Mi chica siendo ella

superthor69

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Nos bajamos del bus y fuimos directos al camping.
Ya estaba todo hablado. Habíamos morboseado como adolescentes con imaginación y pactado los términos. Lo queríamos desde hacía tiempo y se estaba materializando.

Nos acercamos al camping en cuestión y fuimos directos al mostrador.
Nadie te explica que un camping nudista de cara a la galería es parecido a casi cualquier cosa. Te acercas con incertidumbre y, un tipo con la misma extrañeza que traias tu, hace contacto visual contigo.
Nos conseguimos registrar, que no consiste en otra cosa más que pagar el bungalow que vas a ocupar esa semana. Luego de, pasamos dentro por fin.

Tenía en la cabeza 14 tipos de pájaros distintos que, una vez entrará al recinto, vería ponerse en fila para darme la bienvenida alzando el vuelo.
Pero que va.
Es todo más mundano de lo que esperas.
Había grupos de maduros hablando de sus cosas, otros solos a su rollo y, soledad, mucho espacio y soledad entre la piscina que centraba todos los habitáculos entorno a ella y el resto de paredes.

Localizamos nuestro apartamento y entramos, mi chica y yo.
Te has fijado cómo te miraban todos?
Jaja -a mi? que dices.. respondió ella, con mirada perdida y risa nerviosa.
Si! llamamos la atención cielo, somos los mas jovenes de aqui, por lo que he podido ver.
Ahora en que nos desnudemos y salgamos, ya veras como giras cuellos.
-Es verdad! jaja se me había olvidado que era un camping nudista.
jeje que tonta eres, ya sabes a donde veniamos.
Jeje -ya lo sé, es una forma de hablar. Voy al baño, ahora salimos fuera.
Vale cari, no tardes.
 
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El Acercamiento.

Me costó un poco quitarme la ropa. No estoy muy acostumbrado a estar desnudo al aire libre, pero… todo sea por un bien mayor, pensé.

En cuanto mi chica terminó de colocar sus cremas, maquillaje, secador, plancha para el pelo y demás historias, salió del baño.
Ya estaba maquillada y solo le quedaba peinarse un poco, algo que hizo en el salón aprovechando un gran espejo que había en una de sus paredes.
Verla desnuda, paseándose por el bungalow de lado a lado, ya me estaba poniendo bastante cachondo. No quería gastar la llama antes de prenderla, así que me guardé lo salido que me sentía para mí y simplemente seguí esperándola.

Cuando se dispuso a hacer el traspaso de los enseres de su bolso a la bolsa de playa supe que había terminado. Sin mediar palabra me levanté de un salto del sofá y me aproximé a la puerta, agarré el pomo y me giré.

Ella en ese momento estaba quieta, mirándome. En sus ojos podía ver como se hacía real lo planeado, como de alguna manera entendía que, una vez atravesada esa puerta, ya no habría marcha atrás.
No hubo comunicación. Ella se acercó, cruzó el marco y cuando estuvo fuera a la intemperie, cerré de un portazo.

Mientras caminábamos hacia el centro del recinto, donde se hallaba la piscina, iba mirando a mi alrededor, analizando cada aspecto del entorno como si de un agente de seguridad se tratara.

Era temprano, pero ya había varios hombres en algunas de las tumbonas que se encontraban cerca del agua. Otros se encontraban diseminados sobre el césped, como puestos al azar. Todos parecían muy concentrados en parecer distantes y abstraídos de todo lo que en sus alrededores se pudiera producir.

Cuando llegamos a la piscina, nos sentamos en una tumbona cada uno. El sol, a pesar de estar bajo todavía, comenzaba a picarnos un poco, por lo que mi chica me dijo que le pusiera crema.

Me mostré extrañado y le dije.

Cielo, recuerda lo que hemos hablado, aquí solo somos amigos, no quiero que parezca que somos pareja, acuérdate.

-Tienes razón, pero no creo que ponerme crema haga pensar eso a nadie.

La corte inmediatamente.

Cariño, en cuanto pueda, en que empiece a llegar más gente, me iré, te dejaré sola. El estar aquí a tu lado ya hace parecer lo que precisamente hablamos de impedir que pareciera. ¿Entiendes?

-Vale, pero no te vayas todavía, no me dejes sola.

Aun no me iré, esperaré un rato más hasta que se junte más gente alrededor, pero entonces sí me marcharé al bar de la entrada. Procura estar relajada, todavía no está ocurriendo nada.

Vale, dijo ella, con voz entrecortada. La notaba tensa; pero es un proceso que debe superar, me dije, y está preparada.

Al cabo de media hora o así, rozando las 11 y media en el reloj y aprovechando que seguía habiendo poca gente, se animó a meterse en el agua.

Emplee ese momento para hacer un peinado del lugar de la forma más discreta que pude. Me giré a ambos lados y ¡zas! Cacé a varios hombres de los que se encontraban en los márgenes laterales tirados en la hierba con su mirada fija en ella. Observando cómo se dirigía a una de las escaleras de aluminio para ayudarse a meter poco a poco en la piscina.

Lo último que quería era coartarles, por lo que me cuidé mucho de que no se me notara atento a ellos, y por supuesto, en ningún grado disgustado por haberles visto contemplarla.
 
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El Primer Contacto.

Lucía un cuerpo precioso. En ese instante me vinieron a la cabeza toda clase de recuerdos. Como nos conocimos, como habíamos terminado aquí... Pero sobre todo, cuánto había cambiado desde el día que la ví por primera vez.

Nunca fué una chica flaca o estrecha. Si bien al principio era delgada, se notaba que provenía de una estirpe de mujeres anchas, pues sus caderas, sus brazos, su carita, aun plana de tripa y pecho por aquel entonces, denotaban estar sujetas a una genética que, de mostrarse, acabaría haciendo mella en el resto de una constitución que ya venía marcada desde un inicio. Y no es para menos, pues su madre y varias de sus tías eran gorditas y de pechos generosos, algo que no encajaba con ella en aquel momento.

Pero la biología manda y las malas costumbres se terminan imponiendo, y unos años después, había terminado como su madre, sus tías...
Convirtiéndose en una hembra gordita y de buenos pechos, algo que de haber estado atento a todas esas señales, quizás habría visto venir a tiempo.
No quiero que se me malinterprete. He disfrutado mucho presenciando cómo poco a poco esas tetitas iban engordando y como esa tripita, en un principio plana, daba paso a un bultito cada vez más pronunciado, hasta lograrle una figura preciosa y deseable a unos extremos inenarrables.

Mi propensión a divagar se vió interrumpida de pronto, cuando me percaté de que un hombre que también se encontraba sentado unas tumbonas más allá de las nuestras, se dirigía a meterse al agua.
Mi chica nadaba de lado a lado despreocupada cuando ese hombre de aproximadamente 40, 45 años, se introducía en la piscina empleando la escalera que minutos antes, había usado mi chica para lo mismo.

Al principio se quedó quieto, acostumbrándose a la temperatura del agua. Pero enseguida empezó a nadar dirigiéndose al otro extremo, que era donde menos cubría y donde se encontraba mi chica descansando, con su cuerpo dentro del agua a excepción de la cabeza, que se mecía fuera apoyada sobre el bordillo.

Aproveché en ese momento para irme. Necesitaba verla volar sola y que por fin pudiera comenzar a experimentar todas esas sensaciones con las que tantas y tantas noches habíamos fantaseado. Era su momento y se estaba volviendo realidad.

El dió el primer paso, se giró a mi chica y le dijo.
-Está buena el agua, ¿Verdad?
Ella giró la cabeza con sorpresa, y antes de responderle pudo percatarse de que yo ya no estaba allí, de que me había ido y se encontraba sola.
Le respondió de forma casi instintiva que sí, que estaba muy bien.
El la miraba, o al menos la ínfima parte de su cuerpo que se dejaba ver fuera del agua.

No se sentía petrificada. Trataba de reconciliar decenas de sensaciones que en ese momento pasaban por su mente y no le dejaban reaccionar con la naturalidad de la que ella disponía normalmente. Al final simplemente se dejó llevar, dejó de pensar...

-¿Como te llamas?
Isa, respondió ella
-Yo José Antonio, encantado. Dijo mientras le extendía la mano para saludarla.
-Encantada. Dijo ella, correspondiendo y alargando la suya hacia él.

-¿Habéis llegado hoy tu novio y tú?
-Si, osea, hemos llegado hoy pero no somos pareja. Solo es un amigo. Dijo con la voz algo más aguda de lo normal y costandole mantener fija su mirada en cualquier parte.
-Que bien, dijo el. Yo he venido solo pero tengo conocidos aquí, llevo viniendo ya varios años.
-Ah, que bien. Dijo ella, todavía visiblemente avergonzada.
-Hay buen ambiente, ya verás. La gente es muy abierta, hablamos con todo el mundo, Y no mordemos jaja.
Dijo él intentando hacer que se relajara.
-jaja me alegro de que haya buen ambiente, eso es importante en un sitio así. Dijo ella, sonriendo y mirándole por primera vez más de un segundo seguido.
-Tienes una sonrisa muy bonita, Isa.
-Gracias jeje.
-¿Que edad tienes?
-Pues he hecho 25 hace un mes.
-Que jovencita, ¿como te ha convencido tu amigo para venir a un camping nudista?
-¡No me convenció! Yo quería venir pero no quería hacerlo sola, y de todos mis amigos él fué el único que me quiso acompañar.

Luego de salirle decir eso, una frase que por otro lado habíamos ensayado muchas veces, supe que se empezaba a sentir agusto, o por lo menos iba disipándose esa vergüenza y sustituyendola por su propio carácter. La notaba más tranquila, estaba empezando con muy buen pié.

-Jaja me alegra oír eso, entonces, ¿te gusta el nudismo?
-Si, lo practico desde hace unos años, pero hasta ahora siempre en playas y sitios así.
-¿Sitios así?
-Jeje bueno ya me entiendes, playas y tal. Básicamente en ellas.

A medida que hablaban, el resto de hombres que ya estaban allí y otros que habían ido llegando, les observaban desde la distancia.
Algunos con más disimulo y otros con más descaro, pero no cabía duda de que era el centro de atención, aunque ella no lo hubiera percibido aún.
 
Última edición:
La proposición.

Mientras la conversación distraía la atención de Isa, mi chica, otros hombres habían ido llegando a la piscina y ocupando varias tumbonas, incluso algunas aledañas a la suya. El goteo de residentes del complejo, que durante toda la mañana se habían ido dejando caer por las inmediaciones, había sido incesante, dado que nos acercabamos al medio día de un mes de julio especialmente tórrido.

Si bien, en un principio las interacciones que pudieron darse entre ellos comenzaron siendo algo forzadas y distantes, poco a poco y gracias a la actitud proactiva y cercana hacia ella que mostró en todo momento José Antonio, facilitaron en gran medida que su guardia mermara, al tiempo que parecía deshacerse de toda esa maraña de nervios que venían adheridos a su espalda desde que había entrado por la puerta, y que eran visibles desde casi cualquier ángulo desde el que se la quisiese observar.

Logró encontrarse agusto por primera vez desde que estaba allí, y hallarse lo suficientemente distraída como para no haber sido consciente de lo mucho que se había ido animando el ambiente a su alrededor.
Si bien empezaron charlando manteniendo la distancia, cada uno desde una esquina distinta de la zona que menos cubría, a medida que fué pasando el tiempo y más personas hacían uso de la piscina, terminaron juntándose en una de esas dos esquinas, casi por inercia, llevados por la corriente.
En un momento dado y viendo que la piscina gozaba de un intenso uso por parte de otros residentes, José Antonio le propuso salir del agua e ir a las tumbonas, para poder estar más tranquilos y evitar arrugarse como una pasa. A lo que Isa asintió con una tímida sonrisa y procedió a dirigirse a una de las escaleras de aluminio para poder subir.

Era la primera vez que iba a mostrar su cuerpo, al menos en un contexto tan concurrido como ese, y por mucho que estuviesen agusto hablando juntos y que los primeros nervios ya se hubiesen disuelto en el cloro, seguía siendo un paso importante para ella que no pasaba desapercibido.

Isa fué la que inició el ascenso mientras José Antonio aguardaba detrás suya. Primero desveló el resto de su cabello castaño, que ya no oculto por el agua, se adhería a su espalda y le cubría hasta más o menos la línea del bikini.
A continuación sus pechos hicieron aparición, erguidos por la postura con la que subía la escalera y con los pezones algo pronunciados debido al cambio de temperatura, pero sobre todo, a esos innumerables ojos de extraños que de pronto, tenían un lugar concreto al que mirar.

Cuando estaba a punto de salir completamente del agua, José Antonio, que aguardaba su turno detrás de ella, hizo ademán de querer subir, provocando que su cara chocase ''fortuitamente'' contra la espalda de Isa, algo que resolvió con cierta sorna y gracia diciendo.

-¡Ui perdona!, casi me doy con tu culo, jaja
Isa le miró con una de sus tantas tímidas sonrisas, para girarse a continuación y restarle importancia.

Cuando ella ya hubo salido completamente del agua, se echó para un lado, a la espera de que saliese José Antonio para poder ir juntos a sus tumbonas.
Se sentaron juntos, Isa en la suya y él en la que, horas antes, había ocupado yo, su novio y narrador de estas memórias.
Tuvieron suerte de que, en la que había sido mi tumbona por unos breves momentos, hubiera dejado mi toalla y unas gafas de sol, porque para esas alturas de la mañana, estaban casi todas las tumbonas ocupadas.

Una vez juntos, tumbados uno al lado del otro, ya no existían secretos. Él por fin podía verla en todo su esplendor. Sus tetas, sus pezones aun duros por la exhibición a la que se estaba sometiendo, su culo saliendo del agua momentos antes frente a su cara y, su coño. Su coñito depilado correctamente para la ocasión, que recogido entre sus piernas, observaba también con deleite y admiración.

En un momento dado, en que se hallaban ambos en silencio tomando el sol desparramados en sus tumbonas, Isa se giró hacia su bolsa de playa y exclamó, de forma totalmente inocente.

-Voy a echarme crema, que luego se me olvida y me quemo como una lagartija.
-Muy bien, dijo José Antonio.

No era tonto, sabía esperar al momento adecuado cuanto era necesario pero, y sobre todo, actuar con contundencia y premura cuando la situación que le interesaba era inminente.
No dió lugar a que abriese el bote, en cuanto Isa lo sostuvo en una de sus manos replicó.

-¡Espera!, déjame dártela yo, asi no te ensucias las manos, que las duchas para lavártelas están lejos y además, igual tienes que hacer fila.

Era mentira, por supuesto. Había fuentes cerca pero repito, no era tonto y además, sabía que con tanta gente alrededor, cualquier detalle que la hiciera pensar en levantarse y tener que desplazarse desnuda entre tanta gente, la iba a tirar para atrás, por eso usar el adverbio ''lejos'' fue muy acertado por su parte, además de acuñar tambien ''fila'' en su frase, por si acaso.

Ella le propinó una mirada tiritante, repleta de toda clase de dudas e indecisiones. Pero en el fondo se sentía en cierta manera recogida o resguardada con el, ya que era la única persona que de momento conocía y con la que se sentía agusto, por lo que no procrastinó demasiado y respondió que sí.
Alargó la mano y le entregó el bote de crema a José Antonio.

Este empezó a aplicarle la crema en las piernas, un poco por los tobillos y sobre las plantas superiores de los pies.
Continuó subiendo un poco hasta llegar a las rodillas y siguió aplicando crema por su parte superior. Evitó la zona de la ingle por respeto y mantener un saber estar que se estaba esforzando mucho en aparentar, pero cuyo esfuerzo le iba desgastando a medida que el contacto de su mano con la piel de Isa se prolongaba más y más en el tiempo.

Terminó de aplicarle crema en las piernas y continuó por la tripita, rozando a menudo la pelvis pero sin llegar a tocar más allá de donde se entiende, empieza el triángulo de la pasión.
También aplicó crema de forma salteada en los brazos y se dirigió a la zona del pecho, a ponerle crema en su parte superior y un poco por el área del cuello. Mientras estaba aplicando crema en esa zona le preguntó, mirándole a los ojos y acompañando el gesto con una mirada muy sibilina.

-¿Te pongo un poco en las tetas también, no? para que no se quemen jaj

Ella le miró, y sin poder controlar una mueca que, si a algo imitaba era a una especie de sonrisilla, le respondió que sí, que un poco.
Así que José Antonio cogió el bote, dejó caer sobre su mano derecha un poco más de crema y emprendió el recorrido sin demorarse un segundo.

Comenzó por el pecho derecho, lo fue acariciando y procurando que su mano se adhiriera a su forma a medida que esta iba deslizándose por él.
Después replicó lo mismo en el izquierdo, para terminar regresando al derecho de nuevo y así sucesivamente.
Se los iba acariciando, uno por uno, esparciendo una crema que poco a poco se iba absorviendo, pero que lejos de reponerla, su motivación solo escondía seguir tocándolas, disfrutando de las tetas de esa joven que por ahora, tenia solo para el.

De vez en cuando, meramente por puro disimulo, desplazaba su mano hacia uno de sus hombros, donde un pequeño lunar le daba la excusa para aplicar una crema que ya no existía, en una zona donde ya no la necesitaba.
Llegó un momento, pasados casi 10 minutos, en que ella miró a su alrededor, y pudo percatarse de estar siendo el objetivo de unas cuantas miradas que contemplaban no solo su cuerpo, si no el magreo al que ella estaba siendo sometida.

