Experiencias de sexo sin protección y riesgo de embarazo

Barnana38

Miembro muy activo
Desde
25 Jun 2023
Mensajes
1,188
Reputación
13,209
Hola a todos y todas. Ya había abierto este hilo en Pajis. Vuelvo a abrirlo, por si a alguien le da tanto morbo como a mí esto. Hice muy buenos amigos y amigas allí gracias a él.

Yo compartiré algunas de mis experiencias y os animo a hacer lo mismo, si os apetece.

Aviso
Soy plenamente consciente de las implicaciones y consecuencias de estas prácticas, a todos los niveles. Lo he sido siempre. Por favor, si comentáis hacedlo respecto de las situaciones, pero sin moralizar o tratar de educar a nadie. Respetémonos. Muchas gracias ❤️
 
123.jpeg


Siempre he sido bastante tímido para las relaciones sociales, así que nunca fui un Casanova. Tuve varias novias de adolescente, pero no llegamos a tener relaciones sexuales. Cuando cumplí 18 años, tuve mi primera novia en serio. Ella tenía la misma edad que yo. Era igual de alta que yo, 1,70. Era muy guapa, delgada, y llevaba el pelo largo, por media espalda. Los dos éramos jóvenes y guapos. Recuerdo su olor, siempre olía extremadamente bien. Me encantaba. Tenía el culo respingón y redondito, y unos pechos muy bien formados, no grandes ni tampoco pequeños. Me encantaba comérselos. Los dos éramos vírgenes, así que todo fue progresando muy lentamente.

Mi novia vivía prácticamente sola (es hija única), ya que su madre trabajaba como ama de llaves para una familia rica en un pueblo lejano y solo iba uno o dos fines de semana al mes a su casa. Eso significaba que teníamos toda la casa para nosotros cuando quisiéramos.

Mi novia era muy sumisa y complaciente conmigo, pero muy reservada en el tema del sexo. La habían educado de forma MUY conservadora y pensaba que había que ser virgen hasta el matrimonio. Al ser vírgenes, jóvenes e inexpertos, los avances en el terreno sexual fueron muy lentos. Empezamos a salir en enero. Quedábamos para hacer siempre cosas, la mayor parte de veces con amigos. Cuando estábamos a solas hacíamos petting. Yo la magreaba a ella por encima de la ropa. Semanas después, empecé a meterle la mano por debajo de la blusa y a tocarle los pechos. Con la ropa puesta, nos tumbábamos el uno encima del otro (misionero) y hacíamos movimientos como si practicáramos sexo, pero sin nunca llegar a desnudarnos. Un par de semanas después (y me costó MUCHO que me dejara hacerlo) me dejó meter la mano dentro de sus bragas. Estaba mojadísima. Le metí los dedos y la hice volver loca de placer. No podía contenerse. Ella intentaba disimular, pero lo deseaba tanto o más que yo, pero como éramos tímidos...

Los dos íbamos a la universidad. Ella no tenía clases todos los días, así que a veces yo no iba al Campus y me iba a su casa a las 7:30 de la mañana (yo entraba en la Universidad a las 8). Ella me habría en pijama, somnolienta. Como ella estaba durmiendo, me decía que me metiera en la cama con ella y durmiéramos un rato más. Así que me quitaba los zapatos y me metía en la cama vestido. Cuando se despertaba, nos enrollábamos y nos frotábamos vestidos. Llegaba a mojarle el pijama con mi precum, de la cantidad que llegaba a expulsar (es decir, mojaba mi ropa y traspasaba hasta la suya). Cuando salíamos de la cama, yo disimulaba y decía que iba al baño a orinar, pero lo que hacía era descargar un lefazo enorme, brutal, porque estaba tan excitado que me dolían las pelotas un montón.

Así estuvimos un tiempo hasta que un día, en mayo, las cosas progresaron hacia lo que era natural. Fue nuestra primera vez. Nos desnudamos. Fue todo muy lento, muy tranquilo, muy bonito. Yo había preparado un condón y lo pusimos sobre la cama. Nos acariciamos muchísimo rato, nos besábamos, nos abrazábamos... Ella estaba mojadísima, chorreaba, y yo no paraba de soltar precum (siempre suelto mucho), que chorreaba desde mi glande y hasta su estómago y vulva (recuerdo perfectamente esa imagen). En un momento dado, estando yo encima de ella, besándonos, y sin pretenderlo en absoluto, mi pene resbaló y entró de golpe en ella por primera vez. Nunca olvidaré esa sensación. Jamás. Su calidez, su humedad, el abrazo que su vagina realizó sobre mi pene: lo atrajo hacia dentro, lo engulló, y lo retuvo, ajustándose a mi tamaño. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, y una descarga eléctrica me golpeó en la base del cráneo. Era como si mis instintos más básicos me dijeran "eso es lo que tenías que hacer, para eso has sido creado". Yo estaba tan increíblemente excitado... nos quedamos quietos durante mucho tiempo, besándonos, yo dentro de ella, abrazados. A la vez que excitación tenía miedo, y estaba nervioso. Le había metido la polla sin protección: ¿y si la dejaba embarazada?, ¿y si no estaba "a la altura"? Así que perdí la erección. "Lo siento", le dije, y ella me respondió cariñosamente diciendo "no te preocupes, está bien". Nos abrazamos y nos quedamos dormidos.

Al despertarnos volvimos enseguida a besarnos y a acariciarnos. Yo ya no tenía miedo, así que tuve probablemente una de las erecciones más duras de toda mi vida. Nos enrollamos y yo ya no dudé. Me coloqué sobre ella, agarré mi polla y la guié hacia su interior, sin dudar. Al entrar en ella, soltó un suspiro de placer y me abrazó. La follé durante media hora. Ella no nombró el condón, yo tampoco. Simplemente estuvo a nuestro lado, junto a la almohada, todo el tiempo. Ni siquiera lo abrimos. Follamos y follamos. Ella estaba mojadísima y yo loco de placer. No parábamos de gemir y suspirar. Tuve que parar varias veces para no correrme, pero estoy absolutamente convencido de que la llené de precum, incluso puede que de pequeñas gotas de semen, que me salen cuando estoy a punto de correrme y paro. En esa media hora perdí la cuenta de las veces que paré para no correrme. Cada vez que me paraba, notaba mi pene palpilar, temblar, dar pequeños botes dentro de ella y, seguro, llenarla de líquidos preseminales. Ella estaba debajo, yo encima, en la postura del misionero. En ningún momento se quejó, en ningún momento me pidió que parara, simplemente se sometió, se dejó hacer. Dejó que hiciera con ella lo que yo quisiera. No dijo nada. Cuando sentí que ya no había vuelta atrás y que iba a correrme, le saqué la polla y me corrí sobre su estómago, chorro tras chorro de lefa. Parecía interminable. Creo que nunca me he vuelto a correr con tanta fuerza. Dios sabe cómo conseguí reunir la fuerza de voluntad suficiente para no correrme dentro, porque yo ya había perdido el control y mi cuerpo iba solo, mi mente estaba en modo off. En un último instante tuve un momento de lucidez y fui responsable. Si me hubiese dejado llevar podría haberlo hecho, y ella no hubiera ejercido ninguna resistencia.

Al terminar, nos abrazamos de nuevo, y seguimos acariciándonos. Nos queríamos muchísimo, y había sido una experiencia preciosa. Cuando nos levantamos ella cogió el condón sin abrir y lo guardó. Me miró con picardía a lo ojos y me dijo "la próxima vez tenemos que ir con más cuidado, eh". Pero tampoco fue así.

Racionalmente sabía que lo que habíamos hecho estaba mal, pero el virus del morbo por el riesgo ya había infectado mi mente, y esa sensación indescriptible de excitación, miedo y placer al saber que podía quedarse embarazada marcó desde entonces y en adelante mi sexualidad.

Screenshot 2021-07-16 07.03.22.png
 
Última edición:
Guiando la polla.png

Mi novia era una chica muy educada, tranquila, simpática. Muy agradable y divertida. Tenía un carácter muy sereno, bastante sumiso y complaciente. Pero, vamos, que no podía deducirse lo apasionada que era cuando follábamos. Pero vaya si lo era.

Tras nuestra primera relación sexual, los dos nos prometimos ir con más cuidado ya que los dos éramos estudiantes universitarios, no trabajábamos, y bajo ningún concepto entraba en nuestros planes tener hijos en ese momento. Pero eso solo servía cuando estábamos vestidos. Después se nos olvidaba la promesa.

La siguiente vez que estuvimos a solas en su casa, nos enrollamos como hacíamos siempre, y le hice lo que comencé a hacerle cada vez a partir de entonces. Ella lo primero que hizo fue sacar un condón y dejarlo junto a la almohada (me excitaba mucho que lo hiciera, pues era parte del juego). Comenzamos a enrollarnos. Yo la besaba, la acariciaba, la besaba por todo el cuerpo y la iba desnudando muy lentamente. Le encantaba que la besara en el cuello, en los pechos...

Poco a poco la iba excitando más y más... luego comenzaba a tocarle el coño. Primero solo lo acariciaba, apenas rozándolo con la punta de los dedos. Con un único dedo pasaba lentamente por la su vulva y la entrada a su vagina, abriendo sus labios, y acariciándola poco a poco. Se volvía loca de placer. Luego, yo tenía un truco que nunca fallaba. Me colocaba encima de ella, alejando mi cadera de la suya, y la besaba en el cuello y los pechos, mientras con una mano acariciaba su sexo. Ella no hablaba, no decía nada, pero con las piernas o con las manos me agarraba del culo para hacerme bajar sobre ella. Yo no cedía al principio, la hacía sufrir, haciéndola desearlo cada vez más.

Ella seguía insistiendo. Entonces, yo me dejaba caer poco a poco, apoyando mi rabo sobre su sexo. Aquí ella siempre suspiraba y me abrazaba. Estaba comenzando a perder el control, que es lo que yo quería. En este punto, yo me separaba un poco, me agarraba la polla, que no paraba de segregar líquido preseminal y comenzaba a pasarla muy lentamente, muy despacio, por su vulva, la separaba y volvía a acercarla, le metía solo la punta y la sacaba. Aún estábamos a tiempo de usar el condón, que estaba junto a la almohada. Sus fluidos se mezclaban con los míos. Y en ese momento ella, cada vez, perdía el control.

Su mente dejaba de funcionar racionalmente, que era lo que yo quería, y agarraba mi cuerpo atrayéndome hacia ella para que la penetrara, cosa que yo hacía sin ningún remordimiento. La sensación de placer era indescriptible. Me encantaba meterle el rabo poco a poco, disfrutando de la sensación, sintiendo como ella se abría lentamente, hasta que llegaba al fondo, sabiendo que no había nada que la protegiera de mi esperma.

Otra variante que hacíamos, era que yo no la desnudaba por completo, sino que le dejaba las braguitas puestas y yo me dejaba mis calzoncillos. Ella solía quitarme mi ropa interior rápido, pero yo le dejaba la suya puesta. El condón, como siempre, al lado de la almohada. Entonces, la volvía loca frotándome largo rato contra ella, besándola y acariciándola. Pero mientras tuviera su ropa interior puesta, estaba a salvo. Pero, tarde o temprano, siempre conseguía que apartara la braga a un lado, agarrara mi polla y se la metiera a pelo. Cada vez, siempre funcionaba. Y entonces, se la iba metiendo poco a poco, para que fuera consciente de lo que estaba haciendo y de los riesgos que entrañaba.

