La mujer del candaulista

Los siguientes días en el trabajo de manera inconsciente fui mostrándome más cercano a Ana. Hasta el punto de que ella empezó a mirarme más cercano y charlatán con ella de lo habitual. Era como que mi subconsciente no separada de manera eficaz no faceta de compañero de trabajo de toda la vida de la faceta de admirador/complice de morbo.

Por otro lado, mis charlas con el candaulista hacían ido avanzando en la línea de planificar ciertas cuestiones a punto en práctica con Ana. Ahora que se había manifestado abiertamente dispuesta a ser el objeto de deseo de otro hombre, de uno al que ni siquiera creía conocer, él tenía ganas de averiguar hasta donde sería capaz de llegar su mujer.

Y en estos días, con Ana ocupando el 90% de mis pensamientos tanto en mi tiempo libre como en mi trabajo, fue cuando mi subconsciente acabó de traicionarme dejando al descubierto mi atracción por ella cuando nuestras miradas se cruzaron en el almacén del trabajo. Ella había notado mi mirada de atracción, puede que incluso de deseo.

Me sentí aterrado.

Me planteé preguntarle al respecto de manera velada en nuestras charlas con mi otro rol, pero finalmente me decanté por qué fuera su marido, el candaulista, el que tratase el tema de si algún compañero de su trabajo alguna vez había mostrado interés o atracción hacia ella.

Días más tarde obtuve la respuesta. Tras insistirle al respecto, Ana le había confesado a su marido parcialmente lo que este ya sabía: aventura con un ex compañero de trabajo, ese al que yo le había atribuido la filtración de sus fotos, y qué había sido mi caballo de troya para llegar hasta ella. Le habló también de otros dos con los que había tenido química "aunque nunca pasó absolutamente nada".

Por último le mencionó también que algunos alguna vez había notado que la miraban de forma más lasciva. Supuse que yo era uno de estos últimos.

Fueron pagando los días y aunque no habíamos vuelto a alcanzar un nivel de intimidad ni de morbo igual al del día en el que me envío su foto, si mantuvimos alguna conversación breve y picante

Durante una de ellas, le saqué el tema de si ella seguía siendo una mujer que buscaba complacer. Le pregunté si alguien cercano a ella de algún entorno como su gimnasio o su trabajo estaban claramente interesados en ella. Me dijo que creía que si. Parecía divertirte el tema, así que force la máquina e indagué quiénes. Ella finalmente, tras algún rodeo, mencionó a un compañero, que por lo que contaba s todas luces era yo. También mencionó a otro al que no me costó identificar, pues lo conocía bien. Este último había terminado con un bofetón pues puedo de las moradas furtivas a las manos, ganándose esa bofetada a modo de respuesta ayer su desfachatez al haberla abrazado y tocado. Ella confesó haberse sentido incómoda y violentada por su conducta en el momento, pero estaba también confesando que, en la seguridad de su hogar, en días sucesivos, más de una vez se sintió excitada al recordarlo.

Yo estaba perplejo ante el escenario que se habría ante mi. Por un lado, un imbécil al que no soportaba había tenido la osadía de manosearla en el almacén, y ese evento la había excitado de manera secreta. Y por otro, era claramente consciente de que yo, su compañero de trabajo de muchos años, me sentía atraído por ella.

- Deberías hacerle un favor a ese compañero que te mía con deseo. - Le dije tratando de abrir o al menos sembrar una idea en su cabeza.

-No podría, es un compañero de toda la vida. ¿Que pensaría de mi?- respondió

-No creo que pensase nada, disfrutaría y guardaría eso como un tesoro. -Trataba de que la idea arraigase en su mente.

No me atreví a insistir más. Días más tarde fantasee con ella durante una de nuestras charlas, con que hacía algo sexi para agradar a su compañero el que la miraba con deseo.

Pocos días tan aquello tardó en que otro engranaje girase sin vuelta atrás para todos.


(Continuará...)
 
Era un día de mucho ajetreo en el trabajo . Primeros de mes y gente deseando hacer compras con las que poner al rojo. Vivo de nuevo sus tarjetas de crédito. La actividad era frenética. En momentos así, mi cabeza no tenía tiempo ni para el morbo, estaba plenamente concentrado en mi tarea. Y fue en un momento como ese, en el que sucedió lo que nunca había imaginado.

