Voy a comenzar un relato que he hecho con GPT, espero que os guste y disfruteis del relato.
Laura y José eran la envidia de muchos. Ambos de 23 años, formaban una pareja que no solo destacaba por su innegable atractivo, sino también por la química arrolladora que existía entre ellos. Él, moreno, de ojos castaños, con un físico atlético; ella, simplemente deslumbrante: alta, rubia, con ojos verdes que hipnotizaban y un cuerpo de infarto que hacía que todas las miradas se volvieran cuando entraba a cualquier lugar. Pero lo más intrigante de ellos no era solo su físico, sino la relación abierta que compartían, algo que había dejado de ser un tema de curiosidad entre su círculo de amigos, quienes lo tomaban con total naturalidad.
Ambos estudiaban economía en la facultad y, desde el primer semestre, se habían rodeado de un grupo sólido de amigos. Uno de los más cercanos a ellos era Pedro. Era un chico inteligente y amable, siempre dispuesto a ayudar, pero había algo en él que lo diferenciaba del resto. A pesar de sus 23 años, seguía siendo virgen, un secreto que únicamente le había confiado a Laura una tarde de confesiones profundas en la cafetería de la facultad.
—“Laura, hay algo que nunca le he dicho a nadie…” —había comenzado Pedro, mirando nerviosamente su taza de café mientras evitaba el contacto visual—. "Es algo que me da vergüenza, pero siento que puedo confiar en ti."
Laura había arqueado una ceja, intrigada, y se había inclinado hacia él.
—“Dime, Pedro. Sabes que puedes contarme lo que sea.”
—"Sigo siendo virgen."
Ese simple enunciado lo había soltado con una mezcla de vergüenza y alivio. Laura, por un segundo, no supo cómo reaccionar. Conocía bien a Pedro, siempre lo había visto como un buen chico, tímido, algo retraído, pero no esperaba algo como aquello. Lo que más le preocupó no fue el hecho en sí, sino cómo parecía afectarle su confianza.
—"Pedro…" —susurró ella, estirando una mano para tomar la suya—. “No tienes nada de qué avergonzarte. Eso no te define, eres un chico increíble.”
—“Es que… a veces siento que no sé cómo hablar con las mujeres, como si siempre estuviera fuera de lugar. Nadie se interesaría en un chico como yo…” —admitió Pedro, bajando la mirada, sus mejillas enrojecidas.
El corazón de Laura se apretó. Quería ayudar a su amigo, darle un empujón de confianza. Esa noche, mientras estaban en la cama, abrazada a José, le contó lo que Pedro le había confesado. José, sorprendido, escuchaba atentamente.
—"¿Te imaginas, amor? ¡Tiene 23 años y sigue siendo virgen! Sé que eso le afecta. Es un chico tan bueno, pero no sabe cómo relacionarse con las chicas."
José, algo pensativo, miró el techo. El hecho no le sorprendía tanto, conocía la timidez de Pedro. Tras unos segundos de silencio, miró a Laura.
—"¿Y qué piensas hacer?"
Laura sonrió, insegura. Había estado pensando en una solución, pero no sabía cómo José lo tomaría. A pesar de su relación abierta, aquello sería llevar las cosas a un nuevo nivel.
—"Bueno… he estado pensando… tal vez yo podría ayudarlo a perder la virginidad."
José levantó una ceja, más por sorpresa que por celos. Conocía a Laura lo suficientemente bien como para saber que no lo decía a la ligera.
—"¿Tú?" —preguntó él, sin rastro de molestia en su voz—. "¿Ayudarlo tú?"
—"Sí, amor. Mira, él es un buen chico, pero esta situación le está haciendo mucho daño. Creo que si tuviera una experiencia positiva, algo que lo ayudara a tener confianza en sí mismo, podría cambiar mucho para él."
El silencio que siguió fue pesado, pero no incómodo. José lo pensó por unos instantes, sopesando la idea. Sabía que en su relación, la confianza era primordial, y Laura siempre había sido clara con él. Además, Pedro era su amigo y, en el fondo, no podía negar que le tenía cariño.
—"¿Y tú lo harías por él? ¿De verdad lo quieres hacer?" —José la miraba con seriedad, aunque en sus ojos brillaba la comprensión.
Laura asintió despacio.
—"Solo si tú estás completamente de acuerdo. No haría nada que te hiciera sentir incómodo."
