...
Un cuatro por cuatro, circulaba por unos estrechos caminos de montaña, Fran, sentado en el asiento del acompañante, iba de un lado para el otro.
-¿Se puede saber donde me llevas? ¿Queda mucho? Este camino es un castigo.
-Ya lo verás ¡Hombre! Eres como un niño pequeño ¡Eh! Aguantarte si que es un castigo.
Le contestaba Elvira, los dos reían, después de ‘castigar’ a Fran mucho rato conduciendo por caminos llenos de baches por el medio de la montaña, llegaron a la cabaña. Fran bajó del coche.
-¡Coño! ¿Y esta cabaña tan chula?
-Es de mis padres y de los de Álex, ellos la construyeron, mi padre ha sido toda la vida carpintero, no fue difícil, al menos es lo que dice él. Sabían que en algún momento les vendría bien desaparecer y que no los encontraran, aquí no encontraran a nadie.
-Y aquí es donde montaremos las tiendas, para tener más sitio, claro, es mucha gente y la cabaña pequeña.
-Que listo eres ¡Coño! Vamos, manos a la obra.
Levantaba la voz Elvira, esperaba con el maletero abierto para sacar las tiendas en sus fundas.
-¿No me vas a enseñar la cabaña?
-Si te portas bien, después, puede que hasta nos podamos tomar una cerveza y todo.
Fran ayudaba a Elvira a sacar del coche las tiendas, pensaba que con Elvira no había nada que hacer, cuando ella quería algo se hacía y punto, después siempre lo recompensaba, pero en el primer momento no se podía discutir con ella. Montaron tres tiendas, con algunas sillas plegables que también había conseguido Fran de los militares, y camastros, claro, la gente tendría que dormir. Cuando acabaron lo miraban.
-Bueno, ya tienes tu campamento montado, estarás contenta.
-Sí, sí que lo estoy, un paso dado, mañana la liamos. Vamos a ver la cabaña.
Entraron, Elvira se dirigía a un armario bajo, lo abrió, era una nevera, sin electricidad, como las antiguas, intentaba aguantar el frio protegida con paredes muy gruesas y mármol por dentro.
-Sabía que cervezas no faltarían, y no están calientes, ya es algo.
Se giraba Elvira con una cerveza en cada mano, Fran la miraba sonriendo.
-Ya lo sé, te tengo que enseñar la cabaña, mira, esto es el salón y la cocina, ahí ves los fogones con sus bombonas de gas, aquí no hay ni electricidad ni cobertura de móvil ni hostias, aquí se vive a lo salvaje, por allí hay dos habitaciones de matrimonio y un baño. Si tienes que cagar te vas al bosque, no quiero que lo ensucies y tener que limpiarlo yo.
-No he dicho nada de que tenga ganas de cagar.- Se defendía Fran.
-Por si acaso, ten la cerveza, vamos a sentarnos fuera.
Se sentaron fuera, mirando el bosque y las tiendas de campaña que habían montado.
-Qué manera de enseñarme la cabaña.- Reía Fran.
-No hay nada que enseñar, la has visto, no hay más. Además, tendrás tiempo de conocerla, ya verás.
-¿Qué?
-Mi plan, cariño, mi plan.
-¡Joder! La que vas a liar.
-Mañana empezamos.
Los dos sonreían bebiendo de la botella.
Aquella misma tarde, Elvira hizo una llamada.
-¿Lo tienes todo preparado?
-Sí.
-¿Seguro? Mañana será el día.
-Que sí hija, ya te he dicho que lo tengo todo preparado, tenemos las bolsas preparadas, la de tu madre y la mía, los padres de Álex le han dado a la dependienta vacaciones y cerrarán la panadería. En cuanto nos avises nos ponemos en marcha.
-Será mañana, temprano, sobre las ocho.
-Estaremos esperando tu llamada.
-De acuerdo, un beso para los dos.
Colgó esa llamada y realizó otra.
-¿Elvira?- Contestaba la subinspectora García.
-Ya sabes que soy yo ¡Coño! ¿Por qué preguntas?
-¡Joder! Ya estás estresada…
-Sí que lo estoy, mañana es el día, estar preparados antes de las ocho, acuérdate de hablar con Benítez, que organice a los agentes para que se protejan entre todos.
