayor importancia. Le interesaba mucho más que la siguiera tocando. Mi alivio fue notorio y, extrañamente, también lo fue el entusiasmo con el que al día siguiente les relaté lo ocurrido a los corneadores. Éstos se motivaron como nunca felicitándome por mi buen trabajo y pidiéndome fotos e información de ella más que de costumbre.
Desde ese día, el que yo hablara por el grupo de Whatsapp se convirtió en una especie de morbo para nosotros como pareja. Muchas veces, ella veía lo que conversaba con ellos, yo disimuladamente me calentaba y acabábamos teniendo sexo. Incluso con el tiempo, me dio permiso para enviar alguna que otra foto normalita (las mismas que ya pasé yo hace tiempo). Los corneadores hacían lo suyo morboseando las imágenes y hablando de ella. Le pregunté una vez si se sentía incómoda con eso y me dijo que no le molestaba tener un pequeño “grupo de admiradores virtuales”. Yo la verdad, que no sentía celos con todo eso y era raro porque suelo ser muy celoso por naturaleza aunque lo disimulo muy bien. Hasta un día en el que yo me encontraba en la cama hablando con los corneadores y Andrea estaba en la ducha. Uno de ellos me preguntó: —¿Tu novia usa más tangas o bragas?—. «Qué pregunta tan rara» pensé. Cuando salió de la ducha le pregunté y me dijo que depende de la prenda que se ponga, pero normalmente con las bragas está más cómoda. Lo puse en el grupo y de repente Antonio me suelta: —Queremos que tu novia nos mande una foto en tanga—.
—Pffff, pero qué flipaos lo que piden. —murmuré solo.
A eso que veo como Andrea viene a mí, mira el mensaje, se queda pensando y me quita el móvil sin decir nada. Se va al cajón, escoge varios tangas, se hace varias fotos en el espejo y viene con una elegida para que la envíe al grupo. … ¿Pero qué cojones fue eso? Es verdad que no se le veía el rostro y se tapaba las tetas, pero, joder, ¡mi novia le está mandando una foto en tanga a otros hombres! Aunque no dije nada, sentí celos por su repentina y extraña iniciativa tan poco común en ella. Aunque por otra parte, veía la imagen y pensaba: «Joder, si por una foto vestida la morbosean a full, con esta se volverán locos». La analicé unos segundos: Mi novia de pie frente al espejo, solo con un tanga negro mientras su blanca desnudez brillaba. Con la mano derecha sostenía el móvil mientras con el otro brazo tapaba lo que podía de sus pechos. La pierna izquierda adelantada y casi suspendida en el aire dando total protagonismo al ave fénix que tiene tatuado en la cadera al cual el hilo del tanga separa en dos mitades mientras de fondo resalta la forma de su nalga, muslo y pierna. Casi como si la pose hablara diciendo: “Esta soy yo”. No me lo pensé ni un momento y le di a “Enviar”. Esperaba unas reacciones fuertes, pero el grupo se quedó totalmente en silencio viéndola. Hasta que, de repente, Ramón envía una foto.
—¡Qué asco! ¡Ha mandado su polla empalmada! —reaccioné para mí mismo por la repulsión de ver esa imagen.
Y Andrea, que estaba al otro lado de la habitación exclama: —¡¿A VER?!— y viene a vérsela al tío ese... Sentí una punzada de celos y más cuando al ver la imagen escucho cómo se le escapa en voz baja un “Ostias qué pedazo de polla...” Debió darse cuenta del error por la forma en la que la miré porque añadió —Pero seguramente no es suya y la descargó de Internet— mientras se alejaba para no darle más importancia al asunto. Me quedé con un mal sabor de boca y pensativo, nunca la había visto reaccionar así. Así que me distraje con las reacciones de los corneadores que estaban totalmente locos tras ver a mi novia en tanga. El chat estaba ardiendo y más cuando Ramón me preguntó cómo reaccionó Andrea al verle la polla. Conté lo sucedido ocasionando así la risa de todos. Desde entonces, el grupo se volvió más activo, pero yo me lo pasaba cada vez peor. A mí lo que me gustaba era que mi novia guste a otros, nada más que eso, pero desde la foto en tanga, las conversaciones pasaron de ser “qué buena está tu novia” a “cómo me voy a follar a tu novia” llegando incluso a darme asco ciertos comentarios.
EL DÍA DEL ENCUENTRO
Era un sábado y yo estaba en el salón viendo la tele cuando vino Andrea a traerme el teléfono porque me había llegado una notificación del grupo. Al desbloquearlo, lo miramos los dos y era Antonio diciendo: —Chaval, queremos ver hoy a tu novia. ¿Dónde os encontramos?— ... ¿Pero qué? ¿Qué fue eso? Andrea y yo nos quedamos mirándonos el uno al otro incrédulos. ¿En serio esos tíos querían venir a vernos? Nuestra conclusión fue que no. O sea, ¿quién en su sano juicio va a ir a una ciudad lejana que no conoce para ver a una pareja que no conoce y solo ha visto fotos? Jamás habíamos hablado por voz o audio y ella nunca escribió nada al grupo. Además de lo directo del mensaje, si fuese real habría dicho algo más suave tipo “podemos conocernos en persona” o “vamos a ir a tomar algo por ahí”, no sé. Por responder algo, les envié una ubicación, pero no de mi casa, sino de varias calles más allá para ver lo que decían. Un “salimos en 10 min” o “en 2 horas estamos allí” habrían confirmado su intención, pero vieron todos el mensaje y nadie dijo nada. Obviamente dimos por hecho que no era verdad y que tal vez se trataba de alguna forma de avivar la fantasía virtual en la que últimamente yo participaba menos. No le dimos importancia y esa tarde salimos a correr juntos, ya que era un reto que llevábamos cumpliendo varias semanas. Ya de vuelta en casa cuando estábamos mirando en mi móvil los kilómetros hechos, apareció arriba el mensaje que nos jodería todo: “Estamos por San Juan” (A 20 min en coche de nosotros).
