La mujer del candaulista

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13 Nov 2023
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Era una semana como cualquier otra en el trabajo en unos conocidos grandes almacenes. Mismos horarios, mismas conversaciones, mismas rutinas, mismas caras... Esto último al menos tenía su lado positivo. Había varios rostros que me gustaba mirar y admirar. Que me aportan un poquito de chispa y alegría durante la rutina laboral, compañeras guapas y simpáticas con sonrisas que te atrapan y te reconfortan. Si bien es cierto que tras varios años trabajando juntos, acabas viendo a muchas de esas compañeras mas como las personas que son, dejando de lado su faceta sensual y sexual, con otras acabas siempre teniendo algún pensamiento que se acaba transformando en morbo y fantasía. En esa categoría estaba Ana. Una mujer rubia y elegante, simpática, dulce y sumamente atractiva pese a estar cerca de los 50. Una mujer a la que todos respetamos, por ser sobre todo, una persona cordial, correcta en el trato, empática y sobre todo muy buena compañera. Eso no evitaba que, cuando había conversaciones con un tono un poquito subido, hubiera siempre alguna mención hacia ella, sus curvas y la sensualidad que rezumaba a cada momento.

He de decir que desde que me había separado dos años atrás, Ana había ocupado muchas veces mis pensamientos libidinosos en la soledad de mi alcoba.

Esa era la situación cuando un día en el gimnasio, al que llevaba yendo un año para tratar de volver a estar en el mercado tras mi separación, hablando con un compañero de entrenamiento sobre mujeres del gimnasio y nuestros entornos, salió en la conversación una rubia madura de mi empresa. Me dijo que la tía era muy atractiva y que había una web en la que de vez en cuando publicaban de manera temporal fotos íntimas de muchas mujeres, entre las que se contaba ella. Yo no daba mucho crédito a la historia pero reconozco que me picó la curiosidad por saber de quién se trataba y si realmente era alguien que trabajaba en mi empresa o no.

El caso es que tras varias noches visitando esas páginas, finalmente me llevé la sorpresa de reconocer una cara entre todas aquellas mujeres expuestas por sus parejas. No podía dar crédito a lo que allí veía. Mi amable compañera, la mujer responsable y formal madre de dos hijos con la que llevaba compartiendo trabajo años, me devolvía la mirada desde unas fotos en las que no llevaba absolutamente nada cubriendo su piel. El corazón Me latía desbocado mientras trataba de capturar esas imágenes y tratar de averiguar algo de quién las estaba publicando. Tardé varios días en ganarme la confianza de la persona que las publicaba y empezamos a chatear habitualmente. Yo no le dije que la había reconocido ni tan siquiera de qué ciudad era, pues tenía miedo de que se asustase o espantase, y me privase de poder seguir aumentando mi colección de fotos de Ana. Finalmente averigüé que por lo que decía él era su esposo y ciertas cuestiones que comentaba venían a ratificar ese hecho. Entrando en confidencias, me dijo que le producía mucho morbo que otros vieran a su mujer y la comentarán. Que ella no era conocedora de su afición.

Ni que decir tiene que no podía cruzarme con Ana en el trabajo sin sentir como una erección brutal se producía cada vez que la tenía cerca, y recordaba esas fotos íntimas de ella, hasta el punto de temer que me notase algo en mi mirada.


(Continuará).
 
Era una semana como cualquier otra en el trabajo en unos conocidos grandes almacenes. Mismos horarios, mismas conversaciones, mismas rutinas, mismas caras... Esto último al menos tenía su lado positivo. Había varios rostros que me gustaba mirar y admirar. Que me aportan un poquito de chispa y alegría durante la rutina laboral, compañeras guapas y simpáticas con sonrisas que te atrapan y te reconfortan. Si bien es cierto que tras varios años trabajando juntos, acabas viendo a muchas de esas compañeras mas como las personas que son, dejando de lado su faceta sensual y sexual, con otras acabas siempre teniendo algún pensamiento que se acaba transformando en morbo y fantasía. En esa categoría estaba Ana. Una mujer rubia y elegante, simpática, dulce y sumamente atractiva pese a estar cerca de los 50. Una mujer a la que todos respetamos, por ser sobre todo, una persona cordial, correcta en el trato, empática y sobre todo muy buena compañera. Eso no evitaba que, cuando había conversaciones con un tono un poquito subido, hubiera siempre alguna mención hacia ella, sus curvas y la sensualidad que rezumaba a cada momento.

He de decir que desde que me había separado dos años atrás, Ana había ocupado muchas veces mis pensamientos libidinosos en la soledad de mi alcoba.

Esa era la situación cuando un día en el gimnasio, al que llevaba yendo un año para tratar de volver a estar en el mercado tras mi separación, hablando con un compañero de entrenamiento sobre mujeres del gimnasio y nuestros entornos, salió en la conversación una rubia madura de mi empresa. Me dijo que la tía era muy atractiva y que había una web en la que de vez en cuando publicaban de manera temporal fotos íntimas de muchas mujeres, entre las que se contaba ella. Yo no daba mucho crédito a la historia pero reconozco que me picó la curiosidad por saber de quién se trataba y si realmente era alguien que trabajaba en mi empresa o no.

El caso es que tras varias noches visitando esas páginas, finalmente me llevé la sorpresa de reconocer una cara entre todas aquellas mujeres expuestas por sus parejas. No podía dar crédito a lo que allí veía. Mi amable compañera, la mujer responsable y formal madre de dos hijos con la que llevaba compartiendo trabajo años, me devolvía la mirada desde unas fotos en las que no llevaba absolutamente nada cubriendo su piel. El corazón Me latía desbocado mientras trataba de capturar esas imágenes y tratar de averiguar algo de quién las estaba publicando. Tardé varios días en ganarme la confianza de la persona que las publicaba y empezamos a chatear habitualmente. Yo no le dije que la había reconocido ni tan siquiera de qué ciudad era, pues tenía miedo de que se asustase o espantase, y me privase de poder seguir aumentando mi colección de fotos de Ana. Finalmente averigüé que por lo que decía él era su esposo y ciertas cuestiones que comentaba venían a ratificar ese hecho. Entrando en confidencias, me dijo que le producía mucho morbo que otros vieran a su mujer y la comentarán. Que ella no era conocedora de su afición.

Ni que decir tiene que no podía cruzarme con Ana en el trabajo sin sentir como una erección brutal se producía cada vez que la tenía cerca, y recordaba esas fotos íntimas de ella, hasta el punto de temer que me notase algo en mi mirada.


(Continuará).
Se pone interesante, continúa por favor...
 
Fueron pasando las semanas y a medida que aumentaba mi colección de fotos de Ana aumentaba mi morbo y mis ganas de pasar a otros niveles. Pero una vez pasado el calentón del momento me daba cuenta de lo inapropiado y absurdo que resultaría todo. El caso es que mi cabeza no paraba y acabé comprándome un teléfono de prepago para tratar de contactar y tantear a haciéndome pasar por un admirador desconocido.

Tras escribirle un WhatsApp haciéndome el despistado he de decir que no me dio mucho pie a nada. había llegado otro callejón sin salida en apenas cuatro mensajes. Desde luego no era una mujer que estuviese buscando a flirteos, si no algo de pie habría dado, tan solo por la curiosidad de saber quién era el que le escribía, pero no.

Reconozco que me frustraba bastante él no poder sacar todos esos pensamientos fantasías y sentimientos que tenía con ella. Me costaba horrores tenerla cerca y tratar de aparentar normalidad. Sus piernas su boca su escote se me antojaba Irresistible. aprovechaba cualquier situación y momento para inhalar el dulce aroma de su perfume.

Al final como no podía ser de otra manera ella acabó notando algo extraño a mi conducta. Y un día en el almacén me lo comentó. Me dijo que me notaba más distante, menos hablador que de costumbre pero solo con ella. Quería saber si había hecho algo que me había molestado porque me apreciaba y no quería tener una mala relación en el trabajo conmigo después de tantos años juntos. Yo no sabía qué decirle para tratar de convencerla de que en absoluto había ningún problema.

