Mi experiencia relatada

Chelam

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23 Jul 2025
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Hola, ante todo, no soy relatista ni escribo historietas, es la primera vez escribo para que me lean, y además resulta ser un hecho verdadero acontecido hace algún tiempo.

Todo comenzó hace algunos meses cuando estando íntimamente mi marido, Carlos, me preguntó si me gustaría tener una fantasía con otro hombre mientras lo hacíamos. Le dije claramente que ni loca pensaba hacer tal cosa y me disgustaba que lo pensara.

A la mañana siguiente me desperté antes y con el café en la mano y en la terraza pensando en lo acontecido le vi cierta claridad. Eso fue exactamente lo que hice con mi ex muy poco antes de irme a vivir con él. Le ofrecí una fantasía, que no rechazó, y yo disfruté imaginando que me lo hacía con mi actual marido. Pero fue la única vez en mi vida que me pasó.

Pasó el tiempo y Carlos, no volvió a mencionar el tema. Una noche en la cama durmiendo tranquilamente me dijo al oído “Fóllate a Rafa” y lo dijo dos veces. Me incorporé a medio cuerpo y dándome la vuelta le miré fijamente, estaba dormido, totalmente, estaba soñando e inconscientemente lo dijo. Lo desperté y pregunté qué me había dicho, no se enteraba de nada y lo negó.

En el desayuno le saqué el tema y claramente quise saber si había algo especial que lo excitara. Tras un titubeo me lo confesó. Hacía tiempo que le excitaba que otros hombres me mirasen con ojos libidinosos, le excitaba que me mirasen el escote, y que el sabía “Podéis mirar pero no tocar. Es mía”. Y sospechaba que le excitaba sobremanera verme manteniendo relaciones con otro hombre mientras él miraba. Me ofreció lo de aquélla fantasía para ver si era real y eso lo ponía, pero no quería que la fantasía la tuviera sólo él, que debía ser al mismo tiempo por parte de ambos.

Y como ya estaba el Carlitos de confesión, dijo que, si además la fantasía era con alguien conocido, le ponía más aún, porque al ver a esa persona físicamente, automáticamente le vendrían a la menta las escenas soñadas entre yo y él y se podría a cien y sería muy morboso.

Le miré fijamente y le recomendé que se pusiera en manos de algún tipo de profesional, quizás un psicólogo que le pudiera tratar. Así zanjé el tema.

Ahí quedó el asunto durante mucho tiempo.

Pero me fijé más en él y su actitud cuando salíamos, y era cierto, cuanto más ligera iba de ropa, más se fijaba en los demás. Y digamos que la playa estaba llena de mujeres que no se suelen bañar con el vestido de noche.

Algunas veces íbamos a la playa a bañarnos y llevo una blusa que se transparenta un poco. Nos bañamos y él se fue antes a la terraza del chiringuito a tomarse algo. Al llegar yo llevaba el bikini y la blusa. Me molestaba tanto el bikini que tonta de mí, sin darme cuenta de lo que hacía me quité la parte de arriba del bikini y quedé con los pechos desnudos. Pero ni se notaba a la sombra. Vino el camarero y me dejó la bebida. Automáticamente Carlos me dijo que me había mirado los pechos y le gustaron. Solté una carcajada, el camarero era un chaval de unos 17 años que mientras me traía la bebida poco le faltó por tropezar al no despegar su mirada del móvil consultando su Tik-Tok o ********** Me hizo gracia y le comenté a Carlos que ése era de otra generación y absorto en su mundo.

Sí es cierto que otros y al subir por la calle de camino a casa me miraron. Carlos estaba lleno de gozo. Yo cabreada.

Cuando llegamos a casa me llevó al dormitorio y haciéndolo me pidió que por favor pensara en otro y concretamente en Rafa. Me negué en redondo. Pero se hizo más frecuente la petición y yo ya estaba cansada del tema por aburrimiento.
 