En ese momento le miro algo seria y le dijo.
-Bueno, ¿ya habrás terminado, no?
El respondió a su mirada con la suya y acuñó. -¡Si! ya no me queda mas crema.
-Yo creo que estoy ya más que protegida. Dijo ella, rebajando un poco el tono de la voz y relajando la comisura de sus labios.
El apoyó el bote en el suelo y le dijo.
-Es que tienes unas tetas muy bonitas, hija. Qué le vamos a hacer.
-jaja te lo agradezco, pero no hay que tocarlas tanto, que nos da vergüenza.
-Relájate cielo, estamos entre amigos. Luego recuerdame que te presente a conocidos que tengo aquí, siendo tu primera vez, te vendrá bien para sentirte más agusto en el camping, ¿te parece bien?
Ella respondió, -Sí, vale, estaría bien, gracias.
-De nada cielo. Dijo el, mientras acompañaba el cierre de su frase apoyando su mano sobre la pierna derecha de Isa, casi a la altura de la ingle.

Ella cerró los ojos. Pasaron así casi media hora, tomando el sol. Ambos en tumbonas colocadas a escasos centímetros y con la mano de él en su pierna, la cual de vez en cuando notaba como subía y bajaba unos milímetros, recorriendo asi trocitos de ella, que el sin siquiera mirarla, hacía suyos en realidad.
Descubrió que mantener los ojos cerrados le ayudaba a superar esas miradas. Seguía notándolas en su sien pero, de algún modo, mediante una medida así de sencilla, lograba centrarse mucho más en lo que sentía que en lo que se perdía por su timidez y su exposición.

Podía empezar a disfrutar de todo aquello con lo que tanto habíamos morboseado, centrarse en todo aquello que le había enseñado a desear y sobre todo, recordar que cuanto más lejos se encontrase de su dignidad, más cerca se hallaría del absoluto placer.

Se aproximaba la hora de comer. De hecho, muchos de los que habían estado a nuestro alrededor estaban desapareciendo, poniendo rumbo al restaurante, seguramente.
Ambos se percataron de este hecho y se dispusieron a recogerlo todo y a reincorporarse.
No tardó en invitarla a comer, a lo que aceptó encantada.

José Antonio tuvo el detalle de buscar una mesa apartada, al menos la más apartada que la disposición y organigrama del restaurante tenían disponible.
El era un poco veterano en ese camping podríamos decir, y no quería llamar demasiado la atención, más por ella que por el. Pues pretendía presentarle a ''amiguetes'' pero llegado el momento adecuado.
Quería llamar la atención lo menos posible y para ello, mataba dos pájaros de un tiro, teniendo en cuenta ese detalle con ella... Pero también con el.
Aun así, durante la comida, sufrió a un par de conocidos que no dudaron en acercarse a saludarlo. Más por la curiosidad que despertaba Isa que por otra cosa. Pero también por otro lado, permitió que tuviese sus primeros contactos con otros miembros del lugar, a los que ella saludó cariñosamente en todos los casos, dado que el ambiente agradable y acogedor que se respiraba en las cercanías, le acompañaba y sosegaba hasta conseguir que se mimetizase perfectamente con el contorno.

Cuando los postres estuvieron servidos, él le hizo una seña al camarero, que aún rondaba cerca de donde se encontraban sentados. Una vez presente, sacó su tarjeta y se la dió.
Isa, una vez se fué el camarero, exclamó.
-Te lo agradezco, pero no hace falta que me invites jeje
-No pasa nada cielo, es un placer. Por agradecerte tu compañía.
-Que bobo. Le salió del alma decir.
-Además. Interrumpió el. -Ya me lo pagarás.

Dejó caer la frase mientras depositaba su mano sobre el brazo de Isa, que en ese momento se encontraba apoyado sobre la mesa, a su alcance.
Ella sonrió, pero no movió el brazo. Lo dejo quieto, mientras le respondía con una mirada que aguantó hasta que pudo, dejándola caer finalmente hacia abajo, hacia el plato, donde aún se encontraban las últimas cucharadas de helado de vainilla con stracciatella.

-¿Me dejas probar el helado? bueno.. lo que te queda jaja
-¡Claro! respondió ella, mientras con su propia cuchara cogía parte del mismo.
Al volver a levantar la vista, el aproximó su cabeza y ella le introdujo su cuchara con el helado dentro de su boca, con sumo cuidado.
-Ummm, esta muy bueno.
-!Si¡ ¿Verdad que si?. Dijo Isa.
-Pero... no tanto como tu, cariño. Acuñó José Antonio.

Ella rió tímida, alternando su mirada entre él y el helado.
Cuando el camarero hubo vuelto con la tarjeta de José Antonio, este miró fijamente a Isa, y mientras la guardaba en su cartera y está a su vez en su riñonera , le dijo.
-Ahora vienen las horas de más calor, estar fuera es peligroso. ¿Porque no vamos a echar una siesta? Así de paso te enseño la zona de los bungalows donde estoy, que son más grandes y vienen con aire acondicionado, que es un detalle importante.

Terminó su frase acompañándola de un guiño que buscaba hacer hincapié en el tema del aire acondicionado, ya que sabía que los bungalows donde se hospedaban Isa y su amigo, osea un narrador, no venían con esa equipación, pues eran los más económicos.
Ella en ese momento sintió como volvían los bloqueos.
Necesitaba echar mano de esa determinación que tenía guardada en alguna parte y que tanto había entrenado y desarrollado conmigo.

Era un momento de inflexión, ese punto exacto en el que una ola rompe por fin, y comienza a volver atrás. Tendría que poder recordar aquellas palabras que tantas veces había oído de mis labios y traerlas al presente... Al momento actual.

''Sé tú misma, sé la puta que conoces, que sabes que existe en lo más profundo. Deja que roben todo de ti... todo''

Ella le miró, quizás no con la determinación suficiente pero... Si al menos con la justa y necesaria para lograr sobreponerse a ella misma y poder tirar, poder arrastrarse de cualquier manera para simplemente poder conseguir llegar.

Ella le respondió. -Vale, vamos.

Esas dos palabras, tan simples, tan aparentemente triviales. Bastarían para arrancar el pistoletazo de una leyenda, para la cual ni yo, ni ella, ni nadie, podríamos haber estado preparados.
 
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Su Primer Momento.

José Antonio caminaba delante a buen ritmo, mientras que Isa, medio metro por detrás, le seguía de cerca, a la vez que observaba todo lo que se iba descubriendo a su alrededor. Esa zona del camping era muy distinta a las demás, a todo el resto que hasta ese momento había conocido.

Eran bungalows más grandes, con una terracita en la entrada y con su parte superior proyectando una forma de tipo abuhardillado.
Entre vivienda y vivienda podían apreciarse pequeños setos que, adheridos a una malla verde, disimulaban sutilmente el interior de esas terrazas.

Durante el recorrido, José Antonio se fue encontrando y saludando a varios conocidos que no dudaron en pararse y darle algo de conversación. Era en esos instantes cuando Isa, que hasta ese momento había seguido sus pasos manteniendo una cierta distancia, terminaba alcanzándolo, teniéndose que colocar más o menos a su lado. Hecho que aprovechaba José Antonio para cogerla sutilmente de la cintura y presentársela a aquellos que habían tenido a bien pararse frente a él.

Isa les saludaba, como no podía ser de otra manera. Respondiendo con dos besos o alargando la mano, según las intenciones que aquellos extraños mostraran. Durante el tiempo que duraban esos encuentros procuraba disimular sus nervios, mostrando una tímida sonrisa casi como una mueca, como una máscara.
Pero se le hacían eternos y se sentía visiblemente incómoda, observada, juzgada... algo de lo que José Antonio no parecía percatarse, pues charlaba y charlaba hasta que eran ellos los que decidían despedirse y marcharse.

Por supuesto que José Antonio advertía el nerviosismo de Isa. Era evidente; Simplemente había que fijarse en las caras que ponía, su mirada cabizbaja... Pero de alguna manera, disfrutaba de esos breves momentos que tanto le alteraban. Le saciaba en enorme medida verla tensa y buscaba exprimir al máximo esas situaciones, no solo para deleitarse al presenciar como se prolongaba su incomodidad, sino sobre todo, para continuar exponiéndola más tiempo y ante más personas.

[-¿Qué hace esa jovencita con José Antonio? ¿Será su sobrina? a mí no me ha dicho nada.
He visto cómo la cogió de la cintura, ¡no puede ser un familiar!...]

Podía percatarse de todas y cada una de estas reflexiones y de cómo iban surgiendo a su paso, a su alrededor. Era consciente de la incredulidad que suscitaba la situación que con tanta vehemencia e interés se esmeraba en provocar y sobre todo, en aparentar.

Después de unos minutos caminando y confraternizando con el entorno, alcanzaron por fin el bungalow de José Antonio.
Isa, que seguía detrás de él, pudo oir perfectamente cómo introducía la llave en la cerradura y, tras girarla un par de veces, una vistosa puerta rojiza y con cantos plateados se abría finalmente, alumbrando el hábitat privado de José Antonio por primera vez.

Ambos pasaron dentro, con toda la naturalidad que una situación tan explicitamente tensa como esa permitía hacerlo.
La estancia estaba conformada por un salón comedor en la entrada y una cocina adherida a este que se encontraba enfrente. Se advertían varias habitaciones a la izquierda y un pasillo que nacía al fondo y bordeaba la cocina por su margen también izquierdo. Parecía conducir al baño y así era.
José Antonio, una vez se hallaron ambos dentro, se mostró cortés y atento. Le invitó a sentarse en uno de los sofás de la entrada, del salón, y le preguntó si quería tomar algo.

-¿Tomas cerveza sin alcohol o la prefieres normal?

-Prefiero una normal, pero me da igual. Lo que tengas. Dijo ella.

-Pues una Estrella normal, ¡marchando!. Dijo José Antonio, con cierto tono distendido.

Cuando terminó de servir las cervezas en los vasos, se aproximó al sofá donde se encontraba Isa sentada y luego de apoyarlos en la mesa en sus respectivos posavasos, se dejó caer en el sofá sentándose a su lado, casi rozando su cadera con la suya.

José Antonio se mostraba seguro en todo momento. Mantenía una postura y sobre todo una actitud afable, cercana. Pero que de ningún modo dejaba ir más allá. Sonreía cuando debía o cuando soltaba alguna gracieta; Pero, el resto del tiempo, se mostraba serio e imperturbable. Su mirada rara vez se apartaba de los ojos de Isa, independientemente de que esta fuese capaz de devolvérsela o no, y su tono de voz, si bien no era alto, se mantenía solemne y seco, como el de un látigo al golpear el viento o como el ''Alto'' de un guardia civil, entregado a su papel.

Isa dijo:

-Tu bungalow es muy chulo, se nota el aire acondici..

De repente la cortó José Antonio. Para proseguir hablando él.
-Sabes, los primeros que hemos saludado viniendo aquí son amiguetes de hace muchos años. ¿Te acuerdas, Fran y Quique? Nos los hemos cruzado antes.

-Si... Dijo Isa

-Pues bueno, llevamos coincidiendo aquí y allá muchos años. En este camping y en otros. Aparte de hacerlo también en playas nudistas de todo el sur, de Málaga, Almería etc.
-Son buenos chicos, jeje. Terminó acuñando José Antonio.

Isa le miraba mientras terminaba de hablar, intercalando pequeños sorbitos de la cerveza que le había traído.
Cuando José Antonio terminó de hablar de playas y lugares donde había estado con este y aquel, posó con decisión su mano izquierda sobre la pierna derecha de Isa, entre su rodilla y su ingle, para de forma seguida mirarla fijamente y decirle:

-Cuando hablemos con ellos otro día con más calma, si te caen bien, puedes venirte con nosotros más adelante. Ellos tienen un apartamento en Mijas que es una maravilla; Ya verás, estoy seguro de que te encantará.
-¿Has estado en Mijas alguna vez?

Mientras terminaba de hacerle la pregunta y sin apartar ni un milímetro sus ojos de los de Isa, agarró su pierna con más fuerza, como invitándola a decidirse rápido, como metiéndole prisa.

-No, nunca he estado. Dijo Isa, y añadió:

-Pero debe ser bonita toda esa zona de Almería.

Lo dijo casi por instinto, seguía muy nerviosa.

-Jaja, está en Málaga pero bueno, entiendo que no has ido nunca, jaja

A José Antonio le salió una breve carcajada que acompañó soltándole la pierna y levantándose del sofá.
-Voy al baño, cielo, ahora vengo. Dijo, mientras se continuaba riendo en dirección al fondo del pasillo.

Isa se quedó sola unos minutos. Durante ese tiempo intentó reordenar sus ideas.
Siendo honesta consigo misma, pudo notar cómo se sentía más cómoda de lo que pensaba que estaría encontrándose en una situación similar a esa. Si bien eso era cierto, continuaba llevando mal el verse desnuda rodeada de extraños y más aún, que estos se le acercaran en masa a interactuar con ella.

Pero ahora se encontraba a salvo, en cierta manera. Ahí solo estaban su amigo y ella. Apoyándose en esto pudo ir relajándose un poco. Hasta tal punto que incluso, por un instante, pudo olvidarse del contexto y levantarse del sofá. Se puso a caminar sin rumbo fijo hasta terminar aproximándose a la cocina. Miró en el frigorífico y después de abrirlo preguntó, elevando un tanto la voz:

-¿Tienes cubitos de hielo?

-¡Si!
Pudo oírle exclamar desde el baño, para a continuación escucharle añadir inmediatamente:

-¡Déjalos!. Ven aquí.

En ese momento Isa obedeció. Cerró la nevera y, haciendo gala de esa tranquilidad que instantes antes había conseguido encontrar, se encaminó hacia el baño, donde se encontraba José Antonio.

Una vez que llegó a la puerta y se dispuso a traspasarla, escuchó como tiraba de la cisterna del bater, para acto seguido verle bajar la tapa del mismo. A continuación, se dirigió a donde estaba ella y la cogió de la mano.
Le hizo acceder dentro y, una vez estaban los dos en el interior del baño, se apresuró a sentarse en el bater.
Mientras a Isa la tenía tomada con una de sus manos, con la que le quedaba libre, se agarró la polla por su base, y mirándola fijamente le dijo.

-Ven, agáchate.

Isa la miró fijamente. Sintió un peso enorme sobre ella que le obligaba a ponerse de rodillas.
Él interrumpió sus pensamientos diciendo:

-Acércate cariño, así la ves mejor.

-Pero si desde aquí ya la veo bien. Dijo ella acompañando la frase de una media sonrisa...

Tirando de su mano la acercó todavía más a donde se encontraba él y, cogiéndola de los brazos esta vez, hizo ademán de agacharla, a lo que ella accedió. Se dejó inclinar hasta terminar de rodillas frente al bater.

En ese momento, José Antonio volvió a agarrarse la polla desde su base con su mano derecha, mientras ponía su izquierda en la nuca de Isa, para a continuación mirarle a los ojos fijamente y empezar a acercar su cabeza a su capullo.
Cuando por fin este hizo contacto con los labios de Isa, ella le miró, y fue en ese momento cuando él aprovechó para decirle, empleando un tono directo y contundente:

-Abre la boquita, abrela.

Isa volvió a obedecer. Movió sus labios un poquito, pero tan solo esto bastó para que la polla de José Antonio entrara por primera vez en su boca, y después en su garganta.

Teniéndola agarrada de la nuca, procuró metersela entera en el primer envite, algo que no logró, pues una arcada interrumpió su introducción.
Ella se echó para atrás, dejando al descubierto gran parte de su polla. Pero al final del todo estaba la mano de José Antonio presionando su nuca, que no dejó que eso pasara por completo y la obligó, al menos, a seguir con su capullo en el interior de su boca.

Cuando hubieron pasado unos segundos, y después de oir varios balbuceos y de notar como había comenzado a babear un poco, volvió a la carga.

Continuó agarrándola fuerte de la nuca y, sin apartar la mirada de sus ojos ni un segundo, le introdujo de nuevo su polla en la garganta.
Esta vez sin la intención de dejársela dentro de forma prolongada, simplemente pretendiendo mantenerla en su interior el tiempo suficiente, para que en cuanto notase llegar su próxima arcada, pudiera sacársela rápidamente hasta la altura del capullo, que siempre y en todo momento iba a continuar dentro de ella, para a continuación volver a repetirlo una y otra y otra vez...

Quería que su garganta se fuera relajando y así la tuvo durante varios minutos, introduciéndosela y aguardando el momento de retirársela hasta que, cuando se quiso dar cuenta, entre las rodillas de Isa se había ido formando un charquito de babas bastante generoso, que su boquita se estaba encargando de desbordar luego de cada embestida recibida en ese baño.

José Antonio le sacó la polla entera de la boca por primera vez en lo que llevaban de mamada, para a continuación apoyarsela sobre su cara.
Ella tenía los ojos llorosos debido a las arcadas que, momentos antes, habían retumbado por todo el baño. Pero también tenían mucho que ver las babas que ahora, provenientes de la polla de José Antonio, se mezclaban con sus lágrimas, su rimel corrido y esos pocos moquitos que su pequeña nariz despedía.