-No te preocupes, lo hemos organizado juntos.
-Pues habla con él, que reúna a la gente mañana a primera hora y se lo explique.
-Así se hará, tranquila.
-Vale.- Decía para acabar Elvira.
-Una cosa Elvira.- La avisaba García.
-Dime.
-Saldrá bien ¿Verdad?
Elvira pensaba, en silencio, García esperaba una respuesta.
-Eso espero, si lo hacemos es para que no nos puedan hacer daño.
-Gracias Elvira, por pensar en nosotros.
-Un abrazo García, y otro para Vicente.
Elvira colgó, se quedó seria, pensando.
-¿Estás bien?- Preguntó Fran.
-No lo sé ¿Valdrá la pena? Tanto movimiento, tanta preocupación ¿Podré mantenerlos a salvo?
-De momento sí, si no lo haces seguro que estarán expuestos, de esta manera, al menos ganarás unos días.
Elvira se restregaba la cara con las manos, el plan, que en un principio lo veía tan claro, ahora, que estaba a punto de empezar a ejecutarse, no lo veía tan bien. Volvió a mirar el móvil, lo tenía entre las manos, hizo otra llamada.
-Hola Elvira.- Contestaron.
-¡Hombre! Alguien me responde sin preguntar mi nombre.
-Te está escuchando también Álex.
-Chicos, mañana será el día, estar preparados antes de las ocho, os darán instrucciones, y tú Mónica, avisa a tu familia para que se marche de vacaciones donde ya sabemos.
-¿Quién nos dará instrucciones?- Preguntaba Álex.
-¿Ya empezamos? A ver, creo que os lo he dicho muy claro, repito, mañana, antes de las ocho de la mañana, es decir, levantaros pronto y estar preparados para cualquier cosa a esa hora…
-Pero… Antes de las ocho ¿Qué hora es exactamente?- Preguntaba Mónica.
-¡La madre que me parió!- Levantaba la voz Elvira.- Mira que he hecho llamadas, nadie me ha hecho esa mierda de pregunta, solo vosotros, no lo entiendo. Escucharme, a las siete de la mañana os tomáis un café y desayunáis, y a partir de las siete treinta estáis pendientes del móvil, os llamaran ¿De acuerdo?- Volvía a levantar la voz Elvira.
-¿Has hecho muchas llamadas?- Le preguntaba Mónica.
-¡Iros a cagar a la vía!
Les contestó Elvira gritando antes de colgar la llamada. Fran la miraba riendo.
-De verdad que no los entiendo ¿Es que no pueden ser normales? ¡Coño!
-¿No lo ves? Se están cachondeando de ti, tú te cachondeas de ellos cuando quieres, y ellos te la devuelven- Le decía con paciencia Fran.
-¡Me cago en mi vida! Fran, solo me falta tener que aguantarlos, se podrían ir un poquito a la mierda los dos.
Mónica y Álex se partían de risa en su apartamento.
-Bueno, pues parece que va a empezar lo que sea.- Le decía Mónica a Álex poniéndose seria.
-Eso parece, seguro que será un buen plan.
-Por lo que nos ha explicado, será mejor que dejarnos matar.
-Eso seguro.
-¿Llevaremos armas?- Preguntaba Mónica.
-Creo que será mejor llevarlas, nunca se sabe.
-Las meteré en las bolsas.
Mónica abrió la caja fuerte, agarró las pistolas y unos cargadores de balas, los llevó a la habitación, abrió las bolsas y metió cada pistola en su bolsa. Álex la había seguido, la abrazó por detrás, ella se giró y le besó.
-¿Estás nervioso?
-Sí, no te lo voy a negar.
-Ven, ven conmigo.