Al poco salimos a tomar unas copas al Pub. Allí estaba Rafa, dueño del mismo, que se aproximó a saludarnos. Tras ello con sonrisa pícara le dije a Carlos “Mi ligue”, me miró a los ojos y contestó “No, tu amante”. Ahí quedó la cosa.

Para situarnos, Rafa es el dueño de un pub, con empleados, que dispone de terraza con vistas al mar, una parte de salón intermedio con la barra, a la vista de todos, y otra espacie de salón más interno a la que nunca va nadie, que suele estar en penumbra porque no hay casi ventanas y da acceso a los baños. La terraza es una pasada por las vistas al mar y ver cómo rompen las olas.

Nos llevamos a las mil maravillas con él, irradia simpatía y siempre atiende como si fuéramos los únicos clientes. Lo cierto es que lo hace con todos, pero algo más especial porque en sus peores tiempos lo apoyamos todo lo que pudimos.

Al rato de llegar a casa, y esta vez con algunas copas en lo alto, Carlos me dijo de nuevo en tener una fantasía con Rafa. Esta vez le dijo que mientras lo hacíamos me contara su fantasía. Yo no iba a hacerlo y al principio me pareció que iba a ser demasiado cruel en esto.

Carlos me contó una historia acerca de que le enseñara disimuladamente los pechos a Rafa en la terraza del pub y lo complementó con irme al lavabo y que él me esperaría para …… Ahí lo corté y no quise saber más de la historia, pero estúpida de mí no le prohibí pensar en ello. Seguimos en nuestros juegos sexuales y de vez en cuando me decía cosas como “deja que te explore”, “suéltate lo que quieras” “no tienes límites” etc. Que dejaban claro en lo que pensaba.

Lo sorprendente del asunto es que consiguió, esta vez sí, que me viniera a la menta la cara de Rafa. Muy pocos instantes, eso sí, pero no me disgustó tanto. Ya en el clímax, noté que Carlos, entre gritos de placer, iba a correrse, eso es algo que me encanta. En el mismo instante que se corría me corría yo misma y “sorpresa” vi delante de mí por unos instantes la cara de Rafa y me corrí con más intensidad.

No le dije nada a Carlos y me guardé el secreto de haberme corrido pensando en otro.

El domingo siguiente fuimos a bañarnos por la tarde, yo con mi blusa semitransparente. Cuando íbamos a irnos a casa vio el pub abierto, horas extrañas desde luego, y fuimos a tomarnos unas copas.

continuará
 
Al poco salimos a tomar unas copas al Pub. Allí estaba Rafa, dueño del mismo, que se aproximó a saludarnos. Tras ello con sonrisa pícara le dije a Carlos “Mi ligue”, me miró a los ojos y contestó “No, tu amante”. Ahí quedó la cosa.

Para situarnos, Rafa es el dueño de un pub, con empleados, que dispone de terraza con vistas al mar, una parte de salón intermedio con la barra, a la vista de todos, y otra espacie de salón más interno a la que nunca va nadie, que suele estar en penumbra porque no hay casi ventanas y da acceso a los baños. La terraza es una pasada por las vistas al mar y ver cómo rompen las olas.

Nos llevamos a las mil maravillas con él, irradia simpatía y siempre atiende como si fuéramos los únicos clientes. Lo cierto es que lo hace con todos, pero algo más especial porque en sus peores tiempos lo apoyamos todo lo que pudimos.

Al rato de llegar a casa, y esta vez con algunas copas en lo alto, Carlos me dijo de nuevo en tener una fantasía con Rafa. Esta vez le dijo que mientras lo hacíamos me contara su fantasía. Yo no iba a hacerlo y al principio me pareció que iba a ser demasiado cruel en esto.