Para sorpresa de Laura, José no solo aceptó, sino que decidió darle su apoyo de una manera especial. Dos días después, él la sorprendió con una bolsa de una tienda de lencería, sonriendo con picardía.
—"Si vas a ayudar a Pedro, quiero que lo hagas viéndote increíble," —dijo mientras le entregaba la bolsa—. "Lo compré pensando en esa noche."
Laura sonrió, agradecida por su comprensión y apoyo. José siempre había sido abierto de mente, pero este gesto le mostró lo mucho que confiaba en ella.
—"Te amo," —susurró ella, besándolo con intensidad.
Con todo listo, Laura decidió hablar con Pedro. Esa misma noche, mientras descansaba en el sofá, tomó su teléfono y le envió un mensaje por WhatsApp.
Laura: Hola, Pedro. ¿Estás despierto?
El doble check azul apareció casi al instante. Pedro respondió rápidamente.
Pedro: ¡Sí, Laura! ¿Qué tal?
Laura respiró hondo antes de escribir el siguiente mensaje.
Laura: He estado pensando en lo que me dijiste el otro día, sobre lo que te preocupa.
Hubo una pausa. Pedro tardó unos segundos más en responder.
Pedro: Ah… sí. Me apena haberlo soltado así.
Laura: No tienes por qué apenarte. Eres un gran chico, Pedro. Y bueno… hablé con José sobre eso.
Hubo otra pausa, más larga esta vez. Era evidente que Pedro no se esperaba esa respuesta.
Pedro: ¿Le dijiste a José?
Laura: Sí, pero no te preocupes, todo bien. De hecho, José está de acuerdo con algo que quiero proponerte.
Pedro: ¿Qué quieres decir?
Laura: Quiero ayudarte, Pedro. Si quieres, podemos tener una cita. Me encantaría que tu primera vez fuera con alguien en quien confíes, y que sea algo especial. José lo sabe y está completamente de acuerdo.
Esta vez, la espera fue más larga. Laura sabía que Pedro estaría procesando cada palabra. Al final, llegó la respuesta que esperaba.
Pedro: Laura… no sé qué decir. Me siento… ¡sorprendido! Nunca pensé que una chica como tú me ofrecería algo así. Estoy… estoy encantado. Me encantaría. ¡Sería un gesto increíble!
Laura, tras confirmar la cita con Pedro por WhatsApp, se aseguró de que todo estuviera en orden. Sabía lo que estaba a punto de hacer y, aunque se sentía tranquila, era consciente de la importancia de mantener el secreto. Quería que Pedro viviera una experiencia positiva, pero también que todo se manejara con la discreción necesaria.
Laura: "Tiene que ser algo entre nosotros, Pedro. No quiero que lo comentes con nadie. Es importante."
El mensaje de Pedro no tardó en llegar.
Pedro: "Laura, tranquila. Esto me lo llevaré a la tumba. Te lo prometo. No sabes lo agradecido que estoy por lo que estás haciendo por mí."
Laura sonrió al leer la respuesta. Sabía que Pedro estaba emocionado y nervioso a partes iguales, pero le reconfortaba ver que entendía la delicadeza de la situación.
Laura: "Mañana, después de clases. Todo será perfecto, confía en mí."
Pedro: "Confío en ti completamente. No puedo esperar."
Al día siguiente, Laura se preparó para lo que sería una tarde intensa. Antes de irse a clase, habló con José, quien estaba totalmente de acuerdo con dejarla a solas con Pedro para que la experiencia fuera lo más cómoda posible para él.
—"Amor, hoy por la tarde es la cita con Pedro," —le dijo Laura, mientras se vestía para ir a la facultad—. "Quiero que esté tranquilo, así que me gustaría que nos dejases solos."
José asintió con una sonrisa, entendiendo la situación perfectamente.
—"Lo tengo todo bajo control," —respondió, besándola en la frente—. "Yo saldré con los chicos a tomar unas cervezas. Diviértete y haz que sea una noche inolvidable para él."
El día transcurrió con normalidad en la facultad, aunque Laura notaba cómo la expectación crecía dentro de ella conforme se acercaba la hora de la cita. Al volver a casa, se preparó meticulosamente. Sacó del armario el conjunto rojo que José le había regalado: un corsé ajustado que realzaba cada curva de su cuerpo, haciendo que sus pechos se desbordaran sensualmente. El tanga a juego completaba el look, dejando muy poco a la imaginación. Frente al espejo, Laura admiró su reflejo, repasando cada detalle. Se maquilló con precisión, sus labios pintados de un rojo pasión que contrastaba con el tono de su piel, ahora completamente depilada y suave al tacto.