Le decía Mónica agarrándole de la mano, lo llevó al lado de la cama, lo volvió a besar, él se dio cuenta lo que quería Mónica, le quitó la parte de arriba del chándal, mientras la besaba le sobaba suavemente las tetas, Mónica nunca llevaba sujetador en casa. Ella dejaba jugar a Álex con sus tetas, mientras le agarraba la polla por encima del pantalón. Se desnudaron y se dejaron caer en la cama, Álex le abrió las piernas y se capuzó en medio, le pasaba la lengua por las ingles, ella jadeaba pensando en lo que le iba a hacer su novio, no tardó en notarlo, Álex le pasaba muy despacio la lengua por el medio del coño, Mónica cerraba los ojos del gusto, a la vez le acariciaba la cabeza, enredaba sus dedos en la melena de Álex, como le gusta ese momento, justo cuando empezaba a sentir el placer tocándole la melenita que tanto le gustaba. Él sabía qué hacer, como calentarla y como lamerle el chichi para que empezara a gemir, a disfrutar de su comida de coño, Álex, cuando empezaba no sabía parar, ella notaba como se le mojaba el coño, por dentro y por fuera.
Mónica se incorporó, estiró a Álex y le agarró la polla, le miró a los ojos con una sonrisilla, de aquellas que dicen, prepárate que te vas a enterar, mientras no dejaba de pajearlo suavemente. Álex cerró los ojos antes de que se la metiera en la boca, las mamadas de Mónica eran impresionantes, de lo mejor que le habían hecho, solo había sentido lo mismo hacía mucho tiempo, sí, con Elvira, pero eso ya estaba olvidado, ahora estaba con Mónica y disfrutaba muchísimo. Mientras él pensaba, Mónica, con su mamada, le había puesto la polla a punto de reventar. Se subió encima de él, su postura favorita, le agarró la polla, puso el culo encima, se la apuntó en la entrada de la vagina, se dejó caer de golpe y se empaló hasta el fondo, los dos gimieron mirándose, Mónica le estaba diciendo a Álex sin hablar que se lo iba a follar sin contemplaciones, él lo entendió y se acomodó esperando los movimientos de su novia, Mónica empezó poco a poco, pero profundamente, y con golpes secos de caderas y cintura para penetrarse, fue aumentando el ritmo, no tardó mucho en moverse encima de Álex como una poseída, gemía y gritaba de gusto, movía las caderas y cintura a toda velocidad, dejando que el orgasmo le fuera subiendo, sin intentar pararlo, dejándolo totalmente libre, que le viniera lo más fuerte posible. Álex notaba como se le mojaba el coño a Mónica, eso solo podía significar una cosa, no tardó en confirmar que tenía razón, Mónica pego un grito muy fuerte, le empezó a temblar el cuerpo y se corrió a lo bestia. Álex la giró, se puso encima, Mónica se recuperaba del orgasmo cuando notó como su pareja le metía otra vez la polla en el coño, el cuerpo le dio otro calambrazo de gusto, él, con un ritmo suave y profundo la mantenía sintiendo, gozando, temblando de gusto, gimiendo y gritando sin parar. Fue aumentando la dureza de la follada, a Mónica se le ponían los ojos en blanco, se agarraba al culo de Álex, le arañaba la espalda, él, con las manos apoyadas en la cama y los brazos estirados le miraba la carita a su amor, como se le desencajaba del placer, como le temblaba el cuerpo, le dio más duro, a todo lo que le daba la cintura, le golpeaba el coño sin piedad. Ella abrió mucho los ojos mirándolo fijamente, él sabía que se volvería a correr, y así fue, se volvió a mojar el coño una barbaridad, le subieron los colores a las mejillas y el cuerpo se le descontroló, como también descontrolaba los gritos en plena corrida. Álex no aguantó más, también gritó, siguió con su ritmo de follada hasta pegar el primer lechazo dentro del coño de Mónica, después aflojó un poco y le siguió llenando el coño de leche. Mónica sentía como la rellenaba, como la leche de Álex le entraba en su parte más íntima, se abrazaba a él, bajando los gritos y los gemidos, besándolo, notando el enorme amor que sentía por él.
La mañana siguiente, se levantaron temprano, lo prepararon todo y lo dejaron al lado de la puerta de salida del apartamento. Hicieron café y se sentaron a desayunar, entre los dos lo recogieron todo y fregaron los cacharros, lo querían dejar todo bien, no sabían cuanto tiempo estarían fuera. No tuvieron que esperar mucho, a Álex lo llamó su padre.
-Hola papá.- Contestó Álex.
-Hola hijo, exactamente en cinco minutos estaremos en la puerta de tu casa, esperarnos abajo, cargamos las bolsas y nos vamos.