Eso es lo que yo deseaba, que sintiera tanto placer que se olvidara completamente del riesgo que podíamos correr, y que fuera ella misma la que suplicara mi penetración sin condón. Muchas veces, ella me agarraba la polla con una mano colocándola en la entrada a su vagina, mientras con la otra mano y sus piernas me empujaba.

Yo me dejaba caer sobre ella, penetrándola a pelo, sin protección. Entonces, solía quedarme parado. Mi polla empezaba a palpitar dentro de ella, dando saltos, expulsando regueros de precum, y ella lo notaba, y gemía de placer. Muchas veces, al dejarme caer me apoyaba sobre la almohada, donde veía el condón a apenas unos centímetros de mis ojos, en su envoltorio, sin abrir, y y solía sonreír consciente de que lo había vuelto a lograr. Solo quería sentirla gozar y sentir que estábamos apenas a segundos de cometer una locura.

En ese momento comenzábamos a follar sin parar, normalmente durante media hora, incluso a veces una hora, siempre sin protección. A veces, mientras yo la bombeaba ella me decía "póntelo, póntelo", pero los dos sabíamos que ninguno quería que eso ocurriera. A veces insistía y lo cogía con la mano, acercándomelo. Entonces, yo la bombeaba aún más fuerte y, CADA VEZ, lo dejaba caer y me abrazaba, dejándome seguir. Era parte del juego.

Así, como he contado, me la follé por toda su casa: en el baño, en el comedor, en el pasillo, en el recibidor, en la cocina, en su dormitorio... También lo hice en acampadas, en el sofá de casa de mis padres, en mi dormitorio, de excursión, en la playa, en el coche, en un bosque, en el baño de una discoteca... En ocasiones, incluso, ni siquiera sacábamos el condón. Pero creo que a los dos nos excitaba mucho más que estuviera el condón presente y no lo utilizáramos.

Mi única obsesión era que fuera ella la que me obligara a penetrarla a pelo, sabiendo el riesgo que asumía. Después yo, sabiendo que era una locura, procuraba llenarla de todo el precum que podía. De hecho, muchas veces paraba, le sacaba la polla y esperaba que ella mirara, que viera cómo mi polla estaba chorreando líquido por la excitación que sentía. De mi rabo caían regueros de líquido transparente. Entonces yo la besaba y volvía retirarme. Me descapullaba el rabo (no estoy operado) para que hubiese aún menos protección posible y chorreando lo acercaba de nuevo a su vagina, para que viera que la estaba llenando. Volvía a penetrarla y seguía follándola un buen rato más. De vez en cuando paraba para no correrme, sintiendo mi rabo palpilar en su interior, liberando cada vez más y más espermatozoides, aún sin correrme. Siempre terminábamos igual, yo sacaba la polla justo en el último segundo y me corría sobre su estómago. En esta época no controlábamos ni su ciclo menstrual, ni contábamos días, ni nada de nada. Solo nos dejábamos llevar.

Cada vez que le metía la polla a pelo yo sentía una sensación de placer increíble, pero también un instinto de dominación brutal. Ahí estaba ella, debajo de mí, indefensa, a mi merced, a unos segundos de que dejara salir mi esperma en su interior y la preñara. Me encantaba sentir que ella se ha rendido, que no iba a quejarse, y que ya podía continuar sin protección. Ese era mi sentimiento y esa era mi actitud, de triunfo, pero también de dominación, al haberla sometido y haber conseguido que se dejara empalar a pelo, pasara lo que pasara. Y ella también lo disfrutaba, y lo lo deseaba, lo buscaba, aunque luego intentara disimular.

No solíamos hablar del tema en absoluto, simplemente estaba muy claro lo que nos gustaba a los dos, y yo conseguía que ella perdiera la razón y me dejara hacer. Éramos jóvenes, tímidos e inexpertos... Creo que ninguno de los dos sabíamos exactamente qué estábamos haciendo ni por qué.
 
Mi padre, el semental

Esta es una historia real que me contó un compañero de trabajo, Juan.

Cuando conocí a Juan, él tenía 28 años. Un día mientras tomábamos un café en una cafetería en un descanso en el trabajo, estábamos hablando sobre nuestras familias y hermanos. Entonces, me contó que sus padres habían tenido 9 hijos. Él era el mayor. ¡Nueve hijos! No pude evitar mi expresión de sorpresa cuando me lo contó. Él se rió. Estaba acostumbrado a que la gente se sorprendiera ante ese dato y lo encajaba con elegancia. Poco después seguimos hablando de otros temas. No nos conocíamos mucho y no me atreví a preguntarle.

Con el tiempo, poco a poco fuimos intimando más, hasta el punto de contarnos cosas de mujeres, sexo… Yo le contaba y él también. La verdad es que estaba deseando preguntarle de nuevo sobre sus padres, pero no me atrevía… hasta que tuvimos suficiente confianza. Volví a preguntarle por sus padres y sus 9 hijos. Me dijo que no eran religiosos sino más bien hippies. Me contó que sus padres se querían mucho, un amor verdadero, y que eso nunca había cambiado.

Entonces me contó que su padre dejó embarazada a su madre con 16 años y que se casaron cuando ella apenas había cumplido los 17 y él los 18. Ella fue a la iglesia con Juan ya en su útero, sabiéndolo ambos… y sus familias. Fue un escándalo en su pueblo y un grave disgusto para sus familias, pero a ellos no les importó.

Esta situación supuso un esfuerzo enorme para ambos, ya que que el padre de Juan tuvo que dejar de estudiar y ponerse a trabajar. Sin embargo, al poco de nacer Juan, su madre volvió a quedarse embarazada. Y al poco de nacer el segundo hijo, vino otro… y luego otro... Resumiendo, tuvieron 9 hijos en 16 años.

Le pregunté cómo se organizaban como familia. Me dijo que era todo una locura. Que su casa era pequeña y que tenían literas en las habitaciones, que se habían mudado a una casa mayor, que se pasaban la ropa de un hermano al siguiente…

Con el tiempo fuimos ganando aún maś confianza y ya me atrevía a preguntarle cosas más personales. Un día le confesé mi obsesión con el sexo con riesgo de embarazo, y él me dijo que pensaba que a sus padres les pasaba igual. Me dijo que los hijos mayores notaban cuando su madre se quedaba embarazada porque se le cambiaba la cara, se le ponía una sonrisa diferente. Se lo notaban especialmente en el desayuno, cuando estaban todos juntos, notaban esa sonrisa especial y en seguida le preguntaban si estaba embarazada. A lo que ella respondía que sí, sin ambages. Juan me contó que la situación en su casa llegó a ser tan agobiante por espacio y responsabilidades para los hermanos mayores, que cada vez que su madre se quedaba embarazada la reñían y le pedían que por favor no tuvieran más. Lo mismo con su padre. Pero a sus padres les daba igual, seguían trayendo al mundo a un hijo tras otro. Evidentemente, ambos debían compartir un fetiche respecto del sexo sin protección y el embarazo… y no querían renunciar a él.

Cuando Juan llegó a la pubertad empezó a darse cuenta de más cosas. Prestaba más atención, me dijo. Me contó que se dio cuenta de que si prestaba atención, podía escuchar a sus padres follando. Me dijo que siempre ocurría igual. Su padre trabajaba como un animal para sacar a su familia adelante. Muchas veces trabajaba 10 o 12 horas al día, incluidos los fines de semana. Combinaba varios empleos para poder alimentar a su familia. Sus hijos suponían un esfuerzo enorme para él, pero nunca se quejaba, decía Juan. Por la noche, sus padres mandaban a todos los hijos a dormir lo más pronto posible, y ellos se quedaban unas dos horas más hablando y viendo la tele. Y luego, según Juan, siempre ocurría igual: se iban al cuarto y follaban. Juan me contó que su padre normalmente no perdonaba ni un solo día, lo cual le sorprendía.
  • Debía estar reventado de tanto trabajar, pero cada noche cumplía con mi madre y se la follaba - me dijo Juan.
Juan me contó que podía escucharlos follar ya que su cuarto estaba pegado al de sus padres y los oía a lo lejos.

Pasado un tiempo, y ganando más y más confianza entre Juan y yo, Juan me contó que cuando llegó a la adolescencia se obsesionó con poder verlos follar. Era una época en la que el acceso al porno era muy difícil (no había Internet). Lo que hacía era que esperaba a que sus hermanos se durmieran y sus padres se fueran al dormitorio. Entonces hacía como que iba al baño y aprovechaba para acercarse a la puerta de sus padres. Juan me dijo que pasaba muy pocas veces, pero que de vez en cuando su padre olvidaba cerrar la puerta y esta se quedaba entornada. Entonces, por el pequeño espacio que quedaba abierto podía ver sin ser visto. Me contó que de este modo pudo ver a sus padres follando MUCHAS VECES a lo largo de los años. Me dijo que SIEMPRE lo hacían en la misma posición, en la postura del misionero. Desde la puerta, podía ver a su padre bombeando el coño de su madre. Juan me confesó que la primera vez que los vio le impresionó mucho ver los cojones de su padre. Me contó que eran muy grandes, en un escroto muy voluminoso, y que le impresionó mucho verlos saltando sobre su madre desnuda. Por lo visto, el padre de Juan era un verdadero semental, tenía una polla enorme, muy venosa, y unos cojones enormes llenos del elixir de la vida que su esposa le ordeñaba una vez tras otra. Juan me dijo que su madre gemía mucho, flojito tratando de contenerse y hacer el menos ruido posible, y que su padre solía estar en silencio hasta que faltaba poco para eyacular, momento en que empezaba a gruñir y gemir como un animal.

Pese a que la situación para la familia era agobiante tanto económicamente como a nivel de espacio, sus padres no dejaban de concebir un hijo tras otro. Llegó un punto en que los hijos les suplicaron que pararan y esto, sumado a la presión de sus familias, llevaron a su padre a finalmente ceder y hacerse la vasectomía. Con 34 años y 9 hijos, su padre decidió parar.

Juan me dijo que se fue de casa en cuanto pudo ya que no soportaba el agobio de vivir con tantas personas en su casa. Cuando él se fue, la tradición en la siguiente generación ya había comenzado, ya que dos de sus hermanos adolescentes habían dejado embarazadas a sus novias, supongo que siguiendo el ejemplo preñador de su padre e imaginando que no les reñirían demasiado. Sus padres no solo no se enfadaron sino que se alegraron y los apoyaron en todo lo que necesitaron.