Carlos me contó una historia acerca de que le enseñara disimuladamente los pechos a Rafa en la terraza del pub y lo complementó con irme al lavabo y que él me esperaría para …… Ahí lo corté y no quise saber más de la historia, pero estúpida de mí no le prohibí pensar en ello. Seguimos en nuestros juegos sexuales y de vez en cuando me decía cosas como “deja que te explore”, “suéltate lo que quieras” “no tienes límites” etc. Que dejaban claro en lo que pensaba.

Lo sorprendente del asunto es que consiguió, esta vez sí, que me viniera a la menta la cara de Rafa. Muy pocos instantes, eso sí, pero no me disgustó tanto. Ya en el clímax, noté que Carlos, entre gritos de placer, iba a correrse, eso es algo que me encanta. En el mismo instante que se corría me corría yo misma y “sorpresa” vi delante de mí por unos instantes la cara de Rafa y me corrí con más intensidad.

No le dije nada a Carlos y me guardé el secreto de haberme corrido pensando en otro.

El domingo siguiente fuimos a bañarnos por la tarde, yo con mi blusa semitransparente. Cuando íbamos a irnos a casa vio el pub abierto, horas extrañas desde luego, y fuimos a tomarnos unas copas.

continuará
EL relato se pone muy interesante, esperando con ganas la continuación 😉
 
Nuestra mesa favorita en un rincón de la terraza estaba libre y nos sentamos. No había nadie en ese momento en la barra. Me quise hacer la pícara y me quité la parte de arriba del bikini. Y pregunté a Carlos si se me veían y le excitaba así. Me contestó que a la sombre “Se te intuyen, con imaginación”. Coloqué mejor mi silla en la mesa de forma que mi cara quedaba a la sombra de una planta y el resto del cuerpo a pleno sol. Ahí me dijo “Ahora se te ve bastante mejor y la imaginación no hace falta” y puso ojos de vicioso,

Estaba ya para ponerme de nuevo el bikini que me fijé que Rafa estaba en la barra con su empleado tras la misma y mirándome. Me dio una vergüenza terrible y me quedé rígida. Rafa se acercó a la mesa. Me di cuanta que me miraba los pechos, al menos intentaba disimularlo, pero no podía evitarlo. Se puso en la mesa y preguntó si íbamos a tomar lo de siempre. Yo intentaba taparme, pero no fue posible, le dejé que mirara y le contesté que sí. Alivio sentí cundo se fue.

Estaba más que claro que vino a verme de cera los pechos de mejor manera, no hacía falta que preguntara lo que íbamos a beber, SIEMPRE bebíamos los mismo y jamás nos preguntaban por la comanda, cuando nos sentábamos ya nos preparaban las copas y las traían. De hecho, mientras Rafa se acercaba a la mesa, su empleado ya nos estaba preparando las copas.

Yo sentía una vergüenza total y encima me di cuenta de que, mis pezones se habían puesto bien duros. Carlos me miró y me dijo “Es tu decisión, eres libre de hacer lo que quieras sin restricciones”, su mirada era, da igual, yo le fulminé con mi propia mirada.

Rafa volvió con las copas, y otra para él, algo que nunca había hecho. Se sentó con nosotros, justo enfrente de mí, y comenzamos a hablar. Otras veces también hablábamos, pero no con una copa y él sentado con nosotros. Lo primero que dijo fue “Se os ve muy bien, pero que muy bien” con sus ojos fijos en mis pechos.

Al rato me sentí algo incómoda, Rafa no dejaba de mirarme los pechos perfectamente expuestos por los rayos de sol que penetraban a través de la blusa y que seguramente me exponían los pezones y las areolas a su inquisitorial vista. Se le notaba encantado y quizás algo más. Yo, por mi parte, me di cuenta de la creciente humedad entre mis piernas, estaba mojada y también excitada. Eso delante de mí y con una cara de placer de mi marido en su cara que era para exponerla.

Me excusé y me levanté para ir al baño a limpiarme la humedad de mis entrepiernas antes de que se notase. Al inclinarme para levantarme a Rafa sólo le faltó alargar la mano para tocarme, pero se retuvo.