Esa noche coincidí con el marido en uno de los chats y le pregunté como en tantas otras ocasiones sobre cuestiones relacionadas con su mujer, mi compañera Ana. Le pregunté si ella había tenido alguna vez algo con alguien en su entorno laboral, y me contó algo que él creía que había sucedido en el pasado aunque no tenía la certeza 100%. Él creía que Ana había tenido un rollo de una noche con un repositor que había estado trabajando por unos meses en los grandes almacenes.

Utilicé esa sospecha y esa información para intentar tantear la nuevamente como su admirador secreto desde el WhatsApp. Esta vez fui más directo para tratar de provocar su reacción. Le dije que era el momento de poner las cartas boca arriba y que sabía lo que había hecho así a un año y medio tras una cena de empresa. Le dije que el reponedor no era un tipo discreto y que tras su marcha no le había costado mucho soltar la lengua para presumir de lo que habían hecho juntos. Estaba escribiendo el tercer mensaje en esa línea cuando ella me contestó...

Por sus palabras entendía que había puesto el dedo en la llaga y que la cuestión le preocupaba. Se ve que la sospechas del marido no eran infundadas al fin y al cabo. Ella negó saber de qué diablos le hablaba y arriesgué diciéndole que el tipo había llegado a enseñarnos conversaciones y otras cositas que había mantenido con ella. Que ella había hecho muy mal en tener un desliz con un tipo como ese.

Estaba claro que la conversación estaba dando sus frutos coma había conseguido que reaccionara y estaba más comunicativa de lo que había estado en las veces anteriores, pero ya no tenía mucho más que decir sin arriesgarme a meter la pata y que todo el castillo de naipes que estaba levantando en el aire se derrumbase, así que le dije que yo no quería problemas, y que no iba a hacer ni decir nada a nadie, porque sabía que era una mujer casada. Aunque eso no la tranquilizó mucho, si me dio pie en los siguientes días a hablar con ella tratando de arrastrarla hacia conversaciones más morbosas.

Empecé a escribirle en horarios de trabajo cuando ambos estábamos en la empresa y observaba sus reacciones cuando notaba que le entraban mis mensajes y se ausentaba para responderlos o simplemente leerlos.

De todos modos ella no acababa de darme pie a un flirteo o coqueteo. Así que en uno de los mensajes, me tiré a la piscina le pregunté si aún seguía haciéndose fotos como las que había compartido con el reponedor. No contestó pero la vi bastante agitada cuando volvió minutos después al departamento. Como buen compañero le pregunté si se sentía bien pues la veía un poco agitada y nerviosamente me dijo que sí que estaba todo bien. Una parte de mí se sentía mal por haberla hecho pasar por ese sofoco pero otra parte me decía que había un nuevo filón del que tirar para tratar de arrastrarla a un juego morboso.


(Continuará)...
 
Fueron pasando las semanas y a medida que aumentaba mi colección de fotos de Ana aumentaba mi morbo y mis ganas de pasar a otros niveles. Pero una vez pasado el calentón del momento me daba cuenta de lo inapropiado y absurdo que resultaría todo. El caso es que mi cabeza no paraba y acabé comprándome un teléfono de prepago para tratar de contactar y tantear a haciéndome pasar por un admirador desconocido.

Tras escribirle un WhatsApp haciéndome el despistado he de decir que no me dio mucho pie a nada. había llegado otro callejón sin salida en apenas cuatro mensajes. Desde luego no era una mujer que estuviese buscando a flirteos, si no algo de pie habría dado, tan solo por la curiosidad de saber quién era el que le escribía, pero no.

Reconozco que me frustraba bastante él no poder sacar todos esos pensamientos fantasías y sentimientos que tenía con ella. Me costaba horrores tenerla cerca y tratar de aparentar normalidad. Sus piernas su boca su escote se me antojaba Irresistible. aprovechaba cualquier situación y momento para inhalar el dulce aroma de su perfume.

Al final como no podía ser de otra manera ella acabó notando algo extraño a mi conducta. Y un día en el almacén me lo comentó. Me dijo que me notaba más distante, menos hablador que de costumbre pero solo con ella. Quería saber si había hecho algo que me había molestado porque me apreciaba y no quería tener una mala relación en el trabajo conmigo después de tantos años juntos. Yo no sabía qué decirle para tratar de convencerla de que en absoluto había ningún problema.

Esa noche coincidí con el marido en uno de los chats y le pregunté como en tantas otras ocasiones sobre cuestiones relacionadas con su mujer, mi compañera Ana. Le pregunté si ella había tenido alguna vez algo con alguien en su entorno laboral, y me contó algo que él creía que había sucedido en el pasado aunque no tenía la certeza 100%. Él creía que Ana había tenido un rollo de una noche con un repositor que había estado trabajando por unos meses en los grandes almacenes.

Utilicé esa sospecha y esa información para intentar tantear la nuevamente como su admirador secreto desde el WhatsApp. Esta vez fui más directo para tratar de provocar su reacción. Le dije que era el momento de poner las cartas boca arriba y que sabía lo que había hecho así a un año y medio tras una cena de empresa. Le dije que el reponedor no era un tipo discreto y que tras su marcha no le había costado mucho soltar la lengua para presumir de lo que habían hecho juntos. Estaba escribiendo el tercer mensaje en esa línea cuando ella me contestó...

Por sus palabras entendía que había puesto el dedo en la llaga y que la cuestión le preocupaba. Se ve que la sospechas del marido no eran infundadas al fin y al cabo. Ella negó saber de qué diablos le hablaba y arriesgué diciéndole que el tipo había llegado a enseñarnos conversaciones y otras cositas que había mantenido con ella. Que ella había hecho muy mal en tener un desliz con un tipo como ese.

Estaba claro que la conversación estaba dando sus frutos coma había conseguido que reaccionara y estaba más comunicativa de lo que había estado en las veces anteriores, pero ya no tenía mucho más que decir sin arriesgarme a meter la pata y que todo el castillo de naipes que estaba levantando en el aire se derrumbase, así que le dije que yo no quería problemas, y que no iba a hacer ni decir nada a nadie, porque sabía que era una mujer casada. Aunque eso no la tranquilizó mucho, si me dio pie en los siguientes días a hablar con ella tratando de arrastrarla hacia conversaciones más morbosas.

Empecé a escribirle en horarios de trabajo cuando ambos estábamos en la empresa y observaba sus reacciones cuando notaba que le entraban mis mensajes y se ausentaba para responderlos o simplemente leerlos.

De todos modos ella no acababa de darme pie a un flirteo o coqueteo. Así que en uno de los mensajes, me tiré a la piscina le pregunté si aún seguía haciéndose fotos como las que había compartido con el reponedor. No contestó pero la vi bastante agitada cuando volvió minutos después al departamento. Como buen compañero le pregunté si se sentía bien pues la veía un poco agitada y nerviosamente me dijo que sí que estaba todo bien. Una parte de mí se sentía mal por haberla hecho pasar por ese sofoco pero otra parte me decía que había un nuevo filón del que tirar para tratar de arrastrarla a un juego morboso.


(Continuará)...
Cada capitulo de esta historia me deja con mejor sabor de boca y..... con las ganas de saber más 😉
 
Tardé un par de días en pensar cuál sería mi siguiente movimiento. En ese lapso de tiempo le confirmé al marido su sospechas en base a las conversaciones que había mantenido con ella, y de las cuales lo mantuve al corriente enviándole capturas de la misma. La situación le parecía sumamente morbosa y me animaba a seguir, así que aproveché y le pedí que hiciese un poco de investigación por su lado. Que tratase de averiguar algo o de ver en su galería de fotos sí había algo en su galería de fotos de esas fechas que coincidiese con lo que estábamos hablando. no había nada determinante pero sí recordaba que en esas fechas habían estado jugando en un par de ocasiones hacerse fotos y que tal vez ella utilizase algunas de esas fotos porque no creía que se dedicase a sacarse fotos a sí misma, pues era una mujer bastante autocrítica y nunca se veía bien en prácticamente ninguna. Mencionó que aunque él les acaba esas fotos con la intención de poder satisfacer su morbo candaulista, ella encontró unas cuantas más que aceptables. En sus palabras, le parecían elegantes y sensuales. Así que a falta de otra pista más concluyente le pedí que me indica sé cuáles de esas fotos eran las que ella valoraba como sensuales y elegantes para mi siguiente movimiento.

