Masturbarse en público, chicos y chicas

Tuvimos bastantes situaciones mas morbosas, pero no para este hilo jejeje
Lo que has contado refleja una escena de alto voltaje, cargada de deseo, de juego, de riesgo y adrenalina. Y sí, es cierto… ¿quién no ha vivido —o fantaseado— algo parecido cuando la juventud, las ganas, el alcohol y la falta de espacio conspiran para encender lo prohibido?

La calle, la oscuridad, el peligro de ser descubiertos… todo suma para que el cuerpo se ponga alerta y el placer se vuelva más intenso, más salvaje. Esa amiga supo leer el momento, provocarte, retenerte en el borde y llevarte justo hasta el estallido. A veces, las mejores experiencias no son las planeadas, sino esas que nos sorprenden contra la pared de lo inesperado.

Pero también te diré algo: no es sólo el acto lo que excita. Es cómo lo recuerdas, cómo lo cuentas, cómo lo revives. Y tú lo has hecho como si aún lo llevaras palpitando entre los muslos.
 
Por cierto, y en el paseo posterior de vuelta, solo yo estaba desnudo, no me crucé con nadie ni tumbado ni paseando que también estuviera en pelotas, es más, las 4-6 personas con las que me crucé estaban bastante tapad@s, ni siquiera iban en traje de baño (lógico, 9:00am, no más de 18-20 grados y nublado),
esas temperaturas son para valientes.
 
Mi paja más morbosa fue en un centro comercial de mi mujer el verano pasado. Veníamos de una comida con amigos y familia y ella llevaba un vestido que a casa rato se soltaba el nudo y casi se le veían las tetas.

Al acabar fuimos al centro comercial a comprar unas cosas y con el calentón de recordar el momento empecé a meterle mano por el culo. Al final, yo dentro de un probador y ella fuera, con la cortina medio abierta empezó a tocarme, y con el morbo de la gente entrando y saliendo me corrí en pocos minutos en su brazo.

Con el morbo de salir de allí con el brazo lefado, ya os podéis imaginar lo que pasó en el coche....
 
Mi paja más morbosa fue en un centro comercial de mi mujer el verano pasado. Veníamos de una comida con amigos y familia y ella llevaba un vestido que a casa rato se soltaba el nudo y casi se le veían las tetas.

Al acabar fuimos al centro comercial a comprar unas cosas y con el calentón de recordar el momento empecé a meterle mano por el culo. Al final, yo dentro de un probador y ella fuera, con la cortina medio abierta empezó a tocarme, y con el morbo de la gente entrando y saliendo me corrí en pocos minutos en su brazo.

Con el morbo de salir de allí con el brazo lefado, ya os podéis imaginar lo que pasó en el coche....
Lo imaginamos y al menos a míecdais envidia jeje
 
