Fin de semana entre amigos

Sí sí yo también he sufrido eso, lo de tanta censura en chapgpt, pero bueno, a pesar de sus limitaciones "moralistas" es una buena herramienta para crear imágenes si la sabes dominar. Y tú veo que lo dominas muy bien.


Si, el tema es que cuando empecé esta historia aún dominaba muy poco el tema, y con los días he ido dominando más lo de generar imágenes y los límites que tiene. Por ejemplo, hubiera puesto esta imagen reciente en la seguna parte, la parte que él pierde el bañador, si aún se pudiera editar el texto:

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Espero poder seguir la historia durante estos días, a poder sentir antes del finde, o como muy tarde el finde. Aviso que ya nos vamos acercando al final.
 
Última edición:
Apenas quince minutos después, los dos estaban en el cuarto de baño de la planta inferior para llevar a cabo lo que habían decidido. El agua estaba ya cayendo en la bañera, llenándola poco a poco. Cristina había puesto la luz más flojita del baño, esa que apenas ilumina pero que da un rollo tranquilo, cálido. Decidió echar también un par de bombas de jabón aromatizadas en el agua para que se formara una capa de espuma. No se oía nada más que el sonido del agua mientras la espuma se iba formando y los dos esperaban que la bañera se llenara lo suficiente. Silencio total, pero de ese que pesa.

Cuando la bañera ya estaba suficientemente llena, se miraron un momento. Sin decir nada. Ni una risa todavía. Solo ese silencio tenso pero cómodo, como cuando los dos ya saben lo que va a pasar, pero nadie se lanza.

—Bueno —dijo Cristina, como quien se dispone a empezar un juego—. Supongo que alguien tiene que ser el primero.

David se rió, bajando un poco la cabeza.

—Eres la valiente que ha tenido la idea.

Cristina rodó los ojos con una sonrisa antes de empezar a desabrocharse los botones de la camisa que llevaba encima del bañador. La tela fue resbalando poco a poco, dejando al descubierto sus hombros morenos por el sol, y el top del bikini verde. La luz cálida del baño le daba a su piel un tono casi dorado.
Soltó una risa mientras se llevó las manos a la espalda y desató el top del bikini. Lo dejó caer sin hacer espectáculo, pero con esa seguridad suya que a David lo desarmaba. No se cohibió en absoluto, había estado con las tetas al aire delante de él durante más de media hora esa misma tarde. David la miró otra vez fascinado, repasando con la vista de nuevo sus increíbles pechos pero esta vez con una seguridad en sí mismo mucho mayor que antes. Enseguida notó que su polla empezaba a reaccionar, como si luchara por salir de debajo del bañador.

—Bueno, tortuga, tu turno —dijo Cristina con una sonrisa expectante—. No vale hacerse el tímido ahora.

David asintió un poco nervioso. Se quitó la camiseta despacio, revelando su pecho delgado, ligeramente musculoso. Sus movimientos eran conscientes, medidos. Luego se deshizo de los pantalones, y finalmente, con algo de pausa, se quitó el bañador. Su polla erecta quedó a la vista, tal como estaba ayer cuando Cristina irrumpió de golpe en el cuarto de baño de arriba. Ella esta vez se quedó mirándolo sin moverse mientras él dejaba su ropa a su lado, con las mejillas encendidas. Sin poder contenerse, y con la confianza del momento dijo en voz queda algo que ya había pensado desde ayer varias veces:

—Uff, joder... menudo pollón que tienes…

David soltó una risa nerviosa por aquel comentario, pero sin decir nada. Su rostro también estaba ardiendo, pero esta vez no por pura vergüenza, sino por el torbellino de excitación que sentía en el pecho.

Ya sólo quedaba que Cristina se quitara la parte de abajo. Sin demorar más la cosa, se puso de espaldas a David y empezó a bajarse los pantalones cortos que llevaba, y sin pensárselo mucho más procedió a bajarse la braguita del bikini. David no le quitaba los ojos de encima, casi al borde del infarto al ver las nalgas de su amiga, redondas y firmes. Y pudo incluso apreciar fugazmente el comienzo de la vulva cuando ella levantó y separó sus piernas un poco agachada para quitarse la braguita. La dejó en el suelo y aún sin decir nada se dio la vuelta hacia él, un poco nerviosa y esta vez completamente desnuda. Se quedaron los dos de frente, en bolas. David la miraba de arriba a abajo, escaneando con la mirada aquella belleza. Tenía un triángulo de vello marrón oscuro en el pubis, arreglado. Estaba irresistible. Nunca había visto antes a una chica totalmente desnuda en vivo y en directo, y su polla reaccionó hinchándose todavía más hasta su máximo apogeo, palpitándole.