Nos quedamos totalmente atónitos. Para nosotros, esto siempre había sido una tontería virtual que mirábamos de vez en cuando y que nunca debía salir de ahí. Pero en ese momento, nos dio el golpe de realidad de que esos tipos iban a venir en serio. Andrea se puso histérica y empezó a regañarme diciendo que para qué hago cosas raras en Internet, que esto era culpa mía y yo lo debía de resolver. Me dijo que fuera y les dijera a los dos que lo sentimos, pero al final hemos decidido no hacerlo. Alguno podría pensar que yo sentía algún tipo de morbo con eso, pero nada que ver. En ese momento, la verdad que me sentía como una mala persona. Los corneadores me dijeron desde principio alto y claro quiénes eran y qué buscaban. Pude haberles dicho desde el inicio que no y nada de esto habría ocurrido. Pero por mi egoísmo de tener su atención un tiempo más y seguir siendo popular, les mentí diciendo que estaba de acuerdo para hacerlos creer que pasaría cuando realmente no quería eso ni iba a aceptar jamás tal locura. Ni yo, ni ella. Con todo esto en la cabeza, pequé de bondadoso y le dije a mi chica lo que ahora sé que fue lo más estúpido que he dicho en mi vida: —Si se lo toman mal, que lógicamente lo harán, que se vayan y ya está. Pero si se lo toman bien y entienden que no pasará nada, ¿y si los invitamos a comer al menos? Si resultan ser buena gente, me sentiré mal conmigo mismo por hacerles esto—. Andrea lo entendió y dijo que si ellos verdaderamente comprenden y aceptan que no pasará nada sexual pues sí, ella no tiene problema. Con esto establecido, fui al encuentro de los corneadores que ya estaban por llegar. En el fondo tenía la esperanza de que fuese todo una broma y realmente no estuvieran aquí. Llegué al aparcamiento y vi a dos hombres bajarse de un coche grande.
—Ellos no pueden ser. —pensé.
—¡Qué pasa chaval! –decía uno de ellos alegremente saludándome a mí.
Era imposible que fuesen ellos. Andrea y yo nos los imaginábamos como los típicos viejitos verdes con cuerpo escombro porque si buscas sexo por Internet es que muy desesperado debes de estar, a veces hasta nos reíamos de ellos bromeando entre nosotros. Pero de repente, tenía frente a mí a dos hombres enormes, me sacaban una cabeza de altura cada uno y eso que yo no soy bajito. Ambos con sus barrigas cerveceras y poco pelo en la cabeza pero de espalda ancha, fuertes y robustos. Daban la sensación de trabajar con cosas pesadas y saltaba a la vista su pasado militar con sus brazos grandes y llenos de venas adornados con tatuajes típicos. Me miraban fijamente a los ojos casi sin pestañear, su presencia era notable e imponían mucho respeto. A pesar de sus apariencias, ambos me saludaron simpáticamente aunque con un apretón de manos que casi me dejan la mano dormida. Joder, ¿cómo decirles ahora a estos tipos que en realidad fue mentira y deben volverse por donde han venido? Y más cuando en el “¿y vosotros qué tal?” me cuentan que tardaron un poco porque se toparon con un chaval así como de mi edad que se les puso chulo en el tráfico y tuvieron que inflarlo a ostias. Yo no sabía cómo reaccionar a eso e instantáneamente me preguntaron: —¿Por dónde es?—.
—Ehh por aquí... —tartamudeé casi sin pensarlo y comenzamos a ir en esa dirección mientras pensaba en cómo darles la noticia.
Pero no lo conseguía y eso me tenía muy nervioso y estresado. A lo largo del trayecto los corneadores no paraban de hablar de cosas normales y cotidianas. O sea siempre desde que los conocí, el tema de conversación principal era “mi novia” y “sexo” pero en persona no mencionaban nada de eso como para yo poder soltar un “hablando de eso, al final hemos decidido no hacerlo”. Eran simpáticos conmigo y bromeaban, pero a penas me dejaban hablar. Una vez intenté meter el asunto, pero me cambiaron de tema no sé si conscientemente o sin darse cuenta por hablar tanto y no me atreví insistir porque me inquietaban sus posibles malas reacciones. Estábamos casi llegando a casa cuando, para calmarme un poco, pensé: «Bueno, mejor se lo digo junto con mi novia para que así tenga más efecto». Total que llegamos a casa y yo estaba muy tenso porque es que imagínate la mala situación que había creado: Para Andrea, si yo llegaba solo era porque los dos tíos del grupo se lo tomaron mal y se fueron. Y si venía acompañado, ellos entendían que no iba a haber nada sexual ni voyeur y solo venían a comer y se irían tras eso. Pero para los corneadores, venían a follarse a mi novia delante de mí y con mi previo consentimiento. Sentía que debía resolver esa situación cuanto antes.
