Espiando a Bea: 10 años después.

Tampoco hay que ser tan duro con mi tocayo.
Yo creo que si lo ha superado y lo único que quiere es cerrar esa etapa.
A mí me hubiera gustado que acabara con Nerea, porque creo que entre los 2 surgió algo más que una amistad.
Pero eso ya es imposible porque Nerea ha rehecho su vida y creo que es feliz.
Mucho me temo que todos los caminos conducen a una reconciliación con Bea, aunque creo que no se lo merece.
 
Ves? en cambio yo lo veo de diferente forma.
Para mi la base de su relación no era digamos que muy favorable y suficientemente sólida para que tuviera un largo recorrido.
En tal caso ambos hubiesen sido los clavos que sirvieron para sacarse mutuamente los otros clavos que por cierto, fueron muy dolorosos y sangrantes. El punto es que ni Carlos ni Nerea han podido pasar página del todo.

No olvido que en estas historias yo meramente soy un espectador que observa y que mi punto de vista no siempre coincide con las maneras de pensar del personaje ni la forma que yo lo realizaría. En este caso yo no hubiese mantenido la relación con Nerea.

La reconciliación o no para mi casi ya es lo de menos por que para seguir ambos han de cerrar heridas. Ahora veremos como es el encuentro de Bea y Carlos y a partir de alli...........................ya se verá (sin hacer spoiler)
 
Bea.



Bea había aparcado justo enfrente del salón de baile de Quique.

Llevaba ya un rato largo observando el local. ¿Cuántas noches había dejado el coche en ese mismo aparcamiento? ¿Cuántas horas y cuántas cosas habían pasado allí dentro?...

Recordó que el sitio no le había hecho mucha gracia al principio. Solo la insistencia de Carol la empujo a apuntarse a las clases. El ambiente le parecía chabacano y la salsa y la bachata no eran sus fuertes. Su amiga sin embargo parecía moverse por allí como pez en el agua, animándola a ella y a Nerea a dejarse de prejuicios y a tratar de pasárselo bien.

Por ahí pululaban varios macizos... algún mulato y el resto, género local. Mucho músculo y poco seso para su gusto. Demasiado directos, tenían el deseo pintado en la cara. Acostumbrados a chavalitas que no solían ponerlo muy difícil, hicieron sin embargo de ellas, una cuestión de amor propio. A Nerea y a Bea les divertía la situación más que otra cosa. Tenían que haber visto venir el peligro. Carol sin embargo, se lanzaba a él de cabeza.

Y como tenía que destacar eligió a Quique, el macho alfa y dueño del local.

Quique era distinto. Ella se dio cuenta enseguida de que habían conectado. En apariencia no parecía muy diferente de los demás, pero era inteligente y sabía respetar los tiempos. No era de los que entraban a matar enseguida.

Tenía la paciencia del cazador. Seleccionando a su presa, dejándola evolucionar a su alrededor, tentándola a ver cómo reaccionaba, elaborando una estrategia y finalmente, cobrándose su pieza. Casi dejando que fuera ella la que se echara sobre la boca del fusil.

Si pensaba que se había enrollado con Carol y que a partir de entonces la iba a dejar en paz, estaba muy equivocada. Fue solo una estrategia de despiste. Un modo de continuar cerca de ella, porque al principio, cómo si intuyera el peligro, Bea lo rechazaba.

Y luego Carlos. Menudo idiota. Con el dichoso jueguecito del morbo. Excitándose cuando ella le contaba cómo se la comían con los ojos los habituales de allí. Como tenía que estar continuamente retirando manos de donde no debían estar. Alcanzando un nuevo nivel de calentura, cuando le contó que Quique la rondaba. Tenía que reconocer que a ella también le ponía el asunto. Sus polvos habían mejorado bastante tras una etapa un poco rutinaria. Quizá por eso no anticipó lo que se le venía encima.

En fin. Ahora tocaba fin de ciclo.

Decidida, se bajó del coche. Sacó del maletero un troller y se dirigió al local.

Aún era temprano y apenas había nadie dentro.

- Hola Bea, la saludo el camarero.

- ¿Está Quique?

- Sí, ahora lo aviso... ¿Quieres tomarte algo mientras?

-No gracias. En realidad solo venía a darle esto. Tengo prisa, si te parece te lo dejo a ti.

- ¿Tanta prisa que ni una despedida?


Bea se giró al oír la voz.

Quique la miraba con esa media sonrisa de galán algo anticuado que ella tan bien conocía.

- Quique, ya nos hemos despedido. Solo he venido a traerte tus cosas. Me he cansado de esperar que vayas a por ellas.

Él ignoró sus palabras e insistió:

- ¿Y una última copa?

¿Una última copa? Sería idiota… como si se acabaran de conocer.

- Quique, nos conocemos demasiado para seguir haciendo el tonto. Prueba con alguna de tus nuevas amigas. Me voy.


Él la cogió por el brazo cuando pasó a su altura.

- No tenías que haberte ido a Londres.

- No tenías que haberte quedado aquí. Tenías que haberte venido conmigo. Pero eso nunca entró en tus planes. Renunciar a algo por mí, nunca entró en tus cálculos.

- Renuncié a todas las demás...

- Los primeros años Quique, hasta que te deje solo. ¿Cuánto tardaste en acostarte con la primera apenas me fui? ¿Y si me hubiera quedado? ¿Cuánto hubieras tardado de todas formas?

- Te lo vuelvo a repetir: no tenías que haberte ido…

- Estamos entrando en bucle cariño. Mejor dejarlo ya...

- Estás enfadada y lo entiendo. Dejemos correr un tiempo. Te llamaré más adelante.

- No lo hagas. Adiós.


Bea se dirigió a la puerta sin mirar atrás. Cruzo la calle y entró en su vehículo. Echó un último vistazo y luego giró la llave de contacto.

Condujo sin prisas, dando un rodeo antes de ir a casa. Le gustaba ir con la ventanilla bajada, sintiendo el aire en la cara.

A estas alturas ¿cómo podía ser tan imbécil Quique? Todavía intentándolo. Por puro orgullo seguro. No porque la quisiera, sino simplemente porque sabía que no le gustaría verla con otro. Porque de alguna forma la consideraba de su propiedad, como buen macho latino.

Al principio fue diferente. Ella no dio ni un duro por su relación, pero se sorprendió ante un Quique que parecía dispuesto a cambiar. A cambiar por ella. Y de hecho lo hizo. Aunque era un espejismo, ella creyó que podía ser para siempre.

Por eso, cuando a Bea le surgió una buena oportunidad profesional en Londres y decidió que la aprovecharía, se sintió muy decepcionada cuando él se negó a acompañarla. Necesitaba irse. Necesitaba probarse a sí misma, despegar profesionalmente, labrarse un futuro y sobre todo romper con su anterior vida. Para ella era una cuestión vital. Y sin embargo Quique lo interpretó como un capricho, negándose a traspasar un negocio que apenas le daba para comer.

Pero allí él era rey. Y seguía llamando la atención entre las mujeres.

Esa fue su prueba de amor y Quique no la superó. Ni siquiera hizo el intento de probar:

- Vente un mes y luego ya vemos. Pues nada, ni eso.

Esos dos años y medio fuera destruyeron su relación. Pero ella estaba convencida que de haberse quedado no hubiera sido muy diferente. Quizás hubieran tardado algo más, pero Quique, tarde o temprano hubiera vuelto a las andadas. Lo llevaba en la sangre. Bea aprendió a no culparlo. Ya no.

Simplemente no podía ser y ya está. Dos años más malgastados intentando arreglar lo que ya era irreparable.

- Quiero tener un hijo… le había dicho él.

- ¿Con quién? ¿Conmigo o con otra?

- No seas estúpida Bea.

- Quique, nosotros no vamos a tener un hijo.

- ¿Porque no? Eres la única de tus amigas que todavía no los ha tenido... ¿Es por el trabajo?

- ¡Es por ti idiota! ¡Estás tonteando con otras mujeres y me pides que tengamos un hijo!

- Quizás eso pudiera solucionarlo todo...

- Quizás yo no estoy dispuesta a arriesgarme. Bastante tengo ya para encima quedarme embarazada de ti.


No hizo falta que Bea lo pillara con las manos en la masa. Demasiado bien lo conocía. Podía adivinar incluso el día que había follado con otra, aunque Quique era un genial actor y nunca perdía los papeles, ni se ponía nervioso.

Lo que quiera que sea que habían tenido los primeros años que estuvieron juntos, ya lo habían perdido. Y Bea sabía que era para siempre. Por eso decidió romper con él. No tenía sentido seguir más tiempo juntos. ¿Por qué Quique no la dejaba ir de una puñetera vez?

Al final ¿había que ponerse violentos? Bueno, si tenía que ser así...

Bea lo echó de casa. De su casa.

Pues eso, fin de ciclo. Bea estacionó el vehículo en su garaje y apenas llegó se fue directa a la ducha. Un buen rato bajo el agua caliente le vendría bien.

Quizás pudiera desprenderse de los sentimientos negativos y de los restos de culpa que aún pudiera albergar. No entendía como los tipos como Quique tenían esa facultad para hacer que las mujeres se sintieran culpables de todo.

Siempre somos nosotras las que tendremos que entender y comprender. Siempre las que tenemos que ceder. Las que asumimos que ellos no pueden cambiar y tenemos que aceptarlos como son. Las que nos responsabilizamos de todo lo que sale mal. Las que cargamos con la culpa.

La culpa de haberme ido a Londres, de haber buscado mis oportunidades profesionales, la culpa de haber elegido no ser madre, la culpa de no haber aceptado que Quique no podía ser en exclusiva para mí...

Pues ¿sabes qué? A la mierda con la culpa. Es un lastre. Igual que Quique.

Bea sabía que debía sentirse aliviada. Había tomado la decisión correcta. Ahora era libre para buscar un compañero de verdad, para ser ella misma y para empezar de nuevo.

Y sin embargo, el regusto que le quedaba era amargo. No conseguía alegrarse por mucho que lo intentara. Bueno, tiempo al tiempo.