Estuvieron mirándose un momento en silencio, sonrojados y excitados. Luego al mismo tiempo rompieron a reír un poco, para deshacer aquel momento de tensión.

—Vale... pues... ¿Nos metemos en el agua? —dijo ella, acercándose a él con una sonrisa cálida, aunque todavía mirando de reojo hacia su miembro. David sintió de nuevo el tacto de una de sus tetas desnudas cuando ella se puso a su lado, su pezón duro fregándole un brazo.

—Sí...

Se cogieron de la mano y se metieron juntos. El agua calentita les envolvió al momento. Se acomodaron poco a poco, sin prisas, rozándose… y soltando alguna risilla de vez en cuando, como si no acabaran de creerse que estaban ahí.

La bañera era lo bastante grande como para que estuvieran a gusto, pero tampoco sobraba espacio. Sus piernas se rozaban de vez en cuando, sin querer, aunque ya no había vergüenza ni sobresalto. Solo ese calorcito de saber que el otro está cerca, que está ahí contigo.
Cristina se había sentado frente a David, con las rodillas algo recogidas. Dentro del agua ya no se veía nada debido a la espuma excepto las tetas de Cristina, que sobresalían justo por encima del nivel del agua como un par de flotadores.
David la miraba en silencio, apoyado contra el borde de la bañera, con el agua subiéndole hasta el pecho. Ya no quedaba ni rastro de la timidez, ni del miedo a hacer el ridículo. Estaba relajado. “Joder, esto… esto está bien. Esto es justo donde quiero estar.”

Ninguno decía nada. Y no hacía falta. Solo respiraban, lento, profundo, como si el tiempo se hubiera parado ahí dentro. El mundo de fuera daba igual.
Cristina bajó un momento la mirada, viendo cómo el agua se movía suavemente con cada respiración. Luego levantó la vista otra vez, directo a los ojos de él. Y David no se apartó. La sostuvo sin parpadear. Él estiró la mano, despacio, sin avisar. Bajo el agua, le acarició la rodilla con la punta de los dedos. Un roce suave, casi nada… pero Cristina cerró los ojos al instante, como si ese gesto la atravesara entera.

No necesito más. Solo esto. Solo él tocándome así.”

—Me siento… bien —dijo, bajito, sin pensar demasiado en cómo sonaba. Solo le salió.

David asintió con suavidad. Le temblaba un poco la mandíbula, pero no por nervios. Era emoción, pura y simple.

—Yo también. Mucho.

Se volvieron a mirar durante largos segundos. En silencio. Luego David cerró los ojos, relajándose.

Cristina se dejó resbalar un poco más en la bañera, apoyando la cabeza en el borde mientras soltaba un suspiro contento. Sus piernas rozaban las de David bajo el agua, y su cuerpo no se tensaba. Al contrario, sentía una deliciosa electricidad cada vez que lo tocaba, aunque fuera sin querer.
Giró un poco para acomodarse y, al hacerlo, su brazo rozó el borde de la bañera. Sintió un leve resbalón y escuchó el suave "plop" de algo cayendo al agua. Miró al lado. La pastilla de jabón ya no estaba.

"Genial. Justo ahora. Bueno, no voy a decir nada por una pastilla de jabón. Está por ahí abajo. La cojo y ya."

Estiró la mano bajo el agua, a ciegas, tanteando por el fondo. Sus dedos se deslizaron por la cerámica, buscando esa textura resbaladiza del jabón. Pero no la encontraba.

"¿Dónde está? Joder, ni que esto fuera una piscina..."

Su mano siguió avanzando, palmeando con suavidad… hasta que tocó algo.

No era jabón. Era firme. Cálido. Y definitivamente no parte del mobiliario de la bañera.

En ese mismo instante, David abrió los ojos dando un pequeño sobresalto y la miró sorprendido.

Y entonces se dio cuenta.

"¡No puede ser, es su polla! ¡Le estoy agarrando la polla! ¡Con toda la cara del mundo!"

Se quedó inmóvil un segundo, la mano aún en su pene, sin saber si soltarlo, reírse, disculparse… o simplemente dejarla ahí. Sintió cómo se le encendían las mejillas. No de vergüenza: era una mezcla de asombro, calor… y deseo arrollador. Levantó la mirada lentamente hacia David, que la observaba con los ojos muy abiertos, entre el susto y los nervios.