A mí me pajearon una vez en el Cercanías. Todas las tardes al volver del trabajo coincidía con una madura (yo acababa de empezar a trabajar, tenía 25 años), una señora que siempre me miraba y se sentaba a cierta distancia, pero siempre de cara para mantener el contacto visual. Al principio no le di mucha importancia, aunque sí observé que tenía buen culo y buenas piernas, algo pasadita de kilos, que es como me gustan las mujeres. Eso me daba mucho morbo, y también que, aunque solía ir leyendo, de vez en cuando levantaba la vista y SIEMPRE me miraba. Mi parada estaba antes que la suya, y cuando me bajaba, siempre miraba hacia ella, y ella siempre estaba mirándome.
Llegó la primavera y ella fue vistiendo más ligero. Me regaló la vista con un buen par de tetas, y me pilló varias veces con los ojos dentro de su escote. Cuando pasaba, yo siempre la miraba a los ojos y sonreía. Poco a poco fue acercándose. Un día se sentó enfrente de mí (esa tarde no quedaban muchos más sitios libres, y tuve un buen rato de visión de aquel buen par de tetazas. No me corté y ella no se molestó en taparse, mientras miraba el abultamiento que tenía entre las piernas y sonreía.
Por fin, una tarde de verano, con poca gente en el vagón, volvió a sentarse frente a mí y, resoplando, se abrió un botón más la camisa para mostrarme bien el canalillo. Se mordió el labio inferior cuando la miré a la cara y yo a los pocos minutos notaba el calor en mi rabo. Suspiró, se sentó a mi lado y su mano derecha se posó sobre mi paquete. "Si te la sacas, te la meneo aquí mismo", me susurró al oído, mientras me soltaba el botón del pantalón.
La ayudé y enseguida lo tuvo en su mano. Yo veía, sentados más lejos, mirando hacia nosotros, a un hombre de mediana edad que cabeceaba, a una chica con el móvil y los auriculares y a otra madura leyendo una novela. Las conocía porque se bajaban en la misma estación que yo, así que intenté que no se notase mucho en mi cara lo cachondo que estaba. Mi pajeadora se dedicaba a menearme el rabo con mucha habilidad, mientras que con la otra mano, entre sus piernas, se daba placer. Hice un gesto para ayudarla, pero volvió a susurrar "No, hoy el trabajo lo hago yo..."
No pensé que aquello me iba a hacer sentir tanto morbo: la posibilidad de que alguien entrase en el vagón y nos descubriera, o que alguno de aquellos tres se diera cuenta, o de que un gemido más alto de la cuenta nos descubriera...
Estábamos ya cerca de mi estación (hubiera llegado hasta donde hubiera hecho falta), mi pajeadora se dio cuenta y aceleró el ritmo. Apuntó adecuadamente y mi corridón cayó sobre mi camiseta. Ella lamió las pocas gotas que le quedaban en la mano mirándome a los ojos, mientras se levantaba, guardaba mi rabo en los calzoncillos y susurraba: "Me debes una..."
Se volvió a sentar frente a mí tras ayudarme a abrocharme el pantalón. Se recompuso, miró mi camiseta pringada e hizo un gesto de "Qué le vamos a hacer..."
El tren estaba frenando y las dos pasajeras pasaron a mi lado hacia la puerta. La madura me miró con mala cara, como diciendo "Qué guarros van estos jóvenes...". La más joven ni me miró. Las seguí hasta la puerta y, antes de bajarme, la miré. Me guiñó un ojo y sus labios dibujaron un beso. La muchacha me miró de soslayo y puso cara de circunstancias, dándose cuenta de qué era lo que pringaba mi camiseta. Le respondí con un gesto de disculpa y ella me devolvió una media sonrisa. Mi pajeadora, sin embargo, lucía una sonrisa de oreja a oreja. Fue un verano muy divertido...
 
A mí me pajearon una vez en el Cercanías. Todas las tardes al volver del trabajo coincidía con una madura (yo acababa de empezar a trabajar, tenía 25 años), una señora que siempre me miraba y se sentaba a cierta distancia, pero siempre de cara para mantener el contacto visual. Al principio no le di mucha importancia, aunque sí observé que tenía buen culo y buenas piernas, algo pasadita de kilos, que es como me gustan las mujeres. Eso me daba mucho morbo, y también que, aunque solía ir leyendo, de vez en cuando levantaba la vista y SIEMPRE me miraba. Mi parada estaba antes que la suya, y cuando me bajaba, siempre miraba hacia ella, y ella siempre estaba mirándome.
Llegó la primavera y ella fue vistiendo más ligero. Me regaló la vista con un buen par de tetas, y me pilló varias veces con los ojos dentro de su escote. Cuando pasaba, yo siempre la miraba a los ojos y sonreía. Poco a poco fue acercándose. Un día se sentó enfrente de mí (esa tarde no quedaban muchos más sitios libres, y tuve un buen rato de visión de aquel buen par de tetazas. No me corté y ella no se molestó en taparse, mientras miraba el abultamiento que tenía entre las piernas y sonreía.
Por fin, una tarde de verano, con poca gente en el vagón, volvió a sentarse frente a mí y, resoplando, se abrió un botón más la camisa para mostrarme bien el canalillo. Se mordió el labio inferior cuando la miré a la cara y yo a los pocos minutos notaba el calor en mi rabo. Suspiró, se sentó a mi lado y su mano derecha se posó sobre mi paquete. "Si te la sacas, te la meneo aquí mismo", me susurró al oído, mientras me soltaba el botón del pantalón.
La ayudé y enseguida lo tuvo en su mano. Yo veía, sentados más lejos, mirando hacia nosotros, a un hombre de mediana edad que cabeceaba, a una chica con el móvil y los auriculares y a otra madura leyendo una novela. Las conocía porque se bajaban en la misma estación que yo, así que intenté que no se notase mucho en mi cara lo cachondo que estaba. Mi pajeadora se dedicaba a menearme el rabo con mucha habilidad, mientras que con la otra mano, entre sus piernas, se daba placer. Hice un gesto para ayudarla, pero volvió a susurrar "No, hoy el trabajo lo hago yo..."
No pensé que aquello me iba a hacer sentir tanto morbo: la posibilidad de que alguien entrase en el vagón y nos descubriera, o que alguno de aquellos tres se diera cuenta, o de que un gemido más alto de la cuenta nos descubriera...
Estábamos ya cerca de mi estación (hubiera llegado hasta donde hubiera hecho falta), mi pajeadora se dio cuenta y aceleró el ritmo. Apuntó adecuadamente y mi corridón cayó sobre mi camiseta. Ella lamió las pocas gotas que le quedaban en la mano mirándome a los ojos, mientras se levantaba, guardaba mi rabo en los calzoncillos y susurraba: "Me debes una..."
Se volvió a sentar frente a mí tras ayudarme a abrocharme el pantalón. Se recompuso, miró mi camiseta pringada e hizo un gesto de "Qué le vamos a hacer..."
El tren estaba frenando y las dos pasajeras pasaron a mi lado hacia la puerta. La madura me miró con mala cara, como diciendo "Qué guarros van estos jóvenes...". La más joven ni me miró. Las seguí hasta la puerta y, antes de bajarme, la miré. Me guiñó un ojo y sus labios dibujaron un beso. La muchacha me miró de soslayo y puso cara de circunstancias, dándose cuenta de qué era lo que pringaba mi camiseta. Le respondí con un gesto de disculpa y ella me devolvió una media sonrisa. Mi pajeadora, sin embargo, lucía una sonrisa de oreja a oreja. Fue un verano muy divertido...
¿Cumpliste con la deuda que tu compañera de vagón te advirtió que tenías con ella?
 