Entraba con prisa al almacén a comprobar el surtido de unos artículos que me demandaban y coincidí con ella en un angosto pasillo. Choqué con ella. Nuestros cuerpos se quedaron pegados durante unos breves instantes en los que sus ojos, con las pupilas dilatadas, se clavaron en los míos. Cuestión que me hizo salir bruscamente de mis tareas para ser consciente de lo que estaba sucediendo.

- Perdón - fui capaz de decir mientras terminaba de pasar a su lado notando sus pechos turgentes a través de mi camisa.

- No te preocupes, yo también iba distraída.- Respondió ella con una sonrisa.

A lo largo del resto de la jornada cruzamos cuatro o cinco miradas curiosas, en las que no nos dijimos nada, y en las que me costaba más de lo habitual mantener la naturalidad en el trato con ella.

Esa noche en la intimidad de mi casa volví a contactar con ella. Tenía la esperanza de que me comentase algo respecto a lo sucedido. Al ver que ella no sacaba el tema, tuve que optar por ser más directo y retomar el tema que habíamos hablado semanas atrás, respecto a ser complaciente y las personas que en su entorno, creía ella que tenían interés en su persona.

Entonces me comentó lo sucedido.

Me comentaba como fortuitamente. Había tenido un encontronazo en uno de los pasillos del almacén esa mañana con un compañero al que ella había pillado en más de una ocasión mirándola de una forma diferente a la habitual entre compañeros.

Le pregunté si creía que eso había sucedido provocado aposta por su compañero, cosa que ella descartó. Pero si notó que cuando había sucedido esa persona (o sea yo) se había sentido turbada y tensa por la situación, y que ella instintivamente, había forzado y exagerado aún más el encuentro de sus cuerpos ante su reacción.

Yo estaba flipando. Recordaba perfectamente como la forma de sus pechos, se deslizó a lo largo de mi costado. Como mi polla se endureció repentinamente contra su pierna. Y sobre todo recuerdo esa mirada de ella en la que claramente había, por lo que me estaba contando, unas notas de divertimento y picardía.

- Pues ese compañero tuyo se le habrá cascado como un mono después de eso.- Bromeé.- Eres una chica mala.

- Ha sido inesperado pero divertido.

- Imagino que no tiene nada de malo en divertirse, un poco con cosas tan sutiles. Y seguro que tu compañero está ahora más enganchado y encandilado de ti que nunca.

- Sí, lo noté más nervioso y diferente durante el resto del día cada vez que lo miraba.

Vi la oportunidad de dar un empujón más a mi favor.

- Pobre hombre . Ahora no sabe si desearte abiertamente o esconderse, jajaja!

- Ya. Supongo que en un par de días la situación se normalizará, la verdad es que no actúe bien. Me da un poco de pena porque es un tío que siempre ha sido muy correcto y bueno conmigo.

-¿Y si lo hablas con él para tratar de quitarle presión?

- ¿ Y qué le iba a decir? Se me iría súper violento y además igual son todo cosas mías y no ve las cosas del mismo modo que yo creo.- respondió mi musa.

-No sé, supongo que será algo que surgiría en el momento en el que tengáis una conversación tranquila. Pero como tú dices te ha divertido y no tienes por qué renunciar a seguir divirtiéndote.

- Jajaja! No podría, por dios, jajaja! - río ella.

- Los dos sabemos que una parte de ti no tendría inconveniente en regalarle tus encantos y cumplirle sus fantasías contigo.

La conversación no fue mucho más allá, y la concluí esperando que esas ideas en algún momento hiciesen que ella moviese ficha.

Todas estas cuestiones las trasladaba puntualmente a su marido, el candaulista, que estaba disfrutando enormemente de la faceta que su mujer estaba manifestando.

Días más tarde en el trabajo, ella y yo volvimos a coincidir a solas en el almacén. Nuestras miradas se cruzaron en silencio y esta vez yo sí fui capaz de aguantar la mirada y mostrar un poco más mi admiración ante su belleza. Pareció ruborizarse. Y eso me hizo tener fuerzas para tratar de ahondar más en ese momento.