Una vez la hubo dejado respirar un poco, y mientras compartía con ella alguna que otra mirada empática, proveniente de algún rinconcito suyo, propenso a la humillación más penetrante y placentera que, al menos esa parte de Isa, esperaba día y noche poder experimentar... Volvió a agarrar con fuerza su cabeza, a la altura de la nuca, y se dispuso a introducírsela de nuevo.

Mientras tenía la polla en la boca de Isa a medio meter, José Antonio se recolocó sobre el bater, echándose un poco hacia adelante y dejando que sus cojones sobre salieran de la taza.
Cuando hubo encontrado la posición correcta, sacó de golpe la polla de la boca de Isa y le dijo, con voz tersa y seca.

-Cómeme los huevos, quiero ver como te entran.

Isa buscó hacer coincidir sus ojos con los de él, intentando así poder dar con ese José Antonio que antaño había conocido. Pero se encontró con otro hombre y con un talante totalmente diferente.
Simplemente bajó la mirada, se agacho un poquito más y se los empezó a mamar.

-¡He dicho que enteros, metetelos enteros!

Isa abrió la boca todo lo que pudo y, con la ayuda de la mano que la venía acompañando en la nuca en todo momento, consiguió meterse el primero.
Lo mamó sutilmente para pasar a acariciarlo con la lengua y a jugar con él, a moverlo con cuidado y a mantenerlo así, dentro de ella. Poco después y en cuanto José Antonio notó que su boca ya mostraba signos de encontrarse más relajada, se apresuró a introducirle el otro huevo, agarrándose el pene y los testículos por su base y empujándolos lo justo para que le terminasen de entrar completamente.

Y así, mientras se hallaba sentado sobre un bater, es como pudo ver a Isa de rodillas y mamándole los huevos por primera vez. Una imagen que jamás olvidaría y que, sin lugar a dudas, le serviría para adentrarse mucho más en su fondo y en sus capacidades de lo que cualquier mirada tímida, rasgo retraído o actitud nerviosa pudieran haber sido capaces de contar de ella.
 
Última edición:
Su Primer Momento.

José Antonio caminaba delante a buen ritmo, mientras que Isa, medio metro por detrás, le seguía de cerca, a la vez que observaba todo lo que se iba descubriendo a su alrededor. Esa zona del camping era muy distinta a las demás, a todo el resto que hasta ese momento había conocido.

Eran bungalows más grandes, con una terracita en la entrada y con su parte superior proyectando una forma de tipo abuhardillado.
Entre vivienda y vivienda podían apreciarse pequeños setos que, adheridos a una malla verde, disimulaban sutilmente el interior de esas terrazas.

Durante el recorrido, José Antonio se fue encontrando y saludando a varios conocidos que no dudaron en pararse y darle algo de conversación. Era en esos instantes cuando Isa, que hasta ese momento había seguido sus pasos manteniendo una cierta distancia, terminaba alcanzándolo, teniéndose que colocar más o menos a su lado. Hecho que aprovechaba José Antonio para cogerla sutilmente de la cintura y presentársela a aquellos que habían tenido a bien pararse frente a él.

Isa les saludaba, como no podía ser de otra manera. Respondiendo con dos besos o alargando la mano, según las intenciones que aquellos extraños mostraran. Durante el tiempo que duraban esos encuentros procuraba disimular sus nervios, mostrando una tímida sonrisa casi como una mueca, como una máscara.
Pero se le hacían eternos y se sentía visiblemente incómoda, observada, juzgada... algo de lo que José Antonio no parecía percatarse, pues charlaba y charlaba hasta que eran ellos los que decidían despedirse y marcharse.

Por supuesto que José Antonio advertía el nerviosismo de Isa. Era evidente; Simplemente había que fijarse en las caras que ponía, su mirada cabizbaja... Pero de alguna manera, disfrutaba de esos breves momentos que tanto le alteraban. Le saciaba en enorme medida verla tensa y buscaba exprimir al máximo esas situaciones, no solo para deleitarse al presenciar como se prolongaba su incomodidad, sino sobre todo, para continuar exponiéndola más tiempo y ante más personas.

[-¿Qué hace esa jovencita con José Antonio? ¿Será su sobrina? a mí no me ha dicho nada.
He visto cómo la cogió de la cintura, ¡no puede ser un familiar!...]

Podía percatarse de todas y cada una de estas reflexiones y de cómo iban surgiendo a su paso, a su alrededor. Era consciente de la incredulidad que suscitaba la situación que con tanta vehemencia e interés se esmeraba en provocar y sobre todo, en aparentar.

Después de unos minutos caminando y confraternizando con el entorno, alcanzaron por fin el bungalow de José Antonio.
Isa, que seguía detrás de él, pudo oir perfectamente cómo introducía la llave en la cerradura y, tras girarla un par de veces, una vistosa puerta rojiza y con cantos plateados se abría finalmente, alumbrando el hábitat privado de José Antonio por primera vez.

Ambos pasaron dentro, con toda la naturalidad que una situación tan explicitamente tensa como esa permitía hacerlo.
La estancia estaba conformada por un salón comedor en la entrada y una cocina adherida a este que se encontraba enfrente. Se advertían varias habitaciones a la izquierda y un pasillo que nacía al fondo y bordeaba la cocina por su margen también izquierdo. Parecía conducir al baño y así era.
José Antonio, una vez se hallaron ambos dentro, se mostró cortés y atento. Le invitó a sentarse en uno de los sofás de la entrada, del salón, y le preguntó si quería tomar algo.

-¿Tomas cerveza sin alcohol o la prefieres normal?

-Prefiero una normal, pero me da igual. Lo que tengas. Dijo ella.

-Pues una Estrella normal, ¡marchando!. Dijo José Antonio, con cierto tono distendido.

Cuando terminó de servir las cervezas en los vasos, se aproximó al sofá donde se encontraba Isa sentada y luego de apoyarlos en la mesa en sus respectivos posavasos, se dejó caer en el sofá sentándose a su lado, casi rozando su cadera con la suya.

José Antonio se mostraba seguro en todo momento. Mantenía una postura y sobre todo una actitud afable, cercana. Pero que de ningún modo dejaba ir más allá. Sonreía cuando debía o cuando soltaba alguna gracieta; Pero, el resto del tiempo, se mostraba serio e imperturbable. Su mirada rara vez se apartaba de los ojos de Isa, independientemente de que esta fuese capaz de devolvérsela o no, y su tono de voz, si bien no era alto, se mantenía solemne y seco, como el de un látigo al golpear el viento o como el ''Alto'' de un guardia civil, entregado a su papel.

Isa dijo:

-Tu bungalow es muy chulo, se nota el aire acondici..

De repente la cortó José Antonio. Para proseguir hablando él.
-Sabes, los primeros que hemos saludado viniendo aquí son amiguetes de hace muchos años. ¿Te acuerdas, Fran y Quique? Nos los hemos cruzado antes.

-Si... Dijo Isa

-Pues bueno, llevamos coincidiendo aquí y allá muchos años. En este camping y en otros. Aparte de hacerlo también en playas nudistas de todo el sur, de Málaga, Almería etc.
-Son buenos chicos, jeje. Terminó acuñando José Antonio.

Isa le miraba mientras terminaba de hablar, intercalando pequeños sorbitos de la cerveza que le había traído.
Cuando José Antonio terminó de hablar de playas y lugares donde había estado con este y aquel, posó con decisión su mano izquierda sobre la pierna derecha de Isa, entre su rodilla y su ingle, para de forma seguida mirarla fijamente y decirle:

-Cuando hablemos con ellos otro día con más calma, si te caen bien, puedes venirte con nosotros más adelante. Ellos tienen un apartamento en Mijas que es una maravilla; Ya verás, estoy seguro de que te encantará.
-¿Has estado en Mijas alguna vez?

Mientras terminaba de hacerle la pregunta y sin apartar ni un milímetro sus ojos de los de Isa, agarró su pierna con más fuerza, como invitándola a decidirse rápido, como metiéndole prisa.

-No, nunca he estado. Dijo Isa, y añadió:

-Pero debe ser bonita toda esa zona de Almería.

Lo dijo casi por instinto, seguía muy nerviosa.

-Jaja, está en Málaga pero bueno, entiendo que no has ido nunca, jaja

A José Antonio le salió una breve carcajada que acompañó soltándole la pierna y levantándose del sofá.
-Voy al baño, cielo, ahora vengo. Dijo, mientras se continuaba riendo en dirección al fondo del pasillo.

Isa se quedó sola unos minutos. Durante ese tiempo intentó reordenar sus ideas.
Siendo honesta consigo misma, pudo notar cómo se sentía más cómoda de lo que pensaba que estaría encontrándose en una situación similar a esa. Si bien eso era cierto, continuaba llevando mal el verse desnuda rodeada de extraños y más aún, que estos se le acercaran en masa a interactuar con ella.

Pero ahora se encontraba a salvo, en cierta manera. Ahí solo estaban su amigo y ella. Apoyándose en esto pudo ir relajándose un poco. Hasta tal punto que incluso, por un instante, pudo olvidarse del contexto y levantarse del sofá. Se puso a caminar sin rumbo fijo hasta terminar aproximándose a la cocina. Miró en el frigorífico y después de abrirlo preguntó, elevando un tanto la voz:

-¿Tienes cubitos de hielo?

-¡Si!
Pudo oírle exclamar desde el baño, para a continuación escucharle añadir inmediatamente:

-¡Déjalos!. Ven aquí.

En ese momento Isa obedeció. Cerró la nevera y, haciendo gala de esa tranquilidad que instantes antes había conseguido encontrar, se encaminó hacia el baño, donde se encontraba José Antonio.

Una vez que llegó a la puerta y se dispuso a traspasarla, escuchó como tiraba de la cisterna del bater, para acto seguido verle bajar la tapa del mismo. A continuación, se dirigió a donde estaba ella y la cogió de la mano.
Le hizo acceder dentro y, una vez estaban los dos en el interior del baño, se apresuró a sentarse en el bater.
Mientras a Isa la tenía tomada con una de sus manos, con la que le quedaba libre, se agarró la polla por su base, y mirándola fijamente le dijo.

-Ven, agáchate.

Isa la miró fijamente. Sintió un peso enorme sobre ella que le obligaba a ponerse de rodillas.
Él interrumpió sus pensamientos diciendo:

-Acércate cariño, así la ves mejor.

-Pero si desde aquí ya la veo bien. Dijo ella acompañando la frase de una media sonrisa...

Tirando de su mano la acercó todavía más a donde se encontraba él y, cogiéndola de los brazos esta vez, hizo ademán de agacharla, a lo que ella accedió. Se dejó inclinar hasta terminar de rodillas frente al bater.

En ese momento, José Antonio volvió a agarrarse la polla desde su base con su mano derecha, mientras ponía su izquierda en la nuca de Isa, para a continuación mirarle a los ojos fijamente y empezar a acercar su cabeza a su capullo.
Cuando por fin este hizo contacto con los labios de Isa, ella le miró, y fue en ese momento cuando él aprovechó para decirle, empleando un tono directo y contundente:

-Abre la boquita, abrela.

Isa volvió a obedecer. Movió sus labios un poquito, pero tan solo esto bastó para que la polla de José Antonio entrara por primera vez en su boca, y después en su garganta.

Teniéndola agarrada de la nuca, procuró metersela entera en el primer envite, algo que no logró, pues una arcada interrumpió su introducción.
Ella se echó para atrás, dejando al descubierto gran parte de su polla. Pero al final del todo estaba la mano de José Antonio presionando su nuca, que no dejó que eso pasara por completo y la obligó, al menos, a seguir con su capullo en el interior de su boca.

Cuando hubieron pasado unos segundos, y después de oir varios balbuceos y de notar como había comenzado a babear un poco, volvió a la carga.

Continuó agarrándola fuerte de la nuca y, sin apartar la mirada de sus ojos ni un segundo, le introdujo de nuevo su polla en la garganta.
Esta vez sin la intención de dejársela dentro de forma prolongada, simplemente pretendiendo mantenerla en su interior el tiempo suficiente, para que en cuanto notase llegar su próxima arcada, pudiera sacársela rápidamente hasta la altura del capullo, que siempre y en todo momento iba a continuar dentro de ella, para a continuación volver a repetirlo una y otra y otra vez...

Quería que su garganta se fuera relajando y así la tuvo durante varios minutos, introduciéndosela y aguardando el momento de retirársela hasta que, cuando se quiso dar cuenta, entre las rodillas de Isa se había ido formando un charquito de babas bastante generoso, que su boquita se estaba encargando de desbordar luego de cada embestida recibida en ese baño.

José Antonio le sacó la polla entera de la boca por primera vez en lo que llevaban de mamada, para a continuación apoyarsela sobre su cara.
Ella tenía los ojos llorosos debido a las arcadas que, momentos antes, habían retumbado por todo el baño. Pero también tenían mucho que ver las babas que ahora, provenientes de la polla de José Antonio, se mezclaban con sus lágrimas, su rimel corrido y esos pocos moquitos que su pequeña nariz despedía.

Una vez la hubo dejado respirar un poco, y mientras compartía con ella alguna que otra mirada empática, proveniente de algún rinconcito suyo, propenso a la humillación más penetrante y placentera que, al menos esa parte de Isa, esperaba día y noche poder experimentar... Volvió a agarrar con fuerza su cabeza, a la altura de la nuca, y se dispuso a introducírsela de nuevo.

Mientras tenía la polla en la boca de Isa a medio meter, José Antonio se recolocó sobre el bater, echándose un poco hacia adelante y dejando que sus cojones sobre salieran de la taza.
Cuando hubo encontrado la posición correcta, sacó de golpe la polla de la boca de Isa y le dijo, con voz tersa y seca.

-Cómeme los huevos, quiero ver como te entran.

Isa buscó hacer coincidir sus ojos con los de él, intentando así poder dar con ese José Antonio que antaño había conocido. Pero se encontró con otro hombre y con un talante totalmente diferente.
Simplemente bajó la mirada, se agacho un poquito más y se los empezó a mamar.

-¡He dicho que enteros, metetelos enteros!

Isa abrió la boca todo lo que pudo y, con la ayuda de la mano que la venía acompañando en la nuca en todo momento, consiguió meterse el primero.
Lo mamó sutilmente para pasar a acariciarlo con la lengua y a jugar con él, a moverlo con cuidado y a mantenerlo así, dentro de ella. Poco después y en cuanto José Antonio notó que su boca ya mostraba signos de encontrarse más relajada, se apresuró a introducirle el otro huevo, agarrándose el pene y los testículos por su base y empujándolos lo justo para que le terminasen de entrar completamente.

Y así, mientras se hallaba sentado sobre un bater, es como pudo ver a Isa de rodillas y mamándole los huevos por primera vez. Una imagen que jamás olvidaría y que, sin lugar a dudas, le serviría para adentrarse mucho más en su fondo y en sus capacidades de lo que cualquier mirada tímida, rasgo retraído o actitud nerviosa pudieran haber sido capaces de contar de ella.
Una pasada,que camping era,Almanat?
 
Una pasada,que camping era,Almanat?
El camping en si es ficticio. Hay camping asi en muchas partes solo que en un año se dan las personas adecuadas y al siguiente no, asi que podria ser cualquier camping o ninguno. Depende de los hombres que se congreguen ese año y donde se dejen caer. Pasa lo mismo con las playas. Hay años que surgen playas nudistas muy activas pero que al siguiente, están desiertas.
 
Su Primer Momento.

José Antonio caminaba delante a buen ritmo, mientras que Isa, medio metro por detrás, le seguía de cerca, a la vez que observaba todo lo que se iba descubriendo a su alrededor. Esa zona del camping era muy distinta a las demás, a todo el resto que hasta ese momento había conocido.

Eran bungalows más grandes, con una terracita en la entrada y con su parte superior proyectando una forma de tipo abuhardillado.
Entre vivienda y vivienda podían apreciarse pequeños setos que, adheridos a una malla verde, disimulaban sutilmente el interior de esas terrazas.

Durante el recorrido, José Antonio se fue encontrando y saludando a varios conocidos que no dudaron en pararse y darle algo de conversación. Era en esos instantes cuando Isa, que hasta ese momento había seguido sus pasos manteniendo una cierta distancia, terminaba alcanzándolo, teniéndose que colocar más o menos a su lado. Hecho que aprovechaba José Antonio para cogerla sutilmente de la cintura y presentársela a aquellos que habían tenido a bien pararse frente a él.

Isa les saludaba, como no podía ser de otra manera. Respondiendo con dos besos o alargando la mano, según las intenciones que aquellos extraños mostraran. Durante el tiempo que duraban esos encuentros procuraba disimular sus nervios, mostrando una tímida sonrisa casi como una mueca, como una máscara.
Pero se le hacían eternos y se sentía visiblemente incómoda, observada, juzgada... algo de lo que José Antonio no parecía percatarse, pues charlaba y charlaba hasta que eran ellos los que decidían despedirse y marcharse.

Por supuesto que José Antonio advertía el nerviosismo de Isa. Era evidente; Simplemente había que fijarse en las caras que ponía, su mirada cabizbaja... Pero de alguna manera, disfrutaba de esos breves momentos que tanto le alteraban. Le saciaba en enorme medida verla tensa y buscaba exprimir al máximo esas situaciones, no solo para deleitarse al presenciar como se prolongaba su incomodidad, sino sobre todo, para continuar exponiéndola más tiempo y ante más personas.