-Papá, papá.- Levantaba la voz Álex hablándole al móvil.-Ha colgado.- Le decía a Mónica.
-¿Qué te ha dicho?- Preguntaba Mónica.
-Él es el contacto, no me lo imaginaba, mi padre es el contacto, no lo entiendo.
-Ya te lo dijo Elvira, nos tenemos que proteger todos, tus padres y los suyos también ¿Qué tenemos que hacer?
-Bajar a la calle, están a punto de llegar para recogernos.
-Pues vamos, no perdamos tiempo.
Le decía Mónica, salieron del apartamento, cerraron con dos vueltas de la llave la puerta y salieron a la calle. En ese momento vieron como tres coches giraban por la esquina dirigiéndose donde estaban ellos. En el primero iban los padres de Elvira, en el segundo, los padres de Álex, y en el tercero, la subinspectora García, su marido y los niños.
-¿Vosotros también venís?- Le preguntaba Mónica a García.
-Ya ves, todos de vacaciones.- Le contestaba García mirando de reojo a los niños, para que disimularan, no les iban a decir a los niños que se largaban corriendo de su casa porque unos tíos cabrones querían matar a sus padres.
-Sacarle la tarjeta al móvil y guardarlos.- Les dijo el padre de Álex, lo entendieron, tenían que ser precavidos.
Dejaron las bolsas en el maletero del coche del padre de Álex y subieron a las plazas traseras, la comitiva de coches se puso en marcha.
-¿Cómo estáis?- Les preguntó la madre.
-Yo un poco nerviosa, la verdad.- Contestaba Mónica.
-¿Dónde vamos?- Preguntaba Álex.
-No me extraña que estés nerviosa, yo también lo estoy.- Respondía a Mónica la madre.
-A un lugar seguro.- Le respondía el padre a Álex.
-No sé como saldrá todo esto.- Decía Mónica.
-No sé en qué lugar podemos estar seguros.- Comentaba Álex.
-Lo ha pensado Elvira, yo confío en ella.- Decía la madre hablando con Mónica.
-Ya lo conoces, es un lugar que tenemos con los padres de Elvira, para las emergencias.- Le decía a Álex su padre.
-¿Ya lo conozco? ¿Para las emergencias, en esta ciudad?- Se extrañaba Álex.
Los padres se miraban de reojo, no le podían decir nada de la Logia, tenían que buscar otra escusa.
-Como por ejemplo ahora.- Contestaba el padre.
-Ya, pero al decir emergencias se entiende que las teníais antes.
-Eres un preguntón ¡Eh!- Le decía su madre, pensando que se estaba complicando la cosa.
-Nosotros no, las tenía Elvira.- Contestaba de nuevo su padre.
-¿Elvira?- Se extrañaban Mónica y Álex, diciendo su nombre a la vez.
-Ella necesita ese sitio para sus cosas.- Añadía la madre.
-¡Vale! Ahora lo entiendo, ahí es donde llevó a Dolores.- Decía en voz alta Mónica.
-¿Quién es Dolores?- Preguntó la madre.
-Una chica que estaba en peligro.- Contestó Álex.
-Pues si se hizo cargo de ella Elvira, y la quería proteger seguro que la llevó allí, tu novia es muy lista Álex.- Decía el padre con una sonrisa.
Habían podido capear el temporal de la cabaña, dando unas pocas explicaciones dejando a un lado la Logia. La comitiva de coches seguía al de los padres de Elvira, tal como le había enseñado su hija, dieron varias vueltas antes de salir de la ciudad, todo para confirmar que no los seguía nadie, finalmente los coches enlazaban las curvas de una carretera de montaña, y se desviaban por el camino que les llevaría a la cabaña, una última parada para asegurarse de que no los seguían, y un buen rato por diferentes caminos para llegar a su destino. Cuando el padre de Elvira calculó que les faltarían unos diez minutos para llegar, llamó a su hija.
-Hola papá.
-Hola Elvira, todo ha ido muy bien, ya estamos a punto de llegar.
-Estáis a punto de llegar o habéis llegado.
-Faltan unos diez minutos, ya estamos en el último tramo, ya conoces el camino.
-Quedamos en que me avisarías cuando estuvierais allí…
-Bueno mujer, estamos a punto de llegar.