Salió de la ducha envuelta en una toalla. Se vistió con un camisón corto que le llegaba solo hasta los muslos. Sus zapatillas cómodas de estar por casa y una copa de vino en la mano.

Era hora de relajarse.

Entonces sonó el teléfono. Carol.

Se sentó y se dispuso a atender a su amiga. Le apetecía hablar y desconectar un poco. Sin embargo su rostro denotó sorpresa. El movimiento de la copa hacia sus labios quedó interrumpido.

Lentamente, dejo el vino sobre la mesa. Durante un momento se quedó desorientada sin saber muy bien que pensar que decir o qué hacer.

- Bea ¿estás ahí?

- Sí Carol, perdona. Es que no me lo esperaba.

- Pues sí, me lo acabo de encontrar saliendo de la estación.


Le dio todos los detalles de su encuentro, incluido esa propuesta de tomarse un café juntos.

- ¿Te ha dicho por qué...?

- ¿Por qué ha venido? por temas de trabajo, creo.


Diez minutos después Bea colgaba el teléfono. Sus dedos tamborileaban en la mesa. Era la señal inequívoca de qué estaba dándoles vueltas a algo. Siempre lo hacía cuando se abstraía o se ponía nerviosa.

Carlos estaba en la ciudad.

¿Qué demonios había venido a hacer? Carol le había dicho que había venido por temas de trabajo. Después de tanto tiempo... Qué casualidad que hubiera llegado ahora, justo cuando ella había cortado con Quique. Desechó esos pensamientos. No podía ser, llevaban muchos años sin hablarse, tenía que ser una casualidad. No podía estar relacionado.

Sí, bastante tiempo…

Volvió a coger la copa y ahora sí le dio un trago largo al vino, dejándola casi vacía. Desde luego era mucho sin verse y las últimas veces que habían hablado, no habían sido desde luego agradables.

Bea recordó que todo había empezado con aquel viaje de Carlos. Aquella noche loca en su casa…y la mañana más loca aun. Desde ese día su novio estuvo raro. Habían intercambiado mensajes donde le decía que venía de vuelta. Pero no llegaba. Bea se preocupó. Hizo varias llamadas y le saltaba el buzón de voz. Finalmente, Carlos le dijo que había surgido un imprevisto y tenía que volverse.

- Pero ¿Estas bien?...

- Si, no te preocupes, es un tema de trabajo.


Regresó dos días después y ya no era el mismo. Distante, agotado, como si estuviera enfermo. Recordó cuan preocupada estaba, sobre todo cuando se percató de que Carlos marcaba distancia con ella. Pero ¿Qué cojones pasaba?

Lo primero que se le pasó por la cabeza, es que se había enterado de lo suyo con Quique. Era lo más evidente. Pero acabó descartando la idea. ¿Quién se lo habría contado?

Nadie sabía que se habían acostado. Nerea no salió de la habitación en toda la noche, y Carol dormía la mona. Y aunque la hubiesen visto tonteando con Quique, en el cuarto de invitados, era solo eso, un tonteo. No habían llegado a follar. Cuando lo hicieron por la mañana estaban solos. Además, ninguna de sus amigas le iría con ese cuento a Carlos. Por otro lado, Claudio no pintaba nada y ni siquiera sabía quién era su novio.

Y ¿Quique?...

No, no tenía sentido. Quique había ido detrás de ella desde el principio. Ahora que había conseguido lo que quería ¿Por qué la iba a delatar? No le convenía. A menos que…bueno, que quisiera quitarse a Carlos de en medio. Ella le había dado largas desde ese día, pero ambos sabían que solo era una tregua. De hecho, continuaba acudiendo a las clases de baile y conforme la relación entre él y Carol se iba deteriorando, su complicidad crecía. Tarde o temprano acabarían follando otra vez. Pero ahora, en plena crisis, ella no se planteaba nada que no fuera aclarar las cosas con su novio. ¿Es posible que Quique hubiera lanzado un torpedo a la línea de flotación de su relación? ¿Quería algo más que sexo?

Bea estaba muy confundida. Creía conocer muy bien a Carlos. Le resultaba impensable que ante un chismorreo referente a infidelidades, no se lo plantease directamente a ella. Y más, habiendo fomentado él mismo el jueguecito de poner calientes a otros hombres. No, no era posible que ante un chivatazo, Carlos la dejara sin pedirle ninguna explicación ni aclarar nada.

Entonces ¿Qué diablos estaba sucediendo?

Solo obtenía vagas respuestas al preguntarle. Evitaba la confrontación. Bea empezó a desesperarse.

Luego, pasó lo de Nerea. Ella estaba allí la noche que se presentó Javi y los pilló liados. Fue como un golpe para todas, incluida Carol. Un baño de realidad que a ella la afectó especialmente. Podría haber sido su caso. De hecho, desde ese día no volvió a contestar los mensajes de Quique y de atender sus llamadas. También dejó de ir al club de baile.

Apenas un par de días después, Carlos se iba del piso que compartían. Bea no entendía nada. Más vaguedades, más excusas.

- Pero ¿Por qué? Carlos, dime que ostia está pasando aquí.

- Bea, creo que lo nuestro ya no funciona. Es mejor que nos tomemos un tiempo.

- ¿Me quieres decir que es lo que no funciona?

- Quizás yo.

- Oye, dime que te pasa conmigo ¿es por lo que te he contado de las clases de baile? ¿Es por Quique? Te recuerdo que todo eso fue idea tuya…

- Pues igual no fue buena idea…

- Carlos, seamos claros por favor… ¿sospechas de mí?

- No lo sé Bea. Te he dicho que no es solo por ti…démonos un tiempo, te lo pido por favor. Necesito estar solo.


Era imposible. No consiguió arrancarle ni una palabra más. Bea pensó que era mejor dejarlo ir. Que se calmara, fuera lo que fuera que le pasara. Ya habría tiempo de hablar más adelante. No sabía que Carlos salía de su casa y de su vida, para siempre.

Esta vez, fue ella la que llamó a Quique.

- Oye ¿tú le has contado a alguien lo nuestro?

- Que alegría oírte rubita.

- ¡Que si le has contado algo a alguien!

- No sé de qué me hablas…

- Creo que Carlos sabe que nos enrollamos aquel día…

- Pues no ha sido por mí, guapa
…contestó. Parecía molesto. Quizá esperaba que ella le llamara para quedar. Oye, tenemos que vernos. Tenemos que hablar…

- Sí, ya se yo lo que tú quieres…

- Pues lo mismo que tú, guapita…no me digas ahora que te arrepientes. Sé bien cuando una mujer disfruta conmigo.

- Quique por favor. Ahora no estoy para nadie. Por favor no me llames.

- ¡Si me has contactado tú!

- Solo para saber si habías hablado con alguien.

- Ya te he dicho que no.


Quique parecía sincero. Se reafirmó en que Carlos no debía saber la verdad, aunque podría tener sospechas. Entonces ¿Por qué se iba? ¿Por qué no quería hablar claro con ella?

Algo estaba pasando y se le escapaba el qué.

Decidió no insistir. Si Carlos quería su espacio, pues muy bien. Sea lo que fuese rompería por algún sitio. Y presionarlo no servía nada más que para empeorar las cosas. Cuanto más insistía más alterado se ponía él, así que resistió la tentación de confesarle la infidelidad. Si como pensaba, su novio no lo sabía, esto acabaría de complicarlo todo.

La semana siguiente las cosas fueron a peor. Carlos dejó de responder a sus llamadas una vez se instaló en el nuevo apartamento. La cabeza de Bea no paraba de funcionar. Entre tanta confusión, no acertaba a comprender lo que sucedía. Tenía que haber una explicación lógica. Y la única que encontró su celebro fue la peor.

Cuando se enteró de que Nerea se fue a vivir con Carlos, las piezas del puzle parecieron encajar ¿Por qué con él? ¿Por qué Nerea no se marchó con Carol o la misma Bea, que al fin y al cabo eran sus amigas? La necesidad de encontrar respuestas la hizo dirigirse hacia la única luz que vio encendida. En su mente confundida y atribulada, se instaló la duda. Y la duda, una vez anida, carcome todo a su alrededor.

Que Carlos no le devolviera las llamadas, solo la hizo reafirmase en sus sospechas. Como no podía hablar con él, abordó a su amiga. Ella lo negó, pero se mostró muy agresiva. Tan agresiva como una mujer a la que le quitan lo único a lo que puede agarrarse. Lo que siguió fue aún más desconcertante. Carlos la llamó para pedirle explicaciones de su pelea con Nerea. Toda la semana sin cogerle el teléfono y la llamaba para defender a Nerea ¿Cómo podía ser tan cruel? A menos que…efectivamente estuvieran enrollados. Lo peor fue que ni siquiera se molestó en negarlo.

Tenía que enfrentarse cara a cara con él. Se acabó el tiempo. Había que poner todas las cartas encima de la mesa. Ya estaba bien de acertijos.

Dejó pasar unos días. Necesitaba calmarse. Que se tranquilizaran todos. Si no, pasaría lo mismo que la mañana que se vio con Nerea. Una pelea de sordos.

Esa noche, se dirigió a ver a Carlos. No se esperaba la sorpresa de verlo salir con Nerea cogida de la cintura. Boquiabierta, se mantuvo a distancia y los siguió hasta el parque. Los vio caminar juntos, cogidos de la mano. Abrazarse y besarse. Actuaban con una intimidad y confianza que no dejaba lugar a demasiadas dudas.

Así que era eso. Tenía que ser la explicación. La zorra de Nerea le había quitado el novio. Cuándo y cómo sucedió, es algo que todavía no sabía. Pero lo cierto es que eso lo explicaba todo. La desidia de Carlos. Su negativa a darle explicaciones. El hecho de que hubiese recurrido a él en primer lugar después de que Javi la sorprendiera…incluso veía una conspiración en el juego que su novio le había propuesto de tontear con otros ¿Era una excusa para luego poder quitársela de encima?

Su mente bullía barajando las opciones potenciales. Y en todas, solo le parecía posible una conclusión: había sido objeto de una encerrona por parte de Nerea. Tenía a Javi como pareja, a Claudio como amante y a Carlos como refugio si las cosas se torcían, como parecía que había acabado sucediendo.

