El Hombre de la Casa

CAPÍTULO 11: POR FIN SOLOS EN CASA

Otro viernes de noviembre. Ya se notaba el cansancio que se iba acumulando del primer semestre de mi época universitaria, con lo que llegaba a casa bastante agotado. Aquella noche no me apetecía ni salir, ni quedarme despierto hasta tarde. Fui el último en llegar a casa y allí estaban ellas tres: mi madre Luisa, mi hermana mayor Laura, y Marta, mi hermana más joven. Las saludé con la alegría que sentía de estar por fin en casa y poder descansar. Faltaban pocas horas para la cena, así que me tumbé en el sofá delante de la tele en la que Marta estaba jugando a un videojuego que ya hacía tiempo que tenía. Estuve un rato viéndola jugar hasta que me propuso poner un juego para dos jugadores para que jugara también yo.

Después de un buen rato, cuando llegó la hora de cenar, nos pusimos manos a la obra para poner la mesa. En un momento dado, Marta se fue a lavar las manos al baño, mientras Laura y yo ultimábamos los preparativos, y ahí fue cuando nuestra madre nos habló:

-Hijos -dijo con evidente intención de hablar a volumen bajo.

Nosotros no respondimos pero escuchamos atentamente lo que nos quería decir:

-Voy a hacer la propuesta de ir de compras mañana, incluyendo algún regalito para Marta porque su cumple se acerca. Primero que diga ella que sí, después los dos decís que no podéis, que tenéis que estudiar.

Laura y yo nos miramos y nos sonrojamos. Volvimos la vista hacia mamá:

-Vale... -dije yo.- Gracias mamá.

Y no dio tempo de más, ya que Marta aparecía en el comedor con una sonrisa feliz, como era habitual en ella. En cuanto a Laura, su expresión había mejorado aquella semana, ya que si bien no había cambiado su personalidad, tampoco había duda de qué estaba más relajada y en paz que los últimos meses. Esta realidad se hizo más evidente durante las conversaciones de aquella cena de viernes, en la que Marta contaba un montón de cosas, como por ejemplo que veía que sus amigas se estaban volviendo un poco pijas últimamente y que a ella eso la echaba para atrás. Laura sonreía un poco más y volvía a soltar frases un tanto punzantes a la par que simpáticas, en su forma de sarcasmo más habitual, cuando su estado de ánimo es positivo.

-Bueno, cielo -le decía mi madre a Marta.- Supongo que a cada uno le gusta lo que le gusta, y al haceros mayores esas cosas pueden ir variando...

-Ya -decía Marta.- Pero es que no le veo la gracia a muchas cosas que a ellas les flipan.

-Y... Hablando de hacerse mayor... -añadió nuestra madre.- ¡Se acerca diciembre y tu cumple!

-La peque ya no es tan peque... -dijo Laura con una sonrisa ácida.

-Creo que mañana deberíamos ir de compras y así Martita puede ir eligiendo un buen regalo. ¿Qué os parece?

Laura y yo nos callamos. En aquel momento me sentí mal. Sentí algo de culpa por estar metido en una trama de tres personas contra otra mucho más inocente. Me pareció volver años atrás a los tiempos donde tan solo Marta ignoraba que los Reyes Magos no existen y los demás teníamos que hacer el paripé (aunque yo también era muy niño por aquel entonces). Tal y como pensábamos, ella contestó rápidamente:

-¡Uau, sí! -dijo con alegría.- Molaría mucho ir mañana.

-Hecho pues -sentenció mamá.

-Yo... -empezó a decir Laura.- Tengo que estudiar.

-Yo también -dije justo después.- En la uni aprietan mucho más que en el insti...

Marta puso cara de absoluta desilusión, cosa que em rompió un poco el corazón.

-Ala... -nos dijo.- Entonces...

-No te preocupes, cielo -dijo mi madre reconfortándola.- Iremos tú y yo.

-Vale, mamá -contestó Laura.

No tardé nada en irme a dormir, aunque debo admitir que el sobresalto que había supuesto que mi madre sacara este tema justo antes de la cena me tenía bastante inquieto y ya no sabía si me dormiría tan deprisa como tenía previsto. Imágenes difuminadas de todo aquello que podría ocurrir con Laura a partir del momento en que nos quedáramos solos en casa, se me presentaron en la mente. Con estos pensamientos me dormí hasta el día siguiente.

. . .

Por la mañana tuvimos desayuno en familia, con Marta y mamá ya vestidas para su salida, y Laura y yo todavía en pijama. No tardaron en ponerse en marcha para irse, a lo que mamá me abrazó para despedirse de mi en primera instancia y decirme al oído con un susurro:

-Pasadlo muy bien...

-Vale, mamá -le agradecí también susurrando.- Que vaya genial.

Después abrazó a Laura y me percaté de que también le decía algo al oído, cosa que haría que luego Laura asintiera con la cabeza justo al separarse de ella.

-¡Estudiad mucho, hijos! -nos dijo a los dos ya en voz alta.

-¡Nos vemos por la tarde! -añadió Marta con su habitual simpatía.

Y cerraron la puerta, dejando la casa en un completo silencio que ni Laura ni yo rompimos hasta pasados varios segundos, cuando me atreví a hablar, mirando aún dicha puerta:

-Bueno...

-Ya estamos solos... -me interrumpió Laura con su tono habitual de semi-distante, mirando también hacia la puerta.

-Tenemos hasta la tarde -seguí yo girándome hacia ella.

-Así es... -asintió ella.

Y nos quedamos mirando. Yo no sabía qué hacer.

-¡Joder, que raro! -me dijo ella poniendo cara de maníaca.- Mira que nunca me ha costado tirarme un tío al quedarme a solas con él... Pero es muy raro contigo.

-Bueno -dije yo,- si no quieres...

-Que sí, joder -me volvió a interrumpir.- Pero es que así en pijama y viviendo en la misma casa... La situación es nueva para mi.

-Entiendo... -le dije calmadamente.

-Ya sé -continuó ella.- Que cada uno se de una ducha y se adecente un poco. Así en pijama queda como poco "de cita" ¿No?

-Me parece perfecto -le dije yo.

-Me ducho yo primera -anunció,- que luego necesito más tiempo y así te vas duchando tú mientras yo termino de arreglarme.

-Vale, Laura -acepté.- ¡Hasta dentro de un rato!

-Eh... -me dijo ella con timidez.- Va a estar bien. Ya lo verás...

-Yo sonreí también con cierta timidez, pero mis ganas iban en aumento. Vi como se iba a meter en el baño y a mi se me ocurrió ir a mi habitación a seleccionar la ropa adecuada para luego. La verdad es que si tanto con mi madre como con mi tía me había puesto camisa para ir algo elegante, ¿por qué no hacerlo también con mi hermana? Elegí una que me gustaba bastante, y también tuve en cuenta que los boxers que me pusiera fueran algo bonitos. En cuanto al pantalón, seleccioné un tejano azul oscuro que quedaba bien en conjunto. En un rato, oí que mi hermana gritaba:

-¡Ya tienes la ducha libre, Enano! ¡Me voy a secar a mi habitación y luego me visto!

Me encaminé hacia el baño y justo la vi salir envuelta en una toalla grande para su cuerpo y una pequeña en la cabeza. Cuando me vio, me guiñó un ojo y me dijo:

-Nos vemos en el salón en cuanto terminemos, ¿Vale?

-Vale... -respondí yo emocionado.

Me duché rápido pero con toda la intención de hacerlo a fondo. Quería oler bien y sentirme limpio para esta cita tan curiosa, cuanto menos. Me sequé, me vestí y bajé al salón para sentarme en el sofá y esperar a Laura, que apareció por la escalera al poco tiempo, vestida con una camiseta ajustada de manga larga y una falda holgada que también hacía tiempo que no se ponía. Al verla me sonrió con algo de timidez pero a la vez un punto de juego previo a lo que estaba por venir. Yo le devolví la sonrisa.

Se sentó en el sofá a mi lado y me informó:

-Lista para nuestro día a solas.

-Ya lo veo -dije observando su elección de vestimenta.- Estás muy guapa.

-Gracias, Enano -me dijo con la misma sonrisa de antes.- Tú tampoco estás mal.

Se me escapó una risilla por su forma de decirlo, pero después continué hablando:

-Bonito gesto del de nuestra madre... Como el que tuviste tú con nosotros el otro día.

-Oh, bueno... -dijo Laura con actitud sobrada.- Marta quería ir al cine, estaba muy ilusionada.

-Pues bien por ti... -opiné.

-¿Tú aquí bien con mamá? -me pregunto fingiendo un tono de poco interés.- ¿Lo pasasteis bien?

-Sí...-le respondí algo avergonzado.- Genial.

-Me alegro mucho, entonces -informó ella.

-Mamá me ha dicho al oído antes de irse, que lo pasemos bien nosotros hoy -le conté yo.

-A mi me ha preguntado si tengo condones... -dijo Laura.

-¿Y tienes? -le pregunté.

-Sí -confirmó levantando una ceja.- Siempre va bien tener...

-Yo también tengo ¿Eh? -le conté.- Una caja que tenía por si acaso y que estrené con tía Isabel...