Al entrar al salón, mi novia se quedó totalmente sorprendida al verlos. Lo primero porque no se esperaba que vinieran, de hecho, ni siquiera preparó platos para dos personas más. Y lo segundo por el gran físico y apariencia imponente tan distinto a cómo creíamos que serían. No tuve otra que hacerles la presentación: —Antonio y Ramón, ella es mi novia Andrea y Andrea, ellos son Antonio y Ramón—. Ambos la saludaron formalmente con dos besos en la mejilla mientras no paraban de mirarla y sonreír. Nos sentamos en la mesa a comer y los corneadores empezaron a darle conversación a mi novia ya casi olvidándose de mí. Le hablaban y bromeaban de cosas normales y Andrea era simpática y respetuosa con ellos igual que lo es con todo el mundo. Quiero dejar claro que hasta ese momento yo no había sentido ningún tipo de morbo o algo que influyera en mis acciones. Hasta que vi cómo los corneadores se quedaban embobados mirando a mi novia cuando se levantaba para ir a la cocina o a hacer algo. Volvió en mí el “me gusta que mi novia guste a otros” y si me molaba cómo ellos morboseaban sus fotos, ahora la tenían justo delante viéndola. Y eso que Andrea tampoco iba vestida muy sexy que digamos. Habíamos recién llegado de correr y no nos dio ni tiempo de ducharnos, ella iba con camiseta blanca normal, leggings negros largos, unas zapatillas blancas de deporte y el pelo recogido en coleta. Aunque es verdad que toda ropa le queda bien. Pero a pesar del morbo reitero que si en ese momento me preguntas si quiero que se follen a mi novia te digo claramente que no. No era un loco, solo estaba en medio de una situación embarazosa.
En medio de la charla veo que Andrea se levanta, se sienta en el sofá y enciende el televisor. Me di cuenta al instante de lo que estaba haciendo; habíamos terminado todos de comer hace rato y ya era hora de que los dos tipos se fueran a sus casas por eso empezó a darle más atención a la tele mientras le hablaban para que se sintieran incómodos y se fueran. Era ahora o nunca para darles la noticia de que no habrá nada y deben irse. Así que me levanté también y me senté al lado de ella para decírselo los dos. Por fin podría poner punto y final a este incómodo malentendido. Y mientras ordenaba en mi cabeza cómo decirlo veo que los corneadores se levantan, vienen hacia nosotros y me miran fijamente.
—Levántate.— me dijo Antonio.
Me levanté confuso sin entender nada de lo que estaba pasando y Antonio se sentó en mi lugar al lado de mi novia pegado a ella. Ramón hizo lo mismo y se sentó a su izquierda quedando Andrea entre los dos corneadores. El mismo Ramón me señaló que me sentara cerca de él en el sofá, que al ser en forma de L, estaba muy cerca de ellos pero sin tocarlos, a la izquierda. ¡¿Qué demonios había pasado?! Andrea me miraba con una cara de “¿Pero qué cojones?” sin saber cómo reaccionar y yo tampoco. Ellos como si nada, siguieron conversándole con el tema que tenían en la mesa, pero esta vez Antonio se interponía entre la tele y ella así que ya no podía ignorarlos. Se limitaba a seguir la charla disimulando su evidente incomodidad. Yo, sin embargo, me empecé a resentir mucho. ¿Cómo se atrevían a darme órdenes a mí en mi casa? ¿Quiénes se creen que son para sentarse al lado de mi novia? Me sentía tonto por levantarme fruto de la confusión cuando me lo dijeron y mi orgullo masculino estaba herido. Así que empecé a entrar forzosamente en la conversación a modo de “marcar presencia”. Ellos me ignoraban, pero Andrea trataba de incluirme para que la presión no fuera toda para ella. No recuerdo qué dije cuando, de repente, Ramón (que estaba más cerca a mí) me clava una mirada muy penetrante con los ojos abiertos casi como saliendo de sus cuencas, la nariz más abierta y la mandíbula apretada mientras levantaba su dedo en señal de “Silencio”. … No sabía cómo reaccionar a eso, nunca he permitido que nadie me faltara el respeto, pero ese hombre me daba muy mal rollo. Su forma tan agresiva de mirarme, sus gestos, sus pintas, su presencia y encima su compañero al lado. No me atreví a abrir más la boca. Por desgracia, Andrea no vio eso, ya que en ese momento estaba girada a la derecha hablando con Antonio.
Lo extraño es que los corneadores no mostraban ninguna intención sexual. Hablaban con ella de cosas muy normales y divertidas como puedes hablar con cualquiera. Tampoco la tocaban más allá de la rodilla o la espalda un poco entre broma y broma pero nada impertinente. Tanto, que llegué a notarla bastante cómoda y a gusto charlando entre esos dos desconocidos. También es verdad que Andrea es una cotorra, si le das tema de conversación puedes estar hasta mañana hablando con ella. Más aún cuando ellos metieron el tema de los tatuajes que justo es algo que a mi novia le fascina. Tiene varios por el cuerpo aunque la mayoría discretos y ocultos. Para ella, todos tienen un significado especial representando una etapa de su vida o un recuerdo. Los corneadores le pedían que les enseñe alguno y ella ilusionada les mostró uno de la muñeca y su interpretación. Describió otro que tenía en el pie, pero no se veía a lo que Ramón, de repente, en tono caballeresco le dice: —Ah no tranquila, faltaría más—. Entonces se estira y, sin pedir permiso alguno, le quita las zapatillas y los calcetines a mi novia dejándola descalza con la excusa de verle el tatuaje, casi a modo de cortesía, como si le hiciera un favor. Andrea, sorprendida, me miró con cara de preocupación esperando que yo dijera algo, pero yo... yo no sabía qué hacer. No dije nada y ella tampoco se atrevió.
