La mujer del candaulista

Mi polla estaba a reventar mirando su foto mientras hablaba con ella.

-Lo siento pero me has puesto a mil, me la voy a cascar contigo - dije finalmente.
- No me parece justo eso -. Me respondió. - Yo no tengo nada tuyo para estar en igualdad de condiciones.

Dudé de que hacer, yo no estaba a la altura de ella en ninguna foto que pudiese sacarme a mí mismo. No la impresionaría, vamos. Alguna neurona reaccionó en mi excitada cabeza y me hizo recordar algo que había recopilado en nuestras conversaciones y las que mantenía con su esposo a sus espaldas. A ella le gustaba gustar, le excitaba generar excitación. Y de eso yo iba sobrado, así que encendí mi ordenador, abrí allí la foto que me acababa de enviar e hice la foto obvia que demostraba lo que me producía el verla de esa guisa. Dude nuevamente antes de darle ea enviar.

El silencio en nuestro chat se hizo por unos interminables minutos. Luego, tres puntos saltarines anunciaban la redacción su respuesta.

- ¿Cómo me mandas algo así?- respondió. Yo sabía que no había marcha atrás. Había jugado la baza guarra y había que ser constante. Al fin y al cabo, ella me había mandado una foto íntima a mí, su admirador desconocido.
Además, el calentón que llevaba me envalentonaba más que una jarra de mal vino.

-Te lo mandó porque me has puesto muy duro, y es responsabilidad tuya. Así que haber ahora cómo lo solucionas. - dije con tono jocoso. -Seguro que tú también estás cachonda... -aventuré.

- No, yo estoy normal - trató de cortarme el paso.
- ¿Y estando "normal" mandas fotos así?¿Tan sexis?¿Tan de putita?
- Eso fue por darte un capricho, ya que lo pediste con tanta insistencia.
- Yo creo que te excita saber que estoy empalmado y masturbandome por ti como un mono... ¿Verdad?


Un nuevo silencio precedió su respuesta, tan corta como electrizante...

- Si.

Exploté de placer y se lo hice saber.

Había pasado un punto de no retorno, aunque en aquel momento ninguno éramos conscientes de ello.


(Continuará...)
 
Los siguientes días en el trabajo de manera inconsciente fui mostrándome más cercano a Ana. Hasta el punto de que ella empezó a mirarme más cercano y charlatán con ella de lo habitual. Era como que mi subconsciente no separada de manera eficaz no faceta de compañero de trabajo de toda la vida de la faceta de admirador/complice de morbo.

Por otro lado, mis charlas con el candaulista hacían ido avanzando en la línea de planificar ciertas cuestiones a punto en práctica con Ana. Ahora que se había manifestado abiertamente dispuesta a ser el objeto de deseo de otro hombre, de uno al que ni siquiera creía conocer, él tenía ganas de averiguar hasta donde sería capaz de llegar su mujer.

Y en estos días, con Ana ocupando el 90% de mis pensamientos tanto en mi tiempo libre como en mi trabajo, fue cuando mi subconsciente acabó de traicionarme dejando al descubierto mi atracción por ella cuando nuestras miradas se cruzaron en el almacén del trabajo. Ella había notado mi mirada de atracción, puede que incluso de deseo.

Me sentí aterrado.

Me planteé preguntarle al respecto de manera velada en nuestras charlas con mi otro rol, pero finalmente me decanté por qué fuera su marido, el candaulista, el que tratase el tema de si algún compañero de su trabajo alguna vez había mostrado interés o atracción hacia ella.

Días más tarde obtuve la respuesta. Tras insistirle al respecto, Ana le había confesado a su marido parcialmente lo que este ya sabía: aventura con un ex compañero de trabajo, ese al que yo le había atribuido la filtración de sus fotos, y qué había sido mi caballo de troya para llegar hasta ella. Le habló también de otros dos con los que había tenido química "aunque nunca pasó absolutamente nada".

Por último le mencionó también que algunos alguna vez había notado que la miraban de forma más lasciva. Supuse que yo era uno de estos últimos.

Fueron pagando los días y aunque no habíamos vuelto a alcanzar un nivel de intimidad ni de morbo igual al del día en el que me envío su foto, si mantuvimos alguna conversación breve y picante

Durante una de ellas, le saqué el tema de si ella seguía siendo una mujer que buscaba complacer. Le pregunté si alguien cercano a ella de algún entorno como su gimnasio o su trabajo estaban claramente interesados en ella. Me dijo que creía que si. Parecía divertirte el tema, así que force la máquina e indagué quiénes. Ella finalmente, tras algún rodeo, mencionó a un compañero, que por lo que contaba s todas luces era yo. También mencionó a otro al que no me costó identificar, pues lo conocía bien. Este último había terminado con un bofetón pues puedo de las moradas furtivas a las manos, ganándose esa bofetada a modo de respuesta ayer su desfachatez al haberla abrazado y tocado. Ella confesó haberse sentido incómoda y violentada por su conducta en el momento, pero estaba también confesando que, en la seguridad de su hogar, en días sucesivos, más de una vez se sintió excitada al recordarlo.

Yo estaba perplejo ante el escenario que se habría ante mi. Por un lado, un imbécil al que no soportaba había tenido la osadía de manosearla en el almacén, y ese evento la había excitado de manera secreta. Y por otro, era claramente consciente de que yo, su compañero de trabajo de muchos años, me sentía atraído por ella.

- Deberías hacerle un favor a ese compañero que te mía con deseo. - Le dije tratando de abrir o al menos sembrar una idea en su cabeza.

-No podría, es un compañero de toda la vida. ¿Que pensaría de mi?- respondió

-No creo que pensase nada, disfrutaría y guardaría eso como un tesoro. -Trataba de que la idea arraigase en su mente.

No me atreví a insistir más. Días más tarde fantasee con ella durante una de nuestras charlas, con que hacía algo sexi para agradar a su compañero el que la miraba con deseo.

Pocos días tan aquello tardó en que otro engranaje girase sin vuelta atrás para todos.


(Continuará...)
 

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