-Entiendo -dijo Laura con un tono de más seriedad.- Si realmente mamá solamente folla contigo, entiendo que lo hagáis sin condón. Pero conmigo o con tía Isabel... Ya sabes que en casos de promiscuidad hay que tomar precauciones.

-Sí, hermana mayor... -dije otra vez con una risa suave.- Con tía Isabel siempre usamos.

-Perdona, esta charla te la hubiera tenido que dar hace años... -se rio ella.

-No te preocupes -contesté yo.- He estado bien informado siempre.

-Bien, bien... -dijo ella girando un poco más el cuerpo hacia mi.- Entonces ya no te digo nada más...

-Tranquila... -dije girándome yo hacia ella.- Nunca viene mal un recordatorio.

Ella puso su mano en mi rodilla y yo puse la mía en su hombro. Hablar de condones, de promiscuidad, de mi tía y de mi madre... con mi hermana delante, me calentó de lo lindo, así que estaba deseoso de empezar a hacer guarradas con Laura en nuestra propia casa. Nos empezamos a morrear con ganas, pero con la intención de empezar con algo de suavidad. Saborear los labios de mi hermana mayor me daba mucho más placer del que me había esperado, y tan solo estábamos empezando.

Ella me iba desabotonando la camisa y yo, después de bajar de sus hombros a sus brazos y pasar enseguida a sus tetas para sobarlas aún por encima de la camiseta, también empezé a quitarle ropa. Con mi camisa ya abierta del todo, le tocó a su camiseta salir por encima de su cabeza, ayudada tanto por mis manos como por sus brazos. Un precioso sujetador de encaje apareció ante mi vista y me volví a maravillar de la forma de sus pechos, la mar de tentadores y tan suaves como los recordaba. Jóvenes y tersos, con un tamaño considerable debido a sus genes, aunque no llegaran a las medidas de los otros dos pares que habitaban en mi casa.

Ella se deshizo rápido de mi camiseta y empezó a tocarme todo el torso, a lo que respondí con la continuación de mi juego con ese par de tetas que me volvían loco. Después de que sus manos pasaran repetidamente por mi torso y espalda, sus manos bajaron a desabrocharme el pantalón tejano para continuar con el proceso de desnudez como objetivo. No tuve más remedio que soltar sus tetas, pero para no separarme de ellas mientras intentaba igualar mis condiciones desabrochando también su pantalón, puse mi cabeza en aquel tentador canalillo para recrearme de lo lindo mientras lo hacía, sacando mi lengua y restregando mi cara por aquella bendita zona. Segundos después, los dos nos incorporábamos para conseguir que nuestros pantalones bajaran del todo y quedáramos en ropa interior.

Vi su conjunto. El tanga semitransparente que llevaba era una auténtica locura, y solamente lo había visto de frente. Me senté otra vez en el sofá, pero a Laura la agarré de sus caderas para que ella no lo hiciera aún y se quedara de pie. Mis manos la acompañaron amablemente a girarse y a poner su culo en su máximo esplendor delante de mi cara. Aquello me estaba poniendo malísimo. Vi muy de cerca aquella raja del culo que ocultaba por completo buena parte de la tela de su tanga, así que hice lo mismo que había hecho con sus tetas tan solo un momento antes: poner mi cara en ella, lo que me permitió sentir sus nalgas ahogarme al apretarlas contra mi nariz con mis propia manos. Aproveché que ya estaba allí para mordérselas con ganas, buscar el hilo de su tanga con mi lengua y amasar aquel culazo de campeonato. Mi lengua iba bajando, y ella empezó a arquear su cuerpo hacia adelante, para facilitarme el acceso a su coño desde detrás. Olí su esencia y comprobé como su tanga ya estaba empapado, así que lo lamí directamente.

Oí sus respiraciones cada vez más sonoras y continué con mi labor apartando su tanga para poder acceder directamente a la entrada de su vagina con mis papilas gustativas. Pronto saboreé un delicioso manjar emanando en cantidad de aquel caliente y suave agujero, empecé a disfrutarlo mientras mis manos sujetaban con firmeza su trasero en pompa, una en cada nalga. La imagen era divina: yo sentado en el sofá y ella de pie de espaldas de mi, arqueando su cuerpo y sacando su culo bien a fuera, para ofrecerme su coño jugoso y que yo pudiera degustarlo tanto como quisiera. Sus respiraciones empezaron a convertirse en gemidos algo parecidos a quejidos, pero que eran una clara expresión de un placer creciente en su cuerpo. Separé mi cara de su coño para poder decir:

-¿Vamos a la cama?

-Sí... -jadeó Laura, que se volvió a erguir para girarse y mirarme con ojos de desear mucho más de lo que ya estábamos haciendo. Subimos juntos la escalera vestidos solamente en nuestra ropa interior. En el pasillo del piso de arriba, pasamos por delante de la habitación de Marta y luego ya se encontraba la puerta de la suya. Laura detuvo su paso.

-¿En mi cama o en la tuya? -me preguntó con los ojos distraídos, como si estuviera en Babia.

-La tuya, que ya estamos aquí -dije.- Otro día en la mía, si quieres.

-Vale... -dijo ella acompañándose con un leve suspiro de deseo. La verdad es que su aparente desesperación me encantó. Era algo incluso mayor que las ganas que me solían tener mi madre o mi tía, que no eran pocas. Pero lo de Laura parecía ser como una especie de necesidad vital.

Entramos a su habitación y se sentó en su cama. Me abalancé encima de ella y la seguí besando y tocando. Llegó el momento de quitarle por fin el tanga y de tumbarla panza arriba, para empezar a lucirme de verdad y quedar bien con quien a priori tenía mucha mas experiencia que yo. Su tanga quedó colgando de su tobillo izquierdo y me acomodé para ir en serio. La verdad es que, visto a plena luz, me pareció que el coño de Laura era el más bonito que había visto nunca. Sus proporciones eran absolutamente armónicas, la curva que dibujaba su monte de venus era preciosa, las pocas zonas de pelo que se había dejado crecer lo embellecían enormemente y los labios interiores le sobresalían, aunque solo un poco, creando una imagen de lo más apetitosa.

Me moría de ganas de seguir degustándolo así que ya no me hice más de rogar y acomodé mi cabeza entre sus muslos, para empezar a comérselo tan bien como supe. La verdad es que nunca antes había metido la lengua en una vagina tan increíblemente mojada, era una pasada como se calentaba y auto-lubricaba cada vez más, excitándose con mis lamidas y atenciones. Ella me empezó a acariciar la cabeza mientras yo le daba placer. No sé cuanto rato me estuve comiendo su almeja, pero cuando ella se empezaba ya a mover muy inquieta, introduje dos de mis dedos a la ecuación. El índice y corazón de mi mano derecha entraron casi resbalando al interior de aquella vagina chorreante y allí empezaron a jugar con aquellas paredes tan suaves, hasta acabarse de centrar en el punto G de Laura, que empecé a masajear cada vez con más intensidad a la vez que mi lengua se centraba en la otra cara de la moneda: su clítoris.

Sus movimientos se convirtieron en pura tensión, todo su cuerpo se empezó a poner de los más rígido y su cintura empezó a ascender, abriéndose aún más a mi mientras su respiración se aceleraba exageradamente. Sabía que se acercaba el momento, con lo cual lo di todo sacando toda mi energía a relucir. Noté como su flujo aumentaba todavía más, así que la intensidad de su sabor creció exponencialmente y me animó a seguir para lograr el primer objetivo del día. Sus tensiones se convirtieron rápidamente en violentos temblores que se tornaron espasmos en unos segundos, así como sus respiraciones pasaron a ser gemidos que en seguida se transformaron en gritos a su vez. Presencié el orgasmo más bestia que le había visto tener a nadie hasta aquel momento. Estábamos a solas en nuestra propia casa, pero llegué a preocuparme por si algún vecino oía los gritos de Laura, aunque me encantó verla gozar de aquella manera.

Seguí lamiendo su clítoris con mucho cariño y amor, mientras aquellos grandes espasmos daban lugar a otros espasmos menos exagerados, parecidos a pequeños sobresaltos llenos de un placer delicioso que mi hermana parecía disfrutar enormemente. Sus imponentes gritos se amansaron hasta convertirse en una respiración mucho más plácida y relajada, solo interrumpida por débiles gemidos que acompañaban aquellos nuevos espasmos más tenues. Cuando su cuerpo se había relajado por completo, Laura me miró a los ojos y tan solo alcanzó a pronunciar:

-Enano…

Yo saqué mi lengua de su coño y sonreí satisfecho y orgulloso de mi hazaña. Ella me siguió mirando a los ojos, se incorporó rápidamente y me empezó a comer la boca, que seguro que aún sabía a sus intensos fluídos aunque no parecía importarle en absoluto. Yo seguí morreándola como si no hubiera un mañana, cada vez más cachondo por lo que acabábamos de presenciar. Después de agradecerme su orgasmo con mucho beso, me sacó de la cama amablemente y me puso de pie y de frente a ella, que se sentó en el borde con mi paquete endurecido a la altura de su cara.