—Qué chulo te combina el tatoo con las uñas pintadas de rojo, niña. —dijo Ramón en modo pícaro mientras se lo tocaba ocasionándole ciertas cosquillas.
Mi novia le agradeció el cumplido con una risa nerviosa antes de volver a mirarme esperando respuestas por mi parte. Al ver que yo no reaccionaba, decidió tomar ella la iniciativa.
—Ya es de noche, ¿no se les va a hacer tarde? —preguntó esperando a que captaran la indirecta.
—Jajaja no podemos irnos sin antes ver tus tatuajes, Andreíta. Nos tienes muy intrigados. —respondió Antonio sonriendo con una descarada labia y sin ningún atisbo de incomodidad.
—Seré rápida entonces jaja, solo tengo dos más y tampoco quiero quitarles mucho tiempo. —respondió mi novia con una risa simpática. Prosiguió a enseñarles uno que tiene en la espalda cerca del cuello que era ya el penúltimo visible. Parece ser que su pregunta para incomodarlos surtió el efecto contrario, ya que los corneadores se volvieron más atrevidos aún. Aprovechaban para acariciarle el tatuaje y pegarse más a ella, tan cerca que hasta respiraba sus alientos. Cuando Andrea les dijo con orgullo que el corazón rojo atravesado por una flecha que tiene tatuado en el abdomen es por su novio, los corneadores me miraron y soltaron una carcajada al unísono. «¿De qué mierda se ríen?», pensé. No me estaba gustando nada esta actitud burlona de ellos como si yo fuese menos. Mi novia tampoco entendía qué había dicho gracioso y miraba confusa. Rieron, pero no dijeron nada y se enfocaron en el tatuaje. Vi cómo al ponerle Ramón la mano encima para tocarlo, a mi novia se le encogía involuntariamente la barriga. Aunque todo eso era muy raro, seguían sin demostrar ninguna intención sexual que hiciese sonar las alarmas. Hasta que de repente...
—Pues a mí me gusta mucho el que tienes aquí. —dijo Antonio y acto seguido, estira su mano hacia la cadera izquierda de mi novia y le aparta fuerte el leggings para verle el ave fénix que tiene ahí tatuado. Sin ninguna vergüenza ni pudor alguno. Como si tuvieran permiso para hacer lo que quisieran...
¿Pero qué hace ese hijo de puta? ¿Cómo se atreve a apartarle el pantalón a mi novia sin permiso? Que se le ven las bragas. Pero, ¿de dónde conocía Antonio ese tatuaje si no se veía? Ah mierda es verdad, la foto en tanga... Andrea estaba impactada ante esa repentina demostración de fuerza. Permanecía quieta esperando a que los corneadores terminaran de tocarle ese tatuaje de zonas sensibles, con las mejillas rojas y la mirada nerviosa con sus ojos mirando a todas partes. Me miraba como pidiéndome que haga algo. Yo sentía lo mismo, debía hacer algo. No podía permitir que le falten el respeto así a mi novia, pero luego me venía a la mente la cara agresiva de Ramón y por alguna razón, no hice nada. Pero Antonio le puso otra vez el pantalón en su sitio y ya está, actuaban como si nada hubiera pasado, como si fuese parte normal de una conversación. Siguieron hablándole normal, pero a partir de ahí, mi novia cambió. Ya no era la chica cómoda que les hablaba con entusiasmo ahora estaba algo más callada, tensa, pensativa y tropezada al hablar. Ya no era como antes que sabía qué decir en todo momento. Se notaba que se sentía intimidada por la presencia de los corneadores porque reía nerviosa a cada comentario de ellos sin atreverse a decirles nada negativo mientras ellos seguían. Se estaba empezando a sentir una tremenda tensión sexual en el ambiente.
Entre risa y risa, veo de repente como Ramón le coge la pierna a mi novia y se la pone sobre la suya, sobre su muslo. Andrea no dijo nada y siguió normal, pero a la primera que pudo, bajó su pierna de ahí. A lo que Ramón le vuelve a coger la pierna y la pone sobre la suya, pero esta vez más estirada y con la mano sobre su rodilla para que no la pueda bajar. Al ver esa acción de su compañero, Antonio hizo lo mismo agarrando su otra pierna y poniéndola sobre la suya quedando así mi novia abierta de piernas entre los dos corneadores. Andrea tragó saliva sin decir nada. Disimulaba lo que podía, pero saltaba a la vista que estaba asustada y sentía no tener ningún tipo de control sobre esos dos individuos. Yo no me podía creer lo que estaba viendo. Me costaba entender que algo así estuviese sucediendo de verdad. Mi novia me pedía ayuda con la mirada para salir de esa situación, buscaba socorro en su hombre. Y yo sabía que debía hacerlo, no podía permitir que esos cabrones siguieran haciendo con ella lo que les daba la gana, pero... pero a la vez la veía ahí... tan indefensa, sexy, tímida y vulnerable a merced de esos dos macarras pervertidos que llevaban semanas deseándola. Esa maldita imagen que tenía delante se me hacía muy erótica y no entendía por qué... ¿Qué demonios me estaba pasando?