Cristina, con la sonrisa más traviesa y descarada que había mostrado hasta ese momento, susurró:

—Bueno… definitivamente eso no es el jabón.

David la miró unos segundos sin reaccionar, y luego le devolvió la misma sonrisa traviesa.

—Bueno… si vamos a meternos mano, me toca a mí ahora, ¿no?

Y levantó las manos, abiertas y apuntando hacia los pechos mojados de Cristina, dando a entender claramente sus intenciones. Ella soltó una carcajada, retiró de golpe la mano de su polla y se cubrió las tetas con ambas manos, cruzando los brazos.

—¡Ni hablar, no te atrevas! ¡Esto ha sido un accidente!

Sin embargo, su sonrisa y mirada desafiante indicaba que aquella negativa era en realidad un reto, en plan "Ven e intenta tocarlas", no una negativa de verdad.
Y David lo pilló.

—Un “accidente” muy prolongado, ¿no te parece? —replicó él, incorporándose un poco en el agua— Y si tú has tenido el privilegio de tocar… yo quiero comprobar si tus tetas son tan suaves como parecen.

—¡David, no! —gritó Cristina entre risas, cruzando aún más los brazos sobre el pecho y hundiéndose más en el agua.

"¡Joder!. ¡Va en serio, va a intentar tocarlas! ¡¿Pero quién es este tío y qué ha hecho con David?! Pero... me encanta. Me encanta este juego. Y me encanta él así. Pero no quiero ponérselo fácil."

David ya estaba avanzando hacia ella, con expresión de cazador en broma.

—Venga Cris, déjame tocar un poco esas domingas.

—¡No las llames así, guarro! —chilló Cristina, riéndose a carcajadas mientras él se le echaba encima.

—Sólo estoy equilibrando la situación —dijo él, riendo también, mientras ambos chapoteaban en el agua, salpicando por todas partes.

Cristina intentaba esquivarlo, con los brazos cruzados, pataleando en broma y dándose la vuelta sin parar de reír. Entre el chapoteo y el forcejeo, sus cuerpos no paraban de rozarse por todas partes, y estaban creando un gran charco de agua en el suelo del baño con la cantidad de salpicaduras que provocaban.

—¡Vamos, colabora! ¡Cristina, esto lo hago por nuestra amistad!

—¡Eres idiota! —dijo ella riéndose.

Entre forcejeo y risas, David logró finalmente meter las manos por debajo de sus brazos y agarró sus pechos, los dos prácticamente al mismo tiempo con cada mano. Los palpó y los apretó con delicadeza, notando su turgencia y blandura. No podía ver nada porque estaban bajo el agua llena de espuma, pero notó el tacto más suave de las areolas y los pezones duros entre sus dedos.
Cristina soltó una carcajada fuerte, ya sin ningún tipo de resistencia real o fingida, apoyándose contra el borde de la bañera mientras David le sobaba las tetas bajo el agua.

—¡NOOOO!—chilló con un grito de derrota— ¡Lo has conseguido, cabrón!

—Victoria. —dijo él, en tono solemne.

David la miró. Cristina también. Hubo un silencio largo, húmedo y cálido, los dos mirándose a los ojos, ya sin moverse ni forcejear. Cristina sentía el cuerpo de David sobre ella, los dedos que seguían acariciando sus pezones, y su polla totalmente dura rozándole el muslo. Y en ese momento ya no pudo más: toda la excitación que había ido acumulando en estos dos días, desde que David perdió el bañador en la playa, explotó en ese momento. Lo agarró por la nuca y empezó a besarle sin parar, con pasión. Él respondió de la misma manera y estuvieron un rato comiéndose la boca; mientras se besaban él seguía acariciándole los pechos y ella deslizó una mano por debajo y le agarró el rabo, esta vez sin confusión alguna.

Cuando pararon de besarse se quedaron mirándose de nuevo, respirando entrecortadamente y con los ojos echando chispas.

—¿Sabes? —dijo ella—. Si me hubieras dicho hace ni una semana que íbamos a terminar así…

—Yo no habría tenido valor para hacer esto —respondió él.

—Y ahora… ¿tienes?

David acarició suavemente sus pechos entre sus manos, más despacio ahora, y asintió.

—Sí. Contigo… sí.

Cristina lo miró, con una mezcla de ternura, deseo y rendición, y apoyó su frente contra la de él.