Fui camino al baño y recordé justo en ese momento algo familiar. La fantasía de Carlos de que le mostrase mis pechos y me dejase abordar por Rafa dentro del pub. Antes de entrar al baño borré esa tontería de mi mente, aunque tampoco la rezachaba del todo. Me limpié lo mejor que pude con las toallitas y la imagen de los ojos de Rafa clavados en mí, me seguía mojando. Salí del baño. Y ahí estaba.
 
En mitad de esa parte del salón, en penumbras, lo veo casi delante de mí. En ese momento lo vi todo claro y maldije a Carlos. Rafa se me acercó y yo no pude hacer nada, estaba petrificada. Me puso su mano en la cintura, y yo la noté ardiente por encima de la blusa bajo la cual no había nada. Su boca se acercó suavemente a mis oídos, y dejé que lo hiciera. Me susurró lo preciosos que eran mis pechos y lo afortunado que se sentía de que se los hubiera enseñado. Yo seguía petrificada. De pronto su mano se deslizó desde mi cintura hacia arriba y la dejó descansando sobre mi pecho.

Automáticamente y cual resorte tuviera en mi mano la lancé sobre la suya al objeto de arrancársela de ese sitio. Pero se ve que hay momentos en que la mente de una persona y su reacción física no son coherentes, cada uno por su lado. MI mano descansó sobre la de él, y la apretó levemente para dejar casi claro que podía seguir. Y lo hizo, con suma ternura me apretó los pechos y me encantó dando lugar a un suspiro. En ese momento le dije al oído “Aquí no”, no lo pude evitar.

Rafa me puso con suavidad las manos en las caderas y me llevó, sin resistencia, a un cuarto al lado de los baños. Se usaba como almacén, estaba lleno de cajas de cerveza y otras bebidas diversas, y una especie de nevera a media altura típica de los bares.

Me llevó hasta la nevera y me apoyó sobre ella, de frente a él, sin encender la luz, llegaba el resplandor de fuera y se estaba en una penumbra muy agradable.

Bajé los brazos y dejé que me masajease, manoseara y sobara los pechos. Sus labios los sentí sobre mis pezones a través de la blusa sintiendo como se endurecían con el contacto. Me estaba volviendo loca. Su cabeza bajó a mi pubis comenzando a colmarlo de besos. Y ahí lo paré, des eso nada, no me lo iba a comer de primeras, de eso nada.

Obediente subió y se dedicó a comerme la parte trasera de las orejas y el cuello, yo me fundía ya, eso me encantaba, me volvía loca. Una mano ya la tenía nuevamente sobre mi pecho, esta vez debajo de la blusa. Pero ¿y la otra mano?, pues ésa se quedó entre mis piernas al subirse, haciendo una especie de masaje con los pelos de mi pubis. Graciosamente me separó un poco las piernas y me dejé hacer, de pronto, toda su mano, bajó desde el pubis alcanzándome el clítoris y los labios vaginales rozando con ellos cada uno de sus dedos, hizo una buena pasada.

Se me escapó un primer gritito de placer, y me di cuenta de que ya no tenía puesta la parte de abajo del bikini, y no sabía cuándo la perdí. Al instante de notar sus dedos en mi clítoris por primera, se me fueron las manos a sus partes, y ahí tampoco había ni calzones ni bañador ni nada de nada, lo tenía todo al aire. El chico es habilidoso porque quitó ambas prendas sin que me diera cuenta. Ese pensamiento lo tuve solo una fracción de segundo, porque lo que descubrí entre mis manos no era muy habitual.