Haber vivido esta situación tuvo el efecto contrario en Juan: no quería tener hijos. Sin embargo, me contó que una vez su novia tuvo que dejar de tomar la píldora durante dos meses debido a una enfermedad y un tratamiento que tuvo que tomar. Entonces el médico les aconsejó que utilizaran preservativo durante este periodo. Juan me confesó que odiaba los condones, ya que se había acostumbrado a que todas sus novias tomaban la píldora y podía follarlas a pelo. Ante esta nueva situación, me dijo que consiguió ponerse el condón dos o tres veces, pero que a partir de esa tercera vez decidió arriesgarse y empezó a follar sin ninguna protección a su novia. A lo largo de esos dos meses pasó de sacarla mucho antes de correrse a apurar el tiempo cada vez más y más. Hacia el final de este periodo Juan me confesó que estaba empezando a perder el control y a jugar con fuego (corriéndose dentro, sacándola tarde, metiéndola después de correrse fuera), asumiendo serios riesgos de dejar embarazada a su novia. De hecho, se estaba volviendo adicto (como a mí me pasaba) a la emoción y la excitación del riesgo.
  • Ahora entiendo a mi padre, esto es realmente adictivo - me dijo.
16184566_mi013.jpg
 
La historia de Pata Seca

Pata-Seca-Wikipedia.jpg


Pata Seca, que nació en Sorocaba, São Paulo, en la primera mitad del siglo XIX, pasó a ser propiedad de un agricultor de São Carlos, São Paulo. Con una altura impresionante de 218 cm, fue considerado un candidato perfecto para el rol de semental. En consecuencia, Pata Seca fue seleccionado específicamente para mantener relaciones sexuales con otras esclavas, con el objetivo de engendrar otros esclavos resistentes (fuerza laboral vigorosa con rasgos genéticos favorables).

La vida de Pata Seca estuvo controlada por los deseos de su dueño. Fue revisado meticulosamente en busca de enfermedades, bien alimentado y, como ganado, fue puesto a trabajar como semental.

Se desconoce el número exacto de mujeres con las que se acostó o la frecuencia de estos encuentros. Sin embargo, se estima que Pata Seca tuvo más de 200 hijos que heredaron la condición de esclavos de su padre. En consecuencia, ellos también experimentaron vidas de servidumbre, con algunos vendidos para obtener ganancias y otros obligados a trabajar duro en las plantaciones de sus dueños.

Además de sus funciones de semental preñador, Pata Seca también atendía a los caballos y se le encomendaba la responsabilidad de transportar la correspondencia entre la hacienda y la ciudad.

Durante la esclavitud, los dueños de esclavos solían favorecer las relaciones sexuales de sus esclavos masculinos más viriles y fuertes con sus esclavas más fuertes para crear descendencia físicamente superior. Es decir, a Pata Seca le llevaban a otras esclavas para que las preñara. Ese era su trabajo. Mantenía relaciones sexuales periódicas con las hembras seleccionadas hasta que las embarazaba.

Debido a su éxito en producir un número significativo de descendientes para su dueño, Pata Seca recibió un trato relativamente favorable. Se le concedieron privilegios especiales e incluso recibió una parcela de tierra de su amo cuando se abolió la esclavitud en Brasil en 1888.

Tras obtener su libertad, Pata Seca encontró amor y compañía en una mujer llamada Palmira, con quien se casó. Juntos, fueron bendecidos con 9 hijos, formando la base de su propia familia. En la tierra que le regaló su antiguo amo, Pata Seca se dedicó a construir una nueva vida para sus seres queridos. Es decir, no solo no quedó traumatizado por la experiencia sino que siguió preñando a su mujer hasta que tuvo 9 hijos.

Adoptando el papel de agricultor, Pata Seca era dueño y operaba su propia granja. Aquí, trabajó incansablemente en la producción y venta de rapadura, una forma sólida de azúcar de caña sin refinar. Aunque sus ingresos eran modestos, Pata Seca los utilizó para mantener a su familia, fomentando su bienestar y fomentando sus sueños de un mañana mejor.

Sin embargo, la tragedia golpeó la vida de Pata Seca cuando accidentalmente pisó un clavo una fatídica mañana. La lesión resultante provocó el tétanos y, a pesar de recibir atención inicial de un curandero local, la condición de Pata Seca se deterioró rápidamente. En consecuencia, Pata Seca falleció en febrero de 1958 a la edad de 130 años, apenas tres meses después de participar en el desfile de cumpleaños de la ciudad como el hombre más viejo del condado.

La vida de Pata Seca sirve como un desgarrador recordatorio del inmenso sufrimiento que soportaron los africanos que fueron esclavizados en Brasil. A pesar de las dificultades que enfrentó, el legado de Pata Seca sigue vivo como testimonio de la fortaleza y la resiliencia de quienes soportaron los capítulos más oscuros de la historia.
 
Lebensborn: las granjas nazis de cría humana

Aviso
: la inclusión de esta información no implica ninguna posición política de mi parte. Simplemente reflejo un hecho histórico ampliamente documentado. Hay partes de esta historia que encuentro excitantes, especialmente las mujeres que se ofrecieron como voluntarias para preñarse y los sementales que se ofrecían voluntariamente para preñarlas en estas granjas. Como veréis, se dice expresamente que los sementales estaban en el Lebensborn sólo para eso, para embarazar a las mujeres, e iban alternando de una a otra hasta preñarlas a todas.
--------------

Lebensborn-1-9.jpg


En diciembre de 1935, Himmler fundó las Lebensborn para atender a las madres solteras de "buena sangre" que quedaron embarazadas de hombres de las SS. Fue un intento de evitar que estos hombres organizaran abortos y la consiguiente pérdida para la nación de un stock racial "valioso". Luego, estos bebés fueron colocados con familias de las SS que querían adoptar niños.

Las líderes de la Liga Alemana de Niñas (BDM) recibieron instrucciones de reclutar mujeres jóvenes con el potencial de convertirse en buenas hembras de crianza para los oficiales de las SS. En los Lebensborn todos los hombres eran muy altos y fuertes con ojos azules y cabello rubio. Eran sementales seleccionados para producir hijos fuertes.

Una mujer que participó del programa dijo: "Nos dieron alrededor de una semana para elegir al hombre que nos gustaba y nos dijeron que nos aseguráramos de que su cabello y ojos correspondieran exactamente a los nuestros. Ni siquiera sabíamos sus nombres, los elegíamos por pareces machos con buena genética. Cuando hicimos nuestra elección, tuvimos que esperar hasta el décimo día después del comienzo del último período, cuando fuimos nuevamente examinados médicamente y se nos dio permiso para recibir a los hombres de las SS en nuestras habitaciones por la noche... El que yo elegí era un chico dulce, aunque me lastimó un poco, pero tenía una apariencia aplastante. Se acostó conmigo tres noches en una semana. Las otras noches tuvo que hacer su deber con otra chica. Me quedé en la casa hasta que me quedé embarazada, lo que no tomó mucho tiempo". Nació un niño, pero ella solo pudo tenerlo durante dos semanas antes de entregarlo a las SS. Después, esta mujer accedió a regresar a la granja de cría para proporcionar otro hijo al régimen. Había mujeres que volvían una vez tras otra para contribuir con tantos hijos como pudieran. Eran granjas de cría humana, literalmente.

_122877165_gettyimages-105211758-1.jpg
 
Última edición:
Jugando con mi novia

Mi primera novia formal era una chica muy educada, tranquila, simpática. Muy agradable y divertida. Tenía un carácter muy sereno, bastante sumiso y complaciente. Pero, vamos, que no podía deducirse lo apasionada que era cuando follábamos. Pero vaya si lo era.
Tras nuestra primera relación sexual, los dos nos prometimos ir con más cuidado ya que los dos éramos estudiantes universitarios, no trabajábamos, y bajo ningún concepto entraba en nuestros planes tener hijos en ese momento. Pero eso solo servía cuando estábamos vestidos. Después se nos olvidaba la promesa.

La siguiente vez que estuvimos a solas en su casa, nos enrollamos como hacíamos siempre, y le hice lo que comencé a hacerle cada vez a partir de entonces. Ella lo primero que hizo fue sacar un condón y dejarlo junto a la almohada (me excitaba mucho que lo hiciera, pues era parte del juego). Comenzamos a enrollarnos. Yo la besaba, la acariciaba, la besaba por todo el cuerpo y la iba desnudando muy lentamente. Le encantaba que la besara en el cuello, en los pechos...

Poco a poco la iba excitando más y más... luego comenzaba a tocarle el coño. Primero solo lo acariciaba, apenas rozándolo con la punta de los dedos. Con un único dedo pasaba lentamente por la su vulva y la entrada a su vagina, abriendo sus labios, y acariciándola poco a poco. Se volvía loca de placer. Luego, yo tenía un truco que nunca fallaba. Me colocaba encima de ella, alejando mi cadera de la suya, y la besaba en el cuello y los pechos, mientras con una mano acariciaba su sexo. Ella no hablaba, no decía nada, pero con las piernas o con las manos me agarraba del culo para hacerme bajar sobre ella. Yo no cedía al principio, la hacía sufrir, haciéndola desearlo cada vez más.

Ella seguía insistiendo. Entonces, yo me dejaba caer poco a poco, apoyando mi rabo sobre su sexo. Aquí ella siempre suspiraba y me abrazaba. Estaba comenzando a perder el control, que es lo que yo quería. En este punto, yo me separaba un poco, me agarraba la polla, que no paraba de segregar líquido preseminal y comenzaba a pasarla muy lentamente, muy despacio, por su vulva, la separaba y volvía a acercarla, le metía solo la punta y la sacaba. Aún estábamos a tiempo de usar el condón, que estaba junto a la almohada. Sus fluidos se mezclaban con los míos. Y en ese momento ella, cada vez, perdía el control.

Su mente dejaba de funcionar racionalmente, que era lo que yo quería, y agarraba mi cuerpo atrayéndome hacia ella para que la penetrara, cosa que yo hacía sin ningún remordimiento. La sensación de placer era indescriptible. Me encantaba meterle el rabo poco a poco, disfrutando de la sensación, sintiendo como ella se abría lentamente, hasta que llegaba al fondo, sabiendo que no había nada que la protegiera de mi esperma.

Otra variante que hacíamos, era que yo no la desnudaba por completo, sino que le dejaba las braguitas puestas y yo me dejaba mis calzoncillos. Ella solía quitarme mi ropa interior rápido, pero yo le dejaba la suya puesta. El condón, como siempre, al lado de la almohada. Entonces, la volvía loca frotándome largo rato contra ella, besándola y acariciándola. Pero mientras tuviera su ropa interior puesta, estaba a salvo. Pero, tarde o temprano, siempre conseguía que apartara la braga a un lado, agarrara mi polla y se la metiera a pelo. Cada vez, siempre funcionaba. Y entonces, se la iba metiendo poco a poco, para que fuera consciente de lo que estaba haciendo y de los riesgos que entrañaba.

14866606_rafa_y_paula.jpg


Eso es lo que yo deseaba, que sintiera tanto placer que se olvidara completamente del riesgo que podíamos correr, y que fuera ella misma la que suplicara mi penetración sin condón. Muchas veces, ella me agarraba la polla con una mano colocándola en la entrada a su vagina, mientras con la otra mano y sus piernas me empujaba.

Yo me dejaba caer sobre ella, penetrándola a pelo, sin protección. Entonces, solía quedarme parado. Mi polla empezaba a palpitar dentro de ella, dando saltos, expulsando regueros de precum, y ella lo notaba, y gemía de placer. Muchas veces, al dejarme caer me apoyaba sobre la almohada, donde veía el condón a apenas unos centímetros de mis ojos, en su envoltorio, sin abrir, y y solía sonreír consciente de que lo había vuelto a lograr. Solo quería sentirla gozar y sentir que estábamos apenas a segundos de cometer una locura.