—Entonces no pares.
 
Última edición:
Apenas quince minutos después, los dos estaban en el cuarto de baño de la planta inferior para llevar a cabo lo que habían decidido. El agua estaba ya cayendo en la bañera, llenándola poco a poco. Cristina había puesto la luz más flojita del baño, esa que apenas ilumina pero que da un rollo tranquilo, cálido. Decidió echar también un par de bombas de jabón aromatizadas en el agua para que se formara una capa de espuma. No se oía nada más que el sonido del agua mientras la espuma se iba formando y los dos esperaban que la bañera se llenara lo suficiente. Silencio total, pero de ese que pesa.

Cuando la bañera ya estaba suficientemente llena, se miraron un momento. Sin decir nada. Ni una risa todavía. Solo ese silencio tenso pero cómodo, como cuando los dos ya saben lo que va a pasar, pero nadie se lanza.

—Bueno —dijo Cristina, como quien se dispone a empezar un juego—. Supongo que alguien tiene que ser el primero.

David se rió, bajando un poco la cabeza.

—Eres la valiente que lo ha propuesto.

Cristina rodó los ojos con una sonrisa antes de empezar a desabrocharse los botones de la camisa que llevaba encima del bañador. La tela fue resbalando poco a poco, dejando al descubierto sus hombros morenos por el sol, y el top del bikini verde. La luz cálida del baño le daba a su piel un tono casi dorado.
Soltó una risa mientras se llevó las manos a la espalda y desató el top del bikini. Lo dejó caer sin hacer espectáculo, pero con esa seguridad suya que a David lo desarmaba. No se cohibió en absoluto, había estado con las tetas al aire delante de él durante más de media hora esa misma tarde. David la miró otra vez fascinado, repasando con la vista de nuevo sus increíbles pechos pero esta vez con una seguridad en sí mismo mucho mayor que antes. Enseguida notó que su polla empezaba a reaccionar, como si luchara por salir debajo del bañador.

—Bueno, tortuga, tu turno —dijo Cristina con una sonrisa expectante—. No vale hacerse el tímido ahora.

David asintió un poco nervioso. Se quitó la camiseta despacio, revelando su pecho delgado, ligeramente marcado. Sus movimientos eran conscientes, medidos. Luego se deshizo de los pantalones, y finalmente, con algo de pausa, se quitó el bañador. Su polla erecta quedó a la vista, tal como estaba ayer cuando Cristina irrumpió de golpe en el cuarto de baño de arriba. Ella esta vez se quedó mirándolo sin moverse mientras él dejaba su ropa a su lado, con las mejillas encendidas. Sin poder contenerse, y con la confianza del momento dijo en voz queda algo que ya había pensado desde ayer varias veces:

—Uff, joder... menudo pollón que tienes…

David soltó una risa nerviosa por aquel comentario, pero sin decir nada. Su rostro también estaba ardiendo, pero esta vez no por pura vergüenza, sino por el torbellino de excitación que sentía en el pecho.

Ya sólo quedaba que Cristina se quitara la parte de abajo. Sin demorar más la cosa, se puso de espaldas a David y empezó a bajarse los pantalones cortos que llevaba, y sin pensárselo mucho más procedió a bajarse la braga del bikini. David no le quitaba los ojos de encima, casi al borde del infarto al ver las nalgas de su amiga, redondas y firmes. Y pudo incluso apreciar fugazmente el inicio de la vulva cuando ella levantó y separó sus piernas un poco agachada para quitarse la braguita. La dejó en el suelo y aún sin decir nada se dio la vuelta hacia él, un poco nerviosa y esta vez completamente desnuda. Se quedaron los dos de frente, ambos desnudos. David la miraba de arriba a abajo, escaneando con la mirada aquella belleza. Tenía un triángulo de vello marrón oscuro en el pubis, arreglado. Estaba irresistible. Nunca había visto antes a una chica totalmente desnuda en vivo y en directo, y su polla reaccionó hinchándose todavía más, hasta su máximo apogeo, y palpitando.

Estuvieron mirándose un momento en silencio, sonrojados y excitados. Luego al mismo tiempo rompieron a reír un poco, para deshacer aquel momento de tensión.

—Vale... pues... ¿Nos metemos en el agua? —dijo ella, acercándose a él con una sonrisa cálida, aunque todavía mirando de reojo hacia su miembro. David sintió de nuevo el tacto de una de sus tetas desnudas cuando ella se puso a su lado, su pezón duro fregándole un brazo.