A partir de ahí, cambiaron la conversación a un tema mucho más sexual. Los corneadores empezaron a hacerle todo tipo de preguntas picantes como cuánto se masturba, qué posiciones le gustan, con cuántos ha estado, si es multiorgásmica, etc. Mi novia estaba roja de vergüenza y el sudor se notaba en su frente, les contestaba a todo, pero sin dar detalles para no avivar más el fuego. La verdad que era admirable cómo Andrea mantenía la compostura a pesar de que estaba descalza, y abierta de piernas entre esos dos hombres enormes que la tenían intimidada con su presencia y sus actos. Los miraba siempre a la cara para no mostrar debilidad lo que ocasionaba que girara constantemente la cabeza de izquierda a derecha para poder responderles a los dos. Ellos por su parte, reprimían sus ganas cada vez menos; Antonio había pasado su brazo izquierdo por detrás de ella mientras con su mano derecha le acariciaba suavemente la pierna. Ramón cuando no le tocaba su otra pierna, estaba frotándose el enorme bulto que le sobresalía por debajo del pantalón y le creaba molestias. Y todo eso mientras le hablaban continuamente sin dejar ningún espacio a un silencio incómodo.
—¿Y este te llega a hacer algo? —preguntó Ramón en tono burlón refiriéndose a mí.
—Sí, mi novio lo hace muy bien, estoy muy contenta con él. —respondió Andrea halagándome con una gran sonrisa. Lo cual me creó una sensación de orgullo por ver cómo me reivindicaba aún en un momento tan difícil.
—Jajajaja eso es porque aún no conoces lo bueno. —le soltó Ramón. —Vas a tener que ampliar el tatuaje que tienes por él jajaja —añadió mientras le metía descaradamente la mano por debajo de la camiseta y le acariciaba la barriga a mi novia ocasionando así la risa de su compañero por el comentario y la ya risa nerviosa de Andrea que no sabía qué hacer ante tal invasión de su espacio personal.
Yo llevaba demasiado rato inmóvil y atónito, con una parte de mí que rechazaba creer lo que estaba viendo, otra mitad consciente del peligro que clamaba por intervenir, una parte afirmando que no estaríamos a salvo si enfado a esos dos hombres y una pequeñísima parte que se moría de curiosidad por ver qué pasaría a continuación. Sin embargo, ese trato por parte de los corneadores que no paraban de posicionarme como alguien inferior a ellos junto a la evidente incomodidad y faltas de respeto que mi novia estaba sufriendo, me devolvieron a la realidad. «Mierda debo actuar ya de una vez por todas. A ver, ¿qué puedo hacer? Ellos son dos y yo uno. Además golpearon a uno igual que yo justo antes de venir aquí, ¿qué posibilidades tengo? ¿Qué solución podría haber? Piensa Felipe joder». Pero por lo visto, mi novia había perdido la fe en que yo hiciera algo así que decidió intervenir ella misma.
—Estoy sedienta de tanto hablar con ustedes. Voy a ir a por agua. —dijo Andrea con una falsa sonrisa intentando así escapar de esa peligrosa situación.
—Ah no tranquila, no te molestes. —respondió Antonio en tono amable. —Oye chaval, tráele agua a tu novia y a nosotros unas cervezas que tengas frías. —continuó mientras fijaba sus terroríficos ojos en los míos.
De repente, todo el salón de mi casa quedó en silencio y, por primera vez, yo era el centro de atención. «No joder, ni muerto haré eso. ¿Quiénes se creen que son para exigirme algo así?», pensé. Antonio me miraba intimidantemente. Ramón me volvía a observar de esa manera tan animal y Andrea me miraba con cierto interés, como sin entender la situación, pero curiosa de ver qué pasaba. Yo me sentía pequeño y con mucha presión sobre mí. Casi sin pensarlo y sin entender por qué, me levanté y fui a la cocina. Esos cabrones de mierda venían a follarse a mi Andrea y sin que mi opinión les importe lo más mínimo. Y yo... yo debía impedirlo, pero ahí estaba en la cocina cogiendo agua para mi novia y cerveza fría para ellos como un maldito sirviente. Me sentía patético a la vez que asustado. ¿Cuándo acabaría este maldito infierno? Me inundó el miedo de que aprovecharan para meterle mano a mi novia mientras no estaba presente así que traje todo lo más rápido posible. Por lo visto, eso lo confundieron con obediencia.
—Vaaaya Andreíta, no sabía que tu novio era tan servicial jajaja —rio Ramón mientras abría su cerveza y me señalaba que me sentara de nuevo en el mismo sitio.
