Artemi
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Joder, es una pasadaEl mirón del Cine 7, el final de la saga.![]()
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Joder, es una pasadaEl mirón del Cine 7, el final de la saga.![]()
Me gustaría creer lo mismo que tú, pero ya he visto cosas en la vida real que me llevan a pensar que puede ser totalmente cierto.En la vida real yo dudo mucho que un tío se vaya a dejar humillar por un viejo enclenque y gilipollas como este.
Y mucho menos es creíble que una mujer va a perder la cabeza por un viejo que no vale nada solo.porque tenga una buena verga.
Si, es más que seguro que esto en la vida real se de.Me gustaría creer lo mismo que tú, pero ya he visto cosas en la vida real que me llevan a pensar que puede ser totalmente cierto.
A veces el morbo y el deseo aparecen donde menos lo esperas.Si, es más que seguro que esto en la vida real se de.
Pero cuesta creer que una pareja que aparentemente estaba perfectamente , está perdiendo la cabeza porque aparece un señor que no es gran cosa solo.porque tiene una gran verga.
A mi me han dejado a mi mujer completamente desnuda en una sala x, solo se la follo en Macho que venia con nosotros, pero ha sido la experiencia mas alucinante y morbosa que hemos vividoMe gustaría creer lo mismo que tú, pero ya he visto cosas en la vida real que me llevan a pensar que puede ser totalmente cierto.
Cuenta,cuenta..A mi me han dejado a mi mujer completamente desnuda en una sala x, solo se la follo en Macho que venia con nosotros, pero ha sido la experiencia mas alucinante y morbosa que hemos vivido
Eso lo tienes que explicar y relatar mejor para deleite de todos y si se acompaña de algun material gráfico ya sea pubico o por privado, sería laA mi me han dejado a mi mujer completamente desnuda en una sala x, solo se la follo en Macho que venia con nosotros, pero ha sido la experiencia mas alucinante y morbosa que hemos vivido
Esa experiencia tiene q tomar forma en un buen relato para deleite de todos los presentes!!A mi me han dejado a mi mujer completamente desnuda en una sala x, solo se la follo en Macho que venia con nosotros, pero ha sido la experiencia mas alucinante y morbosa que hemos vivido
8
El plan inicial ya hacía tiempo que se había directamente a la mierda. De hecho, no había ni rastro de él. Nuestra intención inicial era echar un polvo delante del viejo, para darle un escarmiento y al final habíamos terminado en los aseos del cine, conmigo vigilando la puerta mientras el mirón se follaba a mi mujer delante del segurata.
Todo muy surrealista.
Y a pesar de la peculiar situación, y aunque me había corrido antes, volvía a estar empalmado y muy caliente, igual que el día que el viejo se folló a mi mujer delante de mí. Ese día descubrí que me gustaba ver a Silvia con otros hombres, y durante todos estos meses había querido apartar esa idea de mi cabeza, pensando que aquello que ocurrió fue algo excepcional y que no se iba a volver a repetir. Pero tenía que asumir mi realidad.
Me acababa de convertir en un pobre cornudo y mi mujer se volvía loca con la enorme polla del viejo mirón.
Aunque no me gustaba nada la idea de dejarla sola con esos dos elementos, así que abrí la puerta y me asomé al baño. Ahora ella y el viejo estaban discutiendo, y Silvia negaba con la cabeza. Al menos le estaba poniendo un poco de cordura y parecía que no quería masturbar al segurata, que impaciente, asistía a la conversación con la polla en la mano.
―Dijiste que ella me iba a hacer la paja... ―insistió Bartolo.
―Que sí, pesado, espera un momento, lo estamos hablando... ―le cortó el viejo, que por unos instantes ya no lo tenía todo bajo control.
―Y tú vigila la puerta ―me gritó apuntándome con la porra.
―Silvia, ¿estás bien? ―pregunté yo desde la otra punta.
―Está estupendamente ―contestó el mirón―. ¿A que no te importa que le haga una paja a este?
―Silvia deberíamos irnos, no me gusta esto...
―¿Qué pasa?, ¿se decide o no? ―se impacientó el vigilante.