—Sí...

Se cogieron de la mano y se metieron juntos. El agua calentita les envolvió al momento. Se acomodaron poco a poco, sin prisas, rozándose… y soltando alguna risilla de vez en cuando, como si no acabaran de creerse que estaban ahí.

La bañera era lo bastante grande como para que estuvieran a gusto, pero tampoco sobraba espacio. Sus piernas se rozaban de vez en cuando, sin querer, aunque ya no había vergüenza ni sobresalto. Solo ese calorcito de saber que el otro está cerca, que está ahí contigo.
Cristina se había sentado frente a David, con las rodillas algo recogidas. Dentro del agua ya no se veía nada debido a la espuma excepto las tetas de Cristina, que sobresalían justo por encima del nivel del agua como un par de flotadores.
David la miraba en silencio, apoyado contra el borde de la bañera, con el agua subiéndole hasta el pecho. Ya no quedaba ni rastro de la timidez, ni del miedo a hacer el ridículo. Estaba relajado. “Joder, esto… esto está bien. Esto es justo donde quiero estar.”

Ninguno decía nada. Y no hacía falta. Solo respiraban, lento, profundo, como si el tiempo se hubiera parado ahí dentro. El mundo de fuera daba igual.
Cristina bajó un momento la mirada, viendo cómo el agua se movía suavemente con cada respiración. Luego levantó la vista otra vez, directo a los ojos de él. Y David no se apartó. La sostuvo sin parpadear. Él estiró la mano, despacio, sin avisar. Bajo el agua, le acarició la rodilla con la punta de los dedos. Un roce suave, casi nada… pero Cristina cerró los ojos al instante, como si ese gesto la atravesara entera.

No necesito más. Solo esto. Solo él tocándome así.”

—Me siento… bien —dijo, bajito, sin pensar demasiado en cómo sonaba. Solo le salió.

David asintió con suavidad. Le temblaba un poco la mandíbula, pero no por nervios. Era emoción, pura y simple.

—Yo también. Mucho.

Se volvieron a mirar durante largos segundos. En silencio. Luego David cerró los ojos, relajándose.

Cristina se dejó resbalar un poco más en la bañera, apoyando la cabeza en el borde mientras soltaba un suspiro contento. Sus piernas rozaban las de David bajo el agua, y su cuerpo no se tensaba. Al contrario, sentía una deliciosa electricidad cada vez que lo tocaba, aunque fuera sin querer.
Giró un poco para acomodarse y, al hacerlo, su brazo rozó el borde de la bañera. Sintió un leve resbalón y escuchó el suave "plop" de algo cayendo al agua. Miró al lado. La pastilla de jabón ya no estaba.

"Genial. Justo ahora. Bueno, no voy a decir nada por una pastilla de jabón. Está por ahí abajo. La cojo y ya."

Estiró la mano bajo el agua, a ciegas, tanteando por el fondo. Sus dedos se deslizaron por la cerámica, buscando esa textura resbaladiza del jabón. Pero no la encontraba.

"¿Dónde está? Joder, ni que esto fuera una piscina..."

Su mano siguió avanzando, palmeando con suavidad… hasta que tocó algo.

No era jabón. Era firme. Cálido. Y definitivamente no parte del mobiliario de la bañera.

En ese mismo instante, David abrió los ojos dando un pequeño sobresalto y la miró sorprendido.

Y entonces se dio cuenta.

"¡No puede ser, es su polla! ¡Le estoy agarrando la polla! ¡Con toda la cara del mundo!"

Se quedó inmóvil un segundo, la mano aún en su pene, sin saber si soltarlo, reírse, disculparse… o simplemente dejarla ahí. Sintió cómo se le encendían las mejillas. No de vergüenza: era una mezcla de asombro, calor… y deseo arrollador. Levantó la mirada lentamente hacia David, que la observaba con los ojos muy abiertos, entre el susto y los nervios.

Cristina, con la sonrisa más traviesa y descarada que había mostrado hasta ese momento, susurró:

—Bueno… definitivamente eso no es el jabón.

David la miró unos segundos sin reaccionar, y luego le devolvió la misma sonrisa traviesa.

—Bueno… si vamos a meternos mano, me toca a mí ahora, ¿no?

Y levantó las manos, abiertas y apuntando hacia los pechos mojados de Cristina, dando a entender claramente sus intenciones. Ella soltó una carcajada, retiró de golpe la mano de su polla y se cubrió las tetas con ambas manos, cruzando los brazos.