- Oye Ana, no sé por qué pero últimamente me pones nervioso. Así que discúlpame si te ha molestado algo en mi comportamiento estos días.

- No, no pasa nada. Supongo que yo también estoy un poco extraña desde lo del otro día. ¿Qué tontería ¿No?

- Me da vergüenza hacerte sentir violenta e incómoda. Lo siento. Pero no puedo evitar que me asalten las sensaciones de ese momento cada vez que me cruzo contigo.- Respondí. Estaba poniendo toda la carne en el asador sin saber cuál sería el resultado de mi apuesta.

- Pero... ¿Son sensaciones malas?.- Me contestó Ana con un tono entre la duda y la picardía. - Somos adultos, no debería de ser un problema el poder hablar con normalidad de cosas que son perfectamente naturales.

- O sea, que te diste cuenta de lo mucho que me atraes y me excita a tenerte cerca. Qué vergüenza.- Lo dije apartando mi mirada de la suya, porque realmente me sentía un poco avergonzado de afrontar cara a cara, y no desde el anonimato de las redes y mi falso perfil, este tipo de conversación con mi deseada compañera.

- Lo llevo notando desde hace muchos meses. Supongo que por algo que me ha pasado soy más consciente de ese tipo de cosas, ahora que hasta el momento me habían pasado totalmente desapercibidas.- añadió ella tratando de suavizar mi vergüenza.

- Joder Ana, no quería...

- No te sientas mal.- Dijo poniendo su delicada mano sobre mi pecho para acallar mis titubeantes disculpas.- Llevamos años conociéndonos y creo que ambos nos tenemos afecto y respeto.

- Si, por eso se me hace violento lo que siento al verte.

- ¿Qué sientes?¿Atracción?

- Un deseo... Primario, irresistible.

- Bueno, lo estás resistiendo bien. Jajajaja!.- dijo Ana tratando de relajar la tensión del momento.

- No te sientas mal . Si te sirve de algo a mí me divierte mucho el saber que me ves de esa forma después de tantos años juntos trabajando.

Pasó su mano de mi pecho a mi mejilla y se acercó para darme un casto beso en mi otra mejilla. Al hacerlo nuevamente, su cuerpo se pegó al mío y mi pene reaccionó instantáneamente, cosa que a ella no le pasó desapercibida al presionar su vientre.
Clavó su mirada en mí mientras me decía:

- Ummm! Pues si que te excitas. Tendré que tener cuidado con lo que hago no sea que dejes de resistir tú impulso primario.

Me guiño un ojo y salió.

El resto del día y de la semana transcurrió con muchas miradas pícaras entre ambos que pasaban desapercibidas para el resto de la gente a nuestro alrededor.

Su marido, tras informarlo de lo sucedido, me comentó que ella le había contado una versión light del suceso y que él había aprovechado para tratar de impulsar un poco su coqueteo, te dijo que le parecía algo natural y normal que un compañero que llevaba tantos años trabajando con ella, desarrollase sentimientos más allá de la amistad, maxime siendo ella una mujer tan sensual y hermosa. Notaba que ella se sentía tranquila y complacida por la naturalidad con la que su marido parecía ver y disfrutar de esa situación qué le parecía divertida. Incluso bromeó diciéndole que tenía una responsabilidad para con su compañero tras haberlo excitado de tal manera.

Evidentemente ella, sin llegar a tomar en serio las palabras de su esposo, sí, que se sintió, en cierto modo liberada del peso, la responsabilidad que ese acto u otro similares podían conllevar en su relación.

(Continuará...)
 
Parece que este hilo murió, hace un mes que no publica ni da señales de vida.
 
Bueno, muchas veces es por falta de tiempo o de inspiracion, o lo mismo es porque esta liado con la compañera follando como loco jejeje
 
En la semana siguiente al encuentro en el almacén, nuestras conversaciones a través del WhatsApp se volvieron más directas, más carnales, menos sutiles. Utilizaba cada oportunidad para tratar de empujarla a explorar su poder de seducción y su morbo, tanto a través de nuestras charlas como en los encuentros que cada vez más frecuentemente se daban conmigo en mi faceta de su compañero durante el trabajo.

Su esposo el candaulista, también me trasladaba que se habían intensificado sus relaciones sexuales maritales, especialmente cuando él le comentaba cosas relacionadas como encuentros en almacenes etcétera.