La hora acordada se acercaba, y cuando el reloj marcó las seis, Laura escuchó el timbre. Sonrió para sí misma y se dirigió a la puerta. Abrió lentamente, revelando su figura a Pedro, que quedó inmóvil en el umbral, los ojos abiertos como platos.
—"¡Laura… estás… impresionante!" —balbuceó, visiblemente nervioso, mientras intentaba mantener la compostura.
Laura se rió suavemente, disfrutando del impacto que causaba en él.
—"¿Te gusta lo que ves?" —preguntó con voz seductora, girándose lentamente para que pudiera apreciar su trasero perfectamente enmarcado por el tanga rojo.
Pedro no pudo evitar tragar saliva, incapaz de apartar la vista de ella.
—"Es que… no tengo palabras. De verdad, eres increíble," —dijo, con una mezcla de admiración y nerviosismo.
Laura se acercó un paso más hacia él, sus caderas moviéndose con confianza. Con una sonrisa juguetona, tomó la mano de Pedro y la guió suavemente hasta su trasero.
—"Puedes tocarlo si quieres," —susurró, mirándolo directamente a los ojos—. "Hoy es tu día. Quiero que te sientas cómodo conmigo."
Pedro, aún incrédulo, permitió que su mano acariciara la suave piel de Laura, sintiendo el calor de su cuerpo a través del delicado encaje. Ella sonrió, notando la tensión en su cuerpo, y decidió aliviar el ambiente.
—"Vamos, ¿quieres una cerveza? Te ayudará a relajarte."
Pedro asintió rápidamente, agradecido por el gesto, y ambos se dirigieron hacia el salón. Laura sirvió dos cervezas y le entregó una mientras él se sentaba en el sofá. Se notaba que seguía nervioso, aunque intentaba ocultarlo. Laura, en cambio, se mantenía completamente relajada, con la confianza de quien sabe exactamente lo que va a hacer.
—"No tienes por qué estar tan nervioso, Pedro," —dijo Laura suavemente, tomando asiento a su lado—. "Estamos aquí para que disfrutes y te sientas bien. No hay presión."
Pedro dio un trago largo a su cerveza, intentando calmarse.
—"Lo siento, es que… esto es algo que nunca pensé que pasaría. Y tú, Laura, eres tan… bueno, ya lo ves. Estoy nervioso porque nunca he hecho nada como esto."
Laura sonrió dulcemente, dejando su cerveza sobre la mesa. Lentamente, subió una pierna al sofá, acercándose más a Pedro, hasta que estuvo prácticamente encima de él. Colocó sus manos en sus hombros y lo miró fijamente a los ojos.
—"Hoy no solo vas a perder la virginidad, Pedro," —susurró ella, acariciando suavemente su mejilla—. "Hoy te voy a enseñar todo lo que necesitas saber para sentirte más seguro. No solo vamos a hacer el amor… te voy a chupar, vamos a hacer cosas que te gusten, que te exciten. Quiero que salgas de aquí con toda la confianza del mundo."
El rostro de Pedro se encendió al escuchar las palabras de Laura, sintiendo cómo el calor se acumulaba en su cuerpo. Su respiración se hizo más pesada cuando Laura se inclinó hacia él y presionó sus labios contra los suyos. Al principio, fue un beso suave, pero rápidamente se intensificó, volviéndose más apasionado. Laura se movió encima de él, acomodándose en su regazo, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba ante su cercanía.
—"Relájate, Pedro," —le susurró entre besos—. "Voy a cuidarte."
Pedro dejó caer la cerveza sobre la mesa, sus manos comenzaron a explorar su espalda, tocando el encaje del corsé mientras Laura lo besaba con mayor intensidad. Ella tomó sus manos y las guió hasta sus pechos, sonriendo cuando sintió su respiración temblar por la emoción.
—"No tengas miedo de tocarme," —dijo en un susurro seductor—. "Quiero que me sientas."
Pedro, aunque todavía tembloroso, comenzó a tocarla con más seguridad, sintiendo la calidez de su piel a través de la lencería. Laura, siempre en control, tomó la iniciativa y comenzó a desabrochar los botones de su camisa, deslizando sus manos por su pecho desnudo.
—"Hoy es solo el principio," —le prometió ella mientras lo besaba nuevamente, acariciando su cuerpo con un deseo que pronto los llevaría mucho más allá de donde se encontraban ahora.