Esperé al día siguiente en el trabajo para interpelarla en un mensaje diciendo si le había comido la lengua a la gato. Le dije que quería saber si aún se hacía fotos como aquella (le describí una de las que su marido me indicó que ella valoro positivamente), y ella me preguntó de dónde sacaba yo esas ideas. Arriesgué diciéndole que su indiscreto amante había hecho más que hablar. Le dije que yo las tenía. No pude contenerme y fui al almacén donde minutos antes la había visto entrar a ella tras recibir uno de mis últimos mensajes. La encontré visiblemente nerviosa. Le ofrecí ayuda y ella se recompuso y me dijo que ya había encontrado lo que buscaba, así que salí. Decidí que tendría que darle un giro a todo, no quería que ella lo pasase mal, y era evidente que mi jueguecito morboso le estaba afectando, así que tocaba dejar de ser tan impulsivo y tratar de meditar bien lo que le decía en adelante.

En mis siguientes mensajes días más tarde, le dije que sería una tumba y que su secreto está a salvo conmigo. Aproveché para indagar en por qué había ocurrido aquella aventura, le dije que me parecía una mujer que estaba muy por encima de tipos como aquel. Le pregunté por su matrimonio, por su relación marital. Realmente, quería entender cuales habían sido los encadenantes de que se hubiese dejado llevar a aquella aventura. Mis preguntas no solo eran las mías, sino también las que su marido, el candaulista, me trasladaba en nuestras charlas.

Felipe (el candaulista), me dijo que encontraba a su mujer especialmente ensimismada en sus pensamientos esos días. Me comentó también que en un par de ocasiones ella le había preguntado por qué pensaría él si no la conociste de nada y hubiese visto sus fotos. Felipe se hacía un poco el tonto, como que no sabía a que venían esas preguntas, pero aprovechaba también para tratar de subir la autoestima y confianza a su mujer, elogiando y ensalzando su belleza y lo excitante que le parecería ver dichas fotos si ella fuera una desconocida. Le dijo literalmente que cualquier hombre se mataría a pajas con sus fotos.

(Continuará...)
 
Tardé un par de días en pensar cuál sería mi siguiente movimiento. En ese lapso de tiempo le confirmé al marido su sospechas en base a las conversaciones que había mantenido con ella, y de las cuales lo mantuve al corriente enviándole capturas de la misma. La situación le parecía sumamente morbosa y me animaba a seguir, así que aproveché y le pedí que hiciese un poco de investigación por su lado. Que tratase de averiguar algo o de ver en su galería de fotos sí había algo en su galería de fotos de esas fechas que coincidiese con lo que estábamos hablando. no había nada determinante pero sí recordaba que en esas fechas habían estado jugando en un par de ocasiones hacerse fotos y que tal vez ella utilizase algunas de esas fotos porque no creía que se dedicase a sacarse fotos a sí misma, pues era una mujer bastante autocrítica y nunca se veía bien en prácticamente ninguna. Mencionó que aunque él les acaba esas fotos con la intención de poder satisfacer su morbo candaulista, ella encontró unas cuantas más que aceptables. En sus palabras, le parecían elegantes y sensuales. Así que a falta de otra pista más concluyente le pedí que me indica sé cuáles de esas fotos eran las que ella valoraba como sensuales y elegantes para mi siguiente movimiento.

Esperé al día siguiente en el trabajo para interpelarla en un mensaje diciendo si le había comido la lengua a la gato. Le dije que quería saber si aún se hacía fotos como aquella (le describí una de las que su marido me indicó que ella valoro positivamente), y ella me preguntó de dónde sacaba yo esas ideas. Arriesgué diciéndole que su indiscreto amante había hecho más que hablar. Le dije que yo las tenía. No pude contenerme y fui al almacén donde minutos antes la había visto entrar a ella tras recibir uno de mis últimos mensajes. La encontré visiblemente nerviosa. Le ofrecí ayuda y ella se recompuso y me dijo que ya había encontrado lo que buscaba, así que salí. Decidí que tendría que darle un giro a todo, no quería que ella lo pasase mal, y era evidente que mi jueguecito morboso le estaba afectando, así que tocaba dejar de ser tan impulsivo y tratar de meditar bien lo que le decía en adelante.

En mis siguientes mensajes días más tarde, le dije que sería una tumba y que su secreto está a salvo conmigo. Aproveché para indagar en por qué había ocurrido aquella aventura, le dije que me parecía una mujer que estaba muy por encima de tipos como aquel. Le pregunté por su matrimonio, por su relación marital. Realmente, quería entender cuales habían sido los encadenantes de que se hubiese dejado llevar a aquella aventura. Mis preguntas no solo eran las mías, sino también las que su marido, el candaulista, me trasladaba en nuestras charlas.

Felipe (el candaulista), me dijo que encontraba a su mujer especialmente ensimismada en sus pensamientos esos días. Me comentó también que en un par de ocasiones ella le había preguntado por qué pensaría él si no la conociste de nada y hubiese visto sus fotos. Felipe se hacía un poco el tonto, como que no sabía a que venían esas preguntas, pero aprovechaba también para tratar de subir la autoestima y confianza a su mujer, elogiando y ensalzando su belleza y lo excitante que le parecería ver dichas fotos si ella fuera una desconocida. Le dijo literalmente que cualquier hombre se mataría a pajas con sus fotos.

(Continuará...)
Al final vas a tener que compartirlas con nosotros también,jeje.
Excelente relato que se pone cada vez mas interesante.
Deseando leer más. Estoy enganchado
 
Era una semana como cualquier otra en el trabajo en unos conocidos grandes almacenes. Mismos horarios, mismas conversaciones, mismas rutinas, mismas caras... Esto último al menos tenía su lado positivo. Había varios rostros que me gustaba mirar y admirar. Que me aportan un poquito de chispa y alegría durante la rutina laboral, compañeras guapas y simpáticas con sonrisas que te atrapan y te reconfortan. Si bien es cierto que tras varios años trabajando juntos, acabas viendo a muchas de esas compañeras mas como las personas que son, dejando de lado su faceta sensual y sexual, con otras acabas siempre teniendo algún pensamiento que se acaba transformando en morbo y fantasía. En esa categoría estaba Ana. Una mujer rubia y elegante, simpática, dulce y sumamente atractiva pese a estar cerca de los 50. Una mujer a la que todos respetamos, por ser sobre todo, una persona cordial, correcta en el trato, empática y sobre todo muy buena compañera. Eso no evitaba que, cuando había conversaciones con un tono un poquito subido, hubiera siempre alguna mención hacia ella, sus curvas y la sensualidad que rezumaba a cada momento.

He de decir que desde que me había separado dos años atrás, Ana había ocupado muchas veces mis pensamientos libidinosos en la soledad de mi alcoba.

Esa era la situación cuando un día en el gimnasio, al que llevaba yendo un año para tratar de volver a estar en el mercado tras mi separación, hablando con un compañero de entrenamiento sobre mujeres del gimnasio y nuestros entornos, salió en la conversación una rubia madura de mi empresa. Me dijo que la tía era muy atractiva y que había una web en la que de vez en cuando publicaban de manera temporal fotos íntimas de muchas mujeres, entre las que se contaba ella. Yo no daba mucho crédito a la historia pero reconozco que me picó la curiosidad por saber de quién se trataba y si realmente era alguien que trabajaba en mi empresa o no.