¿Cumpliste con la deuda que tu compañera de vagón te advirtió que tenías con ella?
¡Por supuesto! Ya digo que coincidíamos todas las tardes en el cercanías. A la tarde siguiente de contraer la deuda, entró en el vagón, pero pasó de largo y se sentó de espaldas, de manera que yo sólo veía su cabeza. Aquella tarde el vagón iba bastante más lleno, y yo casi no podía verla. Me extrañó su actitud, totalmente diferente a la de la tarde anterior. Hasta ya iba medio cachondo cuando cogí el tren, y aquella actitud me bajó todo de golpe. Y peor cuando, al ir a salir del tren, me giré y ni siquiera la vi.
Caminé hacia mi coche, un cacharro viejo de cuarta mano que me habían comprado mis padres. Cuando iba a abrir la puerta, alguien dijo a mi espalda:
-¿Tienes prisa?
Allí estaba, de pie, con un gesto pillo en su cara.
-Ni me has mirado...
-Soy una señora casada, tengo que ser discreta. Igual podría ser tu madre...
-No exageres...
-...Y en esta línea viaja gente que me conoce. De hecho, si me han visto bajarme aquí, estarán preguntándose por qué no me bajo en mi estación. En fin, a lo que vamos... ¿Vas a pagar tu deuda?
-Vivo en piso compartido...
-No creo que tus compañeros, o compañeras, me vayan a conocer. Además, intentaremos que no nos vean mucho, ¡no?
Me guiñó un ojo y se dirigió al asiento del copiloto. Durante el camino a mi piso, que se me hizo eterno, no hablamos. Yo escuchaba su respiración levemente agitada, revelando su excitación. Entramos rápido en mi cuarto. Vivía con otro chico y dos chicas, y me pareció oír a una de ellas en su cuarto, contiguo al mío.
Puse un dedo delante de los labios para indicar a mi amiga que no hiciera ruido. Ella respondió metiéndome la lengua hasta la campanilla y agarrándome el culo con la dos manos. Yo agarré el suyo, un buen culo, ya no firme, pero de buen tamaño. Ella echó mano de mi paquete.
-Menuda polla gastas, rey... -susurró mientras abría el pantalón y metía la mano bajo los calzoncillos, ansiosa.
Pero yo la frené.
-No, reina. Has venido a cobrarte tu deuda. Y eso voy a hacer. Después, ya veremos.
Aquello la desconcertó. La senté en la cama y me senté a su lado. Tenía el pelo moreno y rizado. Me recordaba a Raquel, una chica con la que follé durante la universidad, y que era una cachonda, y eso me ponía muy cachondo a mí. Mi amiga llevaba un vestido de verano, azul, cuya falda levanté con mi mano derecha hasta llegar a sus bragas, que ya estaban mojadas. La pajée por encima de las bragas. Ella hizo un par de intentos para que metiera mi mano dentro, pero me negué. Le ordené que actuase como si se lo estuviera haciendo en el tren, y ella logró contener los gemidos mordiéndose los labios. Cuando vi que estaba cerca del orgasmo, le susurré: "Si quieres que pare y consideras la deuda saldada, tendrás toda la polla que quieras..."
Ella asintió y yo quité la mano de su entrepierna. En menos de un segundo me había empujado sobre la cama y estaba montada sobre mí. Mi rabo iba a reventar, ella lo sacó, se separó las bragas a un lado y se montó sobre él. Iba tan empapada que se lo metió hasta la mitad de un tirón con un grito. Y la otra mitad al siguiente empujón con otro grito. Me cabalgó como si llevase un año con ganas de follar y no paró de gemir alto hasta que unos segundos después de que yo me corriese dentro de ella, soltó el squirt más abundante que he visto.
Cuando terminó de chorrear, se dejó caer a mi lado, riéndose y diciéndome lo bien que se lo estaba pasando.
-Me he corrido dentro...
-No te preocupes, rey. Ya te correrás en otras partes.
Me pidió que la llevase otra vez a la estación. Me ofrecí a llevarla a su casa. Ella me miró y me dijo que de momento había me mantener el misterio y la prudencia. En la estación me dio un pico tras asegurarse de que nadie nos veía, se bajó y se fue.
Cuando volví a casa, mi compañera me estaba esperando.
-Le has arreglado la tarde a la señora, ¿eh? Te voy a llamar follamaduras.
-¿No tendrás envidia?
-No follo niñatos.
-¡Las maduras tienen mejor gusto!
 