Sintió que le hervía la sangre. Caminó hacia ellos y se plantó justo a sus espaldas.

- Eres una cabrona hija de puta, Nerea.

- ¡Bea! ¿Qué haces aquí?

- ¿Qué pasa? ¿Es que molesto? No te preocupes que me voy enseguida.

- Bea, tu no lo entiendes…
intentó terciar Carlos…

- Precisamente ahora es cuando lo entiendo. Lo veo todo perfectamente claro…

- Bea, déjanos explicarnos…lo que pasa es que Carlos y yo…

- Cállate zorra, no tengo nada que hablar contigo.


Y dirigiéndose a su ya ex novio, le espetó:

- No te molestaré más. Si esto es lo que quieres muy bien…supongo que ya no es necesario darnos “un tiempo”. Podrías habérmelo dicho desde primera hora. Me has tenido en vilo muchos días. No lo esperaba de ti, Carlos. Eres el único hombre que no me imaginaba capaz de hacerme algo así. Tú no…

Con los ojos arrasados, ya sin poder contener las lágrimas de pena y rabia mezcladas a partes iguales, Bea se dio la vuelta y corrió para alejarse de ellos.

- Bea, espera. Déjame hablarte un momento solo…

- No me llames. No quiero verte nunca más…
fueron las últimas palabras que le dirigió Bea antes de huir de allí.
 
Hay que tener la cara muy dura y ser muy cínica para reprocharle nada después de serle infiel con Quique.
Mucho me temo que al final volverán a estar juntos, pero desde luego Bea no le merece para nada.
 
Hay que tener la cara muy dura y ser muy cínica para reprocharle nada después de serle infiel con Quique.
Mucho me temo que al final volverán a estar juntos, pero desde luego Bea no le merece para nada.
Pero el que da más rabia es tu tocayo. Es un idiota que no tiene los huevos para ponerla en su lugar.
 
Pero el que da más rabia es tu tocayo. Es un idiota que no tiene los huevos para ponerla en su lugar.
En ese momento desde luego tenía que haberle hablado muy muy claro y decirle todo.
Que estaba allí cuando le fue infiel con el capullo de Quique. Es verdad que estuvo muy muy blandito.
 
Carol.



Carol siente las gotas de sudor correr desde su frente hacia su nariz y también resbalar por sus mejillas. Cierra los ojos y se deja sumir en el dulce sopor que le provoca la bajada de tensión, debido a la alta temperatura y la humedad de la sauna.

Nota un cosquilleo entre sus muslos cuando sus fantasías acuden a la mente, en ese estado parecido al duermevela. Fantasías muy concretas a las que lleva tiempo dándole vueltas.

Esta mañana ha tomado un primer café con Felipe. Sonríe al recordar la cara de sorpresa que puso cuando ella le dijo:

- Bueno, vas a invitarme a ese desayuno por fin ¿o no?

Los dos solos, en una pequeña confitería, alejada de donde se reúnen habitualmente los padres del cole para desayunar. Algo en aspecto muy formal que no deja traslucir la guerra subterránea que se libraba bajo las apariencias: Felipe intentando poner la directa y ella parándole los pies.

Hace mucho tiempo que no hacía algo así, de manera que ahora no tiene prisa. Quiere marcar bien el terreno; quiere dejar claras las reglas del juego; pone sus condiciones y Felipe las acepta, y todo esto, sin decir apenas una palabra al respecto. Conversación intrascendente pero llena de propuestas veladas.

A Carol no le importaría follárselo esa misma mañana. En vez de irse al gimnasio, montarlo en el coche y llevárselo ella misma a un motel de carretera que conoce, apenas a quince minutos de allí. Discreto, fuera de la vista. Dónde suelen ir habitualmente parejas que buscan intimidad, como bien sabe por alguna de sus amigas y conocidas.

Felipe es el jefe de su propio negocio. No tendría ningún problema en justificar un retraso de dos o tres horas. Sexo intenso, calmando todas sus ganas, sacando fuera todos sus demonios, gritando como una perra en celo para ponerlo aún más caliente…

Pero como acaba de pensar, prefiere que las cosas vayan pausadas para que salgan bien, que es tanto como decir “como ella quiere”.

No hay prisa. Puede esperar y además, así Felipe estará más caliente y desesperado. Lo quiere enfebrecido, ansioso. El primer encuentro tiene que ser brutal. Un cuerpo a cuerpo desenfrenado. Y también lo quiere manejable. Después de eso, rendido y agotado, hará su voluntad. Ella será la que marque el ritmo y las condiciones de la relación. Carol sabe que esa es la clave. Un primer destello cegador de placer sin límite, y ya será suyo, siempre que sepa jugar sus cartas. Lo difícil no es manejarlos al inicio, sino hacerlo una vez que han obtenido lo que quieren.

Vuelve a sonreír. Una vez más le viene a la memoria la cara con la que lo ha dejado, cuándo él le ha propuesto una cena.

- Si te portas bien tal vez... Pero yo decidiré cuando. Tú vete buscando las excusas que le vas a poner a tu mujer… le dice descarada.

Quizás es la única frase directa que se permite. Todos los demás se sobreentiende. Y los dos lo saben.

Carol lleva la mano a su entrepierna.

Sus dedos se meten debajo de la tela del bañador y recorren su rajita. Se siente húmeda. Aumenta el cosquilleo conforme se acerca a su clítoris, que está duro como un garbanzo. Lo pellizca lentamente haciendo pinza con dos dedos. Una arcada de placer le sube desde el vientre.

Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, retira la mano.

En cualquier momento puede entrar alguien a la sauna. Quizás años atrás, a la otra Carol no le hubiera importado, incluso le hubiera parecido divertido. Pero a la Carol actual, casada y con dos hijos, no le apetece ponerse en evidencia. Ahora la provocación tiene un límite para ella.

Está dispuesta a resarcirse. Tiempo tendrá de dar rienda suelta a sus fantasías cuando se quede a solas con Felipe.

Se va al vestuario y se ducha ¿Quizás en la intimidad de la cabina? No. Se aguanta hasta llegar a casa. Le apetece un orgasmo fuerte, salvaje…está muy caliente. No de pie en la incomodidad de la ducha y ahogando los gemidos para que no la oigan.

Mientras se dirige a su hogar, excita su propio morbo pensando de qué manera se va a masturbar. Tiene varios juguetitos que puede utilizar.

Finalmente se le ocurre cómo. Dispone de mucho tiempo así que llenará la bañera de hidromasaje. Apagará la luz y encenderá unas velas olorosas. Y luego...

Veinte minutos después, Carol se sumerge en el agua caliente. Siente como se abren los poros de su piel y como el calor penetra dentro de su cuerpo. Se deja flotar un rato, aprovechando para desconectar de todo lo demás y concentrarse en imaginar cómo será ese primer encuentro con Felipe. Su primera aventura desde que está casada.

Un cuerpo distinto, un nuevo deseo, un amante diferente, perdiendo la cabeza por estar con ella, una nueva verga... Sonríe...Jorge no está mal dotado pero Felipe es más alto y corpulento. Esto promete...se dice para sí misma.

Se le va la mano a la entrepierna y comienza a acariciarse. Está muy caliente. Lleva así toda la mañana, desde su encuentro con Felipe. Pero ahora está en casa sola y puede dar rienda suelta a su deseo. Cuando nota que su clítoris hinchado comienza a emitir destellos de placer se detiene.

- Vamos a innovar un poco… se dice a sí misma, recordando lo que le ha venido a la cabeza de camino a casa.

Coge un consolador que simula perfectamente un pene. Últimamente ese dildo le ha dado muchas alegrías. Le pone lubricante. Aúpa un poco el culo para sacar su pubis del agua. Se pasa la punta por la rajita. La recorre a todo lo largo, deteniéndose en el clítoris para frotarlo. Repite el movimiento varias veces. Se siente mojada por dentro y por fuera.

Luego, busca la entrada a su sexo y coloca el falo de látex. Empuja suavemente y nota cómo va entrando sin demasiada dificultad.

Se imagina que es la verga de Felipe follándola al fin, acoplándose a cada rincón de su vagina y llenándola. Cuando llega al fondo, nota un pequeño pinchazo que rápidamente se transforma en placer. Durante un rato repite, sacándose y metiéndose el consolador. Con los ojos cerrados se imagina que su nuevo amante la jode fuerte y acelera el ritmo.

La mano libre aprieta las tetas, pellizcando uno de los pezones. Se siente muy guarra. Necesita sexo fuerte y sucio. Sabe que Felipe se lo dará. No lo intuye, está segura. Todavía conoce muy bien a los hombres y piensa que no se puede equivocar con este.

De repente abre las piernas poniendo cada una a un lado de la bañera. Se mueve hacia el grifo y se coloca de forma que el chorro de agua caiga directamente en su clítoris. Va regulando la temperatura hasta que alcanza la idónea para sentir calor, pero sin quemarse. Luego lo abre a tope. El chorro de agua impactando contra su botón del placer, le hace sentir un cosquilleo al principio un poco molesto, pero luego, poco a poco, siente como pequeños calambres de placer.

Ella nunca se había masturbado así. Se lo ha oído contar a dos niñatas del gimnasio, mientras se cambiaban en el vestuario. Una dijo que lo hacía con mucha frecuencia y que alcanzaba unos buenos orgasmos. Que lo practicaba desde muy jovencita porque cuando era adolescente, no quería perder la virginidad. Y si se masturbaba con los dedos al final siempre intentaba meterse alguno.

Fuera verdad o una chorrada que se había inventado la nena, excitó su curiosidad.

Y claro, en cuanto tuvo oportunidad probó. Eso requería tener tiempo para montar toda la parafernalia, así que no era una forma fácil de desahogo. A ella no le resultaba fácil llegar así. Tenía que estar relajada y muy caliente. Tardaba, pero al final el orgasmo llegaba. Y quizás por ese tiempo de espera y por haberlo trabajado de menos a más, descubrió que además de diferente era intenso.