Se podía medir el nivel de agrado y relajación que ella sentía en esta nueva faceta más sexual al margen de su matrimonio, en la tórrida se excitantes que eran las fotografías que cada vez más a menudo me mandaba. A su vez, también los encontronazos que yo propiciaba en el almacén del trabajo se hacía más permisivos por su parte hasta el punto de que en un momento envalentonado llegué a deslizar mi mano sobre sus nalgas durante unos instantes obteniendo solo por parte de ella una expresión de sorpresa y una sonrisa pícara mientras se alejaba.

Era evidente para casi todo el mundo que ella se sentía más guapa y atractiva que últimamente. Lo notaban los clientes y lo notaban otros compañeros. Y ella habiendo dejado el complejo de culpa a un lado, estaba superando en muchos momentos mis expectativas más calenturientas.

Y fue hablando de esa situaciones a través del WhatsApp, dónde traté de convencerla de que tenía que aliviar la presión de ese pobre compañero (yo) de alguna manera. Ella seguía siendo reacia a pasar a mayores máxime con una persona conocida. Lo notaba, estaba muy suelta hablando con mi perfil falso, y hablando conmigo en persona se mostraba mucho más conservadora y prudente. Fue su marido el que preparó el pase de oro, diciéndole que le excitaba mucho imaginarse como ella me agarraba el pene y me lo chupaba o se dejaba llevar y hacer de todo.

Parecía que lo tenía todo en bandeja, y entonces sin previo aviso y sin entender muy bien cómo había ocurrido, toda esa motivación, esfuerzo y trabajo se esfumó para mí. me costaba coincidir con ella y mi jornada de trabajo, había momentos de ausencia a lo largo de las tardes en las que no sabía dónde andaba metida, haciendo prácticamente imposible el poder coincidir o acorralarla en el almacén cómo estaba haciendo últimamente.

La aclaración a tal misterio llegó a través de una charla por WhatsApp dos días más tarde.

Me contó que había tenido un encuentro, y tras ese otros dos más, con un compañero de trabajo. Al principio, pensé que era una historia morbosa que me estaba contando, pero después me fui dando cuenta a medida que entraba en detalles, de que no era una historia sino algo real. Había sido otro el que, habiendo percibido su despertar, había jugado mejor que yo sus cartas.

Estuve súper pendiente de ella en los días siguientes a esta revelación, hasta que tuve la oportunidad de seguirla en una de sus ausencias en horas de trabajo. En tres sigilosamente en el cuarto más de mantenimiento en el que se había metido ella instantes antes, y nada más entrar hoy su voz entrecortada por gemidos. Traté de acercarme lo más posible sin ser descubierto, y por entre unos conductos de aire acondicionado, alcancé a ver de su cintura para abajo. El hombre que estaba frente a ella sujetándola contra la pared, llevaba un uniforme de mantenimiento. Entonces mi común a mano fuerte, de piel oscura, subía por el muslo de ella subiéndole la falda hasta la cintura. No podía haber con Claridad lo que sucedía pero sí fui testigo de como con gran destreza, la tomó haciéndola estremecer al notarse invadida. El corazón me la tía 100 por hora con lo que estaba presenciando. En apenas un minuto y medio de vestidas poderosas el tipo se corrió. Fue el momento que aproveché para salir sin ser descubierto. Un minuto más tarde la vi salir a ella, y apenas 30 segundos después vial cabronazo afortunado que acababa de follarse a mi musa. Era un tipo joven y fornido de mantenimiento, de los que habían contratado hace no mucho. Un senegalés.

(Continuará...)
 
Tras haber presenciado como otro se la tiraba a escondidas en el trabajo, había llegado a la cara conclusión de que ser cauto y respetuoso hablar de las mejores estrategia. De hecho, ella era mucho más receptiva a cómo le comunicaba mis gustos y deseos través de mi falso perfil que a como actuaba con ella cuando compartíamos un mismo espacio.

El candaulista estaba viendo superadas con creces sus fantasías.