En ese momento comenzábamos a follar sin parar, normalmente durante media hora, incluso a veces una hora, siempre sin protección. A veces, mientras yo la bombeaba ella me decía "póntelo, póntelo", pero los dos sabíamos que ninguno quería que eso ocurriera. A veces insistía y lo cogía con la mano, acercándomelo. Entonces, yo la bombeaba aún más fuerte y, CADA VEZ, lo dejaba caer y me abrazaba, dejándome seguir. Era parte del juego.

Así, como he contado, me la follé por toda su casa: en el baño, en el comedor, en el pasillo, en el recibidor, en la cocina, en su dormitorio... También lo hice en acampadas, en el sofá de casa de mis padres, en mi dormitorio, de excursión, en la playa, en el coche, en un bosque, en el baño de una discoteca... En ocasiones, incluso, ni siquiera sacábamos el condón. Pero creo que a los dos nos excitaba mucho más que estuviera el condón presente y no lo utilizáramos.

Mi única obsesión era que fuera ella la que me obligara a penetrarla a pelo, sabiendo el riesgo que asumía. Después yo, sabiendo que era una locura, procuraba llenarla de todo el precum que podía. De hecho, muchas veces paraba, le sacaba la polla y esperaba que ella mirara, que viera cómo mi polla estaba chorreando líquido por la excitación que sentía. De mi rabo caían regueros de líquido transparente. Entonces yo la besaba y volvía retirarme. Me descapullaba el rabo (no estoy operado) para que hubiese aún menos protección posible y chorreando lo acercaba de nuevo a su vagina, para que viera que la estaba llenando. Volvía a penetrarla y seguía follándola un buen rato más. De vez en cuando paraba para no correrme, sintiendo mi rabo palpilar en su interior, liberando cada vez más y más espermatozoides, aún sin correrme. Siempre terminábamos igual, yo sacaba la polla justo en el último segundo y me corría sobre su estómago. En esta época no controlábamos ni su ciclo menstrual, ni contábamos días, ni nada de nada. Solo nos dejábamos llevar.

Cada vez que le metía la polla a pelo yo sentía una sensación de placer increíble, pero también un instinto de dominación brutal. Ahí estaba ella, debajo de mí, indefensa, a mi merced, a unos segundos de que dejara salir mi esperma en su interior y la preñara. Me encantaba sentir que ella se ha rendido, que no iba a quejarse, y que ya podía continuar sin protección. Ese era mi sentimiento y esa era mi actitud, de triunfo, pero también de dominación, al haberla sometido y haber conseguido que se dejara empalar a pelo, pasara lo que pasara. Y ella también lo disfrutaba, y lo lo deseaba, lo buscaba, aunque luego intentara disimular.

No solíamos hablar del tema en absoluto, simplemente estaba muy claro lo que nos gustaba a los dos, y yo conseguía que ella perdiera la razón y me dejara hacer. Éramos jóvenes, tímidos e inexpertos... Creo que ninguno de los dos sabíamos exactamente qué estábamos haciendo ni por qué.
 
Última edición:
Mi amigo Rafa y la treintañera

Voy a contar otra historia que me contó Rafa, mi amigo. Ocurrió un fin de año de hace muuuuuchos años. Rafa tendría unos 22 o 23 años, creo recordar. Ese día cada uno había salido con un grupo de amistades diferentes, así que no coincidimos. Me lo contó después.

Resulta que salió con dos de sus mejores amigos de marcha a beber y bailar, típica fiesta de 31 de diciembre. Me dijo que no salía en absoluto a ligar, más bien lo contrario. No contaba con nada. Me dijo que hacia las cinco o las seis de la mañana se les acercaron unas treintañeras (casi cuarentonas) que estaban bien cañón. Cada una fue a por uno de los tres amigos. La de Rafa me dijo que estaba brutal: morena, pelo largo, muy guapa, tetazas... Se pusieron a hablar y al cabo de unos minutos ya quedó claro que ella quería algo. Fueron los seis juntos de bares y al poco ya se estaban enrollando. La treintañera quería cazar un yogurín y gozarlo bien.

Hacia las 7 estaban ya todos reventados de cansados. Rafa me contó que se despidió de todos, que querían seguir un rato más, y se disculpó diciendo que marchaba ya para casa a dormir. A su "ligue" le dijo que podían quedar otro día si quería. Ella aprovechó y también se despidió, yéndose con Rafa hacia su coche.

A todo esto, Rafa me contó que se notaba que ella estaba calentísima pero él estaba pensando en "cama" de un modo más tranquilo que ella. En dormir, vaya. Ella le propuso ir a casa de Rafa, pero él le explicó que vivía aún con sus padres, que estaban allí y que no podían ir. Mientras caminaban encontraron un portal abierto y, sin pensárselo dos veces, ella lo agarró de la mano y lo metió dentro. Subieron hasta el último piso y se tumbaron en el último rellano, justo junto a la puerta a la terraza.

Rafa me contó que ella se abalanzó sobre él y que en nada le estaba ya comiendo la polla. Poco después se subió la falda y se quitó las medias y las bragas y sacó un condón, que le puso rápidamente a Rafa. Acto seguido se subió encima de él a horcajadas y comenzó a follarlo. Me dijo que había bebido tanto y estaba tan cansado que perdió la erección muy rápido. Además, no estaba acostumbrado a utilizar preservativo, lo cual le cortaba bastante el rollo. Ella no le dio importancia y volvió a hacerle una mamada de campeonato para ponérsela dura de nuevo, cosa que consiguió. Y en cuanto la vio bien dura, sacó otro condón, lo abrió y se lo puso... volvió a cabalgarlo. Estaba desesperada por pegar un buen polvo para celebrar el año nuevo. Sin embargo, Rafa volvió a perder la erección al cabo de poco rato. Se disculpó con ella y le explicó que estaba muy cansado y bebido, y que el cuerpo no le respondía, que no tenía nada que ver con ella. Le propuso parar y quedar otro día, cuando estuvieran más descansados. Pero ella lo besó y volvió a bajar a darle a la manivela, a ver si conseguía arrancarlo.

Y lo volvió a conseguir. El problema es que se había quedado ya sin preservativos, así que sin pensárselo y para sorpresa de Rafa, se la metió a pelo, sin más. Y ahí ya sí que no se le bajó al muy hijo de puta ;-) Me contó que se le fue todo el cansancio de golpe y se pusieron a follar como animales. Me dijo que fue un polvo corto. Ella estaba loca por correrse, y lo logró. Y Rafa le echó todo el grumo dentro, sin avisarla, simplemente siguió para adelante sin pensar en nada más. Y no la sacó hasta que terminó de echarlo todo. Ella no le dijo nada.

Luego se vistieron y se despidieron afectuosamente en el portal. Él le dijo que le gustaría volver a verla. Ella le sonrió.

Ella le había pedido su número en uno de los bares en que habían estado, pero nunca más lo llamó ni él la volvió a ver. Su única conexión fueron unos cientos de millones de espermatozoides que, durante días, estuvieron nadando en su útero.
 
Yo lo he hecho siempre a pelo cuando la meto.Aunque de mala gana me lo pongo por si las moscas Ya que no quiero un embarazo.Luego me hice la basectomia con 40 tacos y a follar a pelo no sólo con mi mujer si no también con amigas y estás les gustaaba sentir la leche dentro
 
Sara y Óscar (parte 1)

Mi amiga Sara es una mujer muy liberal, que ha vivido su sexualidad con naturalidad y honestidad, acostándose con todos los hombres que ha podido y ha querido. Se lo ha pasado bomba. Es muy fiel, pero cuando está soltera aprovecha para probar diferentes platos del buffet. Sara es una chica muy atractiva. No es un bellezón pero tiene un encanto personal increíble, que la hace a mis ojos tremendamente seductora. Además, es muy femenina y coqueta. Más allá de su carácter, tiene unos pechos bastante grandes y cadera ancha. Una mujer con curvas, vaya. Un bombón.

La conocí hace casi 18 años, cuando ambos acabábamos de cumplir 28 años. En seguida nos llevamos de maravilla, sobre todo porque nos hacíamos reír mucho y confiábamos mucho el uno en el otro. Al poco tiempo, nos lo contábamos todo. TO-DO.

Cuando yo la conocí estaba soltera. Ese verano, Sara decidió irse a una zona muy turística de Portugal con una amiga suya para pasar una semana de playa y fiesta nocturna. Y así lo hicieron. Ella salía de una relación muy intensa con un hombre del que había estado muy enamorada. Me dijo que quería estar un tiempo sola y tranquila, sin enrollarse con ningún chico.

A la vuelta de sus vacaciones me contó que en su última noche en Portugal estaban de marcha en una discoteca y dos chicos se les acercaron: Óscar y Juan. De manera natural, se pusieron a hablar, contentos por haber encontrado dos españolas en un país extranjero. Ambos eran militares y amigos, soldados del Ejército de Tierra español, y estaban de vacaciones descansando.

Rápidamente quedó claro que Óscar estaba muy interesado en Sara y Juan en su amiga. La noche fue avanzando y fueron cambiando de un local a otro mientras seguían charlando y conociéndose. A altas horas de la madrugada, Óscar y Juan se lanzaron y empezaron a enrollarse con Sara y su amiga. Sara me contó que enseguida se sintió mal porque había incumplido su promesa de estar un tiempo sola y tranquila. Pero se le pasó rápido.

Óscar es un chico muy serio. Es el típico tío muy conservador y formal. En ese momento tenía la misma edad que Sara, 28 años. Llevaba el pelo rapado, muy corto. Mide alrededor de 1,85 y está muy delgado, mazado por todo el ejercicio físico que realiza en el ejército. Es un chico muy atractivo. Juan era un calco de Óscar, me contó Sara, pero con facciones algo diferentes.

Al poco de estar enrollándose quedó claro que ambas parejas querían intimidad, así que acordaron irse cada uno a un hotel, ya que ambos tenían habitaciones compartidas. Sara se fue con Óscar al hotel de éste, y Juan con su amiga al de ellas.

Al llegar al hotel Sara me contó que él la desnudó en segundos y empezó a comerle el cuerpo a chupetones. Ella, como pudo, fue también desnudándolo, cuando él le daba un momento de tregua. Me contó que marcaba un paquete increíble y que tenía mucha curiosidad por averiguar qué guardaba. Cuando consiguió quitarle el calzoncillo me contó que flipó. Tenía una polla y unos huevos enormes, en especial la polla, que era muy grande y gorda, sin prepucio pues está operado. La tenía dura como un bate de beisbol. Le hizo una mamada. Me contó que es el tío más viril con diferencia con el que ha estado. Cómo se mueve, cómo la trataba, cómo la acariciaba, incluso su olor También me dijo que en la cama es muy dominante, muy de llevar él la batuta y bastante salvaje en el sexo.

Tras estar calentándose ambos un buen rato, Sara me contó que la tumbó en la cama y él se tumbó encima suya, sujetándole la cabeza y besándola apasionadamente. En un sutil movimiento, Óscar consiguió que su glande resbalara por la vulva de Sara, introduciéndose levemente en su vagina. Entonces él paró para ver si ella decía algo. Sara llevaba preservativos en su bolso y siempre era muy prudente con este tema. Sin embargo, me contó que la experiencia con Óscar fue totalmente diferente. En cuanto le metió el capullo ella sabía que él le había ganado la partida y que bajo ningún concepto le iba a pedir que se pusiera un condón. Él esperó unos segundos más, mientras seguía besándola, para luego ir poco a poco introduciendo su pene hasta que llegó al fondo de su vagina.