Vi su expresión y me pareció increíble. Sus ojos denotaban una autentica fascinación por ver el bulto que lucía mis calzoncillos, como si estuviera a punto de descubrir los secretos más ocultos del universo y fuera el primer ser humano en alcanzarlos. Me puso la mano en la entrepierna y la presionó levemente, causando que me sorprendiera y emitiera un quejido bien gustoso por mi parte. Me lo empezó a masajear y cerré los ojos arqueando mi cabeza hacia arriba, mientras el ritmo de mi respiración se acomodaba a los pequeños latidos de delicioso placer que me brindaban sus caricias.

Así lo estuvo masajeando hasta que no tuvo sentido seguir con el calzoncillo puesto, por lo que me lo quitó con cuidado, haciendo que mi mástil se liberara por completo, apareciendo de repente con un salto intrépido y apuntándola a ella en señal de deseo de atenciones. Cuando mi pene detuvo su movimiento de vaivén por haberse despojado de su prisión, Laura lo agarró con la punta de sus dedos, como si fuera un tesoro, y empezó a jugar moviendo así su piel arriba y abajo, descubriendo mi herramienta, aquella vez ya sin la oscuridad de la noche de días atrás.

Con la misma expresión de devoción y de deseo, se acercó a la punta de mi polla para darle un tierno beso. Acto seguido, vinieron unos cariñosos lametones que precedieron unas suaves caricias de sus labios a lo largo de todo mi tronco, cosa que hizo que me acabara de empalmar del todo. Ella lo interpretó como una señal de que había llegado el gran momento y sonrió con algo de malicia sumada a una expresión traviesa por lo que estaba a punto de hacer.

Se metió mi polla dentro de su boca y empezó otra mamada muy parecida a la que había disfrutado una semana atrás, en el coche de nuestra madre. Aunque en aquella ocasión me dio la sensación de que tanto ella como yo lo estábamos gozando incluso más, ya que la comodidad de nuestra casa, el no tener ninguna prisa y el hecho de poder ver cada detalle a plena luz, ayudaban mucho a soltarse y abandonarse al placer absoluto. La verdad es que lo que yo sentía era como una combinación de lo que me hacía tía Isabel (con su habilidad y técnica experimentada) con lo que me hacía mi madre (con todo su amor incondicional a su propio hijo). La mamada fraternal de Laura era algo de lo que tampoco me podría cansar fácilmente.

Mi polla estaba muy dura, palpitante, caliente y bien recubierta por la saliva de mi hermana mayor. Yo no quise quedarme allí hasta que mis huevos se volvieran a vaciar en su boca, ya que quería aprovechar aquella dureza y aquellas ganas para poder meter mi polla dentro de su vagina, por fin. Sentí que literalmente quería rebentar el coño más bonito que había visto hasta aquel momento de mi vida: el de mi propia hermana. Me apetecía darle con fuerza y hacer que con aquello gozáramos los dos de lo lindo.

Me aparté de su boca a regañadientes pero por un bien mayor. Ella entendió enseguida mis intenciones y su expresión volvió a parecer la de una maníaca, con los ojos abiertos llenos de deseo y con una sonrisa casi macabra, cosa que me puso aún más cachondo. Mientras la recostaba en su propia cama, me deshice de su sujetador para comerle bien las tetas y volverlas a amasar con frenesí justo antes del siguiente acto, para el cual alcancé un preservativo de la caja que tenía ya ella preparada en su mesilla de noche.

Abrí el envoltorio intentando que las prisas no me traicionaran y el mero hecho de sacarlo no me costara más de lo que debería. Lo conseguí rápidamente y lo agarré con mis dedos para dirigirlo a la punta de mi falo y empezar a desenrollarlo. Laura se acomodaba cada vez más en su cama, abierta de piernas y con aquella mirada tan y tan deseosa de acción, con sus manos, antebrazos y codos apoyados en el colchón. Vi como se mordía el labio inferior mientras esperaba.

Con el condón puesto, me situé entre sus piernas, apoyándome en sus rodillas con mis manos para después bajar mi torso hasta su torso, hasta sentir sus tetas contra mi pecho y poder volver a besar su boca y su cuello. Mis manos fueron a sus hombros y mi polla ya buscaba instintivamente la entrada caliente y empapada de mi hermana. Solo bastó una pequeña ayuda de su mano, que la guió hasta ella para que yo diera el empuje necesario para, al fin, entrar dentro de ella.

Fue increíble notar como mi polla literalmente resbalaba en su vagina, pero a la vez sentirla incluso más apretada de lo que había experimentado antes con tía Isabel o mamá. La cara de puro éxtasis de Laura era un poema, y me apeteció volverla a besar antes de acabar de penetrarla en su totalidad. Toda mi polla estaba dentro de ella y ya solo quedaba empezar un buen vaivén para terminar de volvernos locos.

Saqué unos pocos centímetros de su interior y luego los volví a meter. Repetí el proceso repetidas veces acelerándolo en cada ocasión, hasta que oficialmente ya estaba follando el coño de mi propia hermana con todas las letras, y lo que yo en aquel momento sentía era indescriptible. La vi gozar de mis embestidas, vi como se retorcía de placer, como agarraba las sábanas, como se ponía la almohada en la cara para ahogar sus cada vez más escandalosos gemidos, y como me iba echando miradas pidiendo más y más con aquellos ojitos tan tiernos.

Era como si fuera otra persona. En aquel momento poco o nada veía de la arisca y sarcástica Laura que yo conocía. Parecía una joven universitaria adicta a la sumisión y al placer que esta le provocaba. Me puso bastante verla de aquella forma aunque también me sentí un poco raro. Cuando ya llevaba un rato bombeándola, me agarró el brazo, momento que aproveché para tener un breve respiro. Ella me dijo al oído con un susurro:

-¿Quieres cambiar de posición?

Asentí con la cabeza. No dijimos nada más y se la saqué. Yo mismo tomé la iniciativa de tumbarme en la cama panza arriba, a lo que ella me volvió a mirar llena de lujuria y se encaramó encima de mi, juntando su torso con el mío, cosa que me hacía notar el roce y peso de sus tetas contra mi pecho. Otra vez con sus dedos, ayudó a mi falo enfundado a encontrar la entrada de su agujero, y allí se terminó de sentar y acomodar, causando que nos volviéramos a sumir en el placer absoluto en cuestión de segundos.

Le agarré las nalgas y le empecé a comer otra vez las tetas sintiéndome en la gloria, momento que aproveché para empezar a hacer subir y bajar su culo y hacer que el roce de sus paredes vaginales con mi polla me volviera a extasiar por completo. En nada ya habíamos retomado un mete-saca delicioso y ella volvía a gemir, está vez con cara de desesperación y cerrando cada vez más los ojos. Empezó a gritar y me percaté de que se volvía a correr. Me pareció curioso que lo hiciera sin estimularse el clítoris, como solían hacer mamá o mi tía, que ya me habían hablado alguna vez que también existían los orgasmos puramente vaginales.

Presencié el orgasmo vaginal de Laura y escuché sus gemidos. Me pareció que no era tan exagerado como su anterior orgasmo, pero fuera como fuere la vi disfrutar mucho otra vez. Su pico de placer descendió poco a poco, a lo que ella emitía un "Mhmm..." que me encantó oír. Yo no detuve mi movimiento de caderas y ella respiraba tan relajadamente como mi apurada penetración le permitía y parecía recuperar de nuevo el aliento.

En un momento dado, fui yo quien detuvo momentáneamente mis movimientos para darme un pequeño respiro y acomodar de nuevo mi duro miembro dentro de su coño jugoso. Ella se aprovechó de aquella pequeña tregua. En su mirada se notaba que los dos orgasmos la habían dejado bastante satisfecha y que buscaba algún tipo de retorno después de haber estado tanto tiempo como la parte pasiva del encuentro. No me dejó hacer nada más y me sorprendió con algo totalmente inesperado.

Fue ella quien empezó a mover sus caderas arriba y abajo, movimiento que tanto mi madre como mi tía sabían realizar, pero no de la forma en que ella era capaz de hacerlo. Al más puro estilo del twerking profesional (que no estaba aún muy de moda en aquella época), su movimiento era hábil, veloz y preciso. Se podría decir que literalmente me estaba pajeando usando su vagina, de la cual se encargó de ir apretando sus músculos para crear una fricción todavía más enfermiza contra mi polla.

-Oh... -gemí yo totalmente pillado por sorpresa.- Laura!

Mis manos seguían sobre sus nalgas, pero ya no guiaban sus caderas para complementar rítmicamente mi velocidad de penetración, si no que simplemente se apoyaban en ellas y notaban el bestial movimiento de aquel culo que botaba arriba y abajo haciendo que la carne de sus nalgas produciera hipnóticas ondas de movimiento. Yo estaba totalmente a su merced y me encantaba.

Como su movimiento era ya indomable, decidí usar mis manos para acariciar su espalda, su vientre, su cuello, sus tetas (contra las que también frote mi cara y mi lengua) y sus labios. Fue allí cuando se metió uno de mis dedos dentro de su boca y lo mordió a la vez que su sonrisa maliciosa imperaba a pocos centímetros de mi cara. Comprendí que su actitud sumisa se había terminado con sus dos orgasmos y que había recuperado el control sobre mi. Entendí que me haría gozar hasta el final como ella quisiera.