Encontré su pene erecto, enorme, largo, gordo y durísimo. Quedé perpleja, no me imaginaba que Rafa, que no era un portento físico para nada, tuviera algo así entre las piernas. Empezaba a arrepentirme de llegar a ese punto, pero de nuevo la mente y la acción física no eran coherentes. Tampoco era ya el momento de echarse hacia atrás. Me acordé de Carlos, sentado en la terraza mientras me metían mano tan descaradamente. No la tenía tan espectacular, pero no estaba mal dotado, al contrario, y me hacía disfrutar mucho, pero no llega a lo que tenía entre manos en ese momento.
 
Sin quererlo me acerqué su glande a mi clítoris y me lo restregué, lo fui bajando y haciéndome a la idea de lo que me podría esperar, hasta la entrada de la vagina. Él no dejaba de gemir encantado. No me lo volví a pensar, yo ya no aguantaba más, iba a explotar, lo cogí con ambas manos de los glúteos y lo empujé hacia dentro.

Noté perfectamente su glande avanzando por mi interior, cada una de las venitas de su pene y sus pliegues rozándome, lo solté y me entregué totalmente a lo que quisiese hacer desde ese momento, Yo sólo me quedé a disfrutar y él lo aprovechó lo que pudo.

Comenzó una especie de vaivén imperceptible pero constante, y muy profundo, me estaba encantando, hasta que se le ocurrió acelerar un poco y el roce se hizo más evidente. Por lógica hubo un momento, tras un rato de estar metiéndomela, que noté iba a correrse. Justo en ese instante me di cuenta que estaba metiéndomela sin condón ninguno, a puro pelo, e iba a correrse. Me dio igual, yo no aguantaba más, lo volví a coger de los glúteos y apreté hacia dentro y se me corrió de lleno dentro. Noté perfectamente como se corría en esa primera lanzada y como siguió unas tres veces. Lo noté como nunca, noté perfectamente una explosión de calor dentro de mi vagina y cómo se llenaba sin remedio. Y me corrí entre gritos con mis manos en sus glúteos sin dejarle salir hasta que no hubo acabado. Tras ello, él siguió un poco metiéndomela, hasta que se salió, y noté que me salía su semen. Pero no paró ahí para mi desgracia.

Articulé algo acerca de mi marido Carlos esperando en la terraza a que volviera del baño. ¿Sabría que se acababa de convertir en cornudo? Rafa me dijo que no me preocupara, que seguro que se lo imaginaba y además lo disfrutaría. Me callé.

La mano de Rafa no paró, volvió a ponerla en mis piernas. Con habilidad, me recogía su propio semen que salía de mi vagina, para después restregármelo en el pubis y resto del clítoris. Al poco estaba totalmente revestida con su semen y comenzó a darme un masaje de clítoris excelentemente húmedo.

No tardé en correrme estruendosamente.

Rafa me acercó sus labios a los oídos y me aclaró que con solo una no tenía bastante y que necesitaba otra, y que sería mejor. Le repliqué que mi marido me esperaba. Estúpida excusa que no convenció a ninguno.
 
Me dio la vuelta sobre ese frigorífico bajo, de manera que quedé de espaldas a él. Desde atrás me manoseaba los pechos y restregaba su entrepierna en mi culo, empecé a excitarme de nuevo. Me susurró al oído que estuviera relajada. Y noté como se empezaba a restregar su pene en mi vagina desde atrás. Se me escapó un “Me gusta” y noté que me la empezaba a meter.

Esta vez era distinto, se le notaba como iba avanzando, pero con mayor presión, mi vagina lo engullía y no quería soltarlo, cada vez que la metía un poco más no podía volver atrás. Cada vez se metía más y más, no parecía tener fin.

De repente me colocó las piernas algo más “distendidas” y me la metió hasta el mismísimo fondo. La noté perfectamente en la entrada del canal uterino, dónde jamás había llegado nadie. Se me abrieron los ojos y noté la presión, y en el oído escuché “No entra más, está toda dentro para ti”. Y era cierto, estaba hasta el fondo, más no había. Cuando empezó a moverse, lo hizo con suavidad para no lastimarme, pero sin pausa. Con cada presión sobre mi entrada me volvía más receptiva y con más ganas, y con una sensación que jamás había tenido. Era indescriptible.