Mi novia, como siempre, fingió una risa para acompañar a la de ellos mientras me miraba con incredulidad. Yo me sentía avergonzado, no sabía qué carajos hacer ni cómo salir de esto. Nuestro contacto visual fue interrumpido por los corneadores que, ya habiéndose mojado la garganta, siguieron con su pesado interrogatorio sexual hacia ella. Y bueno... de repente, lo hicieron. No sé que le habían preguntado, pero recuerdo que mi novia se estaba explayando y gesticulaba con las manos como buscando las palabras correctas cuando de pronto veo como Antonio la agarra suavemente por detrás de la cabeza y SE LANZA A BESARLA. A Andrea la tomó totalmente por sorpresa, se quedó de piedra y con las manos tensas sin saber cómo reaccionar. No se apartó aunque tampoco podía y su cara de asco evidenciaba su estado mientras Antonio comenzaba besándola muy suavemente, saboreando lentamente sus labios.
«¡¿PERO QUÉ?! Esto es imperdonable. ¿Pero quién se cree este hijo de puta para venir a mi propia casa y plantarle un beso a mi novia delante de mí?», pensaba mientras estaba totalmente estupefacto viendo tan imposible escena. Mi respiración y ritmo aumentaron por la rabia y los celos que se apoderaban totalmente de mi ser. «Hasta aquí. Esta tontería se acaba ahora mismo. A tomar por culo estos malnacidos impertinentes», hablaba en mi interior cuando, decidido a acabar con esta locura, me levanté y di un paso hacia ellos.
Nada más acercarme, Ramón se levanta y se planta enfrente de mí clavándome desde arriba una mirada tan penetrante y agresiva, casi psicópata que me caló totalmente hasta la médula. De repente me sentí pequeño ante él, vulnerable e incapaz. Su presencia me imponía superioridad y su agresividad corporal me provocaba miedo. Automáticamente mi cuerpo volvió hacia atrás y me senté de vuelta donde estaba. Tragué saliva y aparté la mirada. ¿Por qué demonios ese hombre provocaba tal efecto en mí? No me quedó otra que quedarme ahí. No estaba seguro ni si quería verlo. Y por desgracia, de nuevo Andrea no vio nada de esto debido a que el otro corneador la tenía ocupada. Antonio estaba prendido, la morreaba apasionadamente mientras con su mano derecha recorría con intensidad todo el cuerpo de mi novia de arriba hacia abajo. Ramón, por su parte, una vez que me senté, cambió de una actitud agresiva a una burlona vengativa, como si quisiera hacerme pagar por levantarme. Se sentó de vuelta y le cogió la pierna izquierda a Andrea poniéndola de nuevo sobre la suya. Levantó su enorme mano para mostrármela y la llevó al pie de ella. De ahí comenzó a subir muy lentamente mientras me miraba con su cara burlona sin perder detalle de mi reacción. El hijo de puta quería que viera cómo su mano empezaba por los dedos de los pies, subía por su pantorrilla, rodilla, muslo y siguiendo hacia arriba iba a acabar inevitablemente entre las piernas de mi novia. La rabia que ese cabrón me provocaba era demasiado. Mientras tanto, el intercambio de saliva entre Antonio y Andrea era demencial, ella no hacía nada, pero se dejaba hacer. La palpaba con su mano por encima de la ropa por todo el cuerpo, desde los pies a la cabeza; sus piernas, sus caderas, y sobre todo sus pechos, lugar en el que se decidió quedar. No sé si de manera instintiva o consciente, pero ella intentó poner sus manos tapando sus pechos para evitar el manoseo, pero, lejos de funcionar, hizo que el cabrón de Antonio le metiera la mano por debajo de la camiseta y empezara a tocarle las tetas en contacto piel con piel.
La mano de Ramón ya estaba por el interior del muslo, avanzando lenta e intrusivamente mientras él me miraba con una sonrisa de oreja a oreja sin perder detalle de mi reacción, como disfrutando de mi sufrimiento. Yo hervía de celos, rabia y furia. El muy hijo de puta me presumía en la cara que iba a meterle mano a mi novia en su lugar más íntimo. No quería que llegara ahí aunque tampoco me atrevía a hacer algo para impedirlo, sabía que no podía. Hacía movimientos como para levantarme, pero no llegaba a hacerlo por temor a su reacción. Sentía mucha impotencia y suspense combinado con un horrible sentimiento de culpa. Andrea tenía pequeños espasmos en la pierna al sentir esa mano acercándose cada vez más donde no debía. Puso su mano en la muñeca de él como para pararlo, pero a Ramón le dio igual y no se detuvo, incluso le hizo gracia por la forma en que me reía. Ella intentó cerrar las piernas, pero le era imposible por lo firme que la tenían agarrada. Su mano ya estaba a punto de llegar cuando se detuvo de repente. El cabrón me lanzó una mirada como vengativa, pero de burla y acto seguido LE METIÓ LA MANO ENTRE LAS PIERNAS a mi novia. Andrea soltó un profundo gemido ahogado en la boca del otro corneador retorciéndose al sentir la mano de ese desconocido frotándole el coño con intensidad por encima del leggin.
—¿Por qué muerdes, diablilla? Jajaja —preguntó Antonio mientras paraba de besarla por un momento y yo veía cómo se estiraba un hilo de saliva que unía ambas bocas. Vio la mano de su compañero entre las piernas de mi novia y me miró a mí riéndose.