Y ahí estaba ahora, con la innovación que se le había ocurrido. Simultanear el falo dentro de ella, con el chorro de agua por fuera.

Y ciertamente estaba dando muy buen resultado. Porque si cerraba los ojos, lo que sentía dentro era la polla de Felipe. Imaginaba que el impacto contra su clítoris era el roce del pubis de su amante. Empezó a sentir contracciones de placer y una oleada de gusto la sofocó. El orgasmo nació de muy dentro, propagándose por su vagina y subiendo desde su vientre hacia arriba. Como si fuera una corriente eléctrica que pugnaba por salir a través de sus pezones, duros como piedras.

Fue dilatado y vivo. Aún siguió moviéndose un rato, apartando su coño del chorro de agua porque le hacía unas cosquillas insufribles de lo sensible que lo tenía, pero permitiendo que siguiera impactando sobre sus labios vaginales y sobre su pubis. Se imaginó a Felipe sudoroso dejando caer su peso sobre ella, después de haberse vaciado dentro. Lentamente se sacó el consolador, imaginando que era su amante retirando por fin su verga de dentro.

La infidelidad ya estaba consumada en su mente. Ya tocaba llevarla a cabo físicamente.

Carol sale a la terraza. El pelo cubierto con la toalla. Solo el albornoz tapa su cuerpo. No suele beber a esas horas, pero se permite el lujo de ponerse una copa de frizzante de manzana bien frío, para equilibrar la temperatura de su cuerpo tras el baño caliente y el orgasmo más caliente aún.

Se tumba en la hamaca y se entreabre un poco el albornoz dejando que el sol llegué a sus piernas y al inicio de sus pechos. Definitivamente ha sido una buena mañana.

De repente, en el móvil salta un mensaje.

Lo mira y ve que es Carlos.

- Vaya, no ha empezado mal el día, pero aún puede ponerse más interesante...

Una invitación a desayunar. La acepta. Cierran la cita en una cafetería cercana al hotel donde se aloja Carlos.

Lo piensa un poco y luego marca el número de Bea.

- Hola

- Hola ¿qué haces?

- Pues lo de siempre estás a estas horas. Ya sabes un poquito de jacuzzi, una buena paja, una copa de vino blanco fresquito, mi terraza, el sol, la tumbona... Lo típico ¿y tú?

- Yo también lo típico, aquí trabajando. Todavía me quedan un par de horas hasta el almuerzo.

- Oye me ha llamado Carlos. Vamos a desayunar mañana ¿te apuntas?


Breve silencio al otro lado.

- Bea ¿estás ahí?

Si, estaba ahí, rumiando lo que le acababa de decir su amiga.

- No creo que sea buena idea. Te ha llamado a ti no a mí. Si te parece invitamos también a Quique, a Javi y a Nerea y hacemos una fiesta "revival"...

- Oye, seguro que no le importa que tú te presentes. Si quieres le doy un toque y le pregunto. Creo que le gustaría que vinieras.

- No tengo nada claro que me guste a mí. No hace falta que le preguntes: no voy a ir.

- Cari, ¿te lo vas a perder? llevamos un montón de años sin verlo. Me ha invitado a mí pero estoy segura de que te busca a ti.

- Pues que siga buscando.


- No puedes esquivarlo, si quiere verte, te va a ver…

- Bueno, pues que sea de cara. Que me lo pida él y no acercándose a través de una amiga.


Carol resopló.

- Como quieras, pero yo voy a ir. ¿No tienes curiosidad por saber qué ha sido de Carlos después de todos este tiempo?

- Claro que me pica la curiosidad, pero para eso te tengo a ti, que ya me contarás.

- Vale. Y si me pregunta por ti… ¿qué le digo?

- La verdad, que las cosas me van bien...

- Y que tú Quique que ya no estáis juntos…

- Carol que te conozco... No líes la madeja.

- Jajaja, bueno mañana te cuento.


Pues sí, la cosa se ponía interesante. El pasado llamaba a sus puertas de nuevo. Y Carol no veía que había de malo en abrir y echar un vistazo. Le parecía incluso una aventura. Claro que ella era, dentro de lo que cabe, la que salió menos perjudicada de las tres.

Aún había tiempo antes de ir a recoger a los críos y ese día tocaba comer en el Burguer, así que podría prolongar su relax en la amplia terraza. Y qué demonios... Tomarse otra copa de vino.

Volvió atrás en la senda de la memoria, recordando los sucesos que los separaron años atrás. Que ella se considerara la menos perjudicada de las tres, no significaba que no le escocieran algunos de los sucesos. Como por ejemplo que Bea le quitara el novio. Aunque técnicamente hablando, se podía decir que no eran novios y que lo suyo nunca había sido una relación formal. Sea lo que fuera, ya estaba rota cuándo Quique se acostó con Bea.

Ella era consciente, de que Quique siempre había tenido la vista puesta en su amiga. De hecho, no es que ese tío la entusiasmara. Salió con él simplemente porque lo llevaba en el ADN. Era el tipo que destacaba y que manejaba allí, así que ella no podía dejarlo pasar. No la Carol de aquella época. Luego le sorprendió lo bien que follaba. El tío estaba muy bien dotado y era una auténtica máquina. Sí, efectivamente se encoño con él. Pero eso no era amor. Ni siquiera fue una relación especial. Fue solo el intento de ambos de plantar su bandera. De tomar posesión del territorio, más de cara a los demás, qué hacía sí mismos.

Algo muy satisfactorio desde el punto de vista sexual, pero que resultó cada vez más incómodo. Así que cuando Bea y él acabaron finalmente liados, no se sintió especialmente traicionada. De hecho el cabreo le duró lo justo hasta que encontró a otro más idóneo, según su criterio. Un nuevo novio en su ya larga lista.

Incluso se permitió el lujo de aconsejar a Bea que no se enrollara con Quique. No por despecho o porque le sentara mal. Fue genuino interés por su amiga. Ella sabía que Quique no era de los que cambiaban. Sabía que al final la decepcionaría.

La sorpresa fue todos los años que contra pronóstico estuvieron juntos, aunque al final ella tuvo razón. Quique no era para Bea. De hecho, el único hombre que había conocido que se imaginara con su amiga para toda la vida, era ese con el que tenía una cita mañana para tomar café.

Pero en aquel momento ¿quién podía augurar nada? Si ella ni siquiera pudo adivinar cuál iba a ser su devenir, mucho menos el de los demás.

Lo cierto es que no había tenido mucha cabeza. En aquella época estaba en la cima de la ola. Pensaba que iba a ser una gran modelo, simplemente porque estaba en todos los eventos y se relacionaba con todo el mundo. No se molestó en prepararse, en observar lo que la rodeaba y establecer estrategias para el futuro. En aquella época no consideraba necesario estudiar ni hacer otra cosa que disfrutar el momento. No se dio cuenta que la vida de modelo pasaba en un suspiro. Muy pocas reinaban para siempre. Las más listas se buscaban una salida en el mundo de la moda o de la publicidad, aunque no fuera posando. O se enrollaban con alguien importante…pero hasta en eso jugó mal sus cartas. Ella se acostó con casi todo el que era alguien allí. Unas veces por placer, otras por interés y otras por escandalizar. Que hablen de ti aunque sea mal, pensaba. Lo importante es estar en el candelero.

¡Qué imagen más equivocada tenía del mundo en el que estaba metida! Carol se acostó con todos pensando que esa forma de relacionarse le abriría las puertas…y fue al contrario. Consiguió que nadie la tomara en serio.

En las agencias de publicidad, por no hablar de las pasarelas, la competencia era feroz. Continuamente se incorporaban nuevas chicas, cada vez más resabiadas, cada vez más dispuestas hacerse un sitio y aparcar a las que ya estaban. También más preparadas. Las escuelas de modelos estaban empezando a funcionar y además, cada una patrocinaba a sus pupilas entre las marcas y diseñadores.

Carol se estaba quedando al margen de todo eso y lo peor es que ni siquiera se daba cuenta. Cada vez la llamaban menos y también cobraba a la baja. Durante un tiempo, los contactos y los favores la mantuvieron a flote. Pero luego fue imposible luchar contra la marea. En apenas un año se vio sin apenas trabajo, malviviendo de bolos puntuales y de los favores de sus amigos. Que jodida es la vida. Cuando mejor crees que te va, tiene la costumbre de venir y darte una patada en el coño. Para espabilarte y ponerte en tu sitio.

Y lo peor era que no tenía muchas más opciones. Y que además se había acostumbrado a ese tipo de vida, a ganar dinero haciendo lo que le gustaba. La depresión absoluta. Tendría que trabajar de camarera en algunos de los pubs de moda o discotecas, que eran el único sitio donde lo tenía fácil para encontrar trabajo. Y eso le daría solo para pagarse la comida y alojamiento, nada que ver con los viajes, la ropa y las juergas que se había corrido hasta ahora.

Y al filo de la navaja, justo cuando había aceptado un trabajo en una de las discotecas de moda, fue cuando conoció a Jorge. Quizás un año después hubiera sido imposible deslumbrarlo. Solo hubiera sido para él un polvo más. Pero entonces todavía podía presentarse como una modelo y avalarse con sus conocimientos y sus contactos. Consiguió impresionarlo. Con su físico y su desparpajo. Pero también haciéndole creer que aún era alguien en el mundo de las agencias. Con cualquiera que conociera el mundillo no habría colado. Pero con Jorge bastó para que la suma de cosas, lo pusieran a sus pies.

Lo demás es historia conocida. Ella era lo que él buscaba, pero es que además hubo conexión entre ambos, con lo cual el trato entre los dos se cerró rápidamente. Sí, porque en el fondo de eso se trataba, de un negocio que convenía a ambos, aunque la cordialidad, el deseo y el cariño que al principio tuvieron, lo disfrazaran de otra cosa.