Laura y José eran la envidia de muchos. Ambos de 23 años, formaban una pareja que no solo destacaba por su innegable atractivo, sino también por la química arrolladora que existía entre ellos. Él, moreno, de ojos castaños, con un físico atlético; ella, simplemente deslumbrante: alta, rubia, con ojos verdes que hipnotizaban y un cuerpo de infarto que hacía que todas las miradas se volvieran cuando entraba a cualquier lugar. Pero lo más intrigante de ellos no era solo su físico, sino la relación abierta que compartían, algo que había dejado de ser un tema de curiosidad entre su círculo de amigos, quienes lo tomaban con total naturalidad.
Ambos estudiaban economía en la facultad y, desde el primer semestre, se habían rodeado de un grupo sólido de amigos. Uno de los más cercanos a ellos era Pedro. Era un chico inteligente y amable, siempre dispuesto a ayudar, pero había algo en él que lo diferenciaba del resto. A pesar de sus 23 años, seguía siendo virgen, un secreto que únicamente le había confiado a Laura una tarde de confesiones profundas en la cafetería de la facultad.
—“Laura, hay algo que nunca le he dicho a nadie…” —había comenzado Pedro, mirando nerviosamente su taza de café mientras evitaba el contacto visual—. "Es algo que me da vergüenza, pero siento que puedo confiar en ti."
Laura había arqueado una ceja, intrigada, y se había inclinado hacia él.
—“Dime, Pedro. Sabes que puedes contarme lo que sea.”
—"Sigo siendo virgen."
Ese simple enunciado lo había soltado con una mezcla de vergüenza y alivio. Laura, por un segundo, no supo cómo reaccionar. Conocía bien a Pedro, siempre lo había visto como un buen chico, tímido, algo retraído, pero no esperaba algo como aquello. Lo que más le preocupó no fue el hecho en sí, sino cómo parecía afectarle su confianza.
—"Pedro…" —susurró ella, estirando una mano para tomar la suya—. “No tienes nada de qué avergonzarte. Eso no te define, eres un chico increíble.”
—“Es que… a veces siento que no sé cómo hablar con las mujeres, como si siempre estuviera fuera de lugar. Nadie se interesaría en un chico como yo…” —admitió Pedro, bajando la mirada, sus mejillas enrojecidas.
El corazón de Laura se apretó. Quería ayudar a su amigo, darle un empujón de confianza. Esa noche, mientras estaban en la cama, abrazada a José, le contó lo que Pedro le había confesado. José, sorprendido, escuchaba atentamente.
—"¿Te imaginas, amor? ¡Tiene 23 años y sigue siendo virgen! Sé que eso le afecta. Es un chico tan bueno, pero no sabe cómo relacionarse con las chicas."
José, algo pensativo, miró el techo. El hecho no le sorprendía tanto, conocía la timidez de Pedro. Tras unos segundos de silencio, miró a Laura.
—"¿Y qué piensas hacer?"
Laura sonrió, insegura. Había estado pensando en una solución, pero no sabía cómo José lo tomaría. A pesar de su relación abierta, aquello sería llevar las cosas a un nuevo nivel.
—"Bueno… he estado pensando… tal vez yo podría ayudarlo a perder la virginidad."
José levantó una ceja, más por sorpresa que por celos. Conocía a Laura lo suficientemente bien como para saber que no lo decía a la ligera.
—"¿Tú?" —preguntó él, sin rastro de molestia en su voz—. "¿Ayudarlo tú?"
—"Sí, amor. Mira, él es un buen chico, pero esta situación le está haciendo mucho daño. Creo que si tuviera una experiencia positiva, algo que lo ayudara a tener confianza en sí mismo, podría cambiar mucho para él."
El silencio que siguió fue pesado, pero no incómodo. José lo pensó por unos instantes, sopesando la idea. Sabía que en su relación, la confianza era primordial, y Laura siempre había sido clara con él. Además, Pedro era su amigo y, en el fondo, no podía negar que le tenía cariño.
—"¿Y tú lo harías por él? ¿De verdad lo quieres hacer?" —José la miraba con seriedad, aunque en sus ojos brillaba la comprensión.
Laura asintió despacio.
—"Solo si tú estás completamente de acuerdo. No haría nada que te hiciera sentir incómodo."
Para sorpresa de Laura, José no solo aceptó, sino que decidió darle su apoyo de una manera especial. Dos días después, él la sorprendió con una bolsa de una tienda de lencería, sonriendo con picardía.