[-¿Qué hace esa jovencita con José Antonio? ¿Será su sobrina? a mí no me ha dicho nada.
He visto cómo la cogió de la cintura, ¡no puede ser un familiar!...]

Podía percatarse de todas y cada una de estas reflexiones y de cómo iban surgiendo a su paso, a su alrededor. Era consciente de la incredulidad que suscitaba la situación que con tanta vehemencia e interés se esmeraba en provocar y sobre todo, en aparentar.

Después de unos minutos caminando y confraternizando con el entorno, alcanzaron por fin el bungalow de José Antonio.
Isa, que seguía detrás de él, pudo oir perfectamente cómo introducía la llave en la cerradura y, tras girarla un par de veces, una vistosa puerta rojiza y con cantos plateados se abría finalmente, alumbrando el hábitat privado de José Antonio por primera vez.

Ambos pasaron dentro, con toda la naturalidad que una situación tan explicitamente tensa como esa permitía hacerlo.
La estancia estaba conformada por un salón comedor en la entrada y una cocina adherida a este que se encontraba enfrente. Se advertían varias habitaciones a la izquierda y un pasillo que nacía al fondo y bordeaba la cocina por su margen también izquierdo. Parecía conducir al baño y así era.
José Antonio, una vez se hallaron ambos dentro, se mostró cortés y atento. Le invitó a sentarse en uno de los sofás de la entrada, del salón, y le preguntó si quería tomar algo.

-¿Tomas cerveza sin alcohol o la prefieres normal?

-Prefiero una normal, pero me da igual. Lo que tengas. Dijo ella.

-Pues una Estrella normal, ¡marchando!. Dijo José Antonio, con cierto tono distendido.

Cuando terminó de servir las cervezas en los vasos, se aproximó al sofá donde se encontraba Isa sentada y luego de apoyarlos en la mesa en sus respectivos posavasos, se dejó caer en el sofá sentándose a su lado, casi rozando su cadera con la suya.

José Antonio se mostraba seguro en todo momento. Mantenía una postura y sobre todo una actitud afable, cercana. Pero que de ningún modo dejaba ir más allá. Sonreía cuando debía o cuando soltaba alguna gracieta; Pero, el resto del tiempo, se mostraba serio e imperturbable. Su mirada rara vez se apartaba de los ojos de Isa, independientemente de que esta fuese capaz de devolvérsela o no, y su tono de voz, si bien no era alto, se mantenía solemne y seco, como el de un látigo al golpear el viento o como el ''Alto'' de un guardia civil, entregado a su papel.

Isa dijo:

-Tu bungalow es muy chulo, se nota el aire acondici..

De repente la cortó José Antonio. Para proseguir hablando él.
-Sabes, los primeros que hemos saludado viniendo aquí son amiguetes de hace muchos años. ¿Te acuerdas, Fran y Quique? Nos los hemos cruzado antes.

-Si... Dijo Isa

-Pues bueno, llevamos coincidiendo aquí y allá muchos años. En este camping y en otros. Aparte de hacerlo también en playas nudistas de todo el sur, de Málaga, Almería etc.
-Son buenos chicos, jeje. Terminó acuñando José Antonio.

Isa le miraba mientras terminaba de hablar, intercalando pequeños sorbitos de la cerveza que le había traído.
Cuando José Antonio terminó de hablar de playas y lugares donde había estado con este y aquel, posó con decisión su mano izquierda sobre la pierna derecha de Isa, entre su rodilla y su ingle, para de forma seguida mirarla fijamente y decirle:

-Cuando hablemos con ellos otro día con más calma, si te caen bien, puedes venirte con nosotros más adelante. Ellos tienen un apartamento en Mijas que es una maravilla; Ya verás, estoy seguro de que te encantará.
-¿Has estado en Mijas alguna vez?

Mientras terminaba de hacerle la pregunta y sin apartar ni un milímetro sus ojos de los de Isa, agarró su pierna con más fuerza, como invitándola a decidirse rápido, como metiéndole prisa.

-No, nunca he estado. Dijo Isa, y añadió:

-Pero debe ser bonita toda esa zona de Almería.

Lo dijo casi por instinto, seguía muy nerviosa.

-Jaja, está en Málaga pero bueno, entiendo que no has ido nunca, jaja

A José Antonio le salió una breve carcajada que acompañó soltándole la pierna y levantándose del sofá.
-Voy al baño, cielo, ahora vengo. Dijo, mientras se continuaba riendo en dirección al fondo del pasillo.

Isa se quedó sola unos minutos. Durante ese tiempo intentó reordenar sus ideas.
Siendo honesta consigo misma, pudo notar cómo se sentía más cómoda de lo que pensaba que estaría encontrándose en una situación similar a esa. Si bien eso era cierto, continuaba llevando mal el verse desnuda rodeada de extraños y más aún, que estos se le acercaran en masa a interactuar con ella.

Pero ahora se encontraba a salvo, en cierta manera. Ahí solo estaban su amigo y ella. Apoyándose en esto pudo ir relajándose un poco. Hasta tal punto que incluso, por un instante, pudo olvidarse del contexto y levantarse del sofá. Se puso a caminar sin rumbo fijo hasta terminar aproximándose a la cocina. Miró en el frigorífico y después de abrirlo preguntó, elevando un tanto la voz:

-¿Tienes cubitos de hielo?

-¡Si!
Pudo oírle exclamar desde el baño, para a continuación escucharle añadir inmediatamente:

-¡Déjalos!. Ven aquí.

En ese momento Isa obedeció. Cerró la nevera y, haciendo gala de esa tranquilidad que instantes antes había conseguido encontrar, se encaminó hacia el baño, donde se encontraba José Antonio.

Una vez que llegó a la puerta y se dispuso a traspasarla, escuchó como tiraba de la cisterna del bater, para acto seguido verle bajar la tapa del mismo. A continuación, se dirigió a donde estaba ella y la cogió de la mano.
Le hizo acceder dentro y, una vez estaban los dos en el interior del baño, se apresuró a sentarse en el bater.
Mientras a Isa la tenía tomada con una de sus manos, con la que le quedaba libre, se agarró la polla por su base, y mirándola fijamente le dijo.

-Ven, agáchate.

Isa la miró fijamente. Sintió un peso enorme sobre ella que le obligaba a ponerse de rodillas.
Él interrumpió sus pensamientos diciendo:

-Acércate cariño, así la ves mejor.

-Pero si desde aquí ya la veo bien. Dijo ella acompañando la frase de una media sonrisa...

Tirando de su mano la acercó todavía más a donde se encontraba él y, cogiéndola de los brazos esta vez, hizo ademán de agacharla, a lo que ella accedió. Se dejó inclinar hasta terminar de rodillas frente al bater.

En ese momento, José Antonio volvió a agarrarse la polla desde su base con su mano derecha, mientras ponía su izquierda en la nuca de Isa, para a continuación mirarle a los ojos fijamente y empezar a acercar su cabeza a su capullo.
Cuando por fin este hizo contacto con los labios de Isa, ella le miró, y fue en ese momento cuando él aprovechó para decirle, empleando un tono directo y contundente:

-Abre la boquita, abrela.

Isa volvió a obedecer. Movió sus labios un poquito, pero tan solo esto bastó para que la polla de José Antonio entrara por primera vez en su boca, y después en su garganta.

Teniéndola agarrada de la nuca, procuró metersela entera en el primer envite, algo que no logró, pues una arcada interrumpió su introducción.
Ella se echó para atrás, dejando al descubierto gran parte de su polla. Pero al final del todo estaba la mano de José Antonio presionando su nuca, que no dejó que eso pasara por completo y la obligó, al menos, a seguir con su capullo en el interior de su boca.

Cuando hubieron pasado unos segundos, y después de oir varios balbuceos y de notar como había comenzado a babear un poco, volvió a la carga.

Continuó agarrándola fuerte de la nuca y, sin apartar la mirada de sus ojos ni un segundo, le introdujo de nuevo su polla en la garganta.
Esta vez sin la intención de dejársela dentro de forma prolongada, simplemente pretendiendo mantenerla en su interior el tiempo suficiente, para que en cuanto notase llegar su próxima arcada, pudiera sacársela rápidamente hasta la altura del capullo, que siempre y en todo momento iba a continuar dentro de ella, para a continuación volver a repetirlo una y otra y otra vez...

Quería que su garganta se fuera relajando y así la tuvo durante varios minutos, introduciéndosela y aguardando el momento de retirársela hasta que, cuando se quiso dar cuenta, entre las rodillas de Isa se había ido formando un charquito de babas bastante generoso, que su boquita se estaba encargando de desbordar luego de cada embestida recibida en ese baño.

José Antonio le sacó la polla entera de la boca por primera vez en lo que llevaban de mamada, para a continuación apoyarsela sobre su cara.
Ella tenía los ojos llorosos debido a las arcadas que, momentos antes, habían retumbado por todo el baño. Pero también tenían mucho que ver las babas que ahora, provenientes de la polla de José Antonio, se mezclaban con sus lágrimas, su rimel corrido y esos pocos moquitos que su pequeña nariz despedía.

Una vez la hubo dejado respirar un poco, y mientras compartía con ella alguna que otra mirada empática, proveniente de algún rinconcito suyo, propenso a la humillación más penetrante y placentera que, al menos esa parte de Isa, esperaba día y noche poder experimentar... Volvió a agarrar con fuerza su cabeza, a la altura de la nuca, y se dispuso a introducírsela de nuevo.

Mientras tenía la polla en la boca de Isa a medio meter, José Antonio se recolocó sobre el bater, echándose un poco hacia adelante y dejando que sus cojones sobre salieran de la taza.
Cuando hubo encontrado la posición correcta, sacó de golpe la polla de la boca de Isa y le dijo, con voz tersa y seca.

-Cómeme los huevos, quiero ver como te entran.

Isa buscó hacer coincidir sus ojos con los de él, intentando así poder dar con ese José Antonio que antaño había conocido. Pero se encontró con otro hombre y con un talante totalmente diferente.
Simplemente bajó la mirada, se agacho un poquito más y se los empezó a mamar.

-¡He dicho que enteros, metetelos enteros!

Isa abrió la boca todo lo que pudo y, con la ayuda de la mano que la venía acompañando en la nuca en todo momento, consiguió meterse el primero.
Lo mamó sutilmente para pasar a acariciarlo con la lengua y a jugar con él, a moverlo con cuidado y a mantenerlo así, dentro de ella. Poco después y en cuanto José Antonio notó que su boca ya mostraba signos de encontrarse más relajada, se apresuró a introducirle el otro huevo, agarrándose el pene y los testículos por su base y empujándolos lo justo para que le terminasen de entrar completamente.

Y así, mientras se hallaba sentado sobre un bater, es como pudo ver a Isa de rodillas y mamándole los huevos por primera vez. Una imagen que jamás olvidaría y que, sin lugar a dudas, le serviría para adentrarse mucho más en su fondo y en sus capacidades de lo que cualquier mirada tímida, rasgo retraído o actitud nerviosa pudieran haber sido capaces de contar de ella.
Me ha encantado éste relato, vaya morbazo sea fantasía o realidad. Nunca he ido a un camping nudista, ni siquiera lo soy, siempre he pensado que el nudismo y yo no somos compatible, estaría todo el día empalmado, pero desde luego ir a uno y encontrarse con una pareja así debe merecer la pena.
 
Reflexiones.

Embriaguez y un profuso orgullo invadía por completo a un José Antonio que, debido a las circunstancias, se mostraba más desatado de lo habitual. Poder disponer de esa joven, a la que apenas pocas horas antes había conocido, de rodillas y con sus testículos en la boca, le volvía loco.
Disfrutaba viendo cómo lograba aguantar con ellos dentro, mientras iban pasando los segundos y luego los minutos de un tiempo que, aun siendo relativo, parecía dilatarse a todas luces y favorecerle en todos los sentidos.

Alcanzado un punto difícil de definir, se vio obligado a sacarlos de sopetón de su boca y a plantarle la polla sobre su cara.
Estaba a punto de estallar, algo que Isa notó al instante y que por puro instinto, procedió a echarse hacia atrás.
Intención que vio truncada, pues la impenitente mano de José Antonio seguía adherida a su nuca, la misma que ni las veces anteriores ni, por supuesto esta, iba a dejarla libre a su albedrío ni mucho menos a su antojo.

José Antonio se reincorporó, e inhaló con fuerza. Plantó su culo de nuevo sobre el váter y, teniendo la cabeza de Isa bien agarrada y pegada contra su polla, se dejó llevar.
Se corrió. Le dio su leche. Esta golpeó su frente con fuerza, deslizándose inmediatamente a través de sus ojos, su nariz, la boca, hasta desvanecerse más allá de su barbilla.

Parte del pelo también se vio bañado, pero sobre todo, sus mofletes, que terminaron completamente cubiertos he impregnados de semen.
Eyaculó como un adolescente, como hacía tiempo que no lograba.
En cuanto pudo recomponerse, bajó su mirada, y fue entonces cuando pudo observarla por fin, completamente empapada por sus jugos, por su semilla.

La percibía preciosa.

Se veía como una auténtica reina, o más bien como una princesita henchida de gozo por haber logrado alcanzar un escalafón mayor.
José Antonio se levantó, agarró un poco de papel del rollo que había al lado y procedió a limpiarse la polla.
Mientras tanto, Isa se disponía a ponerse de pie y a dirigirse con cierta premura al lavabo, a hacer lo mismo, a asearse.
Sostuvo abierta la tapa del váter hasta que hubo tirado los últimos restos del papel en su interior, y fue entonces cuando se apresuró a girarse y dirigirse inmediatamente a Isa.

-Cariño, ¡no abras el grifo!.

-¿Qué? ¿Qué quieres decir?

Balbuceó Isa, exaltada y algo coartada debido a la situación embarazosa que lo esculpía todo a su alrededor.
José Antonio se aproximó a ella, y sin decir nada, la cogió de la cintura con sus dos manos, mientras acompañaba el gesto con un sutil susurro.

-No te lo quites, ven conmigo.

-Pero me gotea, voy manchando tod...

-¡No importa!, le interrumpió.

- Estás preciosa, ven conmigo.

La agarró de una de sus manos y la condujo hasta el sofá, al lugar donde, una eternidad antes, había comenzado todo.
José Antonio se dejó caer, todavía visiblemente abatido y rezumando como un bisonte.
Isa se sentó a su derecha, más aturdida que cansada, intranquila hasta el punto de ser imposible de tallar, o inmortalizar en cualquiera de sus formas.

No tardó en depositar una de sus manos en su pierna, mirarle a los ojos y decirle.

-¿Estás bien?

-¡Sí! Exclamó sobresaltada

Acompañándolo con un -Estoy bien. Casi como complemento.

José Antonio acariciaba su pierna con cierto cariño mientras la miraba de arriba abajo, hasta que interrumpió el silencio diciendo.

-Has estado muy bien, Isa, me ha gustado cómo has aguantado.

-¿A qué te refieres? ¿Qué quieres decir?

Él la sonrió y le respondió.

-Pues a qué te noté a gusto por primera vez. Te veía desinhibida, mucho más tranquila.

-Bueno... me dejé llevar un poco. Dijo Isa, mostrándose algo más relajada, aunque solo en apariencia.

-Estuvo muy bien, Isabel. Hicimos lo que ambos quisimos, ¿no?. Acuñó José Antonio.

-jaja ¿Isabel? ¿Por qué me llamas Isabel?

-Porque es tu nombre. Tienes un nombre precioso. No sé por qué te lo acortas.

-No sé, supongo que porque todo el mundo me llama así, mis amigas, mi familia... Respondió Isa, mientras su mirada aleteaba por todas partes.

-Entiendo. Sentenció José Antonio.

-Si tus amigas y tus padres te llaman Isa, te llamaré Isa. Dijo sellando la frase con una sonrisa.

Ella le devolvió la mirada, esta vez mostrándole una mueca mucho más afable y relajada. Lo que provocó que José Antonio se sintiese listo para agarrarla con más fuerza de la pierna y decirle.

-Me gusta cuando me miras.

-¡Si te miro todo el rato! jaja. Dijo ella.

-En absoluto, no estás segura del todo. Te noto con dudas continuamente y no tienes nada que temer, cariño.

-Lo sé... dijo ella. Reposando su mirada sobre el cuerpo de José Antonio.

-Me sigue costando estar así, como a gusto. Ya me entiendes... Añadió Isa.

-¡Cielo! Estamos solos, tú y yo. Nadie te va a juzgar. Ni en este camping ni en ningún sitio, nadie está pendiente de ti. Tienes que tener esto claro. Nadie te observa.
Solo yo, y me encanta lo que veo.

-Jaja ¡Qué bobo! Dijo ella.

Tras ese momento, José Antonio se giró hacia Isa, y luego de alcanzar su culo con el brazo izquierdo, lo agarró hasta lograr posicionarla encima de él.
Ella no reaccionó. No hizo ningún aspaviento. Ni siquiera un micro gesto de esos que solía expedir y dirigir a todos y a todo de manera inconsciente y casi incontrolable.