Y así ocurrió. Enseguida noté mi polla más dura que nunca, y creo que ella también, así que los dos sabíamos lo que iba a ocurrir: Mi eyaculación estaba muy cerca y Laura no se iba a detener. Al estar al borde de mi explosión, mis manos volvieron a sus nalgas y las agarraron fuerte de nuevo. Ella hacía el movimiento principal pero yo no me rendí, intenté que mis caderas alcanzaran el ritmo de las suyas. No llegué a su nivel pero pude complementar un poco sus subidas y bajadas aferrado a su culazo.

Y allí mi polla empezó a expulsar chorros de semen espeso y caliente. Se me nubló toda la existencia durante aquel orgasmo y creo que yo mismo no pude oír los grandes gemidos que emití. Ella siguió haciéndome su "paja vaginal" a lo que yo perdía la capazidad de moverme con precisión. Fue increíblemente intenso sentir como mis manos perdían toda su fuerza y volvían simplemente a apoyar su peso en sus movidas nalgas, de las cuales pude sentir aquel increíble onduleo causado por el movimiento.

Volví a ver con claridad y a respirar más relajadamente, pero necesité al menos un minuto para conseguirlo. No nos movimos de nuestra posición en todo aquel rato, así que gozé de mis espasmos post-corrida estando aún dentro de ella y con mis manos en sus preciosas posaderas. Ella también estaba recuperando su aliento cuando me volvió a mirar a los ojos. Cuando le correspondí con mi mirada nos fundimos de nuevo en un beso apasionado, lleno de ternura y de agradecimiento por lo que acabábamos de experimentar.

. . .

Por la tarde, Marta y mamá llegaban a casa. Tanto Laura como yo nos encontrábamos en nuestras respectivas habitaciones, y evidentemente lo habíamos recogido todo, así que la escena que encontraron no podía despertar ningún tipo de sospecha por parte de la más joven de la casa.

A la hora de cenar, todo volvía a estar como siempre. Mi madre nos preguntó:

-¿Qué tal el día de estudio intensivo?

-Genial -respondimos Laura y yo casi al unísono.

Nos dimos cuenta de que habíamos hablado a la vez y nos dio una temenda vergüenza que tuvimos que disimular como pudimos. Mi madre lo notó y añadió:

-¡Que bien...! Lo vais a bordar este curso.

Asentí sonrojado. Miré a Marta instintivamente. Ella me miraba a mi y su expresión era la de curiosidad absoluta, con un punto de inocencia. Cuando nuestras miradas se encontraron, me sonrió con su habitual ternura.

Me quedé más tranquilo cuando asumí que no sospechaba nada. Era imposible que sospechara algo.

Al menos, eso era lo que yo pensaba.

CONTINUARÁ...
 
CAPÍTULO 12: LAS DEDUCCIONES DE MARTA

La segunda mitad de noviembre venía ya bien fría. La verdad es que el otoño tiene su encanto, pero mi estación favorita siempre será el verano, ya que a mi no me importa pasar calor mientras pueda ir con poca ropa (y ver como las chicas también van más frescas). La verdad es que el hecho de tener exámenes a la vista acrecentaba aún más aquel odio a la bajada de temperaturas. Las tardes de estudio eran tediosas, pero intenté racionar bien mis tiempos y hacer maratones cortos de concentración a tope, pero a la vez darme descansos en determinados ratitos. Era mi método y siempre me había funcionado así. Sin duda, la universidad (aún teniendo sus ventajas) podía llegar a exigir mucho más que el bachillerato, en según qué asignaturas. El problema era cuando, en medio del intento de concentración, me venían a la cabeza los flashbacks de la semana anterior.

El lunes con tía Isabel, el miércoles con mamá y el sábado con mi hermana Laura. Aquello era increíble, y cuanto más lo pensaba más me lo parecía. Con cada una las tres tenía un pacto de silencio para con el resto de la sociedad. Cada una de ellas sabía perfectamente lo que ocurría conmigo y las otras dos, pero este silencio era primordial cuando se trataba de la persona por la que había más probabilidad de acabar siendo descubiertos: Marta, la más joven de la casa. Marta era una persona alegre, positiva, con una autoestima muy elevada (tema que suele ser delicado en chicas de su edad) y que sabía vivir la vida a su modo, sin molestar ni ser molestada. Pero sobre lo que opinaría si de repente se enterara que su hermano tenía sexo con su otra hermana y con su madre en su propia casa cuando ella no estaba, no podía prever absolutamente nada.

Su cumpleaños se acercaba y se la veía ilusionada, en parte porque mamá ya le había comprado el disco con la recopilación videojuegos que tanto deseaba (el sábado, en el Centro Comercial, cuando mamá quiso dejarnos solos a Laura y a mi), en parte porque unas semanas después ya llegaba la navidad (que a ella le encantaba) y en parte porque ella siempre vivía ilusionada de por si. No era raro verla canturrear canciones por casa, que solían ser openings de anime que parecían gustarle cada vez más, alejándose de las preferencias més enfocadas en vestir la moda, en salir mucho de fiesta y en ligar con chicos, de su supuesto círculo de amistades. Me gustaba verla así, pero a veces me venía aquel sentimiento de culpa al recordar que era la única persona del de aquella casa que ignoraba por completo mi relación con las demás chicas de mi familia más cercana.

Aquella tarde, bajé al salón una hora antes de la cena y me la encontré precisamente a ella jugando a un videojuego:

-¡Hola, tete! -me dijo en tono alegre sin dejar de mirar la pantalla del televisor.- ¿Cansado de estudiar por hoy?

-Ya te digo… -suspiré casi tirándome encima del sofá.- La verdad es que me lo estoy tomando bastante en serio, pero tampoco creo que nos estén apretando tanto... Así que ya está bien por hoy.

-Pues a Laura si que se la ve estresada… -reflexionó con la mirada fija en su videojuego.- Aunque estos últimos findes me ha parecido verla más tranquila, por suerte.

-Bueno… -balbuceé rápido.- Supongo que también ha podido aprender a gestionar su tiempo.

-Claro -asintió Marta concentrada aún en el videojuego.- Hay que guardarse tiempo para descansar y para disfrutar.

-Así es -afirmé tratando de ocultar mi nerviosismo.

-Está bien que os apoyéis mutuamente -continuó ella,- estando ya los dos en la uni. A mi aún me queda, pero no tengo prisa.

Me quedé callado. ¿Me estaba diciendo que aún le quedaba tiempo para ir también a la universidad o… para apoyarnos mutuamente?

-Bueno… -dije.- En general somos una familia que nos apoyamos mucho entre nosotros.

-Eso es verdad, Tete -sentenció Marta.- Pero vosotros ahora os podéis solidarizar más el uno con el otro.

-Ya… Bueno… -dije sin saber como seguir.

-Aunque sí -añadió ella.- Si necesitáis mi apoyo, también podéis contar con ello, ¿Vale? Aunque sea daros espacio.

-¿Espacio? -pregunté sin entender nada de lo que decía.

-Sí, espacio… -contestó ella muy tranquila.- Si necesitáis tiempo para vosotros…

-Ah… Vale -dije yo con un pequeño nudo en la garganta.- Gracias…

Después de aquella conversación un tanto rara, la cena con mi madre y mis hermanas transcurrió con normalidad. No sabía si me estaba perdiendo algo y Marta empezaba a sospechar, tal y como había ocurrido con Laura unas semanas atrás. Pero no podía ser, porque en el caso de Marta ella era exactamente la de siempre, sin estar rara ni distante en absoluto, y que yo relacionara sus palabras con unas supuestas sospechas de ella hacia nosotros, podía ser solamente cosa mía y de mi estado de alerta casi constante hacia lo que ella pudiera pensar o averiguar.

. . .

Dos días después, sonaron tres golpecitos rápidos y seguidos en la puerta de mi habitación. Yo me encontraba en medio de un ratito de pereza situada en medio de una supuesta sesión de estudio exhaustivo. Respondí sorprendido:

-Adelante… La puerta se abrió y vi aparecer a Laura. Me habló en voz baja y tranquila, señalando los apuntes de mi mesa:

-Buenas, Enano. ¿Como vas con eso?

-Podríamos decir que voy a un ritmo moderado -respondí yo en tono de broma,- sin forzar la máquina. Ya sabes…

-Pereza máxima, ¿No? -dijo ella con una sonrisa cínica y mirando por la rabadilla del ojo los pósters de mi habitación.- Yo estoy igual.

Sonreí, mostrándome comprensivo. Al fin y al cabo Marta tendría razón sobre la solidaridad que estaba surgiendo entre Laura y yo. Seguramente Marta solo estaba notando esto y absolutamente nada más. Pero aquella tarde Laura venía a hablarme precisamente de aquel tema:

-Oye -me dijo.- Ayer hablé con Marta. No sé si son paranoias mías pero te lo cuento, a ver qué te parece a ti…

Me dio un vuelco el corazón. Tantos sobresaltos no podían ser buenos para mi salud.

-¿Ah, sí? -le dije tragando saliva.- Dime.

-Bueno -empezó ella.- Pues que aunque la veo tan normal y tan happy-flower como siempre… Dice unas frases que me suenan un tanto raras.