―Acércate y tócale las tetas, ¡¡mira, qué berzas tiene la puta esta!! ―le pidió el mirón.
Bartolo avanzó dos pasos despacio y estiró la mano, rozando los pechos de Silvia con extremada delicadeza, como si le diera miedo hacerle daño al tocárselos.
―Pero, apriétaselos bien, hombre... ¿ves cómo le gusta? ―dijo el mirón cuando gimió Silvia.
Luego se agarró la polla y la puso a la entrada de su coño, mi mujer se inclinó hacia delante y sus pechos cayeron colgando como dos ubres sobre las manos del segurata, que comprobó el peso y el tacto que tenían.
―¿Quieres que te folle? ―preguntó el viejo sabiendo la respuesta.
―Sí, vamos, métemela ya, aaaaah... ―le pidió Silvia abriéndose más de piernas.
―Tiene buen culo también, ¿eh? ―le comentó a Bartolo, que se quedó mirando incrédulo las marcas de las manos, en la suave piel de sus glúteos.
―Joder, tío, te has pasado, lo tiene muy rojo...
―No te preocupes, a esta zorra le encantan unos buenos azotes... no veas cómo gime cada vez que le doy... ¿qué pasa? ¿te gustaría sacudirla un poco?
―¿Pu... puedo hacerlo? ¿Me dejaría hacerlo a mí?―preguntó volviendo a tartamudear.
―Pues claro, a la rubia no le importa..., podemos llegar a un acuerdo, mira, nos olvidamos de la paja y te dejo que le sueltes unos azotes, te parece bien, rubia, ¿verdad? ―dijo el mirón subiendo el vestido de Silvia para que Bartolo pudiera admirar los potentes glúteos de mi mujer―. ¿Has visto que culazo tiene?
―Aaaaah, aaaaah, vamos, métemela ya, ufffff... no puedo más ―le imploró Silvia agarrándole de la manga de la camisa.
―Espera, que este quiere castigarte un poco, estamos cerrando un trato... ―la calló el viejo―. Entonces quedamos en eso, nos olvidamos de la paja y a cambio te dejo que azotes su culo y que nos veas follar... ―le ofreció al vigilante, al que se le había iluminado el rostro.
Este ni lo dudó y se acercó a ellos. El viejo había encontrado su fetiche en unos minutos.
―Cinco azotes... ―negoció agitando la porra delante de ellos, como si estuvieran regateando―. Hay que castigar a la rubia por incumplir la ley...
El viejo se inclinó sobre la espalda de mi mujer y estranguló sus tetas, apretándoselas con mucha fuerza. Silvia gritó de dolor y le suplicó que se la volviera a follar.
―Por favor... por favor, aaaaah... métemela...
―Deja que este tío te dé unos azotes y te aseguro que después te voy a echar el polvo de tu vida... hazme caso ―le aseguró el mirón retirándose mientras le subía el vestido para desnudar el culo de mi mujer―. Ven aquí, amigo, es toda tuya...
Salí fuera para echar otra ojeada y rápidamente volví a los aseos. Aquello no quería perdérmelo. La cara de Bartolo se había transformado y ahora parecía un puto sádico empuñando con fuerza su porra, mientras le colgaba la polla de la bragueta.
Bestial!!8
El plan inicial ya hacía tiempo que se había directamente a la mierda. De hecho, no había ni rastro de él. Nuestra intención inicial era echar un polvo delante del viejo, para darle un escarmiento y al final habíamos terminado en los aseos del cine, conmigo vigilando la puerta mientras el mirón se follaba a mi mujer delante del segurata.
Todo muy surrealista.
Y a pesar de la peculiar situación, y aunque me había corrido antes, volvía a estar empalmado y muy caliente, igual que el día que el viejo se folló a mi mujer delante de mí. Ese día descubrí que me gustaba ver a Silvia con otros hombres, y durante todos estos meses había querido apartar esa idea de mi cabeza, pensando que aquello que ocurrió fue algo excepcional y que no se iba a volver a repetir. Pero tenía que asumir mi realidad.
Me acababa de convertir en un pobre cornudo y mi mujer se volvía loca con la enorme polla del viejo mirón.