Sara me contó que esa primera penetración de Óscar fue una de las experiencias sexuales más intensas que ha tenido en su vida. Sintió como su glande empujaba con fuerza el cuello de su útero y se corrió casi instantáneamente. Él no nombró el condón, y ella mucho menos. Poco a poco él empezó a moverse y a apuñalarla repetidamente con su puñal de carne. Sara me contó que fue increíble, que le encantó. Estuvieron como media hora dándole y un momento antes de correrse él sacó el rabo y se corrió abundantemente sobre el estómago de Sara (por lo visto, es bastante lechero también).

Ella me contó que la experiencia con Óscar fue totalmente diferente a la que había tenido con otros hombres, y no por el tamaño de su pene, sino por las sensaciones. Decía que fue casi químico. Cuando la penetró sintió que era suya, que todo encajaba, que podía rendirse.

Tiempo después, Sara supo que Óscar hacía unos meses que lo había dejado con su novia de 5 años y que estaba a pan y agua desde entonces. Además, me contó que a Óscar normalmente no le gusta masturbarse a no ser que esté al límite de capacidad. Es el típico tío de a mí la leche me la tiene que sacar una mujer. Por tanto, estaba desesperado por meterla en caliente.

Se quedaron abrazados en duermevela y poco tiempo después volvió a follársela, del mismo modo, a pelo y con una estamina increíble. Tras esto se quedaron dormidos hasta que amaneció. Ella se despertó antes que él y se incorporó para mirarlo desnudo en su cama. Me contó que tenía un montón de sentimientos confusos con respecto a lo que había ocurrido: excitación, pereza, ilusión Era raro, dijo. A los pocos minutos él se despertó y, sin mediar palabra, volvió a besarla y a penetrarla a pelo, follándosela otra vez durante media hora o así y corriéndose fuera. Después se ducharon y fueron a desayunar. Tenían que despedirse puesto que ambos tenían que volver de vacaciones y a sus obligaciones.

- Me gustaría mucho volver a verte -le dijo Óscar en su despedida.

E intercambiaron sus números de teléfono.
 
Sara y Óscar (parte 2)

Juan y la amiga de Sara también follaron en Portugal, pero fue solo un polvo y ya. Sin embargo, en el caso de Óscar y Sara surgió un vínculo claro desde el principio, sobre todo por parte de él.

A raíz de su encuentro en Portugal, Óscar se quedó muy enganchado de Sara. Ella me contaba que la llamaba todos los días y que no paraba de decirle las ganas que tenía de volver a verla. Esto era complicado, puesto que vivían en localidades muy alejadas, mucho. Por otra parte, Sara no estaba tan segura de iniciar una relación con Óscar. Ella salía del final de una relación algo tormentosa y era reticente a meterse en otra relación tan pronto. El hecho de que él viviera tan lejos le daba pereza, ya que hacía todo más complicado. Por último, solo habían estado juntos unas horas y, si bien Sara guardaba muy buen recuerdo de Óscar, no le parecía motivo suficiente para apostar muy fuerte por él.

No obstante, Óscar fue increíblemente insistente. De hecho, en esta época yo presencié varias llamadas suyas a Sara, que descolgaba delante de mí, normalmente no antes de suspirar un uf, qué pesado. Pese a todo, yo creo que ella se sentía halagada por la galantería y la atención de Óscar, que sin duda se había quedado prendado de ella.

Sara vivía sola en un piso que había alquilado, cerca de su trabajo. Tras varias semanas (como un mes o mes y medio) en que a él le fue imposible por su trabajo, consiguió convencerla de que pasaran un fin de semana juntos. Él iría a casa de Sara, evitando que ella tuviera que desplazarse. A ella le pareció bien.

Llegaba el viernes por la tarde. Ese mismo mediodía Sara y yo comimos juntos y me contó la mezcla de sentimientos que tenía hacia Óscar: ilusión, pereza, miedo, excitación En general, todavía se mostraba ambigua hacia la posibilidad de avanzar en la relación. Después de comer, nos despedimos y ella se fue a su casa, pues él llegaba sobre las 17 h.

El lunes Sara y yo volvimos a quedar, después de haberse marchado Óscar el domingo por la noche, y me contó todo. Me dijo que el viernes tocó al telefonillo de su piso y ella le abrió. Cuando subió me contó que apenas la dejó saludarle y que cuando ella lo abrazó ya notó que traía una erección de caballo. La cogió en brazos, le preguntó dónde estaba el dormitorio, y se la llevó directa a la cama. Allí, en un santiamén, la desnudó y comenzó a follarla como un animal. Me dijo que estuvieron como una hora, tiempo en el que ella perdió la cuenta de las veces que se corrió. Me decía que Óscar era una pasada en la cama. Finalmente, él se corrió fuera echando chorrazos de lefa uno tras otro. Decía Sara que fue exagerado, que no era ni normal.

Tras descansar un rato y charlar, se arreglaron para salir a cenar. Él le confesó que estaba desesperado por volver a verla, y que se había enamorado de ella. También le confesó que había conducido todo el camino de ida con una erección brutal, solo por pensar que iba a verla. Le confesó que él no se masturba habitualmente y que desde el sexo de Portugal no había vuelto a descargar. Estaba desesperado por follársela. Y Sara notó claramente esa energía, mezcla de libido y frustración, que volcó en pegarle un polvo de campeonato. Ahora también entendía la corrida monumental, y es que él llevaba semanas acumulando lefa sin descargar.

En la cena, Sara me comentó que ya había decidido abordar el tema de los anticonceptivos, ya que estaba preocupada. Él seguía sin nombrar nada (nunca le preguntó si utilizaba algún anticonceptivo) y ella, que normalmente es muy responsable con estos temas, había bajado la guardia. Pese a todo, una vez más él se la había follado sin protección, y ella no había dicho nada. Pero en la cena se lo dijo.

Me contó que ella introdujo el tema muy suavemente, haciendo referencia a que habían hecho algunas locuras al hacerlo a pelo. Él sonrió, pero no dijo nada. Entonces ella le dijo que estaba preocupada y que prefería que fueran con cuidado. Entonces él le explicó que NUNCA JAMÁS había usado un preservativo. Óscar era más de relaciones largas que de amores de una noche, pero en ambos casos había practicado siempre sexo sin protección. Él le dijo que odiaba los condones, y que no le gustaba ponérselos. Además, le insistió en que no se preocupara puesto que él había desarrollado mucho autocontrol en estos años, y que jamás había tenido un susto con sus novias, que no utilizaban tampoco ningún anticonceptivo, empleando siempre la marcha atrás. Sara me contó que es verdad que él no apuraba, y que se salía bastante antes de correrse para limitar, en la medida de lo posible, los riesgos. Ella le dijo que quizás se plantearía entonces tomar ella anticonceptivos, si su relación avanzaba. Y fin de la cuestión. No volvieron a hablar más del tema.

Sara me contó el lunes que Óscar es el típico tío que ni soñando se le pasa por la cabeza enfundarse el rabo en plástico. Ni de coña. Él folla a pelo y asume las consecuencias, pero de condones ni hablar. Y la verdad es que ella me confesó que le resultaba tan placentero que era muy difícil resistirse en el momento, aunque luego se preocupaba y angustiaba hasta que llegaba la regla.

Tras cenar estuvieron tomando un par de copas y luego volvieron a su casa. Al llegar le pegó otros dos polvos más, antes de dormirse, y otro más el sábado recién al despertarse. Ella me contó riendo que notó que Óscar se relajaba solo a partir de ese cuarto polvo del sábado por la mañana. Venía hecho un toro y necesitó cuatro polvos para desfogarse. Tras desayunar, aprovecharon el sábado para hacer turismo por la ciudad, comiendo y cenando fuera.

Sara me contó que estuvieron muy a gusto y que había química entre ellos, buenas sensaciones. El sábado por la noche, tras cenar fuera y tomar un par de copas follaron al llegar a casa casi dos horas seguidas, en las que ella se corrió innumerables veces y él dos. El domingo lo pasaron en casa, follando cuatro veces a lo largo del día. Sara me contó que nunca había estado con un tío tan fogoso en toda su vida, y que el sexo la estaba enganchando mucho. Ella me decía que nunca había sentido las sensaciones que tenía con él, que el placer era muy diferente a lo que había experimentado hasta el momento, que la volvía loca. Él se corrió 10 veces en un fin de semana, y ella dijo que perdió la cuenta ya en el primer polvo.

Él se marchó el domingo por la tarde diciéndole que intentaría volver lo antes posible y que, por favor, lo esperara. Y ella lo esperó.
 
Sara y Óscar (parte 3)

Pese a las reticencias iniciales de ella, sus empalizadas de defensa habían empezado a caer una tras otra, por varios motivos.

En primer lugar, por el sexo. Sara me contaba que Óscar en la cama era espectacular, y no tanto por tamaños o formas (que también) sino por lo que la hacía sentir. Me contaba que era muy químico, que con él había sentido cosas que no había sentido con ningún otro hombre. Y, creedme, Sara tiene con qué comparar porque se ha acostado con MUCHOS hombres. Y muy bien que ha hecho, claro.

En segundo lugar, aunque en un primer momento no me lo reconoció, después me confesó que le gustaba mucho que la hubiera puesto en su lugar. Sara es muy liberal y siempre ha vivido su sexualidad con mucha honestidad y libertad, pero Óscar la dominaba. Digamos que en la pareja él marcaba la autoridad y el mando, y eso le gustaba mucho ya que no estaba acostumbrada. Digamos que, por primera vez, había encontrado a un hombre que la hacía sentir verdaderamente mujer. Así me lo contaba ella. Por ejemplo, ella me contaba que le encantaban algunas cosas que le había hecho:

** Que la primera vez que follaron en el hotel se la metiera a pelo sin preguntar. Eso le gustó muchísimo. Y no por el riesgo, sino por el signo de dominancia que implicaba. Ahora ya eres mía y te voy a follar como quiera. En cuanto él cerró la puerta de la habitación del hotel de Portugal la condujo sin remedio hacia su polla desnuda.

** Que la primera vez que vino a su piso la hubiera saludado ya con una erección y la hubiese llevado directamente a su dormitorio, también sin apenas hablar. Y que, de nuevo, la hubiera empalado sin preservativo de por medio.

** La forma en que la trataba en la cama. Ella me decía que no era violento ni agresivo, pero sí muy dominante. La forma en que la cogía de la cadera, o la agarraba con la mano del cuello atrayéndola hacia su pubis para provocar estocadas más profundas, o que la cogiera en brazos para llevarla a la cama

Todo eso, ligado a su cuerpo, su voz, su comportamiento me decía que la hacía sentir muy mujer, muy en su lugar. También, me confesó que había un componente simbólico en que Óscar fuera miembro del ejército. Los uniformes, el pelo tan corto, las armas Además, la abstinencia que él se auto-imponía ya que no se masturbaba nunca hacía que cuando se veían él fuera una bomba de feromonas y esperma que la hacía enloquecer. Es el típico tío con una filosofía del tipo "hacerse pajas es de niñatos, a mí la leche me la ordeñas tú". Y vaya si lo cumplía.