-¿Como por ejemplo? -pregunté yo.

-Pues que se alegra mucho que tu y yo estemos… ¿Como lo dijo? Ah sí: “en el mismo momento vital”, que qué bien que nos apoyemos mutuamente y chorradas así.

-Ah… -dije pensativo.

-Bueno, “chorradas” no, perdona. Que sí, que está bien el apoyo entre hermanos y tal, pero que de repente me lo diga así sin venir a cuento de nada…

-Bueno, sin venir a cuento de nada no, Laura -puntualicé.- Está claro que nuestra relación está un poco cambiada y que desde fuera se debe percibir como de más apoyo mutuo. Aunque haya otro trasfondo que esperemos que ella no intuya en absoluto.

-Bueno, sobre eso… -me dijo Laura mirando al techo esta vez.- Es que me acabó diciendo que, por si a caso, me avisaba que hoy estaría toda la tarde fuera hasta la hora de cenar.

-¡Bueno! -dije visiblemente sobresaltado.- Pero puede ser porque simplemente informa a su familia de que llegará tarde hoy ¿No?

-Bueno… -repitió ella.- Me lo dijo justo después de no se qué mierda de darnos espacio a ti y a mi.

Hice una pausa porque se me heló la sangre. No cabía en mi de la tensión que estaba sintiendo. Como no sabía qué demonios decir, me quedé estancado en la palabra que había vertebrado hasta el momento aquella conversación, con los ojos abiertos y mirando al vacío:

-Bueno, bueno, bueno…

-Del parabueno -dijo Laura con un evidente sarcasmo.- No sé, Enano. Creo que Laura no es nada tonta.

-Pero entonces… ¿Por por qué no pregunta qué es lo que ocurre? -dije mirándole a los ojos, con mis párpados muy abiertos.- Si lo sospecha… ¿Por qué no lo intenta averiguar como lo hiciste tú?

Laura se encogió de hombros.

-Además -añadí,- tú misma has dicho que se la ve como siempre y súper tranquila, me imagino que si lo sospechara se la vería un poco más alterada, ¿No?

Laura se volvió a encoger de hombros.

-¿Y si ella solita ya ha llegado a sus propias conclusiones? -pregunté ya más calmado.- ¿Y si son erróneas y da por sentadas cosas que no son?

-¿Que podría dar por sentado peor que lo que en verdad sí es? -me dijo Laura.

-No sé… -contesté.- A lo mejor es eso, que somos nosotros los que nos estamos emparanoiando y realmente ella solo piensa que de repente nos hemos hecho muy colegas y que queremos tiempo para estar de tranquis sin que ella esté en casa.

-No se... -me dijo Laura muy seria.- Marta no es tonta pero es muy inocente.

Asentí, mirando otra vez al suelo:

-Pero... ¿TAN inocente? Volví a mirar a los ojos de Laura con evidente expresión de duda para decirle:

-Creo que deberíamos hablarlo con mamá.

-Totalmente de acuerdo -me contestó mi hermana mayor.- Pero se acaba de ir. Me ha dicho que tampoco llega hasta la hora de cenar.

Instintivamente miré el reloj de mi despertador y vi que faltaban unos doce minutos para las seis de la tarde. Recordé que la hora habitual de la cena en aquella casa solía ser a las nueve de la noche. Volví la vista hacia mi hermana mientras ella me decía:

-De hecho, también te quería decir... -dijo mientras el tono de su voz se volvía mucho mas suave y agudo, a la vez que ponía los ojos más tiernos y suplicantes que le había visto en la vida.- ¿Me echas uno ahora? ¿Porfi?

En unos segundos ya nos encontrábamos en la cama revolcándonos y devorándonos. Nos quitamos la ropa mutuamente y yo me volví a dar el tradicional festín con sus tetas y con su culo, incluso antes de quitarle el escandaloso tanga de encaje que llevaba. Como no nos poníamos de acuerdo en quien sería el primero en dar y quien el primero en recibir sexo oral, hicimos un magnífico sesenta y nueve que nos puso incluso más a tono de lo que ya estábamos. Luego repetimos un genial coito de Laura encima de mi, moviendo salvajemente su pelvis hasta que se corrió. Durante aquel proceso, sus expresiones faciales eran la combinación de desesperación y placer, como ya había percibido en el polvo anterior. Elegí ponerla a cuatro patas para darme el gusto de follarle el coño viendo aquel maravilloso culo. Cuando me iba a correr, lo anuncié unos segundos antes.

-¡Córrete encima de mi! -me suplicó entre gemidos de puro deseo.

Se la saqué y me quité rápidamente el condón. Me di unos cuantos meneos y mi semen empezó a brotar desde la punta de mi polla, para acabar aterrizando en sus nalgas. Recibió algunos chorros más pero de repente se giró con mucha rapidez y puso su cara debajo de mi miembro, para luego recibir las últimas gotitas en su barbilla y en su boca abierta.

-Ufff… -suspiró.- Lléname de todo el semen que te has podido sacar conmigo.

Aquella frase me sorprendió. Era la tercera vez que tenía un encuentro sexual con Laura y cada vez mostraba una personalidad más intensa en el sexo.

. . .

No nos costó encontrar el momento adecuado para hablar con mamá, ya que Marta salía muy a menudo con quien fuera, a pesar del frío y de que llegaba la época de quedarse recogidito en el calor del hogar. Cuando uno de aquellos días estuvimos solamente los tres en casa, Laura y yo nos fuimos al salón y vimos a nuestra madre leyendo un libro en el sofá:

-Mamá -dijo Laura tomando una sorprendente iniciativa con su cada vez más palpable confianza en ella misma.- Queremos hablar.

Nuestra madre levantó los ojos del libro y se quitó las gafas de leer:

-Hola, hijos… -nos saludó sorprendida.- ¿Qué ocurre? ¿Todo bien?

-Bueno -dije yo sentándome a su lado.- Es sobre algunas cosas que nos ha dicho Marta.

Mamá respiró hondo y se reincorporó en el sofá:

-Vale… -dijo.- ¿De qué se trata?

Le contamos las frases que nos había soltado en nuestras últimas conversaciones. Laura lo hizo de pie y no se sentó en ningún momento.

-Ya veo -dijo nuestra madre mordiendo el terminal de sus gafas con un creciente nerviosismo.- Así que era eso…

Laura y yo nos miramos, para luego volver a girar la cabeza hacia mamá.

-Gracias por decírmelo, chicos -nos dijo ella.- La verdad es que, aunque la veo bien y tranquila, a mi también me hablado de una forma parecida, aunque podría decir que menos explícita. A lo mejor a vosotros os ve más como sus iguales…

-¿Pero qué te ha dicho exactamente? -pregunté yo intentando no exaltarme.- No puede ser que sospeche nada y que siga tan tranquila, ¿Verdad?

-Bueno… -dijo mi madre en un tono cada vez más tenso.- Pues nada, que la familia estamos para apoyarnos y que se siente muy feliz de la que le ha tocado. Cosas así.

Laura movía sus ojos de lado a lado, sumida en sus pensamientos. El ambiente se tensaba por momentos.

-Pero eso podría ser lo que dice siempre -puntualicé.- A lo mejor es la misma Marta de siempre y nosotros le estamos dando más sentido a sus palabras del que verdaderamente tienen porque estamos pensando todo el rato en esconder nuestro secreto.

-Podría ser… -dijo finalmente Laura.

-Vale, chicos. Ya. Calma -ordenó mi madre aplicándose al cuento.- Si realmente alguien tan inocentona como ella descubriera que tú y yo -dijo señalando primero a Laura y después a ella misma,- nos estamos follando a su hermano -me señaló a mi,- no podría estar tan tranquilita y alegre como siempre.

-Podría ser… -repitió Laura.

Yo respiré hondo antes de seguir hablando:

-Sería lo más lógico…

-Bien -añadió mi madre.- Entonces vamos a hacer lo siguiente: seguir con nuestra vida y que ella haga la suya, que también es mayorcita. Si hace preguntas o vemos que actúa raro, ya veremos lo que hacemos.

-Vale, mamá -dijo mi hermana mayor.- Muchas gracias.

-No hay de qué -dijo mi madre volviéndose a poner las gafas para retomar su lectura.

-Por cierto -continuó diciendo Laura.- Yo también pensaba irme a dar una vuelta un par de horitas o tres. Y Marta dijo que hoy también volvía a la hora de cenar, ¿No? Por si queréis aprovechar…

Mamá y yo nos miramos. Laura siguió hablando:

-El otro día nos quedamos solos y nos pudimos desestresar bien. Muchas gracias… pero tú también te mereces de eso, mamá.

Mi madre se volvió a quitar las gafas pero no dijo nada. Estaba un poco ruborizada.

-Cojo el abrigo y me voy… -dijo sonriendo.- Y tú, Enano… -se me erizó la piel.- Trata bien a mi madre, ¿eh? -me ordenó guiñándome un ojo.

-Hija… -dijo mamá.- Muchas gracias, pero me sabe mal si tienes que irte solo por el hecho de…

-Que no -dijo Laura restando importancia a todo,- que he quedado con gente… Solo os digo que lo aprovechéis.