Y así hasta que las cosas empezaron a torcerse. Hubo una primera época en la que Jorge se comportó como un buen esposo y un buen amante. Luego empezó a buscarse la vida fuera de casa. Ella deducía que, hasta cierto punto, su relación no era una historia de amor al uso. Carol hasta hubiera entendido que eso formara parte del contrato. Lo que más la molestaba, lo que le sentó peor, lo que no soportaba, era la crudeza con la que él lo había expuesto. La frialdad con la que lo había dado a entender:

Esto es lo que hay nena. Yo te quiero y tú siempre serás la primera para mí, pero no intentes controlarme. Si no te gusta, ahí tienes la puerta.

Se dio cuenta que no estaba en condiciones de exigir. Lo malo es que su marido tenía recursos de sobra para para pagarle un buen divorcio y para pasarle una pensión para los hijos. Y lo bueno era también eso mismo, que su marido podía darle una vida regalada como la que llevaba hasta ahora y sin preocupaciones.

Carol valoró que hacer y decidió que había que dejar de lado el orgullo. No le daría a su suegra ni a la familia de su marido la alegría de divorciarse. Habían hecho separación de bienes así que, aunque podía negociar un buen pellizco y una buena paga, sabía que eso iría al final para sus dos hijos. Cuando ella estuviera más mayor y con menos ganas, tendría que salir a buscarse la vida. Posiblemente no dispondría de los recursos necesarios para mantener su nivel de gasto. Es más, si ella abandonaba el nido, otra pájara ocuparía pronto su lugar. Jorge era una pieza muy suculenta que cobrar y con otra zorra metida en el gallinero, estaba claro que a ella le irían mal las cosas. Ninguna mujer aconseja a su marido a favor de su ex.

Estaba claro que la postura que más le beneficiaba era hacerse la loca y continuar de jefa en casa, disfrutando de todo lo que la posición de Jorge le podía dar a ella y a sus hijos. Sin cederle el puesto ninguna otra y sin darle a su familia política el gusto de largarse. En cuanto a su orgullo, para eso también tenía solución: esa solución se llamaba Felipe.

Pero bueno. Ahora tenía otras cosas en la cabeza. Carlos había vuelto y con él, aires del pasado. Y habíamos quedado en que ella fue la menos perjudicada de las tres…

Se acordó de Nerea y lamentó profundamente haber pedido perdido el contacto con ella. Las amigas eran inseparables. Desde aquel día, ella y Bea habían sido uña y carne, pero apreciaban que les faltaba algo.

En el fondo, no se sentía capaz de culpar a Nerea de todo, como sí hacía Bea. Fue una auténtica pasada que la dejara Javi, aunque comprensible ¿De qué otra forma podrían haberse arreglado las cosas?

Lograba entender a su amiga: sola, confundida, sintiéndose despreciada. Si le hubiera tocado a ella una situación así, habría tenido además que sumar el consumo de alcohol y…otras sustancias peores. Sabe Dios lo que habría pasado. En estas circunstancias de confusión y vulnerabilidad, podría llegar a entender que Nerea se agarrara al único salvavidas que pudo encontrar: Carlos.

En ese momento no actuó correctamente ni fue capaz de juzgar adecuadamente a su amiga pero, con lo que Bea le contó después, sí.

¡Joder! En todo el galimatías ninguna de ellas había mantenido la cordura. Todas, de una forma u otra, habían sido infieles, así que ¿por qué no hacer tabla rasa y comenzar de nuevo? ¿Por qué no perdonarse?

Y más aún pasados los años. Nunca entendió del todo la cerrazón de Bea. Quizás porque Carlos le importaba más de lo que ella misma estaba dispuesta a admitir.

Dios mío Bea…

Aún recordaba el estado de agitación en que se la encontró, cuando después de diez días fuera, volvió a la ciudad ¿Pero qué narices había pasado? estaba todo patas arriba…

Nerea y Javi finalmente habían roto como era previsible. Bea y Carlos también se habían separado y nadie entendía muy bien por qué y ahora, encima, Nerea según le había contado Bea, se acostaba con Carlos. Pero ¿qué lío era este?

Fueron días de confusión y de locura. Al principio Carol tomó partido por Bea, con la que siempre había estado más unida y además por lógica. Todo indicaba que Nerea la había cagado de todas las formas posibles. Cuando le explicó que estaba viviendo con Carlos y que los había sorprendido en actitud amorosa en el parque, ella se puso del lado de su amiga. Sin duda Nerea había perdido la chaveta. Que Javi la pillara, la había descolocado. Tenía que estar mal de la cabeza para haberle quitado el novio a Bea.

Pero luego pasaron cosas que le hicieron templar su opinión. Como suele pasar, ni la mala era tan mala, ni la buena era tan buena.

Apenas unos días después y a pesar de haberse puesto de su lado, Bea no tuvo ningún inconveniente para enrollarse con Quique. En justa medida, Carol debía haberla tratado igual que ella había tratado a Nerea.

Recordó como había sucedido. En aquellos momentos habían alcanzado la cumbre del descontrol. Entre todos habían llegado al paroxismo de la locura.

Y Bea había formado parte de ello…

Sí, aquí no había nadie inocente. Todos tenían mucho que callar. Su amiga una de las que más. ¡Joder con Bea! pensó recordando aquella noche en que todo se fue definitivamente al carajo... Qué fuerte…
 
La auténtica realidad es que Bea nunca estuvo enamorada de Quique y por mucho que lo niegue, sigue absolutamente enamorada de Carlos.
Ahora la cuestión es que intenciones tiene mi tocayo.
 
Lo que si es cierto, y darle la razón en esa parte a Bea, es que Nerea rompió todos los codigos.

No te metas con novio o ex novio de tu amiga, eso es una bajeza, una puñalada totalmente desleal.
 
Lo que si es cierto, y darle la razón en esa parte a Bea, es que Nerea rompió todos los codigos.

No te metas con novio o ex novio de tu amiga, eso es una bajeza, una puñalada totalmente desleal.
Y Bea?. Vamos a olvidar que ella fue infiel con el capullazo ese de Quique?.
Cuando Nerea se fue con Carlos ya no estaba con Bea.
Bea es una cínica de narices y encima una prepotente alucinante. Es la menos indicada para enfadarse.
Yo no creo que Nerea haya roto ningún código porque ya no eran pareja.
 
Vamos a analizar a todos los personajes, ahora que han aparecido:
Carol: la verdad es que está metida en un matrimonio de mentira y ya que su marido es infiel me parece bien que ella lo vaya a hacer.
Nerea: Es injustificable lo que le hizo a Javi y por un capullo como Claudio. Normal que la mandará a paseo.
Tuvo suerte de que Carlos la sacara de la oscuridad y tuvieran una bonita historia. Los dos sanaron sus heridas.
Carlos: El que juega con fuego se quema, y con esto no voy a justificar lo que hizo Bea. Hizo bien en romper con ella y ojalá se hubieran dado las circunstancias para tener algo duradero con Nerea.
Bea: Cínica, prepotente, orgullosa y una caradura inmensa.
Le pone los cuernos con Quique, si no estoy confundido también estuvo a punto de ponérselo con un fotógrafo si es que no lo hizo y ahora la nena encima se cabrea porque Carlos tuviera un romance con Nerea. Alucinante.
 
Y Bea?. Vamos a olvidar que ella fue infiel con el capullazo ese de Quique?.
Cuando Nerea se fue con Carlos ya no estaba con Bea.
Bea es una cínica de narices y encima una prepotente alucinante. Es la menos indicada para enfadarse.
Yo no creo que Nerea haya roto ningún código porque ya no eran pareja.
Bea puede haber sido una narcotraficante si quieres, pero a los ex de tu amigos no se les toca, eso es una puñalada.
 
Bea puede haber sido una narcotraficante si quieres, pero a los ex de tu amigos no se les toca, eso es una puñalada.
Pero vamos a ver, vamos a ver.
Me puedes decir que es inmoral si un amigo se lia con tu novia mientras esté contigo.
Pero si ya no sois pareja, cual es el problema?.
Te puede doler más o menos, pero yo eso no lo veo mal .
Una puñalada sería si todavía sois pareja.
 
Pero vamos a ver, vamos a ver.
Me puedes decir que es inmoral si un amigo se lia con tu novia mientras esté contigo.
Pero si ya no sois pareja, cual es el problema?.
Te puede doler más o menos, pero yo eso no lo veo mal .
Una puñalada sería si todavía sois pareja.
Entendería algo si es que se enamoran y se ponen de novios, pero antes de eso, al menos tu amigo debe acercarse a ti y comentarte sobre el tema, pero no pasar de ti sin más.

Si su intención sólo es sexo, también debería preguntarte si tienes problemas con eso, aunque no debería ni hacerlo, es por ética. Además sería una putada por parte de ella hacerlo con alguien tan cercano, y tu amigo debería darse cuenta que podría ser sólo para dañarte. Si tu amistad te importa, pues no sólo debe parecerlo.
 
Entendería algo si es que se enamoran y se ponen de novios, pero antes de eso, al menos tu amigo debe acercarse a ti y comentarte sobre el tema, pero no pasar de ti sin más.

Si su intención sólo es sexo, también debería preguntarte si tienes problemas con eso, aunque no debería ni hacerlo, es por ética. Además sería una putada por parte de ella hacerlo con alguien tan cercano, y tu amigo debería darse cuenta que podría ser sólo para dañarte. Si tu amistad te importa, pues no sólo debe parecerlo.
Hay que tener en cuenta que ellos no lo buscaron y surgió de repente.
De todas formas Nerea y Bea tendrán una charla y se arreglará su amistad.
Incluso creo que al final Bea y Carlos terminarán juntos porque da la sensación de que siguen sintiendo algo el uno por el otro, a pesar del tiempo transcurrido.
 
Bea.



Bea hizo un gesto de fastidio y cerró la tapa de su portátil.

Se había sorprendido tamborileando con los dedos en la mesa y la mirada perdida en el cuadro que tenía colgado en la oficina.

Imposible concentrarse después de la llamada de Carol. Decidió adelantar la hora de la comida. A ver si darse un paseo le ayudaba a despejarse un poco.

Cogió el bolso y salió a la calle. Decidió comer en una pequeña cafetería que tenía menú al mediodía. Normalmente no solía ir allí porque le pillaba a unos quince minutos andando, pero ahora le vendría bien tener un poco de tiempo para pensar. Y de paso se aireaba.