-No, avísame cuando lleguéis por favor, quiero confirmar que todo está bien y no ha pasado nada en la cabaña.
Elvira colgaba la llamada, el padre hacía una mueca.
-¿Está bien la niña?- Le preguntaba la madre.
-Tu hija me va hacer subir a lo alto de la montaña para llamarla otra vez, quiere que lleguemos y nos aseguremos que todo está bien, allí no hay cobertura ¡Hostia! Me hará caminar un cuarto de hora por lo menos para decirle que todo está bien, es que…
-No te quejes tanto ¡Coño! Si la niña te dice que lo hagas así, así lo haces, te vendrá bien caminar un poco, que no haces nada de ejercicio ¡Hombre!
-Desde luego, es que eres igual que ella.- Se quejaba el padre.
-¡Perdona! Ella es igual que yo, yo estaba primero y la parí.
-Ya, ya, y bien a gusto que te quedaste.- Se cachondeaba el padre, recibiendo un golpe en el hombro de su mujer, que se partía de risa.
Llegaron a la cabaña, salieron de los coches, los niños de la subinspectora García empezaron a correr jugando, estaban hartos de tanto coche. Los adultos miraban el entorno, en medio de un frondoso bosque, un pequeño claro, donde había una cabaña, no muy grande, y tres tiendas de campaña.
-Qué lugar más bonito.- Decía el marido de García.
-Sí que es bonito, sí.- Confirmaba su mujer.
Mónica y Álex también miraban, sin decir nada, Álex se acordó, hacía muchos años que no iba por allí, se acordaba cuando era joven, cuando eran jóvenes él y Elvira, con sus padres habían pasado algunas vacaciones en aquel lugar.
-¿Y esas tiendas?- Preguntó Álex.
-Vino Elvira con su novio a montarlas.- Respondía la madre.
-Y a traer comida para aguantar el máximo de tiempo posible.- Añadía el padre.
Que se había colocado en medio del grupo para dar instrucciones.
-Bien chicos, escucharme, la cabaña es pequeña, ya podéis verla, así que los padres de Álex y nosotros dormiremos en las dos habitaciones que hay dentro, que por algo somos los más mayores. La primera tienda es para Álex y Mónica, la del medio para Elvira, si es que viene por aquí, y la última, que ya veis que es un poco más grande, para la familia de la subinspectora García, tiene camastros para todos. La vida de día la haremos en la cabaña, en el salón hay sitio para todos, ya nos espabilaremos para comer ¡Ah! Y una cosa, si queréis ir al baño, mejor ir en medio del bosque, si cagamos todos dentro, la fosa se llenará muy rápido y no es demasiado grande.
-¡Hombre! Que cara, vosotros sí que cagaréis dentro ¿No?- Se quejaba Álex.
-Claro, nosotros somos mayores, ya no estamos para cagar en cualquier sitio.- Le contestaba su padre.
-Venid, que os enseñaremos la cabaña y después nos acomodaremos.- Intentaba animar al grupo la madre de Elvira.- Y tú ya puedes llamar a tu hija.- Le decía al padre.
Fueron entrando en la cabaña.
-¿Va a llamar a Elvira?- Preguntaba Álex a la madre.
-Sí, nos ha dicho que la llamáramos cuando comprobáramos que todo estaba bien, así se quedaba tranquila, aquí no hay cobertura, tiene que subir a la cima de la montaña.- La cima, pensó Álex, le seguían viniendo recuerdos.
-¿Tú hija, tranquila? Elvira no sabe lo que es estar tranquila, que mujer ¡Por Dios!- Le decía Mónica, García a su lado movía la cabeza dándole la razón a Mónica.
-Entonces él, sí tiene un teléfono para llamar.- Comentaba Álex.
-Sí, un teléfono con una tarjeta que le dio Elvira, no lo pueden rastrear.
-Contestaba la madre.
El padre de Elvira subía, refunfuñando, por un estrecho caminito subiendo a la cima, cuando llegó habló con su hija, le dijo que todo estaba en orden y se despidieron.
Elvira y Fran se miraron a los ojos.
-¿Estás preparada?- Preguntó Fran.
-Que empiece la fiesta.- Contestó Elvira.
...