-Gracias, Laura -dije yo, empezando a devorar a mi madre con la mirada.

Me entregué a fondo con sus tetas. Mis manos, mi cara y mi polla se dieron placer con ellas. Su boca acabó atrapando mi glande y eso me hizo disfrutar de lo lindo. Le comí el coño, con una técnica cada vez más experimentada, y se la acabé metiendo hasta el fondo. Nos corrimos a la vez, ayudándose ella misma de unos cuantos estímulos hacia su clítoris mientras yo rellenaba su vagina de mi esperma caliente y espeso. Nos relajamos y charlamos abrazados un buen rato, reiterando la buena conclusión a la que habíamos llegado con el tema de Marta: usar la lógica.

Aunque tenía que admitir que en mi familia ya hacía mucho tiempo que habíamos dejado de funcionar basándonos en la lógica.

. . .

Después de cenar, antes de ir a dormir, me encontré con Laura saliendo del lavabo justo cuando yo iba a entrar:

-Buenas noches, Enano -me dijo.- Me voy a la cama que estoy muerta.

-Buenas noches -respondí.

-¿Todo bien con mamá? -me dijo en un susurro finísimo.

-Sí -contesté en el mismo tono.- Muchas gracias.

-No hay de qué -continuó ella en voz muy baja.- No te ralles mucho con lo de Marta, ¿eh?

-Lo intentaré -informé.- Pero si vuelve a sacar el tema, querré saber de qué me está hablando. A ver si se explica mejor.

-¿Te la vas a acabar follando también? -dijo ella con una expresión malvada pero divertida y con el volumen de voz más ínfimo que pudo.

-¡Laura, por favor! -dije escandalizado en aquel mismo volumen.- ¿Qué coño dices?

-Bueno, ya puestos… De perdidos al río -susurró encogiendo los hombros.- Ya es mayorcita ¿Eh? A lo mejor hasta lo ha hecho.

-Pero Marta es súper inocente -repliqué también susurrando,- así que no creo.

-Yo también lo parecía hace años -me contó muy bajito.- Y estas somos las peores.

-No lo parecías tanto… -le espeté, intentando controlar el volumen de nuestros susurros.

-Lo que tú digas -me dijo riéndose en un tono ya más alto.

-Venga, ¡buenas noches pesada! -le solté con mucho más cariño que intención de atacar.

-¡Que duermas bien, Enano! -dijo caminando por el pasillo para ir a su cuarto, meneando su culo de forma un poco exagerada y juguetona.

. . .

Y no sé ni como, llegó aquel día en que volví a encontrarme con Marta a solas. En aquella ocasión, ella estaba en el sofá hojeando un manga que hacía poco tiempo que se había comprado hacía poco tiempo cuando yo llegaba a casa después de toda una mañana en la universidad. Al entrar por la puerta del salón, levantó su mirada de su lectura y sonrió ampliamente:

-¡Tete! -me dijo con mucha alegría mientras se levantaba a darme un abrazo.

-¡Buenas tardes! -le respondí yo mientras abría mis brazos para recibirlo y volver a sorprenderme por lo abultado que percibía su busto que, bajo un ancho jersey de invierno, se notaba más crecido que nunca.

-¿Qué tal el día? -me preguntó mientras se volvía a separar de mi poco a poco.- ¿Como va la uni?

-Pues… Bien -anuncié.- La verdad es que estudiar lo que te gusta tiene su qué. Solamente espero que el primer semestre sea asumible para alguien a quien le da tanta pereza estudiar como a mi.

-Venga, que te lo estás currando -dijo ella con su optimismo contagioso.- Ya verás como va genial.

-Eso espero -dije sonriendo.

-Por cierto -quiso añadir ella poniendo una enigmática expresión de tristeza.- Esta tarde no tengo plan y no creo que pueda salir. Espero que no os importe.

-¿Que no nos importe? -pregunté yo, temeroso del rumbo que estaba tomando la conversación.- ¿A quién?

-Pues a Laura, a mamá y a ti -dijo encogiendo los hombros.- ¿A quién va a ser?

-Pero Marta… -dije cautelosamente.- ¿Por qué íbamos a querer que no estuvieras, si esta es tu casa?

-Bueno, ya sabes -dijo Marta.- Para tener vuestros momentos.

Me quedé petrificado. Creo que incluso mi corazón dejó de latir por unos segundos, para luego empezar a bombear sangre de forma frenética.

-Marta... ¿A qué… -intenté hablar con máxima cautela.- ¿A qué te refieres?

-Tete… -me dijo.- Ya me imagino que no es algo que se pueda ir contando y que preferís que yo me mantenga al margen, pero no sé… No puedo evitar notarlo.

-¿Notar el qué? -pregunté sudoroso. -Bueno, creo que con mamá y con Laura tienes tu forma de… Bueno, daros algo de cariño especial, ¿No?

-Marta… Yo… -me volví a encontrar en una encrucijada de la que no podía salir.- No sé…

-Tranqui, Tete -me dijo afectuosamente.- Por mi no hay problema, de verdad. Yo seguiré a mi rollo, que ya me va bien así, y prometo no decir absolutamente nada a nadie. Es vuestra vida.

Asentí con la cabeza mientras el nudo de mi garganta ni siquiera me permitía respirar.

-Al hacerme mayor -me empezó a contar al ver que yo no decía nada.- He ido descubriendo que el mundo es más complejo de lo que he ido viendo de pequeña, que hay cosas que a veces no se entienden de buenas a primeras pero que simplemente… son. Y crecer en esta familia precisamente me ha enseñado a no juzgar, a escuchar y a comprender. Estoy muy agradecida por ello. Y aunque sea la más joven, creo que puedo entender lo que ocurre aquí.

Bajé la cabeza. Aquellas muestras de madurez, de inteligencia emocional, de empatía y de actitud resolutiva, hacían que me avergonzara de mi mismo. Me sentía fatal por habérselo ocultado, siendo ella tan avispada que se había enterado por si misma.

-Me sabe mal como te hayas podido sentir, Marta -logré decir.- No me ha gustado tener que ocultarte nada.

-Ya… -asintió sonriendo.- No te voy a negar que una se siente un poco desplazada cuando sabe que no participa de algo que el resto de gente sí. Yo también he tenido que hacer mi trabajo interno para no estar celosa.

-¿Celosa? -pregunté con repentina sorpresa.

-Sí, bueno… -me dijo ella.- Cuando eres la única que está obligada ni siquiera saber lo que ocurre entre un grupo de gente cercana. Se despiertan estas cositas.

-Ah… -dije asintiendo y reflexionando al oír sus palabras.- Entiendo.

-Creo que voy a ser más claro con mamá y con Laura -me explicó.- Me ha ido bien ser clara contigo. Me siento mucho mejor.

Puse cara de pánico por como el desarrollo de los acontecimientos pudiera condicionar la vida que llevábamos hasta aquel momento.

-¡Pero no te preocupes, Robertito! -me dijo con una preciosa sonrisa reconfortante.- Tú no me has dicho nada. Lo he averiguado yo solita, y así se lo voy a hacer saber a Laura a mamá y a…

La miré con ojos de carnero degollado.

-Tía Isabel también ¿Verdad?

Asentí muy lentamente.

-Tranquilo que también lo sospeché desde el principio. Una tiene una mente muy creativa cuando ve dibujitos japoneses… Fliparías con la cantidad de guarradas que se ven en los de hentai.

-¿Ves hentai? -le pregunté en un ataque de curiosidad repentina.

-Bueno, a veces… -me confesó.- Por supuesto que me toco, y ya desde hace tiempo… Ya te he dicho que me he hecho mayor y una también siente ganas y cositas...

Me sonrojé e intenté volver a estar lo más calmado posible. Marta me estaba ofreciendo una conversación muy tranquila y asertiva: no había necesidad de estar alterado.

-Cierto… -dije.- Como pasa el tiempo.

-Aunque la verdad es que -continuó explicando ella,- en el caso de mi círculo de amigas, no me siento para nada celosa ni envidiosa de no seguir su ritmo. Les mola comprarse la ropa más pija, salir de fiesta, y emborracharse para acabar liándose con el tío más capullo de la disco. ¡Y el día siguiente a lo mejor ni se acuerdan! No me llama nada la atención eso, al menos por el momento.

-Entiendo -respondí de forma comprensiva.- Tienes claro lo que te gusta y lo que no. Tienes mucha personalidad.

-¡Y mucha pechonalidad! -dijo sacando pecho y riéndose al acto, cosa que me pilló totalmente desprevenido.- Perdona… -dijo cuando terminó de reír, viendo mi expresión atónita.- Es una broma que me hacen siempre ellas. Dicen que con mis tetas sería la que más ligaría (gracias mamá, por cierto). Pero ya les he dicho que no me tira tanto su forma de hacer las cosas.

-No te preocupes -balbuceé intentando recuperar la calma.- Que vayan llegando los momentos si te apetece que lleguen. No hay ninguna prisa… Yo era virgen hasta hace unos meses...

-Fue… -me interrumpió ella.- Mamá, ¿verdad?

Asentí con calma.

-Lo imaginaba… Cuando estabas malito, ¿no?