Simplemente se dejó montar.
Una vez la tuvo encima de él, la rodeó con ambos brazos hasta tomarla a la altura de la cintura y aprovechó para decirle.

-Eres una preciosidad, Isabel.

Ella lo miró y le respondió.

-Gracias, cielo, me gusta que me lo digas.

-¿Te sientes más relajada ahora, cariño? Le preguntó José Antonio.

-Sí... yo creo que sí. Casi no me doy cuenta de que estoy desnuda, jaja, creo que lo voy llevando mejor.

-¿Sabes de qué otra cosa te olvidas también?

-¡No!, ¿De qué? Preguntó ella.

-Pues de que tienes mi corrida en tu carita y en tu pelo.

Isa rio, pero esta vez explayando un tono verdaderamente genuino.
Su cuerpo relajado sobre él, sus tetas temblando al tempo de su carcajada y su mirada, mostraban a una chica tan lejos de su área de confort, como de su habitación del pánico.
Notaba cómo se iba deshaciendo de todas esas inseguridades, de todos esos plomos que, lejos de hundirla, poco a poco, le iban permitiendo alzar el vuelo.

José Antonio la cogió del cuello, y sin apartar sus ojos de los de ella, detuvo ese instante.

-¿Eres mía?

Isa le miró y acompañó su respuesta con sus manos rodeando su nuca.

-¡Sí!. Soy tuya.

En ese momento, ambos labios se encontraron para culminar en un apasionado beso, que solo se vio interrumpido pasados unos segundos por José Antonio.

-Ya no me acordaba, cielo, jaja. Tienes que ir a lavarte la carita.

-jaja es verdad, ya ni me acordaba.

-Que tontita eres. Dijo José Antonio.

-Anda, ve corriendo y vuelve.

-No tardo. Dijo Isa, mientras de un salto salió despedida del sofá en dirección al baño.

Mientras esperaba sentado, no pudo evitar escuchar de fondo cómo el grifo estaba abierto, y cómo este parecía gritarle incansablemente que iba siendo hora de ir a orinar.
Luego de masajear un poco el abdomen y agarrarse la polla, cayó en la cuenta de que era cierto, y se apresuró a levantarse y acudir al servicio.

Entró en el cuarto de baño y enseguida se encontró con la cara de Isa debajo del grifo.
Se quedó mirándola fijamente, cómo se acariciaba el rostro con sus manos, cómo el agua corría desde su frente hasta su barbilla y cómo pretendía desprenderse de aquella corrida, que, momentos antes, había formado parte de su rostro.

Cuando acabó de lavarse, extendió su mano y se secó con una de las toallas que yacían sobre un estante.
Momento en el que José Antonio aprovechó para cogerla de la mano y acercarla a él.
Se volvieron a besar, esta vez con idéntica pasión, pero durante un tiempo considerablemente mayor.

Desnudos en un baño y abrazados el uno junto al otro, su polla no pudo, sino ser partícipe del momento y comenzar a pedir paso chocando contra la pelvis de ella.

Isa se la agarró, salió de ella hacerlo, algo que José Antonio agradeció, dándole una palmadita en el culo que resonó en todos los baldosines del servicio.
Continuaron besándose, manteniéndose pegados el uno frente al otro.
Lo disfrutó todo lo que pudo hasta que sintió un retortijón. Se estaba haciendo pis.
Dejó de besarla en seco, para seguidamente apartarla y decirle mientras clavaba su mirada en ella.

-Levanta las tapas del váter.

Isa obedeció, e hizo lo que le pidió, para luego apartarse y quedarse ahí al lado, con la actitud y miradas adecuadas. [Por fin parecía ser ella]...
José Antonio se acercó al retrete y empezó a mear.
No hizo falta mucho. Simplemente, la miró y ella reaccionó.
Extendió su mano y sustituyó la suya.
Se miraron varias veces, algo que suscitó cierta sonrisa en cada una de sus caras.

La situación y el lugar eran proclives para ello.
En un momento en el que José Antonio se encontraba apretando para terminar con las últimas gotas, se le soltó un pedo, luego de lo cual Isa se sobresaltó.

-Jaja, ¿es que a ti nunca se te escapan?

-Sí, a veces, supongo. Dijo ella.

-O sea, que sí, jaja. Se rio fuerte José Antonio. Quitándole importancia y procurando normalizar su pequeña metedura de pata.

Seguidamente, la cogió del culete y le dijo.

-Si tú alguna vez tienes ganas, no te cortes cielo. Ya lo sabes. Confianza.

-Jaja me da vergüenza. Dijo Isa.

-¡No! ¿Qué hemos dicho de la vergüenza?

-¡No tengo vergüenza!, o sea, que cada vez la noto menos. Dijo ella mientras le aguantaba la mirada.

-Eso quería oír cielo. Terminó de expresar José Antonio, para seguidamente darle otra palmadita en el culo, sin apartar sus ojos de los de ella.

Isa no pestañeó. Dejó escapar un pequeño quejido, pero que enseguida desembocó en sus ojos de vuelta a enfrentar los de José Antonio.

-No te guardes nada, cariño. ¿Me prometes que no lo harás?

-Sí. Te lo prometo. Dijo Isa.
 
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Reflexiones.

Embriaguez y un profuso orgullo invadía por completo a un José Antonio que, debido a las circunstancias, se mostraba más desatado de lo habitual. Poder disponer de esa joven, a la que apenas pocas horas antes había conocido, de rodillas y con sus testículos en la boca, le volvía loco.
Disfrutaba viendo cómo lograba aguantar con ellos dentro, mientras iban pasando los segundos y luego los minutos de un tiempo que, aun siendo relativo, parecía dilatarse a todas luces y favorecerle en todos los sentidos.

Alcanzado un punto difícil de definir, se vio obligado a sacarlos de sopetón de su boca y a plantarle la polla sobre su cara.
Estaba a punto de estallar, algo que Isa notó al instante y que por puro instinto, procedió a echarse hacia atrás.
Intención que vio truncada, pues la impenitente mano de José Antonio seguía adherida a su nuca, la misma que ni las veces anteriores ni, por supuesto esta, iba a dejarla libre a su albedrío ni mucho menos a su antojo.

José Antonio se reincorporó, e inhaló con fuerza. Plantó su culo de nuevo sobre el váter y, teniendo la cabeza de Isa bien agarrada y pegada contra su polla, se dejó llevar.
Se corrió. Le dio su leche. Esta golpeó su frente con fuerza, deslizándose inmediatamente a través de sus ojos, su nariz, la boca, hasta desvanecerse más allá de su barbilla.

Parte del pelo también se vio bañado, pero sobre todo, sus mofletes, que terminaron completamente cubiertos he impregnados de semen.
Eyaculó como un adolescente, como hacía tiempo que no lograba.
En cuanto pudo recomponerse, bajó su mirada, y fue entonces cuando pudo observarla por fin, completamente empapada por sus jugos, por su semilla.

La percibía preciosa.

Se veía como una auténtica reina, o más bien como una princesita henchida de gozo por haber logrado alcanzar un escalafón mayor.
José Antonio se levantó, agarró un poco de papel del rollo que había al lado y procedió a limpiarse la polla.
Mientras tanto, Isa se disponía a ponerse de pie y a dirigirse con cierta premura al lavabo, a hacer lo mismo, a asearse.
Sostuvo abierta la tapa del váter hasta que hubo tirado los últimos restos del papel en su interior, y fue entonces cuando se apresuró a girarse y dirigirse inmediatamente a Isa.

-Cariño, ¡no abras el grifo!.

-¿Qué? ¿Qué quieres decir?

Balbuceó Isa, exaltada y algo coartada debido a la situación embarazosa que lo esculpía todo a su alrededor.
José Antonio se aproximó a ella, y sin decir nada, la cogió de la cintura con sus dos manos, mientras acompañaba el gesto con un sutil susurro.

-No te lo quites, ven conmigo.

-Pero me gotea, voy manchando tod...

-¡No importa!, le interrumpió.

- Estás preciosa, ven conmigo.

La agarró de una de sus manos y la condujo hasta el sofá, al lugar donde, una eternidad antes, había comenzado todo.
José Antonio se dejó caer, todavía visiblemente abatido y rezumando como un bisonte.
Isa se sentó a su derecha, más aturdida que cansada, intranquila hasta el punto de ser imposible de tallar, o inmortalizar en cualquiera de sus formas.

No tardó en depositar una de sus manos en su pierna, mirarle a los ojos y decirle.

-¿Estás bien?

-¡Sí! Exclamó sobresaltada

Acompañándolo con un -Estoy bien. Casi como complemento.

José Antonio acariciaba su pierna con cierto cariño mientras la miraba de arriba abajo, hasta que interrumpió el silencio diciendo.

-Has estado muy bien, Isa, me ha gustado cómo has aguantado.

-¿A qué te refieres? ¿Qué quieres decir?

Él la sonrió y le respondió.

-Pues a qué te noté a gusto por primera vez. Te veía desinhibida, mucho más tranquila.

-Bueno... me dejé llevar un poco. Dijo Isa, mostrándose algo más relajada, aunque solo en apariencia.

-Estuvo muy bien, Isabel. Hicimos lo que ambos quisimos, ¿no?. Acuñó José Antonio.

-jaja ¿Isabel? ¿Por qué me llamas Isabel?

-Porque es tu nombre. Tienes un nombre precioso. No sé por qué te lo acortas.

-No sé, supongo que porque todo el mundo me llama así, mis amigas, mi familia... Respondió Isa, mientras su mirada aleteaba por todas partes.

-Entiendo. Sentenció José Antonio.

-Si tus amigas y tus padres te llaman Isa, te llamaré Isa. Dijo sellando la frase con una sonrisa.

Ella le devolvió la mirada, esta vez mostrándole una mueca mucho más afable y relajada. Lo que provocó que José Antonio se sintiese listo para agarrarla con más fuerza de la pierna y decirle.

-Me gusta cuando me miras.

-¡Si te miro todo el rato! jaja. Dijo ella.

-En absoluto, no estás segura del todo. Te noto con dudas continuamente y no tienes nada que temer, cariño.

-Lo sé... dijo ella. Reposando su mirada sobre el cuerpo de José Antonio.

-Me sigue costando estar así, como a gusto. Ya me entiendes... Añadió Isa.

-¡Cielo! Estamos solos, tú y yo. Nadie te va a juzgar. Ni en este camping ni en ningún sitio, nadie está pendiente de ti. Tienes que tener esto claro. Nadie te observa.
Solo yo, y me encanta lo que veo.

-Jaja ¡Qué bobo! Dijo ella.

Tras ese momento, José Antonio se giró hacia Isa, y luego de alcanzar su culo con el brazo izquierdo, lo agarró hasta lograr posicionarla encima de él.
Ella no reaccionó. No hizo ningún aspaviento. Ni siquiera un micro gesto de esos que solía expedir y dirigir a todos y a todo de manera inconsciente y casi incontrolable.

Simplemente se dejó montar.
Una vez la tuvo encima de él, la rodeó con ambos brazos hasta tomarla a la altura de la cintura y aprovechó para decirle.

-Eres una preciosidad, Isabel.

Ella lo miró y le respondió.

-Gracias, cielo, me gusta que me lo digas.

-¿Te sientes más relajada ahora, cariño? Le preguntó José Antonio.

-Sí... yo creo que sí. Casi no me doy cuenta de que estoy desnuda, jaja, creo que lo voy llevando mejor.

-¿Sabes de qué otra cosa te olvidas también?

-¡No!, ¿De qué? Preguntó ella.

-Pues de que tienes mi corrida en tu carita y en tu pelo.

Isa rio, pero esta vez explayando un tono verdaderamente genuino.
Su cuerpo relajado sobre él, sus tetas temblando al tempo de su carcajada y su mirada, mostraban a una chica tan lejos de su área de confort, como de su habitación del pánico.
Notaba cómo se iba deshaciendo de todas esas inseguridades, de todos esos plomos que, lejos de hundirla, poco a poco, le iban permitiendo alzar el vuelo.

José Antonio la cogió del cuello, y sin apartar sus ojos de los de ella, detuvo ese instante.

-¿Eres mía?

Isa le miró y acompañó su respuesta con sus manos rodeando su nuca.

-¡Sí!. Soy tuya.

En ese momento, ambos labios se encontraron para culminar en un apasionado beso, que solo se vio interrumpido pasados unos segundos por José Antonio.

-Ya no me acordaba, cielo, jaja. Tienes que ir a lavarte la carita.

-jaja es verdad, ya ni me acordaba.

-Que tontita eres. Dijo José Antonio.

-Ve corriendo y vuelve.

-No tardo. Dijo Isa, mientras de un salto salió despedida del sofá en dirección al baño.

Mientras esperaba sentado, no pudo evitar escuchar de fondo cómo el grifo estaba abierto, y cómo este parecía gritarle incansablemente que iba siendo hora de ir a orinar.
Luego de masajear un poco el abdomen y agarrarse la polla, cayó en la cuenta de que era cierto, y se apresuró a levantarse y acudir al servicio.

Entró en el cuarto de baño y enseguida se encontró con la cara de Isa debajo del grifo.
Se quedó mirándola fijamente, cómo se acariciaba el rostro con sus manos, cómo el agua corría desde su frente hasta su barbilla y cómo pretendía desprenderse de aquella corrida, que, momentos antes, había formado parte de su rostro.

Cuando acabó de lavarse, extendió su mano y se secó con una de las toallas que yacían sobre un estante.
Momento en el que José Antonio aprovechó para cogerla de la mano y acercarla a él.
Se volvieron a besar, esta vez con idéntica pasión, pero durante un tiempo considerablemente mayor.

Desnudos en un baño y abrazados el uno junto al otro, su polla no pudo, sino ser partícipe del momento y comenzar a pedir paso chocando contra la pelvis de ella.

Isa se la agarró, salió de ella hacerlo, algo que José Antonio agradeció, dándole una palmadita en el culo que resonó en todos los baldosines del servicio.
Continuaron besándose, manteniéndose pegados el uno frente al otro.
Lo disfrutó todo lo que pudo hasta que sintió un retortijón. Se estaba haciendo pis.
Dejó de besarla en seco, para seguidamente apartarla y decirle mientras clavaba su mirada en ella.

-Levanta las tapas del váter.

Isa obedeció, e hizo lo que le pidió, para luego apartarse y quedarse ahí al lado, con la actitud y miradas adecuadas. [Por fin parecía ser ella]...
José Antonio se acercó al retrete y empezó a mear.
No hizo falta mucho. Simplemente, la miró y ella reaccionó.
Extendió su mano y sustituyó la suya.
Se miraron varias veces, algo que suscitó cierta sonrisa en cada una de sus caras.

La situación y el lugar eran proclives para ello.
En un momento en el que José Antonio se encontraba apretando para terminar con las últimas gotas, se le soltó un pedo, luego de lo cual Isa se sobresaltó.

-Jaja, ¿es que a ti nunca se te escapan?

-Sí, a veces, supongo. Dijo ella.

-O sea, que sí, jaja. Se rio fuerte José Antonio. Quitándole importancia y procurando normalizar su pequeña metedura de pata.

Seguidamente, la cogió del culete y le dijo.

-Si tú alguna vez tienes ganas, no te cortes cielo. Ya lo sabes. Confianza.

-Jaja me da vergüenza. Dijo Isa.

-¡No! ¿Qué hemos dicho de la vergüenza?

-¡No tengo vergüenza!, cada vez menos. Dijo ella mientras le aguantaba la mirada.

-Eso quería oír cielo. Terminó de expresar José Antonio, para seguidamente darle otra palmadita en el culo, sin apartar sus ojos de los de ella.

Isa no pestañeó. Dejó escapar un pequeño quejido, pero que enseguida desembocó en sus ojos de vuelta a enfrentar los de José Antonio.

-No te guardes nada, cariño. ¿Me prometes que no lo harás?

-Sí. Te lo prometo. Dijo Isa.
Bufff tu chica aparte de buscarse a si misma es sumisa en toda regla ummm. Esperando la siguiente narración .
Felicitarte por la narración parece como si lo hubieses vivido personalmente,me encanta sigue así
Gracias por el relato
 
Si!!, desde luego. Al menos un puntito sumiso deben de tener si lo que pretendes es extraer de ella a esa puta que todas llevan dentro, o como se suele decir ''emputecerla''.

Eso no quiere decir que por no disponer de esa característica no puedas hacerlo, emputecerla; Pero se perderá muchas cosas por el camino y las aventuras que vivais irán por otro lado muy distinto, posiblemente.

Asi que, cuanto más tolerancia a la sumisión tenga la chica, así como un carácter y autoestima menores, a muchas más vivencias y con más grados de intensidad serás capaz de poder exponerla y hacerla disfrutar.

Un saludo!!. Y gracias a ti y a TODOS por tantos mensajes de ánimo y apoyo!
 
No he abandonado este relato. Es mi ''niña bonita'' por así decirlo, por lo que sigo trabajando en él. Pero mientras tanto, si queréis darle una oportunidad a otro que también estoy escribiendo sobre una Influencer, lo tenéis en el área de Relatos - Heteros General. Se llama La Influencer Influenciada. Muchas gracias!!. Hasta pronto ;):)
 
El Pub Escocés.