Cuando éramos chavales una vecina y yo nos íbamos a un esquina del edificio que estaba bastante escondida y no iba nadie y nos enseñábamos las partes y nos masturbabamos
Aquello de "si tú me enseñas lo tuyo, yo te enseño lo mío"
Un clásico jeje
 
Cuando éramos chavales una vecina y yo nos íbamos a un esquina del edificio que estaba bastante escondida y no iba nadie y nos enseñábamos las partes y nos masturbabamos
que bueno jajajaja de niño yo hice eso con algunas amigas de clase, y ya en el instituto hice eso con una amiga pero a nivel de enviarnos nudes al llegar a casa por correo electronico
 
que bueno jajajaja de niño yo hice eso con algunas amigas de clase, y ya en el instituto hice eso con una amiga pero a nivel de enviarnos nudes al llegar a casa por correo electronico
Siempre el descubrir sexual es muy divertido y lo bien que lo pasabamos
 
Pues a mi me encanta exhibirme por webcam y mostrarme excitado hasta correrme!! Por supuesto, si al otro lado hay alguien más mostrándose también la excitación es ya insuperable...
Lo que empezó como una forma de hacerme una paja y correrme anonimamente, se ha convertido en un vicio absoluto que cada vez va a más. Empecé mostrándome poquito, vestido, y cuando veía que en el otro lado de la cámara se iban animando pues ya me quedaba en slip o tanguita y me masturbaba hasta correrme. Luego descubrí las videoconferencias en grupo, y entonces comencé a liberarme algo más, ya mostrándome completamente desnudo para que viesen como mi polla iba creciendo hasta correrse. Evidentemente todo va yendo a más, sobre todo cuando alguien o todos/as en esas videollamadas de grupo, ya se muestra sin pudor alguno y te excita hasta el punto de que, ese grado de excitación colectiva nos hace masturbarnos mostrándonos completos en la cam, es decir, con caras y todo hasta corrernos.
Ahora, ya ultimamente, directamente me expongo completamente desnudo, con la cara incluida delanta de la cam, y nos hacemos unas pajas tremendas, me pone supercachondo y llega un momento en el que ya no puedo parar y tengo la necesidad de seguir masturbándome y tocándome hasta que me corro como un loco. Incluso debido a la enorme excitación, he llegado a abrir las piernas y mostrar mi culito y agujero expresamente abierto, deseando que me metan algo dentro, y me he puesto a jugar con mi culito hasta que he tenido una corrida de ensueño, loca, enorme... Buff, solo lo escribo y ya me pongo malo y tieso como el tronco de un arbol. Que pajados nos pegamos todos/as viéndonos y corriéndonos, que barbaridad!!!
 