Volví a asentir, a lo que Marta sonrió orgullosa de su capacidad deductiva, mirando al suelo y asintiendo también para luego soltar:

-Qué bonito, en el fondo.

La volví a mirar con mucha curiosidad.

-Que des tus primeros pasos en el sexo con alguien que te ha educado desde el primer día de tu vida -continuó,- que te lo enseñe todo paso a paso…

Me sorprendió mucho su forma de ver las cosas, así que la seguí escuchando atentamente.

-¿Te imaginas que cuando me toque a mi... papá ya esté despierto? -preguntó con unos ojitos llenos de ilusión.

-¡Pero Marta! -me sobresalté.- ¿Qué di… -y me callé. Tanto por lo ilógico de mi razonamiento cuando yo estaba haciendo lo mismo con mi propia madre, como por su mirada, que se llenó de sorpresa al ver mi reacción.- Bueno… Me refiero a que… ¿Como sabes si papá querría?

-Ni idea -dijo encogiéndose de hombros.- Pero es bonito soñar ¿No? Además papá es una persona tan especial y diferente a las demás… Es por él y por mamá que pensamos de forma tan abierta y podemos hablar de estos temas.

-Bueno -dije yo rebajando mi tono de forma notable.- Todo son conjeturas. Tú puedes seguir viviendo tu vida a ese ritmo que hemos hablado, que es genial. Y ya irás viendo.

-Ya, pero… -replicó en un tono mucho más melancólico.- Así como lo que hacen mis amigas me la suda… Lo que tienes tú con Laura, mamá o tía Isa...

Me quedé escuchando para poder oír la siguiente parte de su frase, pero esta no llegó nunca. El mensaje había quedado implícito en lo que ya había dicho.

-¿De verdad? -dije con unos ojos como platos.

-Pero solo si tú también quisieras y si las demás están de acuerdo.

-Laura al menos lo estaría… -solté sin pensar, en un tono de voz bastante bajito.

Marta me miró con alegría e ilusión:

-¿De verdad? -preguntó.- ¿Como lo sabes?

-Bueno… -balbuceé otra vez.- en una conversación... Ya sabes, comentarios que surgen porque sí.

-Ah… -dijo ella sonrojándose.- Qué bien…

Me volví a quedar bien callado.

-¿Y tú? -me preguntó mirando directamente hacia mis ojos.- ¿Como lo verías?

-Yo… ¿Yo? -dije otra vez al borde de la taquicardia.

-Sí… -dijo ella cada vez más sonrojada pero manteniendo la calma absoluta.- No pasa nada si no es así, pero como siempre está bien hablar las cosas. Por eso te pregunto… ¿Puede ser que solamente te atraigan las chicas mayores que tú, por ejemplo?

-Para nada… -confesé muerto de vergüenza, después de un breve silencio.

-Bueno, Tete… -me dijo con otra cálida sonrisa.- No te preocupes si no quieres contestar. Solamente quería dejar claro que estoy bien con todo lo que pasa -añadió acercándose a mi para darme otro abrazo.- No te molesto más.

-Estás bien… -reflexioné mientras la abrazaba,- ...pero te gustaría también formar parte de ello, ¿verdad?

-¿Como dices? -dijo al separarse lentamente del abrazo.- Bueno… Pero no pasa nada si...

-Creo que a mi también me gustaría -me atreví a confesar.

-¿En… serio? -preguntó Marta sorprendida y ruborizada.

-Sí… -admití yo sonrojándome también.

En aquel momento mi teléfono móvil vibró. Era un mensaje de nuestra madre, que nos decía que Laura le había pedido si podía ir a buscarla a la universidad al salir del cole ya que se había quedado allí a terminar un trabajo grupal. Llegarían como muy pronto a las seis y media de la tarde, pero no antes. Marta también recibió el mismo mensaje. Miré la hora y vi que eran las cuatro y media. Durante dos horas, Marta y yo estaríamos solos en casa.

-Vaya… -dijo Marta mirando atentamente su móvil.- Parece que van a llegar tarde…

-Sí… -dije yo con la mirada clavada en el mensaje.

-¿Qué… -dijo Marta.

-Dime -dije yo nervioso.

-¿Qué quieres hacer?

Me encogí de hombros para luego decir:

-Lo que quieras…

-¿Te parece si hablamos de esto? -me preguntó con mucha timidez.

-Vale -respondí.- Vamos al sofá.

Nos sentamos en el sofá y nos acomodamos.

-Entonces… -comencé yo.- Tus experiencias son…

-Solamente conmigo misma -me confesó.- A veces viendo porno… Normalmente hentai, que me gusta más que el real, y fantaseando con cosillas varias.

-Y te gustaría dar el paso… -continué.

-A ir aprendiendo poco a poco a dar placer a otro… -me interrumpió.- Y a que me den placer a mi.

-Bueno -dije cada vez más cachondo y atrevido.- Esto se puede hacer de muchas formas y es maravilloso ir probando cosas distintas.

-Lo sé… -me dijo también echándole un poco más de coraje.- El hentai es poco realista, pero da algunas ideas de cosas que sí se pueden hacer. ¿A ti qué te gusta?

-A mi… -me reí.- Muchas cosas.

-¡Pero así para empezar, hombre! -se rio ella también.- ¿Qué te atrae?

-A mi… -dudé por un instante.- Las tetas me flipan.

-¿Las grandes? -soltó emocionada.

-Supongo que de todos los tamaños -expliqué.- Pero las grandes, las que más.

-Como las de mamá… -dijo,- o… -se pasó la mano por la parte del jersey que cubría sus amplios pechos,- como estas, ¿no?

-Exacto… -asentí.

-¡Pues qué bien! -me dijo con una sonrisa traviesa pero a la vez tímida.- ¿Quieres tocar?

-Si me dejas… -contesté.

-Claro, tete -me dijo agarrándome ella misma una mano y dirigiéndola a uno de sus pechos.

Ni el tacto de si ancho jersey invernal podía ocultar la cantidad de materia que conformaba el pecho que empecé a acariciar de forma suave. ¡Como me gustaba por fin poder tocar aquellas tetas que de momento solamente había podido sentir por accidente o durante los abrazos que Marta me solía dar! Usé mis dos manos, una en cada pecho, hasta que ella misma me sonrió e hizo el gesto de quitarse el jersey. Asentí y yo mismo la ayudé a completar aquel gesto, haciendo que dicho jersey volara por encima de su cabeza y yo pudiera apreciar lo que había debajo: una camiseta de tirantes que literalmente parecía que iba a estallar por la presión. Aún no las podía ver en todo su esplendor pero estuve seguro de que aquellas dos habían crecido mucho más respecto a lo yo había visto en verano aquel día de playa.

-Madre mía… -dije asombrado.

-No… ¡Hermana! -dijo Marta riéndose de repente.- Tu madre aún las tiene más grandes, aunque si estas siguen con el ritmo que llevan últimamente…

-Me encantan... -dije con los ojos muy abiertos y una sonrisa de oreja a oreja.- Vaya par de melones tienes ya.

-¡Podrían acabar siendo sandías! -me contó ella en un tono muy desinhibido.- Te juro que no he percibido que dejen de crecer en ningún momento desde que empezaron a salir hace años. A saber a lo que pueden llegar…

-Me encantará verlo -respondí dirigiendo otra vez mis manos a sus tetas.- ¿Puedo?

-¡Por favor! -dijo ella cada vez más suelta.- Aunque siento decirte que no eres la primera persona que lo hace… Mis amigas lo hacen todo el rato en broma… -se rio.- O no tan en broma, quién sabe.

Sonreí y me di el lujo de soltarme yo también, apretando y amasando un poco más. Ganamos cierta complicidad mirándonos a los ojos para saber que le podía quitar la camiseta. La vi en un sujetador negro bastante simple, muy alejado de las piezas de lencería que solían vestir Laura, mi tía, o incluso a veces mi madre. La ropa interior de Marta era cómoda y de la que no esperaba invitados, aunque aquel día tuviera el primero. Le seguí sobando las tetas a través del sujetador y ahí le dije:

-Pero me juego lo que sea a que tus amigas que lo hacen “en broma” no han tocado directamente la piel…

-No… -dijo ella otra vez ruborizada pero sonriendo.- En esto sí que puedes ser el primero…

Le desabroché el sujetador y entre los dos nos deshicimos de él, pero no pude tocarlas de buenas a primeras. Simplemente no pude a causa de lo que vi. Aquella visión era absolutamente asombrosa, eran como las de mi madre pero en su versión más joven: el tamaño en general no llegaba al de mi madre, aunque poco le faltaría, así como el de sus pezones y aureolas, que eran del mismo color. Eran prácticamente… perfectas. Cuando asimilé lo que estaba viendo, recuperé el aliento y volví a dirigir mis manos hacia ellas. Nunca había tenido queja de la suavidad de la piel de mi madre, pero lo de Marta era otra liga, casi de otro planeta. Una piel tersa, firme sin ser exagerado, pero extremadamente suave. Estaba claro que la edad tenía algo que ver, ya que las de piel más suave eran mis hermanas, comparadas con las pieles también notablemente suaves de mamá y de mi tía. Me desaté un poco y las acaricié, amasé e incluso hice el amago de acercar mi cara a ellas, cosa que provocó que me volviera a hablar tímidamente:

-¿Te las quieres… comer? -dijo sonriendo pero ruborizándose según hablaba.