—"Si vas a ayudar a Pedro, quiero que lo hagas viéndote increíble," —dijo mientras le entregaba la bolsa—. "Lo compré pensando en esa noche."
Laura sonrió, agradecida por su comprensión y apoyo. José siempre había sido abierto de mente, pero este gesto le mostró lo mucho que confiaba en ella.
—"Te amo," —susurró ella, besándolo con intensidad.
Con todo listo, Laura decidió hablar con Pedro. Esa misma noche, mientras descansaba en el sofá, tomó su teléfono y le envió un mensaje por WhatsApp.
Laura: Hola, Pedro. ¿Estás despierto?
El doble check azul apareció casi al instante. Pedro respondió rápidamente.
Pedro: ¡Sí, Laura! ¿Qué tal?
Laura respiró hondo antes de escribir el siguiente mensaje.
Laura: He estado pensando en lo que me dijiste el otro día, sobre lo que te preocupa.
Hubo una pausa. Pedro tardó unos segundos más en responder.
Pedro: Ah… sí. Me apena haberlo soltado así.
Laura: No tienes por qué apenarte. Eres un gran chico, Pedro. Y bueno… hablé con José sobre eso.
Hubo otra pausa, más larga esta vez. Era evidente que Pedro no se esperaba esa respuesta.
Pedro: ¿Le dijiste a José?
Laura: Sí, pero no te preocupes, todo bien. De hecho, José está de acuerdo con algo que quiero proponerte.
Pedro: ¿Qué quieres decir?
Laura: Quiero ayudarte, Pedro. Si quieres, podemos tener una cita. Me encantaría que tu primera vez fuera con alguien en quien confíes, y que sea algo especial. José lo sabe y está completamente de acuerdo.
Esta vez, la espera fue más larga. Laura sabía que Pedro estaría procesando cada palabra. Al final, llegó la respuesta que esperaba.
Pedro: Laura… no sé qué decir. Me siento… ¡sorprendido! Nunca pensé que una chica como tú me ofrecería algo así. Estoy… estoy encantado. Me encantaría. ¡Sería un gesto increíble!
Laura, tras confirmar la cita con Pedro por WhatsApp, se aseguró de que todo estuviera en orden. Sabía lo que estaba a punto de hacer y, aunque se sentía tranquila, era consciente de la importancia de mantener el secreto. Quería que Pedro viviera una experiencia positiva, pero también que todo se manejara con la discreción necesaria.
Laura: "Tiene que ser algo entre nosotros, Pedro. No quiero que lo comentes con nadie. Es importante."
El mensaje de Pedro no tardó en llegar.
Pedro: "Laura, tranquila. Esto me lo llevaré a la tumba. Te lo prometo. No sabes lo agradecido que estoy por lo que estás haciendo por mí."
Laura sonrió al leer la respuesta. Sabía que Pedro estaba emocionado y nervioso a partes iguales, pero le reconfortaba ver que entendía la delicadeza de la situación.
Laura: "Mañana, después de clases. Todo será perfecto, confía en mí."
Pedro: "Confío en ti completamente. No puedo esperar."
Al día siguiente, Laura se preparó para lo que sería una tarde intensa. Antes de irse a clase, habló con José, quien estaba totalmente de acuerdo con dejarla a solas con Pedro para que la experiencia fuera lo más cómoda posible para él.
—"Amor, hoy por la tarde es la cita con Pedro," —le dijo Laura, mientras se vestía para ir a la facultad—. "Quiero que esté tranquilo, así que me gustaría que nos dejases solos."
José asintió con una sonrisa, entendiendo la situación perfectamente.
—"Lo tengo todo bajo control," —respondió, besándola en la frente—. "Yo saldré con los chicos a tomar unas cervezas. Diviértete y haz que sea una noche inolvidable para él."
El día transcurrió con normalidad en la facultad, aunque Laura notaba cómo la expectación crecía dentro de ella conforme se acercaba la hora de la cita. Al volver a casa, se preparó meticulosamente. Sacó del armario el conjunto rojo que José le había regalado: un corsé ajustado que realzaba cada curva de su cuerpo, haciendo que sus pechos se desbordaran sensualmente. El tanga a juego completaba el look, dejando muy poco a la imaginación. Frente al espejo, Laura admiró su reflejo, repasando cada detalle. Se maquilló con precisión, sus labios pintados de un rojo pasión que contrastaba con el tono de su piel, ahora completamente depilada y suave al tacto.