—¡Ni hablar, no te atrevas! ¡Esto ha sido un accidente!

Sin embargo, su sonrisa y mirada desafiante indicaba que aquella negativa era en realidad un reto, en plan "Ven y intenta tocarlas", no una negativa de verdad.
Y David lo pilló.

—¡Accidente sospechosamente prolongado! —replicó él, incorporándose un poco en el agua— Y si tú has tenido el privilegio de tocar… yo quiero comprobar si tus tetas son tan suaves como parecen.

—¡David, no! —gritó Cristina entre risas, cruzando aún más los brazos sobre el pecho y hundiéndose más en el agua.

"¡Joder!. ¡Va en serio, va a intentar tocarlas! ¡¿Pero quién es este tío y qué ha hecho con David?! Pero... me encanta. Me encanta este juego. Y me encanta él así. Pero no quiero ponérselo fácil."

David ya estaba avanzando hacia ella, con expresión de cazador en broma.

—Venga Cris, déjame manosear un poco esas domingas.

—¡No las llames así, guarro! —chilló Cristina, riéndose a carcajadas mientras él se le echaba encima.

—Sólo estoy equilibrando la situación —dijo él, riendo también, mientras ambos chapoteaban en el agua, salpicando por todas partes.

Cristina intentaba esquivarlo, con los brazos cruzados, pataleando en broma y dándose la vuelta sin parar de reír. Entre el chapoteo y el forcejeo, sus cuerpos no paraban de rozarse por todas partes, y estaban creando un gran charco de agua en el suelo del baño con la cantidad de salpicaduras que provocaban.

—¡Vamos, colabora! ¡Cristina, esto lo hago por nuestra amistad!

—¡Eres idiota! —dijo ella riéndose.

Entre forcejeo y risas, David logró finalmente meter las manos por dejabo de sus brazos, y agarró sus pechos, los dos prácticamente al mismo tiempo con cada mano. Los palpó y los apretó con delicadeza, notando su turgencia y blandura. No podía ver nada porque estaban bajo el agua llena de espuma, pero notó el tacto más suave de las areolas y los pezones duros entre sus dedos.
Cristina soltó una carcajada fuerte, ya sin ningún tipo de resistencia real o fingida, apoyándose contra el borde de la bañera mientras David le sobaba las tetas bajo el agua.

—¡NOOOO!—chilló con un grito de derrota— ¡Lo has conseguido, cabrón!

—Victoria. —dijo él, en tono solemne.

David la miró. Cristina también. Hubo un silencio largo, húmedo y cálido, los dos mirándose a los ojos, ya sin moverse ni forcejear. Cristina sentía el cuerpo de David sobre ella, los dedos que seguían acariciando sus pezones, y su polla totalmente dura rozándole el muslo. Y en ese momento ya no pudo más: toda la excitación que había ido acumulando en estos dos días, desde que David perdió el bañador en la playa, explotó en ese momento. Lo agarró por la nuca y empezó a besarle sin parar, con pasión. Él respondió de la misma manera y estuvieron un rato comiéndose la boca; mientras se besaban él seguía acariciándole los pechos y ella deslizó una mano por debajo y le agarró el rabo, esta vez sin confusión alguna.

Cuando pararon de besarse se quedaron mirándose de nuevo, respirando entrecortadamente y con los ojos echando chispas.

—¿Sabes? —dijo ella—. Si me hubieras dicho hace ni una semana que íbamos a terminar así…

—Yo no habría tenido valor para hacer esto —respondió él.

—Y ahora… ¿tienes?

David acarició suavemente sus pechos entre sus manos, más despacio ahora, y asintió.

—Sí. Contigo… sí.

Cristina lo miró, con una mezcla de ternura, deseo y rendición, y apoyó su frente contra la de él.

—Entonces no pares.
Maravilloso relato. Deseando que sigas contando como avanzan en su nueva amistad
 
El capítulo transmite muy bien una sensación de intimidad que va creciendo poco a poco. La tensión sexual está muy bien llevada: empieza suave, casi como si todo estuviera cuidadosamente preparado (el agua, la luz tenue, la espuma), y va subiendo poco a poco hasta que todo explota de forma muy natural. Los detalles sensoriales (los sonidos, la iluminación, el ambiente) ayudan mucho a meterte en la escena.