Me estaban follando como nunca y no quería que se acabara.

Su ritmo se iba acelerando y tuve que agarrarme a la nevera mientras no dejaba de gemir con cada acometida. Se aceleró aún más y noté una enorme ola de calor en mis entrañas que se iba expandiendo por mi cuerpo. Notaba cada golpecito que me daba. Ahora adoptó un ritmo frenético, parecía querer decir “voy a por ti” y yo me estaba literalmente derritiendo. Por sus jadeos noté que iba a correrse y justo antes comenzó mi éxtasis.

Comencé a temblar sin control, a apretar mi coño mucho más sobre él, estaba corriéndome sin control y gritando de placer y hasta de dolor por lo fuerte de la sensación. Se corrió, noté perfectamente cómo el primer chorro de semen se estrellaba con fuerza a la entrada de mi canal, grité “Por Dios, no pares. Sigue, por favor, no pares”. Con cada chorro me embestía con fuerza y notaba como su semen me rellenaba por completo.

Cuando terminó de correrse se suavizó su ritmo y yo quedé exhausta sobre el frigorífico. Siguió metiéndomela un ratín más, se oía una especie de chapoteo. Terminado y satisfecho la sacó de mi interior y se subió el bañador escondiéndola. Yo me quedé sobre esa nevera sin poder moverme. Me dio un beso en la parte trasera de mi oreja, mientras su mano me acariciaba el clítoris y restregaba su semen nuevamente, y dijo “Algún día deberíamos repetir esto en un sitio más tranquilo. Ha sido maravilloso. Muchas gracias”. Y salió de ese almacenillo cerrando la puerta.

Me limpié como pude con toallitas, aunque no había mucho que limpiar, esta vez casi todo se quedó dentro de mí. Con las piernas temblorosas aún, salí y fui con Carlos pensando en cómo ocultarle lo que acababa de pasar.
 
Me dio la vuelta sobre ese frigorífico bajo, de manera que quedé de espaldas a él. Desde atrás me manoseaba los pechos y restregaba su entrepierna en mi culo, empecé a excitarme de nuevo. Me susurró al oído que estuviera relajada. Y noté como se empezaba a restregar su pene en mi vagina desde atrás. Se me escapó un “Me gusta” y noté que me la empezaba a meter.

Esta vez era distinto, se le notaba como iba avanzando, pero con mayor presión, mi vagina lo engullía y no quería soltarlo, cada vez que la metía un poco más no podía volver atrás. Cada vez se metía más y más, no parecía tener fin.

De repente me colocó las piernas algo más “distendidas” y me la metió hasta el mismísimo fondo. La noté perfectamente en la entrada del canal uterino, dónde jamás había llegado nadie. Se me abrieron los ojos y noté la presión, y en el oído escuché “No entra más, está toda dentro para ti”. Y era cierto, estaba hasta el fondo, más no había. Cuando empezó a moverse, lo hizo con suavidad para no lastimarme, pero sin pausa. Con cada presión sobre mi entrada me volvía más receptiva y con más ganas, y con una sensación que jamás había tenido. Era indescriptible.

Me estaban follando como nunca y no quería que se acabara.

Su ritmo se iba acelerando y tuve que agarrarme a la nevera mientras no dejaba de gemir con cada acometida. Se aceleró aún más y noté una enorme ola de calor en mis entrañas que se iba expandiendo por mi cuerpo. Notaba cada golpecito que me daba. Ahora adoptó un ritmo frenético, parecía querer decir “voy a por ti” y yo me estaba literalmente derritiendo. Por sus jadeos noté que iba a correrse y justo antes comenzó mi éxtasis.