El caso es que tras varias noches visitando esas páginas, finalmente me llevé la sorpresa de reconocer una cara entre todas aquellas mujeres expuestas por sus parejas. No podía dar crédito a lo que allí veía. Mi amable compañera, la mujer responsable y formal madre de dos hijos con la que llevaba compartiendo trabajo años, me devolvía la mirada desde unas fotos en las que no llevaba absolutamente nada cubriendo su piel. El corazón Me latía desbocado mientras trataba de capturar esas imágenes y tratar de averiguar algo de quién las estaba publicando. Tardé varios días en ganarme la confianza de la persona que las publicaba y empezamos a chatear habitualmente. Yo no le dije que la había reconocido ni tan siquiera de qué ciudad era, pues tenía miedo de que se asustase o espantase, y me privase de poder seguir aumentando mi colección de fotos de Ana. Finalmente averigüé que por lo que decía él era su esposo y ciertas cuestiones que comentaba venían a ratificar ese hecho. Entrando en confidencias, me dijo que le producía mucho morbo que otros vieran a su mujer y la comentarán. Que ella no era conocedora de su afición.

Ni que decir tiene que no podía cruzarme con Ana en el trabajo sin sentir como una erección brutal se producía cada vez que la tenía cerca, y recordaba esas fotos íntimas de ella, hasta el punto de temer que me notase algo en mi mirada.


(Continuará).
Q morbazo tiene q ser ver a una compañera o conocida x aqui uffffffffffff, muy morbosoooooo y mas trabajar con ella mmmmmmmmmm, lo q no me a gustado mucho es lo del tel de prepago y esos mensajes , no se lo veo feo, no se como explicarme ups, pero se podria llegar a sentir como acosada , no se si me explico 😅😢
 
Tardé un par de días en pensar cuál sería mi siguiente movimiento. En ese lapso de tiempo le confirmé al marido su sospechas en base a las conversaciones que había mantenido con ella, y de las cuales lo mantuve al corriente enviándole capturas de la misma. La situación le parecía sumamente morbosa y me animaba a seguir, así que aproveché y le pedí que hiciese un poco de investigación por su lado. Que tratase de averiguar algo o de ver en su galería de fotos sí había algo en su galería de fotos de esas fechas que coincidiese con lo que estábamos hablando. no había nada determinante pero sí recordaba que en esas fechas habían estado jugando en un par de ocasiones hacerse fotos y que tal vez ella utilizase algunas de esas fotos porque no creía que se dedicase a sacarse fotos a sí misma, pues era una mujer bastante autocrítica y nunca se veía bien en prácticamente ninguna. Mencionó que aunque él les acaba esas fotos con la intención de poder satisfacer su morbo candaulista, ella encontró unas cuantas más que aceptables. En sus palabras, le parecían elegantes y sensuales. Así que a falta de otra pista más concluyente le pedí que me indica sé cuáles de esas fotos eran las que ella valoraba como sensuales y elegantes para mi siguiente movimiento.

Esperé al día siguiente en el trabajo para interpelarla en un mensaje diciendo si le había comido la lengua a la gato. Le dije que quería saber si aún se hacía fotos como aquella (le describí una de las que su marido me indicó que ella valoro positivamente), y ella me preguntó de dónde sacaba yo esas ideas. Arriesgué diciéndole que su indiscreto amante había hecho más que hablar. Le dije que yo las tenía. No pude contenerme y fui al almacén donde minutos antes la había visto entrar a ella tras recibir uno de mis últimos mensajes. La encontré visiblemente nerviosa. Le ofrecí ayuda y ella se recompuso y me dijo que ya había encontrado lo que buscaba, así que salí. Decidí que tendría que darle un giro a todo, no quería que ella lo pasase mal, y era evidente que mi jueguecito morboso le estaba afectando, así que tocaba dejar de ser tan impulsivo y tratar de meditar bien lo que le decía en adelante.

En mis siguientes mensajes días más tarde, le dije que sería una tumba y que su secreto está a salvo conmigo. Aproveché para indagar en por qué había ocurrido aquella aventura, le dije que me parecía una mujer que estaba muy por encima de tipos como aquel. Le pregunté por su matrimonio, por su relación marital. Realmente, quería entender cuales habían sido los encadenantes de que se hubiese dejado llevar a aquella aventura. Mis preguntas no solo eran las mías, sino también las que su marido, el candaulista, me trasladaba en nuestras charlas.

Felipe (el candaulista), me dijo que encontraba a su mujer especialmente ensimismada en sus pensamientos esos días. Me comentó también que en un par de ocasiones ella le había preguntado por qué pensaría él si no la conociste de nada y hubiese visto sus fotos. Felipe se hacía un poco el tonto, como que no sabía a que venían esas preguntas, pero aprovechaba también para tratar de subir la autoestima y confianza a su mujer, elogiando y ensalzando su belleza y lo excitante que le parecería ver dichas fotos si ella fuera una desconocida. Le dijo literalmente que cualquier hombre se mataría a pajas con sus fotos.

(Continuará...)
Buen relato, a ver cómo continúa y su desenlace
 
A medida que iban avanzando los días, y pese a haber bajado la intensidad del mis mensajes, tanto en frecuencia como en contenidos, fui desgranando poco a poco diversas circunstancias que habían llevado a Ana a dejarse llevar en el pasado por una relación clandestina, tórrida y breve.

Procuré no hacer más mención a sus fotografías, en parte tratando de enmendar la preocupación y agobio que le había generado en mis anteriores mensajes al respecto, y también en espera de que ella mostrase su interés por ese tema o, en el peor de los casos, sus temores al respecto.

Tras 4 días sin mencionar nada relacionado con dichas fotografías que como ahora sabía, ella había enviado a su amante en el pasado, fue ella la que finalmente puso el tema sobre la mesa e indagó sobre cuántas fotografías tenía, por qué las conservaba y qué pensaba hacer con ellas.

Fue mi primera oportunidad en casi un mes para tratar de cambiar la percepción que ella podía estar teniendo de mí y de toda esta situación.

Fui honesto con ella en la mayor parte de las cosas. Le confesé que estaba separado, que no había ninguna mujer en mi vida en estos momentos y que el haberla descubierto a ella, aunque fuese a través del bocazas de su amante, había venido a complementar una parte de mi vida, bastante monótona y desatendida. Le confesé también siendo sincero, que me había fascinado su belleza y su sensualidad, y que no podía evitar pensar en ella a todas horas, especialmente en aquellas en las que mi mente estaba desocupada y divagaba mientras era abrazado por la soledad.

Las únicas cuestiones que obvie por no generarle excesiva preocupación ni arrojar luz sobre mi verdadera identidad, fue el hecho de que la conocía personalmente y mucho menos de dónde.

De algún modo, conseguí trasladarle la sensación de que ella tenía cierto poder y control sobre esta situación. No tardó en evidenciar en uno de sus mensajes, que albergaba cierta curiosidad acerca de por qué conservaba yo sus fotos y qué hacía realmente con ellas, cuestión en la que parecía querer profundizar tras mis previas evasivas.

Fingí timidez diciendo que me avergonzaba decirle los motivos, hasta que finalmente, con ciertos rodeos le dejé claro que era ella la musa que dictaba el ritmo al que mi mano y mi imaginación, liberaban la excitación que ella me iba generando a lo largo del día.

El candaulista por su parte, me mantenía informado sobre el estado de ánimo, actividades y los comentarios que compartía su mujer con él, al tiempo que seguía nutriéndome con algunas fotos que, a escondidas, le hacía a su mujer mientras esta, despistadamente, se duchaba o cambiaba de ropa.

Había pasado un mes desde mi cambio de registro en mis comunicaciones furtivas con Ana, y este parecía estar empezando a dar fruto, ya que Felipe me decía que cuando hacían el amor y le comentaba cosas morbosas, ella reaccionaba de una manera mucho más abierta y activa. Se mostraba más claramente excitada por ciertos comentarios que en otros tiempos, reprimía claramente. Él me estaba pidiendo que pasase la acción, que tratase de ir a saco con ella. Pero no me parecía correcto ni adecuado . Se había establecido, o al menos en mi cabeza así parecía, una cierta complicidad entre ella y yo que no quería forzar ni traicionar, ni mucho menos arriesgarme a perder.