Menuda idea la de Carol. Acudir a un encuentro con Carlos después de tantos años sin hablarse. Después de como acabaron...

Tuvo que reconocer que a lo mejor el problema era ese. Que nunca habían acabado. Que no hubo un punto final, una discusión, un dejar las cosas claras... Quizá por eso no podía quitarse a su exnovio de la cabeza desde que se había enterado que había vuelto a la ciudad.

Pero no era culpa suya. Si no habían roto como Dios manda no sería porque ella no hubiera intentado hablar con él. Fue Carlos el que se marchó sin dar ninguna explicación. El que jamás le dio ninguna razón para haberse acostado con Nerea. El que un día desapareció sin más de la ciudad.

Y ahora que tenía problemas con Quique, mire usted por dónde, se le abre otro frente apareciendo Carlos... ¿Coincidencia? ¿Por qué se le sumaban los problemas?

Mientras caminaba se obligó a pensar de forma positiva. Ella sola se estaba formando una bola difícil de digerir. Su mente se puso en modo analítico y trató de razonar.

Lo de Quique ya no era un problema. Estaba resuelto. Al revés, debía alegrarse de que lo suyo había terminado y así ahora podría enfrentar cualquier cosa que viniera, incluida la aparición de Carlos. Lo único que sucedía, es que después de tanto tiempo había dejado herida. Ella ya era libre pero aún se encontraba convaleciente. Por eso quizás, estaba tan sensible con las noticias que le acababa de dar Carol.

Había hecho bien entonces en decirle que de ninguna de las maneras iría con ella.

Respecto a lo de Carlos, no sabía que pensar, pero era posible que estuvieran sacando las cosas de sitio. Lo más probable es que fuera cierto que su presencia se debiera a una simple casualidad. A temas de trabajo como él había manifestado. Se encontró con Carol y es más que seguro que le pudo la curiosidad. Lo más probable es que solo quisiera satisfacerla, averiguando que había sido de todo el mundo mientras él había estado fuera.

Llegó al local y tomo asiento en una pequeña y apartada mesa. Ecos del pasado volvían a surgir. Se le encogió el estómago al recordar. Supo que no le iba a pasar mucha comida, así que solo se pidió un montadito de pollo y una copa de Ribera del Duero.

Seguía dándole vueltas al pasado. Era inevitable. Se estaban removiendo muchas cosas. Había pasado por aquella mañana en que lo hizo con Quique por primera vez. Por la espera de la vuelta de Carlos, aun ignorante de que algo se había roto. Por su marcha del piso. Por su desesperada búsqueda de respuestas. Por la sospecha y finalmente, por la sorpresa desagradable de ver como su amiga le había robado el novio. Pero ¿Había más? ¿Qué era lo que no sabía?

Bueno, de momento decidió repasar lo que si conocía: como había acabado en brazos de Quique.

Quique la había estado llamando y enviando mensajes constantemente en los dos días siguientes a ese primer polvo. Pero Bea necesitaba tiempo para asimilarlo así que le dio largas. Se había acercado tanto al fuego que al final se había quemado.

El plan era jugar, forzar una situación morbosa, ponerse cachonda y luego echar el polvo del siglo con Carlos apenas llegara. Le contaría todo lo sucedido. Bueno quizás se ahorraría algún detalle. Al fin y al cabo, había ido un poco más lejos de lo aconsejable con Quique. Era normal. Una vez puesta en faena, no podía decirle que no a todo y ella tampoco era de piedra. ¿Cómo tener a ese macho y a esa verga en la cama, verla tan cerca, sin traspasar un poquito los límites? Bien sabía Bea el trabajo que le había costado resistir los asaltos de un Quique empleándose a fondo, durante varias horas a solas con ella en la habitación.

Pero tampoco tenía que entrar en detalles ni contárselo todo a Carlos. Bastaba con un relato morboso de cómo durante un par de horas habían compartido cama ella y Quique, sin llegar a consumar, después de haber follado éste con Carol. Suficiente morbo para poner a su novio cardiaco perdido.

Cuando se fueron todos suspiró aliviada. Había estado a punto de ceder. Ahora sólo quedaba preparar el apartamento para cuando llegara Carlos. Estaba encendida. Tanto que apenas podía controlarse. Deseaba correrse. Estaba chorreando y con su clítoris muy sensible. Cada roce era una invitación a desahogarse. Pero decidió esperar a su novio, en el convencimiento que las ganas acumuladas le proporcionarían a los dos un polvo épico. Ojalá hubiera cedido a la tentación de masturbarse. Quizás entonces hubiera resistido lo que se venía encima.

Porque no fue Carlos el que apareció, sino de nuevo Quique.

Con la excusa de recoger su reloj. Cuando la abrazó, desnuda bajo la toalla y sintió su cuerpo y el bulto de su entrepierna contra ella, ya no fue necesario que insistiera ni que disimulara sus intenciones.

Allí en el rellano, con sus manos apretándole las nalgas y comiéndole la boca, ya supo que se la iba a follar. Porque ella no podía luchar más contra el deseo.

Creyó morir cuando por fin recibió aquella polla dentro. Las ganas le salieron por cada poro de su piel. Igual que su leche caliente y espesa se derramó dentro de su vagina cuando Quique se corrió. Y ella se dejó ir porque tomaba la píldora. Fue cómo estar en un sueño dónde no había límites al deseo ni a placer.

Tuvo que echarlo porque llegaba Carlos, pero hubiera deseado no moverse de la cama y quedarse allí abierta y llena. Cerrar los ojos y despertarse con su verga de nuevo dentro, tras haber dormido un par de horas.

Trató de reorganizar sus sentimientos y sus pensamientos. Y entonces llegó la llamada de Carlos diciéndole que se tenía que dar la vuelta.

Qué tonta. En un principio le provocó alivio porque aún no estaba preparada para presentarse ante él, después de lo que había sucedido. No sospechó nada de lo pasaba hasta que volvió.

Incluso pensó en llamar a Quique para aclarar las cosas aprovechando que Carlos iba a estar un par de días más fuera, pero rápidamente lo desechó. Bien sabía ella en que se iba a convertir ese “aclarar las cosas”.

Estás loca, pensó. Esto se te ha ido de las manos y en vez de arreglarlo estás pensando en complicarlo todavía más. Pero es que nunca se había sentido así de encoñada con alguien. La tentación era muy fuerte.

Si, definitivamente la cosa se le había ido de las manos. Lo que había empezado como una noche de juerga y Morbo para calentarse y rematar al día siguiente con su novio, había acabado en una infidelidad en toda regla. Si la idea era contarle a Carlos el juego que se había traído, para hacer coincidir su calentura con la suya, ahora ya tenía claro que era mejor no decir nada.

Mejor que no supiera siquiera que sus amigas habían estado en casa.

Cuando Carlos volvió, pensó que era mejor tener cerrada la boca. Venía cansado, irritable y nervioso.

Aunque ella al principio lo achacó al trabajo, aprovechó la primera oportunidad que acudió a clases de baile para marcar distancia con Quique. Le advirtió que nada de llamadas y mensajes. Aunque él se volvió a sentir molesto y le reiteró que no le había contado nada Carlos ni a nadie, Bea insistió en que lo sucedido había sido un error que no debería volver a repetirse. Sea lo que fuere que le pasaba a Carlos, le había servido para ver las orejas al lobo.

Luego pasó lo de Nuria con Javi. La marcha de Carlos... Y posteriormente los dos acabaron viviendo juntos para sorpresa de Bea, que al final acabó atando cabos.

La pelea en el parque. Su novio que no intentó negar nada...

Había perdido a Carlos y todo se desmoronaba su alrededor, eso era lo único que entendía.

Seguía convencida de que su chico no podía saber lo que había sucedido con Quique. De que si alguien le hubiera ido con el cuento, habría hablado con ella. No había nadie que tuviera tanta confianza con él, como para que lo creyera a pies juntillas. La única explicación posible, seguía siendo que él tuviera algún rollo previo ya con Nerea. Por eso los increpó con furia. Por eso le echó en cara todo a Carlos. Si, ella había sido infiel, pero él no podía saberlo. Se habían liado a sus espaldas.

Aún tardo una semana más en asimilarlo. Esperando una llamada de Carlos que le aclara algo. Un intento de reconciliación una disculpa o al menos una explicación. Pero no hubo nada de eso. Solo silencio. Finalmente Carol la hizo reaccionar.

- Vístete que voy a recogerte.

- Carol, no estoy de humor.

- Precisamente por eso. ¿Te vas a quedar en casa escondida? Salimos, tomamos unas copas, nos divertimos y celebramos el inicio de tu nueva vida.

- No me apetece nada de eso.

- En media hora estoy en tu puerta.


Carol apareció vestida para matar. Decidida a llevarse a su amiga de juerga. Imposible negarse. Prácticamente la arrastró a una fiesta en la agencia de modelos. Alcohol, coca y chicos macizos. Allí había todo lo necesario para que Bea olvidara, aunque solo fuera por unas horas. Y ella se dejó llevar. Toda la tensión acumulada, todo el enfado, toda la angustia, se convirtieron en combustible para una noche de locura.

Y el alcohol y la coca que ella apenas había probado hasta ese día, en los catalizadores.

No faltaron quienes la invitaron a las dos cosas, y más, yendo de la mano de Carol que parecía conocer a todo el mundo y relacionarse con todos y todas. Ella la empujaba, convencida de que era la terapia que requería la situación.

- Tía lígate a alguno de estos y vete a echar un polvo, que es lo que necesitas...

Sí claro, por que no. Total ya no había nadie que la esperara en la cama. Nadie a quien guardar fidelidad. Fidelidad, que extraña sonaba esa palabra en sus labios.

Sobre el papel no era mal plan. Allí estaba Bea, sola y sin compromiso, rodeada de guapos modelos. Ya no le debía lealtad a nadie. Podía hacer lo que quisiera, sentirse atractiva, deseada...podría enrollarse con quién ella quisiera; echar un polvo que le quitara todos los malos humos de la cabeza y del corazón.