Las siguientes horas transcurrieron tranquilas. Las pasaron sobre todo en el salón, abrazados el uno al otro, besándose apasionadamente y aprovechando esos momentos de introversión para conocerse más a fondo y poder ir limando una relación que, si de algo iba escasa por irónico que fuese, era precisamente de intimidad.

Hablaron un poco de sus vidas, de sus detalles, comenzando por compartir aquellas situaciones que les resultaban más cercanas y satisfactorias. Para seguir adentrándose en otras vivencias bañadas con matices más oscuros o desesperanzadores. Se confesaron alguna que otra anécdota embarazosa y también algún que otro secreto.

Sabía lo importante que era conseguir conectar con aquella chica a un nivel más personal. No solo por poder conocerla mejor, sino sobre todo, para poder vulnerar su ánimo. Tener la capacidad de acercarse a ella como hasta ese momento no había logrado hacer, y poder influirle hasta un punto, que no respetase ninguna escala y fuese tan difícil de medir como de entenderse.

Cuando en el reloj de José Antonio marcaban las 20 de la tarde, apenas entraba luz a través de las cortinas del salón.
No es que fuese de noche, pero el sol encaraba ya la recta final del día. No tardaría en caer del todo y en dejar paso a la oscuridad. Como tampoco lo haría la próxima proposición que José Antonio tenía guardada para ella.

El espacio que no existía entre ambos, lo ocupaba el hambre, que varias horas después de haber acometido la última ingesta, comenzaba a hacerse notar y a personarse en el ambiente como si de un integrante más del grupo se tratara.
No tardó demasiado en pronunciarse y en plantearle cenar juntos, en ir a un restaurante del paseo marítimo que, según él, merecía la pena por sus reseñas en TripAdvisor.

Isa le miró, y a pesar de encontrarse tan famélica como él, deparó en un hecho que hizo pestañear aquel plan tan atractivo.

-Pero... ¡Oye!. Que estoy desnuda... Me tendría que ir a arreglar o algo. No vamos a salir del camping así. ¿No?.

-¡Hombre, claro que no!. ¡Qué nos detienen!. Vamos a hacer una cosa. Me visto yo primero y después te acompaño a tu bungalow y espero a que te pongas bien guapa. ¿Te parece?.

-Vale, hacemos eso entonces. Me esperas y cuando me arregle, nos vamos. Dijo ella, visiblemente conforme con la decisión.

-¿A tu amigo no le importará que salgamos sin él, no?.

-Claro que no. Él estará a lo suyo. No te preocupes.

-Perfecto. Por cierto, ponte un vestidito suelto, que hará calor esta noche, y además, seguro que te sienta muy bien. Quiero verte llevar algo así. Dijo José Antonio.

-Jaja vale. Miraré en mi ajuar a ver que tengo. Dijo ella, de forma humorísticamente hablando.

A continuación, se perdió de vista en su dormitorio. Cuando apareció de nuevo, lo hizo ataviado con unos vaqueros de color azul marino, que conjuntaban con una camisa negra que lucía abotonada hasta el penúltimo botón del cuello. Esta yacía introducida por dentro de su pantalón, que adherida a su barriga, se pronunciaba de un modo que yendo desnudo conseguía disimular mejor.
Nada más calzarse, echarse algo de colonia y coger la cartera, salieron directos hacia el habitáculo de Isa.

Cuando llegaron, se quedó aguardando fuera, sentado en una de las sillas de la terraza del bungalow, viendo como ella abría la puerta y se desdibujaba en su interior.
En el momento en que puso un pie en la estancia, supo que me había ido y que se encontraba sola. Desconocía cuándo y a dónde, pero... No importaba demasiado. En el fondo, agradecía no tener que enfrentarme, para evitarse así tener que dar explicaciones de nada de lo sucedido hasta ese entonces.

Llevó a cabo sus intenciones con toda la rapidez que su sentido de la moda le permitió. Cuando por fin cruzó el umbral y pudo ser avistada por José Antonio, este no pudo contener su asombro.
Aquella chica gordita de la que creía conocer cada rincón, se presentaba ahora como un ser totalmente diferente. Arropada como iba, bajo un vestido blanco de escaso vuelo, unos botines dorados y un predominante escote, el cual era escoltado por dos diminutos tirantes que parecían descansar con sutileza sobre sus clavículas... Revelaban una sensualidad que antaño hubiese sido imposible de antedecir.

Entusiasmado como se hallaba, no pudo sino levantarse de inmediato y tomarla de la cintura, para seguidamente pronunciarse ante tal hallazgo mediante susurros... Que no cesaron ni un instante de hacerle compañía durante el transcurso que duró su caminar.

Una vez sobrepasada la entrada del recinto, recorrieron juntos el espacio que les separaba del resto de la civilización. Toda aquella travesía la realizaron apegados, como unidos por efecto de la gravedad. Pero en cuanto sus pies se posaron por primera vez sobre los blancos baldosines del paseo, la situación tan apacible y discreta que venía dándose mostró signos de desgaste y grietas bajo su línea de flotación.

De pronto, una multitud de extraños venidos de todas partes parecían observarles, o al menos, así lo sentía Isa, ahora desprovista tanto de la intimidad del camping como de la oscuridad, que le había ido acompañando durante el primer tramo del camino.
Tomaba consciencia de lo evidente. La diferencia de edad tan marcada que existía entre ambos se acentuaba sin remedio hasta ser imposible de disimular. Cada mirada que el entorno le devolvía la increpaba, y no era capaz de evitar que cada risa proveniente de alguna parte consiguiera robarle pequeños fragmentos de su dignidad.
Se sentía aludida y avergonzada, pero... ¿Por qué?. Nadie les estaba prestando atención en realidad. Todas aquellas dudas e inseguridades habitaban tan solo en su interior, y no era el centro de interés de nadie, salvo de aquella parte de su ser que acudía a boicotearla cada vez que daba un pasito más, y lograba alejarse un poco de su área de confort.

Una mano rodeando su cintura interrumpió sus reflexiones, acción que eventualmente permitió que regresara de nuevo a la realidad, y se apartara de todos esos fantasmas, que poco a poco iban quedando atrás, junto con aquella penumbra que tiempo antes les había envuelto.

Él la sonrió, mientras dejaba caer esa misma mano hasta la altura de su culo, conduciéndola de esta manera a su ritmo y hacia su destino, el restaurante.
Se sintió protegida, guarecida del exterior y guiada como en ese momento necesitaba serlo. Cuando llegaron, se sentaron en una de las pocas mesas de la terraza del local.
Estaba hasta arriba; habían tenido suerte de encontrar un sitio libre entre aquella marabunta de turistas y oriundos, algo de lo que no paraba de vanagloriarse José Antonio, al mismo tiempo que seguía incidiendo en lo bien que se comía allí y en el desastre que hubiese supuesto no haber podido hallar un hueco.

Mientras pedía vino y un par de cartas para ojear los platos, avistó a un par de conocidos que se encontraban a varias mesas de distancia, los cuales no se demoraron demasiado en acercarse a saludar. Al tiempo que charlaban, Isa apreciaba cómo era observada con disimulo, para acto seguido, volver a interactuar con José Antonio y proseguir con la conversación...
No se sentía tan incómoda como al principio, algo que achacó al hecho de estar vestida y a la poca trascendencia que aquellos desconocidos suponían para ella. Las veces que fue presentada, saludó empleando una sonrisa, para volver a ensimismarse con la carta, ajena a toda vergüenza o sin razón que pudiera atosigarle.
Al cabo de pocos minutos, ya habían regresado todos a sus sitios, y se disponían a cenar y a pasar una noche tranquila en aquel bello restaurante del paseo marítimo.

José Antonio eligió por los dos, ¡Y acertó!. A Isa le encantó el pan de sésamo y tomate de la casa y todavía más el arroz negro con marisco, que ocupó la mesa casi media hora después de haber sido encargado.
No paró ni un instante de contarle batallitas sobre esto o aquello, ni de incluir en estas tanto a desconocidos como a varios de los que, momentos antes, habían venido a hablarle.
Antes de que llegasen los postres, se levantó de repente, excusándose para a continuación dirigirse al servicio. Pero una vez que regresó, no lo hizo a su lado inmediatamente. En su lugar, se acercó a una de las mesas del fondo, en las cuales se hallaban dos de los hombres que antaño se habían personado para saludarles.

Tras permanecer unos minutos dialogando, que a ojos de ella parecieron dilatarse más de la cuenta, reapareció de nuevo, y antes de que pudiera decir nada, él se pronunció.

-Perdona cielo, estaba hablando con unos amigos. Que por cierto, me han hablado de un Pub que han abierto hace poco. Dicen que ellos van mucho y que está muy bien.

-A vale. No pasa nada.

-Escucha, cuando acabemos de cenar igual nos pasamos a verlo. ¿No?. Que además estarán estos. Ya verás, te caerán bien. Son muy majetes. Dijo José Antonio, tomando la mano de Isa nada más terminar la frase.

-Bueno... No es que me haya puesto mucha ropa de salir, la verdad...

-Jaja. No digas tonterías. Estás preciosa. Te has puesto muy guapa, así que déjame lucirte un poco.

-Jaja. Que bobo eres. Dijo ella, visiblemente risueña por el cumplido.

En cuanto terminaron los postres, José Antonio sacó la tarjeta, pagó todo y se dispusieron a retirarse... No sin antes girarse de nuevo hacia donde se encontraban aquellos dos conocidos y hacerles una seña, la cual fue respondida por parte de ellos levantándose al instante y acercándose, para de ese modo, abandonar todos juntos la terraza del local.

Esta vez, se los presentó como Dios manda, depositando cada uno dos sutiles besos sobre las cálidas mejillas de Isa, al tiempo que recitaban sus nombres en orden cronológico.
Se llamaban Mateo y Luis Alberto, y a pesar de ser amigos de José Antonio, parecían contar con algunos años más que él. Pues a diferencia de este último, que todavía preservaba un cuerpo levemente estilizado, aquellos hombres no gozaban de tal grado de conservación.
Mateo no parecía mucho más alto que ella, y su complexión achaparrada denotaba cómo una vida sedentaria había ido haciendo mella poco a poco en él... La parte superior de su cabeza reflejaba como un espejo la luz de las farolas que incidían sobre ella, y un bulto alojado en el lado derecho de su nariz completaban la fisonomía de un señor, que, como mínimo, podría juzgarse como no muy agraciado.

Luis Alberto, por el contrario, era más alto y notablemente más delgado. Si bien ambos vestían con camisas hawaianas y vaqueros, el vientre que se ocultaba tras esa tela resultaba más contenido y discreto que el de su compañero.
Contaba con más pelo, aunque, lejos de apreciarse lustroso y abundante, mostraba claras señales de debilitamiento, algo que presagiaba la inevitable recesión que pronto acontecería.
Era un fumador empedernido, vicio que revelaba una dentadura un tanto descuidada, así como una tonalidad de voz tan grave como el crujir del muelle que, mecido por las olas, permitía oírse a pesar de la distancia.

Caminaron juntos en dirección a dicho Pub, mientras conversaban entre ellos al margen de Isa, que, desde un extremo de la agrupación, les observaba en silencio, siendo en todo momento flanqueada por José Antonio.
Paulatinamente, se fue abriendo a interactuar, tras permanecer expectante durante aquellos primeros minutos de parloteo en los que solo participaban ellos, y a medida que le iban aludiendo con intención de implicarla más en esta o aquella conversación.

Tras mantenerse algo distante en un principio, comenzó a dar pequeñas muestras de cierta integración, gracias sobre todo a las intenciones de aquellos por incluirla en la charla, procurándole un hueco a través del cual intervenía a medida que iba sintiéndose cómoda.
No tardaron en dibujarse las primeras sonrisas en su rostro, que eran trazadas por medio de bromas e inocentadas cada vez que proferían algún jocoso comentario, consiguiendo que se desinhibiera y emanase de ella una actitud bastante más afable y abierta de la que había ofrecido hasta ese instante.

Se mostraba calmada, disposición que mantuvo hasta que alcanzaron el Pub y pudieron acceder al interior. Era una taberna de estilo Escocés, bien iluminada y con una gran barra cuadrada alojada en el centro del espacio. Había bastante gente, por lo que se colocaron en torno a esta, donde todavía podían contar con espacio suficiente para estar los cuatro a gusto, pudiendo relacionarse sin tener que pelear cada frase con la del resto de grupos, que gritaban a su alrededor desde las mesas donde se sentaban.

Pidieron algo de beber, ronda que pagó Mateo, proponiendo un brindis al que todos asistieron antes de abordar la copa y disponerse a degustarla.
No dejaban de mirarla. Ella lo notaba, pero no le daba demasiada importancia. Lo achacaba a la novedad o a la curiosidad que era consciente que les suscitaba. Aparte de contemplarla con insistencia, la acompañaban con anécdotas de todo tipo que, las más de las veces, buscaban hacerla reír y entretenerla, por lo que se sentía acogida en el grupo y no distinguía del todo si la observaban por ello o si, por el contrario, se escondía otro motivo más subrepticio.

De todos modos, luego de la segunda copa, todas estas reflexiones ya habían pasado a mejor vida, y una Isa, más entregada ahora a la música que a las conversaciones, comenzaba a contonearse al ritmo de la canción que abandonaba el altavoz más próximo.
Enseguida Luis Alberto se colocó a su lado, fingiendo que sabía lo que hacía, procurando bailotear al son de una melodía que solo parecía escuchar él. Ella se rio, mientras se aproximaba a su oído para preguntarle si lo estaba haciendo a posta, a lo que él le contestó que le dejase, que lo hacía mejor que ella. Todo mientras soltaba una risotada que terminó ahogando en el interior de su vaso, para segundos después regresar con un balanceo más exacerbado.

Continuaron bailando, mientras a escasos metros de ellos, Mateo y José Antonio les divisaban apostados de espaldas a la barra, ofreciendo este último un semblante atento y relajado.
Entonces, Mateo se acercó a su oído, y tras terminar de expresarle algo amparado por la intimidad que el estruendo les concedía, aquel semblante apacible se tornó en una fervorosa reacción, que no solo se reflejó en su rostro, también fue acompañado por un leve movimiento de su mano, que parecía querer indicar que se aproximase a donde estaban ella y Luis Alberto.

Nunca llegó a ser consciente de nada de aquello, pues seguía entusiasmada y riéndose de las posturas que ponía el otro, a la vez que comentaban tal música o algún singular movimiento.
Mateo, ante los infranqueables ojos de José Antonio, se dispuso a emprender su peculiar entrada en la pista, moviendo sus caderas al tiempo que también lo hacía la totalidad del volumen de su barriga. Ambos le acogieron entre risas, formando un círculo que mantenían bailando codo con codo.

Llegados a un punto difícil de concretar, la mano de Luis Alberto fue a parar a la cadera de Isa, aprovechando que su atención deparaba en los contoneos de Mateo. Cuando ella se giró hacia él, enmascaró su acción sonriéndola y fingiendo que, en realidad, lo que intentaba era provocar que imitase alguno de sus meneos espasmódicos.
Ella le siguió el rollo, pues en el fondo, tampoco le llegó a incomodar. Estaba contentilla por el alcohol e irradiaba esparcimiento por cada poro de su piel. Además, se llevaba sintiendo desahogada con ese hombre desde hacía un buen rato, y nada le invitaba a pensar en desplegar sus defensas y ponerlas a la ofensiva, ante un inminente ataque que a su modo de ver no existía.

Continuaron bailando así, hasta que Mateo se decidió, luego de unas cuantas estrofas, a adherirse a esa tendencia, quedando, ahora sí, los tres unidos por medio de la cintura de Isa.
Un placentero José Antonio presenciaba la ejecución de los actos desde su estrado, con una copa en la mano y el porte de quién alberga tal responsabilidad, que no puede permitirse el lujo de desatender y divagar en nimiedades.
No mucho después, les recibía de regreso en la barra, donde un eufórico Mateo pedía a gritos otros cuatro gin tonic con Red Bull.

Volvieron a brindar, esta vez por una fiesta inolvidable, a lo que nuestra pletórica Isa añadió, sin deparar en estridencia, -''por una fiesta que no termine nunca''.

La noche avanzaba, los grados se acumulaban tanto en sus copas como en sus torrentes y el Pub parecía perenne ante el paso de las horas, carente y ajeno a cualquier decaimiento o correr de los dígitos revelados por sus relojes.
El único escollo era ellos mismos. Por mucho que su puesta en escena o derroche de energía diesen una apariencia diferente, en el fondo, la juventud de Isa sobresalía, haciéndose notar sobre la de unos señores, para los cuales tantas horas de pie comenzaban a pesarles más que el impulso que los había mantenido erguidos.

La quinta copa fue la última. Para esas alturas, ya reposaban los cuatro sobre uno de los asientos que poco antes habían quedado libres. Disponiendo ahora de mesa propia, emplearon ese periodo de distensión y reposo para enseñarse fotos y demás curiosidades contenidas en sus móviles.

Una de las veces en que Isa volvía del servicio, se encontró con una idea sobrevolando en el ambiente que la agarró por sorpresa.
Viendo las horas que eran, habían decidido seguir la fiesta en el apartamento de Luis Alberto y Mateo, que se encontraba pertinentemente cerca del local en que se encontraban.
Aludían al hecho de que se hallarían más cómodos en sus sofás que en aquellos bancos de madera que los acogían, al albur de canciones que no habían elegido, junto a tantas personas que tampoco habían podido escoger.