Una de esas noches en las que intercambiábamos durante unos pocos minutos unos cuantos mensajes. Ella me lanzó una pregunta: "¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo real?" Le fui sincero al reconocerle que llevaba ya casi un año sin mojar. Esa respuesta y otras palaque la siguieron, así como ciertos comentarios respeto a cuestiones más cotidianas y normales, que comentábamos de vez en cuando, parecía que la estaba ayudando a tener una percepción diferente del desconocido que la había abordado y puesto su vida patas arriba unos meses antes con sus mensajes.
Finalmente un día ella me sorprendió diciendo que quería que en vez de escribirnos, habláramos por teléfono. Quería oír mi voz, supongo que para tratar de tener una percepción un poco más real de la persona que yo podía ser. Ni que decir tiene que me aterró la idea de que pudiese reconocer mi voz.

Finalmente me pudo más el morbo y las ganas y accedí. Por fortuna no vinculó la voz que le hablaba con mi persona.

A partir de ese día las conversaciones telefónicas ocupaban uno e incluso dos días a la semana..
En algunas de ellas le hacía comentarios picantes a los que ella parecía seguir levemente el ritmo. Por otro lado, en el trabajo había aprendido a normalizar esta doble vida que ella desconocía, e incluso había aprendido a desconectar de esa faceta que me obsesionaba. Era como si, allí dentro, ella volviese a ser mi compañera de toda la vida en lugar de la mujer a la que deseaba, admirando sus fotografías y excitándome con sus comentarios y conversaciones.

Por su lado, el candaulista seguía alimentando el ego de ella y le regalaba de vez en cuando algún que otro sugerente conjunto de lencería. Y he de alabar el buen gusto de él a la hora de escoger dichas prendas. Finalmente el trabajo en equipo acabó dando su fruto. Un fin de semana que ellos estaban solos en casa sin sus hijos, Ana le sugirió que podía ponerse alguno de esos conjuntos nuevos que aún no había estrenado y dejarle que le hiciese alguna foto como el pasado. Yo ardía en deseos de que ella moviese ficha o que mi amigo el candaulista me enviase alguna muestra de dichas sesiones fotográficas, pero ella no parecía hacer mención alguna a nada por el estilo y él prefirió que yo jugase mis cartas, para tratar de conseguir que fuese ella, la que me mandase alguna de esas fotografías.

(Continuará...)
 

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A medida que iban avanzando los días, y pese a haber bajado la intensidad del mis mensajes, tanto en frecuencia como en contenidos, fui desgranando poco a poco diversas circunstancias que habían llevado a Ana a dejarse llevar en el pasado por una relación clandestina, tórrida y breve.

Procuré no hacer más mención a sus fotografías, en parte tratando de enmendar la preocupación y agobio que le había generado en mis anteriores mensajes al respecto, y también en espera de que ella mostrase su interés por ese tema o, en el peor de los casos, sus temores al respecto.

Tras 4 días sin mencionar nada relacionado con dichas fotografías que ahora sabía. Ella había enviado a su amante en el pasado, fue ella la que finalmente puso el tema sobre la mesa e indagó sobre cuántas fotografías tenía, por qué las conservaba y qué pensaba hacer con ellas.

Fue mi primera oportunidad en casi un mes para tratar de cambiar la percepción que ella podía estar teniendo de mí y de toda esta situación.

Fui honesto con ella en la mayor parte de las cosas. Le confesé que estaba separado, que no había ninguna mujer en mi vida en estos momentos y que el haberla descubierto a ella, aunque fuese a través del bocazas de su amante, había venido a complementar una parte de mi vida, bastante monótona y desatendida. Le confesé también siendo sincero, que me había fascinado su belleza y su sensualidad, y que no podía evitar pensar en ella a todas horas, especialmente en aquellas en las que mi mente estaba desocupada y divagaba mientras era abrazado por la soledad.

Las únicas cuestiones que obvie por no generarle excesiva preocupación ni arrojar luz sobre mi verdadera identidad, fue el hecho de que la conocía personalmente y mucho menos de dónde.

De algún modo? Conseguí trasladarle la sensación de que ella tenía cierto poder y control sobre esta situación. No tardó en evidenciar en uno de sus mensajes, que albergaba cierta curiosidad acerca de por qué conservaba yo sus fotos y qué hacía realmente con ellas.

Fingí timidez diciendo que me avergonzaba decirle los motivos, hasta que finalmente, con ciertos rodeos le dejé claro que era ella la musa que dictaba el ritmo al que mi mano y mi imaginación lideraban la excitación que ella me iba generando a lo largo del día.

El candaulista por su parte, me mantenía informado sobre el estado de ánimo, actividades y los comentarios que compartía su mujer con él, al tiempo que seguía nutriéndome con algunas fotos que, a escondidas, le hacía a su mujer mientras esta, despistadamente, se duchaba o cambiaba de ropa.

Había pasado un mes desde mi cambio de registro en mis comunicaciones furtivas con Ana, y este parecía estar empezando a dar fruto, ya que Felipe me decía que cuando hacían el amor y le comentaba cosas morbosas, ellas reaccionaba de una manera mucho más abierta y activa. Se mostraba más claramente excitada por ciertos comentarios que en otros tiempos reprimía claramente. Él me estaba pidiendo que pasase la acción que tratase de ir a saco con ella, pero no me parecía correcto ni adecuado . Se había establecido, o al menos en mi cabeza así parecía, una cierta complicidad entre ella y yo que no quería forzar ni traicionar, ni mucho menos arriesgarme a perder.

Una de esas noches en las que intercambiábamos durante unos pocos minutos unos cuantos mensajes. Ella me lanzó una pregunta: "¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo real?" Le fui sincero al reconocerle que llevaba ya casi un año sin mojar. Esa respuesta y otras palabras, así como ciertos comentarios, respeto a cuestiones más cotidianas y normales, que comentábamos de vez en cuando parecía que la estaba ayudando a tener una percepción diferente del desconocido que le había abordado y puesto su vida patas arriba unos meses antes con sus mensajes. Finalmente un día ella me sorprendió diciendo que quería que en vez de escribirnos, habláramos por teléfono. Quería oír mi voz, supongo que para tratar de tener una percepción un poco más real de la persona que yo podía ser. Ni que decir tiene que me aterró la idea de que pudiese reconocer mi voz.

Finalmente me pudo más el morbo y las ganas y accedí. Por fortuna no vinculó la voz que le hablaba con mi persona.
A partir de ese día las conversaciones telefónicas ocupaban uno e incluso dos días a la semana..
En algunas de ellas le hacía comentarios picantes a los que ella parecía seguir levemente el ritmo. Por otro lado, en el trabajo había aprendido a normalizar esta doble vida que ella desconocía, e incluso había aprendido a desconectar de esa faceta que me obsesionaba. Era como si, allí dentro, ella volviese a ser mi compañera de toda la vida en lugar de la mujer a la que deseaba, admirando sus fotografías y excitándome con sus comentarios y conversaciones.

Por su lado, el candaulista seguía alimentando el ego de ella y le regalaba de vez en cuando algún que otro sugerente conjunto de lencería. Y he de alabar el buen gusto de él a la hora de escoger dichas prendas. Finalmente el trabajo en equipo acabó dando su fruto. Un fin de semana que ellos estaban solos en casa sin sus hijos, Ana le sugirió que podía ponerse alguno de esos conjuntos nuevos que aún no había estrenado y dejarle que le hiciese alguna foto como el pasado. Yo ardía en deseos de que ella moviese ficha o que mi amigo el candau lista. Me enviase alguna muestra de dichas sesiones fotográficas, pero ella no parecía hacer mención alguna a nada por el estilo y él prefirió que yo jugase mis cartas, para tratar de conseguir que fuese ella la que me mandase alguna de esas fotografías.

(Continuará...)
Interesantísimo y morboso. Eso si,los únicos que no vemos sus fotos somos nosotros 🤣😜
 
A medida que iban avanzando los días, y pese a haber bajado la intensidad del mis mensajes, tanto en frecuencia como en contenidos, fui desgranando poco a poco diversas circunstancias que habían llevado a Ana a dejarse llevar en el pasado por una relación clandestina, tórrida y breve.

Procuré no hacer más mención a sus fotografías, en parte tratando de enmendar la preocupación y agobio que le había generado en mis anteriores mensajes al respecto, y también en espera de que ella mostrase su interés por ese tema o, en el peor de los casos, sus temores al respecto.