Y a eso se dedicó, jaleada por su amiga. Se mostró provocativa, descarada; se rozó con unos y con otros en la euforia que le provocaba el alcohol y las sustancias que se habían metido.

En el fondo, ella sabía que era todo impostura, que la procesión iba por dentro y que un buen colocón y un polvo, no le iban a quitar todos los males que la rondaban.

Pero ¿que importaba?

Esta no era una noche para analizar, para purgar ni para redimirse. Era noche de desfasar, aturdirse y desconectar de lo que le hacía daño. Así que adelante... se propuso.

Y lo cierto es que una chica como ella no tenía que poner mucho empeño y, menos aún, escoltada por una Carol que se movía como pez en el agua en este tipo de eventos. Entre los claroscuros que podía recordar, vio a su amiga morrearse con uno de los chicos de la agencia, que por cierto tenía fama de gay… Carol siempre provocando.

Bea fue picoteando de unos y otros, la mayoría conocidos del ambiente, hasta que finalmente dio con un chico nuevo y desconocido para ella.

Fue como una especie de premonición. Sentirse observada. Y efectivamente así era. El chaval no le quitaba ojo. Cuando las miradas se encontraron, él la mantuvo, taladrándola y enviándole un mensaje claro. Me gustas; aquí estoy; devuélveme la mirada e iré a por ti.

Y eso fue exactamente lo que pasó. Alto, con hombros anchos y musculado. Con más pinta de motero que de modelo. Expresión dura y afilada. El interés pintado en la cara, aunque escondiendo el deseo para que no pareciera muy evidente.

Le gustó. Era lo que necesitaba: alguien directo y contundente.

Apenas una presentación, la copa de rigor y ya estaba Bea comiéndole la boca. De nuevo cierta neblina cubría sus recuerdos. La pérdida de voluntad, la lengua trabada, el no ser consciente de dónde estaba, ni lo que hacía...

Solo quería ser follada, amada, centro de atención de nuevo, que la vida volviera a girar alrededor de ella…

De repente, un fogonazo y se vio en un sofá, sentada a horcajadas. El vestido subido hasta las caderas por sus movimientos, que simulaban estar follándoselo. Con sus bragas a la vista de todos. Con dos manazas acariciándole los pechos. Uno de ellos fuera del sostén. Intercambiando saliva con largos y húmedos besos que duraban lo que ella aguantaba sin respirar.

Debían estar dando el espectáculo a base de bien. Pero descubrió que la traía sin cuidado. Otro chupito, otra vez las lenguas entrelazadas oliendo a alcohol. Ella presionando sobre la entrepierna con su sexo. Si él se la hubiera sacado en ese momento, Bea habría apartado sin más a un lado su braguita y se la habría metido para cabalgarlo hasta dejarlo seco.

Ella ya no estaba en este mundo, sino que flotaba como el humo por encima de él. Como si se viera a sí misma desde fuera; como si ella dirigiera su propia marioneta; complaciéndose en provocar a todos los que miraban; disfrutando del placer sin ninguna barrera…

- Joder tía iros a un puto hotel a follar ya de una vez... Le espetó Carol.

A él le pareció bien. La deseaba y necesitaba intimidad para satisfacer sus ganas.

La cogió del brazo y se dirigieron hacia la puerta entre miradas de envidia por parte del personal masculino.

Los recuerdos seguían confusos. El tipo no solo tenía la estética, es que realmente era un motero. Una Harley aparcada abajo la esperaba. Miguel, que así se llamaba, la llevo a lomos de su caballo de hierro hasta casi la otra punta de la ciudad. Bea, sin casco, con el pelo alborotado y a aferrada a su jinete para no caerse, no tenía ni idea de a dónde iban. Solo breves destellos cuando abría los ojos. Luces que pasaban muy rápido a los lados, calles desiertas y desconocidas.

Finalmente llegaron a una especie de polígono y pararon en la puerta de un bar. El aspecto era sórdido y la zona no parecía muy recomendable para andar a esas horas. Aparentemente estaba cerrado. Pero él golpeó la persiana metálica y alguien la subió desde dentro.

- ¿Dónde estamos?

- En el bar de un colega. No te preocupes que es un sitio discreto y aquí podemos tomar la última copa y estar tranquilos sin necesidad de ir a un hotel.


Ella se agarró su cuello y se dejó llevar. Realmente no le importaba dónde se encontraran. Solo quería esa copa y que por fin alguien le echara un buen polvo. La cancela volvió a bajar y la puerta quedó cerrada.

Efectivamente el bar estaba casi desierto. Solo el dueño, que era quien les había abierto y otro chaval también joven, conocidos ambos de su nueva pareja.

Miguel la paseó ante sus ojos, cómo quién exhibía un trofeo.

- Joder, ¿quién es tu amiga? preguntó el que parecía el dueño del garito.

- Se llama Bea.

- Yo puedo presentarme sola… balbuceó mientras se le trababa la lengua.

- Me llamo Bea y he venido a follarme a Miguel…respondió provocadora. A estas alturas ya había perdido totalmente el norte. Ni necesitaba ni quería disimular. Al contrario. Haría lo que le diera la gana. Follarse a su nuevo amigo, convertirse en la estrella de la noche, hacerlo delante de los otros para que supieran qué pedazo de mujer acababa de honrar con su presencia aquel oscuro antro perdido de la mano de Dios, demostrarles hasta dónde era capaz de llegar…

¡Vaya juego peligroso! Pero ella no veía nada. Iría hasta el final porque podía, porque quería y porque lo necesitaba.

Esa última copa la hizo perder del todos los papeles. Rodeada de tres chicos duros, cuero sobre la piel tatuada, mirada de lobos hambrientos... Y ella jugando a provocarlos aún más. Mirada lasciva, sacando su lengua a pasear y deslizándola por los labios. Cruce de piernas con el vestido muy subido y enseñando tanga. Inclinándose para que pudieran contemplar a placer sus grandes pechos, apenas contenidos por el sujetador.

Arrastró a Miguel hasta un rincón dónde había unos sofás. Se puso a bailar con él, muy pegada, restregándose, dejando que él le acariciara los muslos y fuera subiendo las manos poco a poco hasta el nacimiento de su culo, mientras le recorría el cuello con los labios.

Ella buscó su boca y lanzo su lengua a buscar la de su amante.
En cuanto se entrelazaron, Bea la retiró para provocar que la siguiera hasta su boca, cosa que él hizo. Era lo primero que le metía y le gustó. Seguía flotando como en un sueño. Se sentía muy perra. Quería más, mucho más. Necesitaba desquitarse de todo y de todos.

Se separó un poco y sin dejar de mirarlo a los ojos se subió el vestido. Metió ambos dedos por la tira del tanga a la altura de la cintura y con toda la sensualidad de que fue capaz, se lo bajó hasta medio muslo, dejándolo luego caer hasta sus pies.

Levantando ligeramente uno cada vez, se deshizo de su prenda íntima que quedó tirada en el suelo. El vestido bajó de nuevo volviendo a ocultar a la vista su culo perfecto y su rajita. Ni Miguel ni sus dos compinches daban crédito a lo que veían. Era como si les hubiera tocado la lotería. El sujetador siguió el mismo camino. Las dos tetazas de Bea, apuntaron temblorosas y erguidas a la cara de Miguel, antes de volver a subirse sensualmente los tirantes del vestido. Bea sabía que provocaba mas así. Éste, pudo meterle mano a placer, ya desnuda totalmente bajo la fina tela del vestido.

Más lagunas. La siguiente imagen recordada era ella en el sofá, echada de lado sobre la bragueta. Sus labios recorriendo un falo. Pensó que no era ni muy grande ni muy pequeño. Normal. Pero duro y preparado, a juzgar por las gota de líquido preseminal que brotó de su glande cuando ella presionó con la boca. Más que suficiente, se dijo para sí misma. Luego, él se estiró un poco, llegando con su brazo hasta el culo de Bea. Ella notó como los dedos recorrían su raja y separaban los cachetes, buscando desde atrás la entrada a su coñito. Se notó mojada. No obstante, una punzada de dolor hizo despegar los labios, cuando le introdujo casi de golpe un par en la vagina. Un breve grito que enseguida quedó sofocado, ya que Miguel aprovechó que había despegado los labios, para introducirle buena parte de su polla en la boca.

Se sintió sofocada e intentó retirarse, pero él le cogió el pelo y la obligó a mantener la cabeza abajo, mientras en una pinza feroz, con la otra mano seguía moviendo los dedos en su coño.

Le estaban follando la boca y la vagina. Y empezó a gustarle. Poco a poco el dolor se fue convirtiendo en molestia, y la molestia en gusto, y el gusto…en placer…estaba mareada pero por fin placer… ¡ostia como lo necesitaba! ¡Como la ponía además saber que los otros dos estaban mirando!

Las formas y lo sórdido de la situación no le acababan de agradar. En circunstancias normales jamás habría consentido que la trataran así. Pero no era ni mucho menos una situación normal. Su vida ya no lo era. Quizá dentro de unos días o unos meses se tranquilizaría todo y alcanzaría algún tipo de estabilidad, pero no ahora. Ahora lo que necesitaba era terapia de choque. Algo tan extremo que le impidiera pensar en todo lo sucedido. Algo que la llevara a otra realidad donde no existiera el dolor, solo el placer. Y decidió que ese era el lugar donde estaba en este momento. Un sitio donde no le importaba lo que pensaran de ella, donde no había que comportarse o seguir reglas, donde solo tenía que tomar lo que necesitara.

Si no estaba de acuerdo con lo que le pedía su confusa mente, hace mucho rato que debería haberse levantado y haber cogido la puerta. El que no lo hiciera, fue correctamente interpretado por Miguel, que ya sabía que tenía vía libre para continuar.

Bea estuvo a punto del primer orgasmo, pero como si él lo presintiera, tiró de su pelo hacia atrás obligándola a sacársela de la boca. Saliva y babas le resbalaron por la barbilla, cayendo sobre la polla y los huevos de él.