La relación entre Cristina y David es uno de los grandes aciertos. Hay mucha química entre ellos y se nota en cada gesto, en cada mirada. Lo emocional está muy bien mezclado con lo físico: hay deseo, sí, pero también hay ternura, un poco de inseguridad al principio (sobre todo en él), y un juego constante que engancha. Cristina lleva la iniciativa, pero eso no hace que David quede en segundo plano. De hecho, él va ganando seguridad y mostrando una versión más lanzada de sí mismo sin dejar de ser ese chico bueno algo superado por la situación.

El ritmo del capítulo está muy bien logrado. Combinas descripciones con diálogos muy fluidos y naturales, especialmente en las partes más juguetonas. Los pensamientos internos (como lo del “accidente” del jabón) aportan mucho: son divertidos, reales, y ayudan a conectar con los personajes.

La parte sexual funciona muy bien. Es caliente, sí, pero no cae en lo vulgar ni en lo típico. Lo que hace que funcione es que todo gira en torno al deseo compartido, al juego, a la conexión entre ellos, más que a la simple acción física. Eso la hace mucho más atractiva y cercana. Lo erótico está en los detalles, en lo que no se dice, en cómo se miran o se tocan casi sin querer. Y cuando por fin se lanzan, el momento se siente merecido, como si hubiera ido construyéndose con cuidado.

Es un capítulo muy bien hecho. Tiene sensualidad, humor, romanticismo y realismo. Te mete dentro de la escena, te hace sentir parte de lo que está pasando. Y eso no es fácil de lograr.
 
Entiendo perfectamente que a veces el tiempo no alcanza, pero me alegra saber que no la has dejado de lado. Estoy deseando leer lo que viene, sobre todo si se acerca el final. Seguro que será un cierre a la altura de todo lo que has construido hasta ahora. ¡Ánimo con la recta final, y gracias por compartirlo!
 
Noooooooo.
No me digas que ta se va a terminar, la verdad me encanta está historia

La idea era hacer un relato corto sobre un fin de semana erótico, y en principio haré un par de entradas más. Puede que en un futuro me anime a continuar la historia en otro punto pero me consume bastante tiempo.
 
La idea era hacer un relato corto sobre un fin de semana erótico, y en principio haré un par de entradas más. Puede que en un futuro me anime a continuar la historia en otro punto pero me consume bastante tiempo.
Te entiendo, pero me has enganchado, hay cosas en las que me he visto reconocido y en parte por eso también me ha enganchado más todavía.
Gracias por compartir tu relato y tu tiempo
 
David tragó saliva. Sentía el cuerpo de ella tan cerca, tan dispuesto… y sin embargo, algo le temblaba por dentro. Cerró los ojos un instante. Luego los volvió a abrir, con una seriedad que no había mostrado hasta ahora.

—Cristina… espera un momento.

Ella se detuvo, sin alejarse, pero con la expresión más atenta del mundo.

—¿Qué pasa?

David respiró hondo, bajando un poco la mirada, como si le costara verbalizar lo que iba decir.

—Es que… yo… nunca he hecho esto. O sea... nunca he llegado hasta aquí.

No se atrevía a decir directamente las palabras "soy virgen", como si fuera algo deshonroso, aunque obviamente ella lo conocía desde hacía tres años y ya lo sabía.

Cristina lo miró en silencio. No sorprendida, pero sí con una ternura inmediata. No dijo nada aún, así que él siguió:

—No es que no quiera. Créeme, quiero. Es solo que… no tengo ni idea de si lo voy a hacer bien. Y no quiero estropearlo contigo.

Ella, que seguía agarrando su polla con una mano, le levantó la barbilla suavemente con dos dedos y lo obligó a mirarla a los ojos. Tenía una sonrisa tan serena como decidida.

—David… no tienes que demostrarme nada. No es un examen. No tienes que hacerlo perfecto.

Cristina no era virgen, pero a pesar de su atractivo físico y su personalidad extrovertida tampoco era una chica fácil que hubiera tenido sexo con muchos chicos: había tenido su primer novio en el instituto, antes de conocer a David, con el que estuvo saliendo durante un año y medio; y luego, durante los tres años que llevaba de universitaria, en el segundo curso salió durante cuatro meses con un chico de otra facultad al que conoció en una fiesta. Y eso era todo.

Él respiró con un poco más de calma, pero seguía tenso.

—Pero tú sí lo has hecho antes, ¿no?

—Sí —asintió ella, sin darle importancia—. Pero eso no cambia nada. Esto es contigo, y no se parece a nada que haya vivido antes. Créeme. No quiero que seas perfecto. Quiero que seas tú.