Tras 4 días sin mencionar nada relacionado con dichas fotografías que como ahora sabía, ella había enviado a su amante en el pasado, fue ella la que finalmente puso el tema sobre la mesa e indagó sobre cuántas fotografías tenía, por qué las conservaba y qué pensaba hacer con ellas.

Fue mi primera oportunidad en casi un mes para tratar de cambiar la percepción que ella podía estar teniendo de mí y de toda esta situación.

Fui honesto con ella en la mayor parte de las cosas. Le confesé que estaba separado, que no había ninguna mujer en mi vida en estos momentos y que el haberla descubierto a ella, aunque fuese a través del bocazas de su amante, había venido a complementar una parte de mi vida, bastante monótona y desatendida. Le confesé también siendo sincero, que me había fascinado su belleza y su sensualidad, y que no podía evitar pensar en ella a todas horas, especialmente en aquellas en las que mi mente estaba desocupada y divagaba mientras era abrazado por la soledad.

Las únicas cuestiones que obvie por no generarle excesiva preocupación ni arrojar luz sobre mi verdadera identidad, fue el hecho de que la conocía personalmente y mucho menos de dónde.

De algún modo, conseguí trasladarle la sensación de que ella tenía cierto poder y control sobre esta situación. No tardó en evidenciar en uno de sus mensajes, que albergaba cierta curiosidad acerca de por qué conservaba yo sus fotos y qué hacía realmente con ellas, cuestión en la que parecía querer profundizar tras mis previas evasivas.

Fingí timidez diciendo que me avergonzaba decirle los motivos, hasta que finalmente, con ciertos rodeos le dejé claro que era ella la musa que dictaba el ritmo al que mi mano y mi imaginación, liberaban la excitación que ella me iba generando a lo largo del día.

El candaulista por su parte, me mantenía informado sobre el estado de ánimo, actividades y los comentarios que compartía su mujer con él, al tiempo que seguía nutriéndome con algunas fotos que, a escondidas, le hacía a su mujer mientras esta, despistadamente, se duchaba o cambiaba de ropa.

Había pasado un mes desde mi cambio de registro en mis comunicaciones furtivas con Ana, y este parecía estar empezando a dar fruto, ya que Felipe me decía que cuando hacían el amor y le comentaba cosas morbosas, ella reaccionaba de una manera mucho más abierta y activa. Se mostraba más claramente excitada por ciertos comentarios que en otros tiempos, reprimía claramente. Él me estaba pidiendo que pasase la acción, que tratase de ir a saco con ella. Pero no me parecía correcto ni adecuado . Se había establecido, o al menos en mi cabeza así parecía, una cierta complicidad entre ella y yo que no quería forzar ni traicionar, ni mucho menos arriesgarme a perder.

Una de esas noches en las que intercambiábamos durante unos pocos minutos unos cuantos mensajes. Ella me lanzó una pregunta: "¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo real?" Le fui sincero al reconocerle que llevaba ya casi un año sin mojar. Esa respuesta y otras palaque la siguieron, así como ciertos comentarios respeto a cuestiones más cotidianas y normales, que comentábamos de vez en cuando, parecía que la estaba ayudando a tener una percepción diferente del desconocido que la había abordado y puesto su vida patas arriba unos meses antes con sus mensajes.
Finalmente un día ella me sorprendió diciendo que quería que en vez de escribirnos, habláramos por teléfono. Quería oír mi voz, supongo que para tratar de tener una percepción un poco más real de la persona que yo podía ser. Ni que decir tiene que me aterró la idea de que pudiese reconocer mi voz.

Finalmente me pudo más el morbo y las ganas y accedí. Por fortuna no vinculó la voz que le hablaba con mi persona.

A partir de ese día las conversaciones telefónicas ocupaban uno e incluso dos días a la semana..
En algunas de ellas le hacía comentarios picantes a los que ella parecía seguir levemente el ritmo. Por otro lado, en el trabajo había aprendido a normalizar esta doble vida que ella desconocía, e incluso había aprendido a desconectar de esa faceta que me obsesionaba. Era como si, allí dentro, ella volviese a ser mi compañera de toda la vida en lugar de la mujer a la que deseaba, admirando sus fotografías y excitándome con sus comentarios y conversaciones.

Por su lado, el candaulista seguía alimentando el ego de ella y le regalaba de vez en cuando algún que otro sugerente conjunto de lencería. Y he de alabar el buen gusto de él a la hora de escoger dichas prendas. Finalmente el trabajo en equipo acabó dando su fruto. Un fin de semana que ellos estaban solos en casa sin sus hijos, Ana le sugirió que podía ponerse alguno de esos conjuntos nuevos que aún no había estrenado y dejarle que le hiciese alguna foto como el pasado. Yo ardía en deseos de que ella moviese ficha o que mi amigo el candaulista me enviase alguna muestra de dichas sesiones fotográficas, pero ella no parecía hacer mención alguna a nada por el estilo y él prefirió que yo jugase mis cartas, para tratar de conseguir que fuese ella, la que me mandase alguna de esas fotografías.

(Continuará...)
Que ricura , uuuuhhhmmm....
 
Pasaron varios días hasta que las ganas y el morbo pudieron más en mi que el ser prudente y comedido en mis breves charlas con Ana. Así que saqué el tema de lo mucho que disfrutaba en mi soledad con sus fotografías con cierto temor a fastidiar el buen clima que se había establecido. Ella medio bromeó con que era un cochino, que no estaba bien que esas fotos estuvieran en manos de nadie que no fuera ella. Le rebatí diciéndole que esa maravilla era digna de ser admirada y disfrutada, y recordando que en su día ella había jugado a seducir y ser deseada enviado esas fotos que tanto placer me daban. Trataba de darle un empujoncito, a ver si se animaba a entrar en mi juego... Le remarqué que yo no difundía ni compartía nada de lo suyo, que en mi había terminado el recorrido de esas fotos, y que de haber sido yo el afortunado al que en su momento se las había enviado, estas habrían terminado celosamente guardadas para siempre.
Ella adivinaba claramente que estaba tratando de que ella me enviase alguna otra, y así me lo hizo saber, sin parecer molesta u ofendida.

Pasaron dos días desde aquella conversación cuando sin previo aviso, mi teléfono vibró anunciando un mensaje. "No quiero arrepentirme de esto, así que espero que sepas valorarlo y no defraudes mi confianza" A continuación entró la imagen que podéis ver en mi perfil. Estaba imponente con ese conjunto negro semitransparente, con sus largas piernas enfundadas en una especie de medias con liguero que formaban un todo con el resto. La foto se la había tomado ella ante un espejo, así que no eran las que se había sacado con ayuda de su esposo. Me provocó un erección instantánea. Entonces sono el telefono. Era ella.

- Espero no arrepentirme de esto. Pero como pareces valorarlo tanto y total ya me has visto, no sé. ¿Que piensas? - dijo ella con voz titubeante-
- Estoy en shock - le respondí -. Estás impresionante, sexy... Ufff... Prefiero no decir lo que se me viene a la cabeza.
- ¿Y eso?¿Es malo lo que se te viene a la cabeza? - inquirió ella ya con voz más segura y juguetona.
- No, para nada, es solo que... Me has sorprendido y es una pasada lo bien que luces ahí.
- Te pareceré una golfa por haberte mandado algo así.-
dijo con un hilo de voz casi murmurando.
- No. No. Es un regalo maravilloso. De veras. Sé que es algo muy especial y como tal lo recibo, aunque ahora no soy el mejor interlocutor del mundo.
- ¿Y eso?
- Porque me ha excitado tanto que no me llega la sangre bien a la cabeza, jajaja!-
respondí.
Tras un silencio por parte de ella, rompió su silencio nuevamente; -Te pareceré una golfa. Es una locura lo que he hecho.
- Pues ojalá tengas locuras de esas todos los días.- Yo estaba desatado. Realmente el calentón estaba tomando el control de mis palabras por momentos. - La verdad es que me gusta que seas asi de golfa conmigo. Que me hagas desearte tanto, que me regales estos momentos morbosos y sexis. Te follaría entera de tenerte delante.