Una retahíla de excusas camufladas de motivos que, a su vez, parecían enmascarados al amparo de una simple proposición. Se encontraban tan decididos, que incluso el último argumento que proporcionaron lo llevaron a cabo con varios de ellos levantados totalmente de la silla, complementándolo como amago para evacuar del Pub y huir sin miramiento alguno.

Isa se vio arrastrada hacia el exterior, donde una brisa marina golpeó su rostro nada más salir, revitalizándola hasta el punto de agradecer aquella puesta en escena y compadeciéndose de lo que su antiguo yo, había estado perdiéndose por haber permanecido tanto tiempo tras las puertas de aquel bar Escocés.

Durante el recorrido al apartamento, José Antonio no se despegó de ella, caminando a su ritmo con su mano impresa sobre la parte inferior de su espalda. De vez en cuando, le preguntaba si se lo estaba pasando bien, sin olvidarse de encumbrar la manera que había tenido de bailar. Algo que la sonrojaba y prendía de satisfacción, pues a pesar de ser una chica curvy, sabía moverse con sensualidad cuando quería, y apreciaba que tal dedicación fuese reconocida por alguien más que por ella misma.
Mientras tanto, Mateo y Luis Alberto vociferaban canciones, dejando caer con asiduidad su mano sobre el hombro de Isa, con clara intención de provocarla y hacer que se animase a empatizar con el devenir de sus comportamientos.

Ella reía, expeliendo una serie de muecas que bien podían expresar tanto vergüenza amistosa hacia ellos, como una genuina manera de confraternizar con aquellas formas que estaban teniendo de desenvolverse.
Afrontó distraída todo el recorrido, hasta dar finalmente con el portal que daba acceso al piso de aquellos hombres. Portón que tardó en abrirse, pues Mateo no atinaba con las llaves, y para cuando Luis Alberto tomó el relevo arrebatándoselas de las manos, estas aún terminaron visitando el suelo una vez que otra, hasta por fin dar con la cerradura y conseguir que girara ante sus obcecados intentos.

En cuanto entraron al apartamento, se diseminaron como virutas de madera afectadas por una ráfaga de aire. Uno se fue al baño, otro a la cocina a preparar unos vasos y el tercero se empecinó en prender un portátil, por medio del cual le aseguraba que iba a mejorar el repertorio musical que aquel cochambroso bar les había obligado a soportar. [Palabras textuales].
Mientras tanto, el culo de Isa se aposentó sobre la parte más extensa de un sofá en forma de ele, a la espera de que alguno de ellos concluyese su misión y regresase a hacerle compañía lo antes posible. Estaba en ese punto de la borrachera en que requería estímulos constantes, y encontrarse sola frente a una tele apagada, no constituía distracción alguna.

El primer afortunado fue Luis Alberto, que sentándose a su lado con su portátil sobre el regazo, le instaba a presionar la barra espaciadora, permitiéndole desencadenar un sonido que, a su juicio, le haría volverse loca y bailar hasta que cayesen las estrellas.
Para su sorpresa, no se trataba de ningún tema actual o novedoso que todavía no hubiese llegado a sus oídos. Más bien pertenecía a un grupo de la época en que él había sido joven y que, con más cariño que otra cosa, había rescatado de su haber y dispuesto para ella.
Haciendo gala de un grado de sensibilidad del que muchos de nosotros podríamos haber carecido, le devolvió una sonrisa, amén de un comentario con el que buscó corresponderle.

Acto seguido, y rozando con los límites de su propia empatía, le arrebató el portátil, mientras sugería que iba a enseñarle la que, hasta ese entonces, era la canción favorita tanto de varias de sus amigas como de ella.
Abrió YouTube y escribió lo siguiente en la barra de búsqueda. (Los Sufridos & BadGyal - Duro De Verdad). Nada más hacerlo, saltó la publicidad, y comenzaron a escucharla.

La cara de Luis Alberto era un poema, que cuanto más fingía expresar agrado, más convaleciente resultaba. Aquello causó un ataque de risa en Isa que, sin poder darse cuenta, reaccionó colocando su mano sobre su rodilla, e incidiendo en lo mucho que parecía gustarle, y en todas las veces que la iba a volver a reproducir para contentarlo.
Ambos estallaron en una carcajada que terminó llamando la atención del resto, que ya reunidos en el salón, se apresuraban a acercarse con varios vasos llenos sostenidos por cada una de sus manos.

José Antonio llegó el primero, el cual no dudó en retirar el ordenador, que yacía dispuesto sobre sus piernas, y sustituir su acopio por un vaso repleto de gin tonic con lima.
Enseguida tomó asiento Mateo, dejándose caer en la perpendicular de la ele del sofá, dejando un hueco para que, posteriormente, fuese ocupado por José Antonio, albergando de esta manera al cuerpo de Isa entre Luis Alberto y él.

Volvieron a brindar, algo que se había convertido en una especie de tácita tradición entre ellos cuatro. Esta vez, fue por el medio ambiente, y por las algas (aportación de Isa, según la cual, eran las grandes olvidadas...).
Chocaron sus copas y también sus gestos. Todos traían de serie una especie de sonrisilla juguetona, que motivada por el consumo y por el ambiente que acaecía, definía todo lo que hacían, decían e incluso llegaban a discurrir en el entorno de sus pensamientos.

Todo terminaba vertido más allá de su origen, salpicándoles a todos y haciéndolos partícipes de cada embaucamiento, paranoia, juego de palabras o desventura que cualquiera hubiera tenido a bien dejar salir fuera de él.
No mucho después de haber concluido la primera ronda de monomanías y disrupciones, Isa se despegó del asiento para dirigirse al baño, hecho que suscitó que un silencio sepulcral se instaurase tras su ausencia.

Algo en lo que deparó mientras se perdía a lo largo y ancho del pasillo que conducía al váter. Tampoco era tonta, por lo que trataba de deducir lo que estaría ocurriendo a sus espaldas. -Estarán hablando de mí. Pensaba. Sin dedicarle más tiempo del que pretendía emplear en bajarse las bragas y desbeber como hacía tiempo que no recordaba hacer.
Pero lo que se fraguaba entre aquellos hombres, distaba unas cuantas millas de asemejarse a su percepción.

No era el centro de atención que acostumbraba a ser normalmente en un botellón rodeada de amigos, como tampoco podía ser capaz de imaginar hasta qué punto su juventud y su cuerpo venían siendo venerados y valorados por unos señores, que ansiaban hacer las veces de Hebe, obteniendo de ella tanta savia como sangre fuese posible albergar en sus propias venas.

Una vez elevó su vestido hasta tenerlo arremolinado en torno a su cintura, relajó el pubococcígeo y, seguidamente, pudo escucharse desde el mismo salón como su pis comenzaba a golpear las paredes del interior del inodoro.
Antes de que pudiera darse cuenta, Luis Alberto empujaba la puerta y asomaba la cabeza a través de un costado, para anunciar sin demora tanto su presencia como aquel problema tan acuciante que le había obligado a acontecer de esa manera.
 
Última edición:
El Apartamento.

-¡Perdona!. Es que me hago pis también. Jaja. No puedo aguantar. ¿Te queda mucho?.

-¡Qué susto!. No, no. Ya termino. No te preocupes.

-Vale. Entonces te espero. Voy a lavarme las manos, que las tengo pegajosas de la lima. Dijo Luis Alberto, dirigiéndose al lavabo.

-¡Pero no mires!. Expresó Isa, que si algo parecía, era más sorprendida que interrumpida.

Durante el rato que empleó en asearse las manos, no dejó de escuchar aquel sonido, el mismo que indicaba no solo que ella estaba allí, sino que seguía haciendo lo que hacía, a expensas de una presencia que, de ningún modo, había conseguido alterarla lo más mínimo.
Cuando cesó el chorro de su orina, se puso en pie, dejando que sin más urgencia de la intencional, su vestido se desprendiera hasta adquirir de nuevo su original largura...

Luis Alberto no pudo contenerse.

-Ummm. Tienes una tripa muy bonita, Isa. Que lo sepas.

-Jaja. ¡Pues gracias oye!. Un poco grande para mi gusto.

-No es verdad. Tienes una figura muy atractiva, que además, sabes mover muy bien. Aunque no tanto como yo. Terminó diciendo Luis Alberto de manera abobada.

-Jaja. Bueno. Tampoco es que pusieras el listón muy alto. Parecía que te ibas a desmontar.
Rio Isa, mientras acababa de recolocarse bien las bragas y se dirigía hacia la puerta del baño.

En cuanto le dio la espalda, se acercó a ella por detrás y la tomó de las caderas, para susurrarle al oído a continuación.

-Umm. También el culo lo tienes bonito.

-¡Calla, bobo!. Yo que voy a tener... Dejó caer Isa, mientras lo acompañaba con un delicado movimiento de caderas que le permitía zafarse de aquellas manos.

De vuelta al salón, enseguida fue avistada por José Antonio y Mateo, que la hicieron sentarse de nuevo en el sofá, en el mismo lugar donde antes había estado.
Antes de que pudiera abrir la boca para decir nada, fueron ellos los que tomaron la iniciativa.

-Pues les estaba comentando a estos como nos conocimos esta mañana.

-Ajam. ¿Qué les has contado?. Dijo ella un tanto desconcertada.

-Nada, eso, que nos encontramos hoy en la piscina del camping nudista y que te gusta mucho este mundillo. ¿Verdad, cielo?. Dijo José Antonio, mientras posaba su mano sobre la rodilla izquierda de Isa.

-¡Ah, sí!. Sí, practico nudismo desde hace un tiempo. Pero ha sido la primera vez que he venido a un camping de estos. Exclamó Isa, amparada por una actitud más relajada.

-Mateo y Luis Alberto también son del mundillo. Les conozco desde hace muchos años. De coincidir en otros campings, además de en playas de aquí y de allá. ¿Verdad, Mateo?.

-Así es. Afirmó su amigo.

-Ya lo ves, cielo. Somos todos del mismo gremio, por decirlo de alguna manera. Estás entre amigos, Jaja. También les he comentado lo que me dijiste, que normalmente hacías nudismo sola.

-Es verdad. Aunque aquí hemos venido un amigo y yo. Pero cuando voy a playas nudistas acostumbro a hacerlo sola. Dijo Isa, alternando el final de la frase con un sorbito de su vaso.

Mientras hablaban, Luis Alberto apareció en la estancia, el cual se dirigió directamente a ocupar su antiguo asiento.

-¿De qué estabais hablando?. Preguntó nada más acomodarse.

-Pues de que todos los aquí presentes somos nudistas, jaja. Le respondió Mateo entre risas.

-¡Así es!. No sé qué hacemos vestidos, tendría que darnos vergüenza. Expresó Luis Alberto.

Nada más concluir su frase, se levantó de un salto del sofá. Era el que se mostraba más ebrio de los cuatro, y además, tenía sentido que así fuese. Mateo estaba bastante gordo, por lo que su tolerancia al alcohol resultaba ser superior a la de los demás. Por otro lado, si bien José Antonio había consumido también lo suyo, no lo había llevado a cabo de una manera tan desmesurada. De hecho, no llegó a terminarse ninguna de las copas que obraron en su poder aquella noche, por lo que, aun tomado como estaba, mantenía las formas y controlaba bastante mejor los impulsos que sus homólogos.
Sin embargo, Luis Alberto no se había privado lo más mínimo. No por ingerir como el que más, sino que encima, lo había hecho de manera convulsiva, propinando largos tragos a cada uno de los vasos que pasaron por su lado.

Nada más haberse despegado de su asiento, volvió a repetir las mismas palabras que acababa de decir. -Debería daros vergüenza. Para a continuación, quitarse su camisa hawaiana y dejarla caer sobre la pequeña mesa situada enfrente del sofá.
Mientras lo llevaba a término, Mateo comenzó a reírse, al tiempo que José Antonio asentía con la mirada y le daba la razón.

-Cuando estás en lo cierto te lo reconozco, jaja. Yo también voy a desnudarme, que para algo somos nudistas de verdad y no unos farsantes. Terminó vociferando José Antonio.

Cuando los tres hubieron retirado sus camisas, Luis Alberto se acercó a Isa, la tomó de las manos y tiró hacia arriba, consiguiendo que emergiera de su asiento y se pusiese en pie. Nada más hacerlo, se dirigió a ella en un tono juerguero y algo alborozado.

-Jaja. No nos dejes en mal lugar, pequeña. Formas parte de nuestro selecto mundillo. ¡Que no se diga que somos unos falsos!. Afirmó, finalizando la frase con tal intensidad que a punto estuvo de desgañitarse.

-Jaja. Que locos estais. ¿En serio os vais a desnudar?.

-Claro, pequeña. No me digas que tienes vergüenza. ¿Eh?. Le tentó Mateo.

- No es eso. Es que... O sea. ¿Nos vamos a desnudar aquí en casa?. Yo estoy acostumbrada a hacerlo en exteriores. Manifestó Isa.

-¡Con más razón!. Si no te da corte que te vean desconocidos, que lo hagamos nosotros, que somos tus amigos, aún debería dártelo menos. Le espetó de nuevo Mateo.

En cuanto su comentario concluyó, todos empezaron a vitorearla, con intención de animarla y de desdramatizar un momento, que en ningún caso pretendían que abandonase su carácter vivaracho.
Isa dirigió sus ojos a José Antonio, al que respondió con una especie de sonrisa cuando este hizo lo propio. Roja como un tomate, se aproximó primero a la mesa, tomó su copa, y tras arremeterle un trago lo suficientemente largo como para vaciarla por completo, se echó para atrás, llevó las manos a sus caderas y pinzó con sus dedos los laterales del vestido.

Nada más percatarse de su acción, empezaron a tararear entre risotadas la típica melodía que a todos se nos viene a la cabeza cuando alguna chica se encamina a realizar un striptease. Ella sonrió, mientras elevaba los brazos, arrastrando con ellos la tela del vestido. Cuando este alcanzó la altura de su cabeza, la sobrepasó con ayuda de sus manos y dejó que cayera sobre la mesa, donde también se acumulaba el resto de las camisas.
Por primera vez, la lencería que venía adherida a su piel pudo ser vislumbrada por todos ellos. Un sujetador de color beige cubría sus voluminosos pechos, amén de incluir en el vistazo el fino culote que escondía tras de sí la vagina de aquella chica.

Una vez superada la primera impresión, le dedicaron un breve aplauso, durante el cual José Antonio la tomaba de una de sus manos y la hacía girar sobre sí misma, para que su cuerpo alcanzara a verse como debía desde todas las direcciones.
Aunque su tez seguía manteniendo una tonalidad rojiza, su estado anímico no se hallaba ni alterado ni tan avergonzado como sus mofletes parecían delatar. Precisamente por eso, a la vez que llevó a cabo aquel giro propiciado por José Antonio, salió de ella contonear un poco sus caderas, perpetuando no solo aquellos aplausos, si no la admiración y atención de un grupo de hombres del que no solo formaba parte; también comenzaba a sentir predilección tanto por ellos como por su desinhibido y singular estilo de vida.

Nada más detenerse los aplausos, como si sus mentes estuvieran conectadas por Bluetooth, los tres se arrancaron a desprenderse de sus pantalones, junto con los zapatos y calcetines que los albergaban.
Esta vez, no se detuvieron allí. Se agacharon una última vez, movimiento que emplearon para deshacerse de sus calzoncillos y quedar completamente desnudos a ojos de una Isa, a la que tal espectáculo de exhibición le estaba haciendo especial gracia.

En el instante en que sus cuerpos dejaron de ocultar ningún secreto, fue ella misma la que se animó a aplaudirles, mimetizándose con el ambiente saleroso que desde hacía un rato lo permeaba todo.
Unos calores provenientes de su tren inferior comenzaban a elevarse y a extenderse por todo su cuerpo. Desde siempre, el alcohol había procurado que este tipo de reacciones la invadieran, debilitando sus defensas y propulsando su libido a unos niveles que no serían admisibles por ningún organismo regulador.
Su sexualidad había sido superior a la media desde que tenía uso de razón, por lo que un potenciador como lo era la ginebra no hacía sino completar a una chica que, ya de por sí, necesitaba muy poco para ponerse a tono y desplegar el tipo de sensaciones que a cualquiera nublaría su voluntad.

Cuando apenas comenzaba a ser plenamente consciente de sus propios estímulos, dos manos anexadas a sus caderas conseguían devolverla al presente. Era José Antonio, que no satisfecho con eso, se inclinaba para depositar un par de besos en su cuello, acto que ella favoreció, ladeando un poco la cabeza para procurar un mejor acceso.
Mientras era besada, su mirada revoloteaba a lo largo y ancho de todo el apartamento, hasta que, sin pretenderlo, recayó en aquellos dos hombres, que de pie frente a ella la observaban de arriba abajo con la fascinación de quien presencia algo inusitado.

Se sorprendió con Mateo, pues a pesar de contar con una contundente barriga, su pene gozaba de buena largura, pero sobre todo, lo que más llamó su atención fue su grosor, el cual era prominente, algo que resultaba chocante teniendo en cuenta el resto de la complexión que aquel hombre poseía. También pudo distinguir con claridad cómo una cubierta de vello se extendía por gran parte de su torso y piernas, algo que tampoco habría sido imposible de adivinar, ya que en el transcurso de esa noche se habían hecho notar, dejándose ver a través de la parte superior de su camisa hawaiana.

