baronrojobis
Miembro muy activo
- Desde
- 1 May 2025
- Mensajes
- 100
- Reputación
- 111
No he podido dejar de leerte. Este relato me ha dejado sin palabras. Dulce tentación la tuya...
Follow along with the video below to see how to install our site as a web app on your home screen.
Note: This feature may not be available in some browsers.
Solo hay gozo y disfrute, corazon. De una parte insatisfecha. Totalmente compatible con la pureza de una mujer que vuelve a refugiarse a su hogar.... donde la esperan...Subí al Uber con las piernas aún temblándome.
El asiento era de cuero, frío, limpio, como si la ciudad quisiera borrarme el rastro de la piel.
Pero yo no me sentía limpia.
Ni arrepentida.
Apoyé la cabeza contra la ventanilla.
Las luces de Móstoles desfilaban fuera,
las mismas de siempre,
pero ahora algo en mí se había desplazado.
Como si el cuerpo ya no encajara igual dentro del vestido,
ni el anillo pesara lo mismo en el dedo.
No lloré.
No sabía si debía hacerlo.
Lo que me invadía no era culpa,
era una mezcla espesa de vergüenza y placer,
de humillación buscada,
de entrega sin red.
El eco de sus palabras aún me vibraba en los oídos:
yo no beso a putas…
pobre tu marido.
Me mordí el labio.
No por dolor.
Por memoria.
Porque todavía sentía el encaje roto entre los dientes,
el escupitajo secándose en mi mejilla,
su olor en mi garganta.
Bajé la mirada a mis muslos.
Aún pegajosos.
Aún manchados.
Cada movimiento me recordaba lo que me había hecho.
Lo que yo me había permitido.
El conductor puso música suave.
Yo no la escuchaba.
Solo repasaba cada segundo, cada gesto, cada arcada,
cada vez que me abrí más allá de lo que creía posible.
Y pensé:
no fue amor.
No fue ternura.
Fue deseo en estado puro.
Cruel.
Desnudo.
Sincero.
Miré la hora.
Mi hija dormiría.
Mi marido también.
El mundo seguía.
Y yo…
yo volvía con la ropa arrugada,
las bragas ausentes,
y el alma llena de algo que no podía decir en voz alta.
Algo que me ardía…
y me daba miedo olvidar.
GraciasMuy bueno, parece un libro, un bestseller.
Trabajas allí?Buff qué morbazo de historia. Ya solo la primera parte me ha metido de lleno y me ha puesto malo, al ser todo tan familiar y reconocible. No voy a dar datos ni nada pero me conozco ese hospital como la palma de mi mano... ¡Gran historia!![]()
No, no trabajo allí, voy mucho pero en calidad de visitante, no de trabajador jejeTrabajas allí?
Menuda forma de escribir,por un momento me sentí el,por palabras y a la vez tu,aún siendo yo hombre.Lo dicho.Me ha encantado,y eso que te he leido de casualidad a las 2.30 amMe desperté envuelta en el mismo silencio con el que volví.
La sábana pegada a mi piel aún tibia.
El interior, más.
Sentía esa punzada sorda entre las piernas,
como un susurro que no se había apagado del todo.
Él se giró hacia mí.
Desnudo.
Somnoliento.
Con ese gesto que no necesita palabras para pedirme.
Solo piel.
Su mano me buscó bajo la sábana,
y yo no dije nada.
Me dejé abrir.
Me dejé tocar.
Entró en mí con esa ternura suya,
ese vaivén familiar que conoce mis tiempos,
pero no mis noches.
Su cuerpo era el mismo de siempre.
Pero el mío…
ya no.
Me moví con él.
Le seguí el ritmo.
Gemí bajito,
como si fuera de verdad.
Pero mientras él me amaba,
yo no estaba ahí.
Estaba en un rellano.
A oscuras.
Con las rodillas pegadas al mármol y el alma mordida por un tanga arrancado.
Mi boca aún ardiendo en el recuerdo de lo que lamí,
de lo que no debí…
pero deseé.
Ese sexo sucio, lleno de mí,
que bajé a limpiar con la lengua.
Las arcadas,
el sabor,
su mano en mi nuca.
Y ahora este hombre dentro de mí…
tan limpio,
tan mío,
tan ajeno a todo eso.
Me estremecí.
Él pensó que era por él.
Me besó la frente.
Se derramó con un suspiro.
Y me abrazó,
como quien cree que aún soy su casa.
Pero yo ya estaba lejos.
Y entonces, como si el cuerpo no soportara más contradicción,
la escuché.
Mi hija.
Llorando.
Pidiendo pecho.
Me levanté sin decir nada.
Con las piernas aún sensibles.
Con esa humedad que no venía del amor.
Caminé desnuda hasta su cuarto.
Me senté.
La cogí.
Se enganchó a mi pecho con hambre.
Succión fuerte.
Suave.
Y yo la miré.
Con una ternura que me dolía.
Porque mientras ella bebía de mí,
yo aún sentía entre las nalgas el ardor de lo que había entregado.
Y entre los labios…
el eco de lo que había callado.
¿Y si soy todo esto?
pensé.
Madre.
Esposa.
Y también…
lo otro.
Con leche en el pecho… y memoria entre las piernas. Patricia
Utilizamos cookies esenciales para que este sitio funcione, y cookies opcionales para mejorar su experiencia.