Mi polla estaba a reventar mirando su foto mientras hablaba con ella.

-Lo siento pero me has puesto a mil, me la voy a cascar contigo - dije finalmente.
- No me parece justo eso -. Me respondió. - Yo no tengo nada tuyo para estar en igualdad de condiciones.



(Continuará...)
 
Pasaron varios días hasta que las ganas y el morbo pudieron más en mi que el ser prudente y comedido en mis breves charlas con Ana. Así que saqué el tema de lo mucho que disfrutaba en mi soledad con sus fotografías con cierto temor a fastidiar el buen clima que se había establecido. Ella medio bromeó con que era un cochino, que no estaba bien que esas fotos estuvieran en manos de nadie que no fuera ella. Le rebatí diciéndole que esa maravilla era digna de ser admirada y disfrutada, y recordando que en su día ella había jugado a seducir y ser deseada enviado esas fotos que tanto placer me daban. Trataba de darle un empujoncito, a ver si se animaba a entrar en mi juego... Le remarqué que yo no difundía ni compartía nada de lo suyo, que en mi había terminado el recorrido de esas fotos, y que de haber sido yo el afortunado al que en su momento se las había enviado, estas habrían terminado celosamente guardadas para siempre.
Ella adivinaba claramente que estaba tratando de que ella me enviase alguna otra, y así me lo hizo saber, sin parecer molesta u ofendida.

Pasaron dos días desde aquella conversación cuando sin previo aviso, mi teléfono vibró anunciando un mensaje. "No quiero arrepentirme de esto, así que espero que sepas valorarlo y no defraudes mi confianza" A continuación entró la imagen que podéis ver en mi perfil. Estaba imponente con ese conjunto negro semitransparente, con sus largas piernas enfundadas en una especie de medias con liguero que formaban un todo con el resto. La foto se la había tomado ella ante un espejo, así que no eran las que se había sacado con ayuda de su esposo. Me provocó un erección instantánea. Entonces sono el telefono. Era ella.

- Espero no arrepentirme de esto. Pero como pareces valorarlo tanto y total ya me has visto, no sé. ¿Que piensas? - dijo ella con voz titubeante-
- Estoy en shock - le respondí -. Estás impresionante, sexy... Ufff... Prefiero no decir lo que se me viene a la cabeza.
- ¿Y eso?¿Es malo lo que se te viene a la cabeza? - inquirió ella ya con voz más segura y juguetona.
- No, para nada, es solo que... Me has sorprendido y es una pasada lo bien que luces ahí.
- Te pareceré una golfa por haberte mandado algo así.-
dijo con un hilo de voz casi murmurando.
- No. No. Es un regalo maravilloso. De veras. Sé que es algo muy especial y como tal lo recibo, aunque ahora no soy el mejor interlocutor del mundo.
- ¿Y eso?
- Porque me ha excitado tanto que no me llega la sangre bien a la cabeza, jajaja!-
respondí.
Tras un silencio por parte de ella, rompió su silencio nuevamente; -Te pareceré una golfa. Es una locura lo que he hecho.
- Pues ojalá tengas locuras de esas todos los días.- Yo estaba desatado. Realmente el calentón estaba tomando el control de mis palabras por momentos. - La verdad es que me gusta que seas asi de golfa conmigo. Que me hagas desearte tanto, que me regales estos momentos morbosos y sexis. Te follaría entera de tenerte delante.

Mi polla estaba a reventar mirando su foto mientras hablaba con ella.

-Lo siento pero me has puesto a mil, me la voy a cascar contigo - dije finalmente.
- No me parece justo eso -. Me respondió. - Yo no tengo nada tuyo para estar en igualdad de condiciones.



(Continuará...)
Morbazo, se pone muy interesante la historia jeje
 
Pasaron varios días hasta que las ganas y el morbo pudieron más en mi que el ser prudente y comedido en mis breves charlas con Ana. Así que saqué el tema de lo mucho que disfrutaba en mi soledad con sus fotografías con cierto temor a fastidiar el buen clima que se había establecido. Ella medio bromeó con que era un cochino, que no estaba bien que esas fotos estuvieran en manos de nadie que no fuera ella. Le rebatí diciéndole que esa maravilla era digna de ser admirada y disfrutada, y recordando que en su día ella había jugado a seducir y ser deseada enviado esas fotos que tanto placer me daban. Trataba de darle un empujoncito, a ver si se animaba a entrar en mi juego... Le remarqué que yo no difundía ni compartía nada de lo suyo, que en mi había terminado el recorrido de esas fotos, y que de haber sido yo el afortunado al que en su momento se las había enviado, estas habrían terminado celosamente guardadas para siempre.
Ella adivinaba claramente que estaba tratando de que ella me enviase alguna otra, y así me lo hizo saber, sin parecer molesta u ofendida.

Pasaron dos días desde aquella conversación cuando sin previo aviso, mi teléfono vibró anunciando un mensaje. "No quiero arrepentirme de esto, así que espero que sepas valorarlo y no defraudes mi confianza" A continuación entró la imagen que podéis ver en mi perfil. Estaba imponente con ese conjunto negro semitransparente, con sus largas piernas enfundadas en una especie de medias con liguero que formaban un todo con el resto. La foto se la había tomado ella ante un espejo, así que no eran las que se había sacado con ayuda de su esposo. Me provocó un erección instantánea. Entonces sono el telefono. Era ella.

- Espero no arrepentirme de esto. Pero como pareces valorarlo tanto y total ya me has visto, no sé. ¿Que piensas? - dijo ella con voz titubeante-
- Estoy en shock - le respondí -. Estás impresionante, sexy... Ufff... Prefiero no decir lo que se me viene a la cabeza.
- ¿Y eso?¿Es malo lo que se te viene a la cabeza? - inquirió ella ya con voz más segura y juguetona.
- No, para nada, es solo que... Me has sorprendido y es una pasada lo bien que luces ahí.
- Te pareceré una golfa por haberte mandado algo así.-
dijo con un hilo de voz casi murmurando.
- No. No. Es un regalo maravilloso. De veras. Sé que es algo muy especial y como tal lo recibo, aunque ahora no soy el mejor interlocutor del mundo.
- ¿Y eso?
- Porque me ha excitado tanto que no me llega la sangre bien a la cabeza, jajaja!-
respondí.
Tras un silencio por parte de ella, rompió su silencio nuevamente; -Te pareceré una golfa. Es una locura lo que he hecho.
- Pues ojalá tengas locuras de esas todos los días.- Yo estaba desatado. Realmente el calentón estaba tomando el control de mis palabras por momentos. - La verdad es que me gusta que seas asi de golfa conmigo. Que me hagas desearte tanto, que me regales estos momentos morbosos y sexis. Te follaría entera de tenerte delante.

Mi polla estaba a reventar mirando su foto mientras hablaba con ella.

-Lo siento pero me has puesto a mil, me la voy a cascar contigo - dije finalmente.
- No me parece justo eso -. Me respondió. - Yo no tengo nada tuyo para estar en igualdad de condiciones.



(Continuará...)
Tendrás que mandarle algo entonces 😜
 
A medida que iban avanzando los días, y pese a haber bajado la intensidad del mis mensajes, tanto en frecuencia como en contenidos, fui desgranando poco a poco diversas circunstancias que habían llevado a Ana a dejarse llevar en el pasado por una relación clandestina, tórrida y breve.

Procuré no hacer más mención a sus fotografías, en parte tratando de enmendar la preocupación y agobio que le había generado en mis anteriores mensajes al respecto, y también en espera de que ella mostrase su interés por ese tema o, en el peor de los casos, sus temores al respecto.

Tras 4 días sin mencionar nada relacionado con dichas fotografías que como ahora sabía, ella había enviado a su amante en el pasado, fue ella la que finalmente puso el tema sobre la mesa e indagó sobre cuántas fotografías tenía, por qué las conservaba y qué pensaba hacer con ellas.

Fue mi primera oportunidad en casi un mes para tratar de cambiar la percepción que ella podía estar teniendo de mí y de toda esta situación.