Con cierta desconfianza, pero con un voto de esperanza, Sara decidió apostar por la relación para comprobar a dónde llegaba. Dado que vivían muy lejos el uno del otro, decidieron quedar cada cierto tiempo en una localidad intermedia. Se veían en hoteles a mitad de camino para pasar el fin de semana juntos. Y en cuanto volvía del fin de semana, Sara me contaba todo con pelos y señales. Yo en esa época empecé a enamorarme perdidamente de Sara. Siempre estábamos juntos y nos llevábamos genial. Nos contábamos nuestras historias, ligues, problemas Pero nunca pasó nada entre nosotros. Y yo estaba en una montaña rusa de emociones: me encantaba y me daba mucho morbo que me contara todo lo que hacía con Óscar, pero a la vez me hacía sufrir mucho. A veces me pajeaba pensando en ellos y luego lloraba. Fatal. Pero la siguiente vez que nos veíamos volvía a preguntarle por él.

Me contaba que sus sesiones de fin de semana en los hoteles en que quedaban eran increíblemente apasionadas. Apenas salían de la habitación. Sara me relataba que Óscar llegaba tan excitado, que cuando se veían lo primero que hacía cada vez era desnudarla y follársela rápido una primera vez. Tal era la líbido que traía que ella me contaba que a veces él necesitaba correrse dos o tres veces para tranquilizarse un poco. Sara se reía diciéndome que tenía tanta sangre en la polla que apenas le llegaba al cerebro, y que hasta que la polla no se le deshinchaba un poco, no había manera de hablar con él. Era un toro.

Ella me contó que el siguiente fin de semana que se vieron tras su primera visita al piso de Sara, ella había comprado espermicida para limitar en la medida de lo posible los riesgos de embarazo. Y aunque no es el mejor método anticonceptivo, era mejor que nada. Bueno, pues ella me detalló que cuando se encontraron en la habitación él la cogió y se la llevó a la cama sin apenas hablar. Cuando ella quiso nombrar el espermicida que llevaba en el bolso, y que tenía que aplicarse con cierta antelación a la follada, no la dejó ni hablar. La besó para callarla y le estuvo comiendo la boca hasta que consiguió desnudarla y le metió la polla hasta la empuñadura. Me dijo que ese fue el primer momento en que él aflojó, cuando notó que ella ya no oponía resistencia y su glande acariciaba ya el cuello de su útero. Por cierto, ella me contaba siempre que con ningún tío había notado esa sensación de que le presionara el cérvix, y la volvía loca. Y Sara me decía que una vez que él tocaba ese botón era como si fuera un interruptor que desactivaba su raciocinio y fuerza de voluntad. Me contaba que ella notaba perfectamente como su cuerpo se aflojaba, se relajaba, se rendía y ella sentía que pasaba a estar completamente a su merced. Hasta tal punto, que aunque más adelante sí lo utilizaron, en concreto ese fin de semana se trajo de vuelta el espermicida sin desprecitar, nuevecito.

- En ese momento ya puede hacerme lo que quiera, que no puedo resistirme - me decía.

Y lo que le hacía eran verdaderas maratones de sexo. Se pasaban los fines de semana follando. Sobre todo las primeras veces me decía que apenas salían de la habitación, solo para comer. El resto del tiempo dormían, o hablaban o follaban. Nada más.

Sara decía que a diferencia de otros hombres, notaba que Óscar no la follaba sin más sino que la poseía. Notaba que la dominaba. De hecho, me relataba que especialmente en el primer polvo ella notaba que la utilizaba casi como si fuera una muñeca hinchable, como si estuviera utilizando su cuerpo para masturbarse. Y eso le encantaba. Probablemente era cierto, ya que entre un encuentro y otro podían pasar desde tres semanas hasta un mes y medio y como Óscar no se masturbaba llegaba con tanta lefa en los cojones que o descargaba un poco o no podía ni pensar. Esas primeras corridas Sara las describía como disparos de leche condensada o disparos de Dan Up.

Con cada fin de semana de sexo y pasión desenfrenados, su relación avanzaba un poco, y ella ya se había enamorado de él. Tras unos ocho meses de encuentros de fin de semana, Óscar le propuso:

- ¿Por qué no lo intentamos? Estoy muy enamorado de ti.

Entonces le propuso que él intentaría pedir un traslado para poder irse a vivir con ella, e intentar que su relación se estabilizara. Y Sara accedió encantada.
 
Sara y Óscar (cuarta parte)

Tras unos meses de vicisitudes para lograr su objetivo, Óscar y Sara empezaron a vivir juntos en el piso de ella. Él dejó a sus padres, sus amigos, su trabajo todo por estar con ella y se fue a vivir a 700 kilómetros de su ciudad. Y estaba CONVENCIDO de lo que hacía. Sara estaba emocionada por el paso, pero a la vez un poco preocupada. Nunca había vivido con una pareja antes y se sentía insegura de si las cosas irían bien o no.

Cuando vino a vivir aquí, Óscar iba siempre a esperar a Sara a la puerta de su trabajo, y ahí es donde ella me lo presentó. Era tal cual me lo había descrito. Un tío alto (1.85 cm aproximadamente), bastante delgado, espalda ancha, muy musculado por toda la actividad física que tenía que hacer en el ejército, con el pelo rapado Un tío muy atractivo. Era de carácter muy serio, sobre todo al principio. Luego ya se soltaba, sin ser la alegría de la huerta tampoco.

Como siempre estábamos juntos, Sara me llamaba a mí El otro, y así me presentó a Óscar. Y los dos nos reímos. Él sabía perfectamente que yo respetaba a Sara y que no había segundas intenciones al respecto. Aún así, yo estaba en esa época perdidamente enamorado de ella.

Tras todo el día trabajando, Sara me contaba que cuando él iba a buscarla a la salida, volvían directamente a su casa y en cuanto entraban por la puerta se la llevaba directamente al dormitorio y le pegaba una follada de escándalo. TODOS LOS DÍAS. Me decía que no perdonaba uno. Es más, por el camino de vuelta ya la iba calentando diciéndole cosas que llevaba todo el día empalmado esperando que llegara ese momento, que tenía los cojones a punto de explotar, que la iba a reventar Y al llegar a casa la desnudaba rápidamente y se la llevaba a la cama. Y allí se la follaba siempre a pelo.

Al cabo de un tiempo, Sara renunció a usar espermicidas ni ningún otro tipo de método anticonceptivo. Pasaba de tomar pastillas por malas experiencias anteriores y los espermicidas que ella utilizaba no servían si no se aplicaban con cierta antelación (y con Óscar la antelación era imposible me decía). Dado que Óscar se negaba a ponerse preservativos, utilizaban siempre la marcha atrás. Él le sacaba el rabo mucho antes de correrse, para limitar los riesgos. Además, Sara me contaba que cuando pegaban dos polvos seguidos él nunca se la volvía a meter sin haber meado antes porque decía que así limpiaba las cañerías de lefa. Pero en cuanto meaba...para dentro otra vez.

Ella me decía que después de este primer polvo solían cenar y que muchas veces (casi todos los días) después de la cena y mientras estaban viendo alguna serie o programa de TV él se la volvía a follar en el sofá. Me contaba que Óscar estaba OBSESIONADO con el sexo, que para él era lo más importante en su vida, incluso más que comer o dormir. Una vez me contó riendo que él estaba fatal, con gripe y en cama. Tenía fiebre alta y llevaba todo el día sin comer ya que tenía náuseas. Al terminar de trabajar ella volvió enseguida a casa para cuidarlo. Cenó y luego se fue a estar con él al dormitorio. Ya con el pijama puesto, se metió en la cama y lo abrazó. Él estaba solo en calzoncillos. En cuanto Sara entró en la cama, Óscar sin decirle nada le quitó el pantalón del pijama y se la folló. Ella me contaba que su cuerpo parecía una estufa por la fiebre, pero aún así no dejó pasar la follada. La desnudó de cintura para abajo, la colocó en el centro de la cama, se quitó los calzoncillos y se la folló a pelo. Ella me contaba que podía notar el rabo más caliente de lo normal por la fiebre, y que eso le daba morbo también. El tío cumplió incluso estando enfermo. Cuando se corrió sobre su tripa, me contaba que la lefa estaba súper caliente. Y anécdotas de estas me contó varias. El tío no perdonaba una, estuviera como estuviera él. Otra vez por lo visto él tenía una alergia brutal a no-recuerdo-qué y la pilló fuerte. Se encontraba fatal, con vómitos, mareos fatal pero en cuanto ella volvió del trabajo se la llevó al dormitorio y se la folló. Me decía Sara que tenían que parar para que él pudiera sonarse y respirar, porque se ahogaba. Ella le pedía que pararan, que a ella no le importaba, pero él le decía que no, que seguía. En eso Sara decía que Óscar era implacable: si se sacaba la polla del pantalón tenía que correrse, y dado que él nunca se masturbaba

Sara es una mujer con una libido importante. Le gusta el sexo y lo ha practicado mucho. Pero me decía que Óscar le daba tres mil vueltas. Llegó un momento en que él le exigía tanto sexo que ella ya estaba agotada y simplemente se dejaba hacer en la postura del misionero.

- Que se lo curre él. Me tiene agotada -me decía justificándose.

Por lo visto, los fines de semana él quería mucho más que entre semana. Especialmente los domingos por la mañana, no la dejaba salir de la cama antes de las 12 del mediodía. Me contaba Sara que en cuanto se despertaban él iba encadenando un polvo tras otro. Por lo que contaba Sara, Óscar era un auténtico semental.

En el trabajo Sara tenía una muy buena amiga, con la que yo también charlaba de tanto en cuanto. Un día, hablando con una compañera de trabajo de Sara con la que también charlaba a menudo, comentábamos su relación y me enteré de las intenciones de Sara, que ella aún no me había contado.

- Qué bien que se ve a Sara y Óscar, ¿verdad?

- Sí, están genial. Sara está muy contenta -contestó.

- Forman una pareja muy bonita -afirmé.

- Sí. Tendrán hijos muy guapos, ya verás -dijo ella mientras mi polla daba un respingo de excitación por su comentario.

- Pero ¿crees que quieren tener hijos ya? -pregunté loco de excitación.

- Pues claro ya verás que no tardarán mucho, me juego lo que quieras.

Y por cómo me contestó yo supe inmediatamente que Sara le había contado a su amiga algo que yo no sabía.

Y desde entonces mi único objetivo fue sonsacarle a Sara qué estaba pasando para alimentar mi morbo al máximo. Y aunque todo lo que me contaba me dolía porque yo estúpidamente me había enamorado de ella quería saberlo.
 
Sara y Óscar (quinta parte)

Por la forma en la que su amiga hizo ese comentario relativo a que Sara y Óscar tendrían hijos pronto, yo supe que ella sabía algo que Sara no me había contado. No paraba de imaginar qué le habría dicho Mi único objetivo era averiguarlo. Además, sinceramente, me jodía que se lo hubiera contado a ella y no a mí, con quien tenía tanta confianza. Como digo, nos contábamos todo.

Así que poco a poco fui sacándole el tema hasta que un día me contó todo.

- Te gustaría tener hijos, ¿pues? - inicié.

- Sí, me encantaría.

- ¿Y a Óscar? - inquirí.

- No. Él no quiere -respondió haciendo una mueca de disgusto.

- ¿Cómo?... ¿Y entonces qué vas a hacer?