A mí me extrañaban los sentimientos encontrados que había en mi mente. Colorado estaba súper excitado me haber presenciado como Ana era vilmente follada como si fuese una puta en el cuarto del aire acondicionado. Por otro me sentía traicionado pues pensaba que he llegado el momento ese que la llegaría a disfrutar, sería yo. En cualquier caso la utilidad de esa sentimientos en mi interior fue el que de alguna manera, la balanza se inclinó radicalmente hacia la parte del deseo y la sexualidad frente a la de el respeto y el cariñoa una persona con la que llevaba compartido tantos años de trabajo.

Durante nuestras conversaciones por WhatsApp trate de arañar más información respecto a su relación con ese otro trabajador. Pero frustrantemente no entraba en los detalles que yo deseaba conocer. Por un lado se había soltado completamente y entregado a los placeres y el disfrute y por otro se reservaba mucha información para ella misma, cosa que hasta ese momento no había sucedido.

Tampoco su marido conseguía grandes avances en cuanto a información se refiere.

Todo eso estaba despertando en mí un deseo más salvaje, mas crudo, y casi sin darme cuenta, desencadenó un momento en el que por fin obtuve todo aquello que deseaba y más.

(Continuará...)
 
A medida que iban avanzando los días, y pese a haber bajado la intensidad del mis mensajes, tanto en frecuencia como en contenidos, fui desgranando poco a poco diversas circunstancias que habían llevado a Ana a dejarse llevar en el pasado por una relación clandestina, tórrida y breve.

Procuré no hacer más mención a sus fotografías, en parte tratando de enmendar la preocupación y agobio que le había generado en mis anteriores mensajes al respecto, y también en espera de que ella mostrase su interés por ese tema o, en el peor de los casos, sus temores al respecto.

Tras 4 días sin mencionar nada relacionado con dichas fotografías que como ahora sabía, ella había enviado a su amante en el pasado, fue ella la que finalmente puso el tema sobre la mesa e indagó sobre cuántas fotografías tenía, por qué las conservaba y qué pensaba hacer con ellas.

Fue mi primera oportunidad en casi un mes para tratar de cambiar la percepción que ella podía estar teniendo de mí y de toda esta situación.

Fui honesto con ella en la mayor parte de las cosas. Le confesé que estaba separado, que no había ninguna mujer en mi vida en estos momentos y que el haberla descubierto a ella, aunque fuese a través del bocazas de su amante, había venido a complementar una parte de mi vida, bastante monótona y desatendida. Le confesé también siendo sincero, que me había fascinado su belleza y su sensualidad, y que no podía evitar pensar en ella a todas horas, especialmente en aquellas en las que mi mente estaba desocupada y divagaba mientras era abrazado por la soledad.

Las únicas cuestiones que obvie por no generarle excesiva preocupación ni arrojar luz sobre mi verdadera identidad, fue el hecho de que la conocía personalmente y mucho menos de dónde.

De algún modo, conseguí trasladarle la sensación de que ella tenía cierto poder y control sobre esta situación. No tardó en evidenciar en uno de sus mensajes, que albergaba cierta curiosidad acerca de por qué conservaba yo sus fotos y qué hacía realmente con ellas, cuestión en la que parecía querer profundizar tras mis previas evasivas.

Fingí timidez diciendo que me avergonzaba decirle los motivos, hasta que finalmente, con ciertos rodeos le dejé claro que era ella la musa que dictaba el ritmo al que mi mano y mi imaginación, liberaban la excitación que ella me iba generando a lo largo del día.

El candaulista por su parte, me mantenía informado sobre el estado de ánimo, actividades y los comentarios que compartía su mujer con él, al tiempo que seguía nutriéndome con algunas fotos que, a escondidas, le hacía a su mujer mientras esta, despistadamente, se duchaba o cambiaba de ropa.

Había pasado un mes desde mi cambio de registro en mis comunicaciones furtivas con Ana, y este parecía estar empezando a dar fruto, ya que Felipe me decía que cuando hacían el amor y le comentaba cosas morbosas, ella reaccionaba de una manera mucho más abierta y activa. Se mostraba más claramente excitada por ciertos comentarios que en otros tiempos, reprimía claramente. Él me estaba pidiendo que pasase la acción, que tratase de ir a saco con ella. Pero no me parecía correcto ni adecuado . Se había establecido, o al menos en mi cabeza así parecía, una cierta complicidad entre ella y yo que no quería forzar ni traicionar, ni mucho menos arriesgarme a perder.