Luis Alberto, ahora desprovisto de su atuendo, revelaba también detentar barriga, pero de ningún modo tan pronunciada como la de su amigo. Su cuerpo mostraba una menor densidad de vello y su pene, si bien se preciaba de alcanzar cualquier media en cuanto a largura, la anchura en su caso era más corriente.

Su análisis se detuvo en seco en cuanto apreció cómo aquellos labios, que hasta entonces se habían ubicado en el entorno de sus clavículas, se desplazaban ahora hacia uno de sus oídos, para susurrarle algo inmediatamente después.

-Ahora te toca a ti, cielo. Murmuró José Antonio de forma sinuosa.

Mientras llevaba a cabo dicha interacción, sus manos, que seguían yaciendo alrededor de sus caderas, comenzaron a descender, arrastrando con ellas su culote.
Isa no se inmutó. Incluso podría jurar haberla escuchado proferir un esquivo jadeo, qué pasó inadvertido para todos menos para él, cuya cabeza y la de ella se encontraban tan unidas, que ni siquiera una brizna de hierba podría haber sido capaz de entrometerse entre ellas.

Cuando su culote tocó el suelo, se agachó para sortear sus botines dorados con más facilidad, los cuales también fueron desprendidos de sus pies por indicación de José Antonio.
Lo siguiente que faltaba por quitarse era el sujetador, para lo cual no hizo falta que interviniera nadie. A esas alturas, su coño palpitaba con una frecuencia tal, que de haber habido cerca una estación de radio, habría causado seguro todo tipo de interferencias.

En cuanto aquel sostén se posó sobre la mesa, sus tetas se convirtieron en el inequívoco centro de atención de todas las miradas. Unos pechos que, con el paso de los años y a medida que el resto de su constitución había ido engordando, fueron aumentando de copa hasta detener su crecimiento y asentarse en una abultada talla 110C.
José Antonio ya las conocía. Se las había besado y sobado aquella tarde durante todo el tiempo que tuvo para hacerlo, pero Mateo y Luis Alberto, aparte de presenciarlas formando parte de su escote bajo el vestido, era la primera vez que podían disfrutarlas en todo su esplendor.

Incluso acogiendo tal volumen, su pezón aún resistía el peso de la gravedad; eso, sumado a su juventud, permitía que todavía se mantuvieran erguidas y bien dispuestas para contemplarse. Estaban algo separadas entre sí, lo que favorecía que se le desplazasen hacia los costados, lo cual implicaba que si se la observaba de espaldas y con los brazos levantados, pudiera apreciarse su contorno, asomando tímidamente por los laterales.
Los pezones ya mencionados, gozaban de buen tamaño, proporcional al de las ubres que los albergaban, y con un diámetro de aréola para el cual haría falta abrir bien la boca si se pretendía abarcar entero.

Nada más recomponerse del shock del primer vistazo, se dispusieron a alabarla.

-Menudo cuerpazo tienes, pequeña. Eres una preciosidad. Ganas mucho más desnuda. Expresó Mateo, adornando la oración con un par de sinceras sonrisas.

-Es verdad. Ya habíamos notado que tenías buenas tetas, pero lucen muchísimo mejor así, sin nada por encima. Apuntó también Luis Alberto.

-Jaja. Gracias, gracias. Ya será para menos. Se excusó Isa, algo aturdida por tanto cumplido.

-Es una belleza. Sí ya sé lo he venido diciendo yo a lo largo de todo el día. Decídselo vosotros más veces, a ver si así se lo termina de creer. Espetó José Antonio.

Nada más hacerlo, aprovechó que seguía detrás de ella para rodearla con sus brazos y abrazarla por debajo de los pechos, de modo que estos se levantaron un poco, luciendo, si cabe, un mayor tamaño del que aparentaban tener cuando mantenían su postura natural.
Aplicó un par de besitos más en su cuello, y por medio de un pequeño cachete propinado contra su culo, la hizo sentarse de nuevo, acto que acompañaron todos, quedando Isa agazapada entre José Antonio y Mateo.

Mientras Mateo y Luis Alberto comentaban una serie de cuestiones ajenas al resto, José Antonio aprovechó para hospedar la mano derecha sobre su pierna, de modo que algunos de sus dedos quedasen alojados en el hueco inferior de su pelvis, casi en contacto con su vagina.
Nada más llevarlo a cabo, se aproximó a su oído para expresar lo orgulloso que estaba de ella, así como lo bien que se había portado hasta ese entonces y lo cómoda que parecía encontrarse, amén de intercalar todos aquellos reconocimientos con algún que otro morreo ocasional y con su mano, que no cesó de desplazarse en ningún momento hasta terminar colocándose completamente sobre su coño.

En cuanto Isa abandonó el embrujo verbal al que ese hombre la tenía sometida, corrió a sujetar su mano con intención de retirarla antes de que los otros dos pudieran darse cuenta, pero él se lo impidió. Esta vez, murmurando a su oído tan solo dos palabras, las cuales bastaron para que su mano se alejara de allí sin lograr su cometido, dejando que ese hombre siguiese acaparando su intimidad.

-Shhh. Tranquila.

En cuanto los otros terminaron de hablar y volvieron a dirigir sus ojos hacia ella, se percataron de aquel hecho, algo a lo que no tardaron en aludir.

-Jaja. ¿La agarras así para que no se escape?. Exclamó riendo Mateo.

-Quita la mano, egoísta, que si no no la vemos del todo. Añadió un ebrio Luis Alberto, empleando un volumen de voz algo por encima del que hubiese sido necesario.

-Pues... Aquí donde la veis, tan calladita, esta mañana me ha estado comiendo la polla. ¿Verdad, cariño?. Soltó de pronto José Antonio.

-Jaja. Pero qué vergüenza. ¡Cómo les cuentas eso!. Respondió Isa, bajando la cabeza en clara señal de timidez.

-No digas tonterías, cielo. ¿Qué hemos estado hablando de la vergüenza?. Estas entre amigos, no pasa nada. Además, es algo natural. Ya somos mayores, no nos vamos a escandalizar por eso. Dijo José Antonio, con la intención de naturalizar su comentario anterior.

-Es verdad, pequeña. No pasa nada. No creo que haya sido la primera polla que te comes. ¿Cierto?. Añadió Mateo.

- Claro que no. Pero me ha cogido por sorpresa. No sabía que iba a mencionar eso con vosotros delante. Dijo Isa defendiéndose.

A continuación, intervino Luis Alberto, interrupción y planteamiento que se vieron claramente influidos por el alterado estado en el que se encontraba.
Se levantó de la mesa, alzó su copa y propuso brindar por la mamada que le había hecho a José Antonio. A pesar de lo estrambótico de la situación, Mateo no dudó ni un instante en ponerse de pie y en apoyar de esa manera la fantástica moción que a su juicio formulaba su compañero.
El aludido les miró, y sin poder contener la risa, se sumó también a la corriente.

Isa, todavía sentada, les observaba con incredulidad, negando con la cabeza varias veces e insistiendo en que no, que no iba a brindar por eso por lo mucho que le avergonzaba.
Pero llegó un momento en el que no fue capaz de evitar que las risas del resto se le terminasen contagiando. Momento en que aprovechó José Antonio para cogerla del brazo y levantarla con cariño, mientras compartía con ella un gesto de acercamiento que terminó por decidirla a adherirse a la tendencia.

Una vez erguidos y con las copas en sus manos, Luis Alberto hizo los honores.

-Por la mamada de Isa a José Antonio. Por la de hoy y por todas las que vendrán. ¡Salud!

-¡Salud!. Gritaron todos.

-Que corte, por favor. No me creo que hayamos hecho esto. Aportó Isa nada más haber acabado de brindar.

-Jaja. Ha sido muy divertido. De corte nada. Pero... A todo esto... ¿Te ha gustado mamársela o no?. Eso es lo que queremos saber. Preguntó Mateo, al cual tal acto planteado por su amigo parecía seguir suscitando entusiasmo...

-Jaja. No sé... Ha estado bien. ¿No?. Terminó de expresar Isa, mientras cobijaba su mirada al abrigo de José Antonio.

-Me ha gustado mucho. La mamas muy bien. Aunque aquí donde la veis es un poco babosa. ¿Verdad?. Jaja. Pero en general, me la chupaste muy bien.

-Gracias. Me esforcé mucho. Dijo ella, bromeando.

Luis Alberto, que no fallaba nunca cuando de subir el nivel en cualquier ámbito se trataba, ya fuese el del ridículo en un bar, gritos en la calle o planteando propuestas de lo más surrealistas e inoportunas, remitió lo siguiente al grupo.

-Lo suyo es que nos haga una demostración. Si no... ¿Cómo sabemos que dices la verdad?. ¡Aquí queremos pruebas!.

-Tiene razón. Demuéstrales cómo lo haces. Que no crean que miento y que lo haces mal. Vamos, cielo. Le insistió José Antonio.

-¿Ahora quieres que lo haga?. Dijo ella, mientras buscaba en su rostro alguna mueca o signo que indicase que todo aquello estaba a punto de estallar y convertirse en una inocentada más.

Pero no ocurrió así. No halló señal alguna de titubeo en sus ojos, los cuales se mantuvieron firmes, sin apartarse de ella ni flaquear lo más mínimo.
Viéndose en semejante tesitura, lo único que alcanzó a decir fue que antes necesitaba ir al lavabo, a lo cual, mientras se alejaba, le gritaron que no tardase demasiado.

Una vez sola, frente al espejo, se quedó observando su reflejo por varios minutos. Por su mente pasaban muchas cosas. ¿Se estaría enfrentando a un momento de inflexión de los que tanto mencionábamos, mientras nos tocábamos juntos en la cama y fantaseábamos sobre su proceso de emputecimiento?. ¿Se trataba de eso?. ¿Estaba ocurriendo al fin?. Y si era así... ¿Debía darse de esa manera?. ¿Seguir adelante era lo correcto?.

Cuanto más recapacitaba, con mayor celeridad se enterraba en un psicotrópico lodazal, del que ni las reflexiones ni las suposiciones iban a proporcionar ninguna ayuda.
Se agachó hasta que su frente quedó por debajo del grifo, lo abrió y dejó que su mente quedase en blanco durante unos instantes.
De pronto, un grito proveniente del fondo del apartamento se personó para requerir su atención.

-¡Vamos, Isaaa!. Que dice Luis Alberto que si no vienes, te saca él en brazos. Voz que achacó a Mateo, aunque sin estar segura del todo.

Terminó de lavarse la cara, echó un último vistazo en dirección al cristal, y en cuanto este se la devolvió supo que ya estaba preparada para hacer lo que debía. Apagó la luz y traspasó el marco de la puerta.

En cuanto alcanzó el salón, se encontró a los tres situados en la parte más alargada de la ele del sofá, hallándose José Antonio en medio de los dos. Aquella disposición ocultaba un significado que no tardaría mucho en descubrir cuál era.

-¿Dónde me siento?. ¿Aquí al lado?.

En ese momento, se levantó José Antonio, que sin mediar palabra comenzó a besarla apasionadamente. Al principio, se quedó un poco en shock, ya que era algo que no se esperaba venir en absoluto. Pero enseguida se recompuso y correspondió, introduciendo también la lengua en su boca y entrelazándola de esa manera con la suya.

Luego de un par de minutos besándose y antes de echarse para atrás, aproximó sus labios a su oído izquierdo y le susurró.

-Vamos.

Acto seguido, se dejó caer sobre el asiento, agarró su polla desde la base y abrió las piernas con la voluntad de hacerle un hueco.
Enseguida comprendió todo. Volvían a pasar por su mente toda clase de excusas y evasivas que le imploraban esfumarse de allí. Que reconociera que no era una buena idea y que obrara en consecuencia. Era mejor arrepentirse por algo no realizado que de una acción acometida, que una vez llevada a cabo, sería imposible borrar después.
Estaba decidida. Se ceñiría a las cavilaciones a las que había llegado en aquel baño, sin saltarse una sola coma o guion de la decisión tomada en aquel espacio.

Reflexiones aparte, recogió su pelo con la ayuda de una goma que llevaba enroscada en su muñeca, se puso de rodillas entre los cuádriceps de José Antonio, y tras compartir una última conexión ocular con él, abrió su boca y la introdujo en su interior, flexionando un poco el cuello para poderse ayudar.
Nada más haber empezado a mamársela, la mano de derecha de aquel hombre se dirigía a ceñirse alrededor de su nuca, desde la cual comenzaba a controlar no solo la velocidad con que debía hacerlo, sino sobre todo, la longitud de polla que debía tragarse.

No demoraron en exhibirse los primeros comentarios, que, como no podía ser de otra manera, derrochaban agudeza y afanosos arrebatos repletos de frenesí.

-Umm. No mentías, macho. Esta chica la chupa de miedo. Apuntó Mateo.

-Se nota que no es la primera polla que se mete en la boca. Comentó Luis Alberto, ocurrencia que suscitó risas en sus dos amigos.

Mientras desplazaba su cuello de arriba abajo, todas esas frases venían a parar a ella, que convertida en el receptáculo tanto de las palabras como de sus miradas, la encumbraban de un protagonismo al que no solía estar acostumbrada.
Reacciones que no procuraban en ella mal estar de ningún tipo. No se sentía denostada ni mucho menos afrentada por cómo esos hombres describían lo que estaba haciendo.
Si en algún momento del pasado había estado cachonda, aquella manifestación cobraba verdadero impulso ahora, tomando la batuta tanto de sus emociones como de sus impulsos más primarios, convirtiéndola en lo que tantas veces habíamos estado hablando. En una verdadera puta.

Se desenvolvía con diligencia; incluso respondía con sonrisillas a algunas de las consideraciones que expresaban sobre lo que estaba llevando a cabo. Esos ojos que la observaban sin parpadear, no solo no la empequeñecían, lograban encenderla todavía más, hasta el punto de ser enfrentados por ella sin apenas temblarle las pupilas.

Una de las veces en que cruzaba la mirada con Mateo, este no pudo evitar extender su mano, acariciando con ella su mejilla derecha. Un gesto tan tierno como sibilino, pues no mucho después, se hizo oír en aquella estancia exclamando lo siguiente.

-Qué maravilla de chica. Se nota que tenías hambre, ¿Eh?. Jaja. Pero oye, todavía no sé si la chupas bien o mal. Tendrás que probar conmigo. Expresó Mateo, al tiempo que se giraba hacia José Antonio y este le regresaba un gesto de aprobación.

-Jaja. ¡Qué cara tienes!. Espera, que voy ahora. Dijo Isa, mientras se introducía por última vez media polla dentro de su boca, para después pasarse la muñeca con sutileza por sus labios para asearse, y avanzar gateando hasta situarse ahora entre las piernas de Mateo.

Él se recolocó en su asiento, echando el culo hacia delante de modo que su abultada barriga no sobresaliera tanto, permitiéndole así disponer de un mejor acceso a su polla.
En cuanto estuvo lo suficientemente cerca de su pelvis, volvió a arreglarse un poco la coleta, colocó ambas manos sobre sus velludos cuádriceps y albergó entre sus labios el capullo de aquel señor.
No habían transcurrido ni diez segundos cuando un brazo seguido de su zarpa tomó de nuevo el control de su cabeza, guiándola de modo que se acompasase a sus ritmos y voluntades.

En este caso, Mateo comenzó aplicando más presión sobre su nuca de la que había empleado su predecesor, obligándola a alojar su capullo dentro de su cavidad mucho antes de lo que ella pensaba hacerlo. Aquello la sobresaltó, pero todavía lo hizo más al advertir como seguía empujándola con fuerza, con la aparente intención de querer verla desaparecer entera en el interior de su garganta.
Cuando apenas se había conseguido tragar su capullo y algún centímetro más de polla, una tremebunda arcada ensordeció a todos los allí presentes, ocasionando que Isa se retirara para atrás con tal arranque, que a punto estuvo de golpearse con la mesa y hacerse daño.

-Jaja. No abuses tanto, Mateo, que tienes la chorra muy gorda. Deja que se adapte poco a poco. Intercedió José Antonio.

-¡Cállate!. Mi rabo, mis normas. Le contestó Mateo, en un tono del que no se podía extraer con claridad si escondía más cólera que ironía.

Tardó un par de minutos en recobrar el aliento, periplo durante el cual no dejó de estar auspiciada por las estruendosas carcajadas que habían poseído a un Luis Alberto que se mostraba fuera de sí.
Tras inhalar aire por última vez, volvió a reclinarse sobre la polla de Mateo, regresando de esta manera a donde lo habían dejado. Esta vez, y a sabiendas de por donde podía ir la cosa, colocó sus manos sobre la parte baja de su barriga para tener donde sostenerse en caso de que acometiera otro empentón.

-¡Aparta las manos, no quiero verlas!. Bramó Mateo, para tomarla de la nuca de inmediato y volver a colocar su capullo entre sus carnosos labios.

Tal grado de agresividad, lejos de desalentarla, parecía conducirle justo a lo contrario.
Su coño palpitaba con la resonancia de unas castañuelas y su cara adquiría por momentos el aspecto que presentaría una ninfómana en cautividad, liberada de repente en una playa de Gandía.
 
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