- Convencerlo.

- Ya, pero si no quiere - añadí, intentando sonsacarle.

- Tú déjame a mí y ya verás -me dijo sonriendo.

Y por su sonrisa supe que ya lo estaba intentando convencer. Sara me contó que él se negaba en redondo a tener hijos. Decía que la vida ya era suficientemente complicada como para embrollarla aún más con hijos. Además, decía que no se veía preparado para educar ni para criar a un hijo. Para más inri, la situación económica de ambos no era muy boyante, lo cual favorecía aún más sus reticencias.

Sara me confesó que, por el contrario, estaba más que dispuesta a tener hijos y que quería que fuera con Óscar. Estaba súper enamorada de él y estaba convencida de que era el hombre de su vida. Sin embargo, me contó que aunque lo había hablado con él y le había expresado sus sentimientos, Óscar se negaba en redondo. Ella no tenía la percepción que él expresaba: pensaba que los hijos embellecían y enriquecían la vida, que serían capaces de educar a sus hijos y que económicamente saldrían adelante. Sara pensaba que, en realidad, no existía ese momento ideal para tener hijos sino que siempre habría inconvenientes. Así que en su opinión lo óptimo era aplicar el criterio de cuanto antes, mejor.

Un día, coincidimos todos en un local, estando un grupo de amigos de marcha y me puse a hablar con él. Una cosa que me llamaba mucho la atención de Óscar es que estaba TODO EL TIEMPO sobándose la polla. Es el típico tío que cada dos por tres está magreándose el paquete por encima del pantalón. Es un hábito. Cada poco se agarra el paquete, o se rasca, o se coloca la polla Me acerqué a charlar con él. En un momento dado, le saqué el tema.

- Se os ve genial, Óscar. Me alegro mucho de que os vaya tan bien.

- Sí. Estamos muy bien. Estoy muy contento. Al principio fue complicado, pero ha valido la pena.

- Ya Bueno ¿y para cuándo el primer bebé? - pregunté alimentando mi morbo.

- Buf no sé. No lo tengo nada claro. Yo de momento no quiero.

- ¿Y Sara?

- Sí, ella sí. Si por ella fuera ya tendríamos, pero es que yo no quiero.

- Pues os tenéis que animar. Tendréis hijos guapísimos.

- Jajajajaja.. ya, sí luego me los cuidas tú y me ayudas económicamente la preño hoy mismo -dijo mientras mis huevos daban un respingo de excitación por su frase.

Me sorprendió este último comentario, ya que Óscar era muy reservado y no solía hacer comentarios sobre su vida sexual. Seguimos charlando y me confesó lo mismo que ya me había dicho Sara, argumentando una a una sus reservas al respecto.

Sin embargo, a mí no me cuadraba en absoluto la actitud de Óscar. Todo lo que Sara me había contado describía a un macho alfa, a un tío súper dominante, que asumía sin reparos el sexo sin protección. Es más, él se negaba a ponerse un preservativo, aún a sabiendas de que su pareja fuera fértil y estuviera desprotegida. Yo pensaba que en algún lugar recóndito de su pensamiento se libraba una lucha entre su parte racional, que era la que censuraba sus impulsos, y su parte feral y atávica, que era la que seguro le susurraba al oído déjate llevar, córrete dentro, transmite tus genes, préñala ya. Estaba convencido de que esto era así, solo que todavía ganaba su cerebro racional.

Y contra esto luchaba Sara.

Ella me confesó tras esa primera charla que le daba vergüenza contarme estas cosas, ya que consideraba que eran más conversaciones de mujeres. Pero yo la animé a hacerlo y ella se relajó, por lo que a partir de entonces el tema se volvió normal y cotidiano entre nosotros.

Entonces, Sara me contó que cuando lo hablaba normalmente con él no había manera, que se cerraba en banda. Por lo tanto, estaba intentando otra estrategia. Admitió que lo que estaba haciendo era morbosearlo en la cama para conseguir que se corriera dentro una primera vez. Sara estaba CONVENCIDA de que si conseguía que lo hiciera una vez ya no había retorno para él, pero de momento no lo había logrado. Me decía que lo máximo que había logrado era ponerlo a 200 diciéndole al oído frases como quiero sentir toda tu corrida dentro, córrete dentro, lléname y cosas así. Me lo contaba riéndose, con malicia. Relataba cómo él se volvía loco de excitación cuando le decía estas cosas y que ella notaba que apuraba mucho más de lo normal, esperando al último momento para sacarle el rabo y correrse fuera. También, me contó que intentaba ponerse encima de él para cabalgarlo. Decía que esperaba a sentir que él estuviera a punto de correrse para simular que ella también lo estaba para así pedirle que siguiera un poco más, que ella ya casi llegaba también. Pero aún así me decía que en el último momento siempre la desmontaba de su polla para correrse fuera. Eso sí, luego le comía el coño y le hacía un dedo hasta que ella se corría también. En eso era muy cumplidor, me aseguraba. Cuando me contaba estas cosas muchas veces Sara me decía:

- Madre mía, si Óscar supiera que te cuento todo esto me mata.

Un par de semanas más tarde, Sara me confesó que había maquinado una idea para conseguir su objetivo. Ésta consistía en que, coincidiendo con su cumpleaños, le había propuesto a Óscar irse juntos a pasar un fin de semana a un balneario cercano, para descansar y relajarse. Allí, descontextualizado de su territorio y de su zona de confort le pediría como regalo de cumpleaños un polvo completo, con corrida dentro. Estaba convencida de que sus carantoñas y lo especial de la efeméride derrumbarían su voluntad y que no podría negarse.

Ese viernes por la tarde Sara y yo quedamos para dar un paseo y charlar, mientras él trabajaba. Sara estaba muy emocionada y ansiosa por el fin de semana, ya que esperaba que Óscar la inseminara por primera vez, como paso previo a dejarla embarazada. Hacia las 6 de la tarde, Óscar acudió en su coche a recogerla a la plaza en que habían quedado. Yo me despedí de ambos deseándoles un muy buen fin de semana. Al comenzar a rodar el coche, Sara se giró desde su ventanilla para guiñarme el ojo mientras agitaba su mano diciéndome adiós. Caminando hacia mi casa, no podía parar de pensar en los huevos de Óscar apoyados en el asiento de su coche, repletos del esperma que con suerte derramaría en las entrañas de la chica de la que yo estaba enamorado.

Ese fin de semana yo me lo pasé pajeándome como un puto mono, imaginando lo que estaría ocurriendo en el balneario, y deseando que pasaran pronto los días para poder hablar con Sara y que me contara. Imaginaba a Óscar bombeándola con su esperma por primera vez, mientras Sara sonreía satisfecha.

Esa misma semana quedamos de nuevo Sara y yo para dar un paseo. Sin reticencias de ningún tipo me contó con pelos y señales lo ocurrido el fin de semana.

El viernes por la noche, cuando llegaron al balneario, estaban los dos muy cansados tras toda la semana de trabajo y el viaje en coche así que se fueron a dormir directamente. El sábado coincidía con el cumpleaños de Sara. Me contó que esa mañana, en cuanto se despertaron, Óscar tenía ya una erección de caballo y se pegó a ella, abrazándola, para que Sara la notara y captara la invitación del gesto. Él había descansado, repuesto fuerzas y estaba dispuesto para la acción. Ella lo detuvo diciéndole que quería hablar con él. Le dijo que quería pedirle una cosa como regalo de cumpleaños. Él le contestó que si estaba en su mano, lo que ella le pidiera lo tendría. Entonces ella le confesó que quería sentir su semen dentro, que nunca un hombre se había corrido dentro, y que quería sentirlo. Él en un primer momento se quedó en silencio y no dijo nada. Luego le expresó su preocupación por el riesgo de embarazo. Pero Sara, que había trazado un plan sin fisuras, lo tranquilizó diciéndole que faltaban apenas 4 o 5 días para que llegara su menstruación [era verdad] y que, por tanto, no había un riesgo elevado de embarazo. Y ahí él se rindió y le dijo que sí, que lo haría por ella.

Y acabando esa afirmación se abalanzó sobre ella y comenzó a besarla y desnudarla. Sara me contó que en cuanto la penetró ella sintió como cada uno de los músculos de su cuerpo se relajaban, se soltaban, liberaban toda la tensión. Por primera vez en su vida un hombre la estaba follando sin protección a sabiendas de que iba a correrse dentro. Me contó que estuvieron unos 20 minutos sin parar. Como ella preveía, él estaba excitadísimo, mucho más de lo normal. Se notaba que su libido había aumentado exponencialmente tras la petición de Sara. Cuando llegó el momento él la colocó en misionero y cuando comenzó a correrse apretó su pubis al máximo para penetrarla hasta el fondo y que su esperma se derramara en lo más profundo de su chica. Ella me confesó que había sido una experiencia increíble, que ella se había corrido a la vez mientras sentía su polla palpitar y una calidez diferente en su interior. Se quedaron abrazados un buen rato antes de levantarse para desayunar.

Tras volver a la habitación se cambiaron para ir a las piscinas del balneario. Sara me contó que Óscar estaba excitadísimo tras ese primer polvo. En la piscina no paraba de tocarle el coño diciéndole que en cuanto volvieran a la habitación le iba a pegar otro polvo. Y así fue. De hecho, Sara me contó que apenas pudieron aprovechar los servicios del balneario porque Óscar la encerró en la habitación prácticamente todo el fin de semana. Y tal como ella preveía, una vez que Óscar se relajó y se corrió una primera vez dentro, sus reticencias racionales desaparecieron. El resto del fin de semana se la folló a pelo, como siempre, solo que en esta ocasión se corrió dentro cada vez, colmando con creces el regalo de cumpleaños que Sara esperaba. Me confesó que se la folló ocho veces el fin de semana: cuatro el sábado y cuatro el domingo. Volvió completamente llena de la lefa de su chico.

Y esto fue solo el comienzo.
 
Sara y Óscar (sexta parte)

A la vuelta de la celebración de su cumpleaños en el balneario a Sara le vino la regla inmediatamente. Ella había conseguido romper la barrera psicológica que impedía a su chico correrse dentro de ella. Sin embargo, no estaba segura de si eso significaba que él se había relajado sobre esa cuestión o no, ya que no lo hablaron. La menstruación supuso una tregua en ese tema. Esa semana, además de contarme sus experiencias del balneario, Sara me comentó su excitación sobre qué ocurriría a partir de entonces. Ella realmente quería quedarse embarazada pero quería que Óscar lo deseara también y no que fuera un accidente.

Sara me contó que acabando esa semana Óscar le propuso ir a cenar a un sitio muy bonito y romántico de la ciudad. Tras la cena él le propuso matrimonio. Le dijo que estaba muy enamorado de ella y que le gustaría casarse. Ella, por supuesto, aceptó. Como he contado, Óscar es un hombre de pensamiento bastante conservador. Sara me dijo que para él pedirle matrimonio y casarse eran símbolos necesarios. Ella se dio cuenta en ese mismo momento de que él ya no pondría objeciones al embarazo. Sara estaba convencida de que le pedía matrimonio para asegurarse de que si la dejaba embarazada se casarían. No es el tipo de hombre que quiere tener hijos fuera del matrimonio. Tras la cena fueron a un bar de copas y se tomaron un par. A la vuelta a su piso, Sara me contó que él había preparado velitas en el dormitorio, que encendió antes de dejarla entrar. Después la cogió en brazos y la llevó hasta la cama. Y allí le hizo el amor, solo que en esta ocasión ambos sabían que algo había cambiado.

https://i.**********/MT7KC1b3/Screenshot-2023-08-06-09-18-11.pngSara sintió que él lo hacía con la plena intención y voluntad de dejarla embarazada. Me contó que lo hizo con mucha ternura y pasión, muy despacio. Ella lo contaba como una de las experiencias más intensas de su vida. Cuando él se iba a correr se detuvo, la penetró hasta lo más profundo y ella sintió cómo su polla palpitaba mientras la irrigaba con el néctar de su amor. En ese momento, él le dijo mirándola a los ojos:

- Te quiero.