A mí me pajearon una vez en el Cercanías. Todas las tardes al volver del trabajo coincidía con una madura (yo acababa de empezar a trabajar, tenía 25 años), una señora que siempre me miraba y se sentaba a cierta distancia, pero siempre de cara para mantener el contacto visual. Al principio no le di mucha importancia, aunque sí observé que tenía buen culo y buenas piernas, algo pasadita de kilos, que es como me gustan las mujeres. Eso me daba mucho morbo, y también que, aunque solía ir leyendo, de vez en cuando levantaba la vista y SIEMPRE me miraba. Mi parada estaba antes que la suya, y cuando me bajaba, siempre miraba hacia ella, y ella siempre estaba mirándome.
Llegó la primavera y ella fue vistiendo más ligero. Me regaló la vista con un buen par de tetas, y me pilló varias veces con los ojos dentro de su escote. Cuando pasaba, yo siempre la miraba a los ojos y sonreía. Poco a poco fue acercándose. Un día se sentó enfrente de mí (esa tarde no quedaban muchos más sitios libres, y tuve un buen rato de visión de aquel buen par de tetazas. No me corté y ella no se molestó en taparse, mientras miraba el abultamiento que tenía entre las piernas y sonreía.
Por fin, una tarde de verano, con poca gente en el vagón, volvió a sentarse frente a mí y, resoplando, se abrió un botón más la camisa para mostrarme bien el canalillo. Se mordió el labio inferior cuando la miré a la cara y yo a los pocos minutos notaba el calor en mi rabo. Suspiró, se sentó a mi lado y su mano derecha se posó sobre mi paquete. "Si te la sacas, te la meneo aquí mismo", me susurró al oído, mientras me soltaba el botón del pantalón.
La ayudé y enseguida lo tuvo en su mano. Yo veía, sentados más lejos, mirando hacia nosotros, a un hombre de mediana edad que cabeceaba, a una chica con el móvil y los auriculares y a otra madura leyendo una novela. Las conocía porque se bajaban en la misma estación que yo, así que intenté que no se notase mucho en mi cara lo cachondo que estaba. Mi pajeadora se dedicaba a menearme el rabo con mucha habilidad, mientras que con la otra mano, entre sus piernas, se daba placer. Hice un gesto para ayudarla, pero volvió a susurrar "No, hoy el trabajo lo hago yo..."
No pensé que aquello me iba a hacer sentir tanto morbo: la posibilidad de que alguien entrase en el vagón y nos descubriera, o que alguno de aquellos tres se diera cuenta, o de que un gemido más alto de la cuenta nos descubriera...
Estábamos ya cerca de mi estación (hubiera llegado hasta donde hubiera hecho falta), mi pajeadora se dio cuenta y aceleró el ritmo. Apuntó adecuadamente y mi corridón cayó sobre mi camiseta. Ella lamió las pocas gotas que le quedaban en la mano mirándome a los ojos, mientras se levantaba, guardaba mi rabo en los calzoncillos y susurraba: "Me debes una..."
Se volvió a sentar frente a mí tras ayudarme a abrocharme el pantalón. Se recompuso, miró mi camiseta pringada e hizo un gesto de "Qué le vamos a hacer..."
El tren estaba frenando y las dos pasajeras pasaron a mi lado hacia la puerta. La madura me miró con mala cara, como diciendo "Qué guarros van estos jóvenes...". La más joven ni me miró. Las seguí hasta la puerta y, antes de bajarme, la miré. Me guiñó un ojo y sus labios dibujaron un beso. La muchacha me miró de soslayo y puso cara de circunstancias, dándose cuenta de qué era lo que pringaba mi camiseta. Le respondí con un gesto de disculpa y ella me devolvió una media sonrisa. Mi pajeadora, sin embargo, lucía una sonrisa de oreja a oreja. Fue un verano muy divertido...
Que morbazo de historia !!!

Volviste a quedar con ella despues de follartela en tu casa?
 

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