Andrea, que por primera vez, no tenía a Antonio encima, lo primero que hizo fue mirar a Ramón e intentó apartarle la mano. Al cabrón le importó poco, respondió con una sonrisa y metió su otra mano por debajo de ella para tocarle el culo. Básicamente mi novia estaba sentada en la mano derecha de él con la cual le agarraba las nalgas mientras con su mano izquierda le frotaba intensamente el coño en movimientos lentos y circulares. Acto seguido, se lanzó a comerle la boca muy babosamente. Se veía cómo le metía la lengua hasta el fondo y después bajaba comiéndole el cuello. Aguantándose las cosquillas como podía, Andrea y yo hicimos el primer contacto visual desde que empezaron a besarla. Tenía los labios y la barbilla llena de babas, las mejillas rojas y estaba sudando, su mirada me transmitía una extraña combinación de miedo, vergüenza, impotencia y enfado hacia mí. Ella estaba a punto de decirme algo cuando, de pronto, Antonio la coge de la barbilla y la vuelve a pegar a su boca mientras jugaba con sus senos debajo de la camiseta. Ella intentó cogerle las manos, pero se notaba que no tenía fuerza para apartarlas. El corneador al ver ese intento por detenerlo, directamente le levantó la camiseta a mi novia dejándola totalmente con las tetas al aire.
Los corneadores se quedaron maravillados al ver las tetas desnudas de mi novia. Y para no maravillarse... Son medianas pero redonditas y firmes. Con pezones pequeños y rosados, con un lunar superior en cada una que hace forma de triángulo con el collar de un corazón imperfecto que le regalé en nuestro primer aniversario. —¡Qué tetitas tan ricas!— exclamó Antonio antes de meter su cabeza entre ellas y empezar a comérselas golosamente. Pffff ver todo eso me resultaba muy doloroso, ya que los pechos de mi novia es lo que más me gusta de ella, para mí es como algo “sagrado”, maternal incluso. Las tetas con las que en un futuro amamantará a nuestros hijos. Veía como ese cabrón se las comía, chupaba y lamía, cómo le succionaba y mordía los pezones y sentía que estaban “profanando algo especial, algo mío”.
Llegados a ese punto, ya estaba todo totalmente descontrolado. Yo no podía hacer otra cosa que ver a mi novia, a la mujer que amo, en el sofá con las tetas al aire y llenas de saliva, sudada, descalza, solo con sus leggings puestos, abierta de piernas entre esos dos corneadores enormes que hacían lo que querían con ella. Se la pasaban de boca en boca mientras la sobaban por todas partes y lo peor, ella les correspondía los besos. Ramón, habiendo ubicado su clítoris por encima del pantalón, aumentó el ritmo. Estaba claro que acertó porque le sacó un fuerte gemido. Andrea, automáticamente, intentó apartarlo, pero las pequeñas y femeninas manos de mi novia no podían mover de entre sus piernas la enorme y venosa mano de Ramón. Y en vez de apartarla él, le agarró la mano izquierda a mi novia para que no molestara y se la puso encima de su enorme bulto. Andrea soltó un largo “hmmmmm...” al sentirle la polla al corneador y empezó a tocársela por encima del pantalón. Ramón me miró riéndose con una cara de victoria mientras le seguía frotando el clítoris. Unos celos ya conocidos me atravesaron. Entiendo que para ella fuese algo fuerte porque ya le había visto la polla en foto a Ramón aquel día y que fue él quien la obligó a tocársela, pero me jodía que le gustara lo que estaba sintiendo. De repente, veo como ella misma, con su otra mano empieza a buscar el bulto del otro corneador. Era la primera vez que mi novia tomaba una iniciativa sexual hacia ellos, no podía creerlo, me jodía mucho ver en ella deseo sexual hacia otro hombre que no fuese yo. Pero, joder, yo tenía la culpa de todo esto...
Antonio al sentir la mano de mi novia sobre su enorme bulto, se volvió totalmente loco. Se levantó y se quitó la camiseta. Cogió brutamente a Andrea por los aires y la tiró bocarriba en el sofá, en la L donde yo estaba sentado por tanto la tenía más cerca. Le quitó los leggings y los lanzó lejos. Por un momento, ambos corneadores se quedaron de pie contemplando en silencio la blanca y cálida desnudez de mi novia. Ella estaba tumbada, solo con sus braguitas rosas puestas, el cabello recogido en una coleta, sus tatuajes y las uñas pintadas de rojo conjuntando con el rojo de sus labios y pezones. Se tocaba el cuerpo y pataleaba tímidamente entre risas nerviosas sintiendo la pesadez de esas miradas sobre ella como en una mezcla de miedo, curiosidad e incertidumbre. Antonio le quitó las bragas a mi novia dejándola completamente desnuda en el sofá ante ellos. Entonces, noto cómo él me mira y, de repente pum, me lanza fuertemente las bragas a la cara tomándome totalmente por sorpresa.
—Esto es lo único que tendrás de tu novia esta noche. —sentenció el corneador en tono serio y autoritario. Ramón soltó su típica y repugnante carcajada tras el comentario de su compañero.
«Qué maldito hijo de puta...», fue lo único que pude pensar en ese momento. Me sentía humillado delante de mi chica y odiaba a ese cabrón con todas mis fuerzas, pero odiaba más aún no poder decirle nada. Para el colmo, las bragas de mi novia están mojadísimas. Sé de sobra cómo se moja Andrea y aquello era exagerado, estaban empapadas. Por una parte me dolía la situación, pero por otra el rico aroma a su coño que desprendían me estaba excitando. ¿Cómo era posible sentirse humillado y excitado al mismo tiempo?