Y después la besó entre respiraciones entrecortadas y leves gemidos de ambos, mientras ella seguía notando las contracciones del rabo de Óscar, que plantaba la semilla de su pasión en ella.

A partir de ese día, Sara me contó que ya nunca volvió a correrse fuera. Óscar se había rendido. Ella pensaba que como la quería tanto había decidido concederle su deseo de tener hijos, especialmente tras haber sentido el placer de eyacular dentro de una mujer
pumping_cum_i-1606.gif
.

Sara me relató que Óscar le confesó que había sido una experiencia increíble para él, que tras tantos años de marcha atrás le había encantado no tener que sacarla. Más allá, le dijo que el placer que había sentido no podía compararlo con nada anterior en su vida.

Sara me contaba esto entusiasmada y con mucha ilusión de que pronto pudiera quedar embarazada. Comenzaron con los preparativos de su boda, que querían que se realizara por lo civil (más por ella que por él, la verdad). Consiguieron disponerla para 4 meses después y se lo contaron a sus familias. Con el sí de Sara y la fecha dispuesta, Óscar ya no vio ningún inconveniente en inseminar a su chica cada vez que follaban, para deleite de Sara.
 
Última edición:
Sara y Óscar (séptima parte)

Sara y yo continuamos con nuestra relación como amigos, igual que antes de conocer a Óscar. Seguíamos haciendo cosas solos, aunque también los tres juntos ya que nos llevábamos muy bien. Solía visitarlos muy a menudo en su casa, lo cual me daba un MORBO increíble ya que me permitía ver los lugares e imaginar las situaciones que Sara me contaba. Solo una persona que comparta mis fetiches sabrá comprender lo excitante que resulta esto. Mientras iba por la casa podía imaginar algunos de los polvos que Sara me había relatado: en el sofá, en la cocina, en la ducha, en el dormitorio Buf!!

Ya solo eso me bastaba para alimentar mis fantasías, sumándolo a lo que Sara me contaba. Sin embargo, un día me ocurrió una cosa INCREÍBLE que nunca olvidaré, y que sigue siendo una de las experiencias más morbosas que me han ocurrido en mi vida. Esta anécdota que voy a contar se sitúa justo antes de su boda, cuando ya follaban a saco para concebir a su primer hijo.

Sara me había pedido que fuera a visitarla. Yo iba a estar muy temprano cerca de su casa así que le pregunté si le parecía bien que fuera pronto por la mañana a su casa. Me dijo que sí.

Cuando llegué, Óscar estaba en la puerta, justo saliendo hacia su trabajo. Nos saludamos cortésmente pero él tenía prisa ya que iba con el tiempo justo, así que fue casi un hola y adiós. Al entrar Sara me saludó afectuosamente y nos pusimos a charlar. Me ofreció un café, que acepté gustosamente. Mientras estábamos en la cocina charlando y ella preparando el café, me pidió si sería tan amable de traerle una crema que tenía sobre su mesita de noche.

Me dirigí a su dormitorio para recoger la crema. Al abrir la puerta enseguida noté el fuerte olor a sexo que desprendía la habitación. Estaba claro que justo antes de marcharse Óscar le había pegado un buen polvo. Encendí la luz y me dirigí a la mesita de noche. Allí estaba el bote de crema que me había indicado Sara. El corazón me dio un vuelco al ver que justo al lado de la crema había un bote de lubricante. Sara nunca me había contado que lo utilizaran, pero allí estaba. Qué morbo. Seguro que Óscar la había untado de lubricante y se había embadurnado su propia polla para favorecer una follada más larga y agradable para ambos.

Al girarme para salir no pude evitar escrutar la cama. Estaba revuelta, sin hacer, con la colcha y las sábanas hechas un gurruño a los pies. Para mi total sorpresa, noté que había una mancha de humedad en el centro de la cama. Al fijarme con más detalle pude ver que en el centro había un charcazo de semen aún fresco. Era blanco, muy espeso, y se mantenía aún firme sobre la sábana. A su alrededor, se veía una mancha grande de humedad. "Qué puta pasada", pensé. Óscar se la había follado, se había corrido dentro y su lefa había resbalado fuera del coño. Esos restos eran prueba evidente de que, tal como Sara me contaba, Óscar se la follaba siempre sin protección y, de un tiempo a esta parte, se corría siempre dentro intentando embarazarla. Una buena dosis del ADN de Óscar descansaba sobre las sábanas que apenas unos minutos antes habían acariciado los cuerpos de ambos mientras hacían el amor. Ese era el esperma con el que la iba a preñar.

Los cojones me dieron un respingo de la excitación. Sentí una increíble excitación por el espectáculo, pero a la vez un dolor punzante en el pecho, fruto de los celos que sentía, ya que en esa época yo seguía profundamente enamorado de ella. Dado que me esperaba en la cocina, decidí no entretenerme. Salí con la crema en la mano, cerrando la puerta tras de mí.

Al encontrarme de nuevo con Sara actué con naturalidad, como si no hubiera visto nada. No hice ningún comentario, ni ella tampoco. Nos tomamos el café y marchamos a dar un paseo.

Estoy convencido de que Sara no me hizo ir a buscar la crema para provocar esa situación. No es ese tipo de persona. Simplemente es muy despistada y natural. Estoy seguro de que no se dio cuenta de la mancha, ni se acordó de que no había guardado el lubricante. Necesitaba la crema y me pidió que la recogiera mientras ella hacía el café, sin más.

Seguro que al volver a casa se dio cuenta de lo que yo había visto y se moriría de la vergüenza. Pero ella nunca me hizo ningún comentario al respecto, ni yo lo hice tampoco. No obstante, esa imagen jamás la olvidaré y sigue grabada en mi mente.
 
Sara y Óscar (parte 8)

Pese a que faltaban 4 meses para la boda, Óscar y Sara dejaron de cuidarse respecto de la posibilidad de un embarazo antes de las nupcias. Sara me contó que su chico ya nunca se corría fuera. Es más, había tomado la iniciativa él y, tal como dijo Sara, “iba a degüello”.

Como siempre, iba a recogerla a la salida de su trabajo y volvían paseando juntos a su piso. Ella me contaba que, en cuanto llegaban y siemprehttps://i.**********/RZ0gygBz/6y.jpg antes de cenar, al entrar en casa lo primero que hacía era llevarla al cuarto y follársela. Me contaba que muchas veces ella le pedía que esperara, que tenía cosas que hacer antes: la cena, llamar… daba igual. Para él lo primero siempre era llenarla de un buen chute de ADN. Había pasado al modo “macho alfa preñando a su hembra” y estaba desatado. Todo lo demás le daba igual. Una vez rellena de crema, ya la dejaba salir del cuarto. Después cenaban y me contaba que muchas veces se la volvía a follar otra vez antes de irse a dormir, normalmente en el sofá mientras veían la TV. Sara decía que si no lo hacía una segunda vez por la noche, solía hacerlo en cuanto se despertaban por la mañana, antes de ir a trabajar. Y los fines de semana, decía que era ya un descontrol absoluto. Especialmente los domingos, me contaba que no la dejaba salir de la cama hasta el mediodía. Iban empalmando con breves descansos un polvo tras otro desde que se despertaban y hasta las dos de la tarde, más o menos.

Más allá de las maratones de sexo apasionado que tenían, Sara estaba muy contenta ya que estaban creando una familia, que era algo que a ella le hacía mucha ilusión. El primer mes se libró del embarazo. Decía Sara que solo por eso creía en los milagros, porque le parecía casi imposible que no la hubiera dejado embarazada. Pero al segundo mes ya no se escapó. A la segunda fue la vencida: preñada.

https://i.**********/SxvbvXHD/Screenshot-2023-08-07-07-52-23.png https://i.**********/zBmZqszh/sperm-egg.jpg

Dos meses después se casaron y se fueron de luna de miel estando ya ella embarazada. A la vuelta se lo contaron a todos, aunque yo ya lo sabía mucho antes porque nos contábamos todas las confidencias.Le pregunté por el viaje de novios. Me contó que a Óscar le dio igual el embarazo. En cuanto Sara superó algunas molestias que tuvo durante las primeras semanas, Óscar volvió al ritmo habitual. Le daba igual que ya estuviera embarazada y siguió al mismo ritmo. Ella estaba encantada por lo apasionado que era y estaba, además, muy enamorada de él, la verdad.

Recuerdo que cuando a ella le faltaban 10 días para llegar a término, el médico les dijo que era bueno que Sara caminara mucho y que, además, tuvieran relaciones sexuales frecuentes ya que eso ayudaba a provocar el parto. Sara me dijo, literalmente: "Óscar está encantado con la recomendación del médico".Y no era tanto por caminar como por follársela. En las últimas semanas ella ya se sentía muy gorda y pesada, y le pedía espaciar los coitos. Pero con la recomendación del médico él tuvo la excusa perfecta y se la follaba “sin parar”, me dijo.

El bebé nació sin dificultad y yo fui a visitarlos al hospital. Allí los felicité. Cuando vino más gente y la habitación se llenó salí un rato al pasillo, acompañándome Óscar:

- Qué bien todo, ¿no? - le dije.

- Sí. Estamos muy contentos. Ha ido todo muy bien - respondió.

- Bueno, pues ahora a ser papá.

- Sí, ahora a criar. A ver qué tal nos va. - me dijo pensativo.

- Seguro que bien, ya verás - le aseguré.

- Eso espero… Bueno, lo que te puedo decir por ahora es que la mejor parte de ser padre es engendrar a tus hijos - me dijo con una sonrisa pícara y guiñándome un ojo.

- Jajajaja... pues ya sabes, a por el siguiente - dije entre sorprendido y excitado.

- Tendremos más, eso seguro, y pienso disfrutar el proceso… jajajajaja.
 
Última edición:
Yo con mi ex, fuimos a mi coche me mandó a los asientos traseros pero yo ese día no traía condones, le dije no tengo condones y me dijo no pasa nada lo echas fuera, total se puso encima mía cogió mi polla con su mano y se la metió en su coño, comenzó a cabalgar mi polla hasta que empezó a gemir como si fuera una peli porno y cada vez gemía y jadeaba más, me costó muchisimo no soltar toda la leche dentro de su coñito.
 
Cuando ella lleva un tiempo pidiéndote que la preñes y tú diciéndole que no, que esperéis un poco más, pero ya no puedes resistir más y te dejas llevar...

 
La mayoría de las veces lo hago sin condon. Y en pocas me he corrido dentro. En las que me he corrido han sido porque ellas me han dejado después de avisarles que me corría.
 
Atrás
Top Abajo