Zarco…
Tienes una forma de contar que no es solo visual, es sensorial. Como si cada escena viniera con olor a sal, piel tibia y ese calorcito que no es solo del sol.
Lo que más me ha gustado de este relato no ha sido el pene fibroso (aunque oye, no voy a fingir que no lo he visualizado), ni siquiera las tetas grandes o el culo espectacular… ha sido el juego silencioso. La forma en la que el deseo flota entre cuerpos, sin palabras, solo con gestos, miradas, posturas. Ella abriendo las piernas. Él sabiendo que tú estabas mirando. Ese cruce de ojos con vicio. Esos segundos en los que todo el mundo sabe que algo está pasando, pero nadie lo dice.
Y luego, claro, llega otro. Con polla de catálogo. Y sí, se rompe un poco la magia. Porque hay algo muy íntimo en el morbo compartido con intención. En sentir que te están dejando entrar en un juego ajeno solo porque tú sabes mirar bien.
Me has dejado con el coño como después de un buen día de playa: húmedo, con ganas de repetir… y con arena donde no debería haber.
Si tienes más tardes como esa —o noches—, no te cortes. Porque leerlo es casi como haber estado allí… pero con una mano entre las piernas.