Una de esas noches en las que intercambiábamos durante unos pocos minutos unos cuantos mensajes. Ella me lanzó una pregunta: "¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo real?" Le fui sincero al reconocerle que llevaba ya casi un año sin mojar. Esa respuesta y otras palaque la siguieron, así como ciertos comentarios respeto a cuestiones más cotidianas y normales, que comentábamos de vez en cuando, parecía que la estaba ayudando a tener una percepción diferente del desconocido que la había abordado y puesto su vida patas arriba unos meses antes con sus mensajes.
Finalmente un día ella me sorprendió diciendo que quería que en vez de escribirnos, habláramos por teléfono. Quería oír mi voz, supongo que para tratar de tener una percepción un poco más real de la persona que yo podía ser. Ni que decir tiene que me aterró la idea de que pudiese reconocer mi voz.

Finalmente me pudo más el morbo y las ganas y accedí. Por fortuna no vinculó la voz que le hablaba con mi persona.

A partir de ese día las conversaciones telefónicas ocupaban uno e incluso dos días a la semana..
En algunas de ellas le hacía comentarios picantes a los que ella parecía seguir levemente el ritmo. Por otro lado, en el trabajo había aprendido a normalizar esta doble vida que ella desconocía, e incluso había aprendido a desconectar de esa faceta que me obsesionaba. Era como si, allí dentro, ella volviese a ser mi compañera de toda la vida en lugar de la mujer a la que deseaba, admirando sus fotografías y excitándome con sus comentarios y conversaciones.

Por su lado, el candaulista seguía alimentando el ego de ella y le regalaba de vez en cuando algún que otro sugerente conjunto de lencería. Y he de alabar el buen gusto de él a la hora de escoger dichas prendas. Finalmente el trabajo en equipo acabó dando su fruto. Un fin de semana que ellos estaban solos en casa sin sus hijos, Ana le sugirió que podía ponerse alguno de esos conjuntos nuevos que aún no había estrenado y dejarle que le hiciese alguna foto como el pasado. Yo ardía en deseos de que ella moviese ficha o que mi amigo el candaulista me enviase alguna muestra de dichas sesiones fotográficas, pero ella no parecía hacer mención alguna a nada por el estilo y él prefirió que yo jugase mis cartas, para tratar de conseguir que fuese ella, la que me mandase alguna de esas fotografías.

(Continuará...)
Cuerpazo y buen relato
 
Tras haber presenciado como otro se la tiraba a escondidas en el trabajo, había llegado a la cara conclusión de que ser cauto y respetuoso hablar de las mejores estrategia. De hecho, ella era mucho más receptiva a cómo le comunicaba mis gustos y deseos través de mi falso perfil que a como actuaba con ella cuando compartíamos un mismo espacio.

El candaulista estaba viendo superadas con creces sus fantasías.

A mí me extrañaban los sentimientos encontrados que había en mi mente. Colorado estaba súper excitado me haber presenciado como Ana era vilmente follada como si fuese una puta en el cuarto del aire acondicionado. Por otro me sentía traicionado pues pensaba que he llegado el momento ese que la llegaría a disfrutar, sería yo. En cualquier caso la utilidad de esa sentimientos en mi interior fue el que de alguna manera, la balanza se inclinó radicalmente hacia la parte del deseo y la sexualidad frente a la de el respeto y el cariñoa una persona con la que llevaba compartido tantos años de trabajo.

Durante nuestras conversaciones por WhatsApp trate de arañar más información respecto a su relación con ese otro trabajador. Pero frustrantemente no entraba en los detalles que yo deseaba conocer. Por un lado se había soltado completamente y entregado a los placeres y el disfrute y por otro se reservaba mucha información para ella misma, cosa que hasta ese momento no había sucedido.

Tampoco su marido conseguía grandes avances en cuanto a información se refiere.

Todo eso estaba despertando en mí un deseo más salvaje, mas crudo, y casi sin darme cuenta, desencadenó un momento en el que por fin obtuve todo aquello que deseaba y más.

(Continuará...)
Gracias @Pablete , nos está encantando esta historia. Hacía tiempo que no leíamos algo tan bueno y tan aplicable a nuestra realidad por mucho motivos.
 
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