David la miró, aún vulnerable, pero ya sin miedo.

—¿Y si me equivoco?

—Pues nos reímos. Y seguimos. No quiero que pienses en cómo hacerlo "bien". Solo quiero que lo sientas conmigo.

Ella se acercó y le dio un beso lento, profundo, que disipó la última nube de duda que quedaba en él. Cuando se separaron, David ya no temblaba. Solo la deseaba.

—Vale… —murmuró—. Entonces sí.

Cristina le acarició la mejilla con dulzura, y luego bajó lentamente hacia él, susurrando junto a su oído:

—Entonces déjame enseñarte. Vamos a hacerlo bien… a nuestra manera.

Cristina no dijo más. Solo volvió a besarlo, esta vez más despacio, más profundo. Sus labios se reconocían, se aprendían. Las manos de David se afianzaron en su cintura, y empezaron a bajar hasta agarrarle el culo. Ella subió una pierna, apoyándola sobre su muslo. Su piel mojada se deslizaba con facilidad, y el calor del agua no era nada comparado con el que sentía al tocarla.

El cuerpo de Cristina estaba completamente relajado, entregado. Su respiración se aceleraba de forma casi imperceptible mientras él exploraba sus curvas con las yemas de los dedos, sin prisas. El agua se movía suavemente a su alrededor, arrastrando restos de espuma. Sus grandes tetas se presionaban contra su pecho, sus pezones duros frotándose entre movimientos leves. Cada caricia, cada roce, parecía cargar aún más la tensión en el aire.

Ella se movió un poco más, colocándose sobre él a horcajadas. La posición hizo que sus cuerpos se rozaran con una cercanía casi dolorosa. Su pubis mojado rozaba su polla erecta, y aunque el agua amortiguaba un poco el contacto, no le quitaba la electricidad del momento. Cristina lo miró, con las mejillas encendidas y los ojos brillando de deseo.

—¿Te das cuenta de lo que estás haciendo conmigo? —murmuró, sonriendo.

Entonces se inclinó un poco hacia adelante y le acarició el rostro, mientras se acomodaba sobre él. Ambos se quedaron así un instante, sus sexos rozándose, el calor creciendo entre ellos, los dos conscientes de que el momento clave estaba apunto de llegar.

Entonces, Cristina tomó la iniciativa. Bajó lentamente la cadera, guiándose con las manos en sus hombros, hasta sentir cómo su cuerpo empezaba a abrirse para recibirlo. Soltó un leve suspiro apenas audible cuando la polla de David empezó a penetrarla. David jadeó de placer, apretando un poco más las manos en su cintura, conteniendo el impulso de moverse.

Ella fue bajando centímetro a centímetro, hasta que lo sintió completamente dentro. Ambos se quedaron inmóviles por un instante, los ojos cerrados, respirando juntos, temblando levemente por la intensidad del contacto.

—Dios… —murmuró él, con la voz rota.

Cristina empezó a moverse con suavidad, lentamente, como si cada movimiento fuera una forma de prolongar el placer al máximo. Ella lo miraba con una mezcla de ternura y deseo, acariciándole el pecho, jugando con sus labios entre jadeos.

David la ayudaba a moverse, guiando su ritmo con las manos firmes en su cadera, cada vez un poco más rápido, más profundo. Se dejó llevar y sin pensarlo empezó a chuparle las tetas sin parar, primero una y después la otra; se detenía mordisqueando suavemente sus pezones y luego hundiendo la cara en su escote.

Cristina gemía fuerte, pegando aún más su cuerpo al suyo. Se movía con confianza, con deseo, con esa naturalidad que solo nace cuando los cuerpos se entienden sin necesidad de palabras.

—No pares… —susurró ella, con los ojos entrecerrados— No te detengas…

David la besó de nuevo, ahora también gimiendo de placer, y la abrazó más fuerte, mientras sus movimientos se volvían más intensos, más urgentes. Se corrieron casi al mismo tiempo, como una ola de calor que los atravesó a los dos. Ella se aferró a él con fuerza, y él la sostuvo como si no quisiera dejarla escapar nunca.

Permanecieron abrazados, jadeando, con el agua temblando a su alrededor, en silencio. El mundo allá afuera seguía existiendo, pero en ese rincón de espuma y vapor, solo estaban ellos dos.

Continuará...
 
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Una historia preciosa, que define con elegancia y sensibilidad, una situación tan hermosa y emotiva.
 

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