Comencé a temblar sin control, a apretar mi coño mucho más sobre él, estaba corriéndome sin control y gritando de placer y hasta de dolor por lo fuerte de la sensación. Se corrió, noté perfectamente cómo el primer chorro de semen se estrellaba con fuerza a la entrada de mi canal, grité “Por Dios, no pares. Sigue, por favor, no pares”. Con cada chorro me embestía con fuerza y notaba como su semen me rellenaba por completo.

Cuando terminó de correrse se suavizó su ritmo y yo quedé exhausta sobre el frigorífico. Siguió metiéndomela un ratín más, se oía una especie de chapoteo. Terminado y satisfecho la sacó de mi interior y se subió el bañador escondiéndola. Yo me quedé sobre esa nevera sin poder moverme. Me dio un beso en la parte trasera de mi oreja, mientras su mano me acariciaba el clítoris y restregaba su semen nuevamente, y dijo “Algún día deberíamos repetir esto en un sitio más tranquilo. Ha sido maravilloso. Muchas gracias”. Y salió de ese almacenillo cerrando la puerta.

Me limpié como pude con toallitas, aunque no había mucho que limpiar, esta vez casi todo se quedó dentro de mí. Con las piernas temblorosas aún, salí y fui con Carlos pensando en cómo ocultarle lo que acababa de pasar.
No lo ocultes, seguro que a el le encanta y se pone duro al escucharte
 
Estaba sentado, con su copa en las últimas, y la mía sin hielo. Me senté y él me miró, yo bajé la mirada. Era imposible ocultarlo, había tardado unos veinte minutos en volver. Me apretó un poco el brazo y me besó cariñosamente metiéndome la lengua, lo agradecí, con Rafa apenas dio tiempo para besos. Carlos me dijo que esta vez había tardado en el baño, creí ver una sonrisita en su rostro, me excusé indicando la cola que había para entrar. Excusa estúpida porque no había tantas mujeres en el pub, y, además con certeza él me había mandado a Rafa para que me interceptase.

Miré hacia la barra y ví que Rafa preparaba un par de copas, me miró y me dirigió una sonrisa cómplice, cuando nos puso las copas dijo que corría de cuenta de la casa.

Al rato Carlos se levantó y fue a abonar las copas. Rafa con el datáfono y Carlos frente a él de espaldas a mí. Situación morbosa, mi marido frente a quién me acababa de follar como nadie lo había hecho. Volvió y sentó para terminar las copas. Mientras yo no dejaba de pensar en lo ocurrido y visualizarlo. Noté la mano de Carlos sobre mi muslo bajo la mesa, la fue subiendo y le dejé hacer sin oponerme. La subió disimuladamente cada vez más hasta llegar al final y paró en seco. Noté que estaba totalmente mojada y que parte del semen de Rafa debía salir ya, pues justo eso fue lo que tocó. Me puse roja como un tomate, retiró su mano humedecida y me besó con amor. Su cara irradiaba felicidad, no entendía cómo se puede ser feliz al descubrir que se había convertido en cornudo.

Nos levantamos y miré por última vez la barra desde la que Rafa me miraba.

Fuimos paseando a casa cogidos de la mano, alguna vez me cogía de la cintura y cuando la bajaba, me la pasaba rozando el trasero, también, esta vez, le dejé hacer algo que normalmente le reprendía y me ofendía. Llegamos a casa y abriendo la puerta me puso la mano en el culo sin contemplaciones. Fuimos directos al dormitorio.