Aunque no me gustaba nada la idea de dejarla sola con esos dos elementos, así que abrí la puerta y me asomé al baño. Ahora ella y el viejo estaban discutiendo, y Silvia negaba con la cabeza. Al menos le estaba poniendo un poco de cordura y parecía que no quería masturbar al segurata, que impaciente, asistía a la conversación con la polla en la mano.
―Dijiste que ella me iba a hacer la paja... ―insistió Bartolo.
―Que sí, pesado, espera un momento, lo estamos hablando... ―le cortó el viejo, que por unos instantes ya no lo tenía todo bajo control.
―Y tú vigila la puerta ―me gritó apuntándome con la porra.
―Silvia, ¿estás bien? ―pregunté yo desde la otra punta.
―Está estupendamente ―contestó el mirón―. ¿A que no te importa que le haga una paja a este?
―Silvia deberíamos irnos, no me gusta esto...
―¿Qué pasa?, ¿se decide o no? ―se impacientó el vigilante.
―Acércate y tócale las tetas, ¡¡mira, qué berzas tiene la puta esta!! ―le pidió el mirón.
Bartolo avanzó dos pasos despacio y estiró la mano, rozando los pechos de Silvia con extremada delicadeza, como si le diera miedo hacerle daño al tocárselos.
―Pero, apriétaselos bien, hombre... ¿ves cómo le gusta? ―dijo el mirón cuando gimió Silvia.
Luego se agarró la polla y la puso a la entrada de su coño, mi mujer se inclinó hacia delante y sus pechos cayeron colgando como dos ubres sobre las manos del segurata, que comprobó el peso y el tacto que tenían.
―¿Quieres que te folle? ―preguntó el viejo sabiendo la respuesta.
―Sí, vamos, métemela ya, aaaaah... ―le pidió Silvia abriéndose más de piernas.
―Tiene buen culo también, ¿eh? ―le comentó a Bartolo, que se quedó mirando incrédulo las marcas de las manos, en la suave piel de sus glúteos.
―Joder, tío, te has pasado, lo tiene muy rojo...
―No te preocupes, a esta zorra le encantan unos buenos azotes... no veas cómo gime cada vez que le doy... ¿qué pasa? ¿te gustaría sacudirla un poco?
―¿Pu... puedo hacerlo? ¿Me dejaría hacerlo a mí?―preguntó volviendo a tartamudear.
―Pues claro, a la rubia no le importa..., podemos llegar a un acuerdo, mira, nos olvidamos de la paja y te dejo que le sueltes unos azotes, te parece bien, rubia, ¿verdad? ―dijo el mirón subiendo el vestido de Silvia para que Bartolo pudiera admirar los potentes glúteos de mi mujer―. ¿Has visto que culazo tiene?
―Aaaaah, aaaaah, vamos, métemela ya, ufffff... no puedo más ―le imploró Silvia agarrándole de la manga de la camisa.
―Espera, que este quiere castigarte un poco, estamos cerrando un trato... ―la calló el viejo―. Entonces quedamos en eso, nos olvidamos de la paja y a cambio te dejo que azotes su culo y que nos veas follar... ―le ofreció al vigilante, al que se le había iluminado el rostro.
Este ni lo dudó y se acercó a ellos. El viejo había encontrado su fetiche en unos minutos.
―Cinco azotes... ―negoció agitando la porra delante de ellos, como si estuvieran regateando―. Hay que castigar a la rubia por incumplir la ley...
El viejo se inclinó sobre la espalda de mi mujer y estranguló sus tetas, apretándoselas con mucha fuerza. Silvia gritó de dolor y le suplicó que se la volviera a follar.
―Por favor... por favor, aaaaah... métemela...
―Deja que este tío te dé unos azotes y te aseguro que después te voy a echar el polvo de tu vida... hazme caso ―le aseguró el mirón retirándose mientras le subía el vestido para desnudar el culo de mi mujer―. Ven aquí, amigo, es toda tuya...
Salí fuera para echar otra ojeada y rápidamente volví a los aseos. Aquello no quería perdérmelo. La cara de Bartolo se había transformado y ahora parecía un puto sádico empuñando con fuerza su porra, mientras le colgaba la polla de la bragueta.
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