A Andrea, le pareció muy extraño ese comportamiento, no entendía por qué me trataban así. Se notaba en su lenguaje corporal porque estaba cerrada de piernas, con su brazo se tapaba los pechos y con su otra mano la ingle mientras miraba con desconfianza y timidez lo que ocurría. Antonio pareció percatarse de esto y se acercó a ella. Se puso por encima, le cogió las manos con las que cubría sus pechos y las separó pegándolas al sofá e inmovilizándola prácticamente. Tras mirarla a los ojos, comenzó a besarla suavemente y continuó bajando comiéndole el cuello, los hombros y el pecho hasta detenerse en sus tetas. Mi novia estaba con los ojos cerrados y la boca entreabierta, sin resistirse. El corneador siguió bajando besándola por la barriga y ella se contraía a cada tacto. Al llegar al pubis, se detuvo en seco y hubo un segundo de suspense en el que ella permaneció encogida y en tensión pensando que la boca del corneador iría a por el centro de su cuerpo... pero no. Él siguió bajando por su pierna, besándola por la ingle, el muslo y la pantorrilla hasta el pie. Subió por su otra pierna y al llegar por la ingle, volvió a hacer el amague acercándose a su coño haciendo que Andrea vuelva a ponerse en tensión peero no. Cuando parecía que lo iba a hacer, le dio de repente la vuelta a mi novia poniéndola bocabajo y empezó a devorarle las nalgas como loco. Andrea reía y pataleaba por las cosquillas que le provocaba. Se la comió entera, le besó toda la espalda, le agarraba el culo y en unos de los movimientos, pasó su lengua lentamente desde sus nalgas cruzando la espalda y el cuello hasta llegar a su oreja, donde Andrea se sobresaltó en risas por las cosquillas que sentía. Joder, yo estaba flipando viendo todo eso.
Finalmente, la volvió a poner bocarriba y la abrió de piernas. Ambos corneadores se quedaron embobados contemplando el coño desnudo de mi novia. Yo, desde mi ángulo también lo veía y, joder, aunque lo conozco muy bien parecía que estaba más precioso que nunca: depilado, cerrado, sudado, con labios rosados poco pronunciados y muy simétricos dando forma de empanada. El clítoris notablemente hinchado y todo brillaba de lo mojado que estaba. Ella, avergonzada se tapaba la cara y miraba hacia otro lado donde, desafortunadamente, hizo contacto visual conmigo. Su mirada me transmitió vergüenza, se avergonzaba de estar desnuda con otros hombres frente a su novio. Aunque se le escapaba una media sonrisa que me dejaba claro su excitación y curiosidad. Antonio no esperó nada. Me miró riendo y acto seguido, metió la cabeza entre sus piernas y empezó a comerle el coño a mi novia. El contacto visual entre nosotros se interrumpió por cómo Andrea se estremeció arqueando la espalda al sentir la boca del corneador sobre su vulva.
Para que os hagáis una idea, a Andrea que le hagan sexo oral nunca le ha gustado tanto como a las demás chicas. A mí me encanta y siempre he intentado hacérselo, pero pocas veces me ha dejado. Según ella, no tiene mucha sensibilidad así y la boca tiene muchos gérmenes. Pero yo nunca me rendí porque mi fantasía siempre ha sido sacarle un orgasmo por cunnilingus a mi novia, algo que nunca tuvo y yo quería ser el primero, incluso buscaba tutoriales en Internet de cómo lograrlo. Por eso me jodía tanto lo que estaba pasando: Antonio le estaba comiendo el coño a mi novia con unas ganas demenciales, lo gozaba como si fuese un caramelo y sonaba como un perro bebiendo agua. Andrea gemía y se encogía de placer, agarraba la cabeza del corneador con los ojos entrecerrados mientras apretaba y aruñaba con fuerza la tela del sofá.
—¿Qué chaval? ¿Se te ha levantado la pollita viendo cómo lo hacen los profesionales? Jajaja —rio Ramón señalando mi erección bajo el pantalón mientras le giraba la cabeza a Andrea hacia mí para que lo viera. Vi en ella una mirada de curiosidad acompañada de una sonrisa antes de volver a perderse entre gemidos. Yo estaba avergonzado y me tapaba. Ramón empezó a besarla y comerle las tetas mientras Antonio seguía comiéndole el coño como si de un dulce se tratara.
«¿En qué momento se me puso dura y por qué? Ni lo había notado, ¿cómo es esto posible?», las preguntas empezaron a rondar por mi cabeza. «Estos abusones de mierda se van a follar a mi novia en mi cara y encima burlándose de mí tratándome como a un tonto. Los odio y les tengo mucho rencor, pero, ¿por qué mierda me siento tan excitado? Esto no es normal, es patético por mi parte. ¿Qué pensaría mi padre si me viera así?», pensaba. «Bueno, aún no ha sucedido lo más grave, todavía estoy a tiempo de evitarlo y demostrar que soy un hombre. A ver piensa Felipe, ¿cómo podrí...»
—OOOOOOOOOOOOOOOOOOOH...
Me sacó totalmente de mis pensamientos el grito de mi novia CORRIÉNDOSE EN LA BOCA del corneador.
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¿Qué os está pareciendo el relato de momento? ¿Qué situación o partes os has resultado morbosas? Me viene bien vuestra opinión ya que dudé mucho de si contar o no mi experiencia.
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