Un vacío de nuevo en su memoria y luego, ella cabalgando a pelo al motero, el vestido enrollado en la cintura y sus tetas botando libres. No le preocupaba que él se derramara dentro. Aun tomaba la pastilla. Ni ningún posible contagio. De hecho, no le preocupaba nada más que correrse, si era posible una y otra vez. No había reglas. No había límites…

Llegó al orgasmo unos segundos antes que Miguel. Cuando la sintió gritar y retorcerse encima suya, este no se pudo contener y se corrió también.

Apenas necesito un par de culeadas, metiéndosela hasta el fondo, sintiendo su coñito sobre sus huevos y como ese hierro candente le entraba hasta el fondo, para correrse… arañando el pecho del tipo con sus dedos con cada espasmo de placer que sentía, mientras él, le sobaba las tetas, apretándole los pezones y tirando de ellos, cosa que la volvió aún más loca. El placer mezclado con el dolor, en el momento del clímax.

No dejo de acariciarla, está vez más suavemente, mientras ella se recuperaba del orgasmo. Con el pene hinchado y duro aún dentro, le acaricio el culo, los muslos... Mientras, su boca recorría los pechos y lamía suavemente los pezones.

Llevaba mucho tiempo insatisfecha, así que no hubo parón en su deseo. Apenas un par de minutos después, volvía a sentir el fuego en su entrepierna.

Sombras a su alrededor. Los otros dos tíos moviéndose cerca. Ella lo percibía como algo lejano. Estaba ausente, aun concentrada en su propio placer, mareada y sin apenas voluntad.

Reclamó agua. Se estaba deshidratando. Alguien le acercó un vaso que apuró de un tirón, aun con la polla de Miguel dentro.

Un rato más sin memoria. Luego se ve de rodillas, con el culo en pompa, apoyada en el sofá.

Nota como Miguel ¿o no es él? le separa las piernas. La punta de la verga, resbalando entre sus labios vaginales, intenta abrirse paso y Bea se moja otra vez.

Al principio fue despacio, recreándose en la visión de su culazo, permitiendo que su falo patinara lentamente hasta que sus huevos hicieron tope con su coño. Luego fue aumentando el ritmo hasta que, sin importarle ya nada, el chulo empezó a darle unas embestidas brutales, agarrándola de las caderas y el culo. De reojo ve un tatuaje en un antebrazo…cree recordar que es del dueño del bar, pero no está segura. El placer comenzó de nuevo a inundar su vagina, a subirle por el pubis y hacerla perder la noción de todo lo que la rodeaba.

En medio del subidón, una verga se pasea frente a su cara. Busca su boca. Es el otro chico…pero ¿Dónde está miguel? Seguramente mirando desde otro sitio. Le da igual. Lo va a hacer. Se los follará a los tres. Para eso está allí ¿no?

Una noche loca y luego a pasar página...

El chico nota su indecisión.

- ¿Oye, no quieres? Si es demasiado para ti…

Ella apenas puede responder. Se le está removiendo el estómago con tanto meneo. La cabeza se le va, mientras el placer le va llegando de nuevo. Por toda contestación, le coge la verga y se la mete en la boca. Intenta chupar, mantenerla dentro, aunque con las embestidas que está recibiendo, se le sale una y otra vez.

Un nuevo orgasmo le viene desde muy dentro. Se corre chillando, mientras la siguen penetrando. Agarra con la mano el falo y lo masturba frenéticamente mientras trata de lamer la punta. Demasiado para el chico más joven, que eyacula interminablemente en su dirección. Ella ve los chorros salir como a cámara lenta. Siente caer cada goterón de semen caliente en sus tetas, su cara y sospecha que también en el pelo.

Más retazos inconexos. No recuerda como se ha corrido el dueño del local, pero supone que dándole a cuatro y también dentro de ella. Se despierta con el movimiento. Alguien la penetra de lado. Siente una molestia que se va transformando en dolor, a pesar de estar anestesiada por el alcohol y todo lo que ha tomado. Tarda en comprender que la están sodomizando.

- Me duele…me…duele…sácala…consigue articular…

Mira hacia atrás y ve a Miguel. Tiene que insistir, pero él obedece…la introduce entre sus muslos y ella los cierra apretando el falo. Nota como se derrama, dejándola perdida de semen. Se siente pegajosa cuando él se retira.

Sabe que hubo más, pero no lo recuerda. Todo le hizo efecto de golpe: el alcohol, la droga y el sexo. Ya solo era una muñeca lacia y deslavazada, sin voluntad.

Bea se despertó aterida de frio. Estaba totalmente desnuda, en posición fetal sobre dos módulos de sofá, apenas cubierta por la chaqueta de cuero de miguel.

Notaba algo viscoso en la mejilla y un olor agrio y penetrante, que le provocó un acceso de arcada. Tardó en comprender que se trataba de su propio vomito. Sintió una punzada en la entrepierna. Tenía que orinar. La vejiga necesitaba descargar, más aun con la sensación de frio.

Trató de incorporarse, pero un fuerte mareo la hizo tambalear. Tuvo que dejarse resbalar hasta el suelo para evitar caerse. Se quedó sentada, con la cabeza dándole vueltas y con el culo pegado al piso helado. Las ganas de mear eran ya incontrolables. Comenzó a hacérselo encima. No podía contenerse. Abrió las piernas y dejó que el chorro saliera disparado hacia delante, formando un charco entre sus muslos. Joder, se reiría si no fuera por el dolor de cabeza, el frio y lo patético de la situación.

Miró a su alrededor y vio a Miguel tumbado en otro sofá. En un rincón más alejado, distinguió al camarero. Del chico más joven no había ni rastro. Sintió nauseas. Esperó un rato y luego se obligó a ponerse de pie. Tambaleante, se dirigió a lo que parecía el baño. Llegar sin caerse le supuso todo un esfuerzo. Se apoyó en el lavabo y se mojó la cara con ambas manos, intentando despegar los restos de vomito.

El espejo, sucio y manchado le devolvió una caricatura de sí misma. Ojeras, parpados hinchados, pelo enmarañado, el rímel corrido…su cuerpo con algún moratón y arañazo, daba cuenta de la batalla pasada. No quiso examinarse más, consciente de que encontraría restos de fluidos. Saliva, semen, orina…

Trató de componerse, pero allí solo había una toalla de mano sucia, de modo que renunció a una limpieza más exhaustiva. Peor sería limpiarse por dentro. Anoche fue consciente que todo aquello no le serviría para resurgir a una nueva vida, como dijo Carol. No era tan ingenua. Las heridas no curaban así como así. Pero creía que le serviría para descargar tensión. Para disfrutar y suavizar el dolor. Y sin embargo se sentía fatal. Había caído muy bajo. No sabía si estos tíos le habían pegado alguna cosa. Al menos estaba segura que no podía quedar embarazada. Pero estaba hecha una mierda. Física y moralmente. Ahora sin el subidón y la euforia de la coca y el alcohol, veía reflejado en el cristal aquello en lo que se había convertido. Y se daba asco. Ni siquiera los orgasmos que tuvo, o creyó tener (que jodidamente confusa estaba), le parecían ya una justa compensación.

Volvió arrastrando los pies al salón. Esos dos seguían durmiendo profundamente. Satisfechos de haberse follado a toda una hermosura. Lo contarían entre risotadas cada vez que se juntaran en aquel antro a beber. No sabía qué hacer, solo que tenía que salir de allí. No soportaría enfrentarse a ellos en ese estado. No aguantaría ni una sola de sus puyas. Y mucho menos otro intento de volver a follársela. Ya no. Un estremecimiento la recorrió ¿Y si trataban de forzar la situación? Después de cómo se comportó anoche, no estaba en condiciones de ponerlos en su sitio. Y estaba allí sola, en un sitio donde nadie podía socorrerla… en sus manos.

Tenía que irse ya. Busco su ropa y encontró el vestido tirado en el suelo. También su chaquetilla y el bolso. Los zapatos y su ropa interior no aparecían. Seguramente estarían alrededor de los sofás donde ellos dormían. No quiso arriesgarse. Se echó el vestido por encima, se puso la chaqueta y salió por la puerta trasera para no hacer ruido con la persiana.

Fuera hacia frio y aún estaba oscuro. No debía faltar mucho para amanecer. Caminó un rato sin saber dónde estaba ni hacia donde debía dirigirse. Aquello parecía estar alejado de cualquier sitio civilizado. Pensó en llamar a un taxi, pero tendría que buscar una referencia o nombre de una calle. No veía ninguno. Rebuscó en su bolso y vio que no tenía dinero ni tarjetas. Las había dejado en casa y la pasta había volado. O se la gastó ella o se la quitaron. No podía saberlo.

De repente, el ruido de un coche acercándose. Instintivamente se metió en un portal de una nave. Podía pararlo y pedir ayuda, pero aquel lugar, a esas horas y en su estado…joder, era una invitación a que la violaran. Oyó que el coche frenaba al llegar a la esquina. Se oía música bakala y voces. El vehículo era un utilitario abollado y con aspecto cutre. Chavales seguramente puestos, eufóricos y con pinta de ser muy poco considerados. No era buena idea pararlos. ¿Qué pensarían de una chica semidesnuda, con pinta de venir de una orgia? Se hundió aún más contra la pared hasta que el coche hizo el giró y se perdió.

Estaba asustada. Pronto amanecería, pero era domingo y no parecía que aquello fuera a llenarse de gente trabajando. La idea de vagar sola, sin ropa interior, descalza y aterida de frio la espantaba. Y pronto los del bar la echarían de menos y es posible que salieran a buscarla. De repente tuvo mucho miedo. Allí era muy vulnerable ¿Qué mierda había hecho con su vida?

Cogió el móvil y llamó a Carol. Saltó el buzón de voz. Sabe Dios como había acabado ella. No peor que Bea, eso seguro. La angustia la invadía. Se quedó en cuclillas, mirando hacia fuera, intentando obligarse a pensar. Un sollozo brotó de su garganta. Las lágrimas corrieron por sus mejillas y noto que los mocos le congestionaban la nariz.

Bajó la vista hacia el móvil y marcó el número de la única persona que se le ocurría que podría ayudarla en ese momento.
 

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