Fui honesto con ella en la mayor parte de las cosas. Le confesé que estaba separado, que no había ninguna mujer en mi vida en estos momentos y que el haberla descubierto a ella, aunque fuese a través del bocazas de su amante, había venido a complementar una parte de mi vida, bastante monótona y desatendida. Le confesé también siendo sincero, que me había fascinado su belleza y su sensualidad, y que no podía evitar pensar en ella a todas horas, especialmente en aquellas en las que mi mente estaba desocupada y divagaba mientras era abrazado por la soledad.

Las únicas cuestiones que obvie por no generarle excesiva preocupación ni arrojar luz sobre mi verdadera identidad, fue el hecho de que la conocía personalmente y mucho menos de dónde.

De algún modo, conseguí trasladarle la sensación de que ella tenía cierto poder y control sobre esta situación. No tardó en evidenciar en uno de sus mensajes, que albergaba cierta curiosidad acerca de por qué conservaba yo sus fotos y qué hacía realmente con ellas, cuestión en la que parecía querer profundizar tras mis previas evasivas.

Fingí timidez diciendo que me avergonzaba decirle los motivos, hasta que finalmente, con ciertos rodeos le dejé claro que era ella la musa que dictaba el ritmo al que mi mano y mi imaginación, liberaban la excitación que ella me iba generando a lo largo del día.

El candaulista por su parte, me mantenía informado sobre el estado de ánimo, actividades y los comentarios que compartía su mujer con él, al tiempo que seguía nutriéndome con algunas fotos que, a escondidas, le hacía a su mujer mientras esta, despistadamente, se duchaba o cambiaba de ropa.

Había pasado un mes desde mi cambio de registro en mis comunicaciones furtivas con Ana, y este parecía estar empezando a dar fruto, ya que Felipe me decía que cuando hacían el amor y le comentaba cosas morbosas, ella reaccionaba de una manera mucho más abierta y activa. Se mostraba más claramente excitada por ciertos comentarios que en otros tiempos, reprimía claramente. Él me estaba pidiendo que pasase la acción, que tratase de ir a saco con ella. Pero no me parecía correcto ni adecuado . Se había establecido, o al menos en mi cabeza así parecía, una cierta complicidad entre ella y yo que no quería forzar ni traicionar, ni mucho menos arriesgarme a perder.

Una de esas noches en las que intercambiábamos durante unos pocos minutos unos cuantos mensajes. Ella me lanzó una pregunta: "¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo real?" Le fui sincero al reconocerle que llevaba ya casi un año sin mojar. Esa respuesta y otras palaque la siguieron, así como ciertos comentarios respeto a cuestiones más cotidianas y normales, que comentábamos de vez en cuando, parecía que la estaba ayudando a tener una percepción diferente del desconocido que la había abordado y puesto su vida patas arriba unos meses antes con sus mensajes.
Finalmente un día ella me sorprendió diciendo que quería que en vez de escribirnos, habláramos por teléfono. Quería oír mi voz, supongo que para tratar de tener una percepción un poco más real de la persona que yo podía ser. Ni que decir tiene que me aterró la idea de que pudiese reconocer mi voz.

Finalmente me pudo más el morbo y las ganas y accedí. Por fortuna no vinculó la voz que le hablaba con mi persona.

A partir de ese día las conversaciones telefónicas ocupaban uno e incluso dos días a la semana..
En algunas de ellas le hacía comentarios picantes a los que ella parecía seguir levemente el ritmo. Por otro lado, en el trabajo había aprendido a normalizar esta doble vida que ella desconocía, e incluso había aprendido a desconectar de esa faceta que me obsesionaba. Era como si, allí dentro, ella volviese a ser mi compañera de toda la vida en lugar de la mujer a la que deseaba, admirando sus fotografías y excitándome con sus comentarios y conversaciones.

Por su lado, el candaulista seguía alimentando el ego de ella y le regalaba de vez en cuando algún que otro sugerente conjunto de lencería. Y he de alabar el buen gusto de él a la hora de escoger dichas prendas. Finalmente el trabajo en equipo acabó dando su fruto. Un fin de semana que ellos estaban solos en casa sin sus hijos, Ana le sugirió que podía ponerse alguno de esos conjuntos nuevos que aún no había estrenado y dejarle que le hiciese alguna foto como el pasado. Yo ardía en deseos de que ella moviese ficha o que mi amigo el candaulista me enviase alguna muestra de dichas sesiones fotográficas, pero ella no parecía hacer mención alguna a nada por el estilo y él prefirió que yo jugase mis cartas, para tratar de conseguir que fuese ella, la que me mandase alguna de esas fotografías.

(Continuará...)
Q morbazooooo y q buena esta mmmmmmmmm, menudo espectaculo tiene q ser verla en todas esas fotitos uffffffff
 
Pasaron varios días hasta que las ganas y el morbo pudieron más en mi que el ser prudente y comedido en mis breves charlas con Ana. Así que saqué el tema de lo mucho que disfrutaba en mi soledad con sus fotografías con cierto temor a fastidiar el buen clima que se había establecido. Ella medio bromeó con que era un cochino, que no estaba bien que esas fotos estuvieran en manos de nadie que no fuera ella. Le rebatí diciéndole que esa maravilla era digna de ser admirada y disfrutada, y recordando que en su día ella había jugado a seducir y ser deseada enviado esas fotos que tanto placer me daban. Trataba de darle un empujoncito, a ver si se animaba a entrar en mi juego... Le remarqué que yo no difundía ni compartía nada de lo suyo, que en mi había terminado el recorrido de esas fotos, y que de haber sido yo el afortunado al que en su momento se las había enviado, estas habrían terminado celosamente guardadas para siempre.
Ella adivinaba claramente que estaba tratando de que ella me enviase alguna otra, y así me lo hizo saber, sin parecer molesta u ofendida.

Pasaron dos días desde aquella conversación cuando sin previo aviso, mi teléfono vibró anunciando un mensaje. "No quiero arrepentirme de esto, así que espero que sepas valorarlo y no defraudes mi confianza" A continuación entró la imagen que podéis ver en mi perfil. Estaba imponente con ese conjunto negro semitransparente, con sus largas piernas enfundadas en una especie de medias con liguero que formaban un todo con el resto. La foto se la había tomado ella ante un espejo, así que no eran las que se había sacado con ayuda de su esposo. Me provocó un erección instantánea. Entonces sono el telefono. Era ella.

- Espero no arrepentirme de esto. Pero como pareces valorarlo tanto y total ya me has visto, no sé. ¿Que piensas? - dijo ella con voz titubeante-
- Estoy en shock - le respondí -. Estás impresionante, sexy... Ufff... Prefiero no decir lo que se me viene a la cabeza.
- ¿Y eso?¿Es malo lo que se te viene a la cabeza? - inquirió ella ya con voz más segura y juguetona.
- No, para nada, es solo que... Me has sorprendido y es una pasada lo bien que luces ahí.
- Te pareceré una golfa por haberte mandado algo así.-
dijo con un hilo de voz casi murmurando.
- No. No. Es un regalo maravilloso. De veras. Sé que es algo muy especial y como tal lo recibo, aunque ahora no soy el mejor interlocutor del mundo.
- ¿Y eso?
- Porque me ha excitado tanto que no me llega la sangre bien a la cabeza, jajaja!-
respondí.
Tras un silencio por parte de ella, rompió su silencio nuevamente; -Te pareceré una golfa. Es una locura lo que he hecho.
- Pues ojalá tengas locuras de esas todos los días.- Yo estaba desatado. Realmente el calentón estaba tomando el control de mis palabras por momentos. - La verdad es que me gusta que seas asi de golfa conmigo. Que me hagas desearte tanto, que me regales estos momentos morbosos y sexis. Te follaría entera de tenerte delante.

Mi polla estaba a reventar mirando su foto mientras hablaba con ella.

-Lo siento pero me has puesto a mil, me la voy a cascar contigo - dije finalmente.
- No me parece justo eso -. Me respondió. - Yo no tengo nada tuyo para estar en igualdad de condiciones.



(Continuará...)
Joder q pepinazo de mujer, y a entrado en el juegooooo, q morboooooo
 

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