Me manoseó los pechos sobre la blusa y bajo la cual no tenía nada. Me la quitó y me comenzó a chupar los pechos, no fue más abajo. Me tumbó sobre la cama y no pude quitarme de la vista la cara de Rafa, me folló durante un buen rato y en diversas posiciones, le dejé sin quejarme. Nos corrimos al mismo tiempo, él pensando en qué me habría hecho Rafa y yo en que deseaba que fuera Rafa el que estuviera encima de mí, más cómo que sobre el frigorífico. Nos dormimos.
 
satisfecho la sacó de mi interior y se subió el bañador escondiéndola

Estaba sentado, con su copa en las últimas, y la mía sin hielo. Me senté y él me miró, yo bajé la mirada. Era imposible ocultarlo, había tardado unos veinte minutos en volver. Me apretó un poco el brazo y me besó cariñosamente metiéndome la lengua, lo agradecí, con Rafa apenas dio tiempo para besos. Carlos me dijo que esta vez había tardado en el baño, creí ver una sonrisita en su rostro, me excusé indicando la cola que había para entrar. Excusa estúpida porque no había tantas mujeres en el pub, y, además con certeza él me había mandado a Rafa para que me interceptase.

Miré hacia la barra y ví que Rafa preparaba un par de copas, me miró y me dirigió una sonrisa cómplice, cuando nos puso las copas dijo que corría de cuenta de la casa.

Al rato Carlos se levantó y fue a abonar las copas. Rafa con el datáfono y Carlos frente a él de espaldas a mí. Situación morbosa, mi marido frente a quién me acababa de follar como nadie lo había hecho. Volvió y sentó para terminar las copas. Mientras yo no dejaba de pensar en lo ocurrido y visualizarlo. Noté la mano de Carlos sobre mi muslo bajo la mesa, la fue subiendo y le dejé hacer sin oponerme. La subió disimuladamente cada vez más hasta llegar al final y paró en seco. Noté que estaba totalmente mojada y que parte del semen de Rafa debía salir ya, pues justo eso fue lo que tocó. Me puse roja como un tomate, retiró su mano humedecida y me besó con amor. Su cara irradiaba felicidad, no entendía cómo se puede ser feliz al descubrir que se había convertido en cornudo.

Nos levantamos y miré por última vez la barra desde la que Rafa me miraba.

Fuimos paseando a casa cogidos de la mano, alguna vez me cogía de la cintura y cuando la bajaba, me la pasaba rozando el trasero, también, esta vez, le dejé hacer algo que normalmente le reprendía y me ofendía. Llegamos a casa y abriendo la puerta me puso la mano en el culo sin contemplaciones. Fuimos directos al dormitorio.

Me manoseó los pechos sobre la blusa y bajo la cual no tenía nada. Me la quitó y me comenzó a chupar los pechos, no fue más abajo. Me tumbó sobre la cama y no pude quitarme de la vista la cara de Rafa, me folló durante un buen rato y en diversas posiciones, le dejé sin quejarme. Nos corrimos al mismo tiempo, él pensando en qué me habría hecho Rafa y yo en que deseaba que fuera Rafa el que estuviera encima de mí, más cómo que sobre el frigorífico. Nos dormimos.
Impresionante…. Que tal actualmente?? Repetiste?
 
Me levanté tarde, con las piernas como si tuviera agujetas, fruto de lo que pasé de pie en el almacén seguramente. No tenía nada a mano y me puse la blusa del día anterior sin nada de nada debajo ni la parte baja. Me serví un café en la cocina y fui al porche. Carlos estaba allí leyendo el periódico en la tablet, nos dimos los buenos días, con el habitual beso incluído y se me quedó mirando, lógico. Vi que su pantalón de deporte crecía, me lo pensé sólo un momento.

Me senté encima de él quitándole el pantalón corto y dejando su pene ya erecto y duro al aire. Lo estregué sobre mi clítoris y me la metí todo lo que pude. Empezó a meterla con buen ritmo y mirándome, yo le sonreía mientras. Acerqué mi boca a su oído y dije

“Me folló muy bien, dos veces. Me encantó. Gracias por dejarme”.

Sus embestidas se volvieron frenéticas abriendo mucho los ojos. Se acercó y respondió

“Lo sé. Me dijo que te corriste tres veces de forma increíble. Me felicitó por tenerte”.

Nos corrimos en ese momento

Pues ése fue el fin de lo que ocurrió.
 

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