Asentí sonriendo de oreja a oreja.

-Adelante -dijo ella asintiendo también.

Y allí empezó mi recreo máximo: lametones, chupadas, aprisionar mi cabeza entre ellas y apretarlas contra mi cabeza mientras la movía de lado a lado y gemía de puro gozo... Fue el punto álgido de mi primer encuentro sexual con Marta, ya que lo que vino después fue un poco más ortopédico y no tan orgánico.

Estando yo caliente perdido, oí que Marta, que también hablaba con una voz temblorosa de placer y deseo, decía:

-¿Estás cachondo, Tete?

-Mucho, Marta -admití.

-Me gustaría que me enseñaras… -dijo con la cara roja de vergüenza.- A hacer que te corras.

Me la quedé mirando y sonreí, fascinado por su ternura.

-¿También quieres que yo sea el primero en esto? -le pregunté.

-Ajá… -asintió.

-¿Como te gustaría probarlo? -le dije yo. -¿Chupando? -dijo ella sonriendo pero evitando mi mirada.- ¿Te gusta que te la chupen?

-Me encanta… -le confesé emocionado.

-Pues enséñame -me pidió con cara de traviesa.

Me acomodé en el sofá y, como ya estaba muy caliente, me quité el jersey y la camiseta. Marta me quiso acariciar un poco el torso, pareciendo que lo hacía con más curiosidad que deseo, y luego se puso instintivamente de rodillas enfrente de mi. Le sugerí que primero explorara el terreno y luego ya me iría quitando el pantalón para luego sacar mi pene del calzoncillo. A partir de aquel momento, ya la vi más insegura e incluso un pelín torpe. No obstante, verla en tetas y de rodillas delante de mi, ya era suficiente excitación para mantenerme empalmado. Cuando llegó el momento de bajarme el calzoncillo, mi polla apareció bastante morcillona tirando a dura. Marta la miró sorprendida con cara de duda.

-Uau… -dijo.- Verlo en directo es muy distinto que en el porno.

-No te preocupes, Marta -le dije.- Si es tu primera vez, toma tu ritmo sin ninguna presión. Yo estoy la mar de a gusto.

-Voy a hacer que te corras -dijo sonrojada pero con determinación.- ¿Empiezo ya?

-Pues… -empecé a responder yo,- sí, pero tómate tu tiempo para acariciarla, descubrirla…

Supongo que hizo lo que pudo. Sus primeras caricias fueron la mar de torpes, pero después calmó sus nervios para darle unos mucho más decentes apretones que acabaron siendo una más que digna paja. Le sugerí que se atreviera primero con unos lametones, que me brindó con mucha cautela hasta metérsela de lleno en la boca.

Su primera mamada fue una mamada de experimentación y de reconocimiento. Iba probando distintas cosas y no se acababa de decidir por ninguna en concreto. Me decidí a echar una mano en el más literal de los sentidos.

-Lo siento, tete -me dijo desanimada.- Creo que soy muy torpe.

-Ey… -la reconforté yo.- No te preocupes que yo estoy muy a gusto y es tu primera vez. Tómatelo con calma.

-Vale… -me respondió ella.- Ayúdate con la mano, que quiero ver como te corres y luego… -se calló en seco.

-Luego, ¿qué? -pregunté.

-Luego lo quiero probar -me anunció.- Quiero ver como sabe.

Asentí y le di caña a mi paja, que ella complementaba con tímidas chupadas y algunas lamidas que, a decir verdad, me empezaron a dar mucho más placer. Con mi mano izquierda agarré una de sus tetas para amasarla a mi gusto y luego cambiar a la otra. El momento se acercaba.

-Marta… -avisé.- Me voy a correr.

Marta se apartó y observó detenidamente mi miembro viril. Le di caña a mi paja y mi leche empezó a brotar, provocándome espasmos que se extendían por todo mi cuerpo. Ella solo lo miró por tres segundos, y luego se abalanzó hacia mi polla para volver a metérsela en la boca mientras esta seguía expulsando semen. Aguantó más bien poco y enseguida se volvió a apartar, con algunas gotas de esperma cayéndole por la comisura de sus labios.

-Pufff… -dijo más abrumada que asqueada, pero tragándose todo lo que pudo con esfuerzo.- Joder… Lo siento.

-Marta… -dije yo aún entre espasmos.- No te preocupes. Estoy bien.

-Vale… -dijo ella avergonzada lamiéndose los labios para luego pasarse por allí el reverso de su mano para eliminar los restos de fuera de su boca.- Lo haré mejor la próxima vez... en caso de que quieras repetir.

Sonreí y asentí. Le acaricié la mejilla y me incliné hacia adelante para darle un tierno beso en la frente. Ella me miró avergonzada, como si me pidiera disculpas por lo ocurrido, y luego me dijo con un hilito de voz:

-Te quiero mucho, Tete… Sonreí mientras se levantaba y le di un enorme abrazo. Nuestros torsos desnudos entraron en contacto y sentir aquellas tetazas con mi propia piel fue simplemente maravilloso.

-Yo también te quiero, hermanita -le dije.

Después de asearnos y asegurarnos de que el sofá del salón seguía intacto, nos vestimos. Así como después de tener sexo con Laura, a mi hermana mayor se la veía mucho más tranquila y contenta en relación a su personalidad habitual, con Marta había ocurrido a la forma inversa: por como había ido su primera experiencia, se mostraba taciturna y bastante rallada. Me supo mal verla así.

Fuera como fuese, por aquel entonces yo no sabía hasta donde llegaba el nivel de determinación de mi hermana más joven para superarse a si misma y llegar al nivel que ella pensaba que debía llegar para ofrecerme lo mismo que Laura, tía Isabel o Luisa, mi querida madre.

. . .

Marta decidió hacerlo de aquella forma: con actitud seria y decidida, nos convocó antes de la cena a Laura, a mamá y a mi para contarnos que lo había ido deduciendo todo, que todo le parecía bien y que quería vivir sus primeras experiencias conmigo. Como siempre, yo pasé vergüenza y miedo, pero también una sensación de alivio por no tener que esconderme de nada ya en casa. La cara de Laura era de póquer absoluto pero me pareció ver que se le escapaba alguna sonrísa acompañada de alguna expresión de alucine. Mamá era la que más me preocupaba. Decía que lo seguía deseando, pero que le preocupaba enormemente el tipo de familia que estaba creando.

-Mamá -le decía Marta.- Nadie está a disgusto aquí y parece que las cosas funcionan muy bien desde que se están rompiendo estas barreras. Llevo tiempo viéndolo desde fuera y te puedo asegurar que es así.

-¿Pero como vamos a poder seguir llevándolo bien? -respondía mi madre con lágrimas en los ojos.- Tarde o temprano nos podemos hacer mucho daño.

-Por eso -dijo Marta.- Tendremos que hacer reuniones familiares períodicas. Contarnos como nos sentimos y todo eso. Hablar es muy importante. Y tendría que asistir también tía Isabel.

Laura puso los ojos en blanco, pero justo después hizo un gesto de resignación y asintió para luego decir:

-Marta podría ser la próxima presidenta, si quisiera. Ya sabéis que las reuniones no me flipan, pero tiene toda la puta razón del mundo.

Las tres me miraron a mi.

-¿Tú que opinas, Roberto? -dijo mamá.

-¿Yo? -dije con la voz temblorosa.- Adelante con todo.

. . .

Después de aquella reunión, vi a Marta más satisfecha pero aún un poco enfurruñada en lo que ella consideraba su "fracaso" a la hora de aprender a satisfacerme. No se volvió a producir ningun encuentro entre los dos durante los siguientes días, en los que yo ignoraba por completo como ella tenía en su mente un plan con claros objetivos marcados para el día en que nos voliéramos a encontrar a solas. Recuerdo el día en que volvió su sonrisa habitual. Yo estaba en el sofá de casa cuando ella entró por la puerta a eso de las ocho y media de la tarde.

-¿De relax en el sofá, Tete? -me dijo cuando me vio.

-Pues sí -respondí,- y calentito con la calefacción.

Se acercó a mi y me dio un beso sonoro en la mejilla.

-¿Qué tal tu tarde? -me preguntó.

-Bien... -le dije.- ¿Y la tuya?

-Bien -respondió con una sonrisa de emoción que no acabé de entender.- Muy bien.

Y se fue a su habitación hasta la hora de cenar. Yo no lo sabía, pero el plan de Marta estaba en marcha.

CONTINUARÁ...​
 
Leído en el otro sitio y lo comento aquí, ya lo he dicho en otra ocasion es mi ídolo jiji, se ha montado todo un harén aunque no se si no tendrá problemas de fechas y horarios jaja, se acabó el secreto se acabó la intriga a ver como el autor se las apaña para que sigamos interesados a partir de ahora se supone que todo es meter
 
Al pobre muchacho lo ven a dejar seco 😂😂😂
Menos mal que no hay más mujeres en casa...
Con ganas de seguir leyendo la marchita que llevan
 
En cuanto se despierte el padre le va a meter un rejonazo que lo va a poner en coma otra vez.
 

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