La hora acordada se acercaba, y cuando el reloj marcó las seis, Laura escuchó el timbre. Sonrió para sí misma y se dirigió a la puerta. Abrió lentamente, revelando su figura a Pedro, que quedó inmóvil en el umbral, los ojos abiertos como platos.
—"¡Laura… estás… impresionante!" —balbuceó, visiblemente nervioso, mientras intentaba mantener la compostura.
Laura se rió suavemente, disfrutando del impacto que causaba en él.
—"¿Te gusta lo que ves?" —preguntó con voz seductora, girándose lentamente para que pudiera apreciar su trasero perfectamente enmarcado por el tanga rojo.
Pedro no pudo evitar tragar saliva, incapaz de apartar la vista de ella.
—"Es que… no tengo palabras. De verdad, eres increíble," —dijo, con una mezcla de admiración y nerviosismo.
Laura se acercó un paso más hacia él, sus caderas moviéndose con confianza. Con una sonrisa juguetona, tomó la mano de Pedro y la guió suavemente hasta su trasero.
—"Puedes tocarlo si quieres," —susurró, mirándolo directamente a los ojos—. "Hoy es tu día. Quiero que te sientas cómodo conmigo."
Pedro, aún incrédulo, permitió que su mano acariciara la suave piel de Laura, sintiendo el calor de su cuerpo a través del delicado encaje. Ella sonrió, notando la tensión en su cuerpo, y decidió aliviar el ambiente.
—"Vamos, ¿quieres una cerveza? Te ayudará a relajarte."
Pedro asintió rápidamente, agradecido por el gesto, y ambos se dirigieron hacia el salón. Laura sirvió dos cervezas y le entregó una mientras él se sentaba en el sofá. Se notaba que seguía nervioso, aunque intentaba ocultarlo. Laura, en cambio, se mantenía completamente relajada, con la confianza de quien sabe exactamente lo que va a hacer.
—"No tienes por qué estar tan nervioso, Pedro," —dijo Laura suavemente, tomando asiento a su lado—. "Estamos aquí para que disfrutes y te sientas bien. No hay presión."
Pedro dio un trago largo a su cerveza, intentando calmarse.
—"Lo siento, es que… esto es algo que nunca pensé que pasaría. Y tú, Laura, eres tan… bueno, ya lo ves. Estoy nervioso porque nunca he hecho nada como esto."
Laura sonrió dulcemente, dejando su cerveza sobre la mesa. Lentamente, subió una pierna al sofá, acercándose más a Pedro, hasta que estuvo prácticamente encima de él. Colocó sus manos en sus hombros y lo miró fijamente a los ojos.
—"Hoy no solo vas a perder la virginidad, Pedro," —susurró ella, acariciando suavemente su mejilla—. "Hoy te voy a enseñar todo lo que necesitas saber para sentirte más seguro. No solo vamos a hacer el amor… te voy a chupar, vamos a hacer cosas que te gusten, que te exciten. Quiero que salgas de aquí con toda la confianza del mundo."
El rostro de Pedro se encendió al escuchar las palabras de Laura, sintiendo cómo el calor se acumulaba en su cuerpo. Su respiración se hizo más pesada cuando Laura se inclinó hacia él y presionó sus labios contra los suyos. Al principio, fue un beso suave, pero rápidamente se intensificó, volviéndose más apasionado. Laura se movió encima de él, acomodándose en su regazo, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba ante su cercanía.
—"Relájate, Pedro," —le susurró entre besos—. "Voy a cuidarte."
Pedro dejó caer la cerveza sobre la mesa, sus manos comenzaron a explorar su espalda, tocando el encaje del corsé mientras Laura lo besaba con mayor intensidad. Ella tomó sus manos y las guió hasta sus pechos, sonriendo cuando sintió su respiración temblar por la emoción.
—"No tengas miedo de tocarme," —dijo en un susurro seductor—. "Quiero que me sientas."
Pedro, aunque todavía tembloroso, comenzó a tocarla con más seguridad, sintiendo la calidez de su piel a través de la lencería. Laura, siempre en control, tomó la iniciativa y comenzó a desabrochar los botones de su camisa, deslizando sus manos por su pecho desnudo.
—"Hoy es solo el principio," —le prometió ella mientras lo besaba nuevamente, acariciando su cuerpo con un deseo que pronto los llevaría mucho más allá de donde se encontraban ahora.